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Al llegar a su departamento al atardecer, en Avenida de Mayo, cuando el cielo tiñe las calles de un color

anaranjado, un séptimo piso con vista panorámica al teatro Colon, le informan mediante una carta que
pasó por debajo de la puerta que será el encargado de traducir una serie de ensayos (en italiano) sobre
Dante y su Comedia. Le resultó extraño. Él no sabe italiano. Pero su nombre era el remitente. La firma
era de una mujer, una tal Beatriz Viterbo, Borges y Dante. La dirección Avenida de Mayo al 1300. A
pocas cuadras de donde estaba él. No le dio importancia y siguió con su rutina.

Al cabo de unos días llega otra carta, sobre ocre firmado, nuevamente Beatriz Viterbo. Al abrirlo se
encuentra con una serie de números que le indican como encontrar el texto que debía traducir dentro
de la imponente Biblioteca Nacional. Estaba sentado en su escritorio y abriéndose paso entre sus
maquinaciones el pájaro de fuego invadía la habitación, el ambiente se volvía cada vez más tenso, los
contrapuntos, el éxtasis final mientras pensaba que no podía pensar por las estridentes notas, el tempo
no aflojaba la marcha y de repente. Puff. Todo se esfumó.

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