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El Mandato de Montecristi
En el año 2008 en Ecuador se realizó la Nueva Constitución de la República, la misma que surgió
a partir de varios debates de los representantes políticos y que como uno de sus resultados más
relevantes incorporó en la legislación el denominado “mandato ecológico”, que reconoce los
derechos de la Naturaleza. Éstos se encuentran plasmados en los artículos 71, 72, 73 y 74 y por
tal motivo Ecuador se ha establecido como pionero en tomar en cuenta criterios normativos en
lo que respecta al ambiente.
La Naturaleza deja de ser un agregado de objetos que sirven como medios para fines
humanos y pasa a ser un sujeto de derechos, que cuenta con valores intrínsecos.
Se articula el concepto occidental de naturaleza con el tradicional de Pachamama (de
origen andino), a partir de lo que el entendimiento de entorno se amplía y se diversifica.
Se reconoce el derecho de la Naturaleza a la “restauración integral”, estableciendo el
requerimiento de una recuperación de los ecosistemas degradados o modificados a una
condición similar a su estado original.
Valores intrínsecos
La necesidad de reconocer los derechos de la Naturaleza, implica admitir que tiene un valor
propio e independiente del que el ser humano puede asignar. Es decir, la Naturaleza posee un
valor intrínseco, que se puede entender como:
El valor no-instrumental de la Naturaleza, aquel valor que posee en ella por sí sola y para
ella misma sin la búsqueda de fines humanos.
El valor derivado de las propiedades intrínsecas e independientes que tiene la
Naturaleza.
El valor objetivo, propio de cada objeto e independiente de la asignación de valor que
se le puede otorgar.
En cuanto a las consideraciones de valor, los conceptos de valor no-instrumental y valor de las
propiedades intrínsecas, son los que mejor se ajustan a la Constitución de Montecristi, debido a
que en ella, se reconoce a los atributos de la Naturaleza independiente de los humanos y además
contempla que estas cualidades permanecerán aún en ausencia de ellos. La Carta Constitucional
de Montecristi al reconocer el valor intrínseco de la Naturaleza, permite que la Naturaleza sea
considerada un sujeto de derecho. A partir de esto, los derechos que posee, generarán nuevas
obligaciones con el ambiente, por ejemplo, el derecho de vivir en un ambiente sano incluirá el
nuevo enfoque de cuidado de la Naturaleza.
La valoración estética de recursos y ecosistemas es uno de los factores intrínsecos que al ser
subjetivo depende de la percepción humana lo que hace imposible que se valoren
equitativamente los recursos o ecosistemas, provocando que los esfuerzos, programas o
proyectos destinados a la protección y conservación dependan más de que si algo es bonito o
útil que de su vulnerabilidad o prioridad. Dentro de este contexto se incluyen, por ejemplo, las
especies que no pueden satisfacer una necesidad humana, por lo que pierden su valor
económico, y las especies consideradas desagradables o poco llamativas. Al incluir los derechos
de la Naturaleza, se garantiza que las especies y ecosistemas sean protegidos de igual manera,
tomando en cuenta la importancia de cada organismo.
Biocentrismo y antropocentrismo
El biocentrismo establece que toda vida tiene valor, mientras que, el antropocentrismo centra
al ser humano, sus ideas, necesidades e intereses en medio de todas las cosas, priorizando la
existencia humana y su superioridad frente a otras especies. Bajo este último concepto, la
Naturaleza no puede tener derechos porque es un objeto sin valor propio. El antropocentrismo
es la base del concepto del desarrollo actual, en donde se prioriza la explotación y manipulación
de recursos, por ello, la inclusión del biocentrismo genera polémica ya que ataca a la base de la
cultura actual.
En los derechos de la Naturaleza se menciona que las especies pueden aprovechar el entorno
natural para el desarrollo de sus procesos vitales, incluida la especie humana, la cual puede dar
uso de la naturaleza en pro de su calidad de vida, sin que haya una destrucción, es decir, que a
partir de ideas haya una sustentabilidad en donde a los ecosistemas se les atribuya la debida
importancia. Los recursos naturales se pueden consumir, pero de una forma regulada y
sustentable, considerando a la Naturaleza como algo que no es duradero y que llegará a un
punto de extinción.
Recientemente se han planteado posturas sobre la Pachamama, algunas de ellas merecen ser
analizadas, como el caso ideológico de David Choquehuanca, Ministro de Relaciones Exteriores
en Bolivia, que dijo “Para nosotros los indígenas, lo más importante es la vida, el hombre está
en último lugar, para nosotros lo más importante son los cerros, nuestros ríos, nuestro aire. En
primer lugar, están las mariposas, las hormigas, están las estrellas, nuestros cerros y en último
lugar está el hombre”. Aunque su ideología es de apariencia biocéntrica, su posición promueve
la desigualdad entre los seres vivos, mientras que los defensores del biocentrismo reconocen
los valores propios de la Naturaleza en su totalidad sin asignar mayor valor a unos que a otros.
Seguir la postura de Choquehuanca no resulta factible ya que su ideología extrema no está en
concordancia con el concepto de Pachamama.
El derecho humano a un ambiente sano conlleva a la justicia ambiental, que se centra en cómo
son afectadas las personas en una situación que englobe al medio ambiente. Sin embargo, si se
tomaran los derechos de la Naturaleza en serio, se plantearía otro tipo de justicia llamado
Justicia ecológica, la cual difiere de la anterior al enfocarse en una Naturaleza como sujeto con
el objetivo de mantener la integridad y restaurar ecosistemas afectados independientemente
de su costo económico. El objetivo de la justicia ecológica no es cobrar multas o
indemnizaciones, pues estas competen a la justicia ambiental.
Desde diferentes perspectivas podemos llegar a una justicia ecología, incluso con las
perspectivas que no aceptan a la naturaleza sea sujeto de derechos, una crítica apela a la
capacidad de la naturaleza de defenderse a sí misma, siendo en estos casos que los derechos de
la Naturaleza permiten a los humanos actuar como representantes.
El presidente Evo Morales en los últimos meses, ha insistido en enfocar los derechos de la Madre
Tierra a una escala planetaria, criticando el papel de las naciones industrializadas en el cambio
climático, pero es sorpréndete que este reclamo se lo haga a una escala planetaria sin ver la
misma preocupación dentro del país, como ya lo han venido denunciando distintas
organizaciones, existe un creciente deterioro ambiental dentro de Bolivia, existiendo una
disonancia radical de los derechos de la Madre Tierra a escala global y a escala local.
Actualmente los estilos de desarrollo en América latina rechazan frontalmente los derechos de
la Naturaleza, debido al pensamiento de que primero se debe crecer económicamente y una vez
resueltos los problemas sociales, se podría comenzar a preocuparse por el ambiente. Este
pensamiento se puede observar desde gobiernos progresistas hasta conservadores los cuales
repiten estilos de desarrollo con intensos impactos ambientales. Al obedecer los derechos de la
Naturaleza se impondría un cambio de rumbo en el desarrollo de los países de Latinoamérica,
desacoplando el sendero extractivista para un enfoque en la calidad de vida y conservación de
la naturaleza.
Conclusiones:
De todas las concepciones y posturas que hemos mencionado anteriormente se puede decir
que, las más sobresalientes son las que consideran al hombre dentro de la naturaleza, es decir
un equilibrio entre todo, sin que haya la exterminación y destrucción competa de esta pero
tampoco que el hombre se quede sin satisfacer sus necesidades básicas.
Ecuador se destaca porque es uno de los pocos países latinoamericanos que considera
importante al medio ambiente, sin embargo, falta que se efectúe lo planteado en la
Constitución, ya que todavía el pensamiento progresista y el crecimiento económico está
arraigado en los ideales de las personas.
Bibliografía: