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Al crecer con la ayuda de los nutrientes de esos efluentes, las algas unicelulares del
género Chlorella ayudan a descontaminar este líquido y, al mismo tiempo, producen
cantidades apreciables de biomasa que podría utilizarse naturalmente o procesada
como abono.
Daniel explica que los excrementos y la orina que se descargan por los desagües de
los inodoros tienen entre sus principales componentes el carbono de la materia
orgánica, nitrógeno y fósforo. De drenárselos hacia los cursos de agua en grandes
cantidades, tanto el nitrógeno como el fósforo pueden provocar eutrofización, es decir,
el crecimiento excesivo de microorganismos acuáticos (especialmente algas), lo que
lleva a desequilibrios potencialmente serios de la comunidad de seres vivos presentes
en el agua, además de que cargan, tal como es lógico, posibles organismos causante
de enfermedades.
"Como alrededor del 50% de los municipios brasileños tienen menos de 10 mil
habitantes, y tan sólo una cuarta parte de éstos cuenta con sistemas de tratamiento de
desagües, sería posible preparar muchos lugares para que adopten ese concepto
desde el comienzo."
En los reactores que probó el equipo, las algas Chlorella se valen del nitrógeno y del
fósforo de las aguas negras, como así también de los micronutrientes presentes en los
desechos humanos para multiplicarse. El siguiente paso -que consiste en recolectar
las capas de microbios que crecieron en el líquido- puede hacerse de dos maneras,
comenta el investigador de la USP.
"En Holanda se emplea mucho la sedimentación, en la cual un polímero hace que las
algas se sedimenten y puede recolectárselas desde el fondo del reactor. Acá hemos
venido trabajando con la flotación: inyectamos aire comprimido en el líquido, y así se
forman burbujas en la superficie que contienen algas que suben. El brazo de un
raspador mecanizado va recogiendo esa biomasa y la lleva hacia una canaleta", dijo
Daniel.
Precisamente por haber absorbido el nitrógeno y el fósforo de las aguas negras, las
algas son ricas en estos elementos, que son esenciales para el abono a escala
industrial que se emplea actualmente. Para aprovechar ese potencial, también es
necesario trabajar en métodos eficientes de secado de la biomasa, explica Daniel. De
almacenárselas en forma húmeda, las células de las algas pueden terminar
rompiéndose, "derramando" justamente los nutrientes que deberían aprovecharse al
final del proceso.
"Allá no tienen sol todo el año como lo tenemos acá, por ejemplo, ni hace un calor tan
intenso como en Brasil, lo que a veces llega incluso a complicar el crecimiento de las
algas", ejemplifica Daniel. "Por eso mismo, el modelo del reactor holandés que
nosotros testeamos en la USP termina calentándose demasiado. Para llegar a una
escala mayor, debemos hacerle varios ajustes."
Una ventaja del uso de las Chlorella en el proceso indica que las algas ya se
encuentran presentes en la naturaleza y no requieren modificaciones genéticas para
cumplir su papel. Por ende, no habría problemas relacionados con el drenaje de las
aguas residuales tratadas hacia ríos y lagos.
"Si se deja una muestra de aguas residuales al aire libre, será colonizada
naturalmente: quedará verde", explica Daniel. Para el investigador, es importante
pasar a abordar a las aguas negras y a otros efluvios como potenciales recursos.
(Fuente: Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo)
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