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La Vida Después de Mí by Lana C PDF
La Vida Después de Mí by Lana C PDF
Preámbulo
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Pensamientos del autor
3
***
Los rumores dejaron de ser sobre mí, un poco después de unas cuantas
semanas en St. Vladimir. Ahora llevaba unos seis meses dentro de la
prestigiosa familia Slayter.
Pude permanecer seis meses dentro del mismo apellido. Estaba sorprendida de
mi propio record.
Habían cambiado unas que otras cosas en esos meses. Amanda, había teñido
su cabello a un color más claro, casi rubio. Dora, se estaba enrollando con uno
de los chicos más “hot” del equipo de futbol. Sí. Esa chica tenía lo suyo. Le
pude volver a dirigir la palabra a Brandon, el chico estrella de St. Vladimir
(Eso era más de lo que él se merecía). Leon, salió del centro de rehabilitación
y ahora vivía solo en un departamento decente a las afueras de Orange
Country.
Sonreí.
***
4
Alice mantuvo una postura bastante infantil durante todo el almuerzo. Ella y
Dan secreteaban descaradamente, e incluían a Dora y al duende de Amanda en
el cínico murmullo. Estaban comenzando a fastidiarme. Lo más deprimente
era no contar con la presencia de Liam en aquella mesa. El muy idiota se había
esfumado desde muy temprano.
Cerré el puño.
Amanda, resopló con desgano. Supo que no lograría obtener más de mí.
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Sonrió satisfecha. Enroscó su mano entre mi brazo y caminamos juntas hacia
nuestra clase.
***
Claire pasó por mí en St. Vladimir esa tarde. Acusó a Liam de que no me
dejaba tiempo para ella. Aquella mañana traía una sonrisa radiante. No podía
disimular su buen humor.
―Debemos llevar algo que nos identifique como madre e hija. Usaría lo
mismo que traes puesto, pero dudo que el uniforme escolar se vea adecuado
para mi edad.
Cuando logramos entrar al acuario, después de una pequeña fila para pagar
nuestras entradas, me emocioné. Siempre había querido conocer el acuario.
Había visto la película de la sirenita unas treinta veces y desde ahí soñé meses
con el amargado cangrejo de Sebastián.
(Ahora que lo pienso, no entiendo como Ariel pudo haber escogido al príncipe
Eric; Sebastián era mucho más sexy). Reflexioné.
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Una niña, con hermosos moños rojos, de quizás unos cinco años, miraba
hipnotizada a los delfines. Su helado se había estado derritiendo en su mano.
Volteé a mirar a Claire. Me causó mucha risa ver como ella tenía la misma
expresión que la niña.
―A mí también―dijo entusiasmada.
Nos detuvimos frente a la familia de pez espada. Nos echamos a un lado para
dejar que los turistas tomaran algunas fotografías. A Claire no le importó y
siguió devorando una salchicha alemana.
―Se portó como todas las madres cuando conocen a la novia de su hijo.
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La puerta se abrió. Una cara redonda y llena de arrugas me recibió con
inescrutables líneas de expresión. Era el padre de Liam. Y dijo:
Misma expresión facial. Ese hombre parecía haber estado programado para
mantener la misma expresión en su cara.
Le agradecí al cielo.
―Volvamos a casa, le diré a Lulu que prepare algo delicioso para cenar.
***
8
cabello en un pasamontañas. Me saludó con rapidez, metiéndose nuevamente
en la nevera de Claire.
¡Un momento! ¿Quién era ese? ¿Y por qué metía los Brownies en sus
bolsillos? ¿En serio? ¿En los bolsillo?
―Bien, me apunto.
En cuanto tocaron el sofá y encendieron la tv, olvidaron por completo que una
chica los acompañaba. Blasfemias y muchas papas fritas, fue lo único que
corrió por sus bocas. Me sentí en un documental de Animal Planet. Verlos a
ellos me recordó al habitad natural de los primates. Vida salvaje en todo su
esplendor.
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Te extrañé”.
“La fecha de tu cumpleaños. No soy muy bueno ocultándole cosas a esa mujer
bajo presión. En este momento deben estar planeando un evento nacional.
Yo también te extrañé”.
Si algo podía ser peor que ver el juego con los primates de St. Vladimir, era
imaginarme en mi cumpleaños con un ostentoso Pien-Fu de colores
fluorescentes, un pastel purpura y muchos, muchos kits de maquillaje.
“Ella se está vengando de mí. Odio los cumpleaños. Los odio más que al
espagueti”.
“Lo sé. Pero si quieres seguir conservando a tu novio con los miembros
completos, intenta fingir que no lo sabes. Ella me matará. Lo hará. Repito. Me
matará”.
***
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Leon, ayudaba a Big Man con las cajas de su colección de disco de los
Beatles. La llevarían a una venta de garage. En los últimos meses hicieron de
todo un poco para poder ganar suficiente dinero y mantener el departamento.
En la actualidad, Leon estaba trabajando en un puesto de comida rápida y sólo
tenía las tardes libres.
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“―El otro día terminaste detrás de una ambulancia―dijo sin cambiar de
expresión―. Será mejor que empieces a escucharme, o esta vez terminarás tú,
dentro de la ambulancia”.
Bufé.
Por algún motivo, el saber que Liam Young se encontraba sentado a mi lado,
descontrolaba todo sentido de orientación y equilibrio.
“―¡Oh! Por favor, nena. ¡Vamos! ―él también se bajó. Caminó con
rapidez, para poder alcanzarme”.
Temblé.
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Las cajas de Big Man, me trajeron de vuelta a la realidad. Depositaban cajas
sobre cajas en el asiento trasero y el maletero.
―Creí haber escuchado que sólo serían un par de cajas―les dije―. ¿Acaso
empacaron todo el departamento?
―Umm―murmuró.
―No―dijo, sus palabras eran cada vez más monótonas y secas. No quería
darme información.
Los chicos se bajaron con agilidad para poder ocupar un buen puesto en el
lugar, y yo aproveché para hurgar entre la misteriosa caja de Leon.
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Todo en la pequeña caja me era familiar; porque todo lo que había dentro, era
mío; obsequios que en un tiempo le obligué a aceptar. Me llené de nostalgia.
Por un segundo quise ocultar la caja y llevarla conmigo. Un disco original de
los Red Hot Chilli Pepers, una sudadera de los Medias Rojas de Boston, una
bola de cristal con lluvia de nieve falsa, y un santa alcohólico en medio del
cristal. Lo que más me dolió ver ahí, fue un brazalete de colores que yo misma
había bordado, y en el cual había dejado unas cuantas uñas con sangre. Se lo
había regalado un día después de que su madre me echara de la casa. No
soportaba ver las cortadas en sus muñecas. Recordé sus palabras esa misma
noche en el orfanato, mientras se colocaba el brazalete:
“―No. Es para poder verte a la cara; si sigo viendo eso, dudo que algún día
pueda mirarte a los ojos otra vez”.
***
Lily ya no vivía en la casa de los padres de Erick. En cuanto los padres del
susodicho se enteraron de la clandestina relación, la enviaron a la casa de los
abuelos Thompson. “Pueden ser… pero no estar”. Algo así habían sido las
palabras que el padre de Erick, usó en aquella ocasión.
―Iremos a la playa el fin de semana. Los abuelos de Erick, también irán. ¿Te
gustaría acompañarnos? ―Lily puso ojos de osito de felpa―. Puedes llevar a
Liam. Se divertirán.
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Erick, encendió el televisor pantalla plana de la sala de Claire. Se tragó unas
cuantas moscas cuando finalmente encontró el canal de los deportes.
Iluminó el rostro.
Típico de Lilian.
―Sí, pero no me gusta vivir como una garrapata. No puedo chupar un dinero
que no es mío.
―Tu mejor amiga acaba de llamarte garrapata, cariño―habló Erick, sin dejar
de mirar el torneo de tenis.
Lily, lo fulminó con una mirada, pero lo dejó pasar. Seguramente luego se las
arreglaría con él.
Vicky, venía llegando de algún lugar con los ojos enrojecidos. Esa niña
siempre estaba metida en dramáticos rollos con chicos. Noté como sus azules
ojos se desviaron por completo del pequeño grupo ocupando la sala. En
cualquier otra circunstancia, hubiera dado media vuelta y hecho algún
comentario sarcástico o despectivo. Pero no lo hizo. Se limitó a darme una
media sonrisa y subió a su habitación como un zombie.
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algún eclipse lunar o algo igual digno de recordar. Se desplomó en la cama. Y
aún con la cara aplastada en la almohada me pregunto:
Abrí la boca y la cerré de inmediato. ¡Claro que eres una perra! Pensé.
―Sabes, Becca… no creo que algún día pueda merecer a un chico listo―me
dijo. Ya no tenía la cara pegada a la almohada, y tampoco estaba llorando.
Acomodó una media sonrisa. Reconocí el gesto. Lo hacía muchas veces
cuando yo me odiaba a mí misma.
―Sí, tal vez…―habló tan bajito que creí que era para ella misma.
―No acostumbres a llorar por chicos. No vale la pena―esperé que con eso se
terminara de una vez por todas la conversación, junto con los precarios
intentos de ser hermanas verdaderas.
―Estoy llorando porque sé que soy una perra, y porque sé que lo sabes. Que
todos lo saben―señaló toda la habitación con sus delgados dedos llenos de
mocos y lágrimas. Volvió a secarse las lágrimas, se le acumularon de manera
incontenible en la garganta―. Y ahora él también lo sabe.
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Unas cuantas palabras desagradables se aglomeraron en mi garganta. Iba a
darle una bofetada por ser tan estúpida y enamorarse de cualquier idiota que le
calentaba la oreja. También iba a darle una bofetada por mantenerme sentada
en su cama, escuchando sus mocos ir y venir, mientras mis amigos me
esperaban en la sala.
―Lo sé. Te estás preguntando qué hago aquí con esa rubia estúpida y
mocosa…―cortó el hilo de mis pensamientos. Aparte de arpía era bruja.
¡Increíble! ¡Maravilloso! ¡De la jodida! ―pero no tengo a nadie más…
―dejó escapar otra sonrisa amarga―. Soy patética. Estoy rogando lástima de
la chica adoptada que me alejó de mi propia madre.
¿Entonces se trataba de eso? ¿La atención que obtenía de Claire era lo que la
volvía más maligna de lo que ya era?
―No sufres sola. Tengo cientos de vestidos como esos en mi closet, sin sacar
de la bolsa.
Asentí.
―Lo sé…
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***
El duende saltó ante un comentario que hizo Alice, y luego me miraron con el
rabillo del ojo para percatarse de que seguía siendo inocente.
El resto del día lo pasé planeando una buena estrategia para zafarme del
misterioso evento. Consideré que adquirir una rara enfermedad anti-fiestas no
sería una mala idea. Tal vez Amanda se la creería y huyera de mí como la
peste. Todo resultaría magistral.
Ese duende jamás se creería tan insostenible historia. Si quería salirme del
asunto sólo tenía que enfrentarlo. Y eso solamente podía resolverlo yendo a
esa maldita fiesta sorpresa.
―Sólo cuando no eres idiota. Lo que significa cariño, que los dedos aún me
alcanzan para contar esos escasos momentos.
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Por su parte se limitó a reír.
(Olvidé mencionar que los padres de Liam tenían una pequeña empresa de
artículos de pesca, pero que a pesar de ser pequeña, les generaba grandes
cantidades de dinero. La madre de Liam se encargaba de una pequeña
sucursal frente a la playa).
Abrí los ojos. Los cerré. Los volví a abrir. Los volví a cerrar.
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horrible es la idea de volver a mi casa? ―preguntó de nuevo. Su voz se tornó
un poco molesta―Si no quieres ir, inventaré una excusa.
―Todavía…―masculló.
―Lo siento…―murmuró.
―No, escucha. Lo que quiero decir, es que realmente lo siento… todo eso fue
mi culpa… yo…―balbuceó ―yo les dije que se comportaran y que trataran
de no hacerte sentir incómoda. Que no te hicieran preguntas. Y que fueran
normales…
―Pues todo parece haber salido mal. O Efectivamente tus padre y tú tienen
serios problemas de comunicación; porque ignorar por completo a alguien y
no mirarlos a la cara mientras casi se muere ahogado en su mesa, es lo que
todos entienden por no hacer sentir mal a nadie, déjame decirte que están
leyendo los manuales equivocados.
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―Me hubiera gustado que se estropearan de una manera natural―chillé. Para
esas alturas no me importaba la atención que estábamos recibiendo gracias a
mis gritos―. Jodiste la primera oportunidad que tuve de conocer a las
personas más importantes en tu vida. Me convertiste en un ser vergonzoso
durante toda la noche. Ni siquiera me diste la oportunidad de que me
conocieran.
―No me mandes a cerrar la boca―gruñí con más rabia―. Sé que no soy una
chica flor; de esas que sonríen y se sonrojan con cada comentario halagador,
ni tampoco tengo un historial repleto de competencia de tenis, natación o
atletismo; no tengo el cabello rubio y una página web con Brad Pitt de fondo.
Pero soy agradable… a veces―dudé un poco―, puedo dar una buena
impresión si me lo propongo, así que no me jodas con eso de no hacerme
sentir incomoda.
―¡Dios! Becca, ¿qué coño comiste? ¿O acaso estás en tus días? ―silbó a todo
pulmón.
Él se dejó ir hacia atrás. Me miró sin creerse del todo lo que yo acababa de
hacer. Quedé en estado: mute. Tampoco me podía creer lo que le había hecho
a mi novio. Mis manos se movieron por si solas en su dirección intentado
remediar de alguna manera lo ocurrido o al menos detener la evidente
hemorragia. Liam no dejaba de agrandar sus ojos vidriosos. Miraba fijamente
a una sola dirección. Al vacío. Se dejó guiar por mí a la enfermería, sin decir
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una sola palabra. Ignoró por completo a la multitud que nos acompañaba y que
se repartían dinero unos a otros.
―Ya me disculpe unas cien veces, Liam… no quería hacerlo. Lo juro. Pero no
me diste otra alternativa.
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―Dije que lo siento, ¿qué más quieres que haga? Deja de restregármelo en la
cara―no pasé por alto el furor, acompañado de pánico con el que la enferma
me miraba ―Al menos pudiste haber actuado como un caballero y fingir
frente a la enfermera que chocaste contra una pared.
―¡Já! ―emitió un gracioso sonido nasal― ¿También puedo decir que era
una pared muy gritona y agresiva? ―me traspasó con sus lagunas
enfurecidas― Tal vez así tenga un poquito de credibilidad la historia, porque
dudo que el resto de St. Vladimir haya visto la misma pared que yo.
―¿A dónde diablos cree que va? ¿No acaba de escuchar que choqué contra
una pared?
―Pues creo que alguien necesita revisarse los oídos Srta. Enfermera. Gracias
por la ayuda―dijo con arrebato.
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―¡No tienes idea de cuánto lo siento!
―No. Cuando digo que tú debes hacerte cargo, es porque tú debes hacerte
cargo. Te comportarás como una novia modelo y consentirás a tu novio.
Tómalo o déjalo.
Alzó una ceja, dándome a entender que no estaría parado ahí mucho tiempo.
―Iré a la cena. ¿Feliz? ―soné tan enfadada como había querido evitar.
Efectué unas arcadas. Comenzaron a darme nauseas. ¡Liam Young tenía que
estar bromeando! El muy idiota quería verme tan avergonzada como él lo
había estado unos minutos atrás. Pero era lo menos que podía hacer después
de haberlo humillado frente a todo St. Vladimir. Controlé la furia que me
consumía y traté de sonreír. Algo torpe se formó en mis labios, pero por su
sarcástica sonrisa, supe que no había salido precisamente lo que planeé.
Agarré su mano con violencia y lo dirigí hacia los pasillos. Él me dio unos
pequeños jaloncitos e hizo que regresara al lugar de partida.
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―No, no… ―negó. Estaba disfrutándolo. Se regodeaba en el placer de verme
enrojecida de la cabeza a los pies ―si no me convences a mí, ¿cómo podrás
convencerlos a ellos?
―Lo siento, cariño. Soy un monstruo. No debí haber hecho lo que hice, ¿me
perdonas? ―procuré decirlo alto y sonoro. El cuerpo me ardía en vergüenza.
―Lo pensaré, eres muy agresiva. Debes aprender a controlar tu ira―dijo. Rió
con suficiencia a verme gruñir por lo bajo. Él también se aseguraba de que
todos lo oyeran.
“Que patética, golpea a su novio y ahora suplica por su perdón…” “Yo creí
que Young era agresivo, pero hay que verla a ella… es de lo peor…” “Son tal
para cual”.
***
El delicioso aroma del café preparado por Lulu impregnaba toda la cocina. La
mujer de cincuenta y tantos años, con ojos miel y arrugas pronunciadas, servía
a la familia Slayter desde hacía muchísimos años. Podría decirse que era una
mujer de carácter. Pocas veces se inmiscuía en los asuntos de la familia, pero
los conocía a todos más de lo que cualquiera pudiera atreverse a refutar.
Incluso cuando me miraba con esos ojos penetrantes, llegué a pensar que
podía conocer mis pensamientos.
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Mi Yo interno me abofeteó tres veces. A veces podía llegar a ser una perra
conmigo.
―¿Has escuchado alguna vez el cuento del ave gris y el ave plata? ―me
preguntó sin dejar de hacer los quehaceres.
―No.
―El ave plata representaba las cosas más valiosas y hermosas; siempre
esperaba recibir los mismos halagos. Cualquiera pagaría una suma altísima tan
sólo por mirarla―suspiró de nuevo―. El ave gris siempre lo admiraba a la
distancia. Quería ser como él; a pesar de que ambas permanecían en la misma
jaula y eran observadas por el mismo público. Nadie se detiene a ver las cosas
tan simples. ¿Quién quiere tener un ave gris cuando un ave plata está girando
alrededor?, eso era precisamente lo que el ave gris pensaba todo el tiempo.
Hasta que un día un espectador diferente quedó maravillado con el ave gris.
Pero éste a causa de los constantes rechazos se había vuelto arisco y
prejuicioso. Atacó al espectador. Y así concurrían los días de ambas aves.
Siempre juzgadas por su apariencia. Triste, ¿no crees?
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―Nunca dije que se tratara de ustedes dos―dijo, dedicándome una fugaz
sonrisa―. Deberías darle una oportunidad a Victoria. Ella no es una chica
mala. Te admira. Quisiera ser tan fuerte como tú. Imagina lo difícil que debe
ser para ella actuar tan arisca todo el tiempo. Yo fui un ave gris mucho
tiempo. Y créeme… es agotador.
***
Llegué al anexo de Leon con la mente dentro de la jaula y el ave plata. ¿Lulu
pensaba que yo era un ave plata? De alguna manera encontraría el mensaje
subliminal de aquella charla. Fue fácil olvidar el debate interior y sumergirme
en el mundo cavernícola de Leon y Big Man. Los dos hacían una mezcla
enigmática. Eran tan diferentes y tan parecidos a la vez. Uno era el caparazón
y el otro el caracol. Ninguno semejante, pero ambos inseparables.
Se doblaron de risa en cuanto les dije que mi novio había sido víctima de mi
puño.
―¡Me luele, me luele…! ―Big Man mofaba; rasgando sus ojos y haciendo
una mala imitación de asiático con acento.
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Jugamos San Andrea un rato. Pateamos unos cuantos traseros en Combate
Mortal y temblamos junto a Jill en Resident Evil. Tenía que comprarme una
consola, apenas consiguiera empleo. No pensaba vivir toda la vida pegada a
las costillas de mi madre adoptiva.
Los ayudé a organizar un poco el desastre que tenían en ese pequeño lugar.
Me pregunté: ¿cómo hacían todo ese tiempo para evitar que un ataque masivo
de cucarachas no se los comiera? Metí toda la ropa sucia en la lavadora sin
atreverme a seleccionar. Nada de lo que vi en esos cestos me pareció humano.
―Creo que uno de los dos debe conseguir una novia pronto. No seguiré
haciéndoles el trabajo sucio.
―Te pagamos con deliciosos macarrones con queso. No veo por qué te
quejas―dijo Leon, acercándose al pequeño lavado y depositando más ropa
sucia en los cestos―. Por cierto, a una chica le gustó mucho la caja sorpresa.
Era fanática de los Medias rojas de Boston―finalizó en tono despreocupado.
Así que ya sabía de mi intromisión y el robo del brazalete. ¿Por qué no podía
haberse callado la boca? Todo hubiera resultado más fácil y menos
degradante.
―Todos esas cosas me las diste cuando salí del hospital. Cada vez que me
lastimaba a mí mismo tú venías y me obsequiabas algo. Cada uno de ellos
representa lo imbécil que fui y del dolor que te ocasioné. Ninguno me trae
buenos recuerdos. Sobre todo el brazalete: ese es el que más odio. Lo hiciste
para tratar de ocultar las heridas de mi muñeca. Tener ese brazalete conmigo
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me produce un sentimiento de atracción inevitable… es como si me dijera:
¡Oye, amigo! Sigo aquí, en caso de que intentes suicidarte.
Se me hizo un nudo en la garganta. Había sido una estúpida por haber pensado
de manera egoísta. Mi amigo tenía total y absoluta razón. Si se había
propuesto comenzar una nueva vida, no tenía caso que siguiera guardando
esos desagradables recuerdos.
―De ahora en adelante prefiero recibir regalos por buenas razones. Quiero
merecerlos―alcanzó a sonreír.
***
Claire, quería obligarme a usar un traje color ciruela para la cena en la casa de
los Young. Para mí, ya era más que suficiente el tener que conocer el motivo
por el cual ella me obligaba a hacerlo.
“Cena con los Young. Cena con los Young. Cena con los Young”. No podía
dejar de pensar en eso.
Si anteriormente podía sentir el odio de ambos padres hacia mí, correr por sus
venas; no quería ni imaginar lo que pensaban de mí en esos momentos,
después de saber que la causa de la nariz rota de su hijo había sido obra y
gracia de su propia novia.
―Si los Young se portan mal contigo, sólo tienes que decírmelo, cariño―me
dijo Claire, mientras se despedía de mí frente a la puerta.
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Liam me esperaba en el Jeep.
Soltó un bufido.
Sin ánimos de seguir alargando la tortura subí al auto. Me recibió una melodía
que estaba segura de haber escuchado con anterioridad.
―No es posible. Estoy seguro de ser el único en Orange Country con un gusto
aceptable, en cuanto a música se refiere.
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Capté un grado de nerviosismo en su voz. ¿Realmente le importaba mi
opinión?
Sonrió.
―Mi madre piensa que terminé con la nariz rota por haberte defendido de un
delincuente ―dijo en tono divertido―. Ahora piensa que soy el mejor sujeto
del mundo. Le hice jurar que no le contara a mi padre sobre el suceso, porque
me avergonzaba ―dejó escapar una sonrisa burlona ―Y a mi padre le dije la
verdad; a él le agradas. Cree que me lo merecía, y que por fin encontré alguien
capaz de controlar mi mal temperamento. ¿Lo ves? De alguna manera logras
que la gente te adore.
Juraría que el rostro de Liam, había tomado un color diferente, y sus manos
jugaban con el nuevo corte.
Usó la mano libre fuera del volante para jugar con la mía.
***
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Antes de poner un pie dentro de la casa me implanté un chip en el cerebro:
“Rebecca. Ser. Novia. Buena” “Rebecca. No. Joder. Segunda. Oportunidad”
El Sr. Young, fue el primero en recibirnos; igual que la vez anterior. Dibujó
lentamente una sonrisa en el rostro. Y la Sra. Young intentó hacer lo mismo.
Estaba hermosa en ese vestido de lunares verdes. No era muy alta, pero si
elegante.
Liam y yo, nos sentamos en el sofá más grande de la sala y la Sra. Young
ocupó el de la esquina. Nos observaba como si fuéramos dos híbridos en plena
metamorfosis.
―Mi hijo me contó lo del asalto. Debió haber sido horrible― se aseguró de
mirarme por todos los ángulos, en busca de algún indicio que comprobara la
teoría de su hijo.
―Mi esposo y yo nos disculpamos por haber actuado tan apáticos contigo la
vez anterior. No sabíamos cómo manejar el asunto de la novia de nuestro hijo;
ya que eres la primera que trae a casa.
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(Rostro pálido de Liam Young). (Expresión de sorpresa en la enrojecida cara
de Rebecca Gordon)
―Creo que necesito tiempo para procesar esa información… ―ignoré sus
gruñidos.
Me tuve que contener para no romper mis labios con la gigantesca sonrisa que
se implantó en mi rostro. No podía contener la felicidad que me invadía en ese
momento.
¿Soy la primera chica que Liam lleva a su casa? ¿Soy la primera? Pensé.
―Adivina, quién parece poseída ―dijo irritado por mi reacción. Él pensó que
me burlaba de él.
Lo sorprendí con un fugaz beso en los labios; de esos que dan los niños de
preescolar para evitar ser descubiertos por sus maestros.
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―¿Eso por qué fue? ―abrió los ojos de par en par.
Poco a poco su rostro se suavizó y destelló con una media sonrisa roba
suspiros.
El beso había sido corto, pero muy dulce. Mi corazón se hinchó un poco más.
En cualquier momento iba a estallarme el pecho a causa del tamaño que estaba
tomando.
La Sra. Young apareció segundos después con el vaso de agua natural. Liam
lo tomó de un solo trago. Le aseguró a su madre que ya se sentía mucho
mejor.
Ésta le creyó.
La Sra. Young prosiguió a decorar los platos con la ensalada y los aderezos.
Se tomaba en serio el tema de la decoración tanto como Claire. Me limité a
observar. Poner el dedo encima de esos platos, significaba acabar con la buena
presentación. Esperé que me hiciera preguntas personales o que me apuntara
con uno de los cuchillos de mesa; ninguna de las dos cosas ocurrió. Era mujer
de pocas palabras.
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―¿Te gusta la pesca, Rebecca? El negocio familiar es bastante productivo.
Estoy seguro de que Liam y tú lo manejaran muy bien cuando decida
retirarme―dijo el Sr. Young.
***
Me tuve que contener para no explotar y decirle: ¡Oiga señor!, ¿no está ya
grandecito para este tipo de bromas?
“Yo también puedo reírme, cariño” Pensé. Y me reí con más ganas.
Casi me empujo del auto para que me bajara. Lo hice aún con las manos en el
estómago, intentado no caer desplomada en el piso de tanto que me había
reído en los anteriores diez minutos.
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Con la misma sombra de mi anterior humor, me dispuse a entrar a la casa.
Pero la estilizada silueta del chico naranja me sorprendió. Llevaba puesto unos
pantalones deportivos y la sudadera. Sus brazos se cruzaban en el pecho.
Quería dar la impresión de una postura relajada, pero no lo estaba logrando del
todo.
(¿Quién puede tener una postura relajada mientras sus dientes castañean de
frio?).
―Se supone que deberías estar haciendo todo lo que un chico naranja hace los
fines de semana. Salir a fiestas de niños bien y usar rubias para levantar sus ya
enormes egos.
―Eso sólo lo hacemos los primeros días del mes ―dijo en tono divertido
―¿Qué tal la cena?
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―No te estoy pidiendo disculpas por eso. Sé que me has perdonado, a pesar
de que me porté como animal.
―Porque no estoy feliz por ti. No puedo. No soporto verte tomada de la mano
de ese… ―apretó los labios con fuerzas, tragándose lo que parecía ser una
enorme blasfemia― no soporto verte llegar a casa con él. Y mucho menos
escuchar su nombre de tus labios. Me enferma―mantenía los puños en un
nudo. Uno muy apretado.
―No quisiera joder lo poco que hemos progresado en este tiempo. Así que te
pediré que olvides lo que acabo de decir. Perdona una vez más a éste patético
hermano. Pero no me pidas que me aleje de ti. Me volvería loco y no lo
soportaría ― un tierno puchero, se formó en aquel matiz angelical ―. Déjame
ser tu sombra. Seré tan cauteloso que ni siquiera me notarás.
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apuesto. Podía querer todo lo que se propusiera o se le antojara. Entonces,
¿por qué a mí? ¿Por qué tenía que dejarme ver su miseria de esa manera tan
humillante?
***
Desperté sintiendo una leve presión en el pecho. Tal vez se debía a que sólo
faltaba un día para mi cumpleaños. Y nada bueno sucedía los días de mi
cumpleaños. El último cumpleaños lo había pasado en un hogar temporal,
tratando de arrancarme la piel; por donde había estado la boca del borracho y
drogadicto padre de la familia Rodríguez. El muy desgraciado recibió su
merecido días después cuando “accidentalmente” le prendí fuego a su vieja
furgoneta. Pero mi estado taciturno, muy bien podía haber sido causa del azul
intenso y perturbado en los ojos de Brandon; por suerte llegué a dormir unas
tres horas después de aquel doloroso encuentro. No era habitual en mí,
sentirme avergonzada por algo en lo cual pensaba no tenía la culpa. Pero
frente a Brandon la situación se tornaba diferente. Él podría provocar que lo
odiaran y los adoraran al mismo tiempo.
***
Shorts, blusa blanca con la cara de una momia estampada, sandalias, gafas
oscuras y una coleta sexy. (¡Hermosa, Rebecca!) Lista para un generoso día
de playa.
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―¿Lista para un día de diversión? ―alzó una ceja con picardía.
―¡Lista!
Aparece tema salvaje del grupo The Kicks, “Hawk Eyes”. Una sexy pareja
comienza a cantar, evidentemente desafinada (Sí, sí. Éramos Liam y yo).
Llegamos a la playa con el mismo ánimo contagioso. Me rodeó con una brazo
y al segundo lo rodeé con las mías. El olor del mar inundó todo mi cuerpo. Era
delicioso, mucho mejor que el olor de Liam (Lo siento, pero no puedes ganar
todo el tiempo, campeón).
¡Oh, no!
―No hablo español y no tengo idea de qué coño dijiste, pero sé que no me
gustó.
―¡Oh, sí! Ella lo hará ―Liam le mostró su nariz al moreno. Todavía se veía
magullada.
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Me atrajo de nuevo hacia él. Y como si no acabara de suceder nada, me plantó
un fuerte beso.
No pude hacer otra cosa más que estallar en risas. Él también hizo lo mismo.
―Decidieron no venir. A los abuelos les parece que es demasiada agua para
los humanos ―dijo Erick.
Sabía que sus coqueteos no eran mal intencionados, pero a Erick, aquello no
parecía causarle la misma gracia.
Me dejé llevar por el relajante sonido del mar y olor a naturaleza. Observé con
detenimiento, las dos pequeñas que se bañaban en la orilla de la playa. La
escena me trajo viejos recuerdos:
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Lily y yo consentimos de inmediato.
“―Pero no toquen el fuerte. Esa área sólo le corresponde a los chicos ―dijo
el niño, que mantenía un parecido armonioso con su hermana”.
Cada vez que Lilian y yo hacíamos algún movimiento cerca del fuerte, él
amargaba el rostro.
“―Entonces, sólo dejen que esta chica sea la princesa ―el chico, me señaló
sin mirarme a la cara―. Ustedes dos serán las reinas. Si puede haber dos
reinas en un castillo”.
Desde que tenía siete años nos conocimos y jamás imaginé que aquel niño de
ojos hermosos y aspecto despreocupado, se trataba del mismo Liam Young; el
mismo que me sonreía desde el rompe olas cada vez que nuestras miradas se
cruzaban.
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recostado en una banca. Él poseía una postura tan relajada que me dieron
ganas de recostarme a su lado y compartir esa tranquilidad.
Miré hacia la fuente. El sonido del agua correr con poca fuerza, me dio
ánimos para responder―. El amor es como el agua ―Boni me miró
desconcertada―. Es muy fuerte y transparente. Y también creo que significa
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llorar mucho. Llorar demuestra que todavía tienes alma ―le di una sonrisa
tímida―.No deberías hacerle esa pregunta a una chica de dieciséis años.
Cualquier pensamiento que tengamos respecto al amor, lo basaremos en
nuestras nefastas experiencias. Pero si tanto deseas mi respuesta; ahí está.
Para mí, el amor es llorar. No sabía lo que era llorar hasta que anhelé,
extrañé, cuidé, soñé... eso es el amor para mí, Boni; aprender a llorar.
Nos recorrimos casi todas las tiendas departamentales, hasta tropezarme con
un aviso interesante: “Se solicita chica con buena presencia para trabajar
aquí”. Se trataba de una tienda con artículos de pesca. El destino me seguía
sonriendo. Era justo lo que estaba buscando. Le dije a Lily que diera un nuevo
recorrido mientras yo entraba y averiguaba si tenía alguna oportunidad. Ella se
alejó dando brinquitos.
―Vengo por lo del empleo. Quería saber si todavía está disponible la vacante.
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¡Perra roja!
―Yo tampoco, Sra. Young, sólo entré por el aviso ―señalé hacia atrás.
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―¡Entonces…! ―preguntó la chica bajita. Mantenía el bolígrafo en el aire,
esperando una respuesta por parte de la Sra. Young o la roja pedante.
―Randy, prepara un formulario para Becca. Estaré fuera unos minutos ―le
ordenó. La chica asintió con pesar ― y Becca, mantengamos la sorpresa a
Liam hasta tu primer día de trabajo. Estoy segura de que le encantará saber
que ahora trabajarás con él ―enfatizó con una sonrisa ―. Por cierto,
comienzas el martes ―. Me dio unas pequeñas palmaditas en el hombro y
salió de la tienda dejándome sola con la perra roja.
Sí. Ella iba a intentar sacarme de mis casillas por medio de los celos. Las
cosas no funcionaban así para mí. Pero ella no sabía eso. Me reí de sus
inservibles intentos.
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―¿En serio? Liam es todo menos delicado. Deberías verlo cuando nos
besamos. ¡Uff! ―ronroneé de la misma manera que ella ―Supongo que lo
verás con tus propios ojos, ya que ahora trabajaremos juntos ―le entregué el
formulario y me alejé con un guiño.
***
(Respiración profunda). Tal vez el aroma de Liam si podía competir con el del
mar.
―¿Qué traes? ―agudizó los ojos como águila―. Después de que regresaste
con Lily has estado actuando extraño.
Negué. Me mordí el labio para no responder. Tenía que esperar hasta el martes
para poder hacer cualquier movimiento.
―¿Te topaste con algún idiota latino? ―sonrió, pero yo sabía muy bien que
no era más que una máscara. Su pregunta iba totalmente en serio.
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conversación para darme un pequeño beso en la frente ―, prometo que todo
saldrá bien. Confía en mí.
Liam! ¿Por qué no me había despertado? Acabaría con él, apenas pudiera salir.
―¡Feliz cumpleaños!
Estallaron cientos de confetis en mi cara. Tuve que estrujarme los ojos para
poder comprender lo que estaba frente a mí.
Amanda, Dora, Flinn, Lily, Erick, Alice, Dan, Leon, Big Man, Brandon y
hasta la misma Vicky; se encontraba frente a mí sosteniendo un pequeño
pastel.
Liam ya estaba a mi lado; su familiar olor era demasiado real como para ser
un simple sueño. Me abrazaba con delicadeza. Dejé escapar las lágrimas. Me
dolía el pecho.
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En seguida me abordaron las manos de mis amigos. Los recibí todos con
torpeza. Me sentía más liviana y feliz. Lily lloraba desconsoladamente en el
hombro de Erick. Se veía feliz por mí.
―¡Gracias, Amanda! No imaginé que pudieras hacer algo tan íntimo como
esto. ¡Es genial! ―le dije con sinceridad.
―El pastel es por parte de mamá. Dice que espera que la pases genial ―dijo.
Por lo menos me aliviaba un poco el saber que Claire estaba al tanto de todo.
Y si ella estaba de acuerdo, entonces todo era igual a: cero complicaciones.
―¡Vamos, Liam! No seas marica y deja a Becca sola por unos minutos. Ven a
divertirte un rato ―lo animó Flinn, desde la rueda de las bebidas.
Me miró como cachorrito enfermo ― ¿Estarás bien con las chicas por un rato?
―No recuerdo haber nacido contigo. Así que obviamente estaré bien con las
chicas. Ve con ellos y diviértete ―lo animé.
―Juro por Dios, que no había visto a Liam Young, sonreír tanto en toda mi
vida ―comentó Alice, con una expresión de verdadera sorpresa.
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―Es porque sólo lo hace cuando Becca se encuentra cerca ―le dijo Amanda.
El pequeño duende me miró exultante.
Esas hermosas chicas que se encontraban frente a mí, podían ser demonios en
un abrir y cerrar de ojos.
―Gracias, Alice. Trataré de lograr una foto donde Liam no me esté haciendo
cuernos o arrancándome las orejas.
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Procedí con el de Lily.
¿Bromeaba? ¿Maquillaje?
Me reí de su entusiasmo.
―Estoy seguro de que alguien disfrutará ese regalo mucho más que la misma
Becca ―Dan, vociferó.
Seguido de aullidos por los demás. Todos, menos Brandon y Leon. Sus
amargas expresiones podrían romper un iceberg con tan sólo una mirada.
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―¡Así se habla, cariño!
Brandon y Leon dijeron a una sola voz. Ambos se miraron con fuego en los
ojos, y al segundo eran tres los que se miraban de la misma manera; Liam se
había unido al clan de miradas primitivas.
Los tres tomaron suficiente distancia del otro. Actuaban como si cada uno de
ellos poseía una peste mega contagiosa y podía ser contraída con una mirada o
un leve contacto.
―La pasé increíble chicas. Gracias por los obsequios ―miré al duende,
percatándome de que entendiera la ironía.
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Era una pulsera de colores muy parecida a la que yo le había regalado
anteriormente. Tenía un tejido simple; deduje que el creador no había sido
nadie más que él.
―Me alegra que te guste ―después de un beso en la mejilla, con otro abrazo
exageradamente prolongado, desapareció en la moto con Big Man.
Asentí.
―Te dije que todo saldría bien ―comenzó un delicado beso. Un beso que fue
interrumpido por los falsos sonidos de garganta reseca que provenían de
Brandon.
―Si fueron ordenes de Claire, regresaré con ellos ―intervine, antes de que
todo acabara en desgracia ―.Te veré más tarde―me incliné un poco para
darle un pequeño beso en los labios.
Liam respondió al beso con frenesí, y me atrajo mucho más cerca de él.
Prolongó el beso hasta que casi terminamos sin aire. Sonrió hacia Brandon
con suficiencia. Mi hermanito tragó grueso. El color de su rostro, reflejaba la
ira contenida.
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La escena del beso, no fue más que una demostración de Liam hacia Brandon,
sobre quién tenía las de ganar en el asunto. “Demostración cavernícola de su
parte, pero indiscutiblemente deliciosa”.
Me dio un pequeño beso antes de irse con Amanda, pero antes le mostró su
largo y ofensivo dedo a mi hermano Brandon.
***
Apenas toqué el asiento del deportivo de Brandon, cerré los ojos. Pude sentir
el cambio con tan solo un suspiro. La nueva y mejorada Becca, estaba
formándose dentro de mí. Una que no le temía a los cumpleaños, a los nuevos
amigos, una que no le tenía miedo al amor.
Giré mi cuerpo hacia el del Brandon. Éste se enderezó con brusquedad. Había
estado mirándome. El pequeño momento incómodo se desvaneció con su
sonrisa.
***
Me reí.
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―¡Oh!, veo que alguien está feliz el día de su cumpleaños. Orange Country te
ha sentado bastante bien.
―Espero que sea un día maravilloso, cariño. ¿Cuándo te asomarás por aquí?
Tengo tu obsequio, y los chicos quieren verte.
Me dejé caer de golpe en la cama. Sentía mi cuerpo tan pesado como concreto.
Gracias a Dios, era lunes feriado y no tenía que ir a la escuela; lo único que
quería era dormir hasta el siguiente día. “Bueno, tal vez desayunar antes de
aferrarme a ese plan, no sería una mala idea”.
Camino a la cocina, rebobiné los momentos que había pasado con mis amigos
hacían tan sólo unas horas. Sonreí ante el recuerdo. Definitivamente ese
contaba como el mejor cumpleaños de todos.
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Imposible. La sonrisa en mi rostro, estaba tatuada. A los ojos de los demás,
posiblemente me vería algo así como el Guasón.
―¡Oh, mierda! Se fue al diablo mi expectativa sobre la chica sexy que acaba
de levantase. Supongo que Facebook se aleja mucho de la realidad.
―Usaré esa, para cuando mi madre venga a levantarme a las tres de la tarde.
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―¡Relájate! También acabo de levantarme.
―Sí. Ella misma pidió que no te despertaran ―dijo Lulu, al momento que
colocaba un tazón de cereal para mí.
“Hoy, esos ojos rasgados tienen un brillo arrasador”. Pensé. “Hoy, esos
labios carnosos se ven más provocativos”. Pensé. “Hoy, ese cuerpo se ve más
caliente”. Pensé.
Caminé con extremada lentitud hacía las escaleras. Sabía que mi novio no iba
a pasar por alto la mota de conejo que se encontraba en mi trasero. Lo dejé
disfrutar del panorama por un rato.
Yo hice lo mismo.
56
***
La galería estaba cerrada. Pero uno de los guardias de turno, permitió que
entráramos por unos minutos ya que Liam era uno de los participantes de la
próxima exhibición. Me gustaba ver su expresión, cada vez que entraba a una
galería o cuando ponía sus manos en algún lienzo. Dejaba la máscara de tipo
rebelde atrás y luego quedaba al descubierto el chico indiscutiblemente
talentoso.
―Y aquí está tu regalo de cumpleaños ―me dijo, no subió la mirada del suelo
por unos segundos. Movía los pies con nerviosismo.
Simplemente adorable.
El pequeño príncipe del castillo sostenía una pequeña bandera alzada entre sus
manos y una mega sonrisa en el rostro.
Ensanchó una sonrisa sin quitar la mirada de su cuadro ―. Supe que eras tú,
cuando te acompañé por primera vez al orfanato ―finalmente me miró. Había
melancolía en aquellos ojos―. Nunca olvidé a esa pequeña niña de ojos
azules, bajarse de un autobús amarillo con una enorme orquídea pintada en un
costado. Yo le pedí a Amanda que las invitará a jugar con nosotros.
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―¿Tú también lo sabías? ―se atrevió a mirarme.
―Yo… ―hipé―. No creí que pudiera llegar a recordar ese día, o el día que
nos vimos en la plaza de las Orquídeas.
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Y ahí también supe muchas cosas. Que siempre sería Liam Young. No tenía
caso esperar por el supuesto chico perfecto. El amor de mi vida ya estaba en la
cima de aquel castillo de arena, sosteniendo la bandera.
***
―A mí también ―admití.
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¡Eso sí que era una novedad!
―¡NO! ¡Dios!, ¿De dónde sacas esas cosas, Claire?―grité casi al mismo
tiempo que ella.
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―Sí, lamento no habértelo dicho antes. Sé que contigo nada me hará falta, y
todo el tiempo me das dinero para que supla mis necesidades, pero quiero
valerme por mí misma al menos en esto, Claire. Quiero aprender a ganarme
las cosas. Espero que me comprendas.
―¿De verdad?
―Los Young, ¡eh! ―se alejó un poco para dejarme ver su reacción.
***
Los carteles de color púrpura amarillo, colgaban de todas las paredes de St.
Vladimir. Anunciando el próximo baile. Sí. Otro baile.
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―Tendré una cita esta noche, pero mamá no me dejará ir. Sé que te he jodido
bastante la vida, pero prometo compensártelos más adelante. Por ahora
necesito que me cubras.
―¡No! ―chillé―. Pídeme otra cosa, menos eso. No estoy de acuerdo con que
salgas con un chico que apenas conoces, y menos si Claire no lo aprueba.
Me sorprendí.
―Esta vez quiero hacer las cosas bien, quiero presentárselo a mamá y también
quiero que Brandon lo conozca ―dijo. Había sinceridad en su rostro.
―Porque soy estúpida, y lo único que he logrado hacer todo este tiempo ha
sido lastimarlo a él. No te mentí aquel día cuando te dije que yo era una perra
―me mostró una media sonrisa burlona―. Ya no quiero seguir lastimando a
nadie.
Suspiré.
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Le gustaba. Y al parecer bastante.
¡Hey! En ningún momento dijo que eso también incluía escaparse de clases.
***
Corrí como loca para evitar a Liam, en la salida de St. Vladimir. Quería darle
la sorpresa cuando me viera en el ridículo uniforme gris con un atún pintado
en la parte delantera. Los domingos eran los únicos días donde se podía ir
vestido informalmente. Y yo no trabajaría los domingos.
¡Maldito carma!
Mi horario sería: martes y jueves después de las dos. Sábados todo el día. La
Sra. Young lo había arreglado de manera que no se vieran entorpecidas mis
obligaciones escolares.
La perra roja aún no había llegado. La Sra. Young, me esperó dentro del local
con otro formulario.
¡Genial! Pensé.
―Preparada ―respondí.
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―Toma… ―me entregó lo que llevaba en las manos ―es una lista de los
artículos y los precios correspondientes. También está marcado el material
agotado y los pedidos. No es nada complicado después de unos días. Es
cuestión de que te adaptes. Además, tendrás a Liam y a Randy para que te
ayuden.
Ella consintió.
―¡Hecho! ―consintió.
―Lo es ―confirmé.
―Más que mis sobrinos, son mis hijos. Así lo siento yo. Amanda y Liam son
el tesoro más preciado que pude haber obtenido en esta vida ―su voz se
dulcificó al mencionarlos. Ella me dedicó una mirada receptiva y comprendió
que no estaba para nada sorprendida de sus palabras― ¿Liam te lo ha contado
todo?
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―Sí ―le dije.
―No todos somos una mierda porque nuestro pasado fue una mierda. No le
encuentres justificación a mi comportamiento. Soy jodido porque me gusta ser
jodido. Punto. ¿Puedes vivir con eso?
―Puedo vivir con eso ―me incliné un poco para besar su coronilla.
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―Bueno, ya debo irme. Randy te ayudará en cualquier cosa que necesites
saber. Hablaremos luego. Te esperamos para la cena del viernes ―salió
después de unas pequeñas palmaditas en mi hombro.
―Bien ―dije.
Había visto en las películas que los nuevos siempre eran enviados a los
depósitos; allí era donde estaba el trabajo pesado y aburrido. No le daría el
poder de verme arruinada.
Soltó el aire con fuerza por la boca―. No tengo ni idea de cómo mierdas
hiciste para atrapar a Liam, pero te aseguro que no durará demasiado. Se te
nota la clase baja por encima.
―Y a ti lo cualquiera.
―Cosa que a Liam no pareció importarle por mucho tiempo ―dejó salir las
palabras con la intención de herirme.
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―No me importa si tuvo malos gustos en el pasado. Lo importante es que
ahora está conmigo.
¡Oh, sí! Ella quería morir con un anzuelo enterrado en cráneo. Y de no haber
sido porque un Liam lleno de arrugas en la frente, se posicionó en medio de
las dos, a ella la hubieran tenido que intervenir quirúrgicamente para poder
remover todos esos anzuelos de su rostro.
―¿Está de moda usar camisetas con un atún? ―nos miró a las dos. A él
parecía divertirle la escena.
―Será mejor que no te acerques por el depósito ―le advertí a la perra roja.
Por el tono arrogante que usó para dirigirse a Liam, comprendí que
ciertamente hubo algo entre ellos dos. Saberlo no ayudaba mucho a menguar
mi furia.
―¿Por qué siento que soy el único que no entiende nada? ―se rascaba la
cabeza con cientos de interrogantes en el rostro ―Tú ven conmigo… ―me
jaló por un brazo mientras yo mofaba a la perra roja.
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―No negaré que esto es extremadamente halagador―levantó una ceja al
mismo tiempo que moldeaba una sonrisa ―. Dos chicas sexys peleándose por
mí; eso sólo ocurre en mis sueños.
―O vas a negarme que estas celosa de Randy ―se cruzó de brazos. Mantuvo
la media sonrisa en el rostro.
―No cariño, ella ya era una perra antes de que yo trabajará aquí.
Él asintió.
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―Mientras caminaba con Lily, me topé con el aviso del empleo y entré a ver
si todavía tenía oportunidad. No tenía ni la menor idea de que el local le
pertenecía a tu familia, hasta que vi a tu madre, y pues ella me dio el empleo.
―Tu madre insistió en que lo mantuviera en secreto hasta hoy. Quería que te
llevaras una sorpresa.
Me besó.
¡Oh, Dios! ¿Había estado comiendo frutas? Porque sus labios son tan
dulces… Deliberé.
―Creo que va a gustarme mucho esta oficina… ―movió las cejas de arriba
debajo de una manera tan pícara que me hizo reír.
―Creo que va a gustarme mucho ese depósito ―volvió a hacer lo mismo con
las cejas, pero esa vez no me dio tiempo de reírme. Me estaba besando de
nuevo.
***
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Una buena ducha después de un largo día de trabajo + Una buena cama
recibiendo mis adoloridos huesos = Un sueño increíble.
***
Pasé casi por encima de Big Man para poder recoger la reguera que se
extendía por todo lo largo y ancho del departamento. No había levantado un
solo dedo en las dos horas que estuve ahí. El televisor se mantuvo encendido
en el canal de promociones electrónicas. Evidentemente aquel no era uno de
los días favoritos del sujeto. Tampoco Leon se veía impresionado. Cruzó la
habitación unas cincuenta veces sin haber hecho ningún comentario al
respecto.
Mi amigo encogió los hombros― Suele tomar esa actitud algunos días. Me
asusté las primeras veces, pero ya no.
―Esperemos que sí. No me gusta nada de lo que estoy viendo ―le dije.
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―¿Tú cómo estás? ¿Sigues yendo a las terapias? ―le pregunté con más
ansiedad que de costumbre.
―Sí, sí, Becca. No he dejado de ir a ninguna jodida terapia desde que salí de
rehabilitación. Estoy bien ―Leon no relajó su postura. Él sabía muy bien lo
que pasaba por mi mente en ese momento. Y no eran recuerdos agradables.
***
Botas: Listo.
Auriculares: Listo.
“Espera, ¿qué?”
Escena censurada.
***
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no era la única que había llegado temprano cuando escuché murmullos en el
lugar. Y dado que el carma estaba decidido a ensuciarme la mente, no me
hubiera parecido nada extraño encontrar a mis entrenadores besuqueándose.
¿Por qué tenía que ser Jennifer y por qué tuve que haberla encontrado yo? Me
lamenté.
Recordé una escena bastante similar, que ocurrió cuando yo apenas tenía diez
años: Emma, solía ser la chica grande en ese entonces; ojos grises, cabello
castaño y abundante, pero de mirada maligna. Le faltaba poco para cumplir los
dieciséis años, y acaba de llegar de uno de los hogares temporales. Pero lo que
Boni no sabía era que junto a ella se había traído una sorpresita. Estaba
embarazada de uno de los hijos de la familia Williams. Yo fui la primera en
enterarme; Emma estaba en el baño y colocó la barrita en mi mano.
―¿Lo ves?
Asentí de mala gana ―Sino quieres que nadie se entere, ¿entonces para qué
me lo dices a mí?
―Porque quiero que veas lo jodida que se puede volver tu vida por unos
malditos cinco minutos. En mi caso, doblemente jodida, ¿ya ves? No soy
precisamente la hija de un alcalde ―se secó las lágrimas con la manga de su
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camiseta ―Al parecer eres una de las pocas cosas que sirve en este lugar.
Toma mi consejo como un regalo de mi parte. Esta misma noche me largo de
aquí.
―Ya puedes reírte y decirle a todo el mundo que la popular Jennifer Wilson
destruyó su vida ―subió el rostro y me miró con presunción.
―¡Puff! ―bufó ―olvidé con quién estaba hablando, qué va a saber una
huérfana de cómo me siento. Ni siquiera sabes cómo llegaste a este mundo.
―Tienes razón. No tengo ni la menor idea de cómo llegué a este mundo, pero
viéndote a ti, me puedo hacer una idea.
―Te puedo asegurar que el noventa por ciento de los chicos que llenamos los
orfanatos venimos de esa clase alta que tú tanto alardeas. Los embarazos no
destruyen a las personas, son personas como tú las que nos destruyen a
nosotros ―me levanté para no abofetearla.
―Oh, cariño, créeme cuando te digo que esto no lo hago por ti.
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Esa misma noche perdí la esperanza de reencontrarme algún día con mis
progenitores. No tenía caso sostener tal ilusión. Dieciséis años en el mismo
lugar. El mismo sitio donde me abandonaron intencionalmente. Creí que sería
tiempo suficiente para que uno de ellos se redimiera de sus pecados e intentara
buscar el perdón. Duele aún más cuando sabes que no pasará, cuando sabes
que no se trata del tiempo. Lo que has abandonado intencionalmente, es
sencillamente algo que no quieres recuperar.
***
***
―Por mi está bien. Pero, Becca odia la pasta ―dijo Brandon en dirección a
mí.
74
―Entonces que no coma y punto ―ronroneó.
***
St. Vladimir tenía un fetiche con los anuncios fluorescentes. Además de que el
Fhotoshop no se les daba en lo absoluto. La cara de Jennifer pegada en el
cuerpo de una mujer a punto de dar a luz, no se veía muy bien trabajado.
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La rubia no se veía por los alrededores.
Amanda se encontraba frente a una de las paredes que contenía los anuncios.
El duende casi sonreía. Podía distinguir el brillo de la maldad en sus ojos. Por
otro lado los encargados de la limpieza se deshacían de ellos.
―¿Qué haces? ―preguntó, al verme quitar uno de los anuncios que tenía en
frente.
El hecho de que mi amiga fuera una más del grupo de bufones imbéciles, me
hería mil veces más.
De repente agrandó sus ojos― ¡Lo siento, Becca! Había olvidado por
completo que tú pasaste por lo mismo…
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parte izquierda del cuello (nuevo tatuaje), no parecía diferente. Lejos de verse
afectado por la revolución en contra de Jennifer, parecía estar demasiado
relajado.
―Déjame adivinar, ¿no estás de buen humor? ―pasó su mano por encima de
mi hombro.
―¿Incluyéndome?
―Incluyéndote.
Flinn y Dan nos pasaron por un lado haciendo gestos de nauseas hacía los
postes pegados en las paredes. Quise ir tras ellos y arrancarles las pelotas.
―No subestimes a las chicas como Jennifer, ellas no son sólo maquillaje.
Viven bajo las críticas constantemente y tienen más enemigos que amigos.
¿Crees que algo como esto destruirá a la reina de St. Vladimir? Posiblemente
encontrará la manera de hacer que todos idolatren a la criatura no nacida
―sonrió mirando uno de los afiches que volaba por los aires.
Tal vez la voz de Liam tenía algún edulcorante. Podía hacer que las personas
se relajaran con sólo escucharlo. Él tenía razón. Jennifer no era una chica
débil. Era fuerte y de voluntad.
***
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La noche del viernes se terminaba sin incidentes. Los sarcásticos comentarios
de Liam, se acabaron en cuanto la Sra. Young apareció con el álbum familiar.
Aquel fue el álbum familiar menos gracioso del planeta. No había capturas
descuidadas; todas eran estrictamente planeadas y maquilladas. La cara de
Liam en todas las fotografías era algo como: ¡Maldeciré en la próxima foto!”
―Han visto esa película unas cien veces… es increíble ― Brandon bostezó.
―Nadie te obliga a verla ―le socarró su hermana― ¿Por qué no te vas a otro
lado si tanto te molesta?
Había perdido la cuenta de las veces que maldije a Aaron por ser de Lindsay
Lohan y no mío… cuando una mota de cabello rubio cayó de golpe en mi
hombro. Sus labios estaban entreabiertos; se había dormido. Me relajé,
acoplándome al ritmo de su respiración.
―…Becca… ―murmuró.
78
Lo inspeccioné.
***
La tienda estaba llena de clientes, por lo que tuve que trabajar junto a Randy y
Liam casi todo el día. Nos soportamos bastante bien, conscientes de que la
Sra. Young se encontraba en la oficina.
―Lástima que estés saliendo con ese niño… yo podría complacerte mejor.
El viejo enano y barrigón ya me estaba comenzando a caer mal. Pero más mal
me cayó el darme cuenta de que ninguno de los dos se esforzó por negar la
suposición errónea del tal Bobby. De Randy era de esperarse, pero por parte
de Liam…
―Entraré a saludarla. Y procura portarte bien con esta chica, no eres tan
irresistible como para no tener remplazo. Tienes suerte ―finalizó el sujeto,
con unas palmaditas en la espalda de Liam.
¿Suerte de tener a Randy? ¿A la perra roja? Já. ¿Cómo podía ser suerte tener
a una de esas? Podían conseguir montones de su especie en las esquinas de
las plazas.
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Reí ruidosa y estruendosamente. No me importaba parecer psicópata
maniática ante los ojos de los clientes.
Randy dio media vuelta hacia el mostrador. Atendió a los clientes con más
entusiasmo del habitual. Ella sabía muy bien que del otro lado estaba una
novia celosa, revolcándose en su propia furia. Me controlé para no usar los
cuchillos de pesca que organizaba en los estantes.
―Se acabará nuestro turno en unos minutos. Espérame afuera, buscaré las
llaves del auto ―dijo, ignorando por completo mis instintos asesinos.
Esperé hasta que cruzará la puerta de la oficina para tomar mi chamarra y salir
de la tienda. Mi cuerpo estaba caliente. Sentía fuego en vez de sangre
corriendo por mis venas. Quién iba a pensar que mis celos podían alcanzar un
límite superior al que por poco podía controlar.
***
Tenía tres llamadas perdidas de Liam. Las ignoré. Lo haría tragarse unas
cuantas maldiciones por un buen rato.
80
junto a los chicos pequeños, y Emily me abrazó apenas estuvo lo
suficientemente cerca.
Nos quedamos en el jardín por un rato. Boni estaba feliz por el dinero que
Liam y yo le habíamos enviado por la venta del cuadro. Me aseguró que le
daría las gracias a Liam, personalmente. También comentó que le parecía
extraño que el susodicho no se hubiera presentado conmigo; a lo que Leon le
respondió:
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Agradecí que Leon se hubiera perdido de nuestras vistas. De haber estado ahí,
ya tendría suficiente material para joderme una semana entera. Boni no me
tomó en serio y siguió acariciando mi despeinado cabello como si aún tuviera
siete años.
Solté todo el aire que había estado reteniendo en mi pecho y hablé― Estoy
iniciando una etapa de amor-odio con todo lo que me rodea.
Me eché a reír.
¡Demonios!
***
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Los únicos que parecían tener suficientes ánimos para reírse eran Leon y
Emily. Ambos intercambiaban sonrisa y susurros. Todos disparados como
flechas hacía mí. Les divertía la tensión que emanaba en la mesa. Los demás
chiquitos centraron su completa atención en las hamburguesas caseras.
Boni aprovechó para darle las gracias a Liam por el dinero. A lo cual éste le
respondió que sólo debía de darme las gracias a mí; ya que se trataba de mi
regalo de cumpleaños y había sido mi decisión donar las ganancias.
Hice todo lo que pude para ignorarlo. Se la había estado poniendo demasiado
fácil los últimos meses y no me parecía justo que la balanza se inclinará
mucho más hacía él, cuando debía estar equilibrada a favor de ambas partes.
Sabía muy bien que me estaba tomando todo muy a pecho; que la gran parte
de mi molestia se debía a los celos y no al razonamiento. Pero había crecido
en un ambiente donde mostrar algún grado de vulnerabilidad, resultaba ser un
arma mortal para los posibles asechadores. La gente malvada podía oler las
debilidades; ellos nacían con esa habilidad. Por lo tanto, prefería usar la capa
del egoísmo y guardar la capa de la persona insegura que realmente era.
Me puse de pie.
Y le dije:
Me detuve.
Él también.
83
Él también lo hizo.
Finalmente decidí dar media vuelta. Primero, fijé mi mirada en sus manos;
ambas descansaban a cada lado de su cuerpo. Luego miré su pecho; su
respiración era lenta y su postura tensa. Por último me atreví a mirarlo a la
cara.
Él negó.
―La palabra de cinco letras, Liam. ¡Oh, vamos! Todos conocen la palabra de
cinco letras ―me sentí como una desquiciada soltando todo aquello. Nada de
lo que estaba diciendo parecía tener sentido para mí, mucho menos para él―.
Bien, esto no está funcionando… ―balbuceé―Sólo lo diré, ¿vale?
Él asintió.
―Te amo.
Sus hombros cayeron. Cerró los ojos y soltó una bocanada de aire.
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―Creí… ―masculló―Yo creí que…
Por dentro la pregunta real fue: “¡Dios, Liam! ¿Tú creíste qué? ¡Por todos los
cielos, di algo, rápido!”
―Jamás pensé en eso. A decir verdad, no creo que dejarte sea algo posible.
―Debiste haber empezado con ese discurso en primer lugar ―silbó con algo
de petulancia. El viejo Liam estaba regresando―. Iba a sufrir un aneurisma si
corría un mes más y no llegaba a escuchar esa palabra, Rebecca. Hasta hace
un minuto morí cuando creí que ibas a dejarme sin haberla escuchado y ahora
que la escucho, he vuelto a morir. Así que revíveme―abrió los ojos―; debes
decir la palabra de cinco letras una vez más.
Él sonrió.
―Te amo.
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Boni tenía razón. Parte del crecimiento era ser hibrido, mutante, feo, bueno,
malo, viejo, torpe, inteligente y limpio.
Él se rió.
***
Una simple cena a la luz de la luna… se convirtió en una imposible cena bajo
la lluvia torrencial que nos caía encima. Y por si fuera poco, tampoco
contábamos con la luz eléctrica. Claire estaba por llegar y nuestra sorpresa de
aniversario se nos venía abajo.
―¿A quién debo matar primero? ―la “simpática” Vicky ya comenzaba a dar
lata― Al menos a oscuras, nadie, aparte de nosotros tres; podrá ser testigo de
éste estúpido vestido con elegancia fúnebre.
Compartía su sentimiento, pero usar los vestidos que Claire nos había
regalado, me pareció una buena idea en el momento de la emoción; emoción
que se evaporó en cuanto me lo puse. Era rosa pálido, ceñido, de tirantes
gruesos y con pedrería en los bordes.
Truenos, relámpagos y podía jurar que hasta una centella, reventaron en ese
mismo instante.
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―Perfecto… ―soltó la rubia en voz baja.
Estaba parada en medio del patio trasero con las manos en su pecho y
empapada de pie a cabeza. Desde la distancia que me encontraba, me era
difícil descifrar su expresión, pero vagamente podía distinguir una sonrisa. El
llanto se mezclaba con el sonido de la lluvia e impregnaba el aire de nostalgia.
La visión de Claire, hacía que mi corazón se rompiera en mil pedazos, y esos
pedazos en fragmentos microscópicos.
El amor de Claire hacia su difunto esposo, sobrepasaba los límites del tiempo.
Aquello sólo podía llamarse amor. El verdadero amor y el inolvidable. El que
fingían tener los actores de películas, pero que era real para otros fuera de las
pantallas.
Esperé frente al ventanal hasta que los vi aparecer junto a Claire y llorar con
ella. Irónicamente me pareció un cuadro perfecto.
87
El cuadro perfecto en medio del dolor.
***
Yo lo decreté: DNC.
***
El auto estacionado frente a las instalaciones del St. Vladimir me era familiar.
No era nada ostentoso como el resto de los autos de los niños naranjas.
88
Me dejé llegar hasta donde se besuqueaban los tortolos―. Merezco
reconocimientos en éste momento histórico. Gracias a mi evidente creatividad
pude unir a una feliz pareja ―dije, al momento que señalaba en pequeño auto
con unos innegables rallones en la superficie.
―¿Y tú eres…?
―Andrew Allen. Vivo en el lado oeste del condado… ¡Oh!, bueno, creo que
eso ya la sabes ―finalizó con media sonrisa.
No era difícil saber el motivo por el cual ese niño traía a mi hermanita de
cabeza. Apuesto, acento inocente, cabello oscuro y espeso, ojos verdes y
amigables.
―Concuerdo contigo.
La criatura mítica que ahora nos veía desdeñosa, golpeó el hombro de Andrew
con rudeza.
89
―¿Te escaparás de clases otra vez?
―No se decreta fuga cuando las clases han culminado, cerebrito ―entrecerró
los ojos.
No sabía si la suerte sería necesaria. Claire era un pan de Dios, pero no había
manera de saber que reacción tomaría referente a la bomba que se aproximaba
hasta su casa. Tal vez reaccionaría con tolerancia… o tal vez decretaría un
nuevo día: DNMP.
Los observé alejarse mientras me imaginaba miles de motivos por los cuales
Vicky terminó enamorada de un chico tan lejos de los estándares de Orange
Country. Nada en él, resultaba estrafalario, arrogante o rubio. Era un niño
bien, normal y humilde. Todo lo opuesto a cualquier cosa que respiraba dentro
de la inmensa estructura que tenía a mis espaldas.
Pude comprender parte de recelo contra mí. En cierto modo su novio y yo nos
parecíamos. Verme a la hermana adoptiva era reflejarse en su egoísmo. No fue
capaz de darse una oportunidad con alguien tan diferente a ella hasta que pudo
cruzar la barrera que nos separaba a nosotras dos.
***
Esa misma tarde, Amanda, Lily, Dora y yo, recorrimos casi todas las tiendas
del centro comercial, para conseguir el vestido perfecto del próximo baile
escolar.
90
Exigía etiqueta: traje para los hombres y vestido blanco para las mujeres.
Como chofer designado para nuestro día de compras; nada más y nada menos
que Brandon Slayter.
Amanda le había atinado la mirada que Lily solía llamar Bambi. Desorientada
y desequilibra.
―Sé que sonaré egoísta, pero necesitamos que alguien nos lleve… también sé
que tienes que entrenar para las finales… ―alargué la súplica para darle
tiempo a su lástima.
Una hora después, entramos a una de las tiendas donde mi presupuesto podía
costear alguno que otro de los vestidos. Me sentí realizada y satisfecha de
poder comprar algo con mi propio dinero.
―Admito que fue amor a primera vista, pero también fue desilusión a primer
precio. No puedo pagar ni la mitad. Regrésalo ―le dije con resignación.
91
Escuché decir a Brandon.
―¿Conoces uno?
―…
Amanda se petrificó. El señor con olor a melón, logró hacer que Amanda
olvidara su propio apellido. Me causaba mucha gracia verla actuar como
muñequita moldeable.
―¿Viste eso? Ella iba a matarme ―le dije en cuanto desaparecimos del radar
asesino.
Nos reímos.
92
Abrí la boca para discutir. Pero, ¿tenía caso hacerlo? No, no tenía caso. Cerré
la boca.
Brandon usó la palabra puta, tanto como yo usaba la palabra “No sé, Sr.
Bradley” en cálculo.
―Quiero hacer el intento… ―dije― todos, por algún motivo, piensan que
merezco muchas oportunidades, lo menos que puedo hacer es esto.
93
―Eres una buena chica, Becca.
De nuevo abrí la boca para debatir sus palabras, pero él posicionó su rostro tan
cerca de mí, que me quedé momentáneamente sin aliento.
Y él estaba seguro.
***
Día martes.
Observando a Lulu regar las plantas: mujer mayor de ojos profundos y llenos
de experiencia.
Me mira. Sonríe.
La miro. Sonrío.
***
94
Día miércoles.
Palmea el lugar vacío del sofá. Quiere que me siente junto a ella.
***
Día jueves.
***
Día viernes.
Observando a Vicky: niña odiosa manteniendo una conversación
melodramática con el nuevo novio que resultó ser viejo novio.
***
95
Día sábado.
***
Tenían una nueva pecera. Sólo un pez de colores y un caracol hacían vida en
su pequeño océano. Los alimenté y les regalé una goma que encontré en los
bolsillos de los vaqueros de Leon.
Era un marica que lloraría mientras confesaba. Iba a preferir morir atiborrado
de pastillas antes de decirme cualquier cosa al respecto. Era tan marica que si
ese estúpido pez llegaba a morir tapado con goma de mascar, lloraría por
semanas; quizás meses.
96
***
Los días en St. Vladimir pasaron sin nuevos acontecimientos. Jennifer Wilson
y su bebé ya no eran tema de conversación. Unos que otros insistían en saber
quién era el padre, pero ella siempre les contestaba lo mismo: “Yo soy su
padre”. La rubia genio, supo muy bien como manipular la audiencia a su
favor. Prometió que si ganaba como Reina del baile, organizaría un concurso
para elegir el nombre del futuro heredero de la fábrica de Champoo de su
abuelo.
El día antes del muy sonado baile, me tropecé con ella el los vestidores; de
nuevo. Obligatoriamente debía asistir a clases de gimnasia, pero no
participaba activamente; trabajaba como personal de logística.
―Toma… ―dejó una tarjeta de color azul en las bancas― Es un pase para la
fiesta del nombre de mi bebé.
97
***
―Tendré que vigilar más de cerca a ese sujeto… no pondrá un solo dedo en
Victoria esta noche ni de casualidad ―pronunció, arrugando el entrecejo
―¿Te molesta si me voy primero?
98
“Tan modesto como su madre”. Pensé.
―No. De todas maneras, debo pasar primero por la casa de los Young.
―¿Secciones fotográficas?
―Deséame suerte.
―No la necesitas. Al menos que la chica tenga el ego tan enorme como el
tuyo o sea una heredera al trono de Inglaterra.
―Debes creerme cuando te digo que esta chica me intimida mucho más que
cualquier heredera al trono de Inglaterra. Y su ego no tiene comparación
―salió a toda prisa mordiéndose los labios frenéticamente.
Chica misteriosa e intimidante…. Eso tenía que verlo con mis propios ojos.
Esperé a Liam con impaciencia. Unos días atrás pensaba que esos bailes eran
una completa pérdida de tiempo y que sólo servían para hacer gastar dinero o
seguir alimentando los cotorreos de los ricos. Pero una cosa se me había
pasado por alto; había algo más para lo cual servían esos bailes, y la respuesta
era: Para hacer de las mujeres un manojo de nervios y comenzar a preocuparse
si se veían lo suficientemente hermosas para sus príncipes no tan azueles.
La foto instantánea que Claire me había regalado de las cientos que tomó, se
paseaba de una mano a otra. No estaba mal. A decir verdad, podía presumir de
mi elegancia. El cabello recogido no me favorecía tanto como a Vicky, pero se
veía prolijo y decente. El escote del vestido no era vulgar, sólo mostraba lo
necesario; la pedrería le daba ese toque chic. Los pendientes eran la
combinación perfecta. No imaginaba que tuviera oportunidad de usar los
regalos de Vicky y Brandon y ahí estaba, usando todo lo que ellos me habían
obsequiado.
“Tienes que aprender a ser humilde y aceptar lo que los demás te ofrecen
sin exigir nada a cambio”. Me dijo la vocecita. La casa me estaba hablando
de nuevo. Ella me había aceptado.
99
***
―¡Wuao, nena! Te ves hermosa ―dijo mi novio, con una mega sonrisa en el
rostro.
No le pude quitar los ojos de encima en todo el trayecto hasta la casa de sus
padres. Traía el traje formal con una chaqueta de cuero por encima. Muy al
estilo Young. El contraste de la formalidad junto con su propio estilo, lo hacía
brillar ante mis ojos.
―No has dicho nada en todo el camino... ¿Te dejaron muda los ratones,
cenicienta? ―atrajo mi mano al llegar a su casa. El poder de su mirada
sosegó la inseguridad que oprimía mis pensamientos.
Lo besé.
―¿Rebecca Gordon acaba de decir que la vuelvo loca? ―llevó la cara al cielo
y dejó escapar una risa ronca.
100
―Loca, es la palabra que encontré más cercana a la cordura, aunque suene
contradictorio. Decir que te amo es demasiado simple. Por eso, usar la palabra
locura me parece lo más sensato.
Se me quedó mirando por demasiado tiempo sin decir nada. Tan sólo con
mirarlo a los ojos podía descubrir infinidades de secretos. La noche
experimentaría la envidia al intentar compararse con la profundidad de sus
ojos.
Caminé en dirección a la casa sin sentir mis pies. Y no era por el frio. Tenía
calor, mucho calor. El Liam que tenía a mi lado parecía una copia del Liam
original. Estaba demasiado rígido y neutral. Todo lo que su madre le
preguntaba lo respondía con un sí o un no, sin usar los labios. Todos sus
movimientos eran calculados.
La señora Young, musitaba una y otra vez lo apuesto que estábamos los tres.
Descubrí que Amanda se encontraba igual de ajena al mundo que la rodeaba,
de la misma manera que nos encontrábamos Liam y yo. Aparte de la evidente
tensión que la rodeaba se veía esplendida, el color marfil le favorecía, y el
moño alto con algunos detalles en flores artificiales la hacía parecer un ángel.
101
El duende me miró por unos segundos como corderito camino al matadero.
Luego bajó la mirada y se concentró en el plato completamente intacto. Estaba
actuando demasiado extraño.
¡No! ¡No! ¡No! Contacto físico, no. Gritó mi subconsciente. ¿Por qué no cae
un rayo y crea un cráter?
―Algo no está funcionando ―la Sra. Young frunció los labios―. Los dos
están muy tensos.
―¿Qué? ―chilló.
102
El señor Young, saltó de su lugar. Un segundo después continuó devorando su
plato.
Después de unas veinte fotos más para el álbum familiar, nos dejaron ir.
Amanda se negó rotundamente a venir con nosotros, dijo que su pareja para el
baile estaría recogiéndola en unos minutos. No vi ningún motivo para seguir
insistiendo, por lo que proseguimos a marcharnos sin ella.
***
103
Conseguimos sentarnos en la misma mesa que compartían Dora y Flinn,
también Alice y Dan los acompañaban.
―¡Demonios, Becca! Estás muy caliente hoy ―comentó, Flinn. Su traje era
blanco.
Ambos negamos.
Tuve que agudizar mi sentido auditivo para poder entender lo que decía en
medio de la música y las voces.
Pero no fue necesario que alguien aclarara mi duda. Los vi. El duende y
Brandon salieron de la pista tomados de la mano y salieron por el pasillo
principal.
―Amanda y Brandon. Han tenido algunas citas, y hoy llegaron juntos ―dijo
después, Flinn.
104
No estaba segura de como recibir tal información. ¿Bien? ¿Mal? ¿Quería
matar a Amanda? Sí. Sí quería. Se suponía que éramos amigas. La ley la
obligaba a confiar en mí, incluso si el chico del cual hablábamos se trataba de
mi hermano adoptivo. Siempre estuve consiente de que al duende le gustaba el
chico naranja, pero era lógico, ¿a quién no le gustaba el chico naranja? Todas
coqueteaban con él, incluyendo a la mamá de Dora.
―Amanda, debe drogarse muy seguido. Mira que venir a enredarse con una
fotocopia del príncipe Harry, es el colmo del mal gusto ―fueron las palabras
de Liam. Le restó importancia al asunto, logrando que yo le sumara todas las
sobrantes ― ¿Bailamos? ―me ofreció su mano al cabo de unos segundos.
105
Al principio no comprendí el por qué me agradecía, pero luego pensé: “Doble
mierda, lo dije en voz alta”.
―Si la palabra sexy te parece vergonzosa, no querrás escuchar las que pasan
por mi mente en este momento ―besó la parte baja de mi cuello.
Le di un pequeño puñetazo.
―Rebecca, amor, ¿estás bien? ¿Por qué lloras? ―me miró con inquietud.
106
hacia la nada. Tenía miedo de encontrar lo que tanto temía. Su voz me llamaba
en medio de gritos ahogados… Era él… mi amigo me necesitaba>>
―Todos vuelvan a la fiesta, ella necesita respirar ―les exigió, y vi como mis
amigos salieron regañadientes―. Esto es lo que pasa cuando beben demasiado
de ese misterioso ponche―expresó. Parecía enojado.
―No, nena. Quedémonos aquí un rato más. No te ves bien ―se sentó en la
sillita de plástico que sobraba en la enfermería.
―Está bien, pero vamos a llamarlo. Sólo fue una pesadilla. La mente suele
jugarnos sucio. Lo llamaré y me aseguraré de que todo está bien, ¿de acuerdo?
107
Mi ansiedad iba en aumento conforme pasaban los segundos sin saber nada de
él. Sin darme cuenta las lágrimas volvieron a nublarme la visión.
―Está bien, pero iremos juntos ―me abrazó y sentí sus labios en mis frente.
Cuando descubrí que podía ponerme de pie sin correr el riesgo de dejar mi
dentadura en el piso, nos pusimos en marcha. Los chicos nos esperaban afuera
de la sala de enfermería. Les aseguré que estaba bien y que regresaríamos en
cuanto me cerciorara de que no había ningún problema en el departamento.
―Tranquila, deja que lo haga yo ―me quitó las llaves con gentileza y abrió.
108
El celular de Liam sonó e hizo eco en la habitación. Luego de percatarse de
que seguía respirando contestó:
―Sí… ya estamos aquí ―forzó una sonrisa al cruzar miradas ―. Aún está
nerviosa… no lo sé, Amanda. ¿Crees que me importa eso en este momento?
―elevó el tono de voz súbitamente. Se alejó hacia la puerta en unos largos
pasos.
―No tenías por qué ver esto, Becca… debes irte… ―mascullaba con poca
fuerza.
―¿Qué… qué te has hecho? ―me acuné junto a él. Mi garganta se ahogaba
en llanto y sólo me permitía articular algunas palabras.
109
Sus lágrimas se mezclaban con la sangre de su rostro. Aproveché para
examinar la herida y poder impedir la hemorragia mientras me daba tiempo de
llamar a una ambulancia, pero no encontré nada. La sangre no provenía de su
cuerpo. Distinguí un pequeño corte en su brazo pero era casi imposible que la
sangre proviniera de ahí.
―Debes decirme dónde estás herido, Leon. Tienes que decírmelo para poder
ayudarte.
―Está muerto… me dejó solo, Becca. Se ha ido… No pude hacer nada por
él.―inclinó su rostro hacia el baño, de donde se asomaba una pálida luz.
Sin comprender del todo a que se refería, me encaminé hacia baño. Si hubiera
prestado más atención al momento de entrar, hubiera notado de inmediato que
toda la sangre esparcida por la habitación provenía de aquella dirección. Tuve
que aferrarme del marco de la puerta para no caer desplomada al suelo y
ahogarme en mi propio vomito. Big Man se encontraba completamente
desnudo, ocupando todo lo largo y ancho del pequeño baño, sumergido en su
propia sangre. Se había destruido las venas. Era evidente. Estaba muerto.
***
110
de mis brazos. Liam, por su parte se encargó de darles una breve descripción
de los hechos a los oficiales. Cada cierto tiempo se asomaban a la salita para
cerciorarse de que permanecíamos en el mismo lugar.
Leon no había dicho una palabra desde que los oficiales y criminalista
abordaron el lugar. Nadie pudo sacarle una sola palabra, salvo para hacerme
una pregunta que a los oficiales los dejó en blanco: “¿Por qué cada vez que
vienes a rescatarme tienes un hermoso vestido? ¿Acaso, eres un ángel?”.
Después de eso se sumió en un estado vegetal. Sabía que estaba vivo sólo
porque lo veía respirar.
No supe que decir y me alejé sin refutar. Los brazos de Liam ya esperaban por
mí del otro lado.
Consentí.
111
***
Leon simuló serenidad y respondió con un: “bien, he tenido mejores días”.
―Creí que… ―tartamudeé ― Lo siento, pero estoy feliz de saber que estás
bien y que no fuiste tú.
―No eres como él ―le recordé―. Eres mucho más fuerte. Nunca terminarás
así.
―Te escuché llorar… sabía que me necesitabas, por eso fui a buscarte.
Mi amigo formó una mueca dentro de una sonrisa melancólica. Parecía que
finalmente comprendía mis palabras.
112
―Me oíste porque yo te estaba llamando. Yo sabía que vendrías a
rescatarme― él lloraba por dentro.
***
―Aparentemente bien, pero puedo apostar que apenas logré cruzar esa puerta
comenzó a llorar. Big Man era su molde, su ejemplo. Y ahora se siente
perdido.
―Es un tipo fuerte, y además te tiene a ti para apoyarlo ―me mostró su mejor
sonrisa.
Ella reiteró mil veces lo agradecida que estaba conmigo por haber rescatado a
su hijo una vez más y entró a la habitación. Mi novio le cedió la
113
responsabilidad a la madre número dos, y me aseguró que estaría de regreso
en un par de horas luego de ducharse y avisar a sus padres de lo sucedido.
―Lamento tanto que hayas tenido que pasar por todo esto sola ―Claire,
reanudó las lágrimas.
Convencida de que Claire tenía razón, decidí tomar su consejo y volver a casa
para ducharme. El apetito lo había perdido por completo. No tenía caso
obligar a mi revuelto estomago a probar comida. Estaba segura de que lo
regresaría en el proceso.
Sonrió, al reconocer las palabras que ella misma había usado meses atrás.
114
―Estaría bien si lo intentaras con todas tus fuerzas.
***
Los días transcurrieron sumidos en tristeza. Leon se vio obligado a revivir los
dolorosos momentos una y otra vez al ser interrogado por la policía. Dejaron
de acosarlo después de que el forense emitió la causa de muerte y
efectivamente se decretó suicidio. Con la ayuda de Amanda, Liam, Brandon,
y Lily, organizamos todas las cosas de Big Man en cajas. La madre de Leon se
encargó de él por varios días luego de que saliera del hospital. Leon dijo que
no regresaría al departamento por unos días y me hizo cuidar del pez hasta su
regreso.
Al funeral no fue mucha gente. Los padres de Big Man, habían muertos años
atrás y sólo hicieron acto de presencia algunos de sus parientes lejanos y
amigos del centro de rehabilitación. Lo más desgarrador fue ver a Leon llorar
sin consuelo. Era como si alguien le hubiera estado arrancando la piel en carne
viva.
―No podré odiar al sujeto después de esto― desvió la mirada hacia donde se
encontraba Liam charlando con Brandon y Claire.
Me tomó ambas manos antes de volver a hablar. Podía intuir cuáles serían sus
próximas palabras.
115
―Lo vigilaré desde muy cerca, todavía sigo de pie. Y mientras pueda
protegerte lo haré.
Lo hice reír.
***
<<En memoria de todas las muertes de nuestros seres querido. Y esos lazos
de amistad irrompibles. Siempre encuentro una palabra que viene de Dios. En
esta oportunidad, cabe plasmar las hermosas palabras que usó Rut en un
lindo pasaje de la biblia.
***
Cuatro meses después de la muerte Big Man. Todo había regresado a una
aparente normalidad. Y cuando decía aparente, me refería a que sería
imposible difuminar una herida eternamente. Tarde o temprano el color se
desvanecería y la herida quedaría expuesta; al descubierto. Y todo volvería a
la superficie. Sólo que el dolor sería más soportable y llevadero.
La muerte de Big Man me enseñó dos cosas: Lo fácil que resultaba ser sumido
por tu propia oscuridad y lo difícil que era batallar contra ti mismo.
116
Afortunadamente mi amigo Leon había cruzado el umbral y pasó a formar
parta de la batalla contra su misma oscuridad. No iba a ser fácil. Ambos lo
sabíamos. Pero con paciencia y amor la esperanza se mantenía con vida.
***
―Poder femenino en acción ―gritaron las dos rubias a una sola voz.
***
117
La panza de Jennifer parecía un globo a punto de estallar. No entraré en
detalles de cómo tuvo que enfrentar a la junta directiva estudiantil para que le
permitieran continuar las clases como cualquier estudiante normal (No
embarazado para ser más específica). También la influencia de sus padres tuvo
mucho que ver en el asunto. No quería imaginar la cantidad de dinero que les
ofrecieron a la junta directiva para que el “problema” quedara archivado y
eventualmente olvidado.
“Ella debe escoger el mío. Nadie logrará superar el nombre que escogí”.
Discutí con mi subconsciente toda la tarde.
―Propongo… Robert.
―¿Coincidencia?
―No ―me propuse a seguir mintiendo. Iba a ganar ese privilegio a como
diera lugar―. Me inspiré en el nombre del décimo quinto Rey de Rumania.
118
―¿Existió un décimo quinto Rey en Rumania que se llamaba Robert?
“Es cierto, mi padre cenó con sus parientes en noche buena…” “Fui con su
nieta al campamento de verano…” Comentaban las una con la otra.
Malditas mentirosas.
***
Cuando me dijo que lo amaba con locura y con lo más profundo de su sistema
reproductivo le dije:
119
***
Había dejado crecer su cabello y casi le alcanzaba los hombros. Se veía mayor
y mucho más sabio.
―El centro quiere enviarme fuera a tomar otros cursos de capacitación. Luego
me ofrecen una beca para estudiar psicología.
120
―Siempre has tenido una mitad muy charlatana. Es muy inteligente y le
encanta dejarte en ridículo.
―No lo hagas. Es parte de ti, así como yo debo aprender a vivir con mi parte
oscura. Puedo hacerlo solo, Becca. Confía en mí.
―Te extrañaré.
***
121
―Nunca existió la jaula, porque nunca fueron aves... ninguna de las dos
conocía el significado de esa palabra. Vivieron encerradas por tanto tiempo
dentro de ellas mismas que olvidaron las ventajas que les ofrecía la naturaleza.
Es muy triste si lo vemos desde el punto de vista del ave plata. Jamás se dio
cuenta de sus alas, a diferencia del ave gris, que por lo menos pudo apreciarlas
a la distancia; siempre supo que contaba con ellas, pero no se atrevía a usarlas.
―Ya no debes preocuparte por esas aves, dejaron la jaula mucho tiempo atrás.
Descubrieron sus alas por ellas mismas y cuando se dieron cuenta de que
estaban encerradas bajo su propio espejismo, emprendieron el vuelo.
Finalmente son libres.
***
Los meses en St. Vladimir tampoco pasaron en vano. Mis amigos exudaban
excitación gracias al nuevo uniforme. ¿A quién quería engañar? Yo también
quería intimidar a los del primer año. Todos llevábamos el verde en vez de
azul. Flinn, actuaba como si el color verde lo hubiera hecho madurar de la
noche a la mañana. La mayoría conocía su gran bocota y sabía que no era
cierto; fue fácil descubrirlo cuando seguía hurgando su nariz con los palillos
dentales. Dan y Alice ya nos habían abandonado. Los dos se habían ido a
Nebraska para iniciar su carrera universitaria. Lo que nos dejaba un par de
lugares disponibles en nuestra mesa de almuerzo. Del resto, todo continuó en
su tradicional monotonía.
“No.Puede.Ser. ¿Ya viste las botas de verano pasado que Rudy Allen llevó a
la inauguración del municipal?”… “Apostaría que la madre de Cody ya le
encontró remplazo a su padrastro, que vida tan triste…”… “Es oficial,
cariño. Cristopher Anderson y Jess Connor son homosexuales…”
122
sociedad ni tampoco ella a la humanidad. Somos lo que somos porque
tenemos derecho a escoger. Porque existen los colores y la comida mexicana.
Totalmente sin sentido. ¿Por qué haría algo como eso si ya contaba con una
habitación propia?
¡Oh, dios! Que ternura. Sólo de labios de Brandon algo tan homosexual como
“Copito de nieve” podía resultar tan sexy.
***
123
Pasar el día con Vicky seguía siendo una tortura. La niña no podía dejar pasar
dos minutos sin refutar mis opiniones y respondía a mi sarcasmo con más
sarcasmo.
¡Adorable!
―Pues no pienso hacerlo más. Lo único que logré con hacerte caso fue hacer
que Andrew se riera en mi cara.
―Te dije que le regalaras algo que tuviera un significado importante para
ambos. No que te disfrazaras de Pocahontas.
―Pero esa fue la primera película que vimos juntos, tiene un significado para
mí.
***
124
iluminando el camino que debía tomar en el futuro. Los amigos y la familia
sólo forman parte del destino, más no pertenecen al tuyo.
Tan real.
***
El aroma de los árboles solamente se podía disfrutar con los ojos cerrados. Al
igual que un buen café. Lo mejor sucedía cuanto tenías los ojos cerrados.
Pensé. ¿El destino siempre me esperó en este lugar? ¿Por cuánto tiempo lo
hice esperar?
125
De esas sonrisas destruye Rebecca’s.
***
El plan B, me llevó hasta Claire. Con ella conocí la verdadera pureza. La parte
buena de la vida.
El plan B, me guió a Brandon. No sólo las estrellas podían brillar. Los seres
humanos también.
126
El plan B, me regaló la amistad. Los nuevos amigos, representan grandes
desafíos. Te enseñan a compartir ese pedacito de ti que otros están dispuestos
a recibir.
El plan B, me preparó para descubrir el amor. Liam siempre fue parte del plan
B. Lo fue mucho antes de que advirtiera la existencia de un plan.
Fin.
127
Agradecimientos
En primer lugar, debo darle las gracias al creador del universo, y mi primera
inspiración, Dios.
Y en tercer lugar, a todos ustedes que se han tomado el tiempo de leer esta
corta historia, creada con mucho cariño, con el único propósito de hacer más
ligeros y divertidos sus ratos libres.
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Datos del autor
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