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Ahora están frente a una estrafalaria rráneos, de modo de que se protejan de
construcción que —a simple vista— se cualquier amenaza exterior.
recorta en la penumbra como un palacio No bien acaba de exponer las ideas que
garabateado por manos inexpertas para ignora cómo se le ocurren, Randy es
el dibujo. aplaudido por la concurrencia.
Randy se pregunta dónde estará. El rey en tanto lo abraza y —entusias-
—^Ya te lo dije, honorable caballero, en mado como sus subditos— le anímela
el Reino de Craucasach —le informa el que ha llegado la hora de recibir su re-
soberano, como si adivinara sus pensa- compensa.
mientos. En vano el muchachito trata de con-
Y debe de adivinarlos, porque —ense- tarle que sólo tiene once años... que es
guida— homenajean a Randy con bebi- demasiado pequeño para casarse... que
das y alimentos de sabor levemente re- no lo desea, por más que sea una prin-
pugnante, pero que calman la sed y el cesa la que lo espera... que hay que ena-
hambre que siente. morarse antes de contraer ma,trimonio...
Una vez que finaliza la merienda, el que se muere de ganas por regresar a su
chico es conducido hacia el interior del casa... que...
palacio. Allí, otros seres tan marrones o Randy se contempla —de golpe— re-
negros como los soldados, pero luciendo flejado en un trozo de aluminio qué hace
trajes de baile, le ofrecen ima serie de las veces de espejo. Siete u ocho pajes le
danzas como bienvenida. colocan un atuendo tan lujoso como el
A l rato —y sin saber cómo responder a del rey.
todas las consultas que le formula el rey Sin embargo, no es eso lo que más lo
acerca de los modos de defenderse de los perturba: ¡Qué alucinación! Se ve cre-
enemigos que nombra como «shimierso- cido, de la edad de su padre y tan seme-
neas»— Randy lo logra. Incluso diseña jante a él en sus rasgos que le parece
planos para modificar los túneles subte- haberse transformado en su copia de
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carne y huesos. ¿Y qué decir de la bellí- El sueño lanza a Randy a otro ámbito
sima joven negra y alada que —entre diferente.
quienes le ofician de cortejo nupcial— se Cree encontrarse cerca de la salida del
desplaza majestuosa hasta ubicarse a su túnel subterráneo que lo arrastró hacia
lado y tomarlo de i m brazo? allí. Y acierta. Ha recobrado su aspecto
La ceremonia de casamiento es cele- de chico. Él rey está a su lado y le dice
brada por el mismo rey. que ésa es una despedida:
—Honorable yerno mío; ya es tiempo
El sueño le presenta a Randy otra de que retornes a tu país, con tu propia
escena absurda como las que hasta en- gente. Nunca sabrás cuan inexpresable es
tonces lo han tenido como protagonis- mi gratitud por los servicios que nos
ta. prestaste. Nuestra comunidad se ha tri-
Además de absurda, angustiosa. Se da plicado en habitantes desde aquella le-
cuenta de que están velando a la princesa jana época en que acudiste a mi Uamado.
con la que lo casaron. Él permanece jimto Estoy seguro de que no vas a olvidar a tu
al féretro, llorando, mientras que ima esposa, mi amada hija, a la que hiciste tan
gran cantidad de craucasachenses (pue- feliz. No hubo forma de salvarla. El ve-
blo y cortesanos fundidos en acongojada neno que ingirió —sin saber que lo era—
multitud) sollozan en el amplio recinto la mató en segundos. Esos malditos Shu-
fúnebre. mersoneas... Bien; en memoria de la ma-
El rey se perfila entre la muchedum- dre de tus hijos te ruego que coloques
bre, escoltado por heraldos. Se le acerca esta placa que Ueva su nombre, aquí, de-
en compañía de unos cien negritos que se bajo de esta tierra donde descansa en paz.
atropellan en su afán por arrojarse entre El rey le entrega a Randy una lápida
sus brazos, a la par que exclaman: con inscripciones que no logra descifrar
—¡Padre, padre! ¿Por qué envenena- debido a la semioscuridad del lugar, pero
ron a mamá? ve algo parecido a un óvalo y dos alas.
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Acto seguido, y mientras el chico api- Carla y Facimdo se miran fugazmente.
sona la placa contra la tierra, el soberano De inmediato, sus miradas se cruzan con
reanuda su charla y agrega: las de Paloma y Emanuel. Es evidente
—El centenar de hijos que tuviste con que los cuatro están estremecidos.
la princesa se quedarán aquí. Pertenecen —^No te enojes, Randy, pero recién...
a estas tierras que algún día heredarán. —murmura Carla, sin decidirse a conti-
Además, no podrían sobrevivir en tu país... nuar la oración.
Ah... y es preferible que no les digas adiós... —¡Se va a ofender! ¡Y además nos va a
Quiero evitarles el dolor de la despedida, acusar de mentirosos! ¡No le contemos
tan tristes como están por el falledmien- nada! ¿Para qué? —pide Paloma.
to de su madre... Ojalá lo comprendas y... Emanuel se anima a encarar a su asom-
brado amigo:
—¡Hey, apolillado! ¡Hace como un —^Justito antes de que te despertára-
cuarto de hora que estás roncando! Si no mos... un montón de... de...
te zamarreamos i m poco... Facundo sale en su ayuda:
Indudable. Son las voces de Carla, Fa- —^Sí; justito antes de que te desperta-
cundo, Paloma y Emanuel... ras, un montón de repulsivas cucarachas
Randy se despabila poco a poco. Está negras sobrevolaron tu cama... y andu-
despatarrado sobre el lecho, como cuando vieron sobre tu cuerpo...
se quedó dormido. —¡Lo recorrieron de pies a cabeza,
—¿Apenas dormí quince mmutos? puaj! —grita Carla.
—^les pregimta a sus amigos—. ¡Qué co- —Nos parece que salieron de ese rin-
sas insólitas pasan en los sueños!... Siento cón de tu pieza... de allí... donde hay
como si me despertara después de mil imas tablas rotas...
años... Soñé que... —^Menos mal que las espantamos...
El chico les refiere —entonces— la pe- ¡Huyeron en todas direcciones y se esfu-
sadilla de la que acaba de librarse. maron como por encanto!
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—¿No echan veneno en esta casa, piso del cuarto del chico. Salen en hilera,
Randy? ¿Nunca fumigan? —^le pregunta a través de los orificios abiertos en las
Paloma, preparada para irse de apuro. viejas tablas, y vuelan hacia su cama.
Carla comieriza a imitarla mientras Enseguida le recorren el cuerpo dor-
añade que no le han dicho toda la ver- mido, llegan a su cara y beben saliva de
dad, que algimas cucarachas volvieron sus labios entreabiertos, al mismo tiempo
a invadir el cuarto y que fue difícil espan- que agitan las antenas.
tarlas. Esos movimientos, en el idioma del
Randy, perplejo. Contesta distraído el Reino de Craucasach, significan: «Gra-
chau de sus compañeros y —^hasta que cias por ayudar a nuestro pueblo, que-
regresan sus padres— no deja de mirar el rido padre del País de los Shumerso-
techo. neas... No pudimos despedirte, pero no
Después, les cuenta su sueño y lo que te olvidamos. Cada vez que logremos
le dijeron los chicos. escapar y estés dormido, vendremos a
Los padres se ríen, le aseguran que visitarte... Nadie tiene que enterarse... N i
todo fue producto de su estado febril y tú... Se armaría una guerra aún más terri-
ble entre tu mundo y el nuestro... Por eso,
de ima broma de los compañeros.
padre; por eso...
— m a ñ a n a lunes vas a faltar al colé.
Por un día más o menos no vas a perder
Y no; Randy no va a enterarse, aunque
gran cosa —dice la madre—. Es preferi-
—de vez en cuando— rememore lo que
ble que te repongas totalmente; con el
vivió mientras dormía y lo que sus ami-
frío que hace...
gos le contaron.
Esa madrugada, mientras Randy y la Entonces, acaso tiemble de miedo al
familia descansan apaciblemente, un sospechar que el tiempo real, ése que
centenar de cucarachas negras abando- marcan relojes y almanaques, puede ro-
nan sigilosas su vivienda de debajo del zarse con el de los sueños. Acaso imagine
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que los dos se confunden en uno solo
—de tanto en tanto— como si el límite
entre ambos se rajara de repente y dejase
resbalar al soñador hacia el abismo de las
pesadillas, hacia zonas de lo inexplicable.
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L A BABY-SITTEr
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muchacho se manifestaba con la transpa-
rencia del primer amor, sólo para Ilenka.
La tensión nerviosa que comenzó a expe-
( taba resfriada... Yo misma les insistí para
que no se perdieran el campeonato de,
rugby donde interviene m i hermano...»
rimentar al ser testigo del deslumbra- A la media hora, Aretha llegaba a casa
miento de Tadeo por quien ella creía la de Ilerika.
causante de su infelicidad, hizo que Cuando su amiga la recibió en el de-
Aretha sintiera que su cuerpo le crujía al partamento, Aretha se asustó un poco.
andar... e imaginó que iba a quebrársele, La resfriada parecía un espectro sudo-
cuando Ilenka le confió que ya eran no- roso, debido a la fiebre.
viecitos. De sonrisa abierta a un pesar La ayudó a acostarse de nuevo, le tomó.
que ignoraba, se lo confió. la temperatura (que rozaba los cuarenta \
Esa noticia fue un mazazo para Aretha grados), le hizo comer unas galletitas an- \
y ya no pensó en otra cosa que en impe- tes de que tomara la aspirina y —ya dor-
dir la relación de sus compañeros. mida Ilenka— Aretha se acomodó en la
butaca que se le ofrecía jxmto a la cama de
Mentiríamos si dijéramos que Aretha la enferma.
lo planeó, porque el instante de cumplir Durante la hora y pico que pasó desde
con su deseo se le presentó de golpe, i m que había llegado hasta que se le ocurrió
sábado al atardecer en el que Ilenka le aquella idea, hojeó algunas revistas aun-
telefoneó desde su casa a la de ella para que sin prestarles demasiada atención.
pedirle que —^por favor—afuera hasta allí En su mente se alzaba i m problema, su
a hacerle compañía, solitaria y tan engri- problema, con los pasos que debía seguir
pada como se hallaba. para resolverlo.
T: «Deliro de fiebre. Are», le había co- Primer paso... despertar a Ilenka y pre-
mentado. «¿Serías tan buena como para pararle un té...
venir hasta que regresen mis viejos? Se Segundo paso... poner cualquier pre-
fueron porque esta mañana apenas si es- texto para despedirse de ella...
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* Tercer paso... irse antes de que los pa- —Ilenka la miró, despavorida. ^
dres de su amiga regresaran. ^ —^Nadie sabe que vine a verte... Van a
creer que fiie i m accidente, i m olvido
Aretha procedió —entonces— tal tuyo, a causa de la fiebre... Chau, m i
como se le había ocurrido de repente. odiada Ilenka; quiero que sepas que
—Qué haría sin tu amistad. Are... nunca te quise... nunca... Ah... la riiña
—^murmuró Ilenka cuando la supuesta genio no se dio cuenta... ¿No leíste cuen-
amiga le alcanzó hasta la cama una ban- tos policiales? Éste es el crimen perfecto...
deja con el té y algunas masitas. Chau, boba...
—No te preocupes si ya te vas... Mis i Aretha se retiró de inmediato del do-
padres volverán de un momento a otro y micilio de Ilenka. Las manzanas que la
mi hermano... Ah, qué mareo... No te eno- distanciaban de su casa las recorrió casi
ja si no te acompaño hasta la puerta ¿no?- danzando. Canturreaba.
N i puedo mantenerme bien sentada... ¡Por fin había disuelto el nudo de envi-
*^ Tras beber unos sorbitos de té, Ilenka dia que acordonaba su alma! ¡Por fin,
se reclinó en el lecho y permaneció inmó- libre de Ilenka!
vil debido a la fiebre.
Le estaba indicando a Aretha que sa- Entretanto, a los tropiezos y apoyán-
cara el llavero de la cerradura principal, dose en las paredes, Ilenka intentaba lle-
que lo colgara del picaporte y que cerrara gar a la cocina y apagar la llave del gas.
la puerta de entrada con un click nada Un olor nauseabundo invadía todos los
más, cuando su amiga —de risita ende- ambientes. Antes de desplomarse, into-
moniada— le susiirró al oído: xicada por las emanaciones, se dijo: «Te
—^Ya no vas a levantarte más, reveren- maldigo... Aretha... ¿Cómo pudiste...?
dísima zonza; dejé abierta al máximo la ^ Tanta traición... ¿Por qué m i muerte...?
perilla del gas de la cocina cuando te hice ¿Qué daño te hice...? Ah... Me las vas a
el té... ¿No se siente el olorcito? • pagar... Un día volveré para llevarte con-
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migo... Te maldigo... te maldigo con la «Vía despejada...», pensaba. «Tengo
misma intensidad con que te quise... Y que esperar i m poco... por supuesto...
voy a volver en tu busca... Vol...» pero voy a conquistar a este ingenuo
El cuerpo de Ilenka quedó extendido del mismo modo que engañé a Ilenka...
sobre el piso de \m pasillo, boca abajo y a Eran tal para cual... Tan inocentes los
escasos metros de la cocina. dos...»
Cuando su familia retomó, el encar- Por suerte, esta nueva maquinación de
gado del edificio, un grupito de vecinos Aretha no tuvo éxito.
y dos policías, estaban jimto a la puerta Aferrado al recuerdo de Ilenka, Tadeo
del departamento. El olor a gas era in- fue dejando de cultivar la amistad de la
confimdible. que suponía la amiga más querida de su
—^Parece que hay im escape, señora perdida noviecita. De sólo verla tripli-
—^le informó el vigilante que estaba a caba su pesar. Y ya casi rü se hablaban
punto de forzar la cerradura. cuando —cuatio años más tarde— se
—¡Ileeeeenkaaa! —gritó la madre, an- graduaron como bachilleres y los dos en-
tes de desmayarse. filaron por senderos paralelos.
Tadeo se había inscripto en la facultad
En el sepelio de la jovencita, las since- de arquitectura. Aretha, obsesionada por
ras condolencias de todos los que la ha- obtener una patente de buena (aunque na-
bían conocido fueron tanto para la fami- die sospechara que había cometido vm
lia como para Aretha. Y ella las agrade- asesinato), se anotó en un instituto que
cía, fingiendo i m inconsolable dolor. formaba baby-sitters. Así fue como, —
—^Parte de mí se fue con ella... —de- tras aprobar todas las materias de esa
cía—. M i mejor amiga... carrera— la joven abordó el trabajo con
Y aprovechaba para abrazarse a Tadeo notable entusiasmo.
y mezclar con las desgarradoras de él, Astuta como era, pronto convenció a
sus propias lágrimas de cocodrilo. medio mimdo de que era la más eficiente
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acompañante de niños que se pudiera exactamente las veinte horas cuando pre-
contratar. sionó el din-don de la casa de los Morris.
No daba abasto para cumplir con las Tuvo que hacerlo varias veces.
tareas de cuidadora de infantes, pasados Finalmente, una ventana contigua al
ya tres años del día en que se había gra- portón de entrada se abrió a medias y un
duado, cuando el teléfono de su casa chiquito se asomó, preguntándole quién
sonó una mañana y una voz femenina era ella.
requirió sus servicios para esa noche. —^Aretha; la baby-sitter, querido. Ven-
—Me la recomendaron tanto, señorita, go a pasar un rato con Bugui.
que a m i marido y a mí nos encantaría —Soy yo. Ya voy —le informó la cria-
que sea usted, si es que puede, la que se tura mientras cerraba la ventana.
traslade a nuestra residencia para cuidar Ya en el interior de la vivienda, la jo-
de Bugui. Es medio travieso pero nada ven se enteró de que los padres se habían
fuera de lo normal. Tiene siete. A más visto obligados a salir antes del horario
tardar, nosotros estaremos de vuelta pa- convenido con ella, debido a i m desper-
sada la media noche. Sí; mi esposo o yo la fecto del automóvil que necesitaba ur-
llevaremos de regreso en el auto. Mo- gente reparación.
rris... nuestro apellido es Morris. La di- —^Pero m i mamá nos dejó la comida
rección... y el teléfono... Bien, ¿entonces lista y alquiló la película que yo elegí. ¿Le
podemos contar con usted? ¡Qué alegría! gustaría verla conmigo, después de ce-
Estábamos por cancelar nuestra salida; nar?
no nos gusta dejar solo al nene y —la Aretha simpatizó enseguida con ese
verdad— tampoco con cualquiera... La nene que la condujo a través de toda la
esperamos a las ocho. Vale; hasta luego y casa «para que sepa dónde queda m i
mil gracias, ¿eh? pieza, por si me quiero ir a dormir antes
de que vuelvan mis papis...»
Aretha era puntual. Su reloj marcaba Concluida la comida, lo dos se repatin-
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garon sobre los sillones de la sala, dis- «A ver si me encuentra, seño...»
puestos a ver la película. Sus pasitos retumbaron en la escalera
Los noventa minutos que duró la de madera que llevaba hacia el primer
misma fueron un suplicio para Aretha. piso. No era complicado para Aretha
Bugui en cambio la disfrutaba como si orientarse.
fuera una naranja fresca. Contó en voz muy alta hasta cien y
La joven acalló su sentir, pero esa cinta dijo: «¡Punto y coma, el que no se escon-
le recordaba el tremendo episodio que dió, se embroma!»
luchaba por enterrar en su memoria. Ya iba a ver ese bandido quién asus-
¡Qué siniestra casualidad! El argu- taba a quién.
mento giraba en torno al asesinato de Aretha ascendió los peldaños de punti-
ima chica... Programa más inadecuado llas.
para que eUa fuese espectadora no podría En cuanto Uegó al primer piso, se diri-
haber conseguido Bugui... Menos mal que gió directamente a la habitación de Bu-
el nene le propuso jugar a las cartas, tan gui. Intuía que él estaba acorazado allí,
pronto las palabras The end*se reproduje- en su lugar, al amparo de todos sus ju-
ron en la pantalla del televisor. guetes. Además, por algo se lo había
Envuelta en vagos remordimientos, mostrado...
Aretha accedió de buena gana. No se equivocó.
Ambos se divirtieron, hasta que Bugui I Después de unos minutos de tratar de
dijo que estaba aburrido de las barajas y localizarlo entre las sombras, Aretha se
sugirió jugar a las escondidas. encaminó hacia la almohada de la camita
Después de que la baby-sitter dijo «sí, del pequeño. A los chicos les encantaba
claro», el chico apagó todas las luces de la ocultarse allí con el propósito de asustarla.
casa y la desafió, contento: Y sí. Bugui estaba ocupando el sitio
que le correspondía a la almohada, con la
*The end: significa «Fin» en inglés. (N. de la A.) funda enroscada alrededor de su cabeza.
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Sus risitas, apenas contenidas, lo dela- * * *
taban.
Muy en silencio, la joven se fue acer- Como es de presumir, el matrimonio
cando hacia él. Morris fue desligado de toda responsabi-
En cuanto exclamó: lidad por el fallecimiento de Aretha des-
«¡Piedra libre!» y se arrojó sobre la pués de las investigaciones policiales. N i
cama, con el objeto de tomarlo entre sus ellos n i las fuerzas de seguridad se expli-
brazos, la lámpara se encendió y ella no caron qué hacía esa baby-sitter en el
vio a otra persona que a su amiga Ilenka, cuarto de huéspedes, cómo era posible
igualita a como la había dejado en aquel que hubiera ingresado en la casa para
lejano atardecer en que murió. morir allí, debido a i m ataque cardíaco
Y fue Ilenka quien —despojándose de la que se atribuyó a causas naturales.
funda que le cubría parcialmente la cara— Los Morris no tenían hijos y hacía más
fijó en los ojos desorbitados de Aretha, los de una quincena que gozaban de un cru-
suyos, carentes de mirada humana. A l cero de vacaciones, cuando ese miste-
mismotiempo,le decía, con un hño de voz: rioso hecho se produjo en su residencia.
«Hoy se cumple un nuevo aniversario Más misterioso aún —decían— porque
de tu crimen, Aretha... ¿Cómo fuiste ca- salvo el cadáver de esa muchacha, nada
paz de olvidarlo? Ah... juré que volvería alteraba el orden en que habían dejado la
a buscarte, traicionera... Te voy a llevar casa.
conmigo... ¡Ahora, malvada! ¡Ahora,
maldita!»
Las manos fantasmales de Ilenka se
extendían —amenazadoras— hacia el
cuello de Aretha, pero ni lo rozaron.
Aretha cayó ya —sin vida— sobre la
cama.
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EXTRATERRESTRES
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EL C A V I A R DE LOS DIOSES
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asegurarle que ningún fantasma se —^Te juro que es la verdad, Erina; ano-
paseaba por allí, Daril los esperaba che leí hasta muy tarde y de pronto em-
sentado adentro del mueble y muerto pecé a oír...
de risa. La nena se cubrió las orejas con las
—^Este malcriado tiene suerte de que manos; le sacó la lengua y tarareó a todo
nosotros no somos de dar palizas... que si lo que daba, para no escuchar lo que
no...— había dicho la abuela, enojada. Daril deseaba repetirle.
—^Ni se te ocurra molestar nueva- Sin embargo —y para su sorpresa— el
mente a tu hermana, Daril —^protestó el hermano aparentaba estar nervioso.
abuelo— de lo contrario- «¡Qué buen actor!», pensó. «Si lo escu-
Pero Daril no hacía caso y continuaba cho otra vez es capaz de convencerme.
con su costumbre de inventar cualquier Mejor me voy a andar en bici». Y Erina
cosa, con tal de atemorizar a su hermana. dejó a su hermano echado bajo \m árbol
Por eso, ella no le creyó en absoluto esa del jardín del frente de la casa en donde
tarde en que el chico le contó algo que en —desde hacía xm rato— ambos estaban
realidad le había sucedido durante la pa- jugando al ajedrez.
sada medianoche. El muchacho permaneció con la mi-
—Basta de mentiras, Daril. No soy rada perdida, rememorando —^paso a
tan tonta como para tragarme tamaña paso— la experiencia que le había tocado
historia. vivir la noche anterior: Estaba leyendo en
Y como sigas insistiendo con este la cama y sería alrededor de la ima de la
cuento tuyo, les voy a decir a los abuelos mañana, cuando apagó su lámpara, cabe-
que te den i m escarmiento, ¿entendido? ceando de sueño.
¡Que te manden de vuelta a Buenos A través de los ventanales de cortina-
Aires! ¡Así yo me quedo lo más cam- dos corridos de par en par, pudo ver la
pante, sin tener que aguantar tus estúpi- luz de la luna plateando la sierra, antes
das bromas! de quedarse dormido.
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Habrían transcurrido minutos cuando tímpanos con una potencia ensordece-
un sonido inusual lo despertó. dora. A Daril le batía el corazón cuando
Tanteó sobre la mesita paralela a la se dirigió hacia los ventanales para echar
cama hasta pulsar la perilla del velador y un vistazo al parquecito posterior de la
miró la esfera de un pequeño reloj. Sus casa y al extendido territorio de la sierra
agujas marcaban la una y veinticinco. Se que —en parte— era posible divisar
incorporó, observando a su alrededor. desde allí.
Todo en orden. El silencio, rey de la casa No notó nada anormal, aunque siguió
y de su exterior. oyendo el sonido, a la par que se robuste-
Daril ya iba a apagar la lámpara, supo- cía su miedo. Más —aún— porque ni sus
niendo que aquel sonido era el retacito abuelos ni su hermanita daban señales
de algún sueño suyo, cuando lo oyó de de oírlo. De ser así, ¿cómo no habían
nuevo. bajado ya hasta su cuarto, alterados como
Ahora con más estridencia, aunque no él?
era similar a ningimo conocido por él. Estaba a punto de ir a buscarlos
¿Cómo describirlo? Acaso comparán- cuando, tan repentinamente como había
dolo con el conjunto de varios: empezado, el espantoso grito cesó.
Los originados por... un serrucho que Daril aguardó levantado y alerta, pero
cortaba las sombras... por... cientos de el amanecer llegó sin que oyera otra cosa
gansos salvajes desgarrando la noche con que la suave canción de la brisa entre las
sus graznidos... por... una criatura sobre- hojas del follaje.
humana que aullaba su soledad...
Del otro lado de los cristales, «algo» Durante el desayuno y el almuerzo, el
emitía «eso» que se iba definiendo a i un chico mantuvo en secreto su extraña ex-
grito estremecedor. Parecía flotar desde periencia nocturna. N i su hermana ni los
la serranía hasta el jardín y cruzaba los abuelos comentaron algo acerca de ruido
vidrios de su cuarto y vibraba en sus alguno.
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-* Imaginativo como él era para tramar Lo peor era que —de a poco— iba
enredos con el objeto de asustar a Erina, sintiendo que le estaban especialmente
¿quién de los tres iba a creerle que ese dedicados, que eso lo llamaba y que lo
episodio era real? Sin embargo, a la hora atraía como i m imán.
de la siesta, mientras le disputaba ima Optó entonces por exponerse al des-
partida de ajedrez a la nena, Daril no creimiento de sus abuelos y a las bur-
aguantó más y se lo contó. Lo hizo since- las de su hermana, y decidió contarles
ramente conmovido... y ya sabemos lo los sufrimientos que lo mantenían en
que ocurrió. vela.
Los abuelos no se rieron de su relato,
El día se escurría plácido, sin que pero le recomendaron mudarse a la habi-
ningún acontecimiento fuera de lo co- tación de Erina, no leer más historias
mún perturbara la paz de las vacacio- truculentas, borrar las fantasías que ocu-
nes. paban su mente y —sobre todo— no in-
Daril presumió, envalentonado por la ternarse en las sierras después del atar-
claridad, que i m animal herido debía de decer, que de sobra suponían ellos que
haber sido el emisor de los pavorosos era capaz de hacerlo.
lamentos y dio por olvidado el asimto. —^Por si te tranquiliza saberlo —^agre-
«Soy i m bobo», pensó. «Me estoy autosu- gó el abuelo— a mí también me pasaron
gestionando de tanto inventar chistes lú- cosas por el estilo cuando tenía tu edad...
gubres para asustar a Erina... Para hipno- hará de esto... cincuenta años... y qué
tizarla de miedo... me hipnoticé yo...» coincidencia... fue m i abuelo quien me
Pero no; n i hipnosis n i autosugestión: A aconsejó —^palabras más o menos— lo
lo largo de esa noche y quebrando el que yo ahora... Claro que como él se
silencio de las cuatro siguientes, Daril había criado en una aldea europea, si-
volvió a ser acosado por idénticos soni- tuada en la falda de una montaña, era
dos. supersticioso como sus paisanos... Re-
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cuerdo que estaba convencido de la exis- quisimos dioses de las sombras, decía el
tencia de los reinos paralelos... dada, almas extraviadas en la Tierra,
La curiosidad de Daril crecía a la par errantes y atormentadas, reacias a des-
que su querido «nonino»*, sin otro pro- prenderse de los bellos escenarios mon-
pósito que calmar al nieto, hurgaba en tañeses... y que nosotros, las personas de
sus memorias infantiles. carne y huesos, jamás debíamos de ha-
Si hubiera intuido que con su narra- cerles caso, nimca responder a sus patéti-
ción iba a avivar —aún más— el interés cos llamados nocturnos n i compadecer-
del chico por conocer el origen de aque- nos de ellos por más pena que nos cau-
llos sonidos que aseguraba oír durante sara oírlos... por poderoso que fuera el
las noches, se hubiese callado de inme- deseo de conocerlos. M i dada juraba que
diato. Pero en la cara de Daril ninguna los seis o siete insensatos de su aldea que
expresión denotaba lo cautivado que se habían desobedecido estas advertencias
sentía al escuchar cada detalle de aque- y osaron escalar las montañas, con el afán
llas antiguas leyendas. de sorprender a esos desdichados mora-
Por eso, el abuelo prosiguió: dores del reino paralelo de la oscuridad,
—^Mi dada (que así le decíamos al padre habían desaparecido comidos por la no-
de m i papá) afirmaba que en las caver- che. N i rastros de ellos se hallaron cada
nas, en las cuevas naturalmente forma- vez que —al amparo del sol— las patru-
das dentro de las montañas de sus pagos, llas de rescate salieron en su busca...
vivían los seres de las tinieblas, la legión
de criaturas de la oscuridad, que se eva- Recién a esa altura de su relato, el
poraban no bien despimtaba el alba. Que abuelo de Daril percibió que su rüeto le
eran los últimos descendientes de anti- prestaba demasiada atención. Entonces
dio por terminada la charla con una so-
nora carcajada.
*Nomno; Diminutivo de «nono» que afectivamente significa
«abuelito» en italiano. (N. de la A.) —Eh, nene —^le dijo—. Te aclaré que
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