Está en la página 1de 6

La monstruosidad subyacente en los héroes

literarios de la modernidad: el caso de Macbeth,


Fedra, Robinson Crusoe y Frankenstein
Leonardo Andreé Yantorno Faúndez

Aspectos iniciales

La hipótesis, la premisa, que acá intentaremos resolver, consiste en que hay la


existencia de un monstruo en las obras literarias —específicamente veremos
algunas que comprenden desde el siglo XVI hasta el siglo XIX—, que condiciona
el actuar del héroe. Para llevar a cabo un estudio analítico de dicha afirmación,
es necesario aclarar que la figura del monstruo la veremos en tanto algo exterior
—en el sentido de un ente fáctico— al héroe, y como algo interior, viéndolo como
una situación más sicológica, una pugna consigo mismo.

El tema de la monstruosidad es algo que es transversal a cualquier marco


histórico o estético, ya que trasciende en el tiempo, esto lo demostramos en
variados ejemplos: el monstruo aparece en obras clásicas como en La
Odisea, en los momentos donde salen Escila y Caribdis; también está presente
en la literatura medieval, como por ejemplo en el Beowulf. Pero acá nos
centraremos en las obras enmarcadas en la denominada Edad Moderna, que a
su vez se subdividen en épocas estéticas diferentes: veremos obras de carácter
manierista, clasicistas (francés e inglés) y por último románticas.

Para lograr lo dicho en un principio es menester tener un conocimiento acabado,


por una parte del héroe, y por otra, del concepto de monstruo; es por eso que
primeramente se desarrollarán dichos términos, pues es ineludible manejar esos
conceptos para probar en las diferentes obras la premisa propuesta.

Finalmente, reafirmamos que lo que se pretende probar es que, en cada


obra (Macbeth, Fedra, Robinson Crusoe y Frankenstein) existe un elemento
monstruoso que afecta el desenvolvimiento del protagonista, ya sea por medio
de una intervención directa o indirecta.

El concepto tradicional de héroe

Como se mencionó anteriormente, es necesario tener una clara comprensión de


lo que se denomina “héroe”, ya que dicho concepto se diferencia del de Dios y
hombres; es una categoría intermedia entre ambos y posee cualidades propias
y fácilmente diferenciables. Es por eso que ahora veremos el concepto de héroe
—a través de Joseph Campbell y Hugo Bauzá—, pero en el sentido tradicional,
no se comprenderá una visión más moderna o actualizada.

En el libro El mito del héroe, de Bauzá, aparecen múltiples características del


héroe, tanto en su naturaleza como en sus funciones/acciones. En primer lugar
abordaremos la naturaleza del héroe para así dar pie a sus acciones. Los héroes,
en su origen, eran los dioses caídos y también hombres excelsos que al morir
eran divinizados. A pesar de esta ambivalencia, “no existe una explicación
omniabarcante que nos aclare la naturaleza y el origen de los héroes” (Bauzá,
37). Es de esta manera que no se puede encasillar la naturaleza de un héroe,
sólo se puede decir que posee una singularidad que lo diferencia de los
humanos; asimismo, en sus acciones presenta elementos distintivos que logran
la articulación del héroe.

El término héroe para Bauzá es aplicable a “determinados personajes singulares


(...), se lo diviniza a causa de la nobleza de su proceder. Se aplica también a un
conjunto preciso de muertos que en vida se han destacado a causa de
su areté (excelencia, virtud)” (9-10). Es este último elemento algo característico
del héroe, ya que por medio de su areté logra realizar hechos inimaginables;
asimismo, posee una inteligencia superior, una morfología fuera de lo normal,
debe sortear diversas pruebas y posee un fin generalmente violento, lo cual
desemboca en su posterior “divinización”.

Junto con lo anterior, se puede afirmar que el héroe tiene funciones y una
naturaleza que no es posible reducirlas a reglas generales, pero esto no quita
que no tengan cualidades distintivas. En síntesis, el héroe es un elemento
mediador (entre lo divino y lo humano, entre el orden y el desorden, entre otros)
y su naturaleza es ambivalente ya que tiene aspectos sublimes, dignos de imitar,
y otros destructivos, grotescos.

Viendo ahora lo que propone Campbell, podemos notar ciertos rasgos


fundamentales en el héroe que, esencialmente, se centran en el viaje de éste
para así adquirir una transformación espiritual que lo erija como ente diferente a
los hombres. Campbell postula un viaje tanto físico como espiritual que parte
desde la “separación” del héroe con los demás, y es en ese momento cuando
acontece el cruce del umbral (lo que significa la imposibilidad de volver), luego
llega la parte de la “iniciación”, que consiste en la superación de las pruebas
impuestas al héroe y la obtención de la apoteosis, y así alcanza el equilibrio
absoluto. En última instancia está el “regreso”, que consiste en el traspaso del
umbral hacia su mundo; asimismo, logra un nuevo status que es el de “héroe
cósmico”, logrando así la trascendencia. Todo esto desemboca como “último
acto del héroe, su muerte o partida. Aquí se sintetiza todo el sentido de la vida”
(Campbell, 316). Es en todos estos pasos que el héroe consigue distinguirse de
los humanos y así logra llevar a cabo acciones singulares que lo reflejen como
un ser digno de imitar.

El concepto del monstruo y monstruosidad

Ya visto el concepto de héroe, sólo nos falta abordar el de “monstruo” para así
poder analizar las diferentes obras. En este caso utilizaremos el texto La era
neobarroca, de Omar Calabrese; veremos también que el monstruo se aplica al
héroe de forma exterior y de forma interior. Es imperante decir que la figura del
monstruo siempre ha estado presente en toda la historia de la literatura, sólo
debemos recordar algunos ejemplos: Ulises se enfrenta a varios monstruos
(Polifemo, Circe, Escila y Caribdis, entre otros); también está presente en la
actualidad, ya sea por películas, series o libros. En síntesis, podemos afirmar
que la figura del monstruo está “rondando” siempre a los protagonistas, pero,
¿qué significa ser un monstruo?

Según Calabrese, la palabra monstruo tiene dos significados; el primero, “la


espectacularidad, derivada del hecho de que el monstruo se muestra más allá
de una norma. Segundo: la ‘misteriosidad’ causada por el hecho de que su
existencia nos lleva a pensar en una admonición oculta de la naturaleza, que
deberíamos adivinar” (107). Lo que se quiere decir es que el monstruo es a la
vez enigmático y maravilloso. Esta sentencia se puede relacionar con la
aparición de un monstruo interno y el otro externo; el primero está con lo
misterioso y el segundo con la espectacularidad de su figura.

Otro elemento constitutivo del monstruo es su desmesura, su exceso, que lo lleva


a erigirse como un ser fuera de toda norma, de toda medida, lo cual conlleva que
generalmente esté considerado de forma negativa y pertenezca a la
marginalidad. Junto a lo anterior, el monstruo tiene ciertos aspectos que lo
corroboran como un ente negativo: es deforme, malo, feo y disfórico. Esto lo
podemos corroborar con la siguiente cita: “Todo aquello que tenga relación con
la monstruosidad denotará un cierto regusto de negativismo, algo demoníaco, el
estado de caos por excelencia” (Planella, 55). Estos aspectos, al igual que la
morfología heroica, no son cánones rígidos que afecten a todos los monstruos;
son elementos generales que poseen varios, pero no todos.

Viendo ahora la noción de monstruo en Foucault, vemos que la monstruosidad


es

Transgresión de los límites naturales, transgresión de las clasificaciones,


transgresión del marco, transgresión de la ley como marco: en la monstruosidad,
en efecto, se trata realmente de eso. Pero no creo que sea únicamente eso lo
que constituye al monstruo. La infracción jurídica a la ley natural no basta para
constituir la monstruosidad. Para que la haya es preciso que esa transgresión
del límite natural, esa transgresión de la ley marco sea tal que se refiera a, o en
todo caso ponga en entredicho, cierta prohibición de la ley civil, religiosa o divina,
o que provoque cierta imposibilidad de aplicar esa ley civil, religiosa o divina
(Foucault, 68-9).

En otras palabras, el monstruo rompe con las normas (no acepta las leyes)
jurídicas y biológicas, lo cual lo sitúa como alguien “anormal” que se encuentra
fuera de las categorías enmarcadas en las estructuras civiles.

Ya visto el concepto de monstruo según varios autores, podemos concluir


diciendo que el monstruo es alguien/algo que está fuera de los cánones
establecidos, que se caracteriza por tener cualidades negativas (feo, malo,
deforme) y que se manifiesta de forma espectacular o de forma misteriosa.

Hemos analizado el concepto de héroe y de monstruo, y consiguiendo así un


conocimiento acabado de dichos términos, podemos ver el rol del monstruo, ya
sea interior o exterior, en diversas obras de la época moderna, para así
corroborar que esta figura afecta en el actuar de los héroes y/o protagonistas
logrando salir de su marginalidad para situarse en un lugar preponderante.

El monstruo de Macbeth y la pugna interior por conseguir el honor

En la tragedia de Shakespeare, se aprecia que el personaje es corrompido por


la ambición de querer ser rey. Mencionada corrupción es debida a factores tanto
internos como externos, que los vincularemos con un monstruo interior y otro
exterior. Al desarrollarse la obra vemos que, gracias a las intervenciones de
dichos monstruos, Macbeth, el protagonista, sufre un fin trágico debido a sus
acciones; es decir, el rol del monstruo enMacbeth es fundamental ya que éste
influye en las acciones del héroe llevándolo a la degradación total.

Ahondando más en el tema del monstruo en sí, notamos que la monstruosidad


interior corresponde a las mismas ansias, las ganas de Macbeth por ser rey;
asimismo, este aspecto se aprecia cuando está en una constante pugna interna
para poder discernir lo que es correcto o no. Esto lo vemos en el pasaje cuando
el héroe duda si mata o no a Duncan: “El rey Duncan se halla aquí bajo doble
salvaguarda; una es que soy su deudo y vasallo, dos razones en contra de mi
intento; la otra es que está en mi casa como huésped, y yo, como anfitrión, más
debería detener en la puerta a su asesino que tomar en mis manos el puñal”
(Shakespeare, 98). Pero, a la larga, Macbeth escoge asesinarlo, pero no es sino
gracias a la intervención del otro monstruo, el exterior, que se ve representado
en la figura de su esposa, Lady Macbeth. Es su esposa la que lo insta a que
acometa el crimen, y es más, a la hora de tomar las decisiones representa
distintivos del monstruo (dichos por Calabrese): es mala ya que rompe las reglas
de la lealtad, y fea, en el sentido de que siempre se muestra a través de la
oscuridad, tiene un aspecto misterioso.

Siguiendo con el tema de la misteriosidad, podemos ver que esta obra se sitúa
en el período (estético, artístico) denominado manierismo, o también como
barroco. Es por esta razón que en la obra del inglés vemos como elemento
transversal la oscuridad, el misterio, el espectáculo, la locura y el desvarío, todos
elementos relacionados con el monstruo. Esto se ve reafirmado en el siguiente
pasaje: “Lady Macbeth:¡Fuera, mancha maldita! ¡Fuera, te digo! Una, dos. Ya es
hora de hacerlo. El infierno es oscuro. ¿Qué es eso, señor? ¿Tiene miedo un
soldado? ¿Y por qué vamos a temer que alguien lo sepa, si nadie podrá pedirle
cuentas a nuestro poder? ¡Pero quién iba a decir que este viejo tenía tanta
sangre dentro!” (Shakespeare, 192). Es en este sentido que vislumbramos todo
lo monstruoso que encierra Macbeth y el rol determinante del monstruo en la
obra, ya que a la larga el héroe termina sufriendo un final trágico, que es un
elemento importante en el desarrollo de la morfología heroica, y todo esto gracias
al monstruo interior y exterior que atacó a la figura del héroe, que resultó ser
corrompido, logrando así generar terror y admiración.

También podría gustarte