Está en la página 1de 2

Dos Caras, Una Red

No he logrado aceptar que las redes sociales sean tan importantes como dicen algunos
comentaristas.
Por: Alberto Carrasquilla

 0
 Twitter
 FaceBook
 Google
 opiniones
Sin duda, para poner un ejemplo reiterado, no cabe duda que a la tiranía de Mubarak en Egipto la
tumbó una movilización popular sin precedentes, ni tampoco cabe duda que muchas de las
demostraciones fueron convocadas por Facebook y narradas por Twitter. Mas en general, es cierta
la idea de que, una vez encendidos los ánimos sociales por esta o por aquella razón, las redes son
un vehículo formidable para que dichos ánimos se expresen, se transporten y se junten. La
pregunta de fondo es si las redes son capaces de afectar el estado de ánimo social, ser parte del
debate democrático, o si se limitan a ser uno de los vehículos, sin duda el más formidable, que lo
transporta.
Comienzo por lo más obvio. Las redes sociales generan utilidades porque captan y permiten
comercializar, después, información. Esta información tiene valor por dos razones. Primero,
porque permite construir mapas crecientemente detallados de lo que es, en el minuto a minuto
del tiempo real, esa maraña espesa, casi infinita, en la que interactúan preferencias, caprichos,
presupuestos, antipatías y resabios de cientos de millones de personas. Eso, en otras palabras, que
llamamos “el mercado”. Segundo, porque existe, al mismo tiempo, un desarrollo paralelo de la
tecnología necesaria para entender y utilizar productivamente esa masa geométricamente
creciente de información.
En términos simples, si lo que uno escribe o usa en Facebook no se pudiera registrar en una base
de datos o si no existiera la capacidad técnica para combinarlo inteligentemente con lo que
escriben y utilizan los otros cientos de millones de usuarios, sencillamente no habría Facebook
porque no habría manera de sostener su funcionamiento, remunerar a sus creadores, ni mucho
menos costear sus innovaciones.
Lo cual me devuelve a Egipto y a los momentos de incandescencia social en general. Primero, creo
que la existencia de las redes en su encarnación de vehículo es una externalidad derivada de su
encarnación como tecnología para recoger y empaquetar información y no al contrario. Segundo,
creo que hay una interesante asimetría entre las dos caras de las redes sociales. En su versión
vehículo su valor emana de la unidad de criterio y el propósito común. En su versión tecnología de
registro, de la diferencia, el disenso y la especificidad.
Si todos opináramos y actuáramos igual, nuestras actividades en las redes sociales tendrían un
valor muy bajo y ellas, en consecuencia, estarían estancadas. Capturar nuestro comportamiento
en bases de datos masivas tiene mas valor entre mayores sean nuestras idiosincrasias y mas
sorprendentes nuestras decisiones. El dinamismo de esta tecnología en su conjunto es una función
de la diversidad imperante y de los desafíos que implica comprenderla y utilizarla comercialmente.
Los policromáticos ciudadanos de las redes tienden a fluir hacia su querencia, para usar el término
taurino, o su zona de confort. Y aquí es donde empiezan las dudas con las que empecé esta
columna. Yo veo las redes sociales como una especie de gigantesco centro de acopio, un lote
inmenso que provee la logística indispensable para que las mercancías del caso lleguen a su
destino con prontitud y eficiencia. Ese lote virtual está, a su vez, habitado por diversas tribus, que
ocasionalmente interactúan entre ellas pero que comparten en su interior preferencias y formas
de decidir cuantificables y, de muchas maneras, predecibles e influenciables.
La paradoja es que, al tiempo que habitamos un universo virtual ilimitado, para efectos prácticos,
escogemos una tribu afín y nos aferramos a sus ritmos, valores y especificidades. El exceso de
información tiende a abrirnos la mente por las razones usuales, desde luego, pero también nos
refuerza aquello que el Profesor Dan Kahan ha llamado la cognición social, la manera como
tendemos a adaptar nuestras convicciones en temas controversiales a los valores de nuestra tribu.
¿Será que las redes sociales nos facilitan o nos hacen más difícil procesar objetivamente los
hechos más controversiales? Yo creo que, al reforzar mil veces por minuto nuestra identidad como
ciudadanos de una tribu, nos dificulta el procesamiento individual y nos hace menos objetivos.
Volviendo al principio, mi tesis es que las redes sociales, casi por construcción, son incapaces de
modificar el estado de ánimo social o de enriquecer el debate democrático.
TAGS:

 Egipto

 Mubarak

 Profesor Dan Kahan

También podría gustarte