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OMS (WHO, 2004), señala que los cuidados paliativos constituyen un abordaje

destinado a mejorar la calidad de vida de los pacientes y sus familiares, que afrontan
los problemas asociados a una enfermedad amenazadora para la vida, a través de la
prevención y paliación del sufrimiento, por medio de la identificación precoz, y la
evaluación y tratamiento cuidadosos de todas las problemáticas que afectan al
enfermo, sean éstas de tipo somático, emocional, ético, social o de otro tipo.

Es importante destacar dos características: que el sujeto de los cuidados no es sólo el


paciente sino también su familia o personas afectivas, y que la atención que se lleva a
cabo, dado que deben considerarse aspectos diferentes, es esencialmente
interdisciplinar.

Todos deberían, asimismo, estar dispuestos a implicarse, a deliberar con el enfermo y


a responder a sus demandas si éste les interpela. Pero, desde el punto de vista
subjetivo, hay un segundo nivel: el de la valoración de los síntomas psicológicos
refractarios; la prevención precoz de la angustia vital de difícil manejo; la detección
temprana de duelos complicados; la evaluación de los estados de ánimo ansiosos o
depresivos; el tratamiento de los trastornos desadaptativos; la intervención en crisis;
la prevención del burnout, la participación o iniciativa en investigaciones que impliquen
aspectos psicológicos tales como, por ejemplo, el mantenimiento de la esperanza, etc.
Y existe, finalmente, un tercer nivel, en el que un psicólogo externo al servicio tal vez
fuera el profesional más adecuado para valorar la dinámica del equipo y atender a los
profesionales "quemados" (Bayés, 2005).

objetivo básico de minimizar o canalizar el impacto psicológico, que la proximidad de la


muerte puede generar en el paciente, su familia y los profesionales que le atienden.

presencia de una enfermedad avanzada, progresiva, incurable, falta de posibilidades


razonables de respuesta al tratamiento específico, presencia de numerosos problemas
o síntomas intensos, múltiples, multifactoriales y cambiantes, gran impacto emocional
en paciente, familia y equipo terapéutico, muy relacionado con la presencia, explícita o
no, de la muerte y pronóstico de vida inferior a 6 meses.

Tales características suponen una situación de crisis vital única, que el enfermo habrá de enfrentar con los
recursos personales de afrontamiento, que ha desarrollado a lo largo de su vida. Cuando las estrategias de
solución de problemas aprendidas a través de las experiencias, son insuficientes para resolver una situación
amenazante, surge, inevitablemente, el sufrimiento. (Lazarus y Folkman, 1984; Chapman y Gravin, 1993;
Bayés,1998).

La enfermedad afecta a la persona en su totalidad, a todas las áreas de su vida, por lo que nuestra labor será la
evaluación de la vivencia del paciente en torno a estas modificaciones, de los recursos que está utilizando para
hacerse cargo de la situación y del grado de coherencia con sus valores para poder intervenir en la
consecución del mayor bienestar posible.

Es importante tener en cuenta que el punto de partida para alcanzar la correcta


definición de bienestar ha de ser el propio enfermo, por lo que habremos de ser
especialmente cuidadosos con las variables subjetivas, la personalidad y la historia de
vida de cada una de estas personas, tomando como corpus de conocimiento la
investigación realizada en el área y la práctica clínica en el ámbito de los cuidados
paliativos, para poder anticipar y prevenir determinadas situaciones de riesgo.

Además, como se ha mencionado previamente, el trabajo en cuidados paliativos se


realiza con un equipo interdisciplinar, lo que repercute en una atención de calidad para
el paciente y su familia y nos ayuda a los profesionales en el desempeño y logro de
objetivos de cada disciplina.

xplorar recursos de afrontamiento, reforzando los que resulten adaptativos y


modificando los desadaptativos; facilitar la percepción de control del paciente, ya que
la enfermedad les coloca en una situación de indefensión, en un mundo que antes
resultaba predecible y ahora en ocasiones no permite ni si quiera el control del propio
cuerpo; valorar las necesidades de información, facilitar su elaboración e integración
psicológica, así como el manejo de las reacciones que genera. También se realizará
una intervención específica que facilite la comunicación y el apoyo familiar, la
promoción de la autonomía del enfermo y la realización de actividades gratificantes.

El psicólogo se encargará de la evaluación e intervención específica con el objetivo de


facilitar el manejo de reacciones psicológicas que dificultan el proceso de adaptación
del paciente.

Una mención especial requiere la atención a las pérdidas y el duelo. El psicólogo


atiende a los pacientes desde el inicio en un proceso de duelo personal donde las
pérdidas van a ser múltiples y constantes y el tiempo para asimilarlas es muy limitado
lo que dificulta su elaboración, por lo que debe compensarse con otros recursos que
faciliten el proceso de adaptación.

El enfermo comienza con una pérdida de gran impacto, como es la pérdida del estado
de salud y la necesidad de adaptación al estado de enfermedad, que conlleva toda una
serie de pérdidas asociadas: autonomía, funcionalidad, identidad, proyectos, roles,
aficiones, vida social,… y que se resolverán en el afrontamiento de la última gran
pérdida: la pérdida de la propia vida.

Este trabajo pone al profesional en el contacto directo con el sufrimiento del otro, lo
que le recuerda su propia vulnerabilidad, suponiendo un trabajo costoso a nivel
psicológico por la intensidad de las emociones que aparecen y el significado del
momento que se está viviendo. Es una situación de riesgo en la que es imprescindible
la introspección y aprender a manejar y revisar las propias dificultades para poder
seguir atendiendo de forma eficaz a las personas que nos permiten compartir este
momento con ellos, y nos demandan ayuda profesional puesto que en situaciones
límite los recursos suelen encontrarse también al límite.

Teniendo en cuenta estos aspectos, debemos garantizar una atención de excelencia


también al entorno del enfermo, cubriendo sus necesidades de información,
comunicación, expresión emocional,… y en los últimos momentos de la vida,
acompañando en el afrontamiento de la última gran crisis irresoluble a la que tendrán
que enfrentarse de modo individual y como grupo familiar: la muerte y separación
definitiva de su ser querido. Por tanto, es fundamental la atención en el proceso de
preparación para la pérdida y el duelo.

Nuestro compromiso de atención en cuidados paliativos es acompañar hasta el final


para prevenir el sentimiento de soledad y abandono que puede aparecer en estas
situaciones, por tanto debemos cumplirlo con la familia del enfermo hasta garantizar la
adaptación a la vida sin su ser querido, facilitando el proceso de reorganización
familiar.

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