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Brandariz Sobre Harcourt PDF
Brandariz Sobre Harcourt PDF
E
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O José Ángel Brandariz García
S
Universidad de A Coruña
branda@udc.es
Resumen
Pensando en España, los autores de este artículo analizan las propuestas innovadoras de
Bernard E. Harcourt, publicadas en dos reciente libros: Against Prediction. Profiling, Policing
and Punishing in an Actuarial Age (2007) and The Illusion of Free Markets. Punishment and
the Myth of Natural Order (2011). Como Catedrático del Departamento de Ciencia política y
profesor de Derecho de la Universidad de Chicago, Harcourt exhibe la evolución de la idea
de orden natural desarrollada por la Escuela de Economía de Chicago, así como la ilusión
del libre mercado como el mejor mecanismo que jamás ha existido para distribuir recursos
17 en la sociedad de manera eficiente. No deja de inquietarle el recurso a métodos actuariales y
encarcelamientos masivos en Estados Unidos cuando tales métodos son considerados por
los estadounidenses los instrumentos más efectivos para luchar contra el crimen.
Palabras clave
Bernard E. Harcourt, libre mercado, política criminal, Universidad de Chicago, métodos
actuariales.
Abstract
Considering Spain, the authors of this article analyze Bernard E. Harcourt’s innovative
proposals published in two recent books: Against Prediction. Profiling, Policing and Punishing
in an Actuarial Age (2007) and The Illusion of Free Markets. Punishment and the Myth of
Natural Order (2011). As a Chair of the Political Science Department and Professor of Law at
The University of Chicago, Harcourt has revealed the evolution of the idea of natural order
through the Chicago School of economics along with the illusion of the free market as the
best mechanism ever invented to efficiently allocate resources in society. He is also
concerned with actuarial methods and mass incarceration in USA, particularly if these
methods are considered by Americans the most effective instruments to fight crime.
Keywords
Bernard E. Harcourt, free market, criminal policy, University of Chicago, actuarial methods.
1. Introducción
notable1.
1
Una aproximación al currículum y a los trabajos de Bernard Harcourt puede verse en
http://bernardharcourt.com. Revisado el 12 de diciembre de 2012.
2
Quizás estos rasgos pueden verse con cierta claridad en buena parte de los textos de la revista
Carceral Notebooks, disponible en http://www.thecarceral.org (revisado el 12 de diciembre de 2012),
de la cual es editor. En concreto, el volumen 4 (2008) de la revista, titulado “Discipline, Security and
Beyond”, versó sobre el estudio de los cursos impartidos por Foucault en el Collège de France en
1978: Sécurité, Territoire, Population y en 1979: Naissance de la Biopolitique.
3
Vid., respectivamente, Harcourt (2001; 2003; 2005).
4
El autor (2007a: 1) describe el modelo actuarial en Derecho penal como el uso de métodos
estadísticos, en vez de clínicos, consistentes en amplias bases de datos, para determinar los diferentes
niveles de actuación criminal relacionados con uno o más rasgos grupales, a los efectos (1) de predecir
la conducta criminal pasada, presente o futura y (2) de administrar una solución político-criminal [de
2519
tablas actuariales del sector de seguros, usadas para predecir las tasas de mortalidad de diferentes
grupos de sujetos asegurados y para fijar las primas individuales. En el mismo sentido, cfr. Harcourt
(2007b: 93).
5
El pensamiento actuarial, inicialmente denominado "Nueva Penología", se debe, en su teorización
originaria, a los trabajos de M. Feeley y J. Simon (1992; 1994). Sobre ello, vid., asimismo, por todos,
Anitua (2005: 508); Beckett (1997: 9); De Giorgi (2000: 36, 81, 95; 2002: 113). O’Malley (2010); Re
(2006: 90); Santoro (2004: 121); Zedner (2009: 78).
El modelo de justicia actuarial se caracterizaba, en el entendimiento de esos trabajos iniciales, por un
tipo de discurso y de tecnologías en relación con sujetos peligrosos que venían a sustituir la gramática
previa, sustentada en la culpabilidad individual, en los diagnósticos clínicos y en las intervenciones de
tratamiento. Por lo demás, ese nuevo lenguaje actuarial, basado en cálculos probabilísticos aplicados a
grupos poblacionales, no pretendía responder a comportamientos individuales, sino regular niveles de
desviación criminal (cfr. Harcourt, 2007a: 109; 2007b: 87).
Por lo demás, esos trabajos iniciales identificaron una matriz de sentido de un conjunto de prácticas a
las que se aproximaron de forma crítica. En efecto, las tesis actuariales han sido conocidas, y
estructuralmente analizadas, más por sus críticos que por sus defensores (cfr. Melossi, 2002: 231).
6
En efecto, en el ámbito anglosajón se realizaron aportaciones relevantes en esa orientación ya a
comienzos de los años 80, incluso antes de que Beck popularizase la retórica del riesgo. Vid., a modo
de referencia, Floud y Young (1981); Floud (1982: 213) o Greenwood (1982).
Harcourt (2007a: 89) dedica algunas páginas de su libro al análisis del último texto citado. El autor
destaca que la intención del trabajo era analizar la reformulación de la política penitenciaria, en el
entendimiento de que encerrando durante mayor tiempo a los infractores de alta peligrosidad un
Estado podría reducir, de forma simultánea, su índice de criminalidad y su población penitenciaria. El
autor añade que el problema del estudio fue que la tasa de evaluaciones erróneas de la alta
peligrosidad de los sujetos era elevada, con lo que podían incrementarse las resistencias a imponer
condenas basadas en estimaciones con tal grado de error. Ello no evitó que las leyes que basan el
incremento –en ocasiones muy relevante- de la condena en la peligrosidad del sujeto hayan proliferado
en EE.UU. ya desde los años 90. Sobre todo ello, vid., asimismo, Harcourt (2011b: 20).
Sobre el abandono de las tesis de la incapacitación selectiva por parte de los autores que inicialmente
las impulsaron, vid., asimismo, Melossi (2002: 231).
7
Sobre estos antecedentes, algunos de los cuales el autor los remonta a inicios del siglo pasado, vid.
También Harcourt (2011b: 5, 10).
Harcourt (2007b: 87) destaca que si bien en EE.UU. las leyes probabilísticas se aplican al análisis del
delito desde antiguo, en la última etapa ha cambiado el modo en que son empleados análisis de riesgo
y estadísticas. En efecto, con la superación del paradigma rehabilitador, estadísticas y datos se
última década, con un claro retraso en relación con el ámbito anglosajón. Este es el S
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Por una parte, el autor de Chicago enfatiza el hecho de que las prácticas
actuariales contribuyen a consolidar la discriminación por razón de color de piel en el
seno del sistema penal, consideración que resulta válida no sólo en EE.UU. No en
vano, unas prácticas policiales de profiling étnico13 que concentran los recursos en
la vigilancia de ciertas minorías, partiendo de la convicción de su mayor implicación
delictiva, generan efectos discriminatorios que se transmiten a través de las diversas
fases e instancias del sistema punitivo, incluido el ámbito penitenciario (pp. 118,
148)14. Por otra parte, esos datos de sobrerrepresentación de ciertas minorías en el
sistema penal tienden a perpetuarse, reforzando no sólo la estigmatización del
11
Vid., asimismo, Harcourt (2007b: 89, 94; 2011c: 165, 169).
12
Vid., sobre ello, Harcourt (2007b: 96; 2011c: 179, 184).
13
Un interesante trabajo del autor de Chicago sobre el profiling étnico puede verse en castellano en
Harcourt (2010: 161).
14
Vid., asimismo, Harcourt (2007b: 89, 96; 2011c: 177).
15
Sobre ello, vid., asimismo, Harris (2006: 219); Monclús Masó (2008: 194, 494); Sainati y Schalchi
(2007: 13, 35); Santoro (2004: 137).
16
Cfr. Harcourt (2007b: 99; 2011c: 181).
17
Cfr. Harcourt (2007b: 89).
18
Vid., en lengua castellana, Harcourt (2009: 335).
19
Cfr. Harcourt, (2009: 337).
20
Vid., asimismo, Harcourt (2011c: 190).
21
Vid., en el mismo sentido, ibídem.
22
Vid., asimismo Harcourt (2011c: 190). El autor desarrolla este punto de vista de forma detenida en
Harcourt (2009: 350), y en dicho texto otorga un mayor campo de aplicación a la aleatoriedad. Si bien
Sea como fuere, las ideas de la última parte del texto no dejan de ser, como
se ha apuntado, muy sugerentes. Constituyen el digno colofón de un libro
fundamental para pensar hoy la deriva neoliberal de la política penal, y en particular
las tesis actuariales de riesgo. Para dar un adecuado complemento a esta
contribución, el autor sólo necesitaba aproximarse al pensamiento de la Escuela de
Chicago y al Análisis Económico del Derecho (AED), algo a lo que dedicó su
siguiente libro.
mantiene la misma perspectiva en relación con la actividad policial, el autor considera que en el
momento judicial –siempre dentro de marcos de penalidad ya determinados- e incluso en el de la
producción legislativa se debería recurrir a métodos aleatorios de toma de decisiones ante las dudas
de jueces o legisladores.
23
Prueba de ello son los comentarios publicados en una pluralidad de medios, entre otros The Wall
Street Journal o Les Echos, o su presentación en varios países. En ese marco, Bernard Harcourt
realizó en marzo de 2011 una gira, que los autores de este artículo tuvieron el gusto de contribuir a
coordinar, de una decena de conferencias en universidades españolas y portuguesas de introducción
al texto.
24
Por decirlo en palabras del propio autor: Lo que hemos presenciado a lo largo de nuestra vida es una
de las expansiones más monumentales de la esfera penal que se haya producido a lo largo de la
Historia. (Harcourt, 2011a: 220). De acuerdo con los datos del Bureau of Justice Statistics del gobierno
estadounidense, a 30/VI/2009 su sistema penitenciario encarcelaba a 2,297 millones de reclusos, lo
que suponía una tasa de 751 por cada 100000 habitantes. Estas cifras implicaban que a comienzos de
sido profesores algunos de sus más renombrados impulsores, como Gary Becker,
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Richard Epstein o Richard Posner, a los que el autor dedica el libro. O
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2009 el sistema penitenciario de EE.UU. recluía aproximadamente al 23% de los presos del planeta,
mientras que su población representaba sólo el 4’5% del conjunto mundial.
25
Cfr. FOUCAULT (2004a: 46, 351).
26
En este punto, el autor desarrolla su labor investigadora de forma consonante con lo que era habitual
también en Foucault: mediante el estudio de materiales de literatura gris, en este caso las actas de
mediados del siglo XVIII de la cámara de policía de Paris-Châtelet, custodiadas en los Archives
Nationales franceses.
27
Vid. también en este sentido ANITUA (2005: 484); BAUMAN (2004: 156); ERICSON (2007: 154);
FOUCAULT, (2004b: 123, 137); O'MALLEY (2006: 75); W ACQUANT (2004: 26, 61, 169, 175); W ESTERN
(2006: xi); ZEDNER (2009: 52).
28
Vid., a modo de referencia clásica, BECKER (1968: 169).
29
Como recuerda Harcourt, estas consideraciones determinaron la admiración del propio Foucault por
el trabajo de Becker (FOUCAULT, 2004b: 255).
Sin restar un ápice de interés a esta cuestión, se intuye aún más relevante el
otro interrogante que el autor aborda en este capítulo conclusivo, a saber: si en otros
países se ha implementado una política económica neoliberal semejante a la
estadounidense, ¿por qué no se ha producido una expansión penal como la
conocida en el caso norteamericano? Harcourt afronta en este momento una
2527 cuestión básica del debate político-criminal y criminológico actual, pero que
seguramente no le corresponde responder a él, sino en todo caso a penalistas de
otras latitudes. Nuestras investigaciones son las que deben resolver la duda de si lo
sucedido en EE.UU. en las últimas décadas es el inmediato porvenir de otros
sistemas penales.
31
En este punto, el autor no renuncia a insinuar (Harcourt, 2011a: 202, 238) que la actual etapa de
crisis económica puede imponer un freno al expansionismo penal estadounidense, como parecen
evidenciar las últimas estadísticas disponibles, y como ya han apuntado otros autores (a modo de
referencia, vid. Frampton, López y Simon (2008).
32
De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Estadística y de la Secretaría General de
Instituciones Penitenciarias, a 31/XII/1985 había en las prisiones españolas 22802 reclusos, lo que
suponía una tasa de 59’2 por cada 100000 habitantes. A 31/XII/2010 el sistema penitenciario español
recluía, tras el primer descenso en una década, a 74510 personas o, dicho en términos relativos, 158
reclusos por cada 100000 habitantes.
33
Cfr. Garland (2005: 59, 228, 300, 310). Vid., asimismo, Melossi (2002: 220, 223, 227); O’Malley
(2006: 154, 185, 193, 225, 249; 2010: 32).
34
Vid., a modo de referencia, Durkheim (1981: 64).
35
Cfr. Melossi (2006: 115).
36
Harcourt se refiere también a estas cuestiones de la evolución política estadounidense en a partir de
la página 203 de su libro.
37
Vid. Garland (2005); Simon (2007) y Wacquant (2004).
Bibliografía
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