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LEYENDA DE MANCO CAPAC Y MAMA OCLLO

Es también es conocida como el mito del Lago Titicaca. Fue recopilada por el cronista mestizo inca Garcilaso de la Vega
en una de sus crónicas llamada Comentarios reales de los incas.
Según se cuenta, es que muchos siglos el altiplano peruano era una región de quebradas y montes altos. Los habitantes
de esas tierras eran salvajes que vivían en grupos pequeños y se escondían en las cuevas de las montañas. Ellos al igual
que los animales se alimentaban de hierbas, raíces y frutos silvestres. A veces comían hasta carne humana, se cubrían
con corteza de árboles, cueros o simplemente andaban desnudos.
Un día, el padre Sol se apiadó de esta gente que desconocía el cultivo de la tierra y el arte de tejer, y envió a sus propios
hijos, Manco Cápac y Mama Ocllo, para enseñarles a los salvajes las costumbres de los dioses.

De esta manera aprenderían como labrar la tierra y a vivir del fruto de su trabajo, cómo construir casas y vivir en
comunidades, y cómo adorar al padre Sol o Inti.
El padre Sol puso a su hijo e hija en el Lago Titicaca y como símbolo les entrego una gruesa vara de oro. Luego les
ordenó que fueran por donde quisieran y se detuvieran a comer o a dormir si es necesario, que intenten hincar en el
suelo la varilla de oro que les entregó, pues donde se llegara a hundir esta varilla con un solo golpe sería la tierra en
donde el Sol ha mandado la fundación de su imperio.
Antes de que se fueran, el Sol también le recomendó que cuando todos los habitantes se lleguen convertir en sus
súbditos, tendría que gobernarlos demostrando sabiduría, justicia, piedad, clemencia y ternura.

Debían tratarlos con tanta compasión como un padre trata a sus hijos. Y lo harían siguiendo el ejemplo del Dios Sol,
pues este dios da la luz y el calor al mundo, protegiéndolo amorosamente al girar en torno suyo cada día.

El Sol dijo: “Los he enviado a la tierra para salvar a esta gente que vive como bestias”.
Un día, después de mucho llegaron un majestuoso valle en donde la vara de oro se enterró en el suelo. Es así como
supieron que ese lugar debería convertirse en la capital del Imperio de los Incas.
Manco Capac rápidamente inició su tarea civilizadora en el valle del Cusco. Enseñó la agricultura a los hombres, la pesca
y construcción, ciencias y religión. Mama Ocllo en cambio capacitó a las mujeres de la comunidad en labores
domésticas y tejido para sus vestimentas.

LOS HERMANOS AYAR

Sobre la montaña Pacaritambo (doce leguas al noroeste de Cuzco) aparecieron los hermanos Ayar, después del gran
diluvio que había devastado todo.
De la montaña llamada "Tampu Tocco" partieron cuatro hombres y cuatro mujeres jóvenes, hermanas y esposas de
ellos a la vez.
Eran Ayar Manco y su mujer Mama Ocllo; Ayar Cachi y Mama Cora; Ayar Uchu y Mama Rahua y finalmente, Ayar Auca y
su esposa Mama Huaco.
Viendo el estado de las tierras y la pobreza de la gente, los cuatro hombres decidieron buscar un lugar más fértil y
próspero para instalarse. Llevaron con ellos a los miembros de diez Ayllus (organización inca que agrupaba diez
familias) y se dirigieron hacia el sudeste.

Pero un primer altercado se produjo entre Ayar Cachi, un hombre fuerte y valiente, y los demás. Sus hermanos lo
celaban y quisieron matarlo. Con ese plan, le ordenaron volver a las cavernas de Pacarina (se llama así, en quechua, al
lugar de los orígenes) a buscar semillas y agua.
Ayar Cachi entró en la caverna de Capac Tocco (ventana principal de la montaña "Tampu Tocco") y el sirviente que lo
acompañaba cerró con una gran piedra la puerta de entrada... Ayar Cachi jamás pudo salir de allí.
Los siete hermanos y hermanas restantes, seguidos de los ayllus, prosiguieron su camino y llegaron al monte
Huanacauri, donde descubrieron un gran ídolo de piedra con el mismo nombre. Llenos de respeto y de temor frente a
este ídolo, entraron al lugar donde se lo adoraba.
Ayar Uchu saltó sobre la espalda de la estatua y quedó enseguida petrificado, haciendo parte en delante de la
escultura.
Aconsejó a sus hermanos de seguir el viaje y les pidió que se celebre en su memoria la ceremonia del Huarachico, o
"iniciación de los jóvenes".

En el curso del viaje Ayar Auca fue también convertido en estatua de piedra, en la Pampa del Sol. Ayar Manco,
acompañado por sus cuatro hermanas, llegó a Cuzco donde encontró buenas tierras; su bastón se hundió con facilidad,
pero no pudo retirarlo sin esfuerzos, lo cual era una buena señal. Entusiasmados con el lugar decidieron quedarse allí.
Ayar Manco fundó entonces una ciudad, en nombre del creador Viracocha y en nombre del Sol. Esta ciudad fue Cuzco
(ombligo, en quechua), la capital del Tahuantinsuyo (imperio de las cuatro provincias).

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