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La historia del cuerpo como historia de las mentalidades

Alejandra Araya Espinoza


Doctora en Historia
Alaraya@u.uchile.cl
Universidad de Chile
Resumen

En este ensayo se exponen los autores y recorridos que, desde el trabajo específico de
quien escribe, permiten proponer una historia del cuerpo como parte de la historia de
las mentalidades. El punto de llegada es el proyecto Fondecyt Historia del cuerpo y
colonización del imaginario: el caso de la Capitanía General de Chile y el de partida, las
clases y lecturas con el historiador Rolando Mellafe. También se realiza una
contextualización del campo científico y de reflexión en que tales propuestas se insertan
con el objeto de validar la historia de las mentalidades como una alternativa vigente,
especialmente para pensarnos desde la experiencia colonial.

Palabras claves
Historia de las mentalidades, historia del cuerpo, sociedad colonial, colonialidad del
saber.

El origen de este texto se encuentra en una serie de preguntas y comentarios que se


han cruzado en mi trabajo desde que asumiera como tema de investigación -para la
maestría en historia finalizada en el año 1999- que lo social puede abordarse desde la
historia de las mentalidades y en particular desde la historia del cuerpo a la que
comprendía como una posibilidad dentro de esta línea de investigación 1 . Los
problemas no han sido pocos, particularmente cuando se me pregunta por el sustento
teórico y metodológico de tales prácticas historiográficas pero más complejo aún,
cuando se trata de definir el objeto, “el cuerpo”.

Las IV Jornadas Internacionales de Historia de las Mentalidades y de la Cultura. La


historicidad del cuerpo (21 al 23 de agosto de 2013, Concepción) organizadas por el
profesor Diego Mundaca, ofrecieron una excelente oportunidad para intentar

1ARAYA, Alejandra, "Gestos, actitudes e instrumentos de la dominación. Elites y subordinados. Santiago de Chile
1750-1850”, Tesis para optar al grado de Magíster en Historia, Dirigida por Eduardo Cavieres, Santiago, Universidad
de Chile, 1999.

1
sistematizar los recorridos de una propuesta al día de hoy. En dicho encuentro
presenté un trabajo relacionado con las prácticas de los castigos en tanto posibilidad
de abordar esa historia del cuerpo desde la experiencia del dolor2, que es parte de mi
actual proyecto de investigación en este campo y que se titula Historia del cuerpo y
colonización del imaginario: el caso de la Capitanía General de Chile (Fondecyt n°
1120083). Cada una de sus palabras podría ser el capítulo de un libro, cuestión que
no pretendo hacer, aunque cada una de ellas me permite ordenar los factores que
sustentan lo que he estado trabajando e intentar sistematizar lo que propongo como
historia de las mentalidades al día de hoy.

La historia de las mentalidades de Rolando Mellafe: un cuerpo situado de tiempo


y experiencias vitales.

Mi punto de partida es el historiador Rolando Mellafe pues él representa la instalación


de la Historia de las Mentalidades en Chile. Pude tener clases con él a inicios de la
década de 1990 y trabajar en sus últimos proyectos de investigación en torno a la
música y los cantores cómo una forma de abordar la conquista y colonización de los
imaginarios desde el estudio de las prácticas. No lo formuló en esos términos, pero
claramente se refería a ello para abordar las complejas cuestiones a las que
queremos referir cuando decimos mestizaje, aculturación, transculturación,
apropiación, resistencias, entre otras. La historia de las mentalidades de Rolando
Mellafe es para mí una forma de preguntar, interrogar e indagar históricamente. Es
importante que enfatice este aspecto pues las cuestiones relativas a un “ser nacional”
o al “carácter colectivo” no es el aspecto que para mi propia práctica historiográfica
han sido más relevantes pues la configuración de tales conceptos sería propiamente
un objeto de la historia de las mentalidades, más que su existencia en tanto tales. No
olvidemos las tradiciones de las que el propio Mellafe se nutrió para formular en su
tiempo sus propuestas, como tampoco debemos olvidar las que hoy circulan en las
nuestras y que intento aclarar en este texto. Otro aspecto discutible en la propuesta de

2
ARAYA, Alejandra, ¨Azotar. El cuerpo, prácticas del dominio colonial e imaginarios del Reino a la República de
Chile¨, UNDURRAGA, Verónica y GAUNE, Rafael (Editores), Formas de control y disciplinamiento. Chile, América y
Europa, siglos XVI y XIX, Santiago, Uqbar, 2014, pp. 194-215.

2
Mellafe es la noción de larga duración como teoría que explica por sí sola la
configuración de las mentalidades, volveré a ellos más adelante, quisiera ahora
terminar con la presentación de los elementos que permiten comprender la
emergencia de las propuestas de nuestro autor.

Un acontecimiento, la llegada de Colón a estas tierras, motiva y explica varias de las


preocupaciones de Rolando Mellafe, en particular aquella de la historia de las
mentalidades como una “alternativa” para ensayar acercamientos y posibles
explicaciones. Acercándose 1992 la “conmemoración del IV Centenario del
Descubrimiento de América” puso en operación una serie de reflexiones que debían, a
juicio de Mellafe, contribuir a dimensionar de forma “adecuada a las consecuencias del
descubrimiento” pues la historiografía europea y americana no había podido hacerlo,
“les ha faltado una metodología especial para examinar la multiplicidad de efectos –la
mayoría inesperados- que tan singular hecho histórico produjo”, diciendo esto, es que
ese “hasta ahora” podía tener una alternativa en la historia de las mentalidades:
“Es un caso de factualidad múltiple, y si lo vemos desde el punto de vista de la historia
de las mentalidades, de infactualidad desviada, reprimida, provocadora de cambios y
crisis en sucesivas metanoyas. No es hora de proponer aquí tal metodología,
solamente de apuntar algunos rasgos y, ojalá, despertar muchas dudas e
inquietudes”3.

Al releer este pasaje, reitero mi lectura de la historia de las mentalidades de Mellafe


como una práctica específica de interrogación histórica, una forma válida y específica
de indagación que me permite sustentar, como punto de partida, mi respuesta a por
qué sigo diciendo que hago historia de las mentalidades cuando se supone que está
desacreditada, pasada de moda o sustituida por la nueva historia cultural y en
particular por la historia de las representaciones. Yo misma organicé un encuentro en
homenaje a Rolando Mellafe a diez años de su muerte, invitando a Roger Chartier
para hacer ese diálogo entre propuestas que tenían como origen común la nueva
historia al modo de la Escuela de los Annales. Y esto fue porque Mellafe revisaba
3
MELLAFE, Rolando, ¨La interacción entre dos mundos: resultados del encuentro¨, Cuadernos de Historia, n°8,
1989, p. 123.

3
permanentemente los desarrollos historiográficos y por él yo leí a Michel Foucault y a
Roger Chartier a inicios de la década de 1990, como también el bello libro de Solange
Alberro sobre la Inquisición en la Nueva España4. Lo señalo para que se entienda la
relación ineludible que existe entre estos autores y lo que podríamos llamar una línea
de investigación y un tipo de formación que exigía la permanente revisión de la
producción contemporánea como una cuestión básica y sin discusión de un historiador
y por ello, entonces, adelantándome al tema, no me pareció “extraño” abordar la
cuestión del “cuerpo” como parte de una línea de trabajo y de unos autores que iban
sumando, complejizando y tramando propuestas para abordar las preguntas que
instaló Rolando Mellafe.

Retomemos el punto. En 1989, Mellafe escribió ya rumiando las reflexiones hacia


1992 sobre que esa “interacción entre dos mundos” debía pensarse como un “caos de
contradicciones, de cambios de experiencias vitales, pero rico en sufrimiento y vida,
nació América al mundo occidental. En la abismal profundidad de su acontecer radica
su grandeza el poder de su futuro” 5. Yo leí estas líneas siendo estudiante en sus
clases, escribiendo estas líneas puedo comprender algunas de mis decisiones, entre
ellas dedicarme a la historia colonial desde la historia de las mentalidades, pues
efectivamente esta alternativa despertó en mí inquietudes que siguen vivas y vigentes.
No pongo en duda la pertinencia de la propuesta historiográfica de la historia de las
mentalidades asumiendo todas las críticas que, como cualquier propuesta, se le han
hecho y se le seguirán haciendo. No estoy de acuerdo con las declaraciones de línea
de investigación superada en el sentido de que, al ser el término mentalidad “ambigüo”
o que las formaciones sociales no tienen correlatos homogéneos con conjuntos de
representaciones, o que las mentalidades sólo se refieren a las operaciones mentales
4 Escribiendo estas líneas recordé a don Rolando caminando por el pasillo del Departamento de Ciencias Históricas
de la Universidad de Chile, lentamente, con el libro El mundo como representación en una de sus manos y agitándolo
frente a mí indicando que era algo que debíamos leer y comentar. Lo leí, pero lamentablemente el diálogo quedó
inconcluso, pues el querido maestro falleció el 30 de octubre de 1995. No pudo estar en mi defensa de tesis de
licenciatura, el origen de mi libro Ociosos, vagabundos y malentrenidos en Chile colonial, pero otro maestro me
acompaño en la finalización de ese proceso, el profesor Eduardo Cavieres, el cual acogió mis preguntas desde el
cuerpo como director de mi tesis de Magíster. Solange Alberro, por otro lado, supe mucho tiempo después, formaba
parte del claustro del Doctorado en Historia de El Colegio de México, al ver su nombre en el folleto informativo no
dudé en postular y cambiar la Escuela de los Anales francesa por la prácticas desde América y hacer historia de lo
colonial conociendo uno de los centros político-culturales más relevantes de dicha historia. Ella fue mi directora de
tesis en el doctorado. A todos ellos eternas gracias.
5
MELLAFE, ¨La interacción entre dos mundos: resultados del encuentro¨, p. 129.

4
son inaprensibles por no materiales6 o que la teoría de la larga duración no puede ser
probada desde la fragmentación y poca continuidad de los registros, o que los
métodos cuantitativos en que algunos trabajos se sustentaron hayan derribado por
completo sus preguntas y sugerencias. Creo que, textos como los de Peter Burke,
Roger Chartier y Robert Darnton dedicados en el último tiempo a los balances
respecto de la historia de las mentalidades, siempre dejan abierta la puerta a una zona
que es inaprensible de la experiencia humana, en sus prácticas, relatos y
construcciones culturales, que permiten seguir abogando por una historia de las
mentalidades necesaria 7 . Por un lado la visión estructural de los planteamientos
iniciales de la historia de las mentalidades y su historia al calor de la Escuela de los
Anales, ha tenido las mismas variaciones y transformaciones de la historiografía en
general por cuanto el sustento teórico y metodológico de las llamadas “nuevas
historias” movilizaba el debate en todos los campos de la misma. De este modo,
desde 1990 en adelante podemos dar cuenta de unas prácticas historiográficas que se
reformulan desde los debates sobre la noción de representación, de prácticas,
estructuras estructurantes, no sólo la llamada historia de las mentalidades sino que
todos los campos tradicionales en que la historia suele dividirse desde la modernidad
ilustrada. Parece ser que la historia cultural, menos temida o sospechosa
supuestamente por más definida respecto de su objeto que finalmente es todo,
hubiera fagocitado a la añeja historia de las mentalidades y que los planteamientos de
una historia de las formaciones de los objetos, sustentada en los planteamientos
foucaultianos de la arqueología del saber continuada por Arlette Farge, renegara de
dicha historia por asociarla a una historia de las ideas sin sujetos ni operaciones de
poder respecto de la instalación de ese saber.

Rescatemos la cita de Mellafe para anotar dos cuestiones teóricas-metodológicas


centrales de su planteamiento: el tiempo y las experiencias vitales. En su primer
artículo publicado sobre historia de las mentalidades, en 1982, escribía:
6 Por favor, no llamar a este terreno a la psicohistoria, con la cual no tiene relación alguna la línea instalada por
Mellafe, ya detallaré más adelante las vinculaciones con el psicoanálisis.
7 BURKE, Peter, Formas de Historia Cultural, Madrid, Alianza, 2000; CHARTIER, Roger, “La nueva historia cultural”

en El presente del pasado. Escritura de la historia, historia de lo escrito, México, Universidad Iberoamericana, 2005;
DARNTON, Robert, El beso de Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural, Buenos Aires, Fondo de cultura
económica, 2010.

5
“Los historiadores tenemos el mandato original- vicio personal muchas veces- de
descubrir cuáles y cómo son las relaciones del hombre con sus iguales y con el
mundo circundante. Esto lo hacemos estudiando las acciones de los hombres que
vivieron en otras épocas, pero también con las de los hombres que vivieron sólo hace
unos años, con los que vivieron ayer y con los que viven hoy. Notamos así que las
relaciones cabalgan en móviles muchas veces idénticos por décadas y generaciones,
aunque también otros de ellos de pronto cambian lenta o repentinamente. Cuando lo
descubrimos estamos en presencia de una de las principales variantes de la historia
de las mentalidades, el tiempo. El tiempo transcurrido de una misma experiencia, si
queremos ponerlo de otro modo, el tiempo absorbido por cada una de las experiencias
que resultan de las acciones del hombre. Esta es ya una variable bastante compleja,
pero la historia de las mentalidades debe aún encontrar la manera de desglosarla en
una gama infinita de posibilidades, de allí que no pueda adoptar a priori ningún
método y de allí su poder creador”8.

Este párrafo permite comprender gran parte de la obra posterior de Mellafe reunida en
breves ensayos y artículos que revisito una y otra vez pues efectivamente intentó
mostrar algunas de esas gamas de posibilidades 9 . Este párrafo da paso a un
planteamiento sobre el “acontecer” en el cruce entre el tiempo largo y el corto, el
individuo y la “multitud” y el hecho singular y el “hecho plural”. En este punto no me
importan los términos en torno a los cuales seguimos diciendo y escribiendo muchas
cosas tratando de ser precisos o actuales, me interesa como ya he dicho el tipo de
interrogación histórica, el tipo de preguntas de Mellafe y que son las que más
recuerdo: “Cuando alguien muere, ¿cuánto tiempo expresado en millones de años
está presente en este hecho? Alguien que muere en un minuto dado del día de hoy –
hecho histórico sin duda- no podría pretender que su experiencia es la primera ni
última de su especie”10.

8 MELLAFE, Rolando, ¨Historia de las Mentalidades: una nueva alternativa¨, Cuadernos de Historia, n°2, 1982, p.99
9 Ojalá se motiven para leerlos por sí mismos, pues mis comentarios son sólo una de las posibilidades de recepción
de sus proposiciones.
10 Ibid., p. 99.

6
Esta forma de abordar el problema, en torno a la experiencia y lo “sufrido”, lo conecta
con un historiador como Michele Vovelle con el cual compartía la derivación desde la
historia cuantitativa y la demografía histórica a la historia de las mentalidades
justamente por pensar la historia como formas de la experiencia vital de la especie.
Dicho esto, ¿qué duda cabe que el cuerpo ocupa un lugar en la historia de las
mentalidades? Y esto en varios niveles, los mismos que para cualquier pregunta
desde las mentalidades, lo individual y lo colectivo, la experiencia del cuerpo, las
formas de su representación, la relación entre ellas y otra forma de la experiencia
moderna entendida como “ego” y “psiquis”. En uno de sus últimos libros publicados en
vida, Rolando Mellafe pensaba la historia de las mentalidades “simplemente como la
historia del acto de pensar, siempre que entendamos por pensar la manera que el ego
tiene de percibir, crear y reaccionar frente al mundo circundante… Es la forma de
comprender las cosas, el entorno, los problemas de convivencia; de reaccionar ante
los múltiples estímulos y excitaciones del diario vivir… Por otro lado, no es la historia
del pensamiento, ni de la cultura, ni de las ideas, sino verdaderamente un producto de
la mentalidad: un producto del ego y de la siquis”11.

Las lecturas de ese momento podrían explicar lo que estaba entendiendo por ego o
psiquis (y puede leerse el propio ensayo que citamos), sin embargo, vuelvo a la
metodología de las preguntas mucho más ricas que definir: “¿El tiempo en que un
hombre –actor de la historia- duerme y sueña, es el mismo que transcurre mientras un
mercader embarca trigo a tierras lejanas o un rey firma un decreto? Sin duda que no.
El hombre que sueña está realizando un acto histórico de la mayor complejidad e
importancia. Por una parte, está quizás, revisando los propios hechos de su vida que
lo inquietan o angustian, reconstituyendo los afanes de un acontecer histórico
cotidiano. Pero para hacerlo usa un catálogo simbólico que le proporciona su propio
tiempo histórico, su sociedad, su cultura, con lo que, en realidad, se está identificando
con el pasado de estos últimos. ¿Podríamos imaginar un acto histórico más
importante y a la vez más común y repetido?”12. Dejo hasta aquí la cita pues hay

11 MELLAFE, Rolando y LOYOLA, Lorena, La memoria de América Colonial. Inconsciente colectivo y vida cotidiana,
Santiago, Editorial Universitaria, 1994, p.13.
12 Idem., p.21.

7
diferencias de opciones conceptuales según se lea a Jung o a Lacan, pero no es el
punto, el punto es el tema, es la indicación de un asunto de mucha relevancia posible
de ser incorporado en la historia. Todo es discutible y revisable, evidentemente hace
afirmaciones que hoy quizás no compartimos (especialmente las de corte evolutivo o
esencialista), pero nada de ello invalida la pertinencia de lo que se pregunta y se
instala. En este última cita, el catálogo simbólico, por ejemplo.

Al decir larga duración y mentalidades, hoy, estoy asumiendo como premisa de una
investigación que se posicione desde dicho lugar que ella debe partir del “rediseño de la
arquitectura braudeliana” según lo planteado por Roger Chartier: “las diversas
temporalidades no deben considerarse como envolturas objetivas de los hechos
sociales. Son el producto de las construcciones sociales que aseguran el poder de unos
(sobre el presente o el futuro, sobre sí mismos o sobre los otros) y conducen a otros a
la desesperanza”13. Planteamiento coincidente con el de Michele Vovelle respecto a
que “la historia de las mentalidades no es sólo una historia de “tiempo largo” sino que
también hay en ella un lugar para el acontecimiento, el tiempo corto, no en el sentido
tradicional del término, sino el del acontecimiento como ruptura”14. La noción de ruptura
y crisis, desde la perspectiva mellafiana, era a la inversa, una forma de identificar lo
que, hasta ese momento, era vivida como normalidad: “en general descubrimos la
normalidad cuando ésta entra en crisis, cuando comienza a transformarse o a
deshacerse. De ahí la importancia de examinar los momentos coyunturales, las crisis
que también son generalmente capítulos de historia infausta”15.

Desde ACÁ, es decir, desde “América” como problema de un acontecimiento tan radical
como el de la llegada de Colón, una ruptura de tal magnitud, que efectivamente la
historia de las mentalidades sigue ofreciendo alternativas para comprendernos y lo que
sostengo como historia del cuerpo desde la historia de las mentalidades apunta
justamente a pensarnos desde marcas, inscripciones y heridas como experiencias
corporales que se portan y operan en nuestras prácticas y puestas en prácticas en las
13 CHARTIER, “La nueva historia cultural, p.54.
14 VOVELLE, Michelle, Aproximación a la Historia de las Mentalidades Colectivas, Lima, Fondo Editorial de la
Facultad de Ciencias Sociales UNMSM, 2003, p.81.
15 MELLAFE, Rolando, “El acontecer infausto en el carácter chileno: una proposición de historia de las mentalidades”,

en Historia Social de Chile y América, Santiago, Editorial Universitaria, 1986, p. 283.

8
formas en que nos decimos, representamos, enunciamos y actuamos colectiva e
individualmente16

El cuerpo desde la historia del cuerpo en situación colonial

Los temas que podríamos relacionar con el “cuerpo” cubren un amplio espectro,
coincidente en una primera etapa con la tradición de las historia de las mentalidades
abarcando desde el campo de la familia y la sexualidad, hasta el de las
representaciones y prácticas de la muerte, como en el mucho más amplio de la
historia de la ciencia, la sexualidad y la medicina 17 . Sin embargo, el cuerpo se
institucionaliza como objeto particular de conocimiento desde la publicación de Los
fragmentos para una historia del cuerpo humano (1995) obra editada en Francia por
Michel Feher y Nadia Tazi, con carácter interdisciplinario aunque desde una pregunta
fenomenológica que se desplegaba en tres puntos: el cuerpo en las relaciones entre lo
terreno y lo sobrenatural, los movimientos del cuerpo y su disciplinacimiento y las
formas de percibir el propio cuerpo. Posteriormente el proyecto dirigido por Alain
Corbin y Georges Vigarello Historia del cuerpo traducida al español entre los años
2005 y 2007, recompone de cierto modo la tradicional diferenciación disciplinaria y se
constituye como historia en tanto señala temporalidades específicas de estudio,
transformaciones importantes en las representaciones del cuerpo, así como en las
prácticas relacionadas con la sexualidad. A pesar de las múltiples críticas al trabajo
historiográfico del pensador Michel Foucault, son sus propuestas las que han instalado
de manera más amplia la problemática del cuerpo, especialmente desde los
conceptos de biopolítica y la normativización de los cuerpos que ha permitido

16 Véase ARAYA, Alejandra, ¨Azotar. El cuerpo, prácticas de dominio colonial e imaginarios del Reino a la República
de Chile¨; "La fundación de una memoria colonial: la construcción de sujetos y narrativas en el espacio judicial del
siglo XVIII”. CORNEJO, y GONZÁLEZ, Carolina (editores), Justicia, poder y sociedad en Chile: recorridos históricos,
Santiago, Universidad Diego Portales, 2007, pp. 185-218.; “Sirvientes contra amos: las heridas en lo íntimo propio”,
GAZMURI, Cristián y SAGREDO, Rafael (dirección), Historia de la Vida Privada en Chile, vol. I: El Chile Tradicional
de la Conquista a 1840, Santiago, Taurus, 2005, pp.161-197.
17 ALBERRO, Solange, “La historia de las mentalidades: trayectoria y perspectivas”, Historia Mexicana, XLII:2, 1992,

pp.333-351.; PORTER, Roy, “Historia del cuerpo”, BURKE, Peter (editor), Formas de hacer, Madrid, Alianza
Universidad Editorial, 1993, pp. 255-286.; LANGUE, Fredérique, “La historia de las mentalidades y la América
colonial. Selección bibliográfica”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, bibliografías 2005 [en línea].
URL//http://nuevomundo.revues.org/563. Consultado el 6 de junio de 2011.

9
efectivamente generar preguntas-puente entre distintas disciplinas, pero también entre
la investigación y la acción política 18 . Podría decirse que se trata de discusiones
enmarcadas en la tradición epistemológica de occidente y de las ciencias sociales en
el ámbito europeo, en que lo que Le Breton señalaba como falsa evidencia se torna un
debate poco desarrollado respecto de la sinonimia -en dicha tradición- entre un
cuerpo=un sujeto. Una historiadora que encarna muy bien esta situación es Arlette
Farge, quien ha señalado su distancia respecto de la historia de las mentalidades,
pero cuyos trabajos son emblemáticos de la misma y, más aún, en la del cuerpo como
parte de una nueva historia cultural de las representaciones, especialmente con su
libro Efusión y tormento. El relato de los cuerpos. Historia del pueblo en el siglo XVIII
(2008), allí señala en la nota prelimar: “los cuerpos zumban y elaboran sus destinos”19

En la historiografía latinoamericana, los trabajos que se inscriben explícitamente como


historia del cuerpo, son escasos. Ellos tienen como tópicos centrales el
disciplinamiento social, la violencia, especialmente en el periodo clásicamente llamado
colonial, es decir, de los siglos XVI al XVIII articulándose en particular en torno a los
conceptos de técnicas corporales de Marcel Mauss (1936) y el de normalización y
biopoder de Michel Foucault especialmente desde su libro Vigilar y castigar (1976). Es
interesante que, gran parte de ellos se han centrado en la retórica de los gestos, las
emociones, la vida conventual y la justicia20. Es por esto que en esta investigación se
prefiere hablar de estudios del cuerpo para el caso latinoamericano, más que de una
historia del cuerpo, para anotar la condición de objeto “colonial” del mismo, es decir,
18 FOUCAULT, Michel, Genealogía del racismo, La Plata, Altamira, 1996.; PEDRAZA, Zandra, “El régimen biopolítico
en América Latina. Cuerpo y pensamiento social”, Iberoamericana, IV, 15, 2004, PP. 7-19.
19 FARGE, Arlette, Efusión y tormento. El relato de los cuerpos. Historia del pueblo en el siglo XVIII, Buenos Aires,

Katz, 2008, p.12.


20 LORETO, Rosalva, “La sensibilidad y el cuerpo en el imaginario de las monjas poblanas del siglo XVII”, RAMOS,

Manuel (Coordinador), Memoria del II Congreso Internacional El Monacato Femenino en el Imperio Español.
Monasterios, beaterios, recogimientos y colegios, México, Centro de Estudios de Historia de México Condumex,
1995, pp.541-556.; BORJA, Jaime, El cuerpo y la mística, Colombia, Ministerio de Cultura, Museo de Arte Colonial,
Museo Iglesia Santa Clara, 2003.; ESCALANTE, Pablo, “La casa, el cuerpo y las emociones”, GONZALBO, Pilar
(Dirección), Historia de la vida cotidiana en México Vol. I, México, Fondo de Cultura Económica/El Colegio de México,
2004, pp. 231-260., ARAYA, Alejandra, “Cuerpos aprisionados y gestos cautivos: el problema de la identidad
femenina en una sociedad tradicional (Chile 1700-1850)¨, Nomadías, monográficas 1, 1999.; “La pureza y la carne: el
cuerpo de las mujeres en el imaginario político de la sociedad colonial”, Revista de historia social y de las
mentalidades, año VIII, vol.1/2, 2004, pp.67-90.; “El castigo físico: el cuerpo como representación de la persona, un
capítulo en la historia de la occidentalización de América, siglos XVI-XVIII”, Historia, Nº39, vol. II, 2006, pp. 349-367.;
IGLESIAS, Margarita, “La conquista de los espacios y el ordenamiento de los cuerpos en la diferencia sexual y
étnica”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Coloquios 2006 [en línea]. URL//http://nuevomundo.revues.org/2875.
Consultado el 6 de junio de 2011.

10
de una categoría que forma parte del imaginario de occidente y por tanto de la
colonización de los imaginarios culturales locales como de la colonialidad del saber21.

El antropólogo mexicano Alfredo López Austin instaló al “cuerpo” como parte de una
ideología, entendida por él como sinónimo de cosmovisión, una entrada significativa
para establecer las claves de la cultura náhuatl y del área cultural llamada
mesoamérica22. En su trabajo, la relación entre lenguaje e ideología se sustenta en las
vinculaciones de las formas de nombrar con las estructuras imaginarias, las que
permiten establecer los campos en que lo simbólico -núcleo de una cosmovisión- se
hace concreto y permite construir discursos, por ejemplo, respecto de la sexualidad, la
religiosidad, las prácticas médicas, las relaciones de poder y las formas en que los
sujetos se construyen a sí mismos. Por medio de la construcción de un repertorio de
términos que aluden a lo que -en la cultura occidental se concibe como “cuerpo”-
López Austin estableció campos semánticos que permiten reconstruir la ideología
náhuatl respecto de la materialidad o no del mismo, de su relación con una otredad
“espiritual”, concluyendo que la relación binaria entre un cuerpo y un alma del relato
cristiano-occidental no opera en la cosmovisión náhuatl, como tampoco la noción de
un cuerpo como un límite, si no que como un axis mundi, en el que el mundo y el
inframundo se conectan y en el que habitan entidades materiales e inmateriales según
los procesos vitales por los que transita cada sujeto a lo largo de su vida, como
también en su vida social y colectiva.

Estos aspectos son reafirmados en un reciente trabajo en el que López Austin dialoga
con Luis Millones de manera más clara respecto a la relación entre cosmovisión,
religiones y mitos, esta vez en mirada comparativa entre mesoamérica y el mundo
andino23. Tanto una cosmovisión, como el mito, serían fundamentos del poder ya que

21 Santiago Castro-Gómez tomando la propuesta de Aníbal Quijano respecto de la colonialidad del poder, ha
propuesto denominar colonialidad del saber a la distribución desigual del conocimiento como parte de las estrategias
de poder que reproducen la situación colonial de dominación hacia dentro. QUIJANO, Aníbal, “Colonialidad del poder
y clasificación social”, Journal of World-Systems research, VI, 2, 2000, PP. 342-386, CASTRO-GÓMEZ, Santiago,
Historia de la gubernamentalidad. Razón de Estado, liberalismo y neoliberalismo en Michel Foucault. Bogotá,
Pontificia Universidad Javeriana, Siglo del Hombre, Universidad Santo Tomás, 2010.
22 LÓPEZ AUSTIN, Alfredo, Cuerpo humano e ideología, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1980.
23 LÓPEZ AUSTIN, Alfredo y MILLONES, Luís, Dioses del Norte , Dioses del Sur. Religiones y cosmovisión en

Mesoamérica y los Andes, Lima, IEP Instituto de Estudios Peruanos, 2008, pp. 76-83.

11
éste tomaría formas explicables por las claves de la primera. Una cosmovisión, en
palabras de Austin, ya en el trabajo de 2008, es una construcción social que no
uniforma el pensamiento de sus creadores pues es una “palestra que establece los
parámetros de intercambio de acciones y discursos entre los miembros de una
colectividad. Clases, grupos e individuos coinciden, colaboran, disienten, se enfrentan
e incluso chocan fundados en ideas, opiniones y reglas eficaces para la comunicación
aun en los momentos críticos. La cosmovisión surge de un hecho práctico de múltiples
contradicciones que le imprimen sus caracteres”24. Luis Millones, respecto del caso
andino, realiza la discusión desde los mitos como una de las “muchas maneras de
imaginar lo inasible”25. Invirtiendo estos planteamientos, una pregunta por la categoría
“cuerpo”, sería una forma de dar cuenta de una cosmovisión, desde uno de sus
elementos supuestamente más “asible” por la representación predominante que de él
tenemos como materialidad.

Los planteamientos de la antropología representada por López Austin, en el cruce


interdisciplinario, permiten abordar la problemática del “cuerpo” dentro de la historia de
las mentalidades- el concepto de cosmovisión sería homologable al de imaginario en
tanto estructura antropológica según las propuestas de Gilbert Durand 26 el que
también partiendo de las propuestas de la mitocrítica y el mitoanálisis señalaba que se
estaba produciendo una convergencia epistemológica en las ciencias sociales que
permitía estudiar “estructuras”, superando al estructuralismo, y del imaginario,
superando la tradición de la imagen y la imaginación, al postular al segundo como el
“[…]conjunto de imágenes y las relaciones de imágenes que constituye el capital
pensante del homo sapiens […] como el gran denominador fundamental donde van a
ordenarse todos los métodos del pensamiento humano”27. En el libro que seguimos,
Las estructuras antropológicas del imaginario, el autor propone un léxico operatorio de
“las constelaciones imaginarias”, organizadas en esquemas y regímenes de
organización de las mismas: diurno y nocturno. Dichos regímenes se componen de
símbolos que se organizan, de manera diversa históricamente, e incluso se
24 Ibid., p.102.
25 Ibid, p.125.
26 DURAND, Gilbert, Las estructuras antropológicas del imaginario, Fondo de Cultura Económica, México, 1992.
27 Ibid., p,21.

12
transforman. El cuerpo, desde esta perspectiva opera como un símbolo, entonces
permite dar cuenta de las claves de una sociedad y una cultura dentro de las
estructuras que organizan esos esquemas fundamentales en que los elementos
inasibles y los asibles se organizan.

López Austin, a propósito de la conquista y colonización, también distingue -en lo que


denomina más ampliamente tradición mesoamericana- entre una “cosmovisión
mesoamericana”, correspondiente a la vida anterior a la colonización y evangelización,
y las “cosmovisiones indígenas coloniales”, las de los descendientes de los
mesoamericanos, “colonizados, evangelizados y mediatizados entre sí que han formado
heterogéneas cosmovisiones, no sólo por la confluencia cristiana, sino también por la
situación de dominados lo que supone resistencias y apropiaciones” 28 . Este
planteamiento permite discutir las sugerentes propuestas de Serge Gruzinski en su
conocido libro La colonización de lo imaginario, en el que propone el concepto de
occidentalización para referirse al proceso de expansión en América del Occidente
moderno como experiencia “enteramente nueva y singular” 29 . El autor examina el
proceso, en este libro, desde los modos de expresión y comunicación, el trastorno de
las memorias, la transformación de la “imaginación” y el papel del individuo en las
“expresiones sincréticas” o “mestizas”. Con anterioridad había explorado el proceso en
la historia del cuerpo desde las representaciones y prácticas que introdujo una
sexualidad occidental en el mundo indígena 30 . Para el mundo andino, preguntas y
cuestionamientos similares han sido sostenidos por Juan Carlos Estenssoro: “era
imposible estudiar la experiencia religiosa separando la ortodoxia de la heterodoxia, la
idolatría del cristianismo, el fenómeno urbano de la realidad de los pueblos de indios
(en una sociedad que imponía una importante movilidad entre esos espacios), incluso
había que repensar los límites internos de la pluriculturalidad no sólo en su

28 Estas ideas fueron comunicadas a la autora por el profesor López Austin, en conversación vía correo electrónico,
entre el 18 de abril y el 6 de mayo del año 2010.
29 GRUZINSKI, Serge, La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México

español. Siglos XVI-XVIII, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, p. 9.


30GRUZINSKI, Serge, “La conquista de los cuerpos. Cristianismo, alianza y sexualidad en el altiplano mexicano: siglo

XVI”, en Familia y sexualidad en Nueva España, México, Sep/80, 1982, pp.177-206. El autor realiza la discusión
sobre occidentalización y mestizaje, apoyándose en los conceptos de aculturación y transculturación propuestos por
el mexicano Gonzalo Aguirre Beltrán (1970). Mientras que en los estudios andinos ha sido más relevante el de
aculturación/resistencia propuesto Nathan Wachtel (1971).

13
permeabilidad y fluidez sino abrirse a la posibilidad que los orígenes y las definiciones
de sus componentes fuesen coloniales, es decir un producto del contacto y que no
hubiesen sido determinados unilateralmente ni de forma plenamente autónoma” 31.

López Austin instaló la pregunta por el cuerpo en la antropología latinoamericana de


forma diferente a la antropología del cuerpo desarrollada en el ámbito europeo la que,
precisamente por su eurocentrismo, no se pregunta por el lugar del cuerpo como
categoría ni símbolo de una cosmovisión e ideología, ni por su lugar en los procesos de
producción de la cultura, de aculturación, transculturación o mestizaje. La antropología
y sociología del cuerpo en el ámbito europeo, desde el trabajo pionero de Marcel Mauss
sobre las técnicas corporales (1936), pretende poner en cuestión la dicotomía entre
naturaleza/cultura en la que el cuerpo se ha tornado sinónimo de la primera, en
modulaciones históricamente construidas -las que van desde su concepción como
estructura base de la naturaleza física de lo humano hasta su sinonimia con “lo
biológico” en la actualidad-, y que asume el cuerpo como un objeto plástico, sujeto a
múltiples inscripciones y, como soporte, a múltiples modificaciones. Los trabajos de
David Le Breton, en la segunda mitad del siglo XX, han planteado una problemática
más cercana a la de López Austin – y muy polémica al interior del pensamiento
occidental- al sostener que “[…] sin el cuerpo, que le proporciona un rostro, el hombre
no existiría. Vivir consiste en reducir continuamente el mundo al cuerpo, a través de lo
simbólico que éste encarna… nada es más misterioso, para el hombre que el espesor
de su propio cuerpo”32. Es decir, que las representaciones del cuerpo funcionan como
medios para vincularnos con nosotros mismos, aunque de manera misteriosa, ya que el
cuerpo, así como los dioses, podría ser inasible. Esta propuesta, el autor la había
formulado en un ensayo anterior expresándola como las “ambigüedades del referente
“cuerpo”, o el cuerpo “como una falsa evidencia”33. Las representaciones del cuerpo,
entonces, serán un objeto específico para dar cuenta de los imaginarios, por cuanto
ellas suponen analizar y organizar la información en torno a regularidades discursivas

31
ESTENSSORO, Juan Carlos, Del paganismo a la santidad. La incorporación de los indios del Perú al catolicismo
1532-1750, Lima, IFEA, 2003, p.22.
32
LE BRETON, David, Anthropologie de la douleur, Paris, Editions Métailié, 1995,p.7.
33
LE BRETON, David, Antropología del cuerpo y modernidad, Buenos Aires, Nueva Visón, 2002 [1992], p.25.

14
que modulan las formación de los objetos y organizan los enunciados34, sistematizar las
denominaciones, terminologías y repertorios de términos relacionados con lo que se
entiende por un “cuerpo” en torno a esquemas de pensamiento 35 y organizar los
posibles campos simbólicos que organizan sus usos, sus significados y las prácticas36.

En general, no se conciben las prácticas occidentales como parte de una cosmovisión,


pues dicho término se ha usado preferentemente en el campo antropológico para dar
cuenta del pensamiento, ideología o mentalidad de los pueblos Otros, lo que es
coherente con el origen de la disciplina en las prácticas imperiales y etnocéntricas 37. En
la investigación Fondecyt que ahora desarrollamos con mis colegas Paulina Zamorano
y Constanza Martínez, entendemos una cosmovisión como una “palestra que establece
los parámetros de intercambio de acciones y discursos entre los miembros de una
colectividad. Clases, grupos e individuos coinciden, colaboran, disienten, se enfrentan e
incluso chocan fundados en ideas, opiniones y reglas eficaces para la comunicación
aun en los momentos críticos. La cosmovisión surge de un hecho práctico de múltiples
contradicciones que le imprimen sus caracteres”38. Como se sugirió anteriormente estos
métodos o regímenes, para Gilbert Durand se componen de símbolos que se
organizan, de manera diversa históricamente e incluso se transforman. Los regímenes
pueden homologarse con los parámetros y reglas eficaces que López Austin/Millones
señalan como las fundamentales para los efectos de comunicación de una comunidad.
Ahora bien, el cuerpo, dentro de esta reflexión, puede ser al mismo tiempo parte de una
cosmovisión y en sí mismo operar como estructura antropológica, pues es un gran
símbolo, de hecho, si seguimos a Mary Douglas el primer gran símbolo natural 39, sin
embargo, los contenidos de dicho símbolo tienen variantes histórico-culturales. Mi
propuesta específica, al interior del proyecto, es que los llamados “castigos” corporales
pueden permitir descifrar las estructuras imaginarias de una cultura así como las reglas

34
FOUCAULT, Michel, La arqueología del saber, Argentina, Siglo XXI, 2002 [1969].
35
BURKE, Peter, “Relevancia y deficiencia de la historia de las mentalidades”.Formas de Historia cultural, Madrid,
Alianza, 2000, pp. 207-230.
36
CHARTIER, Roger, El mundo como representación, Barcelona, Gedisa, 1999.
37
DOUGLAS, Mary, Pureza y peligro. Un análisis de los conceptos de contaminación y tabú, Madrid, Siglo XXI de
España editores, 1973.
38
LÓPEZ AUSTIN, Alfredo y MILLONES, Luís, Dioses del Norte, Dioses del Sur. Religiones y cosmovisión en
Mesoamérica y los Andes, Lima, IEP Instituto de Estudios Peruanos, 2008, p. 102.
39
DOUGLAS, Mary, Símbolos naturales. Exploraciones en cosmología, Madrid, 1970.

15
de comunicación y parámetros fundamentales que se generaron, o las de
incomunicación, entre dos culturas diferentes.

Preguntas para una apertura

Volvamos entonces a las posibilidades de la historia de las mentalidades en tanto


historia del cuerpo desde lo colonial como ruptura. En un contexto de enfrentamiento
bélico, ¿qué se debe comprender como violencia sobre los cuerpos? ¿Es admisible
cualquier tipo de afrenta sobre el cuerpo? ¿Qué podemos decir respecto de la
aceptación o no de las llamadas penas aflictivas o corporales de la tradición
occidental, entre los mapuche? ¿Todos los sistemas de justicia admiten este tipo de
penas? La tarea es ardua y trata de proponer una forma de indagar y de pensarnos.
La Capitanía General de Chile -un “complejo fronterizo”40 en la segunda mitad del siglo
XVII- permite explorar esta situación de forma privilegiada por cuanto las relaciones
entre españoles y mapuche se reformulan, hacia la llamada guerra ofensiva, en un
ciclo que inicia con el parlamento de Quilin en 1641 continúa con el levantamiento de
“indios” de 1655 y entra en crisis entre 1664 y 1668, con el gobierno de Francisco
Meneses.

A inicios del siglo XVII, luego del llamado desastre de Curalaba, en 1620 aprox. E
iniciarse el llamado “sistema de frontera” (distinguiéndose entre indios amigos, indios de
servicio e indios de guerra) los dos grandes núcleos demográficos mapuche el de la
frontera de Concepción y los de los territorios de Valdivia y Chiloé continental, habían
sufrido a escala diferente el estrago de la guerra (muchísimo menos los del sur del
Toltén) y el tránsito oscuro de las epidemias de tifus, escarlatina y viruelas (sobre todo,
las de 1619 y 1645, que fueron muy intensas), a la cual se debe sumar la paulatina
emigración indígena hacia las regiones transcordilleranas” 41. Rolando Mellafe señala

40 “un espacio de soberanías imbricadas formado por varias fronteras y sus hinterlands en el seno del cual distintos
grupos –sociopolítica, económica y culturalmente diversos- entran en relaciones relativamente estables en un
contexto colonial de luchas entre poderes imperiales” BOCCARA, Guillaume, “Génesis y estructura de los complejos
fronterizos euro-indígenas. Repensando los márgenes americanos a partir (y más allá)¨, Memoria Americana 13,
2005, p. 47.
41 TELLEZ, Eduardo, "Evolución Histórica de la Población Mapuche del Reino de Chile. 1536-1810", Historia

Indígena, Nº 8, 2004, pp. 114 y 115.

16
que hacia 1700 la población de Chile rozaba las 350 mil personas, mientras que la
mapuche se estabilizaba en torno a los 150 mil, siendo cerca de un millón en el
momento del contacto, cota que se habría mantenido durante el siglo XVII y XVIII 42.
Ahora bien, estos datos, espero se comprenda al llegar al final de esta lectura,
pretenden hacer más compleja la discusión sobre la cultura, desde una noción de
acontecimiento como zurco profundo. ¿Cómo se puede rastrear, conocer y reconocer
aquellos fragmentos de las claves profundas de un grupo históricamente, pero también
las claves de la gran transformación que supuso el contacto con los españoles
identificando las prácticas que permiten su conformación y transmisión? ¿Será el
cuerpo el soporte de inscripción de dicha historia? ¿Será válido postular tal cosa si no
sabemos cómo se tradujo, leyó e interpretó aquello que llamamos “cuerpo” a ambos
lados de la frontera? ¿Qué tipo de viajes debemos realizar hacia dentro y fuera del
propio cuerpo para leernos desde este nuevo territorio de la historia de las
mentalidades desde ACÁ?

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