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APOLONIO DE RODAS

Nacido en Alejandría en el año 295 y muerto en Rodas en 215 a. C., fue un poeta griego,
autor del poema épico Argonáuticas.
La tradición duda entre si nació en Alejandría o en Naucratis, pero lo primero es más
probable, aunque su familia procedía de la segunda. Se le llama de
Rodas pues allí pasó la mayor parte de su vida y, casi con total
seguridad, adoptó la ciudadanía rodia. Realizó estudios en Alejandría
y tuvo como maestro al poeta Calímaco y como compañero de escuela
al físico y astrónomo Eratóstenes, destinado a sucederle en la
dirección de la famosa Biblioteca de Alejandría. Cuando tenía unos
treinta años, Ptolomeo II Filadelfo lo nombró bibliotecario para
suceder al célebre gramático Zenódoto de Éfeso; al mismo tiempo, recibió el encargo de
educar al hijo de Ptolomeo Filadelfo, el futuro Ptolomeo III Evergetes.
Durante los veinte años que permaneció en el cargo, compuso su famoso poema
épico Argonáuticas o El viaje de los argonautas, que narra el periplo de la nave Argos,
dirigida por el príncipe Jasón y tripulada por todo tipo de héroes míticos, hacia Colcos, en
busca del vellocino de oro.
También escribió numerosos libros sobre gramática. Por entonces, discutió con su maestro
Calímaco, que era un enemigo declarado de los poemas narrativos y extensos; esto, y la
enemistad de la reina Berenice, con la que se había casado su alumno, Ptolomeo III
Evergetes, que había llegado al fin al poder, motivaron su caída en la corte del rey y su
marcha hacia Rodas, donde murió.
Otra tradición afirma que su primera composición del poema Argonáuticas provocó las
burlas de sus colegas en Alejandría; por ello se exilió a Rodas, donde reescribió la obra, con
la que alcanzó fama y reconocimiento. Sobre su enemistad con su maestro Calímaco, los
estudiosos no se han puesto de acuerdo.
Argonáuticas es una excepcional muestra de la epopeya griega, no sólo por su indiscutible
calidad literaria, sino también por ser el primer poema épico griego del que se tiene noticia
tras las dos obras de Homero, y el único que se conoce de esa época; se trata de una epopeya
protagonizada por Jasón y los Argonautas, la tripulación del Argo, y la historia de su viaje
con su nave hasta los límites del mundo conocido, el norte de la Cólquide; la obtención, con
la ayuda de la princesa Medea, del Vellocino de oro y el regreso a Tesalia por el Danubio, el
Po, el Ródano, el Mediterráneo y el norte de África; fue un viaje heroico por espacios
ignotos y pavorosos plagados de extraños monstruos (gigantes, dragones) y seres
maravillosos (amazonas, hombres sembrados).
Con el nombre de argonautas se conoce a los héroes que acompañaron a Jasón en su
búsqueda del vellocino de oro; sus avatares los relataron en varios poemas épicos de la
Antigüedad; el nombre procede del latín argonauta y éste del griego argonautes,
de argos (nombre de la nave) y nautes/nauta (marinero). Argo era el nombre de la nave,
bautizada en honor a su constructor, Argos.
La historia de los Argonautas es una de las leyendas griegas más antiguas e incorpora
numerosos elementos comunes en las historias populares, el viaje peligroso de un héroe, al
que se lo envía, para desembarazarse de él, y se le impone una tarea aparentemente
imposible de llevar a cabo, pero de la que sale victorioso gracias a la ayuda de aliados
inesperados.
El número de Argonautas varía, pero las diferentes versiones suelen contar entre 40 a 55
héroes. Las versiones tradicionales fijan su número en 50. En el cuadro, se incorporan los
listados, en cinco fuentes distintas: Las Argonáuticas órficas, las Argonáuticas, de Valerio
Flaco, las Fábulas, de Higinio, las Argonáuticas, de Apolonio de Rodas, y el listado de
héroes en la Biblioteca, de Apolodoro.

Argonáuticas órficas Valerio Flaco, Higinio, Fábulas Apolonio de Rodas, Apolodoro,


Argonáuticas Argonáuticas Biblioteca
Acasto Acasto Acasto Acasto Acasto
Áctor Áctor
Admeto Admeto Admeto Admeto
Etálides Etálides Etálides Etálides
Anfiarao
Anfidamante Anfidamante Anfidamante Anfidamante
Anfión Anfión Anfión Anfión
Anceo, hijo de
Anceo Anceo Anceo
Licurgo
Anceo, hijo de
Anceo Anceo
Poseidón
Argos, hijo de
Pólibo o Dánao
Argos, hijo de Frixo
Argos, hijo de
Argos Argos
Arestor
Ario Ario
Ascálafo
Asclepio
Asterión Asterión Asterión Asterión
Asterio Asterio Asterio Asterio Asterio
Atalanta
Augías Augías Augías Augías
Autólico
Butes Butes Butes Butes Butes
Céneo Céneo
Calais Calais Calais Calais Calais
Canto Canto Canto
Cástor Cástor Cástor Cástor Cástor
Cefeo Cefeo Cefeo Cefeo Cefeo
Clímeno
Clitio Clitio
Corono Corono Corono
Deucalión 4
Deucalión 2
Equión Equión Equión Equión
Ergino Ergino Ergino Ergino Ergino
Eribotes Eribotes Eribotes
Eufemo Eufemo Eufemo Eufemo Eufemo
Euríalo
Euridamante Euridamante Euridamante
Eurimedonte
Euritión Euritión Euritión Euritión
Éurito Éurito Éurito Éurito Éurito
Heracles Heracles Heracles Heracles Heracles
Hipálcimo
Hilas Hilas Hilas Hilas Hilas
Yálmeno
Idas Idas Idas Idas
Idmón Idmón Idmón Idmón
Ificlo 1 Ificlo 1 Ificlo 1 Ificlo 1
Ificlo 2 Ificlo 2 Ificlo 2 Ificlo 2
Ifis
Ífito 1 Ífito 1
Ífito 2 Ífito 2 Ífito 2 Ífito 2 Ífito 2
Jasón Jasón Jasón Jasón Jasón
Laocoonte Laocoonte
Laertes
Leito
Leodoco Leodoco Leodoco Leodoco
Linceo Linceo Linceo Linceo
Meleagro Meleagro Meleagro Meleagro Meleagro
Menecio Menecio Menecio Menecio Menecio
Mopso Mopso Mopso Mopso
Nauplio Nauplio Nauplio Nauplio
Neleo
Néstor
Oileo Oileo Oileo Oileo
Orfeo Orfeo Orfeo Orfeo Orfeo
Palemón Palemón Palemón Palemón
Peleo Peleo Peleo Peleo Peleo
Peneleo
Periclímeno Periclímeno Periclímeno Periclímeno Periclímeno
Falero Falero Falero Falero
Fano
Filoctetes Filoctetes
Fliante Fliante Fliante Fliante
Foco
Pirítoo
Peante
Polideuco Polideuco Polideuco Polideuco Polideuco
Polifemo Polifemo Polifemo Polifemo Polifemo
Príaso
Estáfilo
Tálao Tálao Tálao
Telamón Telamón Telamón Telamón Telamón
Teseo Teseo
Tifis Tifis Tifis Tifis Tifis
Tideo
Zetes Zetes Zetes Zetes Zetes

Ahora un fragmento del comienzo del Canto Primero.

ARGONÁUTICAS

Exposición del tema

Al invocarte, divino Apolo, voy a empezar a celebrar la gloria de esos antiguos héroes que,
por orden del rey Pelias1, hicieron zarpar la nave Argo a través de la boca del Ponto Euxino
y los peñascos cianeos2 para conquistar un vellocino de oro.
Tu oráculo le había augurado a Pelias que perecería debido a los consejos de un hombre al
que vería aparecer ante todos sólo con una bota. Poco tiempo había transcurrido desde tu
augurio, cuando Jasón, al atravesar a pie el Anauro3, dejó una de las suyas en el fondo del
río. Entonces, iba a un sacrificio que Pelias le ofrecía a Poseidón y a otras deidades. Allí sólo
no se invocaba a Hera4.
Al ver a Jasón, Pelias recordó el oráculo; y para sustraerse al peligro que lo amenazaba, le
ordenó al héroe que comenzara una navegación peligrosa, con la esperanza de que pereciera
en medio de los mares o de pueblos extranjeros.

1
Rey de Yolcos, en Tesalia.
2
Situados en la entrada del Ponto Euxino.
3
Río de Tesalia que corría cerca de Yolcos.
4
Antes Pelias había profanado el templo de Hera, y desde entonces decía despreciar a esta diosa. Apolodoro, liv. I. De
ahí el odio de Hera contra Pelias, uno de los principales motivos de este poema.
Argos, si es preciso creerle a la fama que ha llevado su nombre de era en era, construyó la
nave bajo las mismas órdenes de Atenea; yo, inspirado por las Musas, voy a decir el origen y
el nombre de los héroes que subieron en ella, los mares que recorrieron y las proezas con las
que se distinguieron en su vagar por diversas playas.
Recuento de los Argonautas

Orfeo va a ser el primer objeto de mis cantos, Orfeo, fruto de los amores de Eagro 5 y de
Calíope, quien lo dio a luz cerca del monte Pimpleo6. Los peñascos y los ríos son sensibles a
los acentos de su voz, y los robles de la Pieria, atraídos por los dulces sones de su lira, lo
siguen en multitud sobre la costa de la Tracia, donde muestran todavía el poder de su arte
encantador7. Por seguir los consejos de Quirón, el hijo de Esón recibió en el número de sus
compañeros al divino cantor que reinaba sobre los bistonios8.
Uno de los primeros que corrió a compartir la gloria de la expedición fue Asterión. Cometes,
su padre, moraba en Piresia9, cerca del monte Fileo, donde el Apidano y el Enipeo juntan sus
aguas.
Animado por el mismo fervor, Polifemo dejó la estancia de Larisa; Polifemo, que antes se
había destacado en el combate de los lapitas y los centauros10. Entonces era el más joven de
los lapitas; ahora a su cuerpo lo agobian los años, pero también su valor siempre es decidido.
Íficlo no tardó en dejar a Filace, hermano de Alcímeda, madre de Jasón, pues los lazos de
sangre lo azuzaban para volar en ayuda de su sobrino.
El rey de Feras, el bravo Admeto, no quiso seguir a la sombra del monte Calcodón, que se
alza junto a la opulenta ciudad.
Dos hijos de Hermes, Erito y Equión, distinguidos por sus riquezas y prudentes en el arte de
utilizar con habilidad el ardid, dejaron pronto Álope. Etalides, otro hijo del mismo dios, se
unió a ellos. Eupolemia, hija de Mirmidón, lo había traído al mundo a orillas del Anfriso 11.
Los otros dos tenían como madre a Antianira, hija de Méneto.
Corono, morador de Girtone, era el hijo de Ceneo. Tan valeroso como era, no superaba a su
padre, que había hecho huir a los centauros y los perseguía con fervor hasta cuando, al verlo
solo y alejado de sus compañeros, se reunieron y se lanzaron sobre él.
A pesar de sus esfuerzos, no pudieron ni herirlo ni abatirlo; sino siempre firme e
invulnerable, se hundió vivo en las entrañas de la tierra, al ceder a los golpes de los enormes
abetos con que estaban armados12.
Mopso, morador de las orillas del Titareso, instruido por el mismo Apolo en la ciencia de los
augurios; Euridamas, hijo de Ctimeno, morador de la ciudad de Ctimene, junto al lago
Xinias; Menelio, llevado de Oponte13 por su padre Áctor, todos ellos también quisieron
compartir la gloria y los peligros de este empeño.

5
Rey deTracia.
6
Montaña de Macedonia situada en la comarca llamada Pieria, cerca del río Helicón. También había un poblado y una
fuente del mismo nombre. Estrabón, lib. X. Tzetzes sobre Licofrón, V. 275.
Unde vocalem temere insecutae / Orphea sylvae, / Arte materna rapidos morantem / Fluminum lapsus celeresque /
ventos, / Blandum et auritas fidibus canoris / Ducere quercus. Hor., Od. XII, liv. I.
7
Esta costa, llamada Cinto, junto a la desembocadura del Hebro, estaba cubierta de árboles que los poetas fingían que
los había atraído hasta allí la lira de Orfeo. Saumaise, Plin. exer., p. 113. Pomponio Mela, lib. II, cap. 2.
8
Pueblo de Tracia.
9
Ciudad de Tesalia, así como Larisa, Filace, Feras, Alope, Girtone, Etimene, Ftía, que se van a nombrar luego.
10
Antiguos pueblos de Tesalia.
11
Et te memorande canemus / Pastor ab Amphyso. Virg. Georg. III. V. 1º.
12
Manet imperfossus ab omni, / Inque cruentatus Caeneus Elateius, ictu. / . . . . . . / Obrutus immani cumulo, sub /
pondere Caeneus / Aestuat arboreo ……………………………….. Alii sub inania corpus /Tartara detrususm silvarum
mole ferebant. Ovid., Metam, lib. XII, v. 490 y sigs.
13
Capital de los locrios opontianos que moraban al oriente de la Fócide.
Euritión, el vigoroso Eribotes, éste hijo de Teleón, el otro de Iro, hijo de Áctor, siguieron su
ejemplo. Con ellos iba Oileo, tan célebre por su bravura como hábil en perseguir a un
enemigo al que había puesto en fuga.
La Eubea vio salir de su seno a sus más ilustres moradores. Canto seguía con gozo las
órdenes de su padre Caneto, hijo de Abas. Ignoraba, ¡el infortunado!, que nunca volvería a
ver a Cerinto, su tierra, y que perecería con el divino Mopso en los confines de Libia.
¡Débiles seres humanos, luego no hay desdicha tan inesperada que no pueda llegarnos! A
estos dos guerreros los enterraron en Libia, y Libia está tan lejos de Colcos, como el oriente
lo está del occidente. Clitio e Ífito, que reinaban en Ecalia, eran hijos del cruel Eurito, ese
Eurito a quien llegó a serle fatal el arco que había recibido de Apolo, luego de que tuvo la
audacia de contender en habilidad con su benefactor.
Telamón y Peleo, los dos hijos de Eaco, sin embargo no llegaron juntos. Obligados a salir de
Egina debido al asesinato involuntario de su hermano Foco, habían establecido su estancia
en distintos lugares. Telamón moraba en la isla de Salamina, y Peleo en la ciudad de Ftía.
El valeroso Butes, hijo del bravo Teleón y el belicoso Falero habían dejado la tierra donde
reinó Cécrope. Aunque Falero fue el único retoño de Alcón, el fruto de su vejez y sostén de
sus días, su mismo padre le había ordenado que partiera para que se destacara entre tantos
héroes.
¡Tú no pudiste acompañarlos, ilustre descendiente de Erecteo, generoso Teseo! Entonces, un
vínculo fatal te retenía en las celdas subterráneas del Ténaro, hasta donde habías seguido a tu
amigo Pirítoo. ¡Sin duda, para los Argonautas, su valor hubiera sido una ayuda poderosa!
Tifis, hijo de Agnias, hábil en prever las tempestades y para dirigir una nave, al observar ora
el sol y ora la estrella del norte, partió de Sifa14, ciudad de los tespianos, para unirse a los
héroes que deseaban tenerlo como compañero. La misma Atenea le había inspirado el
designio; Atenea, cuyas divinas manos construyeron, con Argos, esa renombrada nave,
superior a todas las que hasta ahora hendieron el seno de las olas.
Flias, rico con los dones de Dionisos, su padre, moraba en la ciudad de Aretiria15, junto a las
fuentes del Asopo.
Talao, Areio, el bravo Leódoco, todos moradores de Argos, eran hijos de Bias y de Pero, que
Melampo obtuvo para su hermano, después de haber soportado muchos males en los
establos de Íficlo16.
Heracles, el invencible Heracles, el mismo que no desdeñó plegarse a los deseos de Jasón.
Entonces retornaba de Arcadia, desde donde había llevado sobre sus anchas espaldas el
renombrado jabalí de Erimanto, que había mostrado vivo y cargado de cuerdas a las miradas
de los moradores de Micenas. Por sí mismo y sin orden de Euristeo iba en esta expedición.
Su fiel Hilas lo acompañaba, Hilas, en el que brillaba la flor de la primera juventud, que
llevaba el arco y las flechas del héroe.
Con ellos llegó Nauplio, vástago de un héroe del mismo nombre, célebre por su habilidad en
el arte de la navegación, fruto de los amores de Poseidón y de la bella Amimona, hija del
divino Dánao.
Idmón fue el último de los que llegaron desde Argos. La ciencia de los augures le había
dicho que marchaba hacia una muerte segura. Sin embargo, partió para no manchar su
nombre. Aunque se lo estimaba hijo de Abas y vástago de Eolo, tenía como padre a Apolo,

14
Ciudad de Beocia, en el golfo de Corinto, lo mismo que Tifa.
15
El nombre de una ciudad y de una comarca de Sicionia, luego llamadas Flionte y Fliasia.
16
Neleo había prometido a su hija Pero a aquel que le llevara los bueyes de Íficlo. Bias, que la quería, le rogó a su
hermano Melampo, hábil augur, que le hiciera tener esos bueyes. Melampo los obtuvo, después de inútilmente intentar
hurtarlos, y haber permanecido un año en casa de Íficlo.
Vates Turpia perpessus es vincla Melampo, /Cognitus Iphicli subripuisse Boves: / Quem no lucrativo, magis Pero /
coegit formosa, / Mox Amythaonia nupta futura domo. Propercio, 11, 3, 51.
quien le enseñó el arte de augurar el porvenir al observar el vuelo de las aves y las entrañas
de las víctimas.
Al vigoroso Pólux y a Cástor, hábil en la doma de corceles, los dos frutos de un solo y
penoso parto, su misma madre, hija de un rey de Etolia, los envió desde Esparta. Digna
mujer de Zeus, Leda no temía separarse de sus queridos hijos.
Los hijos de Afareo, Linceo y el fiero Idas, llenos de confianza en sus inusuales fuerzas,
habían salido de Arena17. Linceo, si se le cree a la fama, llevaba sus penetrantes miradas
hasta las entrañas de la tierra.
Periclímeno, el mayor de los hijos que tuvo Neleo en la ciudad de Pilos, iba con ellos.
Poseidón le había dado una invencible fuerza y el poder de tomar, cuando combatía, toda
clase de formas18.
A los dos hijos de Aleo, Anfidamas y Cefeo, moradores de la ciudad de Tegea y de esta
parte de la Arcadia, que le correspondió en el reparto con Afidas19, los acompañaba Anceo,
hijo de Licurgo, su hermano mayor. Obligado él mismo a permanecer junto al viejo Aleo
para cuidar de ese querido padre, Licurgo había enviado a su hijo con ellos. En vano, para
retenerlo, Aleo había hecho que ocultaran sus armas. Con el brazo izquierdo cubierto con la
piel de un oso del Monte Ménalo, agitaba con su mano derecha una enorme segur de doble
filo.
Augias, que la celebridad decía vástago de Helios, reinaba sobre los moradores de la Élide.
Orgulloso de sus riquezas, deseaba con vehemencia ver la Cólquida y al rey Eetes.
Empujados por el mismo deseo, Asterio y Anfión, hijos de Hiperasio, salieron de Pelene,
construida por su abuelo Peles a orillas del mar que bordea la Acaya.
Eufemo dejó el promontorio Ténaro20; Eufemo, vástago de Poseidón y de Europa, hija del
gigante Ticio, que podía correr sobre las ondas mojando sólo las plantas de sus pies21.
Otros dos hijos del mismo dios, Ergino y el fiero Anceo, hábiles en el arte de combatir y de
dirigir una nave, habían salido uno de la ilustre Mileto y el otro de Samos, morada de Hera
imbrasiana22.
El hijo de Eneo, Meleagro, apenas salido de la infancia, también estuvo entre estos héroes.
Si se hubiera quedado un año más en Calidón, sólo Heracles hubiera podido superarlo. El
cuidado de su proceder se confiaba a Laocoonte, ya de edad avanzada, nacido del mismo
padre que Eneo, pero de una madre esclava. Todavía lo acompañaba Íficlo, su tío materno,
también hábil en arrojar una lanza como en combatir de cerca al enemigo.
Entre ellos, se veía que avanzaba con pasos desiguales, a Palemonio, hijo de Lerno, o mejor
del dios Hefesto. Aunque era muy cojo, lo admitieron entre los héroes armados para la gloria
de Jasón, y su valor lo ponía por encima de cualquier insulto.
El vínculo sagrado de la hospitalidad unía con Jasón a Ífito, hijo de Náubolo y nieto de
Ornito. Iba a Delfos para consultar al oráculo sobre su expedición, cuando al hijo de Esón lo
habían recibido en casa de este generoso morador de la Fócide.
Dos hijos de Bóreas, Calas y Zetes, atrajeron sobre sí las sorprendidas miradas. Su madre
Oricia disfrutaba a orillas del Iliso23, cuando de pronto Bóreas la raptó y la llevó hasta los
confines de Tracia y, al envolverla en espesas nubes, le robó su doncellez junto al peñasco

17
Ciudad de Mesenia, así como Pilos, nombrada después.
18
Cui posse figuras / Sumere quas vellet, rursusque reponere sumptas / Neptunus dederat, Nelei sanguinis auctor.
Ovid., Métam, X11, 556.
19
Hijo de Arcas, antiguo rey de Arcadia, cuyo reino se repartió entre sus hijos. Apolodoro, lib. III, Pausanias, lib. VIII,
cap. 4.
20
En la Laconia.
21
Vel mare per medium, fluctu suspensa tumenti, / Ferret iter, celeres nec tingeret aequore plantas. Virg., En., V. 810.
22
Hera tenía un magnífico templo en Samos. El sobrenombre de imbrasiana se deriva del río Imbrasos, que corre en la
isla.
23
Río que corre cerca de Atenas.
de Sarpedón y del río Ergino. Los frutos de esta unión, que tocaban ligeramente el suelo con
sus pies, agitaban amplias alas salpicadas de áureas estrellas. Una abundante cabellera
ondeaba al agrado del viento sobre sus hombros.
El mismo Acasto, hijo del rey Pelias, no pudo decidirse a permanecer ocioso en el palacio de
su padre. Pronto debía unirse a los Argonautas, así como Argos, que había construido la
nave bajo las órdenes de Atenea.
Estos eran los compañeros de Jasón, a los que, como él, la mayoría estirpe de las hijas de
Minias24, llamaron príncipes minios.

Lamentos de Alcímeda, madre de Jasón

Ya todo se había preparado para la partida, y atravesaban la ciudad de Yolcos para llegar
hasta el puerto de Pagasas, en la costa de Magnesia. El pueblo corría en multitud a su paso.
Cubiertos con sus armas, avanzaban a grandes pasos en medio de esta muchedumbre,
semejantes a estrellas, cuyo resplandor atraviesa las nubes: «Gran Zeus,» decían, en torno a
ellos, «¿cuál es el designio de Pelias?, y ¿por qué enviar lejos de Grecia a tantos héroes? Sin
duda, el mismo día cuando Eetes se rehúse a entregarles el brillante Vellocino, objeto de sus
deseos, verá cómo su palacio va a llegar a ser presa de las llamas. Pero, ¡ay!, ¡cuánto camino
por recorrer, cuántos peligros que soportar!»
Entretanto así hablaban los hombres, las mujeres, al levantar sus manos al cielo, rogaban a
los dioses que les concedieran a los Argonautas un feliz retorno y se decían la una a la otra,
mientras lloraban:
«¡Madre infortunada, pobre Alcímeda, la fortuna, que te había protegido tanto tiempo, ahora
te hace sentir sus rigores y no pudiste saborear la dicha hasta el fin de tus días! Y tú,
desdichado Esón, ¡no sería mejor que ya hubieras bajado a la tumba! ¡Pluguiera a los dioses
que el oleaje que hizo que Hele pereciera también hubiera precipitado a Frixo y su carnero
en la mar! Pero no, por un espantoso prodigio, el animal hizo que se oyera una voz humana
para que fuese un día la causa de la desdicha de Alcímeda25.»
Sin embargo, la madre de Jasón, rodeada por una tropa de esclavos y de mujeres
desconsoladas, tenía a su hijo abrazado, mientras Esón, agobiado bajo el peso de los años y
confinado en su lecho, ocultaba el rostro y ahogaba sus sollozos. El héroe, tras haber tratado
de consolarlos, al fin pide sus armas. Unos esclavos consternados se las presentan en medio
de un taciturno silencio. Entonces, Alcímeda siente que redobla su dolor y, manteniendo
siempre abrazado a su hijo, vierte torrentes de lágrimas. Tal como una muchacha a la que un
hado cruel, tras haberle arrebatado todos sus parientes, redujo a vivir bajo el imperio de una
madrastra que hace que todos los días soportase ultrajes nuevos, cuando está a solas con su
fiel nodriza, se lanza entre sus brazos, deja que estalle su dolor y le da libre curso a sus
lágrimas: «¡Cuán desdichada soy,» exclamaba Alcímeda, «pluguiera a los dioses que hubiera
dado el último suspiro el mismo día en que oí que Pelias dio esa fatal orden! ¡Tú mismo me
hubieras enterrado con tus manos, oh querido hijo! Ese es el único deber que todavía tenía
que esperar de ti, puesto que ya recibí, en todo lo demás, la recompensa de los cuidados que
me ha costado tu infancia. Pero ahora, abandonada como una esclava, yo, a la que antes
todas las mujeres tesalias le envidiaban su dicha, voy a curar el dolor en un palacio desierto,
privada de un hijo que era toda mi gloria, el único por el que desaté mi ceñidor e imploré la
ayuda de Ilitía. Pues la diosa, para otorgarme este más caro favor, no quiso que lo siguiera
ningún otro. ¡Hado cruel, alguna vez hubiera podido creer que la huida de Frixo sería la
fuente de mi desdicha!»

24
Rey de Orcómeno, en Beocia; Alcímeda, madre de Jasón, era hija de Climena, hija de Minias.
25
Al haber Hele caído al mar, el carnero tranquilizó a Frixo y le prometió que lo llevaría hasta la Cólquide.
Mientras que así Alcímeda se quejaba con voz entrecortada por los sollozos, sus mujeres,
enternecidas, gemían en torno a ella: «Madre,» le respondió Jasón con ternura, «cesa de
destrozarme con este exceso de dolor. Sus lágrimas, en lugar de remediar mis males, no
hacen sino enconarlos. Los dioses dispensan a su gusto las desdichas a los débiles mortales.
Soporten con valor los que les envían, aunque sean crueles. Confíen en la protección de
Atenea, en los oráculos de Apolo, en fin en la ayuda de tantos héroes. Sobre todo, quédense
en el palacio con las mujeres que las rodean y no traigan con sus lloros un siniestro presagio
en la partida de la nave hacia la que mis amigos y mis esclavos van a acompañarme.»
Dijo él y abandonó a grandes pasos el palacio. Tal como se ve a Apolo en la isla de Delos,
en Delfos, en Claros, o en las llanuras de Licia, a orillas del Janto, cuando al salir de su
templo, perfumado con incienso, aparece ante las miradas de los mortales, así Jasón iba a
través de la multitud del pueblo, que hacía resonar el aire con sus aclamaciones26. La vieja
Ifias, sacerdotisa de Artemisa, diosa tutelar de la ciudad, al encontrarse a su paso, le besó la
mano derecha. También ella hubiera querido hablarle, pero la multitud más dispuesta la
rechaza, y Jasón ya se le aleja.*

26
Qualis ubi hibernam Lyciarn, Xantique fluenta / Deserit, ac Delum maternam inrisit Apollo, / Instauratque choros:
mixtique altaria circum / Cretesque Dryopesque fremunt. Virg., En., IV, 148.
* APOLONIO DE RODAS. Argonautiques, trad. al francés: J.-J. A. Caussin, en: http://remacle.org/ index2.htm
(Versión del francés: G. Jiménez M.)
VIRGILIO

Publio Virgilio Marón nació en Andes, actual Virgilio, cerca de Mantua, en la Región
X, Venetia, hoy en la Lombardía italiana, el 15 de octubre del año 70 a. C., y murió
en Brundisium, actual Brindisi, el 21 de septiembre del año 19 a. C.; es un autor al que se
conoce más por su nomen, Virgilio; fue un poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y
las Geórgicas. En la obra de Dante Alighieri, La divina comedia, fue el guía a través del
Infierno y del Purgatorio.
El poeta se formó en las escuelas de Mantua, Cremona Milán, Roma y Nápoles y se mantuvo
siempre en contacto con los círculos culturales más destacados; estudió filosofía,
matemáticas y retórica, y se interesó por la astrología, la medicina, la zoología y la botánica.
De una primera etapa en la que lo influyó el epicureísmo, evolucionó
hacia un platonismo de tendencia mística, por lo que su producción se
considera una de las más perfectas síntesis de las corrientes espirituales
de Roma; fue el creador de una grandiosa obra, en la que se muestra
como un fiel representante del ser humano de su época, con sus ilusiones
y sus sufrimientos, a través de una forma de gran perfección estilística.
Virgilio fue hijo de campesinos y nació en una aldea próxima a Mantua,
en la región italiana de Venetia et Histria; recibió una esmerada
educación y pudo estudiar retórica y poesía gracias a la protección del
político Cayo Mecenas (del que procede el término “mecenas”, que se aplica a las personas
que protegen y estimulan las artes); sus primeros años los pasó en su lugar natal, pero al
llegar a la adolescencia se trasladó a Cremona, Milán y Roma para completar su formación;
en Roma se introdujo en el círculo de los poetae novi; sus primeras composiciones poéticas,
recogidas con la denominación de Apéndice virgiliano pertenecen a esta época.
El poeta llegó a Nápoles en el año 48 para estudiar con el maestro epicúreo Sirón; en ese
entonces estalló la Guerra civil tras el asesinato de Cayo Julio César, lo que lo afectó, pues
incluso vio peligrar su patrimonio; luego, pasó gran parte de su vida en Nápoles y Nola; fue
amigo del poeta Quinto Horacio Flacco y del Octavio, desde antes de que se convirtiera en el
emperador Octavio César Augusto.
Entre los años 42 y 39, escribió las Églogas o Bucólicas, que dejan entrever los deseos de
pacificación de Virgilio en unos poemas que exaltan la vida pastoril, a imitación de
los Idilios del poeta griego Teócrito; aunque son estilizados e idealizadores de los personajes
campesinos, incluyen referencias a hechos y personas de su tiempo; en la famosa égloga IV,
se canta la llegada de un niño que traerá una nueva edad dorada a Roma; la cultura posterior
ha encontró allí un vaticinio del nacimiento de Jesucristo.
Entre los años 36 y 29, compuso, por sugerencia de Mecenas, las Geórgicas, un poema que
es un tratado de agricultura, que se destinaba a proclamar la necesidad de restablecer el
mundo campesino tradicional en Italia.
A partir del año 29, inició la composición de su obra más ambiciosa, la Eneida, cuya
composición lo ocupó once años, un poema en doce libros que relata las peripecias del
troyano Eneas desde su huida desde Troya hasta su victoria militar en el Lacio. La intención
evidente de la obra era la de dotar de una épica a su patria, y vincular su cultura con la
tradición griega. Eneas llevó a su padre Anquises sobre sus hombros y a su hijo Ascanio de
la mano. En Cartago, en la costa africana, se prendó de él la reina Dido, quien se suicidó tras
la partida del héroe. En el Lacio, Eneas venció a Turno, rey de rútulos; su hijo, Ascanio,
fundó Alba Longa, ciudad que más tarde se convertiría en Roma. Según Virgilio, los
romanos eran descendientes de Ascanio y, por tanto, del propio Eneas. Ahora bien, el estilo
de la obra es más refinado que el de los cantos griegos, en los que se inspiró.
Había ya escrito la Eneida, cuando realizó un viaje por Asia Menor y Grecia, con el fin de
constatar la información que había volcado en su poema más famoso; en Atenas se encontró
con el emperador Augusto y regresó con él a Italia, ya enfermo; a su llegada a Brindisi, pidió
al emperador antes de morir que destruyera la Eneida; Augusto se opuso rotundamente y no
cumplió la petición, para gloria de la literatura latina.
Un listado de sus obras incluye: las Bucólicas, la Eneida, las Geórgicas; un conjunto de
obras menores, conocido, desde que Escalígero le dio ese nombre en su edición de 1573,
como Appendix Vergiliana, atribuido a Virgilio en la Antigüedad, pero de cuya autenticidad
dudan bastantes especialistas modernos, en la que se recogen poemas como: Culex o
“Mosquito”, en el que el éste alerta en un sueño al pastor, que lo mató al picarlo, se da
cuenta de que le salvó la vida y, por eso, lo honra con una tumba; Dirae o “Maldiciones”,
que pronuncia el amante de una tierra que ha debido abandonar (arrebatada por unos
veteranos del ejército romano); a su enamorada Lydia la honra en un poema de amor que
lleva su nombre y es un elogio del campo donde ella vivía; Aetna, que consagra al volcán
homónimo; Ciris, que es una evocación de la metamorfosis en pájaro (Ciris) de Escila, hija
del rey de Megara, Catalepton es una colección de poemas cortos, algunos de los cuales
parecen auténticas obras de juventud de la juventud del poeta; en una fase posterior se
añadieron el Moretum, que es un poema gastronómico que describe con detalle la
preparación de este plato local de la Galia Cisalpina; la Copa, que es un breve poema
amoroso en el que una bailarina siria invita a un viajero al placer de verla bailar en su casa;
Elegiae in Maecentatem, es una pieza necrológica que refiere las últimas palabras de
Mecenas, el benefactor de Virgilio, dirigidas al emperador Augusto.
Al perfecto verso del poeta Virgilio lo han elogiado y considerado ejemplar, tanto entre sus
coetáneos como en la Edad Media, el Renacimiento y las épocas siguientes, al tiempo que a
la Eneida la analizaban como un tratado de filosofía y política, cuando no la han considerado
la obra de un vidente. El esfuerzo de los renacentistas por unir el cristianismo con la cultura
clásica encontró en Virgilio su principal referencia.
El poeta Dante tomó su figura como uno de los personajes principales de su obra, La divina
comedia; allí representa la Razón, que ayuda al poeta Dante a atravesar el infierno y el
purgatorio. Por otra parte, Hermann Broch, autor austríaco, en su novela La muerte de
Virgilio, narra sus últimos días.
La Eneida. Es uno de los mayores exponentes no solo de la Literatura Latina sino de
la Literatura Universal; escrita por el gran poeta romano Virgilio, por encargo del
emperador Augusto; tal vez no iguala la majestuosidad de los poemas homéricos,
pero tiene muchas características de ellos; su historia es diferente a las dos epopeyas
anteriores, trata de glorificar al Imperio Romano y de contar sus supuestos orígenes
en la descendencia de Eneas, uno de los sobrevivientes de la guerra de Troya. Así la
epopeya narra acontecimientos, desde el caballo de madera y la destrucción de Troya
hasta la derrota de los latinos en la tierra prometida a Eneas, Italia, donde
tiempo después se fundaría Roma. La obra es una gran invención y tiene
características muy particulares, tales como un estilo y verso único y perfecto,
considerado un modelo a imitar para los escritores posteriores.
Sin duda este libro es un texto exorbitante y lleno de muchos relatos; pese a ello,
Virgilio, en su lecho de muerte, pidió que esta obra la quemaran, pero no le hicieron
caso y, para fortuna de la posteridad, se tiene la oportunidad de disfrutar de este
texto, que contiene un buen relato heroico y algo histórico.

Virgilio emplea un lenguaje poético clásico armonioso y elegante, de extraordinaria


perfección formal; su estilo se caracteriza por variedad de tonos y por la cuidada
selección de términos, en que alterna la utilización de neologismos (términos
nuevos) y de arcaísmos, que le dan solemnidad al texto; logró, además, una perfecta
adaptación del hexámetro dactílico a la lengua latina.
La intención de Virgilio al escribir la obra es glorificar a Roma y engrandecerla; trata
de contar el supuesto origen e historia de la instauración del Imperio Romano por
encargo del emperador Augusto; no obstante, también intenta mostrar que la
literatura latina ya no dependía de la griega y, por ende, ya tenía autenticidad.
El estilo es innovador; se inspira en Homero, no llega alcanzar su grandeza, pero el
poema es muy humano; canta al hombre que sufre porque debe obedecer a su destino
y no al guerrero que combate; el tono del poema varía según los momentos y alterna
la naturalidad y la solemnidad épica con el lirismo más puro y con momentos de
fuerte dramatismo. La obra es producto de un intenso estudio de las fuentes y de
los modelos, tanto griegos como latinos.
Es una excelente obra, pese a que la menosprecian muchos por la estrecha relación
que guarda con la Ilíada y la Odisea; esta obra no es una copia, ni imitación alguna
de las epopeyas ya mencionadas; tiene rasgos parecidos, mas no es la misma historia
o trama; más bien, es una especie de continuación del las grandes epopeyas griegas y
es la historia del origen y la fundación de uno de los más grandes imperios de la
historia: el Imperio Romano.
La Eneida tuvo y ha tenido una importantísima recepción a lo largo de los siglos,
sobre todo en la Edad Media. El personaje épico por excelencia en esa época fue
Eneas, al que se lo considera un personaje astuto y hábil en su accionar.
La Eneida ha tenido también una importante recepción musical y ha inspirado a
numerosos compositores como argumento para una ópera. Las más conocidas son La
Didone (1641), de Francesco Cavalli; Dido and Aeneas (1689) de Henry Purcell —
primera ópera en lengua inglesa — y la gran ópera heroica Les Troyens (1858) de
Hector Berlioz.

FRAGMENTO DE LA ENEIDA

Enmudecieron todos, conteniendo el habla, ansiosos de escuchar. Entonces, Eneas empieza desde su
alto estrado: «¡Oh reina!, espantable dolor es el que mandas renovar con esta historia del ocaso de
Ilión, de cómo el reino, que es imposible recordar sin llanto, derribó el griego: ruina misérrima que vi
y en la que parte tan grande arrostré.
¿Quién, Mirmidón o Dólope o soldado del implacable Ulises, pudiera referirla sin llorar? Y ya en la
altura la húmeda noche avanza, y las estrellas lentas declinan convidando al sueño. Mas si tanto
interés tu amor te inspira por saber nuestras lástimas, y en suma lo que fue Troya en su hora
postrimera, aunque el solo recuerdo me estremece, y esquiva el alma su dolor, empiezo.
Del Hado rebatidos, tantos años, los caudillos de Grecia, hartos de lides, con arte digno de la excelsa
Palas, un caballo edifican — los costados, vigas de abeto, un monte de madera —; y hacen correr la
voz que era el exvoto por una vuelta venturosa. Astutos, sortean capitanes escogidos y en los oscuros
flancos los ocultan, cueva ingente cargada de guerreros.
Hay a vista de Ilión una isla célebre bajo el troyano cetro rico emporio, Ténedos, hoy anclaje mal
seguro: se van hasta allí y en su arenal se esconden. Los creemos en fuga hacia Micenas, y toda
Troya, de su largo duelo, se siente libre al fin. Las puertas se abren: ¡qué gozo ir por los dorios
campamentos
y ver vacía la llanura toda y desierta la orilla!
«Aquí, los Dólopes, aquí, las tiendas del cruel Aquiles; cubrían las escuadras esta playa; las batallas,
aquí…»
Muchos admiran la mole del caballo, don funesto a Palas virginal. Lanza Timetes la idea de acogerle
por los muros hasta el alcázar — o traición dolosa, u obra tal vez del Hado que ya urgía —. Mas
Capis, y con él los más juiciosos, están porque en el mar se hunda al caballo, don insidioso de la
astucia griega, tras entregarlo al fuego, o se taladre para que descubra el monstruo su secreto. Incierto
el vulgo entre los dos vacila. De pronto, desde lo alto del alcázar, acorre al frente de crecida tropa
Laocoonte, enardecido, y desde lejos: «¡Oh ciudadanos míseros! — les grita — ¿qué locura es la
vuestra? ¿Al enemigo imaginan en fuga? ¿O, si es griega, que una dádiva pueda carecer de dolo? ¿No
conocen a Ulises? O es manida de Argivos este leño, o es la máquina que, salvando los muros, se
dispone a dominar las casas, y de súbito dar sobre Ilión; en todo caso, un fraude. Mas del caballo no
se fíen, troyanos: yo temo al griego, aunque presente dones.» Dice, y en un alarde de pujanza, venablo
enorme contra el vientre asesta del monstruo y sus ijares acombados.
Prendido el dardo retembló, y al golpe respondió en la caverna hondo gemido. ¡Y a no ser por los
Hados, por la insania de ceguera fatal, la madriguera de esos griegos hurgara él con la pica, y en pie
estuvieras, Troya, y sin quebranto se irguieran, alcázares de Príamo! En este trance, unos pastores
teucros, con grande grita, traían maniatado a un joven ante el rey. A la captura no había resistido:
empeño suyo era franquear Ilión a los argivos; y resuelto venía a todo extremo, o a consumar su
engaño, o a afrontar de la muerte el rigor. Para mirarle, ansiosa en torno de él se arremolina la
juventud troyana y lo baldona.
Mas oye la perfidia…, y por un dánao podrás sin falla conocer a todos. Porque al verse indefenso
entre el concurso, todo él turbado, en torno la mirada tiende por la dardania muchedumbre, y «¡Ay! —
suspiró — ¿qué mar, qué tierra amiga me podrá recibir? ¿O qué me queda, cuitado, sin asilo entre los
griegos, y reo cuya sangre airados piden los dardanios a una?» Este gemido nos conmueve y abate
nuestro encono.
Lo alentamos a que hable, que nos diga de qué raza ha nacido, qué lo trae y, al rendirse en qué fundó
su esperanza. Depuesto el miedo al fin, «Oh rey — prosigue —, de cuanto ha sido, fuere lo que fuere,
la verdad diré yo. Y antes que nada, no niego ser argivo: la Fortuna pudo hacer a Sinón desventurado,
mas no hablador mendaz y antojadizo. Tal vez haya llegado a tus oídos un nombre: Palamedes, el
belida, rey glorioso, que, al tiempo de una falsa alarma de traición, se vio acusado — atropello
inmoral de un inocente sin más delito que objetar la guerra —.
Lo arrastraron los griegos al suplicio; lo lloran hoy, tarde ya. Como, aunque pobres, éramos de su
sangre, yo desde Argos, mandado por mi padre, joven vine a iniciarme en las armas a su sombra;
y mientras él mantuvo su fortuna e intacto su prestigio entre los reyes, también logró mi nombre algún
decoro.
Mas cuando, al galope del falsario Ulises, partió, como sabes, de esta vida, derrocado yo al par, triste
y oscura arrastraba mi suerte, protestando a solas del malogro del amigo. Y no callé, loco de mí:
venganza me atreví a prometer, si con victoria volvía yo a mi patria, y concité con esto duros odios.
Tal fue el principio de mi infortunio y del afán de Ulises por aterrarme con achaques falsos y dichos
que esparcía por el vulgo.
Consciente de su crimen, se da mañas, armas buscando contra mí, ni ceja hasta lograr que Calcas, su
ministro… Mas ¿por qué revolver lo que a vosotros nada puede importar? ¿A qué alargarme? Si ante
vuestro rigor, los griegos todos son una cosa, y ser yo griego basta para el castigo, tiempo es ya:
mátenme… ¿Qué más se quiere Ulises?, ¡y a buen precio de seguro les pagan los atridas!
MARCO ANNEO LUCANO

Este fue un poeta romano que había nacido el 3 de noviembre del año 39 d. C. en
Córdoba, ciudad capital de la Bética en Hispania y murió el 30 de abril del año 65 en
Roma; fue nieto de Marco Anneo Séneca (llamado Séneca el
viejo) y sobrino del filósofo Lucio Anneo Séneca (llamado
Séneca el joven); su padre, llamado Marco Anneo Mela,
pertenecía a la clase de los caballeros; su madre, Acilia, era hija
de un conocido orador. Cuando Lucano tenía ocho meses de
edad, su padre se trasladó con toda la familia a Roma, ciudad en
la que había residido y donde su tío, el filósofo, había alcanzado
una fama notable; sin embargo, este último sufrió, por orden del
emperador Claudio, en el 41, un exilio en la isla de Córcega, del
que regresó en el 49, decidido a ocuparse de la instrucción de su
querido sobrino.
Lucano dio muestras de una extremada precocidad, que lo llevó a ser poeta
laureado a una edad temprana; también mostró una gran capacidad productiva, que
se vio truncada con violencia, por su muerte, a los 26 años; su considerable obra la
componen, entre otros títulos, Ilíaca (poema épico sobre Troya, que, según Estacio,
trataba sobre la muerte de Héctor y el rescate de su cuerpo por parte de su padre, el
rey Príamo), Saturnalia (probables poemas, dedicados a sus amigos en las fiestas
Saturnales), Catachthonion (poema sobre un descenso a los infiernos («et sedes
reserabis inferorum», en frase de Estacio) y Silvas (en 10 libros, probablemente
poemas ocasionales, de contenido variado, como la obra de igual título de Estacio);
una tragedia, Medea; 14 libretos de pantomimas, concebidas para el baile; un escrito
dirigido a su joven esposa, Pola Argentaria, etc.; sin embargo, sólo ha llegado su
poema épico en 10 cantos sobre la guerra civil entre César y Pompeyo, que lleva el
título de Farsalia.
A los dieciséis años, Lucano era ya autor de tres composiciones y podía declamar en
latín y en griego; se marchó a Atenas en un viaje de instrucción, pero tuvo que
regresar pronto ante los requerimientos del propio emperador Nerón, que, por
entonces, lo estimaba mucho y lo había incluido en su «cohors amicorum», es decir,
su círculo de amigos; a los veintiuno recibió la dignidad de poeta laureado, y Nerón
lo honró al nombrarlo augur e incluso darle el cargo de cuestor de forma honorífica,
antes de haber cumplido la edad reglamentaria; además, intervino públicamente el
año 60 en las Neronia, espectáculos artísticos creados por Nerón.
Sin embargo, pronto, la loca y furiosa conducta de este emperador, que era también
poeta y le tenía envidia, cambió de signo para él, pues le prohibió realizar lecturas
públicas, con lo que desde entonces cayó en desgracia. Los siguientes cuatro años,
desde el 62 al 65, Lucano no sólo alternó sus escritos con composiciones satíricas y
acusadoras contra el emperador y sus colaboradores, sino que llegó a participar en
forma activa en la conjura de Pisón, que se estaba fraguando contra Nerón.
Cuando la conspiración se descubrió, debido a la imprudencia de alguno de los
implicados, según el testimonio de Tácito y de Suetonio, Lucano soportó crueles
interrogatorios, a lo largo de los cuales negó, admitió y se retractó en forma
alternativa de sus culpas; aunque estos testimonios no son demasiado dignos de
crédito, al parecer llegó incluso a acusar a su propia madre para disminuir sus
responsabilidades. En este punto, cabe pensar que fue parte de la campaña de
desprestigio de Nerón, ya que nunca se llegó a abrir un proceso contra la mujer. Lo
cierto es que, tras recibir su condena a muerte, cuya forma de ejecución se dejó a su
elección, asumió una actitud digna y, en el mejor ejemplo de estoicismo posible, se
cortó las venas el 30 de abril del 65, y expiró recitando unos versos en los que había
descrito el fin de un soldado que sufría su misma muerte, versos que no han llegado
hasta hoy.
Sobre su vida, ofrecen datos varias vitae, una de ellas compuesta por el historiador
Suetonio; su esposa Pola Argentaria guardó su recuerdo con fidelidad e invitó a su
fiesta natalicia a los poetas Marcial y Estacio.
La Farsalia
El primer título del poema era Bellum civile [La guerra civil]; es un poema narrativo
muy realista que narra la guerra civil entre César y Pompeyo, aunque el héroe parece
ser un republicano, Catón de Útica, que se suicidó, haciendo gala de las virtudes del
estoicismo; lo cierto es que la familia de Lucano era hispana y los hispanos eran
seguidores de Pompeyo, por lo que en el poema aparece más simpática su figura,
frente a la del ambicioso César; la fidelidad a los datos y el realismo que trasluce el
poema (por ejemplo, prescinde de hacer intervenir en los asuntos humanos a los
dioses) hicieron considerar a algunos que se trataba más bien de historia que de un
poema épico, pese a sus indudables aciertos expresivos y líricos. Sí es evidente que
en él dominan los efectos retóricos y declamatorios. El proemio contiene una
dedicatoria, quizá irónica, en favor de Nerón, y siguen diez libros completos, el
último más breve; sus fuentes fueron, ante todo, el historiador Tito Livio y una
perdida obra histórica de su abuelo, Séneca el Retórico. El libro décimo se
interrumpe en el verso 546. Los primeros tres libros, dedicados a Nerón, aparecieron
en vida del autor; los restantes se publicaron de modo póstumo debido al veto del
emperador, que con claridad distinguía en ellos los motivos antimonárquicos.
Hicieron ediciones críticas de la obra C. Hosius (1913) y A. E. Hoousman (1926);
también existen abundantes comentarios antiguos de esta obra, editados por
Hermann Usener, en sus M. Annaei Lucani Commenta Bernensia, de 1969.
En su poema, Lucano se había propuesto regresar a la antigua tradición romana de la
epopeya histórica, oponiéndose a las corrientes contemporáneas que seguían la
narración legendaria y mitológica.
La obra, tal y como ha llegado hasta nosotros, se compone de 8000 hexámetros; por
lo demás, a pesar de la rapidez con que fue compuesto el poema, este sigue un orden
estrictamente cronológico, con un movimiento regular y sin notables diferencias de
estilo. Algunas de las descripciones de los personajes están dotadas de gran fuerza,
como en el caso del envejecido Pompeyo. Los defectos de su estilo, que a veces
resulta oscuro y recargado, se los debe achacar de cualquier modo a su temprana
muerte, que le impidió un repaso de su obra. A toda ella, en conjunto, la han
considerado los críticos como precursora del nuevo clasicismo latino, que más
adelante impondrían Tácito y Juvenal.
FARSALIA (Fragmento)

Cantamos guerras más que civiles1, libradas en las llanuras de Ematia2, y el crimen
investido de legalidad, y un pueblo poderoso que, con su diestra vencedora, se revolvió contra
sus propias entrañas; la lucha entre formaciones de la misma sangre y, rota la alianza para
la tiranía3, el enfrentamiento, con intervención de todos los efectivos del universo trastornado, para
abocar a un delito que afectó por igual a ambos bandos; enseñas alineadas frente a enseñas
iguales y hostiles, idénticas águilas frente a frente y picas que amenazan a idénticas picas.
¿Qué locura, ciudadanos, qué desenfrenado abuso de las armas es ése de ofrecer la sangre
latina a pueblos odiados? Y, cuando debía despojarse a la orgullosa Babilonia de los trofeos
ausonios y la sombra de Craso andaba errante sin haber sido aún vengada,4 ¿os agradó emprender
unas guerras que no iban a proporcionaros ningún triunfo5? ¡Ay, qué de tierras y
mares hubieran podido conquistarse, con esta sangre que empapó las diestras de unos
conciudadanos, en las regiones de donde viene Titán y en donde la noche esconde las estrellas6, o
bien por donde el mediodía se abrasa en horas ardientes o por la parte en que el rigor invernal,
incapaz de suavizarse ni con la primavera, agarrota con los fríos de Escitia un mar helado!7
Ya hubieran sido subyugados los seres, el Araxes bárbaro y hasta las poblaciones, si allí las
hay afincadas, que conocen el nacimiento del Nilo8. Después, Roma, si tamañas ansias
tienes de una guerra impía, una vez sometido el orbe entero a las leyes latinas, vuelve tus
manos contra ti; pero hasta el momento no te han faltado enemigos en el exterior. Ahora, en
cambio, el hecho es que en las ciudades de Italia amenazan ruina los edificios, con sus
techumbres a medio caer; grandes bloques de piedra yacen al pie de las murallas derrumbadas,
las casas se encuentran abandonadas, sin que nadie las guarde, y en las antiguas ciudades sólo vaga
algún que otro habitante; el hecho es, igualmente, que Italia está erizada de malezas, no se la
ha arado en muchos años y para los campos, que las reclaman, faltan manos; no serás
tú, Pirro feroz, ni será el Cartaginés9 el responsable de tamañas calamidades: a ningún arma
extraña le es posible llegar tan hondo: las profundas de verdad son las heridas de brazos de

1
Otros entienden plus quam ciuilia como «no solamente civiles», por haber intervenido en ellas ejércitos extranjeros. Pero esta
traducción parece más acorde con el retoricismo de Lucano ya desde el primer verso, aparte de su fundamentación real: son
guerras «más que civiles» porque no se riñen sólo entre conciudadanos, sino entre parientes. Recuérdese que César y Pompeyo
habían sido suegro y yerno.
2
Ematia es una región de Macedonia, con cuyo nombre designa Lucano el reino entero y también a la vecina región
de Tesalia, en cuyas llanuras se riñó la batalla de Farsalia.
3
La alianza que acordaron, en el año 60 a. C., César, Pompeyo y Craso y que se conoce como primer triunvirato.
4
A Craso lo vencieron y mataron los partos (cuya capital era Babilonia) en el año 53 a. C. en la batalla de Carras. En poder del
enemigo quedaron las enseñas del ejército romano («ausonios», por Ausonia, nombre antiguo de Italia), que no se recobraron
hasta el año 20 a. C., bajo Augusto.
5
La celebración del triunfo sólo se concedía por la victoria contra enemigos extranjeros.
6
Expresión para indicar el Occidente, dentro de la concepción antigua de que las estrellas hacen de noche el mismo recorrido
que el sol durante el día y se esconden por el Oeste cuando va a salir el sol por el lado opuesto.
7
En forma poética, alude Lucano a los cuatro puntos cardinales: la región de Titán (= el Sol, hijo del titán Hiperión = el Este),
el Oeste (nota anterior), el Sur y, finalmente, el Norte, designado por la Escitia, territorio extendido al norte del Mar Negro.
8
Los seres son los chinos; el Araxes, río de Armenia, personifica a esta región; y en cuanto al nacimiento del Nilo, adonde
Nerón había enviado una expedición de reconocimiento, basta para demostrar el interés de Lucano por el asunto el largo
excurso que le dedica en el canto X, 172-331.
9
El cartaginés por antonomasia es Aníbal, que infligió grandes derrotas a los romanos en la Segunda guerra púnica. Antes,
también Pirro había llegado como enemigo al sur de Italia, en ayuda de la colonia griega de Tarento.
conciudadanos. Pero si los destinos no encontraron otra vía para la llegada de Nerón y a un
precio tan caro conceden los dioses los reinados perdurables; si el cielo no pudo someterse al
imperio de su Tonante sino tras las guerras de los Gigantes sanguinarios10, entonces no nos
quejamos más, oh dioses del cielo: incluso los crímenes y la impiedad los damos por buenos a
cambio de esta compensación. Ya puede colmar de muertos Farsalia sus llanuras siniestras y
saturarse de sangre los manes cartagineses11; los últimos combates pueden ya entablarse en
la funesta Munda12; a estas fatalidades pueden añadirse, César, el hambre de Perusa y las fatigas de
Módena13, así como las naves que la escarpada Léucade14 guarda sumergidas y los combates contra
armadas de esclavos al pie del llameante Etna15: con todo, mucho es lo que Roma debe a las guerras
civiles, pues estos sucesos tuvieron como objetivo tu llegada. A ti, cuando, cumplida tu estancia en la
tierra, te encamines, tarde, hacia los astros16, el palacio de la región celeste que tú hayas preferido te
acogerá en medio de la alegría del universo; tanto si te agrada empuñar el cetro como si prefieres
subir al carro inflamado de Febo e iluminar con el fuego errante la tierra, que no tiene
miedo ante este cambio de sol, toda divinidad te cederá su puesto, y la naturaleza te
brindará el derecho, que te pertenece, de elegir qué dios quieres ser y dónde deseas establecer tu
reinado sobre el mundo. Pero no deberás elegir tu asiento en el Círculo Ártico ni tampoco por
donde se inclina la zona tórrida del austro, frente por frente: desde allí verías a tu querida
Roma con sesgada trayectoria astral17. Si haces sentir tu peso sobre una parte del éter
inmenso, el eje del cielo acusará la carga. En el centro de la bóveda celeste mantén en equilibrio el
peso del cielo; que esa parte del éter se encuentre totalmente límpida y vacía, y que por la zona del
César no se interponga ni una nube. Entonces, depuestas las armas, el género humano mire
por su propia felicidad y todos los pueblos se amen entre sí; que la paz, extendida por el universo,
mantenga cerradas las puertas de hierro del belicoso Jano18. Pero tú eres ya para mí una divinidad;
y, si te acojo en mi pecho como poeta inspirado, ya no quiero invocar al dios que revela los
secretos de Cirra ni hacer venir a Baco desde Nisa19: tú bastas a darme alientos para cantos
romanos. Mi ánimo se ve impulsado a revelar las causas de tamaños sucesos, y se abre ante
mí una inmensa tarea20: ¿qué empujó a las armas a un pueblo enfurecido? ¿Qué sacudida
arrancó la paz al universo? El celoso eslabonamiento de los destinos, la imposibilidad, para lo
muy elevado, de seguir en pie mucho tiempo, los graves derrumbes bajo un peso excesivo y Roma

10
Hijos terroríficos de Urano y de la Tierra que se rebelaron contra Júpiter y a los que éste venció en terrible lucha (la
Gigantomaquia), con ayuda de otros dioses y de Hércules.
11
Los cartagineses caídos en las Guerras Púnicas se ven ahora vengados con la sangre de los romanos muertos en Farsalia.
Según otros, aludiría el poeta a la batalla de Tapso, en África, el año 46 a. C., donde César derrotó a los partidarios de
Pompeyo. De este modo, la venganza de los cartagineses se cumpliría en su propia tierra.
12
En la batalla de Munda, en Hispania, cerca de Córdoba, César derrotó a los hijos de Pompeyo, poniendo así fin a la guerra
civil.
13
En Perusa, el año 40 a. C., sitió Octavio a Lucio Antonio, hermano de Marco Antonio, hasta conseguir su rendición por
hambre. En Módena, en el 43, sitió Marco Antonio a Décimo Bruto, el cesaricida, que murió en el asedio, así como los
cónsules Hircio y Pansa venidos en su ayuda.
14
En el golfo de Léucade tuvo lugar la batalla naval de Accio, el año 31 a. C., en la que Octavio derrotó a Marco Antonio y a
Cleopatra.
15
Sexto Pompeyo reclutó esclavos para su ejército y su flota; lugartenientes de Octavio lo vencieron en Sicilia el año 36 a. C.
16
Se refiere a la «apoteosis» de Nerón.
17
Sobre la posible alusión irónica, defendida por algunos escoliastas, al estrabismo de Nerón, así como, en el verso siguiente, a
su obesidad, y, en general, sobre los problemas que plantea este elogio de Nerón, véase la Introducción [en: M. Anneo Lucano.
Farsalia, en: http://www.scribd.com/doc/64381051/Lucano-Marco-Anneo-La-Farsalia-Bilingue].
18
El templo de Jano, en Roma, sólo se cerraba en época de paz.
19
Con Cirra, localidad cercana a Delfos, se alude a Apolo, dios que emitía sus oráculos, en esta última ciudad. Nisa es una
ciudad de la India, donde se creía que nació y se crió Baco.
20
La exposición de las causas de la guerra civil es para el poeta una «inmensa tarea». Hay en los dos primeros versos una clara
imitación de Ovidio, Met., I, 1, y de Virgilio, Eneid., VII, 45. La primera de estas causas es de tipo filosófico; las demás son las
mismas que defienden los historiadores.
incapaz de sostenerse a sí misma. De igual modo, cuando, disuelto el ensamblaje del
universo, la hora suprema haya cerrado la marcha de tantos siglos, retornando por
segunda vez al antiguo caos, todas las estrellas chocarán con las estrellas en confusión, astros
encendidos caerán al ponto, la tierra se negará a tender la línea de los litorales y se sacudirá al
mar, Febe marchará en sentido contrario al de su hermano y, al juzgar indigno de ella
conducir su carro por una trayectoria oblicua, reclamará para sí el curso del día21; y la
discordancia total del mecanismo celeste trastornará las leyes del universo en descomposición.
Lo encumbrado se derrumba sobre sí mismo: éste es el límite de crecimiento que los dioses
le han fijado a la prosperidad. Pero en ninguna nación delega la Fortuna su ojeriza contra un pueblo
con poder sobre la tierra y el mar. Tú eres la causa de tus desgracias, Roma, convertida en
propiedad común de tres dueños22, y el pacto funesto de una tiranía que nunca, hasta ahora, se
había adjudicado a varias personas. ¡Oh vosotros, en funesta concordia y ciegos por el exceso de
ambición! ¿De qué os vale unir vuestras fuerzas y copar el mundo en medio?

21
Febe es la Luna, hermana del Sol, y normalmente sigue el mismo curso que éste. La «trayectoria oblicua» es la «eclíptica».
22
Véase la n. 3.

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