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Spencer Johnson
Una reunión
Chicago
-Desde luego, la vida resultó ser muy dif erente a como creí
que sería cuando estaba en la escuela. Has cambiado muchas
cosas.
“Por otro lado, f ueron pocas las personas que dijeron no haber
sacado nada en limpio de esta narració n. O bien conocían ya las
lecciones y las vivían y ponían e n práctica o, lo que era más
habitual, creían saberlo todo y no deseaban aprender. No se daban
cuenta de la razón por la que tantos otros se benef iciaban de ella.
tiempo.
Érase una vez, hace mucho tiempo, en un país muy lejano, vivían
cuatro pequeños personajes que recorrían un laber into buscando el
queso que los alim entara y los hiciera sentirse f elices.
Por muy dif erentes que f uesen los ratones y los liliputienses, tenían
algo en común: cada mañana, se colocaban sus atuendos y sus
zapatillas de correr, abandonaban sus diminutas casas y se ponían a
correr por el laberinto en busca de su queso f avorito.
-Esto es f antástico –dijo Hem -. Aqu í hay Queso suf iciente para toda
la vida.
• • •
Algo más tarde, ese mismo día, Hem y Ha w lle garon al depósito de
Queso Q. No habían prestado la menor atención a los pequeños cambios
que se habían ido produciendo cada día, así que daban por sentado que
allí encontrarían su Queso, como siempre.
-¡No ha y derecho!
Para Haw, por ejemplo, el Queso signif icaba sentirse seguro, tener
algún d ía una f amilia cariñosa y vivir en una bonita casa de campo en la
Vereda Cheddar.
Para Hem, el Queso signif icaba convert irse en un Gran Quesero
que mandara a muchos otros y en se r propietario de una gran casa en lo
alto de Colina Camembert.
Puesto que el Q ueso era tan importante para ellos, los dos
liliputienses emplearon bastante tiempo en decidir qu é hacer. Lo único
que se les ocurrió f ue seguir mirand o por los a lrededores del depósito
Sin Queso, para comprobar si el Queso había desaparecido realmente.
Ha w cerró los ojo s con toda la f uerza que pudo y se cubrió las
orejas con las manos.
-¿Y por qué crees que deberíamos obtener un benef icio? –preguntó
Ha w.
Mientras Hem y Haw se gu ían tratando de decidir qué hacer, Fis gón
y Escurridizo ya hacía tiempo que se habían puesto patas a la obra.
Llegaron más lejos que nunca en los recovecos del labe rinto, recorrie ron
nuevos pasadizos y bu scaron el queso en todos los depósitos de Queso
que encontraron.
Apenas podían creer lo que ve ían su s ojos. Era la mayor pro vis ión
de queso que jamás hubieran visto lo s r atones.
Así que los liliputienses siguieron haciendo cada día lo mismo que
habían hecho hasta entonces. Acudían al depósito de Queso Q, no
encontraban Queso algu no y regresaban a casa, cargados únicamente
con sus preocupaciones y f rustracion es.
Queso Nue vo
Ahora notó la brisa f ría que soplaba en esta parte del laberinto y
que le ref rescaba.
Para mejorar aún más las cosas, empezó a f ormarse de nuevo una
imagen en su mente. Se vio a sí mism o con gran detalle realista, sentado
en medio de un montón de sus quesos f avoritos, desde el cheddar hasta
el brie. Se imaginó comie nto tanto queso como quisiera y se re godeó con
esa imagen. Luego, pensó en lo mucho que disfrutaría con estos
exquisitos sabores.
Pero eso cambió por completo desde que saliera por primera ve z
del depósito de Queso Q.
Sabía que, al cambiar las con viccion es, también se cambia lo que
se hace.
-¡Viva el cambio!
Mientras disf rutaba del Queso nuevo, ref lexionó sobre lo que había
aprendido.
Ref lexionó sobre los errores que había cometido en el pasado y los
utilizó para planif icar para el f uturo. Ahora sabía que se puede aprender
a af rontar el cambio.
El cambio ocurre
Anticípate al cambio
Controla el cambio
Cambia
Fin...
Hem o Haw?
-Lo que hacías era gestionar –le dijo Laura -, cuando deberías
haberte dedicado a dirigir.
“A los Escurrid izo s les gustaba hacer las cosas, así que se los
animó a hacerlas, basándose en la nueva visión e mpresarial. Sólo
necesitaban un poco de control para que no se apresuraran a seguir una
dirección equivocada. Se los recompens ó entonces por aquellas
acciones que nos aportaban Queso Nuevo, y a ellos le s encantó trabajar
en una empresa que valoraba la acció n y los resultados.
-¿Y qué me dices de los Hem y los Haw? –pre guntó Angela.
-¿Y sacaste todo eso de un cuento tan sencillo? –pregu ntó Richard.
-Yo so y un poco como Hem –admitió Angela -, así que, para mí, la
parte más poderosa de la narración f ue el momento en que Ha w se ríe de
sus propios temores y se hace una imagen en su mente en la que se ve a
sí mismo disf rutando de “Queso Nuevo”.
-De modo que hasta los Hem comprenden a veces las v entajas del
cambio –comentó
Becky, que vivía en otra ciudad, pero que había vuelto para
participar en la reu nión, dijo:
-Porque la gente quiere que las cosas sigan igual –contestó Carlos -
, y está convencida de que el cambio será malo para todos ellos. En
cuanto alguien dice que el cambio es una mala idea, los demás dicen lo
mismo.
-Me alegro mucho de que este cuento os haya parecido tan útil –les
dijo-, y conf ío en que pronto tengáis la oportunidad de contárselo a
otros.
FIN