decreto divino; seguiremos siendo los hijos del brezo y del viento; aun lejos del hogar, para ti y para mí todavía florece hermosa la retama en la región del norte.
La historia de la puerta
El abogado Mr. Utterson era un
hombre de semblante adusto, jamás iluminado por una sonrisa; frío, parco y vergonzoso en la conversación; remiso en sentimientos; enjuto, alto, taciturno, aburrido, y sin embargo adorable, en alguna medida. En las reuniones de Con El extraño caso del doctor amigos, y cuando el vino era de su Jekyll y Mr. Hyde, R.L. Stevenson agrado, irradiaba de sus ojos algo volvió a ocuparse de un tema que eminentemente humano; algo que, a decir le preocupó durante toda su vida: la verdad, jamás salía a relucir en su dualidad de la naturaleza humana. conversación, pero que expresaba no Localizada en el corazón de un sólo con aquellos gestos silenciosos de Londres victoriano, la novela viene su cara después de la cena, sino más a a ser una sucesión de testimonios menudo y llamativamente en su vida procedentes de varios testigos cuyo cotidiana. Era austero consigo mismo; presunto fin es desvelar un bebía ginebra cuando estaba solo, para misterio. Jekyll y Hyde son como mortificar su afición por los vinos una entidad disociada en dos. Hyde añejos; y aunque le encantaba el teatro, es la personalidad demoníaca, hacía ya veinte años que no cruzaba las monstruosa de Jekyll, al que puertas de ninguno. En cambio mostraba horrorizan las acciones de su doble una acreditada tolerancia en su trato con maligno, y simboliza el mal que los demás; unas veces asombrándose, Jekyll se reprime a sí mismo, el casi con envidia, de la gran tensión cual, una vez liberado, no puede anímica que implicaban sus delitos; y en controlar. cualquier situación extrema era más Robert Louis Stevenson propenso a prestar ayuda que a reprender. «Me inclino por la herejía de El extraño caso Caín —solía decir pintorescamente—: del Doctor dejo que mi hermano se vaya al diablo Jekyll y Mr. por su propio pie».[1] Con este carácter, Hyde a menudo tuvo la suerte de ser el último (Ilustrado) conocido de confianza y la última ePub r1.0 influencia bienhechora en las vidas de Titivillus 16.06.16 hombres venidos a menos. Y mientras Título original: The Strange Case of Dr. éstos siguieron acudiendo a sus Jekyll and Mr. Hyde aposentos, jamás les mostró el más leve Robert Louis Stevenson, 1886 cambio de actitud. Traducción: Juan Antonio Molina Foix Sin duda esa proeza le resultaba Ilustraciones: Marta Gómez-Pintado fácil a Mr. Utterson, ya que era Editor digital: Titivillus reservado en el mejor de los casos, e ePub base r1.2 incluso sus amistades parecían basarse 1 en una similar liberalidad francamente alegría ambiental, atraía y complacía en cordial. Es característico de un hombre el acto la mirada del viandante. modesto el aceptar su círculo de amistades creado de manera casual; y A dos puertas de una esquina, a ése era el estilo del abogado. Sus mano izquierda yendo hacia el este, la amigos eran los que tenían su misma entrada a un patio rompía el sangre, o aquéllos a quienes conocía alineamiento de las fachadas; y justo en desde hacía más tiempo; sus afectos aquel lugar, la siniestra mole de cierto crecían con el tiempo, como la hiedra, y edificio proyectaba su gablete sobre la no implicaban la menor inclinación por calle. Tenía dos pisos de altura; no se el objeto. De ahí, sin duda, el vínculo veía ninguna ventana, sólo una puerta en que le unía con Mr. Richard Enfield, la planta baja y un frente ciego de muro pariente lejano suyo y hombre muy descolorido en el piso superior; y en conocido en la ciudad. A muchos les todos sus rasgos mostraba las señales de intrigaba qué podían ver el uno en el un prolongado y sórdido abandono. La otro, o qué tema de conversación podían puerta, desprovista de campanilla o compartir. Quienes se tropezaban con aldaba, estaba excoriada y despintada. ellos en sus paseos dominicales Los vagabundos se metían en el hueco y contaban que no decían nada, que encendían cerillas en los entrepaños; los parecían extraordinariamente aburridos, niños jugaban a las tiendas en los y que acogían con evidente alivio la escalones; el colegial había probado su aparición de un amigo. A pesar de todo navaja en las molduras; y durante casi eso, aquellos dos hombres otorgaban la una generación nadie parecía haber mayor importancia a esas excursiones, ahuyentado a aquellos visitantes las consideraban lo más preciado de fortuitos, ni reparado sus destrozos. cada semana y, con tal de poder Mr. Enfield y el abogado se disfrutarlas sin interrupción, no sólo encontraban al otro lado de la dejaban de lado ocasiones de placer, callejuela; pero cuando llegaron frente a sino que incluso se resistían a las la entrada, el primero alzó su bastón y la demandas de sus negocios. señaló. Sucedió que en uno de aquellos —¿Te has fijado alguna vez en esta paseos sus pasos los llevaron a una puerta? —preguntó; y cuando su callejuela en un concurrido barrio de compañero le contestó afirmativamente, Londres. La calle era pequeña y de las añadió—: Mi mente la asocia con una consideradas tranquilas, aunque en los historia muy extraña. días laborables se llevaba a cabo en ella —¿De verdad? —dijo Mr. Utterson, un floreciente comercio. Al parecer, a con un leve cambio de voz—, ¿y de qué sus habitantes les iba muy bien, y todos se trata? ellos porfiaban con la esperanza de que —Pues verás, ocurrió así —replicó les fuera todavía mejor y empleaban el Mr. Enfield—: Una oscura mañana de excedente de sus ganancias en invierno, a eso de las tres, regresaba yo coquetería; de modo que los escaparates a mi casa procedente de algún lugar de las tiendas que se alineaban a lo situado en los confines del mundo y largo de aquella calle parecían invitarle atravesaba una parte de la ciudad donde a uno como si fueran filas de sonrientes no había literalmente nada que ver salvo dependientas. Incluso en domingo, las farolas. Recorrí una interminable cuando ocultaba sus más floridos sucesión de calles… iluminadas como encantos y permanecía relativamente para una procesión y tan vacías como vacía de tráfico, la calle resplandecía una iglesia… y todo el mundo estaba por contraste con su sórdido vecindario, dormido, hasta que por fin me sobrevino como un fuego en un bosque; y con sus ese estado de ánimo en el que un hombre postigos recién pintados, sus bronces presta atención a cualquier ruido y bien pulidos, y la general limpieza y empieza a anhelar la presencia de un 2 policía. De pronto vi dos figuras: una de algún amigo o influencia, nos ellas era un hombrecillo que caminaba a encargaríamos de que los perdiera. Y buen paso en dirección hacia el este, y mientras arremetíamos contra él la otra, una niña de unos ocho o diez acaloradamente, todo el tiempo tuvimos años que bajaba por la bocacalle que mantener a distancia a las mujeres corriendo todo lo que podía. En fin, lo mejor que pudimos, ya que estaban señor, lógicamente ambas figuras se tan furiosas como arpías. Nunca he visto encontraron en la esquina; y entonces se un conjunto de rostros tan odiosos; y el produjo la parte horrible del asunto; hombre estaba en medio, con una pues el hombre pisoteó tranquilamente especie de perversa y socarrona el cuerpo de la niña y la dejó tendida en frialdad… asustado también, como pude el suelo chillando. Contado no parece percibir… pero salió airoso del asunto gran cosa, pero fue horrible verlo. No como un verdadero Satanás. parecía un hombre; más bien era como »—Si quieren sacar provecho de un maldito Juggernaut.[2] Lancé un grito, este accidente —dijo—, no puedo hacer [3] puse pies en polvorosa, cogí por el nada, por supuesto. Cualquier caballero cuello al caballero y lo volví a llevar a que se precie desea evitar una escena. donde ya se había reunido un verdadero Díganme la cantidad. grupo en torno a la niña que chillaba. »En fin, le apretamos las clavijas Estaba completamente tranquilo y no hasta sacarle cien libras para la familia opuso resistencia, pero me echó una de la niña; evidentemente él habría mirada tan desagradable que me hizo preferido no ceder; pero había algo en sudar tanto como la carrera que acababa todos nosotros que indicaba que de darme. La gente que se había podíamos causarle daño, y finalmente se congregado era la propia familia de la rindió. El paso siguiente era conseguir chica; y muy pronto apareció el médico el dinero; y ¿adónde cree usted que nos al que precisamente la habían enviado a llevó? Pues a la casa de la puerta… buscar. En realidad la niña no tenía nada sacó de repente una llave, entró, y grave sino que más bien estaba asustada, volvió en seguida con diez libras en según el matasanos; y con ello podrías monedas de oro y un cheque por el resto suponer que se acababa el asunto. Pero contra el banco de Coutts,[4] librado al se dio una curiosa circunstancia. Desde portador y firmado con un nombre que el primer momento yo le había tomado no puedo mencionar, aunque sea una de aversión a aquel caballero. Lo mismo le las gracias de mi relato, pero diré por lo había pasado a la familia de la niña, lo menos que era muy conocido y cual era perfectamente normal. Pero me frecuentemente mencionado en los sorprendió la reacción del médico. Era periódicos. La cifra era alta; pero la el típico galeno rutinario, sin edad ni firma, si era auténtica, valía más que color de tez concretos, con un fuerte todo eso. Me tomé la libertad de señalar acento de Edimburgo y casi tan emotivo al caballero que todo aquel asunto me como una gaita. En fin, señor, le pasó lo parecía apócrifo; y que en la vida real mismo que al resto de nosotros: cada no es normal que un hombre entre por la vez que miraba a mi prisionero, el puerta de un sótano a las cuatro de la matasanos palidecía y le entraban ganas mañana y salga con un cheque firmado de matarlo. Yo sabía lo que pasaba por por otro por un importe de casi cien su mente, lo mismo que él percibía lo libras. Pero él estaba muy tranquilo y que pasaba por la mía; y como no era desdeñoso. cuestión de matarlo hicimos lo mejor que podíamos hacer. Le dijimos al »—Tranquilícense —dijo—. Me hombre que podíamos y estábamos quedaré con ustedes hasta que abra el dispuestos a armar tal escándalo por banco y yo mismo haré efectivo el aquello que su nombre sería odiado de cheque. un extremo a otro de Londres. Si tenía »De modo que nos pusimos en 3 camino, el médico, el padre de la niña, me parece una cosa, menos preguntas nuestro amigo y yo mismo, y pasamos el hago. resto de la noche en mis habitaciones; y al día siguiente, cuando hubimos —Una norma muy buena, además — desayunado, fuimos todos juntos al dijo el abogado. banco. Yo mismo entregué el cheque y —Pero he examinado aquel lugar dije que tenía motivos para creer que se por mi cuenta —prosiguió Mr. Enfield trataba de una falsificación. Nada de —. No parece una casa ni mucho menos. eso. El cheque era auténtico. No hay ninguna otra puerta, y nadie entra —¡Tate! —dijo Mr. Utterson. ni sale por ella, salvo, de vez en cuando, —Veo que tú piensas lo mismo que el caballero de mi aventura. En el piso yo —dijo Mr. Enfield—. Sí, es una fea de arriba hay tres ventanas que dan al historia. Pues nuestro hombre era un patio; ninguna en el piso bajo; las individuo a quien nadie podía ver, un ventanas están siempre cerradas, pero hombre verdaderamente detestable; y la limpias. Y además hay una chimenea, persona que extendió el cheque era todo que por lo general echa humo; de modo un dechado del decoro, célebre además, que alguien debe de vivir allí. Sin y (lo que es peor) uno de esos tipos que embargo, no es posible asegurar eso, hacen lo que se suele llamar el bien. Se pues los edificios están tan juntos en trata de un chantaje, supongo; un hombre torno a ese patio que es difícil decir honrado que está pagando muy caro dónde termina uno y comienza otro. alguna travesura de su juventud. Por La pareja volvió a caminar un rato consiguiente, la Casa del Chantaje es en silencio; luego dijo Mr. Utterson: como yo llamo a aquel lugar de la —Enfield, esa norma tuya está muy puerta. Aunque eso, como sabes, está bien.— lejos de explicarlo todo —añadió; y tras Sí, eso creo —replicó Enfield. decir esas palabras se sumió en —Pero a pesar de todo —continuó profundas cavilaciones. el abogado—, hay una cosa que quiero Mr. Utterson le sacó de ellas al preguntarte: quiero preguntarte cómo se preguntarle de pronto: llama el hombre que pisoteó a la niña. —¿Sabes si el librador del cheque —En fin —dijo Mr. Enfield—, no vive allí? veo que eso le haga mal a nadie. Era un —Un sitio apropiado, ¿no te parece? hombre llamado Hyde. —replicó Mr. Enfield—. Pero da la —¡Hummm! —dijo Mr. Utterson—. casualidad de que me he fijado en su ¿Qué aspecto tiene ese hombre? dirección; vive en cierta plaza por aquí —No es fácil de describir. Algo le cerca. —¿Y nunca has preguntado por… pasa a su aspecto; algo desagradable, aquel lugar de la puerta? —dijo Mr. algo realmente detestable. Nunca vi a un Utterson. hombre que me desagradase tanto, y sin —No, señor. Me parecía poco embargo seguramente no sabría decir delicado —fue su respuesta—. Me por qué. Debe de estar desfigurado en resisto mucho a hacer preguntas; alguna parte; da la impresión de que es participa bastante del estilo del día del deforme, aunque no podría especificar Juicio Final. Plantear una pregunta es en qué sentido. Es un hombre de aspecto como lanzar una piedra. Se sienta uno extraordinario, y sin embargo no puedo tranquilamente en lo alto de una colina y mencionar realmente nada fuera de lo allá va la piedra, poniendo en marcha a común. No, señor; no sabría precisarlo; las demás; y en seguida algún tipo no puedo describir a ese hombre. Y no anodino (el último en el que uno habría es por falta de memoria, pues confieso pensado) recibe un golpe en la cabeza que es como si lo estuviera viendo ahora en su propio huerto, y la familia tiene mismo. que cambiar de nombre. No, señor, Mr. Utterson siguió caminando en tengo por norma que cuanto más dudosa silencio, obviamente bajo la influencia 4 de alguna cavilación. contenido. El testamento era ológrafo; —¿Estás seguro de que usó una pues, aunque se había hecho cargo de él llave? —preguntó por fin. una vez terminado, Mr. Utterson se —Mi querido señor… —empezó a había negado a prestar la menor ayuda decir Enfield, que no cabía en sí de la en su confección. El testamento sorpresa. estipulaba no sólo que, en caso de —Sí, lo sé —dijo Utterson—; sé que fallecimiento de Henry Jekyll, M. D., debe de parecer extraño. La verdad es D. C. L., L. L. D., F. R. S.,[5] etc., todas que, si no te pregunto el nombre del otro sus propiedades debían pasar a manos cómplice, es porque ya lo conozco. Ya de su «amigo y benefactor Edward ves, Richard, que tu relato ha dado en el Hyde», sino que en caso de blanco. Si has sido inexacto en algún «desaparición o ausencia inexplicada punto, más vale que lo corrijas. por un período que rebasara los tres —Creo que podrías habérmelo meses», el susodicho Edward Hyde advertido —replicó el otro, con una ocuparía el puesto de Henry Jekyll sin pizca de resentimiento—. Pero, como más demora, y libre de todo gravamen u dices, he sido exacto hasta la pedantería. obligación, aparte del pago de unas Aquel individuo tenía una llave; y lo que pequeñas sumas a los miembros de la es más, la tiene todavía. Le vi usarla no servidumbre del doctor. Aquel hace ni una semana. documento ofendía la vista del abogado Mr. Utterson suspiró profundamente, desde hacía mucho tiempo. Le ofendía pero no dijo ni una palabra; y en seguida no sólo como abogado sino como prosiguió el joven: partidario de los aspectos sensatos y —Otra vez aprenderé a callarme — habituales de la vida, para quien dijo—. Me avergüenza haberme ido de cualquier extravagancia era impúdica. la lengua. Hagamos un trato: nunca Hasta entonces había sido su volveremos a mencionar este asunto. desconocimiento de Mr. Hyde lo que —De todo corazón —dijo el acrecentaba su indignación; ahora, tras abogado—. Cerremos el trato con un un súbito cambio, era su conocimiento. apretón de manos, Richard. Si era ya bastante grave que el nombre no pudiera decirle nada más, fue peor En cuando empezó a revestirse de atributos busca detestables; y al rasgarse el cambiante y de frágil velo que durante tanto tiempo le Mr. había nublado la vista, surgió la Hyde repentina y precisa premonición de que Aquella noche Mr. Utterson volvió a era un malvado. su piso de soltero con el ánimo sombrío, —Pensé que era una locura —dijo, y se sentó a cenar sin apetito. Los mientras volvía a meter el odioso domingos tenía por costumbre, una vez documento en la caja fuerte—; y ahora finalizada esa comida, sentarse junto al empiezo a temer que sea una infamia. fuego con un aburrido volumen de A continuación apagó la vela, se teología en su atril, hasta que el reloj de puso un gabán y se encaminó en la iglesia cercana diera las doce, hora dirección a Cavendish Square, ese en que sensatamente y agradecido se iba baluarte de la medicina donde su amigo, a la cama. Aquella noche, sin embargo, el gran doctor Lanyon, tenía su casa y en cuanto quitaron la mesa, tomó una recibía a su abigarrada clientela. «Si vela y entró en su despacho. Allí abrió alguien sabe algo, será Lanyon», había su caja fuerte, extrajo de su rincón más pensado. secreto un documento en cuyo sobre El solemne mayordomo lo reconoció estaba anotado que se trataba del y le dio la bienvenida; no lo sometió a testamento del doctor Jekyll, y se sentó las interminables antesalas propias de con el ceño ensombrecido a examinar su las visitas ordinarias, sino que lo hizo 5 pasar directamente de la puerta al (excepto en materia de traspasos de comedor, donde el doctor Lanyon estaba bienes inmuebles), incluso añadió: sentado, tomando a solas su vino. Era un —¡No es nada más que eso! caballero cordial, saludable, atildado, Concedió a su amigo unos cuantos de faz rubicunda, con una melena segundos para que recobrase su prematuramente blanca y unos modales compostura, y luego abordó la pregunta impetuosos y resueltos. Al ver a Mr. que había venido a hacer. Utterson se levantó de su silla de un —¿Te has tropezado alguna vez con salto y le dio la bienvenida tendiéndole un protegido suyo… un tal Hyde? — ambas manos. La cordialidad habitual preguntó. de aquel hombre era algo teatral a —¿Hyde? —repitió Lanyon—. No. primera vista; pero se basaba en Nunca oí hablar de él. En toda mi vida. sentimientos sinceros. Pues ambos eran Esa fue toda la información que el viejos amigos, antiguos compañeros abogado se llevó consigo a la sombría tanto de colegio como de universidad, cama grande en la que se revolvió de un profundamente respetuosos de sí mismos lado para otro hasta que las primeras y el uno del otro y, lo que no siempre es horas de la mañana empezaron a lógico, ambos disfrutaban a conciencia alargarse. Fue una noche de poca de su mutua compañía. tranquilidad para su esforzada mente, Después de divagar un poco, el que, asediada por los interrogantes, se abogado pasó a ocuparse del asunto que afanaba en plena oscuridad. lo tenía preocupado de manera tan Las campanas de la iglesia que desagradable. estaba tan oportunamente próxima a la —Supongo, Lanyon —dijo—, que tú morada de Mr. Utterson dieron las doce, y yo debemos de ser los dos amigos más y él seguía dándole vueltas al problema. viejos que tiene Henry Jekyll. Hasta entonces sólo lo había afectado en —Ojalá fuesen más jóvenes esos el aspecto intelectual, pero ahora su amigos —dijo el doctor Lanyon, imaginación también estaba riéndose entre dientes—. Pero supongo comprometida, o más bien esclavizada; que así es. ¿Y a qué viene eso? Ahora lo y mientras estaba acostado y se revolvía veo poco. en la densa oscuridad de la noche que —¿De veras? —dijo Utterson—. envolvía la encortinada habitación, el Creía que teníais un vínculo de intereses relato de Mr. Enfield pasaba por su comunes. mente en una sucesión de imágenes —Lo teníamos —fue su respuesta—. luminosas. Pero hace ya más de diez años que Lo primero que percibía era la gran Henry Jekyll se volvió demasiado extensión de farolas de una ciudad en extravagante para mi gusto. Empezó a plena noche; luego, la figura de un descarriarse, a extraviársele la mente; y hombre que caminaba velozmente; aunque, por supuesto, sigo después, la de una niña que venía interesándome por él en recuerdo de los corriendo de casa del médico; y viejos tiempos, como suele decirse, lo finalmente se encontraban ambos, y veo y lo he visto la mar de poco. Tales aquel Juggernaut humano atropellaba a disparates tan poco científicos —añadió la niña y pasaba de largo, indiferente a el doctor, enrojeciendo de pronto— sus chillidos. O si no, divisaba una habrían enajenado la amistad de Damón habitación de una casa lujosa, donde su y Fintias.[6] amigo yacía dormido, soñando y Aquel pequeño arrebato de ira en sonriendo en sus sueños; y entonces se cierto modo fue un alivio para Mr. abría la puerta de aquella habitación, se Utterson. «Únicamente habrán apartaban las cortinas del lecho, el discrepado en algunas cuestiones durmiente se despertaba y, ¡hete aquí!, científicas», pensó; y no siendo un allí estaba, a su lado, una figura que hombre apasionado por la ciencia tenía ascendiente sobre él, e incluso a 6 altas horas de la noche tenía que Y al final su paciencia fue levantarse y cumplir sus órdenes. En recompensada. Era una magnífica noche ambas visiones, aquella figura sin lluvia, con escarcha; las calles atormentaba al abogado durante toda la estaban tan limpias como la pista de un noche; y si en algún momento éste salón de baile; las farolas, impertérritas echaba una cabezada, era sólo para ante cualquier tipo de viento, dibujaban verla deslizarse más furtivamente un estampado uniforme de luces y todavía en el interior de casas dormidas, sombras. A eso de las diez, cuando ya o moverse cada vez con mayor rapidez, habían cerrado las tiendas, la callejuela hasta marearlo, a través de los inmensos estaba muy solitaria y, a pesar de la laberintos de la ciudad iluminada por tenue reverberación de Londres a su farolas, y en cada esquina atropellaba a alrededor, muy silenciosa. Los sonidos una niña y la dejaba chillando. Y la débiles llegaban lejos; los ruidos figura todavía no tenía un rostro por el domésticos procedentes de las casas que pudiera reconocerla; ni siquiera en eran claramente audibles a ambos lados sus sueños tenía rostro, o si lo tenía le de la calzada; y cuando un viandante se desconcertaba y se desvanecía ante sus aproximaba, el rumor de sus pasos lo ojos. precedía mucho tiempo antes. Mr. Utterson llevaba algunos minutos en su Así fue como surgió y creció puesto cuando se apercibió de unos rápidamente en la mente del abogado extraños pasos ligeros que se una curiosidad particularmente intensa, aproximaban. En el transcurso de sus casi desmesurada, de contemplar las rondas nocturnas hacía tiempo que se facciones del auténtico Mr. Hyde. Si había acostumbrado al curioso efecto pudiera ponerle los ojos encima aunque con que las pisadas de una sola persona sólo fuera una vez, pensaba que el que todavía está muy lejos surgen de misterio se aclararía y quizás se pronto con nitidez del vasto murmullo y disiparía del todo, como suele suceder estrépito de la ciudad. Sin embargo, su con las cosas misteriosas cuando se atención nunca se había visto atraída tan examinan bien. Podía imaginarse un repentina y contundentemente; y con una motivo para la extraña preferencia o acusada y supersticiosa premonición de servidumbre (llámenlo como quieran) de éxito, se retiró a la entrada del patio. su amigo, e incluso para las Los pasos se acercaron cada vez sorprendentes cláusulas del testamento. más rápido y de pronto sonaron más Y al menos sería un rostro digno de fuerte cuando doblaron el final de la verse: el rostro de un hombre sin calle. Mirando hacia delante desde la entrañas y despiadado, un rostro que, entrada, el abogado pudo ver en seguida con sólo mostrarse, suscitaría en la el tipo de hombre al que tenía que mente del impasible Enfield un enfrentarse. Era de baja estatura e iba perdurable sentimiento de odio. vestido con sencillez; y su aspecto, A partir de aquel momento, Mr. incluso a aquella distancia, no Utterson empezó a rondar la puerta que predisponía mucho en su favor a quien daba a la callejuela de las tiendas. Por lo contemplase. Pero se dirigió la mañana antes de las horas de oficina, directamente a la puerta, cruzando la al mediodía cuando había mucho trabajo calzada para ahorrar tiempo, y según y el tiempo era escaso, por la noche venía, sacó una llave del bolsillo, como bajo la faz de la luna con la ciudad quien se acerca a su casa. envuelta en niebla, bajo cualquier luz y a Mr. Utterson salió a su encuentro y cualquier hora, solitaria o concurrida, se cuando pasó a su lado lo tocó en el podía encontrar al abogado apostado en hombro. el lugar elegido. —Me imagino que usted es Mr. «Si él es Mr. Hyde —había pensado Hyde, ¿no es cierto? —, yo seré Mr. Seek».[7] Mr. Hyde retrocedió y aspiró una 7 bocanada de aire, emitiendo un sonido —Jekyll, por ejemplo —dijo el sibilante. Pero su miedo fue sólo abogado. momentáneo; y aunque no miró a la cara —Él nunca le habló de mí —gritó al abogado, respondió con mucha calma: Mr. Hyde, en un arrebato de ira—. No —Así me llamo. ¿Qué quiere usted? pensé que usted fuera a mentirme. —Veo que va a entrar —replicó el —Vamos —dijo Mr. Utterson—, no abogado—. Soy un viejo amigo del está bien que hable así. doctor Jekyll… Mr. Utterson, que vive El otro emitió un sonoro gruñido que en Gaunt Street… usted debe de haber en seguida se convirtió en una feroz oído mencionar mi nombre. Y ya que lo risotada; y un instante después, con he encontrado tan oportunamente, pensé extraordinaria rapidez, había abierto la que tal vez me dejaría entrar. puerta y desapareció en el interior de la —No encontrará en casa al doctor casa. Después de que Mr. Hyde se Jekyll; ha salido —respondió Mr. Hyde, marchara, el abogado se quedó allí un metiendo de sopetón la llave. Y luego rato, semejando su rostro la viva imagen preguntó de pronto, sin levantar los ojos de la preocupación. Luego empezó a —: ¿Cómo me ha reconocido? remontar la calle lentamente, —¿Querría usted, por su parte — deteniéndose a cada paso y llevándose dijo Mr. Utterson—, hacerme un favor? la mano a la frente como si estuviera —Con mucho gusto —respondió el perplejo. El problema que estaba así otro—. ¿De qué se trata? deliberando mientras caminaba era de —¿Me permite ver su rostro? — esos que casi nunca se resuelven. Mr. preguntó el abogado. Hyde era pálido y de baja estatura; Mr. Hyde pareció titubear; luego, aunque no tenía ninguna malformación como si de pronto se lo hubiera pensado específica, daba la impresión de ser mejor, se encaró con él con aire deforme, tenía una sonrisa desagradable; desafiante; y los dos se miraron se había comportado con el abogado con fijamente el uno al otro durante unos una especie de criminal mezcla de pocos segundos. timidez y descaro homicida, y hablaba —Ahora podré reconocerlo la con una voz ronca, susurrante y un tanto próxima vez que nos veamos —dijo Mr. entrecortada… todos aquellos rasgos le Utterson—. Puede ser útil. eran desfavorables, pero ni siquiera —Sí —replicó Mr. Hyde—, está todos ellos juntos podían explicar la bien que nos hayamos encontrado; y à repugnancia, el asco y el miedo, hasta propos, aquí tiene mi dirección. entonces desconocidos, con que Mr. Y le dio el número de una calle del Utterson lo miraba. Soho. «Tiene que ser otra cosa», se decía «¡Madre mía!», pensó Mr. Utterson. el perplejo caballero. «Hay algo más, «¿Será posible que él también haya aunque no sé cómo llamarlo. ¡Que Dios estado pensando en el testamento?». me proteja, ese hombre apenas parece Pero dominó sus sentimientos y se humano! Podríamos decir que tiene algo limitó a gruñir agradeciéndole la de troglodita. ¿O tal vez se trate de la dirección. vieja historia del doctor Fell?[8] ¿O es la mera irradiación de un alma vil que de —Veamos —dijo el otro—, ¿cómo ese modo transpira por completo y me ha reconocido? transfigura su envoltorio de barro? Creo —Por la descripción —fue su que más bien es esto último; ya que, ¡oh respuesta. mi bueno de Harry Jekyll!, si alguna vez —¿La descripción de quién? he visto grabada en un rostro la firma de —Tenemos amigos comunes —dijo Satanás, ha sido en el de tu nuevo Mr. Utterson. amigo». —¡Amigos comunes! —repitió Mr. A la vuelta de la esquina de la Hyde, con la voz un tanto ronca. callejuela había una manzana de casas 8 antiguas y elegantes, deterioradas en su el doctor Jekyll no está en casa? mayoría y alquiladas por pisos y —Completamente normal, Mr. despachos a gente de cualquier clase y Utterson —respondió el sirviente—. condición: grabadores de mapas, Mr. Hyde tiene una llave. arquitectos, turbios abogados, y —Poole, su señor parece depositar apoderados de empresas dudosas. Una mucha confianza en ese joven — casa, sin embargo, la segunda a partir de prosiguió el otro, pensativo. la esquina, estaba todavía habitada en su —Sí, señor, en efecto —dijo Poole totalidad; y Mr. Utterson se detuvo —. Todos nosotros tenemos órdenes de frente a su puerta, que tenía un magnífico obedecerlo. aspecto de riqueza y bienestar, aunque —No recuerdo haberme tropezado ahora estuviera sumida en la oscuridad a nunca con Mr. Hyde —dijo Utterson. excepción del tragaluz, y llamó. Un —¡Dios mío!, claro que no, señor. anciano sirviente bien vestido abrió la Él nunca cena aquí —respondió el puerta. mayordomo—. La verdad es que le —Poole, ¿está en casa el doctor vemos muy poco por esta parte de la Jekyll? —preguntó el abogado. casa; casi siempre entra y sale por el —Voy a ver, Mr. Utterson —dijo laboratorio. Poole, dejando entrar al visitante —En fin, buenas noches, Poole. mientras hablaba en una amplia y —Buenas noches, Mr. Utterson. confortable sala de techo bajo, Y el abogado se puso en camino pavimentada con baldosas, caldeada (al hacia su casa con el corazón bastante estilo de las casas de campo) mediante oprimido, pensó, «me temo que esté con una chimenea y amueblada con costosos el agua al cuello. Era muy disoluto de bargueños de roble. joven; de eso hace ya mucho tiempo, por —Señor, ¿quiere esperar aquí, junto cierto; pero la ley de Dios no establece al fuego? ¿O le enciendo una lámpara en ninguna limitación. ¡Ah!, debe de ser el comedor? eso; el fantasma de algún viejo pecado, —Aquí, gracias —dijo el abogado; el cáncer de alguna ignominia oculta; el y acercándose a la chimenea, se apoyó castigo que llega, pede claudo,[9] años en el elevado guardafuegos. después de que la memoria haya Aquella sala, en la que ahora se olvidado, y el amor propio perdonado, había quedado solo, era el antojo la falta». Y el abogado, intimidado por favorito de su amigo el doctor; y el aquel pensamiento, dio vueltas durante propio Utterson solía referirse a ella un rato a su propio pasado, buscando a como la estancia más agradable de tientas en todos los recovecos de su Londres. Pero aquella noche un memoria, no fuera que por casualidad estremecimiento le corría por las venas; saltara como un resorte alguna antigua el rostro de Hyde no se apartaba de su iniquidad y saliera a la luz. Su pasado memoria; sentía náuseas y repugnancia era bastante irreprochable; pocos por la vida (lo cual era raro en él); y su hombres podían consultar los anales de lúgubre ánimo parecía intuir una su vida con menos recelo; sin embargo amenaza en los vacilantes reflejos de la se sentía profundamente humillado por lumbre sobre los pulidos bargueños y en las muchas malas acciones que había los inquietantes juegos de sombras en el cometido, y exaltado de nuevo hasta una techo. Se sintió avergonzado de su sobria y temerosa gratitud por las otras alivio cuando en seguida volvió Poole muchas que había estado a punto de para anunciarle que el doctor Jekyll se cometer y había evitado. Y entonces, había marchado. volviendo al tema anterior, concibió una pizca de esperanza. «Este Mr. Hyde, si —He visto entrar a Mr. Hyde por la se le estudiara», pensó, «debe de tener puerta de la vieja sala de disección —le sus propios secretos: tremendos dijo Utterson—. ¿Es eso normal cuando secretos, a juzgar por su aspecto; 9 secretos comparados con los cuales los que profesaba a Mr. Utterson un sincero peores del pobre de Jekyll serían como y cálido afecto. un rayo de sol. Las cosas no pueden —Estaba deseando hablar contigo, continuar como están. Me dan Jekyll —empezó a decir este último—. escalofríos al pensar en aquel ser Acerca de tu testamento. acercándose sigilosamente como un Un observador atento podría haberse ladrón a la cabecera de Harry; pobre dado cuenta de que el tema no resultaba Harry, ¡menudo despertar! ¡Y qué nada grato; mas el doctor, como si tal peligro! Pues si el tal Hyde sospecha la cosa, salió airoso de la situación. existencia del testamento, puede —Mi buen Utterson —dijo—, has impacientarse por heredar. ¡Ah!, debo sido poco afortunado con un cliente arrimar el hombro… si es que Jekyll me como yo. Nunca he visto a un hombre tan lo permite…», añadió, «Jekyll me lo angustiado como tú por mi testamento; permite». Pues una vez más desfilaron como no sea ese pedante chapado a la por su imaginación, tan nítidas como una antigua de Lanyon ante lo que llamó mis transparencia, las cláusulas del herejías científicas. ¡Ah!, ya sé que es un testamento. buen tipo… no hace falta que frunzas el El ceño… un tipo estupendo, siempre tengo doctor el propósito de verlo más; pero a pesar Jekyll de todo eso, un pedante chapado a la se antigua; un ignorante y descarado encontraba pedante. Ningún hombre me ha completamente decepcionado tanto como Lanyon. a —Ya sabes que yo nunca lo he gusto aprobado —prosiguió Utterson Dos semanas después, por una feliz implacablemente, haciendo caso omiso casualidad, el doctor Jekyll dio una de del nuevo asunto. sus gratas cenas a cinco o seis viejos —¿Te refieres a mi testamento? Sí, compinches, todos ellos hombres desde luego, ya lo sé —dijo el doctor, inteligentes y estimables, y entendidos con cierta acritud—. Ya me lo has dicho. en buen vino; y Mr. Utterson se las —Pues bien, te lo vuelvo a decir — ingenió para quedarse después de que continuó el abogado—. Me he enterado los demás se hubieran marchado. de algo relacionado con el joven Hyde. Aquello no era nada nuevo, sino que El rostro ancho y hermoso del doctor había acontecido montones de veces. Jekyll palideció intensamente y algo Cuando alguien apreciaba a Utterson, su tenebroso afloró en su mirada. aprecio era completo. A los anfitriones —No me apetece oír nada más — les encantaba retener al mordaz abogado dijo—. Creía que habíamos acordado cuando los despreocupados y los sueltos dejar de lado este asunto. de lengua tenían ya el pie en el umbral; —Lo que oí era abominable —dijo les gustaba sentarse un rato en su Utterson. discreta compañía, ejercitándose para la —Eso no cambia nada. No soledad, serenando sus mentes con el comprendes mi posición —contestó el generoso silencio de aquel hombre, doctor, de un modo algo incoherente—. después del dispendio y las tensiones de Me encuentro en un trance difícil, la diversión. El doctor Jekyll no era una Utterson; mi situación es muy extraña… excepción a esta regla; y ahora, mientras muy extraña. Es uno de esos asuntos que permanecía sentado al lado opuesto del no se pueden arreglar hablando. fuego… un hombre de unos cincuenta —Jekyll —dijo Utterson—, ya me años, corpulento, fuerte, bien afeitado, conoces: soy un hombre en el que se con aspecto un tanto malicioso tal vez, puede confiar. Confiésamelo en pero inequívocamente competente y confianza, y te aseguro que podré amable… podía verse por sus miradas librarte de ello. 10 —Mi buen Utterson —dijo el doctor Casi un año después, en el mes de —, eres muy amable, realmente muy octubre del año 18…, un crimen de amable, y no encuentro palabras para singular ferocidad sobresaltó a todo agradecértelo. Te creo plenamente; Londres y alcanzó gran notoriedad por confiaría en ti antes que en cualquier la elevada posición de la víctima. Los otro hombre, sí, antes que en mí mismo, detalles eran escasos y sorprendentes. si pudiera elegir; pero realmente no es Una criada que vivía sola en una casa no lo que tú te imaginas; no es tan grave lejos del río había subido a acostarse a como todo eso. Y sólo para tranquilizar eso de las once. Aunque la niebla a tu buen corazón, te diré una cosa: en el envolvió la ciudad a últimas horas de la momento que quiera, puedo librarme de tarde, la primera parte de la noche Mr. Hyde. Te doy mi palabra respecto a estuvo despejada, y el callejón al que eso, y te lo agradezco una y otra vez; y daba la ventana de la criada estaba sólo añadiré unas pocas palabras que intensamente iluminado por la luna estoy seguro, Utterson, que no tomarás a llena. Al parecer, ella era muy dada al mal: se trata de un asunto privado, y te romanticismo, pues se sentó sobre su ruego que lo dejes estar. arcón, que estaba justo debajo de la ventana, y se sumió en ensoñaciones Utterson reflexionó un poco, contemplativas. Nunca (solía decir ella, mirando al fuego. hecha un mar de lágrimas, cuando —No me cabe la menor duda de que narraba la experiencia), nunca se había tienes toda la razón —dijo por fin, sentido más en paz con todos los poniéndose en pie. hombres ni había apreciado más el —Pues bien, ya que hemos tocado mundo. este asunto, y espero que por última vez Y mientras permanecía así, advirtió —prosiguió el doctor—, hay un punto la presencia de un anciano y guapo que me gustaría que entendieras. La caballero de pelo cano, que se acercaba verdad es que el pobre Hyde me interesa por el callejón; y que otro caballero de mucho. Ya sé que lo has visto; él me lo muy corta estatura, al que al principio contó; y me temo que fue descortés prestó menos atención, se dirigía hacia contigo. Pero sinceramente tengo un gran él. Cuando se encontraron frente a frente interés, grandísimo, por ese joven; y si (justo ante los ojos de la criada), el desaparezco, Utterson, deseo que me anciano se inclinó y abordó al otro con prometas que tendrás paciencia con él y unos modales bastante corteses. El tema harás valer sus derechos. Creo que lo de su conversación no parecía ser de harías, si lo supieras todo; y me gran importancia; en efecto, a juzgar por quitarías un peso de encima si me lo sus indicaciones, a veces parecía que prometieras. sólo le estaba preguntando alguna —No puedo pretender que llegue a dirección; pero la luna iluminó su rostro gustarme —dijo el abogado. mientras hablaba, y la chica se alegró de —No te pido eso —imploró Jekyll, verlo, tan inocente y anticuada poniendo su mano en el brazo del otro disposición a la bondad parecía irradiar, —; sólo pido justicia; sólo te pido que aunque también cierta altanería que le ayudes por mí, cuando yo ya no esté parecía proceder de un bien fundado aquí. Utterson dejó escapar un suspiro amor propio. La chica observó en incontenible. seguida al otro, y le sorprendió —Está bien —dijo—, lo prometo. reconocer en él a un tal Mr. Hyde, que El una vez había visitado a su amo, y al caso cual ella había cogido antipatía. Llevaba del en la mano un pesado bastón, con el cual asesinato jugueteaba; pero no respondía ni una de sola palabra, y parecía escuchar con Carew impaciencia mal contenida. Y entonces, 11 estalló de pronto en un arrebato de ira, agente de policía—, ¿será posible? golpeó el suelo con los pies blandiendo Y un instante después se le el bastón, y se comportó (según lo iluminaron los ojos de ambición describió la criada) como un loco. El profesional. anciano caballero retrocedió un paso, —Esto dará mucho que hablar — bastante sorprendido y un poco dolido; y dijo—. Tal vez pueda usted ayudarnos a sin más, Mr. Hyde perdió los estribos y encontrar a ese hombre. lo derribó al suelo a garrotazos. Y un Y contó sucintamente lo que la momento después, empezó a pisotear a criada había visto, y mostró el bastón su víctima con furia simiesca, y le roto.Mr. Utterson había temblado al oír descargó una andanada de golpes, bajo mencionar a Mr. Hyde; pero cuando le los cuales se oyeron crujir sus huesos, pusieron delante el bastón, ya no le cupo mientras su cuerpo rebotaba sobre la la menor duda: aunque estaba partido y calzada. Horrorizada por lo que estaba destrozado, lo reconoció como el que él viendo y oyendo, la criada se desmayó. mismo había regalado a Henry Jekyll Eran las dos cuando la chica volvió varios años antes. en sí y llamó a la policía. El asesino se —¿El tal Mr. Hyde es una persona había ido hacía tiempo; pero su víctima de corta estatura? —inquirió. yacía allí en medio del callejón, —Bastante bajo y de aspecto increíblemente destrozada. El bastón particularmente malvado, según afirma con que se había llevado a cabo aquella la criada —dijo el agente de policía. acción, aunque era de cierta madera Mr. Utterson reflexionó; y luego, poco común, muy dura y pesada, se alzando la cabeza, dijo: había partido por la mitad bajo el —Si se viene conmigo en el coche ímpetu de aquella crueldad insensata; y que he alquilado —dijo—, creo que una de sus mitades astilladas había podré llevarlo a su casa. rodado hasta la alcantarilla más Para entonces serían ya las nueve de próxima… la otra, sin duda, se la había la mañana, y habían hecho su aparición llevado el asesino. Encima de la víctima las primeras nieblas de la temporada. se encontró un monedero y un reloj de Un gran velo de color chocolate oro, pero ninguna tarjeta o documento, a encapotaba el cielo, pero el viento no excepción de un sobre cerrado y dejaba de soplar, dispersando aquellos sellado, que probablemente iba a echar acuciantes vapores; de modo que, al correo, y que llevaba el nombre y la mientras el coche de alquiler circulaba dirección de Mr. Utterson. lentamente de calle en calle, Mr. A la mañana siguiente dicho sobre Utterson contempló una portentosa fue entregado al abogado antes de que se cantidad de grados y matices de hubiese levantado; y en cuanto lo hubo penumbra: aquí, oscuro como la noche visto y le contaron las circunstancias, cerrada; allí, un resplandor de un color soltó una solemne insolencia. marrón subido, chillón, como —No diré nada hasta haber visto el procedente de un extraño incendio; y por cadáver —dijo—; esto puede ser muy un momento la niebla se dispersaba por serio. Tenga la amabilidad de esperar completo, y entre sus arremolinadas mientras me visto. volutas asomaba un macilento rayo de luz diurna. Visto bajo aquellos destellos Y con igual semblante serio se cambiantes, el deprimente barrio del apresuró a desayunar y se dirigió en Soho, con sus calles embarradas, sus coche a la comisaría de policía, adonde desaseados transeúntes y sus farolas, habían llevado el cadáver. Nada más que no habían sido apagadas o las entrar en la celda, asintió con la cabeza. habían vuelto a encender para combatir —Sí —dijo—, lo reconozco. Siento aquella nueva y lúgubre invasión de la decir que se trata de sir Danvers Carew. oscuridad, le parecía al abogado que —¡Madre mía, señor! —exclamó el formaba parte de alguna ciudad de 12 pesadilla. Además, sus pensamientos —No parece un personaje muy eran de lo más pesimista; y cuando echó popular —observó el último—. Y ahora, una ojeada a su acompañante en aquel buena mujer, permita que este caballero trayecto, tuvo conciencia de ese amago y yo echemos un vistazo. de terror a la ley y a sus representantes De la totalidad de la casa, que, salvo que puede asaltar a veces incluso a los por la anciana, permanecía inhabitada, más honrados. Mr. Hyde sólo utilizaba un par de Cuando el coche de alquiler se paró habitaciones; pero éstas estaban delante de la dirección indicada, la amuebladas con lujo y buen gusto. Había niebla se levantó un poco y le mostró una despensa llena de vinos; la vajilla una sórdida calle, una taberna, una era de plata, la mantelería fina; un humilde casa de comidas francesa, una valioso cuadro colgaba de la pared, tienda de venta al por menor de revistas regalo (suponía Utterson) de Henry sensacionalistas a un penique y lechugas Jekyll, que era todo un experto; y las a dos peniques, muchos niños alfombras eran de pelo largo y de harapientos apiñados en los portales, y agradables colores. En aquel momento, diversas mujeres de diferentes sin embargo, las habitaciones tenían nacionalidades que salían, llave en todo el aspecto de haber sido mano, a tomar un trago matutino; y un registradas recientemente y con instante después la niebla, de color precipitación: había ropa tirada por el pardo oscuro como la tierra de sombra, suelo con los bolsillos vueltos, los se instaló de nuevo en aquel lugar y lo cajones con cerradura estaban abiertos y aisló de aquel ambiente canallesco. en la chimenea había un montón de Aquél era el hogar del protegido de cenizas grises, como si se hubieran Henry Jekyll; de un hombre que iba a quemado muchos papeles. De entre heredar un cuarto de millón de libras aquellos rescoldos el inspector esterlinas. desenterró el extremo de un talonario de Una anciana de rostro marfileño y cheques verde, que había resistido la cabello plateado abrió la puerta. Tenía acción del fuego; la otra mitad del un semblante depravado, suavizado por bastón fue encontrada detrás de la la hipocresía; pero sus modales eran puerta; y, como aquello confirmaba sus excelentes. Sí, les dijo, aquella era la sospechas, el policía declaró estar casa de Mr. Hyde, pero él no estaba; encantado. Una visita al banco, donde se aquella noche había vuelto muy tarde comprobó que el asesino tenía un saldo pero se había marchado de nuevo hacía positivo de varios miles de libras, menos de una hora: no era nada extraño, colmó su satisfacción. sus hábitos eran muy irregulares y se —Puede estar seguro, señor —le ausentaba a menudo; por ejemplo, ayer dijo a Utterson—, de que lo tengo en mis hizo casi dos meses que no lo había manos. Debe de haber perdido la visto. cabeza, pues de otro modo jamás habría —Muy bien, entonces, queremos ver abandonado el bastón ni, menos aún, su piso —dijo el abogado; y cuando la quemado el talonario de cheques. Pues mujer empezó a decir que era imposible, el dinero es vital para ese hombre. Lo añadió—: Será mejor que le diga a único que tenemos que hacer es usted quién es esta persona que me esperarlo en el banco y distribuir acompaña. Es el inspector Newcomen, octavillas con su filiación. de Scotland Yard. Esto último, sin embargo, no era tan Un detestable destello de júbilo fácil de llevar a cabo, ya que Mr. Hyde cruzó el rostro de la mujer. contaba con pocos amigos íntimos: —¡Ah! —dijo—, ¡tiene problemas! incluso el patrón de la sirvienta sólo lo ¿Qué ha hecho? había visto un par de veces; no se pudo Mr. Utterson y el inspector localizar a su familia por ninguna parte; intercambiaron miradas. nunca lo habían fotografiado; y los 13 pocos que podían ofrecer una repisa, pues la espesa niebla empezaba descripción suya disentían a extenderse incluso en el interior de las completamente, como suele ocurrir con casas, y allí, cerca del fuego, estaba los observadores normales. Sólo sentado el doctor Jekyll, dando la estaban de acuerdo en un punto: la impresión de encontrarse muy enfermo. obsesiva y tácita sensación de No se levantó para recibir a su visitante, deformidad con que impresionaba a sino que le tendió una mano helada y le todos aquellos que lo contemplaban. dio la bienvenida con voz demudada. El incidente —Y bien —dijo Utterson, en cuanto de la Poole se hubo marchado—, ¿te has carta enterado de las noticias? La tarde estaba ya muy avanzada El doctor se estremeció. cuando Mr. Utterson consiguió llegar a —Las estaban pregonando en la la puerta del doctor Jekyll, donde fue plaza —dijo—. Las oí en mi comedor. admitido inmediatamente por Poole y —Escucha —dijo el abogado—, conducido, a través de las dependencias Carew era cliente mío, pero también lo de la cocina y de un patio que antes eres tú; y quiero saber lo que estoy había sido un jardín, al edificio haciendo. ¿No estarás cometiendo una conocido indistintamente como locura al ocultar a ese individuo? laboratorio o sala de disección. El —Utterson, lo juro por Dios — doctor había comprado la casa a los exclamó el doctor—. Juro por Dios que herederos de un famoso cirujano; y, nunca le volveré a poner los ojos como le gustaba más la química que la encima. Te doy mi palabra de honor de anatomía, había cambiado el destino del que he acabado con él para siempre. bloque que había al fondo del jardín. Todo ha terminado. En realidad, él no Era la primera vez que el abogado necesita mi ayuda; tú no lo conoces era recibido en aquella parte de la como yo; está a salvo, completamente a residencia de su amigo, por lo que salvo; fíjate en lo que te digo: nunca más observó con curiosidad la sórdida se volverá a oír hablar de él. construcción sin ventanas y miró a su El abogado lo escuchaba con alrededor con una desagradable melancolía; no le gustaba la febril sensación de extrañeza; aquel escenario, actitud de su amigo. hace tiempo atestado de estudiantes —Pareces estar muy seguro de él — entusiasmados y ahora desolado y dijo—; y espero, por tu bien, que tengas solitario, las mesas cargadas de razón. Si se llegase a celebrar un juicio, aparatos de química, el suelo cubierto tu nombre podría salir a la luz. de cajones y sembrado de paja para —Estoy completamente seguro de él embalajes, apenas iluminado por una luz —replicó Jekyll—; los motivos que tenue que se filtraba a través de la tengo para esa certeza no los puedo velada cúpula. Al otro extremo, un compartir con nadie. Pero hay una cosa tramo de escaleras subía hasta una sobre la que puedes aconsejarme. He… puerta cubierta de tapete verde; y al recibido una carta; y no sé si debería atravesarla, Mr. Utterson fue mostrársela a la policía. Me gustaría introducido finalmente en el gabinete del dejarla en tus manos, Utterson; tú sabrás doctor. Era una habitación amplia, juzgar prudentemente, estoy seguro. rodeada de vitrinas, amueblada, entre Confío en ti plenamente. otras cosas, con un espejo de cuerpo —¿Temes, pues, que eso podría entero y una mesa de despacho, y conducir a su localización? —preguntó provista de tres ventanas polvorientas el abogado. con barrotes de hierro que daban al —No —dijo el otro—. No puedo patio. En la chimenea ardía un fuego, y decir que me importe lo que le pase a había una lámpara encendida sobre la Hyde; he terminado por completo con él. 14 Estaba pensando en mi propia —A propósito —dijo—, hoy han reputación, que con este odioso asunto entregado en mano una carta: ¿qué ha quedado bastante expuesta. aspecto tenía el mensajero? Utterson caviló durante un rato; le Pero Poole afirmó categóricamente sorprendía el egoísmo de su amigo, y sin que no había llegado nada salvo el embargo le aliviaba. correo. —Pues bien —dijo por fin—, —Y eran sólo circulares —añadió. déjame ver la carta. Aquellas noticias reavivaron los La carta estaba escrita con letra temores del visitante. Evidentemente la pequeña y picuda, y firmada; e indicaba, carta había llegado a través de la puerta muy brevemente, que el benefactor del del laboratorio; de hecho, posiblemente remitente, el doctor Jekyll, a quien había sido escrita en el gabinete del durante tanto tiempo había pagado tan doctor; y si fue así, debía ser juzgada de indignamente sus muchas generosidades, otro modo, y tratada con más cautela. no tenía que preocuparse por su Cuando iba por la calle, los repartidores seguridad, pues disponía de medios para de periódicos gritaban por las aceras escapar, en los que confiaba plenamente. hasta enronquecer. Al abogado le gustó bastante aquella Era la oración fúnebre de un amigo y carta: presentaba la intimidad entre cliente; y no pudo evitar un cierto temor Jekyll y Hyde con colores más a que el buen nombre de otro se viera favorables de lo que él se había arrastrado por el torbellino del imaginado; y se censuró a sí mismo por escándalo. La decisión que tenía que algunas de sus anteriores sospechas. tomar era, por lo menos, delicada; y, —¿Tienes el sobre? —preguntó. aunque solía ser muy independiente, —Lo quemé —respondió Jekyll— empezó a abrigar el deseo de pedir sin pensar en lo que hacía. Pero no consejo a otros. No podía obtenerlo llevaba ningún matasellos. La misiva fue directamente; pero quizás, pensó, podría entregada en mano. rebuscar un poco. —¿Permites que me quede con ella y Inmediatamente después, se sentó a consulte con la almohada? —preguntó un lado de su propia chimenea, con Mr. Utterson. Guest, su principal pasante, al otro —Quisiera que me dieras tu opinión extremo, y a mitad de camino entre —fue la respuesta—. He perdido la ambos, a una distancia del fuego confianza en mí mismo. calculada con precisión, una botella de —Bien, lo pensaré —respondió el un especial vino añejo que durante abogado—. Y ahora una cosa más: ¿fue mucho tiempo había estado depositada Hyde quien dictó los términos de tu en los sótanos de su casa, protegida del testamento relacionados con tu sol. Todavía suspendida al vuelo, la desaparición? niebla cubría la ciudad, y las farolas El doctor pareció que iba a brillaban tenuemente como carbúnculos; desmayarse; mantuvo la boca bien y abriéndose paso entre aquellas nubes cerrada y asintió con la cabeza. perdidas que lo envolvían todo, el —Lo sabía —dijo Utterson—. Tenía desfile de la vida ciudadana seguía intención de asesinarte. De buena te has llegando a raudales a través de las librado. grandes arterias con el estruendo de un —He conseguido algo más que todo fuerte vendaval. Pero la lumbre alegraba eso —repuso el doctor solemnemente—: la habitación. Los ácidos hacía mucho he recibido una lección… ¡Dios mío, y tiempo que se habían disipado en la qué lección, Utterson! botella; el majestuoso tinte se había Y por un momento se cubrió el suavizado con el paso del tiempo, al rostro con las manos. igual que se difuminan los colores en las Cuando salía, el abogado se detuvo vidrieras; y el arrebol de las cálidas y cruzó unas palabras con Poole. tardes de otoño en los viñedos de las 15 laderas estaba a punto de aflorar y de cenar. ¿Por qué? ¿Quiere verla? dispersar las nieblas de Londres. —Sólo un momento. Gracias, señor Imperceptiblemente, el abogado se —y el pasante puso las dos hojas de fue ablandando. Con ningún otro hombre papel, una al lado de la otra, y comparó tenía menos secretos que con Mr. Guest; diligentemente sus contenidos—. y no siempre estaba seguro de que Gracias, señor —dijo por fin, fueran tantos como él quisiera. Guest devolviéndole ambas—; es un autógrafo había visitado a menudo la casa del muy interesante. doctor por asuntos profesionales; Hubo una pausa, durante la cual Mr. conocía a Poole, y era poco probable Utterson se debatió consigo mismo. que no hubiese oído hablar de la —¿Por qué la ha comparado, Guest? familiaridad con que Mr. Hyde entraba y —preguntó de pronto. salía de la casa; podría sacar —Verá usted, señor —respondió el conclusiones: ¿no era conveniente, pues, empleado—, existe un parecido bastante que viese una carta que explicaba aquel singular; los dos tipos de escritura son misterio? Y sobre todo, dado que Guest idénticos en muchos aspectos: sólo era un gran estudioso y perito en difieren en la inclinación de la letra. escritura a mano, ¿consideraría que —¡Qué raro! —dijo Utterson. aquel paso era lógico y —Sí, como usted dice, es bastante condescendiente? El empleado además raro —respondió Guest. era asesor jurídico; sería raro que leyera —Yo no hablaría de esta misiva, un documento tan extraño sin hacer ¿sabe? —dijo el abogado. alguna observación; y mediante aquella —Claro que no, señor —contestó el observación Mr. Utterson podría pasante—. Lo comprendo. determinar su rumbo futuro. Pero en cuanto Mr. Utterson se —Ese asunto relacionado con sir quedó solo aquella noche, guardó la Danvers es bastante lamentable —le misiva en su caja fuerte, donde desde dijo. —Sí, señor, en efecto. Ha entonces ha estado depositada. provocado a buena parte de la opinión «¡Cómo!», pensó. «¡Henry Jekyll pública —repuso Guest—. Ese hombre, falsifica una firma para proteger a un por supuesto, estaba loco. asesino!». —Me gustaría saber qué opina usted Y la sangre se le heló en las venas. sobre esto —replicó Utterson—. Tengo El aquí un documento de su puño y letra; extraordinario debe quedar entre nosotros, pues no sé incidente muy bien qué hacer con él; cuando del menos es un feo asunto. Pero ahí está; es doctor típico de él: el autógrafo de un asesino. Lanyon Los ojos de Guest se iluminaron e Pasó el tiempo; se ofrecieron miles inmediatamente se sentó y lo examinó de libras de recompensa, pues la muerte con pasión. de sir Danvers fue tomada como una —No, señor —dijo—; no está loco; ofensa pública; pero Mr. Hyde había pero la letra es muy extraña. desaparecido sin que la policía diera —Y al decir de todos, él es tan con él, como si nunca hubiese existido. extraño como su forma de escribir — Se desenterró gran parte de su pasado, añadió el abogado. en efecto, y era bastante lamentable: se En aquel preciso momento entró el contaban historias acerca de la crueldad criado con una misiva. de aquel hombre, tan insensible y —¿Es del doctor Jekyll, señor? — violento al mismo tiempo, de su infame inquirió el pasante—. Creo reconocer la vida, de sus extrañas compañías, del letra. ¿Es realmente privada, Mr. odio que parecía haber rodeado a sus Utterson? andanzas; pero de su actual paradero, ni —No es más que una invitación a el menor indicio. Desde que había 16 abandonado su casa en el Soho la de una rápida decadencia física no mañana del crimen, sencillamente se llamaron tanto la atención del abogado había esfumado; y poco a poco, según como la expresión de su mirada y su pasaba el tiempo, Mr. Utterson empezó actitud, que parecían revelar un pánico a recuperarse de su acuciante inquietud profundamente arraigado en su mente. y estaba cada vez más en paz consigo Era poco probable que el doctor temiese mismo. A su modo de ver, la muerte de a la muerte; y sin embargo, era eso lo sir Danvers estaba más que compensada que Utterson estuvo tentado de con la desaparición de Mr. Hyde. sospechar. Suprimida ya aquella influencia nefasta, «Sí», pensó; «él es médico, debe de una nueva vida comenzaba para el conocer su propio estado y saber que doctor Jekyll. Salió de su aislamiento, sus días están contados; y ese reanudó sus relaciones con los amigos, y conocimiento le resulta insoportable». se convirtió una vez más en el consabido Y sin embargo, cuando Utterson invitado y anfitrión; y aunque siempre comentó su mal aspecto, Lanyon declaró había sido conocido por su caridad, con gran firmeza que estaba condenado a ahora se distinguía no menos por su muerte. religiosidad. Estaba ocupado, pasaba —He sufrido una conmoción —dijo mucho tiempo al aire libre, hacía el —, y jamás me recobraré. Es cuestión bien; su rostro parecía más sincero y de semanas. En fin, la vida ha sido luminoso, como si por dentro fuera agradable; me ha gustado; sí, señor, consciente de estar a disposición de los solía gustarme. A veces pienso que si demás; y durante más de dos meses, el supiéramos todo lo que puede doctor vivió en paz. depararnos, nos alegraríamos más al El día 8 de enero Utterson había abandonarla. cenado en casa del doctor con un pequeño grupo de invitados, entre ellos —Jekyll también está enfermo — Lanyon; y el anfitrión había mirado a observó Utterson—. ¿Lo has visto? uno y a otro como en los viejos tiempos, Pero la expresión del rostro de cuando formaban un trío de amigos Lanyon cambió a la vez que alzaba una inseparables. El día 12, y de nuevo el mano temblorosa. 14, el abogado se encontró con la puerta —No quiero volver a ver al doctor cerrada. Jekyll ni oír una sola palabra más sobre —El doctor está confinado en casa él —dijo, en voz alta, entrecortada—. —le dijo Poole—, y no recibe a nadie. He terminado completamente con esa El día 15 lo intentó de nuevo, y persona; y te ruego que me ahorres volvió a ser rechazado; y dado que cualquier alusión a alguien a quien durante los dos últimos meses se había considero muerto. acostumbrado a ver a su amigo casi a —¡Tate! —dijo Mr. Utterson; y diario, aquel retorno a la soledad pesó luego, tras una considerable pausa, en su ánimo. La quinta noche recibió en preguntó—: ¿Puedo hacer algo? Los tres casa a Guest para cenar con él; y la somos viejos amigos, Lanyon; no sexta se fue a ver al doctor Lanyon. viviremos lo suficiente para hacer otros Allí al menos no le negaron la nuevos. entrada; pero una vez dentro, le —Nada puede hacerse —respondió sorprendió el cambio que había Lanyon—; pregúntale a él. experimentado el aspecto del doctor. —No quiere verme —dijo el Llevaba escrito en su rostro de manera abogado. legible que estaba condenado a muerte. —Eso no me sorprende —fue la Aquel hombre de tez sonrosada estaba respuesta—. Algún día, Utterson, mucho más pálido; había adelgazado; después de que me haya muerto, tal vez visiblemente estaba más viejo y más llegues a enterarte de los pormenores de calvo; y sin embargo, aquellas muestras todo este asunto. Yo no puedo 17 contártelos. Y mientras tanto, si puedes afectado de forma lamentable, Utterson quedarte para hablar conmigo de otras se encerró con llave en su despacho y, cosas, por el amor de Dios, hazlo; pero allí sentado a la melancólica luz de una si no puedes evitar ese maldito asunto, vela, sacó y puso ante sí un sobre entonces vete, en el nombre de Dios, manuscrito y lacrado con el sello de su pues yo no puedo soportarlo. difunto amigo. En cuanto llegó a su casa, Utterson «Privado: para entregar en mano se puso a escribir a Jekyll, quejándose solamente a J. G. Utterson y, en caso de de que no lo admitiese en su casa y que éste hubiera muerto antes, para ser preguntándole por el motivo de su quemado sin leer». desafortunada ruptura con Lanyon; y al Ese era el categórico mensaje día siguiente recibió una larga respuesta, escrito en el sobre; y el abogado tuvo en ocasiones redactada con mucho miedo de mirar el contenido. patetismo, y en otras, enigmáticamente «Hoy he enterrado a un amigo», misteriosa en cuanto a su sentido. La pensó, «¿y si esto me costase otro?». riña con Lanyon fue irremediable. Y entonces, renegando de aquel «No culpo a nuestro viejo amigo», temor por considerarlo un síntoma de escribía Jekyll, «pero comparto su deslealtad, rompió el sello. En el opinión de que no debemos vernos más. interior había otro sobre, igualmente De ahora en adelante, tengo la intención lacrado, en el que se indicaba: «No de llevar una vida de total aislamiento; abrir hasta la muerte o desaparición del no debes sorprenderte, ni dudar de mi doctor Henry Jekyll». Utterson no daba amistad, si mi puerta permanece a crédito a sus ojos. Sí, ponía menudo cerrada incluso para ti. Debes «desaparición»; aquí también, como en permitir que siga mi propio camino, por aquel demencial testamento, que hacía muy misterioso que te parezca. He tiempo había devuelto a su autor; aquí atraído sobre mí un castigo y un peligro también estaba implicado Henry Jekyll y que no puedo nombrar. Soy el mayor de se mencionaba su posible desaparición. los pecadores, y también el que más Pero en el testamento, dicha mención sufre de todos. No podía imaginar que había surgido por siniestra sugerencia en esta tierra hubiese lugar para de Hyde; estaba allí con un propósito sufrimientos y terrores tan inhumanos; y totalmente evidente y horrible. ¿Qué tú, Utterson, no puedes hacer más que podía significar, pues, escrita por la una cosa para aliviar ese destino: mano de Lanyon? Una gran curiosidad respetar mi silencio». incitaba al fideicomisario a desatender Utterson se quedó asombrado; la la prohibición, y a zambullirse de siniestra influencia de Hyde había inmediato hasta el fondo de aquellos desaparecido, el doctor había vuelto a misterios; pero el honor profesional y la sus antiguas actividades y amistades; confianza en su difunto amigo eran hacía una semana, el futuro parecía obligaciones ineludibles; y el paquete sonreírle prometiéndole una vejez jovial fue a parar al más recóndito rincón de su y honorable; y ahora, en sólo un caja fuerte. momento, las amistades, la tranquilidad Pero una cosa es mortificar la de espíritu y todo el curso de su vida, se curiosidad, y otra vencerla; y no podía habían desbaratado. Un cambio tan sorprender que, a partir de aquel día, grande e improvisado indicaba que Utterson buscara con igual ansia la estaba loco; pero, considerando la compañía del único amigo que le actitud y las palabras de Lanyon, el quedaba. Pensaba en él con cariño; pero motivo debía de ser más profundo. sus pensamientos eran preocupantes y Una semana después el doctor tremendos. Fue a visitarlo, en efecto; Lanyon se metía en la cama y en algo pero posiblemente se sintió aliviado al menos de dos semanas había muerto. La serle negada la entrada; quizás, en el noche después del funeral, que le había fondo de su corazón, prefería hablar con 18 Poole en el umbral de la casa, rodeado iluminaba el cielo, unas prematuras del ambiente y los ruidos de la ciudad penumbras lo invadían todo. De las tres abierta, antes que ser admitido en ventanas, la de en medio estaba aquella casa de cautiverio voluntario, y entreabierta; y sentado junto a ella, sentarse a hablar con su inescrutable tomando el fresco con una expresión de recluso. La verdad es que las noticias tristeza infinita, como un prisionero que Poole tenía que comunicarle no eran desconsolado, Utterson vio al doctor demasiado agradables. El doctor, al Jekyll. parecer, se encerraba cada vez más en —¡Caramba, Jekyll! —exclamó—. su gabinete encima del laboratorio, Espero que te encuentres mejor. donde a veces incluso dormía: estaba —Estoy muy deprimido, Utterson — muy abatido, hablaba muy poco, no leía; contestó el doctor sombríamente—; muy parecía que algo le obsesionaba. deprimido. No duraré mucho, gracias a Utterson se acostumbró tanto a aquellos Dios.— rumores, siempre los mismos, que, poco Pasas demasiado tiempo en casa a poco, fue disminuyendo la frecuencia —dijo el abogado—. Deberías salir, de sus visitas. para activar la circulación, como El hacemos Enfield y yo. (Te presento a mi incidente primo… Mr. Enfield… aquí, el doctor de la Jekyll). Venga, vamos; coge tu sombrero ventana y date una vuelta con nosotros. Un domingo, cuando Mr. Utterson —Eres muy amable —suspiró el daba su habitual paseo con Mr. Enfield, otro—. Me gustaría mucho; pero no, no; ocurrió que una vez más tuvieron que es totalmente imposible; no me atrevo. pasar por la callejuela; y que, cuando Pero realmente, Utterson, me alegro llegaron frente a la puerta, se detuvieron mucho de verte; de verdad que es un ambos a mirarla. gran placer. Os pediría que subierais, a —En fin —dijo Enfield—, por lo ti y a Mr. Enfield, pero la verdad es que menos aquella historia ha terminado. no hay sitio. Nunca más veremos a Mr. Hyde. —Pues bien, entonces —dijo el —Espero que no —dijo Utterson—. abogado, afablemente—, lo mejor que ¿Te he contado que una vez me lo podemos hacer es quedarnos aquí y encontré, y sentí por él la misma hablar contigo desde donde estamos. repulsión que tú? —Eso era precisamente lo que iba a —Era imposible una cosa sin la otra permitirme proponeros —respondió el —respondió Enfield—. Y a propósito, doctor, sonriendo. ¡qué estúpido debí de parecerte cuando Pero antes de que acabase de no supe reconocer que esta era la pronunciar aquellas palabras, la sonrisa entrada trasera de la casa del doctor se borró de su rostro para dar paso a una Jekyll! En parte fue culpa tuya que lo expresión tan abyecta de terror y descubriera, cuando eso ocurrió. desesperación que los dos caballeros de —Así que ya lo has descubierto, ¿no abajo sintieron que se les helaba la es cierto? —dijo Utterson—. Pues, sangre. Sólo alcanzaron a verla siendo así, podemos entrar al patio y fugazmente, ya que inmediatamente la echar una ojeada a las ventanas. Si ventana se cerró de golpe; pero aquella quieres que te diga la verdad, me vislumbre había sido suficiente y, preocupa el pobre Jekyll; y tengo la dándose la vuelta, abandonaron el patio impresión de que, incluso desde fuera, sin pronunciar una sola palabra. la presencia de algún amigo podría Recorrieron la callejuela, también en sentarle bien. silencio, y sólo cuando llegaron a una El patio estaba muy frío y algo calle cercana, en la que incluso en húmedo, y aunque por encima de domingo todavía había algunos indicios nosotros el sol de poniente todavía de vida, Mr. Utterson finalmente se 19 volvió y miró a su compañero. Ambos figuro que tiene usted alguna buena estaban pálidos, y el terror se reflejaba razón, Poole. Me figuro que debe de en sus ojos. suceder algo grave. Trate de contarme —¡Que Dios nos perdone! ¡Que de qué se trata. Dios nos perdone! —dijo Mr. Utterson. —Creo que ha habido juego sucio Pero Mr. Enfield se limitó a asentir —dijo Poole, con la voz quebrada. con la cabeza muy en serio y siguieron —¡Juego sucio! —exclamó el caminando en silencio. abogado, muy asustado y, por tanto, La bastante dispuesto a sentirse irritado—. última ¿Qué clase de juego sucio? ¿Qué quiere noche decir este hombre? Una noche después de cenar, Mr. —No me atrevo a decirlo, señor — Utterson estaba sentado junto al fuego fue la respuesta—; pero ¿querrá venir cuando le sorprendió recibir la visita de conmigo y verlo por usted mismo? Poole. Como única respuesta, Mr. Utterson —Caramba, Poole, ¿qué le trae por se levantó y cogió su sombrero y su aquí? —exclamó; y luego, volviéndolo a gabán; pero observó con asombro el mirar, añadió—: ¿Qué le sucede?; ¿está gran alivio que apareció en el rostro del enfermo el doctor? mayordomo y, quizá con no menos —Mr. Utterson —dijo—, algo está asombro, que el vino seguía intacto pasando. cuando él lo dejó para acompañarlo. —Tome asiento y bébase un vaso de Era una noche fría y desapacible, vino —dijo el abogado—. A ver, tómese propia de marzo, con una luna pálida el tiempo que quiera y dígame sin recostada sobre el horizonte como si el rodeos lo que desea. viento hubiese arremetido contra ella, y —Usted, señor, ya conoce los unas nubes volantes de la más diáfana y hábitos del doctor —replicó Poole—, y algodonosa textura. El viento dificultaba sabe cuánto le gusta encerrarse. Pues el habla y hacía que la sangre se bien, se ha vuelto a encerrar en el agolpara en el rostro. Además, parecía gabinete; y eso no me gusta, señor… haber barrido las calles, vaciándolas de Que me muera si me gusta. Mr. Utterson, viandantes más que de costumbre; hasta tengo miedo. el punto de que Mr. Utterson pensó que —Escuche, buen hombre —dijo el nunca había visto tan desierta aquella abogado—, sea explícito. ¿De qué tiene parte de Londres. Él habría deseado que miedo? fuese de otro modo; jamás en toda su —He tenido miedo desde hace cosa vida había tenido tan clara conciencia de una semana —respondió Poole, de desear ver y tocar a sus semejantes; ignorando porfiadamente la pregunta—; ya que, por mucho que se esforzara en y no lo puedo soportar más. negarlo, había caído en la cuenta de que El aspecto de aquel hombre se avecinaba una apabullante calamidad. confirmaba ampliamente sus palabras; Cuando llegaron allí, la plaza estaba sus modales habían empeorado; y salvo invadida por el viento y el polvo, y los en el momento en que por primera vez delgados árboles del jardín azotaban la había anunciado su terror, ni una sola verja. Poole, que durante todo el vez había vuelto a mirar a la cara al trayecto se había mantenido uno o dos abogado. Incluso ahora, sentado con el pasos por delante, se detuvo en mitad de vaso de vino intacto sobre sus rodillas, la acera y, a pesar del frío penetrante, se tenía fija la mirada en un rincón del quitó el sombrero y se enjugó la frente suelo.— con un pañuelo rojo. Pero, con toda la No lo puedo soportar más — prisa de su venida, no fueron las gotas repitió. de sudor propias del esfuerzo lo que secó, sino la humedad producida por una —Vamos —dijo el abogado—, me sofocante angustia, ya que su rostro 20 había palidecido y su voz, cuando habló, haga. Ante este imprevisto final, Mr. era áspera y quebrada. Utterson se sobresaltó tanto que estuvo a —En fin, señor —dijo—, ya hemos punto de perder el equilibrio; pero llegado, y quiera Dios que no pase nada recobró el valor y siguió al mayordomo malo.— al interior del laboratorio y, atravesando Amén, Poole —dijo el abogado. el quirófano, abarrotado de cajones y Inmediatamente después el sirviente botellas, llegó hasta el pie de la llamó con mucha cautela; la puerta se escalera. Allí Poole le indicó con la abrió hasta el tope de la cadena y una mano que se hiciera a un lado y voz preguntó desde el interior: escuchase, mientras que él, dejando la —¿Es usted, Poole? vela en el suelo y apelando obviamente —Sí, todo en orden —dijo Poole—. a toda su resolución, subió los escalones Abre la puerta. y llamó a la puerta del gabinete, Cuando entraron, el vestíbulo estaba golpeando con mano un tanto vacilante intensamente iluminado; un gran fuego el tapete rojo que la recubría. ardía en la chimenea, y toda la —Mr. Utterson pregunta por usted, servidumbre, hombres y mujeres, seguía señor —anunció; y mientras lo hacía, le apiñada a su alrededor como un rebaño indicó una vez más al abogado de de ovejas. Al ver a Mr. Utterson, la manera concluyente que prestara oídos. criada se puso a gimotear como una Una voz respondió desde el interior. histérica, y la cocinera corrió hacia él —Dile que no puedo ver a nadie — como si fuera a abrazarlo, exclamando: dijo aquella voz, lamentándose. —¡Bendito sea Dios! —Gracias, señor —dijo Poole, en —¡Cómo! ¿Qué es esto? ¿Estáis un tono de voz un tanto triunfal; y todos aquí? —dijo el abogado, irritado tomando su vela, volvió a llevar al patio —. Es inadmisible, muy indecoroso; a a Mr. Utterson y lo hizo entrar en la gran vuestro amo no le haría la menor gracia. cocina, donde el fuego estaba apagado y —Están todos asustados —dijo las cucarachas correteaban por el suelo. Poole. —Señor —dijo, mirando a los ojos Siguió un silencio absoluto, nadie a Mr. Utterson—, ¿era esa la voz de mi puso reparos; sólo la criada alzó la voz amo?— y se puso a llorar estrepitosamente. Parece muy cambiada —replicó —¡Cállate! —le dijo Poole, con una el abogado, muy pálido, devolviéndole ferocidad que revelaba su crispado la mirada. nerviosismo; y en efecto, cuando la —¿Cambiada? Bueno, sí, eso creo chica elevó el tono de sus lamentos de —dijo el mayordomo—. ¿He servido manera tan repentina, se sobresaltaron veinte años en casa de este hombre y no todos ellos y se volvieron hacia la voy a ser capaz de identificar su voz? puerta interior con una expresión de No, señor; mi amo ha desaparecido; espantosa expectación en los rostros. desapareció hace ocho días, cuando le —Y ahora —continuó el oímos gritar en el nombre de Dios; ¡y mayordomo, dirigiéndose al trinchante quién está ahí en su lugar, y por qué está —, alcánzame una vela y de inmediato ahí, es algo que clama al cielo, Mr. nos pondremos manos a la obra. Utterson! Y entonces rogó a Mr. Utterson que —Lo que usted me cuenta es muy lo siguiera y lo condujo al jardín extraño, Poole; parece más bien un trasero. disparate —dijo Mr. Utterson, mordiéndose un dedo—. Supongamos —Ahora, señor —dijo—, vaya lo que fuera como usted dice, pero si el más despacio que pueda. Quiero que doctor Jekyll ha sido… digamos… esté al tanto, pero que no puedan oírle. asesinado, ¿qué induciría al asesino a Y escuche, señor, si por casualidad el quedarse? Esa historia no se sostiene doctor le pide a usted que entre, no lo por sí misma; no parece razonable. 21 —En fin, Mr. Utterson, es usted un desataban las emociones del remitente. hombre difícil de convencer; sin «Por el amor de Dios», añadía, embargo, lo intentaré —dijo Poole—. «encuéntrenme un poco de la antigua Durante toda la semana pasada (es remesa». preciso que lo sepa), ese individuo, o lo —Esta nota es muy extraña —dijo que sea que vive en ese gabinete, ha Mr. Utterson; y de pronto añadió—: estado pidiendo a gritos noche y día ¿Cómo es que está abierta? cierta medicina, que no puede conseguir —El empleado de Maw se enfadó a su gusto. A veces adoptaba la mucho, señor, y me la devolvió como si costumbre (del amo, quiero decir) de le diera asco —respondió Poole. escribir sus órdenes en una hoja de —Es la letra del doctor sin lugar a papel y dejarla tirada en la escalera. dudas, ¿verdad? —continuó el abogado. Durante toda la semana no hemos —Eso me pareció a mí —dijo el encontrado otra cosa: sólo notas, y una mayordomo, bastante malhumorado, y puerta cerrada; y hasta las comidas se luego prosiguió, en un tono de voz dejaban allí para que las recogiera a distinto—. Pero ¿qué importa quién la escondidas cuando nadie lo viese. En escribiera? ¡Lo he visto con mis propios fin, señor, a diario, y hasta dos o tres ojos! —¿Dice usted que lo ha visto? — veces en un mismo día, hemos estado repitió Mr. Utterson—. ¿Y bien? recibiendo órdenes y quejas, y he tenido —¡Eso es! —dijo Poole—. Fue así: que visitar precipitadamente a todos los entré de repente en la sala de mayoristas de productos químicos de la operaciones a través del jardín. Al ciudad. Cada vez que le traía el parecer había salido en busca de la producto, aparecía otra nota en la que droga, o lo que sea, pues la puerta del me ordenaba que lo devolviese porque gabinete estaba abierta, y allí estaba al no era puro, y un nuevo encargo para un otro extremo de la habitación, buscando establecimiento distinto. Sea para lo que entre las cajas. Cuando yo entré, miró sea, señor, lo cierto es que necesita esa para arriba, lanzó una especie de grito, y droga a toda costa. subió a toda prisa las escaleras y se —¿Conserva usted alguna de esas metió en el gabinete. Lo vi apenas unos notas? —preguntó Mr. Utterson. instantes, pero se me pusieron los pelos Poole buscó en su bolsillo y sacó de punta. Señor, si aquel hombre era mi una nota arrugada, que el abogado, amo, ¿por qué se cubría el rostro con acercándose a la vela, examinó una máscara? Si era mi amo, ¿por qué cuidadosamente. Su contenido rezaba chilló como una rata y huyó de mí? He así: estado a su servicio durante mucho «El doctor Jekyll saluda a los Sres. tiempo. Y además… Maw y les asegura que su último envío El mayordomo hizo una pausa y se es impuro y no sirve realmente para el pasó la mano por el rostro. fin propuesto. En el año 18… el —Todas esas circunstancias son muy doctor J. compró a los Sres. M. una extrañas —dijo Mr. Utterson—, pero cantidad bastante considerable de dicho creo que empiezo a ver claro. Es obvio producto. Hoy les ruega que busquen que su amo, Poole, es presa de una de con la mayor diligencia y cuidado, y esas enfermedades que al mismo tiempo que, si les quedase algo de similar torturan y desfiguran al que las padece; calidad, lo envíen inmediatamente. No de ahí, que yo sepa, el cambio de voz; y reparen en gastos. No exagero si afirmo la máscara y el evitar a sus amigos; y su la gran importancia que tiene para el impaciencia por encontrar esa droga, en doctor J.». la que esa pobre alma deposita sus Hasta aquí la carta estaba redactada últimas esperanzas de recuperación… en un tono bastante mesurado; pero a ¡Quiera Dios que no se equivoque! Esa partir de ahí, con un súbito es mi explicación; es bastante embarullamiento de la pluma, se deplorable, Poole, sí, y terrible de 22 aceptar; pero es sencilla y lógica, —Bien puede usted decirlo, señor, bastante coherente, y nos libra de ya lo creo —respondió el mayordomo. excesivos sustos. —Es conveniente, entonces, que —Señor —dijo el mayordomo, seamos francos —dijo el otro—. Los mientras su rostro empezaba a adquirir dos nos imaginamos más de lo que una especie de palidez jaspeada—, hemos dicho; confesémoslo. ¿Reconoció aquella cosa no era mi amo, esa es la usted al tipo enmascarado que vio? verdad. Mi amo —y al llegar a este —Verá usted, señor, sucedió todo punto miró a su alrededor y empezó a tan rápido, e iba tan encorvado, que hablar en voz baja— es un hombre alto y apenas podría jurarlo —fue la respuesta de buena figura, y aquél era más bien un —. Pero si usted se refiere a si era Mr. enano. Hyde… ¡caramba, señor, creo que era Utterson intentó protestar. él! Verá usted, era más o menos de su —¡Oh!, señor —exclamó Poole—, estatura, y tenía sus mismos andares ¿cree usted que no conozco a mi amo rápidos y ligeros; y además, ¿quién más después de veinte años a su servicio? podría haber entrado por la puerta del ¿Piensa que no sé a qué altura le llega la laboratorio? ¿Se ha olvidado usted, cabeza en la puerta del gabinete, donde señor, de que cuando se cometió el lo he visto toda mi vida por las asesinato él todavía tenía la llave? Pero mañanas? No, señor, aquella cosa con eso no es todo. No sé, Mr. Utterson, si máscara no era el doctor Jekyll… Dios usted vio alguna vez a ese Mr. Hyde. sabrá quién es, pero no era el doctor —Sí —dijo el abogado—, una vez Jekyll; y en el fondo estoy convencido hablé con él. de que se ha cometido un asesinato. —Entonces debe usted saber, lo —Poole —replicó el abogado—, si mismo que todos nosotros, que había usted dice eso, es mi deber algo raro en aquel caballero… algo que comprobarlo. Por más que no desee asustaba… no sé exactamente cómo herir los sentimientos de su amo, por decirlo, señor, como no sea de este mucho que me desconcierte esta nota, modo: que uno sentía que le penetraba que parece demostrar que todavía está hasta la médula… una especie de frío y vivo, considero que es mi deber forzar debilidad. esa puerta. —Yo mismo sentí algo parecido a lo —¡Ah, Mr. Utterson, así se habla! que usted describe —dijo Mr. Utterson. —exclamó el mayordomo. —Así es, señor —respondió Poole —Y ahora viene la segunda cuestión —. Pues bien, cuando aquella cosa —prosiguió Utterson—: ¿Quién va a enmascarada saltó como un mono entre hacerlo? las sustancias químicas y en un abrir y —Pues bien, señor, usted y yo —fue cerrar de ojos se metió en el gabinete, la intrépida respuesta. algo helado me recorrió la columna —Así me gusta —respondió el vertebral de arriba abajo. ¡Oh!, ya sé abogado—; y sean cuales fueren las que eso no prueba nada, Mr. Utterson; consecuencias, me propongo asegurarme soy lo bastante instruido para saberlo; de que usted no salga perdiendo. pero un hombre tiene sus —Hay un hacha en la sala de presentimientos; ¡y le juro solemnemente operaciones —continuó Poole—; y que era Mr. Hyde! usted podría coger el atizador de la —Sí, sí —dijo el abogado—. Mis cocina. temores me inducen a pensar lo mismo. El abogado asió aquel instrumento La alarma, me temo, no carecía de tosco aunque pesado y lo sopesó. fundamento… era inevitable que —¿Sabe, Poole —dijo, alzando la surgiera el mal… de aquella relación. mirada—, que usted y yo vamos a Sí, sinceramente le creo; creo que el exponernos a una situación que ofrece pobre Harry ha sido asesinado; y creo cierto peligro? que su asesino (sólo Dios sabe con qué 23 propósito) está todavía escondido en la del doctor. habitación de su víctima. Pues bien, nos Los pasos resonaban levemente y de desquitaremos en su nombre. Llame a una manera rara, con un cierto vaivén, a Bradshaw. pesar de lo despacio que iba; eran muy El lacayo acudió a la llamada muy diferentes efectivamente de los andares pálido y nervioso. pesados y poco seguros de Henry Jekyll. —Tranquilícese, Bradshaw —dijo Utterson suspiró. el abogado—. Sé que esta incertidumbre —¿No hay nada más? les está afectando a todos; pero ahora Poole asintió con la cabeza. tenemos la intención de acabar con eso. —Una vez —dijo—… ¡una vez le oí Poole y yo vamos a entrar por la fuerza llorar! en el gabinete. Si todo se encuentra en —¿Llorar? ¿Cómo es eso? —dijo el orden, tengo las espaldas lo abogado, perfectamente consciente del suficientemente anchas para soportar súbito escalofrío de horror que se había reproches. Mientras tanto, para que no apoderado de él. pase nada realmente, ni que ningún —Lloraba como una mujer o un alma malhechor intente escapar por la parte en pena —dijo el mayordomo—. Me de atrás, usted y el muchacho den la quedé tan apesadumbrado, que estuve a vuelta a la esquina con un par de buenos punto de llorar también. garrotes y apóstense junto a la puerta del Pero los diez minutos llegaron a su laboratorio. Les damos diez minutos fin. Poole desenterró el hacha de debajo para que lleguen a sus puestos. de un montón de paja de embalar; Cuando se marchó Bradshaw, el pusieron la vela encima de la mesa más abogado miró su reloj. cercana para que les alumbrara durante —Y ahora, Poole, ocupemos el ataque; y se acercaron conteniendo la nuestros puestos —dijo; y llevando el respiración al lugar donde aquellos atizador bajo el brazo, se dirigió al perseverantes pasos seguían yendo y patio. viniendo, de un lado a otro, en el Empujadas por el viento, las nubes silencio de la noche. se habían acumulado sobre la luna, y —Jekyll —exclamó Utterson en voz ahora todo estaba oscuro. Mientras alta—, insisto en verte. andaban, el viento, que sólo soplaba a Se calló un momento, pero no obtuvo ráfagas y bocanadas dentro de aquel respuesta. profundo patio de luces, agitaba la vela —Te lo advierto claramente: tengo de un lado para otro, hasta que se que verte, porque abrigamos sospechas refugiaron en la sala de operaciones, —prosiguió—; si no es por las buenas, donde se sentaron en silencio a esperar. será por las malas… si no es con tu Por todas partes se oía el solemne consentimiento, ¡será por la fuerza! murmullo del tráfico londinense; pero —Utterson —dijo la voz—, ¡ten más cerca, el silencio sólo lo rompía el piedad, por el amor de Dios! sonido de unos pasos que recorrían de —¡Ah!, esa no es la voz de Jekyll… un lado a otro el piso del gabinete. ¡es la de Hyde! —exclamó Utterson—. —Lleva todo el día paseando así, ¡Derribe esa puerta, Poole! señor —susurró Poole—; sí, y la mayor Poole blandió el hacha por encima parte de la noche. Sólo descansa un del hombro; el golpe hizo temblar todo poco cuando llega algún nuevo pedido el edificio, y la puerta forrada de tapete de la droguería. ¡Ay, qué enemigo más rojo se estremeció, aunque la cerradura grande del reposo es la mala conciencia! y los goznes resistieron. Un lúgubre ¡Señor, a cada paso que da, derrama chillido, como de animal aterrado, sangre de mala manera! Pero escuche de resonó en el gabinete. El hacha se elevó nuevo con un poco más de cuidado… otra vez, y de nuevo se astillaron los preste atención con toda su alma, Mr. entrepaños y tembló el marco; el Utterson, y dígame si son esos los pasos mayordomo descargó el hacha cuatro 24 veces más, pero la madera era resistente oscuros y un espacioso sótano. Todos y los herrajes de excelente factura; sólo fueron examinados minuciosamente. al quinto golpe se partió y saltó la Bastó una sola ojeada para cada cerradura, y la puerta cayó destrozada aposento, ya que todos estaban vacíos y, hacia el interior sobre la alfombra. por el polvo que cayó de sus puertas, Consternados por el estruendo que hacía mucho tiempo que nadie las había habían organizado y el silencio que abierto. El sótano estaba lleno, desde siguió, los asaltantes retrocedieron un luego, de trastos viejos y desvencijados, poco y miraron al interior. Ahí estaba el que en su mayor parte procedían de la gabinete, delante de sus propios ojos, época del cirujano que había precedido alumbrado por una discreta lámpara: un a Jekyll; pero en cuanto abrieron la buen fuego resplandecía y puerta se percataron de la inutilidad de chisporroteaba en la chimenea, la tetera un registro posterior por la caída de una silbaba sus tenues acordes, había uno o maraña de telarañas que durante años dos cajones abiertos, varios periódicos habían sellado la entrada. En ninguna cuidadosamente apilados sobre la mesa parte había el menor rastro de Henry de trabajo y, más cerca del fuego, el Jekyll, muerto o vivo. servicio de té preparado; diríase que era la habitación más tranquila y, a no ser Poole golpeó con el pie las baldosas por las vitrinas llenas de productos del pasillo. químicos, la más vulgar de todo Londres —Debe de estar enterrado aquí — aquella noche. dijo, escuchando el sonido. Justo en medio yacía el cuerpo de un —O es posible que haya huido — hombre bastante contorsionado y todavía dijo Utterson, y se volvió a examinar la crispado. Se acercaron de puntillas, lo puerta que daba a la callejuela. Estaba volvieron boca arriba y contemplaron el cerrada; y cerca encontraron la llave, rostro de Edward Hyde. Vestía ropas de tirada sobre las baldosas y manchada ya la talla del doctor, que le venían muy de orín. grandes; las fibras de su rostro todavía —No parece que haya sido usada — se movían como si aún le quedara algo comentó el abogado. de vida, aunque estaba completamente —¡Usada! —repitió Poole—. ¿No muerto; y por el frasco triturado que ve, señor, que está rota? Parece como si llevaba en la mano y el fuerte olor a alguien la hubiese pisoteado. almendras que flotaba en el aire, —Sí —continuó Utterson—, y las Utterson supo que se encontraba frente fracturas también están oxidadas. al cuerpo de un suicida. Los dos hombres intercambiaron una —Hemos llegado demasiado tarde mirada de pánico. —dijo con severidad—, tanto para —No puedo entenderlo, Poole — salvarlo como para castigarlo. Hyde ha dijo el abogado—. Volvamos al muerto por su cuenta; y sólo nos queda gabinete. encontrar el cadáver de su amo. Subieron la escalera en silencio y, La mayor parte del edificio estaba echando de vez en cuando alguna mirada ocupada por la sala de operaciones, que atemorizada al cadáver, siguieron cubría casi toda la planta baja y estaba examinando más minuciosamente el iluminada desde arriba, y el gabinete, contenido del gabinete. En una mesa que se encontraba en un extremo y había rastros de algún ensayo químico, constituía el piso superior con vistas al varios montones de cierta sal blanca patio. Un pasillo empalmaba la sala de colocados en platillos de cristal para ser operaciones con la puerta que daba a la pesados, como si el desdichado doctor callejuela, la cual se comunicaba hubiera sido interrumpido en su independientemente con el gabinete a experimento. través de un segundo tramo de escaleras. —Es la misma droga que yo le traía Había además unos cuantos aposentos siempre —dijo Poole; y nada más decir 25 eso, la tetera empezó a hervir con un nombre de Gabriel John Utterson. Miró alarmante silbido. un momento a Poole y luego de nuevo a Eso los llevó hasta la chimenea, a la los documentos, y por último al cadáver que habían arrimado el sillón para del malhechor que estaba tendido sobre mayor comodidad, y el servicio de té, la alfombra. con el azúcar ya en la taza, estaba listo —Me da vueltas la cabeza —dijo—. al alcance de la mano. Había varios Todos estos días los documentos han libros en una estantería y otro abierto estado en su poder; no tenía ningún junto al servicio de té; y Utterson se motivo para simpatizar conmigo; debió quedó asombrado al comprobar que se de enfurecerse al verse desplazado; pero trataba de una obra piadosa, por la que no ha destruido este documento. Jekyll había expresado varias veces una Cogió el siguiente documento; era gran estima, la cual estaba anotada, de una breve nota, de puño y letra del su propia mano, con sobrecogedoras doctor, y fechada en su encabezamiento. blasfemias. —¡Oh, Poole! —exclamó el Luego, durante su examen de la abogado—, hoy todavía vivía y estuvo cámara, llegaron al espejo de cuerpo aquí. No puede haberse deshecho de él entero, en cuyo fondo se miraron con en tan poco tiempo; tiene que estar vivo involuntario horror. Pero lo habían todavía, ¡debe de haber huido! Pero vuelto de tal forma que sólo les mostró entonces, ¿por qué huyó?, ¿y cómo?, y en el resplandor rosado del fuego en el tal caso, ¿podemos aventurarnos a techo, sus múltiples destellos repetidos declarar que se trata de un suicidio? en los frentes de las vitrinas, y sus Debemos tener cuidado. Presiento que propios semblantes, pálidos y asustados, podemos implicar a su amo en alguna inclinados para mirar. horrible catástrofe. —Este espejo ha tenido que ver —¿Por qué no lo lee, señor? — algunas cosas raras, señor —susurró preguntó Poole. Poole. —Porque tengo miedo —replicó el —Y sin duda, ninguna más rara que abogado solemnemente—. Quiera Dios él mismo —repitió el abogado en el que no haya motivos para tenerlo. mismo tono—. Pues ¿qué podía Jekyll Y tras decir esto se acercó el papel a —al pronunciar esta palabra se los ojos y leyó lo que sigue: interrumpió sobresaltado y luego Mi querido Utterson: cuando estas líneas añadió, superando su flaqueza—… qué caigan en tus manos, yo habré desaparecido, podía querer Jekyll de él? aunque no pueda prever en qué —¡Y usted que lo diga! —dijo circunstancias; Poole. pero mi instinto y todas las circunstancias de A continuación pasaron a la mesa de mi indescriptible situación me dicen que el trabajo. Sobre el escritorio, entre una final es seguro y debe de estar próximo. serie de papeles ordenados, destacaba Adelante, pues, primero lee el relato que un sobre grande en el que estaba escrito, Lanyon me advirtió que iba a poner en tus de puño y letra del doctor, el nombre de manos; y si quieres saber más, vuelve a la Utterson. El abogado lo abrió y cayeron confesión de al suelo varios documentos anexos. El tu indigno y desdichado amigo Henry Jekyll primero era un testamento, redactado en —¿Había un tercer documento los mismos términos extravagantes que anexo? —preguntó Utterson. el que él mismo había devuelto seis —Aquí está, señor —dijo Poole, y meses antes, con el fin de que sirviera le entregó un voluminoso paquete de última voluntad del doctor en caso de lacrado en varios lugares. muerte, o de escritura de donación en El abogado se lo metió en el caso de desaparición; pero en lugar del bolsillo. nombre de Edward Hyde, el abogado —Yo no hablaría a nadie de este leyó, con indescriptible asombro, el documento. Si su amo ha huido o está 26 muerto, al menos podemos proteger su compromiso que tengas esta noche… sí, reputación. Ahora son las diez; debo aunque te hubieran convocado a la cabecera irme a casa y leer con tranquilidad estos de documentos; pero estaré de vuelta antes un emperador; que tomes un coche de alquiler, de medianoche, y entonces podremos a menos que tengas tu carruaje esperando en llamar a la policía. la Salieron, cerrando tras ellos la puerta; y que, con esta carta en las manos puerta de la sala de operaciones; y para dejando de nuevo a la servidumbre consultarla, te dirijas directamente a mi casa. reunida alrededor del fuego del salón, Mi mayordomo, Poole, ha recibido las Utterson regresó a su despacho dando oportunas instrucciones; lo encontrarás una caminata con el fin de leer los dos esperando tu llegada, acompañado de un relatos en los que iba a explicarse este cerrajero. La puerta de mi gabinete tendrá que misterio. ser forzada; y tú entrarás solo, abrirás la vitrina El marcada con la letra E que está a mano relato izquierda, rompiendo la cerradura si estuviese del cerrada, y sacarás, con todo lo que contiene, doctor tal Lanyon como esté, el cuarto cajón contando desde El nueve de enero, hace ahora cuatro arriba o (lo que es lo mismo) el tercero desde días, recibí en el correo de la tarde un abajo. Estoy tan angustiado que tengo un sobre certificado, con la dirección miedo escrita de puño y letra por mi colega y enfermizo a que no entiendas bien mis antiguo compañero de colegio Henry instrucciones; pero, aunque cometa alguna Jekyll. Aquello me sorprendió bastante, equivocación, reconocerás el cajón de que se ya que no teníamos ni mucho menos la trata por su contenido: unos polvos, un frasco y costumbre de escribirnos; lo había visto una libreta. Te ruego que te lleves ese cajón a y había cenado con él la noche anterior, tu desde luego; y no podía imaginar nada casa en Cavendish Square, exactamente como en nuestro trato que justificara la está. Esa es la primera parte del favor que te formalidad de la certificación. El pido: he aquí la segunda. Si te pones en contenido del sobre aumentó mi camino asombro, pues la carta rezaba así: en cuanto recibas esta carta, estarás de vuelta 10 de diciembre de 18… mucho antes de medianoche; pero te dejaré Mi querido Lanyon: todo ese margen, no sólo por miedo a uno de Eres uno de mis más viejos amigos y, esos obstáculos que no se pueden evitar ni aunque a veces podamos haber disentido en prever, sino porque, para lo que queda por cuestiones científicas, no puedo recordar, al hacer, es preferible que sea a una hora en que menos en lo que a mí respecta, ninguna tus criados estén acostados. Tengo que ruptura pedirte, en nuestras relaciones. No hubo un solo día en pues, que a medianoche estés solo en tu el que, si tú me lo hubieras dicho, yo no habría consultorio, que personalmente dejes entrar en sacrificado mi fortuna o mi mano izquierda tu casa a un hombre que se presentará en mi para ayudarte. Lanyon, mi vida, mi honor, mi nombre, y que pongas en sus manos el cajón razón, están completamente a tu merced; si que te habrás llevado del gabinete. Con ello esta habrás desempeñado tu papel y ganado toda noche me fallas, estoy perdido. Quizás mi imagines, después de este preámbulo, que voy gratitud. Cinco minutos después, si insistes en a recibir una explicación, comprenderás que pedirte que hagas algo deshonroso. Juzga por estas disposiciones son de capital importancia; ti y que de no cumplirse una sola de ellas, por mismo. fantásticas que puedan parecerte, mi muerte o Quiero que pospongas cualquier el naufragio de mi razón podrían cargar sobre 27 tu conciencia. resistente, y la cerradura excelente; el Aunque confío en que te tomarás en serio carpintero admitió que, si había que esta petición, se me cae el alma a los pies y mi hacer uso de la fuerza, tendría muchas mano tiembla sólo de pensar en tal posibilidad. dificultades y causaría grandes Piensa que a estas horas estoy en un extraño destrozos; y el cerrajero estaba al borde lugar, trabajando presa de una malévola de la desesperación. Pero este último angustia era un tipo muy mañoso, y después de que ninguna imaginación podría exagerar, y dos horas de faena, la puerta quedó sin abierta. La vitrina marcada con la embargo bien consciente de que, sólo con que letra E no estaba cerrada con llave; cumplas puntualmente lo que te pido, mis saqué el cajón, lo rellené de paja y lo problemas se esfumarán como un relato una envolví en una sábana, y regresé con él a vez contado. Hazme este favor, mi querido mi casa en Cavendish Square. Lanyon, y salva a tu amigo Allí me puse a examinar su H. J. contenido. Los polvos estaban P. D.: Ya había lacrado esta carta cuando un preparados con bastante habilidad, nuevo terror se apoderó de mi alma. Es posible aunque no con la precisión de un que el servicio de correo me falle, y que esta farmacéutico: así que era evidente que carta no llegue a tus manos hasta mañana por Jekyll los había manufacturado la personalmente; y cuando abrí una de las mañana. En tal caso, querido Lanyon, lleva a envolturas, encontré lo que me pareció cabo mi recado cuando más conveniente te una simple sal cristalina de color resulte a lo largo del día; y una vez más espera blanco. Después presté atención al a frasco, que estaba lleno mi mensajero a medianoche. Puede que aproximadamente hasta la mitad de un entonces sea ya demasiado tarde; y si esta líquido de color rojo sangre, muy acre al noche no ocurre nada, has de saber que nunca olfato, que me pareció que contenía más volverás a ver a Henry Jekyll. fósforo y algún éter volátil. En cuanto a Al leer esta carta, tuve la certeza de los demás ingredientes, no conseguí que mi colega estaba loco; pero, adivinarlos. La libreta era un cuaderno mientras no se confirmara aquello sin de notas corriente, que contenía poco ninguna posibilidad de duda, me sentí más que una serie de fechas. Aunque obligado a hacer lo que me pedía. cubrían un período de varios años, Cuanto menos comprendía aquel fárrago, observé que las anotaciones cesaban, de menos en condiciones estaba de juzgar modo muy brusco, desde hacía casi un su importancia; y una petición así año. De vez en cuando algún breve expresada no podía rechazarse sin comentario se añadía a la fecha, por lo incurrir en una grave responsabilidad. general una sola palabra: «doble», que Por consiguiente, me levanté de la mesa, aparecía tal vez seis veces sobre un total me monté en un cabriolé con pescante y de varios centenares de anotaciones; y me dirigí directamente a la casa de en una ocasión, muy al principio de la Jekyll. El mayordomo estaba esperando lista, y entre varios signos de mi llegada; había recibido una carta admiración, «¡¡¡fracaso total!!!». certificada con instrucciones en el Aunque todo aquello avivó mi mismo correo que yo, e inmediatamente curiosidad, no me decía nada que fuera había mandado llamar a un cerrajero y a definitivo. Tenía ante mí un frasco de un carpintero. Los artesanos llegaron cierta tintura, un envoltorio con cierta mientras todavía estábamos hablando; y sal, y el registro de una serie de todos juntos nos trasladamos a la antigua experimentos que (como tantas otras sala de operaciones del doctor Denman, investigaciones de Jekyll) no habían desde la cual (como sin duda sabes) se conducido a ningún resultado de utilidad accede más cómodamente al gabinete práctica. ¿Cómo podía afectar la privado de Jekyll. La puerta era muy presencia de aquellos objetos al honor, 28 la cordura o la vida de mi inconstante motivos para creer que la causa se colega? Si el mensajero de Jekyll podía encuentra más hondamente arraigada en ir a determinado lugar, ¿por qué no la naturaleza humana, y depende de algo podía ir él a otro? E incluso, admitiendo mucho más noble que el principio del que existiera algún impedimento, ¿por odio. Aquel hombre (que desde el mismo qué tenía yo que recibir en secreto a momento en que entró suscitó en mí lo aquel caballero? Cuanto más que sólo puedo describir como una reflexionaba, más me convencía de que fastidiosa curiosidad) iba vestido de un se trataba de un caso de enfermedad modo que en cualquier persona corriente mental; y aunque di permiso a la habría parecido ridículo; aunque sus servidumbre para irse a la cama, cargué ropas eran, por así decirlo, de un tejido un viejo revólver, por si tuviera que excelente y sobrio, le estaban utilizarlo en legítima defensa. enormemente grandes: los pantalones Acababan de oírse las doce en colgaban de sus piernas y estaban Londres cuando sonó muy suavemente la remangados para que no llegasen al aldaba de la puerta. Fui a abrir yo suelo, la cintura del gabán le quedaba mismo y me encontré con un hombre de por debajo de las caderas, y las solapas baja estatura, agazapado entre las casi le llegaban a los hombros. Aunque columnas del pórtico. parezca extraño, aquel grotesco atavío —¿Viene usted de parte del doctor distó mucho de hacerme reír. Como en la Jekyll? —le pregunté. esencia misma de aquel ser que tenía Me dijo que «sí» con gesto forzado; ante mí había algo anormal y y cuando lo invité a entrar, no me estrafalario… algo sobrecogedor, obedeció sin antes lanzar una minuciosa sorprendente y repugnante… más bien mirada hacia atrás, a la oscuridad de la me pareció que esta nueva disparidad no plaza. Había un policía no muy lejos, sólo encajaba con aquella sino que la que avanzaba hacia nosotros con la reforzaba; de modo que, a mi interés por pantalla de su linterna sorda descorrida; la naturaleza y el carácter de aquel y me pareció que, al verlo, mi visitante hombre, se añadió la curiosidad acerca se sobresaltaba y se daba más prisa. de su origen, su vida, su fortuna y su Aquellos detalles, lo confieso, me posición social. impresionaron de mala manera; y Aunque me ha llevado tanto tiempo mientras lo seguía a la consulta, ponerlas por escrito, estas radiantemente iluminada, no aparté mi observaciones fueron, sin embargo, cosa mano del arma. Allí, por fin, tuve de unos pocos segundos. Mi visitante ocasión de verlo con claridad. Nunca le estaba enardecido, en efecto, por una había puesto la vista encima, de eso sombría excitación. estaba seguro. Era de baja estatura, —¿Lo tiene usted? —exclamó—. como ya he dicho; me sorprendió ¿Lo tiene usted? además la chocante expresión de su Y su impaciencia era tan grande que fisonomía, su admirable combinación de incluso me puso una mano en el brazo y gran actividad muscular y aparente trató de zarandearme. debilidad de constitución, y… por Me aparté de él, consciente de que, último, aunque no menos importante… al tocarme, un escalofrío me había la extraña turbación subjetiva que su helado la sangre. proximidad provocaba. Era algo así como una rigidez incipiente, y venía —Vamos, señor —le dije—. Olvida acompañada de una acusada usted que no tengo todavía el placer de disminución del pulso. En aquel conocerlo. Tenga la amabilidad de momento, lo atribuí a cierta aversión sentarse. idiosincrásica y personal, y simplemente Y para darle ejemplo, me senté en me sorprendió la agudeza de los mi asiento de costumbre, imitando mi síntomas; pero desde entonces he tenido comportamiento habitual con un 29 paciente, en la medida en que me lo oscuro, que gradualmente perdió permitieron lo tardío de la hora, la intensidad hasta convertirse en un verde índole de mis preocupaciones y el pavor desvaído. Mi visitante, que había que me producía mi visitante. observado con atención todas aquellas —Discúlpeme, doctor Lanyon — metamorfosis, sonrió, puso la vasija replicó él, bastante cortésmente—. sobre la mesa, y luego se volvió y me Lleva usted razón en lo que dice; mi miró con aire escudriñador. impaciencia ha dejado atrás a mi —Y ahora —dijo—, acordemos lo cortesía. Vengo aquí a petición de su que queda pendiente. ¿Será usted colega, el doctor Henry Jekyll, por un sensato? ¿Querrá dejarse aconsejar? asunto de cierta importancia; y tenía ¿Me permitirá irme de su casa entendido —se detuvo y se llevó una llevándome esta vasija en la mano sin mano a la garganta, y pude ver que, a decir una palabra más? ¿O es que el pesar de sus sosegados modales, estaba ansia de curiosidad lo domina a usted intentando reprimir un acceso de histeria demasiado? Piénselo antes de —… tenía entendido que cierto cajón… responder, pues se hará lo que usted Pero al llegar a ese punto, me decida. Si así lo decide, se quedará compadecí de la ansiedad de mi usted como estaba antes, ni más rico ni visitante, y quizá también un poco de mi más sabio, a menos que el sentimiento creciente curiosidad. de haberle hecho un favor a un hombre —Aquí está, señor —le dije, en un gran apuro pueda contarse como señalando el cajón, que estaba en el una especie de riqueza espiritual. O si suelo, detrás de una mesa, cubierto prefiere elegir, un nuevo campo del todavía por la sábana. conocimiento y nuevos caminos hacia la Se abalanzó sobre él, y luego se fama y el poder se abrirán ante usted detuvo, llevándose la mano al corazón; inmediatamente aquí en esta habitación; pude oír cómo le rechinaban los dientes y sus ojos quedarán obnubilados por un por el movimiento compulsivo de las prodigio capaz de hacer tambalear la mandíbulas; y su rostro tenía un aspecto incredulidad de Satanás. tan horroroso que temí por su vida y su —Señor —le dije, fingiendo una razón. —Cálmese —le dije. sangre fría que verdaderamente estaba Me dirigió una sonrisa espantosa y, lejos de poseer—, usted habla de como impulsado por la desesperación, manera enigmática, y tal vez no le tiró de la sábana. Al ver el contenido, sorprenda que yo lo escuche sin creerme profirió un sollozo de alivio de tal demasiado lo que dice. Pero he ido intensidad que me quedé petrificado. Y demasiado lejos en mi prestación de un instante después, con una voz que ya favores inexplicables para detenerme parecía bastante controlada, me antes de ver en qué acaba todo. preguntó: —Está bien —replicó mi visitante —¿Tiene una vasija graduada? —. Lanyon, recuerde que lo ha jurado: Me levanté de mi asiento con cierto lo que sigue es un secreto profesional. Y esfuerzo y le di lo que pedía. ahora, usted que durante tanto tiempo ha Me dio las gracias con una risueña estado constreñido por los puntos de inclinación de cabeza, midió unas vista más restringidos y materialistas, cuantas gotas de la tintura roja y añadió que ha negado la virtud de la medicina una pizca de polvos. La mezcla, de una trascendental, que se ha mofado de sus tonalidad rojiza al principio, a medida superiores… ¡mire! que se disolvían los cristales empezó a Se llevó la vasija a los labios y se adquirir un color más vivo, a hervir de bebió el contenido de un trago. Siguió un forma audible y a despedir nubecillas de grito; vaciló, se tambaleó, se agarró a la vapor. De pronto, en aquel mismo mesa y se sujetó, con los ojos momento cesó la ebullición y el extraviados e inyectados en sangre, compuesto se tornó de un color púrpura jadeando con la boca abierta; y mientras 30 yo le observaba creí percibir un cambio: Nací en el año 18… en una familia de pareció hincharse… de pronto su rostro gran fortuna, dotado además de talento, se puso negro, y sus facciones diligente por naturaleza, respetuoso con parecieron desvanecerse y alterarse… y aquellos semejantes míos que un instante después me levanté de un consideraba prudentes y buenos, y por salto y retrocedí hasta la pared, con el consiguiente, como podría suponerse, brazo levantado para protegerme de con toda clase de garantías en cuanto a aquel prodigio, y la mente sumida en el un futuro honorable y distinguido. Y de terror.— hecho, el peor de mis defectos era una ¡Cielos! —grité—. ¡Cielos! — cierta e impaciente predisposición al repetí una y otra vez; ya que ante mis regocijo, que ha hecho felices a muchos, ojos… pálido y tembloroso, medio pero que yo encontré difícil de conciliar desfallecido y tanteando ante sí con las con mi imperioso deseo de llevar bien manos como un resucitado… ¡estaba alta la cabeza y mostrar ante el público Henry Jekyll! un semblante más serio de lo que es No me atrevo a trasladar al papel lo normal. De ahí que ocultase mis que me contó durante la hora siguiente. placeres, y que, cuando alcancé la edad Vi lo que vi, oí lo que oí, y mi alma de la reflexión y comencé a mirar a mi sintió náuseas por ello; y sin embargo, alrededor y a hacer inventario de mis ahora que aquella visión se ha progresos y de mi posición social, mi desvanecido de mis ojos, me pregunto si vida estuviese ya sometida a una creo en su existencia, y no sé qué profunda duplicidad. Muchos hombres contestar. Mi vida ha quedado incluso habrían alardeado de las conmocionada por completo; el sueño irregularidades de las que yo era me ha abandonado; el más atroz de los culpable; pero dados los importantes terrores me acompaña a todas horas del objetivos que me había trazado, yo las día y de la noche; tengo el respetaba y las ocultaba con una presentimiento de que mis días están sensación de vergüenza casi enfermiza. contados y que voy a morir; y sin Por lo tanto, fue más bien la naturaleza embargo moriré sin creérmelo. En rigurosa de mis aspiraciones, y no una cuanto a la infamia moral que aquel determinada degradación de mis hombre me desveló, aunque fuera entre defectos, lo que hizo de mí lo que fui, y lágrimas de arrepentimiento, no puedo, lo que separó en mí, abriendo una zanja ni siquiera en el recuerdo, detenerme en más profunda incluso que en la mayoría ella sin un estremecimiento de horror. de los hombres, aquellos territorios del Sólo diré una cosa, Utterson, y será más bien y del mal que dividen y componen que suficiente (si eres capaz de llegar a la naturaleza dual del hombre. En este creerla). El ser que entró sigilosamente caso, me vi obligado a reflexionar en mi casa aquella noche era conocido, profunda e inveteradamente sobre esa según confesión del propio Jekyll, por el dura ley de la vida, que radica en el nombre de Hyde, y lo buscaban por fondo de todas las religiones, y es una todos los rincones del país por el de las más abundantes fuentes de asesinato de Carew. congoja. Y aunque aquella duplicidad Hastie Lanyon fuese tan profunda, yo no era un hipócrita de ninguna manera; mis dos Declaración facetas eran completamente sinceras; no completa era en mayor medida yo mismo cuando de dejaba a un lado cualquier restricción y Henry me sumía en el deshonor, que cuando me Jekyll esforzaba, a la luz del día, para sobre profundizar en el conocimiento o el el alivio de las penas y los sufrimientos. caso Y sucedió que la orientación de mis 31 estudios científicos, totalmente dirigidos opuestos tuvieran que enfrentarse hacia lo esotérico y lo sobrenatural, continuamente en las atormentadas sufrió un cambio y arrojó más luz sobre entrañas de la conciencia. ¿Cómo esta percepción de la perenne guerra podían, pues, disociarse? entre mis miembros. Día tras día, y en Hasta ahí había llegado en mis las dos facetas de mi inteligencia, la reflexiones, cuando, como ya he dicho, moral y la intelectual, me fui acercando, una luz indirecta, procedente de la mesa pues, cada vez más a esa verdad por del laboratorio, comenzó a aclarar el cuyo descubrimiento parcial he sido tema que me preocupaba. Empecé a condenado a tan espantosa catástrofe: el percibir con mayor claridad de lo que hombre no es realmente uno, sino dos. jamás se ha afirmado, la trémula Digo dos, porque el nivel de mis insignificancia, la nebulosa conocimientos no me permite ir más transitoriedad, de este cuerpo allá. Otros seguirán, otros me dejarán aparentemente tan sólido en el que atrás en esa misma vía; y me aventuro a vamos envueltos. Descubrí que ciertos conjeturar que, en última instancia, el agentes tienen el poder de sacudir y hombre será conocido como una mera arrancar esa vestidura carnal, del mismo comunidad de múltiples habitantes, modo que el viento podía agitar las incongruentes e independientes entre sí. cortinas de un pabellón. Por dos buenas Por mi parte, dada la naturaleza de mi razones no entraré más a fondo en este vida, avancé infaliblemente en una sola aspecto científico de mi confesión. En dirección. Fue en la faceta moral, y en primer lugar, porque he tenido que mi propia persona, donde aprendí a aprender que el destino y la reconocer la completa y primitiva responsabilidad de nuestras vidas los dualidad del hombre; me di cuenta de llevamos ligados para siempre a que, de las dos naturalezas que luchaban nuestras espaldas; y cuando alguien en el campo de batalla de mi conciencia, intenta deshacerse de ellos, no hacen aun cuando podía decirse con razón que más que volver a gravitar sobre nosotros yo era cualquiera de las dos, ello se con una fuerza más desconocida y más debía únicamente a que era radicalmente tremenda. En segundo lugar, porque, ambas; y desde muy temprana fecha, como mi relato, ¡ay de mí!, pondrá en antes incluso de que el curso de mis evidencia, mis descubrimientos fueron descubrimientos científicos comenzara a incompletos. Baste, pues, con decir que sugerir la más ostensible posibilidad de no sólo llegué a comprender que mi semejante milagro, ya había aprendido cuerpo material no era más que el aura y yo a recrearme con placer, como en una refulgencia de ciertas potencias que querida ensoñación, en la idea de la componían mi espíritu, sino que separación de estos elementos. Si cada conseguí elaborar una droga por medio uno de ellos, me decía, pudiera alojarse de la cual estas potencias podían ser en identidades distintas, la vida se vería destronadas de su supremacía, y ser exonerada de todo cuanto es sustituidas por una segunda forma y insoportable; lo injusto podría seguir su compostura, no menos naturales en mí, camino, liberado de las aspiraciones y ya que eran expresión y reflejo de los remordimientos de su doble más íntegro; aspectos más viles de mi alma. y lo justo podría recorrer con firmeza y Vacilé mucho antes de poner a tenacidad su senda ascendente, haciendo prueba esta teoría. Sabía muy bien que las buenas obras en las que encontraba me arriesgaba a morir; ya que cualquier placer, sin exponerse más a la ignominia droga que controlara tan poderosamente y al remordimiento a causa de un mal e hiciera temblar la fortaleza misma de ajeno a él. Precisamente era una la identidad podría suprimir totalmente, maldición para la humanidad que con la menos escrupulosa sobredosis o aquellas incongruentes gavillas la más ínfima inoportunidad en cuanto al estuviesen así unidas… que esos dobles momento de administrarla, aquel 32 tabernáculo inmaterial que yo pretendía de alumbrar el nuevo día… a aquellas cambiar. Pero la tentación de un horas, los habitantes de mi casa estaban descubrimiento tan singular y profundo sumidos en el sueño de rigor, por lo que superó finalmente cualquier asomo de decidí, rebosante como estaba de alarma. Hacía mucho que había esperanzas y de júbilo, aventurarme preparado mi tintura; en seguida compré, bajo mi nuevo envoltorio hasta mi en un mayorista de productos químicos, dormitorio. Atravesé el patio, donde las una gran cantidad de cierta sal que, constelaciones me miraron asombradas, según sabía por mis experimentos, era el podía haber pensado, ya que era el último ingrediente necesario; y bien primer ser de esa especie que su entrada una infausta noche, combiné los insomne vigilancia les había revelado; elementos, observé cómo hervían y forastero en mi propia casa, llegué a mi humeaban en la vasija, y cuando cesó la habitación y vi por vez primera el ebullición, en un inusitado arranque de aspecto de Edward Hyde. valor, me bebí la pócima de un trago. Aquí me veo obligado a hablar sólo Me acometieron las angustias más en teoría, diciendo no lo que sé, sino lo atroces: un crujir de huesos triturados, que me imagino más probable. El lado una terrible náusea, y un horror en el malo de mi naturaleza, al que había alma imposible de superar ni en la hora transferido el sello de la eficacia, era del nacimiento ni de la muerte. Luego, menos robusto y estaba menos aquellas angustias empezaron a desarrollado que el lado bueno al que apaciguarse rápidamente y volví en mí acababa de deponer. Además, en el como si saliese de una grave transcurso de mi vida, que había sido, enfermedad. Había algo extraño en mis después de todo, una vida de esfuerzo, sensaciones, algo nuevo e inefable y, por virtud y control en sus nueve décimas su misma novedad, de increíble dulzura. partes, dicho lado había sido mucho Me sentía más joven, más ligero de menos ejercitado y estaba mucho menos cuerpo, más alegre; notaba dentro de mí agotado. De ahí, creo yo, que Edward una impetuosa osadía, una oleada de Hyde fuese mucho más pequeño, más turbulentas imágenes sensuales se ligero y más joven que Henry Jekyll. Del sucedían vertiginosas en mi mismo modo que el bien resplandecía en imaginación, como el agua en el caz de el semblante de uno, el mal estaba un molino, una disolución de las claramente grabado en el rostro del otro. ataduras del deber, una desconocida, Además, el mal (al que todavía debo aunque no inocente, libertad de espíritu. considerar el lado letal del hombre) Me di cuenta, en el primer aliento de había dejado en aquel cuerpo una esta nueva vida, de que era más impronta de deformidad y de perverso, diez veces más perverso, que decadencia. Y sin embargo, al estaba esclavizado a mi genio maléfico contemplar en el espejo aquella fea primitivo; y ese pensamiento, en aquel imagen, no sentí la menor repugnancia, momento fortaleció mi ánimo y me sino más bien un impulso de bienvenida. deleitó como si fuera vino. Estiré los Aquél también era yo. Parecía natural y brazos, exultante por la novedad de humano. Traía a mis ojos una imagen estas sensaciones, y al hacerlo, de más realista del espíritu, parecía más pronto fui consciente de que mi estatura directo y simple que el semblante había menguado. imperfecto y escindido que hasta En aquella época no había espejo en entonces solía considerar mío. Y en eso mi habitación; el que hay ahora junto a tenía indudablemente razón. He mí mientras escribo fue traído más tarde, observado que cuando adoptaba la con motivo precisamente de esas apariencia de Edward Hyde, nadie transformaciones. La noche, sin podía acercarse a mí al principio sin una embargo, estaba ya muy entrada y el visible aprensión física. Esto, según amanecer, todavía oscuro, estaba a punto creo, se debía a que todos los seres 33 humanos, tal como los conocemos, son decir otra cosa peor), y no sólo era bien una mezcla del bien y del mal; mientras conocido y muy considerado, sino que que Edward Hyde era el único me estaba haciendo mayor, esa representante del mal puro en todo el incoherencia de mi vida se iba haciendo ámbito del género humano. cada día más incómoda. Fue por ahí por donde mi nuevo poder me tentó hasta Me quedé sólo un momento ante el hacerme caer en la esclavitud. No tenía espejo: el segundo y concluyente más que beber la pócima e experimento todavía quedaba por hacer; inmediatamente me libraría del cuerpo aún quedaba por ver si había perdido del eminente profesor y adoptaría, como irremediablemente mi identidad y debía un grueso capote, el de Edward Hyde. huir, antes de que amaneciese, de una La idea me hacía sonreír; en aquel casa que ya no era mía; y volví tiempo me parecía graciosa; por tanto corriendo a mi gabinete, preparé otra hice mis preparativos con el mayor vez la pócima y me la bebí, sufrí una vez esmero posible. Alquilé y amueblé más los tormentos de la disolución, y de aquella casa en el Soho adonde llegó la nuevo volví a mi ser, recobrando la policía siguiendo la pista de Hyde; y naturaleza, la estatura y el rostro de contraté como ama de llaves a una Henry Jekyll. criatura de cuyo silencio y pocos Aquella noche había llegado a una escrúpulos tenía buena constancia. Por encrucijada fatal. Si hubiera enfocado otra parte, anuncié a la servidumbre que mi descubrimiento con un espíritu más un tal Mr. Hyde (del que di su noble, si hubiera corrido el riesgo del descripción) debía gozar de total experimento estando bajo la influencia libertad y plenos poderes en mi casa de de aspiraciones generosas o piadosas, la plaza; y, para evitar contratiempos, todo habría sido diferente, y de aquellas incluso la visité bajo mi nueva angustias de muerte y de nacimiento caracterización para que se habría surgido un ángel en lugar de un familiarizasen con mi presencia. Luego demonio. La droga no tenía ningún redacté aquel testamento al que tantos efecto discriminatorio; no era ni reparos pusiste; de modo que, si algo me diabólica ni divina; tan sólo hacía sucedía en mi personificación del doctor temblar las puertas de la cárcel de mi Jekyll, pudiera pasarme a la de Edward temperamento y, como los cautivos de Hyde sin pérdidas pecuniarias. Y Filipos,[11] lo que estaba dentro salía al fortalecido así en ambos flancos, eso exterior. Por aquel entonces mi virtud creía, empecé a sacar provecho de las dormitaba; lo que había de malo en mí, inesperadas inmunidades de mi que la ambición mantenía despierto, situación. estaba alerta y dispuesto a no dejar Antes los hombres alquilaban escapar la ocasión; y lo que estaba matones para llevar a cabo sus planeado era Edward Hyde. Por lo crímenes, mientras que sus propias tanto, aunque ahora tenía dos naturalezas personas y su reputación quedaban a lo mismo que dos apariencias, una de cubierto. Yo fui el primero que hizo eso ellas era completamente malvada, y la para satisfacer mis placeres. Era el otra seguía siendo el viejo Henry Jekyll, primero que podía, de esta manera, ese incongruente compuesto de cuya aparecer públicamente revestido de una reforma y mejora había aprendido ya a cordial respetabilidad, y un instante desesperar. Así que la tendencia estaba después, como un colegial, despojarme totalmente orientada hacia lo peor. de aquellos préstamos y tirarme de Ni siquiera entonces había superado cabeza al mar de la libertad. Y sin todavía mi aversión a la aridez de una embargo, envuelto en un manto vida dedicada al estudio. A veces seguía impenetrable, para mí la seguridad era teniendo una alegre disposición; y como completa. Imagínate… ¡ni siquiera mis placeres eran indecorosos (por no existía! Me bastaba con poder escapar 34 por la puerta del laboratorio, y disponer transeúnte, al que reconocí el otro día en de un par de segundos para mezclar y la persona de un pariente tuyo; el tomarme el bebedizo que siempre tenía médico y la familia de la niña se unieron preparado; y, fuera lo que fuese lo que a él; hubo momentos en que temí por mi hubiera hecho, Hyde desaparecería vida; y por fin, para apaciguar su más como el vaho del aliento en un espejo; y que justo enfado, Edward Hyde tuvo que en su lugar, tranquilamente en su casa, llevarlos hasta la puerta y pagarles con despabilando la lámpara de su despacho un cheque extendido a nombre de Henry a medianoche, pudiéndose permitir Jekyll. Pero aquel peligro fue fácilmente reírse de cualquier sospecha, sería eliminado en lo sucesivo, abriendo una Henry Jekyll. cuenta en otro banco a nombre del Los placeres que me apresuré a propio Edward Hyde; y cuando, buscar bajo este disfraz fueron, como he torciendo un poco la escritura, hube dicho, indecorosos; no me atrevería a proporcionado una firma a mi doble, emplear un término más severo. Pero, en creí hallarme a salvo de los embates del manos de Edward Hyde, pronto destino. empezaron a derivar hacia lo Unos dos meses antes del asesinato monstruoso. Cuando volvía de aquellas de sir Danvers, había salido yo a correr correrías, a menudo me sumía en una una de mis aventuras, de la que regresé especie de asombro ante mi vicaria muy tarde, y al día siguiente me desperté depravación. Aquel demonio familiar en la cama con unas sensaciones un tanto que hice surgir de mi propia alma, y extrañas. En vano miré a mi alrededor; solté para que hiciese cuanto se le en vano vislumbré el decoroso antojara, era un ser de una maldad y mobiliario y las amplias proporciones vileza inherentes; todos sus actos y de mi habitación en la casa de la plaza; pensamientos se centraban en sí mismo; en vano reconocí el estampado de los bebía el placer con avidez bestial cortinajes del lecho y el diseño del infligiendo a los demás toda clase de armazón de caoba; algo seguía torturas; era tan implacable como una insistiendo en decirme que no me estatua de piedra. Henry Jekyll se encontraba donde creía encontrarme, horrorizaba a veces ante los actos de que no me había despertado donde Edward Hyde; pero la situación estaba parecía estar, sino en la pequeña al margen de las leyes ordinarias, y se habitación del Soho en la que solía evadía insidiosamente del control de la dormir en el cuerpo de Edward Hyde. conciencia. Después de todo, el Sonreí para mis adentros y, siguiendo culpable era Hyde, y sólo Hyde. Jekyll mis hábitos psicológicos, me puse a no estaba peor; volvía a despertarse con investigar lentamente los componentes sus buenas cualidades aparentemente de aquella ilusión y, mientras lo hacía, intactas; incluso se apresuraba, cuando volví a caer, de vez en cuando, en una ello era posible, a reparar el mal hecho agradable somnolencia matutina. Seguía por Hyde. Y así su conciencia se ocupado en aquello cuando, en uno de adormecía. los momentos en que me encontraba más No tengo intención de entrar en despierto, mis ojos repararon en una de detalles acerca de la infamia de la que, mis manos. Pues bien: Henry Jekyll de este modo, fui cómplice (pues ni (como me has comentado muchas veces) siquiera ahora puedo admitir apenas que tenía las manos típicas de un profesional la cometí); sólo quiero señalar las tanto en forma como en tamaño: grandes, advertencias y las sucesivas etapas firmes, blancas y delicadas. Pero la mediante las cuales se fue acercando mi mano que vi en aquellos momentos con castigo. Sufrí un accidente que, como no bastante claridad a la luz amarillenta de tuvo consecuencias, no haré más que la media mañana londinense, medio mencionar. Un acto de crueldad con una cerrada sobre el embozo de la cama, era niña atrajo sobre mí la ira de un delgada, nervuda, nudosa, de una 35 palidez fosca, y estaba cubierta por poder de proyectar últimamente había abundante vello oscuro. Era la mano de sido muy ejercitada y fomentada; en los Edward Hyde. últimos tiempos tenía la impresión de Debí de quedarme mirándola que el cuerpo de Edward Hyde había fijamente cerca de medio minuto, aumentado de estatura, como si (cuando sumido como estaba en el mero estupor adoptaba aquella forma) notara una del asombro, antes de que el terror mayor afluencia de sangre; y empecé a despertase en mi pecho, tan inesperado y barruntar el peligro de que, si aquello se sobrecogedor como el estrépito de unos prolongaba mucho, mi equilibrio mental platillos, y saltando de la cama, me podría ser destruido irreparablemente, precipitara hacia el espejo. Al ver lo que podría perder la facultad de cambiar que se encontraron mis ojos, me pareció a voluntad, y que la personalidad de que mi sangre se volvía menos espesa y Edward Hyde se apoderaría de mí sumamente helada. Sí, me había irrevocablemente. El poder de la droga acostado como Henry Jekyll y había no siempre se había manifestado igual despertado como Edward Hyde. ¿Cómo de eficaz. Una vez, muy al principio de podía explicarse eso?, me pregunté; y mi carrera, me había fallado por luego, con otro sobresalto de terror: completo; a partir de entonces en más de ¿cómo iba a remediarlo? Aquello una ocasión me había visto obligado a ocurrió ya muy entrada la mañana; la doblar la dosis, e incluso una vez, servidumbre ya se había levantado; arrostrando un infinito peligro de todas mis drogas estaban en el muerte, a triplicarla; y hasta la fecha gabinete… desde donde me encontraba, aquellas raras incertidumbres habían paralizado por el terror, tenía que sido la única sombra que empañaba mi recorrer un largo trayecto: bajar dos satisfacción. Ahora, sin embargo, a la tramos de escaleras, recorrer el pasillo luz del accidente de aquella mañana, de atrás, cruzar el patio y atravesar la llegué a la conclusión de que, en tanto sala de anatomía. Podría, en efecto, que al principio la dificultad había cubrirme el rostro; pero ¿de qué serviría residido en quitarse de encima el cuerpo eso, si no podía ocultar el cambio de de Jekyll, posteriormente, de forma estatura? Y entonces, con gran alivio gradual aunque decidida, dicho consolador, me vino a la memoria que la inconveniente se había transferido al servidumbre estaba ya acostumbrada a lado contrario. Por consiguiente, todo las idas y venidas de mi segundo yo. En parecía indicar que estaba perdiendo seguida me vestí, lo mejor que pude, con lentamente el control de mi personalidad ropas de mi propia talla; no tardé en original y mejor, y que poco a poco me atravesar la casa, donde Bradshaw me estaba convirtiendo en mi segundo y miró fijamente y retrocedió al ver a Mr. peor yo. Hyde a semejante hora y con tan extraño Me di cuenta de que debía elegir atavío; y diez minutos después, el doctor entre las dos. Mis dos naturalezas Jekyll había recuperado su propia compartían una misma memoria, pero apariencia y estaba sentado, con todas las demás facultades estaban expresión sombría, fingiendo que bastante desigualmente repartidas entre desayunaba. ellas. Jekyll (que era un compuesto), La verdad es que tenía poco apetito. unas veces con el más sensible recelo, Aquel inexplicable incidente, aquella otras con vehemente entusiasmo, inversión de mi experiencia anterior, planeaba y compartía los placeres y parecía deletrear mi sentencia, como los aventuras de Hyde; pero a Hyde le tenía dedos sobre el muro babilónico;[12] y sin cuidado Jekyll, o a lo sumo se empecé a reflexionar más seriamente acordaba de él como el bandolero que nunca acerca de las consecuencias y montaraz recuerda la cueva en la que se posibilidades de mi doble existencia. oculta de sus perseguidores. Jekyll se Aquella parte de mí que yo tenía el interesaba más que un padre; Hyde 36 mostraba mayor indiferencia que un hijo. fin, en un momento de debilidad moral, Unir mi suerte a la de Jekyll suponía volví una vez más a preparar y apurar de renunciar a aquellos apetitos a los que un trago el bebedizo transformador. durante tanto tiempo había cedido a Supongo que cuando un borracho escondidas y que últimamente había razona consigo mismo acerca de su empezado a consentir. Compartirla con vicio, ni una sola vez entre quinientas se Hyde significaba renunciar a miles de siente afectado por los peligros que le intereses y aspiraciones, y convertirme, hace correr su brutal insensibilidad de golpe y para siempre, en un ser física; tampoco yo, por mucho que haya despreciado y sin amigos. examinado mi situación, tuve bastante en cuenta la completa insensibilidad moral La apuesta podía parecer desigual; y la insensata disposición al mal, que pero había que sopesar otra eran los rasgos dominantes de Edward consideración; pues mientras que Jekyll Hyde. Sin embargo, a causa de ellos fui padecía con desazón los ardores de la castigado. Mi demonio llevaba mucho abstinencia, Hyde ni siquiera era tiempo enjaulado y salió rugiendo. Era consciente de todo lo que había perdido. consciente, incluso mientras me tomaba Por extraña que fuera mi situación, los el bebedizo, de que mi propensión al términos de este debate son tan viejos y mal era cada vez más desenfrenada, más vulgares como el hombre mismo; pues furiosa. Debió de ser eso, imagino, lo son poco más o menos los mismos que provocó en mi alma aquella estímulos y temores los que deciden la tempestuosa impaciencia con que suerte de cualquier pecador que se escuché las cortesías de mi desdichada enfrenta tembloroso a la tentación; y me víctima; al menos, declaro ante Dios que sucedió lo que a la inmensa mayoría de ningún hombre moralmente sano podía mis semejantes: que elegí la mejor parte haber sido culpado de aquel crimen en pero descubrí que carecía de energías base a tan irrisoria provocación; y que para ceñirme a ella. le golpeé con la misma falta de juicio Sí, elegí al médico descontento y de con que un niño enfermo podría romper edad avanzada, rodeado de amigos y que un juguete. Pero me había despojado tan honradas esperanzas abrigaba; y me voluntariamente de todos aquellos despedí resueltamente de la libertad, la instintos compensatorios mediante los relativa juventud, el paso ligero, los cuales incluso el peor de nosotros sigue impulsos repentinos y los placeres su camino con cierto grado de secretos de los que había disfrutado estabilidad en medio de las tentaciones; bajo el disfraz de Hyde. Tomé aquella y en mi caso, ser tentado, aunque fuera decisión quizás con cierta reserva levemente, suponía caer. inconsciente, pues no abandoné la casa del Soho, ni destruí la ropa de Edward En el acto se despertó en mí el Hyde, que todavía sigue lista en mi espíritu infernal y me puse furioso. Con gabinete. Sin embargo, durante un par de un arrebato de júbilo, vapuleé aquel meses fui fiel a mi determinación; cuerpo que no ofrecía resistencia, durante dos meses llevé una vida más saboreando con deleite cada golpe; y austera de lo que nunca había sólo cuando empezó a manifestarse el conseguido llevar, y disfruté de las cansancio, sentí de pronto, en la cima de compensaciones de una conciencia mi delirio, que un frío estremecimiento tranquila. Pero finalmente el tiempo de horror me traspasaba el corazón. Al empezó a hacerme olvidar la inmediatez disiparse aquella niebla, comprendí que de aquellos temores; los halagos de la mi vida estaba sentenciada; y huí del conciencia comenzaron a convertirse en escenario de aquellos excesos, exultante cosa normal; empecé a sentirme y tembloroso al mismo tiempo, torturado por angustias y anhelos, como complacidas y estimuladas mis ansias de si Hyde forcejeara para liberarse; y al mal, más exaltado que nunca mi amor a 37 la vida. Corrí a mi casa en el Soho, y evidente para todo el mundo, y que la (para mayor seguridad) destruí mis víctima era un hombre muy estimado documentos; salí de allí a las calles públicamente. No fue sólo un crimen, iluminadas por farolas, con la mente había sido un trágico desatino. Creo que escindida por el mismo éxtasis, me alegré de saberlo; creo que me recreándome en mi crimen, tramando alegré de que mi terror al patíbulo despreocupadamente otros para el hubiese apuntalado y protegido mis futuro, y sin embargo apresurándome y mejores impulsos. Jekyll era ahora mi atento por si oía los pasos de mis baluarte; si Hyde asomara por un perseguidores. momento, todo el mundo alzaría las manos para detenerlo y matarlo. Hyde tenía una canción en los labios Decidí redimir el pasado con mi mientras preparaba el brebaje, y al conducta futura; y puedo decir con toda tomárselo brindó por el hombre muerto. sinceridad que mi decisión produjo Todavía no habían terminado de algún bien. Tú sabes con cuánto empeño desgarrarlo los tormentos de la me esforcé en los últimos meses del año transformación, cuando Henry Jekyll, pasado por aliviar los sufrimientos; y derramando abundantes lágrimas de también sabes lo mucho que hice por los gratitud y remordimiento, cayó de demás, y que los días pasaban rodillas y alzó al cielo las manos tranquilamente, casi felizmente para mí. entrelazadas. El velo de la Tampoco puedo decir realmente que me autocompasión se había rasgado de cansara de aquella vida inocente y arriba abajo y vi mi vida en su totalidad; caritativa; creo, por el contrario, que la seguí desde los días de mi infancia, cada día disfrutaba más de ella; pero cuando paseaba de la mano de mi padre, todavía padecía mi dualidad de y a través de los trabajos abnegados de propósitos; y mientras se embotaba el mi vida profesional, hasta llegar una y primer filo de mi arrepentimiento, mi otra vez, con la misma sensación de parte más ruin, consentida durante tanto irrealidad, a los tremendos horrores de tiempo y tan recientemente encadenada, aquella noche. Estuve a punto de gritar; empezaba a refunfuñar pidiendo traté de calmar con lágrimas y oraciones licencia. No es que pensara en resucitar la repugnante multitud de imágenes y a Hyde; la simple idea de hacer eso me sonidos que se desbordaban en mi asustaba hasta el paroxismo: no, era mi recuerdo; y sin embargo, en medio de propia persona la que una vez más las súplicas, el feo rostro de mi estaba tentada de jugar con mi iniquidad miraba al interior de mi alma. conciencia; y a escondidas, como un Cuando aquel remordimiento agudo vulgar pecador, fue como acabé empezó a desvanecerse, lo siguió una cediendo a los asaltos de la tentación. sensación de júbilo. El problema de mi conducta estaba solucionado. A partir de A todas las cosas les llega su fin; entonces Hyde ya no era posible; lo incluso la medida de mayor capacidad quisiera yo o no, ahora estaba reducido termina por colmarse; y aquella breve a la mejor parte de mi existencia; y ¡oh, condescendencia con lo que había de cómo me regocijó pensar en eso!, ¡con malo en mí finalmente destruyó el qué complaciente humildad abracé de equilibrio de mi alma. Y sin embargo, nuevo las restricciones de la vida no estaba alarmado; la caída parecía normal!, ¡con qué sincera renunciación normal, como una vuelta a los viejos cerré la puerta por la que tan a menudo tiempos anteriores a mi descubrimiento. había entrado y salido, y destrocé la Era un hermoso y claro día de enero, llave bajo mis pies! con el suelo mojado por haberse fundido Al día siguiente llegó la noticia de la escarcha, pero sin nubes en el cielo; y que el asesinato había sido investigado, Regent’s Park estaba lleno de gorjeos que la culpabilidad de Hyde era invernales y dulces fragancias 38 primaverales. Me senté al sol en un en Lanyon. Pero ¿cómo llegar hasta él?, banco; el animal que llevo dentro se ¿cómo persuadirlo? Suponiendo que relamía en sus recuerdos; el lado lograse evitar que me capturasen en la espiritual estaba un poco adormecido, calle, ¿cómo iba a abrirme paso hasta prometiendo un posterior él?, y ¿cómo podía yo, un visitante arrepentimiento, pero sin decidirse a desconocido y desagradable, convencer empezar. Después de todo, pensaba, soy al famoso médico para que desvalijara como mis semejantes; y entonces sonreí, el despacho de su colega, el doctor comparándome con los demás hombres, Jekyll? Entonces recordé que todavía me comparando mi buena voluntad tan quedaba una parte de mi personalidad activa con la desidiosa crueldad de su original: podía escribir con mi propia negligencia. Y en el momento mismo en letra; y en cuanto tuve aquella brillante que aquel pensamiento de vanagloria ocurrencia, el camino a seguir quedó cruzaba mi mente, me sobrevino un iluminado desde el principio hasta el mareo, una náusea horrorosa y unos final. tremendos escalofríos. Los síntomas Inmediatamente después, me arreglé desaparecieron, pero quedé exhausto; y la ropa lo mejor que pude, y llamando a entonces, cuando a su vez disminuyó la un cabriolé con pescante que pasaba por debilidad, empecé a darme cuenta de un allí, me dirigí a un hotel en Portland cambio en mis pensamientos, una mayor Street, cuyo nombre recordé por audacia, un desprecio al peligro, una casualidad. Al ver mi aspecto (que la disolución de las ataduras del deber. verdad es que era bastante cómico, por Bajé la mirada; mis ropas colgaban trágico que fuera el destino que aquella informes sobre mis miembros ropa ocultaba), el cochero no pudo encogidos; la mano que reposaba sobre ocultar la risa. Rechiné los dientes ante mi rodilla era nudosa y peluda. De él en un acceso de furia diabólica, y la nuevo me había convertido en Edward sonrisa se desvaneció de su rostro… Hyde. Un momento antes era digno del afortunadamente para él… pero todavía respeto de todo el mundo, rico y más para mí, pues si se hubiera querido… la mesa preparada me prolongado sólo un momento más sin esperaba en el comedor de mi casa; duda lo habría arrojado de su pescante. ahora, en cambio, me había convertido Cuando entré en la posada, miré a mi en una vulgar presa de los hombres, un alrededor con tan adusto semblante que perseguido, sin hogar, un conocido hice temblar a los empleados; no asesino, candidato al cadalso. intercambiaron ni una sola mirada en mi Mi razón flaqueó, pero no me falló presencia, sino que atendieron del todo. Más de una vez había servilmente mis órdenes, me condujeron observado que, en mi segunda a una habitación privada y me trajeron personificación, mis facultades parecían recado de escribir. Cuando su vida haberse agudizado hasta cierto punto y peligraba, Hyde se convertía en una mi ánimo haberse vuelto más tenso y criatura nueva para mí: se estremecía elástico; y así sucedió que, allí en donde desmesuradamente de ira, se excitaba Jekyll quizás hubiese sucumbido, Hyde hasta bordear el asesinato, deseaba estuvo a la altura de las circunstancias. hacer sufrir a sus semejantes. Sin Mis drogas estaban en una de las embargo aquel ser era astuto; dominó su vitrinas de mi gabinete; ¿cómo llegar a furia con un gran esfuerzo de voluntad; ellas? Ese era el problema que escribió dos cartas importantes, una (estrujándome las sienes con las manos) para Lanyon y otra para Poole; y, para me puse a resolver. Había cerrado la asegurarse de que eran cursadas, las puerta del laboratorio. Si intentaba mandó con instrucciones de que fueran entrar por la casa, mis propios criados certificadas. me enviarían al patíbulo. Comprendí que tenía que utilizar a otra persona, y pensé A partir de entonces permaneció 39 todo el día en su habitación junto al brillaba tan intensamente en mi alma que fuego, mordiéndose las uñas; allí cenó, casi rivalizaba con el resplandor de la sentado a solas con sus temores, con el esperanza. camarero visiblemente acobardado en su Paseaba sin prisas por el patio presencia; y desde allí, cuando se hizo después del desayuno, aspirando con completamente de noche, partió en un deleite el frescor del aire, cuando coche de alquiler cerrado, oculto en un volvieron a apoderarse de mí aquellas rincón, y fue conducido de un lado a otro sensaciones indescriptibles que por las calles de la ciudad. Digo él… anunciaban el cambio; y apenas si tuve pues no puedo decir yo. Aquel ser tiempo de ponerme a cubierto en mi infernal no tenía nada de humano; en él gabinete, cuando una vez más las no habitaba más que el miedo y el odio. pasiones de Hyde me pusieron furioso y Y cuando por fin, creyendo que el me dejaron paralizado. En aquella cochero había empezado a abrigar ocasión necesité una dosis doble para sospechas, despidió el coche y, ataviado volver a ser yo mismo; y, ¡ay de mí!, con sus ropas demasiado grandes que le seis horas más tarde, mientras estaba hacían llamar la atención, se aventuró a sentado contemplando con tristeza el andar en medio de los transeúntes fuego, volvieron las angustias y tuve que nocturnos, aquellas dos degradantes administrarme de nuevo la droga. En pasiones bramaban en su interior como pocas palabras, a partir de aquel día una tempestad. Caminaba deprisa, pareció que sólo mediante un gran perseguido por sus temores, hablando esfuerzo, como en la gimnasia, y sólo consigo mismo, escondiéndose en las bajo el inmediato estímulo de la droga, calles menos transitadas, contando los era yo capaz de conservar el aspecto de minutos que todavía lo separaban de la Jekyll. A cualquier hora del día y de la medianoche. En una ocasión le habló noche me asaltaban aquellos una mujer, ofreciéndole, creo, una caja estremecimientos premonitorios; sobre de cerillas. Él la golpeó en el rostro y todo, si me dormía, o incluso si ella huyó. dormitaba un momento en el sillón, me Cuando volví a mi ser en casa de despertaba siempre como Hyde. Lanyon, quizá me afectó un poco el Bajo la tensión de aquel funesto horror manifestado por mi viejo amigo: destino que continuamente se cernía no lo sé; al menos fue sólo una gota en el sobre mí, y a causa del insomnio al que océano de odio con que rememoraba me había condenado yo mismo, sí, aquellas horas. Un cambio se había incluso más allá de lo que había creído producido en mí. Ya no era el miedo al humanamente posible, me convertí, sin patíbulo, era el pavor de ser Hyde lo perder mi propia personalidad, en un ser que me atormentaba. Acogí la condena devorado y consumido por la fiebre, de Lanyon en parte como un sueño; y en débil y enfermizo de cuerpo y de mente, parte como un sueño regresé a mi propia y únicamente dominado por una sola casa y me metí en la cama. Tras el idea: el horror a mi otro yo. Pero cuando abatimiento de aquel día, dormí con un me dormía, o cuando desaparecía el sueño intenso y profundo que ni siquiera efecto del medicamento, sin apenas pudo interrumpir la pesadilla que me transición (pues los dolores de la dejó extenuado. Me desperté por la transformación cada día eran menos mañana desconcertado, debilitado, pero acusados), se apoderaba de mí una repuesto. Seguía odiando y temiendo la fantasía plagada de imágenes idea de que en mi interior dormía una aterradoras, mi alma bullía de odios sin bestia, y no había olvidado, por motivo, y mi cuerpo no parecía lo supuesto, los peligros del día anterior; bastante fuerte para contener las pero estaba otra vez en casa, en mi irrefrenables energías de la vida. propia casa y cerca de mis drogas; y la Los poderes de Hyde parecían haber gratitud por haber logrado escapar aumentado con la mala salud de Jekyll. 40 Y sin duda, el odio que ahora los dividía compadezco. era igual por ambas partes. Para Jekyll Es inútil prolongar esta descripción, era una cuestión de instinto vital. Había y de veras me falta tiempo para ello; conocido ya toda la deformidad de aquel baste con decir que nadie ha sufrido ser que compartía con él algunos de los nunca semejantes tormentos; y sin fenómenos de conciencia, y era su embargo la costumbre de sobrellevarlos coheredero hasta de la muerte: más allá me ha proporcionado… no alivio, desde de aquellos lazos comunes, que en sí luego… sino una cierta insensibilidad en mismos constituían la parte más intensa el alma, una cierta conformidad con la de su sufrimiento, pensaba que Hyde desesperación; y mi castigo podría era, pese a toda su energía vital, algo no haberse prolongado durante años, de no sólo infernal sino inorgánico. Eso era lo ser por la última calamidad que acaba más espantoso: que el limo del abismo de acontecer, y que finalmente me ha parecía proferir gritos y voces; que el despojado de mi propio rostro y polvo amorfo gesticulaba y pecaba; que naturaleza. Mi provisión de aquella sal, lo que estaba muerto y carecía de forma que no había sido renovada desde mi usurpaba las funciones de la vida. Y primer experimento, empezó a escasear. también esto: que aquel horror Envié a por un nuevo suministro, y insurgente estaba unido a él más mezclé la poción; se produjo la estrechamente que una esposa, o que un consiguiente ebullición y el primer ojo; estaba enjaulado en su cuerpo, cambio de color, aunque no el segundo; donde le oía murmurar y sentía cómo se me la bebí, pero no surtió efecto. Sabrás esforzaba por renacer; y que en por Poole cómo he registrado todo cualquier momento de debilidad, y Londres; fue en vano; y ahora estoy durante la relajación del sueño, se persuadido de que mi primer suministro impondría sobre él y lo desposeería de era impuro, y que fue esa impureza la vida. desconocida la que prestó eficacia a la El odio de Hyde por Jekyll era de pócima. otro orden. Su terror al patíbulo lo empujaba continuamente a cometer un Ha pasado alrededor de una semana, suicidio temporal, y a volver a su y ahora estoy terminando esta condición de parte subordinada y no de declaración bajo la influencia del último persona; pero aborrecía la necesidad, resto de los viejos polvos. Esta es, pues, aborrecía el desaliento en que Jekyll la última vez, a menos que ocurra un había caído ahora, y le ofendía la milagro, que Henry Jekyll puede pensar aversión que su presencia provocaba. por sí mismo o contemplar su propio De ahí las simiescas jugarretas que le rostro (¡ahora tan lamentablemente gastaba, garabateando blasfemias en las alterado!) en el espejo. Y no debo páginas de los libros con mi propia demorar demasiado la terminación de mi letra, quemando las cartas y destruyendo escrito; pues si mi relato se ha librado el retrato de mi padre; y en efecto, de no hasta ahora de la destrucción, ha sido haber sido por su miedo a morir, hace gracias a la combinación de una gran tiempo que se habría destruido a sí prudencia y de abundante buena suerte. mismo con tal de arrastrarme a mí a la Si mientras escribo me vinieran los destrucción. Pero su amor a la vida es dolores del cambio, Hyde haría pedazos asombroso; y aún diría más: yo, que me esta declaración; pero si transcurre pongo enfermo y siento escalofríos sólo algún tiempo después de que la guarde, de pensar en él, cuando recuerdo lo su sorprendente egoísmo y su abyecto y apasionado que es ese apego circunscripción al momento suyo a la vida, y me doy cuenta de hasta probablemente la librarán una vez más qué punto le aterra el poder que tengo de su rencor simiesco. Y la verdad es sobre él de eliminarlo mediante el que el funesto destino que se cierne suicidio, compruebo que en el fondo lo sobre nosotros dos ha contribuido 41 también a cambiarlo y a abrumarlo. Dentro de media hora, cuando una vez más, y para siempre, vuelva a adoptar esa odiosa personalidad, sé que permaneceré sentado en mi sillón, temblando y llorando, o continuaré yendo y viniendo por esta habitación (mi último refugio en este mundo), en un tenso arrebato de pánico, prestando oídos a cualquier ruido que pueda suponer una amenaza. ¿Morirá Hyde en el cadalso? ¿O encontrará el valor suficiente para liberarse por sí mismo en el último momento? Sólo Dios lo sabe; me trae sin cuidado; yo muero en este preciso instante, y lo que venga después concierne a otro, no a mí. Aquí, pues, mientras dejo a un lado la pluma y me dispongo a lacrar mi confesión, pongo fin a la vida del desdichado Henry Jekyll.