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Lira, E. (1991).

Psicología política de la amenaza y el miedo

La opresión, la violencia y el miedo han sido elementos que han sufrido de forma
transversal una gran parte de los habitantes de Latinoamérica. En este contexto, las
dictaduras cívico militares ocurridas en el continente cambiaron las formas tradicionales de
implementación de violencia, ya que la represión ejercida se realizaba en función de
criterios ideológicos a los que adscribían ciertos sujetos.

Ante la presencia de amenazas políticas recurrentes, dentro de la población -y no solo en las


personas que sufrieron algún tipo de vulneración a sus derechos humanos-se generó un
miedo crónico, el cual podría caracterizarse como un estado regular de alerta ante peligros,
que en este caso serían de origen externo. Este miedo generalizado tuvo repercusiones en
los pensamientos y los comportamientos de los sujetos, mediado por un contexto en el que,
por ejemplo, existe la posibilidad de sufrir algún tipo de vejación, la pérdida de seres
queridos/as, e incluso la propia muerte.

La represión ejercida sistemáticamente durante las dictaduras modificó sustancialmente las


relaciones en el ámbito público, ya que la noción de lo siniestro -entendida en Freud como
un quiebre en los límites existentes entre realidad y fantasía- era algo mal apreciado en las
relaciones entre individuos.

Comisión de Investigación Psicoanalítica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (1986)


afirmó que

"La realidad nos muestra que en una sociedad que emerge de un período de represión
política están presentes las secuelas que dejan la existencia de desaparecidos, de asesinados,
de torturados, de exiliados que se separan definitivamente de sus familias y también la
existencia de quiénes fueron los instigadores y los ejecutores del aparato represivo, que
siguen viviendo en el país".

Por su parte, Rozitchner (1990) indica

"El terror y la represión ampliaron el límite restringido a lo individual, rompiendo la


separación entre fantasía y realidad, entre enfermedad y salud. Lo que los psicóticos
alucinaban, sus terrores y amenazas destructivas que les hacían vivir en la angustia continua
y en el pavor, se vieron confirmados como ciertos y realmente existentes en las torturas, las
violaciones y los asesinatos. Las construcciones complejas y surrealistas de los psicóticos,
todo lo que la imaginación individual aterrorizada fabulaba como persecución, agresión y
despedazamiento, desarticulación e intrusión, profanación, violación, espionaje,
conminaciones imperativas, repetición obsesiva de un tiempo vivido como infinito en su
continuidad inacabada, todo esto apareció confirmado en la realidad histórica e
institucionalizada del terror y sus laboratorios de horror. Ya no había diferencia entre lo
fabulado y lo real: la realidad histórica misma lo confirmaba como cierto."

Por otro lado, Canetti (1981) señaló: "Entre los tipos de muerte (...) que un pueblo impone a
un individuo pueden distinguirse dos formas principales: una es la expulsión (...) la
separación del grupo de pertenencia y la otra forma es la de matar colectivamente (...) todos
participan en esta muerte (...) nadie está delegado como ejecutor. Toda la comunidad mata."

En relación a lo anterior, es posible referir que los tipos de amenaza de muerte


mencionados por Canetti (1981) tienen posibilidades de ocurrir en las dictaduras. La
expulsión señalada es el exilio, mientras que la muerte es la forma más radical de
exclusión. Por su parte, el encierro -ejecutado por un tercero o “autoaplicado”- sería una
manera de morir de forma gradual.

Becker y Lira (1989) refieren que una vez finalizada la dictadura, el miedo crónico
existente en gran parte de la población se sostuvo, teniendo como principal soporte la
memoria relativa al dolor acaecido durante dicho período.

Igualmente, se puede destacar que la represión política ejercida en esa época trascendió la
los límites geográficos chilenos, lo que daba cuenta de que el poder que poseía la dictadura
era de gran alcance y que contaba con apoyo en distintos lugares del mundo. Esto se puso
de manifiesto, por ejemplo, en los casos de Orlando Letelier y Carlos Prats.

Para muchos/as chilenos/as, el exilio se constituyó en un mecanismo que les permitía


sobrevivir solos/as o junto a sus familias. Los artífices de la dictadura expulsaron del país a
aquellos/as individuos que, desde su perspectiva, se erigían como un peligro para el normal
funcionamiento del Estado chileno. Esto se encontraba acompañado del impedimento para
ingresar al país a las personas que habían salido temporalmente del país, que tuvo lugar
hasta 1981 cuando en el artículo 24 se explicitó que habían personas no deseadas que no
podían regresar por considerarse sujetos que hubiesen comprometido las relaciones
internacionales de Chile con la comunidad internacional. En 1983, aparecieron las primeras
nóminas de personas que podían regresar al país, pero dicho permiso podía ser retirado de
manera unilateral por parte del Estado. Siendo, el 31 de agosto de 1988 el último día de
funcionamiento de una lista de chilenos/as con prohibición de ingreso.

Se refiere que el exilio provocó mucho sufrimiento en las personas que fueron excluidas del
país. En este sentido, se ejemplifica con el caso de un niño, Paulo. A continuación, aparece
su relato y el de sus padres descrito por Openhaym y Vergara (1987)

La edad de Paulo es lo que hemos estado fuera de Chile. Siempre pensamos acaso volver a
Chile será tan difícil para él como lo fue para nosotros venir a Suecia..." Las imágenes
muestran al niño integrado con otros niños, en Suecia, quienes al despedirse le dicen: "que
lo pases bien en Chile es allí donde tú perteneces, así que es mejor para tí que vivas allá". A
los meses de su llegada, Paulo dice: "a lo mejor he llorado. Me encierro en el baño y pienso
que no me ha ido bien en el colegio". En esta breve secuencia el exilio emerge a través de
un niño como un conjunto de pérdidas, Paulo dice que no sabe si es sueco o chileno: "creo
que en Chile me siento a veces como un extranjero,... después pienso en todo lo bueno que
pasó en Suecia, en mis amigos...." Se trata de una situación que condensa el impacto
psicosocial del exilio, sus pérdidas y ganancias, su dolor y ambivalencia.
 El exilio es
definido como una situación de violación a los derechos humanos: "esto es un dolor que va
a arrastrar Chile por mucho tiempo, el dolor de salir y el dolor de regresar, porque regresar
también duele."96

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