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ACROSTICO: AREQUIPA

Arequipa, pueblo peruano,

Riqueza generosa de costumbre inigualable,

Entiendo ahora porque quieren volver a tí

Querida y bella parte del Perú.

Una vez más admiro tu riqueza gastronómica,

Impresionante lugares turísticos que posees,

Poderosa cuna de héroes, devotos, poetas y más,

Anhelado recuerdo me llevaré de tí por siempre.


El hijo del Misti (Arequipa)
Un día la corteza terrestre vio nacer a un cerro llamado hijo del Misti, por estar muy cerca de su padre.
El padre de alegría expulso cenizas, vapor de agua, lava fuego. Al finalizar la cresta de la tierra se vio
mortificada, el padre había perdido en ese alborozado momento, la parte cónica de su belleza
singular. Con el transcurso de los años, la alarma creció el misticito estaba creciendo en un lugar mal
ubicado, donde provocaría que su padre erupcione y además el Chachani pelee con el misticito, su
sobrino, para existir y como es normal su hermano el Misti saldría en defensa de su hijo y se
produciría un gran enfrentamiento y la pelea se expandiría al Pichu Pichu y otros volcanes.

Hijo del Misti


Los primeros en evitar que este siga creciendo fueron los gentiles que vivían en las laderas del río
chili, estos se abrumaron y pensaron que lo mejor sería irse a vivir a otro lugar, pero del
firmamento apareció unos objetos brillantes, con muchas luces azuladas, verdosas, estas naves
silenciosas bajaron y se posaron muy cerca de los gentiles, de esta salieron unos hombrecitos
pequeños del tamaño de los gentiles, ellos hicieron amistad conversaron lo necesario y ambos se
despidieron a cumplir cada con su promesa.

Todos los gentiles bajaron de la superficie de la tierra varios kilómetros y así llegaron al centro de la
tierra. Ellos pronunciaron palabras mágicas con lo que consiguieron atraer mucho oro en los
bolsillos.

Al regresar a sus casas empezaron a fabricar con este mineral eslabones abiertos a su extremo, tal
como era lo convenido con aquellos, Hombrecillos.

Pasaron varios meses hasta que un atardecer todos los gentiles caminaron en dirección al Misticito
y allí se reunieron llevando sus eslabones y más noche ya habían formado una larga cadena de oro,
con lo que encadenaron al hijo del Misti con varias vueltas.

Al finalizar esta promesa, las naves silenciosas al ver que los gentiles habían cumplido su promesa
empezaron a lanzar desde sus naves un rayo de fuego a la tierra abriendo grietas profundas y así
fue como cortaron las raíces del Misticito. Terminando con esta promesa ambos se despidieron y
muy satisfechos.
Han pasado miles de años, los gentiles han desaparecido de la faz de la tierra, el Misticito empezó a
hacer fuerza queriendo romper la cadena, y por las noches se veía desde lejos que el Misticito
botaba leguas de fuego por la cintura y además se escuchaba de él "voy a crecer tan grande como
mi Padre".

Un arriero que fue testigo de esto, se dirigió a la ciudad a decir a todos los arequipeños, que el
Misticito tiene mucho poder y que todos de la ciudad deben evitar su crecimiento cruzando su
cuerpo con fajas de fierro, amarrándolo y así nunca llegue a ser como su padre el Misti.

Fue un padre Sabuesa quien detuvo el crecimiento del pequeño volcán, mandando a construir unos
enormes zunchos de fierro y con ellos amarró al Misticito de tal manera que ya no pueda crecer.
EL GAÑÁN
¡Ya se ha muerto el Gañán!,
se quedó solo el patrón,
se quedó sola la yunta,
se quedó solo el canchón.

Ya no habrá quien madrugue;


está balando la yunta ,
no le trayen su tercio de chala,
no le trayen su ración.

No viene el caminar lento,


ese obligado tormento
se está muriendo de pena,
cómo extraña a su aijón.

Se van a secar las coyundas,


se va a rajar ese yugo;
cómo se oxidará ese apero
cómo se resecará el barsón

Nadie consuela a la yunta,


no se levanta del suelo,
está perdiendo el resuello
de tanto mirar al pantión.

Quién hará ese barbecho,


ni ese surqueo derecho;
cómo harán ese melgueo,
quién recibira la ración.

Quién ordenará ese muyuri,


quién las chullas sacará;
no desensurainarán la ambona,
se acabó el mejor peón.

Se acabó el loncco huesudo,


el loncco de duros callos;
aquél que doblegó la tierra
hoy descansa en el pantión.

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