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REDEFINIENDO EL REGISTRO MATERIAL 41

TRABAJOS DE PREHISTORIA
64, No 1, Enero-Junio 2007, pp. 41-64, ISSN: 0082-5638

REDEFINIENDO EL REGISTRO MATERIAL. IMPLICACIONES


RECIENTES DESDE LA ARQUEOLOGÍA DEL PAISAJE
ANGLOSAJONA

REDEFINING THE MATERIAL RECORD. RECENT IMPLICATIONS FROM


ANGLO-AMERICAN LANDSCAPE ARCHAEOLOGY

JAVIER SOLER SEGURA (*)

RESUMEN led to expounding the idea of landscape. Furthermore, this


commentary permits a tentative assessment of the repercus-
Tras examinar brevemente la evolución en el ámbito sions such conceptual parameters entail and constitutes,
anglosajón de las definiciones de registro arqueológico, así implicitly at least, an effort to elaborate and sustain a pro-
como del proceso por el cual se va conceptualizando lo es- mising horizon in the discipline.
pacial en la disciplina, se argumenta que el paisaje se con-
cibe como otra manera de ampliar las definiciones maneja- Palabras clave: Teoría arqueológica. Arqueología del Pai-
das de registro. Rastreados ambos procesos se analiza, tras saje. Registro arqueológico. Dimensión espacial. Historio-
concretar algunos de sus referentes teóricos, qué es lo que grafía.
actualmente se entiende en Arqueología por paisaje, así
como la manera en que se está abordando. De esta forma se Key words: Theoretical Archaeology. Landscape Archaeo-
concretan y valoran sus singularidades, se rastrean algunas logy. Archaeological Record. Spatial Dimension. Historio-
de las influencias que han llevado a plantear el problema del graphy.
paisaje y se evalúan las repercusiones que sus afirmaciones
suponen para el estudio del pasado en Arqueología.
1. INTRODUCCIÓN

ABSTRACT De entre la producción científica generada en los


últimos años en el campo de la prehistoria destacan,
After offering a brief analytical description of the evo- por su dinamismo y calidad reflexiva, los estudios
lution of definitions of the archaeological record within the que se enmarcan dentro de la denominada Arqueo-
Anglo-American world and specifically of the spatial, the logía del Paisaje, término con el que recientemen-
conceptualization of landscape is considered yet another te se ha conceptualizado el estudio de la dimensión
way of augmenting the catalogue of definitions that charac- espacial de las sociedades del pasado. Por dimen-
terize the discipline of Archaeology. An examination of both sión espacial se hace referencia en este texto al
processes, including attention to pertinent theoretical is- conjunto heterogéneo de estudios desarrollados
sues, analyzes just what is understood in Archaeology by desde las llamadas Arqueología Espacial, del Terri-
landscape and how exactly it came to be conceptualized. torio o del Paisaje, intentando con ello respetar los
This scrutiny allows an evaluation of the singularities of the distintos énfasis teóricos que han conformado a
concept and offers an appraisal meant to elucidate just what dichos enfoques.
Aunque a simple vista puedan parecer un desa-
(*) Becario de Investigación del Gobierno de Canarias. Dpto. rrollo más de anteriores formas de abordar el regis-
de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua. Facultad de Geo- tro arqueológico, lo cierto es que en algunos de esos
grafía e Historia. Campus de Guajara, Universidad de La Laguna.
Santa Cruz de Tenerife, 38071. Correo electrónico: jsoler@ull.es estudios se están llevando a cabo, a veces de forma
Recibido: 14-VI-2006; aceptado: 14-XI-2006. velada, el cuestionamiento de algunas premisas

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esenciales de la práctica arqueológica. Lo que pa- entenderse el paulatino énfasis otorgado al concep-
rece diferenciar a estos estudios de eclosiones teó- to de paisaje, en contraste con términos tan aparen-
ricas pasadas es que, frente a lo ocurrido con ante- temente similares como los de espacio o territorio,
rioridad, la reflexión y crítica teórica vienen que expresan, en función de la orientación teórica
acompañadas de un utillaje metodológico que co- de cada autor, una relevancia hacia aspectos teóri-
mienza a ser asumido, en ocasiones de forma in- co-metodológicos muy concretos.
consciente, por investigadores alejados de los estu- Pese a que el grupo principal de los aquí anali-
dios del paisaje. zados ha sido asimilado al postprocesualismo y al
Este artículo persigue aproximarse a las inves- posmodernismo (por ejemplo Barbara Bender,
tigaciones y aportaciones teórico-metodológicas Mark Edmonds, Julian Thomas o Christopher Ti-
que algunos arqueólogos anglosajones han desarro- lley), las recientes aproximaciones a la dimensión
llado en la última década dentro de la llamada Ar- espacial en Arqueología están siendo dirigidas tam-
queología del Paisaje. Dicho de otra manera, las bién por autores como Wendy Ashmore, John C.
líneas que siguen pretenden ofrecer una contextua- Barrett, Richard Bradley, Timothy Darvill, Tim
lización y valoración de estos nuevos estudios con Ingold, Andrew Sherratt, etc, que están muy lejos
el fin de analizar y evaluar la viabilidad de estas de adscribirse a dichas posturas. No obstante, todos
aproximaciones para el estudio del pasado. Como ellos emplean y manejan, independientemente del
consecuencia de la riqueza y complejidad de la pro- posicionamiento teórico que defienden, un vocabu-
ducción bibliográfica realizada por dichos investi- lario, unas temáticas y unas ideas comunes que
gadores, se hace necesario acotar el estudio tempo- rompen con las anteriores formas de aproximarse
ral y geográficamente. Así, las líneas que siguen a lo espacial. Así, y aunque con importantes mati-
intentan aproximarse a los estudios del paisaje que zaciones, esta nueva forma de abordar la dimensión
han sido elaborados, fundamentalmente, en el ám- espacial en Arqueología podría explicarse, en parte,
bito anglosajón en las dos últimas décadas. Esto, por los cambios experimentados dentro de la disci-
por supuesto, no implica que similares esfuerzos plina ante eso que ambiguamente se denomina crí-
teóricos y metodológicos no se estén llevando a tica a la modernidad. Dicho término hace referen-
cabo en otros ámbitos geográficos, incluido nues- cia a la puesta en cuestión de principios y categorías
tro país. Aunque este artículo pretenda centrarse en concebidas como naturales y ha supuesto, se llegue
las referencias que con mayor profusión son citadas a estar o no de acuerdo con ello, un enriquecimiento
en los estudios anglosajones del paisaje, lo cierto es disciplinar muy importante al incorporar en las
que no pueden obviarse los desarrollos que diver- explicaciones del pasado variables no consideradas
sos arqueólogos españoles están planteando en la hasta ahora. Pero por otra parte, deben también
actualidad, muchos de los cuales se articulan bajo valorarse las influencias de otras tradiciones teóri-
algunas de las premisas que se exponen en esta re- cas como el feminismo, la geografía humanística,
flexión (1). la hermenéutica o el propio desarrollo interno de la
En general, y como veremos, este conjunto he- Arqueología, pues han favorecido la aparición de
terogéneo de autores ha redefinido su objeto de aproximaciones dentro de la disciplina que persi-
estudio con el fin de enriquecer sus explicaciones guen resolver muchas de las limitaciones que co-
sobre el comportamiento espacial de las sociedades menzaron a señalarse en la década de los años
pretéritas y actuales. Esto les ha llevado a cuestio- ochenta.
nar o descartar algunos de los conceptos empleados El empleo por parte de los arqueólogos de térmi-
tradicionalmente, y, en consecuencia, a trazar suti- nos como paisajes culturales, simbólicos, sagrados,
les diferencias. Es en este sentido en el que debe cognitivos, etc, ha permitido encauzar las insatis-
facciones que, en los últimos años, generaron las
visiones economicistas y/o adaptacionistas de la
(1) Para valorar las aportaciones realizadas desde el ámbito
español pueden verse las tendencias que sobre este tema se trata- dimensión espacial. El decidido acercamiento a
ron en 1998 en el Congreso de Arqueología del Paisaje de Teruel. dichos aspectos ha ido articulando diversas estra-
Una atención más específica merecen las importantes contribucio- tegias que intentan incorporar variables menos evi-
nes que ofrecen los trabajos realizados por Felipe Criado Boado
y el Laboratorio de Arqueología y Formas Culturales de la Uni- dentes del conocimiento humano, elementos que no
versidad de Santiago de Compostela-CSIC, así como los del gru- siempre pueden ser detectados fácilmente en el re-
po de investigación ATLAS de la Universidad de Sevilla o los del
equipo de investigación del proyecto “Estructura social y territo-
gistro arqueológico.
rio: Arqueología del paisaje” del Instituto de Historia del CSIC. La consecuencia práctica más directa de todo

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esto es la creación de un aparato metodológico que 2. LA MATERIALIDAD DEL REGISTRO


está comenzando a desarrollarse en algunas inves- ARQUEOLÓGICO
tigaciones recientes. Se están dejando de lado he-
rramientas que han constituido la base analítica del Desde sus orígenes, la Arqueología se ha visto
estudio de la dimensión espacial (desde los polígo- en la necesidad de hacer frente a un problema fun-
nos Thiessen hasta los análisis de captación econó- damental, en la medida en que merma sus preten-
mica), para acentuar planteamientos que profundi- siones de ciencia social y afecta a todos los aspec-
zan en relaciones físicamente menos tangibles. Es tos de la disciplina. Se trata de las limitaciones que,
en este sentido en el que debe valorarse la relevan- directa e indirectamente, impone el registro arqueo-
cia otorgada a aspectos como la visibilidad, pues lógico. Es decir, las repercusiones teóricas y meto-
ofrecen nuevas posibilidades para el estudio ar- dológicas que supone estudiar una realidad tan
queológico, permitiendo así enriquecer las explica- compleja como las sociedades humanas a partir de
ciones del pasado. retazos materiales como la cerámica, los huesos o
De entre sus repercusiones, la que parece mos- los útiles líticos.
trar mayor trascendencia es la que se relaciona con Lo que puede definirse como el problema de la
las limitaciones que, para la disciplina, presenta el materialidad hace referencia a las limitaciones que
registro arqueológico. Aunque no llega a abordar- las diversas concepciones del registro material
se explícitamente, muchos de estos autores termi- imponen al trabajo cotidiano de la Arqueología.
nan evidenciando las deficiencias que plantean las Toda pretensión por ir más allá de la mera identifi-
distintas definiciones manejadas de registro ar- cación de evidencias físicas, del reconocimiento de
queológico, al tiempo que reclaman la superación actividades económicas o de la valoración de impo-
de dichas limitaciones. En este sentido, puede argu- siciones ecológicas ha de enfrentarse, necesaria-
mentarse que muchos de los esfuerzos que se están mente, a las limitaciones y deficiencias que el regis-
llevando a cabo dentro de la Arqueología del Pai- tro arqueológico plantea para sus inferencias.
saje se orientan a trascender las limitaciones que la Un rápido vistazo a la bibliografía de los últimos
materialidad del registro arqueológico impone a los setenta años permite identificar, como elemento
estudios del pasado. El desarrollo metodológico recurrente, los intentos que los arqueólogos han
experimentado, la insistencia en nuevos aspectos y realizado al abordar el estudio de las evidencias
el abandono de determinadas técnicas de análisis, empíricas, ya sean elementos cerámicos, óseos o de
buscan ampliar, mediante la aplicación de elemen- cualquier otra índole, obtenidos en el proceso de
tos más perceptivos, la definición de lo que es el excavación arqueológica. Estos esfuerzos han pre-
registro arqueológico y, por ende, ofrecer explica- tendido superar las limitaciones del registro me-
ciones que abarquen y den respuesta a un mayor diante la ampliación de la información a barajar, de
número de incógnitas. exprimir lo más posible los datos disponibles, de
En resumen, no se trata de examinar detallada- intentar descubrir una nueva evidencia que permita
mente a cada uno de estos autores, ni mucho menos ir más allá de la mera concreción del registro, bá-
todas sus aportaciones, pues como se podrá com- sicamente, de superar la realidad física del objeto
probar, no todos aceptan la amplitud de argumen- analizado. Así, y como se desprende de las distin-
tos esgrimidos, aunque sí comparten intereses co- tas obras que abordan la historia de la Arqueología,
munes. Lo que se persigue, en última instancia, es aquello que ha ido definiéndose como dato arqueo-
analizar el impacto que ha tenido en Arqueología, lógico, es decir, el registro material, ha ido progre-
y concretamente en los análisis de la dimensión es- siva e ininterrumpidamente ampliándose y comple-
pacial, algunas de las reformulaciones teóricas que jizándose hasta adquirir límites inabarcables.
han afectado recientemente al resto de disciplinas La ampliación de esta base empírica puede per-
sociales. Se busca, por tanto, valorar su asimilación cibirse con detalle en el propio proceso de recupe-
atendiendo, fundamentalmente, a las reflexiones ración de datos sobre el terreno: en la excavación
contenidas en sus aplicaciones prácticas, argumen- arqueológica. Como ha recordado recientemente
tando cómo el reciente desarrollo de los estudios del Steve Roskams, las aproximaciones al trabajo de
paisaje (en sus más diversas acepciones) parece ser campo arqueológico se han transformado a lo lar-
consecuencia del intento por trascender las limita- go de los años, reflejando el desarrollo de las estruc-
ciones que el registro arqueológico impone a nues- turas ideológicas, tecnológicas y sociales (Roskams
tras explicaciones del pasado. 2003: 19-43). En este proceso de transformación de

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las técnicas y métodos de excavación puede iden- serie de autores, los nuevos esfuerzos llevan im-
tificarse el cambio de orientación que marca la plícitos una distinción muy significativa. A dife-
paulatina ampliación de la definición de registro rencia de lo que ocurriera en épocas anteriores, lo
material. De la apertura de túmulos mediante la rea- que ahora se plantea es un desplazamiento del én-
lización de fosas a finales del siglo XIX, se abogó, fasis otorgado a la materialidad, entendida ésta
durante la primera parte del siglo XX, por el empleo como una propiedad natural y objetiva de los ele-
de cuadrículas y catas, promoviendo así el control mentos que componen el registro arqueológico. En
estricto de la estratigrafía. Posteriormente se pasó otras palabras, lo que está ocurriendo, o mejor di-
a la excavación de yacimientos en amplias áreas cho, lo que ya ha sucedido en algunos ámbitos de
abiertas, con la insistencia en la identificación de las la Arqueología, es que se ha pretendido, y en oca-
relaciones estratigráficas y en la precisión del dibu- siones logrado, romper con la tradicional limita-
jo durante los años 60, para finalmente, en las últi- ción que ha impuesto el objeto, para dar paso a
mas décadas, insistir en el desarrollo de técnicas nuevas perspectiva de análisis que incorporan unas
que reconozcan las diferencias de tonalidad en los tradiciones que, como veremos, no habían tenido
distintos tipos de estratos o registren la formación cabida en la Arqueología y que, independiente-
y transformación de los depósitos arqueológicos mente de si se está de acuerdo o no con ellas, lo
(Roskams 2003: 25-26). cierto es que enriquecen significativamente a esta
Este proceso de renovación constante de las téc- disciplina.
nicas de excavación refleja mucho más que la sim- Pero ¿qué tiene que ver este problema, este trau-
ple evolución de la metodología arqueológica. Por ma sin resolver, con el paisaje, con la aplicación de
ejemplo, como a nadie se le escapa ya, hasta el de- métodos y técnicas que tienen en el ámbito territo-
sarrollo de la técnica de datación por radiocarbono, rial su centro de atención? Contemplado global-
a finales de los años 40 del siglo pasado, se presta- mente, este énfasis por aproximarse al estudio del
ba poca o ninguna atención a los residuos de carbón Landscape no es más que otra vuelta de tuerca en
en las excavaciones arqueológicas. Sólo después de el trauma de la materialidad del registro arqueoló-
los años 50 tales residuos fueron buscados y reco- gico, es decir, otra forma de abordar y resolver el
gidos con todo cuidado para remitirlos a los labo- mismo problema. Como se verá más adelante, el
ratorios y examinar su contenido (Watson et al. paisaje como temática implica en Arqueología aho-
1974: 128). Sin embargo, este hecho, que podría ra mucho más que un simple campo, es la plasma-
interpretarse como la aplicación en Arqueología de ción de un interés que va más allá. Con el paisaje
los logros técnicos desarrollados en otras discipli- estos autores aspiran a abrir nuevos caminos den-
nas, no podría entenderse si no se partiera de una tro de la disciplina, buscan trascender las estrechas
determinada concepción de la Arqueología que re- definiciones de registro arqueológico, pretendiendo
clama el uso sistemático de métodos científicos ampliar pues, las miras de la Arqueología incorpo-
para el estudio del pasado. rando nuevos elementos a considerar y nuevas evi-
Como también se evidenciará en líneas posterio- dencias no interpretadas tradicionalmente como fí-
res al tratar el paisaje, la aplicación de la fotografía sicas.
aérea, del carbono14, de la dendrocronología, de
los equipos de teledetección, de la informatización
de los registros del yacimiento, de GPSs, de Siste- 2.1. La transformación del registro material
mas de Información Geográfica, etc, supone el re- en Arqueología
conocimiento de la necesidad de contar con un
mayor número de información que permita profun- En comparación con otros aspectos teóricos, no
dizar en aspectos no registrados hasta entonces. han sido muchas las ocasiones en las que los ar-
Pero esta evolución de las técnicas de trabajo de queólogos han analizado de forma explícita las
campo supone también una transformación en la implicaciones que la materialidad del registro pre-
visión de la naturaleza de los datos arqueológicos senta en Arqueología. Es cierto, sin embargo, que
y, por tanto, de la interpretación manejada de regis- constituye un problema que aparece de forma in-
tro material. termitente en la mayoría de reflexiones teóricas
Es en este sentido en el que debe entenderse el realizadas, aumentando de forma importante a par-
cambio que en los últimos años ha sufrido este pro- tir del impacto de la crítica postprocesual. Tal he-
ceso de acumulación de nuevos datos. Para una cho debe entenderse, siguiendo a Linda Patrik

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(2000: 109-110), como consecuencia de la falta de muchos arqueólogos, las dificultades que deben
una sistematización en su definición, en la medida afrontarse cuando se estudia el pasado a partir del
en que se asocia, sin excesivo problema, evidencia registro material. En ella se acepta, implícitamen-
con registro material. Cuáles son los componentes te, la necesidad de contar primero con la informa-
básicos del registro, cómo se define lo que se regis- ción procedente de los niveles más bajos, para lue-
tra, o cómo se interpretan los procesos de forma- go pretender ir ascendiendo en el conocimiento de
ción de las distintas características y de su ordena- otros aspectos, no tan tangibles, de las sociedades
ción son aspectos fundamentales para la disciplina del pasado. Sin embargo, y como ya apuntaron al-
arqueológica, y que han sido entendidos a lo largo gunos críticos del procesualismo, esta forma de
de los años de forma muy diferente. abordar el estudio del pasado conlleva, en sí misma,
El registro arqueológico podría definirse como la imposibilidad de poder acceder a esferas más
aquellas evidencias manejadas por los arqueólogos altas de la jerarquía, en la medida en que nunca se
en su pretensión por dilucidar las pautas de compor- podrá contar con la suficiente información para ir
tamiento de las sociedades del pasado. Dichas evi- abordando escalones más altos.
dencias abarcarían desde los propios objetos mate- Desde este punto de vista, los restos materiales
riales, fruto de las actividades humanas, hasta los son tratados como representación actual de deter-
procesos simbólicos, pasando por los factores minados aspectos del pasado (Barrett 2002: 142).
medioambientales, las pautas de comportamiento Es decir, que queda implícita la idea de que si se
o la propia documentación bibliográfica generada conocen las pautas de formación del registro ar-
por los investigadores. queológico pueden conocerse las diferentes opera-
Sin embargo, una definición de tal calibre lleva ciones acontecidas en el pasado. De esta forma, los
implícita para algunos la consideración de que el mecanismos que crearon cada uno de esos patrones
registro arqueológico lo componen todos aquellos son abordados en términos generales, es decir, en
datos relevantes que contribuyan a resolver el pro- términos de procesos universales que se repiten en
blema particular del investigador (Watson et al. un cierto plazo de tiempo y de espacio y que dan
1974: 128). Es decir, el registro arqueológico se lugar a agrupaciones de materiales y a organizacio-
constituye como un gran saco sin fondo que reúne nes jerárquicas internas (ibidem: 144).
todas las evidencias que puedan inferirse de los Una breve aproximación a las formas en que la
objetos analizados. En esencia, lo que esto está disciplina arqueológica se ha aproximado al estu-
planteando es la incapacidad, que algunos arqueó- dio del registro material puede ejemplificar esta
logos otorgan a la Arqueología, de ser una discipli- idea. Quede claro que no se pretende un estudio
na capaz de explicar los complejos procesos que ca- minucioso de cómo se ha producido, los problemas
racterizan a las sociedades humanas, en la medida que ha planteado o las repercusiones que ha ocasio-
en que sólo a través del aumento de la información nado esta transformación, sino tan sólo evidenciar
se podrá explicar de forma veraz el pasado. el paulatino cambio de énfasis que los arqueólogos
Esta idea puede rastrearse en muchos de los es- han ido experimentando al abordar el registro ma-
tudios que tradicionalmente han pretendido una terial.
sistematización del registro arqueológico. Un ejem- A grandes rasgos, la visión que sobre el registro
plo, profusamente citado, es la metáfora que arqueológico se plantea durante la primera etapa de
Christopher Hawkes planteó en 1954. En dicho la Arqueología como disciplina se basa en la idea,
estudio discutía la necesidad de tener en cuenta ampliamente desarrollada por la arqueología histó-
hasta siete niveles de inferencia en lo que al regis- rico-cultural durante los siglos XIX y XX, de que
tro material se refiere. Postuló que las inferencias los objetos, en su agrupación en culturas arqueoló-
sobre las actividades humanas se organizan en una gicas, constituyen la expresión material de los pue-
escala creciente de dificultad que tiene en la tecno- blos del pasado. Esta idea, que se canaliza a partir
logía la categoría más baja y sencilla, mientras que de intereses nacionalistas y étnicos, condicionó el
en la economía, la organización social y política y estudio del registro enfatizando las características
la ideología los niveles más altos y complicados únicas y circunscribiendo geográficamente dichas
(Hawkes 1954 en Trigger 1992: 362; Johnson entidades arqueológicas. Las culturas así se defi-
2000: 116-117). En esta metáfora piramidal, tam- nían a partir de listas de tipos de objetos que, en
bién conocida como jerarquía de Hawkes, los sie- combinaciones y distribuciones, generaban co-
te niveles de inferencia condensan, en opinión de lecciones de características individuales (Trigger

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1992: 181-182). Sin entrar en las profundas impli- viabilidad de aproximaciones más positivas a las
caciones que esta concepción del registro supuso en limitaciones del registro arqueológico, es decir,
las explicaciones ofrecidas en los estudios arqueo- reconocerá la posibilidad de inferir consecuen-
lógicos, lo cierto es que esta visión limitó signifi- cias socioeconómicas del estudio de los artefac-
cativamente el grado de información que pudiera tos materiales, avanzando así en la jerarquía de
derivarse del registro material. En la medida en que Hawkes.
se destacaban las diferencias y particularidades Imbuidos por principios positivistas y neoevo-
observadas entre los objetos, más que los aspectos lucionistas entenderán que el problema del registro
que pudieran tener en común, se llegaron a generar arqueológico no reside tanto en la naturaleza de los
complejas clasificaciones crono-tipológicas que datos, sino en la incapacidad de los arqueólogos
definían a subgrupos específicos dentro de distin- para plantear problemas interpretativos de relevan-
tas subculturas que componían un único horizonte cia (Trigger 1992: 362). En palabras de Watson et
cultural. En esencia, lo que se estaba aceptando era al. (1974: 126), la relación entre los restos y los ob-
que un número reducido de rasgos materiales po- jetos originales y la relación entre éstos y la estruc-
dían describir y explicar la complejidad de las cul- tura social está ahí, y la misión del arqueólogo con-
turas del pasado. siste en encontrar los métodos para descubrirlas e
Pese a importantes excepciones, entre las que interpretarlas. Este énfasis en la incapacidad por
destacan, por supuesto, los últimos trabajos de Gor- parte del arqueólogo condicionará el desarrollo de
don Childe, lo cierto es que la información despren- todo un bagaje teórico y metodológico que, como
dida de esta forma de entender el registro, vista con se verá más adelante en el estudio de los análisis
perspectiva, se podría considerar como insuficiente. espaciales, permitió ordenar, clasificar y cuantifi-
Sin embargo, esta idea negativa del registro arqueo- car las evidencias materiales del registro arqueoló-
lógico fue magnificada de forma peyorativa por la gico. Buena parte de estos desarrollos serán fruto
Nueva Arqueología Americana, en su pretensión del interés que despertará, en este contexto teórico,
por erigirse en alternativa a la arqueología históri- los ejemplos etnográficos y la arqueología experi-
co-cultural (Johnson 2000: 37). Tal precariedad, mental.
que no impidió la consecución de importantes lo- El nivel más refinado en la aplicación de estos
gros, responde a una determinada forma de hacer y principios al estudio del registro material lo ofrece,
entender la Arqueología que dista mucho del pos- sin duda, la sistematización conceptual que Da-
terior interés por los aspectos sociales y económi- vid Clarke plantea en su Arqueología Analítica
cos. Y que por tanto debe valorarse en función de los (Clarke 1984). Se abogará por una aproximación al
propios objetivos perseguidos por la arqueología registro material enfatizando la necesaria interrela-
histórico-cultural, no a partir, como pretendió la ción que se establece entre las distintas entidades
Nueva Arqueología, de las limitadas soluciones que arqueológicas, evidenciando así la infinidad de re-
ofreciera a problemas que no se habían planteado. des presentes entre los restos fósiles y los sistemas
En última instancia, lo que esta visión estática del socioculturales. De esta forma Arqueología Analí-
registro generó fue la identificación de rasgos des- tica contribuirá al desplazamiento de la relevancia
criptivos que capacitó a generaciones posteriores de otorgada a los objetos físicos en favor de un mayor
arqueólogos para ordenar racionalmente conjuntos, énfasis de la información que se extrae de los atri-
aparentemente desconectados, de objetos. Es decir, butos de los artefactos (ibidem: 11-16); es decir, se
planteó las bases para posteriores modelos secuen- propone la singularización del artefacto en nume-
ciales de ordenamiento tipológico que comenzaban rosos atributos independientes, con el fin de selec-
a asumir el desarrollo tecnológico y económico cionar conjuntos de entidades manejables analíti-
como relevantes en el estudio del pasado (Clarke camente. Pese a reconocer que la selección de
1984: 8). atributos depende del observador, de su marco de
Frente a esta forma de abordar el estudio del re- referencia, de su idiosincrasia personal, para Clarke
gistro material, se impondrá, aunque sin eclipsar- una selección consciente de hechos permitirá gene-
la totalmente, una visión alternativa que enfatiza- rar cada vez más un conocimiento menos subjeti-
rá las potencialidades del registro arqueológico, vo (ibidem).
subrayando el orden sistemático de los restos con- Junto a estas dos concepciones teórico-metodo-
servados. Frente a las descripciones tipológicas lógicas que dominan aún hoy gran parte de la prác-
tradicionales, la Nueva Arqueología planteará la tica arqueológica, irá desarrollándose, a partir de

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los años 80 del siglo pasado, un ambiente intelec- lado las implicaciones que sobre el concepto de ob-
tual que proporcionará un contexto en el que asentar jetividad científica muestra (Wylie 1999), en lo que
las crecientes insatisfacciones que las aplicaciones al registro arqueológico se refiere, la crítica femi-
más rigurosas de la Nueva Arqueología comenza- nista se ha dirigido fundamentalmente a enfatizar
ban a generar. En lo que al registro material se re- la evidente ambigüedad que éste presenta (Tring-
fiere, la aplicación en Arqueología de corrientes de ham 2000: 188). En la búsqueda por identificar en
pensamiento como el feminismo, el marxismo o el el pasado a las mujeres, muchas de las investigado-
estructuralismo, así como la influencia de las re- ras feministas han demostrado cómo los valores
flexiones de determinados pensadores y la indiscu- androcéntricos también configuran la naturaleza de
tible complejidad arqueológica que los estudios las interpretaciones arqueológicas. Si esta aprecia-
etnográficos comenzaban a demostrar, evidencia- ción es cierta, algo que parece no poder discutirse,
rán primero y plantearán después las contradiccio- las explicaciones planteadas hasta ahora deben ser
nes interpretativas de la cultura material, poniendo reformuladas en el sentido de incorporar, como
en duda el sentido común de muchas de esas afirma- mínimo, esas nuevas variables en la ecuación. Pese
ciones. A diferencia de la orientación funcionalis- al excesivo apego de los estudios feministas por
ta de los estudios procesuales, la mayoría de las asimilar el concepto de género con el de mujer (4),
críticas que conformarán el postprocesualismo en lo cierto es que la arqueología de género ha demos-
el ámbito anglosajón, incentivará un creciente in- trado cómo determinados aspectos básicos que es-
terés por los aspectos simbólicos del registro mate- tructuran el mundo que nos rodea han sido delibe-
rial, en la medida en que concebirán el objeto como radamente obviados en las representaciones del
una entidad culturalmente constituida, cargada de pasado manejadas hasta ahora.
significados culturalmente especificados y reclasi- De igual forma, y en paralelo y mutua influen-
ficados de acuerdo con categorías culturalmente cia con la crítica feminista, desde los años 80 del
constituidas (Kopytoff 1991: 92). siglo pasado comienza a tomar forma, dentro de la
Un acercamiento clave para entender este re- propia disciplina, una conceptualización alternativa
planteamiento del registro material en Arqueología del registro arqueológico. Frente a la concepción de
lo constituye el feminismo. Pese a la escasa aten- un registro fósil que ha de ser descubierto a través
ción prestada, posiblemente sea esta forma de acer- de una metodología eficaz, se planteará un mode-
carse al estudio de la realidad la que más repercu- lo que concibe el registro arqueológico como si de
siones ha tenido, en las últimas décadas, en el un texto se tratase, es decir, que los artefactos, es-
conjunto de saberes humanos. Conceptualizado en tructuras arquitectónicas, residuos, sepulcros, etc.,
Arqueología como Arqueología de Género, su no serían, como podrían plantear los arqueólogos
aportación fundamental queda enmarcada en el te- procesuales, resultado de la respuesta dada por las
rreno epistemológico, pues se ha orientado al estu- poblaciones del pasado a las condiciones cambian-
dio del sesgo androcéntrico en la disciplina, a la tes de su medio ambiente, sino que serían símbolos
crítica de las estructuras de poder que dominan la materiales que se codifican dando lugar a significa-
práctica académica, a la visibilidad de las mujeres dos. Así, influidos por la lingüística estructural, los
en la historia de la Arqueología o, más recientemen- estudios de semiótica y por las teorías del símbolo,
te, al estudio del género como categoría de análisis estos arqueólogos propondrán, en un primer mo-
del pasado (2). Sin embargo, lo verdaderamente re- mento, aproximarse al registro material entendien-
levante para la disciplina lo constituye el hecho de do que las evidencias arqueológicas no son sim-
plantear toda una serie de críticas demoledoras a la plemente agregaciones de evidencias físicas de
concepción tradicional del conocimiento, implica- acciones pasadas, sino que serían un conjunto
ciones que para la Arqueología en general y para el
estudio del registro material en particular, suponen
aún refutadas, o dicho de otra manera, el reconocimiento de las
importantes puntos de inflexión (3). Dejando de implicaciones que conlleva parte de la teoría feminista supone la
puesta en duda de la propia producción de conocimiento, pues al
revelar el sesgo masculino del método y las teorías científicas
(2) Un buen ejemplo de las temáticas abordadas en la deno- objetivas occidentales, las críticas feministas han puesto en cues-
minada arqueología de género pueden rastrearse en la compila- tión el propio concepto de objetividad (Wylie 1999: 34-35). Una
ción de artículos realizada por Colomer i Solsona et al. (1999). aproximación fundamental a este problema puede verse en Don-
(3) La escasa atención prestada a las aportaciones del femi- na J. Haraway (1995).
nismo en las ciencias humanas debe entenderse, fundamentalmen- (4) Para un crítica del concepto esencialista de mujer puede
te, en la medida en que las críticas formuladas no han podido ser verse, por ejemplo, Joan W. Scott (1999).

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de signos que codifican y comunican ideas, accio- ción mediante la aplicación de estudios empíricos.
nes y acontecimientos (Hodder 1982: 186 y 217; Así, y a excepción de una primera etapa caracteri-
Shanks y Tilley 1987: 130-134; Patrik 2000: 130- zada por un mínimo interés explícito en la dimen-
131). Sin entrar en este profundo debate que ha sión espacial, y donde las clasificaciones crono-ti-
condicionado muchas de las discusiones teóricas de pológicas marcaron los estudios arqueológicos, con
la disciplina de los últimos veinte años, hay que la llegada de la Nueva Arqueología comienzan a
señalar que la radicalidad de muchas de las postu- desarrollarse acercamientos centrados en las distri-
ras defendidas a inicios de los años 80 ha sido sus- buciones de asentamientos, en elementos medio-
tancialmente atemperada (Thomas 1998: 107-108; ambientales o en la disponibilidad de recursos.
Yentsch y Beaudry 2002: 227; Bauer 2002: 47-48). Como se ha afirmado en reiteradas ocasiones, la
Sin llegar a rechazar sus principios básicos, el tono Nueva Arqueología no inaugura nada nuevo en los
empleado ha variado en el sentido de aceptar las estudios del pasado (Trigger 1992: 277; Johnston
dificultades que el reconocimiento de la textualidad 2000: 39). Sin embargo, su aportación fundamen-
del registro arqueológico implica, sobre todo, desde tal consistió en encauzar las diferentes insatisfaccio-
el punto de vista metodológico. nes que, sobre la forma de hacer Arqueología, ge-
Es en este punto en el que el paisaje como evi- neraba la arqueología histórico-cultural. Entre los
dencia arqueológica adquiere una importancia elementos que caracterizaron a este movimiento, y
inusitada. Contemplado en el contexto general del que en buena medida explicarán las peculiaridades
registro material, los esfuerzos realizados para tras- de sus aproximaciones a la dimensión espacial, de-
cender el paisaje más allá de estudios sobre la rea- ben mencionarse su afán por la adaptación (la cul-
lidad física del espacio o como mera aproximación tura se define como el mecanismo utilizado por las
adaptativa al territorio, serían nuevas formas de sociedades humanas para adaptarse al medio cir-
ampliar y dotar de mayor sentido las fronteras de la cundante) (Binford 1965: 209); el empleo de la
materialidad del registro. Estos intentos, como ve- Teoría General de Sistemas (la cultura es un siste-
remos, se han orientado tanto a las formas como a ma general compuesto por subsistemas que se en-
los modos de aproximarse a lo espacial. Es decir, cuentran en equilibrio dinámico mediante la inter-
por una parte, los estudios sobre el paisaje han se- comunicación de sus atributos) (Clarke 1984:
guido interesándose por la aplicación de métodos 36-37); la insistencia en la evolución cultural (existe
y técnicas novedosos que buscan un tratamiento un proceso evolutivo que enfatiza la presencia
más riguroso de los datos manejados (un buen de diferentes estadios de desarrollo los cuales
ejemplo serían los Sistemas de Información Geo- expresan específicos niveles de adaptación y orga-
gráfica), pero al mismo tiempo, y a diferencia de lo nización) (Redman 1990: 25); así como la conside-
ocurrido en los años 60 y 70 del siglo pasado, al ración de la Arqueología como disciplina explícita-
tratar de reformular la concepción tradicional del mente científica (la Arqueología puede contribuir
registro arqueológico, han incentivando un tipo de a formular y contrastar las leyes generales del com-
evidencias que no necesariamente ha de contar con portamiento humano y cultural) (Watson et al.
un referente físico directo. 1974: 18).
Entre las metodologías espaciales desarrolladas
al amparo de la Nueva Arqueología, destacaron, por
2.2. La mutación de la dimensión espacial la profusión de sus aplicaciones, un número impor-
tante de métodos y técnicas que desarrollaban los
Esta evolución interna de la disciplina arqueoló- principios teóricos apuntados anteriormente. El
gica puede también rastrearse en la evolución de los interés por los aspectos ecológicos, la aplicación de
estudios espaciales (5). Las distintas visiones ma- enfoques sistémicos o la búsqueda de razonamien-
nejadas de la dimensión espacial han generado tos lógicos y funcionales al registro arqueológico,
intereses diferentes y por tanto desarrollos metodo- facilitaron el empleo de modelos como el Análisis
lógicos alternativos, que han buscado su contrasta- del vecino más próximo, la Teoría del Lugar Cen-
tral o el Análisis de captación económica a las dis-
(5) Para un análisis más detenido de este apartado puede ver- tribuciones espaciales del pasado. La mayoría de
se Soler Segura 2004: Teoría, paisaje y Arqueología. Análisis de estos métodos, desarrollados fundamentalmente
los recientes acercamientos a la dimensión espacial en la arqueo-
logía anglosajona. Memoria de Licenciatura. Universidad de La
desde la Geografía y la Escuela Paleoeconómica de
Laguna. La Laguna . Cambridge, tendían a analizar las relaciones terri-

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REDEFINIENDO EL REGISTRO MATERIAL 49

toriales entre yacimientos, esencialmente a partir de generadas se orientaron a enfatizar que el encuadre
criterios basados en el tamaño o la distancia, infi- de los análisis espaciales se venían realizando desde
riéndose de ellos, posteriormente, distintas relacio- esquemas eminentemente maximizadores, en los
nes jerárquicas. Así, entre los factores manejados que, en última instancia, la relación coste-beneficio
para explicar una determinada distribución de ya- estructuraba la comprensión y explicación de la
cimientos se tenían en cuenta variables como la presencia o no de yacimientos. Así, los modelos
distancia al agua, el tipo de suelo y de cobertura teóricos que subyacían a estos análisis espaciales se
vegetal, la localización de otros asentamientos, la hallaban fundamentados en modelos que entendían
defensa, la distancia hasta materiales adecuados de que el ser humano toma siempre decisiones que
construcción, la proximidad de rutas o caminos, etc. minimizan los costes y maximizan los beneficios,
(Clarke 1984: 113). De la misma manera, el interés reproduciendo, de esta manera, lógicas de merca-
por analizar la relación de las comunidades huma- do que poco o nada tenían que ver con la mayoría
nas con el medioambiente motivará un mayor de- de las sociedades conocidas etnográficamente.
sarrollo de subdisciplinas como la Geoarqueología,
la Arqueometría, la Arqueobotánica o la Arqueo-
zoología, en la medida en que éstas aportan los prin- 3. NUEVAS CONCEPCIONES DEL PAISAJE
cipales datos para la comprensión de los ecosiste- EN ARQUEOLOGÍA
mas humanos (Brothwell y Higgs 1980; Butzer
1989). Frente al modo y énfasis señalados en este bre-
Para la mayoría de estos estudios, la localización ve repaso, en los últimos años se han desarrollado
de los asentamientos venía lógicamente explicada algunas líneas de reflexión que han pretendido en-
como resultado de la conjugación de decisiones frentarse a lo espacial desde posiciones diferentes,
racionales que incluían desde factores como el re- y que, vistas con perspectiva, pueden considerarse
lieve, el clima, la erosión, etc., a variables como los novedosas. Pese a que muchos de los principios
patrones demográficos, la tecnología, los sistemas manejados por estos estudios no son originales,
de trashumancia, el control sobre las redes de inter- pues proceden, por ejemplo, del desarrollo experi-
cambio, etc. (Tilley 1994: 1-2). Sin embargo, y pese mentado por la Arqueología Espacial, la Ecología
a que el desarrollo de este tipo de estudios contri- Cultural o la Geografía humanista, es cierto que sus
buyó a dar forma a un espacio que podía ser cuan- elementos básicos proceden tanto de la reflexión
tificado, a un espacio básicamente económico, re- crítica derivada de la llamada crisis de la moderni-
gido por lazos funcionales y susceptible de ser dad, como del desarrollo teórico-práctico que la
reducido a modelos e índices que lo pudieran expli- propia disciplina arqueológica ha experimentado en
car (Orejas 1995: 15), lo cierto es que, a la larga, las últimas décadas. Así, tanto la atención prestada
permitió enfatizar las interconexiones entre las dis- al debate en torno al conocimiento en las Ciencias
tintas entidades arqueológicas y, sobre todo, faci- Sociales como a la asimilación de nuevos procedi-
litar el análisis de distribuciones espaciales aparen- mientos aplicados al estudio del pasado, las aproxi-
temente aleatorias en patrones organizados y maciones que componen la llamada Arqueología
jerarquizados. del Paisaje han desarrollado, desde principios de los
No obstante, será a partir de finales de los años años noventa del siglo XX, una serie de trabajos
70 y principios de los 80 cuando irán tomando cuer- empíricos sustentados por un reducido número de
po nuevas formas de entender la Arqueología que premisas teóricas.
terminarán afectando a los análisis espaciales. Así, Se pueden argumentar varios motivos para aglu-
a la par que se reformulan algunas metodologías tinar, en un mismo grupo, a un conjunto de inves-
espaciales mediante la incorporación de nuevos tigadores que, aparentemente, no parecen mostrar
criterios de análisis que no se habían considerado muchos puntos en común. Es más, exceptuando
en las primeras distribuciones espaciales (ya fuesen casos muy específicos (como por ejemplo los de
las identidades grupales, las estructuras políticas, Christopher Tilley, Julian Thomas y Barbara Ben-
las redes comerciales, los procesos geomorfológi- der), puede resultar difícil hablar de un grupo ho-
cos, etc.), la crítica postprocesual reestructurará mogéneo por cuanto está claro que entre propues-
significativamente la discusión, enfocando su aten- tas como las de Mark Edmonds, Wendy Ashmore
ción al papel activo de los individuos en la construc- o Tim Ingold, por citar sólo algunos ejemplos, exis-
ción e interpretación del pasado. Así, las críticas ten claras diferencias, tanto desde el punto de vis-

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ta del tratamiento de los datos (ofrecen gran dispa- man al estudio de los paisajes históricos a través de
ridad en el valor que otorgan a sus relatos), como técnicas y métodos que destacan por su novedad. Se
desde el punto de vista de los presupuestos teóricos dejan de lado, aunque sin desaparecer del todo, es-
de partida (es evidente el abismo que existe entre el tudios como los de captación económica, los polí-
acercamiento fenomenológico de Christopher Ti- gonos Thiessen, la teoría del lugar central, etc., para
lley y la orientación procesual que enmarca el tra- pasar a enfatizar e interesarse por aspectos como la
bajo de Richard Bradley). Ahora bien, teniendo visibilidad, las pautas de racionalidad del paisaje o
presentes estas sustanciales diferencias creemos, los elementos de cohesión identitaria, por citar tan
sin embargo, que sí es posible hablar de ciertas pau- sólo algunos ejemplos.
tas comunes entre los investigadores que estudian – Por último pretenden, de forma más o menos
los paisajes del pasado: consciente, resolver un problema fundamental para
– En primer lugar por el interés mostrado por el la Arqueología en particular y para el estudio del
paisaje como criterio identificador fundamental. pasado en general, como es la superación del pro-
Pese a que en los estudios arqueológicos, como blema de la materialidad del registro arqueológico,
hemos visto, el análisis espacial constituye un as- proponiendo para ello reflexiones y metodologías
pecto al que se le ha prestado relativa atención, lo alternativas a las ya planteadas.
cierto es que sólo en las últimas décadas se ha di- Este conjunto de características, claro está, no
versificado el acercamiento al mismo, alejándose pueden llevarnos a considerar a estos autores como
cada vez más de la insistencia en la adaptación, en integrantes de una nueva y alternativa forma de
favor de posturas que ponen en juego criterios concebir el estudio del pasado. No constituyen, en
mucho menos funcionalistas, adaptacionistas y/o ningún caso, un paradigma teórico ni en su esfera
economicistas. ontológica ni en la epistemológica. De hecho, tal y
– Estos autores ofrecen una aproximación crí- como ha argumentado Robert Johnston, incluso es
tica al problema del paisaje, considerándolo algo posible rastrear dos aproximaciones, mutuamente
más que un mero soporte pasivo de la acción huma- excluyentes, de interpretar la manera en que se es-
na. Tal y como se verá más adelante, y frente a lo tudia la relación humana con el paisaje. Una, que él
que pudiera argumentarse en los estudios de los define como aproximación explícita, partiría de la
años 60 y 70 del siglo XX, el medio físico en el que existencia de un tamiz estático a través del cual el
una determinada sociedad se asienta no forma sólo mundo real es filtrado, creando una realidad perci-
parte activa del utillaje cultural, sino que constituye bida culturalmente y pudiéndose distinguir, por tan-
además un agente fundamental para la comprensión to, entre lo que es real y lo percibido dentro del pai-
del proceso histórico. saje, entre la realidad física y la representación de
– Con mayor o menor insistencia, introducen en esa realidad en la mente humana. Y otra, que defi-
sus estudios una serie de aspectos que hasta ahora nida como aproximación inherente, haría referen-
habían pasado, bien inadvertidos, o bien dejados de cia al proceso por el cual los humanos comprenden/
lado por la mayoría de autores, debido a la dificul- perciben el mundo que los rodea. Según Johnston,
tad de su inserción dentro de estudios estrictamente para esta última aproximación no existe separación
arqueológicos. Nos referimos a aspectos como la entre realidad y percepción ya que la construcción
experiencia o la percepción, conceptos que pese a de aquella depende de ésta. La experiencia huma-
contar con una larga trayectoria reflexiva dentro de na que crea el paisaje es mucho más compleja de lo
las Ciencias Sociales, han sido muy pocas veces que plantea la aproximación explícita, ya que es un
empleados por los arqueólogos. Si exceptuamos los proceso dinámico que interrelaciona el mundo na-
importantes avances teóricos realizados por la ar- tural y la imagen socialmente construida de la natu-
queología de género o por la reflexión postpro- raleza y el paisaje (Johnston 1998: 57 y 62).
cesual, se observa un vacío sustancial en lo que se Independientemente de esta división, que pue-
refiere a estas aplicaciones desde el punto de vista de ser rastreada también en las líneas que siguen, sí
metodológico, algo que sí creemos identificar en creemos que desde el punto de vista metodológico
los autores que se analizan. este grupo de investigadores comparten reflexiones
– En estrecha relación con lo anterior, y en clara que, en el contexto específico del posicionamien-
oposición a los procedimientos metodológicos de- to teórico de cada uno, permiten enriquecer sus
sarrollados desde mediados de la década de los años planteamientos y ofrecer toda una serie de nuevos
cincuenta del siglo pasado, estos autores se aproxi- interrogantes sobre el pasado.

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Igualmente, es necesario puntualizar que, pese miendo al mismo tiempo aquellas evidencias, que
a hacerse referencia en este texto casi exclusiva- por su cercanía a lo simbólico, ideacional o inmate-
mente a autores anglosajones, también pueden ras- rial, quedaban fuera de anteriores comprensiones
trearse, en otros contextos nacionales, muchas de del pasado. Básicamente, lo que muchos de estos
las conclusiones y esfuerzos metodológicos alcan- autores que se aproximan al estudio de los paisajes
zados. El necesario acotamiento que exige el aná- históricos reclaman es una mayor atención a ele-
lisis de este complejo tema obliga a concretar el mentos no basados en referentes eminentemente
estudio a aquellas referencias bibliográficas que económicos o adaptativos, vinculando así la defini-
con mayor profusión se citan en las recientes ción de paisaje más con formas específicas de con-
aproximaciones espaciales al pasado. Para el caso templar y comprender el mundo circundante, con la
español, la asimilación de esta línea de investiga- delimitación del espacio vital habitado por una co-
ción implica un análisis que sobrepasa estas líneas, munidad extensa. Para estos investigadores, cual-
ya que, el propio desarrollo historiográfico de la quier espacio que proporcione el contexto en el que
disciplina, fuertemente influenciada por tradiciones desarrollar la vida humana incorpora, necesaria-
como la arqueología histórico-cultural o el materia- mente, una relación entre la realidad que se vive y
lismo histórico, condicionó el peculiar recibimiento la posibilidad de otras formas de ser, entre las con-
del debate postprocesual y la manera en que los diciones en las que se desarrolla el día a día y las
arqueólogos españoles se aproximan actualmente condiciones que son metafísicas, imaginadas e idea-
a la Arqueología del Paisaje. lizadas (Hirsch 1995: 3). En otras palabras, de lo que
aquí se está hablando es de que el paisaje no sólo
constituye el soporte físico en el que reconocer el
3.1. El Paisaje en Arqueología registro material de los patrones de conducta de un
grupo social específico, sino que el paisaje es, ante
Un elemento central en la discusión lo constitu- todo, una construcción simbólica, una composición
ye el propio concepto de paisaje, término que ha ex- del mundo, un sistema de referencia donde las dis-
perimentado desde la segunda década del siglo XX, tintas actividades de una comunidad adquieren sen-
una constante reformulación (Anschuetz et al. tido (Daniels y Cosgrove 2000: 1).
2001: 158). Tal y como han apuntado ya numerosos Como consecuencia de este énfasis en la expe-
autores, el término paisaje posee múltiples signifi- riencia de vida, el espacio, como concepto de aná-
cados e interpretaciones, configurándose como un lisis arqueológico, adquiere para estos autores un
concepto difícil y polisémico. Por paisaje puede significado diferente y ocupa una relevancia igual-
entenderse desde la topografía y la forma de la tie- mente original. Como lo que importa es la relación
rra de una determinada región, hasta el terreno en el entre experiencia vivida y posición, entre lo que
que vive la gente, el fragmento de tierra que puede experimentan los agentes protagonistas y el lugar
contemplarse desde un mirador o la propia repre- en el que acontece, el espacio deja de constituirse
sentación pictórica de dicho lugar (Olwig 1993: en mera evidencia física, en realidad unívoca, para
307; Ingold 1997: 29; Thomas 2002: 165). Sin em- pasar a ser una abstracción de los distintos signifi-
bargo, la orientación y énfasis que esta nueva forma cados que generan los lugares que conforman el
de contemplar el espacio introduce, hace modificar paisaje (Tilley 1994: 15). Así, el espacio, que antes
sustancialmente el significado dado en Arqueolo- era visto como un entorno físico común a las socie-
gía al paisaje. Lo que la denominada Arqueología dades del pasado, y por tanto podía ser estudiado
del Paisaje propone es aproximarse a la realidad con mecanismos y métodos cuantificables, ahora es
espacial de las poblaciones del pasado desde varia- visto como resultado de una determinada concep-
bles y presupuestos diferentes, incorporando a la tualización y experimentación histórica, siendo éste
definición de paisaje un sentido mucho más holís- el énfasis que lleva a estos autores a abandonar
tico y relacional. Como se parte del principio de que conceptos como espacio o territorio a favor del de
el paisaje puede ser un objeto, una experiencia o una paisaje (landscape).
representación, llegando en ocasiones a entremez- Abordado el paisaje en estos términos, los ras-
clarse todos estos aspectos (Lemaire 1997: 5), se gos que definen a esta forma de concebir los análisis
reclama que el análisis arqueológico del paisaje espaciales, y que implican un mayor número de
parta de principios que incluyan aspectos tradicio- consecuencias teóricas, pueden resumirse, cree-
nalmente considerados como objetivos, pero asu- mos, a partir de tres aspectos esenciales que verte-

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bran y dan sentido al conjunto de estudios aquí va- universal susceptible de ser identificada y analizada
lorados: independientemente de un lugar o tiempo concre-
• Para la mayoría de los autores analizados, el to (Thomas 1993: 20; Darvill 1997: 5). Entienden
paisaje no es una realidad preexistente, un soporte que el espacio no posee una esencia substancial, no
de la acción, sino que es, por el contrario, una rea- constituye una realidad abstracta en sí misma (Her-
lidad social e históricamente construida. nando 1999: 8), sino que sólo puede existir en re-
• Tal premisa implica que el paisaje sólo ad- lación con los significados creados a través de las
quiere sentido en su interrelación con el resto de relaciones establecidas entre moradores y lugares
elementos materiales e inmateriales. (Tilley 1994: 11). Este reconocimiento supone un
• Y que por tanto, su sentido depende de la ex- alejamiento evidente de aquellos estudios que se
periencia adquirida en función de la situación so- aproximan al espacio como si de un soporte físico
cial, edad, género y relaciones con los demás. se tratase, ya fuese considerándolo como plano
Estas premisas mantienen entre sí una lógica extrasomático de adaptación con el que se interac-
argumental descendente, que implica, al asumir la túa (Binford 1982; Kurt 1988), o como sustento en
primera, el reconocimiento del resto. Así, entender el que desarrollar las actividades económicas bási-
que la realidad espacial manejada por las socieda- cas para el mantenimiento de un grupo social (Yes-
des neolíticas del norte de Bretaña fue construida y ner 1983; Dyson-Hudson y Smith 1983). El espa-
generada a partir de esquemas de racionalidad, que cio, conceptualizado de esta forma, depende de
poco tienen que ver con nuestra visión del paisaje quién lo experimenta y de cómo lo hace, ya que la
(primer aspecto), implica, necesariamente, abordar experiencia espacial no es ni inocente ni neutra,
su estudio atendiendo al sentido específico que di- sino que está investida de determinadas relaciones
chas poblaciones otorgaron a las interrelaciones de de poder que se sustentan en correspondencias je-
los elementos que integraron su medio (Thomas rárquicamente organizadas, ya sea en función de la
2003). Sin embargo, esta lógica discursiva no existe edad, el género, la posición social o las relaciones
cuando el proceso es ascendente, es decir, que partir económicas. Esto obliga a una necesaria contextua-
del reconocimiento de la existencia de un esquema lización del paisaje, ya que la manera en que la gen-
que da sentido a la ordenación espacial de los dis- te entiende y comprende su mundo depende del
tintos elementos materiales que componen un pai- tiempo, lugar y condiciones históricas específicas
saje (tercer aspecto), no supone aceptar ni recono- (Bender 1993a: 2). Es en este sentido en el que se
cer, como se verá más adelante, que la realidad es afirma que los paisajes son polisémicos (ibídem, 3),
cambiante, es decir, asumir que lo real para unos no es decir, que diferentes concepciones del paisaje
es necesariamente lo objetivo para otros. En otras pueden convivir al mismo tiempo. Ya sea como
palabras, pese a reconocer que el sentido otorgado morada de los ancestros, como distribución de re-
al monumento de Stonehenge ha variado desde su cursos o como lugar en el que se localizan sus ho-
creación, el estudio de su evolución responde, para gares, el paisaje permite renovar la herencia ances-
algunos autores, a criterios basados en una raciona- tral, recolectar el alimento necesario para la
lidad común y básica a toda la humanidad y acce- subsistencia, crear lazos de identidad común, etc.
sible por tanto desde un conocimiento objetivo ba- Así, una misma realidad física adquiere, para un
sado en la observación (Richards 1990). mismo colectivo humano, diversas formas y senti-
Lo que esto quiere decir es que no todos los in- dos, los cuales están en constante construcción y
vestigadores que abordan el estudio del paisaje reconstrucción (ibídem).
manejan y aceptan plenamente los principios pre- Los que hasta hace poco se consideraban como
sentados más arriba. Es cierto que, para la mayoría elementos físicos del espacio, ya fuesen recursos
de los autores aquí analizados, el reconocimiento de hídricos, elementos geomorfológicos, niveles de
algunas de estas tres premisas permite configurar potencialidad del suelo, etc, son contemplados aho-
una forma alternativa de aproximarse a las relacio- ra desde otro punto de vista. No es que se niegue
nes espaciales del pasado, pero sólo en función de su existencia real, pues siguen considerándose
los presupuestos teóricos de los que parten, llegan como parte fundamental del registro arqueológico,
a aceptar o reconocer, de forma más o menos ple- sino que ha variado significativamente la relevan-
na, algunos o todos estos principios. cia otorgada. Lo que importa no es tanto si están
Tal y como apuntan las premisas anteriores, para presentes o no, si pueden identificarse en un medio
estos autores, el espacio no constituye una entidad ambiente concreto o si desempeñaron un papel de-

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REDEFINIENDO EL REGISTRO MATERIAL 53

terminante en el proceso productivo de un grupo diversos códigos sociales que otorgan significación
humano. Lo que ahora se afirma, sin negar lo an- a una misma realidad física. Un destacado megali-
terior, es que estas evidencias materiales carecen to, por ejemplo, llega a contemplarse de múltiples
de relevancia objetiva, en la medida en que sólo maneras por integrantes de una misma cultura, de-
pueden ser valoradas en relación a eventos y sig- pendiendo siempre del momento y la forma en que
nificados socialmente construidos, y nunca en fun- es percibido. Ya sea como morada de antepasados,
ción del significado abstracto que pueda el investi- como enclave delimitador del territorio o como
gador otorgarle. Supone que el reconocimiento e zona en la que se extraen piedras que poseen una
identificación de las características de un paisaje relevancia social o económica para un determina-
deben relacionarse, de la misma manera que se do grupo familiar, el lugar se integra dentro de un
hace, por ejemplo, con la realidad económica, con esquema perceptivo que maneja simultáneamente
aspectos que tradicionalmente han mostrado una múltiples significados pero, al mismo tiempo, tam-
mayor dosis de subjetividad. Esto implica el reco- bién numerosos lugares. Dicho de otra manera,
nocimiento de la idea de que los significados y evi- determinados lugares señalados funcionan conjun-
dencias del espacio están envueltos en una dimen- tamente creando espacios de acción, adquiriendo
sión subjetiva y no pueden ser entendidos fuera del este espacio el papel de mediador entre lugar y pai-
mundo simbólicamente construido por los actores saje, entre centros de significación concretos y
sociales. marcos generales de organización que estructuran
Sin embargo, un estudio arqueológico desde y reproducen la vida social.
estas premisas no pretende negar los logros alcan- Así, y como señala Julian Thomas (2002: 173)
zados hasta ahora por aquellas investigaciones que cuando sigue al filósofo Martin Heidegger, el lu-
tradicionalmente han insistido en la delimitación de gar no es tan sólo un sitio o una entidad, sino que
las evidencias subsistenciales, a favor de estudios es definido y conceptualizado siempre a partir de
más preocupados, por ejemplo, por la búsqueda de algo, está siempre revelado como un lugar, no pu-
referentes simbólicos e inmateriales. Tampoco se diendo tener previamente una conciencia de él
busca, como han apuntado algunos críticos, invertir como cualquier forma de no-lugar. Para él, por
sencillamente la relación centrándose en lo ideacio- tanto, un paisaje es una red de lugares relaciona-
nal obviando lo material. Lo que en realidad se pre- dos que han sido gradualmente revelados mediante
tende lograr es que se asuma que existen variables las interacciones y actividades habituales con las
no barajadas, o no suficientemente consideradas personas, a través de la proximidad y la afinidad
hasta ahora, en el comportamiento espacial de las que éstas han desarrollado con ciertos emplaza-
sociedades del pasado, y que la notoria dificultad mientos y a través de acontecimientos importan-
que existe para interpretar dichas asociaciones sim- tes, festividades, calamidades, sorpresas y otros
bólicas, no puede ser justificación suficiente para momentos que han llamado su atención, haciéndo-
que sean desatendidas (Scarre 2002: 3). les recordar o incorporar a la memoria colectiva
Siguiendo a geógrafos que han teorizado desde (ibidem).
aproximaciones fenomenológicas, se parte de la Es en este sentido en el que deben entenderse las
idea de que los lugares pueden ser experimentados puntualizaciones que Tim Ingold (1993; 1997;
y conceptualizados a partir de múltiples niveles 2001) realiza cuando analiza antropológicamen-
espaciales (ya sea el espacio personal, el espacio de te el paisaje. Para Ingold, el paisaje se constituye
la comunidad, el espacio regional, etc.), solapándo- como registro duradero y testimonio de la vida y
se dichos niveles a raíz de escalas de acción, de in- el trabajo de las generaciones que lo habitaron
terés, de movimiento. Esto ha llevado a muchos de (dwelling), es decir, entiende que es en el propio
los arqueólogos interesados en el paisaje a hablar de proceso temporal de habitar el paisaje cuando éste
la capacidad relacional que posee éste, es decir, se construye y adquiere significación. Es a través de
como se apuntó más arriba, a la necesidad de con- la vida en él, cuando el paisaje se vuelve una parte
siderar al paisaje como una suerte de interrelacio- de nosotros, así como nosotros llegamos a ser par-
nes que funcionan al mismo tiempo (Bender 1993a; te de él (Ingold 1993: 154). Así, sólo atendiendo a
Thomas 1993; Tilley 1994; Ashmore 2002). Que el su temporalidad, analizando los ciclos que aconte-
paisaje sea relacional supone partir del principio de cen de forma entrelazada, es como los arqueólogos
la existencia de diferentes planos de significado que pueden llegar a entender y explicar la significación
coexisten e interactúan mutuamente. Es hablar de del paisaje.

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3.2. Referentes de los estudios arqueológicos no hay duda es que, desde el punto de vista de la dis-
del paisaje ciplina arqueológica, la asunción de este nivel de
reflexión constituye una novedad. Sin embargo, y
El conjunto de premisas más arriba señaladas como lo que aquí interesa es valorar la manera en
constituyen, en líneas generales, la argumentación que este proceso ha repercutido en los estudios del
fundamental que manejan algunos de los actuales paisaje en arqueología, y no el impacto producido
investigadores que abordan el paisaje, aunque en en dicha disciplina de eso que ambiguamente se
ocasiones lo sea de forma muy implícita. Sin em- denomina posmodernismo, no profundizaremos
bargo, quede claro que no es posible generalizar mucho en el análisis de sus consecuencias (véase
estas reflexiones teóricas a todos los autores que se para ello Johnson 2000; Hodder 2002; Holtorf y
aproximan a la dimensión espacial de los grupos Karlsson 2000). Tan sólo indicaremos que una par-
sociales. Constituyen tan sólo una minoría, que no te de la crítica teórica se ha orientado hacia la re-
obstante, genera estudios de obligada atención para flexión sobre la causalidad histórica, o mejor dicho,
todos aquellos que intentan estudiar la dimensión a la manera en que deben reinterpretarse las expli-
espacial en las sociedades actuales y pretéritas. caciones dadas hasta ahora sobre cómo se produce
Así pues, el nivel y profundidad de estas refor- el cambio histórico. Lo que se persigue, de forma
mulaciones ha de valorarse adecuadamente. Pese a más o menos explícita, es encontrar una alternati-
la novedad con la que en estas líneas se trata, la va a la dualidad materialismo/idealismo que no
autoría de estas reflexiones no puede adscribirse caiga en un retorno al modelo explicativo idealis-
meramente a los estudios arqueológicos. Es fruto de ta con su noción de sujeto racional, ni haga preva-
un contexto general que, en la actualidad, recorre a lecer las condiciones materiales de existencia como
la mayoría, si no a todas, las disciplinas científicas, una entidad estructural que determine el conjunto
pretendiéndose aquí tan sólo valorar cómo, dicho del edificio social.
proceso, es asimilado por una parte de la Arqueo- A lo que una parte de la reflexión arqueológica
logía. Así, lo que se está produciendo dentro de las se orienta no es, como muchos críticos han argu-
Ciencias Sociales es que se está viviendo un mo- mentado, a abandonar todo rastro de explicación
mento de discontinuidad, en el sentido de que mu- materialista en la práctica de los actores históricos,
chos de los supuestos teóricos largamente estable- con el fin de reinstaurar la autonomía plena de la
cidos han comenzado a perder su anterior poder esfera subjetiva (ya fuesen ideas, política, cultura,
explicativo y a ser puestos en entredicho. arte, motivaciones para la acción…) (7). Más bien,
Este proceso, identificado con el término de crí- y aquí reside lo novedoso en Arqueología, parece
tica a la modernidad, se ha dirigido, en un primer que se pretende reformular la relación existente en-
momento, contra la noción de progreso y contra el tre la esfera objetiva y la esfera subjetiva, entre la
supuesto teleológico de que la historia humana po- realidad socioeconómica que establece las condi-
see un significado esencial, una dirección preesta- ciones materiales de vida y el entramado simbólico-
blecida y una meta última, pudiendo ser todos ellos, cognitivo que organiza la conducta de los sujetos. Lo
si no completamente, si parcialmente discernidos que parecen indicar algunos de los estudios arqueo-
(Campillo Meseguer 1985; Lyotard 1995). Este lógicos del paisaje, influidos por replanteamientos
hecho, que acarrea numerosas y profundas repercu- más generales, es que la realidad no se incorpora
siones, abre el camino al replanteamiento de otras nunca por sí misma a la conciencia, sino que lo hace
premisas que han sufrido similares procesos de na- siempre a través de su conceptualización. Es decir,
turalización, y que o bien, se derivan de la anterior, que el contexto socioeconómico sólo comienza a
o mantienen lazos comunes con el patrón de racio- condicionar la conducta de los individuos una vez
nalidad construido durante la modernidad. que éstos lo han conceptualizado o hecho significa-
Independientemente de las posibles aportacio- tivo de alguna manera, pero no antes, y por tanto, las
nes realizadas por algunos de los autores aquí ana- condiciones materiales no devienen estructurales y
lizados al conjunto de la teoría general (6), de lo que
ma muy tardía, con lo que ello implica para el desarrollo de pro-
puestas interesantes para otras disciplinas.
(6) No creemos que sea necesario profundizar en el lugar que (7) No debe caerse en la simplificación de englobar a todos
ocupa la Arqueología, desde el punto de vista de la reflexión teó- los autores que se reconocen dentro del postprocesualismo y pos-
rica, dentro del conjunto de las Ciencias Sociales. Pese a que to- modernismo como partícipes de este proceso, ni tampoco unifor-
das las disciplinas se ven inmersas en el mismo proceso, algunas mizar la orientación de los estudios gestados a la luz de la ruptu-
como la Arqueología llegan a interiorizar esas reflexiones de for- ra de los años 80 con los realizados casi veinte años después.

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empiezan a operar como un factor causal hasta que revolución cuantitativa, planteando un rechazo de
no han alcanzado algún tipo de existencia significa- los modelos mecanicistas y cientificistas de la Nue-
tiva, y no por su mera existencia material. Así, al va Geografía. Así, tanto la geografía radical (ra-
tiempo que se debe reconocer la importancia de lo dical geography), como la geografía humanística
material como condición para la explicación del (humanistic geography), constituyen reacciones a
pasado, ésta no puede reproducir directamente la esta forma neopositivista de concebir la discipli-
realidad, ya que depende de la manera histórica y na (García Ramón 1985: 219; Unwin 1995: 191).
culturalmente específica en que los propios indivi- Una desde tradiciones marxistas y anarquistas y la
duos perciben, experimentan y dotan de sentido a su otra enlazada directamente con los estudios feno-
situación en la sociedad. Por tanto, para explicar sus menológicos y existencialistas, ambas se presenta-
acciones, así como los procesos históricos resultan- rán, como ocurriera con el postprocesualismo en
tes de ellos, no sólo se ha de prestar atención a las Arqueología, como alternativa a la forma de enten-
condiciones materiales de su existencia, sino tam- der la disciplina hasta entonces (Ortega Valcárcel
bién, como vemos con el paisaje, a la percepción que 2000: 299 y 309). En este contexto no es raro supo-
los propios sujetos realizan de su realidad (8). ner el interés que estas aproximaciones pudieron
Sin embargo, y aunque es la llamada crítica a la despertar entre los arqueólogos; sin embargo, esto
modernidad la que ha repercutido de forma más no ocurrirá, al menos de forma generalizada, hasta
decisiva en este replanteamiento del paisaje, tam- la década de los 90, debido fundamentalmente a que
bién han contribuido, de forma más o menos desta- la crítica postprocesual no tomaría cuerpo en Ar-
cada, otros aspectos, que en su conexión con lo queología hasta principios de los años 80, estando
anterior, permiten aproximarse de forma novedo- caracterizada por la excesiva teorización y el escaso
sa al estudio del pasado. Excluyendo el proceso desarrollo empírico.
interno de transformación disciplinar ya brevemen- Como reconocen varios de los investigadores
te analizado, y que en última instancia condiciona analizados, la inspiración que estos enfoques geo-
las peculiaridades específicas de la Arqueología, es gráficos, fundamentalmente los de la geografía
necesario destacar la influencia ejercida por los humanística, han ejercido en los estudios del paisaje
geógrafos humanistas de los años 70 y 80. en Arqueología ha sido fundamental, permitiendo
Como quedó claro al esbozar la evolución de las resaltar las formas en que los lugares se constituyen
aproximaciones a la dimensión espacial en Arqueo- como espacios de significación y el paisaje como un
logía, el interés que ésta mostró hacia los estudios elemento activo y holístico (Tilley 1994: 14-15;
realizados por la Geografía durante toda la pri- Thomas 2002: 166). Así, y pese a no ser explicita-
mera mitad del siglo XX fue fundamental para el do demasiado, muchas de las aproximaciones que
desarrollo de los análisis espaciales. Ya fuese me- conforman la Arqueología del Paisaje se apoyan en
diante la incorporación de técnicas y métodos loca- los estudios de geógrafos humanísticos como But-
cionales o asumiendo los propios principios recto- timer, Mugerauer, Pickles, Relph, Seamon y sobre
res que la geografía positivista defendía, buena parte todo Tuan, o en trabajos como los de Williams
del desarrollo teórico y metodológico realizado en (2001) en un intento por otorgar mayor significa-
la Arqueología Espacial se debe entender a la luz de ción a los elementos arqueológicos que integran el
los avances experimentados en Geografía. Pese a paisaje. Aunque es cierto que en ocasiones se ha
que estas contribuciones se mantendrán a lo largo de generado una arqueología de los espacios vividos
las décadas siguientes, su orientación irá trasladán- (Bender 2002), sin embargo, y a diferencia de los
dose progresivamente hacia una parte de los estu- estudios humanísticos de los años 70 y 80 en los que
dios geográficos que no habían sido considerados la orientación predominante era lo particular (Tuan
hasta entonces por los arqueólogos. 1974; Relph 1983), el énfasis que algunos arqueó-
Tal y como ocurriera en el conjunto de discipli- logos están incorporando en la última década ha
nas sociales, la Geografía experimenta también a lo dejado de lado la búsqueda de imágenes individua-
largo de los años 70 un proceso de reformulación les o de experiencias particulares, con el fin de ahon-
teórica como consecuencia del desencanto ante la dar en aproximaciones alejadas del modelo de pai-
saje eurocéntrico, y en las que el interés se centra
(8) Para un acercamiento más profundo a este complejo pro- tanto en las formas en que los paisajes son genera-
ceso pueden verse, por ejemplo, los análisis de Anthony Giddens
(1998: 15-37), Georg Iggers (1995: 59-105), Julián Casanova
dos históricamente, como en su interconexión con
Ruiz (2003: 140-167) o Miguel Á. Cabrera Acosta (2004: 1-18). la construcción de identidades.

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Pero junto a estas influencias, que en líneas ge- zados (ya fuese el estado maya, las sociedades de
nerales pueden rastrearse en un amplio abanico de la Edad del Hierro, prerromanas, etc.), los recien-
autores, existen otras que afectan de forma más tes estudios se han orientado hacia el análisis de
individualizada. Deben destacarse, por la repercu- colectivos sociales que, o bien inician el proceso de
sión que tienen sus estudios dentro de la bibliogra- complejización social, o bien se caracterizan por
fía especializada, las orientaciones explícitas que presentar desigualdades no muy marcadas. Así, un
muestran determinados autores (Christopher Tilley breve repaso a la bibliografía especializada mues-
desde la fenomenología o Julian Thomas con la tra cómo el período temporal que transcurre entre
hermenéutica), así como la influencia que en los el Neolítico y la Edad del Bronce, y más concreta-
estudios y reflexiones arqueológicas comienzan a mente, cuando se relaciona con el megalitismo y las
tener las obras de sociólogos como Pierre Bourdieu, manifestaciones rupestres, concentra la mayor parte
Anthony Giddens o Charles Tilly, o bien, las de fi- de las investigaciones.
lósofos como Jacques Derrida, Michel Foucault, El creciente interés por estas etapas cronoló-
Jürgen Habermas, Martin Heidegger, Jean-Fran- gicas creemos que debe relacionarse, o al menos
cois Lyotard, Paul Ricoeur, Richard Rorty o Gianni entenderse, a la luz del desarrollo metodológico ex-
Vattimo (para un ejemplo puede verse Holtorf y perimentado. Si como vimos, la aplicación de mé-
Karlsson 2000). Lo que esto parece evidenciar es el todos locacionales y estadísticos procedentes de la
reconocimiento, por una parte muy importante del geografía llevó a la Arqueología Espacial a intere-
colectivo investigador, de la necesidad de contar sarse por períodos históricos en los que era relati-
con un utillaje teórico y filosófico que permita su- vamente sencillo identificar patrones de asenta-
perar las dificultades y límites que actualmente miento distribuidos jerárquicamente, actualmente
presenta el trabajo arqueológico. Pese a no ser una el énfasis en lo perceptivo y visual ha generado un
novedad esta instrumentalización de la teoría en desplazamiento hacia el análisis de evidencias más
Arqueología (recordemos tan sólo los préstamos de relacionadas con aspectos simbólicos y cognitivos.
la Nueva Arqueología), parece que, a diferencia de Así, y sin olvidar otros períodos históricos, lo cierto
épocas pasadas, actualmente asistimos a una proli- es que muchos de los replanteamientos teóricos que
feración en el número de referentes teóricos em- han caracterizado a la Arqueología del Paisaje han
pleados por los arqueólogos, que indudablemente llegado de la mano, entre otros, de la reinterpreta-
enriquecen la disciplina. ción del neolítico, del análisis de los posibles sig-
nificados de lo rupestre o del intento por aproximar-
se de manera más rigurosa al fenómeno megalítico.
3.3. Estudios del paisaje en Arqueología (9) Tal vez lo que más destaque y llame la atención
en los estudios que componen la llamada Arqueo-
En lo referente a los trabajos empíricos realiza- logía del Paisaje sea su énfasis en la visibilidad. En
dos sobre el paisaje en Arqueología deben destacar- lógica coherencia con las premisas teóricas apun-
se, en primer lugar, una serie de aspectos que con- tadas en líneas anteriores, las nuevas metodologías
dicionan la orientación y amplitud de dichos desarrolladas parten del convencimiento de que el
estudios dentro de la disciplina. Así, y a diferencia mundo que habitamos no es simplemente un con-
de la mayoría de las investigaciones desarrolladas cepto sin sentido de objetos físicos, sino que, por el
durante las décadas de los 70 y 80, en las que pre- contrario, es un horizonte de inteligibilidad que
dominaba el análisis de sociedades con una jerar- proporciona el contexto que permite que resulte
quización relevante, las aproximaciones que com- comprensible cualquier cosa en la que nos fijemos
ponen la Arqueología del Paisaje se caracterizan (Thomas 2002: 172). Así, la identificación de un
por centrarse, en líneas generales, en el análisis de patrón de distribución en el emplazamiento de
la dimensión espacial de colectivos que no mues- megalitos o en la dispersión de determinados mo-
tran desigualdades sociales tan evidentes. Es decir, tivos rupestres, elementos tradicionalmente obvia-
frente al estudio del comportamiento espacial de dos en los estudios arqueológicos, supone el reco-
entidades estatales o de grupos altamente jerarqui- nocimiento de la existencia de un patrón implícito
de racionalidad que está condicionando su distribu-
(9) Es necesario indicar que muchos de los avances meto- ción y significado.
dológicos que se analizan a continuación pueden rastrearse,
con mayor o menor desarrollo, en el contexto arqueológico es-
Lo que convierte a la visibilidad en un argumen-
pañol. to metodológico relevante es su capacidad, como

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también ocurriera con los métodos espaciales de los to es que la línea de investigación abierta por el
años 60 y 70, para evidenciar e identificar relacio- estudio del paisaje ha reorientado esas técnicas in-
nes no atestiguadas hasta ahora, pero, a diferencia corporándoles nuevos elementos de atención. De
de dichas metodologías, las estrategias basadas en esta forma se ha producido un enriquecimiento
la visibilidad se orientan a revelar relaciones carac- mutuo que, en lo que respecta al paisaje, le ha per-
terizadas por su aparente intangibilidad física. mitido ampliar el espectro de referentes con el que
Aunque la noción de lo visual ha sido un crite- elaborar la forma en que las poblaciones del pasa-
rio empleado en ocasiones en la práctica arqueoló- do conceptualizaron su entorno.
gica, lo cierto es que es a partir de los años 80 del Uno de los instrumentos que ha ofrecido mayo-
siglo pasado cuando comienza a adquirir un uso res posibilidades ha sido, sin duda, los Sistemas de
diferente. La metáfora visual entiende que la ausen- Información Geográfica. Pese a no suponer un de-
cia o presencia de evidencias arqueológicas de al- sarrollo enteramente novedoso, el uso de tecnolo-
gún tipo no es algo que pueda estar relacionado gías SIG en Arqueología se ha orientado a la reco-
exclusivamente con las vicisitudes postdeposicio- pilación y análisis de la inmensa cantidad de
nales del registro material, con la naturaleza del información que un enfoque como el paisaje pue-
objeto depositado o con la intensidad de la investi- de implicar. La versatilidad que ofrece el SIG per-
gación realizada, sino que está o puede estar vincu- mite trabajar rápida y con relativa sencillez con
lado a una voluntad consciente o inconsciente por multitud de datos que se interconectan mutuamen-
hacer visible o invisible ciertos aspectos de la vida te, y que se encuentran referenciados espacialmente
social. Estas estrategias, en esencia, reflejan lógi- en una escala común. Alejándose del fuerte carác-
cas de acción cultural específicas que pueden ser ter normativo y ambientalista que caracteriza a es-
útiles para abordar el registro arqueológico. Así, lo tas metodologías, algunos investigadores han
visual, en asociación con el resto de evidencias del orientado el empleo de SIG al estudio de la percep-
registro arqueológico (ya fuese la desprendida de la ción del paisaje a través de enfoques más humanís-
cultura material, de las evidencias paleoambienta- ticos, con el fin de reducir el abismo existente en-
les, de las prácticas subsistenciales, etc.), permite tre la teoría y la práctica empírica (Llobera 1995:
identificar las diferentes estrategias de racionalidad 612). A diferencia de las técnicas anteriormente
espacial que están funcionando, individual o colec- empleadas por los arqueólogos, este instrumental
tivamente, implícita y/o explícitamente, en un con- permite barajar un número infinitamente superior
texto arqueológico determinado. De esta forma, el de variables, ya que la ductilidad en el manejo de
sentido que otorga un colectivo humano a destacar cartografías digitales permite inferir con eficacia
una u otra forma de relevancia visual, presupone relaciones entre variables como el acceso a recur-
una determinada actitud hacia el medio, lo que im- sos, contacto visual, asociaciones con el material de
plica que las distintas configuraciones que de un superficie, etc. (Wansleeben y Verhart 1997; Llo-
espacio se realizan responden, en última instancia, bera 2003). Planteándola siempre como una herra-
a procesos de construcción del paisaje social que mienta metodológica y nunca como un fin en sí
pueden ser estudiados (10). mismo (Stoddart 1997), para algunos investigado-
Junto al desarrollo de métodos derivados de la res estas técnicas permiten resolver la falta de rigor
visibilidad, también han adquirido relevancia en los que rodea a algunas de las afirmaciones realizadas
estudios del paisaje un conjunto de técnicas no des- en análisis visuales y perceptivos (Llobera 2001:
tructivas (fotografía aérea, teledetección, prospec- 1006). Así, y pese a las limitaciones que presenta
ción geofísica y geoquímica, etc.), e instrumental debido al tipo de operaciones analíticas que admi-
(SIG, GPS, Estación Total, Pocket Pc, etc.). Aun- ten los paquetes actuales, las tecnologías SIG cu-
que no exclusivamente, su reciente renovación ha bren un abanico de posibilidades que van desde la
estado estrechamente vinculada a los grandes pro- creación de mapas de distribución a simulaciones
yectos de investigación planteados desde el marco y modelos predictivos, estudios de sociología del
del análisis de la dimensión espacial. Así, y pese a movimiento, análisis de intervisibilidad y, sobre
que la atención a estos elementos puede rastrearse todo, la presentación tridimensional y visualización
en la Arqueología hace ya varias décadas, lo cier- dinámica de los resultados (Kvamme 1999).
La aplicación de estas técnicas y métodos a la
(10) Para un desarrollo más pormenorizado de la visibilidad
y de sus aplicaciones prácticas en Arqueología puede verse Cria-
Arqueología han permitido no sólo abrir nuevos
do Boado (1993a y 1993b). campos de estudio, sino también plantear nuevas

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revisiones que han gestado algunos de los debates ne Chase (Barrett et al. 1991; Tilley 1994), así
más relevantes de la reciente historia de la discipli- como sus posibles vinculaciones simbólicas con
na. El énfasis otorgado al paisaje ha permitido, por cuevas, montañas, ríos (Bradley 2000), o, en gene-
ejemplo, barajar nuevos argumentos con los que ral, sus implicaciones para el conjunto de la arqui-
replantear la asociación entre neolitización y seden- tectura doméstica y monumental (Parker Pearson y
tarismo, en el sentido de poner en duda la existen- Richards 1999).
cia de un sedentarismo que progresivamente va Por su parte, el estudio de las manifestaciones
convirtiéndose en la forma de ocupación territorial rupestres constituye también otro ámbito de desa-
más generalizada hasta su plena eclosión en la Edad rrollo metodológico muy fructífero. La mayoría de
del Bronce. La identificación de pautas diferentes las aproximaciones realizadas desde la Arqueolo-
de estructuración del paisaje en unidades geográfi- gía del Paisaje están enfatizando la contextualiza-
cas relativamente cercanas, ha llevado a algunos ción del arte rupestre en el espacio circundante,
autores a reconsiderar el valor de la sedentarización relacionándolo con procesos de apropiación y per-
a favor de una relativa variabilidad en los patrones cepción del entorno (Bradley 1990; Tilley 1996).
de movilidad (Whittle 1997). Estos estudios pretenden ir más allá de su análisis
Además, el desarrollo de las pautas de visibili- como representación artística, de su identificación
dad de los monumentos megalíticos o de las mani- con delimitadores territoriales o de su adscripción
festaciones rupestres comienza a incorporar tam- a recursos específicos, para abordarlo a partir de su
bién aspectos que, aunque ya fueron valorados consideración como señales, como códigos bien
anteriormente, ahora comienzan a reajustarse a la definidos, para aquellos que utilizaron y percibie-
nueva orientación de los estudios del paisaje. Así, ron el medio. Así, sin necesidad de comprender el
por ejemplo, de la misma manera que se vincula el significado original de las representaciones, el es-
patrón de visibilidad de los megalitos con referen- tudio de las manifestaciones rupestres enfatiza las
tes físicos como montañas, ríos, llanuras, aflora- relaciones de los petroglifos con su entorno, des-
mientos rocosos…, comienzan a barajarse elemen- de la propia organización interna del panel al aná-
tos como, por ejemplo, el tipo de cubierta arbórea lisis del emplazamiento de los grabados (Santos
que envolvía al monumento, no simplemente con la Estévez y Criado Boado 1998: 581-583). De esta
intención de reconstruir el medio natural que lo forma, teniendo en cuenta el tipo de motivos pre-
rodeaba, tal y como se viene haciendo ya desde sentes, las relaciones que mantienen entre sí, en el
hace varias décadas, sino como elemento a consi- panel y con la estación, de su vinculación con pa-
derar en la forma en que esos monumentos eran trones de tránsito, cuevas, túmulos, visibilidad, y
experimentados por las colectividades que los con- en estrecha relación, tanto con el resto de eviden-
templaron (Evans et al. 1999; Cummings y Whitt- cias del registro arqueológico como con el patrón
le 2003). De esta forma, en vez de centrarse exclu- de asentamiento de las comunidades que los crea-
sivamente en la orientación visual de los megalitos, ron, estos estudios pretenden aproximarse al arte
este interés por los estudios del paisaje ha orienta- rupestre como parte de un sistema mayor de repre-
do la atención hacia la incorporación del referente sentación que, en última instancia, está estructuran-
paleoambiental en la interpretación, analizando el do al paisaje.
grado de alteración directa sufrido por el manto Finalmente, merece especial atención la influen-
vegetal desde la erección del monumento, valoran- cia que ha tenido, en la gestión patrimonial, la apli-
do la forma en que el cambio estacional podía afec- cación de principios y métodos procedentes de las
tar a la visibilidad, o planteando hipótesis sobre la recientes aproximaciones al paisaje. La paulatina
influencia que la luminosidad de un paraje puede ampliación del concepto de Patrimonio, que actual-
tener en la visibilidad e interpretación de un ele- mente incorpora desde elementos históricos con-
mento arqueológico (Bradley 1989). cretos hasta la totalidad del paisaje como entorno
En lo que se refiere al fenómeno megalítico, el construido y huella de la humanidad, ha favoreci-
interés por la percepción del paisaje ha influido en do en las últimas décadas el desarrollo de visiones
la revisión de las interpretaciones de conjuntos que buscan integrar la gestión del patrimonio ar-
emblemáticos como Stonehenge (Barrett 1994; queológico, histórico y natural bajo un mismo en-
Darvill 1997; Bender et al. 1998), de zonas que foque, que ha venido a denominarse Patrimonio
presentan una alta concentración megalítica como Cultural. Sirviéndose de los marcos conceptuales
Avebury (Watson 2001; Thomas 2003), o Cranbor- de instituciones como la UNESCO o la Unión Eu-

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ropea, los arqueólogos involucrados en la gestión cias y limitaciones. Pese a que el interés fundamen-
patrimonial han tendido a incorporar muchas de las tal de este artículo ha sido el de identificar y singu-
reflexiones manejadas en estas líneas, generándo- larizar las reflexiones teóricas y metodológicas rea-
se un diálogo tan fluido que, actualmente, cualquier lizadas en los estudios arqueológicos anglosajones
proyecto de investigación sobre el paisaje pretéri- más recientes, es necesario apuntar, aunque sea bre-
to presenta conexiones directas con la gestión pa- vemente, algunas de las deficiencias más relevantes.
trimonial (11). En esencia, lo que está ocurriendo Como fue señalado anteriormente, la irrupción
dentro de la gestión patrimonial es que el Paisaje se del postprocesualismo en la década de los 80 supu-
está convirtiéndo en la unidad mínima de interven- so un intento por corregir los excesos economicis-
ción (Ruiz Zapatero 1998: 11), ya sea desde el pun- tas y ecologicistas que la arqueología procesual
to de vista de su protección, conservación, divulga- había cometido. Por tanto, la senda emprendida por
ción, presentación e interpretación. Este paulatino muchos de los arqueólogos postprocesuales se
desplazamiento del énfasis puesto en la conserva- orientó a rescatar del anonimato a los sujetos en las
ción de los sitios o yacimientos aislados a la protec- explicaciones del pasado, incentivando la impor-
ción íntegra de los paisajes arqueológicos respon- tancia de los aspectos simbólicos y subjetivos y,
de a múltiples causas, que van desde la progresiva sobre todo, la relevancia explicativa del individuo
mercantilización de los bienes culturales al paula- racional. Así, frente a una fase en la que domina-
tino grado de destrucción que los paisajes tradicio- ron, como elemento explicativo, las condiciones
nales sufren en la actualidad (Andrews y Thomas materiales de existencia, se abrió, como ocurriera
1995). Así, concebido como unidad mínima en la en otras disciplinas, una etapa en la que lo subjeti-
que desarrollar planes de gestión patrimonial, el vo prevaleció a la hora de comprender y evaluar
paisaje permite integrar, dentro de un mismo mar- cómo se produjeron los cambios históricos (12).
co de protección y de interpretación, aquellas evi- Esta primera reacción llevará implícita no sólo el
dencias del registro material no visibles, fragmen- rechazo a cualquier forma de determinismo econo-
tadas o sin una clara delimitación, otorgando una micista, sino a la sobrevaloración de las concepcio-
articulación que sólo puede entenderse en referen- nes y creencias universales de los sujetos. Por tan-
cia al conjunto paisajístico (Wainwright 1989; to, y contemplado globalmente, lo que generó la
Darvill et al. 1993). crítica postprocesual fue el progresivo desplaza-
miento de la causalidad histórica hacia esferas más
subjetivas, generando explicaciones históricas que,
4. CONCLUSIONES al omitir condicionantes materiales, terminaron
adoleciendo de similares deficiencias. Así, en esen-
Los esfuerzos teóricos y metodológicos desarro- cia, la mera sustitución de causalidades objetivas
llados dentro del marco de la llamada Arqueología por subjetivas no generó explicaciones alternativas
del Paisaje constituyen, indudablemente, contribu- más válidas, aunque si implicó un fortalecimiento
ciones muy positivas a la práctica arqueológica. Los de la oposición materialismo/idealismo.
intentos que están llevando a cabo estos autores por Ahora bien, los esfuerzos de algunos de los ar-
trascender la materialidad del registro puede produ- queólogos que se aproximan al paisaje se han orien-
cir, a la larga, una modificación sustancial en los tado a buscar visiones alternativas a esta dicotomía,
procedimientos empleados en la disciplina, aunque, para lo cual se ha reivindicado la necesidad de in-
y a tenor de la orientación actual de la investigación, corporar aquellos elementos que tradicionalmente
hemos de deducir que a corto plazo es posible que se omitían debido a las dificultades que su intangi-
asistamos a una generalización de sus planteamien- bilidad ofrecían al trabajo arqueológico. Se argu-
tos en aquellos campos que se vinculan directamen- mentó también que el paisaje, analizado en este
te con la gestión patrimonial. Sin embargo, y fren- sentido, se presenta como el medio en el que incor-
te a este énfasis tan positivo, lo cierto es que las porar, dentro de la práctica arqueológica, algunas
aproximaciones y estudios que se acercan de esta de las formas en que los individuos conceptualizan
manera a la dimensión espacial de las sociedades
pretéritas no están exentas de importantes deficien- (12) Recordemos, no obstante, que estas formas de entender
la Arqueología no han sido nunca mayoritarias en la práctica co-
(11) De hecho, muchos de los investigadores que reflexionan tidiana de la disciplina, ya que la inmensa mayoría de la profesión
teóricamente sobre el paisaje en Arqueología están vinculados o ha seguido manteniendo visiones que han basculado entre el po-
desarrollan programas de gestión patrimonial. sitivismo arqueográfico y el eclecticismo ateórico.

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su realidad. Así, mediante la visibilidad, estos au- der 1992; 1993a; 1993b; 2001; 2002), hasta auto-
tores pretenden rescatar aquellos elementos, proce- res que reclaman una vuelta a esquemas gestados,
dentes de la esfera subjetiva, que intervienen de como el de la larga duración, dentro de la escuela
forma decisiva en el proceso de conceptualización de Annales (Bintliff 1995; Hitchner 1994). No obs-
de la realidad, reconociendo al mismo tiempo los tante, este panorama tan heterogéneo no parece
condicionantes materiales que intervienen en las constituir la visión más generalizada que se tiene de
explicaciones del pasado. los estudios del paisaje. Al hundir sus raíces en la
Sin embargo, y a la luz de los últimos resultados, crítica postprocesual de los años 80, la mayoría de
estas pretensiones por ofrecer alternativas coheren- esfuerzos realizados en la búsqueda de explicacio-
tes y válidas a las explicaciones dicotómicas mate- nes a aspectos simbólicos o sagrados dentro de la
rialista/idealista no parecen alcanzar resultados muy Arqueología del Paisaje ha sido relacionado, direc-
relevantes. Aunque es cierto que se explicita la im- tamente, con una vuelta al sujeto consciente. Aun-
posibilidad de explicar satisfactoriamente el pasa- que es cierto que las versiones más radicales, o al
do sin tener en cuenta ambas determinaciones, el menos las que han alcanzado mayor popularidad, se
resultado final es que en la mayoría de esfuerzos ubican dentro de la óptica de lo que podríamos de-
realizados concluyen enfatizando siempre alguno nominar arqueología idealista, lo cierto es que la
de los aspectos de dicha dicotomía, sin plantear ver- heterogeneidad de aproximaciones que aquí se han
daderamente una ruptura. Así, como ejemplifica el identificado no pueden ser asimiladas, sin analizar-
propio Julian Thomas (2002: 181), los rasgos ma- las en profundidad, con propuestas explícitamente
teriales del pasado no dan acceso a las experiencias idealistas. Aunque algunos de los estudios realiza-
de dicho pasado, pero sí proporcionan la base con la dos, como por ejemplo los de Barbara Bender, se
que comprender las formas con las que se habitaron acercan peligrosamente a la empatía, esto no signi-
los lugares. En consecuencia, lo que estos autores fica que el único camino para abordar los aspectos
están planteando no es la ruptura de la dicotomía, simbólicos y cognitivos del pasado tenga que ir de
sino, por el contrario, una redefinición del vínculo la mano del reconocimiento de la universalidad del
existente entre los diferentes componentes de la so- sujeto racional.
ciedad, en el sentido de reconocer que la relación Otra cosa es el nivel de concreción explicativa
entre la estructura material y la acción consciente no alcanzado en muchas de estas investigaciones. La
es, como se planteaba antes, de determinación uní- constatación de los múltiples significados de Sto-
voca de una sobre otra, sino una relación basada en nehenge (Bender 1993b), de las distintas raciona-
alguna forma de interacción mutua (13). lidades que funcionan en Cranborne Chase (Barrett
Sin embargo, no todos los autores que abordan et al. 1991), de la presencia de patrones de intervi-
el paisaje reconocen de forma tan abierta y explícita sibilidad en los túmulos del Cursus Dorset (Tilley
su intento por ofrecer explicaciones en este senti- 1994), de la evolución megalítica de Avebury (Tho-
do. Como ya ha sido señalado, dentro de los recien- mas 2003), de la transformación del significado de
tes estudios de la dimensión espacial en Arqueolo- los yacimientos neolíticos amurallados (Bradley
gía puede encontrarse un amplio abanico de 1998), o de la evidencia de distintas experiencias de
propuestas diferentes que van desde la búsqueda de un mismo espacio megalítico (Edmonds 1999), han
las motivaciones subjetivas de los individuos (Ben- generado estudios de tal calibre que han demostra-
do cómo una misma realidad física se concibe, se
(13) Lo que aparentemente está ocurriendo con los estudios piensa y se usa de formas diversas. Sin embargo, el
del paisaje en Arqueología es la asimilación, por parte de algunos nivel explicativo de gran parte estos estudios es, en
de sus investigadores, de planteamientos teóricos que pueden ras- la mayoría de las ocasiones, demasiado escaso.
trearse en las últimas décadas en disciplinas como la Historia, la
Sociología o la Antropología Cultural. En relación con la primera, Aunque la mayoría de estos investigadores inten-
este replanteamiento se asocia con la llamada historia socio-cultu- ta analizar la interrelación entre cultura, sociedad
ral que agrupa, entre otros, a historiadores de la cuarta generación
de Annales (Roger Chartier, Bernard Lepetit), a quienes practican y espacio, entre sistemas de pensamiento, forma-
la microhistoria (Carlo Ginzburg, Giovanni Levi), o a determina- ciones sociales y paisaje, a la hora de abordar su
dos historiadores marxistas influidos por la obra de E. P. Thomp- transformación, es decir, el cambio histórico pro-
son (Gareth Stedman Jones, William Sewell). Para un análisis más
detallado de este proceso dentro de la disciplina histórica pueden ducido, se limitan, generalmente, a trazar y descri-
verse los estudios de Miguel Á. Cabrera Acosta (2001 y 2004), bir la existencia de racionalidades simbólicas. Aun-
donde, al tiempo que aborda la relación objetivo/subjetivo, ofrece
una alternativa que rompe con la dualidad desde lo que reciente-
que es cierto que siempre llegan a apuntarse
mente se ha denominado historia discursiva o postsocial. posibles causas, nunca llega a abordarse, como ele-

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mento central, los motivos y razones por las que una intervisibilidad, adquiriendo lo perceptivo una re-
forma de racionalidad concreta aparece, se agota, levancia que hasta ahora no tenía. Sin embargo, este
muta o permanece. Las escasas ocasiones en las que rápido incremento puede conducir, tal y como ocu-
se llegan a plantear el por qué y el cómo de esas rriera con los análisis de captación económica, a un
formas distintas de entender la realidad, suelen aso- empleo meramente instrumental, es decir, a una
ciarse a procesos que no quedan claramente defini- aplicación en la que se rompe el referente teórico
dos (14). Así, y frente al éxito logrado en la identi- que le da sentido, convirtiendo a la visibilidad sim-
ficación de los diversos comportamientos y usos plemente en un aspecto más a tener en cuenta. Así,
simbólicos del paisaje, lo cierto es que, de momen- y como ya parece intuirse en algunos estudios, la
to, en los estudios actuales de la dimensión espacial, forma que adquiere el paisaje en función de la exis-
no llega a abordarse de forma clara y explícita el tencia de una racionalidad determinada pasa, de ser
análisis del cambio histórico. el elemento estructurador que da sentido a todo el
Junto a esta importante deficiencia, que debe ser estudio, a conformar el capítulo que sigue al estudio
superada si verdaderamente se pretenden ofrecer del medio físico y geomorfológico y que preludia la
alternativas coherentes y sólidas a las explicaciones mera descripción de los diferentes asentamientos
tradicionales, pueden identificarse también algunas que controlan la zona estudiada.
dificultades de carácter metodológico. Parecidos problemas pueden apuntarse en la
Aunque, como ya se indicó, la metodología que asimilación, por quienes estudian los paisajes pre-
comienza a desarrollar la Arqueología del Paisaje téritos y actuales, de las nuevas tecnologías. La pau-
puede abrir, tal y como parecen confirmarlo estos latina incorporación del bagaje informático e ins-
estudios, nuevos caminos en la práctica de la disci- trumental apuntado anteriormente está abriendo
plina, lo cierto es que aún queda mucho por hacer. insospechadas posibilidades para la recopilación,
La excesiva reflexión teórica gestada por la crítica manipulación y análisis de la información. Induda-
postprocesual sigue sin poseer aún un correlato blemente la investigación básica y la gestión patri-
metodológico claro y directo en el trabajo cotidia- monial deben aprovecharse de estos avances. No
no del arqueólogo. Aunque comienza a abordarse obstante, en ocasiones, su empleo deja traslucir
de forma explícita esta carencia en diferentes ám- unas pretensiones cientificistas que poco tienen que
bitos temáticos, estos intentos son aún demasiado ver con el desarrollo teórico analizado en estas lí-
escasos y recientes como para poder ser valorados neas. La asunción, tan generalizada, de que la apli-
adecuadamente (15). cación de procedimientos tecnológicos avanzados
Con la excepción de casos aislados, la mayoría proporciona un acercamiento mucho más objetivo
de esfuerzos realizados dentro de las arqueologías a la realidad empírica del pasado debe ser rechaza-
del paisaje se han orientado, fundamentalmente, al da (Wansleeben y Verhart 1997: 54). El empleo de
desarrollo pleno de las posibilidades de la visibili- mapas digitalizados, de fotografías aéreas, de datos
dad. La rentabilidad que conlleva su aplicación en de distribución, de representaciones virtuales, etc.,
períodos históricos y zonas geográficas no aborda- ofrece una mayor y mejor sistematización de la in-
das aún, ha generado una importante proliferación formación, pero nunca de dichas técnicas puede in-
que, sin duda, están confirmando las expectativas ferirse la forma y sentido en que los fenómenos ana-
puestas en ella. Así, dentro de los nuevos proyectos lizados fueron percibidos y conceptualizados en el
de investigación arqueológica que abordan grandes pasado. Como ya se apuntó, la deshumanización de
extensiones geográficas comienzan a barajarse cri- los datos y la actitud distante del científico no son
terios como los patrones visuales o las relaciones de suficientes para generar un conocimiento más ob-
jetivo.
(14) Un ejemplo podría ser la deficiente explicación ofrecida Pero, independientemente de estas deficiencias
por Chistopher Tilley cuando arguye la asociación con el culto a apuntadas, lo cierto es que la atención prestada al
los antepasados o los seres sobrenaturales al analizar la significa-
ción de la ubicación de los túmulos y megalitos del Cursus Dor- paisaje en Arqueología ha abierto un fructífero pe-
set (Tilley 1994: 199-200). ríodo de experimentación metodológica de la que
(15) Ejemplos en este sentido pueden considerarse los inten- la disciplina, creemos, saldrá muy transformada. Al
tos por buscar nuevas estrategias para abordar la dimensión espa-
cial de las sociedades del pasado (Criado Boado 1999); la aplica- asimilar, con mayor o menor acierto, el proceso de
ción de criterios de visibilidad en el estudio de la cultura material replanteamiento teórico que recorre actualmente a
cerámica (Cobas Fernández y Prieto Martínez 1998); o los esfuer-
zos realizados en la búsqueda de nuevos métodos de excavación
las disciplinas científicas, las aproximaciones al
(Hodder 1997). paisaje han sido capaces de iniciar un proceso de

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renovación metodológico que, aún con numerosas nizing meaning in archaeology”. Journal of Social Ar-
imperfecciones, permite aproximarse a esferas tra- chaeology 2 (1): 37-52.
dicionalmente desatendidas en la práctica arqueo- BENDER, B. 1992: “Theorising Landscape, and the prehis-
lógica. Así, y como bien ha demostrado Felipe toric Landscape of Stonehenge”. Man 27: 735-755.
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del Paisaje presentan un gran valor metodológico der (ed.): Landscape. Politics and Perspectives. Berg
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por cuanto ofrecen un instrumento útil no sólo para
– 1993b: “Stonehenge-Contested Landscapes (Medieval
definir la actitud socio-cultural hacia el espacio, to Present-Day)”. En B. Bender (ed.): Landscape. Po-
sino también para analizar estrategias sociales e litics and Perspectives. Berg Publishers. Province/
ideológicas a través del registro arqueológico (Cria- Oxford.
do Boado 1991: 25). Es decir, el paisaje, entendi- – 2001: “Landscapes on-the-move”. Journal of Social Ar-
do de la manera en que se ha descrito en estas líneas, chaeology 1 (1): 75-89.
pretende superar, en última instancia, las limitacio- – 2002: “Time and Landscape”. Current Anthropology 43
nes que el registro arqueológico impone a las infe- (Supplement): 103-112.
rencias sobre el pasado, ir más allá de la mera con- BENDER, B. (ed.) 1998: Stonehenge: Making Space. Berg.
creción del registro e intentar superar los límites Oxford-New York
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