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A Katharine de Mattos[*]

Malo es desatar los lazos que unen por


decreto divino;
seguiremos siendo los hijos del brezo y
del viento;
aun lejos del hogar, para ti y para mí
todavía florece hermosa la retama en la
región del norte.

La historia de la puerta

El abogado Mr. Utterson era un


hombre de semblante adusto, jamás
iluminado por una sonrisa; frío, parco y
vergonzoso en la conversación; remiso
en sentimientos; enjuto, alto, taciturno,
aburrido, y sin embargo adorable, en
alguna medida. En las reuniones de
Con El extraño caso del doctor amigos, y cuando el vino era de su
Jekyll y Mr. Hyde, R.L. Stevenson agrado, irradiaba de sus ojos algo
volvió a ocuparse de un tema que eminentemente humano; algo que, a decir
le preocupó durante toda su vida: la verdad, jamás salía a relucir en su
dualidad de la naturaleza humana. conversación, pero que expresaba no
Localizada en el corazón de un sólo con aquellos gestos silenciosos de
Londres victoriano, la novela viene su cara después de la cena, sino más a
a ser una sucesión de testimonios menudo y llamativamente en su vida
procedentes de varios testigos cuyo cotidiana. Era austero consigo mismo;
presunto fin es desvelar un bebía ginebra cuando estaba solo, para
misterio. Jekyll y Hyde son como mortificar su afición por los vinos
una entidad disociada en dos. Hyde añejos; y aunque le encantaba el teatro,
es la personalidad demoníaca, hacía ya veinte años que no cruzaba las
monstruosa de Jekyll, al que puertas de ninguno. En cambio mostraba
horrorizan las acciones de su doble una acreditada tolerancia en su trato con
maligno, y simboliza el mal que los demás; unas veces asombrándose,
Jekyll se reprime a sí mismo, el casi con envidia, de la gran tensión
cual, una vez liberado, no puede anímica que implicaban sus delitos; y en
controlar. cualquier situación extrema era más
Robert Louis Stevenson propenso a prestar ayuda que a
reprender. «Me inclino por la herejía de
El extraño caso Caín —solía decir pintorescamente—:
del Doctor dejo que mi hermano se vaya al diablo
Jekyll y Mr. por su propio pie».[1] Con este carácter,
Hyde a menudo tuvo la suerte de ser el último
(Ilustrado) conocido de confianza y la última
ePub r1.0 influencia bienhechora en las vidas de
Titivillus 16.06.16 hombres venidos a menos. Y mientras
Título original: The Strange Case of Dr. éstos siguieron acudiendo a sus
Jekyll and Mr. Hyde aposentos, jamás les mostró el más leve
Robert Louis Stevenson, 1886 cambio de actitud.
Traducción: Juan Antonio Molina Foix Sin duda esa proeza le resultaba
Ilustraciones: Marta Gómez-Pintado fácil a Mr. Utterson, ya que era
Editor digital: Titivillus reservado en el mejor de los casos, e
ePub base r1.2 incluso sus amistades parecían basarse
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en una similar liberalidad francamente alegría ambiental, atraía y complacía en
cordial. Es característico de un hombre el acto la mirada del viandante.
modesto el aceptar su círculo de
amistades creado de manera casual; y A dos puertas de una esquina, a
ése era el estilo del abogado. Sus mano izquierda yendo hacia el este, la
amigos eran los que tenían su misma entrada a un patio rompía el
sangre, o aquéllos a quienes conocía alineamiento de las fachadas; y justo en
desde hacía más tiempo; sus afectos aquel lugar, la siniestra mole de cierto
crecían con el tiempo, como la hiedra, y edificio proyectaba su gablete sobre la
no implicaban la menor inclinación por calle. Tenía dos pisos de altura; no se
el objeto. De ahí, sin duda, el vínculo veía ninguna ventana, sólo una puerta en
que le unía con Mr. Richard Enfield, la planta baja y un frente ciego de muro
pariente lejano suyo y hombre muy descolorido en el piso superior; y en
conocido en la ciudad. A muchos les todos sus rasgos mostraba las señales de
intrigaba qué podían ver el uno en el un prolongado y sórdido abandono. La
otro, o qué tema de conversación podían puerta, desprovista de campanilla o
compartir. Quienes se tropezaban con aldaba, estaba excoriada y despintada.
ellos en sus paseos dominicales Los vagabundos se metían en el hueco y
contaban que no decían nada, que encendían cerillas en los entrepaños; los
parecían extraordinariamente aburridos, niños jugaban a las tiendas en los
y que acogían con evidente alivio la escalones; el colegial había probado su
aparición de un amigo. A pesar de todo navaja en las molduras; y durante casi
eso, aquellos dos hombres otorgaban la una generación nadie parecía haber
mayor importancia a esas excursiones, ahuyentado a aquellos visitantes
las consideraban lo más preciado de fortuitos, ni reparado sus destrozos.
cada semana y, con tal de poder Mr. Enfield y el abogado se
disfrutarlas sin interrupción, no sólo encontraban al otro lado de la
dejaban de lado ocasiones de placer, callejuela; pero cuando llegaron frente a
sino que incluso se resistían a las la entrada, el primero alzó su bastón y la
demandas de sus negocios. señaló.
Sucedió que en uno de aquellos —¿Te has fijado alguna vez en esta
paseos sus pasos los llevaron a una puerta? —preguntó; y cuando su
callejuela en un concurrido barrio de compañero le contestó afirmativamente,
Londres. La calle era pequeña y de las añadió—: Mi mente la asocia con una
consideradas tranquilas, aunque en los historia muy extraña.
días laborables se llevaba a cabo en ella —¿De verdad? —dijo Mr. Utterson,
un floreciente comercio. Al parecer, a con un leve cambio de voz—, ¿y de qué
sus habitantes les iba muy bien, y todos se trata?
ellos porfiaban con la esperanza de que —Pues verás, ocurrió así —replicó
les fuera todavía mejor y empleaban el Mr. Enfield—: Una oscura mañana de
excedente de sus ganancias en invierno, a eso de las tres, regresaba yo
coquetería; de modo que los escaparates a mi casa procedente de algún lugar
de las tiendas que se alineaban a lo situado en los confines del mundo y
largo de aquella calle parecían invitarle atravesaba una parte de la ciudad donde
a uno como si fueran filas de sonrientes no había literalmente nada que ver salvo
dependientas. Incluso en domingo, las farolas. Recorrí una interminable
cuando ocultaba sus más floridos sucesión de calles… iluminadas como
encantos y permanecía relativamente para una procesión y tan vacías como
vacía de tráfico, la calle resplandecía una iglesia… y todo el mundo estaba
por contraste con su sórdido vecindario, dormido, hasta que por fin me sobrevino
como un fuego en un bosque; y con sus ese estado de ánimo en el que un hombre
postigos recién pintados, sus bronces presta atención a cualquier ruido y
bien pulidos, y la general limpieza y empieza a anhelar la presencia de un
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policía. De pronto vi dos figuras: una de algún amigo o influencia, nos
ellas era un hombrecillo que caminaba a encargaríamos de que los perdiera. Y
buen paso en dirección hacia el este, y mientras arremetíamos contra él
la otra, una niña de unos ocho o diez acaloradamente, todo el tiempo tuvimos
años que bajaba por la bocacalle que mantener a distancia a las mujeres
corriendo todo lo que podía. En fin, lo mejor que pudimos, ya que estaban
señor, lógicamente ambas figuras se tan furiosas como arpías. Nunca he visto
encontraron en la esquina; y entonces se un conjunto de rostros tan odiosos; y el
produjo la parte horrible del asunto; hombre estaba en medio, con una
pues el hombre pisoteó tranquilamente especie de perversa y socarrona
el cuerpo de la niña y la dejó tendida en frialdad… asustado también, como pude
el suelo chillando. Contado no parece percibir… pero salió airoso del asunto
gran cosa, pero fue horrible verlo. No como un verdadero Satanás.
parecía un hombre; más bien era como »—Si quieren sacar provecho de
un maldito Juggernaut.[2] Lancé un grito, este accidente —dijo—, no puedo hacer
[3] puse pies en polvorosa, cogí por el nada, por supuesto. Cualquier caballero
cuello al caballero y lo volví a llevar a que se precie desea evitar una escena.
donde ya se había reunido un verdadero Díganme la cantidad.
grupo en torno a la niña que chillaba. »En fin, le apretamos las clavijas
Estaba completamente tranquilo y no hasta sacarle cien libras para la familia
opuso resistencia, pero me echó una de la niña; evidentemente él habría
mirada tan desagradable que me hizo preferido no ceder; pero había algo en
sudar tanto como la carrera que acababa todos nosotros que indicaba que
de darme. La gente que se había podíamos causarle daño, y finalmente se
congregado era la propia familia de la rindió. El paso siguiente era conseguir
chica; y muy pronto apareció el médico el dinero; y ¿adónde cree usted que nos
al que precisamente la habían enviado a llevó? Pues a la casa de la puerta…
buscar. En realidad la niña no tenía nada sacó de repente una llave, entró, y
grave sino que más bien estaba asustada, volvió en seguida con diez libras en
según el matasanos; y con ello podrías monedas de oro y un cheque por el resto
suponer que se acababa el asunto. Pero contra el banco de Coutts,[4] librado al
se dio una curiosa circunstancia. Desde portador y firmado con un nombre que
el primer momento yo le había tomado no puedo mencionar, aunque sea una de
aversión a aquel caballero. Lo mismo le las gracias de mi relato, pero diré por lo
había pasado a la familia de la niña, lo menos que era muy conocido y
cual era perfectamente normal. Pero me frecuentemente mencionado en los
sorprendió la reacción del médico. Era periódicos. La cifra era alta; pero la
el típico galeno rutinario, sin edad ni firma, si era auténtica, valía más que
color de tez concretos, con un fuerte todo eso. Me tomé la libertad de señalar
acento de Edimburgo y casi tan emotivo al caballero que todo aquel asunto me
como una gaita. En fin, señor, le pasó lo parecía apócrifo; y que en la vida real
mismo que al resto de nosotros: cada no es normal que un hombre entre por la
vez que miraba a mi prisionero, el puerta de un sótano a las cuatro de la
matasanos palidecía y le entraban ganas mañana y salga con un cheque firmado
de matarlo. Yo sabía lo que pasaba por por otro por un importe de casi cien
su mente, lo mismo que él percibía lo libras. Pero él estaba muy tranquilo y
que pasaba por la mía; y como no era desdeñoso.
cuestión de matarlo hicimos lo mejor
que podíamos hacer. Le dijimos al »—Tranquilícense —dijo—. Me
hombre que podíamos y estábamos quedaré con ustedes hasta que abra el
dispuestos a armar tal escándalo por banco y yo mismo haré efectivo el
aquello que su nombre sería odiado de cheque.
un extremo a otro de Londres. Si tenía »De modo que nos pusimos en
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camino, el médico, el padre de la niña, me parece una cosa, menos preguntas
nuestro amigo y yo mismo, y pasamos el hago.
resto de la noche en mis habitaciones; y
al día siguiente, cuando hubimos —Una norma muy buena, además —
desayunado, fuimos todos juntos al dijo el abogado.
banco. Yo mismo entregué el cheque y —Pero he examinado aquel lugar
dije que tenía motivos para creer que se por mi cuenta —prosiguió Mr. Enfield
trataba de una falsificación. Nada de —. No parece una casa ni mucho menos.
eso. El cheque era auténtico. No hay ninguna otra puerta, y nadie entra
—¡Tate! —dijo Mr. Utterson. ni sale por ella, salvo, de vez en cuando,
—Veo que tú piensas lo mismo que el caballero de mi aventura. En el piso
yo —dijo Mr. Enfield—. Sí, es una fea de arriba hay tres ventanas que dan al
historia. Pues nuestro hombre era un patio; ninguna en el piso bajo; las
individuo a quien nadie podía ver, un ventanas están siempre cerradas, pero
hombre verdaderamente detestable; y la limpias. Y además hay una chimenea,
persona que extendió el cheque era todo que por lo general echa humo; de modo
un dechado del decoro, célebre además, que alguien debe de vivir allí. Sin
y (lo que es peor) uno de esos tipos que embargo, no es posible asegurar eso,
hacen lo que se suele llamar el bien. Se pues los edificios están tan juntos en
trata de un chantaje, supongo; un hombre torno a ese patio que es difícil decir
honrado que está pagando muy caro dónde termina uno y comienza otro.
alguna travesura de su juventud. Por La pareja volvió a caminar un rato
consiguiente, la Casa del Chantaje es en silencio; luego dijo Mr. Utterson:
como yo llamo a aquel lugar de la —Enfield, esa norma tuya está muy
puerta. Aunque eso, como sabes, está bien.—
lejos de explicarlo todo —añadió; y tras Sí, eso creo —replicó Enfield.
decir esas palabras se sumió en —Pero a pesar de todo —continuó
profundas cavilaciones. el abogado—, hay una cosa que quiero
Mr. Utterson le sacó de ellas al preguntarte: quiero preguntarte cómo se
preguntarle de pronto: llama el hombre que pisoteó a la niña.
—¿Sabes si el librador del cheque —En fin —dijo Mr. Enfield—, no
vive allí? veo que eso le haga mal a nadie. Era un
—Un sitio apropiado, ¿no te parece? hombre llamado Hyde.
—replicó Mr. Enfield—. Pero da la —¡Hummm! —dijo Mr. Utterson—.
casualidad de que me he fijado en su ¿Qué aspecto tiene ese hombre?
dirección; vive en cierta plaza por aquí —No es fácil de describir. Algo le
cerca. —¿Y nunca has preguntado por… pasa a su aspecto; algo desagradable,
aquel lugar de la puerta? —dijo Mr. algo realmente detestable. Nunca vi a un
Utterson. hombre que me desagradase tanto, y sin
—No, señor. Me parecía poco embargo seguramente no sabría decir
delicado —fue su respuesta—. Me por qué. Debe de estar desfigurado en
resisto mucho a hacer preguntas; alguna parte; da la impresión de que es
participa bastante del estilo del día del deforme, aunque no podría especificar
Juicio Final. Plantear una pregunta es en qué sentido. Es un hombre de aspecto
como lanzar una piedra. Se sienta uno extraordinario, y sin embargo no puedo
tranquilamente en lo alto de una colina y mencionar realmente nada fuera de lo
allá va la piedra, poniendo en marcha a común. No, señor; no sabría precisarlo;
las demás; y en seguida algún tipo no puedo describir a ese hombre. Y no
anodino (el último en el que uno habría es por falta de memoria, pues confieso
pensado) recibe un golpe en la cabeza que es como si lo estuviera viendo ahora
en su propio huerto, y la familia tiene mismo.
que cambiar de nombre. No, señor, Mr. Utterson siguió caminando en
tengo por norma que cuanto más dudosa silencio, obviamente bajo la influencia
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de alguna cavilación. contenido. El testamento era ológrafo;
—¿Estás seguro de que usó una pues, aunque se había hecho cargo de él
llave? —preguntó por fin. una vez terminado, Mr. Utterson se
—Mi querido señor… —empezó a había negado a prestar la menor ayuda
decir Enfield, que no cabía en sí de la en su confección. El testamento
sorpresa. estipulaba no sólo que, en caso de
—Sí, lo sé —dijo Utterson—; sé que fallecimiento de Henry Jekyll, M. D.,
debe de parecer extraño. La verdad es D. C. L., L. L. D., F. R. S.,[5] etc., todas
que, si no te pregunto el nombre del otro sus propiedades debían pasar a manos
cómplice, es porque ya lo conozco. Ya de su «amigo y benefactor Edward
ves, Richard, que tu relato ha dado en el Hyde», sino que en caso de
blanco. Si has sido inexacto en algún «desaparición o ausencia inexplicada
punto, más vale que lo corrijas. por un período que rebasara los tres
—Creo que podrías habérmelo meses», el susodicho Edward Hyde
advertido —replicó el otro, con una ocuparía el puesto de Henry Jekyll sin
pizca de resentimiento—. Pero, como más demora, y libre de todo gravamen u
dices, he sido exacto hasta la pedantería. obligación, aparte del pago de unas
Aquel individuo tenía una llave; y lo que pequeñas sumas a los miembros de la
es más, la tiene todavía. Le vi usarla no servidumbre del doctor. Aquel
hace ni una semana. documento ofendía la vista del abogado
Mr. Utterson suspiró profundamente, desde hacía mucho tiempo. Le ofendía
pero no dijo ni una palabra; y en seguida no sólo como abogado sino como
prosiguió el joven: partidario de los aspectos sensatos y
—Otra vez aprenderé a callarme — habituales de la vida, para quien
dijo—. Me avergüenza haberme ido de cualquier extravagancia era impúdica.
la lengua. Hagamos un trato: nunca Hasta entonces había sido su
volveremos a mencionar este asunto. desconocimiento de Mr. Hyde lo que
—De todo corazón —dijo el acrecentaba su indignación; ahora, tras
abogado—. Cerremos el trato con un un súbito cambio, era su conocimiento.
apretón de manos, Richard. Si era ya bastante grave que el nombre
no pudiera decirle nada más, fue peor
En cuando empezó a revestirse de atributos
busca detestables; y al rasgarse el cambiante y
de frágil velo que durante tanto tiempo le
Mr. había nublado la vista, surgió la
Hyde repentina y precisa premonición de que
Aquella noche Mr. Utterson volvió a era un malvado.
su piso de soltero con el ánimo sombrío, —Pensé que era una locura —dijo,
y se sentó a cenar sin apetito. Los mientras volvía a meter el odioso
domingos tenía por costumbre, una vez documento en la caja fuerte—; y ahora
finalizada esa comida, sentarse junto al empiezo a temer que sea una infamia.
fuego con un aburrido volumen de A continuación apagó la vela, se
teología en su atril, hasta que el reloj de puso un gabán y se encaminó en
la iglesia cercana diera las doce, hora dirección a Cavendish Square, ese
en que sensatamente y agradecido se iba baluarte de la medicina donde su amigo,
a la cama. Aquella noche, sin embargo, el gran doctor Lanyon, tenía su casa y
en cuanto quitaron la mesa, tomó una recibía a su abigarrada clientela. «Si
vela y entró en su despacho. Allí abrió alguien sabe algo, será Lanyon», había
su caja fuerte, extrajo de su rincón más pensado.
secreto un documento en cuyo sobre El solemne mayordomo lo reconoció
estaba anotado que se trataba del y le dio la bienvenida; no lo sometió a
testamento del doctor Jekyll, y se sentó las interminables antesalas propias de
con el ceño ensombrecido a examinar su las visitas ordinarias, sino que lo hizo
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pasar directamente de la puerta al (excepto en materia de traspasos de
comedor, donde el doctor Lanyon estaba bienes inmuebles), incluso añadió:
sentado, tomando a solas su vino. Era un —¡No es nada más que eso!
caballero cordial, saludable, atildado, Concedió a su amigo unos cuantos
de faz rubicunda, con una melena segundos para que recobrase su
prematuramente blanca y unos modales compostura, y luego abordó la pregunta
impetuosos y resueltos. Al ver a Mr. que había venido a hacer.
Utterson se levantó de su silla de un —¿Te has tropezado alguna vez con
salto y le dio la bienvenida tendiéndole un protegido suyo… un tal Hyde? —
ambas manos. La cordialidad habitual preguntó.
de aquel hombre era algo teatral a —¿Hyde? —repitió Lanyon—. No.
primera vista; pero se basaba en Nunca oí hablar de él. En toda mi vida.
sentimientos sinceros. Pues ambos eran Esa fue toda la información que el
viejos amigos, antiguos compañeros abogado se llevó consigo a la sombría
tanto de colegio como de universidad, cama grande en la que se revolvió de un
profundamente respetuosos de sí mismos lado para otro hasta que las primeras
y el uno del otro y, lo que no siempre es horas de la mañana empezaron a
lógico, ambos disfrutaban a conciencia alargarse. Fue una noche de poca
de su mutua compañía. tranquilidad para su esforzada mente,
Después de divagar un poco, el que, asediada por los interrogantes, se
abogado pasó a ocuparse del asunto que afanaba en plena oscuridad.
lo tenía preocupado de manera tan Las campanas de la iglesia que
desagradable. estaba tan oportunamente próxima a la
—Supongo, Lanyon —dijo—, que tú morada de Mr. Utterson dieron las doce,
y yo debemos de ser los dos amigos más y él seguía dándole vueltas al problema.
viejos que tiene Henry Jekyll. Hasta entonces sólo lo había afectado en
—Ojalá fuesen más jóvenes esos el aspecto intelectual, pero ahora su
amigos —dijo el doctor Lanyon, imaginación también estaba
riéndose entre dientes—. Pero supongo comprometida, o más bien esclavizada;
que así es. ¿Y a qué viene eso? Ahora lo y mientras estaba acostado y se revolvía
veo poco. en la densa oscuridad de la noche que
—¿De veras? —dijo Utterson—. envolvía la encortinada habitación, el
Creía que teníais un vínculo de intereses relato de Mr. Enfield pasaba por su
comunes. mente en una sucesión de imágenes
—Lo teníamos —fue su respuesta—. luminosas.
Pero hace ya más de diez años que Lo primero que percibía era la gran
Henry Jekyll se volvió demasiado extensión de farolas de una ciudad en
extravagante para mi gusto. Empezó a plena noche; luego, la figura de un
descarriarse, a extraviársele la mente; y hombre que caminaba velozmente;
aunque, por supuesto, sigo después, la de una niña que venía
interesándome por él en recuerdo de los corriendo de casa del médico; y
viejos tiempos, como suele decirse, lo finalmente se encontraban ambos, y
veo y lo he visto la mar de poco. Tales aquel Juggernaut humano atropellaba a
disparates tan poco científicos —añadió la niña y pasaba de largo, indiferente a
el doctor, enrojeciendo de pronto— sus chillidos. O si no, divisaba una
habrían enajenado la amistad de Damón habitación de una casa lujosa, donde su
y Fintias.[6] amigo yacía dormido, soñando y
Aquel pequeño arrebato de ira en sonriendo en sus sueños; y entonces se
cierto modo fue un alivio para Mr. abría la puerta de aquella habitación, se
Utterson. «Únicamente habrán apartaban las cortinas del lecho, el
discrepado en algunas cuestiones durmiente se despertaba y, ¡hete aquí!,
científicas», pensó; y no siendo un allí estaba, a su lado, una figura que
hombre apasionado por la ciencia tenía ascendiente sobre él, e incluso a
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altas horas de la noche tenía que Y al final su paciencia fue
levantarse y cumplir sus órdenes. En recompensada. Era una magnífica noche
ambas visiones, aquella figura sin lluvia, con escarcha; las calles
atormentaba al abogado durante toda la estaban tan limpias como la pista de un
noche; y si en algún momento éste salón de baile; las farolas, impertérritas
echaba una cabezada, era sólo para ante cualquier tipo de viento, dibujaban
verla deslizarse más furtivamente un estampado uniforme de luces y
todavía en el interior de casas dormidas, sombras. A eso de las diez, cuando ya
o moverse cada vez con mayor rapidez, habían cerrado las tiendas, la callejuela
hasta marearlo, a través de los inmensos estaba muy solitaria y, a pesar de la
laberintos de la ciudad iluminada por tenue reverberación de Londres a su
farolas, y en cada esquina atropellaba a alrededor, muy silenciosa. Los sonidos
una niña y la dejaba chillando. Y la débiles llegaban lejos; los ruidos
figura todavía no tenía un rostro por el domésticos procedentes de las casas
que pudiera reconocerla; ni siquiera en eran claramente audibles a ambos lados
sus sueños tenía rostro, o si lo tenía le de la calzada; y cuando un viandante se
desconcertaba y se desvanecía ante sus aproximaba, el rumor de sus pasos lo
ojos. precedía mucho tiempo antes. Mr.
Utterson llevaba algunos minutos en su
Así fue como surgió y creció puesto cuando se apercibió de unos
rápidamente en la mente del abogado extraños pasos ligeros que se
una curiosidad particularmente intensa, aproximaban. En el transcurso de sus
casi desmesurada, de contemplar las rondas nocturnas hacía tiempo que se
facciones del auténtico Mr. Hyde. Si había acostumbrado al curioso efecto
pudiera ponerle los ojos encima aunque con que las pisadas de una sola persona
sólo fuera una vez, pensaba que el que todavía está muy lejos surgen de
misterio se aclararía y quizás se pronto con nitidez del vasto murmullo y
disiparía del todo, como suele suceder estrépito de la ciudad. Sin embargo, su
con las cosas misteriosas cuando se atención nunca se había visto atraída tan
examinan bien. Podía imaginarse un repentina y contundentemente; y con una
motivo para la extraña preferencia o acusada y supersticiosa premonición de
servidumbre (llámenlo como quieran) de éxito, se retiró a la entrada del patio.
su amigo, e incluso para las Los pasos se acercaron cada vez
sorprendentes cláusulas del testamento. más rápido y de pronto sonaron más
Y al menos sería un rostro digno de fuerte cuando doblaron el final de la
verse: el rostro de un hombre sin calle. Mirando hacia delante desde la
entrañas y despiadado, un rostro que, entrada, el abogado pudo ver en seguida
con sólo mostrarse, suscitaría en la el tipo de hombre al que tenía que
mente del impasible Enfield un enfrentarse. Era de baja estatura e iba
perdurable sentimiento de odio. vestido con sencillez; y su aspecto,
A partir de aquel momento, Mr. incluso a aquella distancia, no
Utterson empezó a rondar la puerta que predisponía mucho en su favor a quien
daba a la callejuela de las tiendas. Por lo contemplase. Pero se dirigió
la mañana antes de las horas de oficina, directamente a la puerta, cruzando la
al mediodía cuando había mucho trabajo calzada para ahorrar tiempo, y según
y el tiempo era escaso, por la noche venía, sacó una llave del bolsillo, como
bajo la faz de la luna con la ciudad quien se acerca a su casa.
envuelta en niebla, bajo cualquier luz y a Mr. Utterson salió a su encuentro y
cualquier hora, solitaria o concurrida, se cuando pasó a su lado lo tocó en el
podía encontrar al abogado apostado en hombro.
el lugar elegido. —Me imagino que usted es Mr.
«Si él es Mr. Hyde —había pensado Hyde, ¿no es cierto?
—, yo seré Mr. Seek».[7] Mr. Hyde retrocedió y aspiró una
7
bocanada de aire, emitiendo un sonido —Jekyll, por ejemplo —dijo el
sibilante. Pero su miedo fue sólo abogado.
momentáneo; y aunque no miró a la cara —Él nunca le habló de mí —gritó
al abogado, respondió con mucha calma: Mr. Hyde, en un arrebato de ira—. No
—Así me llamo. ¿Qué quiere usted? pensé que usted fuera a mentirme.
—Veo que va a entrar —replicó el —Vamos —dijo Mr. Utterson—, no
abogado—. Soy un viejo amigo del está bien que hable así.
doctor Jekyll… Mr. Utterson, que vive El otro emitió un sonoro gruñido que
en Gaunt Street… usted debe de haber en seguida se convirtió en una feroz
oído mencionar mi nombre. Y ya que lo risotada; y un instante después, con
he encontrado tan oportunamente, pensé extraordinaria rapidez, había abierto la
que tal vez me dejaría entrar. puerta y desapareció en el interior de la
—No encontrará en casa al doctor casa. Después de que Mr. Hyde se
Jekyll; ha salido —respondió Mr. Hyde, marchara, el abogado se quedó allí un
metiendo de sopetón la llave. Y luego rato, semejando su rostro la viva imagen
preguntó de pronto, sin levantar los ojos de la preocupación. Luego empezó a
—: ¿Cómo me ha reconocido? remontar la calle lentamente,
—¿Querría usted, por su parte — deteniéndose a cada paso y llevándose
dijo Mr. Utterson—, hacerme un favor? la mano a la frente como si estuviera
—Con mucho gusto —respondió el perplejo. El problema que estaba así
otro—. ¿De qué se trata? deliberando mientras caminaba era de
—¿Me permite ver su rostro? — esos que casi nunca se resuelven. Mr.
preguntó el abogado. Hyde era pálido y de baja estatura;
Mr. Hyde pareció titubear; luego, aunque no tenía ninguna malformación
como si de pronto se lo hubiera pensado específica, daba la impresión de ser
mejor, se encaró con él con aire deforme, tenía una sonrisa desagradable;
desafiante; y los dos se miraron se había comportado con el abogado con
fijamente el uno al otro durante unos una especie de criminal mezcla de
pocos segundos. timidez y descaro homicida, y hablaba
—Ahora podré reconocerlo la con una voz ronca, susurrante y un tanto
próxima vez que nos veamos —dijo Mr. entrecortada… todos aquellos rasgos le
Utterson—. Puede ser útil. eran desfavorables, pero ni siquiera
—Sí —replicó Mr. Hyde—, está todos ellos juntos podían explicar la
bien que nos hayamos encontrado; y à repugnancia, el asco y el miedo, hasta
propos, aquí tiene mi dirección. entonces desconocidos, con que Mr.
Y le dio el número de una calle del Utterson lo miraba.
Soho. «Tiene que ser otra cosa», se decía
«¡Madre mía!», pensó Mr. Utterson. el perplejo caballero. «Hay algo más,
«¿Será posible que él también haya aunque no sé cómo llamarlo. ¡Que Dios
estado pensando en el testamento?». me proteja, ese hombre apenas parece
Pero dominó sus sentimientos y se humano! Podríamos decir que tiene algo
limitó a gruñir agradeciéndole la de troglodita. ¿O tal vez se trate de la
dirección. vieja historia del doctor Fell?[8] ¿O es la
mera irradiación de un alma vil que de
—Veamos —dijo el otro—, ¿cómo ese modo transpira por completo y
me ha reconocido? transfigura su envoltorio de barro? Creo
—Por la descripción —fue su que más bien es esto último; ya que, ¡oh
respuesta. mi bueno de Harry Jekyll!, si alguna vez
—¿La descripción de quién? he visto grabada en un rostro la firma de
—Tenemos amigos comunes —dijo Satanás, ha sido en el de tu nuevo
Mr. Utterson. amigo».
—¡Amigos comunes! —repitió Mr. A la vuelta de la esquina de la
Hyde, con la voz un tanto ronca. callejuela había una manzana de casas
8
antiguas y elegantes, deterioradas en su el doctor Jekyll no está en casa?
mayoría y alquiladas por pisos y —Completamente normal, Mr.
despachos a gente de cualquier clase y Utterson —respondió el sirviente—.
condición: grabadores de mapas, Mr. Hyde tiene una llave.
arquitectos, turbios abogados, y —Poole, su señor parece depositar
apoderados de empresas dudosas. Una mucha confianza en ese joven —
casa, sin embargo, la segunda a partir de prosiguió el otro, pensativo.
la esquina, estaba todavía habitada en su —Sí, señor, en efecto —dijo Poole
totalidad; y Mr. Utterson se detuvo —. Todos nosotros tenemos órdenes de
frente a su puerta, que tenía un magnífico obedecerlo.
aspecto de riqueza y bienestar, aunque —No recuerdo haberme tropezado
ahora estuviera sumida en la oscuridad a nunca con Mr. Hyde —dijo Utterson.
excepción del tragaluz, y llamó. Un —¡Dios mío!, claro que no, señor.
anciano sirviente bien vestido abrió la Él nunca cena aquí —respondió el
puerta. mayordomo—. La verdad es que le
—Poole, ¿está en casa el doctor vemos muy poco por esta parte de la
Jekyll? —preguntó el abogado. casa; casi siempre entra y sale por el
—Voy a ver, Mr. Utterson —dijo laboratorio.
Poole, dejando entrar al visitante —En fin, buenas noches, Poole.
mientras hablaba en una amplia y —Buenas noches, Mr. Utterson.
confortable sala de techo bajo, Y el abogado se puso en camino
pavimentada con baldosas, caldeada (al hacia su casa con el corazón bastante
estilo de las casas de campo) mediante oprimido, pensó, «me temo que esté con
una chimenea y amueblada con costosos el agua al cuello. Era muy disoluto de
bargueños de roble. joven; de eso hace ya mucho tiempo, por
—Señor, ¿quiere esperar aquí, junto cierto; pero la ley de Dios no establece
al fuego? ¿O le enciendo una lámpara en ninguna limitación. ¡Ah!, debe de ser
el comedor? eso; el fantasma de algún viejo pecado,
—Aquí, gracias —dijo el abogado; el cáncer de alguna ignominia oculta; el
y acercándose a la chimenea, se apoyó castigo que llega, pede claudo,[9] años
en el elevado guardafuegos. después de que la memoria haya
Aquella sala, en la que ahora se olvidado, y el amor propio perdonado,
había quedado solo, era el antojo la falta». Y el abogado, intimidado por
favorito de su amigo el doctor; y el aquel pensamiento, dio vueltas durante
propio Utterson solía referirse a ella un rato a su propio pasado, buscando a
como la estancia más agradable de tientas en todos los recovecos de su
Londres. Pero aquella noche un memoria, no fuera que por casualidad
estremecimiento le corría por las venas; saltara como un resorte alguna antigua
el rostro de Hyde no se apartaba de su iniquidad y saliera a la luz. Su pasado
memoria; sentía náuseas y repugnancia era bastante irreprochable; pocos
por la vida (lo cual era raro en él); y su hombres podían consultar los anales de
lúgubre ánimo parecía intuir una su vida con menos recelo; sin embargo
amenaza en los vacilantes reflejos de la se sentía profundamente humillado por
lumbre sobre los pulidos bargueños y en las muchas malas acciones que había
los inquietantes juegos de sombras en el cometido, y exaltado de nuevo hasta una
techo. Se sintió avergonzado de su sobria y temerosa gratitud por las otras
alivio cuando en seguida volvió Poole muchas que había estado a punto de
para anunciarle que el doctor Jekyll se cometer y había evitado. Y entonces,
había marchado. volviendo al tema anterior, concibió una
pizca de esperanza. «Este Mr. Hyde, si
—He visto entrar a Mr. Hyde por la se le estudiara», pensó, «debe de tener
puerta de la vieja sala de disección —le sus propios secretos: tremendos
dijo Utterson—. ¿Es eso normal cuando secretos, a juzgar por su aspecto;
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secretos comparados con los cuales los que profesaba a Mr. Utterson un sincero
peores del pobre de Jekyll serían como y cálido afecto.
un rayo de sol. Las cosas no pueden —Estaba deseando hablar contigo,
continuar como están. Me dan Jekyll —empezó a decir este último—.
escalofríos al pensar en aquel ser Acerca de tu testamento.
acercándose sigilosamente como un Un observador atento podría haberse
ladrón a la cabecera de Harry; pobre dado cuenta de que el tema no resultaba
Harry, ¡menudo despertar! ¡Y qué nada grato; mas el doctor, como si tal
peligro! Pues si el tal Hyde sospecha la cosa, salió airoso de la situación.
existencia del testamento, puede —Mi buen Utterson —dijo—, has
impacientarse por heredar. ¡Ah!, debo sido poco afortunado con un cliente
arrimar el hombro… si es que Jekyll me como yo. Nunca he visto a un hombre tan
lo permite…», añadió, «Jekyll me lo angustiado como tú por mi testamento;
permite». Pues una vez más desfilaron como no sea ese pedante chapado a la
por su imaginación, tan nítidas como una antigua de Lanyon ante lo que llamó mis
transparencia, las cláusulas del herejías científicas. ¡Ah!, ya sé que es un
testamento. buen tipo… no hace falta que frunzas el
El ceño… un tipo estupendo, siempre tengo
doctor el propósito de verlo más; pero a pesar
Jekyll de todo eso, un pedante chapado a la
se antigua; un ignorante y descarado
encontraba pedante. Ningún hombre me ha
completamente decepcionado tanto como Lanyon.
a —Ya sabes que yo nunca lo he
gusto aprobado —prosiguió Utterson
Dos semanas después, por una feliz implacablemente, haciendo caso omiso
casualidad, el doctor Jekyll dio una de del nuevo asunto.
sus gratas cenas a cinco o seis viejos —¿Te refieres a mi testamento? Sí,
compinches, todos ellos hombres desde luego, ya lo sé —dijo el doctor,
inteligentes y estimables, y entendidos con cierta acritud—. Ya me lo has dicho.
en buen vino; y Mr. Utterson se las —Pues bien, te lo vuelvo a decir —
ingenió para quedarse después de que continuó el abogado—. Me he enterado
los demás se hubieran marchado. de algo relacionado con el joven Hyde.
Aquello no era nada nuevo, sino que El rostro ancho y hermoso del doctor
había acontecido montones de veces. Jekyll palideció intensamente y algo
Cuando alguien apreciaba a Utterson, su tenebroso afloró en su mirada.
aprecio era completo. A los anfitriones —No me apetece oír nada más —
les encantaba retener al mordaz abogado dijo—. Creía que habíamos acordado
cuando los despreocupados y los sueltos dejar de lado este asunto.
de lengua tenían ya el pie en el umbral; —Lo que oí era abominable —dijo
les gustaba sentarse un rato en su Utterson.
discreta compañía, ejercitándose para la —Eso no cambia nada. No
soledad, serenando sus mentes con el comprendes mi posición —contestó el
generoso silencio de aquel hombre, doctor, de un modo algo incoherente—.
después del dispendio y las tensiones de Me encuentro en un trance difícil,
la diversión. El doctor Jekyll no era una Utterson; mi situación es muy extraña…
excepción a esta regla; y ahora, mientras muy extraña. Es uno de esos asuntos que
permanecía sentado al lado opuesto del no se pueden arreglar hablando.
fuego… un hombre de unos cincuenta —Jekyll —dijo Utterson—, ya me
años, corpulento, fuerte, bien afeitado, conoces: soy un hombre en el que se
con aspecto un tanto malicioso tal vez, puede confiar. Confiésamelo en
pero inequívocamente competente y confianza, y te aseguro que podré
amable… podía verse por sus miradas librarte de ello.
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—Mi buen Utterson —dijo el doctor Casi un año después, en el mes de
—, eres muy amable, realmente muy octubre del año 18…, un crimen de
amable, y no encuentro palabras para singular ferocidad sobresaltó a todo
agradecértelo. Te creo plenamente; Londres y alcanzó gran notoriedad por
confiaría en ti antes que en cualquier la elevada posición de la víctima. Los
otro hombre, sí, antes que en mí mismo, detalles eran escasos y sorprendentes.
si pudiera elegir; pero realmente no es Una criada que vivía sola en una casa no
lo que tú te imaginas; no es tan grave lejos del río había subido a acostarse a
como todo eso. Y sólo para tranquilizar eso de las once. Aunque la niebla
a tu buen corazón, te diré una cosa: en el envolvió la ciudad a últimas horas de la
momento que quiera, puedo librarme de tarde, la primera parte de la noche
Mr. Hyde. Te doy mi palabra respecto a estuvo despejada, y el callejón al que
eso, y te lo agradezco una y otra vez; y daba la ventana de la criada estaba
sólo añadiré unas pocas palabras que intensamente iluminado por la luna
estoy seguro, Utterson, que no tomarás a llena. Al parecer, ella era muy dada al
mal: se trata de un asunto privado, y te romanticismo, pues se sentó sobre su
ruego que lo dejes estar. arcón, que estaba justo debajo de la
ventana, y se sumió en ensoñaciones
Utterson reflexionó un poco, contemplativas. Nunca (solía decir ella,
mirando al fuego. hecha un mar de lágrimas, cuando
—No me cabe la menor duda de que narraba la experiencia), nunca se había
tienes toda la razón —dijo por fin, sentido más en paz con todos los
poniéndose en pie. hombres ni había apreciado más el
—Pues bien, ya que hemos tocado mundo.
este asunto, y espero que por última vez Y mientras permanecía así, advirtió
—prosiguió el doctor—, hay un punto la presencia de un anciano y guapo
que me gustaría que entendieras. La caballero de pelo cano, que se acercaba
verdad es que el pobre Hyde me interesa por el callejón; y que otro caballero de
mucho. Ya sé que lo has visto; él me lo muy corta estatura, al que al principio
contó; y me temo que fue descortés prestó menos atención, se dirigía hacia
contigo. Pero sinceramente tengo un gran él. Cuando se encontraron frente a frente
interés, grandísimo, por ese joven; y si (justo ante los ojos de la criada), el
desaparezco, Utterson, deseo que me anciano se inclinó y abordó al otro con
prometas que tendrás paciencia con él y unos modales bastante corteses. El tema
harás valer sus derechos. Creo que lo de su conversación no parecía ser de
harías, si lo supieras todo; y me gran importancia; en efecto, a juzgar por
quitarías un peso de encima si me lo sus indicaciones, a veces parecía que
prometieras. sólo le estaba preguntando alguna
—No puedo pretender que llegue a dirección; pero la luna iluminó su rostro
gustarme —dijo el abogado. mientras hablaba, y la chica se alegró de
—No te pido eso —imploró Jekyll, verlo, tan inocente y anticuada
poniendo su mano en el brazo del otro disposición a la bondad parecía irradiar,
—; sólo pido justicia; sólo te pido que aunque también cierta altanería que
le ayudes por mí, cuando yo ya no esté parecía proceder de un bien fundado
aquí. Utterson dejó escapar un suspiro amor propio. La chica observó en
incontenible. seguida al otro, y le sorprendió
—Está bien —dijo—, lo prometo. reconocer en él a un tal Mr. Hyde, que
El una vez había visitado a su amo, y al
caso cual ella había cogido antipatía. Llevaba
del en la mano un pesado bastón, con el cual
asesinato jugueteaba; pero no respondía ni una
de sola palabra, y parecía escuchar con
Carew impaciencia mal contenida. Y entonces,
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estalló de pronto en un arrebato de ira, agente de policía—, ¿será posible?
golpeó el suelo con los pies blandiendo Y un instante después se le
el bastón, y se comportó (según lo iluminaron los ojos de ambición
describió la criada) como un loco. El profesional.
anciano caballero retrocedió un paso, —Esto dará mucho que hablar —
bastante sorprendido y un poco dolido; y dijo—. Tal vez pueda usted ayudarnos a
sin más, Mr. Hyde perdió los estribos y encontrar a ese hombre.
lo derribó al suelo a garrotazos. Y un Y contó sucintamente lo que la
momento después, empezó a pisotear a criada había visto, y mostró el bastón
su víctima con furia simiesca, y le roto.Mr. Utterson había temblado al oír
descargó una andanada de golpes, bajo mencionar a Mr. Hyde; pero cuando le
los cuales se oyeron crujir sus huesos, pusieron delante el bastón, ya no le cupo
mientras su cuerpo rebotaba sobre la la menor duda: aunque estaba partido y
calzada. Horrorizada por lo que estaba destrozado, lo reconoció como el que él
viendo y oyendo, la criada se desmayó. mismo había regalado a Henry Jekyll
Eran las dos cuando la chica volvió varios años antes.
en sí y llamó a la policía. El asesino se —¿El tal Mr. Hyde es una persona
había ido hacía tiempo; pero su víctima de corta estatura? —inquirió.
yacía allí en medio del callejón, —Bastante bajo y de aspecto
increíblemente destrozada. El bastón particularmente malvado, según afirma
con que se había llevado a cabo aquella la criada —dijo el agente de policía.
acción, aunque era de cierta madera Mr. Utterson reflexionó; y luego,
poco común, muy dura y pesada, se alzando la cabeza, dijo:
había partido por la mitad bajo el —Si se viene conmigo en el coche
ímpetu de aquella crueldad insensata; y que he alquilado —dijo—, creo que
una de sus mitades astilladas había podré llevarlo a su casa.
rodado hasta la alcantarilla más Para entonces serían ya las nueve de
próxima… la otra, sin duda, se la había la mañana, y habían hecho su aparición
llevado el asesino. Encima de la víctima las primeras nieblas de la temporada.
se encontró un monedero y un reloj de Un gran velo de color chocolate
oro, pero ninguna tarjeta o documento, a encapotaba el cielo, pero el viento no
excepción de un sobre cerrado y dejaba de soplar, dispersando aquellos
sellado, que probablemente iba a echar acuciantes vapores; de modo que,
al correo, y que llevaba el nombre y la mientras el coche de alquiler circulaba
dirección de Mr. Utterson. lentamente de calle en calle, Mr.
A la mañana siguiente dicho sobre Utterson contempló una portentosa
fue entregado al abogado antes de que se cantidad de grados y matices de
hubiese levantado; y en cuanto lo hubo penumbra: aquí, oscuro como la noche
visto y le contaron las circunstancias, cerrada; allí, un resplandor de un color
soltó una solemne insolencia. marrón subido, chillón, como
—No diré nada hasta haber visto el procedente de un extraño incendio; y por
cadáver —dijo—; esto puede ser muy un momento la niebla se dispersaba por
serio. Tenga la amabilidad de esperar completo, y entre sus arremolinadas
mientras me visto. volutas asomaba un macilento rayo de
luz diurna. Visto bajo aquellos destellos
Y con igual semblante serio se cambiantes, el deprimente barrio del
apresuró a desayunar y se dirigió en Soho, con sus calles embarradas, sus
coche a la comisaría de policía, adonde desaseados transeúntes y sus farolas,
habían llevado el cadáver. Nada más que no habían sido apagadas o las
entrar en la celda, asintió con la cabeza. habían vuelto a encender para combatir
—Sí —dijo—, lo reconozco. Siento aquella nueva y lúgubre invasión de la
decir que se trata de sir Danvers Carew. oscuridad, le parecía al abogado que
—¡Madre mía, señor! —exclamó el formaba parte de alguna ciudad de
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pesadilla. Además, sus pensamientos —No parece un personaje muy
eran de lo más pesimista; y cuando echó popular —observó el último—. Y ahora,
una ojeada a su acompañante en aquel buena mujer, permita que este caballero
trayecto, tuvo conciencia de ese amago y yo echemos un vistazo.
de terror a la ley y a sus representantes De la totalidad de la casa, que, salvo
que puede asaltar a veces incluso a los por la anciana, permanecía inhabitada,
más honrados. Mr. Hyde sólo utilizaba un par de
Cuando el coche de alquiler se paró habitaciones; pero éstas estaban
delante de la dirección indicada, la amuebladas con lujo y buen gusto. Había
niebla se levantó un poco y le mostró una despensa llena de vinos; la vajilla
una sórdida calle, una taberna, una era de plata, la mantelería fina; un
humilde casa de comidas francesa, una valioso cuadro colgaba de la pared,
tienda de venta al por menor de revistas regalo (suponía Utterson) de Henry
sensacionalistas a un penique y lechugas Jekyll, que era todo un experto; y las
a dos peniques, muchos niños alfombras eran de pelo largo y de
harapientos apiñados en los portales, y agradables colores. En aquel momento,
diversas mujeres de diferentes sin embargo, las habitaciones tenían
nacionalidades que salían, llave en todo el aspecto de haber sido
mano, a tomar un trago matutino; y un registradas recientemente y con
instante después la niebla, de color precipitación: había ropa tirada por el
pardo oscuro como la tierra de sombra, suelo con los bolsillos vueltos, los
se instaló de nuevo en aquel lugar y lo cajones con cerradura estaban abiertos y
aisló de aquel ambiente canallesco. en la chimenea había un montón de
Aquél era el hogar del protegido de cenizas grises, como si se hubieran
Henry Jekyll; de un hombre que iba a quemado muchos papeles. De entre
heredar un cuarto de millón de libras aquellos rescoldos el inspector
esterlinas. desenterró el extremo de un talonario de
Una anciana de rostro marfileño y cheques verde, que había resistido la
cabello plateado abrió la puerta. Tenía acción del fuego; la otra mitad del
un semblante depravado, suavizado por bastón fue encontrada detrás de la
la hipocresía; pero sus modales eran puerta; y, como aquello confirmaba sus
excelentes. Sí, les dijo, aquella era la sospechas, el policía declaró estar
casa de Mr. Hyde, pero él no estaba; encantado. Una visita al banco, donde se
aquella noche había vuelto muy tarde comprobó que el asesino tenía un saldo
pero se había marchado de nuevo hacía positivo de varios miles de libras,
menos de una hora: no era nada extraño, colmó su satisfacción.
sus hábitos eran muy irregulares y se —Puede estar seguro, señor —le
ausentaba a menudo; por ejemplo, ayer dijo a Utterson—, de que lo tengo en mis
hizo casi dos meses que no lo había manos. Debe de haber perdido la
visto. cabeza, pues de otro modo jamás habría
—Muy bien, entonces, queremos ver abandonado el bastón ni, menos aún,
su piso —dijo el abogado; y cuando la quemado el talonario de cheques. Pues
mujer empezó a decir que era imposible, el dinero es vital para ese hombre. Lo
añadió—: Será mejor que le diga a único que tenemos que hacer es
usted quién es esta persona que me esperarlo en el banco y distribuir
acompaña. Es el inspector Newcomen, octavillas con su filiación.
de Scotland Yard. Esto último, sin embargo, no era tan
Un detestable destello de júbilo fácil de llevar a cabo, ya que Mr. Hyde
cruzó el rostro de la mujer. contaba con pocos amigos íntimos:
—¡Ah! —dijo—, ¡tiene problemas! incluso el patrón de la sirvienta sólo lo
¿Qué ha hecho? había visto un par de veces; no se pudo
Mr. Utterson y el inspector localizar a su familia por ninguna parte;
intercambiaron miradas. nunca lo habían fotografiado; y los
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pocos que podían ofrecer una repisa, pues la espesa niebla empezaba
descripción suya disentían a extenderse incluso en el interior de las
completamente, como suele ocurrir con casas, y allí, cerca del fuego, estaba
los observadores normales. Sólo sentado el doctor Jekyll, dando la
estaban de acuerdo en un punto: la impresión de encontrarse muy enfermo.
obsesiva y tácita sensación de No se levantó para recibir a su visitante,
deformidad con que impresionaba a sino que le tendió una mano helada y le
todos aquellos que lo contemplaban. dio la bienvenida con voz demudada.
El
incidente —Y bien —dijo Utterson, en cuanto
de la Poole se hubo marchado—, ¿te has
carta enterado de las noticias?
La tarde estaba ya muy avanzada El doctor se estremeció.
cuando Mr. Utterson consiguió llegar a —Las estaban pregonando en la
la puerta del doctor Jekyll, donde fue plaza —dijo—. Las oí en mi comedor.
admitido inmediatamente por Poole y —Escucha —dijo el abogado—,
conducido, a través de las dependencias Carew era cliente mío, pero también lo
de la cocina y de un patio que antes eres tú; y quiero saber lo que estoy
había sido un jardín, al edificio haciendo. ¿No estarás cometiendo una
conocido indistintamente como locura al ocultar a ese individuo?
laboratorio o sala de disección. El —Utterson, lo juro por Dios —
doctor había comprado la casa a los exclamó el doctor—. Juro por Dios que
herederos de un famoso cirujano; y, nunca le volveré a poner los ojos
como le gustaba más la química que la encima. Te doy mi palabra de honor de
anatomía, había cambiado el destino del que he acabado con él para siempre.
bloque que había al fondo del jardín. Todo ha terminado. En realidad, él no
Era la primera vez que el abogado necesita mi ayuda; tú no lo conoces
era recibido en aquella parte de la como yo; está a salvo, completamente a
residencia de su amigo, por lo que salvo; fíjate en lo que te digo: nunca más
observó con curiosidad la sórdida se volverá a oír hablar de él.
construcción sin ventanas y miró a su El abogado lo escuchaba con
alrededor con una desagradable melancolía; no le gustaba la febril
sensación de extrañeza; aquel escenario, actitud de su amigo.
hace tiempo atestado de estudiantes —Pareces estar muy seguro de él —
entusiasmados y ahora desolado y dijo—; y espero, por tu bien, que tengas
solitario, las mesas cargadas de razón. Si se llegase a celebrar un juicio,
aparatos de química, el suelo cubierto tu nombre podría salir a la luz.
de cajones y sembrado de paja para —Estoy completamente seguro de él
embalajes, apenas iluminado por una luz —replicó Jekyll—; los motivos que
tenue que se filtraba a través de la tengo para esa certeza no los puedo
velada cúpula. Al otro extremo, un compartir con nadie. Pero hay una cosa
tramo de escaleras subía hasta una sobre la que puedes aconsejarme. He…
puerta cubierta de tapete verde; y al recibido una carta; y no sé si debería
atravesarla, Mr. Utterson fue mostrársela a la policía. Me gustaría
introducido finalmente en el gabinete del dejarla en tus manos, Utterson; tú sabrás
doctor. Era una habitación amplia, juzgar prudentemente, estoy seguro.
rodeada de vitrinas, amueblada, entre Confío en ti plenamente.
otras cosas, con un espejo de cuerpo —¿Temes, pues, que eso podría
entero y una mesa de despacho, y conducir a su localización? —preguntó
provista de tres ventanas polvorientas el abogado.
con barrotes de hierro que daban al —No —dijo el otro—. No puedo
patio. En la chimenea ardía un fuego, y decir que me importe lo que le pase a
había una lámpara encendida sobre la Hyde; he terminado por completo con él.
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Estaba pensando en mi propia —A propósito —dijo—, hoy han
reputación, que con este odioso asunto entregado en mano una carta: ¿qué
ha quedado bastante expuesta. aspecto tenía el mensajero?
Utterson caviló durante un rato; le Pero Poole afirmó categóricamente
sorprendía el egoísmo de su amigo, y sin que no había llegado nada salvo el
embargo le aliviaba. correo.
—Pues bien —dijo por fin—, —Y eran sólo circulares —añadió.
déjame ver la carta. Aquellas noticias reavivaron los
La carta estaba escrita con letra temores del visitante. Evidentemente la
pequeña y picuda, y firmada; e indicaba, carta había llegado a través de la puerta
muy brevemente, que el benefactor del del laboratorio; de hecho, posiblemente
remitente, el doctor Jekyll, a quien había sido escrita en el gabinete del
durante tanto tiempo había pagado tan doctor; y si fue así, debía ser juzgada de
indignamente sus muchas generosidades, otro modo, y tratada con más cautela.
no tenía que preocuparse por su Cuando iba por la calle, los repartidores
seguridad, pues disponía de medios para de periódicos gritaban por las aceras
escapar, en los que confiaba plenamente. hasta enronquecer.
Al abogado le gustó bastante aquella Era la oración fúnebre de un amigo y
carta: presentaba la intimidad entre cliente; y no pudo evitar un cierto temor
Jekyll y Hyde con colores más a que el buen nombre de otro se viera
favorables de lo que él se había arrastrado por el torbellino del
imaginado; y se censuró a sí mismo por escándalo. La decisión que tenía que
algunas de sus anteriores sospechas. tomar era, por lo menos, delicada; y,
—¿Tienes el sobre? —preguntó. aunque solía ser muy independiente,
—Lo quemé —respondió Jekyll— empezó a abrigar el deseo de pedir
sin pensar en lo que hacía. Pero no consejo a otros. No podía obtenerlo
llevaba ningún matasellos. La misiva fue directamente; pero quizás, pensó, podría
entregada en mano. rebuscar un poco.
—¿Permites que me quede con ella y Inmediatamente después, se sentó a
consulte con la almohada? —preguntó un lado de su propia chimenea, con Mr.
Utterson. Guest, su principal pasante, al otro
—Quisiera que me dieras tu opinión extremo, y a mitad de camino entre
—fue la respuesta—. He perdido la ambos, a una distancia del fuego
confianza en mí mismo. calculada con precisión, una botella de
—Bien, lo pensaré —respondió el un especial vino añejo que durante
abogado—. Y ahora una cosa más: ¿fue mucho tiempo había estado depositada
Hyde quien dictó los términos de tu en los sótanos de su casa, protegida del
testamento relacionados con tu sol. Todavía suspendida al vuelo, la
desaparición? niebla cubría la ciudad, y las farolas
El doctor pareció que iba a brillaban tenuemente como carbúnculos;
desmayarse; mantuvo la boca bien y abriéndose paso entre aquellas nubes
cerrada y asintió con la cabeza. perdidas que lo envolvían todo, el
—Lo sabía —dijo Utterson—. Tenía desfile de la vida ciudadana seguía
intención de asesinarte. De buena te has llegando a raudales a través de las
librado. grandes arterias con el estruendo de un
—He conseguido algo más que todo fuerte vendaval. Pero la lumbre alegraba
eso —repuso el doctor solemnemente—: la habitación. Los ácidos hacía mucho
he recibido una lección… ¡Dios mío, y tiempo que se habían disipado en la
qué lección, Utterson! botella; el majestuoso tinte se había
Y por un momento se cubrió el suavizado con el paso del tiempo, al
rostro con las manos. igual que se difuminan los colores en las
Cuando salía, el abogado se detuvo vidrieras; y el arrebol de las cálidas
y cruzó unas palabras con Poole. tardes de otoño en los viñedos de las
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laderas estaba a punto de aflorar y de cenar. ¿Por qué? ¿Quiere verla?
dispersar las nieblas de Londres. —Sólo un momento. Gracias, señor
Imperceptiblemente, el abogado se —y el pasante puso las dos hojas de
fue ablandando. Con ningún otro hombre papel, una al lado de la otra, y comparó
tenía menos secretos que con Mr. Guest; diligentemente sus contenidos—.
y no siempre estaba seguro de que Gracias, señor —dijo por fin,
fueran tantos como él quisiera. Guest devolviéndole ambas—; es un autógrafo
había visitado a menudo la casa del muy interesante.
doctor por asuntos profesionales; Hubo una pausa, durante la cual Mr.
conocía a Poole, y era poco probable Utterson se debatió consigo mismo.
que no hubiese oído hablar de la —¿Por qué la ha comparado, Guest?
familiaridad con que Mr. Hyde entraba y —preguntó de pronto.
salía de la casa; podría sacar —Verá usted, señor —respondió el
conclusiones: ¿no era conveniente, pues, empleado—, existe un parecido bastante
que viese una carta que explicaba aquel singular; los dos tipos de escritura son
misterio? Y sobre todo, dado que Guest idénticos en muchos aspectos: sólo
era un gran estudioso y perito en difieren en la inclinación de la letra.
escritura a mano, ¿consideraría que —¡Qué raro! —dijo Utterson.
aquel paso era lógico y —Sí, como usted dice, es bastante
condescendiente? El empleado además raro —respondió Guest.
era asesor jurídico; sería raro que leyera —Yo no hablaría de esta misiva,
un documento tan extraño sin hacer ¿sabe? —dijo el abogado.
alguna observación; y mediante aquella —Claro que no, señor —contestó el
observación Mr. Utterson podría pasante—. Lo comprendo.
determinar su rumbo futuro. Pero en cuanto Mr. Utterson se
—Ese asunto relacionado con sir quedó solo aquella noche, guardó la
Danvers es bastante lamentable —le misiva en su caja fuerte, donde desde
dijo. —Sí, señor, en efecto. Ha entonces ha estado depositada.
provocado a buena parte de la opinión «¡Cómo!», pensó. «¡Henry Jekyll
pública —repuso Guest—. Ese hombre, falsifica una firma para proteger a un
por supuesto, estaba loco. asesino!».
—Me gustaría saber qué opina usted Y la sangre se le heló en las venas.
sobre esto —replicó Utterson—. Tengo El
aquí un documento de su puño y letra; extraordinario
debe quedar entre nosotros, pues no sé incidente
muy bien qué hacer con él; cuando del
menos es un feo asunto. Pero ahí está; es doctor
típico de él: el autógrafo de un asesino. Lanyon
Los ojos de Guest se iluminaron e Pasó el tiempo; se ofrecieron miles
inmediatamente se sentó y lo examinó de libras de recompensa, pues la muerte
con pasión. de sir Danvers fue tomada como una
—No, señor —dijo—; no está loco; ofensa pública; pero Mr. Hyde había
pero la letra es muy extraña. desaparecido sin que la policía diera
—Y al decir de todos, él es tan con él, como si nunca hubiese existido.
extraño como su forma de escribir — Se desenterró gran parte de su pasado,
añadió el abogado. en efecto, y era bastante lamentable: se
En aquel preciso momento entró el contaban historias acerca de la crueldad
criado con una misiva. de aquel hombre, tan insensible y
—¿Es del doctor Jekyll, señor? — violento al mismo tiempo, de su infame
inquirió el pasante—. Creo reconocer la vida, de sus extrañas compañías, del
letra. ¿Es realmente privada, Mr. odio que parecía haber rodeado a sus
Utterson? andanzas; pero de su actual paradero, ni
—No es más que una invitación a el menor indicio. Desde que había
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abandonado su casa en el Soho la de una rápida decadencia física no
mañana del crimen, sencillamente se llamaron tanto la atención del abogado
había esfumado; y poco a poco, según como la expresión de su mirada y su
pasaba el tiempo, Mr. Utterson empezó actitud, que parecían revelar un pánico
a recuperarse de su acuciante inquietud profundamente arraigado en su mente.
y estaba cada vez más en paz consigo Era poco probable que el doctor temiese
mismo. A su modo de ver, la muerte de a la muerte; y sin embargo, era eso lo
sir Danvers estaba más que compensada que Utterson estuvo tentado de
con la desaparición de Mr. Hyde. sospechar.
Suprimida ya aquella influencia nefasta, «Sí», pensó; «él es médico, debe de
una nueva vida comenzaba para el conocer su propio estado y saber que
doctor Jekyll. Salió de su aislamiento, sus días están contados; y ese
reanudó sus relaciones con los amigos, y conocimiento le resulta insoportable».
se convirtió una vez más en el consabido Y sin embargo, cuando Utterson
invitado y anfitrión; y aunque siempre comentó su mal aspecto, Lanyon declaró
había sido conocido por su caridad, con gran firmeza que estaba condenado a
ahora se distinguía no menos por su muerte.
religiosidad. Estaba ocupado, pasaba —He sufrido una conmoción —dijo
mucho tiempo al aire libre, hacía el —, y jamás me recobraré. Es cuestión
bien; su rostro parecía más sincero y de semanas. En fin, la vida ha sido
luminoso, como si por dentro fuera agradable; me ha gustado; sí, señor,
consciente de estar a disposición de los solía gustarme. A veces pienso que si
demás; y durante más de dos meses, el supiéramos todo lo que puede
doctor vivió en paz. depararnos, nos alegraríamos más al
El día 8 de enero Utterson había abandonarla.
cenado en casa del doctor con un
pequeño grupo de invitados, entre ellos —Jekyll también está enfermo —
Lanyon; y el anfitrión había mirado a observó Utterson—. ¿Lo has visto?
uno y a otro como en los viejos tiempos, Pero la expresión del rostro de
cuando formaban un trío de amigos Lanyon cambió a la vez que alzaba una
inseparables. El día 12, y de nuevo el mano temblorosa.
14, el abogado se encontró con la puerta —No quiero volver a ver al doctor
cerrada. Jekyll ni oír una sola palabra más sobre
—El doctor está confinado en casa él —dijo, en voz alta, entrecortada—.
—le dijo Poole—, y no recibe a nadie. He terminado completamente con esa
El día 15 lo intentó de nuevo, y persona; y te ruego que me ahorres
volvió a ser rechazado; y dado que cualquier alusión a alguien a quien
durante los dos últimos meses se había considero muerto.
acostumbrado a ver a su amigo casi a —¡Tate! —dijo Mr. Utterson; y
diario, aquel retorno a la soledad pesó luego, tras una considerable pausa,
en su ánimo. La quinta noche recibió en preguntó—: ¿Puedo hacer algo? Los tres
casa a Guest para cenar con él; y la somos viejos amigos, Lanyon; no
sexta se fue a ver al doctor Lanyon. viviremos lo suficiente para hacer otros
Allí al menos no le negaron la nuevos.
entrada; pero una vez dentro, le —Nada puede hacerse —respondió
sorprendió el cambio que había Lanyon—; pregúntale a él.
experimentado el aspecto del doctor. —No quiere verme —dijo el
Llevaba escrito en su rostro de manera abogado.
legible que estaba condenado a muerte. —Eso no me sorprende —fue la
Aquel hombre de tez sonrosada estaba respuesta—. Algún día, Utterson,
mucho más pálido; había adelgazado; después de que me haya muerto, tal vez
visiblemente estaba más viejo y más llegues a enterarte de los pormenores de
calvo; y sin embargo, aquellas muestras todo este asunto. Yo no puedo
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contártelos. Y mientras tanto, si puedes afectado de forma lamentable, Utterson
quedarte para hablar conmigo de otras se encerró con llave en su despacho y,
cosas, por el amor de Dios, hazlo; pero allí sentado a la melancólica luz de una
si no puedes evitar ese maldito asunto, vela, sacó y puso ante sí un sobre
entonces vete, en el nombre de Dios, manuscrito y lacrado con el sello de su
pues yo no puedo soportarlo. difunto amigo.
En cuanto llegó a su casa, Utterson «Privado: para entregar en mano
se puso a escribir a Jekyll, quejándose solamente a J. G. Utterson y, en caso de
de que no lo admitiese en su casa y que éste hubiera muerto antes, para ser
preguntándole por el motivo de su quemado sin leer».
desafortunada ruptura con Lanyon; y al Ese era el categórico mensaje
día siguiente recibió una larga respuesta, escrito en el sobre; y el abogado tuvo
en ocasiones redactada con mucho miedo de mirar el contenido.
patetismo, y en otras, enigmáticamente «Hoy he enterrado a un amigo»,
misteriosa en cuanto a su sentido. La pensó, «¿y si esto me costase otro?».
riña con Lanyon fue irremediable. Y entonces, renegando de aquel
«No culpo a nuestro viejo amigo», temor por considerarlo un síntoma de
escribía Jekyll, «pero comparto su deslealtad, rompió el sello. En el
opinión de que no debemos vernos más. interior había otro sobre, igualmente
De ahora en adelante, tengo la intención lacrado, en el que se indicaba: «No
de llevar una vida de total aislamiento; abrir hasta la muerte o desaparición del
no debes sorprenderte, ni dudar de mi doctor Henry Jekyll». Utterson no daba
amistad, si mi puerta permanece a crédito a sus ojos. Sí, ponía
menudo cerrada incluso para ti. Debes «desaparición»; aquí también, como en
permitir que siga mi propio camino, por aquel demencial testamento, que hacía
muy misterioso que te parezca. He tiempo había devuelto a su autor; aquí
atraído sobre mí un castigo y un peligro también estaba implicado Henry Jekyll y
que no puedo nombrar. Soy el mayor de se mencionaba su posible desaparición.
los pecadores, y también el que más Pero en el testamento, dicha mención
sufre de todos. No podía imaginar que había surgido por siniestra sugerencia
en esta tierra hubiese lugar para de Hyde; estaba allí con un propósito
sufrimientos y terrores tan inhumanos; y totalmente evidente y horrible. ¿Qué
tú, Utterson, no puedes hacer más que podía significar, pues, escrita por la
una cosa para aliviar ese destino: mano de Lanyon? Una gran curiosidad
respetar mi silencio». incitaba al fideicomisario a desatender
Utterson se quedó asombrado; la la prohibición, y a zambullirse de
siniestra influencia de Hyde había inmediato hasta el fondo de aquellos
desaparecido, el doctor había vuelto a misterios; pero el honor profesional y la
sus antiguas actividades y amistades; confianza en su difunto amigo eran
hacía una semana, el futuro parecía obligaciones ineludibles; y el paquete
sonreírle prometiéndole una vejez jovial fue a parar al más recóndito rincón de su
y honorable; y ahora, en sólo un caja fuerte.
momento, las amistades, la tranquilidad Pero una cosa es mortificar la
de espíritu y todo el curso de su vida, se curiosidad, y otra vencerla; y no podía
habían desbaratado. Un cambio tan sorprender que, a partir de aquel día,
grande e improvisado indicaba que Utterson buscara con igual ansia la
estaba loco; pero, considerando la compañía del único amigo que le
actitud y las palabras de Lanyon, el quedaba. Pensaba en él con cariño; pero
motivo debía de ser más profundo. sus pensamientos eran preocupantes y
Una semana después el doctor tremendos. Fue a visitarlo, en efecto;
Lanyon se metía en la cama y en algo pero posiblemente se sintió aliviado al
menos de dos semanas había muerto. La serle negada la entrada; quizás, en el
noche después del funeral, que le había fondo de su corazón, prefería hablar con
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Poole en el umbral de la casa, rodeado iluminaba el cielo, unas prematuras
del ambiente y los ruidos de la ciudad penumbras lo invadían todo. De las tres
abierta, antes que ser admitido en ventanas, la de en medio estaba
aquella casa de cautiverio voluntario, y entreabierta; y sentado junto a ella,
sentarse a hablar con su inescrutable tomando el fresco con una expresión de
recluso. La verdad es que las noticias tristeza infinita, como un prisionero
que Poole tenía que comunicarle no eran desconsolado, Utterson vio al doctor
demasiado agradables. El doctor, al Jekyll.
parecer, se encerraba cada vez más en —¡Caramba, Jekyll! —exclamó—.
su gabinete encima del laboratorio, Espero que te encuentres mejor.
donde a veces incluso dormía: estaba —Estoy muy deprimido, Utterson —
muy abatido, hablaba muy poco, no leía; contestó el doctor sombríamente—; muy
parecía que algo le obsesionaba. deprimido. No duraré mucho, gracias a
Utterson se acostumbró tanto a aquellos Dios.—
rumores, siempre los mismos, que, poco Pasas demasiado tiempo en casa
a poco, fue disminuyendo la frecuencia —dijo el abogado—. Deberías salir,
de sus visitas. para activar la circulación, como
El hacemos Enfield y yo. (Te presento a mi
incidente primo… Mr. Enfield… aquí, el doctor
de la Jekyll). Venga, vamos; coge tu sombrero
ventana y date una vuelta con nosotros.
Un domingo, cuando Mr. Utterson —Eres muy amable —suspiró el
daba su habitual paseo con Mr. Enfield, otro—. Me gustaría mucho; pero no, no;
ocurrió que una vez más tuvieron que es totalmente imposible; no me atrevo.
pasar por la callejuela; y que, cuando Pero realmente, Utterson, me alegro
llegaron frente a la puerta, se detuvieron mucho de verte; de verdad que es un
ambos a mirarla. gran placer. Os pediría que subierais, a
—En fin —dijo Enfield—, por lo ti y a Mr. Enfield, pero la verdad es que
menos aquella historia ha terminado. no hay sitio.
Nunca más veremos a Mr. Hyde. —Pues bien, entonces —dijo el
—Espero que no —dijo Utterson—. abogado, afablemente—, lo mejor que
¿Te he contado que una vez me lo podemos hacer es quedarnos aquí y
encontré, y sentí por él la misma hablar contigo desde donde estamos.
repulsión que tú? —Eso era precisamente lo que iba a
—Era imposible una cosa sin la otra permitirme proponeros —respondió el
—respondió Enfield—. Y a propósito, doctor, sonriendo.
¡qué estúpido debí de parecerte cuando Pero antes de que acabase de
no supe reconocer que esta era la pronunciar aquellas palabras, la sonrisa
entrada trasera de la casa del doctor se borró de su rostro para dar paso a una
Jekyll! En parte fue culpa tuya que lo expresión tan abyecta de terror y
descubriera, cuando eso ocurrió. desesperación que los dos caballeros de
—Así que ya lo has descubierto, ¿no abajo sintieron que se les helaba la
es cierto? —dijo Utterson—. Pues, sangre. Sólo alcanzaron a verla
siendo así, podemos entrar al patio y fugazmente, ya que inmediatamente la
echar una ojeada a las ventanas. Si ventana se cerró de golpe; pero aquella
quieres que te diga la verdad, me vislumbre había sido suficiente y,
preocupa el pobre Jekyll; y tengo la dándose la vuelta, abandonaron el patio
impresión de que, incluso desde fuera, sin pronunciar una sola palabra.
la presencia de algún amigo podría Recorrieron la callejuela, también en
sentarle bien. silencio, y sólo cuando llegaron a una
El patio estaba muy frío y algo calle cercana, en la que incluso en
húmedo, y aunque por encima de domingo todavía había algunos indicios
nosotros el sol de poniente todavía de vida, Mr. Utterson finalmente se
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volvió y miró a su compañero. Ambos figuro que tiene usted alguna buena
estaban pálidos, y el terror se reflejaba razón, Poole. Me figuro que debe de
en sus ojos. suceder algo grave. Trate de contarme
—¡Que Dios nos perdone! ¡Que de qué se trata.
Dios nos perdone! —dijo Mr. Utterson. —Creo que ha habido juego sucio
Pero Mr. Enfield se limitó a asentir —dijo Poole, con la voz quebrada.
con la cabeza muy en serio y siguieron —¡Juego sucio! —exclamó el
caminando en silencio. abogado, muy asustado y, por tanto,
La bastante dispuesto a sentirse irritado—.
última ¿Qué clase de juego sucio? ¿Qué quiere
noche decir este hombre?
Una noche después de cenar, Mr. —No me atrevo a decirlo, señor —
Utterson estaba sentado junto al fuego fue la respuesta—; pero ¿querrá venir
cuando le sorprendió recibir la visita de conmigo y verlo por usted mismo?
Poole. Como única respuesta, Mr. Utterson
—Caramba, Poole, ¿qué le trae por se levantó y cogió su sombrero y su
aquí? —exclamó; y luego, volviéndolo a gabán; pero observó con asombro el
mirar, añadió—: ¿Qué le sucede?; ¿está gran alivio que apareció en el rostro del
enfermo el doctor? mayordomo y, quizá con no menos
—Mr. Utterson —dijo—, algo está asombro, que el vino seguía intacto
pasando. cuando él lo dejó para acompañarlo.
—Tome asiento y bébase un vaso de Era una noche fría y desapacible,
vino —dijo el abogado—. A ver, tómese propia de marzo, con una luna pálida
el tiempo que quiera y dígame sin recostada sobre el horizonte como si el
rodeos lo que desea. viento hubiese arremetido contra ella, y
—Usted, señor, ya conoce los unas nubes volantes de la más diáfana y
hábitos del doctor —replicó Poole—, y algodonosa textura. El viento dificultaba
sabe cuánto le gusta encerrarse. Pues el habla y hacía que la sangre se
bien, se ha vuelto a encerrar en el agolpara en el rostro. Además, parecía
gabinete; y eso no me gusta, señor… haber barrido las calles, vaciándolas de
Que me muera si me gusta. Mr. Utterson, viandantes más que de costumbre; hasta
tengo miedo. el punto de que Mr. Utterson pensó que
—Escuche, buen hombre —dijo el nunca había visto tan desierta aquella
abogado—, sea explícito. ¿De qué tiene parte de Londres. Él habría deseado que
miedo? fuese de otro modo; jamás en toda su
—He tenido miedo desde hace cosa vida había tenido tan clara conciencia
de una semana —respondió Poole, de desear ver y tocar a sus semejantes;
ignorando porfiadamente la pregunta—; ya que, por mucho que se esforzara en
y no lo puedo soportar más. negarlo, había caído en la cuenta de que
El aspecto de aquel hombre se avecinaba una apabullante calamidad.
confirmaba ampliamente sus palabras; Cuando llegaron allí, la plaza estaba
sus modales habían empeorado; y salvo invadida por el viento y el polvo, y los
en el momento en que por primera vez delgados árboles del jardín azotaban la
había anunciado su terror, ni una sola verja. Poole, que durante todo el
vez había vuelto a mirar a la cara al trayecto se había mantenido uno o dos
abogado. Incluso ahora, sentado con el pasos por delante, se detuvo en mitad de
vaso de vino intacto sobre sus rodillas, la acera y, a pesar del frío penetrante, se
tenía fija la mirada en un rincón del quitó el sombrero y se enjugó la frente
suelo.— con un pañuelo rojo. Pero, con toda la
No lo puedo soportar más — prisa de su venida, no fueron las gotas
repitió. de sudor propias del esfuerzo lo que
secó, sino la humedad producida por una
—Vamos —dijo el abogado—, me sofocante angustia, ya que su rostro
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había palidecido y su voz, cuando habló, haga. Ante este imprevisto final, Mr.
era áspera y quebrada. Utterson se sobresaltó tanto que estuvo a
—En fin, señor —dijo—, ya hemos punto de perder el equilibrio; pero
llegado, y quiera Dios que no pase nada recobró el valor y siguió al mayordomo
malo.— al interior del laboratorio y, atravesando
Amén, Poole —dijo el abogado. el quirófano, abarrotado de cajones y
Inmediatamente después el sirviente botellas, llegó hasta el pie de la
llamó con mucha cautela; la puerta se escalera. Allí Poole le indicó con la
abrió hasta el tope de la cadena y una mano que se hiciera a un lado y
voz preguntó desde el interior: escuchase, mientras que él, dejando la
—¿Es usted, Poole? vela en el suelo y apelando obviamente
—Sí, todo en orden —dijo Poole—. a toda su resolución, subió los escalones
Abre la puerta. y llamó a la puerta del gabinete,
Cuando entraron, el vestíbulo estaba golpeando con mano un tanto vacilante
intensamente iluminado; un gran fuego el tapete rojo que la recubría.
ardía en la chimenea, y toda la —Mr. Utterson pregunta por usted,
servidumbre, hombres y mujeres, seguía señor —anunció; y mientras lo hacía, le
apiñada a su alrededor como un rebaño indicó una vez más al abogado de
de ovejas. Al ver a Mr. Utterson, la manera concluyente que prestara oídos.
criada se puso a gimotear como una Una voz respondió desde el interior.
histérica, y la cocinera corrió hacia él —Dile que no puedo ver a nadie —
como si fuera a abrazarlo, exclamando: dijo aquella voz, lamentándose.
—¡Bendito sea Dios! —Gracias, señor —dijo Poole, en
—¡Cómo! ¿Qué es esto? ¿Estáis un tono de voz un tanto triunfal; y
todos aquí? —dijo el abogado, irritado tomando su vela, volvió a llevar al patio
—. Es inadmisible, muy indecoroso; a a Mr. Utterson y lo hizo entrar en la gran
vuestro amo no le haría la menor gracia. cocina, donde el fuego estaba apagado y
—Están todos asustados —dijo las cucarachas correteaban por el suelo.
Poole. —Señor —dijo, mirando a los ojos
Siguió un silencio absoluto, nadie a Mr. Utterson—, ¿era esa la voz de mi
puso reparos; sólo la criada alzó la voz amo?—
y se puso a llorar estrepitosamente. Parece muy cambiada —replicó
—¡Cállate! —le dijo Poole, con una el abogado, muy pálido, devolviéndole
ferocidad que revelaba su crispado la mirada.
nerviosismo; y en efecto, cuando la —¿Cambiada? Bueno, sí, eso creo
chica elevó el tono de sus lamentos de —dijo el mayordomo—. ¿He servido
manera tan repentina, se sobresaltaron veinte años en casa de este hombre y no
todos ellos y se volvieron hacia la voy a ser capaz de identificar su voz?
puerta interior con una expresión de No, señor; mi amo ha desaparecido;
espantosa expectación en los rostros. desapareció hace ocho días, cuando le
—Y ahora —continuó el oímos gritar en el nombre de Dios; ¡y
mayordomo, dirigiéndose al trinchante quién está ahí en su lugar, y por qué está
—, alcánzame una vela y de inmediato ahí, es algo que clama al cielo, Mr.
nos pondremos manos a la obra. Utterson!
Y entonces rogó a Mr. Utterson que —Lo que usted me cuenta es muy
lo siguiera y lo condujo al jardín extraño, Poole; parece más bien un
trasero. disparate —dijo Mr. Utterson,
mordiéndose un dedo—. Supongamos
—Ahora, señor —dijo—, vaya lo que fuera como usted dice, pero si el
más despacio que pueda. Quiero que doctor Jekyll ha sido… digamos…
esté al tanto, pero que no puedan oírle. asesinado, ¿qué induciría al asesino a
Y escuche, señor, si por casualidad el quedarse? Esa historia no se sostiene
doctor le pide a usted que entre, no lo por sí misma; no parece razonable.
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—En fin, Mr. Utterson, es usted un desataban las emociones del remitente.
hombre difícil de convencer; sin «Por el amor de Dios», añadía,
embargo, lo intentaré —dijo Poole—. «encuéntrenme un poco de la antigua
Durante toda la semana pasada (es remesa».
preciso que lo sepa), ese individuo, o lo —Esta nota es muy extraña —dijo
que sea que vive en ese gabinete, ha Mr. Utterson; y de pronto añadió—:
estado pidiendo a gritos noche y día ¿Cómo es que está abierta?
cierta medicina, que no puede conseguir —El empleado de Maw se enfadó
a su gusto. A veces adoptaba la mucho, señor, y me la devolvió como si
costumbre (del amo, quiero decir) de le diera asco —respondió Poole.
escribir sus órdenes en una hoja de —Es la letra del doctor sin lugar a
papel y dejarla tirada en la escalera. dudas, ¿verdad? —continuó el abogado.
Durante toda la semana no hemos —Eso me pareció a mí —dijo el
encontrado otra cosa: sólo notas, y una mayordomo, bastante malhumorado, y
puerta cerrada; y hasta las comidas se luego prosiguió, en un tono de voz
dejaban allí para que las recogiera a distinto—. Pero ¿qué importa quién la
escondidas cuando nadie lo viese. En escribiera? ¡Lo he visto con mis propios
fin, señor, a diario, y hasta dos o tres ojos! —¿Dice usted que lo ha visto? —
veces en un mismo día, hemos estado repitió Mr. Utterson—. ¿Y bien?
recibiendo órdenes y quejas, y he tenido —¡Eso es! —dijo Poole—. Fue así:
que visitar precipitadamente a todos los entré de repente en la sala de
mayoristas de productos químicos de la operaciones a través del jardín. Al
ciudad. Cada vez que le traía el parecer había salido en busca de la
producto, aparecía otra nota en la que droga, o lo que sea, pues la puerta del
me ordenaba que lo devolviese porque gabinete estaba abierta, y allí estaba al
no era puro, y un nuevo encargo para un otro extremo de la habitación, buscando
establecimiento distinto. Sea para lo que entre las cajas. Cuando yo entré, miró
sea, señor, lo cierto es que necesita esa para arriba, lanzó una especie de grito, y
droga a toda costa. subió a toda prisa las escaleras y se
—¿Conserva usted alguna de esas metió en el gabinete. Lo vi apenas unos
notas? —preguntó Mr. Utterson. instantes, pero se me pusieron los pelos
Poole buscó en su bolsillo y sacó de punta. Señor, si aquel hombre era mi
una nota arrugada, que el abogado, amo, ¿por qué se cubría el rostro con
acercándose a la vela, examinó una máscara? Si era mi amo, ¿por qué
cuidadosamente. Su contenido rezaba chilló como una rata y huyó de mí? He
así: estado a su servicio durante mucho
«El doctor Jekyll saluda a los Sres. tiempo. Y además…
Maw y les asegura que su último envío El mayordomo hizo una pausa y se
es impuro y no sirve realmente para el pasó la mano por el rostro.
fin propuesto. En el año 18… el —Todas esas circunstancias son muy
doctor J. compró a los Sres. M. una extrañas —dijo Mr. Utterson—, pero
cantidad bastante considerable de dicho creo que empiezo a ver claro. Es obvio
producto. Hoy les ruega que busquen que su amo, Poole, es presa de una de
con la mayor diligencia y cuidado, y esas enfermedades que al mismo tiempo
que, si les quedase algo de similar torturan y desfiguran al que las padece;
calidad, lo envíen inmediatamente. No de ahí, que yo sepa, el cambio de voz; y
reparen en gastos. No exagero si afirmo la máscara y el evitar a sus amigos; y su
la gran importancia que tiene para el impaciencia por encontrar esa droga, en
doctor J.». la que esa pobre alma deposita sus
Hasta aquí la carta estaba redactada últimas esperanzas de recuperación…
en un tono bastante mesurado; pero a ¡Quiera Dios que no se equivoque! Esa
partir de ahí, con un súbito es mi explicación; es bastante
embarullamiento de la pluma, se deplorable, Poole, sí, y terrible de
22
aceptar; pero es sencilla y lógica, —Bien puede usted decirlo, señor,
bastante coherente, y nos libra de ya lo creo —respondió el mayordomo.
excesivos sustos. —Es conveniente, entonces, que
—Señor —dijo el mayordomo, seamos francos —dijo el otro—. Los
mientras su rostro empezaba a adquirir dos nos imaginamos más de lo que
una especie de palidez jaspeada—, hemos dicho; confesémoslo. ¿Reconoció
aquella cosa no era mi amo, esa es la usted al tipo enmascarado que vio?
verdad. Mi amo —y al llegar a este —Verá usted, señor, sucedió todo
punto miró a su alrededor y empezó a tan rápido, e iba tan encorvado, que
hablar en voz baja— es un hombre alto y apenas podría jurarlo —fue la respuesta
de buena figura, y aquél era más bien un —. Pero si usted se refiere a si era Mr.
enano. Hyde… ¡caramba, señor, creo que era
Utterson intentó protestar. él! Verá usted, era más o menos de su
—¡Oh!, señor —exclamó Poole—, estatura, y tenía sus mismos andares
¿cree usted que no conozco a mi amo rápidos y ligeros; y además, ¿quién más
después de veinte años a su servicio? podría haber entrado por la puerta del
¿Piensa que no sé a qué altura le llega la laboratorio? ¿Se ha olvidado usted,
cabeza en la puerta del gabinete, donde señor, de que cuando se cometió el
lo he visto toda mi vida por las asesinato él todavía tenía la llave? Pero
mañanas? No, señor, aquella cosa con eso no es todo. No sé, Mr. Utterson, si
máscara no era el doctor Jekyll… Dios usted vio alguna vez a ese Mr. Hyde.
sabrá quién es, pero no era el doctor —Sí —dijo el abogado—, una vez
Jekyll; y en el fondo estoy convencido hablé con él.
de que se ha cometido un asesinato. —Entonces debe usted saber, lo
—Poole —replicó el abogado—, si mismo que todos nosotros, que había
usted dice eso, es mi deber algo raro en aquel caballero… algo que
comprobarlo. Por más que no desee asustaba… no sé exactamente cómo
herir los sentimientos de su amo, por decirlo, señor, como no sea de este
mucho que me desconcierte esta nota, modo: que uno sentía que le penetraba
que parece demostrar que todavía está hasta la médula… una especie de frío y
vivo, considero que es mi deber forzar debilidad.
esa puerta. —Yo mismo sentí algo parecido a lo
—¡Ah, Mr. Utterson, así se habla! que usted describe —dijo Mr. Utterson.
—exclamó el mayordomo. —Así es, señor —respondió Poole
—Y ahora viene la segunda cuestión —. Pues bien, cuando aquella cosa
—prosiguió Utterson—: ¿Quién va a enmascarada saltó como un mono entre
hacerlo? las sustancias químicas y en un abrir y
—Pues bien, señor, usted y yo —fue cerrar de ojos se metió en el gabinete,
la intrépida respuesta. algo helado me recorrió la columna
—Así me gusta —respondió el vertebral de arriba abajo. ¡Oh!, ya sé
abogado—; y sean cuales fueren las que eso no prueba nada, Mr. Utterson;
consecuencias, me propongo asegurarme soy lo bastante instruido para saberlo;
de que usted no salga perdiendo. pero un hombre tiene sus
—Hay un hacha en la sala de presentimientos; ¡y le juro solemnemente
operaciones —continuó Poole—; y que era Mr. Hyde!
usted podría coger el atizador de la —Sí, sí —dijo el abogado—. Mis
cocina. temores me inducen a pensar lo mismo.
El abogado asió aquel instrumento La alarma, me temo, no carecía de
tosco aunque pesado y lo sopesó. fundamento… era inevitable que
—¿Sabe, Poole —dijo, alzando la surgiera el mal… de aquella relación.
mirada—, que usted y yo vamos a Sí, sinceramente le creo; creo que el
exponernos a una situación que ofrece pobre Harry ha sido asesinado; y creo
cierto peligro? que su asesino (sólo Dios sabe con qué
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propósito) está todavía escondido en la del doctor.
habitación de su víctima. Pues bien, nos Los pasos resonaban levemente y de
desquitaremos en su nombre. Llame a una manera rara, con un cierto vaivén, a
Bradshaw. pesar de lo despacio que iba; eran muy
El lacayo acudió a la llamada muy diferentes efectivamente de los andares
pálido y nervioso. pesados y poco seguros de Henry Jekyll.
—Tranquilícese, Bradshaw —dijo Utterson suspiró.
el abogado—. Sé que esta incertidumbre —¿No hay nada más?
les está afectando a todos; pero ahora Poole asintió con la cabeza.
tenemos la intención de acabar con eso. —Una vez —dijo—… ¡una vez le oí
Poole y yo vamos a entrar por la fuerza llorar!
en el gabinete. Si todo se encuentra en —¿Llorar? ¿Cómo es eso? —dijo el
orden, tengo las espaldas lo abogado, perfectamente consciente del
suficientemente anchas para soportar súbito escalofrío de horror que se había
reproches. Mientras tanto, para que no apoderado de él.
pase nada realmente, ni que ningún —Lloraba como una mujer o un alma
malhechor intente escapar por la parte en pena —dijo el mayordomo—. Me
de atrás, usted y el muchacho den la quedé tan apesadumbrado, que estuve a
vuelta a la esquina con un par de buenos punto de llorar también.
garrotes y apóstense junto a la puerta del Pero los diez minutos llegaron a su
laboratorio. Les damos diez minutos fin. Poole desenterró el hacha de debajo
para que lleguen a sus puestos. de un montón de paja de embalar;
Cuando se marchó Bradshaw, el pusieron la vela encima de la mesa más
abogado miró su reloj. cercana para que les alumbrara durante
—Y ahora, Poole, ocupemos el ataque; y se acercaron conteniendo la
nuestros puestos —dijo; y llevando el respiración al lugar donde aquellos
atizador bajo el brazo, se dirigió al perseverantes pasos seguían yendo y
patio. viniendo, de un lado a otro, en el
Empujadas por el viento, las nubes silencio de la noche.
se habían acumulado sobre la luna, y —Jekyll —exclamó Utterson en voz
ahora todo estaba oscuro. Mientras alta—, insisto en verte.
andaban, el viento, que sólo soplaba a Se calló un momento, pero no obtuvo
ráfagas y bocanadas dentro de aquel respuesta.
profundo patio de luces, agitaba la vela —Te lo advierto claramente: tengo
de un lado para otro, hasta que se que verte, porque abrigamos sospechas
refugiaron en la sala de operaciones, —prosiguió—; si no es por las buenas,
donde se sentaron en silencio a esperar. será por las malas… si no es con tu
Por todas partes se oía el solemne consentimiento, ¡será por la fuerza!
murmullo del tráfico londinense; pero —Utterson —dijo la voz—, ¡ten
más cerca, el silencio sólo lo rompía el piedad, por el amor de Dios!
sonido de unos pasos que recorrían de —¡Ah!, esa no es la voz de Jekyll…
un lado a otro el piso del gabinete. ¡es la de Hyde! —exclamó Utterson—.
—Lleva todo el día paseando así, ¡Derribe esa puerta, Poole!
señor —susurró Poole—; sí, y la mayor Poole blandió el hacha por encima
parte de la noche. Sólo descansa un del hombro; el golpe hizo temblar todo
poco cuando llega algún nuevo pedido el edificio, y la puerta forrada de tapete
de la droguería. ¡Ay, qué enemigo más rojo se estremeció, aunque la cerradura
grande del reposo es la mala conciencia! y los goznes resistieron. Un lúgubre
¡Señor, a cada paso que da, derrama chillido, como de animal aterrado,
sangre de mala manera! Pero escuche de resonó en el gabinete. El hacha se elevó
nuevo con un poco más de cuidado… otra vez, y de nuevo se astillaron los
preste atención con toda su alma, Mr. entrepaños y tembló el marco; el
Utterson, y dígame si son esos los pasos mayordomo descargó el hacha cuatro
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veces más, pero la madera era resistente oscuros y un espacioso sótano. Todos
y los herrajes de excelente factura; sólo fueron examinados minuciosamente.
al quinto golpe se partió y saltó la Bastó una sola ojeada para cada
cerradura, y la puerta cayó destrozada aposento, ya que todos estaban vacíos y,
hacia el interior sobre la alfombra. por el polvo que cayó de sus puertas,
Consternados por el estruendo que hacía mucho tiempo que nadie las había
habían organizado y el silencio que abierto. El sótano estaba lleno, desde
siguió, los asaltantes retrocedieron un luego, de trastos viejos y desvencijados,
poco y miraron al interior. Ahí estaba el que en su mayor parte procedían de la
gabinete, delante de sus propios ojos, época del cirujano que había precedido
alumbrado por una discreta lámpara: un a Jekyll; pero en cuanto abrieron la
buen fuego resplandecía y puerta se percataron de la inutilidad de
chisporroteaba en la chimenea, la tetera un registro posterior por la caída de una
silbaba sus tenues acordes, había uno o maraña de telarañas que durante años
dos cajones abiertos, varios periódicos habían sellado la entrada. En ninguna
cuidadosamente apilados sobre la mesa parte había el menor rastro de Henry
de trabajo y, más cerca del fuego, el Jekyll, muerto o vivo.
servicio de té preparado; diríase que era
la habitación más tranquila y, a no ser Poole golpeó con el pie las baldosas
por las vitrinas llenas de productos del pasillo.
químicos, la más vulgar de todo Londres —Debe de estar enterrado aquí —
aquella noche. dijo, escuchando el sonido.
Justo en medio yacía el cuerpo de un —O es posible que haya huido —
hombre bastante contorsionado y todavía dijo Utterson, y se volvió a examinar la
crispado. Se acercaron de puntillas, lo puerta que daba a la callejuela. Estaba
volvieron boca arriba y contemplaron el cerrada; y cerca encontraron la llave,
rostro de Edward Hyde. Vestía ropas de tirada sobre las baldosas y manchada ya
la talla del doctor, que le venían muy de orín.
grandes; las fibras de su rostro todavía —No parece que haya sido usada —
se movían como si aún le quedara algo comentó el abogado.
de vida, aunque estaba completamente —¡Usada! —repitió Poole—. ¿No
muerto; y por el frasco triturado que ve, señor, que está rota? Parece como si
llevaba en la mano y el fuerte olor a alguien la hubiese pisoteado.
almendras que flotaba en el aire, —Sí —continuó Utterson—, y las
Utterson supo que se encontraba frente fracturas también están oxidadas.
al cuerpo de un suicida. Los dos hombres intercambiaron una
—Hemos llegado demasiado tarde mirada de pánico.
—dijo con severidad—, tanto para —No puedo entenderlo, Poole —
salvarlo como para castigarlo. Hyde ha dijo el abogado—. Volvamos al
muerto por su cuenta; y sólo nos queda gabinete.
encontrar el cadáver de su amo. Subieron la escalera en silencio y,
La mayor parte del edificio estaba echando de vez en cuando alguna mirada
ocupada por la sala de operaciones, que atemorizada al cadáver, siguieron
cubría casi toda la planta baja y estaba examinando más minuciosamente el
iluminada desde arriba, y el gabinete, contenido del gabinete. En una mesa
que se encontraba en un extremo y había rastros de algún ensayo químico,
constituía el piso superior con vistas al varios montones de cierta sal blanca
patio. Un pasillo empalmaba la sala de colocados en platillos de cristal para ser
operaciones con la puerta que daba a la pesados, como si el desdichado doctor
callejuela, la cual se comunicaba hubiera sido interrumpido en su
independientemente con el gabinete a experimento.
través de un segundo tramo de escaleras. —Es la misma droga que yo le traía
Había además unos cuantos aposentos siempre —dijo Poole; y nada más decir
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eso, la tetera empezó a hervir con un nombre de Gabriel John Utterson. Miró
alarmante silbido. un momento a Poole y luego de nuevo a
Eso los llevó hasta la chimenea, a la los documentos, y por último al cadáver
que habían arrimado el sillón para del malhechor que estaba tendido sobre
mayor comodidad, y el servicio de té, la alfombra.
con el azúcar ya en la taza, estaba listo —Me da vueltas la cabeza —dijo—.
al alcance de la mano. Había varios Todos estos días los documentos han
libros en una estantería y otro abierto estado en su poder; no tenía ningún
junto al servicio de té; y Utterson se motivo para simpatizar conmigo; debió
quedó asombrado al comprobar que se de enfurecerse al verse desplazado; pero
trataba de una obra piadosa, por la que no ha destruido este documento.
Jekyll había expresado varias veces una Cogió el siguiente documento; era
gran estima, la cual estaba anotada, de una breve nota, de puño y letra del
su propia mano, con sobrecogedoras doctor, y fechada en su encabezamiento.
blasfemias. —¡Oh, Poole! —exclamó el
Luego, durante su examen de la abogado—, hoy todavía vivía y estuvo
cámara, llegaron al espejo de cuerpo aquí. No puede haberse deshecho de él
entero, en cuyo fondo se miraron con en tan poco tiempo; tiene que estar vivo
involuntario horror. Pero lo habían todavía, ¡debe de haber huido! Pero
vuelto de tal forma que sólo les mostró entonces, ¿por qué huyó?, ¿y cómo?, y en
el resplandor rosado del fuego en el tal caso, ¿podemos aventurarnos a
techo, sus múltiples destellos repetidos declarar que se trata de un suicidio?
en los frentes de las vitrinas, y sus Debemos tener cuidado. Presiento que
propios semblantes, pálidos y asustados, podemos implicar a su amo en alguna
inclinados para mirar. horrible catástrofe.
—Este espejo ha tenido que ver —¿Por qué no lo lee, señor? —
algunas cosas raras, señor —susurró preguntó Poole.
Poole. —Porque tengo miedo —replicó el
—Y sin duda, ninguna más rara que abogado solemnemente—. Quiera Dios
él mismo —repitió el abogado en el que no haya motivos para tenerlo.
mismo tono—. Pues ¿qué podía Jekyll Y tras decir esto se acercó el papel a
—al pronunciar esta palabra se los ojos y leyó lo que sigue:
interrumpió sobresaltado y luego Mi querido Utterson: cuando estas líneas
añadió, superando su flaqueza—… qué caigan en tus manos, yo habré desaparecido,
podía querer Jekyll de él? aunque no pueda prever en qué
—¡Y usted que lo diga! —dijo circunstancias;
Poole. pero mi instinto y todas las circunstancias de
A continuación pasaron a la mesa de mi indescriptible situación me dicen que el
trabajo. Sobre el escritorio, entre una final es seguro y debe de estar próximo.
serie de papeles ordenados, destacaba Adelante, pues, primero lee el relato que
un sobre grande en el que estaba escrito, Lanyon me advirtió que iba a poner en tus
de puño y letra del doctor, el nombre de manos; y si quieres saber más, vuelve a la
Utterson. El abogado lo abrió y cayeron confesión de
al suelo varios documentos anexos. El tu indigno y desdichado amigo Henry Jekyll
primero era un testamento, redactado en —¿Había un tercer documento
los mismos términos extravagantes que anexo? —preguntó Utterson.
el que él mismo había devuelto seis —Aquí está, señor —dijo Poole, y
meses antes, con el fin de que sirviera le entregó un voluminoso paquete
de última voluntad del doctor en caso de lacrado en varios lugares.
muerte, o de escritura de donación en El abogado se lo metió en el
caso de desaparición; pero en lugar del bolsillo.
nombre de Edward Hyde, el abogado —Yo no hablaría a nadie de este
leyó, con indescriptible asombro, el documento. Si su amo ha huido o está
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muerto, al menos podemos proteger su compromiso que tengas esta noche… sí,
reputación. Ahora son las diez; debo aunque te hubieran convocado a la cabecera
irme a casa y leer con tranquilidad estos de
documentos; pero estaré de vuelta antes un emperador; que tomes un coche de alquiler,
de medianoche, y entonces podremos a menos que tengas tu carruaje esperando en
llamar a la policía. la
Salieron, cerrando tras ellos la puerta; y que, con esta carta en las manos
puerta de la sala de operaciones; y para
dejando de nuevo a la servidumbre consultarla, te dirijas directamente a mi casa.
reunida alrededor del fuego del salón, Mi mayordomo, Poole, ha recibido las
Utterson regresó a su despacho dando oportunas instrucciones; lo encontrarás
una caminata con el fin de leer los dos esperando tu llegada, acompañado de un
relatos en los que iba a explicarse este cerrajero. La puerta de mi gabinete tendrá que
misterio. ser forzada; y tú entrarás solo, abrirás la vitrina
El marcada con la letra E que está a mano
relato izquierda, rompiendo la cerradura si estuviese
del cerrada, y sacarás, con todo lo que contiene,
doctor tal
Lanyon como esté, el cuarto cajón contando desde
El nueve de enero, hace ahora cuatro arriba o (lo que es lo mismo) el tercero desde
días, recibí en el correo de la tarde un abajo. Estoy tan angustiado que tengo un
sobre certificado, con la dirección miedo
escrita de puño y letra por mi colega y enfermizo a que no entiendas bien mis
antiguo compañero de colegio Henry instrucciones; pero, aunque cometa alguna
Jekyll. Aquello me sorprendió bastante, equivocación, reconocerás el cajón de que se
ya que no teníamos ni mucho menos la trata por su contenido: unos polvos, un frasco y
costumbre de escribirnos; lo había visto una libreta. Te ruego que te lleves ese cajón a
y había cenado con él la noche anterior, tu
desde luego; y no podía imaginar nada casa en Cavendish Square, exactamente como
en nuestro trato que justificara la está. Esa es la primera parte del favor que te
formalidad de la certificación. El pido: he aquí la segunda. Si te pones en
contenido del sobre aumentó mi camino
asombro, pues la carta rezaba así: en cuanto recibas esta carta, estarás de vuelta
10 de diciembre de 18… mucho antes de medianoche; pero te dejaré
Mi querido Lanyon: todo ese margen, no sólo por miedo a uno de
Eres uno de mis más viejos amigos y, esos obstáculos que no se pueden evitar ni
aunque a veces podamos haber disentido en prever, sino porque, para lo que queda por
cuestiones científicas, no puedo recordar, al hacer, es preferible que sea a una hora en que
menos en lo que a mí respecta, ninguna tus criados estén acostados. Tengo que
ruptura pedirte,
en nuestras relaciones. No hubo un solo día en pues, que a medianoche estés solo en tu
el que, si tú me lo hubieras dicho, yo no habría consultorio, que personalmente dejes entrar en
sacrificado mi fortuna o mi mano izquierda tu casa a un hombre que se presentará en mi
para ayudarte. Lanyon, mi vida, mi honor, mi nombre, y que pongas en sus manos el cajón
razón, están completamente a tu merced; si que te habrás llevado del gabinete. Con ello
esta habrás desempeñado tu papel y ganado toda
noche me fallas, estoy perdido. Quizás mi
imagines, después de este preámbulo, que voy gratitud. Cinco minutos después, si insistes en
a recibir una explicación, comprenderás que
pedirte que hagas algo deshonroso. Juzga por estas disposiciones son de capital importancia;
ti y que de no cumplirse una sola de ellas, por
mismo. fantásticas que puedan parecerte, mi muerte o
Quiero que pospongas cualquier el naufragio de mi razón podrían cargar sobre
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tu conciencia. resistente, y la cerradura excelente; el
Aunque confío en que te tomarás en serio carpintero admitió que, si había que
esta petición, se me cae el alma a los pies y mi hacer uso de la fuerza, tendría muchas
mano tiembla sólo de pensar en tal posibilidad. dificultades y causaría grandes
Piensa que a estas horas estoy en un extraño destrozos; y el cerrajero estaba al borde
lugar, trabajando presa de una malévola de la desesperación. Pero este último
angustia era un tipo muy mañoso, y después de
que ninguna imaginación podría exagerar, y dos horas de faena, la puerta quedó
sin abierta. La vitrina marcada con la
embargo bien consciente de que, sólo con que letra E no estaba cerrada con llave;
cumplas puntualmente lo que te pido, mis saqué el cajón, lo rellené de paja y lo
problemas se esfumarán como un relato una envolví en una sábana, y regresé con él a
vez contado. Hazme este favor, mi querido mi casa en Cavendish Square.
Lanyon, y salva a tu amigo Allí me puse a examinar su
H. J. contenido. Los polvos estaban
P. D.: Ya había lacrado esta carta cuando un preparados con bastante habilidad,
nuevo terror se apoderó de mi alma. Es posible aunque no con la precisión de un
que el servicio de correo me falle, y que esta farmacéutico: así que era evidente que
carta no llegue a tus manos hasta mañana por Jekyll los había manufacturado
la personalmente; y cuando abrí una de las
mañana. En tal caso, querido Lanyon, lleva a envolturas, encontré lo que me pareció
cabo mi recado cuando más conveniente te una simple sal cristalina de color
resulte a lo largo del día; y una vez más espera blanco. Después presté atención al
a frasco, que estaba lleno
mi mensajero a medianoche. Puede que aproximadamente hasta la mitad de un
entonces sea ya demasiado tarde; y si esta líquido de color rojo sangre, muy acre al
noche no ocurre nada, has de saber que nunca olfato, que me pareció que contenía
más volverás a ver a Henry Jekyll. fósforo y algún éter volátil. En cuanto a
Al leer esta carta, tuve la certeza de los demás ingredientes, no conseguí
que mi colega estaba loco; pero, adivinarlos. La libreta era un cuaderno
mientras no se confirmara aquello sin de notas corriente, que contenía poco
ninguna posibilidad de duda, me sentí más que una serie de fechas. Aunque
obligado a hacer lo que me pedía. cubrían un período de varios años,
Cuanto menos comprendía aquel fárrago, observé que las anotaciones cesaban, de
menos en condiciones estaba de juzgar modo muy brusco, desde hacía casi un
su importancia; y una petición así año. De vez en cuando algún breve
expresada no podía rechazarse sin comentario se añadía a la fecha, por lo
incurrir en una grave responsabilidad. general una sola palabra: «doble», que
Por consiguiente, me levanté de la mesa, aparecía tal vez seis veces sobre un total
me monté en un cabriolé con pescante y de varios centenares de anotaciones; y
me dirigí directamente a la casa de en una ocasión, muy al principio de la
Jekyll. El mayordomo estaba esperando lista, y entre varios signos de
mi llegada; había recibido una carta admiración, «¡¡¡fracaso total!!!».
certificada con instrucciones en el Aunque todo aquello avivó mi
mismo correo que yo, e inmediatamente curiosidad, no me decía nada que fuera
había mandado llamar a un cerrajero y a definitivo. Tenía ante mí un frasco de
un carpintero. Los artesanos llegaron cierta tintura, un envoltorio con cierta
mientras todavía estábamos hablando; y sal, y el registro de una serie de
todos juntos nos trasladamos a la antigua experimentos que (como tantas otras
sala de operaciones del doctor Denman, investigaciones de Jekyll) no habían
desde la cual (como sin duda sabes) se conducido a ningún resultado de utilidad
accede más cómodamente al gabinete práctica. ¿Cómo podía afectar la
privado de Jekyll. La puerta era muy presencia de aquellos objetos al honor,
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la cordura o la vida de mi inconstante motivos para creer que la causa se
colega? Si el mensajero de Jekyll podía encuentra más hondamente arraigada en
ir a determinado lugar, ¿por qué no la naturaleza humana, y depende de algo
podía ir él a otro? E incluso, admitiendo mucho más noble que el principio del
que existiera algún impedimento, ¿por odio. Aquel hombre (que desde el mismo
qué tenía yo que recibir en secreto a momento en que entró suscitó en mí lo
aquel caballero? Cuanto más que sólo puedo describir como una
reflexionaba, más me convencía de que fastidiosa curiosidad) iba vestido de un
se trataba de un caso de enfermedad modo que en cualquier persona corriente
mental; y aunque di permiso a la habría parecido ridículo; aunque sus
servidumbre para irse a la cama, cargué ropas eran, por así decirlo, de un tejido
un viejo revólver, por si tuviera que excelente y sobrio, le estaban
utilizarlo en legítima defensa. enormemente grandes: los pantalones
Acababan de oírse las doce en colgaban de sus piernas y estaban
Londres cuando sonó muy suavemente la remangados para que no llegasen al
aldaba de la puerta. Fui a abrir yo suelo, la cintura del gabán le quedaba
mismo y me encontré con un hombre de por debajo de las caderas, y las solapas
baja estatura, agazapado entre las casi le llegaban a los hombros. Aunque
columnas del pórtico. parezca extraño, aquel grotesco atavío
—¿Viene usted de parte del doctor distó mucho de hacerme reír. Como en la
Jekyll? —le pregunté. esencia misma de aquel ser que tenía
Me dijo que «sí» con gesto forzado; ante mí había algo anormal y
y cuando lo invité a entrar, no me estrafalario… algo sobrecogedor,
obedeció sin antes lanzar una minuciosa sorprendente y repugnante… más bien
mirada hacia atrás, a la oscuridad de la me pareció que esta nueva disparidad no
plaza. Había un policía no muy lejos, sólo encajaba con aquella sino que la
que avanzaba hacia nosotros con la reforzaba; de modo que, a mi interés por
pantalla de su linterna sorda descorrida; la naturaleza y el carácter de aquel
y me pareció que, al verlo, mi visitante hombre, se añadió la curiosidad acerca
se sobresaltaba y se daba más prisa. de su origen, su vida, su fortuna y su
Aquellos detalles, lo confieso, me posición social.
impresionaron de mala manera; y Aunque me ha llevado tanto tiempo
mientras lo seguía a la consulta, ponerlas por escrito, estas
radiantemente iluminada, no aparté mi observaciones fueron, sin embargo, cosa
mano del arma. Allí, por fin, tuve de unos pocos segundos. Mi visitante
ocasión de verlo con claridad. Nunca le estaba enardecido, en efecto, por una
había puesto la vista encima, de eso sombría excitación.
estaba seguro. Era de baja estatura, —¿Lo tiene usted? —exclamó—.
como ya he dicho; me sorprendió ¿Lo tiene usted?
además la chocante expresión de su Y su impaciencia era tan grande que
fisonomía, su admirable combinación de incluso me puso una mano en el brazo y
gran actividad muscular y aparente trató de zarandearme.
debilidad de constitución, y… por Me aparté de él, consciente de que,
último, aunque no menos importante… al tocarme, un escalofrío me había
la extraña turbación subjetiva que su helado la sangre.
proximidad provocaba. Era algo así
como una rigidez incipiente, y venía —Vamos, señor —le dije—. Olvida
acompañada de una acusada usted que no tengo todavía el placer de
disminución del pulso. En aquel conocerlo. Tenga la amabilidad de
momento, lo atribuí a cierta aversión sentarse.
idiosincrásica y personal, y simplemente Y para darle ejemplo, me senté en
me sorprendió la agudeza de los mi asiento de costumbre, imitando mi
síntomas; pero desde entonces he tenido comportamiento habitual con un
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paciente, en la medida en que me lo oscuro, que gradualmente perdió
permitieron lo tardío de la hora, la intensidad hasta convertirse en un verde
índole de mis preocupaciones y el pavor desvaído. Mi visitante, que había
que me producía mi visitante. observado con atención todas aquellas
—Discúlpeme, doctor Lanyon — metamorfosis, sonrió, puso la vasija
replicó él, bastante cortésmente—. sobre la mesa, y luego se volvió y me
Lleva usted razón en lo que dice; mi miró con aire escudriñador.
impaciencia ha dejado atrás a mi —Y ahora —dijo—, acordemos lo
cortesía. Vengo aquí a petición de su que queda pendiente. ¿Será usted
colega, el doctor Henry Jekyll, por un sensato? ¿Querrá dejarse aconsejar?
asunto de cierta importancia; y tenía ¿Me permitirá irme de su casa
entendido —se detuvo y se llevó una llevándome esta vasija en la mano sin
mano a la garganta, y pude ver que, a decir una palabra más? ¿O es que el
pesar de sus sosegados modales, estaba ansia de curiosidad lo domina a usted
intentando reprimir un acceso de histeria demasiado? Piénselo antes de
—… tenía entendido que cierto cajón… responder, pues se hará lo que usted
Pero al llegar a ese punto, me decida. Si así lo decide, se quedará
compadecí de la ansiedad de mi usted como estaba antes, ni más rico ni
visitante, y quizá también un poco de mi más sabio, a menos que el sentimiento
creciente curiosidad. de haberle hecho un favor a un hombre
—Aquí está, señor —le dije, en un gran apuro pueda contarse como
señalando el cajón, que estaba en el una especie de riqueza espiritual. O si
suelo, detrás de una mesa, cubierto prefiere elegir, un nuevo campo del
todavía por la sábana. conocimiento y nuevos caminos hacia la
Se abalanzó sobre él, y luego se fama y el poder se abrirán ante usted
detuvo, llevándose la mano al corazón; inmediatamente aquí en esta habitación;
pude oír cómo le rechinaban los dientes y sus ojos quedarán obnubilados por un
por el movimiento compulsivo de las prodigio capaz de hacer tambalear la
mandíbulas; y su rostro tenía un aspecto incredulidad de Satanás.
tan horroroso que temí por su vida y su —Señor —le dije, fingiendo una
razón. —Cálmese —le dije. sangre fría que verdaderamente estaba
Me dirigió una sonrisa espantosa y, lejos de poseer—, usted habla de
como impulsado por la desesperación, manera enigmática, y tal vez no le
tiró de la sábana. Al ver el contenido, sorprenda que yo lo escuche sin creerme
profirió un sollozo de alivio de tal demasiado lo que dice. Pero he ido
intensidad que me quedé petrificado. Y demasiado lejos en mi prestación de
un instante después, con una voz que ya favores inexplicables para detenerme
parecía bastante controlada, me antes de ver en qué acaba todo.
preguntó: —Está bien —replicó mi visitante
—¿Tiene una vasija graduada? —. Lanyon, recuerde que lo ha jurado:
Me levanté de mi asiento con cierto lo que sigue es un secreto profesional. Y
esfuerzo y le di lo que pedía. ahora, usted que durante tanto tiempo ha
Me dio las gracias con una risueña estado constreñido por los puntos de
inclinación de cabeza, midió unas vista más restringidos y materialistas,
cuantas gotas de la tintura roja y añadió que ha negado la virtud de la medicina
una pizca de polvos. La mezcla, de una trascendental, que se ha mofado de sus
tonalidad rojiza al principio, a medida superiores… ¡mire!
que se disolvían los cristales empezó a Se llevó la vasija a los labios y se
adquirir un color más vivo, a hervir de bebió el contenido de un trago. Siguió un
forma audible y a despedir nubecillas de grito; vaciló, se tambaleó, se agarró a la
vapor. De pronto, en aquel mismo mesa y se sujetó, con los ojos
momento cesó la ebullición y el extraviados e inyectados en sangre,
compuesto se tornó de un color púrpura jadeando con la boca abierta; y mientras
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yo le observaba creí percibir un cambio: Nací en el año 18… en una familia de
pareció hincharse… de pronto su rostro gran fortuna, dotado además de talento,
se puso negro, y sus facciones diligente por naturaleza, respetuoso con
parecieron desvanecerse y alterarse… y aquellos semejantes míos que
un instante después me levanté de un consideraba prudentes y buenos, y por
salto y retrocedí hasta la pared, con el consiguiente, como podría suponerse,
brazo levantado para protegerme de con toda clase de garantías en cuanto a
aquel prodigio, y la mente sumida en el un futuro honorable y distinguido. Y de
terror.— hecho, el peor de mis defectos era una
¡Cielos! —grité—. ¡Cielos! — cierta e impaciente predisposición al
repetí una y otra vez; ya que ante mis regocijo, que ha hecho felices a muchos,
ojos… pálido y tembloroso, medio pero que yo encontré difícil de conciliar
desfallecido y tanteando ante sí con las con mi imperioso deseo de llevar bien
manos como un resucitado… ¡estaba alta la cabeza y mostrar ante el público
Henry Jekyll! un semblante más serio de lo que es
No me atrevo a trasladar al papel lo normal. De ahí que ocultase mis
que me contó durante la hora siguiente. placeres, y que, cuando alcancé la edad
Vi lo que vi, oí lo que oí, y mi alma de la reflexión y comencé a mirar a mi
sintió náuseas por ello; y sin embargo, alrededor y a hacer inventario de mis
ahora que aquella visión se ha progresos y de mi posición social, mi
desvanecido de mis ojos, me pregunto si vida estuviese ya sometida a una
creo en su existencia, y no sé qué profunda duplicidad. Muchos hombres
contestar. Mi vida ha quedado incluso habrían alardeado de las
conmocionada por completo; el sueño irregularidades de las que yo era
me ha abandonado; el más atroz de los culpable; pero dados los importantes
terrores me acompaña a todas horas del objetivos que me había trazado, yo las
día y de la noche; tengo el respetaba y las ocultaba con una
presentimiento de que mis días están sensación de vergüenza casi enfermiza.
contados y que voy a morir; y sin Por lo tanto, fue más bien la naturaleza
embargo moriré sin creérmelo. En rigurosa de mis aspiraciones, y no una
cuanto a la infamia moral que aquel determinada degradación de mis
hombre me desveló, aunque fuera entre defectos, lo que hizo de mí lo que fui, y
lágrimas de arrepentimiento, no puedo, lo que separó en mí, abriendo una zanja
ni siquiera en el recuerdo, detenerme en más profunda incluso que en la mayoría
ella sin un estremecimiento de horror. de los hombres, aquellos territorios del
Sólo diré una cosa, Utterson, y será más bien y del mal que dividen y componen
que suficiente (si eres capaz de llegar a la naturaleza dual del hombre. En este
creerla). El ser que entró sigilosamente caso, me vi obligado a reflexionar
en mi casa aquella noche era conocido, profunda e inveteradamente sobre esa
según confesión del propio Jekyll, por el dura ley de la vida, que radica en el
nombre de Hyde, y lo buscaban por fondo de todas las religiones, y es una
todos los rincones del país por el de las más abundantes fuentes de
asesinato de Carew. congoja. Y aunque aquella duplicidad
Hastie Lanyon fuese tan profunda, yo no era un
hipócrita de ninguna manera; mis dos
Declaración facetas eran completamente sinceras; no
completa era en mayor medida yo mismo cuando
de dejaba a un lado cualquier restricción y
Henry me sumía en el deshonor, que cuando me
Jekyll esforzaba, a la luz del día, para
sobre profundizar en el conocimiento o el
el alivio de las penas y los sufrimientos.
caso Y sucedió que la orientación de mis
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estudios científicos, totalmente dirigidos opuestos tuvieran que enfrentarse
hacia lo esotérico y lo sobrenatural, continuamente en las atormentadas
sufrió un cambio y arrojó más luz sobre entrañas de la conciencia. ¿Cómo
esta percepción de la perenne guerra podían, pues, disociarse?
entre mis miembros. Día tras día, y en Hasta ahí había llegado en mis
las dos facetas de mi inteligencia, la reflexiones, cuando, como ya he dicho,
moral y la intelectual, me fui acercando, una luz indirecta, procedente de la mesa
pues, cada vez más a esa verdad por del laboratorio, comenzó a aclarar el
cuyo descubrimiento parcial he sido tema que me preocupaba. Empecé a
condenado a tan espantosa catástrofe: el percibir con mayor claridad de lo que
hombre no es realmente uno, sino dos. jamás se ha afirmado, la trémula
Digo dos, porque el nivel de mis insignificancia, la nebulosa
conocimientos no me permite ir más transitoriedad, de este cuerpo
allá. Otros seguirán, otros me dejarán aparentemente tan sólido en el que
atrás en esa misma vía; y me aventuro a vamos envueltos. Descubrí que ciertos
conjeturar que, en última instancia, el agentes tienen el poder de sacudir y
hombre será conocido como una mera arrancar esa vestidura carnal, del mismo
comunidad de múltiples habitantes, modo que el viento podía agitar las
incongruentes e independientes entre sí. cortinas de un pabellón. Por dos buenas
Por mi parte, dada la naturaleza de mi razones no entraré más a fondo en este
vida, avancé infaliblemente en una sola aspecto científico de mi confesión. En
dirección. Fue en la faceta moral, y en primer lugar, porque he tenido que
mi propia persona, donde aprendí a aprender que el destino y la
reconocer la completa y primitiva responsabilidad de nuestras vidas los
dualidad del hombre; me di cuenta de llevamos ligados para siempre a
que, de las dos naturalezas que luchaban nuestras espaldas; y cuando alguien
en el campo de batalla de mi conciencia, intenta deshacerse de ellos, no hacen
aun cuando podía decirse con razón que más que volver a gravitar sobre nosotros
yo era cualquiera de las dos, ello se con una fuerza más desconocida y más
debía únicamente a que era radicalmente tremenda. En segundo lugar, porque,
ambas; y desde muy temprana fecha, como mi relato, ¡ay de mí!, pondrá en
antes incluso de que el curso de mis evidencia, mis descubrimientos fueron
descubrimientos científicos comenzara a incompletos. Baste, pues, con decir que
sugerir la más ostensible posibilidad de no sólo llegué a comprender que mi
semejante milagro, ya había aprendido cuerpo material no era más que el aura y
yo a recrearme con placer, como en una refulgencia de ciertas potencias que
querida ensoñación, en la idea de la componían mi espíritu, sino que
separación de estos elementos. Si cada conseguí elaborar una droga por medio
uno de ellos, me decía, pudiera alojarse de la cual estas potencias podían ser
en identidades distintas, la vida se vería destronadas de su supremacía, y ser
exonerada de todo cuanto es sustituidas por una segunda forma y
insoportable; lo injusto podría seguir su compostura, no menos naturales en mí,
camino, liberado de las aspiraciones y ya que eran expresión y reflejo de los
remordimientos de su doble más íntegro; aspectos más viles de mi alma.
y lo justo podría recorrer con firmeza y Vacilé mucho antes de poner a
tenacidad su senda ascendente, haciendo prueba esta teoría. Sabía muy bien que
las buenas obras en las que encontraba me arriesgaba a morir; ya que cualquier
placer, sin exponerse más a la ignominia droga que controlara tan poderosamente
y al remordimiento a causa de un mal e hiciera temblar la fortaleza misma de
ajeno a él. Precisamente era una la identidad podría suprimir totalmente,
maldición para la humanidad que con la menos escrupulosa sobredosis o
aquellas incongruentes gavillas la más ínfima inoportunidad en cuanto al
estuviesen así unidas… que esos dobles momento de administrarla, aquel
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tabernáculo inmaterial que yo pretendía de alumbrar el nuevo día… a aquellas
cambiar. Pero la tentación de un horas, los habitantes de mi casa estaban
descubrimiento tan singular y profundo sumidos en el sueño de rigor, por lo que
superó finalmente cualquier asomo de decidí, rebosante como estaba de
alarma. Hacía mucho que había esperanzas y de júbilo, aventurarme
preparado mi tintura; en seguida compré, bajo mi nuevo envoltorio hasta mi
en un mayorista de productos químicos, dormitorio. Atravesé el patio, donde las
una gran cantidad de cierta sal que, constelaciones me miraron asombradas,
según sabía por mis experimentos, era el podía haber pensado, ya que era el
último ingrediente necesario; y bien primer ser de esa especie que su
entrada una infausta noche, combiné los insomne vigilancia les había revelado;
elementos, observé cómo hervían y forastero en mi propia casa, llegué a mi
humeaban en la vasija, y cuando cesó la habitación y vi por vez primera el
ebullición, en un inusitado arranque de aspecto de Edward Hyde.
valor, me bebí la pócima de un trago. Aquí me veo obligado a hablar sólo
Me acometieron las angustias más en teoría, diciendo no lo que sé, sino lo
atroces: un crujir de huesos triturados, que me imagino más probable. El lado
una terrible náusea, y un horror en el malo de mi naturaleza, al que había
alma imposible de superar ni en la hora transferido el sello de la eficacia, era
del nacimiento ni de la muerte. Luego, menos robusto y estaba menos
aquellas angustias empezaron a desarrollado que el lado bueno al que
apaciguarse rápidamente y volví en mí acababa de deponer. Además, en el
como si saliese de una grave transcurso de mi vida, que había sido,
enfermedad. Había algo extraño en mis después de todo, una vida de esfuerzo,
sensaciones, algo nuevo e inefable y, por virtud y control en sus nueve décimas
su misma novedad, de increíble dulzura. partes, dicho lado había sido mucho
Me sentía más joven, más ligero de menos ejercitado y estaba mucho menos
cuerpo, más alegre; notaba dentro de mí agotado. De ahí, creo yo, que Edward
una impetuosa osadía, una oleada de Hyde fuese mucho más pequeño, más
turbulentas imágenes sensuales se ligero y más joven que Henry Jekyll. Del
sucedían vertiginosas en mi mismo modo que el bien resplandecía en
imaginación, como el agua en el caz de el semblante de uno, el mal estaba
un molino, una disolución de las claramente grabado en el rostro del otro.
ataduras del deber, una desconocida, Además, el mal (al que todavía debo
aunque no inocente, libertad de espíritu. considerar el lado letal del hombre)
Me di cuenta, en el primer aliento de había dejado en aquel cuerpo una
esta nueva vida, de que era más impronta de deformidad y de
perverso, diez veces más perverso, que decadencia. Y sin embargo, al
estaba esclavizado a mi genio maléfico contemplar en el espejo aquella fea
primitivo; y ese pensamiento, en aquel imagen, no sentí la menor repugnancia,
momento fortaleció mi ánimo y me sino más bien un impulso de bienvenida.
deleitó como si fuera vino. Estiré los Aquél también era yo. Parecía natural y
brazos, exultante por la novedad de humano. Traía a mis ojos una imagen
estas sensaciones, y al hacerlo, de más realista del espíritu, parecía más
pronto fui consciente de que mi estatura directo y simple que el semblante
había menguado. imperfecto y escindido que hasta
En aquella época no había espejo en entonces solía considerar mío. Y en eso
mi habitación; el que hay ahora junto a tenía indudablemente razón. He
mí mientras escribo fue traído más tarde, observado que cuando adoptaba la
con motivo precisamente de esas apariencia de Edward Hyde, nadie
transformaciones. La noche, sin podía acercarse a mí al principio sin una
embargo, estaba ya muy entrada y el visible aprensión física. Esto, según
amanecer, todavía oscuro, estaba a punto creo, se debía a que todos los seres
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humanos, tal como los conocemos, son decir otra cosa peor), y no sólo era bien
una mezcla del bien y del mal; mientras conocido y muy considerado, sino que
que Edward Hyde era el único me estaba haciendo mayor, esa
representante del mal puro en todo el incoherencia de mi vida se iba haciendo
ámbito del género humano. cada día más incómoda. Fue por ahí por
donde mi nuevo poder me tentó hasta
Me quedé sólo un momento ante el hacerme caer en la esclavitud. No tenía
espejo: el segundo y concluyente más que beber la pócima e
experimento todavía quedaba por hacer; inmediatamente me libraría del cuerpo
aún quedaba por ver si había perdido del eminente profesor y adoptaría, como
irremediablemente mi identidad y debía un grueso capote, el de Edward Hyde.
huir, antes de que amaneciese, de una La idea me hacía sonreír; en aquel
casa que ya no era mía; y volví tiempo me parecía graciosa; por tanto
corriendo a mi gabinete, preparé otra hice mis preparativos con el mayor
vez la pócima y me la bebí, sufrí una vez esmero posible. Alquilé y amueblé
más los tormentos de la disolución, y de aquella casa en el Soho adonde llegó la
nuevo volví a mi ser, recobrando la policía siguiendo la pista de Hyde; y
naturaleza, la estatura y el rostro de contraté como ama de llaves a una
Henry Jekyll. criatura de cuyo silencio y pocos
Aquella noche había llegado a una escrúpulos tenía buena constancia. Por
encrucijada fatal. Si hubiera enfocado otra parte, anuncié a la servidumbre que
mi descubrimiento con un espíritu más un tal Mr. Hyde (del que di su
noble, si hubiera corrido el riesgo del descripción) debía gozar de total
experimento estando bajo la influencia libertad y plenos poderes en mi casa de
de aspiraciones generosas o piadosas, la plaza; y, para evitar contratiempos,
todo habría sido diferente, y de aquellas incluso la visité bajo mi nueva
angustias de muerte y de nacimiento caracterización para que se
habría surgido un ángel en lugar de un familiarizasen con mi presencia. Luego
demonio. La droga no tenía ningún redacté aquel testamento al que tantos
efecto discriminatorio; no era ni reparos pusiste; de modo que, si algo me
diabólica ni divina; tan sólo hacía sucedía en mi personificación del doctor
temblar las puertas de la cárcel de mi Jekyll, pudiera pasarme a la de Edward
temperamento y, como los cautivos de Hyde sin pérdidas pecuniarias. Y
Filipos,[11] lo que estaba dentro salía al fortalecido así en ambos flancos, eso
exterior. Por aquel entonces mi virtud creía, empecé a sacar provecho de las
dormitaba; lo que había de malo en mí, inesperadas inmunidades de mi
que la ambición mantenía despierto, situación.
estaba alerta y dispuesto a no dejar Antes los hombres alquilaban
escapar la ocasión; y lo que estaba matones para llevar a cabo sus
planeado era Edward Hyde. Por lo crímenes, mientras que sus propias
tanto, aunque ahora tenía dos naturalezas personas y su reputación quedaban a
lo mismo que dos apariencias, una de cubierto. Yo fui el primero que hizo eso
ellas era completamente malvada, y la para satisfacer mis placeres. Era el
otra seguía siendo el viejo Henry Jekyll, primero que podía, de esta manera,
ese incongruente compuesto de cuya aparecer públicamente revestido de una
reforma y mejora había aprendido ya a cordial respetabilidad, y un instante
desesperar. Así que la tendencia estaba después, como un colegial, despojarme
totalmente orientada hacia lo peor. de aquellos préstamos y tirarme de
Ni siquiera entonces había superado cabeza al mar de la libertad. Y sin
todavía mi aversión a la aridez de una embargo, envuelto en un manto
vida dedicada al estudio. A veces seguía impenetrable, para mí la seguridad era
teniendo una alegre disposición; y como completa. Imagínate… ¡ni siquiera
mis placeres eran indecorosos (por no existía! Me bastaba con poder escapar
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por la puerta del laboratorio, y disponer transeúnte, al que reconocí el otro día en
de un par de segundos para mezclar y la persona de un pariente tuyo; el
tomarme el bebedizo que siempre tenía médico y la familia de la niña se unieron
preparado; y, fuera lo que fuese lo que a él; hubo momentos en que temí por mi
hubiera hecho, Hyde desaparecería vida; y por fin, para apaciguar su más
como el vaho del aliento en un espejo; y que justo enfado, Edward Hyde tuvo que
en su lugar, tranquilamente en su casa, llevarlos hasta la puerta y pagarles con
despabilando la lámpara de su despacho un cheque extendido a nombre de Henry
a medianoche, pudiéndose permitir Jekyll. Pero aquel peligro fue fácilmente
reírse de cualquier sospecha, sería eliminado en lo sucesivo, abriendo una
Henry Jekyll. cuenta en otro banco a nombre del
Los placeres que me apresuré a propio Edward Hyde; y cuando,
buscar bajo este disfraz fueron, como he torciendo un poco la escritura, hube
dicho, indecorosos; no me atrevería a proporcionado una firma a mi doble,
emplear un término más severo. Pero, en creí hallarme a salvo de los embates del
manos de Edward Hyde, pronto destino.
empezaron a derivar hacia lo Unos dos meses antes del asesinato
monstruoso. Cuando volvía de aquellas de sir Danvers, había salido yo a correr
correrías, a menudo me sumía en una una de mis aventuras, de la que regresé
especie de asombro ante mi vicaria muy tarde, y al día siguiente me desperté
depravación. Aquel demonio familiar en la cama con unas sensaciones un tanto
que hice surgir de mi propia alma, y extrañas. En vano miré a mi alrededor;
solté para que hiciese cuanto se le en vano vislumbré el decoroso
antojara, era un ser de una maldad y mobiliario y las amplias proporciones
vileza inherentes; todos sus actos y de mi habitación en la casa de la plaza;
pensamientos se centraban en sí mismo; en vano reconocí el estampado de los
bebía el placer con avidez bestial cortinajes del lecho y el diseño del
infligiendo a los demás toda clase de armazón de caoba; algo seguía
torturas; era tan implacable como una insistiendo en decirme que no me
estatua de piedra. Henry Jekyll se encontraba donde creía encontrarme,
horrorizaba a veces ante los actos de que no me había despertado donde
Edward Hyde; pero la situación estaba parecía estar, sino en la pequeña
al margen de las leyes ordinarias, y se habitación del Soho en la que solía
evadía insidiosamente del control de la dormir en el cuerpo de Edward Hyde.
conciencia. Después de todo, el Sonreí para mis adentros y, siguiendo
culpable era Hyde, y sólo Hyde. Jekyll mis hábitos psicológicos, me puse a
no estaba peor; volvía a despertarse con investigar lentamente los componentes
sus buenas cualidades aparentemente de aquella ilusión y, mientras lo hacía,
intactas; incluso se apresuraba, cuando volví a caer, de vez en cuando, en una
ello era posible, a reparar el mal hecho agradable somnolencia matutina. Seguía
por Hyde. Y así su conciencia se ocupado en aquello cuando, en uno de
adormecía. los momentos en que me encontraba más
No tengo intención de entrar en despierto, mis ojos repararon en una de
detalles acerca de la infamia de la que, mis manos. Pues bien: Henry Jekyll
de este modo, fui cómplice (pues ni (como me has comentado muchas veces)
siquiera ahora puedo admitir apenas que tenía las manos típicas de un profesional
la cometí); sólo quiero señalar las tanto en forma como en tamaño: grandes,
advertencias y las sucesivas etapas firmes, blancas y delicadas. Pero la
mediante las cuales se fue acercando mi mano que vi en aquellos momentos con
castigo. Sufrí un accidente que, como no bastante claridad a la luz amarillenta de
tuvo consecuencias, no haré más que la media mañana londinense, medio
mencionar. Un acto de crueldad con una cerrada sobre el embozo de la cama, era
niña atrajo sobre mí la ira de un delgada, nervuda, nudosa, de una
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palidez fosca, y estaba cubierta por poder de proyectar últimamente había
abundante vello oscuro. Era la mano de sido muy ejercitada y fomentada; en los
Edward Hyde. últimos tiempos tenía la impresión de
Debí de quedarme mirándola que el cuerpo de Edward Hyde había
fijamente cerca de medio minuto, aumentado de estatura, como si (cuando
sumido como estaba en el mero estupor adoptaba aquella forma) notara una
del asombro, antes de que el terror mayor afluencia de sangre; y empecé a
despertase en mi pecho, tan inesperado y barruntar el peligro de que, si aquello se
sobrecogedor como el estrépito de unos prolongaba mucho, mi equilibrio mental
platillos, y saltando de la cama, me podría ser destruido irreparablemente,
precipitara hacia el espejo. Al ver lo que podría perder la facultad de cambiar
que se encontraron mis ojos, me pareció a voluntad, y que la personalidad de
que mi sangre se volvía menos espesa y Edward Hyde se apoderaría de mí
sumamente helada. Sí, me había irrevocablemente. El poder de la droga
acostado como Henry Jekyll y había no siempre se había manifestado igual
despertado como Edward Hyde. ¿Cómo de eficaz. Una vez, muy al principio de
podía explicarse eso?, me pregunté; y mi carrera, me había fallado por
luego, con otro sobresalto de terror: completo; a partir de entonces en más de
¿cómo iba a remediarlo? Aquello una ocasión me había visto obligado a
ocurrió ya muy entrada la mañana; la doblar la dosis, e incluso una vez,
servidumbre ya se había levantado; arrostrando un infinito peligro de
todas mis drogas estaban en el muerte, a triplicarla; y hasta la fecha
gabinete… desde donde me encontraba, aquellas raras incertidumbres habían
paralizado por el terror, tenía que sido la única sombra que empañaba mi
recorrer un largo trayecto: bajar dos satisfacción. Ahora, sin embargo, a la
tramos de escaleras, recorrer el pasillo luz del accidente de aquella mañana,
de atrás, cruzar el patio y atravesar la llegué a la conclusión de que, en tanto
sala de anatomía. Podría, en efecto, que al principio la dificultad había
cubrirme el rostro; pero ¿de qué serviría residido en quitarse de encima el cuerpo
eso, si no podía ocultar el cambio de de Jekyll, posteriormente, de forma
estatura? Y entonces, con gran alivio gradual aunque decidida, dicho
consolador, me vino a la memoria que la inconveniente se había transferido al
servidumbre estaba ya acostumbrada a lado contrario. Por consiguiente, todo
las idas y venidas de mi segundo yo. En parecía indicar que estaba perdiendo
seguida me vestí, lo mejor que pude, con lentamente el control de mi personalidad
ropas de mi propia talla; no tardé en original y mejor, y que poco a poco me
atravesar la casa, donde Bradshaw me estaba convirtiendo en mi segundo y
miró fijamente y retrocedió al ver a Mr. peor yo.
Hyde a semejante hora y con tan extraño Me di cuenta de que debía elegir
atavío; y diez minutos después, el doctor entre las dos. Mis dos naturalezas
Jekyll había recuperado su propia compartían una misma memoria, pero
apariencia y estaba sentado, con todas las demás facultades estaban
expresión sombría, fingiendo que bastante desigualmente repartidas entre
desayunaba. ellas. Jekyll (que era un compuesto),
La verdad es que tenía poco apetito. unas veces con el más sensible recelo,
Aquel inexplicable incidente, aquella otras con vehemente entusiasmo,
inversión de mi experiencia anterior, planeaba y compartía los placeres y
parecía deletrear mi sentencia, como los aventuras de Hyde; pero a Hyde le tenía
dedos sobre el muro babilónico;[12] y sin cuidado Jekyll, o a lo sumo se
empecé a reflexionar más seriamente acordaba de él como el bandolero
que nunca acerca de las consecuencias y montaraz recuerda la cueva en la que se
posibilidades de mi doble existencia. oculta de sus perseguidores. Jekyll se
Aquella parte de mí que yo tenía el interesaba más que un padre; Hyde
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mostraba mayor indiferencia que un hijo. fin, en un momento de debilidad moral,
Unir mi suerte a la de Jekyll suponía volví una vez más a preparar y apurar de
renunciar a aquellos apetitos a los que un trago el bebedizo transformador.
durante tanto tiempo había cedido a Supongo que cuando un borracho
escondidas y que últimamente había razona consigo mismo acerca de su
empezado a consentir. Compartirla con vicio, ni una sola vez entre quinientas se
Hyde significaba renunciar a miles de siente afectado por los peligros que le
intereses y aspiraciones, y convertirme, hace correr su brutal insensibilidad
de golpe y para siempre, en un ser física; tampoco yo, por mucho que haya
despreciado y sin amigos. examinado mi situación, tuve bastante en
cuenta la completa insensibilidad moral
La apuesta podía parecer desigual; y la insensata disposición al mal, que
pero había que sopesar otra eran los rasgos dominantes de Edward
consideración; pues mientras que Jekyll Hyde. Sin embargo, a causa de ellos fui
padecía con desazón los ardores de la castigado. Mi demonio llevaba mucho
abstinencia, Hyde ni siquiera era tiempo enjaulado y salió rugiendo. Era
consciente de todo lo que había perdido. consciente, incluso mientras me tomaba
Por extraña que fuera mi situación, los el bebedizo, de que mi propensión al
términos de este debate son tan viejos y mal era cada vez más desenfrenada, más
vulgares como el hombre mismo; pues furiosa. Debió de ser eso, imagino, lo
son poco más o menos los mismos que provocó en mi alma aquella
estímulos y temores los que deciden la tempestuosa impaciencia con que
suerte de cualquier pecador que se escuché las cortesías de mi desdichada
enfrenta tembloroso a la tentación; y me víctima; al menos, declaro ante Dios que
sucedió lo que a la inmensa mayoría de ningún hombre moralmente sano podía
mis semejantes: que elegí la mejor parte haber sido culpado de aquel crimen en
pero descubrí que carecía de energías base a tan irrisoria provocación; y que
para ceñirme a ella. le golpeé con la misma falta de juicio
Sí, elegí al médico descontento y de con que un niño enfermo podría romper
edad avanzada, rodeado de amigos y que un juguete. Pero me había despojado
tan honradas esperanzas abrigaba; y me voluntariamente de todos aquellos
despedí resueltamente de la libertad, la instintos compensatorios mediante los
relativa juventud, el paso ligero, los cuales incluso el peor de nosotros sigue
impulsos repentinos y los placeres su camino con cierto grado de
secretos de los que había disfrutado estabilidad en medio de las tentaciones;
bajo el disfraz de Hyde. Tomé aquella y en mi caso, ser tentado, aunque fuera
decisión quizás con cierta reserva levemente, suponía caer.
inconsciente, pues no abandoné la casa
del Soho, ni destruí la ropa de Edward En el acto se despertó en mí el
Hyde, que todavía sigue lista en mi espíritu infernal y me puse furioso. Con
gabinete. Sin embargo, durante un par de un arrebato de júbilo, vapuleé aquel
meses fui fiel a mi determinación; cuerpo que no ofrecía resistencia,
durante dos meses llevé una vida más saboreando con deleite cada golpe; y
austera de lo que nunca había sólo cuando empezó a manifestarse el
conseguido llevar, y disfruté de las cansancio, sentí de pronto, en la cima de
compensaciones de una conciencia mi delirio, que un frío estremecimiento
tranquila. Pero finalmente el tiempo de horror me traspasaba el corazón. Al
empezó a hacerme olvidar la inmediatez disiparse aquella niebla, comprendí que
de aquellos temores; los halagos de la mi vida estaba sentenciada; y huí del
conciencia comenzaron a convertirse en escenario de aquellos excesos, exultante
cosa normal; empecé a sentirme y tembloroso al mismo tiempo,
torturado por angustias y anhelos, como complacidas y estimuladas mis ansias de
si Hyde forcejeara para liberarse; y al mal, más exaltado que nunca mi amor a
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la vida. Corrí a mi casa en el Soho, y evidente para todo el mundo, y que la
(para mayor seguridad) destruí mis víctima era un hombre muy estimado
documentos; salí de allí a las calles públicamente. No fue sólo un crimen,
iluminadas por farolas, con la mente había sido un trágico desatino. Creo que
escindida por el mismo éxtasis, me alegré de saberlo; creo que me
recreándome en mi crimen, tramando alegré de que mi terror al patíbulo
despreocupadamente otros para el hubiese apuntalado y protegido mis
futuro, y sin embargo apresurándome y mejores impulsos. Jekyll era ahora mi
atento por si oía los pasos de mis baluarte; si Hyde asomara por un
perseguidores. momento, todo el mundo alzaría las
manos para detenerlo y matarlo.
Hyde tenía una canción en los labios Decidí redimir el pasado con mi
mientras preparaba el brebaje, y al conducta futura; y puedo decir con toda
tomárselo brindó por el hombre muerto. sinceridad que mi decisión produjo
Todavía no habían terminado de algún bien. Tú sabes con cuánto empeño
desgarrarlo los tormentos de la me esforcé en los últimos meses del año
transformación, cuando Henry Jekyll, pasado por aliviar los sufrimientos; y
derramando abundantes lágrimas de también sabes lo mucho que hice por los
gratitud y remordimiento, cayó de demás, y que los días pasaban
rodillas y alzó al cielo las manos tranquilamente, casi felizmente para mí.
entrelazadas. El velo de la Tampoco puedo decir realmente que me
autocompasión se había rasgado de cansara de aquella vida inocente y
arriba abajo y vi mi vida en su totalidad; caritativa; creo, por el contrario, que
la seguí desde los días de mi infancia, cada día disfrutaba más de ella; pero
cuando paseaba de la mano de mi padre, todavía padecía mi dualidad de
y a través de los trabajos abnegados de propósitos; y mientras se embotaba el
mi vida profesional, hasta llegar una y primer filo de mi arrepentimiento, mi
otra vez, con la misma sensación de parte más ruin, consentida durante tanto
irrealidad, a los tremendos horrores de tiempo y tan recientemente encadenada,
aquella noche. Estuve a punto de gritar; empezaba a refunfuñar pidiendo
traté de calmar con lágrimas y oraciones licencia. No es que pensara en resucitar
la repugnante multitud de imágenes y a Hyde; la simple idea de hacer eso me
sonidos que se desbordaban en mi asustaba hasta el paroxismo: no, era mi
recuerdo; y sin embargo, en medio de propia persona la que una vez más
las súplicas, el feo rostro de mi estaba tentada de jugar con mi
iniquidad miraba al interior de mi alma. conciencia; y a escondidas, como un
Cuando aquel remordimiento agudo vulgar pecador, fue como acabé
empezó a desvanecerse, lo siguió una cediendo a los asaltos de la tentación.
sensación de júbilo. El problema de mi
conducta estaba solucionado. A partir de A todas las cosas les llega su fin;
entonces Hyde ya no era posible; lo incluso la medida de mayor capacidad
quisiera yo o no, ahora estaba reducido termina por colmarse; y aquella breve
a la mejor parte de mi existencia; y ¡oh, condescendencia con lo que había de
cómo me regocijó pensar en eso!, ¡con malo en mí finalmente destruyó el
qué complaciente humildad abracé de equilibrio de mi alma. Y sin embargo,
nuevo las restricciones de la vida no estaba alarmado; la caída parecía
normal!, ¡con qué sincera renunciación normal, como una vuelta a los viejos
cerré la puerta por la que tan a menudo tiempos anteriores a mi descubrimiento.
había entrado y salido, y destrocé la Era un hermoso y claro día de enero,
llave bajo mis pies! con el suelo mojado por haberse fundido
Al día siguiente llegó la noticia de la escarcha, pero sin nubes en el cielo; y
que el asesinato había sido investigado, Regent’s Park estaba lleno de gorjeos
que la culpabilidad de Hyde era invernales y dulces fragancias
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primaverales. Me senté al sol en un en Lanyon. Pero ¿cómo llegar hasta él?,
banco; el animal que llevo dentro se ¿cómo persuadirlo? Suponiendo que
relamía en sus recuerdos; el lado lograse evitar que me capturasen en la
espiritual estaba un poco adormecido, calle, ¿cómo iba a abrirme paso hasta
prometiendo un posterior él?, y ¿cómo podía yo, un visitante
arrepentimiento, pero sin decidirse a desconocido y desagradable, convencer
empezar. Después de todo, pensaba, soy al famoso médico para que desvalijara
como mis semejantes; y entonces sonreí, el despacho de su colega, el doctor
comparándome con los demás hombres, Jekyll? Entonces recordé que todavía me
comparando mi buena voluntad tan quedaba una parte de mi personalidad
activa con la desidiosa crueldad de su original: podía escribir con mi propia
negligencia. Y en el momento mismo en letra; y en cuanto tuve aquella brillante
que aquel pensamiento de vanagloria ocurrencia, el camino a seguir quedó
cruzaba mi mente, me sobrevino un iluminado desde el principio hasta el
mareo, una náusea horrorosa y unos final.
tremendos escalofríos. Los síntomas Inmediatamente después, me arreglé
desaparecieron, pero quedé exhausto; y la ropa lo mejor que pude, y llamando a
entonces, cuando a su vez disminuyó la un cabriolé con pescante que pasaba por
debilidad, empecé a darme cuenta de un allí, me dirigí a un hotel en Portland
cambio en mis pensamientos, una mayor Street, cuyo nombre recordé por
audacia, un desprecio al peligro, una casualidad. Al ver mi aspecto (que la
disolución de las ataduras del deber. verdad es que era bastante cómico, por
Bajé la mirada; mis ropas colgaban trágico que fuera el destino que aquella
informes sobre mis miembros ropa ocultaba), el cochero no pudo
encogidos; la mano que reposaba sobre ocultar la risa. Rechiné los dientes ante
mi rodilla era nudosa y peluda. De él en un acceso de furia diabólica, y la
nuevo me había convertido en Edward sonrisa se desvaneció de su rostro…
Hyde. Un momento antes era digno del afortunadamente para él… pero todavía
respeto de todo el mundo, rico y más para mí, pues si se hubiera
querido… la mesa preparada me prolongado sólo un momento más sin
esperaba en el comedor de mi casa; duda lo habría arrojado de su pescante.
ahora, en cambio, me había convertido Cuando entré en la posada, miré a mi
en una vulgar presa de los hombres, un alrededor con tan adusto semblante que
perseguido, sin hogar, un conocido hice temblar a los empleados; no
asesino, candidato al cadalso. intercambiaron ni una sola mirada en mi
Mi razón flaqueó, pero no me falló presencia, sino que atendieron
del todo. Más de una vez había servilmente mis órdenes, me condujeron
observado que, en mi segunda a una habitación privada y me trajeron
personificación, mis facultades parecían recado de escribir. Cuando su vida
haberse agudizado hasta cierto punto y peligraba, Hyde se convertía en una
mi ánimo haberse vuelto más tenso y criatura nueva para mí: se estremecía
elástico; y así sucedió que, allí en donde desmesuradamente de ira, se excitaba
Jekyll quizás hubiese sucumbido, Hyde hasta bordear el asesinato, deseaba
estuvo a la altura de las circunstancias. hacer sufrir a sus semejantes. Sin
Mis drogas estaban en una de las embargo aquel ser era astuto; dominó su
vitrinas de mi gabinete; ¿cómo llegar a furia con un gran esfuerzo de voluntad;
ellas? Ese era el problema que escribió dos cartas importantes, una
(estrujándome las sienes con las manos) para Lanyon y otra para Poole; y, para
me puse a resolver. Había cerrado la asegurarse de que eran cursadas, las
puerta del laboratorio. Si intentaba mandó con instrucciones de que fueran
entrar por la casa, mis propios criados certificadas.
me enviarían al patíbulo. Comprendí que
tenía que utilizar a otra persona, y pensé A partir de entonces permaneció
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todo el día en su habitación junto al brillaba tan intensamente en mi alma que
fuego, mordiéndose las uñas; allí cenó, casi rivalizaba con el resplandor de la
sentado a solas con sus temores, con el esperanza.
camarero visiblemente acobardado en su Paseaba sin prisas por el patio
presencia; y desde allí, cuando se hizo después del desayuno, aspirando con
completamente de noche, partió en un deleite el frescor del aire, cuando
coche de alquiler cerrado, oculto en un volvieron a apoderarse de mí aquellas
rincón, y fue conducido de un lado a otro sensaciones indescriptibles que
por las calles de la ciudad. Digo él… anunciaban el cambio; y apenas si tuve
pues no puedo decir yo. Aquel ser tiempo de ponerme a cubierto en mi
infernal no tenía nada de humano; en él gabinete, cuando una vez más las
no habitaba más que el miedo y el odio. pasiones de Hyde me pusieron furioso y
Y cuando por fin, creyendo que el me dejaron paralizado. En aquella
cochero había empezado a abrigar ocasión necesité una dosis doble para
sospechas, despidió el coche y, ataviado volver a ser yo mismo; y, ¡ay de mí!,
con sus ropas demasiado grandes que le seis horas más tarde, mientras estaba
hacían llamar la atención, se aventuró a sentado contemplando con tristeza el
andar en medio de los transeúntes fuego, volvieron las angustias y tuve que
nocturnos, aquellas dos degradantes administrarme de nuevo la droga. En
pasiones bramaban en su interior como pocas palabras, a partir de aquel día
una tempestad. Caminaba deprisa, pareció que sólo mediante un gran
perseguido por sus temores, hablando esfuerzo, como en la gimnasia, y sólo
consigo mismo, escondiéndose en las bajo el inmediato estímulo de la droga,
calles menos transitadas, contando los era yo capaz de conservar el aspecto de
minutos que todavía lo separaban de la Jekyll. A cualquier hora del día y de la
medianoche. En una ocasión le habló noche me asaltaban aquellos
una mujer, ofreciéndole, creo, una caja estremecimientos premonitorios; sobre
de cerillas. Él la golpeó en el rostro y todo, si me dormía, o incluso si
ella huyó. dormitaba un momento en el sillón, me
Cuando volví a mi ser en casa de despertaba siempre como Hyde.
Lanyon, quizá me afectó un poco el Bajo la tensión de aquel funesto
horror manifestado por mi viejo amigo: destino que continuamente se cernía
no lo sé; al menos fue sólo una gota en el sobre mí, y a causa del insomnio al que
océano de odio con que rememoraba me había condenado yo mismo, sí,
aquellas horas. Un cambio se había incluso más allá de lo que había creído
producido en mí. Ya no era el miedo al humanamente posible, me convertí, sin
patíbulo, era el pavor de ser Hyde lo perder mi propia personalidad, en un ser
que me atormentaba. Acogí la condena devorado y consumido por la fiebre,
de Lanyon en parte como un sueño; y en débil y enfermizo de cuerpo y de mente,
parte como un sueño regresé a mi propia y únicamente dominado por una sola
casa y me metí en la cama. Tras el idea: el horror a mi otro yo. Pero cuando
abatimiento de aquel día, dormí con un me dormía, o cuando desaparecía el
sueño intenso y profundo que ni siquiera efecto del medicamento, sin apenas
pudo interrumpir la pesadilla que me transición (pues los dolores de la
dejó extenuado. Me desperté por la transformación cada día eran menos
mañana desconcertado, debilitado, pero acusados), se apoderaba de mí una
repuesto. Seguía odiando y temiendo la fantasía plagada de imágenes
idea de que en mi interior dormía una aterradoras, mi alma bullía de odios sin
bestia, y no había olvidado, por motivo, y mi cuerpo no parecía lo
supuesto, los peligros del día anterior; bastante fuerte para contener las
pero estaba otra vez en casa, en mi irrefrenables energías de la vida.
propia casa y cerca de mis drogas; y la Los poderes de Hyde parecían haber
gratitud por haber logrado escapar aumentado con la mala salud de Jekyll.
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Y sin duda, el odio que ahora los dividía compadezco.
era igual por ambas partes. Para Jekyll Es inútil prolongar esta descripción,
era una cuestión de instinto vital. Había y de veras me falta tiempo para ello;
conocido ya toda la deformidad de aquel baste con decir que nadie ha sufrido
ser que compartía con él algunos de los nunca semejantes tormentos; y sin
fenómenos de conciencia, y era su embargo la costumbre de sobrellevarlos
coheredero hasta de la muerte: más allá me ha proporcionado… no alivio, desde
de aquellos lazos comunes, que en sí luego… sino una cierta insensibilidad en
mismos constituían la parte más intensa el alma, una cierta conformidad con la
de su sufrimiento, pensaba que Hyde desesperación; y mi castigo podría
era, pese a toda su energía vital, algo no haberse prolongado durante años, de no
sólo infernal sino inorgánico. Eso era lo ser por la última calamidad que acaba
más espantoso: que el limo del abismo de acontecer, y que finalmente me ha
parecía proferir gritos y voces; que el despojado de mi propio rostro y
polvo amorfo gesticulaba y pecaba; que naturaleza. Mi provisión de aquella sal,
lo que estaba muerto y carecía de forma que no había sido renovada desde mi
usurpaba las funciones de la vida. Y primer experimento, empezó a escasear.
también esto: que aquel horror Envié a por un nuevo suministro, y
insurgente estaba unido a él más mezclé la poción; se produjo la
estrechamente que una esposa, o que un consiguiente ebullición y el primer
ojo; estaba enjaulado en su cuerpo, cambio de color, aunque no el segundo;
donde le oía murmurar y sentía cómo se me la bebí, pero no surtió efecto. Sabrás
esforzaba por renacer; y que en por Poole cómo he registrado todo
cualquier momento de debilidad, y Londres; fue en vano; y ahora estoy
durante la relajación del sueño, se persuadido de que mi primer suministro
impondría sobre él y lo desposeería de era impuro, y que fue esa impureza
la vida. desconocida la que prestó eficacia a la
El odio de Hyde por Jekyll era de pócima.
otro orden. Su terror al patíbulo lo
empujaba continuamente a cometer un Ha pasado alrededor de una semana,
suicidio temporal, y a volver a su y ahora estoy terminando esta
condición de parte subordinada y no de declaración bajo la influencia del último
persona; pero aborrecía la necesidad, resto de los viejos polvos. Esta es, pues,
aborrecía el desaliento en que Jekyll la última vez, a menos que ocurra un
había caído ahora, y le ofendía la milagro, que Henry Jekyll puede pensar
aversión que su presencia provocaba. por sí mismo o contemplar su propio
De ahí las simiescas jugarretas que le rostro (¡ahora tan lamentablemente
gastaba, garabateando blasfemias en las alterado!) en el espejo. Y no debo
páginas de los libros con mi propia demorar demasiado la terminación de mi
letra, quemando las cartas y destruyendo escrito; pues si mi relato se ha librado
el retrato de mi padre; y en efecto, de no hasta ahora de la destrucción, ha sido
haber sido por su miedo a morir, hace gracias a la combinación de una gran
tiempo que se habría destruido a sí prudencia y de abundante buena suerte.
mismo con tal de arrastrarme a mí a la Si mientras escribo me vinieran los
destrucción. Pero su amor a la vida es dolores del cambio, Hyde haría pedazos
asombroso; y aún diría más: yo, que me esta declaración; pero si transcurre
pongo enfermo y siento escalofríos sólo algún tiempo después de que la guarde,
de pensar en él, cuando recuerdo lo su sorprendente egoísmo y su
abyecto y apasionado que es ese apego circunscripción al momento
suyo a la vida, y me doy cuenta de hasta probablemente la librarán una vez más
qué punto le aterra el poder que tengo de su rencor simiesco. Y la verdad es
sobre él de eliminarlo mediante el que el funesto destino que se cierne
suicidio, compruebo que en el fondo lo sobre nosotros dos ha contribuido
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también a cambiarlo y a abrumarlo.
Dentro de media hora, cuando una vez
más, y para siempre, vuelva a adoptar
esa odiosa personalidad, sé que
permaneceré sentado en mi sillón,
temblando y llorando, o continuaré
yendo y viniendo por esta habitación (mi
último refugio en este mundo), en un
tenso arrebato de pánico, prestando
oídos a cualquier ruido que pueda
suponer una amenaza.
¿Morirá Hyde en el cadalso? ¿O
encontrará el valor suficiente para
liberarse por sí mismo en el último
momento? Sólo Dios lo sabe; me trae sin
cuidado; yo muero en este preciso
instante, y lo que venga después
concierne a otro, no a mí. Aquí, pues,
mientras dejo a un lado la pluma y me
dispongo a lacrar mi confesión, pongo
fin a la vida del desdichado Henry
Jekyll.

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