Entendemos que el Juicio Ejecutivo es un procedimiento contencioso, de aplicación general o especial (según el caso), de tramitación extraordinaria cuyo fundamento esencialmente se resume a la persecución del cumplimiento forzado de una obligación que consta en un título fehaciente e indubitado, denominado como título ejecutivo, y que será la piedra angular de la acción impetrada por el sujeto activo del procedimiento. A pesar que dicho Juicio no contempla como parte fundamental la discusión del derecho que dice ostentar el ejecutante, se otorga un acotado porcentaje del mismo juicio para el actuar del eventual ejecutado, quien podrá asumir determinadas posturas para enfrentar la ejecución: pagar la deuda previo requerimiento del pago; pagar la deuda en el acto mismo de su requerimiento; o no pagar la deuda cuando se le requiere el pago, en cuyo casos sus bienes serán objeto del embargo para intentar solventar de forma cabal o parcial dicha deuda.. La última situación de negación del pago por parte del ejecutado, puede ser (o no) copulativa con la defensa de la ejecución, ocupando los medios que la ley procesal le proporciona para defender su patrimonio: las excepciones. Una vez agotados todos los trámites que se pueden emprender durante el transcurso del juicio ejecutivo tanto para el ejecutado (presentación de excepciones; presentación de pruebas; requerimiento de los derechos a los que hacen referencia los art. 457 y 490 del Código Procesal Civil [en adelante CPC], substitución o liberación de los bienes) como para el ejecutante y el mismo tribunal (admitir o rechazar las excepciones, dar lugar o no a la orden de embargo, entre otros), no quedará más trámite irresoluto que la dictación de la sentencia definitiva por parte del Tribunal conocedor de la causa. Dicha Sentencia Definitiva deberá ser pronunciada, según el art. 470 CPC, en un término de diez días contados desde que el pleito quede concluso, lo que constituye un plazo más bien acotado, considerando los extensos plazos que gozan los Tribunales para pronunciar la respectiva sentencia definitiva en otro tipo de procedimientos (por ejemplo, en el juicio ordinario de mayor cuantía, dicho plazo se extiende hasta 70 días). Es menester mencionar que el pleito o procedimiento se considera concluso desde que quede ejecutoriada la resolución que cita a las partes a oír sentencia, o, en caso de así haberse decretado, desde la práctica de alguna medida para mejor resolver. En este punto la sentencia definitiva a pronunciar por el Tribunal podrá ser de dos clases: absolutoria o condenatoria. Absolutoria es aquella sentencia que acoge una o más de las excepciones que impetró el ejecutado, desechando por este medio la demanda ejecutiva y procediendo a dar la orden de alzar el embargo. En cambio, condenatoria será aquella que rechace todas las excepciones presentadas por el demandado, acogiendo la demanda ejecutiva y ordenando la continuación de la ejecución de los bienes del deudor. A partir de este momento, nos centraremos en la Sentencia Definitiva condenatoria y su subclasificación de pago o de remate. Sentencia de pago es aquella que se pronuncia cuando el embargo ha recaído sobre dinero o sobre la especie o cuerpo cierto debido. A contrario censu, la sentencia de remate es aquella dictada cuando el embargo recae sobre bienes que es preciso realizar o liquidar para hacer pago al acreedor. La fundamental importancia de la anterior subclasificación, yace en que en el caso de la sentencia de pago, ésta se cumplirá mediante la simple entrega material al acreedor por parte del ejecutado de la especie o cuerpo cierto que el Tribunal determinó que se debía, a diferencia de la sentencia de remate, que implica la necesidad de liquidar los bienes embargados en pública subasta a fin de que, con dicha liquidez, se pueda cubrir la deuda que le corresponde al acreedor. Habiendo entendido la implicancia de la sentencia definitiva para el procedimiento, y comprendido de forma somera cómo opera cada una, hemos de cuestionarnos ¿Cómo se cumplen o satisfacen pragmáticamente dichas sentencias? En un sentido general, debemos recordar que el procedimiento se lleva a cabo en dos cuadernos, el cuaderno principal (que contendrá el título ejecutivo, su notificación, la oposición del deudor, las pruebas y la sentencia definitiva; en general, toda la discusión) y el cuaderno de apremio (que se encabeza con el mandamiento de ejecución, el requerimiento del pago y la traba del embargo; en general, todos los trámites destinados a satisfacer la deuda que presuntamente mantiene el ejecutado para con el deudor). Una vez pronunciada la sentencia definitiva, y luego de un procedimiento que en su mayor medida mantuvo con actividad vaga el cuaderno de apremio, este último volverá a acaparar el protagonismo en el juicio ejecutivo, por cuanto los trámites de cumplimiento posteriores a la sentencia definitiva serán desarrollados justamente en este cuaderno. El cumplimiento de la sentencia definitiva que mandata el pago será generalmente simple, puesto que los trámites se reducen a la liquidación del crédito, la tasación de las costas y la entrega al acreedor del dinero o los bienes de especie o cuerpo ciertos embargados. En resumen, una vez ejecutoriada la sentencia de pago, se hará entrega al acreedor por parte del tribunal del dinero embargado, o en caso de que exista un depositario, el mismo deberá realizar entrega de la especie o cuerpo cierto debido. En cambio, el cumplimiento de la sentencia definitiva que mandata el remate implicará trámites más complejos, puesto que todos ellos conllevan la subasta de las especies obtenidas vía embargo, a fin de pagarle al acreedor con la liquidez que se consiga mediante dicho remate. A diferencia de lo que se pueda creer a priori, el legislador no exige como requisito para la subasta que la sentencia esté ejecutoriada, sino que se contenta con el mero hecho de la notificación a las partes de dicha resolución. En cuanto al pago que le corresponde al acreedor, la sentencia de remate sí debe estar ejecutoriada. Para la satisfacción de dicha sentencia, y como se ha descrito anteriormente, es necesario liquidar los bienes, no obstante, previa aquella liquidación, deberá distinguirse si los bienes a realizar requieren de tasación previa o no. Son bienes que no requieren de tasación previa aquellos que por premura, falta de necesidad o prevención pueden ser dispuestos de inmediato para su venta en pública subasta, taxativamente: 1. Bienes muebles susceptibles de ser vendidos en martillo (art. 482 CPC). 2. Bienes muebles sujetos a corrupción, a próximo deterioro, o cuya conservación sea muy difícil o dispendiosa (art. 483 CPC). 3. Los efectos del comercio realizables en el acto (art. 484 CPC). Debido a la taxatividad de la enumeración anterior, todos los bienes no incluidos en dicha lista será necesario tasarlos Aunque en el presente informe no nos atañe en particular el procedimiento de remate per sé, es necesario sentar ciertos criterios generales para la comprensión cabal de la satisfacción de la sentencia de remate, tales como las siguientes formalidades: 1) Tasación; 2) Determinación de las bases; 3) Fijación del día y hora; 4) Formalidades de publicidad; 5) Citación de los acreedores hipotecarios si los hubiere; y 6) Autorización judicial o de los acreedores embargantes, según sea el caso. Una vez cumplidas todas las formalidades y trámites previos establecidos por la ley procesal para los efectos de la satisfacción o cumplimiento de la sentencia definitiva pronunciada por el Tribunal que conocía del juicio ejecutivo, podremos finalmente haber satisfecho el procedimiento a cabalidad, saldando la obligación que quedaba pendiente para el deudor y cubriendo la deuda que legítimamente perseguía el acreedor.
Alcolado Chico, María Teresa-La Evolución Hacia La Moderna Funcionalidad Del Agente Encubierto - Incidencia de Las Nuevas Reglas de La Ley de Enjuiciamiento