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A
yO c ■ xATVi1O

EL ÉXTASIS
DE LOS LÍMITES

Teínas y figuras del decadentismo

J ? CORREGIDOR

Jw
N :.'C 0

l cIccíiclcn lismo e s una explosión imaginativa en un mundo

E dominado por la lilcialidad. La rebeldía contra la ética y la


estética imperantes, por un laclo, y la exploración sistemática
de la angustia ele vivir encuadrada en la búsqueda de nuevas for­
mas ex presi vas, po¡ otro, dan cohesión a un grupo Je artistas euro­
peos y americanas que producen sus obras más representativas
entre IbfSt) y 1910. Los decadentistas construyen una constelación
de recles metafóricas que se expande concéntricamente desde París
a lodos los países que caen en su órbita cultural. Continúan las
búsquedas formales de sus maestros, llevándolas a la exaspera­
ción, al exceso, por lo que clausuran las posibilidades abiertas por
el romanticismo, a la vez que abren el camino a los movimientos
de vanguardia.
Los decadentistas reaccionan contra el positivismo, el realismo
y el naturalismo. Continúan, sin embargo, tendencias de esta últi­
ma escuela, como ha demostrado Joan Pierrot en Uimaginaire
decadenf, Un libro fundamental, Lxi carne, la inorte e el diavolo
nella leifcrafinv romántica, de Mario Praz considera que todo el
decadentismo está latente en el romanticismo, especialmente en el
llamado‘‘Black Romanticism”. __
Los gr aneles maestros del decadentismo, reconocidos tanto por
los integrantes del movimiento como por la etílica, fueron Poe,
Baudelairc, Rimbatid, Maliarme y Vcrlaine.
Iíay dos grandes tendencias en el movimiento: la pesimista,
de ti vacia de la filosofía de Schopeníiaucr, por la que se rechaza la
voluntad de vivir y se considera que la contemplación estética es
la iin jen Peí ¡ciclad verdadera del hombre; y la voluntarista, deriva­
da de Niedzsclie, para la que los estetas son los hombres superio­
res que cateto más allá cío! bien y del mal.1 -
' (y
l V. Leda Sclmt vo, “La ‘barbarie’ de las Comedias bárbaras ”, en
ieéd\ \ ¡(tJ?cáfilas, nuc-rvas sendas, (Unamuno. Valle dudan. García
10 L h im Scuiavo

Los decadentistas practican la discontinuidad, la fragm enta­


ción, la acumulación, la reilexividad del texto. Apuntan ir un sen­
tido que está siempre más allá, en otra parte, recreándose en la
polisemia y en las ambigüedades personales y textuales, p rovo­
cando siempre la imaginación del lector. Como señóla Cario
Annoni,*2 con el decadentismo se consuma la liquidación de Jas
formas en el arte: se pasa de la poética de la forma a la poética del
signo, la música llega a la aionaiidad y la pintura inicia el camino
de la abstracción.
E! decadentismo y el simbolismo europeos, y el modernismo
en los países hispánicos, fueron un renacimiento del espiritualis­
mo, una revalorización de lo que puede percibirse más allá de los
sentidos, un misticismo profano, una preferencia por lo excepcio­
nal, lo arquetípico, lo exótico, lo misterioso; una búsqueda de ana­
logías y correspondencias que explicaran el sentido oculto dól uni­
verso, una evocación por la palabra y el ritmo de matices y sutile­
zas. Un rechazo, por lo tanto, del realismo, del racionalismo, del
positivismo y de la fealdad burguesa e industrial. Dentro ele e sta
revolución de la sensibilidad y el gusto que significaron los m ovi-
inleTTtos alados, el decadentismo es asimilado a la temática más
morbosa, mas truculenta: las perversidades sexuales, el sacrilegio,
la mezcla de erotismo y religión, el satanismo, lo macabro, el
óeíeHJeinrnn^ agonía, la admiración por la barbm
Tíe, los seres marginales y fuera de la ley; el desprecio, en fin, de
la moral burguesa, y la adopción de las_poses más epatantes. —-
El mensaje de Des Esseilites, el personaje de Á rehours de
Huysmans, prototipo del héroe decadentista, podría sintetizarse ei)
la frase: “El mundo es como yo quiero que sea, yo me lo invento”.
Pero no hacen falta héroes ficticios para ejemplificar prototipos
decadentistas, ya que un tópico de este movimiento fue confundir
vida yjljtera tura, y nada mejor‘ entoncescjtie leer lalJoyrafía de
“Papá Verlaine”, “aquel divino huésped de hospitales, de tabernas
y de bárdeles” como lo llamó Valle-Inclán; o la de Oscar Vikle,

hura, h i Guerra Civil), Barcelona, Anthropos, 198S, ¡wígs. I9Í-2C.V


2 II Decadentismo, Brcseia, La Scuola, 1982, pág. 8.
El. ílx ! ASIS DE EOS i ÍMITES

Fisto acontecía a ¡mes del XIX. Por antonomasia, aque­


llos fie/tipos se llamaban “fin de siglo". Quienes los vivie­
ron sentíanse cínicamente orgullosos de su decadencia y
de su nial. Días de descomposición, de turbia senectud
mezclada a la fiebre de nuevas germinaciones, que aún se
ignoraba qué podrían traer; una doloroso ín(¡uielud, un
apetito de (¡niebla dominaron las almas. Im fe religiosa
se había perdido: la fe en la ciencia redentora, que duran -
te un siglí) entero ilusionó a los hombres, estaba ya hun­
dida; el nuevo idealismo no se había articulado aún, y
permanecía como una vaga aspiración, nueva causa de
malestar y de ruina, ante las realidades de la existencia.
Fue aquel el tiempo del anarquismo, cuando el floreci-
miento universal de las doctrinas y cuando los primeros
atentados, que dejaron al mundo atónito por su crueldad
y estupidez. Fue el tiempo del decadentismo y de la sen­
sualidad enferma... Recordad la literatura, recordad el
arte de entonces (...) He aquí a los idealistas, lindos este­
tas prerrafaelitasp místicos maeterlinquianos, que regre­
san de la razón a la cobarde locura o retroceden del len­
guaje al balbuceo. He aquí una gran ola de música rodan­
do a través de todo eso, anegándolo; y esta ola es el canto
de Trisldn e ¡seo, que arrastra mentes y conciencias hacia
el abismo deI amor y la muerte, sin dejarles otro vigor,
antes de que desaparezca para siempre, que el de suspi­
rar una palabra que es como el testamento de la época:
Nihil

Eugenio d’Ors, “Amiel en Vich”


12 L iíd a S o c a v o

quien en mi epístola De projwidis, escrita en la cárcel, dice: “Traté


d ai le como la suprema realidad y la vida como una lama de la
ficción: desperté la imaginación de mis contemporáneos de tal
modo (jue se inventaron mitos y leyenda^ a mi alrededor: resumí
todos los sistemas en una1’frase y toda existencia en un epigra­
ma.
I I decadentismo fue también un modo de vida: el siglo XIX,
(pie vio tantas transformaciones sociales al consol idarse la revolu­
ción liberal, asistió al nacimiento de la oda bohemia.
Conspiradores, artistas, jóvenes que abandonaban sus hogares por
una vida sin sujeciones burguesas integraban el guipo, que se
nutría con otros marginados. El café y las redacciones de los
periódicos eran los jugares habituales de reunión, generalmente
■L.alegre y bulliciosa aunque sus integrantes estuvieran en la miseria.
: A fin de siglo la bohemia había consolidado sus estereotipos:
g^iialiclacTTTuuvrbi^T^^bcljdía. Paul Verlaine fue la figura prototipo
c á d é la bohemjiLparisiense dlirante los diez últimos anps.de su
vida, convirtiéndose en una figura legendaria del barrio latino por
su atuendo, los escándalos de su vida, su magisterio sobre los
jóvenes escritores, sus excesos, sus hospitales. En la última déca­
da del siglo (murió en 1896) fue imitado, admirado, protegido pol­
los decadentistas.
Alternar el hambre con manjares y bebidas caras o los harapos
con el smoking -e l bohemio y el dandy son prototipos de la
época- significaban el desprecio de la medianía, del buen sentido
burgués. En Luces de bohemia -esa evocación de un “Madrid
absurdo, brillante y hambriento*’ hecha por Valle-Inclán-, un poeta
pobre que morirá poco después de frío y desesperación, tras empe­
ñar su capa invita a Rubén Darío a una cena con champagne. La
escena es arquetípica y muestra el desprecio de los dos escritores
por la ramplonería y la falla de imaginación; después de beber
ajenjo “confunden sus voces hablando en francés. Recuerdan y
proyectan las luces de la fiesta divina y mortal. ¡París! ¡Cabaretes!
¡Ilusión! Y en el ritmo de las frases, desfila, con su pata coja,3

3 V. más adelante, pág. 7 1. Salvo indicación contraria, las traducciones


pertenecen a la autora.
I: í ¡A s ís d í ; i os í í m ü t .s 13

PAPÁ VERLAINE’ ’ (Escena décimá, i 9 2 4 ). Lo había dicho cía


rz míenle Tlicopiiilc (/antier en su “ Prefacio” a M acíeinoisellc de
hda/ipi/i ( 1835 ): Y . - piedra ma llevar los zapatos rolos a que mis
versos tengan urn a s pobies y lo pasaría mejor sin botas que sin
' pecinas”.
El cubano Julián del Casal hizo una admirable síntesis de lo
que significaba París, para quienes lo soñaban desde la periferia,
#en s ti Client o La ¡ilii/nu ilusión (1893):

...lia ren P aiísdos ciudades, la una execrable y la otra fas­


cinadora para mí. Yo aborrezco el París célebre, rico, sano,
burgués y universal (...) Pero yo adoro, en cambio, el París
rajo, exótico, delicado, sensitivo, brillante y artificial; el
París que busca sensaciones extrañas en el éter, la morfina
y el haschich; el París de las mujeres de labios pintados y de
cabelleras teñidas: el París de las heroínas admirablemente
perversas de Calulle Mendés y René de Maizeroy; el París
que da un baile rosado en el Palacio de Lady Cailhnes, al
espíritu de María Sliinrt; el París teósofo, mago, satánico y
ocultista; el París que visita en los hospitales al poeta Paul
Vcrlainc; el París que erige estatuas a Baudclaire y a Barbey
cPAurevilly; el París que hizo la noche en el cerebro de Guy
de Maupassant; el París pue sueña ante los cuadros de
Gustavo Morcan y de Puvis de Chavannes, los paisajes de
Luisa Abbcma, las esculturas de Rodin y la música de
Rcycr y de MI le. Augusta Holmes, el París que resucita al
rey Luis II de Oaviera en la persona del conde Roberto de
M ontesquiou-Eczensac; el París que comprende a
Huysmans e inspira las crónicas de Jean Lorrain; el París
que se embriaga con la poesía de Leconte de Lisie y de
Slcphane Malí armé; el París que tiene representado el
Oriente en Indi th Gautier y en Pierre Loti, la Grecia en Jean
Morcas y el siglo XVIII en Edmundo de Goncourt; el París
que lee a Raclii kle, la más pura de las vírgenes, pero la más
depravada dcleis escritoras; y el París, por último, que no
14 LUDA vSciNAVO

conocen los extranjeros y de cuya existencia no s/e dnn


cuenta tal vez.4

El artista desprecia al filisteo, prototipo cuya definición tom ti­


rón los decadentistas de SVhopenhauer, uno tie sus principales
mentores: >

Y ahora, quiero mencionar lo que se designa particular­


mente con una palabra cxlusivamcnte propia de la lengua
alemana: la de Philister (burgués, tendero, filisteo). Por tal
se entiende al hombre que, a causa de la medida estrecha y
estrictamente deficiente de sus fuerzas intelectuales no
tiene necesidades espirituales: esta expresión pertenece a la
vida estudiantil y se ha empleado después en una acepción
más elevada, pero análoga a su sentido primitivo, para cali­
ficar al que es lo contrario de un hijo de las Musas (...).
Colocándome en un punto de vista aún más elevado, qui­
siera definir a los filisteos, diciendo que son personas cons­
tantemente ocupadas, con la mayor seriedad del mundo, de
una realidad que no es tal.5

Artistas del más variado origen geográfico y económico vivie­


ron en las mismas coordenadas imaginativas gracias a la atracción
de París y al prestigio cultural del francés. Llevaron el último
estremecimiento de la capital cultural y sentimental del siglo XíX
hasta las más apartadas naciones latinoamericanas o hasta la leja-,
na Rusia. A París acudieron autores de lengua inglesa: Oscar
Wilde, Arthur Symons, William Butler Yeals, Francis Vióló-
Griffin, StualU Merrill; los belgas Maurice Maeterlinck, Fernand 1

4 En Antología crítica de la prosa niodenii.sta hispan wwiericcuui, ed.


por José Olivio Jiménez y Antonio R. De La Campa, New York,
Elíseo Torres, 1976, págs. 233-234.
5 En Parerga y Paraliponieita. Ifudemonnlogía. Aforismos solare l¿¡
Sabiduría de la Vida. Madrid, s.f., Versión castellana de Juan Ocrgiin,
V
h

Del espíritu resbaladizo de las últimas décadas de! siglo


XIX surgió súbitamente en toda lía ropa una fiebre inspi­
radora. Nadie sabía exactamente qué se estaba gestan­
do, nadie podía decir si se trataba de un hombre nuevo,
de una moral nueva o tal vez de la reorganización de la
sociedad.

Robert Musil, El hombre sin atributos

K
í6 Li:DA S c'HIa v ü

Klmopíf, Emite Verbaeren y Georges Rodenbach; Gabrieie


D ’Annunzio vivió en París desde i897 hasta la guerra de 1914;
Nielan Gcorge la visitó repetidamente, lo mismo que
I lofmnnnslhal, Rilke y Hauplmann; Jean Moiéas y Gusta ve Kahn
la adoptaron como segunda patria. Entre los peregrinos latinoa­
mericanos los más célebres quizá sean Rubén Darío, José
Asunción Silva, Horacio Quiroga y Leopoldo Limones; entre los
españoles Santiago Rusiñol, Manuel y Antonio \Machado... El
guatemalteco Enrique Gómez Carrillo pasó la mayor parte de su
vada cu París; sus crónicas son testimonios de grandes y delezna
íes sucesos que circunscriben la perdurable cotidianidad.6

DECADENTISMO
i / SIMBOLISMO

...elegir la espada y combatir por los Decadentes,


que eran, al menos, pintorescos y crepusculares y
convéVtir, de alguna manera, una injuria en una
bandera: porque, mientras Simbolista se encontraba
en el diccionario, donde Decadente no estaba, el
primero de estos dos epítetos es muy retórico...
• Paul Vcrlainc,
"Notas sobre la poesía contemporánea*’

Los conceptos de decadentismo y simbolismo son difícilmente I


deslindables. En la crítica francesa el decadentismo suele ser con- I
sideradocomo un antecedente del simbolismo* un antecedente que

6 "Porque París es, para los que saben adorar, una amante, una novia,
una esposa”, escribe en El primer libro de las crónicas, Madrid,
Mundo Latino, 1919, pág. 33. Rubén Darío había escrito en las
"Palabras liminares” de Prosas profanas: "mi esposa es de mi tierra;
mi querida, de París”.
Las crónicas de Gómez Carrillo aparecieron en La vida literaria
(1899) y en otras revistas modernistas antes de ser publicadas en
libro.
l-'L Í X IASI.S-0Í- LOS LÍMCTtS 17

duró pocos ciño^y cuyo centro gir¿i alrededor de la publicación de

€ Ji

nbsoluta cu la crítica francesa, pero fue desplazado por el dej//;i-


b(?\hmc cu la década clcl 90. Decadentismo pasó a tener desde
entonces un sentido casi siempre peyorativo. —.
Guy Nlichaud, en Mexsagc? poétique du sym¡)oí¡sme ,7 conside- |
ra cjiic el di’.cíidciUismo es una reacción negativa de corta duración, j
superada por el simbolismo. Ana Baíakian, en cambio, habla de ¡
un constante "espíritu decadente’*dentro del simbolismo, conside- |
randolo una temática al afirmar que, sin el espíritu decadente, "ios i
cambios puramente técnicos que el simbolismo introdujo en la i
prosodia hubieran tenido muy poca importancia”.8 U
No se pretende aquí clasificar rígidamente a algunos autores o
temas como exclusivamente decadentistas, arrebatándolos de otra
clasificación (la de simbolistas, por ejemplo), sino poner de relie­
ve la importancia clcl concepto de decadencia, su vitalidad, su
capacidad de suscitar espléndidas asociaciones imaginativas en
algunos, y violentos rechazos en otros. No es por defender un
rótulo que aquí se considere decadente lo que otros consideran
simbolista; lo que se intenta es trazar la historia intelectual de una
palabra cíe sus asociaciones múltiples, ver cómo "después de
aproximaciones vagas el concepto cristaliza en connotaciones mas
precisas; demostrar, quizás, a través de qué meandros imaginad- I
vos los decadentistas consolidan la aventura de la liberación del
verso o del sintagma» o de la palabra, desatada de una estricta refe-
rencialidad. Si bien muchos críticos consideran que el uso del len­
guaje experimental comienza con los movimientos de vanguardia,
no ¡Hiede dudarse de que esta revolución se manifiesta claramcn-

7 Taris, Nizct, i 961.


8 & /iw\díii¿culo d fnb o llsta , Madrid, Guadarrama, 1969, pág. 103, tr.
ele Tíu? movemeni. t A C ritic a ! A ppraisal , New York,
Raí KÍom l'iuusc, f 967.

V
18 Ll:DA S c n ia v o

/
*e en el decadeníismo/simbolismo, y cíe que hay que fcuscar sus | 4
raíces en el romanticismo. !
j
Al contrario de lo que sucedió en Francia, en Italinel término
decadentism o se consolidó como categoría crítica y se usa para
designar un período que cubre vanas décadas. Los principales
autores que se estudian bajo este rótulo son D ’Aimunz.io/PascoIi,
Gozzano, Marinetti, Pnandello y Svevo.
El decadentismo llegó a Italia a través de la influencia de los
cenáculos franceses e ingleses y encontró detractores que lo ridi­
culizaron y ardientes neófitos que se lanzaron a renovar la litera­
tura italiana paraponerla a la par de la literatura europea.
Uno de los puntos en discusión entre sus seguidores era la con­
sideración cfel decadentismo como literatura aristocratizante, inac­
cesible al gran público, y por lo tanto en problemática contradic­
ción con los simpatizantes anarquistas. Pero una y otra tendencia
se reconciliaban en el ataque a la democracia burguesa y a la vul­
garidad filistea.
En la historia de la crítica negativa del decadentismo hay que
citar a Benedetto Croce, que considera “enfermos mentales” a
todos los escritores finiseculares, herederos de otra gran enferme­
dad, el romanticismo. Gracias al ataque de Croce y a análisis
menos apasionados, de Francesco Flora, el término adquirió cate­
goría crítica en Italia.
El decadentismo italiano tuvo.una veta nacionalista, favoreci­
da por las alusiones al esplendor de la decadencia de Roma y a la
grandeza de la “estirpe latina”,9 que algunos autores usaron como
tema recurrente, llegando a coincidir muchas veces con la Fraseo­
logía fascista. —i
\m <
Las otras literaturas europeas usan poco la etiqueta para carac­
terizar el período, pero reconocen una vertiente o una etapa deca­
dentista en algunos autores particulares.

9 V. Uly Litvak, Latinos y ''anglosajones. Orígenes da rnw j>olú/niar,


Barcelona, Ptivill, 1980.

1
\
i

Hl ÉXTASIS DE LOS LÍMITES

Entre los juicios negativos del decadentismo hay que señalar


los de la critica soviética marxista para la que los decadentes son
enfermos que reflejan la agonía de la sociedad burguesa. La Gran
Enciclopedia Soviética deüne la decadencia como “un complejo y
contradictorio fenómeno, originado en la crisis de la conciencia
burguesa”.

i
DECADENTISMO / MODERNISMO

¿Es Rubén Darío decadente? Él lef cree así; yo lo


niego.
Eduardo de la Barra, Prólogo a Azul

En España y América, el término decadentismo, muy usado en


la década del 90, fue suplantado finalmente por el de modernismo,
que englobó también a las escuelas parnasiana y simbolista. El tér-
mino tuvo detractores y defensores. Entre los primeros podemos
citar al dirigente anarquista Federico Urales, quien coincide con
los críticos tradicionalistas en sus artículos publicados en ím
R evista Blanca entre 1900 y 1902, con el título “La evolución de
la filosofía en España”: “ ...lo s artistas modernos se manifiestan
bastante más pensadores que los antiguos, salvo naturalmente, los
decadentes, que hoy, como ayer y como siempre, representan la
expresión más inferior del arte, porque representan la expresión
más ínfima de la vida”.11
Muchos testimonios demuestran que los términos decadentis-
nu)¡n\(ukr)\¡s'i)\c) se usaron indistintamente en las décadas interse-
ciilares. fcubén Darío prodigó el primero en sus muchas definicio­
nes 21 defensas de! movimiento, del que ve siempre el aspecto
positivo,com o sucede en general en América latina: >

10 V. Una exposición dei tema en Malei Calinescu, Five Faces of


bfixlrw ¿f)*1, Duke University Press, 1987, págs. 195-211.
I 1 Rcrcd ¡laclopor Laia, Bnrcef ona, 1977, pág. 198.
20 LliDA SCHIAVO

.. .d .señor Groussac se equívoca ai afirmar que Verlame y


Kégnier no aceptaron nunca los epítetos de decadentes {. .)
Ile de recordar inhalada cíe Pauvre Lélian “En faveur des
dénoimnés Dócacíenís et Symbolistcs”,12 que pertenece a
¡)()(¡¿caccst y cuyo envío es el siguiente:
Bien que la botase d iez iious peche,
Princes, régnons, doux et divins.
Quoi que Pon dise ou que Pon picche
XP Nous sonimcs les bous écri^ains.
Esc grupo de artistas ha sido (|uicn ha dado al mundo en
estos últimos años el conocimiento de grandes aliñas genia­
les: Ibsen, Nietzsche, Max Stirner, y sobre todo el soberano
Wagner y el prodigioso Poe (...). Los prerrafaclitas son sus
hermanos y la obra de ellos es obra propia: díganlo los
declaraciones de Swmburne. Al influjo de ellos prodúcese
la iniciación de lo que llamara de Vogiié el “renacimiento
latino”, con Gabriele D ’Amiunzio...
Los decadentistas, para Rubén Darío, son incitadores de ideas v
estol ico-culturales y producen renovaciones temáticas y formales. J
En España, Valle-lucían no teme aceptar el rotule^ aunque teorice
sobre el modernismo: \

Las historias que hallaréis en este libro tienen ese aire que
los críticos españoles suelen llamar decadente, sin duda
porque no es la sensibilidad de los jayanes. A ese gesto un
poco desusado debieron su malaventura, cuando por prime­
ra vez quise hacerlas conocer.13

12 Se trata de la “Balladc pour les Décadenls" que Verlaínc publicó cu


la revista de Anatole Baja en diciembre de 1887. El texto de Darío
aquí transcrito se t¡tui<f»“Los colores del estandarte” y fue publicado
en La Nación de Buenos Aires el 27 de noviembre de 1896, v. Rubén
Darío, Escritos inéditos, cd. por Erwin Mapes, New York, Instituto
de las Espadas, 1938, pags. 120-123.
13 Prólogo a Corte de amor. Florilegio de honestas y nobles damas,
Madrid, Inip. de Baigañón y Moreno, 1908.
\¿L ( X l'A-SUDE LOS LÍMi I ES 2i

<¡r

D e e x h ib ir las cosas en 101 in fp e rtu rb a b le p rim e r pla n o ,


com o vendedores a m b u la n tes, e stim u la d o s p o r la p re ­
sió n d e l in sta n te, de acuerdo -escribir, en ta l caso, p ara
qué, in d eb id a m en te, s a lv o p a ra o ste n ta r la b a n a lid a d ;
en lu g a r d e ten d er la nube, p re c io sa , q u e flo ta so b re el
ín tim o p rec ip ic io de cada p e n sa m ie n to , y a que vu lg a r es
aqjto.Uo a lo q u e se te d isciern e, sin m ás, un ca rá c te r
in m ed ia to . Tan c ru d a m e n te -que en lu g a r d e l la berinto
ilu m in a d o de ¡lores, a! que e l o c io invita, esto s necios,
a u n q u e m e a p a rte d e la im a g en p a r a p o n erlo s, p e r s o ­
n a lm e n te "co n tra e t m u r o ”, im ita n , p o r un a sen d a la sti- '
m a sa , la resu rrec ció n en esco m b ro s, d e p ie, de la c e g u e ­
ra in term in a b le, sin su rtid o r d e a g u a a l am paro, n i ver­
d o r e s qu e d esp u n ten p o r encim a, s in o fo n d o s de bo tella
e in g r a to s p e d a z o s de vidrio.

Malianné, “El misterio en las letras”

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r

22 Li:pa S cuiavo

En los años finiseculares, para muchos críticos y artistas, d


decadentismo tiene características propias. En la tercera fiesta
modernista que Rusiñol organizó en Sitges (1894), se propusieron,
para concursar, temas de composiciones poéticas en las cpie
“Lírica decadente” figura como categoría especial, además de
“Poema en prosa de tema místico” y “Poesía amatoria fúnebre”.
Esto hace suponer que los concursantes podían distinguir entre
modernismo y decadentismo. En la categoría “ Lírica decadente”,
resultó premiado Joan Maragall, con (res poemas: “Ve la
Custodia”, “ Entre dos Ilustres” y “Unes flors que s ’esfulien”. Hoy
podemos juzgarlas en sus Obres completes: “Ve la custodia” es el
tercer poema, sin título, de la serie llamada Corpus; y “Unes flors
que s ’esfullen”, el cuarto. La segunda poesía fue publicada en el
apéndice de las Obres completes. En las tres hay una temática con
amenaza de muerte inminente, irreversible; de algo que se mar-
^ chita poco a poco. Como en muchas otras poesías decadentes, no
r falta el observador que asiste a la lenta metamorfosis de Jas cosas,
con indiferencia o delectación:

¿Qué h¡ ha en aqüestes flors silencioses


¿que s ’esfullen íant?
Cauen les ful les (Puna a una,
sensa queixa, sense plañí:
immóbils, fretles, dolcíssimes,
se van esfuflnnt.
Ni un alé (Paire les toca,
ni un tremolor:
s ’esfullen sense rao,
sense remor.
(De “Unes flors que s ’esfullcri”)

Joan Maragall ve el aspecto positivo del decadentismo y no tiene


problemas en enviar sus poesías para ser clasificadas en esa cate­
goría. En el discurso de apertura de la Fiesta Santiago Rusíííol
\i\, i^XíASiSDC t.OS l.ÍM'}T:.S

^eslnblece una cejaipnrnción irónica a! desafiar al “buen sentido”


cníainn:
prefejtímos ser simbolistas y desequilibrados y aún locos y
decadentes, antes que decaídos y mansos; que el sentido
común nos ahoga; que en nuestra tierra la prudencia ya
sobra; que no importa pasar por D. Quijote donde hay tin ­
tos Sanchos Panzas que pacen, ni leer libros de encanta-
mi en toen un país donde no se leen libros de ciase alguna.

Jaiimc Brossa, por el contrario, en una crónica publicada en


L'Aven{' (!5 d X d 8 9 3 ), había rechazado el decadentismo como
enfermedad moral.1'1 —
Así como en muchos países las connotaciones negativas del
termino decndcnlisnlp hicieron que se lo suplantara por el ele sim­
bolismo, en los países de habla hispana se impuso la denomina­
ción modernismo. La palabra modernismo tiene la desventaja de
coincidir sólo parcialmente con la inglesa M odernista, por lo que
se crea una cierta confusión ai traducirlas como skrfueran equiva­
lentes,15 \ln los últimos años algunos críticos prefieren usar los
términos m odernidad/nw dem ity pana designar el período que
empieza con Bntulelnire y acaba con el agotamiento de la van­
guardia y e! nací miento de la posmodernidad.16

Id Y Editare! Valentf fiol, El primer modernismo catalán y sus funda-


/liemos idea Játicos, Barcelona, Ariel, 1973, esp. púgs. 186-192.
15 danto la crít ic;ide habla inglesa como la de habla portuguesa suelen
considerar al modera isin o como un movimiento posterior al simbo­
lismo. Mndon? iniif o) abarca, entonces, los movimientos de vanguar­
dia, aunque puedan rastrearse sits orígenes en movimientos anterio­
res ,
J6 V j)or ejemplo,!v;In-A. Scluilinii n, “Modernismo/modcinidad: meta­
morfosis de mi concepto” pá^s. 11-38; Alfredo A. Rogginno,
“‘Moderni simo: origen de la palabra y evolución de un concepto”,
_ _ págs, 39-550 j Gelli* J<isef, "Modernismo y vanguardia (del modernis-
.'‘VT'í m o íi la rnoilerwi dad)* \ pngs. (ú- 73: en Nuevos asedios al moderáis-
24 U-DA SCHIAVÜ

DECADENCIA / DECADENTISMO

¡Literatura de decadencia! Palabras vacías que


oímos caer, a menudo, con la sonoridad de un
enfático bostezo de la boca de esas esfinges sin
enigma que hacen guardia delante de las puer­
tas santas de la Estética clásica.
Dandel a i re, Nuevas notas *ob'fe Edgar ¡}oe
K

Al estudiar la historia ele las civilizaciones es un lugar común


la referencia a períodos de decadencia que siguen a períodos de
esplendor; es una metáfora biológica aplicada generalmente por
quienes tienen una visión cíclica de la historia. El concepto dc^
decadencia puede referirse a problemas políticos, sociales, econó­
micos, religiosos, artísticos. En Francia tuvo plena vigencia tras la
derrota frente a Pmsia y los hechos traumáticos de la Comuna: hay
un sentimiento generalizado sobre el declinar de la raza latina, que
parece confirmarse tras la denota de España en 1898. __
Pero en las artes el "concepto pasa por coordenadas más
amplias. La idea de decadencia se va gestando a lo largo del siglo
XIX y culmina en Francia en la década del 80 con el decadentis­
mo. . ,—J
Ciertos períodos históricos, como el helenístico, los últimos
años del imperio romano y el período bizantino, impresionaron
vivamente la imaginación del hombre moderno, pero sólo al llegar
al final del siglo XIX se afirmó, como declaración de principios de
escuela, que una época de decadencia puede ser más rica, más
estimulante que una época clásica. El gusto por los autores deca­
dentes significa desprecio por la claridad y las normas clásicas; se

mo, cd. de Iván A. Scluilmaiin, Madrid, Taurus, 1987. V. tb. Iris M.,
Zavala, “On the (Mis) Uses of thc Post-Modera: Hispanic
Modcrnism revisited” en Poslm odcm Ele fian in Europe and ¡he
America*, cd. de Thco d’Haen y Haas Bcilcns, Amslcidam, Rodopi,
1988, págs. 83-113.
Üi.fUrASis d i ; U>-s i V h ik s 25

busca cm v ocaónlari o amplio y refii ia<lo íiunque las palabras no


figuren cu el dieci onar io, porque es necesario expresar alambica
ele salí Iczsíi a, y la sin la^is puede retorcerse o romperse para expre­
sar lo i nexpresa ble. Los metros líri eos ¡aciden también su rigidez,
los acentos deben servir para expresar la desazón, el ennuL
Bauclelairé incluyó en Les Jlcfurs d a nuil una célebre poesía en
latín -una “ prosa latina”, como la llama tíanviiie-, que en la pri­
mera edición (I857) llevaba esta ñ ó la i nuoducíoria:

¿No le parece al lector, com o a mí, que la lengua de la últi­


ma decadencia latina -suspiro final de una persona robusta,
ya transformada y preparada para la vida espiritual- es sin­
gularmente apropiada para expresar la pasión, tal como la
comprende y la siente el mundo poético moderno? El mis­
ticismo es el polo opuesto de aquel imán que Catulo y los
suyos, poetas primarios y puramente epidérmicos, solo qui­
sieron conocer por el polo de ía sensualidad. En aquella len­
gua maravillosa, el solecism o y el barbarismo expresan las
negligencias forzadas de una pasión que se olvida y se burla
de las reglas. Dar una acepción nueva a las palabras revela
la torpeza deliciosa del bárbaro del norte, arrodillado ante la
belleza romana.
El retruécano misino, en esos pedantes balbuceos ¿no tiene
acaso la gracia salvaje y barroca de la infancia?
i
Sigue luego la poesía con el título Fra/iciscae mecía laudes:

Novis te cantabo clicrclis


0 iiovclldum quocl Indis
ín soli Incline cordi s.

Gíititierliizo tinelo^icule la litcmlr mi decadente en el célebre


prólogo que escribió ¡n a k\ cclició i| f jósltnna de Les fleu rs du mal
(febrero d e 18 (íS). Bnirs épocas de decadencia, dice, se sutiliza el
26 L e d a S c iiia v o

estilo, se busca un léxico raro, con acepciones olvidi»Jas,se co:pf o


rail los límites del lenguaje y de la forma Gautier citncom o dc%'¡-
deraía la lengua del Bajo Imperio romano y las “refinadas combi­
naciones de la escuela bizantina”. Y señala la preferencia de
Baudelaire por el latín de la Iglesia, por “aquellas prosns y aque­
llos himnos en que la rima suple al antiguo ritmo olvi dado”. 17 En
estas palabras de Gautier, y en las que el mismo Baudelaire puso
como nota a su poema Francisca nieae laudes, está el germen de
Prosas profanas de Dado y aquella apoteosis del latín eclesiásti­
co con que acaba Divinas palabras de Valle-bichín: . ^

¡Milagro del latín! IJna emoción religiosa y litúrgica con­


mueve las conciencias y cambia el sangriento resplandor de
los rostros. Las viejas almas infantiles respiran un aroma de
vida eterna (...) Las palabras latinas, con su temblor enig­
mático y litúrgico, vuelan del ciclo de los milagros.

También Mallarmé siente predilección “por la poesía agoni­


zante de los últimos momentos de Roma”, según dice en su famo­
sa “prosa” P lain te (P au tom n e , pero, agrega, “mientras no llegue a
respirar la proximidad rcjuvenecedora de los Bárbaros y no bal­
bucee el latín infantil de las primeras prosas cristianas”.18
___________ \
17 Cito por Baudelaire por Gautier. Gautier par Baudelaire. Dos b io­
grafías románticas, Madrid, Nostmmo, 1974, págs. 33-34.
18 “Pocmcs en prose. Plainte d’autoninc'*, en Oeuvres completes, e ti. de
Menri Modor y G. Jean-Aubry, París, Galliimud, 1945, pcíg. 270:
“Deptiis que María m’a quitté pom alIcr dans une mitre ctoile -T^quc-
lle, Orion, Altaír, et toi, verte Venus?-j ’ai tonjours cliéri lasolituclc.
Que de longucs journées j ’ai passées seul avee mon cliat. Par se ni,
j ’entends sans un ctrc matériel et mon chat cst un coiripagnon mysti-
que, un esprit. Je puis done dire c(iie j ’ai passe <!e longues journées
seul avec mon chat, et seul, avee un des derniers mitcuiscje la cléca-
dence latine; car depuis que la bhinehe crcatiire nést plus, dtrange-
menfet singuliérement j ’ai íiimc tout ce qui se rcsuimiten ce inot:
chute. Aiusi, dans l’^mnée, ma sai.son fnvoríte, cc snnt les derniers
jours alanguis de l’été, (jui procedan inmincdialciucnl iauiow nc di, ^
E l éxtasis dl los lím m ls 27

Elige tus palabras siempre equivocándole un poco,


aconsejaba un día, en versos gentiles y burlones, aquel
divino huésped de hospitales, de tabernas y de bárdeles
¡pie se llamó Paul Verlaine. Pero esta equivocación ha
de ser tan sutil como lo fue el poeta al decir su consejo.
Cabalmente el encanto estriba en el misterio con que se
produce. Adonde no llegan las palabras con sus signifi­
cados, van las ondas de sus músicas. El verso, por ser
verso, es ya emotivo sin requerir juicio ni razonamiento.
Al goce de su esencia ideológica suma el goce de su
esencia musical, numpn de una categoría más alta. Y
este poder del verso, en la rima se aquilata y concreta.
La rima es un sortilegio emocional del que los antiguos
sólo tuvieron un vago conocimiento. Los poemas rima­
dos de la decadencia latina están Henos de una gracia
emotiva más próxima a nuestras almas y a nuestra liras
que el amplio hexámetro retórico y perfecto. Estos poe- .
mas d é la baja latinidad son hermanos, en el sentimiení
(o, cíe la imaginería gótica donde la línea humana adqui­
rió expresión ardiente y torturada, y fue cárcel de almas,
lo que minea había sido en la suprema armonía de los
niór/ncxles pentélicos.
*
Valle-Inclán, “El milagro musical”,
' La lámpara maravillosa
t
28 LlfDA SCHIAVO

Ya en la década del 80, es Paul Bourget el que teoriza sobre


la decadencia en un ensayo sobre Baudelaire, cuya tercera parte
(itula precisamente Théorie de ia D écadence (publicado en La
N ouvelle Revue en 1881 e incluido más tarde en sus Essais ele j
psychologie contem poraine). Según dice Bourget, Baudelaire í
tuvo d coraje de proclamarse decadente y de buscar en la vida y
en el arte todo lo que podría parecer morboso y artificial a los
espíritus simples. Bourget define luego las cafcicterísticas d eP ^ Í
estilo de la decadencia siguiendo las huellas de’Desiré Nisard, f
quien en I 834 había publicado un estudio sobre los poetas de la
decadencia latina con el objeto de desprestigiar a Víctor Hugo y
a la escuela romántica. Se trata de Eludes de niocurs ei de c riti­
que sur Íes poetes lafins de la décadence, donde Nisard se refie­
re al énfasis que los autores de la decadencia latina ponen en el
detalle, destruyendo la unidad en favor de la fragmenlariedad. Y
Bourget dice: “ Un estilo de decadencia es aquel en el que la
unidad del libro se descompone para dejar lugar a la indepen­
dencia de la página, en el que la pagina se descom pone para
dejar lugar a la independencia de la frase, y la frase para dejar j
lugar a la independencia de la palabra”.*19 __j
Para los preocupados por los curiosos meandros de la historia
de las ideas, es interesante señalar que Nictzsche usó casi las mis­
mas palabras de Bourget al atacar el estilo “decadente” de Wagner
en el libro que publicó después de la muerte de su antiguo ídolo
(Dar ludí Wagner, I888).20
clans la joiimcc, Phcurc oü je me promene cst qimnd le solcil se repo­
se avanl de s'cvanouir, avee des rayons de eiiivrc jaunc sur les murs
gris et de cuivrc rouge sur les carrcaux. De meme la littciaturc
laquelle ilion cspril demande une volapié sera la poésic agón isa ute
des derniers moments de Rome, tant, ccpendant, qu’cllc nc respire
aucuncment Pappiochc rajeunissante des Barbares ct ne begaie point
le latín enfantin des premieres proses clucticnncs.”
19 Paul Bourget, “Thcoric de la Decadente” Essais efe psydwlogte con­
temporaine , París, Plon-Nourrit, 1912, pág. 20.
20 En ios últimos años, quien ha recogido esta caracterización del estilo
de decadencia hecha por Nisard, Bourget y Nictzsclic, es Jolm Peed
en su libro Decadenf Slyle (Oliio University Press, 3985). Rcccí ana-
i;!.- ÉX ÍAS is 'De los límites 29

Líicv(>lucie3ndc:iconcepto de decadencia en Francia y su flore­


cimiento en l;t década cl^l 80 se (miará más adelante, pero creo
imprescindible: citur ac|níV.c Jatin m ystique (1892) de Remy de
*GoijV ni ont, donde éstccsluain a los autores que escribieron en latín
entre los siglos V y XI! I,y lo s relaciona con la literatura contem-
jxr a n e a r e la tin n\ysíi(¡ne es u n libro polémico que quiere mostrarlo
los antecedentes medievales déla ruptura de las normas clásicas, a
la vez que ofrecer nn programa literario que revolucione la lengua, "2
poética contemporánea: “Más de un rasgo de los poetas latinos del -
cristicinísmo se encuentra en la poesía francesa actual, y dos de ellos j
son evidentes: la búsqueda de un ideal diferente de los postulados
oficiales de la nación, que se resumen en una vociferación contra
un paganismo científico y confortable (deificación de Ja naturale­
za, de la ciencia, de la fuerza, del dinero, de la higiene, culto al niño,
al soldadito y a la gimnasia, etc.) y gran desdén por las normas pro­
sódicas. A causa, sin duda, de estas semejanzas vagamente perci­
bidas, nos fue dado el nombre de decadentes*

liza según estas paulas la estructura de la novela, la poesía, la pintu- ^


ra y la música decadentes. Estudia las novelas que derivan t i c ]
MadenwiseUe de Maitpin (le Gatiticr y de La íeníaíion de sainí \
Anloine de FlaubcM, y encuenda que cumplen con los requisitos del
"estilo decadente" Á rebours de Muysmans, l'he Picfure o f Darían
Cray de Wilclc, II (riotifo delía /norte y II fttoco de D'Anmmzio, Le
jardín des supplices de Mirbcau, Monsienr de Phocas de Lorrain y
Mal(e%Lam¡ds llrigge de Rilke. También hace interesantes observa­
ciones sobre otras novelas que, aunque llenas del espíritu y de los
tópicos decadentistas, no tienen estas características de estilo. En I
poesía, analiza rasgos de es (i lo decadentista en Baudelaire, I.
Swinburnc, Vcats, Vcilaine, Wilclc, Symons y Stefan Gcorgc. En pin-^Ji
luna, en Gustare Morcan, Fernánd Khnopff, Gustavo Klimt y Jan
Toorop, y cu los dibujan tes Aubrey Bcardslcy y FcJicien Rops. El
estilo ni usicn i efe ¿7 añilf o de fos Nibe langas y de Tristón e Isolda
ejemplifica In nuLsiea <¡uc puede ser analizada como decadente, y
también ScíIp m * y ¡'¿ladra de Richard Strnuss, donde se combinan
adiiurablciiiculc los teínas literarios y musicales.
2 I I3cmy (IcGourinonl. Le latin nifs fique, París, Crcs. 1922, (reproduce
Iii2a. cd. ¡nnnci y revisada)- pág. 9. La primera edición (1892)
l en ía prólogo de 1luysii íai »s.

v
30 L h d a S c h ia v o

CONTAMINACIÓN / DESCOMPOSICIÓN

Este jardín huele muy bien y apesta cíe un


modo extraordinario. Nunca he res pirado?'una
pestilencia semejante, como si todas estas flo­
res exhalaran la hediondez de tochas los perfu­
mes emanados de la mujer viva y de In mujer
muerta.
Rachildc, Ciénaga flo rid a

La idea de una contaminación positiva (¡ue da energías parece


ser central en la nota, citada más arriba, con que Baudelaire enca­
beza Franciscae meae laudes. En otro ensayo que dejó inconcluso
y que se publicó después de su muerte, Baudelaire señala, al hablar
de la decadencia, la necesidad de interrelación entre las artes:

¿Es acifto por una fatalidad de las decadencias que hoy cada
arte manifiesta el deseo de invadir el arte vecino, que los
pintores introducen gamas musicales en la pintura, los
escultores el color en la escultura, los literatos, recursos
plásticos en la literatura, y otros artistas -de los que me
quiero ocupar hoy- una especie de enciclopedia filosófica
en las artes plásticas? (El arte filo só fico , I868)22

La ruptura de los límites entre las artes, la búsqueda de la “obra ele j


arte tetar*, fue una de las obsesiones de la época. Hay que citar,
como antecedente a Gautier y sus “transposiciones de arte”, con \
su búsqueda de equivalencias entre la literatura, la pintura y la ]
miísicá^y lo que el mismo Baudelaire escribe en su Saioude IS4ó;^J
“le meilleur compte rendu d ’un tablcau poutra etre un soim eton
une élégie**.

22 Este artículo, que quedó inconcluso, fue incluido en Iíi edición Je


1868 de L'ñrt RoniantiquC. V. edición de Ernest Raymud, Pmis,
Garnier, 1931, págs. 100-108.
L c L t a SIS DF L0£ LÍMITES

Dante Gnbi^el Rossetti pintó cuadros que ilustraban poesías y


reía tos, y esa ib ió poesías que describen pinturas. Whistler, el gran
amigo de Baudelaire, escribió versos de Swinburne sobre el marco
cíe sus cuadros. ¿Será verdad que Gandí y GCieli -fervientes wag-
n crina os- proyectaron el palacio Gíiell alrededor del salón de
música?
La pintura de los prerrafaelistas, la cíe Gustavo Moreau,
Toorop, Klimt, los dibujos de Beardsley, pueden ser descifrados
como textos, se pueden ‘leer”, ya porque los grafismos nos llevan
de un lugar a otro del cuadro, ya porque descifrar cada detalle nos ¡
induce a buscar un sentido general.
Fernand Khnopff (1858-1921), el artista belga más relaciona­
do con el espíritu decadentista, puso como título a uno de sus cua­
dros más famosos un verso de Christina Rossetti: “I lock my door
upon myselF’ (del poema “Who shall deliver me?"). Khnopff,
considerado el hermafrodita perfecto por Péladan, ilustró para él
Le vice suprem e; también ilustró obras de Rdfdenbach y
Verhaeren. ----
Al considerarse la música como lalnás excelsa de todas las
artes, se experimentó con la unión cíe música, baile, poesía, esce­
nografía. Debussy puso música a L'apres midi d'un faime de
Malíarmé y a PeUéas y Mclisande de Maeterlinck; Strauss a la
Salom é de Wilcle y a la Electro de Hofmannsthal. —
La colaboración entre artistas llega a su apogeo con los ballets
de Diaghilev, en cuyas puestas en escena más famosas figuran
Satie, Cocteau, Picasso, Manuel de Falla, Stravinsky.
May que buscar la prehistoria de todos estos intentos en el pro-
y ec (o d e‘cobra de arle total” de Wagner, tan magníficamente reci-
biela y expuesta por Baudelaire en su reseña sobre Tannluiuser:

Son, si u eluda, estas consideraciones las que han llevado a


Wagner a considerar el arte dramático -es decir, la reunión,
\c\cvincHite\r cia de la mayor parte de las artes- como el arte
l>or excelencia, el mtls sintético y el más perfecto.23

23 “I£jcI iar<l Kag ucr et Tamil* auscr ñ París'’, en L'art romatique, ed. de
Hr nest Rayuaiid, París, Gnrmicr, 1931, pág. 166.
32 L h pa S c h ja vo

La pn!abra decadencia &tá asociada con la transgresión, e!


exceso, la descomposición. Lii el citado prólogo a Les Jlcurs da
nuil, Gautier dfee:

Ll poeta de luis flores del mal amaba el estilo impropia­


mente llamado de la decadencia, y qut no es otra cosa que
el último punto de la madurez en el aile, según dría minan
los oblicuos soles de las civilizaciones que envejecen. Un
estilo sutil, minucioso, sabio, matizado, lleno de rebuscas
hasta los confines del idioma, que roba colores a todas las
paletas y notas a todas las claves/E stilo, en fin, que se
esfuerza por expresar lo que hay de mas inefable en el pen­
samiento, lo que hay de mas fugitivo y cambiante en la
forma, llegando, para traducirla, hasta las confidencias
veladas de la neurosis y las confesiones de la vieja pasión
que se envilece, o las alucinantes fantasmagorías de la idea
fija (pie está a dos pasos de la locura.
El estilo de la decadencia no es otra cosa que la última pala­
bra del Verbo en el paroxismo de la violencia y en el dispa­
radero de expresarlo todo. Establezcamos un parangón con
la lengua enmohecida, llena de óxidos del aniquilamiento
del Bajo Imperio. Y las refinadas combinaciones de la
escuela bizantina, forma postrera del arte griego en plena
delicuescencia.24
i
Es, prácticamente, la misma definición que adoptó Artliur Symons
en Essay on Meredhh (1887) y que tradujo Rubén Darío ai citarlo:
S
Lo que decadencia significa en literatura realmente, es esa
sabia corrupción de lenguaje por la cual el estilo deja de ser
orgánico y llega a ser, persiguiente tal medio de expresión
o tal belleza nueva, deliberadamente anormal.25

24 Baiidelairc par..., págs. 33-34.


25 Obras rompidas, I, pág. 535.
Oí .¿ ; ci/ ysis r e í r o s i o n i i-s 33

h i <'i yj o ! • •; <i I *i | r-, , ?¡c ia edición de A;.u/ (1888), publicada en


€1 iíí c, Edi Jai do de l;i B¿irrn lia b k i sancionado:

Lo.s poetas ne metí eos de París que se llaman decadentes


(. ..) torturan ki lengua, la sacan de quicio, la retuercen y le
dan extra fias forinas y giros...

En estas citas el decadentismo se entiende, principalmente, como •!


una preferencia estilística, como un uso no clasico del lenguaje. : ]
Una anécdota que nos llega a través de Rubén Darío ilustra *
muy bien cómo reaccionaban los espíritus academicistas a las nue­
vas tendencias. Bajo el título El decadentismo en Córdoba, publi­
ca Rub^n Darío en E! Tiempo de Buenos Aires (I9-X -I896) una
carta indignada de un señor que renuncia al Ateneo de Córdoba
(Argentina) por unos versos que leyó el poeta, dedicados a fray
Mamerto Esquié:

Un báculo que era como un tallo de lirios


Una vida en cilicios de adoiables martirios
Un blanco horror de Bcízcbú

El renunciante dice en su carta: “Yo quiero salir del manicomio


donde se llama ulanco al horror, donde, según Quevedo, se llama
al arrope, “crepúsculo de dulce”, donde, según Mallarmé, es lo
mismo “ rosa’ó que “aurora” que “mujer”, es decir, que se puede
decir “hoy, abrió una mujer en mi rosal”; donde, por último, cada
Iclratiene nn color,.según Rene Gbi!”.26
El indignado cordobés renuncia por las mismas razones por las
que Valle-lucían se adhiere al modernismo, en su artículo de 1902,
publicado en ¿cr lliMf/oaióji /¿¡tropea y Americana:

---------- ------- 1
2<5 V. Pir bdi f>arfe. Jiwiros íncdr ín.y cd. de Erwin Mnpcs, New York,
Instituto de Ijis Hspa f e , I 93 & págs. 117- 120.
/

34
I-I:DA SCIUAVO

✓ Peros*

... joot#jiyYffffsiftf^IJi
, , ftiB líMIIeS fJ|l|l'0 |Í|H nilBH, ilMil ...... ..........................
femus preferido# por |os (leendcptlHiiiHÍ Id poc|rp(|iimli|’Oi l‘>
prohibido, la muerte invadiendo la vida y vieeversn, los límites
entre los sexos, el hermafrociita, el arte imitando la vida y la
vida imitando al arte, la búsqueda del absoluto por vericuetos
inexplorados...
Visiones de exceso que llegan a los movimientos de vanguar­
dia y son reelaboradas por el surrealismo;2728 dentro de este m ovi­
miento es quizás Georges Bataille quien las ha explorado más sis­
temáticamente, tanto en sus novelas como en sus ensayos.29

27 V. RamóiAJel Valle-lnclán, Artículos completos y otras páginas o/\>i- *


dadas, cd. de Javier Serrano Alonso, Madrid, Istmo, 1987, págs. 203-
209.
28 Sobre las relaciones entre decadentismo y surrealismo, véase Jcím
Picrrot, L'imaginoire décade. ni.
29 “El lenguaje de las flores”, poi’| ejemplo, es un texto arquetípico: “Es
imposible exagerar las oposiciones tragicómicas que se manifiestan
en el curso de ese drama de la muerte indefinidamente representado
entre tierra y ciclo; resulta evidente que no se puede parafrasear esc
irrisorio duelo sino introduciendo, no tanto como una frase, sino inris
exactamente como una mancha de tinta, esta banal idad repugnante :H
amor tiene el olor de la mtterte"; en Dontmenios, Caracas, Monte
Avila, 1969, pág. 45.
i

Hl. ÉXTASIS DE LOS LÍMITES 35


i
1
•'J i ■'t-'A'M
V-snfrcn' Arrt^

cadáveres. Gustavo Morcan, el hombre de los símbolos y


de las perversidades de ¡as ciudades teogónicas, el poeta
de los osarios, de los campos de batalla y de las esfinges,
el pintor del Dolor, del Extasis y del Misterio, el artista
que entre los modernos se ha acercado más a la Divinidad
y la ha evocado siempre homicida. Gustavo Moreau, el
alma de pintor y c/e pensador que más me ha turbado.

Jean Lorrain, El señor de Pbocas


3í> L í -d a S riü A vo

DECADEN ÍT S M O / ESTETICISMO / PR ER R AFAELISM O

“ ...aquel cundió de un pintor inglés... cómo


dices lú7 decadente'/ no... simbolista? no, p ío
rrafaeliía? Eso es, pierrafaelitaT
José Asunción Silva. De sobrem esa

Losdccadentistas creyeron -como otros grupos*-cstcticistas- en i


!ilu.UiJiHIojnJa_deJ_aü El Prefacio a Moderno incite de Moupin de !
Théopliilc (uuiíier (1835), con su defensa de la gratuidad de la 1
belleza y la condena del utilitarismo, tuvo mucha influencia en ios !
círculos intelectuales ingleses en la segunda mitad del siglo XIX^J
El esteticismo ingles culmina en la última década del siglo, coin-
cidiendo con el apogeo del decadentismo, tras una larga lucha
contra los supuestos filosóficos de la moralidad victoriana.
Durante el período Victoriano (1837-1901) la clase dominante j
fue la burguesía, detentadora del poder político y económico. La ¡
filosofía casi oíicial fua^cl utilitarismo, que impuso una actitud
moral, fortalecida por el puritanismo protestante. Tanto para el
“utilitario”, como para el evangelista, como para el burgués, la
vida estaba subordinada a la moral. Se necesitaba una sociedad
estable y disciplinada, cuyos individuos tuvieran.sentido común,
prudencia, y supieran reprimir las emociones y la sensualidad. Era
un lugar común en la Inglaterra victoriana hablar de la “inmorali­
dad francesa”. La literatura de ese país era considerada como un
reflejo de su libertinaje social y político. Es en este contexto en el
que hay que considerar la rebeldía de los estcticistas, que lucharon
contra la idea de la utilidad del arte y que, además, defendieron el
arte francés.
JVtaUh.cw-Arnold, nombrado profesor de poesía en Oxford en ,
1857, dio un gran impulso a los movimientos esteticistas con sus
libros Dssc/ys ou rriíicism (1865) y Culture and Anarchy ( i 869), cu í
los que ataca a la burguesía y al materialismo de su tiempo y
demuestra admiración por la cultura y la vida intelectual y arLísíi- I
ca de Francia.
I ;.i í;x i as i .*51>i- í cjs UMirr.s 37

La obra do- Jolni K us Ln es íai nl^í éu uaia pnitesta contra ci des-1


precio vi ctoriíino por la belleza, aunque Ruskm defendió la fun~;
ciói) moral y *‘c|¡ giosn \ el arte, confundiendo ética y estética. Sin ;
*embargo, los cslclicislas finiseculares se inr: mm en sus escritos, j
por/jue sus preocupaciones constantes, pese a su fraseología reí i- ¡
giosn, son la belleza y c! arte. Quizás la idea más importante de las j
conferencias c|lie dicen Oxford en 1870 (Lacrares on Arí) sea cjue^-
cl arle es un re flojo de la época y la sociedad que lo produce. Tanto í
para Rtiskin como para su seguidor, William Morris, el arte tenía ,
una finalidad redentora: la cíe humanizar la sociedad y conseguir
el bienestar general; ambos defendieron las artesanías en contra de !
la producción industrial, para proteger al obrero de la explotación
contemporánea, lo que era, en el fondo, una evocación idealizada
de la Edad Media. La belleza, según ellos* podía rescatar a l o s !
hombres, y el arle podía devolver la idea de unidad al hombre !
escindido de la sociedad industrial. __j
También [iLCoipfmteriudad Prerrafaelista30 fue un desafío con- I
Ira elfstabU sfw ient, aunque al principio el blanco preferido de sus \
críticas fuera sólo la pintura académica. Los integrantes del primer
grupo prerrafaelista -John Everett Millais, Homan Hunt y Dante
Gabriel Rossetli- se auiodenominaron así porque admiraban la
pintura italiana anterior a Rafael, pintura que les parecía espontá­
nea y sincera, sin convenciones prefijadas. La revista donde expo­
nían sus ideas, The Geni, apareció en enero de 1850, dos años des­
pués de la integración del grupo. Al ser atacados, Ruskin salió en J
su dcfcnr.íi, expresando admiración por la sinceridad de su obra y ¡
su rechazo de las convenciones. __J
El primer grupo se disolvió tras el ingreso de Millais en la
A cadem ia,y en I 851 se formó otro con Rossetli, William Morris

30 ''PicrraracJiieT' y “ píen rifael isla” se usan cu español, pero el DRAE


- considera correeta la segunda. Esta forma chocaba a Darío: "Puede
verse cojistaulcr líente cu la Prensil de Madrid que se alude ni moder­
nismo, c¡ tic seaUicaa los modernistas, que se habla de decadentes, de
csLctíis, ele prcrraficli slíis con ' s y todo” {'El modernismo*’, en La
/VrrcirJii, 28 doselbinLic (b 18^9, rcoogi do en La España canta npv-
fát nú*).
38 L i :ím Sc iiia vo

y Edwnrd Burne-Jones. La influencia de Rossetti, ejer^ids s o b s


todo a través de su sugestiva personalidad, se siente en todos ios
escritores que defendieron la ¡lea del arte por el arte hasta finales
de siglo. Los tres Rossetti -Dante, poeta y pintor; Christina, poe­
tisa; y Willinm, crítico-eran hijos de un emigrado libernl italiano
refugiado en Londres, especialista en Dante Aligliieri. Algernoii
Charles Swinburne (ver, más adelante, págs. 61-70) se integró en
el grupo, y sus Pocms and lUiHads (1866) fueron la práctica cíela
teoría del A r i fo r Art's Sake.
Los prerrafaeiistas perturbaron a la sociedad victoriana por su
inquietante mezcla de misticismo y sensualidad. Se atacó a
Rossetti por ser el jefe de la “escuela carnal de poesía” (Robert
Buchanam?T he Fleshly School a f Poctry), de la que el más anda
representante era Swinburne.
Los cuadros de los pintores prerrafaeiistas impresionaron tam
bién la imaginación de decadentes y simbolistas fuera de '
Inglaterra. Como los decadentistas harían más tarde, los prerrafa-
elistas idealizaron la Edad Media, amalgamaron erotismo y misti­
cismo, prefirieron la ambigüedad a la univocidad, la leyenda a la
historia. Los retratos masculinos y femeninos expresan siempre
algo oscuro, que produce en el receptor una inquietud, la necesi­
dad de desvelar un secreto; son personajes anhelantes, misterio­
sos, envueltos en una atmósfera onírica. Los avalares biográficos
de los integrantes de la Confraternidad impresionaron también »
vivamente la imaginación finisecular: drogas, necrofilia, libertad j
sexual, culto a la transgresión. /
Otro autor importante para la evolución del esteticismo ing lés
es Waíter Paler,~quieñ~preconizó eLcnlto cleslnteresaJo d ela b elle -
za pura, proclamó el valor supremo de la emoción estética ^ acon ­
sejó hacer efe la vida una obra de ai te^JPater propuso una forma de
epicureismo superior, una vida apasionada en todos los dominios
de la acción y el pensamiento. La Conclusión a sus Stlidiesi/iPlie* 1
Renaissance (1873) escandalizó a las autoridades ele Oxford por
su desprecio sonriente de los valores morales, por la doctrina <fe In
búsqueda de sensaciones altísimas y por su escepticismo*‘fin (fe
siglo”. Esta obra, y su novela M arius die Eplctrm m fueron, aun-
Hl éx ia -Sis; r.í los ¡ íMirn.s 39

que Paterno se lo propusiera, Ins obras más influyentes en el d eca­


dentismo i ngiés. i _
Con OscarWil(le (ver, mns adelante, págs. 71-79), la influencia
de la imag¡unción francesa se hace cada vez más evidente en los
escritores i nglesesde las últimas décadas del siglo. Confessions o f
a YotiJig Man (1888)¿de Gcorge Moore -narración que se presenta
com o una autobiografía-, alude constantemente a los autores deca­
dentes franceses, especialmente a Gautier y a Huysmans, cuyas
novelas forman parte de la educación del protagonista.
Por otra parte es Arthur Symons el ensayista qu£ mejor expone j
a sus contemporáneos la teoría y la práctica del decadentismo fran- j
cés, tras haber imitado a Verlaine sus poemas (Silhouettes,
1892). J
En 1893, después de la visita a Inglaterra de Verlaine, que fue !
invitado a dar conferencias en Oxford, Symons publica The
Decadcnt Movcment in Literatura.3I En este ensayo define a la lite­
ratura decadente como intensamente autorreflexiva, con una curio­
sidad continua por la búsqueda de nuevos refinamientos cada vez
más sutiles; una literatura de “perversidad moral y espiritual”, que
refleja las costumbres de ‘‘una sociedad sofisticada, cuya artificia- 1
Iidatl es la única manera de ser fiel a la naturaleza”. Tras destacai^J
la importancia de los hermanos Goncourt y de Verlaine, Symons
considera com o auténticos decadentes a Huysmans y a
Maeterlinck, y cita a Emilia Pardo Bázán como discfpula de ¡os
Goncourt. ^Tainbien considera que Walter Pater es el representante .
inris típico del movimiento decadente en Inglaterra, porque tanto su 1
novela Mcir/o i\\c Epica rean (I 885) como su libro de ensayos
¡mcgincuy PorimiLs tienen la “mórbida sutileza de análisis y (a ;
mórbida c mi os idad formal q ue caracteriza la obra de los decadenr'
tes franceses”.

3 1 Se pt ibl *c(> en i-furjw tv N cva>Mor ¡tir ly Magaziue, noviembre de 1893. ,


Se re produce en A c.st!icl<is D ecadente o f (he t890's, ed, de Karl
Becicson, Clticngo, Kcm.de my Chicago, 1981, págs. 134-151, de ..,,
donde ton ol as citas.
40 L ü DA 5 C H IA V O

Llegamos así a los Yt'llow Nineíies, época en la que “esteticis-


ta” y “decadente” pasan a ser sinónimos. La denominación sale
precisamenle de la encuadernación de color amarillo que tenían
los pecaminosos libros í¡anceses, a los que se rinde homenaje en
el título de la revista que fue símbolo cíe la época: The Yellow Book
( 1894). ?
Alibiey Beardsley, “el niño prodigio de la decadencia”, se hizo
conocer a través de sus ilustraciones en The Yellow Dook. T uyo una
capacidad increíble de sugerir en profundidad los mundos implíci­
tos en los textos que ilustró, una terrible fuerza y concisión para
evocar el mal, las pasiones desmesuradas y la corrupción del alma
humana. Sus dibujos son siempre una provocación, muchas veces
de orden directamente sexjial. Sus líneas comunican el desasosie­
go que es característico del arte decadente: la mirada se ve obliga
da a deslizarse infinitamente, provocada/por el vacío del centro de
la composición. Arte y literatura están en él indisolublemente uni­
dos, no sólo porque la minoría de sus dibujos son literarios, sino
porque fue poeta y prosista digno de interés. Después del proceso
a Oscar Wilde, Beardsley fue obligado a renunciar a su colabora­
ción en The Yellow Book, y la revista decayó. Con Symons fundó
The Savoy, para retomar el espíritu de la anterior, y allí publicó
Uncler ¡he HUI, novelita erótica en la que parodia la leyenda de
Venus y Tannháuser. Apareció, con sus propias ilustraciones, en el
primer número de la revista, publicado en enero de 1896.

LA ECLOSIÓN FRANCESA

En 1881 Paul Bourget revaloriza a Baudelaire, a la vez que


relanza la Teoría de la decadencia, como hemos visto más arriba.
Verlaine vuelve a París en 1882, después de casi diez años trans­
curridos entre su viaje a Bélgica con Rimbaud, el escándalo de su
proceso por haberlo herido de bala, sus dos años de cárcel y algu­
nos años pasados ejerciendo la docencia. De vuelta a la capital,
Verlaine comienza a publicaren las revistas culturales y se integra
en la vida noctámbula de la bohemia. Publica su “Al t poétique’*ci
! ÍU (iXiASlS DE I O S I - Í M I 'i í ;S 41

Las viejas combinaciones gremial i cedes, los viejos arre­


glos fonéticos', habían perdido, además, su virtud primi­
tiva. Eran un “sésamot ábrete " que ya no abría nada. Su
poder de expresión estaba agotado. La humanidad pen­
saba y hablaba con locuciones rituales, con frases
hechas, que le destribuían en cada generación los aca-
clémitos. Hemos creado nuevas combinacionest nuevos
regímenes; hemos constituido de una manera inusitada,
a fin de expresar las infinitas cosas inusitadas que per­
cibíamos.
No es posible ejecutar los murmurios de la selva del
Sigfredo, de Wagnet', con dulzainos, chirimías, zamponas
y rabeles, y los escritores clásicos, Cervantes inclusive,
no nos podían dar instrumentos para una música que no
conocieron, no no podían legar la que no tenían en su
tiempo.

Amado Ñervo “El modernismo”


42 L hda Schíavo

10 de noviembre de 1882 en París M a d em e y, ni ano siguiente,


comienza la serie de Les poetes niaudifes en la revistn Lufécc. La
aparición dei soneto “Langueiir” en Le
Chat Noire (26 de mayo de
1883) completa la reinserción del poeta, que es saludado por los
jóvenes como maestro y definidor de la escuela decadentista.
De ser prácticamente un desconocido, con libros casi imposi­
bles de conseguir, Verlaine pasa a ser el centro de la atención, a
tener un círculo de amigos y admiradores. Uno cíe ellos fue León
Vanier, qu$ se convirtió en el editor más importante ele los decar
(lentes. Otro fue Charles Morice, quien tras un primer rechazo,
defendió sus obras en La Nouvelle ¡Uve Gauche, !e dedicó luego
un libro entero de crítica (Paul Verlaine, 1888) y lo ensalzó en ¡m
Hnérature de tout c) l'heure ( 1889). Jean Moréas fue, con intermi­
tencias, otro amigo fiel de Vejlame.
“Langueur”12 se considera el arte poética del decadentismo, y
no deja de ser singular que sea a la vez una parodia, y que así lo
haya considerado su autor al colocado en la sección “A la manié-
re de plusieurs” de Jculis et naquere.¡Pero lo cierto es que una línea^32

32 Transcribo la traducción de Manuel Machado:

Soy el Imperio al final de la decadencia


que ve pasar los bárbaros blancos
componiendo acrósticos indolentes
de un estilo de oro en que danza la languidez del sol. t

Hl alma solitaria sufre del corazón por un hastío denso


dicen que allá se sostienen sangrientos combates
no poder, siendo tan débil a los lentos deseos •
no querer florecer un poco esa existencia.

Oh, no querer no morir un poco! r


Ah, todo se ha bebido, Bathillc, ¿Has acabado ele reír?
Ah, todo se ha bebido, todo se ha comido! No hay más que (ter­

sólo un poema inocente que se arroja al fuego


sólo un esclavo algo corredor que os descuida
sólo un hastío de no se sabe qué os aflige.
El ÉXTASIS í>i: f OS LÍM I ¡ í : s 43

i i nportante <Jci decadentismo es la paródica, línea que suele mani­


festarse com o una simple sugerencia de literatura apócrifa o de
pastiche, c o n la que los autores juegan ambiguamenfeTj j
Forma parte de la pequeña historia del decadentismo la con­
flictiva relación de Verlaine con sus presuntos discípulos y los
avatares efe su atracción o rechazo por el grupo.33 Al escribir la
biografía de Anatole Baju, publicada en 1888, cuando ya se había
consumado la escisión de los simbolistas, el maestro expuso con
relativa claridad la ambivalencia de sus sentimientos. ^_
La publicación, en 1884, de Á rebours de Huysmans, forma
parte de la gran historia del movimiento, ya que éste es el libro, es
la biblioteca, es la forma de vida soñada por tantos jóvenes finise­
culares; merece, por lo tanto, una sección especial en este ensayo,
y lo trato en el apartado siguiente. ___
El éxito del libro de Huysmans incita a la burla. En 1885 apa­
reció un libido titulado Les Déliquescences, escrito por un imagi­
nario Adoré Fioupette, que llevaba por subtítulo “Poemas deca­
dentes” y por lugar de impresión “Bizancio”.
Los responsables de esta mistificación fueron Gabriel Vicaire
y 1 lenri Bcauclair, cuyos nombres figuran en los diez ejemplares
editados para los amigos, de los ciento diez que teníala tirada ini­
cial. El éxito fue tan grande que un mes y medio después se tiró ¡
una segunda edición de mil quinientos ejemplares, con el agrega-
do de un prólogo: “Vie d*Adore Fioupette”, atribuido a Mari lis' -
Tapora.*34
Los blancos mas importantes de la sátira fueron Verlaine y
Mallanné, que aparecen con los nombres de Bleucoton {Veri +
laine) y Arsenal ( Mal -f armé).
Es interesante conocer el proyecta, tal como se lo describe
Vicaire a su amigo Beauclaire:

33 \ Philip Steplian, Paul Verlaine an\l the Decadence. 1882-1890,


Hotowa, N..L, Rowman & Lilllcílcld. 1974.
34 Hocd Richard reproduce esta edición completa en A l'auhc (¡u \yni-
M Jstn e, Pari-s, Nizcl. 1961. págs. 270-315. Cito por Richard.

' i
44 LliDA SCMiAVO

S ciú necesario mostrar en Floupelíe la afectación de ner­


viosismo, las pretensiones de satanismo, la búsqueda de lo
excjtiisito en lo sucio, el desprecio de ía buena salud moral
y literaria, el misticismo de color subido, el pathos, el am or
al neologismo, ele., e tc ....**1'5

La “vida” de Adoré EJoupeüe es prototípicn: llega a Paiís;


“país de nuestros sueños, cerebro del mundo, capital de la inteli­
gencia”, y un amigo lo introduce en el mundo de los Poetas --el
café Panier Fleitri- donde encuentra a los tipos de moda: un
“macabro”, que afirma que el escenario “admirable” para uno
escena de anáor es un cementerio a la hora del crepúsculo; otro que
elogia la Imitación de Cristo y dice que la prefiere a UiJustine del
Marqués de Sacie; otro declara ser un histérico.
En la conversación se caricaturizan las obsesiones de moda:
“Somos Poetas porque poseemos el gran secreto, accedemos a lo
imposible, expresamos lo inexpresable” (la última frase parodia lo
que dice el protagonista de A rebours cuando elogia a Baudelairc).
Una de las sensaciones exquisitas, para estos poetas, es sentir­
se condenados al infierno, lo que puede lograrse con los amores
perversos: “El incesto es bonito pero nada más. Es necesario que
al amar uno se sienta irremisiblemente condenado”.
Afirman que durante la decadencia de Roma se ha comprendi­
do bien el amor: “¡Oh! la decadencia, viva la decadencia! El amor
es una flor de maleficio que crece sobre las tumbas, una flor exce­
siva de perfumes perturbadores”.
La parodia es realmente brillante, y los poemas escritos por
“Adoré Floupeitc” han merecido.el honor de figurar en algunas
antologías.
Crear palabras nuevas, misteriosas, con capacidad de evoca­
ción y sugestión, palabras capaces de descubrir un matiz o un sig­
nificado ambiguo, fue procupación de Moréas, Adam, Baués,
Ghil, Kahn, Laforguc... Un librito publicado por Jacques Ploweit

35 Citada en Á Panbc dn synibalLune, pág. 228.

*
E i. CiXI AS IS o m .U S I ÍM II ES 45

Sus ni ínulas cayeron s o b r e el libro amarillo que le había


atviado lord i lo e (...) Era una novela sin argumento,
y con un solo per añaje, tratándose en realidad de un
simple estudio psicológica de cierto joven parisiense,
que se pasa toda /<• vicia tratando de realizar en el siglo
XIX todas las pasiones y jornias de pensamiento perte­
necientes a los siglos pasados, resumiendo, por asi
decirlo, /as diversas mentalidades por lás que el espíri­
tu humano había tenido c/ue /tasar, amando, por su mera
artificial ¡dad, aquellas renuncias que los hombres habí­
an llamado tontamente virtudes, tanto como las rebelio­
nes naturales c/ue las hombres, sabios llamaban todavía
pecados. El estilo en c/ue estaba escrita la obra era aquel
curiosamente cincelado, vivido y oscuro ci un tiempo,
lleno de frases de argot y de arcaísmos, de expresiones
técnicas y de paráfrasis complicadas, epte caracteriza la
manera de algunos de los artistas más perfectos de la
escuela francesa simbolista. Había en el libro metáforas
tan! monstruosas coma orquídeas, y de un color igual­
mente sutil. Ui vida de los sentidos se describía en tér­
minos de filosofía mística. A veces apenas se sabía si uno
estaba leyendo los éxtasis espirituales de algún santo
medieval o ¡as confesiones mórbidas de un pecador
moderno.

Oscar Wil de, El retrato de Dorian Gray


46 L í-:da S chiavo

(seudónimo de Adam y Féneon) documenta, no sinironía, esta


pasión por el neologismo. Se traía cíel J'erit G f owsciire ¡m m s servir
a l ‘inteHigence des aaieurs décadenis ef symboU sf c> (1888). Tras
definir cada palabra, sigue una cita de su uso; .sirve, por‘ejemplo,
para conocer el origen de muchas palabras raras usadas por los
modernistas hispánicos. Encontraren el G losario U\ palabra “sal­
terio” podría explicar por qué Valle hielan la usa en las primeras
ediciones de la Sonata de otoño y la cambia en ediciones poste­
riores.
En la distorsión del lenguaje practicada por los decadentistas j
hay que buscar las raíces de la literatura de vanguardia. Durante ei |
siglo XIX, pese a la revolución romántica, la sociedad seguía limi­
tando su libertad imaginativa, siguiendo “reglas de gusto” que la
vanguardia terminó por abolir. Si Víctor Hugo pudo decir : J’ai
mis un bonnet rouge au vieux dictionnaire”, todavía Laforgue
podía sorprender en 1885 al rimar tomheau, palabra de tanto pres­
tigio literario, con ¡avaho, o escandalizar con juegos lingiiístico-
eróticos:

la fleur se fuñe, 6 fiancée?

en “Complainte du vent qui s ’ennuie la nuil”. T. S. Eliot y Ezra


Pound reconocieron copio maestro a Laforgue, a quien se ha con­
siderado decadente tanto por su temática como por dislocar la li
frase, hacer comparaciones inesperadas, jugar con la métrica y la f
rima. J

i
*
i

4 }

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