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Universitario en Acción Política, Fortalecimiento

Institucional y Participación Ciudadana en el Estado de

Derecho

IDEOLOGÍAS POLÍTICAS
Título del trabajo:
Tarea 4: A partir de la lectura de los textos de Weber y Eulogio Palacios,
reflexión propia sobre la materia, que parta de las ideas tratada en las
lecturas y se relacione con sus intereses y necesidades.

Alumno:
Erika Elizabeth Flores Reyes.
Tutor:
Dr. Óscar Elía.
Curso Académico:
2017-2018
Partiendo de los textos obligatorios de la presente asignatura, el presente análisis se lo llevara a
cabo desde las aportaciones de los autores citados en el desarrollo de los cuatro temas. Antes de
ello, es necesario partir de lo expuesto en la presentación anterior. Raymond Aaron y Hannah
Arendt, que identifican con bastante precisión el origen del problema ideológico, basado en la
reducción de la naturaleza humana y social a una sola de sus dimensiones. Ambos reclaman y
recalcan la consideración de la naturaleza humana como: algo plural y complejo; y como un
conjunto de actividades que se abren en dimensiones distintas, y que no pueden ser reducidas a
una sola de ellas.

Para Arendt, en su texto “Verdad y política” eran dos conceptos que en sus extremos se oponen,
pero que deben estar presente en la política contemporánea. Dejando de lado las patologías, la
ciencia política moderna, utilizando el modelo de conocimiento de la ciencia experimental,
tratando de alcanzar un conocimiento verdadero de la política.

El pensamiento ideológico parte de la base que no existe una verdad objetiva a la que el discurso
político deba plegarse. Lo que caracteriza el discurso ideológico es: la negación de la realidad y
el intento de sustituirla por las creaciones de la conciencia, principalmente. Según Aron, las ideas
son necesarias en política. La cuestión es cómo se llevan a cabo, como se traducen y qué relación
tienen con la acción política diaria.

La verdad política sigue constituyendo un problema para la política, nada garantiza que
reconociendo la existencia de principios universales se garantice su conocimiento. Teóricamente,
caben dos opciones, la primera se basa en reconocer la limitación del conocimiento, el
represéntate de esta postura es Max Weber. Y su segunda opción es, remontar las limitaciones del
conocimiento, es la posición de la filosofía política clásica, desde de la obra de Eulogio Palacios.

Por otro lado, esta “La ciencia como vocación”, en una sociedad cada vez más científica y
tecnificada, los misterios sobre el orden humano van ocupando cada vez menos espacio en la vida
humana: “no tenemos que valernos de medios que obren efectos mágicos para controlar a los
espíritus. O incitarlos a la piedad. Esto es algo que se puede lograr por medio de la técnica y la
previsión”. Y “La política como vocación” a través del conocimiento correlato en la concepción
weberiana de la política. Como es bien conocido, la reflexión sobre los valores políticos y morales
de Max Weber es central en su sociología. El científico, el historiador, el analista elige el enfoque
y alcance de su investigación en base a sus propios valores y preferencias. No existe desde este
punto de vista objetividad en el arranque del conocimiento, sino que todo conocimiento en las
ciencias del espíritu o ciencias humanas se basa en la perspectiva del observador.
El político llega a la acción política imbuido de ciertos ideales. La actividad política, sin embargo,
conlleva una serie de servidumbres que hacen que pronto estos ideales se vean rebajados y las
expectativas políticas se vean traicionadas.

En esta instancia, el texto, “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” de Weber, ofrece un
amplio contenido sobre el espíritu capitalista y su origen en el protestantismo, como el punto de
partida convirtiéndose hoy en objeto de controversia.

Weber constata que la religión protestante es la predominante entre las clases capitalistas
alemanas. Siendo la diferencia entre capitalistas protestantes y capitalistas católicos enorme, así
mismo llega a la conclusión, que la ideología protestante, promueve de un modo u otro la
construcción del capitalismo.

En base a estudios estadísticos propios, en la Alemania de principios del siglo XX, el autor
comienza señalando que en dicho país los protestantes participan en la posesión del capital mucho
más que los católicos. La primera causa de esta diferencia es que la Reforma trajo consigo una
dominación eclesiástico-religiosa de la vida cotidiana mucho más estricta y rigurosa que la
católica, en ese entonces un “poder extremadamente suave” sobre la vida de los individuos. La
iglesia católica “castiga al hereje, pero es indulgente con el pecador”. Las pujantes clases
burguesas aceptaron la tiranía puritana protestante e incluso la defendieron, ensalzando así el
trabajo, la vida pura, el ahorro, entre otros.

También sus estadísticas señalan que los protestantes acuden y estudian para profesiones de tipo
industrial y mercantil en mayor proporción que los católicos, quienes prefieren en su mayoría los
estudios humanistas. De tal manera, surgen planteamientos sobre las posibles causas provenientes
de características propias a cada confesión y no de contingencias histórico-políticas.

Uno de los principales obstáculos que tuvo que afrontar el espíritu capitalista fue la conducta
tradicional de trabajar para la suficiencia, “ganar lo necesario para seguir viviendo”. De poco
sirvió para combatir esta conducta el trabajo a destajo, luego se intentó lo contrario, bajar el nivel
de los salarios, asunto que resultó hasta ciertos límites. También propone un capitalismo como
una selección económica de sujetos. Los salarios bajos a veces perjudican fisiológicamente y por
lo tanto se selecciona a “los más inútiles”. Dice que el salario bajo es contrario a los trabajos
cualificados.

Weber niega que la racionalización del Derecho privado haya sido algo fundamental en el auge
del capitalismo. Tampoco la filosofía laica y racionalista “floreció de modo exclusivo ni siquiera
dominante en los países económicamente más adelantados”. El racionalismo “no es en modo
alguno campo abonado para que florezca esa relación del hombre con su “profesión”, en el sentido
misional, que requiere el capitalismo”. “La dedicación abnegada al trabajo profesional, era y sigue
siendo uno de los elementos característicos de nuestra civilización capitalista”.

La palabra “profesión” tiene un matiz religioso en todos los pueblos de mayoría protestante,
mientras que carece de él en los católicos, y en las lenguas antiguas sólo el hebreo parece tener
un matiz religioso para esa palabra. Dichas palabras nacieron de traducciones de la Biblia, pero
“no del espíritu del texto original sino precisamente del espíritu del traductor”, de la traducción
de Jesús Sirach pasó al lenguaje de los demás pueblos protestantes que la adoptaron. Así el trabajo
obtiene un sentido sagrado. La “superación de la moralidad terrena” se realiza según el
protestantismo mediante el cumplimiento de los deberes que cada cual se impone según su
posición en la vida y su profesión, y no mediante la ascesis monástica. Pero sin embargo Weber
no considera el sentido del trabajo como castigo desde la expulsión del paraíso, bastante distinto
de “misión”, y si los protestantes en su mayoría siguen los preceptos y los sentidos de la Biblia,
dicha concepción aparecida en el génesis no debió haber sido omitida. No olvidemos el Génesis,
según el cual Adán y Eva fueron expulsados del paraíso y obligados a trabajar después de probar
el fruto prohibido.

El protestantismo rompe definitivamente con la vida monástica, según Lutero aquello es “el
producto de un desamor egoísta” que “carece de valor para justificarse ante Dios”, que “se sustrae
al cumplimiento de los deberes”; en cambio ensalza el trabajo profesional como amor al prójimo.
Weber señala el nexo con Adam Smith: “la división del trabajo obliga a cada cual a trabajar para
los demás”; de paso anula completamente la autosuficiencia.

La concepción del trabajo y la profesión es una de las mayores aportaciones de la Reforma y de


Lutero. Pero Lutero no puede relacionarse directamente con el espíritu del capitalismo, pues se
encuentran en sus palabras diatribas contra los grandes mercaderes, contra la usura, el préstamo
y el interés.

El desencantamiento y el rechazo a todo lo mágico sacramental alcanzó en los puritanos, por


ejemplo, a enterrar calladamente a los suyos. Solo Dios otorga la gracia. Puritanos: “no confiar
demasiado en la ayuda y amistad de los hombres”, “desconfiar del amigo más íntimo” … “Dios
debe ser el único confidente del hombre”. El calvinismo, a diferencia del luteranismo, eliminó la
confesión privada ante un sacerdote.

Dado de ello, el catolicismo por su lado intentó masificar el ascetismo cotidiano, sin resultados,
pero con intentos: siempre se encontraba con corruptores, como las indulgencias, que los
reformistas siempre consideraron como el peor de los males. Los calvinistas pasan a no aceptar
más que gente pura en sus iglesias. Esto es considerado como una medida anticorrupción.
Para terminar, la obra de Weber nos señala unas particularidades confesiones religiosas, en las
cuales el capitalismo encontró eco, hoy es claro que a pesar de que existen múltiples actos o
creencias religiosas, que a través del mundo occidental no se puede decir que el capitalismo se
sostiene en ellas, pues como ya se ha destacado en este escrito el capitalismo descansa en
fundamentos mecánicos, por tanto, sin temor a equivocaciones se podría decir que en la actualidad
la obra.

De esta forma, el texto, permite analizar como el capitalismo ha encontrado impulso en diferentes
expresiones de la sociedad, aparte de mostrarnos cómo las ideas religiosas han incidido
directamente en la acción social, lo que ha hecho de esta obra un clásico de las ciencias sociales.
Weber se fundamenta para Aron en la oposición extrema planteada entre la ética de la convicción
y la ética de la responsabilidad. Aron presenta a un Weber complejo estimulado por dolencias
dinamistas, nietzscheanas, económicas, nacionalistas y, paradójicamente, marxistas.

Tomando como referencia, lo que en un inicio describíamos, es necesario citar y analizar lo


expuesto por Eulogio Palacios, en su obra “La Prudencia Política”, describiendo que la Política,
es ante todo una manifestación de la virtud cardinal de la Prudencia, y a esa lección suya debo yo
el haber incluido la Ciencia Política, junto a la Jurisprudencia, en el grupo de las ciencias
humanísticas «prudenciales», presididas por la Ética.

En sí, el texto se desarrolla a través de 4 Capítulos, en este sentido en su primer capítulo,


denominado, los 12 objetivos de la prudencia política ostentan sobre el relativismo y cierto
utilitarismo que comporta la prudencia queda matizado según Aristóteles cuando reconocemos el
objetivo final que dirige todas nuestras acciones. La finalidad última de la decisión precisa el
pensador griego, es la felicidad, de modo que toda acción busca favorecer explícita o
implícitamente su conquista. Una persona prudente, pues, es aquella que toma decisiones que
ayudan a colmar sus anhelos más profundos de felicidad y que no la pone en peligro de forma
temeraria.

La prudencia implica saber en qué terreno nos estamos moviendo, entender qué dinámicas entran
en juego en cada momento, desentrañar las posibles consecuencias de las decisiones planteadas y
decidir, entre ellas, cuál se cree que razonablemente reporta más beneficios. Una conducción
prudente, por ejemplo, es aquella que no se pone en riesgo a sí misma ni amenaza la de los demás,
y es obvio que para ello el exceso de velocidad supone una grave imprudencia. Asimismo,
conducir a una velocidad excesivamente lenta puede ser igualmente arriesgado. De hecho, el
código de circulación establece tanto una máxima como una mínima.

En su cuarto, capitulo, “EL FALSEAMIENTO DE LA PRUDENCIA POLÍTICA”, es


necesario, citar y exponer lo relacionado con lo que se ha venido desarrollando. Estos
acontecimientos, no solo se basan en los textos teóricos desde la filosofía o ideologías en base al
desarrollo de los hechos. Ante ello, es necesario, abrir un paréntesis, para exponer “La virtud de
la prudencia”, desde la teología, centrada en las enseñanzas de las sagradas escrituras, en este
sentido, correspondiente a la Biblia.

En la Sagrada Escritura, la prudencia aparece, en primer lugar, como una propiedad de Dios: Yo,
la Sabiduría, habito con la prudencia, yo he inventado la ciencia de la reflexión. Míos son el
consejo y la habilidad, mía la inteligencia, mía la fuerza.

La prudencia es, por una parte, obra de la razón. Por eso, uno de sus actos propios es el
conocimiento: El corazón inteligente busca la ciencia, los labios de los necios se alimentan de
necedad. Pero, por otra, para ser prudente se requieren las buenas disposiciones morales. El amor
al bien es indispensable para discernir adecuadamente. Las acciones concretas son objeto de la
prudencia no en cuanto a su bondad, sino en cuanto a su verdad. En caso contrario no sería una
virtud intelectual sino moral. Por otro lado, la prudencia es media entre las morales y las
intelectuales: pues es esencialmente intelectual, ya que es hábito cognoscitivo, y que perfecciona
a la razón; pero es moral en cuanto a la materia, en cuanto que es directiva de las virtudes morales,
ya que es recta razón acerca de lo agible.

El arte de la prudencia política implica no solo ser capaz de leer correctamente la magnitud de la
pluralidad ideológica, sino que además exige al político ser hábil para compatibilizar las
complejidades del contexto con la legitimidad de llevar a cabo el proyecto político por el que ha
sido elegido. En este sentido, imponer aceleradamente su programa sin prever la realidad de las
consecuencias para el bienestar del conjunto de la ciudadanía puede ser tan imprudente como
reducir hasta a la nada la velocidad con que lo desarrolla. No hay manual de instrucciones.

De ello se deriva, la prudencia política, como una cualidad de la razón práctica que la dispone a
realizar con prontitud, infalibilidad y eficacia los actos enderezados a la consecución del bien
común.

La prudencia gubernativa auténtica está integrada por tres momentos, es decir, tres son las
operaciones de la razón práctica: a) Consejo o deliberación, por la que indaga los medios
conducentes al bien común. b) Juicio, por la que determina cuál es el medio más útil para
alcanzarlo. c) Mandato o mando, por la que aplica la voluntad a las acciones ya deliberadas y
juzgadas como convenientes.

En este sentido, el consejo, no excluye la propia iniciativa ni la propia investigación, sino que
necesariamente las supone para completarlas. El hombre de gobierno necesita una buena
preparación en las ciencias morales y políticas, y mucha experiencia de los negocios y de las
personas; y no lo estará si él personalmente no es capaz, diligente y solícito para procurarse ese
cabal conocimiento. Necesita, además, valerse del asesoramiento de personas virtuosas,
competentes y experimentadas.

En su segunda instancia, el Juicio, es la que tiene la virtud de la prudencia, que son precipitación,
pasión, obstinación en el propio parecer y repunta de vanidad; porque la precipitación no delibera,
la pasión ciega, la obstinación cierra la razón al buen consejo, y la vanidad, doquiera que
interviene, todo lo tizna”.

Y finalmente, el mandato, es el imperio, que dice lo que debe hacerse aquí y ahora, para la acción
presente, y lo dice intimando, imponiéndose, es decir, imperativamente. El mandato debe ser claro
y decidido, firme y constante, suave en la forma y fuerte en el fondo. De lo que antecede resulta
que la persona del político debe contar con unas cuantas condiciones elementales, orgánicas,
como partes integrales, requisitos o ingredientes para el desarrollo de su acción, en la que el autor,
Leopoldo Eulogio Palacios sintetiza así: “La prudencia es un conocimiento que por su índole
especial requiere información del pasado y visión del presente; en suma, requiere memoria e
intuición. Este conocimiento se adquiere de las dos únicas maneras como nos es accesible la
noticia de las cosas: o por tradición o por invención. De ahí dos ingredientes más de la prudencia:
la docilidad al magisterio de los otros y la solercia o agilidad mental para la pesquisa propia. Pero
no basta el conocimiento y su adquisición para la prudencia.

En este sentido, y lo desarrollado a lo largo de la asignatura, surge la interrogante ¿Es difícil actuar
con prudencia cuando se trata de la vida de un país?, considero que la presente formación, no solo
nos obliga a obtener conocimientos teóricos, más bien considero que ante ello y lo vivido a diario,
es necesario relacionar esta teoría con casos reales que por lo general en nuestros contextos es
visible palparlos, pero que muchas de las veces por desconocimiento, no actuamos de una manera
correcta o simplemente, no le damos la importancia que se merece.

En el contexto y en la realidad a la que nos vamos enfrentar, es necesario aceptar que en política,
la persona que acepta representar a un segmento de la población, es responsabilidad del futuro
dirigente, en el que antes de ello sería importante medir sus capacidades a través de evaluación
personal, determinado lo positivo y negativo, en qué puede ser útil, qué proyectos es capaz de
ejecutar en función del país antes de aceptar el reto, no se trata de buscar el acomodo personal o
en que puede sacar tajada, hay que recoger las experiencias del pasado para no cometer los
mismos errores, pero tampoco se puede persistir en los mismos desaciertos y con la misma gente,
donde autoritarismo, la venganza y las bajas pasiones eran la obsesión del gobernante y sus
acólitos. Si las cosas no funcionan, si la corrupción ha tocado fondo, si los argumentos ya no
sirven y la prudencia se pierde, la solución no es quedarse quieto, no hacer nada o proteger al más
astuto, lo mejor es enfrentar el problema con gente capaz, con ética, moral y decencia para tomar
la posta, lo contrario es desperdiciar la capacidad de razonamiento que tiene el ser humano.

Considero que el valor de ser prudente no se forja a través de la apariencia, es la manera de cómo
nos comportamos, es reflexionar y conservar la calma, la mayoría de nuestros desaciertos se
producen cuando no sabemos tomar las decisiones adecuadas. Saber tratar a las personas es la
clave del éxito, si actuamos de forma precipitada, o tenemos una percepción equivocada de la
gente y de la realidad seguro vamos a cometer errores. Pensar antes de actuar, tener un
razonamiento lógico de lo que vamos a hacer o decir permite tomar decisiones correctas, así como
planificar y ejecutar lo que nos proponemos en beneficio de las mayorías.

Dado esto, se puede decir que, en nuestro contexto local, en el año 2015, durante el mandato del
expresidente, mediante publicación a través de medios de comunicación, uno de los candidatos a
la actual presidencia, sostuvo que gobierno debe dar ejemplo de austeridad y prudencia,
cuestionando la política del Gobierno ecuatoriano frente a la caída del precio del petróleo. En este
sentido, Lasso indicó, que durante los ocho años de bonanza petrolera del actual régimen se perdió
la oportunidad de crear una estructura productiva más fuerte que sustituya al petróleo, como
principal ingreso de la economía del país. En ese contexto, explica que por la compleja situación
se debe gastar menos, porque el Ecuador está perdiendo de manera directa cerca de $4.000
millones de ingresos petroleros al año y de manera indirecta alrededor de $1.000 millones.

"El gobierno, le guste o no le guste, tiene que ajustar sus cuentas, tiene que gastar menos, no
puede seguir abusando del pueblo ecuatoriano aplicando nuevas leyes, una nueva reforma
tributaria como se acaba de aprobar a finales de año solapadamente con el título de Ley de
Incentivos al Sector Productivo, se aprueba para crear más ingresos al gobierno, cuando el
primero que tiene que dar ejemplo de austeridad y prudencia es el propio Gobierno", dijo Lasso
al noticiario de Ecuavisa.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

- WEBER, M, ““La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, Alianza, 2012.

- ARENDT, H, “La condición humana”, Paidós 2016.

- Eulogio Palacios. La Prudencia Política.

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