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IV.

- ECONOMÍA POLÍTICA Y BIOPOLÍTICA

Las transformaciones de las formas del poder moderno y por tanto de capacidad de disposición de los cuerpos,
trabajados por Foucault representan los cambios exigidos por las formas de producción y valorización del
capital que la gubernamentalidad liberal hace posible: desde el cuerpo del soberano, las estrategias de
disciplinamiento hasta los contemporáneos dispositivos de control biopolítico. El capitalismo, entonces parece
ser una palabra necesaria a esta relación, el capitalismo es biopolítico, pues desde su origen estuvo centrado
en el cuerpo. Pero, también la biopolítica es capitalista porque, en primer lugar, se alimenta de la extracción
de fuerza útil de los cuerpos y los abandona cuando no requiere de ellos. La relación entre Marx y Foucault ha
sido una relación poco explorada en la puesta en escena de la categoría de biopolítica. En estos textos, se
aborda la relación entre la biopolítica o el biopoder y la crítica a la economía política; entre la gestión de la
vida y la fuerza de trabajo.

El texto de Damián Pierbattisti, propone la vinulación entre la biopolítica y la ley de acumulación capitalista,
“que produce aquello que Marx llama ‘ejército industrial de reserva’” lo que repercute en la manera de
intervenir “el ordenamiento social de los cuerpos”. Desde una perspectiva muy similar, el texto de Isabel
Cassigoli, plantea los “anudamientos entre las formas económico-políticas del capital y la vida”, es decir,
señala ciertas vinculaciones que la crítica a la economía política tiene con la noción de biopoder a través de
un concepto clave que es el de “fuerza de trabajo”. Desde la categoría de labor de Hannah Arendt, Carlos
Casanova interroga las nociones de trabajo y vida en Marx. Para Arendt -según el autor-, habría en Marx “una
cierta antropología, que define lo humano como viviente que labora” El trabajo, y no cualquier trabajo, sino
la fuerza de trabajo, “es la actividad vinculada al ciclo de la vida biológica cuyo agente de producción es el
proletario, esto es, aquel que no se define por ninguna profesión en particular, puesto que sólo cuenta con su
fuerza de trabajo como potencia genérica indeterminada”.

Las variantes respecto a las prácticas de subjetivación liberal y la neoliberal, incrementan aún más la
composición orgánica del capital y por tanto inciden en la producción de una población necesaria y otra
superflua y la necesidad de intervenirlas o abandonarlas. El capitalismo y el liberalismo, favorecieron la libre
circulación no sólo de mercancías, sino también de personas. Desde fines del siglo XIX, la asociación entre
“problematizar la “vitalidad” de los colectivos humanos (la higiene social, la eugenesia, la medicina clínica)”, y
la gubernamentalidad, asistieron a la manera de “encauzar de manera eficaz la ‘cuestión social’”, y es lo que
analiza Victoria Haidar en el caso particular de la Argentina, entre 1890 y 1915.
Mecanismos disciplinarios, dispositivos de poder y neoliberalismo: formas de
intervención sobre la fuerza de trabajo
Autor(es): Pierbattisti, Damián

Pierbattisti, Damián. Lic. en Sociología de la U.B.A. y Dr. en Sociología de l’Université de Paris I (Panthéon-
Sorbonne). Actualmente es becario post-doctoral del Conicet.

"Indudablemente, la voluntad del capitalista consiste en embolsarse lo más que pueda. Y lo que hay que hacer
no es discurrir acerca de lo que quiere, sino investigar lo que puede, los límites de este poder y elcarácter de
estos límites" (Karl Marx)[1]

Introducción

En el campo de las Ciencias Sociales es muy difícil evitar que la difusión de ciertos conceptos se encuentre
desprovista de cierta "complicidad espúrea". Cuando hablamos de "liberalismo" y particularmente de
"neoliberalismo" involucramos, voluntaria o involuntariamente, distintas dimensiones sociales, de muy
distinto orden y de manera no pocas veces equívoca. Es así como suele entenderse por tal concepto cierta
forma, o momento, de la acumulación capitalista, la abolición de todo tipo de regulación económica, la
flexibilización de las leyes laborales, etcétera.

En este artículo propondré abordar el tránsito del liberalismo clásico a lo que habitualmente se denomina
"neoliberalismo" desde la perspectiva desarrollada por Michel Foucault durante los años 1977-1979, cuyas
investigaciones se cristalizan en los dos últimos Seminarios publicados en Francia en octubre de 2004.[2]

Concretamente, me interesa señalar cuáles son las dimensiones que construyó Foucault para analizar el
tránsito de un concepto al otro a partir, fundamentalmente, de una mutación epistemológica que
analizaremos detalladamente: la transformación de la noción de salario en ingreso como fundamento material
de la teoría del capital humano y la construcción de la noción de "empresario de sí mismo".

En lo que concierne a este último punto, quisiera aportar algunas consideraciones a la forma que asumió, en
nuestro país, la expansión de tal teoría a partir de la ofensiva capitalista puesta de manifiesto en la política
llamada de privatizaciones y en la gestión de la fuerza de trabajo que resulta de tal proceso social.

Pero para poder abordar con el rigor pertinente, y necesario, el tránsito que aquí nos ocupa, desde la
perspectiva desarrollada por Michel Foucault, debemos hacer un poco de historia y analizar por qué, para el
investigador francés, el liberalismo es antes que nada una doctrina de gobierno. Tal punto de partida nos
obliga a exponer la relación que guarda el liberalismo con las disciplinas, para que podamos comprender la
forma que asume la producción regulada de la libertad. Esto último guarda una relación directa con espíritu
de tal doctrina de gobierno: el liberalismo es la doctrina de poder propia del panoptismo.

Liberalismo y biopolítica: el problema de gobernar multiplicidades

Al inicio de Seguridad, Territorio, Población, Foucault adelanta la preocupación que atravesará aquel brillante
curso del ciclo lectivo 1977-1978. Abordará tres grandes ejes investigativos, estudiados hasta ese momento,
y la relación que los mismos guardan entre sí. Aclaremos este punto:
Se podría decir, a simple vista y de forma esquemática: la soberanía se ejerce en los límites de un territorio, la
disciplina se ejerce sobre el cuerpo de los individuos y la seguridad sobre el conjunto de la población. Límites
del territorio, cuerpo de los individuos, conjunto de una población. Puede ser así, pero esto no pega. Y esto
no pega porque el problema de las multiplicidades es un problema que se encuentra a propósito de la
soberanía y a propósito de la disciplina […] La disciplina se ejerce, por supuesto, sobre el cuerpo de los
individuos, pero yo intenté mostrarles cómo, de hecho, el individuo no es en la disciplina el dato primero sobre
la cual esta se ejercía. Hay disciplina solamente en la medida en que hay una multiplicidad y un fin, o un
objetivo, o un resultado por obtener a partir de tal multiplicidad. La disciplina escolar, militar, también penal,
la disciplina en los talleres, la disciplina obrera, es una cierta manera de administrar la multiplicidad, de
organizarla, de fijar sus puntos de implantación, las trayectorias laterales u horizontales, verticales y
piramidales, la jerarquía, etcétera. El individuo es, para la disciplina, mucho más cierta manera de recortar la
multiplicidad que la materia prima a partir de la cual se la construye. La disciplina es un modo de
individualización de las multiplicidades y no algo que, a partir de los individuos trabajados a título individual,
construiría una suerte de edificios de múltiples elementos. Por lo tanto, tanto la soberanía como la disciplina
y la seguridad conciernen a multiplicidades[3].

Foucault en este Seminario intentará historizar una de las preocupaciones centrales de Occidente desde el
siglo XVII en adelante. Tal preocupación no es otra que la noción moderna de "gobierno" en tanto que
posibilidad de administrar tales multiplicidades a partir de la evolución, o sofisticación, de ciertas tecnologías
de poder y la forma en la que éstas se articulan.[4]

Tomemos por caso el observable que construye Foucault para explicar la irrupción de la noción de "población",
entre los siglos XVII y XVIII y las tecnologías de poder propias asociadas a tal desarrollo. Para ello analizará la
forma en la que los fisiócratas intentarán resolver el problema de la escasez de granos. Escasez, por otra parte,
cuyos peligros remiten a dos niveles que deben ser atendidos al mismo tiempo: a) el problema de la falta de
alimentos; b) la amenaza permanente de grandes revueltas.

¿Qué hacer entonces frente a la posibilidad de acaparamiento de granos? La solución ya no se encuentra


próxima a los recursos propios de los que se hubiese servido el poder soberano, mediante la confiscación de
los productos faltantes. Si faltan granos, si los productores que acopiaron el producto escaso ante una mala
cosecha no deciden ofrecerla en el mercado especulando con el aumento de su precio, de lo que se trata,
entonces, es de abrir la importación, alentar el ingreso de granos de otros mercados para forzar a los
productores locales a revisar su posición.

La irrupción de la población como problema, como sujeto político con características propias, anuda el objetivo
del gobierno con las riquezas que produce un territorio determinado a través de un término que hoy
difícilmente pueda ser asociado a su sentido original:

La constitución de un saber de gobierno es absolutamente indisociable de la constitución de un saber de todos


los procesos que giran alrededor de la población en el más amplio sentido del término, lo que se llama
precisamente la ‘economía’ […] La economía política pudo constituirse a partir del momento en el que, entre
los diferentes elementos de la riqueza, apareció un nuevo sujeto que era la población. Es a partir de tomar
esta red continua y múltiple de relaciones entre la población, el territorio y la riqueza que se constituirá una
ciencia que se llama ‘economía política’ y, al mismo tiempo, un tipo de intervención característico del
gobierno, el cual será la intervención en el campo de la economía y de la población. En resumen, el paso de
un arte de gobernar a una ciencia política, el paso de un régimen dominado por las estructuras de soberanía
a un régimen dominado por las técnicas de gobierno se producen en el siglo XVIII alrededor de la población y,
en consecuencia, alrededor del nacimiento de la economía política[5].
Seguridad-población-gobierno. Sobre este eje se constituyen, edifican y expanden una serie de mecanismos
cuya articulación sostiene el desarrollo capitalista: la población se constituye como problema que ofrece
ciertas regularidades inherentes a su condición y que requiere formas de intervención específicas
(incrementar la tasa de nacimientos y registrar las causas de las defunciones, elaborar formas de prevenir las
enfermedades y evitar los contagios, etcétera.); pero también encontramos las multiplicidades inherentes a
su composición, objeto de intervención del poder disciplinario. Por esto mismo es preciso analizar la
articulación de los dispositivos de seguridad con los mecanismos disciplinarios a partir de la preocupación
acerca de cómo administrar la creciente heterogeneidad que presenta el esbozo de la ciudad capitalista. Tal
punto de articulación estará determinado no sólo por los alcances diferenciados a los que pueden acceder
tanto los mecanismos disciplinarios cuanto los dispositivos de seguridad: es el objetivo mismo del tipo de
intervención el que los une desde los extremos. Las disciplinas son "centrípetas", recortan un espacio donde
poder ejercer el minucioso despliegue de sus mecanismos. Deben aislar, encerrar, apartar los cuerpos
circunscribiéndolos en un territorio restringido donde sea posible la "anatomía política del detalle"[6] que las
caracteriza. Una célula - un cuerpo. La mirada y el registro sus instrumentos por antonomasia.

Los dispositivos de poder, opuestos en un todo, son "centrífugos"; abren el espacio de intervención porque su
objeto es una totalidad en movimiento cuya conexiones internas, necesariamente, se encuentran
deslocalizadas. Las localizaciones son observables que se construyen a la vez que la población aparece, cada
vez con mayor claridad, como preocupación político-tecnológica:

Se integran sin cesar nuevos elementos, se integra la producción, la psicología, los comportamientos, las
maneras de hacer de los productores, de los compradores, de los consumidores, de los importadores, de los
exportadores, se integra el mercado mundial. Se trata, pues, de organizar, o en todo caso dejar que se
organicen circuitos cada vez más amplios[7].

Llave para la segunda diferencia, la que anima desde su interior la posibilidad de producir esa compleja
doctrina de gobierno, el liberalismo. Las disciplinas reglamentan todo sin dejar el más mínimo detalle, y sobre
todo esto último, librado al azar; desplazan la lógica de lo permitido-prohibido presente en el campo jurídico
a lo prescripto-prohibido. Las disciplinas, aquello que las constituye y define, es la reglamentación de toda
actividad humana; motivo por el cual aquello que no fue taxativamente prescripto deviene expresamente
prohibido. Pero por el contrario, el dispositivo de seguridad "deja hacer", permite el aumento de los precios
para tratar la escasez, no impide que ciertos procesos que hacen al desarrollo mismo de la población se
manifiesten en todo su esplendor. La seguridad, su precondición misma de irrupción histórica, de formulación
en tanto que problema, implica la aparición de la libertad y fundamentalmente de la libre circulación de
personas, bienes y cosas: de allí, entonces, que la ciudad moderna sea su hermana melliza.

Esta libertad, a la vez ideología y técnica de gobierno, debe ser comprendida al interior de las mutaciones y
transformaciones de las tecnologías de poder. De una forma más precisa y particular, la libertad no es otra
cosa que el correlato de la implementación de los dispositivos de seguridad. Un dispositivo de seguridad sólo
puede funcionar correctamente bajo la condición de que se lo provea de algo que es la libertad, en el sentido
que este término toma en el siglo XVIII: ya no más las franquicias y los privilegios ligados a una persona sino la
posibilidad de movimiento, desplazamiento, circulación de gente y de cosas. Es esta libertad de circulación,
en el más amplio sentido del término, que es necesario entender por el término ‘libertad’, y comprenderla en
tanto que uno de los rostros, de los aspectos, de las dimensiones de la implementación de los dispositivos de
seguridad[8].

No sería correcto pasar al análisis de la producción, regulada, de la libertad sin incluir la variable que nos
permita, finalmente, articular los mecanismos disciplinarios y los dispositivos de seguridad. Comenzamos a
ver que el diseño mismo de la ciudad estará atado al destino que la evolución del comercio imprimió,
indudablemente, tanto a la acumulación de cuerpos como a la acumulación de capital. Pero debemos avanzar
en el conocimiento de la forma en la que se vuelve operacionalizable el registro de los gestos recortados en el
espacio reticulado por el poder disciplinario. Y a su vez establecer una íntima correspondencia con esta
tendencia centrífuga que caracteriza a los dispositivos de seguridad. Imposible, entonces, eludir el concepto
de "normalización"[9].

La disciplina descompone, fragmenta, analiza, y fundamentalmente registra, abriendo un campo que


comunica dos ámbitos diferenciados: el ámbito de lo perceptible con el de lo modificable; instancias estas que
a su vez no pueden escindirse de un cierto objetivo a partir del cual la actividad humana deviene susceptible
de ser analizada (observada, registrada y clasificada) hasta el extremo límite del más nimio de los detalles
(jamás carente de importancia).[10]

La norma construye una clara y tajante división entre dos poblaciones: aquellos que son juzgados en tanto que
"capaces", "aptos", "normales" y los que, por la razón que fuese, son considerados como sus contrarios
exactos. La solidez de la expansión de las disciplinas es paralela a la legitimidad que va cobrando socialmente
el modelo de conductas y comportamientos que se deriva de ellas, donde la división entre lo normal y lo
patológico remite al lugar que ocupa cada cuerpo-sujeto a un determinado esquema de comportamiento.

En definitiva, Foucault se ocupa de investigar cuáles son las acciones sociales, a partir de cierto modelo que
asume la forma de norma, que serán consideradas como adecuadas, propias de cierta configuración (lo
normal), siendo su contrario todo aquello que cae fuera de tal esquema. Precisamente porque el carácter
intrínseco de la expansión del poder disciplinario involucra el espacio de la sanción y de la corrección antes
que el de la punición y del castigo ligada al campo jurídico, bajo la forma del derecho penal, la corrección
ocupa un lugar central para esta particular modalidad de intervención sobre los cuerpos: corregir para usar
más y mejor es la consigna. "Dicho de otra forma: hay un carácter primitivamente prescriptivo de la norma y
es con respecto a esta norma impuesta que la determinación y el señalamiento de lo normal y de lo anormal
devienen posibles".[11]

Veamos cuál es la particularidad que presenta la normalización en un dispositivo de seguridad.[12] Tanto


frente a la peste como ante la lepra[13], el poder disciplinario opera una clara diferenciación entre el enfermo
y aquel que no lo está, intentando preservar a la población sana de todo posible contagio de la enfermedad.
Más allá de los procedimientos diferenciados, de las distintas formas de intervenir sobre los cuerpos
alcanzados por una enfermedad u otra, ambos modelos comparten la forma cruda y tajante en la que se
produce la separación entre sanos y enfermos.

Para explicar el desplazamiento que opera la irrupción de la población en cuanto al desarrollo de ciertas
innovaciones tecnológicas que hacen a la forma de intervenir los cuerpos, Foucault toma el caso de la
variolización y la vacunación. Esto es central porque para comprender la dimensión que asume tal dispositivo
de poder, debemos apelar a la creciente importancia que irá adquiriendo esta técnica de conocimiento, y de
indagación, propia del Estado moderno íntimamente ligada a la irrupción de la población: la técnica
estadística, que determinaba que la tasa de mortalidad por dicha enfermedad era de 1 sobre 7.782
personas.[14]

Aquello que es juzgado normal en el caso de la epidemia de viruela involucra la densidad misma de la población
como índice de análisis. Por lo tanto, las distribuciones territoriales, su densidad poblacional, su tasa de
mortalidad infantil, sus condiciones de higiene, inciden directamente en la consideración de lo que puede ser
juzgado en tanto que "normal". De allí que remarque Foucault que la medicina intervendrá ya no desde la
epidemiología sino desde la medicina preventiva: ya no se trata de curar, de aislar o recluir, sino de construir
índices de "normalidad" que registren el descenso de la epidemia hasta su posible supresión.
Tenemos con esto, por consiguiente, algo que parte de lo normal y que se sirve de ciertas distribuciones
consideradas, si se quiere, como más normales que las otras. Son estas distribuciones las que servirán de
norma. La norma es un juego al interior de normalidades diferenciales. Lo primero es lo normal y es la norma
lo que se deduce de ello, o es a partir de este estudio de las normalidades que se fija la norma y juega su rol
operatorio. Por lo tanto, yo diría que en este caso no se trata de una normación, en el sentido estricto del
término, sino más bien de una normalización[15].

Así, pues, nos vamos acercando, paulatinamente, a las múltiples formas que involucran tecnologías diferentes
de intervención ya sea sobre los cuerpos o la población y que jamás deberán disociarse de una preocupación
central: el gobierno de las multiplicidades que encierra la población. Pero lo esbozado hasta aquí no indica, ni
mucho menos, que los tránsitos o las diferentes evoluciones, la permanente sofisticación de las tecnologías
de intervención tanto sobre los cuerpos como sobre la población supongan períodos históricos que puedan
cortarse arbitrariamente en "edades" en las cuales se encuentren, únicamente, tales o cuales modelos. Creo
que, precisamente, si algo nos enseña Foucault a los investigadores en Ciencias Sociales es a la necesidad de
articular distintos ámbitos en la producción de lo social con la evolución y sofisticación de las tecnologías de
poder, siempre a partir de un análisis táctico-estratégico[16]:

En consecuencia la idea de un gobierno como gobierno de la población agudiza más aún el problema de la
fundación de la soberanía y agudiza también la necesidad de desarrollar las disciplinas. De modo que es
necesario comprender esto no como el reemplazo de una sociedad de soberanía por una sociedad de
disciplina, y luego una sociedad de disciplina por una sociedad de gobierno. Tenemos, de hecho, un triángulo:
soberanía, disciplina y gestión gubernamental; una gestión gubernamental cuya mira principal es la población
y cuyos mecanismos esenciales son los dispositivos de seguridad […] Por lo tanto es necesario remarcar estos
tres movimientos: gobierno-población-economía política los cuales constituyen, a partir del siglo XVIII, una
serie sólida que, por cierto, aún no fue disociada.[17]

Foucault nos advierte, casi al pasar, sobre un hecho que es central: tanto para los fisiócratas como para Adam
Smith, la libertad remitía al respeto irrestricto a cierta mecánica natural, interna e intrínseca de los procesos
económicos antes que al reconocimiento de libertades individuales, susceptible de inscribirse en el campo
jurídico. Es precisamente esta dimensión la que debe constituir el centro de la preocupación gubernamental:
a partir del conocimiento acabado de la dinámica que adquiere el desenvolvimiento de los procesos
económicos, garantizar que su desarrollo no se vea obstruido por intervención gubernamental alguna.

Pero como ya señaláramos oportunamente, la noción de gobierno no puede escindirse de las multiplicidades
que habitan al interior de la población. A este fenómeno debemos incorporar dos dimensiones que vuelven
mucho más complejo al análisis que estamos llevando a cabo.

Por un lado tales multiplicidades serán portadoras de intereses divergentes; por lo cual, uno de los desafíos
centrales de todo gobierno es lograr encauzar, bajo el criterio que guía a la racionalidad política liberal,
intereses divergentes (contradictorios, incluso) sin que se altere la dinámica misma de los procesos que los
construyen (y los posibilitan).

Por otro lado, el ámbito natural en el que aquellos se expresan es el mercado, un lugar de verdad y de
verificación por excelencia dado que es el intercambio el que determina el valor de las cosas y es aquel el
espacio en el cual la divergencia de intereses se manifiesta con toda claridad.[18] Espacio que, por otra parte,
debe ser mantenido al margen de todo tipo de intervención gubernamental.

Es así entonces como el concepto de libertad va surgiendo de múltiples determinaciones que signan no sólo
su irrupción y su posterior desarrollo, sino la posibilidad misma de aplicación. Analicemos lo que sigue para
acercarnos, paulatinamente, a la comprensión del eje liberalismo-panoptismo que ocupa las investigaciones
de Michel Foucault durante este período:
La libertad en el régimen del liberalismo […] es algo que se fabrica a cada instante. El liberalismo no es lo que
acepta la libertad, es lo que se propone fabricarla a cada instante, suscitarla y producirla con todo un conjunto
de restricciones, problemas de costo que plantea esta fabricación. ¿Cuál será, entonces, el principio de tal
costo de la fabricación de la libertad? El principio de cálculo es lo que se llama la seguridad. Es decir que el
liberalismo, el arte liberal de gobernar, va a encontrarse restringido a determinar, exactamente, en qué
medida y hasta qué punto el interés individual, los diferentes intereses individuales, en lo que tienen de
divergentes los unos de los otros, eventualmente de opuestos, no va a constituir un peligro para el interés de
todos. Problema de seguridad: proteger el interés colectivo contra los intereses individuales. Inversamente lo
mismo: será necesario proteger los intereses individuales contra todo lo que podría aparecer, con respecto a
estos, como invasión viniendo del interés colectivo. Es necesario que la libertad de los procesos económicos
no sea un peligro, un peligro para las empresas, un peligro para los trabajadores. La libertad de los trabajadores
no tiene que devenir un peligro para la empresa y la producción. Hay que evitar que los accidentes
individuales, que todo lo que pueda ocurrirle en la vida a alguien, ya sea la enfermedad o esto que llega de
todas formas y que es la vejez, constituya un peligro para los individuos y para la sociedad. En resumen, que a
todos estos imperativos - vigilar que la mecánica de los intereses no provoque peligro alguno tanto para los
individuos como para la colectividad - les correspondan estrategias de seguridad que son, en cierta forma, el
reverso y la condición misma del liberalismo. La libertad y la seguridad, el juego libertad y seguridad, es lo que
se aloja en el corazón mismo de esta nueva razón gubernamental de la cual yo les di los caracteres generales.
Libertad y seguridad; es esto lo que va a animar, desde su interior, los problemas de lo que yo llamaré la
economía de poder propia del liberalismo[19].

No es paradójico; hace a la producción misma de la libertad sobre la que se apoya el capitalismo, nutre su
fuerza para expandirse: la libertad para que devenga tal necesita ser encauzada, protegida, cercenada,
precisamente para protegerla de su propia expansión sin resguardo de ningún orden.[20] Pero es así como
aparece como reverso de la medalla la dimensión que asume el resguardo de la difusión de la libertad: la
gestión de los peligros, la delgada línea sobre la cual se asientan los mecanismos de seguridad-libertad cuya
pretensión es exponer a la población a la menor cantidad de riesgos posibles. "No hay liberalismo sin cultura
del peligro".[21]

Menos paradójico aún, y sobre la densidad de lo que sigue reposa la lucidez estratégica de este notable
investigador, es que la extensión de los procedimientos de coacción y control van a construirse como la
contrapartida necesaria, y su contrapeso requerido, de las libertades que estamos analizando. Sobre el cuerpo
de los individuos se ejerce esa "anatomía política del detalle". Detalle que, por otra parte, adquiere una
creciente importancia en la medida en que se profundiza la observación de los comportamientos y el control
del proceso productivo deviene cada vez más complejo. La disciplina no intenta la exclusión que encontramos
en el modelo de la lepra. Su objetivo es bien diferente: lejos de apartar, ahora se trata de fijar a los individuos
a diferentes aparatos disciplinarios: la escuela fija al individuo a un aparato que se ocupa de transmitir un
saber establecido, la fábrica fija los cuerpos a un aparato productivo, el hospital psiquiátrico los pone bajo la
tutela de un dispositivo de cura.

La normalización, la corrección y el control se expanden con la callada fuerza que parasita la proclamación de
las grandes libertades, herederos de cuya articulación fuimos construidos en tanto que individuos.

Yo insistí bastante sobre el hecho que estas famosas grandes técnicas disciplinarias que toman a su cargo el
comportamiento de los individuos en el día a día y hasta el más mínimo detalle son exactamente
contemporáneas en su desarrollo, en su explosión, en su diseminación a través de la sociedad, de la edad de
las libertades. Libertad económica, por un lado y liberalismo y técnicas disciplinarias, por el otro: allí se
encuentran dos cosas que están perfectamente ligadas entre sí. Este famoso panóptico que al comienzo de su
vida, en 1792-1795, Bentham presentaba como debiendo ser el procedimiento por el cual se iba a poder, al
interior de instituciones determinadas como las escuelas, los talleres, las prisiones, vigilar la conducta de los
individuos aumentando la rentabilidad, la productividad misma de su actividad; hacia el fin de su vida, en su
proyecto de codificación general de la legislación inglesa, Bentham lo presentará como debiendo ser la
fórmula del gobierno en su conjunto diciendo: "el panóptico es la fórmula misma de un gobierno liberal
porque, en el fondo, qué debe hacer un gobierno? Debe, por supuesto, dejar lugar a todo lo que puede ser la
mecánica natural de los comportamientos y de la producción. Debe dejar el lugar a estos mecanismos y no
debe tener sobre ellos ninguna otra forma de intervención, al menos en primera instancia, que la de vigilancia.
Y es únicamente cuando el gobierno, limitado primero a su función de vigilancia, verá que algo no ocurre como
lo quiere la mecánica general de los comportamientos, de los intercambios, de la vida económica, que deberá
intervenir". El panoptismo no es una mecánica regional y limitada de las instituciones. El panoptismo, para
Bentham, es una fórmula política general que caracteriza a un tipo de gobierno […] Además de la relación
entre las disciplinas y el liberalismo, está también la aparición, en este nuevo arte de gobernar, de mecanismos
que tienen por función producir, insuflar, aumentar las libertades, introducir un plus de libertad por un plus
de control de intervención. Es decir que allí el control no es más, simplemente, como en el caso del
panoptismo, el contrapeso necesario a la libertad. Es su principio motor"[22].

La libertad para su expansión, en tanto que tecnología de poder específica, requiere de la vigilancia y el debido
encauzamiento que hace no sólo a la forma en que esta se expresa y vuelve posible, sino en tanto que
elemento correlativo de los dispositivos de seguridad.

Tales libertades animan, desde su interior, tanto a una doctrina de gobierno que la preconiza desprovista de
toda determinación externa como a la producción de una individualidad acorde al desarrollo la formación
social capitalista. En cierta forma, creo que el párrafo que acabamos de leer resume el proyecto investigativo
que Foucault se propone a principios de 1973: la relación plusvalía-subpoder. De allí el interés por no limitar
este análisis al campo de la fabricación de cuerpos productivos y extender nuestra inquietud a la producción
misma de individualidad. Es decir, creo que es preciso hacer jugar dos niveles perfectamente articulados: la
producción de individualidad, que abarca niveles tan diferentes como la educación escolar, la organización de
lo que se conoce como "familia" y la cristalización del individuo en el campo jurídico, con la relación social que
innegablemente detenta la primacía, la constituye en el motor mismo de la formación social capitalista: la
compra-venta de fuerza de trabajo, dimensión que involucra la permanente creación de cuerpos-fuerza de
trabajo.

A partir de lo expuesto hasta aquí, propongo que pasemos al análisis de los lineamientos generales presentes
en nuestra investigación sobre la privatización de ENTel (Empresa Nacional de Telecomunicaciones) para
poder pensar la posibilidad de extender el esquema teórico expuesto hasta aquí a una situación,
particularmente traumática e inhumana, que toca a nuestra historia reciente

La teoría del Capital Humano en el tránsito del liberalismo al neoliberalismo: las privatizaciones de empresas
públicas en Argentina

Durante la primera mitad de los años 90’, la literatura concerniente al análisis de las privatizaciones estuvo
ampliamente dominada por una preocupación estrictamente económica. No era para menos, dado la
magnitud de bienes sociales acumulados por generaciones enteras en empresas que fueron rematadas de
forma tal que, aún al día de hoy, no hay registro en el mundo de un proceso de características similares.
Durante la segunda mitad de la década pasada - situemos tal punto de inflexión en 1995 - se produce un
desplazamiento sensible hacia el problema que instala, con toda razón, el crecimiento exponencial del
desempleo y la destrucción sistemática de puestos de trabajo.

Recuperando estas dos grandes preocupaciones, mi interés investigativo se orientó a reconstruir la estrategia
de Telefónica para imponer una nueva identidad en el trabajo[23]. Es decir, la forma en la que paulatinamente
se fue construyendo una nueva cultura laboral y los pasos tácticos mediante los cuales tal estrategia se fue
realizando. Por esto mismo me pareció fundamental comenzar por analizar una relación muy particular: la
relación "viejos trabajadores" - "nuevos trabajadores".[24]

De las empresas que asumieron la exENTel a su cargo había, en aquel momento, tres grandes identidades: los
techint, los city-bank y los españoles. El primer grupo detentaba el área de Recursos Humanos, el segundo la
actividad financiera y los últimos la gestión operativa, es decir, la provisión del servicio telefónico. Los exENTel
no presentaban mayores particularidades entre sí para el campo privado, más allá de las evidentes diferencias
que esta enorme población de trabajadores presentara a su interior: si eran técnicos, administrativos o
jerárquicos; antigüedad en la empresa, sexo, edad, etcétera. Para el campo privado todos eran exENTel y eso
era lo único que importaba.

Me pareció central comenzar una investigación desde el problema que instala las identidades en el trabajo
dado que permitió observar varias dimensiones diferentes al mismo tiempo y la forma en la que estas mismas
se articulaban:

a) En primer lugar, advertí con cierta sorpresa inicial la forma en la que eran estigmatizados los exENTel;
estigmatización que, por otra parte, suponía el reverso de una medalla: si los exENTel era "lentos", "vagos",
"perezosos" e "indolentes", la fuerza de trabajo que era reclutada por la empresa estaba constituida por
jóvenes que expresaban los atributos contrarios.[25] A partir de este fenómeno, intenté comenzar a producir
ciertos avances teóricos referidos a la relación capacidad de nombrar - iniciativa política - neutralización
política ante la cual nos enfrentábamos.

b) A su vez el discurso construido por la empresa sobre los exENTel estaba fuertemente impregnado de tintes
biologicistas, propios de los dispositivos de seguridad que se construyen para evitar contagios determinados;
motivo por el cual en el presente artículo intentamos historizar tales dispositivos para que adquieriese sentido
la presente observación. Los exENTel no eran "aptos" para adecuarse a los cambios, portaban el "germen" del
"sindicalismo", podían "contagiar" los "vicios" del Estado a la población "pura" que "venía de afuera",
etcétera.[26]

c) Este último punto me advirtió la difusión de tecnologías morales[27] en el diagrama de poder diseñado por
la empresa para construir nuevos cuerpos en el trabajo. La amenaza de despido no era un factor de coerción
menor en una sociedad donde se triplicó, prácticamente, la tasa de desempleo desde 1990, momento de la
privatización de la empresa, a mayo de 1995.[28]

Tales mutaciones referían a ciertos tránsitos que rediseñaban claramente las relaciones sociales al interior de
la empresa: en primer lugar era evidente el paso del "obsoleto" mundo de lo estatal a la "eficiencia" privada;
consecuencia de esto encontramos la irrupción de un término sumamente interesante que no es otro que el
concepto de "cliente", en detrimento del siempre maltratado "usuario". Pero la noción de cliente no se limita
al individuo que recibe el servicio telefónico y paga su factura. Cliente será también aquel que reciba un cierto
trabajo realizado por no importa quien y que pasará a ser "proveedor interno" si es quien provee de trabajo a
otros.

Es decir que la creación de la noción de "cliente interno" en detrimento del "compañero de trabajo" resignifica
el espacio laboral no sólo a partir de la destrucción de relaciones sociales involucradas en esta mutación
epistemológica extraordinaria sino que también inaugura relaciones sociales de una originalidad
remarcable.[29]

Vemos así la íntima relación existente entre el hecho de detentar la iniciativa política y la capacidad de
construir un nombre. Tal nombre no remite a una calificación determinada sino a un horizonte posible de
conductas cuyos contornos ya están formulados en la atribución de tal acto identitario.
Veamos la mutación epistemológica de mayor importancia o la que, en definitiva, más nos acerca a la
posibilidad de pensar el tránsito al neoliberalismo desde la perspectiva que estamos ofreciendo. Uno de los
pilares sobre los que se fundó la legitimidad del modelo de integración social conocido como "Estado de
Bienestar" era el pleno empleo. Imaginemos el peso que tal noción tenía entre los exENTel: para no pocos de
ellos su desempeño profesional en la empresa del Estado fue la única experiencia laboral que habían tenido
en sus vidas y tampoco eran escasos los que acumulaban 30 o 40 años de trayectoria en la empresa del Estado.
La expropiación que hace Telefónica de la noción "empleo de por vida" constituye uno de los cimientos sobre
los que se edifica tanto una nueva identidad laboral como un modelo de sociedad, lisa y llanamente. La noción
de "empleabilidad", como el concepto que se le opone radicalmente a "empleo de por vida", marca la
profundidad del modelo social que se pretende instalar.

La noción de "empleabilidad" revela, entre muchas otras, dos dimensiones claramente diferenciadas e
intrínsecamente articuladas entre sí. En principio encontramos una suerte de condena, o más correctamente
de punto de partida ya imposible de vulnerar: para trabajar en una empresa privatizada, particularmente
vinculada al núcleo duro del gran capital, todo cuerpo debe soportar la observación permanente que supone
una instancia de examen continuo. Si hubo algo que la empresa se encargó de remarcar permanentemente es
que la antigüedad en la empresa no sólo ya no era un factor de promoción sino que pasaba a ser un concepto
a destruir inmediatamente.

Pero articulado con esto último, la noción de "empleabilidad" instala un tipo de registro que culmina en un
cuerpo atomizado, escindido de los otros de un territorio común y de antigua pertenencia, allí donde la
identidad se formó a partir de un enfrentamiento con otro bien definido; cuerpo sometido a una permanente
instancia de examen, aislado y desgajado por completo de un poder colectivo que era preciso fragmentar al
máximo. La empleabilidad marca la doble acepción que el término "competencia" tiene en la lengua española:
ya nos remitamos a la competencia en tanto que "aptitud"; ya acudamos a ella en cuanto a disputar con otro
por un mismo puesto de trabajo, cual es este caso.

Detengámonos en la empleabilidad como necesidad de renovar permanentemente, para esa mirada sin rostro
que observa y califica todo el tiempo, una serie de aptitudes.

"Ellos trabajan, por supuesto, para tener un salario. Ahora bien, ¿qué es un salario? Un salario es simplemente
un ingreso. Desde el punto de vista del trabajador, el salario no es el precio de venta de su fuerza de trabajo,
es un ingreso. Y entonces allí, los neoliberales [norte]americanos se refieren a la vieja definición que data de
principios del siglo XX y que pertenece a Irving Fisher, quien decía: ¿qué es un ingreso? ¿Cómo puede definirse
un ingreso? Un ingreso es simplemente el producto o el rendimiento de un capital. E inversamente, se llamará
‘capital’ a todo lo que pueda ser, de una manera o de otra, fuente de ingresos futuros. En consecuencia, a
partir de allí si se admite que el salario es un ingreso, el salario es, pues, el ingreso de un capital. Ahora bien,
¿qué es este capital cuyo salario es un ingreso? Es el conjunto de todos los factores físicos, psicológicos, que
vuelven a alguien capaz de ganar tal o cual salario; de suerte que, visto por el lado del trabajador, el trabajo
no es una mercancía reducida por abstracción a la fuerza de trabajo y al tiempo durante el cual se la utiliza.
Descompuesto desde el punto de vista del trabajador, en términos económicos, el trabajo comporta un
capital, es decir, una aptitud, una competencia; como ellos dicen [los neoliberales]: es una ‘máquina’. Y por
otro lado es un ingreso, es decir un salario o más bien un conjunto de salarios; como ellos dicen: un flujo de
salarios.[30]

Así, Foucault marca en la mutación epistemológica que determina considerar al salario como el ingreso que
puede generar un capital uno de los aspectos que determina el tránsito del liberalismo al neoliberalismo.
Observemos que Telefónica no sólo se ocupará de instalar la noción de empleabilidad sino que, a su vez y
paralelamente a esto, elaborará toda una política de poner "fuera de convenio" a trabajadores que accedan a
ciertos escalafones. Esto persiguió, claramente, dos objetivos:
a) Que los trabajadores negociaran en forma individual sus condiciones laborales con la empresa
(particularmente aquellos que detentaban cierta identidad "profesional" y que podían ser reclutados en tanto
que "agentes de cambio").

b) Evitar por todos los medios cualquier tipo de "contaminación" sindical.

De modo tal que lo que observamos es la paulatina construcción de un sujeto a cuyo cuerpo se le otorga,
mediante distintas tecnologías que van desde dispositivos discursivos a cristalizaciones en el campo jurídico,
la potestad, suscitada, para asumirse como un "empresario de sí mismo"[31]. Múltiples intervenciones
convergen en esta extraña figura alentada por un desplazamiento sensible del homo-œconomicus clásico al
neoliberal. Analicemos lo que sigue a continuación:

No es una concepción de la fuerza de trabajo esto que estamos describiendo. Es una concepción del capital-
competencia que recibe, en función de diversas variables, un cierto ingreso que es un salario, un ingreso-
salario, de modo que es el trabajador mismo el que aparece como siendo para él mismo una suerte de
empresa. Y con esto se ha llevado al extremo este elemento que yo les había ya señalado en el neoliberalismo
alemán, y hasta cierto punto en el neoliberalismo francés, esta idea de que el análisis económico debe
reencontrar, como elemento de base de tales desciframientos, no tanto al individuo, no tanto procesos o
mecanismos, sino empresas. Una economía hecha de unidades empresas: es esto que es, a la vez, el principio
de desciframiento ligado al liberalismo y a su propia programación para la racionalización de una sociedad y
de una economía [...] En el neoliberalismo, y esto no solo no se oculta sino que se proclama, reencontraremos
también una teoría del homo œconomicus pero que ya no será un socio del intercambio. El homo œconomicus
es un empresario y un empresario de sí mismo. Y esto es tan verdadero que, prácticamente, será la apuesta
de todos los análisis que hacen los neoliberales de substituir, a cada momento, el homo œconomicus socio
del intercambio por un homo œconomicus empresario de sí mismo, siendo él mismo su propio capital, siendo
para él mismo su propio productor y siendo para él mismo la fuente de sus ingresos.[32]

Vemos esto claramente al analizar los cursos de capacitación de la empresa, fundamentalmente en lo que
concierne tanto a la reificación de las innovaciones tecnológicas cuanto al carácter de examen que las mismas
asumen para la selección de la fuerza de trabajo[33]. Esto en absoluto supone ningún tipo de voluntad de
adherir al "fin del trabajo" o a la universalización de este tipo de lazo. Mi objetivo es más modesto y se limita
a señalar el soporte teórico de cierta concepción de la fuerza de trabajo que se impuso con particular virulencia
en nuestro país y que se prolonga hasta nuestros días sin encontrar obstáculos visibles a su permanente
desarrollo y diversificación.

Pasemos a la elaboración de ciertas consideraciones finales que nos permitan articular la densidad de lo
expuesto, muy brevemente, en este artículo.

Reflexiones Finales

Consideré necesario historizar la relación mecanismos disciplinarios - dispositivos de poder para abordar la
compleja tarea que supone construir, al interior de un espacio físico compartido, dos poblaciones humanas
radicalmente diferentes atravesadas por el mandato de "preservarse de la mezcla". La relectura de la
articulación que intenté exponer de la forma más simple posible, entusiasma a cualquier investigador sensible
en la formación y realización del poder por las formas de intervención que la empresa adoptó sobre la
población exENTel[34]. Y la manera en que, paulatinamente, fue normalizándose una situación de profunda
inhumanidad.

Analicemos la relación "norma", "normal" y "normalizacion". Consideramos que tal articulacion solo es posible
a partir de involucrar el concepto de "iniciativa politica", el cual proviene del campo de la guerra. En tal sentido,
aquello que hace a la norma, los comportamientos susceptibles de ser observados, registrados, controlados y
vigilados que no deban faltar a la fidelidad que el despliegue de tal concepto involucra, no solo fue construido,
deliberadamente, en el espacio de trabajo analizado sino que fue progresivamente reajustado en virtud de los
requerimientos precisos a la forma que debía asumir la producción de plusvalía. Recordemos algo que puede
parecer trivial y de trivial no tiene nada: el objetivo deliberado del dispositivo de poder montado por
Telefónica fue construir cuerpos lo más productivos posible. Es solo a partir de esta premisa que puede
pensarse el diseño de una complejísima estrategia montada para alcanzar tal objetivo. La fidelidad a la norma,
entonces, no puede escindirse de los múltiples logros que va produciendo la empresa al instalar las mutaciones
epistemológicas que construyen el tránsito de una "filosofia empresaria" a otra, de una "cultura" a otra. Así,
la normalización no puede siquiera concebirse por fuera de la intensidad con la que son impuestos tales
cambios y la forma en la estos son asumidos por los cuerpos.

En tal sentido debemos mencionar el peso enorme que tiene la normalizacion del sufrimiento como mecánica
interna al proceso que estamos analizando[35]. La normalización del sufrimiento se articula con el dispositivo
de poder cuyo objetivo es neutralizar políticamente a los cuerpos. ¿Donde observamos tal articulación? En la
medida en que el sufrimiento construye un encierro subjetivo, la imposibilidad de construir un lazo con el otro
a partir de negar el propio sufrimiento para poder "seguir luchándola", obstruye la capacidad de asumir tanto
el sufrimiento propio como el del otro, requisito fundamental para iniciar cualquier tipo de acción colectiva.
Pero esto no debe confundirse, ni sospecharse ni lo que fuere, con cualquier tipo de sanción moral de ningún
orden. La retaguardia de la ofensiva capitalista fue alimentada por dos dimensiones de cuyo permantente
entrelazamiento obtuvo una inocultable eficacia la política de amenaza de despido constante:

a) El aumento exponencia del desempleo.

b) La transformación de las leyes de protección del trabajo.

No obstante, como señalé oportunamente, estas dimensiones no explican mecánicamente la adhesion


voluntaria que generó la empresa a los objetivos comerciales, políticos y de diversa índole que fue imponiendo
a sus "agentes"[36]. Creer que una Organización de estas características suscita semejante energía libidinal
entre los cuerpos sólo a partir del aumento de la tasa de desocupación o de la amenza de despido es un error
garrafal que solo puede justificarse por mera pereza intelectual.

La empresa estimula, suscita, emociona, premia, recompensa y también castiga, construyendo un espacio de
mutuo reconocimiento en torno a objetivos impuestos; investidos libidinalmente de una energía que
fácilmente descarta la unívoca explicación de la amenaza del despido como fuente de tal nivel de
adhesión[37]. De la misma forma que no hay identidad sin el Otro, frente al cual cada sujeto se determina, no
hay identificación sin afecto. Negar o pasar por alto estos núcleos teóricos, supone menospreciar un dato
relevante del que se vale el funcionamiento del poder desde sus fibras más íntimas.

Lo expuesto hasta aquí altera, necesariamente, la noción misma de "dispositivo". Un dispositivo de poder debe
ser observado, tal es mi criterio y como fruto directo de esta investigación concreta, como la forma que asume
la realización política de la victoria de uno de los bandos de la confrontación. En tal sentido, esta conclusión
final anticipa un trabajo futuro, sobre el cual estoy trabajando, que describa una perspectiva crítica de la
lectura que Foucault hace de Clausewitz y que a su vez involucre la premisa teórica que persiguió, orientó e
incluso inspiró esta investigación: "la lucha de clases comienza por un enfrentamiento entre los cuerpos".[38]

"Allí donde hay poder hay resistencia y está jamás está en una posición de exterioridad con respecto al
poder".[39] De acuerdo. Pero fundamentalmente esto último no puede ser escindido jamás ni del
pertrechamiento moral para librar el combate ni de la retaguardia de la cual un combatiente es su expresión
acabada. Es posible que, a partir de los observables recolectados en esta investigación, podamos articular dos
dimensiones que, al menos a mi criterio, mantienen estrechas vinculaciones: el intento de aniquilar la
retaguardia del movimiento obrera mediante el terror genocida y la posibilidad de operacionalizar un
dispositivo de poder cuyos lineamientos generales intenté describir en este artículo. Pero entiéndase bien: no
se trata de formular certezas a partir del peligro especulativo que acecha al entusiasmo; baste pues con
instalar una posible línea investigativa.

Resumamos, pues, la hipótesis que cobra fuerza como avance de esta investigación exploratoria: el
neoliberalismo es la formalización, y la consecuente instrumentalización, de un dispositivo de poder que
supone el momento de la realización política de la victoria del bando que ganó la guerra mediante la voluntad
político-militar de perpetrar un genocidio. De esta forma, la teoría del capital humano y la construcción del
empresario de sí mismo, son producciones tecnológicas fruto de tal determinación, no figuras que las
preceden. Las mutaciones epistemológicas que analizamos no son simpáticos desplazamientos semánticos
que atormentan la afiebrada mente de los estetas del lenguaje: son radicales transformaciones de las
relaciones sociales que alteran la sociabilidad humana y que reposan sobre la normalización de un sufrimiento
callado que hace lazo social de su permanente represión y coacción.

En este artículo intenté, y con toda humildad, abrir la posibilidad de involucrar nuevos observables a la hora
de registrar el enfrentamiento entre los cuerpos a partir de ciertas situaciones. Desde luego esta investigación
exploratoria espera, y requiere, del aporte de aquellos que se sientan convocados por la pasión que inspira el
avance en la construcción de conocimiento y el deber ético de enfrentar lo inhumano que nos circunda.

Acepto que no es poco.

Obras de Michel Foucault

- Libros y Seminarios

- Histoire de la sexualité I. La volonté de savoir. Paris, Ed. Gallimard, 1976. (Historia de la sexualidad. 1. La
voluntad del saber. Buenos Aires, Siglo XXI ed., 1990.)

- Surveiller et punir. Paris, Ed. Gallimard, 1975. (Vigilar y castigar. México, Siglo XXI ed., 1985.)

- Il faut défendre la société. Cours au Collège de France (1976). Paris, Ed. Gallimard-Seuil 1997.

- "La vérité et les formes juridiques". Paris, D.E. I. Quarto-Gallimard (1974). Pags 1406-1514. (La verdad y las
formas jurídicas. México, Gedisa, 1988.)

- "Sécurité, Territoire, Population". Cours au Collège de France (1977-1978). Paris, Ed. Gallimard-Seuil, 2004.
(Seguridad, territorio, población. Buenos Aires, FCE, 2006.)

- "Naissance de la biopolitique". Cours au Collège de France (1978-1979). Paris, Ed. Gallimard-Seuil, 2004.

- Artículos

- "La société punitive" (1973). In Dits et Ecrits I (1954-1975). Ed. Quarto Gallimard, Paris, 1994.

- "Un problème m’intéresse depuis longtemps, c’est celui du système pénal" (1971). In Dits et Ecrits I.

- "L’extension sociale de la norme" (1976). Dits et Ecrits II.

- "Bio-histoire et bio-politique" (1976). Dits et Ecrits II.

- "Le pouvoir, une bête magnifique" (1977). Dits et Ecrits II.

- "La «gouvernementalité»" (1978). Dits et Ecrits II.


- "Naissance de la biopolitique" (1979). Dits et Ecrits II.

Bibliografía General

Clausewitz, K.V.: De la Guerre. Paris, Ed. de Minuit, 1984.

Dejours, C. : La Souffrance en France: la banalisation de l’injustice sociale. Paris, Ed. du Seuil, 1997. (La
banalización de la injusticia social, Buenos Aires, Editorial Topia, 2006.)

- : La psychopathologie du travail. Paris, Ed. Entreprise Moderne d’Édition, 1985.

Dubar, C. : La socialisation. Construction des identités sociales et professionnelles. Paris, Ed. Armand Colin,
1991.

-: La crise des identités. L’interpretation d’une mutation. Paris, Presses Universitaires de France, juin 2000.

Marin, J.C.: La nocion de "polaridad" en los procesos de formacion y realizacion de poder. Serie Teoria - Buenos
Aires, Analisis N°8. CICSO, 1985.

- : Leyendo Clausewitz. Buenos Aires, Serie Teoria N° 12. CICSO, 1984.

Marx, K.: Le capital. Paris, Presses Universitaires de France, 1970. (El capital, México, Siglo XXI ed., 1988)

-: Salario, precio y ganancia. Buenos Aires, Ed. Anteo, 1987.

Pierbattisti, D.: "Destruction et reconstruction des identités au travail en Argentine: la privatisation d’ENTel
1990-2002". Lille, A.N.R.T., 2005.

-: "La privatización de ENTel y la transformación de las identidades en el trabajo: génesis del dispositivo
neoliberal en Argentina 1990-2001". http://www.iigg.fsoc.uba.ar/Publicaciones/JI/JI10.pdf

Sainsaulieu, R.: L’identité au travail. Paris, F.N.S.P., 1991.

[1] Karl Marx: Salario, precio y ganancia. Buenos Aires, Ed. Anteo, 1987, pág. 69. El subrayado pertenece al
original.

[2] Nos referimos a Sécurité, Territoire, Population y Naissance de la biopolitique, ambos publicados por
Gallimard-Seuil, Paris, 2004. Sécurité, Territoire, Population fue recientemente editado en español por el F.C.E.

[3] Michel Foucault, M.: Sécurité, Territoire, Population. Paris, Gallimard-Seuil, 2004, págs. 13-14. En adelante
STP.

[4] Es por este motivo que se remontará a los orígenes mismos del poder pastoral. Foucault remarca que si
bien en el Mediterráneo Oriental ya existía la noción del pastor y del rebaño, el cristianismo inaugura una
nueva forma de Gobierno a partir de dicho modelo. A tales efectos, sugerimos la lectura de las lecciones del
8, 15 y 22 de febrero de 1978.

[5] Michel Foucault: STP, pag 109.

[6] "La disciplina es una anatomía política del detalle". Foucault, M.: Surveiller et punir. Paris, Gallimard, 1975,
pág. 163.

[7] Michel Foucault: STP, pág. 46.

[8] Michel Foucault: STP, pág. 50.


[9] Ver capítulo III de Vigilar y Castigar ("Disciplina") para una adecuada comprensión de la articulación norma
- normal - normalización y las técnicas que caracterizan al poder disciplinario. La lectura del curso final del
Seminario Il faut défendre la société (publicado en español bajo el título Genealogía del racismo) del 17 de
marzo de 1976 permite analizar la evolución que sigue en las investigaciones de Michel Foucault la relación
"mecanismos disciplinarios - dispositivos de seguridad".

[10] En un curso de formación de Telefónica, de julio de 2001, se prescribe la forma en que debe comportarse
el "personal de contacto" (trabajadores que atienden al público), a partir de la caracterización que haya
asumido cada cliente, entre cuatro posibles: "Dominante", "Expresivo", "Conservador" y "Analítico". Mediante
la observación de diversos gestos (tono de voz, ampulosidad en la gestualidad manual, forma de pararse, etc.)
las características que definen a cada una de las tipologías construidas son acompañadas por "sugestiones"
que debe asumir el personal de contacto. Ver mi tesis de doctorado: Destruction et Reconstruction des
identités au travail en Argentine: la privatisation d’ENTel (1990-2002). Lille, Francia, A.N.R.T., 2005. Hay un
ejemplar en la biblioteca de la Facultad de Cs. Sociales de la U.B.A.

[11] Michel Foucault: STP, pág. 59. El autor crea un neologismo y llama a esto "normación", ya no más
"normalización". Ver el curso del 25 de enero de 1978.

[12] Considero central una breve exposición de este problema para comprender la complejidad y la magnitud
del dispositivo que construyó dos poblaciones claramente diferenciadas al momento de la privatización de
ENTEL: los "viejos" y los "nuevos". La intención de mantener a los segundos lo más alejados posible de los
primeros, para no ser "contaminados" ni "contagiados" por los "virus" y los "vicios" del Estado, encuentra su
raíz en el dispositivo que pasaremos a describir oportunamente.

[13] "Contra la peste que es la mezcla, la disciplina hace valer su poder que es de análisis". Michel Foucault:
"Surveiller et punir". Op. Cit. pág. 231. Sobre las diferencias entre ambos modelos, ver el final del capítulo III
("disciplina") de dicha obra: el panoptismo.

[14] Para una lectura en profundidad de la "estadística" en tanto que técnica ligada al ejercicio del poder
estatal, ver particularmente el curso del 15 de marzo de 1978.

[15] Michel Foucault: STP, pág. 65.

[16] Hacia el final expondré algunos comentarios críticos a la lectura que Foucault hace de Clausewitz. Tal
debate merecerá antención en trabajos posteriores.

[17] Michel Foucault: STP, pág. 111.

[18] Este punto constituirá una de las preocupaciones centrales del Seminario de 1978-1979 que lleva por
título "Naissance de la biopolitique"(en adelante NBP). El curso del 17 de enero de 1979 gira en torno a la
siguiente pregunta: ¿cuál es el valor de utilidad del Gobierno y de todas sus acciones en una sociedad en la
que es el intercambio el que determina el valor de las cosas?

[19] Michel Foucault: NBP, págs. 66-67.

[20] Para explicar que la limitación del principio de libertad es la forma que asume la posibilidad de que la
libertad se vuelva operativa, Foucault toma el ejemplo de la libertad de comercio y de la libertad del mercado
de trabajo. Michel Foucault: NBP pags 65-66.

[21] Foucault recuerda la campaña de inicios del siglo XIX sobre las cajas de ahorro, reseñada en la quinta
conferencia de La verdad y las formas jurídicas al momento de referirse a la evolución y desarrollo de las
instituciones de secuestro. Pero extiende el análisis a las campañas que refieren a la relación enfermedad -
higiene, a la sexualidad y el temor al degeneramiento del individuo y la familia, etc. Ver la lección del 24 de
enro de 1979.

[22] Michel Foucault: NBP, págs. 68-69.

[23] Para profundizar, sugiero consultar mi Documento de Trabajo publicado en la página Internet del Instituto
de Investigaciones "Gino Germani" de la U.B.A.: Ver Pierbattisti, D.: "La privatización de ENTel y la
transformación de las identidades en el trabajo: génesis del dispositivo neoliberal en Argentina. 1990-2001".
http://www.iigg.fsoc.uba.ar/Publicaciones/JI/JI10.pdf

[24] Al momento de la privatización se estima que ENTel contaba con una planta de 46.000 trabajadores, que
fueron repartidos en partes iguales entre ambas empresas. Hoy en día, sumando todos los ex-ENTel que se
encuentran trabajando en ambas empresas y subsidiarias, no suman siquiera el 25% de aquel total … Sin que
se produjera ni un solo despido. Más aún, los tristemente célebres "Retiros Voluntarios" a partir de 1995,
momento en el que la gran mayoría de los trabajadores comienza a priorizar la estabilidad laboral (a partir de
los primeros indicios de fracasos rotundos de otros trabajadores que habían optado por aceptarlos para iniciar
diversos negocios privados), pasan a llamarse "Retiros Voluntarios… Inducidos". Tal cristalización semántica
no oculta la capacidad, y el interés, por valerse de ciertos "métodos" para que la "libre" voluntad no sea tan
inflexible. De dónde habrá surgido esta curiosa mutación epistemológica? Que destacamento habrá impuesto
esta peculiar definición?

[25] Que las leyes que expropiaron al movimiento obrero una retaguardia jurídica que daba cuenta de decenas
de años de lucha se llamen de "flexibilidad laboral" no es ninguna casualidad; remite directamente a la
reconstrucción de la ofensiva capitalista que intenté reconstruir en mi tesis de doctorado.

[26] Discurso presente en prácticamente todos los informantes claves, ya se trate de cuadros de Recursos
Humanos de la empresa, empleados de distinto rango o dirigentes sindicales. Desde luego, cambiaba
radicalmente la consideración de cada actor social sobre este discurso desde la posición que cada uno ocupase
en tales registros; sobre lo que no había discusión alguna es que se trataba de un fenómeno que era juzgado
"objetivo" por todos ellos.

[27] Las que no sólo se ocupan de construir al buen trabajador y mantenerlo alejado de aquel que está
contaminado por el virus del sindicalismo; también es preciso remarcar la coerción fundada en la amenaza de
despido y en las múltiples formas de castigo presentes al interior de tal diagrama de poder. Entiendo por
tecnología moral no sólo a la que alude a la construcción de un cuerpo disciplinado sino también a la que
paralelamente construye el desarme moral, entendiendo por esto la expropiación de la voluntad de combatir,
el objetivo de la guerra. Aquí es donde ubico un desplazamiento central de la lectura que Foucault hace de
Clausewitz y que por razones de espacio no trataré en este trabajo.

[28] Según la EPH de octubre de 1990, un mes antes de la privatización de ENTel, la desocupación era del 6,3%.
En mayo de 1995, lapso durante el cual se implementan, al interior de la empresa, los cambios estructurales
que fueron objetos de mi investigación, la tasa de desempleo trepó al 18,4%. Fuente: INDEC.

[29] El término "reconversión" puede ser comprendido desde una matriz identitaria, construida
fundamentalmente a partir de la estigmatización perpetrada por el bando que detentaba la iniciativa política,
pero también como una instancia de examen que llamamos la "táctica de la suposición". Ver mi Documento
de Trabajo ya mencionado.

[30] Michel Foucault: NBP, págs. 229-230. Con respecto e este último punto, me permito remitir al lector al
debate que Marx sostiene con los liberales en el ya citado "Salario, precio y ganancia".
[31] Creo que ahora puede comprenderse el motivo por el cual remarqué que el objetivo de la disciplina es
fijar a los cuerpos a distintos aparatos disciplinarios. La construcción de la noción de "empleabilidad" y de
"empresario de sí mismo" implica, necesaria e ineludiblemente, el correlato de un dispositivo de seguridad
cuyo objetivo será el origen de la reproducción material de la vida de esos cuerpos que ya no accedan al
aparato productivo. Lo cual no quiere decir, en lo más mínimo, que se hayan debilitado las disciplinas, que
debamos reificar los dispositivos de seguridad o que sólo de las nociones mencionadas se deriven los
dispositivos de seguridad que se erigen en tanto que correlatos imprescindibles de las libertades. Sólo quiero
indicar, más a título de futuras investigaciones que a certezas forzadas, que la difusión social de unidades
cuerpo-empresarias puede advertirnos sobre el reforzamiento de ciertos dispositivos de seguridad que
pongan un celo especial en la fidelidad a la disciplina laboral, madre de los hombres decentes. Tan sólo una
advertencia.

[32] Michel Foucault: NBP, págs. 232-233.

[33] En Telecom existió un "Manual de Competencias" que estipulaba los grados de asimilación de ciertos
conceptos que debían encarnarse en cada cuerpo. Se le otorgaba particular importancia a los siguientes
conceptos: "empleabilidad", "pro-actividad", "polivalencia", "flexibilidad" y "autocompetencia".

[34] Me permito remitir al lector a mi Documento de Trabajo para analizar el mandato con el que fueron
investidos los "Jóvenes Profesionales", en tanto que "agentes de cambio", ante los ex-ENTel.

[35] Sugiero la lectura del excelente trabajo del Profesor Christophe Dejours: La banalización de la injusticia
social, Bs. As. , Ed. Topía, 2006.

[36] Retomando la preocupación por observar la forma que asume la imposición de la noción de empresario
de sí mismo, notemos que paralelamente a la imposición de la noción de cliente interno y de empleabilidad,
el trabajador deja de ser tal para pasar a ser un "colaborador" sobre cuyas espaldas pesa el desafío constante
de "autocompetirse a sí mismo".

[37] Soy conciente de que pude acercarme bastante e incluso hasta haber logrado instalar una perspectiva de
investigación. Pero el conocimiento acabado, y riguroso, de cómo un sujeto "se pone la camiseta", creo que
estoy aún muy lejos de lograrlo.

[38] En lo que concierne a mi lectura de Clausewitz, aunque no sólo del general prusiano, soy tributario del
excelente trabajo del Prof. Juan Carlos Marín cuya lectura recomiendo expresamente: Leyendo a Clausewitz.
Serie Teoria N° 12. CICSO. Buenos Aires, 1984. Con respecto a la articulación de los conceptos de Estado,
guerra y lucha de clases, ver Marín, J.C.: La noción de "polaridad" en los procesos de formacion y realizacion
de poder. Buenos Aires, Serie Teoria - Analisis N°8. CICSO, 1985.

[39] Michel Foucault: "Histoire de la sexualité I: La volonté de savoir". Paris, Gallimard, 1976, págs. 125-126.
Marx, Foucault y la biopolítica: la población como efecto de la ley de acumulación capitalista

Damián Pierbattisti

Introducción

En este trabajo intentaré instalar una posible vía investigativa referida a la relación que establezco
entre aquello que se denomina “biopolítica” y la ley de acumulación capitalista que produce aquello que Marx
llama “ejército industrial de reserva”. En efecto, el incremento de la magnitud del capital altera su composición
orgánica a favor de su parte constante y en detrimento de la variable. Este aspecto será central puesto que
repercutirá no solo en la composición de la población sino también en la forma de intervenir sobre el
ordenamiento social de los cuerpos que resulta de dicha ley. En tal sentido, la relación dispositivos de
seguridad – mecanismos disciplinarios constituye una grilla de inteligibilidad sumamente interesante para
abordar este fenómeno.

Por último, aludiré a la teoría del capital humano como una forma determinada y específica de intervención
sobre el capital variable, resultado directo de las innovaciones técnicas que modificaron radicalmente los
medios de producción desde la posguerra hasta nuestros días.

La población en Marx y Foucault

Pensar la relación Marx-Foucault constituye una de las promesas más largamente postergadas de la
investigación sociológica de los últimos veinte años. Las imprescindibles sugerencias teórico-metodológicas
que nos hiciera el filósofo francés, así como la irreverente originalidad con la que construía sus objetos de
estudio, insuflan un comprensible entusiasmo en el ámbito académico de diversas disciplinas pero que choca
frecuentemente con los límites que le impone el campo ensayístico. Ni el mejor de los hermeneutas puede
salvar la evidencia empírica que permita volver observable la formación y realización de la dimensión “poder”.

Creo que la obra de Michel Foucault constituye tal vez uno de los complementos más ricos, sugerentes
e inexplorados de la tradición científica que se funda con las investigaciones de Karl Marx y Federico Engels.
En tal sentido, la rápida expansión de cierto interés por estudiar la biopolítica o el llamado biopoder, así como
las diversas interpretaciones sobre ambos conceptos, nos permite avanzar sobre un aspecto de la producción
de lo social que nos resultará particularmente útil para pensar la prometida relación Marx-Foucault.

Comencemos por formular una pregunta: ¿dónde encontramos el punto de encuentro, la articulación,
el espacio o el vértice, como se prefiera, que ponga en relación inequívoca las investigaciones llevadas a cabo
por ambos investigadores? Pues bien, para nosotros ese punto en común lo constituye el cuerpo humano. Si
para nosotros Foucault es el complemento obligado de Marx para avanzar en las investigaciones científicas
que procuren volver observable la dimensión poder, esto se debe a una razón específica y concreta: Foucault
es quien demuestra, empíricamente, que no basta con expropiarle a un cuerpo los medios de producción para
convertirlo en un trabajador asalariado. Es, entre otras razones, a partir de este complejo operador teórico-
metodológico que Foucault construye, como objeto empírico, la evolución histórica de la disciplina.

Los avances teóricos que Foucault produce en función de una sólida evidencia empírica nos permite
comprender que el cuerpo humano es la superficie sobre la cual inscribirá el poder político su huella indeleble,
pero al mismo tiempo nos advierte que tal inscripción es reversible y sujeta a una permanente confrontación.
El cuerpo, y tal vez este sea su mayor avance y nuestro punto de partida para prolongar su acumulación
investigativa, es un territorio donde se dirime una confrontación por la apropiación de un objeto particular;
tan particular que permite, y exige, la sutil maleabilidad que impone la inestabilidad propia de su naturaleza:
su energía. El objeto de la apropiación es la energía de los cuerpos.
A lo largo del curso lectivo 1977-1978, Foucault expone el vínculo histórico que se establece entre las
nociones de población y biopolítica o, dicho de otra forma, el proceso histórico constituyente del que resulta
una nueva tecnología de poder que tendrá en el cuerpo colectivo de la población su nuevo objeto de
intervención. La forma en la que se organiza la multiplicidad que concentra, indiscriminada, la población que
analiza Foucault exige un tipo de administración, de gobierno, pues, muy particular, que pondrá en sutil
articulación los dispositivos de seguridad, garantía y correlato mismo del principio de libertad que estructura
dicha forma de gobierno, con los mecanismos disciplinarios que nunca dejaron de tener al cuerpo, su
permanente e incansable construcción, como objeto de intervención privilegiado. Los dispositivos de
seguridad y los mecanismos disciplinarios constituyen los dos grandes ejes de una doctrina de gobierno cuya
característica reposa sobre la producción permanente de las libertades. El liberalismo, dicho rápidamente y
sin detenernos en su evolución histórica que Foucault trabajó tanto en Seguridad, Territorio, Población como
en Nacimiento de la biopolítica, es aquella doctrina de gobierno que permite y acompaña la expansión
demográfica, la complejidad y los problemas de la población del siglo XVIII, allí donde el desarrollo de la
incipiente formación social capitalista ya es incontestable.

Es en este punto en donde quisiera formular algunas observaciones críticas respecto de una cierta
lectura dominante referida a lo que se conoce como “biopolítica”. En tal sentido, intentaré articular la
irrupción de la vida como problema político asociada a la expansión demográfica de mediados del siglo XVIII y
a la ley de acumulación capitalista sobre la que se apoya la producción de la población que constituirá el objeto
de estudio de Foucault.

Resulta al menos particularmente curioso que el debate sobre la biopolítica excluya el modo que
asume la producción y reproducción de las condiciones materiales de existencia de la especie que,
paradójicamente, constituye el objeto de estudio. Aquello sobre lo que se teoriza se funda sobre un
presupuesto cuyo desconocimiento distorsiona la constitución misma de la población como objeto de estudio.

Partamos del principio. Para que haya historia humana tienen que seguir existiendo las cuatro premisas
descriptas por Marx hace más de ciento cincuenta años: “La primera premisa de toda existencia humana y
también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para hacer historia, en condiciones de
poder vivir. Ahora bien, para poder vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas
cosas más […] Lo segundo es que la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satisfacerla y la
adquisición del instrumento necesario para ello conduce a nuevas necesidades, y esta creación de necesidades
nuevas constituye el primer hecho histórico […] El tercer factor que aquí interviene de antemano en el
desarrollo histórico es el de que los hombres que renuevan diariamente su propia vida comienzan al mismo
tiempo a crear a otros hombres, a procrear: es la relación entre hombre y mujer, entre padres e hijos, la familia
[…] [Por último] La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la procreación,
se manifiesta inmediatamente como una doble relación – de una parte, como una relación natural, y de otra
como una relación social –; social, en el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos
individuos, cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin. De donde se
desprende que un determinado modo de producción o una determinada fase industrial lleva siempre
aparejado un determinado modo de cooperación o una determinada fase social, modo de cooperación que
es, a su vez, una fuerza productiva; que la suma de las fuerzas productivas accesibles al hombre condiciona el
estado social y que, por tanto, la historia de la humanidad debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión
con la historia de la industria y del intercambio”.1

Esto no implica invalidar el vínculo legítimo que destaca Foucault entre la irrupción histórica del concepto de
población y el modo en el que comienza a instalarse un conjunto de mecanismos que incorporan a partir del
siglo XVIII a la estrategia política, a una estrategia general de poder, dice Foucault, “el hecho biológico

1 Marx. K. y Engels, F. La ideología alemana. Grijalbo, Barcelona, 1984, pp.27-29.


fundamental que el ser humano constituye una especie humana”2. Pero este es un concepto limitado al breve
espacio de ciertas dimensiones biológicas. El funcionamiento objetivo de la dimensión poder en la especie
humana nos demuestra que una porción minoritaria de la especie vive a expensas de las condiciones
inhumanas de existencia de la enorme mayoría de la misma. Considero, entonces, que a partir de tomar en
consideración este observable fácilmente asequible, acceder al conocimiento de cuáles son las leyes que
constituyen las posibilidades de realización de la dimensión poder, es decir, el cómo se construye la posibilidad
de que una parte de la especie viva de la aniquilación material y moral de la restante, no puede encontrarse
sino en el ámbito de la producción material de la vida de la especie humana. Así, y por lógica consecuencia, lo
que se designa, de forma laxa, como biopolítica es inescindible de las leyes que rigen el desarrollo de la
formación social capitalista o, lo que equivale a decir, del régimen social de producción de mercancías.

Foucault señala, creo que es incuestionable, que uno de los rasgos que caracteriza al poder soberano era la
máxima hacer morir, dejar vivir. No comentaré lo que todos conocemos. Con la singular lucidez que caracteriza
su aguda observación, propondrá que esta irrupción de la dimensión biológica, la especie humana y los
problemas que le son asociados en tanto su organización social a partir de un objeto tal como la población,
invierte el apotegma soberano y ya no se trata de hacer morir y dejar vivir sino de su exacto contrario: hacer
vivir y dejar morir. Dos grandes dimensiones articulan esta fina observación: “uno de los polos, el primero, se
formó y se centró en el cuerpo como máquina: su encauzamiento, el aumento de sus aptitudes, la apropiación
de sus fuerzas, el crecimiento paralelo de su utilidad y de su docilidad, su integración a sistemas de control
eficientes y económicos; todo esto fue asegurado por procedimientos de poder que caracterizan a las
disciplinas: anatomo-política del cuerpo humano. El segundo [polo] se formó un poco más tarde, hacia
mediados del siglo XVIII y se centró sobre el cuerpo-especie, sobre el cuerpo atravesado por la mecánica de lo
vivo y que sirve de soporte a los procesos biológicos: la proliferación, los nacimientos y la mortalidad, el nivel
de salud, la duración de la vida, la longevidad y todas las cuestiones que pueden hacerlas variar; la captura
que se opera por toda una serie de intervenciones y de controles reguladores: una biopolítica de la población.
Las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población constituyen los dos polos alrededor de los cuales
se desplegó la organización del poder sobre la vida. La implementación, durante la edad clásica, de esta gran
tecnología de dos caras, anatómica y biológica, individualizante y especificante, vuelta hacia las realizaciones
del cuerpo y observando los procesos de la vida, caracteriza un poder cuya función ya no es matar sino invadir
la vida en su totalidad”.3

Este fenómeno abre, para Foucault, la era de un biopoder que constituyó uno de los elementos centrales para
el desarrollo del capitalismo. La inserción de esos cuerpos procesados por los aparatos disciplinarios en el
ámbito de la producción, allí donde debían convertirse en la fuente imprescindible de valorización del capital,
constituye uno de los observables más fuertes que nos permite establecer un vínculo entre las investigaciones
de Marx y Foucault: la forma en la que el ordenamiento social de los cuerpos produce la mercancía fuerza de
trabajo.

Pero abordar el problema de la población como un fenómeno que sólo se circunscribe al ámbito de una forma
particular de intervención del poder sobre las dimensiones sociales que atañen al mundo de lo biológico, de
la especie, puede hacernos perder de vista el campo de las múltiples determinaciones. Me anticipo al
señalamiento evidente: quisiera precisar qué es aquello que hay que mirar para analizar el carácter material
de tales determinaciones: “Cuando consideramos un país dado desde el punto de vista económico-político
comenzamos por su población, la división de ésta en clases, la ciudad, el campo, el mar, las diferentes ramas
de la producción, la exportación y la importación, la producción y el consumo anuales, los precios de las
mercancías, etc. Parece justo comenzar por lo real y lo concreto, por el supuesto efectivo; así, por ejemplo, en

2 Foucault, M. Sécurité, Territoire, Population. Gallimard-Seuil, Paris, 2004, p.3.

3 Foucault, M. Histoire de la sexualité. Gallimard, Paris, 1976, p.183.


la economía, por la población que es la base y el sujeto del acto social de la producción en su conjunto. Sin
embargo, si se examina con mayor atención, esto se revela como falso. La población es una abstracción si dejo
de lado, por ejemplo, las clases de que se compone. Estas clases son, a su vez, una palabra huera si desconozco
los elementos sobre los cuales reposan, por ejemplo, el trabajo asalariado, el capital, etc. Estos últimos
suponen el cambio, la división del trabajo, los precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo
asalariado, sin valor, dinero, precios, etc. Si comenzara, pues, por la población, tendría una representación
caótica del conjunto y, precisando cada vez más, llegaría analíticamente a conceptos cada vez más simples: de
lo concreto representado llegaría a abstracciones cada vez más sutiles hasta alcanzar las determinaciones más
simples. Llegado a este punto, habría que reemprender el viaje de retorno, hasta dar de nuevo con la
población, pero esta vez no tendría una representación caótica de un conjunto, sino una rica totalidad con
múltiples determinaciones y relaciones”4.

La pregunta que debemos formularnos al iniciar un recorrido que nos permita volver observable cuál es la
utilidad del concepto de población en relación con la forma en la que se administran los cuerpos sobre fondo
del régimen social de producción de mercancías es cómo se construyó, históricamente, la precondición
indispensable por la cual un cuerpo está obligado a vender su fuerza de trabajo en el mercado para reproducir
sus condiciones materiales de existencia. Esta dimensión, sin dudas, implica al mismo tiempo reflexionar en
torno a la figura de aquel que está en condiciones de comprar dicha fuerza de trabajo. Capitalista y asalariado
son los polos de un movimiento dialéctico sin el cual la inteligibilidad de la población y las múltiples
dimensiones que instala la vida humana en su organización social convierten a este problema en un simple
altercado fácilmente resoluble con algún pase de magia literario. Pero sabemos que la cosa es mucho más
complicada y en eso Foucault nos da una primera pista. La ciudad.

¿Por qué aparece como intento por construir un registro empírico del arduo problema que nos plantea
Foucault, la ciudad, la territorialidad social sobre la que se fundará el incipiente e irrefrenable desarrollo de
las relaciones sociales de producción capitalista? No son escasas las razones. Comencemos por la más
importante: la organización de cuerpos para la producción.

La expansión demográfica que, por motivos diferentes, se produce a mediados del siglo XVIII, instala
serios problemas políticos que vuelven acuciante la construcción de un espacio social que pudiese acompañar
el desarrollo vertiginoso de las relaciones sociales de producción capitalistas. Y en este punto, la advertencia
que nos hiciera Foucault en Vigilar y Castigar cobra particular importancia: acumular capital supone acumular
cuerpos. Pero Foucault avanza un paso más y procura instalarnos la inteligibilidad de este complejo proceso
social en función de dos grandes vectores que ya mencioné y sobre los que volveré más adelante: los
dispositivos de seguridad y los mecanismos disciplinarios. La clave para comprender los modos en los que se
organizará el gobierno de los cuerpos estará dada por esos dos grandes vectores, pero cuya centralidad sólo
puede apreciarse, con rigor, si se la subordina al objetivo estratégico de la burguesía en expansión: la
construcción de cuerpos para el trabajo asalariado. Veamos lo siguiente: “La población obrera, pues, con la
acumulación del capital producida por ella misma, produce en volumen creciente los medios que permiten
convertirla en relativamente supernumeraria. Es esta una ley de población que es peculiar al modo de
producción capitalista, ya que de hecho todo modo de producción histórico particular tiene sus leyes de
población particulares, históricamente válidas. Una ley abstracta de población sólo rige, mientras el hombre
no interfiere históricamente en esos dominios, en el caso de las plantas y los animales. Pero si una
sobrepoblación obrera es el producto necesario de la acumulación o del desarrollo de la riqueza sobre una
base capitalista, esta sobrepoblación se convierte, a su vez, en palanca de la acumulación capitalista, e incluso
en condición de existencia del modo capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva a

4 Marx, K. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858.


Tomo I. Siglo XXI, México, 1971, pp.20-21.
disposición del capital, que le pertenece a éste tan absolutamente como si lo hubiera criado a sus expensas.
Esa sobrepoblación crea, para las variables necesidades de valorización del capital, el material humano
explotable y siempre disponible, independientemente de los límites del aumento real experimentado por la
población”5.

Como dije anteriormente, si bien la grilla de inteligibilidad para comprender el gobierno de los cuerpos
involucra los dos grandes vectores que instala Foucault, el crecimiento demográfico que observa responde a
una ley específica de la acumulación capitalista sin la cual esta no es posible. Es decir, la construcción de una
población supernumeraria, en los términos de Marx, es inherente al desarrollo de esta formación social. De la
misma manera que la valorización del cuerpo del trabajador constituye el objetivo central de la iniciativa
política capitalista.6

Es en este punto en donde destaco por qué el ámbito de articulación entre Marx y Foucault es el
cuerpo humano, su construcción permanente como fuerza de trabajo, la docilidad puesta en acción en la
anticipación al ejercicio normalizado de la obediencia ante las órdenes, la previsibilidad de su comportamiento
dentro de una territorialidad social donde la conducta asume una direccionalidad específica y donde aguarda,
ante la posible desobediencia, el estigma de la anormalidad que construye su cerco de palabras y acciones. De
Palabras y Cosas.

La libertad que se construye como el correlato de los dispositivos de seguridad tiene su anclaje
material en el modo en el que se construye la libertad de la fuerza de trabajo para venderse como mercancía
en el mercado. Sin esa libertad que ficcionalmente pone en un pie de igualdad contractual a la fuerza de
trabajo con quien la compra no existe régimen capitalista alguno. Y por supuesto, esta dimensión es
inescindible de la constitución de la población que describe Foucault: “Por consiguiente, la producción de una
sobrepoblación relativa o sea la liberación de obreros, avanza con mayor rapidez aun que el trastocamiento
tecnológico del proceso de producción – trastocamiento acelerado de por sí con el progreso de la acumulación
– y la consiguiente reducción proporcional de la parte variable del capital con respecto a la parte constante.
Si bien los medios de producción, a medida que se acrecientan su volumen y eficacia pierden importancia
como medios de ocupación de los obreros, esta relación misma se modifica a su vez por el hecho de que en la
medida en que crece la fuerza productiva del trabajo, el capital incrementa más rápidamente su oferta de
trabajo que su demanda de obreros. El trabajo excesivo de la parte ocupada de la clase obrera engruesa las
filas de su reserva, y, a la inversa, la presión redoblada que esta última, con su competencia, ejerce sobre el
sector ocupado de la clase obrera, obliga a éste a trabajar excesivamente y a someterse a los dictados del
capital. La condena de una parte de la clase obrera al ocio forzoso mediante el exceso de trabajo impuesto a

5 Marx, K El capital. Siglo XXI, México 2004, pp.785-786. (El subrayado pertenece al original).
6 Quisiéramos distinguir dos niveles al momento de referirme a lo que yo defino conceptualmente como
“iniciativa política”. En primer lugar, la iniciativa política alude a la capacidad por medio de la cual una clase
social ejerce, mediante instrumentos de variada naturaleza, la facultad de determinar los comportamientos y
conductas, esperables y deseadas, de los miembros de otra clase. A los efectos de investigar los modos en
los que se estructura la producción de bienes (mercancías) en la formación social capitalista, este concepto es
de suma utilidad para comprender la forma en la que se operacionaliza la voluntad de la burguesía de construir,
y organizar, cuerpos para el trabajo. Un segundo nivel nos lleva a identificar tal iniciativa en aquellos cuerpos
que concentran la fuerza social del campo al que pertenecen y que, habitualmente, se los llama “cuadros
políticos”. Estos cuerpos asumen, bajo su responsabilidad, ciertas tareas sin cuya determinación es
extremadamente difícil llevarlas a cabo. Entiendo por “cuadro político” aquellos cuerpos que expresan, y
concentran, la fuerza material y moral del bando al que pertenecen. Si bien todos los cuerpos expresan
diferentes relaciones sociales, el cuerpo de un cuadro político reúne las distintas dimensiones de fuerza en su
propio cuerpo. Para una profundización de este concepto, ver Pierbattisti, 2008.
la otra parte, y viceversa, se convierte en medio de enriquecimiento del capitalista singular y, a la vez, acelera
la producción del ejército industrial de reserva en una escala acorde con el progreso de la acumulación social”7.

Es por esto que me interesa producir un señalamiento que bien puede convertirse en una mi hipótesis
fuerte sobre la que me gustaría avanzar en diversas investigaciones empíricas durante los próximos años: el
hacer vivir y dejar morir, ese nuevo apotegma biopolítico, cobra particular fuerza al momento en el que se
produce una explosión demográfica que se articula con el desarrollo de la formación social capitalista en un
estadio concreto de su producción, acumulación y centralización social: el capital durante el período de la
manufactura, antesala y fundamento técnico de la gran industria. En tal período, la composición orgánica del
capital era prácticamente en partes equivalentes de capital constante (medios de producción) y capital
variable (salarios). Con esto quisiera indicar que los cambios que sufre la composición orgánica del capital es
inescindible de las formas de intervención que sufra la población que no podrá ser absorbida por el incremento
del capital constante producto del desarrollo de las fuerzas productivas. En tal sentido quisiera avanzar sobre
una posible lectura de la teoría del capital humano y señalar por qué, tal es mi posición, ésta involucra una
lectura biopolítica que se corresponde con una fase específica de la acumulación capitalista y que en términos
políticos se expresa en esa masa informe, laxa y confusa que da en llamarse neoliberalismo.

La teoría del capital humano: la biopolítica del capital variable

Foucault cierra la lección del 10 de enero de 1979, la primera del Seminario que apareció publicado
en Francia en octubre de 2004 bajo el título Nacimiento de la biopolítica (Naissance de la biopolitique)
afirmando que el tipo de gobierno que corresponde a la autolimitación de la razón gubernamental moderna,
que tendrá a la producción de la libertad no sólo como el correlato de los dispositivos de seguridad sino como
un factor estructurante de su legitimidad, es aquel que se conoce como “liberalismo”. La doctrina de gobierno
que corresponde, entonces, a la administración de esa población heterogénea, compleja, múltiple, brota de
los labios de Le Gendre al exclamar: “Laissez-nous faire”.

Pero, creo, avanza sensiblemente sobre su campo de observación y estudio respecto del Seminario
dictado el ciclo lectivo anterior. Tal avance teórico configura la riqueza de una territorialidad social aun no
explorada suficientemente desde la investigación sociológica, pero inmensamente convocante. Dice Foucault:
“Libertad económica, por un lado y liberalismo y técnicas disciplinarias, por el otro: allí se encuentran dos
cosas que están perfectamente ligadas entre sí. Este famoso panóptico que al comienzo de su vida, en 1792-
1795, Bentham presentaba como debiendo ser el procedimiento por el cual se iba a poder, al interior de
instituciones determinadas como las escuelas, los talleres, las prisiones, vigilar la conducta de los individuos
aumentando la rentabilidad, la productividad misma de su actividad; hacia el fin de su vida, en su proyecto de
codificación general de la legislación inglesa, Bentham lo presentará como debiendo ser la fórmula del
gobierno en su conjunto diciendo: «el panóptico es la fórmula misma de un gobierno liberal porque, en el
fondo, qué debe hacer un gobierno? Debe, por supuesto, dejar lugar a todo lo que puede ser la mecánica
natural de los comportamientos y de la producción. Debe dejar el lugar a estos mecanismos y no debe tener
sobre ellos ninguna otra forma de intervención, al menos en primera instancia, que la de vigilancia. Y es
únicamente cuando el gobierno, limitado primero a su función de vigilancia, verá que algo no ocurre como lo
quiere la mecánica general de los comportamientos, de los intercambios, de la vida económica, que deberá
intervenir». El panoptismo no es una mecánica regional y limitada de las instituciones. El panoptismo, para
Bentham, es una fórmula política general que caracteriza a un tipo de gobierno […] Además de la relación
entre las disciplinas y el liberalismo, está también la aparición, en este nuevo arte de gobernar, de mecanismos
que tienen por función producir, insuflar, aumentar las libertades, introducir un plus de libertad por un plus

7 Marx, 2004. Op.Cit., pp. 791-792.


de control de intervención. Es decir que allí el control no es más, simplemente, como en el caso del
panoptismo, el contrapeso necesario a la libertad. Es su principio motor”. 8

La producción de la libertad está sutilmente resguardada de sus posibles excesos. Curioso, pero la
libertad para que sea considerada como tal debe ser preservada del desborde que puede suponer la ausencia
de un control que la regule. Los comportamientos humanos serán puestos bajo esta sensible lupa y cuando
algún indicador específico demuestre que no se está actuando como lo exige “la dinámica natual de los
comportamientos y de la producción”, el gobierno deberá intervenir; no antes.

En el tránsito del liberalismo al neoliberalismo, Foucault señala dos grandes dimensiones sociales que
serán estructurantes para que tal mutación pueda ser posible. La primera refiere a que a diferencia del
liberalismo clásico, el neoliberalismo supone la imposición de un mercado para un Estado. Ya no se trata de
que el Estado deba garantizar el funcionamiento objetivo de la libertad de mercado, allí donde los productos
del intercambio asumirán el precio justo que determinen los productores, sino de construir un mercado que
limite al Estado o, en palabras de Foucault, “¿Cómo, entonces, la libertad económica puede a la vez ser
fundadora y limitadora, garantía y caución de un Estado?9 Este último aspecto se liga con la segunda dimensión
que quisiera destacar: “No es la sociedad mercantil la que está en juego en este nuevo arte de gobernar. No
es esto lo que se trata de reconstituir. La sociedad regulada por el mercado en la que piensan los neoliberales
es una sociedad en la cual lo que debe constituir el principio regulador no es tanto el intercambio de las
mercancías sino los mecanismos de la competencia. Son estos mecanismos los que deben tener el máximo de
extensión posible, los que deben ocupar el mayor volumen posible en la sociedad. Es decir que lo que se trata
de obtener no es una sociedad sometida al efecto mercancía sino una sociedad sometida a la dinámica de la
competencia. No es una sociedad de supermercado sino una sociedad de empresa. El homo œconomicus que
se quiere reconstituir no es el hombre del intercambio, tampoco el hombre consumidor; es el hombre de la
empresa y la producción”10.

Este tránsito prefigura la irrupción de la teoría del capital humano, donde cada individuo deberá
gestionar los recursos de los que dispone su propio cuerpo como si se tratase de un “empresario de sí mismo”.
Foucault llega a esta conclusión luego de leer en profundidad a los principales cuadros teóricos de la corriente
neoliberal, entre ellos a Gary Becker y Theodore Schultz. Cuando estos proponen que el salario sea
considerado un ingreso y que aquello que solamente puede producir un ingreso es un capital, Foucault
advierte que allí reside una nueva tecnología de poder, sutil en su desplazamiento con respecto al modelo
anterior pero que comenzaba a ganar terreno a medida que aquello que se llamaba neoliberalismo avanzaba
a pasos agigantados.

Ahora bien, ¿Por qué me resultó imprescindible hacer esta breve descripción del tránsito del
liberalismo al neoliberalismo hasta llegar a la teoría del capital humano? ¿Cuál es el vínculo que yo observo
con la dimensión biopolítica? En este sentido, apostaré por instalar una hipótesis fuerte: la verificación de la
teoría del capital humano solo es posible cuando el desarrollo de la formación social capitalista alcanza una
fase tal en la que el incremento sensible del capital constante respecto del variable obliga a la iniciativa política
capitalista a adecuar el capital variable al desarrollo de las fuerzas productivas. Dicho de otra forma, los
cuadros teóricos capitalistas comienzan a preocuparse por formar los cuerpos que operen los medios de
producción que resultan de los cambios tecnológicos que se fueron produciendo desde la posguerra hasta
nuestros días. La hipótesis que sigue es subsidiaria de la anterior y podría formularla de la siguiente manera:
la formación de tales “recursos humanos” impone una aproximación biopolítica. Veamos lo que sigue: “Existen
oportunidades para invertir en el hombre a través de la formación profesional, la búsqueda de información

8 Foucault, M. Naissance de la biopolitique. Gallimard, Paris, 2004, p. 68.


9 Ibíd., p.106.
10 Ibíd., p.152.
económica, la migraciones, actividades que contribuyen a la salud; todo ello recibió considerable atención
analítica. Una particular clase de capital humano consistente en el capital infantil puede ser la clave de una
teoría económica de la población. La formación de capital infantil por los padres podría comenzar con el
sostenimiento de los niños, procediendo a orientarlos durante la infancia.”11

Ya en el prólogo de su obra, Schultz advierte que la clave de la construcción del capital humano se
encuentra en la niñez. Los padres serán la primera usina formadora de un capital humano adecuado a la fase
de acumulación capitalista actual. El medio hará el resto. Pero analicemos los problemas que enfrentan los
cuadros técnicos del capital para volver observable cuándo un cuerpo expresa una buena formación en capital
humano. Desde un principio, Schultz señala que existen dos grandes dimensiones sociales que son
fundamentales para construir capital humano: la salud y la educación. Cuerpos sanos y educados: punto de
partida obligado para construir un cuerpo apto para el trabajo. A la libertad contractual de vender su fuerza
de trabajo en el mercado le corresponde la responsabilidad de acumular capital humano en su cuerpo para
convertirse en un asalariado “empleable”. La “empleabilidad” actual es la referencia a la teoría del capital
humano en el ámbito del trabajo.

Escolaridad y educación superior, formación profesional, migraciones, salud e información económica.


Estas son las variables que es preciso observar para medir el grado de acumulación de capital humano en un
cuerpo. Pero conforme se expande la formación social capitalista, las dimensiones se extienden también “a la
distribución personal de la renta, al comercio internacional, al movimiento de personas calificadas, la
distribución de recursos en la producción de servicios educativos, los efectos de la discriminación bajo la
motivación en la performance escolar, el tratamiento de la “labor educativa” bajo la función productiva y el
planeamiento familiar. Las ganancias anticipadas que son por regla un componente de costos mayores en
inversión en capital humano has sido extendidas y desarrolladas en una teoría de la distribución del tiempo”.
Y dirá un poco más adelante: los economistas, no obstante, han tenido una visión estrecha de la tecnología al
restringirla a los bienes de capital excluyendo la tierra y el hombre, concentrándola en las estructuras y el
equipamiento. Mientras esa visión incluye herramientas, aparatos e instrumentos excluye como regla esas
entidades biológicas como los animales y las plantas y otros organismos considerados como insumos del
proceso productivo”.12

La vida sometida a la producción capitalista. No hay novedad alguna que no revele la esencia, aquello
que estructura y es inherente al desenvolvimiento de la formación social en la que vivimos. Las formas
específicas que asume la producción de la vida conforme se expande la formación social capitalista deberá
constituir un proyecto investigativo específico que procure relevar, con rigor, la naturaleza de la íntima
relación que creo existe entre el campo de la producción de la vida y la ley de acumulación capitalista.

Conclusiones

Hacer vivir y dejar morir. Se invierte el apotegma soberano porque es preciso organizar una porción
extraordinaria de la especie humana para construirla como fuerza de trabajo disponible a los requerimientos
y los vaivenes del régimen de producción de mercancías. La iniciativa política capitalista involucra todas las
dimensiones de lo humano. No hay ámbito de la vida que escape al carácter mercantil que asume la relación
de los cuerpos mediados por las cosas, característica irreductible del sistema capitalista y del carácter
fetichista de la producción de mercancías sobra la que se funda.

11 Schultz, T. Investment in Human Capital. Collin-Macmillan Limited, London, 1971, p.vii.


12 Ibíd., pp. 8-11.
El desarrollo de las fuerzas productivas, el avance irrefrenable de las innovaciones tecnológicas,
alteran radicalmente la composición orgánica del capital. Esto sin duda repercute directamente en la forma
que asumirá la intervención de la iniciativa política capitalista sobre los cuerpos. Considero que este problema
constituye, hasta el momento, un fenómeno inobservado; no hay razón alguna que impida que podamos
volverlo observable.

Contamos con una grilla de inteligibilidad que no es menor: la confluencia de los dispositivos de
seguridad y los mecanismos disciplinarios pueden constituir la territorialidad social que nos permita avanzar
en la construcción de un conocimiento referido a la hipótesis fuerte que intentó instalar este trabajo: la ley de
acumulación capitalista tiene una incidencia determinante en aquello que se designa como “biopoder”.

MARXISMO Y BIOPOLÍTICA

Isabel Cassigoli

Yo cito a Marx sin decirlo, sin ponerlo entre comillas, y como no son capaces de reconocer los textos de Marx,
paso por ser alguien que no cita Marx.

Michel Foucault13

Una de las mejores representaciones que he visto del “simplemente viviente” o de la nuda vida, -
como alegoriza el filósofo italiano Giorgio Agamben, en clara deuda con Walter Benjamin, para referirse a
aquella vida que no está bajo la ley divina ni humana y por tanto cualquiera puede dar muerte, es decir, aquella
vida que ha sido abandonada por la política, aparece en Metropolis de Fritz Lang, película alemana de 1927,
que posiblemente exprese la conciencia colectiva que se gestaba en la Alemania de entonces y que 6 años
más tarde elegiría a Hitler como canciller para convertirse en la máquina perfecta de producción de muerte y
de nuda vida.

La película muestra una ciudad técnica-futura, cuyo perfecto funcionamiento sistémico-orgánico, depende del
burgués, el cerebro, que es quién crea a la Metrópolis, y los obreros, cuyo trabajo sustenta y alimenta el
mecanismo que la sostiene. Los obreros habitan en las catacumbas de la ciudad, y en la superficie lo hace el
burgués maximizador y explotador. Cuando los obreros, conducidos por la lucha de clases, pierden su
condición social para revelarse frente a si mismos y frente a las máquinas, tiene lugar la experiencia de la
catástrofe: toda la Metrópolis se viene abajo. Una metáfora por cierto de la dicotomía de clases, que primero
pareciera denuncia de la vida maquinal-masa en la que habita el trabajo para convertirse a lo largo del filme,
en la perfecta teoría del progreso y alegoría de todo el sistema técnico –ya vuelto orgánico- que constituye
eso que llamamos vida humana. Una de las imágenes iniciales del filme, es la de un plano muy limpio, ocupado
enteramente por dos enormes ascensores cuyas puertas pulcras y metálicas se abren y cierran, a la par que,
de forma simultánea y rítmica, ingresan y salen masas de obreros que, con vestimentas idéntica y como
semihumanos, cabeza gacha y pasos monótonos e iguales, se in distinguen entre sí y se hace indiscernible sí
son vidas humanas o una masa de algo viviente que indiferencia eso que Marx llamó “doble existencia” de lo

13 Michel Foucault, Microfísica del Poder. La piqueta, Madrid, 1978, p. 100


humano: el cuerpo orgánico del hombre y su extensión en el cuerpo inorgánico de la naturaleza, y su devenir
en individuo-subjetividad y relaciones sociales objetivadas por la historia natural.

Varias son las veces que Fritz Lange nos ofrece estas imágenes, unas vidas, unos cuerpos y una acción que es
puro gasto de energía mecánico, absolutamente constituido por el ritmo extenuante de la máquina y el poder
del capital, indiferenciando la vida humana de la vida del mecanismo. La masa de cuerpos mantiene con las
máquinas una relación de similitud y empatía, semejante a la que el cuerpo monádico contemporáneo
mantiene con los dispositivos tecnológicos. No hay mejor alegoría que la propuesta por esta película para
representar la forma totalitaria del capitalismo de producción y apropiación de esta doble existencia, y
justamente por ello, nos permite hablar de algo nuevo en la ya arcaica aptitud del poder de someter a la vida
al poder soberano. Esta novedad del poder, es la que quiere expresar la noción de biopoder y biopolítica.

Bien, dada esta rápida panorámica que nos ha permitido el uso alegórico de Metrópolis, puntualizaremos
algunos de los lazos que se entretejen entre Marx y Foucault y Agamben.

Una cita a Agamben, nos dice que el concepto de “biopolítica” indica: “[…] la creciente implicación de la vida
natural del hombre a los mecanismos y cálculos del poder”14 y nos trae a Michel Foucault, como el que puede
dar luz acerca de esta relación. Lo que Foucault llamó biopolítica15, son las técnicas de gobierno o racionalidad
gubernamental, que desde el siglo XVIII y fundamentalmente a partir del XIX, ha intentado racionalizar
aquellos fenómenos planteados por un conjunto de seres vivos constituidos en población: problemas relativos
a la salud y la higiene, la natalidad, mortandad y la longevidad, las razas y las migraciones, se han convertido
en asuntos verdaderamente cruciales, tanto desde el punto de vista político como económico.

Desde que Malthus publicó su teoría sobre el crecimiento poblacional, que reza más o menos asÍ: la población
crece geométrica e inversamente proporcional a la producción matemática de alimentos, -y la necesidad de
regularla- se han presentado debates que merecen el calificativo de biopolítica, la divulgación de las teorías
de la evolución, la eugenesia, la explosión demográfica y las migraciones, los debates sobre el aborto y la
eutanasia, igualmente respecto de los programas mundiales (primer mundiales) para el control de hambrunas
o epidemias como el SIDA, son problemas atingentes al gobierno biopolítico. Un movimiento, dice Foucault,
“[…] que pone de relieve a la población como un dato, un campo de intervención, el fin de las técnicas de
gobierno; el movimiento [, para terminar,] que aísla la economía como dominio específico de realidad y la
economía política a la vez como ciencia y como técnica de intervención del gobierno en ese campo de realidad
[…] gobierno, población, economía política, constituyen a partir del siglo XVIII una serie sólida que, sin duda,
ni siquiera hoy está disociada.”16

En este texto, nos interesa abordar la biopolítica desde este ámbito, la economía política, y proponer los
vínculos entre las formas económico-políticas del capital que Marx analiza y la vida, es decir, proponer ciertas
vinculaciones que la crítica a la economía política tiene con la noción de biopoder o biopolítica; la biopolítica
del capital diremos. Una relación que en principio no aparece explicitada en la puesta en escena que se hace
de la biopolítica. No encontramos así referencia alguna a Marx o a su tradición en la genealogía agambeniana,
que más bien se interesa por rastrear la biopolítica en la metafísica occidental y su vínculo con la soberanía, o
en un Esposito, quién estaría preocupado por el perfilamiento conceptual y filosófico del concepto y su devenir
en otra noción, la de inmunidad.

14 1 Giorgio Agamben, Homo Sacer I. El poder soberano y la nuda vida, Pre-textos, España, 2003 (HS),
p. 151.
15 Michel Foucault, Nacimiento de la Biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979). Fondo de
Cultura Económica, Buenos Aires, 2007, p.359
16 M. Foucault, Seguridad, territorio, población.(Curso Collège de France: 1977-1978), Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires, 2006, p. 135
Es el propio Foucault, sin embargo, quien inscribe la biopolítica en el capitalismo17 y en la gubernamentalidad
neoliberal18, es decir, la inscripción del poder en la relación básica y biopolítica por excelencia; la relación
capital-trabajo que es la que creemos, relación constitutiva e indiscernible de la biopolítica. Queremos leer en
esa clave la gubernamentalidad neoliberal, aquella que, en La verdad y las formas jurídicas, Foucault señala
como relación indiscerniblemente entre el poder, el saber y las relaciones de producción. El propio Foucault
señala que: “Estos saberes y estos poderes están firmemente arraigados no sólo en la existencia de los
hombres sino también en las relaciones de producción […] no se superponen a las relaciones de producción
pero están mucho más arraigadas en aquello que las constituye.”19 Dicho en otros términos, la forma que
asume la producción y reproducción de la vida humana en el capitalismo neoliberal o globalizado, y la del
propio capital, -indiscernible la una de la otra-, sólo es posible en tanto biopolítica, es decir el capital sólo es
capital en la medida que fagocita vida humana, a la vez que la condena a la nuda vida.

I.- Una primera aproximación aparece tras los análisis que hace Foucault acerca de las distintas formas que
asume la organización del poder moderno sobre la vida (las disciplinas del cuerpo, las regulaciones de la
población y el capital humano), vemos allí que el poder opera sobre y respecto de los cuerpos, y además, los
constituye. Abordarla desde este ámbito, supone indagar las formas en que la vida queda investida y
sumergida en un campo de relaciones políticas (de propiedad, poder y saber) que se objetivan -como señalara
Marx- “a espalada” de los sujetos. El propósito de Foucault, sin embargo, es mostrar cómo, “[…] las
condiciones políticas y económicas de existencia no son un velo o un obstáculo para el sujeto de conocimiento
sino aquello a través de lo cual se forman los sujetos de conocimiento y, en consecuencia, las relaciones de
verdad.”20 Son estas relaciones sin embargo, las que aquí queremos subrayar, porque configuran justamente,
la forma “de la vida natural del hombre” y la forma del sometimiento “a los mecanismos y cálculos del poder”
a la que refiere Agamben. Esa relación constituye entonces, un punto privilegiado de análisis, como Marx ya
lo destacó.

Marx ha demostrado que el trabajo asalariado no solo ha dado forma a las masas modernas, sino que también
ha producido al trabajador mismo. De allí podría deducirse no solamente su papel social, sino también la
interna composición del individuo21. ¿Y qué quiere decir esto? En categoría marxista diremos, la historia natural
del hombre, esto es, los modos en que se teje la relación entre el cuerpo orgánico y su prolongación en el
inorgánico de la naturaleza, -cuando ambos dejan de ser justamente eso, cuerpo y naturaleza, vida natural y
pasan a ser subjetividad objetivada (naturalizada) y objetividad subjetivada (historizada), de allí su historia
natural-, misma que en el capitalismo asume la forma capital-trabajo asalariado. Expliquémonos.

Marx22 supone un cuerpo (un cuerpo viviente) al que le reconoce un ámbito de la subjetividad y de la
objetividad no escindible. El hombre existe doblemente, objetiva y subjetivamente, en la naturaleza y en el
mismo, prolonga su cuerpo orgánico al cuerpo inorgánico de la naturaleza y absorbe ésta en su subjetividad.
La ruptura entre la propiedad natural respecto del medio inorgánico y el cuerpo orgánico, dará lugar a la
separación entre cuerpo subjetivo y objetividad social y funda el largo camino histórico de la constitución de
la noción de persona, de sujeto o de individuo. La “vida natural” del hombre, ha estado instituida desde
entonces por lo social, una mediación entre el cuerpo subjetivo y la objetividad natural, dado que ambas son

17 Ver: Michel Foucault, Historia de la sexualidad, Vol. I La voluntad de saber. Siglo XXII, México 1979,
pp. 168-172
18 Foucault, 2007, Op. Cit.
19 M. Foucault, La verdad y las formas jurídicas. Gedisa, Barcelona, 1980 pp 138-9
20 Michel Foucault, “La verdad y las formas jurídica”, en: El Discurso del poder. Selección de Oscar Terán.
Folios Ediciones, Buenos Aires, 1983 , p. 172
21 Theodor Adorno, Mínima Moralia. Monte Ávila editores, Venezuela, 1975, p. 233
22 Karl Marx, Manuscritos Economia y Filosofía 1844. Alianza, Madrid, 1984, pp.29-34
mediadas por relaciones sociales que se objetivan en las cosas y se prolongan en la subjetividad. Una forma
humana que no puede ser separada del cuerpo viviente que adhiere a ella.

Sin embargo, nos señala Marx, esta forma, en el capitalismo, entraña una paradoja: “El grado y la universalidad
del desarrollo de las facultades, en las que se hace posible esa individualidad, suponen precisamente la
producción basada sobre el valor de cambio, que crea, por primera vez, al mismo tiempo que la universalidad
de la enajenación de los individuos frente a sí mismos y a los demás, la universalidad y la multilateralidad de
su relaciones y de sus habilidades […]”23. La forma que asume esa relación sujeto/objeto, vida natural/vida
política (ciudadano) en el capitalismo, la forma mercancía, se constituye en una representación escindida de
esa doble existencia, que conduce a una subjetivación extrema y a una objetivación cosificada. Por un lado, el
ámbito de la subjetividad que es el ámbito del individuo –cuerpo humano-, el que experimenta su relación con
la naturaleza inorgánica como algo que existe por fuera de ella y por otro, la esfera de la objetividad, que es
el de las personas-cosas (relaciones sociales objetivadas en las mercancías). El fetichismo de la mercancía sería
por tanto, la forma paradigmática que asume esta separación. ¿Entonces, cómo pensar tal separación (sujeto-
objeto) y a su vez, otra escisión, la que se da con la vida natural que queda sometida al poder?

Ciertamente, como señala Agamben, la producción de la vida natural, contra cara de una subjetivación
extrema, es una creación del poder, una separación artificial entre inhumano/humano, animal/político, que
permite operar la constitución del sujeto y su deconstrucción: la nuda vida. En tal sentido, la vida del
ciudadano moderno; el derecho (a la vida, a la seguridad, a la libertad, a la igualdad, etc., los derechos del
hombre) que lo constituye en tal, nunca ha sido en su propio cuerpo, el ciudadano, existe como producción
del derecho y del soberano (la soberanía). El homo juridicus.

Esto al menos es lo que creo entender, plantearía Marx, respecto de la división real entre ciudadano y
productor que la sociedad burguesa no sólo no puede reconocer, e inversamente, homogeniza y subsume la
desigualdad real en la igualdad abstracta (teórica) del derecho24. Una escisión entre el hombre productor y un
hombre-citoyen, entre la vida animal y la vida política que es producida realmente por la sociedad burguesa,
una escisión que siendo real, es proyectada de modo invertido en la metafísica animal/humano, como si se
tratase del tránsito de un contenido animal a una forma humana, que no es constitutiva de la propia vida. La
vida separada de su forma que no es historia natural, sino, justamente como señala Agamben, metafísica de
occidente, es decir, la separación de zôé y bíos, de animal y humano, y donde la política y el mercado (en la
genealogía moderna: trabajo, industria y emprendimiento) estarían encargados de operar la transición de una
vida a otra indistintamente, de animal a humano y de humano a animal. La “forma” tras el “contenido”, para
usar una antigua metáfora qué más bien se interesaba por buscar el contenido tras la forma. La metafísica
occidental, en este sentido, no sería más que ilusión teórica pues separa al ser natural del ser histórico, como
sí la vida fuese separable de su forma. Y porque su propia praxis está cosificada, produce una historia natural
que cosifica la historia en la naturaleza: la vida biológica y que sin embargo se historiza (negativamente) en la
nuda vida.

¿Y qué quiere decir lo anterior? Quiere decir qué, la forma de producción y reproducción de la vida humana
en el capitalismo, está constituida por una relación donde no es posible separar la vida natural del trabajador
del trabajo mismo, es simultáneamente fuerza de trabajo y cuerpo que la comporta, es simultáneamente
cuerpo viviente que comporta fuerza de trabajo que incorpora en su naturaleza interna –en su composición
orgánica- el mecanismo de valorización del capital. Y es justamente ese “modo” del poder, la que la convierte
en vida desnuda. Dado qué, la separación de la vida de su forma, es la manera en que el poder interviene en
el cuerpo viviente, nos parece que la crítica a la economía política desnuda la ilusión de tal escisión, no como

23 Karl Marx, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858.
(Grundrisse). Siglo XXI, Buenos Aires, 1975, pp. 89-90.
24 Esta crítica la desarrolla Karl Marx básicamente en Sobre la cuestión judía (1843).
metafísica (Agamben), sino como microfísica, es decir, aquella trama de poder político microscópico, capilar,
encubierto, “capaz de fijar a los hombres al aparato de producción […]”25 y valorización. La categoría fuerza
de trabajo resulta fundamental para entender la esencia biopolítica del capitalismo. La fuerza de trabajo es el
alimento del capital y la condición de su existencia, la cual sólo es posible a condición de incrementarse,
expansivamente e intensivamente, un cuerpo inorgánico que se alimenta de vida. De un lado supone la
apropiación absoluta de la vida por vía de su uso extenuante26, dado qué: “El capital no pregunta por el límite
de vida de la fuerza de trabajo. […] Y, para conseguir este rendimiento máximo, no tiene inconveniente en
abreviar la vida de la fuerza de trabajo. […] La producción capitalista, que es, en sustancia, producción de
plusvalía, absorción de trabajo excedente, no conduce solamente al empobrecimiento de la fuerza humana de
trabajo, despojada de condiciones normales de desarrollo y ejercicio físico y moral. Produce, además, la
extenuación y la muerte prematura de la misma fuerza de trabajo”27. Los requerimientos del mercado de
conservar la fuerza de trabajo, que ha llevado al acortamiento de la jornada de trabajo, sin embrago, como el
propio Marx lo señala, “[…] impone a la par un desgaste mayor de trabajo durante el mismo tiempo, una
tensión redoblada de la fuerza de trabajo, tupiendo más densamente los poros del tiempo de trabajo, […]Por
tanto, ahora hay que tener en cuenta, además de la medida del tiempo de trabajo como “magnitud extensa”,
la medida de su grado de condensación .”28

II.- La segunda relación entonces que se puede encontrar, es que en los análisis foucoulteanos del poder, el
interfaz que permite poner en relación las mutaciones de las formas de poder moderno y por tanto de
disposición de los cuerpos: (del soberano al disciplinario y al biopolítico), refieren a las mutaciones exigidas
por las formas de producción y valorización del capital: el poder soberano tiene su correlato en el
mercantilismo que realiza la acumulación originaria para su formación como estado-nación, el poder
disciplinario que objetiva la constitución de cuerpos útiles y productivos del capitalismo industrial y el
biopolítico que gobierna económicamente sobre lo viviente constituido como población, que germina
preferentemente en el capitalismo neoliberal. Permítaseme este simplificado y esquemático cuadro29, para
avanzar en esta relación; en todas las formas mencionadas, “[…] la invasión del cuerpo viviente, su valorización
y la gestión distributiva de su fuerzas [...]”,30 han sido y son “lo” constitutivo del capitalismo; su esencia
biopolítica. Como lo señala el propio Foucault, “[…] el ajuste entre la acumulación de los hombres y la del
capital, la articulación entre el crecimiento de los grupos humanos y la expansión de las fuerzas productivas y
la repartición diferencial de la ganancia, en parte fueron posible gracias al ejercicio del bio-poder en sus formas
y procedimientos múltiples.”31

Es la sociedad industrial o disciplinaria, en la que por primera vez el poder opera sobre la vida no sólo en el
momento de la muerte, sino que dispone de ella en su vida cotidiana y en su vida jurídico-política. El derecho

25 Foucault, 1983. Op. Cit., pp. 138 - 139


26 El acortamiento progresivo de la jornada de trabajo evidencia más bien su retroceso en América Latina,
luego de los “ajustes estructurales” de la década de los 80’s y la inserción en la economía global.
27 Karl Marx, El Capital. Crítica de la Economía Política, Vol I., F.C.E., Bogotá 1976, p.208
28 Ibíd.
29 La lectura que aquí hacemos sin embargo, intenta deshacerse de la opción paradigma vs. paradigma:
poder soberano, poder disciplinario o poder biopolítico, ya sea en la suposición de que vamos pasando (o
superando -evolucionando del paradigma soberano al biopolítico) como también, de una concepción donde
cada uno aparece cerrado y agotado en sí mismo. Foucault en sus últimos cursos, Nacimiento de la biopolítica
y Seguridad, territorio, población, entiende el nuevo dispositivo: el de la gubernamentalidad y la seguridad,
como una sumatoria de paradigmas y no su sustitución, esto es, la convivencia entre poder soberano, poder
disciplinario y biopolítica, aunque este último, suponga, primordialmente, una retirada del primero. Creemos
que la figura jurídico-política de estado de excepción, categoría biopolítica fundamental en Agamben, nos
acerca justamente a entender la consustancialidad de los tres paradigmas.
30 Foucault, 1979. Op. Cit., p.171
31 Ibíd.
que se le otorga como ciudadano y se le quita como productor, expresa, en clave foucoultiana, el anudamiento
de la esfera económica y la jurídica, dos saberes heterogéneos, dos formas de subjetivación, que la
gubernamentalidad liberal articula. Sí, según la tesis biopolítica32, la economía política, se comporta como
ciencia y técnica de intervención del gobierno, la crítica a la economía política, es un lugar privilegiado de
análisis de la biopolítica. Veamos.

La reproducción de la vida como valor de cambio, implica una transformación en la propia función de la vida.
Expliquémonos desde Marx. Sí originariamente el valor de cambio expresaba la cantidad objetivada de tiempo
de trabajo que posteriormente, tras diversos estadios en la esfera de la circulación se convertía en dinero, (M-
D-M, vender para comprar) ahora, “[…] el propio valor de cambio debe poner el punto de partida en la
circulación y ese punto de partida es el trabajo […]”33 (D-M-D’, comprar para vender). Lo que quiere señalar
Marx, es que, justamente, en la compra y venta de trabajo (relación capital/trabajo asalariado) -que “[…] pone
al trabajo vivo como medio de la reproducción de valor, mientras que originariamente el valor de cambio sólo
aparecía como producto del trabajo”34-, opera la conversión de dinero en capital. Es decir, es en esa circulación
como valor de cambio de trabajo y capital, donde se esconde para Marx el contenido de la forma de
intercambio. Allí donde justamente el trabajo es libre, y donde el poseedor de dinero y poseedor de fuerza de
trabajo (es decir, de su cuerpo), circulan como equivalentes y personas jurídicamente iguales, es posible el
surgimiento de una particular mercancía (la fuerza de trabajo) que inversamente a las otras, al comprarla y
consumirla, genera valor. ¿Cómo es esto posible? Nos dice Marx, “[…] veíamos que la mercancía tenía dos
caras: la de valor de uso y la de valor de cambio. Mas tarde, hemos vuelto a encontrarnos con que el trabajo
expresado en el valor de cambio no presentaba los mismos caracteres que el trabajo creador de valores de
uso. Nadie, hasta ahora, había puesto relieve críticamente este doble carácter del trabajo representado por la
mercancía”35 Efectivamente, esta doble cualidad de la forma mercancía del trabajo, esconde la relación social
productora de valor y de nuda vida, y es precisamente lo que Marx deconstruye de la economía política clásica
con la categoría “fuerza de trabajo”. Veamos.

En el mercado (circulación) se encuentran capital y trabajo, ambos son poseedores de mercancías, uno, de
dinero –el otro, del cuerpo viviente que comporta una fuerza (potencial) de trabajo, esto quiere decir, que
este segundo, tiene la particularidad de que vende su fuerza de trabajo y no su trabajo, es decir toda la energía,
gasto de músculos, nervios y cerebro que pueda usar durante la jornada de trabajo y que cambia con el
primero, quién sí intercambia un valor fijo objetivado en el salario. Esta diferenciación entre trabajo y fuerza
de trabajo es esencial y Marx la explica en El Capital del siguiente modo; es dentro de la órbita de la circulación,
en el mercado, donde el poseedor de mercancía-dinero, encuentra otra mercancía cuyo consumo, a diferencia
de las otras mercancías, “[…] brota de su valor de uso como tal, es decir de su consumo.”36 Esa mercancía
específica “[…] cuyo valor de uso posee la peregrina cualidad de ser fuente de valor, cuyo consumo efectivo
fuese, pues, al propio tiempo materialización de trabajo, y por tanto creación de valor. Y, en efecto, el
poseedor de dinero encuentra en el mercado esa mercancía específica: la capacidad de trabajo o la fuerza de
trabajo.”37 En definitiva y de allí la importancia de la categoría de fuerza de trabajo, es que el capital lo que
compra al obrero es el “uso” de todo el gasto de energía que este pueda gastar durante la jornada de trabajo,
es decir, compra como valor de cambio el trabajo y lo “usa” como valor de uso. En la esfera de la circulación
se intercambian valores de cambio y en la esfera de la producción se consume a uno de ello como valor de
uso para que produzca valor de cambio, eso se llama capital.

32 Foucault, 2997. Op. Cit.


33 Marx, Grundrisse, 1975. Op.Cit., p. 203.
34 Ibíd.
35 Marx, 1976. Op. Cit., p.9
36 Ibíd. p.121
37 Ibíd.
Es esta particularidad del capitalismo, esto es, la reproducción de la vida misma como valor de cambio,
esta forma de la vida, lo que convierte la vida misma y hace del cuerpo orgánico del hombre, el alimento del
cuerpo inorgánico del capital, de suerte tal, y eso sería lo inédito, lo biopolítico si se quiere, que dispone
completa y simultáneamente de la vida natural y de la vida política. Y no sólo porque el cuerpo queda
disciplinado al mecanismo del capital, sino fundamentalmente por “la verdad, harto fácil de comprender, -nos
dice Marx- de que el obrero no es, desde que nace hasta que muere, más que fuerza de trabajo; por tanto,
todo su tiempo disponible es por obra de la naturaleza y por obra del derecho, tiempo de trabajo y pertenece,
como es lógico, al capital para su incrementación.”38 Esto tiene, a lo menos dos implicancias biopolíticas:

1) El capital, se hace posible, sí sólo sí, se basa en el cálculo racional y maximizador que lo mantiene con vida.
La maximización, esto es, el incremento del valor, el plus de valor o plusvalía, que sabemos, no es una relación
a las cosas, sino a las fuerzas (músculos, nervios, calculados como tiempo) que dan vida al capital, sólo es
posible, sí sólo sí, se incrementa el plusvalor y consecuentemente el subpoder que lo genere, o sea, aquél
entramado de relaciones fácticas y sutiles de poder a las que se refiere Foucault en La verdad y las formas
jurídicas

2) El aumento de la composición orgánica del capital, entendida como -el crecimiento en la masa de los medios
de producción (capital constante), comparado con la masa de la fuerza de trabajo (capital variable) que da
vida a aquéllos-, presupone una forma de valorización del capital que requiere menos fuerza de trabajo, que
exime a muchos de la disciplina maquinal en que está subjetivado y que es abandonado. Esto influirá
necesariamente en el ordenamiento (racial, etáreo, vulnerable, capital humano, etc.) y cálculo económico de
las poblaciones y la necesidad de regularlas, jerarquizarlas e intervenirlas, pero también entendamos, que ya
no podemos hablar del trabajador disciplinado y moralizado en la ética del trabajo, la sociedad de pleno
empleo, y el estado garante del pacto capital/trabajo, por eso la alegoría de nuda vida nos permite pensar un
nuevo tipo de población que es la desafiliada del trabajo y que se va convirtiendo en vida abandonada. Son
las migraciones de pobres, el despojo que dejan los “ajustes estructurales”, y el humano que muere cada ocho
segundos de hambre o SIDA.

III.- Lo anterior nos permite ahora, articular la lectura que hace Michel Foucault de la nueva forma de
producción de sujeto. Un sujeto, que no es disciplinado por el discurso jurídico, pedagógico o médico
solamente, sino y sobretodo, por el discurso económico que lo constituye en cuerpo autónomo, privatizado y
empresario de sí mismo. Esta es la forma neoliberal de la biopolítica que tan brillantemente trabaja Foucault
en sus últimas clases, Nacimiento de la biopolítica (2007) y podemos leer allí, el análisis del desplazamiento
que efectúa el neoliberalismo del productor-ciudadano al productor-empresa de sí mismo.

Esta mutación del poder dará origen a una forma de gubernamentalidad no estatizante39 que Foucault analiza
en sus dos vertientes: la alemana, esto es, el ordoliberalismo y la norteamericana o neoliberalismo. Una
organización del poder que no se basa en la Razón de Estado (modelo de la Soberanía), sino que
inversamente, en una disminución de la gubernamentalidad del Estado. En ambas expresiones de
gubernamentalidad, gobernar es ejercer una acción sobre acciones posibles, es decir organizar y administrar
la libertad40. Gobernar es ejercer una acción sobre sujetos que deben ser considerados libres desde el punto
de vista de la lógica de la empresa, expone Foucault en este curso. Detengámonos en esta afirmación,
individuos libres desde la lógica de la empresa, Foucault lo ilustra en los neoliberales que estudian el trabajo
como conducta económica practicada, puesta en obra, racionalizada, calculada por el que trabaja. Es la teoría
del “capital humano”, que el autor elabora entre los años 1960 y 1970.

38 Ibíd., p. 207
39 Por “estatizante” refiere Foucault el crecimiento del Estado.
40 Foucault, 2006, Op. Cit., pp. 83-86
Desde la óptica del trabajador, el salario no es el precio de venta de su fuerza de trabajo (Marx) 41: es un
ingreso. ¿Y un ingreso de qué?, de su capital, es decir, de un capital humano indisociable de quien lo posee,
un capital que es uno con el trabajador. Por lo tanto el trabajador se ve comprometido en el problema del
crecimiento, la acumulación y el mejoramiento de su capital humano. A partir de allí, todo individuo se ve
envuelto en formar y mejorar el (su) capital. ¿Y qué quiere decir eso?; hacer inversiones en la educación, la
salud, la movilidad, el barrio o la vejez. El salario, es por lo tanto, la renta de un capital y este capital cuya renta
es el salario, es el “[…] conjunto de factores físicos, psicológicos, que otorgan a alguien la capacidad de ganar
tal o cual salario, de modo que, visto desde el lado del trabajador, el trabajo no es una mercancía reducida por
abstracción a la fuerza de trabajo y el tiempo (durante) el cual se lo utiliza. Descompuesto desde la perspectiva
del trabajador en términos económicos, el trabajo comporta un capital, es decir una aptitud, una idoneidad;
como suelen decir, es una máquina”.42

Esta descomposición del trabajo en capital y renta, comporta consecuencias no menores: la aptitud y la
idoneidad para hacer algo, no puede separarse de quién es idóneo para hacerlo y esto en un doble sentido.
En primer lugar, la idoneidad, aparece como un problema del individuo43 (tener ganas, emprender,
empoderarse o elegir bien) y no de las relaciones sociales institucionalizadas que la comportan (la objetividad
social, diremos), lo que borra ipso facto cualquier vestigio de aquella ideología de la igualdad, los derechos del
hombre o el ciudadano del liberalismo clásico y consecuentemente también, las de la sociedad de pleno
empleo y el Estado de protección social. La interpelación que hace el poder, es a la “inversión” respecto de la
propia vida y la actitud empresarial que le exige a cada individuo hacerse sujeto-empresario. Este es el discurso
homogéneo y hegemónico, de la institución educativa, de la institución económica y de la tecno-
comunicacional, en uniformidad, con los lineamientos políticos a través de los índices de calidad. En segundo
lugar, la idoneidad que hace carne con el trabajador, lo constituye justamente en una máquina que, como tal,
tiene su vida útil, su obsolescencia, su envejecimiento o deja de servir.

En realidad, no se trata de un trabajador en el sentido clásico del término (por ejemplo el de Marx), nos dice
Foucault, pues el problema es el del manejo del tiempo de la vida de un individuo y no solamente el manejo
de su tiempo de trabajo. Así lo expresa: “De modo que es preciso considerar que la máquina constituida por
la idoneidad del trabajador, la máquina constituida, si se quiere, por idoneidad y trabajador ligados entre sí,
será remunerada durante un período mediante una serie de salarios que, para tomar el caso más simple,
comenzarán por ser relativamente bajos cuando la máquina empiece a utilizarse, luego aumentarán y
terminarán por bajar con la obsolescencia de la máquina misma o el envejecimiento del trabajador en la
medida que es una máquina. Es necesario, en consecuencia, considerar al conjunto como un complejo
máquina/flujo, dicen los neoeconomistas.”44

¿Cuál sería la diferencia entre este trabajador que describe la economía neoclásica y el que describía la
economía clásica y respecto de la cual Marx ejerce su crítica con la categoría fuerza de trabajo? No es acaso la
misma relación al doble carácter de la mercancía: su “valor de cambio” y su “valor de uso”.

La diferencia radicaría, según Foucault, en que este modo de subjetivación y de gubernamentalidad, le otorga
“al individuo”: el homo economicus, -y no a la población o a un conjunto (la clase, por ejemplo)- la parcela

41 Enfatizamos, ciertamente, que es a partir del concepto de fuerza de trabajo, que Marx ejerce la crítica
a la economía política; compra y venta de trabajo, lejos de ser un intercambio entre iguales sometidos a la ley
de la oferta y la demanda, es el mecanismo de apropiación del trabajo del trabajador y valorización del capital.
La venta de la fuerza de trabajo por un cierto tiempo por parte del trabajador es justamente lo que permite la
apropiación de todo el tiempo (y el gasto de energía adherido a ello) que, realizado al interior y fuera (reposición
del cuerpo y movilización del cuerpo) de la jornada de trabajo, no es pagada. De allí emana la plusvalía obtenida
por el capitalista.
42 Foucault, 2007. Op. Cit., p.262
43 Y, a veces, de las razas o de la superioridad cultural.
44 Foucault, 2007, Op. Cit., p. 264
única de racionalidad posible al interior de la racionalidad económica, la cual funda y se funda en el “carácter
incognocible de la totalidad del proceso económico”45. Es decir, la mónada liberal que Marx acusaba en “las
robinsonadas.”46

Entonces, el trabajador ya no se subjetiva en la fábrica-prisión de la sociedad disciplinaria, sino en la esfera de


“la circulación”, en la “sociedad del espectáculo”47. Este modo de subjetivación, que interpela y empuja a los
individuos a “invertir” o “trabajar” sobre sí mismos, significa asimismo y por tanto, la retirada del Soberano,
la retirada, del deseo del poder de “conocerlo todo”, “[…] el soberano debe verse librado, [de] la tarea de
vigilar la totalidad del proceso económico […]”48

El liberalismo es un arte de gobernar que asume al mercado como verdad o mejor dicho lugar de veri dicción,
-veri dicción que Foucault entiende como unidad o articulación de lo heterogéneo-, esto quiere decir, que las
más distintas prácticas cotidianas, los modos de subjetivación respecto de diversos saberes; médicos,
morales, estéticos, jurídicos, científicos, pedagógicos, de minorías o identitarios, se articulan. Y por mercado
hay que entender, no tanto igualdad del intercambio, sino más bien competencia inducida. ¿Y qué quiere decir
esto? Quiere decir que en el mercado, los sujetos no son vendedores-compradores, sino una “multiplicación
de la forma ‘empresa’ dentro del cuerpo social” […] una trama social en que las unidades básicas tengan
precisamente la forma de empresas”, […] Se trata de hacer del mercado, de la competencia, y por consiguiente
de la empresa, lo que podríamos llamar el poder informante de la sociedad.”49

Desde el punto de vista del poder, una especie de desinversión del estado, una economización del ejercicio
del poder, un nuevo orden interior, que se desentiende de la integración social, el disciplinamiento de los
cuerpos y la gestión de sus necesidades y opera sobre lo que Foucault llama “zonas vulnerables”50, (es decir,
aquéllas donde el poder no quiere que sea vulnerado) mediante el dispositivo de seguridad. Un juego, entre
la libertad que está obligado a producir (libertad de mercado, libertad de vendedor y comprador, libertad de
“expresión”, libre ejercicio del derecho de propiedad)51 y procesos de “obstrucción” que generan “efectos
destructivos que se imponen incluso a lo que producen”52 y que la gubernamentalidad debe regular o
intervenir.

Por desinversión o economización del ejercicio del poder, no hay que entender entonces, como lo hacía el
liberalismo clásico; por un lado el mercado: ámbito natural de competencia entre privados y por otro; estado-
monopolio de la fuerza pública, es decir, la delimitación de los ámbitos económico y político. La frugalidad del
estado del neoliberalismo significa, al contrario, que: “No va existir el juego del mercado, o, mejor dicho, la
competencia pura, que es la esencia misma del mercado, [pues] sólo puede aparecer si es producida por una
gubernamentalidad activa. Habrá por lo tanto, una suerte de superposición completa de la política
gubernamental y de los mecanismos de mercado ajustados a la competencia. El gobierno debe acompañar
de un extremo a otro una economía de mercado. Ésta no le sustrae nada. Al contrario, señala, constituye el
índice general sobre el cual es preciso poner la regla que va a definir todas las acciones gubernamentales. Es
preciso gobernar para el mercado y no a causa del mercado”53

45 Ibíd., p.325
46 Marx, 1976. Op. Cit., p. 41
47 La “sociedad del espectáculo”, es una figura de Guy Debord.
48 Foucault, 2007. Op.Cit., p. 324
49 Ibíd., p.186
50 Michel Foucault, Saber y Verdad, La Piqueta, Madrid 1991, pp. 19-20
51 Foucault, 2007. Op. Cit., p.84
52 Ibíd., p. 91
53 Foucault, 2007, Op. Cit., p. 154
Ser libre respecto de las políticas puede significar entonces dos cosas: ser empresa de si mismo o el abandono
de todo aquél que no es capaz de convertirse en empresa54, que no genera flujo de utilidad en el tiempo y
espacio, la nuda vida posible de casi todos, la desafiliación y el abandono: la nuda vida o vida desnuda,
desnuda de su forma política, a la que cualquiera puede dar muerte, la del cualquiera que muere.

El ingreso de la vida de las poblaciones a los cálculos del poder, se inscribe en este contexto. Ésta es
intervenida; cuidada, censada, clasificada y abandonada según su productividad o capital humano o según la
vulneración que le presente al poder. Se trata también de la privatización de la política social. El productor es
privatizado, desposeído y abandonado. Privatización que transcurre en dos sentido; se reprivatiza la gestión
de los medios de reproducción de la vida (el capital humano), de salud, de seguridad social y subsistencia
(desregulación en contratos de trabajo, despotenciación de los sindicatos, flexibilización laboral,
subcontratación, Isapres, AFP, etc.), se privatizan los riesgos y se priva de derechos y de medios de
subsistencia (desafiliación del trabajo y de los centros de distribución de derechos y poder). Privatizado en la
producción de medios y privado de medios. De modo qué, la inversión ideológica que aparece como
fabricación de autonomía respecto del Estado y autonomía del “capital humano”, emprendedor o empresario
de si mismo y la consecuente invisibilización de capital social (salvo en los períodos de crisis) opera
fácticamente en el mercado como lugar de veridicción. En consecuencia, señala Foucault, las políticas
gubernamentales responden a esta veridicción fáctica.

El liberalismo se comporta como crítica al estado social u alguna forma de estado orgánico y totalitario y sin
embargo es el cuerpo orgánico de la sociedad donde se constituye el sujeto-población. En este destino a
algunos les toca ser sujeto-empresa, a muchos, población, cuidada, culpabilizada (sacrificable) y abandonada.
La monada neoliberal vs. la nuda vida.

54 Ser empresa de sí mismo es el primer elogio moral: el pobre que se hizo PIME, el inválido que es
técnico radiofónico y el negro que es gerente.
VIDA, LABOR, HISTORIA

APUNTES EN TORNO AL NEXO VIDA-TRABAJO EN MARX

Carlos Casanova

1.- Potencia genérica del proletariado

Hace ya varias décadas, Althusser defendió la tesis de un “corte epistemológico” entre la obra temprana y
los textos maduros de Marx a partir del “acontecimiento teórico-práctico” de 1845, momento de redacción
de La ideología alemana55. Mientras que, según la tesis de Althusser, el sistema teórico de los Manuscritos del
44 reposaba sobre tres conceptos-base: Esencia Humana / Alienación / Trabajo alienado, los textos
posteriores al 45’ descansan en una tríada conceptual completamente nueva, que constituye la base del
dispositivo teórico inédito que comienza a aparecer en La ideología alemana: Modo de producción / relaciones
de producción / fuerzas productivas. El nuevo continente teórico del marxismo que se abre desde 1845 tiene
por condición de posibilidad la producción de un nuevo conjunto de categorías en el que se abandona de
modo irrevocable el concepto abstracto e ideológico de Hombre. Se asiste así a un “cambio de terreno” 56 en
el que no hay ya cabida para el humanismo del joven Marx.

La categoría de Hombre se ubicará en el centro del debate que emprende Althusser con una parte de la
intelectualidad marxista. Si el conjunto de categorías filosóficas idealistas habían puesto en el primer rango al
Hombre como sujeto de la historia, el marxismo althusseriano coloca en el primer rango a la lucha de clases,
en un proceso histórico en el que no se trata más del problema del “sujeto”. Quienes “hacen” la historia son
las masas “unidas” y “conducidas” por la única clase explotada en “la gran producción capitalista”: El
proletariado57. Althusser contra el concepto de Hombre reconoce en el “proletariado” una categoría central
de clase como término de una contradicción constitutiva. La noción de clase no remite ya, según Althusser, a
un sujeto o esencia humana.

Hannah Arendt se ubica, ciertamente, en las antípodas del planteamiento althusseriano. Pues para Arendt,
en efecto, “labor”, “violencia” y “libertad” señalan los desafíos centrales a nuestra tradición que aparecieron
con los tres grandes acontecimientos de la época contemporánea, a saber, las revoluciones políticas en Francia
y América, la Revolución industrial en el mundo occidental, y la demanda de libertad para todos que era
inherente a ambas, y que Marx intentó formular y pensar adecuadamente bajos las tres proposiciones que,
según Arendt, constituyen lo pilares en que descansa su teoría: primera proposición, “la labor es la Creadora
del hombre”; segunda, “la violencia es la partera de la Historia”; y tercera, “nadie que esclavice a otros puede
ser libre”58 En comparación con estas proposiciones relativas a la labor, a la violencia como motor de la historia
y a la libertad vinculada a la igualdad universal, la única inversión de los “valores” tradicionales de que el propio
Marx era consciente: el giro del “idealismo” al “materialismo” es –escribe Arendt– de menor importancia59.
Para Arendt, la “grandeza de Marx”, y la razón de su enorme influencia en el pensamiento político y en los

55 Cfr. L. Althusser, La revolución teórica de Marx. México, Siglo XXI, 1967.


56 Cfr. L. Althusser, Para Leer El Capital. México, Siglo XXI, 1998. Pp. 81-215.
57 Cfr. L. Althusser, Para una critica de la práctica teórica. Respuesta a John Lewis. Buenos Aires, Siglo
XXI, 1974. Pp. 31-32.
58 Hannah Arendt, Karl Marx y la tradición del pensamiento político occidental, Madrid, Encuentro, 2007.
Pp. 31-51.
59 Op. Cit. Pág. 53.
movimientos políticos contemporáneos, está en que el carácter positivo de la igualdad universal lo descubrió
él en la naturaleza misma del hombre, esto es, en su concepción del hombre como fuerza de labor. Vale decir:
Arendt piensa, a diferencia de Althusser, que el verdadero corte con la tradición no está en el paso del
humanismo al “materialismo histórico”, sino en una cierta antropología: aquella que define lo humano como
viviente que labora.

Si Althusser desplaza el centro desde el concepto de Hombre hacia las categorías de clase y fuerza
productiva, Arendt, por el contrario, percibe en el propio concepto de “fuerza productiva” el fundamento de
una nueva determinación del hombre. La revolución industrial –escribe Arendt– con su ilimitada demanda de
pura fuerza de labor, abocó a lo inaudito de una reinterpretación de la labor como la cualidad más importante
del hombre. La emancipación de la labor, en el doble sentido de emancipar la clase trabajadora y dignificar la
actividad del laborante, implicaba una nueva relación fundamental entre los hombres basada en lo que la
tradición habría despreciado como el ínfimo denominador común de los seres humanos: la posesión de fuerza
de labor. El hecho fundamental –tal como Arendt lo remarca en La condición Humana – reside en que el
conjunto del “hacer” humano se interpreta como “actividad productora concreta, interpretada a su vez a partir
de la labor, es decir, de la producción de la vida material, correspondiente al ciclo biológico de la vida60. Todas
las actividades del hombre hallan su común denominador en el laborar como actividad productiva de bienes
que se consumen en el proceso de la vida, de ahí que para Arendt no exista actividad más inmediatamente
ligada a la vida que la laborante61.

Ahí donde Althusser reconoce un corte entre el concepto de Hombre y el de proletariado, Arendt ve al
contrario una continuidad. El proletariado sería la categoría de clase con que se designa un nuevo estatuto de
lo humano.

Jacques Rancière ha destacado que proletario no es precisamente un oficio, y su raíz latina proletarii quiere
decir solamente: los que se reproducen, los que simplemente viven y se reproducen sin poseer ni transmitir
un nombre, sin ser contados como parte en la constitución simbólica de la polis62. En su defensa ante la Corte
de Audiencias, el 12 de Enero de 1832, Auguste Blanqui exclama: “Se me acusa de haber dicho a treinta
millones de franceses, proletarios como yo, que tenían el derecho de vivir. Si eso es un crimen, me parece que
debería responder por él menos a una corte que a todos los hombres, aunque no fuesen ni jueces ni parte en
la cuestión”63. Los proletarios son las “masas laboriosas” privadas de “derechos políticos”, que han quedado
excluidas del derecho de ciudadanía. De acuerdo a esto, habría un lazo que une de manera esencial el concepto
de labor y el de proletario. El nudo que enlaza ambos términos es la noción de Vida.

Si seguimos a Arendt y Rancière en este punto, deberíamos llegar a la conclusión que la labor es la actividad
vinculada al ciclo de la vida biológica cuyo agente de producción es el proletario, esto es, aquel que no se
define por ninguna profesión en particular, puesto que solo cuenta con su fuerza de trabajo como potencia
genérica indeterminada. En ella no está prescrito un tipo particular de actividad laboral, más bien se
caracteriza por ser una capacidad para producir que alude a tareas de cualquier tipo.

60 Cfr. H. Arendt, La condición Humana, Buenos Aires, Paidós, 2005. Cap. 3.


61 Op. Cit. Pp. 120-121.
62 Cfr. Jacques Rancière, Política, policía, democracia, Santiago de Chile, Lom, 2006. Pág. 21.
63 A. Blanqui, “Defensa del ciudadano Blanqui en el proceso contra la Sociedad de los amigos del
pueblo”, Revista de filosofía Nombres, Córdoba, año XIII, nº 18, diciembre de 2003. Pp. 97-111.
2.- El hombre sin obra

En un artículo publicado originalmente en el 2004, titulado “La obra del hombre”, Agamben cita un pasaje
de la Ética a Nicómaco (1097b 22) donde Aristóteles se pregunta si existe, como sucede en el caso del escultor
o del artesano, una obra que sea propia del hombre en cuanto hombre o si, al contrario, el hombre ha nacido
sin obra (árgos). Lo que está en cuestión en esta pregunta según Agamben es la naturaleza misma del hombre,
que se presenta como el viviente sin obra, es decir, privado de una naturaleza y de una vocación específica. Si
le faltara al hombre en tanto que tal una función específica, tampoco tendría un ser en acto (enérgeia) que
podría definir su esencia: es decir, el hombre sería un ser de pura potencia, que ninguna identidad y ninguna
obra podrían agotar64. El problema concierne entonces a la posibilidad misma de identificar el ser-en-obra del
hombre en tanto hombre, independientemente y más allá de las figuras sociales concretas que este pueda
asumir.

Llama la atención que esta dificultad para determinar la obra del hombre como tal es coincidente con la
indeterminación de la labor en tanto que actividad genérica inherente a la vida del proletario. El hombre que
–por oposición a su ser-en-obra– es pura potencia se corresponde con el proletario como aquel que solo
cuenta con la fuerza genérica de trabajo separada de su puesta en obra. Es precisamente esta la dificultad a
la que debe enfrentarse el marxismo. El proletario es una clase cuya emancipación política se identifica con su
autodestrucción en tanto representa una actividad particular (la actividad industrial de la clase obrera). De
aquí –señala Agamben– las indecisiones de Marx sobre el destino del trabajo en las sociedades sin clases65. En
1847, en Miseria de la filosofía, Marx escribe:

…el antagonismo entre el proletario y la burguesía es una lucha de clase contra clase, lucha que, llevada a su
más alta expresión, implica una revolución total […] En el transcurso de su desarrollo, la clase obrera sustituirá
la antigua sociedad civil por una asociación que excluya a las clases y su antagonismo, y no existirá ya un poder
político propiamente dicho, pues el poder político es precisamente la expresión oficial del antagonismo dentro
de la sociedad civil66.

¿Qué tipo de “asociación” no política sería esa? ¿Estamos en presencia de lo que Arendt advierte como un
hecho decisivo, a saber, que a partir de ahora la labor deja de pertenecer al espacio estrictamente privado de
la vida para convertirse en un hecho público-político de primer orden, pero que trae como consecuencia la
destrucción de la política por lo social? O bien, en palabras de Agamben, ¿Será que la sociedad sin clases liga
el destino de la política a una obra, que permanece inasignable con respecto a las actividades humanas
singulares?

En un conocidísimo pasaje de El Capital, Marx escribe:

De hecho, el reino de la libertad sólo comienza allí donde cesa el trabajo determinado por la necesidad y la
adecuación a finalidades exteriores; con arreglo a la naturaleza de las cosas, por consiguiente, está más allá
de la esfera de la producción material propiamente dicha67.

64 Cfr. G. Agamben, La potencia del pensamiento, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2007. Pág. 467.
65 Op. Cit. Pág. 473.
66 K. Marx, Miseria de la filosofía. México, Siglo XXI, 1987. Pág. 121.
67 K. Marx, El Capital (Libro III). México, Siglo XXI, 1991. Pág. 1044.
Habría de algún modo una cierta equivocidad en este texto. Pues bien podría querer decir y prometer que
la liberación del trabajo es una liberación respecto al trabajo como “un fin en sí mismo”, como la verdadera
esencia del ser humano, realizado únicamente en sí mismo y ya no en formas objetivas externas y reificadas,
por ende, no encarnándose ya, no ocultando un secreto sino develándose como necesidad interna e
incuestionable en la autoproducción del hombre. Leído así, Arendt tendría razón al advertir que la libertad es
entonces imposible, ya que, la emancipación de la labor implicaría el desencadenamiento de la pura potencia
productiva indiscernible del proceso incondicionado de la vida. La política en este contexto no es más que un
medio para un fin no político: la liberación de la pura capacidad laborante del hombre. Sin embargo, la frase
de Marx puede también ser leída en otro sentido. Ella puede prometer la eliminación del trabajo, la
destrucción de la situación que lo define. Por lo tanto, no solo hablaría de una liberación de la necesidad
vinculada a unos fines externos, sino de una liberación del propio trabajo, del supuesto de su necesidad
incuestionable. Leído así, el reino de la libertad no sería aquel de la pura potencia sin obra de lo humano
abandonada al proceso sin fin de la vida, sino destrucción de la situación de separación de la potencia respecto
al ser-en-acto. Pero, ¿cómo entender esta no-separación? Me parece que la cuestión fundamental se juega
en si interpretamos la libertad como lo que adviene allende el fin de la historia, o bien, como eso que acontece
con y como el comienzo mismo de la historia.

3.- Vida e historicidad

Bien se podría sostener la tesis, contraria a la arendtiana, que la labor no es lo que define la naturaleza
humana en Marx sino que es una modalidad histórica de relación social entre los hombres bajo el dominio de
un determinado régimen de producción. Esta tesis tiene una consecuencia no de poca importancia: la labor
no es el lugar de reproducción de la vida biológica, según el modelo griego que recoge Arendt, sino de gestión
controlada de la vida. Ahora bien, esto quiere decir que la supuesta “vida natural” como objeto “bio-político”
es ya inseparable de un conjunto de condiciones técnicas de producción. Por lo tanto, la llamada “vida natural”
es en su origen un producto técnico. Su tecnicidad de origen es lo que inscribe la vida en su historicidad
originaria. Es esta tecnicidad la que hace imposible que haya algo así como la “vida”. La techné de la vida es
precisamente la vida que no es simplemente la “vida”, en el sentido del proceso de autoconservación y de
autoreproducción.

Hay que medir el alcance de esta producción técnica de la vida. Ella y no la “vida natural” es el lugar de una
lucha histórica. O bien, esa producción desencadena lo que Nancy ha llamado “un proceso de apresamiento
ecotécnico ilimitado”68, o por el contrario se vuelve el lugar de apropiación de la historicidad de lo humano.

La peculiaridad del régimen de producción capitalista consiste para Marx –según lo ha enfatizado Virno– en
que él reduce a mercancía la potencia genérica de producir y por ese medio subsume para sí la capacidad
laborante no objetivada, inseparable de la existencia corpórea inmediata del obrero. Lo que se compra es la
pura capacidad de producir. El trabajo no objetivado, o sea, la mera facultad de producir es inseparable del
cuerpo viviente, sustrato sin valor de lo que produce valor: “el trabajo como subjetividad”69. Así pues, la vida,
tomada como sustrato genérico de la potencia de producir, se convierte en el objeto de gestión para la
apropiación-subsunción de la fuerza productiva. De manera que no es la vida del trabajador lo que se compra
sino la fuerza de trabajo que le es inherente. La vida sólo adquiere un valor por efecto de la alienabilidad de
la capacidad productiva como mercancía. El precio de la fuerza de trabajo, es decir, el salario (medio de su
control), equivale a lo necesario para el mantenimiento de lo que, por su parte, no tiene valor, la vida del

68 Cfr. Jean-Luc Nancy, La creación del mundo o la mundialización, Barcelona, Piadós. Pp. 117-18, y ss.
69 Paolo Virno, El recuerdo del presente. Buenos Aires, Paidós, 2003. Pág. 171.
trabajador. La vida ofrece de este modo la medida ficticia para eso que no tiene medida dada: la fuerza
productiva.

Planteado así, la vida como objeto de gestión económico-política no es más que el efecto histórico de la
separación de la potencia genérica de producción de las condiciones de su ejercicio técnico. En otras palabras,
la época del Capital hace efectivo el viejo sueño filosófico de la distinción entre naturaleza y técnica. Lo realiza
por medio de la acumulación concentrada de los medios técnicos de producción.

Una vida inseparable de su ser-en-acto, no es una vida inmovilizada en una identidad sustancial, es una
potencia indiscernible de las condiciones de su producción técnica. Una vida que se ha apropiado de su
tecnicidad es una vida que no puede ser objeto de una dominación técnica, pues ya no hay nada que dominar.
Se trata de una vida que no puede ser más objeto de sí misma.
La biopolítica del trabajo asalariado en la Argentina (1890-1915): una aproximación socio-histórica

Victoria Haidar

El objetivo de esta contribución consiste en exponer algunas conclusiones relativas al gobierno de la relación
“trabajo-salud” entre 1890 y 1915 en la Argentina. Esas conclusiones derivan de una investigación en la que
nos preguntamos por las condiciones de posibilidad70 de un régimen de regulación de las contingencias
laborales. ¿Qué combinación contingente de epistemes, mecanismos, vocabularios y estrategias
condicionaron la sanción, en el año 1915, de la primera Ley de Accidentes y Enfermedades del Trabajo?71

Sucede que, entre esas formas discursivas y no discursivas que permitieron pensar y practicar cosas tales como
la responsabilidad de los patrones por las enfermedades que sufrían sus empleados, se encontraba una
problematización de la vitalidad colectiva: unas formas de conocimiento y unas estrategias orientadas a la
administración de las fuerzas vitales de la población trabajadora.

El funcionamiento de ese régimen biopolítico estaba intrínsecamente ligado a la operatoria misma del
liberalismo, la racionalidad política hegemónica en el período que analizamos.

En tanto arte de gobierno, el liberalismo se corporiza en la propuesta de una serie de límites a la acción del
Estado72. Uno de esos límites refiere a aquello que la autoridad política es capaz de conocer y eventualmente
controlar: un conjunto de esferas autónomas que tienen sus propias lógicas y mecanismos internos de auto-
regulación y no son accesibles directamente al soberano (la población, la sociedad, la economía). El gobierno
liberal se ejerce, entonces, a la luz del conocimiento, proporcionado por expertos, de aquello que debe ser
gobernado.

Hacia fines del siglo XIX, diversos saberes y entre ellos algunos que se ocupaban específicamente de
problematizar la “vitalidad” de los colectivos humanos (la higiene social, la eugenesia, la medicina clínica),
llegaron en auxilio de las autoridades políticas que deseaban encauzar de manera eficaz la “cuestión social”,
tras el fracaso de las estrategias coercitivas que en lugar de reducir, amplificaron la protesta social.

Pero algunas de esas reflexiones involucraban racionalidades o puntos de vistas diferentes o dislocados vis à
vis los métodos de gobierno liberal. Así, por ejemplo, se necesitaba algún tipo de elaboración para justificar la
subordinación de los intereses privados a los objetivos de la salud pública.

El propósito de este trabajo apunta, fundamentalmente, a exhibir y analizar, en su especificidad histórica, los
ejercicios biopolíticos relativos al gobierno de la relación trabajo-salud entre 1890 y 1915 en la Argentina, un
período caracterizado por la emergencia de la “cuestión social” y por la formación recíproca de las
instituciones del Estado y de los dispositivos de producción de verdad científica.

Pretendemos visibilizar su inherente historicidad, el carácter contingente, teórica y políticamente


determinado de sus formas; desplazándonos respecto de otras perspectivas sobre la biopolítica caracterizadas
por su generalidad y su orientación trans-histórica; no fundadas, en suma, en análisis empíricos (históricos,
sociólogo o genealógicos) circunscriptos de manera precisa. Ese desplazamiento estuvo condicionado por tres
operaciones teóricas.

70 Foucault, Michel. El orden del discurso. Barcelona, Tusquets, 2002.


71 Haidar, Victoria. Trabajadores en riesgo. Una sociología histórica de la biopolítica de la población
asalariada en la Argentina (1890-1915). Buenos Aires, Prometeo, 2008.
72 Rose, Nikolas. Powers of freedom. Reframing political thought.Cambridge, Cambridge University
Press, 1999, p.44.
[Concepto de Biopolítica]. Partimos de una conceptualización de biopolítica que da cuenta de las distintas
dimensiones del análisis del poder presentes en la obra foucaultiana y, a la vez, es lo suficientemente dúctil
como para orientar (operacionalización mediante), investigaciones empíricas.

En este sentido el enfoque de los governmentality studies 73 resulta eficaz en articular la biopolítica como el
conjunto de estrategias y disputas sobre problematizaciones de la vitalidad humana colectiva, la morbilidad y
la mortalidad, sobre las formas de conocimiento, los regímenes de autoridad, las prácticas de intervención
que son deseables, legítimas y eficaces. A la vez que diferencia tres componentes del concepto74, susceptibles
de indagación en perspectiva histórica y sociológica.

-Los discursos de verdad acerca del carácter “vital” de los seres humanos vivientes y el correspondiente
conjunto de autoridades consideradas competentes para poner en locución esa verdad.

-Las estrategias para la intervención sobre la existencia colectiva en nombre de la salud y de la vida, dirigida a
poblaciones, sociedades nacionales o colectividades bio-sociales especificadas en términos de categorías de
raza, etnicidad, género o religión.

-Los modos de subjetivación en función de los cuales los individuos son convocados/impulsados a trabajar
sobre ellos mismos, bajo ciertas formas de autoridad, en relación a ciertos discursos de verdad, a través de de
prácticas del yo, en nombre de la salud y la vida individual o colectiva.

[La historia como recurso]. Analizamos la configuración de la biopolítica, con las dimensiones antes detalladas,
en perspectiva histórica. Si bien nuestra investigación está movilizada por “problemas del presente”, la
indagación en perspectiva histórica constituye una herramienta seleccionada para desestabilizar y
desnaturalizar el presente. Permite re-constituir los lazos entre los diversos componentes desconyunturados75
del régimen (actual) de gobierno de la salud y seguridad laboral y las series históricas de las cuales provienen.
La historia es así una estrategia para desmontar lecturas de “sentido único” del presente, exhibiendo la
procedencia heterogénea de los elementos que lo conforman. Esta perspectiva se corresponde con el carácter
“perspectivista” de los estudios de la gubernamentalidad y su propensión a analizar regímenes de prácticas
circunscriptos históricamente.76

[Los actores y sus estrategias]. Finalmente, nos ocupamos de poner en conexión esos discursos de verdad,
esas estrategias y esos efectos de subjetivación que caracterizan a los ejercicios biopolíticos con una trama de
relaciones sociales: agentes con propósitos específicos en mente, objetivos estratégicos, relaciones de
confrontación. Este enfoque sociológico si bien, por una parte, refuerza el carácter empírico y el ethos
perspectivista de los estudios de la gubernamentalidad pretende, por otra parte, corregir su énfasis
excesivamente “diagnosticador”77, la peligrosa desconsideración de preguntas relevantes para la mirada
sociológica: quién hace qué, a quién, con qué fines y consecuencias78. Las racionalidades de gobierno no
“flotan en el aire” sino que están imbricadas en relaciones de fuerza, son movilizadas por diversos agentes

73 Gordon, Colin. “Governmental rationality: an introduction”, en Burchell, Gordon, Miller (eds.), The
Foucault effect. Studies in Governmentality. Hemel Mepstedad: Harverster Wheatshef, 1991; Dean, Mitchell.
Governmentality. Power and Rule in Modern Society. London: Sage, 1999. ; Rose, Nikolas. Powers of freedom.
Reframing political thought. Cambridge, Cambridge University Press, 1999.
74 Rose, Nikolas. The Politics of life itself. Biomedicine, power and subjectivity in the twenty-first century.
Princenton University Press, New Jersey, 2007.
75 Vásquez García, Francisco. Tras la autoestima. Variaciones sobre el yo expresivo en la modernidad
tardía. San Sebastián: Tercera Prensa-Hirugarren Prentsa S.L, 2005.
76 Gordon, 1991, Op. Cit.
77 Rose, 1999. Op. Cit., pp.19-58.
78 Frade, Carlos. “Gobernar a los otros y gobernarse a sí mismo según la razón política liberal”. Reis, 19,
35-63, 2007. p. 41.
(clases sociales y, de manera desagregada, partidos políticos, autoridades de gobierno, expertos, sindicalistas,
organizaciones internacionales) para justificar los cambios en las relaciones de poder; es decir se despliegan
en función de determinados objetivos y estrategias. Contra el descuido o la desatención que los estudios de
la gubernamentalidad han manifestado respecto de esos aspectos, señalados por diversos autores79 en esta
investigación aquellos “elementos teóricos” (doctrinas de gobierno, justificaciones morales, piezas
intelectuales del más variado tipo) se analizan, en todo caso, en su conexión con los agentes que los movilizan
con propósitos específicos en mente, para fundar de manera racional los cambios en las relaciones de poder.
Se trata de hacer lugar, en este tipo de análisis perspectivista del poder, a una mirada preocupada sino por
establecer relaciones de causalidad, por restituir las conexiones entre los “efectos de conjunto” y las
estrategias en función de las cuales se configuran los dispositivos de poder.

A continuación expondré algunas de las conclusiones de mi investigación correspondientes a la “zona


biopolítica” de la problematización de la relación trabajo-salud en la Argentina, vector que, articulado con
otros elementos, configuraron un programa de gobierno de los riesgos del trabajo, vis à vis el cual la primera
Ley de Accidentes y Enfermedades del Trabajo revistió el estatuto teórico de un “efecto de conjunto” o “punto
de coagulación”.

I.- Saberes, estrategias y modos de subjetivación

¿Qué formas de conocimiento, qué regímenes de autoridad problematizaron la cuestión de la vitalidad


(morbilidad, mortalidad) y la productividad correlativa de las clases trabajadoras? Y ¿qué tipo de estrategias
de intervención se movilizaron en nombre de esas racionalidades? ¿Con qué fines?

Entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la programación de intervenciones orientadas a conservar y
optimizar las fuerzas vitales de los trabajadores se inspiró en la noción de “raza”. Esta grilla estaba presente
en varios de los discursos expertos que problematizaron la cuestión social y, más específicamente, la
regulación de los riesgos laborales. En el pensamiento de algunos autores (Joaquín V. González80, Augusto
Bunge81) la invocación de la raza era parte de la actualización de discursos altamente formalizados, de teorías
“científicas” organizadas en torno de los motivos racistas: la eugenesia y la teoría de la degeneración. Mientras

79 Curtis, Bruce . “Taking the state back up: Rose and Miller on political power”, Brittish Journal of Sociology, 46
(4), 575-589, 1995.; Frankel, Boris. “Confronting Neoliberal Regimes: The Post-Marxist Embrace of Populism and
Realpolitik”, New Left Review, 226, 57-92, 1997.; Garland, David. “Governmentality and the problem of crime”,
Theoretical Criminology, 1 (2), 173-214, 1997. O’Malley, Pat. “Risk, Power and Crime Prevention”, Economy and Society,
21 (3), 252-275, 1992. Frade, 2007, Op. Cit.
80 Joaquín V. González, intelectual y hombre de la política, fue ministro del interior de Roca. Su principal
aporte a la problematización de la relación trabajo-salud, consistió en la formulación de un Proyecto Nacional
de Ley Laboral (1904). Para su elaboración, González consideró necesario contar previamente con
antecedentes empíricos relativos a las condiciones de vida de las clases asalariadas en el país y también con
antecedentes doctrinarios, relativos a las experiencias de gestión de la “cuestión social” en otros países de allí
que comisionó intelectuales, expertos y “hombres prácticos”, algunos provenientes incluso de las filas del
socialismo: Augusto Bunge, Enrique del Valle Ibarlucea, Manuel Ugarte, José Ingenieros, Leopoldo Lugones,
Juan Bialet Massé, Carlos Malbrán y Armando Claros.
81 Diputado socialista, se desempeñó como médico del Departamento Nacional de Higiene y fue
comisionado en 1906 por el Poder Ejecutivo para investigar los mecanismos de gestión de la cuestión social
implementados en Europa. En cumplimiento con aquella designación se dedicó a estudiar entre 1907 y 1908
las intervenciones europeas, produciendo, como resultado de su viaje, una obra, “Las conquistas de la higiene
social” (1910) en las que expresaba su inclinación por el sistema del seguro social implementado en la
Alemania de Weimar.
los discursos de González82 estaban inspirados en la eugenesia, a la cual consideraba una “ciencia de
gobierno”, en Las Conquistas de la Higiene Social83, se encuentran marcas de la teoría de la degeneración,
Bunge convoca explícitamente a Morel. Para el primero, si la producción en la Argentina era superior a otros
países, no obstante su escasa densidad poblacional, esto se explicaba, en palabras del autor, por:

“...el valor específico de la raza...El hombre culto y civilizado, el hombre europeo...es más productivo que el
hombre inferior, que el hombre de raza mezclada, mestiza”84

Esa inspiración eugenésica está presente en el Proyecto de Código del Trabajo (1904) elaborado por González:
entre sus fundamentos se anotaba el propósito de “formar una raza nacional sana, robusta y animosa”85.

Augusto Bunge, por su parte, pensaba que los peligros que entrañaba la miseria y el trabajo industrial en
condiciones insalubres, producían efectos deprimentes y deformadores sobre el tipo humano. No solo
detenían su “evolución progresiva hacia una variante superior”,86 sino que el ejercicio de influencias
perniciosas a través de múltiples generaciones producía efectos acumulativos, constituyendo una amenaza
para la subsistencia de la especie. La falta de intervención oportuna sobre las condiciones de trabajo podía
conducir a la decadencia fisiológica, al descenso del tipo humano y, en consecuencia, a la formación de una
“raza de pobres” y a su degeneración progresiva.

En otros casos, en cambio, la raza se articulaba con independencia de esos saberes, como una variable
destacada de la explicación médica de las enfermedades que sufrían los trabajadores o de la explicación
“psicofisiológica” de su desigual rendimiento, pero también se conjugaba en términos racistas. Así, Bialet
Massé87 no necesitó apelar a la eugenesia para afirmar que la población trabajadora se encontraba estriada
tres sub-poblaciones, constituidas a partir de criterios biológicos y político-culturales: los criollos, los
extranjeros y los aborígenes. En cambio, combinó la medición de la “fuerza física” de trabajadores
provenientes de esas tres sub-poblaciones realizada con un instrumento específico (el dinamómetro de Collin),
con el examen clínico, a los efectos de “probar” empíricamente su tesis de la superioridad del obrero criollo
sobre el extranjero. Desde su perspectiva, la propaganda inmigratoria ponía en peligro la sustentabilidad
biológica de la sociedad nacional. Al jaquear la seguridad biológica dicha política conducía inevitablemente a
una lucha entre la raza criolla y las razas extranjeras, a “una lucha sangrienta, encarnizada, de exterminio.88
Articulada como pieza de las teorías eugenésicas o de la degeneración o bien como parte de la matriz general
del pensamiento de la época, en la Argentina la “raza” se concibió tanto desde una grilla biologicista como
culturalista89.

82 González, Joaquín V. El juicio del siglo. Rosario, Editorial Rosario, 1910.

83 Bunge, Augusto. Las conquistas de la higiene social. Penitenciería Nacional: Buenos Aires,
1910/1911.
84 González, 1910. Op. Cit.
85 Vid. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación, 1904, t.I: 66/67.
86 Bunge, 1910/1911. Op. Cit., p.8.
87 Juan Bialet Massé, médico, abogado y “emprendedor” fue comisionado en 1904 por Roca y González
para efectuar una investigación sobre las condiciones de vida de las clases trabajadoras en el interior del país.
Esa labor se tradujo en la redacción de su famoso Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior
de la República (1904).
88 Bialet Massé, Juan. Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República. T.I.
Buenos Aires, Imprenta y Casa Editora de Adolfo Grau, 1904ª, p.11.
89 Altamirano, Carlos. “Entre el naturalismo y la psicología: el comienzo de la ‘ciencia social’ en la
Argentina”, en Federico Neiburg y Mariano Plotkin (comp.), Intelectuales y expertos. La constitución del
conocimiento social en la Argentina. Buenos Aires, Paidós, 2004.
Esta biopolítica inspirada en motivos racistas apuntaba a la realización de varios objetivos estratégicos. Por
una parte se trataba de conservar y mejorar la vitalidad de la población asalariada para así asegurar la
reproducción de los procesos capitalistas. Así, el conocimiento de los procesos psicofísicos que regían el
trabajo humano, de los procesos biológicos que atravesaban a las poblaciones y de las leyes económicas del
mercado, conducían a afirmar que el trabajador debía ser cuidado por el propio interés del capitalista, como
sostenía Bialet, no por caridad sino por codicia. En este sentido, la investigación socio-histórica no hace más
que reforzar las conclusiones a las que arribó Foucault a partir de las genealogías del biopoder y del gobierno:

“...el ajuste entre la acumulación de hombres y la del capital, la articulación entre el crecimiento de los grupos
humanos y la expansión de las fuerzas productivas...en parte fueron posible gracias al ejercicio del biopoder”.
90

Por otra parte, aun al interior de un régimen liberal, en la obsesión de las autoridades políticas y de los expertos
con la cuestión de la raza, estaban comprometidos objetivos propios de la razón de Estado91: la gestión política
de la vitalidad y la salud de la nación y la competitividad internacional. Así, la posibilidad de contar con una
población numerosa, con obreros “sanos y fuertes” aseguraba al Estado una performance óptima vis à vis el
rendimiento económico, militar y “republicano” de los otros países. Para González la agenda eugenésica -un
proceso de selección de los componentes caucásicos y de exclusión del “hombre inferior”, la raza mestiza
apuntalado políticamente- tenía como propósito equiparar la nación argentina a las otras naciones,
fundamentalmente, en las formas republicanas. Bunge consideraba que el interés social en “sanear” a la
población asalariada radicaba en el aporte que ese colectivo producía para la reproducción y evolución de la
nación en su conjunto: incidía sobre la subsistencia y el estancamiento, la degradación o la evolución de la
especie y, también sobre la vida republicana y los intereses del Estado: los obreros eran la mayor parte de los
ciudadanos cuyo voto regía el destino de las democracia, eran los soldados defensores de la nación y los
productores de la riqueza común.92 Y, por otra parte, las medidas higiénicas hacían parte de un proyecto anti-
sedicioso. Finalmente, también Bialet Massé consideraba que el carácter público y social de la relación laboral
estaba dado por el hecho de que de ella dependía la existencia humana misma, el porvenir de la raza y, con
él, la “grandeza de los pueblos”.

Por otra parte, esta biopolítica de la población asalariada debe entenderse sobre el fondo del proceso de
medicalización, caracterizado por la emergencia en múltiples lugares del cuerpo social de la problemática de
la salud y de sus prácticas conexas93, de lo que resulta una ósmosis creciente entre lo biológico, lo jurídico y
lo político (Esposito, 2005). La consideración de las enfermedades y, más ampliamente, de la salud, como un
problema político y económico planteado a las colectividades, activó el funcionamiento de la medicina como
“higiene social”, es decir, como una técnica general de la salud más que como un arte de curar enfermedades.
Esa orientación dio lugar a la formación de un saber “médico-administrativo” emplazado en la intersección de
la administración del Estado y la medicina. La noción de higiene ampliaba considerablemente los poderes de
los médicos, que no solo se ocupaban de las enfermedades sino de las formas de existencia y el
comportamiento.94

Así, por ejemplo, en opinión de Bunge, la distinción entre razas superiores e inferiores se fundaba en
algunos casos en factores biológicos y, en otros, en factores socio-culturales.
90 Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 2002,
p. 171.
91 Foucault, Michel. Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006.
92 Bunge, 1910/1911.
93 Foucault, Michel. “La política de medicalización en el siglo XVIII” en Michel Foucault, Saber y Verdad.
Madrid, La Piqueta, 1991.
94 Ibíd.
En la Argentina, estas funciones fueron encarnadas por el movimiento higienista95, que se enraizó en el ámbito
del Estado, en instituciones tales como el Departamento Nacional de Higiene (1880). Ese movimiento incluía
la reflexión sobre los accidentes y enfermedades del trabajo como un rubro más del laxo concepto de “salud
pública”, que aludía no solo a la salud “física” sino “moral” de la población. Los riesgos del trabajo, en tanto
tenían la potencialidad de afectar la salud de los obreros y de su descendencia, hacían parte de los numerosos
peligros “higiénico-sociales” derivados de la miseria obrera, que la higiene social debía detectar y conjugar. En
esta dirección, en 1911 se creó un Sección de “Higiene Escolar, Infantil, Industrial y Social” que comprendía
aspectos relativos a la higiene industrial y a la previsión social.

Uno de los efectos de este proceso de medicalización, en relación a la cuestión de los accidentes y
enfermedades laborales, consistió en la extensión del poder de los médicos en detrimento del saber jurídico
y en la formación de nuevos circuitos de conexión entre el saber médico y el saber jurídico.

En la Argentina, el saber y las técnicas médicas accedieron al campo del “derecho privado” por mediación de
la práctica pericial. La presencia de médicos en el proceso judicial dio lugar a debates al interior del campo
jurídico, relativos al valor a otorgarle a esas opiniones y a la configuración de reclamos específicos
provenientes del ámbito médico. Como los accidentes y enfermedades laborales comenzaron a hacer parte
de la agenda de la “medicina legal”, los médicos exigían que solo los especialistas actuasen como peritos, la
regulación de esta práctica y la creación de una cátedra de medicina legal al interior de las Facultades de
derecho.

La exhortación de la ampliación de las competencias de los médicos a expensas del ámbito consagrado a la
“decisión” judicial, provenía no sólo del campo médico, sino del reformismo jurídico y político, que impulsaba
la “socialización” del derecho, el desplazamiento de la idea de la culpa y su reemplazo por la nueva
racionalidad del riesgo. Uno de los puntos de clivaje de la reforma se encontraba en la cuestión del proceso.
Mientras una diagramación de la ley de accidentes y enfermedades del trabajo vinculada a la matriz de la
responsabilidad civil conducía al mantenimiento de la forma litigiosa y de la función de los jueces, otra, más
próxima a un esquema actuarial y social minimizaba la función jurisdiccional. Es aquí dónde las preocupaciones
de los juristas se enlazan con las intencionalidades de los médicos: el cambio en el proceso suponía atribuir al
juez una función de mera constatación, dependiente, por lo tanto, del saber médico. Así, los grandes
beneficiarios de la limitación del arbitrio judicial fueron los médicos, a quienes se les trasvasaron los poderes
decisorios de los médicos. Mientras la racionalidad liberal había formateado la “verdad jurídica” como “verdad
moral”, y la había colocado bajo la única esfera de discernimiento judicial, la programación basada en el riesgo
sujetó la “verdad jurídica” al formato científico de la “verdad médica” que, activada por el acontecimiento del
accidente se construía de manera secuenciada.

Un derecho socializado no requería del discernimiento jurídico de la autoría, de las culpas, sino la constatación
“técnica”, realizada por expertos (médicos e ingenieros) del accidente o de la enfermedad. Para estas nuevas
funciones, activadas por la socialización y objetivación de la responsabilidad, las capacidades y habilidades de
los jueces no servían.

Pero también los higienistas se remitieron permanentemente al campo jurídico. Desde su perspectiva, el
vocabulario del derecho se presentaba como una herramienta adecuada para efectivizar, en las prácticas, el
repliegue de las libertades. Creían que la “fuerza de la ley” otorgaba el respaldo necesario para subordinar los
intereses privados a los objetivos (públicos) de la defensa social.

95 La higiene era definida vagamente como todas las acciones que se ejercían sobre la salud, y lo
higienistas eran una troupe de filántropos, políticos, químicos, periodistas, farmacéuticos y médicos. No
obstante, el higienismo argentino adoptó en gran medida las pautas institucionales del modelo francés que
ligaba el control higiénico a la figura del médico (González Leandri, 2000:222).
Las estrategias biopolíticas inspiradas por el saber médico, la eugenesia y, en general, los motivos de la raza,
demarcaron como objeto de intervención, una “colectividad de vivientes”, en términos de “población”, de
“especie” y de “raza”. Ese objeto de gobierno se construyó a través de varias vías que, en todos los casos,
involucraron la generación de conocimiento empírico. Parte de sus trazos provinieron de las observaciones y
mediciones realizadas por los expertos comisionados por el Estado para investigar las condiciones de vida de
las clases asalariadas; las inspecciones practicadas por los médicos, ingenieros y funcionarios en general del
Departamento Nacional de Higiene y el Departamento Nacional de Trabajo (1907). Una fuente privilegiada
para construcción de la población y la visibilización de sus variables estuvo constituida por las estadísticas
relativas a los accidentes, enfermedades y seguros elaboradas por esa última institución, a partir de la
información suministrada por distintos agentes: la policía, las autoridades de los puertos, los hospitales
públicos y las compañías de seguros. La producción de estadísticas relativas a los daños sufridos por los
trabajadores en el ejercicio del trabajo permitió aislar esos “hechos inciertos”, inteligibles a través de
relaciones de causalidad específicas y diferentes de otros (los accidentes) y componer a la población
asalariada, a partir de una yuxtaposición de variables socio-profesionales, etarias y relativas al estado civil.

Sobre la población asalariada, así demarcada, y también sobre el cuerpo del trabajador considerado como
“individualidad somática”, se inscribirían las intervenciones diseñadas por los expertos en alianza con los
poderes públicos.

En primer lugar deben considerarse todas las prácticas que significaron una ampliación de las funciones del
Estado en dirección a la preservación y el mejoramiento de la salud de los trabajadores, inspiradas, en gran
medida, en el funcionamiento de la medicina como “higiene social”, como técnica general de salud:
inspecciones de las condiciones de labor y de las condiciones de higiene y seguridad en los establecimiento;
una pedagogía de la higiene personal dirigida a los obreros y de la higiene y seguridad de los establecimientos,
orientada hacia los empleadores. Si bien el propósito principal de las inspecciones era la prevención de los
accidentes, a esa finalidad se unía el objetivo instrumental de “instruir” a los empleadores sobre las ventajas
técnicas y económicas de las medidas higiénicas.

Además de la higiene y seguridad de los establecimientos, la competencia del Departamento Nacional de


Higiene incluía la cuestión de la higiene y salubridad del obrero, a cargo de médicos. De allí la implementación
del “examen clínico” como técnica de normalización de los cuerpos. Su desplazamiento del ámbito de los
hospitales y los consultorios privados al ámbito de las fábricas y los talleres importó una serie de
transformaciones. El examen se estandarizó, adoptando la forma administrativa de la “inspección médica”.

Por otra parte, la higiene social movilizaba al servicio de objetivos de alcance macro (reducir las tasas de
morbilidad de la población obrera) técnicas disciplinarias y, más específicamente, “tecnologías morales”:
prescribía no solo una mayor vigilancia de los comportamientos sanitarios de los trabajadores en las usinas,
sino también prácticas de auto-control, regímenes alimentarios, la represión de los impulsos, es decir, una
transformación del yo. Esas tecnologías morales se pensaron, además, como performativas de las
subjetividades liberales: con la inculcación de normas de moderación, previsión, higiene personal, se buscaba
formar agencias autónomas, capaces de encargarse por sí mismas del cuidado de su salud y de su moral. Así,
por ejemplo, el Departamento Nacional de Higiene elaboró una “Cartilla de Higiene Moral”96 dedicada a
modelar el carácter del obrero y a orientarlo para la “auto-defensa” contra los riesgos laborales.

En segundo lugar todas las programaciones preveían la implementación del seguro, sea bajo una modalidad
“social” o “privada”, obligatoria o facultativa. Este mecanismo permitía administrar los procesos aleatorios
(accidentes, enfermedades y las incapacidades derivadas) que afectaban a la población asalariada,
encauzándolos en parámetros económica y socialmente razonables. La intensidad de sus funciones

96 Vid. Anales del Departamento Nacional de Higiene, N°4, 1913.


regulativas/preventivas variaba, según asumiese la forma “obligatoria, social y estatal” propia del modelo
alemán (opción por la que se inclinaban los higienistas) o una forma “privada y facultativa”, más digerible para
la régimen liberal (opción finalmente adoptada).

Más allá de estas divergencias, el acuerdo en torno de la adopción de “mecanismos de seguridad” (sea el
seguro u otras técnicas de previsión como las mutualidades), desembocaba en un relativo consenso en cuanto
al tipo de subjetividad requerida para su implementación. Políticos y expertos coincidían en la necesidad de
disciplinar los comportamientos de los obreros de forma tal de convertirlos en agentes del cuidado de su
propia salud y en cooperadores activos del propósito estatal de asegurar la conservación de la fuerza de
trabajo.

II.- Ensamblajes: biopoder y liberalismo; biopoder y lo social

La sanción de la primera Ley de Accidentes y Enfermedades del Trabajo, en 1915, dependió de la configuración
de un “esquema de articulaciones” entre los requerimientos de la economía de mercado, el imperativo
biopolítico de conservar la población asalariada y las exigencias provenientes de las diferentes elaboraciones
-técnicas y profanas- de “lo social”, formado a partir de tres fórmulas asociativas principales.

a) Una relación de “sutura” entre lo social y el biopoder, es decir, de recíproco apoyo y sostén. Además de
saberes biopolíticos, la salud y la seguridad de los trabajadores se pensó desde la perspectiva de “lo social”.97
La filigrana de lo social remite a un estilo de pensamiento en el que se agrupan diversos problemas que son
construidos y gestionados en términos de un espacio de acción y de determinación que excede lo individual.98
Se trata de un prisma de reconfiguración de experiencias, un género híbrido construido en la intersección
entre lo político y lo civil 99, a partir de la implementación de técnicas de visibilización y de la actuación de un
conjunto heterogéneo de agentes.

Una de las tesis de esa investigación es que la organización de ese dispositivo jurídico-administrativo de
protección, fue posible a partir de un apareamiento, de una asociación estratégica entre ambas
racionalidades. Así, es posible afirmar que la protección de los trabajadores contra los riesgos laborales,
adoptó, hacia principios del siglo XX la forma de una biopolítica social. Lo social aportó una forma de pensar
los problemas en términos que excedían lo individual, visibilizó el lazo que unía a trabajadores, empleadores
y a la sociedad en su conjunto bajo la forma de “leyes sociales”, produjo argumentaciones que legitimaron la
restricción de la libertad de empresa y la intervención del Estado (así, por ejemplo el solidarismo o las teorías
de la “vía media”) y técnicas que, como el seguro, permitieron compartir riesgos. El aporte de la biopolítica,
por su parte, estuvo dado por la demarcación del objeto del gobierno (la población asalariada, la raza criolla,
la nación), la definición de las finalidades/objetivos (la conservación y optimización de las fuerzas vitales de
los trabajadores), la racionalización de las intervenciones por medio de la movilización de unas teorías y un
estilo de pensamiento clínico y epidemiológico, la organización de regímenes de autoridad (el Departamento
Nacional de Higiene) y la constitución y legitimación de modos de subjetivación.

Así, los propósitos biopolíticos fueron realizados a través de mecanismos sociales, aquellos motivos
parasitaron el discurso de la “solidaridad” y las diversas elaboraciones expertas del “lazo social” y, a la inversa,
las modalidades de intervención de ciertos saberes relativos a la vida, funcionaron como vectores de
socialización. Constituyen “muestras” de ese apareamiento:

97 Donzelot, Jacques. L’invention du social. Paris: Fayard, 1984.


98 Osborne, Thomas y Rose, Nikolas. “In the name of society, or three theses on the history of social
thought”, History of human sciences, 10 (3), 87-104, 1997, p.89.
99 Donzelot, 1984. Op. Cit.
-Los “derechos sociales”, reconocidos en nombre de la vida. Para el liberalismo los derechos se reconocen a
individuos libres, vivir, en cambio, no otorga ningún derecho. Al contrario, la idea de derecho social supone
que el hecho mismo de vivir atribuye derechos positivos. Los derechos sociales se sustentan en un nuevo
principio de evaluación: el valor fundamental no es la libertad, sino la vida, todo lo que está vivo, todo lo que
ella produce, sus potencialidades. La problemática de los derechos sociales supone una objetivación universal
de lo vivo como riqueza que la sociedad debe extraer, desarrollar, multiplicar, por el bien de todos: el capital
más importante es lo viviente; de allí la necesidad de maximizar la vida en todas sus formas.100

-Los mecanismos de lo social (el seguro, la imposición a los empleadores de funciones preventivas, el control
estatal de las relaciones laborales), están orientados hacia la conservación preventiva de la vida. Si bien el
seguro tiene una función principalmente reparadora, su instalación fue acompañada de todo un espectro de
“obligaciones preventivas” y, lo más importante, el Estado mismo asumió funciones profilácticas. La vida de
cada uno es considerada un factor de riesgo para los otros. Entonces, corresponde al Estado hacer que cada
uno se comporte de una manera cautelar. En este sentido, Francois Ewald sostiene que el Estado de Bienestar
realizó el sueño del biopoder. 101 Se trata de una tesis excesivamente general que no compartimos porque no
da cuenta de las “terminalidades polivalentes” del ejercicio del biopoder.

-A la inversa, varias de las operaciones biopolíticas involucran una socialización. Ya la demarcación del objeto
de intervención (una población) activa una representación que excede lo individual y la producción de un
conocimiento de “lo general”: estadísticas de morbilidad y mortalidad. Por otra parte, a las explicaciones
“biologicistas” de la enfermedad y la salud se asociaban, en el discurso de varios expertos explicaciones
sociologizantes. No sólo se derivaban conclusiones “socio-culturales” de las ideas racistas, sino que se
identificaban las “causas sociales” de las enfermedades y de las diferencias orgánicas presentes entre
trabajadores de diversas etnias. Se advierte un tráfico permanente entre categorías sociales y biológicas: así,
higienistas como Augusto Bunge programaban intervenciones orientadas a neutralizar las tendencias hacia la
formación de una “raza de ricos” y una “raza de pobres”.

b) Una relación de “interfaz” entre el liberalismo y un punto de vista social, con la cual queremos significar
que “lo social” no fue, hacia fines del siglo XIX y principios del XX, ni externo ni interno al liberalismo, sino un
estilo de pensamiento que se armó a partir de las críticas a los métodos de gobierno liberales -y que por lo
tanto no puede ser deducido de las reglas inmanentes a ese arte de gobierno- pero que, sin embargo, no
“coaguló” en una racionalidad de gobierno externa e independiente del liberalismo, como sí lo haría en el
transcurso del siglo XX como el welfarismo.102 Si bien la Ley N° 9688 instituyó la responsabilidad “objetiva” de
los empleadores frente a los accidentes y enfermedades del trabajo, con fundamento en la teoría del “riesgo
profesional”, la socialización que involucró la legalización de esta regla de juicio no cristalizó en la organización
de un seguro social y ni siquiera se estableció el seguro obligatorio. Por otra parte, la regla liberal de la culpa
no fue totalmente desplazada. Paradójicamente, aunque las prácticas del seguro se habían desarrollado en el
país como parásitos del derecho de la responsabilidad, aquel devino condición de posibilidad de aquella en la
medida en que sin seguro no había responsabilidad -en sentido jurídico- al no existir solvencia.

c) Una relación de “relativa tensión” entre biopoder y liberalismo. En la medida en que las normas biopolíticas
conducen a la creación y coordinación de administraciones centralizadas de la vida (como el seguro social
alemán, por el que se inclinaba el movimiento higienista en la Argentina, pero también, en menor medida, el

100 Sobre la relación entre biopoder y lo social vid. Ewald (1986).


101 Ewald, Francois. L’ Etat Providence. Paris: Grasset, 1986, p. 374.

102 Esta postura difiere de otras como la de Francois Ewald (1986) quién sostiene, analizando el caso
francés, que la introducción en el campo jurídico de la teoría del riesgo profesional, las justificaciones que la
acompañaron y la institución del seguro anticipan, por una vía preparatoria, la racionalidad de gobierno
welfarista.
Departamento Nacional de Higiene) activan la sospecha inherente al liberalismo de que se está gobernando
demasiado, y necesitan ser sopesadas con las normas derivadas de los procesos económicos y de la
democratización de la soberanía.103

Sin embargo, esa oposición no es ni puede ser absoluta en la medida en que este método de gobierno para
funcionar necesita, como explicamos en el capítulo anterior, “asegurar” una serie de procesos naturales o
cuasi-naturales: la reproducción de los procesos vitales de la población, las interacciones que configuran lo
que desde el siglo XVIII se formalizó como “sociedad civil” y los intercambios propios de la esfera económica.
De allí que el significado activo del laissez-faire comprenda el establecimiento de mecanismos de seguridad
cuya función consiste en garantizar la reproducción de los fenómenos naturales, los procesos económicos y
los procesos intrínsecos de la población104. En tanto arte de gobierno el liberalismo se confronta,
simultáneamente, con diversos procesos cuya seguridad debe garantizar: aquellos bio-sociológicos relativos a
la población pero, además, la reproducción de la economía entendida como esfera autónoma y cuasi-natural.
Y, aquí estriba el problema, la garantía de ambos procesos depende de que las energías gubernamentales se
distribuyan óptimamente, de forma tal que la atención de las fuerzas vitales de la población no ponga en riesgo
las reglas de las que depende el funcionamiento de los procesos económicos capitalistas. En la medida en que
las normas biopolíticas que conducen a la creación y coordinación de administraciones centralizadas de la vida
(como el aparato del “seguro social” alemán), activan la sospecha inherente al liberalismo de que se está
gobernando demasiado, necesitan ser sopesadas con las normas de los procesos económicos y las normas
derivadas de la democratización de la soberanía del sujeto de derecho.105

Constituyen muestras de esta tensión:

-Las numerosas “matizaciones” con la que se introdujo el riesgo profesional en el derecho argentino.

-La inversión argumental que efectuaron los higienistas para probar frente a una audiencia integrada por
políticos y capitalistas, la “economicidad” del seguro obligatorio y de la relativa subordinación de las libertades
empresariales a los objetivos públicos. Bunge sostenía que la higiene social podía contribuir óptimamente al
incremento de la producción ya que, en su opinión “no hay industria robusta y próspera sin buenos obreros
sanos y fuertes”.106 Por otra parte, las “prescripciones” derivadas de las prácticas de inspección desarrolladas
por el Departamento Nacional de Higiene asumieron formas moderadas: se otorgaban plazos racionales para
implementar las innovaciones en los establecimientos, se respetaban los derechos adquiridos y todas las
intervenciones asumían un carácter marcadamente práctico. Los higienistas tendían a compatibilizar la
defensa del “capital social” con la preservación del “capital pecuniario”.

-La pedagogía empresarial desarrollada por Bialet Massé para persuadir a los empleadores de la necesidad de
proteger la salud de los trabajadores, no por caridad sino por “codicia”. Al igual que Bialet, Bunge entendía
que la estrechez de miras, la falta de conocimientos y la inclinación a la rutina de ciertos patrones que
sustentaban un concepto “enteramente anarquista” de su papel y de sus derechos, funcionaba como un
obstáculo activo frente a una adecuada concepción remunerativa de los costos de proteger la salud del obrero.

Pero la tensión con el liberalismo aun es mayor si se considera que la higiene social no dudaba en sacrificar las
libertades de los obreros, imponiéndoles prácticas coercitivas de higiene personal, exámenes ocupacionales y
terapéuticas, en nombre de la defensa biológica y económica de la sociedad.

d) Un vínculo de parasitación de las tecnologías disciplinarias por parte de las estrategias biopolíticas: buena
parte de las tecnologías biopolíticas que se desplegaron sobre la población obrera para regular los riesgos

103 Dean, 1999. Op. Cit., p. 101.


104 Gordon, 1991. Op. Cit.
105 Dean, 1999. Op. Cit., p. 101
106 Bunge, 1910/11. Op. Cit., p. 310
laborales se apoyaron sobre tecnologías disciplinarias que apuntaban a sumar la propia voluntad del obrero
en la gestión de esos riesgos. La realización de los objetivos biopolíticos a escala macro dependía, en muchos
casos, del funcionamiento de tecnologías de poder en el nivel micro del cuerpo del individuo-trabajador. De
allí que los actores que más interesados estaban en la organización de dispositivos actuariales también más
intensamente hayan insistido en el desarrollo de campañas de moralización. Para disminuir la probabilidad de
formación de una “raza de ricos” y una “raza de pobres” y bajar las estadísticas de siniestraliedad, era
necesario, a juicio de Bunge, interferir en el núcleo de las pasiones y deseos del trabajador, imponiéndole
hábitos de higiene, ahorro e incitando la adopción de prácticas de auto-control. Luego, como se infiere de los
informes elaborados por Bialet Massé y Alsina107, solo un trabajador “previsor” podía ser comprendido por
instituciones como las cajas de ahorro, los socorros mutuos o el seguro.

Precisamente, fue ese “esquema de articulaciones”, ese “juego de encastre”, mediado por una serie de
transacciones –entre lo social y el liberalismo, entre el liberalismo y el biopoder-, sobre el cual se engarzó la
Ley N° 9688, el que sería recurrentemente revisitado.

III.- La biopolítica como campo político tensado: modalidades polivalentes del ejercicio del poder

En la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX las estrategias biopolítica, aun racionalizadas en función
del mismo régimen de saber, asumió diversas modalidades. Así, el saber de la higiene social, la objetivación
de los trabajadores en tanto “población”, el descubrimiento de las leyes biológicas que la atravesaban y aun
su configuración como “raza nacional” (González) o “raza criolla” (Bialet Massé) constituyó el zócalo para la
organización de estrategias de protección de los trabajadores, basadas en el reconocimiento de derechos
sociales, en la adopción de una función “preventiva”, de “gestión de la vida” al Estado, en la limitación de la
libertad patronal y el establecimiento de obligaciones profilácticas. Claro que esas estrategias “protectoras”
involucran la exclusión de ciertos trabajadores, una composición “selectiva” de las vidas que merecían ser
vividas. En este sentido, mientras Bialet Massé se inclinaba por el elemento “criollo” y condenaba la política
inmigratoria, González impulsaba los flujos de inmigrantes europeos de raza “blanca”, “caucásica” y
consideraba a los criollos como un “elemento inferior”.

Pero, más intensamente, al lado de esta “biopolítica social” protectora y a la vez excluyente que, podemos
arriesgar, activaba per se una “tanatopolítica por omisión”, “dejaba morir”, al excluirlos de la protección, a
ciertos grupos de trabajadores, el Estado programó y ejecutó una biopolítica de signo negativo, una
“tanatopolítica activa” sobre otro conjunto de trabajadores. El establecimiento de cesuras al interior de la
población asalariada fue posible, en parte, por la movilización de una grilla racista que distinguía distintos
componentes étnicos y los ordenaba jerárquicamente. Pero a estas cesuras de corte étnico-biológicas se
yuxtaponían, en el pensamiento de González, las cesuras producidas por operaciones disciplinarias de
individualización de trabajadores peligrosos. En el Proyecto de Código del Trabajo se demarcaba, por una
parte, el conjunto de los “buenos trabajadores”, aquellos que prestaban su labor en forma “noble y pacífica”.
Y, por otra parte, una población inmigratoria “inactiva y malsana”, que aparecía cuadriculada conforme
criterios biológicos y morales: los enfermos incurables o contagiosos, los indigentes, los vagos
consuetudinarios, los criminales, los enemigos del orden jurídico. Esta oposición asumía, en otros
pensamientos formas diferentes pero que hacían parte de la misma matriz: Bialet contraponía “obreros
criollos” a “obreros inmigrantes” y Juan Alsina “trabajadores buenos, dóciles, previsores” al “populacho”. En
todo caso, el primer conjunto sería beneficiado por una protección “directa y eficaz”. A él se dirigirán las

107 Juan Alsina era un abogado a quién en 1903 el Ministerio de Agricultura de la Nación le encargó
realizar la primera investigación oficial sobre las condiciones de vida del obrero en el país. Su trabajo se expresó
en la redacción de un informe, publicado en 1905 bajo el título de “El obrero en la República Argentina”, t. I y
II, Buenos Aires, Imprenta Calle México.
intervenciones destinadas a regular y organizar la vida, a los efectos de ajustarla a los mecanismos económicos
y también de evitar su desafiliación social. Pero también esos trabajadores, gobernados en una escala
individual, estarán atravesados por tecnologías disciplinarias. Sus comportamientos y actitudes se sujetarán a
prácticas de normalización, tanto en miras al funcionamiento de mecanismos regulatorios a escala “macro”
como a la formación de individuos dóciles y productivos.

Para el segundo grupo se programaron operaciones de “saneamiento social”, dirigidas a eliminar del cuerpo
nacional a la población obrera inmigratoria “inactiva y malsana”108. El proyecto de Ley Nacional de Trabajo,
elaborado por González, enumeraba varias de estas operaciones: disolución de las asociaciones obreras,
encarcelamiento de trabajadores, exclusión del país. Todas estas medidas apuntaban a “defender la
sociedad”109 en términos biológicos, es decir, defenderla contra el peligro que esos trabajadores
representaban vis à vis los objetivos de formar/mejorar la “raza nacional” y en términos económicos,
considerando la carga que “vagos consuetudinarios” y “enfermos incurables” significaban para el erario
público. Así, el objetivo de formar un conjunto étnico sano y fuerte frente a las contingencias del porvenir y
de repeler las influencias malsanas y los gérmenes de futuras degeneraciones de los que podían ser portadores
los trabajadores inmigrantes, justificaba no sólo su exclusión del régimen de protección (en construcción) sino
su persecución política y eventual exclusión del país.

FUENTES

Alsina, Juan. El obrero en la República Argentina. T.I. Buenos Aires: Imprenta Calle México, 1905a.

Alsina, Juan. El obrero en la República Argentina. T.II. Buenos Aires: Imprenta Calle México, 1905b.

Bialet Massé, Juan. Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República. T.I. Buenos
Aires: Imprenta y Casa Editora de Adolfo Grau, 1904a.

Bialet Massé. Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República. T.II. Buenos Aires:
Imprenta y Casa Editora de Adolfo Grau, 1904b.

Bialet Massé. Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República. T.III. Buenos Aires:
Imprenta y Casa Editora de Adolfo Grau, 1904c.

Bunge, Augusto. Las conquistas de la higiene social. Penitenciería Nacional: Buenos Aires, 1910/1911.

González, Joaquín V. El juicio del siglo. Rosario: Editorial Rosario, 1910.

108 Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 1904, t.I: 69.


109 Foucault, Michel. Il faut défendre la société. France: Gallimard, 1997.

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