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Octubre 1996
CURSO SOBRE
LA DINÁMICA DE LAS ERUPCIONES 'VOLCÁNICAS
EXPLOSIVAS
Por
Las calderas.
Los volcanes están constituidos por lavas de diferentes composiciones : asociados a los
basaltos que predominan generalmente, aparecen lavas de composición intermedia o
acida. Basándose en esta observación se desarrollo el concepto de series de rocas
magmáticas, definido desde los años 1920. Rápidamente se llegó también a la
conclusión que los magmas basálticos derivaban de la fusión parcial del manto
(formado por peridotitas) y que los términos más diferenciados resultaban de procesos
de cristalización fraccionada y/o asimilación (Bailey et al., 1924 ; Fenner, 1926 ;
Lacroix, 1927 ; Bowen, 1928).
Estos problemas petrogenéticos siguen de moda y con el apoyo, en los últimos decenios,
de análisis mineralógicos y geoquímicos (trazas e isótopos), se pudo demostrar (1) que
la naturaleza de los basaltos primarios dependía principalmente de la composición de las
fuentes mantélicas, y por lo tanto del contexto geodinámico, y (2) que la variedad de los
productos diferenciados se relacionaba con los procesos que ocurrían en profundidad en
las cámaras magmáticas.
Los magmas basálticos que se derraman en la superficie provienen del manto superior,
zona ubicada entre 20 y 650 km. de profundidad, y cuya composición se aproxima a las
peridotitas. La diversidad de los basaltos (toleítico. alcalino, calcoalcalino) resulta
primero del hecho que este manto no tiene una composición homogénea y por otro lado
de las condiciones físicas que inducen al fenómeno de fusión parcial.
Por lo general las condiciones de temperatura no son suficientes como para iniciar la
fusión del material peridotítico del manto tal como lo demuestra la posición de las
curvas de los geotermos en las zonas cratónicas o en los dominios oceánicos, con
respecto al solidus anhidro (línea E : Figura 1). Para fundir el material del manto se
necesita entonces un aporte de calor (flecha) que puede ser relacionado con una ascenso
rápido adiabático (sin pérdida de calor por interferencia con el material encajante) de
material profundo (en el caso de las cordilleras oceánicas) o con un punto caliente
(penacho de material caliente del manto inferior). La línea E corresponde a la primera
aparición de líquido a partir de una peridotita fértil, la línea A la primera aparición de
líquido a partir de una peridotita residual. En el primer caso se puede ver que la fusión
empieza a una temperatura de 1075° C a presión normal, y que la temperatura de fusión
aumenta con la presión. La línea marcada 20 % de líquido representa el porcentaje
máximo de líquido que se puede obtener en condiciones normales. El campo de color
gris corresponde a los líquidos alcalinos producidos a presión más elevada y porcentajes
de fusión parcial más bajos. Para que estos líquidos puedan subir hacia la superficie, por
diferencia de densidad, se necesitan tasas de fusión de por lo menos 3%. Las líneas
punteadas marcadas 15, 20, etc..indican los porcentajes de olivino que fundieron y
pasaron en el líquido.
En ciertos casos, como en el arco de las Antillas, los sedimentos oceánicos parecen
intervenir también como lo demuestra la posición de las lavas, en el diagrama 87Sr/86
Sr -143Nd/144Nd, entre el polo MORB y el polo de los sedimentos oceánicos.
Recientemente, se atribuyó el origen de andesitas particulares ricas en magnesio, las
adakitas, a la fusión de la placa en subducción. Estas lavas, parecen relacionarse con la
subducción de una placa joven como es el caso cuando se acerca una cordillera oceánica
al continente (sur de Chile o noroeste de México durante el Terciario).
La cinética del proceso de mezcla depende del contraste de composición entre los dos
componentes, el cual determina las diferencias de propiedades físicas (temperatura,
densidad y viscosidad). Magmas de composiciones próximas se mezclan así más
fácilmente que magmas de composiciones muy diferentes. Los fenómenos de mezcla
pueden también ocurrir entre un líquido basáltico y un líquido ácido, resultando de la
fusión parcial de las rocas formando las paredes de la cámara magmática : eso
constituye una forma particular de contaminación.
Figura 4 : Evidencias petrográficas de la intervención de un fenómeno de mezcla de
magmas durante la erupción de La Soufriére de St Vincent, en las Antillas, en 1979.
Se pueden distinguir dos grandes tipos de erupciones explosivas : las primeras emiten
verticalmente una gran cantidad de material fragmentado que luego va a caer en los
alrededores (de ahí su nombre de caídas o falls en ingles) ; las otras consisten en una
emisión violenta, en una cierta dirección, de una mezcla líquido-gas-sólido, y son
definidas como nubes ardientes o flujos piroclásticos (pyroclasticflows}.
Los depósitos plinianos se caracterizan por el hecho que cubren miles de km', tanto
valles como elevaciones, puesto que se trata de verdaderas lluvias de ceniza y pómez
que pueden tener una duración de algunas horas. Por otro lado, en una caída libre los
fragmentos densos bajan más rápidamente, lo que explica que el material esté bien
clasificado (tamaño de las pómez decreciendo hacia arriba). Estudiando los espesores, la
dispersión y la granulometría del depósito que mide el grado de fragmentación del
magma, se establecen curvas isopacas que permiten determinar el punto de emisión y la
dirección de los viento, así como la intensidad de la erupción. El material más fino
puede quedarse en la alta atmósfera varios meses y cubrir asi superficies muy
extendidas. Sin embargo, cenizas tan finas y de espesor tan reducido son preservadas
solamente en ambientes muy particulares tal como los fondos oceánicos (constituyendo
asi un marcador estratigráfico) o los casquetes glaciares. El volumen de material
emitido es del orden de algunos km3, por lo que estas erupciones se
El material piroclástico no sólo se proyecta verticalmente, sino que puede ser también
impulsado tangencialmente en direcciones oblicuas e incluso horizontales. Este tipo de
erupción que implica un material fragmentario desplazándose principalmente en una
masa gaseosa fue observado por vez primera por Lacroix (1902) en La Montagne Pelee,
en la Isla de La Martinique, en las Antillas, y denominado como nube ardiente. Se
reconocieron desde entonces diversos tipos de nubes ardientes, que corresponden a
mecanismos ligeramente diferentes, por lo cual es necesario precisar de que tipo se
trata.
IIa.-Las nubes peleonas.
Las nubes ardientes peleanas (Figura 6a) resultan de explosiones que se producen en la
base (2) de un domo de lava viscosa (1) en vía de crecimiento (dacítica en el caso de la
Montagne Pelee) y que esta tapando entonces el conducto. Están formadas por un lado
de una avalancha ardiente (3) que se dirige en una dirección que corresponde a la
impulsada por la explosión original y se canaliza después en un valle ; esta avalancha
bajaba a una velocidad estimada en 150 km/h en el caso de la Montagne Pelee, y
alcanzó siete kilómetros de extensión. El depósito producido por tales erupciones se
caracteriza por su aspecto caótico resultando de una mezcla de bloques de tamaños y
aspectos variados, que provienen de la destrucción de la base del domo de lava pero
también del material encajonante, fragmentos envueltos en una matriz de cenizas. Sobre
esta avalancha se desarrolla (4) una nube ardiente, formada principalmente por gases en
expansión y cenizas finas ; fue ésta nube la que destruyó la ciudad de St Fierre
ocasionando 28.000 muertos en pocos minutos. El espesor de cenizas no
Figura 6 : Dos tipos de nubes ardientes asociadas con el crecimiento de un domo de lava
viscosa.
Nubes ardientes de tipo peleanas (a), correspondiendo a explosiones en la base de un
tapón de lava. Nubes ardientes de tipo Merapi (b); ver explicaciones en el texto.
El volcán Merapí se ubica en Indonesia, en la isla de Java. Las nubes ardientes de este
tipo (Figura 6b) resultan de explosiones dirigidas (2) - de menor intensidad que las de
tipo peleanas puesto que aquí no hay que volar todo el tapón de lava - que se producen
en el flanco de un domo en crecimiento (1), y generan una avalancha ardiente que baja
por la pendiente del volcán (3) acompañada por una nube ardiente (4) formada de gases
en expansión y de cenizas finas. Los depósitos asociados son también caóticos, pero de
volumen y extensión más reducido que los asociados a las nubes peleanas. Por otro
lado, los fragmentos son de tamaño menor y únicamente de tipo juvenil puesto que las
explosiones afectan nada más al flanco del domo de lava (donde se observa una cicatriz
en forma de anfiteatro como resultado de la explosión). Avalanchas de tipo Merapí se
produjeron durante la actividad reciente del volcán de Colima, en México, y se pudo
averiguar que las explosiones debidas a los gases magmáticos se producen a veces como
consecuencia de un derrumbe de tipo gravitacional. Este se debe a la fuerte pendiente
sobre la cual se desarrolla el domo.
Estas nubes, observadas por primera vez en La Soufriére de St Vincent (1902), en las
Antillas, no se relacionan con las fases de crecimiento de un domo de lava viscosa como
en los caso anteriores, sino que se deben al colapso de una columna eruptiva producida
por violentas explosiones a partir de un conducto magmático abierto (Figura 7a). La
explosión inicial está dirigida verticalmente (1) y la columna eruptiva sube hasta los
2.000 - 3.000 m de altura. Pero, sobrecargada de líticos, se derrumba en el flanco del
volcán (2) para luego propagarse en forma de avalancha ardiente fluidizada (3) y,
encajonándose en los valles, se extiende hasta varios kilómetros del cráter. Sobre esta
avalancha se desarolla una nube turbulenta (6) (ground surge de los anglosajones)
debido al aire incorporado en el frente de la avalancha. Parte del material fino sube en
una nube que se extiende en forma de sombrilla al nivel atmosférico. Estas nubes Saint-
Vincent tienen el aspecto caóticos de los depósitos de nubes ardientes pero contienen
además numerosos fragmentos de tipo escoriáceo, que son
Figura 7 : Nubes ardientes de tipo St Vincent (a) y Katmai (b). Estas últimas son las que
generan los derrames ignimbríticos.
La reciente actividad del St Helens, la erupción cataclísmica más violenta de los últimos
150 años, ilustró un peligro mayor, que no había sido observado hasta el momento, pero
que luego resultó ser bastante frecuente durante la fase madura de los grandes
estratovolcanes: el derrumbe brutal del flanco del volcán, llevando al desarrollo de
explosiones dirigidas (blast para los anglosajones). El inicio de una nueva fase de
actividad en el St Helens (2.950 m de altura), en calma durante más de 100 años, se
anunció con un terremoto de magnitud 4, el 20 de marzo 1980 y el desarrollo de
explosiones freáticas en la cumbre del volcán, cubierta por un glaciar. Como resultado
de esta actividad se abrió un cráter de unos 200 m de profundidad. A partir del 6 de abril
se empezó a inflar el flanco norte, atestiguando una acumulación magmática bajo el
domo de lava antiguo que obstruye el conducto. Se evacuó la zona y el 15 de mayo el
abultamiento del flanco norte alcanzó 150 m, existiendo evidencias de inestabilidad. El
18 de mayo 1980, a las 8h30, precedido por un sismo, se derrumbó casi todo el flanco
norte y en algunos segundos, una masa de 2.5 kmj de roca se puso en movimiento, a la
que hay que añadir 10 millones de mj de hielo. Esta masa rocosa fluidizada,
desplazándose a velocidades entre 100 y 400 km/h, llegó a distancias de casi 25 km del
cráter. El desplome del flanco disminuyó bruscamente la presión de carga en el
conducto, y favoreció la vaporización del agua y de la nieve, provocando una gigantesca
explosión dirigida (blast) que tumbó todos los árboles en un radio de 25 km (Figuras 8 y
9). Por último, el magma también sufrió un fenómeno de desgasificación explosivo y
coladas piroclásticas de cenizas y pómez de alta temperatura bajaron por las laderas. En
pocos minutos el volcán perdió 500 m de altura y los árboles que lo cubrían, y en lugar
de una cumbre cubierta de nieve apareció una caldera de avalancha en forma de
herradura. Desapareció casi por completo el Spirit Lake que estaba a su pié.
Se obtiene al final un cráter de explosión de gran tamaño (200 m hasta 2 km), a menudo
ocupado por un lago, profundamente enraizado en el substrato (Figura 11), llamado
maar.
Figura 11 : Nubes básales (base surge} asociadas con erupciones freatomagmáticas de
tipo maar.
Este término fue definido por primera vez en Indonesia, donde estos derrames de lodo
provocan más daños que las erupciones volcánicas que los inician, porque afectan zonas
muy pobladas situadas en valles alejados del volcán. Esta mezcla de agua, cenizas y
bloques es muy fluidizada. y se canaliza en los valles destrozando todo por donde pasa.
Rellena los bajos topográficos cuando pierde su velocidad y se endurece muy
rápidamente, a la manera del yeso. Para que se forme un lahar se necesitan dos cosas :
una gran cantidad de ceniza no compactada en las pendientes de un volcán, y grandes
volúmenes de agua. Así pues, en la mayoría de las erupciones explosivas que acabamos
de ver, se producen cantidades de material fino que cubren grandes superficies y que se
encuentran de este modo disponibles. El agua puede tener un origen variado : pueden
ser las lluvias fuertes que acompañan muchas veces las erupciones cataclísmicas (caso
de la erupción del Chichonal, en México, en 1982), puede ser una capa de hielo que se
derrite en relación con una nueva actividad magmática (caso del derrame de lodo que
sumergió Armero en Colombia, el 13 de noviembre de 1985), o puede ser una erupción
freática que se produzce, en un cráter lleno de agua, como es el caso para muchos
volcanes de Indonesia.
CONCLUSIÓN
Se han descrito aquí los principales tipos de actividad volcánica explosiva. Como toda
clasificación tiende a dar la impresión que son fenómenos distintos que caracterizan tal
o cual volcán. De hecho durante una misma erupción, como consecuencia de ligeras
variaciones en las condiciones físicas en la cámara magmática, o durante el ascenso, se
puede pasar de una erupción pliniana a una erupción de tipo St Vincent, o de una fase
surtseyana a una fase aérea normal. Además, si hay que prever los efectos directos de tal
o cual tipo de erupción en función de la historia anterior del volcán, no hay que olvidar
los efectos secundarios relacionados, por ejemplo, con la remobilización de las grandes
cantidades de material fragmentado, fino y no soldado, que cubren las pendientes, y que
pueden llegar hasta muy lejos del cráter.
Las calderas.
Este término, empleado por los habitantes de las islas Canarias para designar
depresiones topográficas circulares,, fue introducido a partir de 1941 por H. Williams
para definir los hundimientos de forma circular que se observan en algunas estructuras
volcánicas. Desde el principio, H. Williams hizo la distinción entre (1) las calderas
relacionadas con la emisión rápida de grandes volúmenes de ignimbritas y (2) las
calderas asociadas con volcanes basálticos o andesíticos que no están en relación con
erupciones piroclásticas. Veinte años después Smith (1960) subraya que el tamaño de
una caldera es directamente proporcional al volumen de ignimbritas emitido y en 1968,
Bailey propone un modelo de evolución de las calderas.
En este capítulo nos vamos a interesar únicamente en las calderas asociadas con
erupciones acidas. Sin embargo, no hay que olvidar que el vaciado rápido de un
reservorio basáltico, debido a la emisión de volúmenes importantes de lavas muy
fluidas, como es el caso en las islas Hawaii, puede llegar también a hundimientos de
forma elipsoidal o circular en la parte alta de los escudos basálticos, formando lo que se
llama un pit cráter si el tamaño es reducido (< a 1 km.), o calderas. De este modo, la
caldera del Kilauea tiene 4,4 por 3,3 km. y una profundidad de 150 m, y la del Mauna
Loa 2,6 por 4,5 km. y 180 m de profundidad. Estas calderas corresponden a veces con
una sucesión de hundimientos parciales de tipo pit cráter.
Las erupciones ignimbríticas son de un orden de magnitud muy superior a las nubes
ardientes de tipo peleana o Merapi. Para estas últimas el volumen de material emitido es
por lo general inferior a 1 km , mientras que los volúmenes implicados en los ciclos
ignimbríticos son, a veces, del orden de 100 o incluso 1.000 km3, lo que hace que estas
erupciones provoquen las catástrofes naturales más importantes. No hay que olvidar, sin
embargo, que el volumen de roca maciza es aproximadamente la décima parte del
volumen de ignimbrita. El modelo de evolución de las estructuras en caldera propuesto
por Smith y Bailey (1968), que en la actualidad sigue siendo válido, considera cinco
etapas principales (Figura 12).
Figure 12 : Esquema de evolución de las calderas según Smith and Bailey (1968).
1.- Fase de abombamiento regional. Esta fase de abombamiento afecta a todo el edificio
volcánico y se desarrolla sobre un periodo relativamente largo. Corresponde al aumento
de la presión de los gases en el reservorio, durante la diferenciación de los líquidos
magmáticos ácidos. Es lo que permite, por la deformación superficial que induce, la
fracturación de las rocas situadas encima de la cámara magmática y la apertura de las
fracturas anulares que van a permitir la erupción.
Existe otro tipo de caldera ignimbrítica en la cual la parte central sufre, poco después de
su hundimiento, un levantamiento, ocasionando la formación de lo que se llama un
domo resurgente (resurgent doming). La causa de este fenómeno de levantamiento, que
ocurre entre 1.000 y 100.000 años después del hundimiento en caldera, parece
relacionarse con un fenómeno de reajuste de los bloques fracturados, y con el hecho de
que aumenta nuevamente la presión de gases en la cámara. Esto se acompaña de
erupciones riolíticas que se localizan en el graben central del domo resurgente, o cerca
de la fracturas anulares (Figura 12). La pendiente de las capas levantadas puede alcanzar
60° en las zonas externas del domo resurgente y el levantamiento central puede alcanzar
más de 600 metros, como en la caldera de La Reforma en Baja California (México). El
ejemplo más típico de caldera con domo resurgente es la de Valles, en Nuevo México
estudiada con mucho detalle.
Uno puede preguntarse por qué algunas calderas presentan este fenómeno de domo
resurgente y otras no. Al parecer, cuando toda la energía del sistema magmático fue
disipada durante la erupción inicial, y por lo tanto no se puede reiniciar un nuevo ciclo,
con la cantidad de magma que queda en la cámara no hay domo resurgente.
Las tobas ignimbríticas asociadas con sistemas en caldera son líquidos que provienen de
la parte superior de una cámara magmática diferenciada, y que están, por tanto,
enriquecidos en elementos litófilos. Debería existir entonces un potencial minero-
económico en estas rocas. Sin embargo, por el mismo modo de emplazamiento en forma
de una nube rica en gases y líquido fragmentado, los elementos se encuentran muy
dispersos. Así, los yacimientos relacionados con rocas piroclásticas acidas o se deben a
procesos de concentraciones secundarios, o se relacionan con la actividad hidrotermal
tardía que afecta a los sistemas en caldera, y más particularmente, a las calderas con
domo resurgente. En este último caso, es evidente la presencia de un cuerpo plutónico
que juega el papel determinante en la mineralización.
En los años 70, debido a la crisis del petróleo, hubo una fuerte demanda de uranio para
las centrales nucleares y se empezó a considerar las rocas ignimbríticas como una
posible fuente. Existía en México un yacimiento conocido de uranio en ignimbritas, el
de Peña Blanca, y puesto que la superficie cubierta por las ignimbritas terciarias (35-20
Ma) en el noroeste de México alcanzaba los 250.000 km2 algunos pensaron que la
Sierra Madre Occidental (SMO) podía constituir una reserva importante de uranio. De
hecho nunca se confirmaron estas esperanzas y se demostró, por lo contrario, que el
yacimiento de Peña Blanca se debía en gran pane a fenómenos de alteración y
concentración secundarios puntuales. Estudios detallados demostraron que la
mineralización uranífera era el resultado de una sucesión de transformaciones que
afectaron a volcanitas acidas con tendencia alcalina. La primera etapa, post magmática,
corresponde a la desvitrificación de las tobas vitroclásticas, lo que favorece la liberación
del uranio, y a la circulación de gases con temperaturas elevadas (del orden de 400° C).
Bajo ciertas condiciones locales (baja de presión por apertura de fisuras) y en zonas
altamente brechificadas, el uranio puede precipitar a partir de estos fluidos. La segunda
fase hidrotermal reconocida, se caracteriza por fluidos esencialmente acuosos, y de más
baja temperatura (del orden de 250-150° C), provocando la caolinitización de las tobas
igmmbríticas y, al bajar la temperatura hasta 150-100° C, la aparición de una asociación
montmorillonita - ceolitas. En la zona mineralizada, debido a la presencia de azufre, los
óxidos de uranio se transforman en pechblenda (o uraninita). Posteriormente, durante
una fase de lateración supergénica, el stock mineralizado sufre un fenómeno de
oxidación, dando minerales de uranio hexavalente y óxidos de hierro. Por último, y en
relación con la tectónica regional (Basin and Range), se produce un ultimo reajuste a
baja temperatura (150° C) marcado por la aparición de ópalo. Esta historia compleja
demuestra que los procesos de concentración del uranio en las rocas piroclásticas acidas
es más bien un fenómeno aleatorio. El descenso en las necesidades en uranio, ayudó a
condenar definitivamente la exploración en este contexto.
Cuando el nivel de erosión de estas estructuras es suficiente se puede ver que las rocas
encajantes pueden albergar mineralizaciones de tipo skarn. La última fase de esta etapa
hidrotermal está marcada por la abundancia de fuentes calientes y de depósitos tipo
travertino o geyserita, como es el caso en la famosa caldera de Yellowstone. En relación
con este mismo evento se pueden formar en profundidad una serie de vetas de fluorita.
Los depósitos volcánicos deben ser examinados con referencia a tres puntos principales:
Una preocupación debe ser de poder identificar los principales mecanismos al origen de
la génesis de las texturas primarias y sus modificaciones más frecuentes. El apoyo en el
conocimiento de los mecanismos en las erupciones actuales, permite un mejor
entendimiento de los depósitos mas antiguos.
1) el uso de términos apropiados para una buena descripción de campo de los depósitos
volcánicos;
Se toma en cuenta varias escalas desde una sola unidad eruptiva o sedimentaria hasta
centros volcánicos enteros.
Para los depósitos con texturas volcanoclásticas, generalmente, no existen términos que
se puedan usar para todo los depósitos que sean sin implicaciones genéticas; los
términos son en parte derivados de la sedimentologia y no son especificamente
adaptados. Para estos depósitos, la interpretación genética trata de determinar cuatro
categorías principales en base a los mecanismos de fragmentación y de transporte, es
decir autoclásticos, piroclásticos, volcanoclásticos sin-eruptivos y volcano-
sedimentarios epiclásticos. Para cada caso se puede llegar a interpretaciones más precisa
con referencia al tipo de erupción, mecanismos de transporte y deposición y ambiente
de deposición.
1: modelo de facies para un deposito piroclástico producido por una erupción explosiva
acida de amplitud mediana a grande, en ambiente aéreo (según Wright el al., 1981).
Corte esquemático mostrando la disposición de los depósitos: una capa de caída de
cenizas pliniana esta cubierta por un deposito de oleada; la capa basal de la unidad de
flujo piroclástico puede presentar gradación inversa, mientras que en la parte principal
del flujo los clastos líticos están concentrados en la base; los fragmentos de pómez, así
come los tubos de escape de gas (gaz pipe) están concentrados cerca del tope del flujo.
Una capa de cenizas finas cubre la unidad de flujo.
Para la reconstitución de las unidades de flujo se puede usar el concepto de facies, que
permite diferenciar facies proximales, cercanos al punto de emisión y facies dístales. En
el caso de una erupción acida de gran magnitud, fuertes diferencias existen entre los
facies proximales y dístales (fig. 1).
DEPÓSITOS PIROCLÁSTICOS
Hemos visto que están debidos a las erupciones explosivas que se producen por una
rápida descompresión de gas, con fragmentación y eyección de magma y/o de las rocas
encajantes; estas erupciones dan abundantes piroclastos desde cenizas finas hasta
bloques métricos.
Generalmente los depósitos de flujos piroclásticos son muy poco sorteados, lapillis y
piroclastos del tamaño de bloques están soportados en una matriz de cenizas; la matriz
se caracteriza por su textura vidrioclastica. La elutriación de las cenizas finas produce
un enriquecimiento de la matiz en cristales, en relación con le contenido en fenocristales
del magma fuente tal como es indicado por los clastos de pómez y escorias. Los
cristales en la matriz son fragmentos de cristales automorfos; aunque los fragmentos de
vidrios y cristales en la matriz son angulares, los piroclastos más grandes pueden ser
sub-angulares o redondeados, debido a su abrasión durante el flujo.
Estos depósitos pueden ser asociados al tope con un delgado deposito de cenizas , que
generalmente corresponde a una caída desde la nube de cenizas diluidas que acompaña
al flujo (cenizas co-ignimbriticas). Muchas veces este nivel de cenizas no esta
conservado, o solo forma pequeñas lentes.
Son producidos por la caída, por gravedad de los piroclastos eyectados en la atmósfera
por le erupción volcánica explosiva. Los piroclastos mas grandes y más densos caen
cerca del punto de salida, formando depósitos de brechas líticas groseras ("co-
ignimbritic lag fall deposits").
Los depósitos de caída más voluminosos son producidos por erupciones plinianas de
magmas ácidos y asociados con el emplazamiento de depósitos de flujos.
Los flujos de detritos corresponden a una mezcla muy concentrada de material con agua
(lodo) muy poco sorteados; los flujos de detritos volcanoclásticos son compuestos de
fragmentos volcánicos y en general son mas pobres en arcillas que los flujos de detritos
de origen no volcánica.
Los flujos de detritos son muy poco sorteados, incluyen elementos del tamaño de
bloques grandes y no son granoclasificados; presentan un contacto basal nítido pero
poco erosivo. Estos depósitos pueden cubrir distancias muy grandes (hasta 100 Km).
Los lahares son flujos de partículas volcanoclásücas transportadas muy rápidamente por
aguas en los flancos de volcanes; se comportan como los flujos de detritos y presentan
las mismas características. Algunos lahares son sincrónicos de las erupciones, por
ejemplo en casos producidos por la interacción de lavas o piroclastos con nieves o
nevados; en estos casos los lahares incluyen clastos magmáticos juveniles calientes y
pueden dar depósitos con texturas parecidas a los depósitos piroclásticos primarios.
EN FORMA DE CONCLUSIÓN
FACIES COMPACTAS
FACIES AUTOCLASTICOS
• monoclasticas
• clastos de textura porfiritica o afanitica
• abundantes texturas con fragmentos en puzzle
AUTOBRECHAS
BRECHAS HIALOCLASTICAS