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«Lo recuerdo», respondió el discípulo rec

onvenido. «Solía usted decir que ningún


hombre tendría inclinación por la cultura, si supiera lo increíblemente pequeño que es, en
definitiva, el número de las personas que pos
een una auténtica cultura, y que tiene por
fuerza que ser así. A pesar de ello, no será
posible ni siquiera ese pequeño número de
personas verdaderamente cultas, si no se dedica
a la cultura una gran masa, decidida a ello
exclusivamente por un engaño seductor, y en el fondo impulsada a ello contra su propia
naturaleza. En consec
uencia, no hay que
revelar nada públicamen
te con respecto a esa
desproporción ridícula entre el
número de las personas verdaderamente cultas y el enorme
aparato de la cultura. El verdadero secreto de
la cultura debe encontrarse en eso, en el
hecho de que innumerables hombres aspiran a la
cultura y trabajan con vistas a la cultura,
aparentemente para sí, pero en realidad sólo para hacer posibles a algunos pocos
individuos.» . (pagina 9)

En
el momento actual, nuestras escuelas están
dominadas por dos corrientes aparentemente contrarias, pero de acción igualmente
destructiva, y cuyos resultados confluyen,
en definitiva: por un lado, la tendencia a
ampliar
y a
difundir
lo
más posible la cultura, y, po
r otro lado, la tendencia a
restringir
y a
debilitar
la misma cultura. Por diversas razones, la cultura debe extenderse al círculo más
amplio posible: eso es lo que exige la primera tendencia. En cambio, la segunda exige a la
propia cultura que abandone sus pretensiones más altas, más nobles y más sublimes, y se
ponga al servicio de otra forma de vi
da cualquiera, por ejemplo, del Estado. (pagina10)

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