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Imperio Romano de Oriente

Emilio Ponce Jiménez de la Rosa

El periódo del medievo en el mundo occidental se caractérisa en gran medida tanto por sus
grandes lagunas de archivos y datos históricos y la malformación de ellos por el boca a
boca, como por el estancamiento cultural y cientifico comparado a otras épocas. Todo ello
a razón de la teocracia, la ignorancia y el aislamiento de pensamiento. Sin embargo,
existen exepciones a este “mal” histórico en la Europa Medieval. El Imperio Romano de
Oriente, ahora también llamado Bizantino, es una de ellas.

Los origenes del Imperio Bizantino se remontan a los últimos años del Imperio Romano. En
el 313 D.C. se formula el Edicto de Milán bajo el gobierno del Emperador Constantino I “el
Grande” (del cual se rebautiza la ciudad de Bizancio como Constantinopla), donde se
reconoce al cristianismo y la libertad de religión en general en el Imperio. Como
consecuencia directa, el cristianismo conoce una expansión importante al punto de que a
finales del mismo siglo dicha religión se vuelve oficial. En 395, a la muerte de Teodosio I, el
imperio se divide en dos: el Imperio Romano de Occidente y el Imperio Romano de Oriente.
Mientras que el primero decae rápidamente en y desaparece en 476, el Imperio de Oriente
florece y se expande. La capital Constantinopla se establece como un punto estratégico
comercial y militar que permite el contacto entre Europa, Asia, y África por mar y tierra. La
extensión del Imperio desde un principio abarca estos tres continentes lo cual implica un
sincretismo social y cultural. El pueblo bizantino se llama asimismo Romano pero también
se ve como descendiente directo los Griegos antiguos a tal grado que el Griego se vuelve la
lengua oficial del Imperio, en oposición al latín en el Imperio Romano original La herencia
Griega y Romana aunada a la influencia árabe y africana implican un desarrollo del arte y
de la ciencia no visto en tiempos de Roma. La religión se establece como cristiana siguiendo
el ejemplo de Roma pero difiere en varios temas, lo que conlleva a ser bautizada como
Ortodoxa. Ésta juega un rol de suma importancia en la que el patriarca de la Iglesia es una
suerte de Dios en la Tierra, solo comparable al Emperador. Las diferencias religiosas entre
el Imperio y Roma causan rupturas como la del Cisma del Patriarca Focio en el siglo IX, que
rompe toda relación entre Oriente y Occidente.

Con la llegada de Justiniano I en 527 inicia una época de gran expansión y enrequecimiento
del Imperio que será el mayor auge Bizantino. Este emperador tiene como objetivo
restaurar las fronteras del antiguo Imperio Romano. Gracias a grandes generales como
Belisario, el Imperio se extiende en 550 del Estrecho de Gibraltar a Medio Oriente,
controlando practicamente todas las costas Mediterráneas en Europa, África y Asia. Las
arcas del estado se llenan y es también época de grandes construcciones y expresiones
artísticas bizantinas. Un ejemplo claro son el Hagia Sofia o Santa Sofia, ubicada en
Constantinopla y la Iglesia de San Marcos, que aunque en territorio veneciano es realizada
por arquitectos del Imperio. Muchos de estos edificios son decorados al interior por
mosaicos. Éste tipo de mosaicos son una forma de arte ampliamente reconocida como
Bizantina donde se forman imágenes genreralmente religiosas o imperiales que se
presentan en formato de mural o icono. En el ámbito musical, los extractos recuperados y
reinterpretados en notación apuntan a que la mezcla de tantas culturas se hacía notar de
misma forma en las composiciones. Al contrastarlo con los cantos Gregorianos de
Occidente, el Canto Bizantino presenta cualidades más arriesgadas. La música era
principalmente ceremoniosa y a la órden de la Iglesia, pero no por eso tan solemne como en
Occidente. A manera de herederos griegos, se usaban las liras extensamente, asi como
percusiones (crótalos) y algunos modos “griegos”. Asimismo era de notar el canto
melismático característico de la música Árabe. La melodía era llevada por la voz,
generalmente acompañada de los otros instrumentos, y en la mayoría de los casos se
mantenía presente una nota grave llamada “ison”.

Las expresiones artísticas conllevan sin embargo conflictos sociales importantes. El


movimiento iconoclasta en el siglo VII se desata a raíz de los iconos en mosaico al condenar
el uso y adoración de imágenes religiosas, lo que lleva en muchos casos a su destrucción y
desaparición. El movimiento acarrea grandes problemas internos que junto a la Peste
Justiniana (que mata a un tercio de la población) llevan a una desetabliziación política y
social aprovechada por los enemigos externos para invadir el Imperio. Las batallas contra
Persas, Ostrogodos y otros bárbaros aunque replegadas, significan una reducción de la
extensión territorial a las actuales penínsulas Griega y Turca. De esta crisis se desprende un
curioso caso de Helenización en el Imperio que reunifica al pueblo bizantino. Se exhalta el
heritaje macedonio al adoptar el griego definitivamente y el Imperio se fortalece. Su
influencia se extiende a los estados eslavos mayoritariamente gracias a la religión.

Los últimos 400 años del Imperio son de constante declive ante graves amenazas externas.
Las Cruzadas causan estragos en el Imperio Bizantino al ser lugar de paso obligado para
llegar de Europa a Tierra Santa. De la misma forma, el distanciamiento entre religiones de
Oriente y Occidente vuelven ríspidas las relaciones al grado de que en 1204, con la ayuda
de los venecianos, Constantinopla es tomada por primera vez en sus 800 años de historia.
No obstante, es reconquistada y el Estado Bizantino substiste, aunque no sin dificultades.
En sus últimos años, el Estado pide ayuda al Occidente ante las cada vez más fuertes
amenazas Turcas, a lo cual se les condiciona la reunificación de las Iglesias. El pueblo
rechaza la propuesta y posteriormente, Constantinopla y el Imperio Bizantino caen
definitivamente tras 2 meses de sitio ante las tropas de Mehmet II en 1453.

No cabe duda que el Imperio Romano de Oriente es de suma importancia histórica al ser un
caso extraño de Estado estable en una época sumamente ambigua. Con un milenio de vida
llegó a ser un ejemplo de desarrollo militar, científico, social y cultural con gran impacto
tanto en el mundo Oriental como en el Occidental, al grado de volverse un puente entre los
dos. Quizás de las huellas más profundas que quedan del Imperio Bizantino es la religión en
regiones Euro-Asiáticas. Muestras de la influencia que tuvo la religión sobre los estados
eslavos son Bulgaria que fue Evangelizado en el siglo IV o la Rus de Kiev, región que aunque
no perteneciente al Imperio y a la vez más grande que él, se vió fuertemente influenciada
al adoptar la Ortodoxia. Asimismo la palabra “zar” usada para designar al regente Ruso,
viene de “césar”, su homónimo bizantino. Dicho impacto se hace notar también en la
arquitectura de estos estados, en la escritura cirílica y mayoritariamente en su religión,
como en el caso de Rusia.

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