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Trabajo de campo etnográfico y gestión


emocional: notas epistemológicas y
metodológicas1
Juan Antonio Flores Martos
Universidad de Castilla-La Mancha
JuanAntonio.Flores@uclm.es

Palabras clave: etnografía, trabajo de campo, gestión emocional, epistemología, meto-


dología.
Resumen: tras un breve estado de la cuestión de la antropología de las emociones, y a par-
tir de mi trabajo de campo en Veracruz en los años noventa, me interesa tratar las emocio-
nes como una variable clave en el proceso de conocimiento/descubrimiento etnográfico, y
como un factor de naturaleza epistemológica y metodológica de primer orden tanto en el
proceso de trabajo de campo como en el de análisis, reflexión, “edición” y escritura del
texto antropológico. Pretendo ensayar una reflexión sobre los modos en que las emocio-
nes, al tiempo que nos acompañan, componen y “contaminan” durante nuestra situación
de campo, mediante un trabajo de gestión emocional, pueden aclarar nuestra “lente” etno-
gráfica, y acceder a conocer y comprender cuestiones que de otro modo quedarían fuera
de nuestro alcance.

En estas páginas, y a partir de mi trabajo de campo en Veracruz (México) en los años noven-
ta, me interesa reflexionar sobre las emociones como variable a tener muy en cuenta en el pro-
ceso de conocimiento/descubrimiento etnográfico, y como aspecto epistemológico y metodo-
lógico de primer orden tanto en el proceso de trabajo de campo como en el de análisis,
reflexión, “edición” y escritura del texto antropológico. En un segundo momento, me gusta-
1
Mi interés en este campo está en deuda con las discusiones con mis colegas del proyecto “Cuerpo y sentimien-
to. Expresiones culturales amerindias” (HUM2007-63242), dirigido por Manuel Gutiérrez Estévez, y con las
conversaciones y referencias sobre la sociología de las emociones compartidas con Beatriz Muñoz. De modo espe-
cial agradezco a Luisa Abad el compartir proyectos, libro y conversaciones sobre este campo de la antropología

Ankulegi 14, 2010, 11-23


Fecha de recepción: 17-V-2010 / Fecha de aceptación: 22-XI-2010
ISSN: 1138-347 X © Ankulegi, 2010

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ría incidir en que las emociones, al tiempo visión “ontológica” de la emoción propia de
que nos acompañan, componen y “contami- la psicología clínica2. Los humanos experi-
nan” durante nuestra situación de campo, mentamos afectivamente los acontecimien-
también pueden aclarar nuestra “lente” tos de nuestras existencias a través de reper-
etnográfica, y acceder a conocer y compren- torios culturales diferenciados. Tomar
der cuestiones que de otro modo quedarían conciencia de esto implica evitar una prácti-
fuera de nuestro alcance. ca muy habitual –cronocentrista y etnocen-
En cualquier caso, me interesaría cuestio- trista– entre nosotros los occidentales: la de
nar que las emociones sean una clase de “naturalizar” las emociones, trasladándolas
“cosas” que tienen que ver con cada indivi- sin precauciones de una cultura a otra, a tra-
duo, su intimidad y su biografía estricta- vés de un sistema de traducción “ciego” e
mente personales, y que los únicos expertos impermeable a las condiciones sociales de
con competencia para hablar sobre ellas son existencia que envuelven la afectividad (Le
los psicólogos o los escritores best-seller de Breton, 1999: 10).
libros de autoayuda –esos con los que
supuestamente aprendemos a cómo manejar
nuestras emociones y nuestras vidas–. ¿De qué hablamos cuando hablamos
Es importante destacar la doble cualidad de antropología de las emociones?
de la emoción: culturalmente pautada e
individualmente interiorizada. Como antro- Las ciencias sociales en Occidente han esta-
pólogo, me centraré más en analizar el pri- do lastradas –hasta hace bien poco– por una
mer aspecto de esta cualidad de la emoción. suerte de escolasticismo y un problema epis-
Contra el sentido común aceptado y extendi- temológico de alcance, heredado de la hege-
do, las emociones no son “cosas” u objetos, monía que el positivismo y una cierta clase
estados absolutos, sustancias que podamos de racionalismo han mantenido en la cons-
proyectar de un sujeto a otro, o de un grupo
de seres humanos a otro, ni tampoco son
2
exclusivamente procesos fisiológicos cuyo “Tal visión ‘ontológica’ de la emoción es un elemen-
to central de la psicología clínica, y se opone a la
desciframiento podamos operar en una clave
visión de que sentir una emoción es un proceso lábil,
bioquímica (Le Breton, 1999: 9). Para resultado de la interpretación y de la clasificación, que
nosotros, los antropólogos, son relaciones depende a su vez de pistas simbólicas provistas por el
sociales –fusionadas con significados cultu- contexto. Tal como han sostenido muchos antropólo-
rales–, procesos más que “estados”, que se gos y psicólogos sociales, no hay una “sustancia” emo-
producen no de un modo “natural”, sino cional esperando a ser conocida, nombrada y revelada.
Lejos de ser bloques de experiencia o de conciencia
conducidas mediante pautas y convenciones esperando ser descubiertos y adecuadamente nombra-
socioculturales cambiantes en tiempo y dos, los nombres de las emociones y la experiencia de
espacio. Esto supone una concepción antie- las emociones son generados de manera fluida y con-
sencialista de las emociones que se opone a la textual. La visión de que las emociones son bloques de
experiencia, reprimidos, almacenados y a la espera de
ser nombrados y liberados, alimenta directamente los
de las emociones. Agradezco a los dictaminadores intereses de los psicólogos, que definen su trabajo
anónimos las sugerencias realizadas para la mejora del como el de exponer, nombrar adecuadamente y trans-
texto. formar las emociones” (Illouz, 2008: 262).

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trucción de la ciencia occidental: lo científi- autor incide en que la base de la vida social
co y aceptado por la academia era contem- es simultáneamente moral y emocional, y
plar a personas (investigadores) que querían cómo la “efervescencia” que explica la soli-
estudiar a otras personas sin ser humanas daridad es de origen emocional (Durkheim,
ellas mismas, y ocultando y negando prota- 1982).
gonismo y elemento de reflexión a unos La sociología de la emoción, en tanto que
componentes tan específicamente humanos, perspectiva específica y novedosa, nos lleva
y tan constitutivos de las relaciones sociales alguna ventaja en intensidad de sus reflexio-
como son los sentimientos y las emociones3. nes y construcción teórica, desarrollándose
Estas ciencias nuestras han trazado su iti- un lustro antes que los textos fundacionales
nerario construyendo la falsa oposición entre de la antropología de las emociones. Las
el campo de la razón (hasta la actualidad aportaciones que desde la sociología de las
considerado el propio de esas ciencias), y el emociones –fundamentada en la constata-
de la emoción (también, hasta hoy en día, ción de que la mayor parte de las emociones
considerado supuestamente ajeno a esas humanas se nutren y tienen sentido en el
ciencias, y adjudicado como parcela más marco de las relaciones sociales–, como un
apropiada o coto casi privado para las artes). campo discreto, se han realizado a partir del
Además de una clara manufactura histó- último cuarto del siglo XX. Hochschild es
rica, social y cultural, las emociones y los la pionera en este campo (1975), al generar
sentimientos son formas de acción simbólica y desarrollar los conceptos de emotion work
–en la que la emoción se entrelaza de modo –trabajo o gestión emocional– (1979), y cul-
íntimo con el compromiso del yo que parti- tura emocional –compuesta de ideologías de
cipa de dicha acción– en conexión estrecha la emoción sobre actitudes apropiadas, senti-
con otros aspectos de la estructura social y el mientos y respuestas emocionales a las esfe-
sentido contextuales. ras básicas de la actividad–. Una completa
Los primeros autores de la sociología clá- revisión teórica de la sociología de las emo-
sica trataron los afectos y emociones en sus ciones es la de Turner y Stets (2005).
trabajos –si bien de modo residual o margi- En buena medida, el surgimiento y la
nal, limitados por la racionalidad positivis- constitución de las disciplinas sociológicas
ta–. Illouz (2007) demuestra cómo los clási- en el siglo XIX se produce, como señala
cos de la teoría social incluyeron la Surrallés (2005: 4), a partir del olvido de
problemática de las emociones en la vida que la filosofía social de los siglos preceden-
social, aunque en ocasiones no mencionen tes se había focalizado en “tratados sobre las
explícitamente dichas emociones en sus pasiones”, siendo la psicología la que se apo-
obras. Quizás destaque especialmente la dera de la dimensión individual de los afec-
sociología de Durkheim, y sus indagaciones tos y la emoción, constituyéndose en discur-
sobre lo que mantiene unida a la sociedad a so experto y científico sobre los mismos.
pesar de la carencia de intensidad emocional También conviene destacar aquí la tesis
en la vida moderna. A este respecto, este que sostiene la socióloga Eva Illouz en su
libro Intimidades congeladas. Las emociones en el
3
Véase el excelente artículo de Martínez “Sentimien- capitalismo (2007): la edificación del capita-
tos y emociones” (2006: 540-549). lismo se hizo de la mano de la construcción

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de una cultura emocional muy especializada. guiarían su conducta según su estilo perso-
Argumenta que ese “capitalismo emocional” nal, pero además es un medio para otorgar
generó una manera de amar y trabajar espe- sentido a las circunstancias que repercuten
cífica, situando en la base del mismo al psi- sobre él. Desde este punto de vista, la emo-
coanálisis, que produjo, en la historia de la ción, enmarcada en esa cultura afectiva, sería
cultura norteamericana, un nuevo estilo una actividad de conocimiento (Le Breton,
emocional: el estilo emocional terapéutico. 1999: 11-12).
Sus trabajos tienen una cierta trascendencia Para la antropología, hablar de emociones
al ofrecernos información sobre esa cultura es hablar de educación, de una “educación
emocional del capitalismo que como antro- sentimental”. Dos obras bien conocidas tie-
pólogos occidentales podemos estar compar- nen un título homónimo: la novela de Flau-
tiendo en mayor o menor medida, y elemen- bert (1981), y un ensayo más reciente, del
tos para una revisión y autocrítica en las campo de la filosofía y la historia del pensa-
proyecciones y “contaminaciones” que pode- miento filosófico, de Julián Marías (1994),
mos estar desplegando al trabajar sobre las interesante para comprender los matices de
emociones en otras sociedades más ajenas a un proceso de educación sentimental, y su
dicha cultura emocional. evolución temporal, al menos para una socie-
Ya saltando a la antropología, Le Breton dad occidental y cristiana. Desde la perspec-
(1999) –desde la subdisciplina de la antro- tiva antropológica, la esfera de las emociones
pología del cuerpo– ha explorado los modos compete a la educación y se adquiere según
de construcción sociocultural de las emocio- los modos particulares desplegados en la
nes, desde una perspectiva transcultural, y socialización del niño, y no son más innatas
generado el concepto de “cultura afectiva”4 que la lengua (Le Breton, 1999: 12).
para el repertorio de emociones y sentimien- Desde los trabajos de la antropóloga y
tos con los que los seres humanos se desen- pionera en esta nueva perspectiva de la
vuelven en sus vidas. Según este autor, una antropología de las emociones, Michelle
cultura afectiva estaría proporcionando Rosaldo, conviene también olvidarse de
esquemas de experiencia y de acción, que nuestra falsa convención y oposición entre
las emociones (como asuntos del “corazón” y
realidades “irracionales”), y pensamientos
4
“Una cultura afectiva forma un tejido apretado en (como asuntos de la “mente” y de la “razón”,
que cada emoción se pone en perspectiva dentro de y, por tanto, “racionales”). En 1984 ya seña-
un conjunto indisociable. Hablar de las emociones en laba que las emociones eran embodied
términos absolutos, como por ejemplo de la ira, el thoughts5, “pensamientos encarnados” en un
amor, la vergüenza, etcétera, equivale a hacer en una
forma más o menos clara de etnocentrismo, al postu-
sentido literal –ideas e ideologías hechas
lar implícitamente una significación común a dife- cuerpo–.
rentes culturas. Cuando en realidad los motivos de la
5
vergüenza, por ejemplo, pueden ser ajenos y descono- “Thus, for me, the crucial point –and one much
cidos para otras sociedades y muy diferentes las con- more profound than it initially appears– is recogni-
secuencias, y la vivencia afectiva así enfocada no tener tion of the fact that feeling is forever given shape
prácticamente rasgos comunes con la de un individuo through thought and that thought is laden with
‘avergonzado’ de nuestras propias sociedades.” (Le emotional meaning. I can then argue –much as pro-
Breton, 1999:142). posed earlier– that what distinguishes thought and

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Antes de esta autora, en antropología, los su protagonismo en las interacciones y rela-


sentimientos (y las emociones) de los pue- ciones con los informantes. Debido a ello, las
blos estudiados han estado siempre presentes emociones no cobraron un mayor protago-
de forma tácita –pudiéndose hablar de que el nismo ni en la reflexión, ni en la escritura ni
papel de las emociones en antropología se ha en los textos antropológicos a partir de este
tenido en cuenta siempre–, pero rara vez supuesto “escándalo”.
constituyendo un objeto singularizado para Por otra parte, la sobrevaloración –desde
el estudio. Observaciones impresionistas del nuestra perspectiva como antropólogos– de
etnógrafo en el campo acerca de los estados las dimensiones individuales de la emoción o
de ánimo o los sentimientos recíprocos con del sentimiento ha dificultado la constitu-
sus informantes han logrado pasar rara vez a ción de un corpus teórico consensuado que
los informes publicados y a la imprenta; casi incidiese en los aspectos sociales y culturales
siempre, han permanecido escondidas en las de las emociones, quizás por la consideración
libretas y cuadernos de los diarios de campo. de las emociones como un asunto de las sub-
En este sentido, fue muy revelador el efecto jetividades y algo relativo al individuo6.
catártico que tuvo en la profesión la publica- El nacimiento oficial de la antropología
ción en el año 1967 –con carácter póstumo y de las emociones propiamente dicha se sitúa
por decisión de su viuda– de los diarios de en 1986, cuando Catherine Lutz y G. M.
Malinowski (1989), llenos de consideracio- White publican el artículo “The Antropo-
nes sobre “sentimientos” nativos y propios. logy of Emotions”. En el último apartado de
El desvelamiento de la soledad, la frustra- su artículo, Lutz y White formulan por pri-
ción, las actitudes agresivas y las descalifica- mera vez un marco comparativo para el estu-
ciones raciales hacia los nativos de Mali- dio de las emociones. Dos años más tarde,
nowski tuvo el efecto de hacer visible la Catherine Lutz (1988), en su trabajo etno-
contradicción entre un método científico gráfico entre los Ifaluk, demostró que los
ideal –apoyado en la fantasía aséptica del significados emocionales están estructurados
observador indiferente y de su mirada “ento- fundamentalmente por sistemas culturales y
mológica” hacia su entorno– y las conductas contextos materiales y sociales particulares.
reales del etnógrafo –gobernadas por deseos, También demostró que los conceptos sobre
pasiones y componentes “irracionales”–. la emoción deben ser entendidos más como
Paradójicamente, en la profesión se generó dirigidos a propósitos comunicativos y
una actitud más vigilante –y beligerante– morales, que como referidos a estados inter-
hacia las emociones propias del etnógrafo y nos supuestamente universales.

affect, differentiating a ‘cold’ cognition from a ‘hot’,


is fundamentally a sense of the engagement of the
6
actor’s self. Emotions are thoughts somehow ‘felt’ in Coincido con Beatty (2005: 34) al señalar que
flushes, pulses, ‘movements’ of our livers, minds, “deberíamos permanecer agnósticos sobre el elemen-
hearts, stomachs, skin. They are ‘embodied’ to subjetivo de las emociones e indagar de modo más
thoughts, thoughts seeped with the apprehension intenso en los contextos pragmáticos y de uso varia-
that ‘I am involved’” (Rosaldo, 1984: 143). dos de dichas emociones” (traducción propia).

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Trabajo emocional en el campo y las ante el lector, y ante nosotros mismos. O,


emociones en la escritura etnográfica todavía más, como si estuviéramos entrena-
dos y programados para convertir emocio-
Hay aspectos sociales y culturales en las nes, sensaciones y los sentimientos que con-
emociones –los que mejor podemos abordar forman nuestras experiencias y los
como antropólogos–, pero también aspectos “materiales” de campo, en ideas, conceptos y
subjetivos e individuales en el etnógrafo, teorías, o todavía más: como si la ciencia
teniendo estos un valor heurístico –positivo social que nos ocupa “canibalizara” estos ele-
o negativo– en la investigación. A estos últi- mentos expresivos de subjetividades –socia-
mos dedico esta sección. les, culturales–, en su proceso de armar con-
Como nuestros colegas médicos, los ceptos y generar teorías.
antropólogos recibimos alguna clase de Coincido con Woodthorpe (2007: 1) en
adiestramiento –aunque menos formalizado, que lo emocional del proceso de investiga-
ortodoxo y con otra clase de ideas incuestio- ción necesita ser incorporado a las discusio-
nables– para lo que va a ser nuestro ejercicio nes metodológicas, algo que contribuirá a
profesional, la etnografía, en esa situación que los investigadores seamos capaces de
metodológica y vivencial singular que es el producir investigación social de más alta
trabajo de campo. Así, en nuestro oficio, se calidad. Ello debe hacerse obviando enfo-
nos enseña el valor y la cautela con la que es ques psicologistas proyectivos, “intimistas”
necesario desarrollar la empatía, la cercanía y u “ombliguistas” excesivamente centrados
la toma de distancia con nuestros informan- en el autor, y pasando a considerar analítica-
tes –y el énfasis “médico” en la no contami- mente el impacto de las emociones en las
nación con las emociones de los otros duran- relaciones sociales de las que forma parte el
te el trabajo es inexistente o menor–. Más investigador durante su trabajo de campo, y
allá de su contención y ocultamiento, hay sobre la investigación, concibiéndolas como
una importante falta de entrenamiento, de herramientas poderosas a través de las cuáles
un disciplinar las emociones. Se ha obviado analizar e interpretar datos.
que, en nuestro oficio, la utilización y el Tras mucho tiempo de meticuloso y asép-
manejo o gestión de dichas emociones son tico afán de objetividad científica, los antro-
un asunto epistemológico y metodológico de pólogos nos hemos ido dado cuenta de que la
primer nivel. relación etnográfica, la relación de campo
Nuestras monografías y artículos descri- con quienes cada vez resulta más difícil lla-
ben o reflexionan poco sobre esas emociones mar “informantes”, es una parte esencial del
implicadas en las relaciones humanas y material con que lidiamos a la hora de pro-
sociales en las que desplegamos nuestra ducir nuestros textos. La información obte-
tarea. Pareciera como si estas emociones pro- nida en campo depende en buena medida de
pias o ajenas (amor, odio, vergüenza, deseo, las relaciones con quienes nos las brindan,
etc.) no fueran relevantes, como si las mane- del lugar que lleguemos a ocupar en el
jásemos con la suficiente destreza como para grupo estudiado; pero, además, esa misma
salir triunfantes del reto, o como si se con- relación y los juegos de negociación por los
virtieran en un equipaje –demasiado– pesa- que somos aceptados bajo tal papel y no bajo
do, que lo mejor es no removerlas y ocultar- tal otro, la manera en que nuestros estudia-

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dos construyen nuestra figura, es materia de campo procedentes de mi trabajo en la ciu-


alta significación, uno de los ejes centrales dad de Veracruz (México) en los años noven-
que pone en perspectiva nuestros resultados. ta, textos sin editar que sí suelen contener
La comprensión de las emociones del inves- esas referencias corporales, sensoriales y a las
tigador se hace difícil sin la autoconciencia emociones –propias y ajenas–, que luego por
de cuál ha sido su historia personal, de su arte de birlibirloque difícilmente pasan el
representación sobre las relaciones entre la filtro de forma y contenido, y no los “edita-
paternidad y la masculinidad, entre la mos” ni en artículos académicos ni en mono-
maternidad y la feminidad. grafías, e inclusive tampoco afloran en las
El instrumento con el que el antropólogo clases a nuestros alumnos. Dicho de otro
realiza su tarea es él mismo, su propia subje- modo, quizás debamos recurrir a materiales
tividad, no solo porque son sus ojos y oídos y soportes textuales menos utilizados en
los que van a determinar qué sí y qué no va nuestro proceso de escritura y construcción
a convertirse en “dato”, sino porque su capa- analítica/teórica posterior: libretas y cuader-
cidad de estar con los otros, con esos otros en nos de campo, cartas, y correos electrónicos,
particular, determina la etnografía que lle- que por su carácter demasiado personal, o
gue a hacer, o que finalmente no pueda lle- muy tentativo, efímero o diferido (al produ-
var a cabo. Nuestra afectividad ocupa enton- cirlos para otros y ser enviados, sin tener
ces un primer plano. No es frecuente, sin habitualmente copia o acceso al original),
embargo, que estas cuestiones aparezcan en acabamos apartando, poniendo al margen, y
nuestros textos o que sean tema de reflexión en muchas ocasiones olvidando en nuestros
en encuentros de colegas: ya sea por pudor, análisis y práctica antropológica posterior.
temor a restar rigor a la labor realizada, o
desconfianzas sobre el real valor de algo tan
incontrolable. Algunas notas metodológicas y
Pareciera como si la disciplina antropoló- epistemológicas
gica, además de proceder a encerrar en un
vedado al cuerpo del antropólogo, se hubie- Es difícil armar una metodología y episte-
ra construido –y nos hubiera adiestrado mología que dé cuenta de las emociones en
metodológica y estilísticamente a los del ofi- ciencias sociales en general, y en antropolo-
cio– “contra los sentidos” (salvo el de la gía en particular, como ha identificado en su
vista, consagrado hegemónicamente por la reflexión Surrallés (2005). Ello no nos debe-
ciencia occidental), y “contra las emocio- ría impedir plasmar algunas constataciones y
nes”, o al menos procediendo a ocultar a apuntar vías de exploración en este sentido,
unos y otras en el texto. como a continuación señalaré.
Asumir esta carencia epistemológica, esta
laguna en la escritura de etnografías, puede
servirnos de acicate para acrecentar nuestra NOTAS METODOLÓGICAS
atención y producción de textos que se
enfrenten con este problema. En otro lugar Centrándome en algunas propuestas en la
(Flores y Díaz, 2010) he intentado introdu- metodología a llevar a cabo para el estudio
cir “materiales” de cuadernos y libretas de de las emociones desde nuestro campo, se

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hace necesario recuperar los temas que ya claridad: no podríamos hablar de cómo
introdujo Dilthey (1978) a propósito del sienten otras personas u otros pueblos,
conocimiento a partir de las vivencias, de los solo podemos hacer –desde la antropolo-
límites de la comprensión empática y de su gía y las ciencias sociales– una interpreta-
consiguiente interés por la hermenéutica. ción de lo que dicen que sienten (discur-
sos sobre sus emociones) o analizar los
a) El considerar y aproximarnos a las
modos y maneras como lo expresan
emociones como “pensamientos incorpo-
(representaciones de su emoción).
rados” o “pensamientos encarnados” nos
conecta con el proceso de aprendizaje
cognitivo y descubrimiento de los “otros”
durante la experiencia de trabajo de NOTAS EPISTEMOLÓGICAS
campo, en que tendemos a incorporar
literalmente dichas relaciones sociales, Estas notas epistemológicas tratan de ser
pensamientos y “pensamientos encarna- reflexiones sobre la importancia de las emo-
dos” –las emociones–. Y desde esta pers- ciones de los distintos actores implicados en
pectiva nos enfrentamos a una cuestión la elaboración del conocimiento antropoló-
metodológica y epistemológica central en gico. Tal como luego se ejemplificará en el
la antropología social contemporánea: apartado IV con el análisis de mi experiencia
¿podemos conocer y comprender a través de campo.
de nuestras emociones el color y las tex-
turas de las emociones de las gentes del d) Sobre todo cuando trabajamos en
escenario social que estudiamos? otros contextos, conviene tener en cuenta
las relaciones sociales como potenciales
b) Se hace necesaria una crítica al objeti- productoras de aflicción y enfermedad en
vismo que ha presidido en ocasiones en la ocasiones, y no solo entre los actores
antropología de las emociones, como pro- sociales –por ejemplo, la mirada que
pone Surrallés (2005: 5), enferma a los migrantes retornados a
la antropología de las emociones, a pesar de comunidades tzeltales de Chiapas, según
su diversidad, considera como un hecho la me comentaba Pedro Pitarch, etnógrafo
existencia objetiva de un fenómeno llamado con amplia experiencia en la zona–, sino
emoción, que se puede por lo tanto discri- también afectando al etnógrafo como ser
minar y nombrar, de forma que su estudio humano y social sensible a dichas fuerzas
no requiere más metodología que los útiles y vectores durante su trabajo de campo.
convencionales de los que dispone la antro-
pología. Ahora bien, como los antropólogos e) El discurso –relato u ocultamiento–
de las emociones admiten, no existe en la
de las emociones durante el proceso de
mayoría de lenguas un término parecido al
de “emoción” además, el campo de lo emo- investigación no solamente debemos
cional no se puede demarcar tan fácilmente enfocarlo críticamente como si fueran
desde una óptica transcultural. “filtros” en el conocimiento, sino tam-
bién como “datos” en sí mismo, conoci-
c) Desde una posición extrema, algunos miento relevante en nuestra investiga-
antropólogos establecen un límite con ción.

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Trabajo de campo y gestión emocio- mente en su casa-taller y con facultad para la


nal en mi investigación en Veracruz visión e incorporación de espíritus, fue una
experiencia “chocante” –que me atrevo a
Dentro de mi preocupación por investigar las calificar de choque eléctrico en sentido lite-
violencias cotidianas que existían en Vera- ral, violento–. En una fiesta de graduación,
cruz (Flores, 2005), identifiqué la violación unos amigos comunes me presentaron como
como una presencia urbana y una práctica “un amigo español”, y al darnos la mano
existente entre ciertos segmentos de varones ocurrió lo que reflejo en este fragmento de
jóvenes, algunos de los juniors de las familias mi diario de campo:
acomodadas de la ciudad, y, en concreto, de
la colonia española en el Puerto. Recogí ver- Cuando le di la mano, Juanos se desequili-
siones femeninas que modelan al “español bró, empujó mi mano hacia mí, y por cues-
del Puerto” como una categoría que conden- tión de unos 8 o 10 segundos asistimos a una
especie de pulso vertical espontáneo y extra-
sa además del rol de explotador, compartido ño, luego logró soltarse (yo no le apretaba lo
por el sentido común veracruzano, el de vio- más mínimo) y se marchó enojado a su lugar
lador. Estas prácticas, y especialmente su en la mesa en que estaba. Raúl enseguida fue
condición de patrón “sangrón” (prepotente) a sentarse a su lado a platicar con él. En ese
para muchos trabajadores veracruzanos –la momento, todos los hombres, la flota de mi
colonia española en la ciudad controla una mesa, se pusieron en pie y a hablar conmigo
parte importante de la industria, el comercio para que les dijera qué nos había pasado,
y el sector de los servicios locales–, perfila al cómo había estado la onda. Diciendo expre-
siones de asombro como “¡Chale, qué fue
español como una figura despreciada entre eso!”, o de asco, “¡¡Guácala!!, y ahora qué le
los segmentos populares porteños, y como pasó a este puto!”. También empezaron a
objetivo de una violencia latente que aflora cotorrearme acerca de su condición de gay-
en ocasiones. Yo mismo la experimenté al homosexual, interpretando que al darle la
acudir a la pequeña fiesta familiar de cum- mano se excitó demasiado y no se pudo con-
pleaños de Chepina, acompañado de un trolar. Enrique F. dijo: “¡Se culipanteó todita
grupo de informantes que eran sus familia- al darle la mano a Antonio!”.Y George C.:
res. Uno de sus invitados, a quién veía por “¡Se le hicieron burbujitas de caca…!” (diario
de campo IV-96, 22 de noviembre de 1996).
primera vez, Lencho, mecánico en un taller
de reparación de automóviles propiedad de
un español, cuando le fui presentado como Finalmente y a través de la intermedia-
español, me lanzó una mirada de odio –pro- ción de estos amigos comunes, le visité días
bablemente con el poso acumulado durante después para entrevistarle en su casa-taller.
años por la violencia laboral y las humillacio- Así rememoraba la escena Juanos:
nes sufridas por su jefe–, al tiempo que lleva-
ba la mano a la cintura y me apuntaba por Mira, yo me apené mucho con lo que pasó en
algunos segundos con una pistola calibre 22 ese día que vinistes… Me bajastes el pedo
que yo tenía tan bonito y yo andaba con un
que dejaba asomar de debajo de la camisa. amigo que es medio castroso, y me pegó
La primera vez que conocí a Juanos, un hasta una cachetada y ‘¿Qué tienes?’, estaba
sastre de la colonia Hidalgo, de orientación yo muy asustado, no, no sé qué me pasó…Yo
homosexual, que se ganaba la vida modesta- no anduve muy tomado… Porque yo a ti no

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te conosía, no… y nos estaban presentando… mente en la bodega (almacén) de la empresa,


Yo sentí que andabas lleno de vibras… ¡Fue y luego “juzgado” allí mismo por el propie-
eso exactamente lo que pasó!, que tú andabas tario y sus abogados, y al no conseguir que
cargado de vibras, pero tú no lo sentistes, ¿o confesara lo llevaron a la cárcel. En otra oca-
sí?… No, tú te descargastes, en fin, soltastes
sión, al ser descubierto en otro “robo hormi-
toda la energía, de todas las gentes que has
visitado tantos, de todos los días, no sé si ga” en otra empresa, huyó de la ciudad refu-
positivas o negativas, yo pienso que positi- giándose en un rancho cerca de San Andrés
vas, que no hemos pasado nada malo no, pero Tuxtla, y poniéndose en manos de la bruje-
yo de momento me quedé, fíjate, y me dio ría de Guillermo Cadena, un brujo de pres-
pena, no, por la gente (Juanos, entrevista, 25 tigio de la zona de los Tuxtlas, al sur de
de noviembre de 1996). Veracruz, que “entretuvo” al propietario de
dicho negocio enviándole una enfermedad
En sus palabras intenta explicar lo que grave a un familiar cercano, que distrajo su
pasó, y las sensaciones mutuas que tuvimos atención de él y del juicio emprendido con-
ambos, a partir de mi investigación con tra su persona7.
médiums de la ciencia espiritual de la ciu- Esa escena del “choque” o “pulso” con
dad, y que al darle la mano le transmití Juanos, cuando fuimos presentados y estre-
todas las energías –”vibras”– que yo había chamos nuestras manos, tiene algo del
ido “acumulando” durante mis entrevistas “juego profundo” sobre el que reflexiona
con ellas. En ese primer momento de la Geertz (1988). Como en esa riña de gallos en
entrevista, yo todavía no sabía sus experien- Bali, en que ese autor comprueba cómo la
cias negativas con otros “españoles”, y emoción es utilizada para fines cognitivos
durante esos y otros encuentros, en ningún (Geertz, 1988: 369), también esa –y otras–
momento llegamos a verbalizar que en nues- situaciones en las que participé y me involu-
tro “choque” sensorial y violento –al menos cré durante el trabajo de campo en Veracruz,
cómo lo percibió él–, mi condición de espa- me permitieron entonces y en este preciso
ñol pudiera estar marcando dicha experien- momento en que escribo estas líneas, cono-
cia fisiológica y emocional. cer y comprender algo sobre esa sociedad y
En una entrevista me contaba la expe- sus gentes, que de otro modo no hubiera
riencia traumática que había tenido en el podido llegar a entrever: en este caso, la con-
pasado con sus jefes españoles en varias frontación, la condensación y la exhibición
empresas. Trabajó como contador (contable) de fuerzas coloniales y postcoloniales, de
de diferentes comercios, y tuvo problemas diferencia étnica y nacional, de género y
serios en ellos al descubrirle que cometía diversidad de opción sexual, e inclusive de
pequeños robos de vez en cuando. Sentía que
los “españoles” que vivían en el Puerto de 7
En este contexto, la hechicería se revela como un
Veracruz eran unos explotadores, prepoten- fenómeno de violencia simbólica, de agresión, pero
tes y maleducados, cuyas prácticas vulnera- también de defensa, una respuesta y canalización de
ban las leyes. Un amigo abogado le consi- la violencia de los subalternos frente a los poderosos
que tienden a ostentar prácticamente el monopolio de
guió sacar tras dos días en la cárcel. Había la violencia (ejercida por propietarios sobre trabajado-
sido previamente retenido, “secuestrado”, en res, españoles sobre veracruzanos, o por varones sobre
sus palabras, interrogado, maltratado física- mujeres).

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las lógicas y prácticas del racionalismo euro- ción, una conversación, con una figura aná-
céntrico con las lógicas y prácticas del espi- loga a la productora de violencia en origen.
ritismo y la hechicería como formaciones En este caso, la de este etnógrafo, en sus atri-
subalternas. butos marcados de varón y español.
Topándome con esta clase de violencias y O, dicho de otro modo, durante mi inves-
en ocasiones experimentando al menos tan- tigación de campo en las relaciones sociales
gencialmente sus efectos o alcance, al com- e interpersonales que desarrollé, y en espe-
prometer mi emoción como investigador –e cial en las entrevistas con algunos de mis
implicando mis atributos de varón y espa- informantes, estos contribuyeron a crear tra-
ñol– obtuve respuestas emocionales, y una mas discursivas de expresión de esas expe-
apertura a hablar de temas difíciles para mis riencias de trauma social y cultural precisa-
interlocutoras e interlocutores: de Juanos, mente con una persona que, en un diálogo o
sobre su pasado de choque y persecución por cercanía compartida, concentraba en su per-
españoles –que le secuestraron y pegaron–; fil su condición de extranjero/ajeno a su
de Ángeles y Betty, sobre su violación por mundo social cotidiano, y a la vez compartía
juniors españoles; y de Guadalupe, sobre su alguno de los atributos de las figuras agreso-
experiencia de maltrato y violencia intrafa- ras y responsables de originar dicho daño.
miliar experimentada primero por su padre, En perspectiva, mi implicación emocional
y después por su esposo. Este caso puede me ayudó a conocer y reflexionar mejor acer-
considerarse una paradoja, y alejado de las ca de algunas de las fuerzas en la constitu-
recomendaciones y alertas que reflejan los ción social y cultural de esta cultura urbana,
manuales de trabajo de campo etnográfico, y de unas subjetividades y sujetos singulares
acerca cómo nuestra posición, nuestro perfil que siguen desafiando mi comprensión y mi
y atributos como investigadores pueden con- afectividad.
dicionar o inclusive anular nuestras relacio- Quizás convenga replantear o transfor-
nes sociales con los informantes y el acceso a mar nuestro método en el sentido de abrirlo
ciertos conocimientos. O también podemos a la percepción, comprensión y reflexión de
entenderlo, no como una contradicción, o las emociones y los sentimientos en la inves-
una casualidad, sino como una suerte de tigación antropológica, desde la posición de
apertura de una vía expresiva de ese trauma un diálogo emocional con los sujetos que
–cultural– y sufrimiento social, propiciados estudiamos, y rompiendo con el canon del
por una figura que, encarnando y rememo- “observador indiferente” que ha influido
rando alguno de los rasgos del agresor, al demasiado tiempo sobre la etnografía y los
mismo tiempo permite establecer una rela- etnógrafos.

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Gako-hitzak: etnografia, landa-lana, epistemologia, emozioen kudeaketa, metodologia.


Laburpena: emozioen antropologiaren egoeraren azterketa labur baten ondoren eta nik
90eko hamarkadan Veracruzen egindako landa-lana oinarri hartuta, ezagutza/aurkikuntza
etnografikoaren prozesuan giltzarri diren aldaera moduan, eta landa-lanaren prozesuan
nahiz testu antropologikoa aztertzeko, horren inguruan gogoeta egiteko, “editatzeko” eta
idazteko orduan lehen mailako izaera faktore epistemologiko eta metodologikoko moduan
tratatu nahi ditut emozioak. Gure landa-lan horretan laguntzearekin, lan hori osatzearekin
eta “kutsatze”-arekin batera, emozioak kudeatzeko lan baten bidez gure emozioek gure
“lente” etnografikoa argitzeko eta bestela inolaz ere jakingo, ezagutuko eta ulertuko geni-
tuzkeen gauzetara iristeko dituzten moduen inguruko gogoeta egitea da nire asmoa.

Keywords: ethnography, fieldwork, emotion work, epistemology, methodology.


Abstract: this article presents a brief theoretical review of the anthropology of emotions
from my fieldwork in Veracruz in the 90s. I was interested in dealing with emotions as a
key factor in the process of knowledge and ethnographic discovery, and as an epistemolo-
gical and methodological main factor in both the process of fieldwork, as in the analysis,
reflection, “edition” and writing anthropological text. I intend to try to reflect on the ways
in which emotions, while with us, make up and “polluted” during our field situation, with
emotional management work can clarify our ethnographic “lens”, and access to knowled-
ge and understanding issues that would otherwise be beyond our reach.

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