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A lo largo de los años, dentro del sistema educativo y en programas de televisión (que han fungido

también como parte del primero), se nos ha inculcado que las prácticas individuales de deberes
como ciudadanas y ciudadanos automáticamente generan mejores condiciones para la sociedad,
esto muchas veces es condensado en el mantra tan repetido de que “el cambio está en uno mismo”,
y la verdad es que toda la sociedad tenemos deberes cívicos, que funcionan como gestores de cierta
convivencia.

Sin embargo, esa frase tan repetida, ha sido punta de lanza de argumentos que van en contra de
movimientos que han nacido a partir de las ganas de cambiar el statu quo, o arremeter contra
políticas que laceran a la ciudadanía en general, así como injusticias hechas por el mismo Estado. En
el caso particular de México, cuando salimos a marchar por la desaparición forzada de 43
normalistas de Ayotzinapa, por ejemplo, mucha gente insistía en que esas prácticas no iban a hacer
aparecer a los 43, sino que había que dedicarnos a nuestras vidas cotidianas, hacer un cambio en
nosotros mismos para que cambiara el país y así evitar que sucedieran las atrocidades que hasta
hoy cometen quienes nos dominan.

“¡Pónganse a trabajar!” es otro ejemplo que nace de la misma premisa, cambiar en lo individual,
pero hay que tener en cuenta de que si un movimiento nace, es síntoma de que algo se encuentra
mal, lamentablemente el capitalismo y todos sus aparatos ideológicos, nos han hecho ver que las
grandes movilizaciones se hacen por gusto de la población; el automovilista que pasa y exige a
quienes están marchando que se dediquen a trabajar, ¿sabrá que la causa por la que se está
pugnando, orilla a tomar medidas desesperadas para alzar la voz y sea tomada en cuenta? Creo que
no, y mucho menos tiene una conciencia histórica, de que los grandes cambios o las reivindicaciones
sociales se han dado a partir de movimientos que no iniciaron por complacencia sino que han
costado sangre y muertes, sino que más bien, se nos ha hecho ver que quienes se manifiestan “No
tienen que hacer”.

Recuerdo los comerciales de Televisa (¿aún salen?) en donde el principal lema era “¿tienes el valor
o te vale?”, ahí hacían un exhorto moral en el que el espectador tenía que cambiar las malas
prácticas que se realizan en lo individual para que México esté mal, pero, ¿que acaso Televisa no
contribuye al desastre nacional con los impuestos que no paga? En 2013 el fisco le condonó un
crédito fiscal de 3 mil 334 millones de pesos, ah pero la culpa de que estemos mal es por tirar basura
en la calle.

Si bien, como mencioné al principio, existen valores cívicos que hacen una mejor convivencia en la
sociedad, esto no es una panacea, es decir, ya desde hace un par de siglos, se descubrieron las leyes
de la historia, Marx y Engels fueron los mayores reveladores, hasta nuestros días nos dan luz sobre
que la sociedad se compone de clases, que existen relaciones de producción y una forma bajo la que
se desarrollan, en este sentido nos arrojan al planteamiento de que el ser social determina nuestra
conciencia; ¿qué quiero decir con esto? Pues que hasta nuestros días, existen mecanismos de
grandes dimensiones que nos controlan para seguir subyugados a quienes mandan.

En este sentido, por ejemplo, si todas y todos los ciudadanos de México ejerciéramos nuestro
civismo de forma cabal, si dejáramos de tirar basura en la calle, si ya no se dieran mordidas a los
oficiales, pagáramos impuestos de forma oportuna, si respetáramos los semáforos, si cedemos el
paso, si ayudamos al anciano a cruzar la calle, si siempre se usara por el puente peatonal, ¿cambiaría
en algo las condiciones sociales que existen? la respuesta es NO, puesto que existen condiciones
materiales y económicas que determinan el sometimiento de la mayoría, no es casualidad que en
México casi 60 millones vivan en pobreza y que el 1% de los más ricos acaparen casi la mitad de la
riqueza, dentro de los que se destacan los ya conocidos Carlos Slim, Germán Larrea director de
Grupo México, Ricardo Salinas Pliego dueño de TV Azteca, entre muchos otros que conforman la
burguesía mexicana, que obviamente, no son quienes producen la fortuna, pero sí quienes se la
apropian.

Es por eso que cabe preguntarnos de nuevo ¿el cambio está en uno mismo? Las interrogantes
morales que planteé anteriormente claro que son necesarias, fomentar nuestra cultura cívica es
menester, sin embargo para poder cambiar las cosas de México, la corrupción, la inseguridad, la
impunidad, y todos los demás problemas que vivimos a diario, es necesaria la participación
ciudadana en la vida política en nuestros más mínimos entornos, en nuestros trabajos, escuelas,
barrios, en nuestros Congresos, organizando reuniones, comités, representaciones que pugnen por
lo justo, dignificando nuestras instituciones, porque debe quedar claro que si seguimos dejando las
decisiones en manos de los mismos nadie vendrá a salvarnos, no hay mesías, no hay caudillos.

Es cierto, pues, que el cambio está en uno mismo, pero en medida que nos relacionemos con las y
los demás para incidir en la toma de decisiones de nuestro entorno, unas relaciones que serán más
coincidentes que contrastantes, puesto que el desastre nacional que nos toca vivir en este
momento, es motivo suficiente para dar la pelea y cambiar una estructura que está ocupada por los
mismos de siempre, las condiciones son más precarias que antes y frente a esto existen muchos
caminos de los cuales estamos aprendiendo, ganemos de una vez lo que nos ha sido arrebatado,
esto sólo podremos hacerlo si participamos activamente, detalladamente, meticulosamente y
disciplinadamente, como dijo Salvador Allende: “la historia es nuestra y la hacen los pueblos.”

Facebook: Luis Alberto Suárez Castillo

Twitter: @LuisAkces

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