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La miocarditis se define como un proceso inflamatorio focal o difuso del músculo cardiaco, que
cursa con diferentes grados de afectación de la miofibrilla, del intersticio o de sus componentes
vasculares.
Aunque el desencadenante más frecuente es una causa infecciosa, generalmente viral, también se
han descrito otras múltiples causas etiológicas. Su fisiopatología es compleja, y su conocimiento
deriva en gran parte de estudios animales. Presenta asimismo gran heterogeneidad en su curso
clínico y pronóstico.
El análisis histológico de las muestras de biopsia miocárdica constituía, hasta fechas recientes, la
prueba diagnóstica por excelencia, aunque con una baja sensibilidad y escaso valor pronóstico. En
los últimos años, la asociación de técnicas inmunohistoquímicas y de biología molecular, aplicadas
a las muestras de tejido miocárdico, así como pruebas no invasivas como la resonancia magnética
nuclear (RMN), han mejorado la sensibilidad diagnóstica y han aportado asimismo información
pronostica y orientación terapéutica.
DATOS EPIDEMIOLÓGICOS
Grandes series de autopsias no seleccionadas en la población general han indicado que un 1-9%
presentaba miocarditis no diagnosticada previamente. Asimismo, se ha identificado la miocarditis
como causa de muerte súbita de origen cardiaco en el 12-22% de los jóvenes menores de 40 años
de edad, siendo la causa más frecuente por debajo de los 20 años. Se trata de una enfermedad
típicamente esporádica, aunque a veces puede aparecer en brotes epidémicos. Su incidencia varía
mucho entre países, en relación con las condiciones higiénicas y socioeconómicas, así como con la
disponibilidad de servicios médicos y las inmunizaciones. Presenta una ligera preponderancia en
varones. En la población pediátrica se ha descrito con mayor frecuencia una presentación clínica
con un curso más fulminante respecto a la población adulta. Por otro lado, estudios recientes han
identificado la miocarditis como la causa conocida más frecuente de miocardiopatía dilatada en
pacientes menores de 18 años, siendo esta última la causa más frecuente de trasplante cardiaco
pediátrico
ETIOLOGÍA
Agentes cardiotóxicos pueden producir miocarditis por efecto tóxico directo sobre el miocito o
por mecanismo inmunitario. Entre ellos se encuentran agentes químicos como antraciclinas,
etanol y cocaína, o agentes físicos como la hipotermia o la radiación
PATOGENIA
La mayor parte del conocimiento actual sobre la patogénesis de la miocarditis viral o autoinmune
deriva de estudios realizados en modelos animales, en los cuales, tras inducir una infección por un
virus cardiotropo (Coxsackie virus B3), se evidenciaron infi ltrados infl amatorios similares a los
observados en la miocarditis en humanos. Según estos estudios, la progresión desde el daño
agudo hacia la miocardiopatía dilatada crónica se puede resumir en 3 fases.
En una primera fase el virus penetra en los miocitos cardiacos por endocitosis a través de
receptores y correceptores específi cos. En su interior se inicia la replicación viral, con efectos
citotóxicos y destrucción celular. En algunos casos, esta fase puede conllevar un gran daño
miocitario con muerte en la primera semana tras la infección. Cuando esta primera fase no es
letal, se desarrolla una miocarditis aguda entre el 4.º y el 14.º día tras la infección.
Esta segunda fase se caracteriza histológicamente por un infiltrado inflamatorio focal, consistente
fundamentalmente en linfocitos T (CD4 y CD8), linfocitos B, macrófagos y monocitos, entre otros.
La respuesta infl amatoria desencadenada normalmente produce el aclaramiento viral y la
resolución del proceso en unas 3 semanas, aunque también puede ocasionar daño miocitario
directo. Durante esta fase, la exposición de determinados antígenos intracelulares o de
antigénicos virales similares a antígenos cardiacos propios puede estimular la producción de
linfocitos T y B, desencadenando una autorreacción contra células cardiacas no infectadas, con
producción de citocinas y auto anticuerpos . De esta forma, se inicia una miocardiopatía
autoinmune que persiste a pesar del aclaramiento viral. Se ha demostrado en humanos la
producción de anticuerpos contra múltiples antígenos cardiacos como miosina, receptores β-
cardiacos o múltiples proteínas intracelulares. Asimismo, se ha conseguido desencadenar
experimentalmente una miocarditis autoinmune en ratones tras ser inmunizados con péptidos de
miosina, demostrándose producción de auto anticuerpos y linfocitos T específicos
En función de esta respuesta inmunitaria, la tercera fase se caracteriza por la recuperación del
miocardio o por la evolución hacia el daño miocárdico progresivo que desencadena en una
miocardiopatía dilatada crónica, bien sea por persistencia de la replicación viral en los miocitos o
por inflamación crónica por mecanismo autoinmune.
CLÍNICA
El espectro clínico de la miocarditis es altamente variable. Las formas clínicas de presentación más
frecuentes cuando nos referimos a la miocarditis viral son tres:
• Sintomatología aguda: este grupo de pacientes presenta síntomas y signos de fallo cardiaco, con
dilatación y disfunción ventricular. Frecuentemente existe historia reciente de sintomatología
pseudogripal, con fiebre, mialgias y síntomas respiratorios o gastrointestinales. Los síntomas más
frecuentes son disnea, dolor torácico, síncope y arritmias.
• Una forma de presentación clínica bien diferenciada dentro de este grupo es la miocarditis
fulminante, que se caracteriza por desarrollo agudo (menos de 3 días) de signos y síntomas de
fallo cardiaco avanzado con necesidad de soporte inotrópico o soporte mecánico
cardiocirculatorio, habiendo sido precedido este cuadro de fiebre e infección viral en las 2
semanas previas. Este tipo de presentación clínica es más frecuente en niños que en adultos. Se
caracteriza por su agresiva presentación aguda y puede llevar a la muerte si no se instaura el
tratamiento apropiado. Sin embargo, a largo plazo presenta mejor pronóstico que la miocarditis
con presentación aguda no fulminante, con menor tasa de evolución hacia miocardiopatía dilatada
y trasplante cardiaco.
DIAGNÓSTICO
En la actualidad no existe una prueba que por sí sola confi rme el diagnóstico de miocarditis con
absoluta certeza. Para llegar a un correcto diagnóstico y guiar el tratamiento médico, es necesaria
la integración de los datos obtenidos de la historia clínica, así como pruebas diagnósticas no
invasivas y, en ocasiones, invasivas. A continuación se describen las más relevantes:
• Radiografía de tórax: aunque la silueta cardiaca puede ser normal, es frecuente la cardiomegalia
radiológica, así como diversos grados de congestión venocapilar. En ocasiones, la cardiomegalia
radiológica puede ser el primer signo de esta enfermedad.
La troponina I se eleva con mayor frecuencia que la creatíncinasa MB, aunque presenta baja
sensibilidad para la miocarditis. Por último, el aumento sérico de los niveles de nuevos marcadores
como la interleucina 10 puede predecir un incremento del riesgo de mortalidad.
• Ecocardiografía: esta prueba permite descartar eficazmente otras causas de fallo cardiaco. No
obstante, los hallazgos son poco específi cos para miocarditis y pueden presentarse patrones
compatibles con miocardiopatía hipertrófi ca, restrictiva, dilatada o isquémica. Es frecuente el
aumento de volumen y esfericidad del ventrículo izquierdo, así como anomalías globales o
segmentarias en la función contráctil. Asimismo, son frecuentes el derrame pericárdico asociado y
la insufi ciencia valvular mitral. La miocarditis fulminante puede distinguirse de la miocarditis
aguda por la ausencia de dilatación ventricular e incremento del grosor miocárdico. El hallazgo de
disfunción ventricular derecha asociada constituye un fuerte predictor de mortalidad o necesidad
de trasplante cardiaco.
– Variabilidad interobservador.
Las técnicas inmunohistoquímicas detectan signos infl amatorios con mayor sensibilidad (en torno
a un 50%) que el análisis histológico. Permiten una mejor caracterización y cuantifi cación de los
infi ltrados infl amatorios intramiocárdicos, así como la identifi cación de sobreexpresión de
antígeno leucocitario humano (HLA). La presencia de signos inmunohistoquímicos de infl amación
se ha correlacionado con un mayor riesgo de muerte de origen cardiaco o necesidad de trasplante
cardiaco. Estas técnicas también permiten identifi car un subgrupo de pacientes que se pueden
benefi ciar de tratamiento inmunosupresor.
Aunque la biopsia endomiocárdica en centros con experiencia es una técnica con un bajo índice
de complicaciones, no está exenta de riesgos, entre los que se ha descrito perforación ventricular
(1-4%), arritmias (1%) y anomalías de la conducción (1%). Por ello, las indicaciones de realización
de biopsia endomiocárdica en las miocarditis han sido revisadas recientemente. Únicamente
presentaciones clínicas compatibles con miocarditis fulminante o miocarditis de células gigantes
han recibido la recomendación de clase I.
TRATAMIENTO
alteraciones del ritmo cardiaco que pueden existir. Por otro lado, existen tratamientos específi
cos, en función de la sospecha etiológica y la base fisiopatológica subyacente:
• Determinados pacientes, sin respuesta a estas medidas de soporte, pueden requerir la necesidad
de soporte mecánico cardiocirculatorio con dispositivos de asistencia ventricular o incluso
oxigenación con membrana extracorpórea (ECMO) como puente a mejoría o necesidad de
trasplante cardiaco. Esta terapia presenta gran importancia en el tratamiento de la miocarditis
fulminante, por su grave evolución en el periodo agudo, con un elevado porcentaje de
recuperación total.
• Tratamiento de las alteraciones del ritmo: es frecuente la aparición de arritmias que, en general,
se resuelven después de la fase aguda. El tratamiento de las taquiarritmias no debe diferir del
manejo convencional. En caso de taquicardia ventricular sostenida o asintomática, la amiodarona
es el fármaco de elección. Fuera del periodo agudo, puede ser necesario el implante de un DAI. El
implante de marcapasos transitorio también puede ser necesario para el tratamiento de la
bradicardia sintomática o el bloqueo AV completo.
– Antivirales: el efecto benefi cioso de los fármacos antivirales ha sido descrito en modelos
animales. Su uso rutinario en la práctica clínica es de dudosa eficacia, dado que la miocarditis
aguda se suele diagnosticar semanas después de la infección viral, por lo que el inicio de
tratamiento prácticamente siempre es tardío. Existen, no obstante, descripciones de uso exitoso
de antivirales como la rivabirina o el ganciclovir en el tratamiento de la miocarditis fulminante.
– Interferón: el tratamiento con interferón β ha mostrado un efecto benefi cioso en pacientes con
miocardiopatía dilatada con persistencia de genoma viral en tejido miocárdico detectado
mediante PCR. También se ha descrito el uso exitoso de interferón α en la miocarditis y la
miocardiopatía dilatada.
PRONÓSTICO
El pronóstico de la miocarditis es muy variable dependiendo de la causa etiológica, presentación
clínica, respuesta inmunitaria del huésped, factores ambientales, etc. La mayor parte de los casos
de miocarditis viral tienen un curso benigno, con recuperación espontánea de la función
miocárdica (50-60%), aunque un porcentaje no despreciable, cercano al 30%, evolucionará a
miocardiopatía dilatada. Se ha estimado una incidencia anual de miocardiopatía dilatada en niños
de alrededor de 0,57/100.000 casos, siendo la miocarditis la causa conocida más frecuente.