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Alfonsina Storni Alfonso Reyes

“Dolor” La amenaza de la flor

Quisiera esta tarde divina de octubre Flor de las adormideras:


pasear por la orilla lejana del mar; engáñame y no me quieras.
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar. ¡Cuánto el aroma exageras,
cuánto extremas tu arrebol,
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera, flor que te pintas ojeras
como una romana, para concordar y exhalas el alma al sol!
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar. Flor de las adormideras.

Con el paso lento, y los ojos fríos Una se te parecía


y la boca muda, dejarme llevar; en el rubor con que engañas,
ver cómo se rompen las olas azules y también porque tenía,
contra los granitos y no parpadear; como tú, negras pestañas.
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar; Flor de las adormideras.
pensar que pudieran las frágiles barcas Una se te parecía...
hundirse en las aguas y no suspirar; Y tiemblo sólo de ver
ver que se adelanta, la garganta al aire, tu mano puesta en la mía:
el hombre más bello, no desear amar... ¡Tiemblo no amanezca un día

en que te vuelvas mujer !


Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar
Concha Urquiza

Cesar Vallejo La canción intrascendente


Verano Tonadilla de viajero:
del corazón a la boca,
Verano, ya me voy. Y me dan pena
y de la boca, al sendero.
las manitas sumisas de tus tardes.
Llegas devotamente; llegas viejo; Siembra los rumbos del viento
y ya no encontrarás en mi alma a nadie. y quién sabe
si vayas a hacer granero
Verano! Y pasarás por mis balcones en la garganta de un ave.
con gran rosario de amatistas y oros,
Por los valles y los montes
como un obispo triste que llegara
anda a probar tu fortuna:
de lejos a buscar y bendecir los cabellos de los pinos
los rotos aros de unos muertos novios. huelen a viento y a luna.

Verano, ya me voy. Allá, en setiembre El río tiene su flauta


tengo una rosa que te encargo mucho; y la fuente sus espejos:
la regarás de agua bendita todos quédate y canta con ellos,
nosotros vamos más lejos.
los días de pecado y de sepulcro.
Tu padre no quiere oírte
Si a fuerza de llorar el mausoleo, después de haberte engendrado:
con luz de fe su mármol aletea, no eres más que una canción
levanta en alto tu responso, y pide que el viento se habrá llevado.
a Dios que siga para siempre muerta.
Viajeros somos, viajeros
Todo ha de ser ya tarde;
que andamos nuestro camino:
y tú no encontrarás en mi alma a nadie. luna y monte, monte y luna,
manta y silbo, pan y vino.
Ya no llores, Verano! En aquel surco
muere una rosa que renace mucho... Y como es recio el camino,
. llevamos por equipaje:
en el pecho, el corazón,
y en la boca una canción
para el viaje
Gonzalo Rojas
Gabriel Zaid Las hermosas
Alegía

Yo soltaba los galgos del viento para hablarte. Eléctricas, desnudas en el mármol ardiente
A machetazo limpio, abrí paso al poema. que pasa de la piel a los vestidos,
Te busqué en los castillos a donde sube el alma, turgentes, desafiantes, rápida la marea,
por todas las estancias de tu reino interior, pisan el mundo, pisan la estrella de la
afuera de los sueños, en los bosques, dormida, suerte con sus finos tacones
o tal vez capturada por las ninfas del río, y germinan, germinan como plantas
tras los espejos de agua, celosos cancerberos, silvestres en la calle,
para hacerme dudar si te amaba o me amaba. y echan su aroma duro verdemente.

Quise entrar a galope a las luces del mundo, Cálidas impalpables del verano que zumba
subir por sus laderas a dominar lo alto; carnicero. Ni rosas
desenfrenar mis sueños, como el mar que se alza ni arcángeles: muchachas del país,
y relincha en los riscos, a tus pies, y se estrella. adivinas
del hombre, y algo más que el calor
Así cada mañana por tu luz entreabierta centelleante,
se despereza el alba, mueve un rumor el sol, algo más, algo más que estas ramas
esperando que abras y que alces los párpados flexibles
y amanezca y, mirándote, suba el día tan alto. que saben lo que saben como sabe la
tierra.
Si negases los ojos el sol se apagaría.
El acecho del monte y del amanecer Tan livianas, tan hondas, tan certeras las
en tinieblas heladas y tercas quedaría, suaves. Cacería
aunque el sol y sus ángeles y las otras estrellas de ojos azules y otras llamaradas urgentes
se pasaran la noche tocando inútilmente. en el baile
de las calles veloces. Hembras, hembras
en el oleaje ronco donde echamos las
redes de los cinco sentidos
para sacar apenas el beso de la espuma.
Jaime Sabines
Jaimes Torres Bodet
La luna
Lied
La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas. La mañana está de fiesta
Es buena como hipnótico y sedante porque me has besado tú
y también alivia y al contacto de tu boca
a los que se han intoxicado de filosofía. todo el cielo se hace azul.
Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo: El arroyo está cantando
sirve para encontrar a quien se ama, porque me has mirado tú
para ser rico sin que lo sepa nadie y en el sol de tu mirada
y para alejar a los médicos y las clínicas. toda el agua se hace azul.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido, El pinar está de luto
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos porque me has dejado tú...
ayudan a bien morir. y la noche está llorando,
noche pálida y azul,
Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada noche azul de fin de otoño
y mirarás lo que quieras ver. y de adiós de juventud,
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna noche en que murió la luna,
para cuando te ahogues, (¡noche en que me has dejado
y dale la llave de la luna tú!)
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.
José Joaquín Pesado
José asunción Silva El molinop y la escamela
Las voces silenciosas Tibia en invierno, en el verano fría
(De Lord Tennyson.) brota y corre la fuente: en su camino
el puente pasa, toca la arquería,
¡Oh voces silenciosas de los muertos! y mueve con sus ondas el molino:
Cuando la hora muda
y vestida de fúnebres crespones, espumosa desciende, y se desvía
desfilar haga ante mis turbios ojos después, en curso claro y cristalino
sus fantasmas inciertos, copiando a trechos la enramada umbría
sus pálidas visiones... y el cedro añoso y el gallardo pino.

¡Oh voces silenciosas de los muertos! Mírase aquí selvosa la montaña:


En la hora que aterra allí el ganado ledo, que sestea,
no me llaméis hacia el pasado oscuro, parte en la cuesta y parte en la campaña.
donde el camino de la vida cruza
los valles de la tierra. Y en la tarde, al morir la luz febea,
convida a descansar en la cabaña
¡Oh voces silenciosas de los muertos! la campana sonora de la aldea.
Llamadme hacia la altura
donde el camino de los astros corta
la gélida negrura;
hacia la playa donde el alma arriba,
llamadme entonces, voces silenciosas,
¡hacia arriba!... ¡hacia arriba!...
Luis Gonzaga Urbina Juan Jose Tablada

Dones SONETO WATTEAU

Manón, la ebúrnea frente,


Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría la de cabello empolvado
ingenua; su ironía y vestidura crujiente,
amable: su risueño y apacible candor. ¡tus ojos me han cautivado!
¡Gran ofrenda la suya! Pero tú, madre mía,
tú me hiciste el regalo de tu suave dolor. Eco de mi amor ardiente,
el clavicordio ha cantado
Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura, la serenata doliente
el anhelo nervioso e incansable de amar; y el rondel enamorado...
las recónditas ansias de creer; la dulzura
de sentir la belleza de la vida, y soñar. ¡Ven! el amor que aletea
lanza su flecha dorada
Del ósculo fecundo que se dieron dos seres y en el mar que azul ondea,
-el gozoso y el triste- en una hora de amor,
nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres surge ya la empavesada
quien me ha dado el secreto de la paz interior. galera flordelisada
¡que conduce a la Citerea!
A merced de los vientos, como una barca rota
va, doliente, el espíritu; desesperado, no.
La placidez alegre poco a poco se agota;
mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota
de mis ojos la lágrima que la madre me dio.
Mateo Rosas de Quevedo
Jose Juan Tabalada
Cosas que pasan en Perú
Haikais
Sepan cuantos esta carta
de declaraciones graves
Tierno saúz,
y descargos de conciencia
Casi otro, casi ámbar,
vienen, como el otorgante
Casi luz...
Mateo Rosas de Oquendo,
que otro tiempo fue Juan Sánchez,
Por nada los gansos
vecino de Tucumán
Tocan alarma
donde oí un curso de artes
En sus trompetas de barro.
y aprendí nigromancia
para alcanzar cosas grandes,
Pavo real, largo fulgor,
puesto ya el pie en el estribo
Por el gallinero demócrata
para salir destinas partes
Pasas como una procesión...
a tomar casa en el mundo
dejando los arrabales,
Aunque jamás se muda,
en lugar de despedida
A tumbos, como carro de mudanza,
determino confesarme
Va por la senda la tortuga.
y descargar este pecho
antes que vaya a embarcarme,
—¡Devuelve a la desnuda rama,
porque si en la mar reviento
Nocturna mariposa,
al tiempo del marearme,
Las hojas secas de tus alas!
para salir de sus ondas
será pequeña la nave.
Recorriendo su tela
Dejen todos sus oficios
Esta luna clarísima
y vengan luego a escucharme;
Tiene a la araña en vela
los casados, sus mujeres,
las mueres sus ajuares,
los poetas sus consejos.
Pablo de Rokha Tomas Segovia

Yo soy como el fracaso total del mundo, ¡oh, Pueblos! Como el primer Día
El canto frente a frente al mismo Satanás, Como el primer día
dialoga con la ciencia tremenda de los muertos, de mi llegada aquí,
y mi dolor chorrea de sangre la ciudad. a veces la memoria se me pierde
Aún mis días son restos de enormes muebles viejos, y me encuentro yacente por el suelo
anoche «Dios» llevaba entre mundos que van sin hueso ni contorno
así, mi niña, solos, y tú dices: «te quiero» ignorando qué vida de qué mundo
cuando hablas con «tu» Pablo, sin oírle jamás. de qué recuerdo es ésta.
El hombre y la mujer tienen olor a tumba,
El cuerpo se me cae sobre la tierra bruta
Lo mismo que el ataúd rojo del infeliz.
-Pero tú no me olvides,
Enemigo total, aúllo por los barrios, dulce tierra sin rostro
un espanto más bárbaro, más bárbaro, más bárbaro cuyo recuerdo pierdo a cada instante,
que el hipo de cien perros botados a morir. cuyo sabor me escapa,
cuyos ojos de amor no reconozco.

Oh, no me olvides, me memoria es viento;


me disuelvo en la noche día a día
si tú no guardas algo
de este turbio latido
que derramado apenas humedece
tu vasta frente donde la memoria

es oscura y sin fin como un olvido .


Xavier Villarrutia

Nocturno Muerto

Primero un aire tibio y lento que me ciña


como la venda al brazo enfermo de un enfermo
y que me invada luego como el silencio frío
al cuerpo desvalido y muerto de algún muerto.

Después un ruido sordo, azul y numeroso,


preso en el caracol de mi oreja dormida
y mi voz que se ahogue en ese mar de miedo
cada vez más delgada y más enardecida.

¿Quién medirá el espacio, quién me dirá el momento


en que se funda el hielo de mi cuerpo y consuma
el corazón inmóvil como la llama fría?

La tierra hecha impalpable silencioso silencio,


la soledad opaca y la sombra ceniza
caerán sobre mis ojos y afrentarán mi frente.

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