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LA INVESTIGACIÓN

EN LA CIENCIA POLÍTICA
Patricia Britos

LA
INVESTIGACIÓN
EN LA CIENCIA
POLÍTICA
Dos métodos y un diálogo posible
Ediciones Suárez
© 2004, Ediciones Suárez
Roca 4091. Mar del Plata. Argentina

Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723


I.S.B.N. 987-9494-55-5

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del editor.
Índice General

Prólogo ................................................................ 7

Agradecimientos ................................................... 13

CAPÍTULO 1

Introducción ......................................................... 15

1. Las ciencias sociales y su cientificidad ................ 17

2. Diversas teorías, diversas metodologías .............. 18

3. Legitimidad democrática: ¿consenso o votación? . 20

CAPÍTULO 2

Dos enfoques para el estudio de la política ............. 23

1. ¿Qué es la Filosofía Política? .............................. 25

2. Distinción entre lo político y lo social .................. 28


3. Una revisión histórica de la ciencia política ......... 29

4. Brian Barry: una primera clasificación ................. 32

5. Teorías de la democracia ................................... 36

CAPÍTULO 3

Legitimidad democrática: ¿consenso o votación? .... 39

1. Introducción ..................................................... 41

2. Teoría del consenso .......................................... 42

3. Teoría de la elección social ................................ 44

CAPÍTULO 4

Teoría de la elección racional................................. 49

2. Racionalidad y Ciencia Política ........................... 51

3. Preferencias y elecciones ................................... 53

4. Decisiones políticas ........................................... 69

5. Individualismo metodológico ............................. 61

CAPÍTULO 5
Origen de la Teoría de la elección social ................. 67

1. Introducción ..................................................... 69

2. La antigua y la nueva lógica............................... 70

3. Teoría de la elección social: Arrow y su teorema


sobre la imposibilidad de la democracia .................. 74

4. Teoría de la elección social: antecedentes .......... 77

5. Teoría de la votación: su relación con la teoría de


la elección social ................................................... 80

6. Teorema de (im)posibilidad: su explicación ......... 83

CAPÍTULO 6

Manipulación de votaciones ................................... 87

1. El problema de la condición de Independencia de


Alternativas Irrelevantes en el teorema de Arrow .... 89

2. El teorema de Arrow y la polémica sobre la IAI ... 90

3. Críticos y defensores de la IAI ........................... 94

4. La IAI y la teoría de la votación ......................... 102


5. El poder de la agenda ....................................... 104

6. Teorema de Mckelvey ....................................... 106

7. Teorema de Gibbard y Satterthwaite .................. 108

8. Conclusión ........................................................ 110

CAPÍTULO 7

La Teoría Crítica ................................................... 113

1. La Escuela de Frankfurt: su origen ..................... 115

2. Habermas y la racionalidad comunicativa ........... 116

3. La Teoría Crítica: diferencias.............................. 118

4. El marxismo analítico ........................................ 120

5. Rawls y Habermas ............................................ 123

CAPÍTULO 8

Apel y la división de la Ética .................................. 127

1. Apel: su historia personal .................................. 129

2. La búsqueda del consenso ................................. 132


3. La división de la ética discursiva ......................... 134

CAPÍTULO 9

Conclusión ............................................................ 137

Bibliografía ........................................................... 141


A José y a María
A la memoria de Wendy
Prólogo

Los científicos sociales, y muy


especialmente los que se dedican a las ciencias
políticas, tal vez atemorizados por las dificultades
de su objeto de estudio, tienen la pésima
costumbre de encerrarse dentro de determinadas
tradiciones epistemológicas para evitar así mirar
siquiera hacia el costado. Se suceden entonces
múltiples trabajos enfocados en una única matriz
disciplinar (como le gustaría a Kuhn), que son
absolutamente ciegos respecto de otros
realizados con puntos de vista diversos.
Esta pésima costumbre, además de
producir un cierto aburrimiento por esa
permanente sensación de "deja vu" que siente el
lector, evita la deliberación, la controversia, el
diálogo franco, para dar paso a una sucesión de
argumentos "contra" la postura rival, cuando a
ésta no se la ignora desde las alturas mas
conspicuas. No se pretende entonces iniciar una
construcción novedosa, sino la destrucción de los
rivales o el hecho que el resto de los epígonos
sepan que el autor ha leído el último "paper"
producido (si en Oxford mejor) y entonces la
ciencia se transforma en un ridículo juego de
suma cero (con la diferencia que aquí todos
pierden sin que se pueda establecer un ganador)
en lugar de convertirse en un espacio superador
donde algunos o todos ganen. Claro que con esta
queja no abogo por una tolerancia incondicional
(que se convertiría mas bien en indiferencia) que
permita eludir la crítica a las malas teorías, sino
que en lo posible creo mejor una aproximación
seria entre alternativas comunes a partir de
concepciones rivales fuertes, adecuadas y
consistentes.
Por ello me atrajo desde el principio el
trabajo de la profesora Britos, porque se aparta
de la tradición común y única para intentar una
construcción diversa a partir de un diálogo entre
tesis supuestamente inconmensurables: la
elección social vs. el discurso argumentativo. Con
todo lo que ello implica en cuanto es menester
confrontar una postura discursiva y sociológica
con otra que aparece como axiomática y
matemática. En el fondo la idea consiste en
poner frente a frente la imagen de la democracia
deliberativa con la de la elección racional o el, en
términos similares consenso contra el voto.
Pero justamente el atractivo del trabajo
que el lector tiene entre sus manos consiste en
que la autora no recurre al banal y fácil artilugio
de diluir la polémica en un vano eclecticismo que
termina en soluciones obvias de escaso valor
creativo, sino que realmente instaura una franca
situación de diálogo, por encima de la
controversia puntual, entre ambas posiciones.
Claro que esto sólo puede hacerlo quien
se encuentra familiarizado no sólo con las

15
posturas en confronte, sino también con la
actividad filosófica en el campo de la política que
de algún modo permite que Patricia Britos se
coloque en una postura de equilibrio frente a
ambas. Para ello no sólo debió internarse a fondo
en el conocimiento preciso de los contendores,
solvencia demostrada por la enorme erudición y
precisión de las citas que el lector encontrará a lo
largo del libro y en su bibliografía, sino también
en el atractivo que significa haber puesto de
relieve cuestiones afines al tema original de
permanente interés.
Así destaco el fino análisis que distingue la
sociedad del estado, tan actual en estos confusos
días de nuestros márgenes y que no hace más
que recordarnos las similares preocupaciones de
otra filósofa (H. Arendt) por distinguir
cuidadosamente la vida pública de la vida privada
en diversos períodos históricos, distinción sobre
la que pudo luego elaborar su obra cumbre sobre
los orígenes del totalitarismo.
En definitiva la finalidad que se persigue
es la resolución de conflictos políticos con
legitimidad, cuestión que es el centro de
cualquier teoría social que pretenda argumentar
respecto a las posibilidades de esta situación en
nuestro tiempo y nuestra situación. Por ello de la
mano de la autora nos deslizamos suavemente
hacia las teorías del consenso y las de la
votación, ambas en sus formulaciones más
actuales que terminan en el gran tema: la
racionalidad.

16
Y como punto nodal se agota el
tratamiento del tema para lo cual debemos
ingresar previamente en las lógicas de la
preferencia que nos permiten concluir con la
posibilidad cierta de la existencia de alguna
forma de racionalidad colectiva.
Aparece luego, con una enorme claridad y
facilitando la presentación de una bibliografía
ciertamente de difícil acceso la historia de las
concepciones rivales (subrayo el tema de las
posibilidades de la manipulación de las
votaciones y la utilidad de la formalización en las
ciencias sociales, acotada por cierto a sus límites
precisos). En los desarrollos que hacen al
desarrollo de la teoría crítica son especialmente
relevantes los puntos en los que se hace
referencia al marxismo analítico y la ya famosa
polémica entre Rawls y Habermas, una de las
tantas que han enfrentado a filósofos
anglosajones con continentales en los últimos
tiempos (recuerdo como curiosidad la de Searle
frente a Berger y Luckmann, respecto a
ontologías o construcciones de la realidad social).
La historia que preocupa a la autora finaliza con
el desarrollo de la búsqueda del consenso en una
comunidad ideal que debe partir de la aceptación
de ciertas conclusiones como si hubieran sido
elaboradas por cualquiera de los participantes del
diálogo.
Pero queda, dentro del marco de la
inconmensurabilidad señalado al principio la
certeza acerca de que el tratamiento de los
problemas de las instituciones democráticas se

17
encuentra bien desarrollado en la tesis de la
elección social, que las desaforadas críticas de
Habermas carecen de adecuación y que la
posibilidad constructiva de una postura que parta
de las tesis de Apel cerraría finalmente la
controversia.
Ciertamente comparto calurosamente la
conclusión, especialmente por la manera en que
Patricia la ha ido desarrollando en el marco de
una lectura casi novelada de problemas de muy
difícil comprensión. Y falta, seguramente ya está
en la inquieta mente de la autora, cerrar el ciclo
con la creación de esa nueva perspectiva que a
través de las tesis apelianas pueden contribuir al
mejoramiento de los mecanismos que configuren
una democracia formal y sustancial, tan
necesaria para todos nosotros, los
latinoamericanos en los muy difíciles momentos
institucionales que vivimos en esta épocas tan
confusas.
En definitiva: el libro que con tanto placer
prologo es una vez más una cabal demostración
de que se puede hablar rigurosamente de cosas
que importan y que en consecuencia la filosofía
puede no ser ese reloj sin péndulo que tanto
alarmaba a B. Rusell. En momentos en los que la
democracia deliberativa parece debatirse en una
crisis que para los latinoamericanos puede sernos
terminal es necesario que los intelectuales
salgan, como Patricia, a decir con originalidad y
rigor las cosas que deben escucharse.

18
Mario A. Portela
Mar del Plata, junio de 2004.

19
20
Agradecimientos

Este trabajo es una versión revisada de mi


tesis como maestranda Teoría de la elección
social vs teoría del discurso argumentativo ¿Es
posible el diálogo entre las dos? Fue realizada
para la Maestría de Filosofía y Ciencia Política de
la Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional de Mar del Plata, y la publicación ha
sido financiada por un subsidio de la Agencia
Nacional de Promoción Científica y Tecnológica,
PICTO 2002 Nº 04-11322, en el marco del
proyecto "La racionalidad de la ciencia: modelo
general y casos particulares".
Agradezco a mi director de tesis, Félix
Schuster, por la consideración que siempre ha
tenido a mi labor. Al director de este posgrado,
Atilio Borón, por la amabilidad con que se ocupó
de todos los trámites finales, y por soportar mis
ansiedades.
En forma especial debo agradecer a mis
dos grandes maestros: Antonio Manna y Manuel
Comesaña. Antonio, un gran amigo, hizo que ya
desde alumna me dedicara a la ciencia política y
provocó en mí el interés por buscar soluciones
teóricas a los problemas de la sociedad. Manolo
me ayudó a encarar mis estudios hacia un
enfoque matematizado de la ciencia política. Le
debo un agradecimiento especial por ser el
director del Grupo de Análisis Epistemológico de
la Facultad de Humanidades de la UNMdP,
ámbito donde se realizó esta investigación, y uno
más especial aún por haberme dado dos hijos
tan maravillosos que le dan más sentido a
cualquier actividad académica.
A Francisco Naishtat le debo la
introducción al tema que al escucharlo exponer el
teorema de Arrow en un congreso, sentí la
necesidad de averiguar de qué se trataba esta
línea investigativa. Así, generosamente, él me
acercó toda la bibliografía pertinente que tenía
en su biblioteca. La cual era abundante y de
difícil acceso, sin este material no podría haber
llevado adelante el proyecto.
Dos amigos que me han alentado en todo
momento, Mario Portela y Miguel Rossi, me
llevaron a decidir la publicación de este libro. Por
la lectura que hicieron de mi tesis y sus
comentarios siempre tan elogiosos, gracias.

22
22
Capítulo 1
Introducción

23
23
1. Las ciencias sociales y su cientificidad

Las ciencias sociales aún están buscando


el mejor método para estudiar la realidad. Si se
las compara con las ciencias naturales en lo
concerniente a éxito predictivo y tecnológico, se
encuentran rezagadas. Cada trabajo incluye por
ese motivo su propia propuesta metodológica. No
existe un método aceptado en forma unánime o
al menos ampliamente mayoritaria para la
investigación en ciencias sociales; por eso puede
decirse, en la terminología de Khun, que estas
disciplinas se encuentran todavía en la etapa de
“preciencia”. Hempel, que comparte con Hospers
y Popper la idea de que una disciplina sólo será
científica si es capaz de establecer leyes
generales, sostiene que la historia, por ejemplo,
nos puede dar un "bosquejo de explicación" y
nada más. Es en el siglo XIX, cuando los estudios
humanísticos y sociales perciben sus diferencias
con las ciencias naturales, que venían teniendo
un notable éxito explicativo y predictivo desde el
siglo XVI.
En la filosofía de la ciencia, tiene una gran
injerencia el positivismo, que nace con A. Comte
y continúa su influencia con John Stuart Mill. La
reacción antipositivista del siglo XIX, proviene de
los comprensivistas como Droysen, Dilthey,
Simmel, Weber, Croce y Collingwood. Ellos
encaran la investigación a través de la
interpretación de los sucesos históricos -
especialmente se trata de la discusión del
método de la historia-, en algunos casos se usa
la empatía que consiste en tratar de ponerse en
el lugar de la o las personas objeto de estudio.
La ciencia política no ha permanecido
ajena a esta búsqueda metodológica; algunos
politicólogos han adoptado el enfoque de los
economistas -cuya disciplina en algunos
aspectos, principalmente en cuanto al grado de
matematización, se encuentra más desarrollada
que las demás ciencias sociales-, que incluye
estudios sobre la racionalidad, la teoría de la
decisión y la teoría de los juegos. En el capítulo
2, se expone una breve historia de cómo se
sucedieron los diversos enfoques relacionados
con la búsqueda de la verdad -tanto sea de parte
de los que la consideran absoluta o de los que la
consideran relativa- en los problemas políticos.

2. Diversas teorías, diversas metodologías

En este trabajo, se exponen los resultados


de la tesis de maestría cuyo proyecto apuntaba a
estudiar y evaluar la pertinencia de los estudios
de la "teoría de la elección social" incluida en la
"teoría de la elección racional" en la ciencia
política, como también las diferencias que la
separan de los teóricos de la argumentación. Se
señala como punto de partida las diferencias
entre las dos tradiciones para analizar una
posible complementación que las llevara a
construir una teoría del Estado más adecuada, es
decir, más democrática para todos. Además,
también, subsidiariamente, se verá cuál es el rol
del marxismo en estos estudios en lo que
respecta a su elección del marco conceptual
dentro de la disciplina. Es importante aclarar que
en el análisis presente se superponen la filosofía
política con la ciencia política. Esto es así porque,
como más adelante explicaremos con palabras
de Sartori, la ciencia política, como el resto de las
ciencias sociales, no tiene límites muy
establecidos para separar diferentes tipos de
estudios y de reflexiones. Pero también cabe
agregar que es imposible evaluar la eficacia de
una metodología si no se tiene en cuenta cuál es
la teoría a la que responde. Es indudable que,
especialmente el caso de los estudios políticos,
está estrechamente relacionado con el
pensamiento filosófico; y esto es así por lo
siguiente: los problemas de las sociedades que
han aceptado el contrato social y viven bajo la
influencia estatal, no son de fácil resolución; no
existe hasta hoy -a pesar de tantos esfuerzos-
una solución a los problemas sociales. T. Ball1
recuerda que la idea de que el progreso en los
asuntos humanos es posible, y quizás hasta
inevitable tiene como contraejemplos las dos
guerras del siglo XX, el Holocausto y la amenaza
de una guerra nuclear. Y, como dice M.

1
T. Ball, (ed.), Idioms of Inquiry, New York, State
University of New York, 1987, p. 13.
Comesaña2, si los problemas filosóficos no son
solucionables, no sólo no se han resuelto hasta
ahora sino que no se pueden resolver.
Con respecto a la enumeración de autores
que se presentan, en muchos casos se hace
difícil ubicarlos en alguno de los grupos
analizados; esto es así porque no se atienen a
una teoría como a un dogma, sino que la
discuten, y también aceptan ciertos axiomas de
otras. Sólo para nombrar algunos, Habermas y
Apel están dentro de la tradición sociologista;
esta tradición con el tiempo ha ido cambiando, la
Escuela de Frankfurt tenía un fuerte componente
marxista, y hoy no conserva los principales
lineamientos marxianos. Dentro de la tradición
economicista, hay nombres como los de Downs,
Riker, Arrow, Buchanan, Tullock, Brams, y otros;
también se lo suele incluir a J. Rawls en el marco
de la filosofía moral. Pero, ¿dónde están
ubicados los marxistas analíticos como Elster y
Przeworski, que han tratado de unir la teoría de
la elección racional con los fundamentos
marxistas históricos? Lo más importante no es la
mera clasificación sino conocer qué queda de
cada una de las teorías.

3. Legitimidad democrática: ¿consenso o


votación?

Este es el título del tercer capítulo de este


trabajo, que es central para la tesis sostenida a

2
O. Nudler y F. Naishtat, (eds.), El filosofar hoy, Buenos
Aires, Biblos, 2003.
través de ella. Aquí se presentan brevemente los
fundamentos de los enfoques que interesan para
la dicotomía "consenso-votación", que luego se
van a analizar con más complejidad en el resto
del trabajo. Se menciona el problema de las
asimetrías que se presentan en la situación de
diálogo y que son sumamente importantes
cuando se trata de relaciones sociales que
aportan a la resolución de problemas en
democracia.
En un estudio de las teorías democráticas
subyacentes en estas corrientes aquí
presentadas, se vuelve a ver la dicotomía
representatividad-deliberacionismo y surgen
nuevamente los mismos interrogantes. Hoy como
ayer surge la pregunta: ¿es imposible el diálogo
o el acuerdo entre estas dos posiciones tan
fuertes?
¿Cuál es la actitud más democrática para
la resolución de conflictos: buscar el consenso o
una votación? Pero, además, ¿cuál es el más
realista? Imaginemos que un país tiene que
decidir si envía misiles a territorio enemigo
después de haber sido atacado por ese otro país.
Si se busca un consenso, se podría tomar una
decisión cuando ya haya atacado de nuevo el
enemigo, y ya no tendría sentido mantener
ninguna discusión para la búsqueda de la
voluntad general. Sin contar con que los estudios
formales han demostrado la dificultad de llegar a
un acuerdo, a un consenso de todos.
Las posiciones tan apartadas de los que
confían en el consenso y los que confían en la
votación, encuentran una posición intermedia en
Apel que propone algo tan simple como la
responsabilidad en los casos en que no haya
posibilidades de consensuar. Él que se dedica
especialmente a la Ética, divide el campo de
estudio de ésta en dos -más adelante se explica
en varias oportunidades en qué consiste esta
separación- para completar la teoría de la ética
discursiva. Apel sostiene que "desde la
perspectiva de una ética de la acción, resulta en
la parte B de la ética discursiva, por una parte,
que la separación estricta entre la racionalidad
consensual-comunicativa y la racionalidad
estratégica no puede ser mantenida (...)". 3

3
A. Damiani / R. Maliandi, (comps.), ¿Es peligroso
argumentar? Estudios sobre Política y Argumentación, Mar
del Plata, Suárez, 2002, p. 31.
Capítulo 2
Dos enfoques para el estudio de la política
1. ¿Qué es la Filosofía Política?

La discusión sobre los métodos que


ofrecen una forma de estudio de los problemas
políticos, tiene estrecha relación con la que
analiza los problemas de la democracia. Esto
seguramente es así porque no hay cuestión más
importante para los intelectuales, hoy en día, que
la de buscar soluciones permanentes a los
quiebres de las instituciones democráticas.
Sartori dice que la política es el hacer del
hombre que, más que ningún otro, afecta e
involucra a todos.4 Y aclara que ésta no es una
definición de la política. Solamente quiere, con
esto, llegar a la praxis. Pero, como él mismo
indica el hacer está precedido de un discurso
(sobre el hacer). El discurrir del homo loquax
precede a la acción del hombre operante. Por lo
tanto la acción y los comportamientos políticos
están precedidos y rodeados por el discurrir
sobre la polis, sobre la ciudad. Si queremos
comenzar por el principio, el principio es el
discurso sobre la política. Y el primer problema
consiste en que el discurso sobre la política se
vuelve hacia tres antecedentes, a tres fuentes

4
G. Sartori, La Política, México, FCE, 1987, p. 15.
diversas cuando menos: 1) la filosofía política; 2)
la ciencia o conocimiento empírico de la política;
3) el discurso común u ordinario sobre la política.

Si el hombre resulta en política un animal


particularmente extraño es, entre otras
cosas, porque sus comportamientos están
inspirados y orientados o por la filosofía, o
por el conocimiento empírico-científico o
por la conversación corriente sobre
política; y las más de las veces por una
confusa mezcla de estos tres aportes. 5

La cuestión de dónde están los límites


entre la filosofía política, la teoría política y la
ciencia política es polémica; quizás porque éstos
resultan borrosos en un campo disciplinar que no
goza del éxito predictivo de las ciencias exactas.
Esto que es objeto de discusión en cada
investigación propuesta, es la deficiencia más
importante en el estudio de los problemas
políticos ya que, obviamente, todos estamos
buscando respuestas, soluciones a los defectos
de la sociedad civil. Sartori dice que la filosofía
política, y más precisamente las "filosofías de la
política", fueron la principal fuente de inspiración
de la teoría política hasta hace alrededor de un
siglo. Y, sigue diciendo que todavía hoy gran
parte de los planteamientos de los problemas
políticos de fondo están referidos, aun sin
saberlo, a los planteamientos que recibieron

5
Ibid., p. 15.
estos problemas en el dominio especulativo.6 En
realidad, creo que no hubo un corte que
separara una etapa donde la filosofía política
fuera útil para la teoría o la ciencia política, y
otra en la que dejó de serlo. Quizás lo que quiere
decir Sartori es, que ahora más que nunca los
cientistas políticos analizan problemas que
claramente son extraídos de la realidad;
diferenciando, de alguna manera, a Hegel y a
Marx. Eso debe ser así porque parece estar
especialmente interesado en marcar las
diferencias entre la Sociología y la Ciencia Política.
Según su opinión, el estudio de la sociedad se
remonta a Comte, o poco antes; pero el estudio
de la política se remonta a los sofistas, a Platón y
a Aristóteles. La sociología no fue precedida por
una verdadera "filosofía de la sociedad", mientras
que la ciencia política fue precedida (y hasta la
fatiga) por una larguísima tradición de "filosofía
de la política". Sostiene que eso hace que la
sociología se refugie en los microproblemas, y la
ciencia política en el macroanálisis. El dice algo
que resulta sumamente interesante: al politólogo
(y no al sociólogo) es a quien le incumbe
comprender y explicar qué es lo que hace. De la
política se ocupan todos, doctos e indoctos; y
vuelvo a señalar que de política se ocuparon
antes los filósofos que los politólogos.7
Existe también una tradición de autores,
como Maquiavelo y Tocqueville, que no eran
filósofos, pero quedaron como maestros de

6
Ver ibid., p. 15.
7
Ver ibid., p. 10.
política. Sartori vuelve sobre el tema de la
utilidad de la Filosofía Política -por decirlo de
algún modo-. “Es verdad que con la aparición de
la ciencia política, no faltó quien creyera y
proclamara que estaba por finalizar la época de
la filosofía política. Declaro que esta profecía me
pareció siempre ingenua, además de
injustificada, pues el impacto de las filosofías
políticas ha sido siempre, y lo es hasta hoy,
mucho mayor que el conocimiento científico de la
política"8. Sartori sostiene que esto sucede
porque lo que mueve a la historia son las
ideologías; y éstas, según este autor, no son otra
cosa que la vulgarización de las filosofías.

2. Distinción entre lo político y lo social

8
Ibid., p. 190.
Siguiendo el análisis del mismo autor, nos
encontramos que éste plantea que hoy estamos
habituados a distinguir entre lo político y lo
social, entre el Estado y la sociedad —distinción
que data del siglo XIX—. Dice que a menudo se
oye decir que mientras en el pensamiento griego
la politicidad incluía la socialidad, hoy nos
sentimos inclinados a invertir esta díada, e incluir
lo político en lo social y la esfera de lo político en
la esfera de la sociedad. Presenta tres errores en
esta afirmación. 1) tal díada no existía en el
pensamiento griego. 2) La socialidad no es en
absoluto “la sociedad”. 3) nuestra sustantivación
“la política” no tiene en absoluto el significado
del término griego politiké, así como hoy
hablamos de un hombre político que está en las
antípodas del “animal político” de Aristóteles.
Para finalizar con este tema, me interesa
presentar la reflexión de R. Steward, él sostiene
que:

los filósofos tradicionalmente han


intentado respuestas sistemáticas a [los
problemas políticos] y a las preguntas
relacionadas. En verdad, hasta el
desarrollo de la ciencia política como
disciplina separada, los filósofos políticos
buscaban explicar los fenómenos sociales
y la conducta política, a menudo en un
contexto histórico, como también clarificar
conceptos problemáticos, evaluar
instituciones existentes, y argumentar a
favor de ideales sociales. La evolución de
la ciencia social empírica, junto con la
concepción más limitada del alcance de la
filosofía ahora prevaleciente, ha llevado a
los filósofos a interesarse en los
problemas sociales y políticos para enfocar
principalmente las cuestiones
conceptuales y normativas9.

3. Una revisión histórica de la ciencia


política

El origen de lo que hoy llamamos ciencia


política ha quedado establecido en la obra de
Maquiavelo, el Príncipe. Antes de este libro tan
polémico, la moral y la política eran una misma
cosa; es a partir de los consejos que le da
Maquiavelo a Lorenzo de Médicis, que aparece la
idea de que no es necesario que el gobernante
sea ético sino que lo verdaderamente importante
es que sea eficiente. La política se separa de la
ética, pasando la primera a ser, ante todo,
estratégica. Durante la Antigüedad y la Edad
Media, los valores morales y éticos eran la
medida de lo buen ciudadano que alguien podía
ser, tanto los gobernantes como los gobernados.
Con Maquiavelo, surge el estudio del arte
de la política que consiste en encontrar la mejor
estrategia para llegar al fin que beneficie al
pueblo. Para ejemplificar, transcribo unas líneas
que tratan "sobre la crueldad y la compasión, y si
vale más ser amado que temido, o todo lo
contrario".

9
R. Stewart, (ed.), Readings in Social and Political
Philosophy, New York, Oxford University Press, 1996, p. ix.
por eso, a un príncipe no le debe
preocupar la forma de cruel si con ello
consigue la unidad y confianza de sus
súbditos, ya que con muy pocos castigos
ejemplares resultará más compasivo que
quienes por excesiva compasión dejan que
se produzcan los desórdenes con sus
consiguientes matanzas y rapiñas.

Maquiavelo sostiene que el príncipe debe


ser prudente y actuar con cautela y humanidad.
Pero también es importante que la excesiva
confianza no lo haga incauto o que la excesiva
desconfianza lo haga intolerante. Aquí, él ve un
dilema, si es mejor ser amado que temido, o
viceversa. Y sobre esto -es importante tener en
cuenta su visión pesimista de los hombres- dice
que es mejor lo primero porque el temor al
castigo no nos abandona nunca. Al final del
capítulo XVII, donde trata el consejo 32,
Maquiavelo concluye “…que puesto que los
hombres aman según su propia voluntad, y
temen según la del príncipe, un príncipe sabio
debe fundamentarse en lo que es suyo, no en lo
ajeno, y debe sólo arreglárselas para evitar que
le odien, como ya se ha dicho”.10
En su obra, Maquiavelo establece la
fundamentación de la ciencia política,
considerándola una ciencia empírica basada en

10
Maquiavelo, El príncipe, prólogo de S. Fernández Campo,
ed. De M. López Suárez, Madrid, Ediciones Temas de Hoy,
1994, p. 100.
hechos de la realidad intrínsecamente complejos
e imprevisibles.11 Él no está pensando en hechos
imaginarios, en su lugar, analiza los reales -
aunque siempre en base a la teoría-. En la
Dedicatoria donde se dirige a Lorenzo de Médicis,
le dice que lo mejor que le puede ofrecer es “el
conocimiento de las acciones de los hombres
insignes que he ido adquiriendo a través de una
experiencia de las cosas modernas y de una
continua lectura de las antiguas”.12
A Maquiavelo le preocupan dos cosas: la
forma de llegar al poder y la de conservarlo. Y su
tratado se divide entre estas dos preocupaciones.
Además, también trata el tema del poder de la
fortuna y la creencia de muchos de que no se
puede vencer a la suerte. Él cree que hay que
buscar estrategias que nos ayuden a vencer
aunque también cree en la fortuna. En definitiva,
en su obra hay una mezcla de racionalidad e
irracionalidad. Él no piensa que solamente con la
inteligencia y la aptitud correcta ante alguna
situación dada, se pueda vencer; el hombre
también depende de la fortuna, algo imposible
de predecir.
Hay un período de oscuridad entre lo que
hoy se denomina el origen de la ciencia política y
la aparición de alguna metodología para tratar
los asuntos políticos. Sostiene T. Ball que recién
a fines de la década del '50, aparece la
"revolución del conductismo", y en las décadas
del '60 y del '70, una revolución dentro de esta

11
Ver M. López Suárez, “Introducción”, en Ibid., p. xxii.
12
Ibid., p. 3.
misma corriente. Más tarde, en la última parte de
los 70 y principios de los 80, se hacía continua
referencia a la hermenéutica de Gadamer, la
Teoría Crítica de Habermas, el
deconstruccionismo francés, los
postestructuralistas, y, según el mismo autor,
otras ideas traídas de los pelos e impronunciables
nombres de la Europa continental13. También
recuerda los intentos del funcionalismo-
estructuralista y de la Teoría General de
Sistemas. No voy a agotar aquí la enumeración
de los métodos o enfoques de la ciencia política,
dejo para más adelante distintos tipos de
clasificación para analizar las diferencias entre las
teorías que guían cada idiom, como les llama Ball
a las diferentes metodologías.
4. Brian Barry: una primera clasificación

13
Ver T. Ball, (ed.), "Introducción", en Idioms of Inquiry,
New York, State University of New York, 1987, p. 2.
A los dos enfoques epistemológicos de la
ciencia política se los ha llamado de diversas
formas. Hace treinta años, Brian Barry denominó
a sus exponentes como "sociologistas" y
"economicistas"; también se han usado los
términos "interpretativistas" y "positivistas".
Actualizando un poco la clasificación, se podría
decir que en un grupo están los que han seguido
la tradición de la Escuela de Frankfurt, siguiendo
la escuela de T. Parsons en lo concerniente al
análisis sociológico -ya veremos más adelante
quiénes son los referentes filosóficos de los que
se ubican en esta corriente- y están ubicados
dentro de la "teoría crítica"; y en el otro, los que
basan sus estudios en la "teoría de la elección
racional" y usan como instrumento la "teoría de
los juegos". Otra vez con palabras de Barry, se
puede decir que la primera teoría es discursiva,
sociológica, organísmica y literaria; la segunda es
axiomática, económica, mecánica y matemática.
Aquí voy a incluir una resumen de la
presentación que hace este autor de los teóricos
de los dos enfoques. Comienzo con la corriente
sociologista, aquí se enfatiza la importancia de
los constreñimientos internos normativos; en
definitiva surgen los estudios donde se
profundiza en la "cultura política". El autor
incluye en su presentación a tres trabajos: The
Civic Culture de G. Almond y S. Verba, Division
and Cohesion in Democracy de H. Eckstein y, en
el caso de S. M. Lipset, un capítulo de cada uno
de los siguientes libros suyos, Political Man y The
First New Nation. Y, finalmente, analiza los
fundamentos que da T. Parsons al enfoque; éste
es uno de los pilares de este tipo de metodología
y ha influido también a Habermas, de quien
hablaremos más adelante.
En el caso de la obra de Almond y Verba,
esencial como fundamento para cualquier
investigación sobre la cultura política de un
pueblo, se publicó en 1963. Se trata de las
actitudes u orientaciones políticas de la población
hacia su país o hacia varias instituciones
políticas. Ellos sugieren que de éstas depende el
mantenimiento del sistema político.
Lamentablemente, estos estudios no son nada
demostrativos; Almond y Verba estudiaron sólo
cinco países y sólo pudieron hacer un listado con
cuáles eran los más democráticos entre ellos, es
decir, no hubo una caracterización en detalle de
lo que significaba que fueran más o menos
democráticos. Barry afirma que sería difícil
conseguir datos sistemáticos del pasado y,
además, existe siempre la posibilidad de que los
países no democráticos sean hostiles hacia las
encuestas donde se les pregunta a los
ciudadanos lo que piensan sobre sus
autoridades.
El segundo trabajo estudiado es el de
Eckstein, se dedica a Noruega y, así como el caso
anterior, también tiene la limitación de la
dimensión del tiempo. Sin embargo, tiene una
ventaja sobre el anterior, reconoce la necesidad
de una definición explícita de democracia. Sin
embargo, hay un tema difícil -no porque Eckstein
no proponga hipótesis sino porque establece
varias-, da la impresión de que el problema es
que los temas se entrelazan y no llevan a
ninguna conclusión clara. "(...) aunque Eckstein
contrasta la explicación en términos de formas
con explicaciones "culturales" de democracia
estable en Noruega, las "formas" no operan
directamente sino vía un efecto de creación o
refuerzo de los valores y normas apropiados".14
El último trabajo sociologista estudiado es
el de Lipset que, según Barry, es el intento más
serio que se ha hecho de relacionar "valores" e
"instituciones". Su definición de democracia está
basada en la de Schumpeter y es altamente
practicable. Un problema es que no interrumpe la
vigencia de la democracia durante los años de la
Segunda Guerra Mundial. Lipset ha avanzado en
un buen número de explicaciones, que incluyen
el nivel y el promedio de industrialización y la
división de los "padres fundadores" dentro de
facciones rivales en una temprana etapa en la
historia del país. Pero, aclara Barry que no está
claro cómo se relacionan entre ellas y con las
explicaciones en términos de "valores". Lipset
sugiere que hay dos fuentes de apoyo para un
régimen: una creencia en su legitimidad y una en
su eficiencia15. La alta efectividad y la baja
legitimidad marcaron los regímenes alemanes y
austríacos en los '20; éstos permanecieron
estables durante el tiempo que fueron
razonablemente efectivos económicamente.
Desafortunadamente, no se ha tratado la

14
B. Barry, Sociologists, Economists and Democracy,
Chicago, The University of Chicago Press, 1978, p. 59.
15
Ver ibid., p. 65.
discusión de las condiciones suficientes y
necesarias juntas.
La discusión más elaborada sobre el tema
del que nos ocupamos en su obra, es el capítulo
6 de The First New Nation. Se basa en ciertas
"variables de modelo" (u "orientaciones para la
acción" parsonianas, especialmente los valores
contrastantes de "adscripción" y "logro". Se
refiere al contraste entre ser tratado de cierta
forma a causa de alguna cualidad que no cambia
como el color o la clase de los padres, y tener
derechos, privilegios y ventajas relacionados de
alguna manera con lo que realmente uno ha
hecho. Barry se pregunta por qué habría que
adjuntar el término "adscriptivo" al de "elite"; por
último, ¿en qué sentido se usa el término
"legitimidad", es sinónimo de "apoyo"?16
Por último, es imposible dejar de hablar
de T. Parsons, él se dedicó a demostrar la
primacía de los valores y lo inadecuado de
cualquier enfoque que no reconozca esta
primacía. Barry le dedica un capítulo entero a
Parsons y analiza su libro The Structure of Social
Action. Analiza la pregunta de Hobbes, ¿cómo es
posible el orden social? Pero le da una respuesta
diferente: mientras Hobbes sostiene que se debe
a la coerción por parte de la autoridad política,
Parsons cree que es mediante los
constreñimientos normativos internalizados
basados en los valores comunes. Mantiene una
fuerte lucha contra los utilitaristas y, según
Barry, nunca deja bien en claro lo que quiere

16
Ver ibid., p. 69.
decir ni da ejemplos detallados17. La crítica más
importante al utilitarismo es que al no permitir la
existencia de valores y normas, no puede
solucionar el problema del orden. Pero, pregunta
Barry, ¿es cierto que no se permite su existencia?
Hay muchos utilitaristas que no han encontrado
casi ninguna dificultad en acomodarlas.
El modelo económico está representado
por el trabajo de A. Downs sobre votación An
Economic Theory of Democracy y el de M. Olson
sobre acción colectiva The Logic of Collective
Action. El primero se dedica a analizar la política
a través de dos clases de actores, los partidos y
los votantes. En una analogía con la
maximización de ganancias de la economía
clásica, el votante es el consumidor. Una
cuestión importante aquí es ¿por qué la gente
vota? Riker sostiene que es por alguna
motivación que no tiene que ver con los
resultados deseados. Obviamente ésta no es una
respuesta concluyente porque, entre otras, surge
la pregunta de por qué habría de contar una
motivación como ésta. Ciertamente se podría
pensar en explicaciones formales como la del
free rider (colado) o la del dilema del prisionero
para justificar por qué alguien acude a votar y
otro no. Pero, en realidad, no hay todavía
ninguna hipótesis convincente sobre este
problema; y tampoco Downs ni Riker la
ofrecieron.
En el caso de Olson, aquí lo que importa
es la participación. A él le interesa saber qué

17
Ver ibid., p. 79.
lleva a los trabajadores a participar de la
actividad gremial. Sugiere que no es debido a la
provisión de bienes públicos (legislación sobre
tarifas, por ejemplo) sino a los "incentivos
selectivos". Un ejemplo de lo que esto significa
es lo siguiente: si alguien es condenado al
ostracismo o molestado físicamente porque no
está en un gremio o sindicato, se puede decir
que pertenecer a éste le da el beneficio de que
no pasen estas cosas desagradables.18

5. Teorías de la democracia

Los teóricos de la democracia se pueden


dividir en dos grupos, los seguidores de la
democracia deliberativa y los que creen en la
teoría de la elección social. Lo que los separa es
un desacuerdo basado en la forma en que se
llega a resultados más democráticos. Aquí voy a
presentar brevemente dos trabajos que
examinan con claridad dos problemas de la teoría
de la democracia: la división en dos tradiciones
que no encuentran un camino común y la de las
asimetrías presentes en la comunidad social que
impiden legitimar las decisiones democráticas.
Con respecto al primer problema, parece
importante exponer el examen que hace de la
cuestión David van Mill, a pesar de que los
autores que estudia el presente trabajo no son
exactamente los mismos. Él habla de las teorías
del discurso democrático y de la elección social
de desequilibrio (siguiendo la terminología de W.

18
Ver ibid., pp. 24-7.
Riker); incluye dentro de la primera a J.
Habermas, J. Cohen, J. Dryzek y S. Benhabib, y
dentro de la segunda a D. Black, K. Arrow, R.
McKelvey y W. Riker. Él denomina a estos dos
grupos de la siguiente forma: teoría del discurso
democrático y teoría de la elección social de
desequilibrio. Explica que los argumentos de las
dos teorías; parecen ser mutuamente exclusivos,
sin embargo son similares en un nivel
procedimental. Además, considera que los
teóricos del discurso no pueden ignorar las
paradojas de la votación.19
Sobre el segundo problema planteado, J.
Knight y J. Johnson dicen que es común
adjudicarle a los métodos de agregación de
preferencias la falta de “recursos morales” que se
requieren para generar y sostener soluciones
colectivas legítimas; esto se basa en el problema
de que los resultados electorales son susceptibles
de influencia proveniente de varias asimetrías
exógenas arbitrarias de tipo social, cultural y
económico. Estos autores sostienen que, si bien
esto es innegable en la agregación de
preferencias, seguramente no constituye un
argumento a favor de la deliberación, ya que las
feministas, los partidarios de la teoría crítica, los
republicanos, entre otros, correctamente nos
recuerdan que la deliberación es en sí misma
susceptible de distorsiones que provienen de
clases similares de asimetrías exógenas, a veces

19
Ver D. van Mill, “The Possibility of Rational Outcomes
from Democratic Discourse and Procedures”, The Journal
of Politics, Vol. 58, Nº 3, August 1996, pp. 735, 747-8.
especialmente sutiles. Y agregan que “[l]a
cuestión es si los mecanismos de agregación son
susceptibles de dificultades endógenas
sistemáticas y, si es así, si los arreglos
deliberativos refinados y ampliados pueden evitar
o remediar esas dificultades”.20
A mí me interesa hacer una división
propia: por un lado -dentro de la tradición
económica- voy a incluir a la teoría de la elección
social, que comprende la teoría racional, el
utilitarismo, la teoría de los juegos y la teoría de
la decisión básicamente. Y, por el otro lado, voy
a referirme a la teoría crítica. El marxismo
merece un comentario aclaratorio; hay
representantes en las dos corrientes de
pensamiento. En el enfoque económico, como
ejemplo, doy dos nombres que provienen de
diferentes disciplinas: Elster en filosofía y
Przeworski en ciencia política. Y, por el otro lado,
la teoría crítica nace de una posición marxista, de
la Escuela de Frankfurt. Sin embargo, uno de los
exponentes de esta teoría, Apel, será la
excepción. Este autor es el que hace pensar que
puede haber un diálogo comprensivo entre estas
dos visiones del análisis político.

20
Ver J. Knight y J. Johnson, “Aggregation and
Deliberation: On the Possibility of Democratic Legitimacy”,
Political Theory, Vol. 22, Nº 2, May 1994, p. 278.
Capítulo 3
Legitimidad democrática: ¿consenso o
votación?
1. Introducción

En este capítulo trataré especialmente el


tema que me interesa, una cuestión polémica,
que consiste en llegar a la resolución de
cuestiones políticas con el mayor grado de
legitimidad. La teoría de la democracia tiene,
como ya hemos visto en el capítulo 2, dos
vertientes marcadamente diferentes: la del
discurso argumentativo y la de la teoría de la
elección social. La primera estudia la forma de
resolver los conflictos a través de la deliberación,
del discurso argumentativo que apunta al
consenso. Estos teóricos sostienen que la fuente
más importante de legitimidad es la deliberación
razonada entre hablantes que forman una
comunidad ideal de comunicación; todos tienen
los mismos derechos para argumentar y, así, a
través del discurso se puede llegar a resolver los
conflictos. La segunda vertiente es la que se
ocupa de las formas en que la agregación de
preferencias individuales lleva a un resultado
social; ésta es la teoría de la elección social, una
rama de la elección racional, dedicada
especialmente a la teoría de la votación.
Estas dos tendencias se esfuerzan por
aparecer separadas la una de la otra, una
concentrada en el consenso ideal y la otra, en los
resultados electorales. No parece quedar claro
por qué para los consensualistas no hay más que
modelos ideales que no parecen aportar a la
resolución de los problemas políticos inmediatos.
En el caso de los teóricos de la elección social,
sólo mencionan el consenso al señalar que,
cuando no se lo alcanza, es necesario recurrir a
la votación para resolver conflictos, pero no lo
discuten en profundidad. Sin embargo, parece
que estos últimos aportan más al estudio de la
teoría de la democracia porque no desconocen el
hecho de que la filosofía política debe ayudar a la
resolución de los problemas de la sociedad.

2. Teoría del consenso

Los filósofos alemanes que, aunque


poniendo el acento en lugares distintos,
representan un punto de partida de
fundamentación de la ética a través del discurso
son J. Habermas y K.-O. Apel.21 Ellos consideran
que las acciones colectivas deben ser asumidas
bajo una responsabilidad solidaria; Apel sostiene
que es necesaria la cooperación de todos los
individuos de una sociedad ya en la
fundamentación de las normas morales y
jurídicas susceptibles de consenso, por medio del

21
Ver K.-O. Apel, Teoría de la verdad y ética del discurso ,
Barcelona, Paidós, 1991, p. 147; J. Habermas, Teoría de la
acción comunicativa: complementos y estudios previos ,
Madrid, Cátedra, 1989, p. 15.
discurso argumentativo.22 Los dos filósofos
proponen como medio para la resolución de
conflictos la discusión entre hablantes que
quieren llegar a un consenso; ante todo, se llega
argumentando en función de llegar a decisiones
que apunten al bienestar de todos o que por lo
menos no afecten los intereses de algunos
miembros de la comunidad. Esta comunidad ideal
de comunicación está obligada a respetar una
serie de reglas, originariamente propuestas por
Alexy y que luego adopta Habermas con algunas
modificaciones, que apuntan en su mayoría a
garantizarles los mismos derechos a todos los
hablantes. Éstas están divididas en tres niveles:
el primero abarca las reglas lógicas y semánticas,
sin contenido ético; algunas del segundo tienen
un contenido ético vinculado a las relaciones de
reconocimiento recíproco entre los interlocutores;
y, el tercer nivel abarca las reglas relacionadas
con las condiciones de simetría. Los participantes
del discurso tienen que tener presente que la
estructura de comunicación excluye toda
coacción que no sea la del mejor argumento y
neutraliza todo motivo que no sea el de la
búsqueda cooperativa de la verdad23.
Ya habíamos adelantado algo sobre el
problema de las asimetrías, R. Maliandi lo define
diciendo que “[e]s sabido que todas las
estructuras sociales presentan asimetrías,
particularmente entre quienes tienen y quienes

22
K.-O. Apel, op. cit., pp. 148-9.
23
Ver R. Maliandi, Volver a la razón, Buenos Aires, Biblos,
1997, pp. 184-5.
no tienen poder.”24 Y da algunos ejemplos de
asimetrías, como las relaciones médico-paciente,
superior-subordinado, hombre-mujer, fuerte-
débil, juez-acusado, maestro-alumno, padre-hijo,
pobre-rico, gobernante-gobernado, etc. En estas
relaciones, las partes que tienen más poder
pueden negarse al diálogo; Maliandi es optimista
y sostiene que a pesar de los problemas que se
presentan, hay diálogos críticos que, por distintos
motivos, tienen que alcanzarse gradualmente.25
El concepto de la ética discursiva que han
usado Habermas y Apel ha sido modificado por el
último al dividirla éste en dos partes. La primera,
la parte A, es la ética del discurso que parte de
los supuestos de la ética deontológica de
principios de Kant; y, la parte B es una ética de
la responsabilidad. Apel se da cuenta de que la
ética no puede estar separada de la realidad y la
historia; por eso sostiene que sin dejar de
trabajar en el plano ideal y abstracto de la parte
A, es indispensable considerar la fundamentación
de la B como una responsabilidad ante los
individuos de la comunidad real de comunicación.
Apel da un ejemplo muy claro de esto: cuando
algún individuo se enfrenta a un criminal o a una
organización como la Gestapo, no podrá
renunciar a la mentira, el fraude e incluso el uso
de la fuerza, sino que deberá actuar como si su
acción pudiera ser susceptible de consenso por lo
menos en un discurso ideal imaginario de todos

24
Ibid., p. 111.
25
Ver ibid., pp. 111-3.
los afectados de buena voluntad.26 Obviamente,
cuando hay un conflicto importante que resolver,
no se puede recurrir al consenso ideal y es aquí
donde interviene la parte B. No se puede olvidar
la tradición de una sociedad ni tampoco los
problemas sociales y políticos del momento, a la
hora de aplicar las normas.

3. Teoría de la elección social

En el siglo XVIII, con Jean-Charles de


Borda y el marqués de Condorcet, surge una
relevante discusión sobre la utilidad del uso de la
matemática en la resolución de problemas
sociales. Ya en el siglo XX, K. Arrow publicó la
prueba de su teorema por primera vez en 1951.
Este trabajo es, sin duda, el más importante en
este enfoque; abre nuevamente el debate sobre
la utilidad de la matemática en las elecciones
sociales ahora dentro del marco conceptual de
una teoría de la racionalidad basada
estrictamente en la racionalidad estratégico-
económica de la teoría de los juegos. Una
explicación breve diría que el teorema prueba
que, al transformarse las preferencias
individuales en colectivas, no es posible
satisfacer todas las condiciones intuitivamente
aceptables. Si se admite que la adopción de
decisiones no sea "democrática", entonces es

26
Ver K.-O. Apel, “La ética del discurso como ética de la
responsabilidad. Una transformación posmetafísica de la
ética de Kant”, en Teoría de la verdad y ética del discurso,
op. cit.
posible satisfacer las demás exigencias. La
elección es no democrática o irracional porque no
se garantiza una preferencia social transitiva; y si
la preferencia no es transitiva, tampoco será
racional.
No cabe duda de que la racionalidad es
una característica propia de los seres humanos,
pero a algunos teóricos no les convence la idea
de que las instituciones se comporten
racionalmente. J. Buchanan y G. Tullock,
especialmente el primero, sostienen que
“cualquier proceso de la toma de decisiones es
un mecanismo o conjunto de instrumentos. Éste
no tiene inteligencia, y en consecuencia no
deberíamos esperar racionalidad.”27 Estos
autores señalan esto especialmente para criticar
la forma en que Arrow trata a la votación. Ante
esta crítica, éste responde que tanto “Buchanan
como Little en algunos puntos sustituyen
argumento genuino por sutilezas verbales”.28 Él
sostiene que cuando usa el término “racionalidad
colectiva” se refiere a las elecciones sociales que
pueden resultar de la interrelación de
ordenamientos individuales en un conjunto. Y
esto, de ninguna manera, quiere decir que crea
solucionado el problema de la elección social.
El concepto de “conducta racional” tiene
que ver con la idea de la elección de los medios
más apropiados para lograr un objetivo. J.

27
J. Buchanan y G. Tullock, El cálculo del consenso,
Barcelona, Planeta, 1993, p. 380.
28
K. Arrow, Social Choice and Individual Values, New York,
J. Wiley & Sons, 1963, nota 42, p. 107.
Harsanyi dice que “aun en un nivel de sentido
común, este concepto de racionalidad tiene
aplicaciones positivas (no normativas)
importantes: se usa para la explicación, para la
predicción, y aun para la mera descripción de la
conducta humana.” 29
El mismo autor sostiene que la teoría
general de la conducta racional consiste en tres
ramas; éstas son la teoría de la utilidad, la teoría
de los juegos y la ética. Sobre la primera, explica
que abarca la teoría de la decisión, que incluye la
teoría de la conducta racional bajo riesgo e
incertidumbre, y la teoría de la conducta racional
bajo certeza (como lo establece la teoría
económica clásica).30 Sobre la segunda rama, la
teoría de los juegos, Harsanyi dice que es la
teoría de la conducta racional por parte de dos o
más individuos racionales que interactúan; cada
uno de ellos trata de maximizar su utilidad -no
importa si los objetivos son altruistas o egoístas-.
La tercera rama, la ética, es la teoría de los
juicios racionales de valor moral; aclara el autor
que él en otros trabajos ha tratado de mostrar
que se trata de maximizar el nivel promedio de la
utilidad de todos los individuos en la sociedad.
Por lo que hemos visto hasta el momento,
la teoría de la elección social puede ser usada
para explicar algunos problemas políticos. W.
Riker dice que “[d]esafortunadamente muy pocos

29
J. Harsanyi, “Advances in Understanding Rational
Behavior”, en J. Elster (Ed.), Rational Choice, Oxford,
B.Blackwell, 1986, p. 85.
30
Ibid., cf. p. 89.
filósofos políticos han reconocido hasta ahora
esta relevancia, posiblemente porque la teoría de
la elección social usualmente ha sido moldeada
en forma matemática, sugiriendo de ese modo
que es meramente un ejercicio técnico.”31 La
teoría de la elección social se relaciona con la
teoría de la democracia a través de la votación,
una institución muy antigua que se usa como
método de agregar preferencias individuales para
llegar a la elección de un grupo o sociedad.
Según Riker, los filósofos políticos, que han
ignorado y descuidado los métodos de votación
por mucho tiempo, pueden haber estado en lo
correcto ya que durante mucho tiempo ha sido
inexistente el estudio de la teoría de la
votación.32
Las diferencias entre los consensualistas y
los teóricos de la elección social parecen ser
insolucionables, si incluimos en el primer grupo
solamente a Habermas. Unos trabajan en un
plano abstracto e ideal y los otros, en uno
abstracto sólo en la forma de presentar el
problema. Si, en cambio, hacemos una
subdivisión dentro del grupo de los
consensualistas y dejamos de un lado a
Habermas y del otro a Apel, la situación varía. La
forma de presentar la ética discursiva de parte
de Apel muestra que ha superado el problema de
quedarse en un consenso ideal, muy deseable,
pero que no aporta mucho a los inconvenientes

31
W. Riker, Liberalism against Populism, San Francisco, W.
H. Freeman, 1982, p. ix.
32
Ibid., p. 1.
de la resolución de conflictos dentro de una
sociedad que reclama cambios inminentes. La
filosofía debe dar una respuesta a estas
necesidades, porque es de ella que se alimenta la
teoría política. La teoría de la votación aparece
como una solución a la falta de unanimidad -así
por lo menos lo plantea la teoría de la elección
social-, no parece para nada incompatible con la
necesidad de obtener consenso, ni tampoco
contiene intenciones no democráticas. Los
seguidores de la teoría de la elección social no
dedican espacio para el estudio del consenso;
sólo se refieren a él cuando fundamentan la
necesidad de la votación para decir que si no hay
unanimidad hay que recurrir a este método, pero
en ningún momento le restan importancia. Apel y
estos teóricos parecen tener la misma actitud
ante los problemas de la sociedad: cuando no se
puede averiguar cual sería la decisión del grupo o
no hay acuerdo unánime, hay que trabajar en la
resolución del problema. Los métodos por los
que se llega son diferentes pero no
incompatibles.
Finalmente, la cuestión de las asimetrías
que se presentan e influyen en las decisiones a
las que se arriban, parece ser un problema para
las dos tendencias. Está presente tanto en el
discurso argumentativo que busca el consenso
como en la agregación de preferencias; es uno
de los problemas más antiguos de la democracia.
Las dos vertientes analizan las asimetrías desde
sus propios supuestos: unos se ocupan de la
negativa al diálogo de los que tienen más poder;
y los otros de la manipulación de las agendas de
los más poderosos en el momento de votar, y de
las estrategias usadas por los que menos poder
tienen. Sin embargo, debería existir más
comunicación entre los dos enfoques con el fin
de enriquecer el diálogo.
Capítulo 4
Teoría de la elección racional
1. Racionalidad y Ciencia Política

En principio, parece necesario explicar a


qué nos referimos cuando hablamos de
racionalidad. En este contexto, se trata de las
decisiones que toman los integrantes de una
sociedad; se puede trasladar este problema al de
si es posible conocer la voluntad general de la
que hablaba Rousseau. La relación decisión
grupal-racionalidad se basa en la dificultad de
obtener un resultado compartido por todos y que
al mismo tiempo sea racional. En este caso, la
decisión es no racional.
Desde el siglo XVIII hasta ahora, fueron
apareciendo trabajos académicos aislados que
apuntaban a solucionar los problemas de la
votación; no hubo continuidad en el estudio del
problema mediante el mismo método. Sólo en
1951, cuando K. Arrow probó su famoso
teorema, se puede decir que tomó forma lo que
hoy se llama la “teoría de la elección social”; ésta
es el fundamento del tipo de investigación que
analiza cómo a partir de decisiones individuales
se llega a una decisión colectiva sin perder
racionalidad ni carácter democrático.
Probablemente resulte más fácil entender
el concepto de racionalidad individual que el de
racionalidad colectiva. Si se busca explicar la
conducta de los seres humanos, con el
convencimiento de que las decisiones tomadas
responden a creencias y deseos individuales, la
tarea -aunque no exenta de dificultades- no
parece imposible. Pero lo que desde un principio
presenta problemas es la racionalidad del grupo
social. ¿Existen creencias y deseos colectivos?
¿Cómo se puede saber cuáles son? Y si no los
hay, ¿cómo se llegan a tomar decisiones de
grupo?
Los estudios de ciencia política basados en
el concepto de racionalidad estratégica intentan
dar explicaciones e incluso predecir, aunque esto
signifique solamente estimar la probabilidad de
que algún hecho tenga lugar. Y, al momento de
analizar ciertos problemas políticos, se estudia la
forma de que el resultado no termine siendo
caótico. Se trata de que las instituciones no se
desequilibren; hay que fortalecerlas para así
fortalecer la democracia -de cuyo valor ningún
individuo razonable parece dudar-. K. Dowding y
D. King sostienen que las instituciones canalizan
las preferencias, disminuyen el proceso cíclico y
fomentan la estabilidad. Por ejemplo, la simple
institución de una regla que establece que las
decisiones a las que se llegó no se pueden
cambiar por tres años, asegura al menos tres
años de estabilidad. El estudio de la política tiene
que ver con la estabilidad y también con el
cambio. Por eso, la teoría de la elección racional
también incluye el examen de las acciones de los
actores racionales que tratan de quebrar
situaciones políticas estables.
Es importante aclarar que cuando se dice
que un actor procede de tal o cual manera para
lograr el objetivo que traduce su interés, no se
está haciendo ninguna interpretación moral. El
interés del individuo, como el del grupo social, no
tiene por qué ser egoísta. En muchos casos,
algunos miembros de un grupo planean
estrategias para que el resultado de una votación
sea lo más ventajoso posible para ellos o para el
resto de la sociedad; y muchas veces esta
ventaja traduce un deseo altruista.
2. Preferencias y elecciones

Cuando se expone la teoría de la


racionalidad, se habla de “elección” y de
“preferencia”. A veces, en el desarrollo de la
exposición, parece que ambos conceptos
significan lo mismo. Sin embargo, el primer
término representa una acción y el segundo una
opinión. Se pueden observar las decisiones o
elecciones de un individuo, pero no las
preferencias. Y unas no siempre se corresponden
con las otras; se puede preferir una alternativa y
elegir una diferente. Esto puede parecer muy
extraño, pero en realidad es muy común. Más
adelante vamos a tratar un poco más este tema,
que está relacionado con los juegos estratégicos.
Hay una serie de creencias, deseos o
necesidades que forman las preferencias de los
individuos. Algunos son más elementales que
otros; entonces, en estos casos, cuando el
individuo elige, es probable que sea más fácil
distinguir cuál era la preferencia que lo llevó a
decidirse por cierta alternativa y no por otra.
Aunque en esto estamos simplificando mucho la
cuestión. Parece obvio que si un actor racional
tiene hambre, prefiere como acción “comer”; y si
puede elegir entre las alternativas “comer” o “no
comer”, entonces, va a tratar de satisfacer su
necesidad y, en ese caso, va a elegir “comer”.
Este ejemplo sirve para una situación extrema
donde de lo que se trata es de sobrevivir. No
estamos pensando en casos de bulimia, anorexia
u otros donde la actividad de comer tiene otras
connotaciones. En el ejemplo señalado, la
preferencia y la elección coinciden; el que intenta
saber los sentimientos verdaderos del actor
racional en el momento de decidir no necesita
investigar mucho: si el individuo comió es porque
tenía hambre. Si bien todas las acciones parecen
ser problemáticas, elegimos un proceso de esta
naturaleza -aunque sea una simplificación de lo
que realmente sucede- para contrastarlo con
situaciones más complejas.
Hay otras metas en la vida de los seres
humanos: ansia de fama, deseo de pasar
inadvertido, alcanzar ciertos objetivos
momentáneos porque éstos me ayudan a
mejorar mi posición con respecto a otros más
importantes, etc. Y además, cuando las
decisiones dependen de las decisiones y
preferencias del resto del grupo, se complica
todo el proceso; por lo tanto, los actores
racionales hacen uso de estrategias que los
ayudan a elegir la mejor alternativa posible.
Estas consideraciones se hacen en base al
convencimiento de que, aunque no se sepa a
priori lo que piensan hacer los demás integrantes
del grupo social, se podría esquematizar algún
curso de acción probable. Y todo esto es posible
porque

la comunicación y la discusión se apoyan


en la premisa tácita de que cada
interlocutor cree en la racionalidad de los
otros, puesto que de otro modo el
intercambio no tendría sentido. Para
entender a otras personas, debemos
suponer que, en general, ellas tienen
deseos y creencias consistentes, y actúan
consistentemente sobre la base de ellos.
La alternativa a este supuesto no es la
irracionalidad, que sólo puede predicarse
sobre un amplio fondo de racionalidad,
sino el caos.33

Hay que tener en cuenta que, como


sostiene S. Brams, “ser racional es esforzarse por
lo que uno desea -o al menos actuar como si uno
estuviera persiguiendo algún fin-. Pero no es
simple determinar exactamente qué curso de
acción es el que satisface estos deseos o fines en
una situación particular”.34 Es por esto que los
modelos derivados de la teoría de la elección
racional parecen ser los más confiables. El mismo
autor también explica que “el supuesto de la
racionalidad explica bien la conducta política,

33
J. Elster, “Introduction”, en J. Elster (ed.), Rational
Choice, Oxford, B. Blackwell, 1986, p. 27.
34
S. Brams, Rational Politics, San Diego, Academic Press,
1985, p. 2.
incluso la que en ocasiones parece paradójica. En
realidad, en la medida en que los modelos de la
elección racional iluminan los aspectos no obvios
de la política, el uso de estos modelos parece
justificado”.35 Estos aspectos no obvios son los
más preocupantes a la hora de tomar decisiones
importantes, especialmente si hay otros
individuos que con sus decisiones pueden afectar
el resultado del proceso.
Las decisiones estratégicas se basan en
una mínima información sobre las preferencias
del resto de los miembros del grupo. Esto parece
más fácil en los organismos más viejos y
pequeños, dado que la mayoría de los miembros
se conocen hace mucho tiempo. Resulta más
viable alcanzar los objetivos propios cuando se
está rodeado de personajes bastante previsibles.
Igualmente necesito alguna información para
votar; entonces, ¿cómo puedo proceder para
conocer las preferencias de los otros individuos?
Obviamente no es una tarea fácil; aunque
estemos en una época donde la información es
sumamente accesible, no se puede acceder a lo
que una persona quiere ocultar -especialmente si
eso es su propio pensamiento-. Lo que sí se
puede conocer es la elección que ésta hace sobre
un conjunto de alternativas, pero para entonces
quizás ya no se pueda hacer nada para que el
resultado sea lo más ventajoso posible a mis
intereses.
En esta teoría, ser un votante sincero
significa que el individuo elige de acuerdo con su

35
Ibid., pp. 2-3.
preferencia, es decir, vota por la alternativa
preferida sin considerar el hecho de que ésta
pueda perder. Se le llama votante sofisticado al
que no es sincero en ese sentido, al que usa
estrategias para que su alternativa gane -o por lo
menos que no pierda frente a otra
extremadamente diferente-. Hay una serie de
teoremas formalmente demostrados sobre la
manera en que se manipula el proceso de
votación para alcanzar un resultado deseado. Lo
que ahora nos interesa es que, frente a un
conjunto de alternativas, el individuo no siempre
elige la alternativa preferida.
Entonces, el tema que se discute es el de
la votación. En general, la mayoría de las
interpretaciones teóricas describen al voto como
expresión de una preferencia. Se le suele dar
diferentes significados a esta expresión; D.
Estlund enumera algunas de las interpretaciones
de las preferencias: deseos, intereses,
disposiciones para elegir, o informes individuales
de uno de los tres anteriores. Este autor intenta
demostrar que las interpretaciones de la
preferencia fracasan porque no pueden cumplir
con las tres condiciones de agregabilidad,
defensa y actividad.36 Finalmente, termina
dando argumentos a favor de la interpretación
de los votos, no como alguna forma de expresión
de preferencias individuales, sino más bien como
afirmaciones de que ciertas políticas están en el

36
Ver D. Estlund, “Democracy Without Preference”, en
Readings in Social & Political Philosophy, New York, Oxford
University Press, 1986, pp. 395-8.
interés común.37 Esta posición responde a la
teoría deliberacionista de la democracia, y sigue
el pensamiento de Rousseau; así, el interés
común es la “voluntad general”, y ésta cumple
con los tres requisitos antes mencionados.
Parece ser que lo que más molesta a
Estlund es que pueda existir un dictador que
imponga el resultado de la elección social -según
Arrow, si un individuo tiene un orden de
preferencias xPyPz y la elección social es la
misma, este individuo, de alguna manera, ha
influido en el resto y es un dictador-. Es decir,
que no exista un orden de preferencias común. Y
el otro tema que le preocupa es que los
individuos desean una alternativa pero deciden
elegir otra por motivos estratégicos. Para alguien
que cree en el modelo de democracia
deliberativa, esto no parece posible. En su
trabajo, menciona a Gibbard y a Satterwaite, y a
otros que “han enfatizado que la cuestión de por
cuál alternativa social votar racionalmente no es
la misma que la cuestión de cuál alternativa
social elegir racionalmente. Puede haber buenas
razones para votar por un resultado menos
preferido.”38 En realidad, lo que este autor
parece no querer admitir es que si un individuo
prefiere A pero finalmente decide votar por B, en
realidad, cambió de opinión. Cambiar de opinión
al elegir no significa que de ahora en más
siempre me va a gustar B, sino que en este
momento se prefiere la alternativa B porque se la

37
Ver ibid., pp. 393-4.
38
Ibid., nota 14, p. 407.
encuentra mucho más conveniente en el
presente estado de cosas.
J. Harsanyi39 sostiene que el modelo de
racionalidad medios-fines es demasiado limitado
porque no cubre el caso de la conducta que
satisface ciertos criterios estipulados, como por
ejemplo la conducta que consiste en subir al
Aconcagua -que satisface el criterio de ser la
montaña más alta de la Argentina- cuando el
objetivo es subir a la montaña más alta de la
Argentina. E incluso una limitación más
importante es que restringe la conducta racional
a una elección entre medios alternativos. Por lo
tanto, no puede explicar por qué una persona
dada puede cambiar un fin por otro. Para superar
esta limitación, los economistas introdujeron un
concepto más amplio de racionalidad que define
la conducta racional como una elección entre
fines alternativos, sobre la base de un conjunto
de preferencias y un conjunto dado de
oportunidades. Así, la conducta racional consiste
en elegir un fin específico, después de una
cuidadosa consideración y en completo
conocimiento de los costos de oportunidad de
esta elección. Harsanyi dice que este modelo nos
permite explicar por qué un individuo ha
cambiado de objetivo, incluso cuando sus
preferencias básicas siguen siendo las mismas.
Este modelo incluye los modelos medios-fines y

39
J. Harsanyi, “Advances in Understanding Rational
Behaviour”, en J. Elster (ed.), Rational Choice, op. cit., pp.
85-6.
de satisfacción de criterios como casos
especiales.
Para la economía, ha sido muy fructífero
el enfoque basado en la teoría de la racionalidad.
Para estudiar el mercado, se hace uso de
modelos matemáticos que concentran la atención
en características seleccionadas del mundo
económico. Aquí es donde aparece la necesidad
de una metodología como la teoría de los juegos,
donde hay juegos de dos o más personas, cada
uno con características diferentes. Harsanyi
incluye dentro de la teoría de la utilidad a la
teoría de la conducta racional individual -bajo
certeza, bajo riesgo y bajo incertidumbre-; y
define a la teoría de los juegos como la teoría de
conducta racional por parte de dos o más
individuos racionales que interactúan, cada uno
determinado a maximizar sus propios intereses,
egoístas o no egoístas, ya especificados por su
propia función de utilidad.

3. Decisiones políticas

Las decisiones que involucran a un grupo


social amplio son las que más le interesan a la
ciencia política. La teoría de la elección social,
que nace con el teorema de Arrow, nos indica
que la forma más efectiva que tiene un grupo de
tomar una decisión, si antes no ha llegado al
consenso, es a través de la votación. Esta es una
forma de agregación de preferencias de los
individuos que forman parte del grupo social.
Aquí es necesario aclarar algunas cuestiones. Si
suponemos que todos los miembros de la
sociedad tienen las mismas preferencias con
respecto a las alternativas sociales, esto implica
que hay una una actitud mental social y también
una sociedad homogénea. En ese caso, podría
elegir a un solo individuo para conocer la
mentalidad social; entonces el requisito de no
dictadura del teorema de imposibilidad pierde
relevancia. Arrow dice que hay una gran parte de
los filósofos políticos, la escuela idealista, que
piensan que se debe distinguir entre la voluntad
individual y la general. Puede haber amplias
divergencias entre una y otra, ya que la voluntad
individual puede corromperse por el entorno; en
cambio, la verdadera voluntad general nunca
puede errar aunque puede estar equivocada en
cuanto a los medios.40 Arrow cita a Rousseau y
dice que “en verdad, las dos voluntades
solamente acordarán por accidente. Pero se
insiste sobre la existencia de la voluntad general
como base de la existencia misma de una
sociedad.”41
En esta cuestión está presente la
preocupación de Rousseau por alcanzar la
“voluntad general”; el temor era claramente que
los intereses individuales triunfaran sobre los del
grupo. Rousseau pensaba que se podía conocer
la voluntad general en tanto se consultara a cada
uno de los ciudadanos, y éstos dieran su opinión
o voto en base al interés común, no a uno

40
Ver K. Arrow, Social Choice and Individual Values, op.
cit., pp. 81-2.
41
J. J. Rousseau, The Social Contract, English translation,
New York and London, G. P. Putnam's Sons, 2 nd edition,
revised, 1906, p. 25. Citado en K. Arrow, op. cit., p. 82.
personal o privado. W. Riker expresa las
diferencias entre la interpretación liberal y la
populista de la votación. La última sostiene que
“las opiniones de la mayoría deben ser correctas
y deben respetarse porque la voluntad del pueblo
es la libertad del pueblo. En la interpretación
liberal, no hay tal identificación mágica. El
resultado de la votación es sólo una decisión y no
tiene un carácter moral especial”.42
En el teorema de Arrow está implícita la
refutación de la teoría democrática de “la
voluntad de la mayoría”; y éste fue el principal
obstáculo para la aceptación de la teoría de la
elección social. En un momento en que las
democracias en el mundo debían fortalecerse
después de la segunda guerra mundial, no había
mucho entusiasmo en defender una teoría que
probaba la “imposibilidad” de la voluntad
general.
Los que se oponen a la teoría de la
elección social, critican especialmente que ésta
se base esencialmente en la teoría de la
votación. Parece mucho más democrático
intentar el consenso que apelar directamente al
voto. El error es pensar que estos teóricos
rechazan la discusión y el consenso; esto no es
así, simplemente creen que si no hay
unanimidad, hay que votar. Es cierto que no han
dedicado ningún espacio en sus investigaciones a
las posiciones de los consensualistas, pero esto
ha sido recíproco. Y en el caso de los que se

42
W. Riker, Liberalism Against Populism, op. cit., p. 14. La
cursiva le corresponde al autor.
dedican exclusivamente a estudiar el proceso de
la deliberación, la cuestión parecería agravarse
porque en el momento de tomar decisiones que
afectan a la sociedad, no se puede seguir
reclamando un consenso que quizás nunca se
alcance. De hecho, históricamente, el voto ha
sido el proceso más usado en el momento de
decidir qué hacer. Toda la bibliografía que surge
de la teoría de la elección social, enmarcada en
la teoría de la racionalidad, trabaja sobre la
construcción de modelos que apuntan a que las
instituciones dentro del régimen democrático
sean más democráticas.

4. Individualismo metodológico

A nadie se le ocurre discutir que la


racionalidad es propia de los seres humanos.
Pero cuando se trata de extender esta capacidad
a otras entidades, surgen inconvenientes. Aquí
aparece la oposición de los que no aceptan que
la racionalidad se pueda extender a otras
entidades que no sean los individuos.
Los individualistas metodológicos confían
en la racionalidad de las acciones de los seres
humanos. Especialmente, éste ha sido un punto
importante para los economistas. Se supone que
las personas, cuando toman decisiones, lo hacen
de acuerdo con sus propios intereses; de un
conjunto de alternativas a elegir, cada uno va a
optar por la que le conceda más beneficios -o por
lo menos la que resulte menos perjudicial-.
Cuando se trata de analizar situaciones en el
área económica, se estudian las preferencias
individuales y cómo ellas hacen que se
produzcan ciertos resultados. Hay tres conceptos
importantes a tener en cuenta: acciones,
resultados y estados de la naturaleza. La acción
es la elección que hace una persona en un
contexto específico. Y un estado de la naturaleza
en conjunción con una acción particular produce
un resultado específico. Por lo tanto, hablar de
“conducta racional” significa elegir los mejores
medios para llegar al mejor fin, es decir, adoptar
la acción adecuada para alcanzar el resultado
deseado. Volviendo al tema de la racionalidad
individual, P. Ordeshook opina que:

El supuesto del individualismo


metodológico no es sino un recordatorio
de que sólo la gente elige, prefiere,
comparte objetivos, aprende, etc., y que
todas las explicaciones y descripciones de
acción grupal, si son teóricamente sólidas,
finalmente se deben entender en términos
de elección individual.43

En el marco del individualismo


metodológico han surgido discrepancias debidas
al concepto de racionalidad colectiva. G. Tullock
dice que una de las críticas más fuertes al
trabajo de Arrow es que impone el requisito de
racionalidad a los resultados de la votación; él
mismo no acepta este requisito. Existe la
creencia de que las instituciones no pueden ser

43
P. Ordeshook, Game Theory and Political Theory, New
York, Cambridge University Press, 1989, p. 1.
racionales porque únicamente los seres humanos
lo son. Es por esto que no pueden admitir que
Arrow incluya la condición de “racionalidad
colectiva” como requisito de justicia. Sin embargo
Tullock es más flexible que Buchanan; comparte
la crítica que sostiene que cualquier proceso de
toma de decisiones es un mecanismo o conjunto
de instrumentos que no tiene inteligencia. Sin
embargo, dice que en la época en que se publicó
el libro de Arrow, la racionalidad o irracionalidad
del proceso tuvo alguna importancia. Explica que
una parte importante de la comunidad intelectual
sintió que la solución era entregar un control
operativo a un gobierno democrático. Entonces,
si los gobiernos tenían la función de resolver
prácticamente todos los problemas y manejar a
una gran parte del aparato económico,
claramente debían funcionar de un modo
racional. Tullock sigue su exposición diciendo que
es difícil argumentar que una determinada
función debe ser transferida al gobierno si los
procesos de la decisión gubernativa son análogos
a tirar unas monedas a cara o cruz. Aquí, tanto
Tullock como Buchanan opinan que es inevitable
un comportamiento irracional por parte del
gobierno bajo cualquier regla factible de toma de
decisiones.
Como ya habíamos dicho, estos autores
no conciben que Arrow exija racionalidad en este
paso; creen que no es posible la irracionalidad
que describe la prueba del famoso teorema de
imposibilidad porque existe el intercambio de
votos. El teorema dice que la agregación de
preferencias individuales no conduce a una
elección colectiva racional y democrática. El
resultado es no transitivo -irracional en los
términos arrovianos- o es impuesto por alguno
de los miembros del grupo, y entonces no es
democrático. Lo que se le discute a Arrow es que
crea que la votación tiene que dar un resultado
transitivo, que no tiene que haber circularidad.
Es decir, que no tiene que ser de la forma
xPyPzPx. Tullock y Buchanan consideran que es
más importante la intensidad que el orden de las
preferencias. Esta referencia es fundamental, ya
que el teorema de imposibilidad no tiene en
cuenta al votante no sincero. Arrow es quizás
demasiado idealista en su trabajo y, por eso,
piensa únicamente en los individuos que
expresan directamente sus preferencias en las
decisiones que toman, no en los que eligen
estratégicamente. Lo que no queda muy claro es
por qué existe tanta oposición al requisito de
racionalidad colectiva. Arrow cree que no se
puede hablar de democracia si no está presente
esta condición; y prueba que no se puede
garantizar un resultado racional y democrático al
mismo tiempo. Pero en algunos casos sí se da;
por ejemplo cuando hay una alternativa a la que
se llama “ganador Condorcet”, es decir una
opción que todos prefieren. Entonces, no en
todos los casos las instituciones se comportan
irracionalmente; o por lo menos, no todos los
resultados a los que nos llevan los procesos o
métodos -es decir, instituciones- son irracionales.
Sin embargo, hay otros que creen que “los
actores de la elección racional no tienen que ser
necesariamente gente sino que pueden incluir
organizaciones (aunque usualmente los analistas
suponen que las acciones de las organizaciones
pueden explicarse causalmente considerando a
los individuos decisorios que abarcan la
organización)”.44
Pareciera que los individualistas
metodológicos que se oponen a la condición de
racionalidad colectiva del teorema de Arrow, en
realidad, no están de acuerdo con la
formalización que nos lleva a decir que
difícilmente se pueda conocer la preferencia
social. En un modelo contruido como ideal de lo
que se cree debería ser una institución
democrática, no puede estar mal la inclusión de
la condición aludida. Un modelo ideal representa
lo que “debería ser”, y si en la realidad no se da
así, entonces veremos cómo ajustar los
instrumentos que tengo a mano para que la
institución se acerque cada vez más a la
caracterización del ideal. El requisito de
racionalidad para la elección colectiva, en
realidad, parece de lo más pertinente.

44
K. Dowding y D. King (eds.), Preferences, Institutions,
and Rational Choice, New York, Oxford University Press,
1995, p. 11.
Capítulo 5
Origen de la Teoría de la elección social
1. Introducción

En este capítulo se examina la utilidad de


la lógica en los estudios políticos. Lo que sigue es
una reseña histórica sobre el desarrollo de la
lógica desde fines del siglo XIX, y del origen de
un enfoque matemático en la ciencia política.
Ya en 1930, Carnap estaba sorprendido
por “la cautela y la torpe timidez con que [los
filósofos] se acercan [a la nueva lógica], si bien
más generalmente la evitan. Seguramente, su
aparato formal, de apariencia matemática, los
ahuyenta, aunque en el fondo se oculta tras de
ello un sentimiento instintivo de oposición.”45
Del lado de la filosofía política, en 1982, W. Riker
lamentaba el desconocimiento del nuevo enfoque
en ciencia política, diciendo que
“desafortunadamente muy pocos filósofos
políticos han reconocido hasta ahora esta
relevancia, posiblemente porque la teoría de la
elección social usualmente ha sido moldeada en

45
R. Carnap, “La antigua y la nueva lógica”, en A. J. Ayer
(comp.), El positivismo lógico, México, FCE, 1965, p. 140.
forma matemática, sugiriendo de ese modo que
es meramente un ejercicio técnico”.46

2. La antigua y la nueva lógica

El artículo de Carnap47 al que aludimos


con este subtítulo resulta sumamente útil para
explicar por qué la creación de una nueva lógica
contribuye a la aparición de un nuevo enfoque en
el estudio de la ciencia política. Los integrantes
del Círculo de Viena tenían un especial interés
por la lógica simbólica; Carnap, uno de sus
miembros más prestigiosos, decía:

La lógica no es ya meramente una


disciplina filosófica entre otras, sino que
podemos decir sin reservas: la lógica es el
método del filosofar. 48

El movimiento denominado “positivismo


lógico” e integrado por estos filósofos pretendía
hacer filosofía mediante algún método
rigurosamente científico. La lógica tradicional no
era suficientemente satisfactoria para alcanzar
esa meta; se basaba en el sistema aristotélico-
escolástico que únicamente había tenido leves
correcciones y ampliaciones a través del tiempo.
La lógica aplicada estaba condicionada por la
insuficiencia de los fundamentos formales. La

46
W. Riker, Liberalism..., op. cit., p. ix.
47
R. Carnap, op. cit., pp. 139-53.
48
Ibid., p. 139. Las cursivas son de Carnap.
creación de un instrumento más eficaz se debió a
las dificultades halladas en la matemática; al
comienzo no se pensó en una aplicación más
general y filosóficamente significativa.49
Los primeros intentos de reconstrucción
de la lógica surgieron a fines del siglo XIX; los
precursores fueron Frege, Peano y Schröder, que
se basaron en ideas de Leibniz, De Morgan y
Boole, que eran algo anteriores. Sobre la base
del trabajo de los autores mencionados,
Whitehead y Russell crearon la obra fundamental
de la nueva lógica, los Principia Mathematica. En
el artículo ya citado, Carnap enumera las
diferencias entre la antigua lógica y la nueva;
aquí solamente mencionaremos las que sean
pertinentes para el enfoque que queremos
presentar:

La nueva lógica se distingue de la antigua


no sólo por la forma de la representación,
sino principalmente por la extensa
ampliación de su campo. Los nuevos
dominios más importantes son la teoría de
las proposiciones de relación y la teoría de
las funciones proposicionales variables.50

En la lógica antigua la única forma de las


proposiciones era la predicativa; por ejemplo,
“Sócrates es un hombre” es de esa forma. Así,
las oraciones relacionales se trataban como si
fueran del tipo predicativo; el predicado era

49
Ver ibid., p. 140.
50
R. Carnap, op. cit., p. 143.
atribuido al único sujeto, y no podía ser separado
de él. Ya Leibniz había visto la necesidad de que
se analizaran de otro modo las proposiciones
relacionales. Carnap explica que en una
proposición relacional, como, por ejemplo, “a es
mayor que b”, se atribuye una relación a dos o
más objetos (o, si se prefiere, a varios concepto-
sujeto). La forma “S es P” no es adecuada para
el análisis de dichas proposiciones.
Ya los lógicos medievales habían advertido
con preocupación que la tesis de que todas las
oraciones son, en último análisis, de la forma
sujeto-predicado -tesis fundamental de la lógica
aristotélica que mantuvo su vigencia hasta la
segunda mitad del siglo pasado- obligaba a
clasificar como inválidos ciertos razonamientos
intuitivamente válidos, como “El caballo es un
animal; por lo tanto, la cabeza de un caballo es
la cabeza de un animal”, que, analizado con los
recursos de la lógica aristotélica, resultaba de la
forma (inválida) “Todos los A son B; por lo tanto,
todos los C son D”. Lo que ocurre es que “…..es
la cabeza de…..” es un predicado diádico, que
expresa una relación binaria; es un predicado
que requiere dos sujetos para producir una
oración, así como otros requieren tres, cuatro, n
sujetos, y son todos ellos predicados poliádicos
que expresan relaciones n-arias. 51
Antes no se podía inferir de “a es mayor
que b” que b es menor que a porque b no podía
dejar de formar parte del predicado atribuido a a

51
Este párrafo se basa en un borrador de Manuel
Comesaña.
para convertirse en otro sujeto. Este ejemplo
descansa sobre la proposición general: “si se da
una relación entre x e y, su conversa se da entre
y y x”. Un ejemplo, señalado por Carnap, de
proposición que no puede ser demostrada por la
lógica antigua es el siguiente: “siempre que hay
un vencedor, hay un vencido”. Esto se sigue de
la proposición lógica: “si una relación tiene un
antecedente, tiene también un consecuente”.52
A. Deaño da ejemplos de verbos con predicados
poliádicos: uno de ellos es de suma importancia
para el tema de este trabajo, el verbo “preferir”,
que da lugar a un predicado -por lo menos-
triádico. El ejemplo que da este autor es “Azorín
prefería Castilla a Transilvania”, y toma la forma
Pabc. Otros ejemplos de predicados que
requieren dos sujetos o más son la expresión
“ser bígamo”, porque para esto se necesitan tres;
“ser traidor” ya que se traiciona a alguien, o
algo; el verbo “estrangular” porque tiene que
haber una víctima además del victimario;
también “ser amigo” requiere al menos dos.53
Para las ciencias que tratan con series y
ordenamientos, la teoría de las relaciones es
indispensable. Carnap explica esto de la siguiente
manera:

Si de cada dos personas pertenecientes a


una clase, se conoce cuál es más alta que
la otra, entonces ha quedado establecida

Ver Carnap, op. cit., p. 143.


52

53
Ver A. Deaño, Introducción a la lógica formal, v. II,
Madrid, Alianza, 1975, pp. 16-22.
una ordenación serial para estas personas.
Puede sostenerse que eso también podría
hacerse por medio de atribuciones
predicativas, a saber, atribuyendo número
de medida como propiedad a cada
persona. Pero en ese caso habría que
suponer igualmente que, respecto de
cualquier pareja de esos números, se
sabría cuál de ellos era el mayor. Así pues,
sin relación ordinal no puede formarse
ninguna serie. 54

Para Leibniz las relaciones eran


importantes además en la concepción del
espacio, al que atribuía una naturaleza relacional;
sostenía que no se puede establecer la posición
absoluta de un cuerpo, sino sólo sus relaciones
de posición -el cuerpo a está entre el b y el c-.
Este autor luchó por una concepción relativista
del espacio; sus ideas recién se desarrollaron
doscientos años más tarde: en física, con la
teoría de la relatividad (ideas precursoras en
Mach, 1883; Einstein, 1905); y en lógica, con la
teoría de las relaciones (de Morgan, 1858;
Peirce, 1870).

3. Teoría de la elección social: Arrow y su


teorema sobre la imposibilidad de la
democracia

54
R. Carnap, op. cit., p. 144.
Esta teoría tiene como obra fundamental
el libro de K. Arrow de 1951, aunque su historia
se remonta a fines del siglo XVIII. Básicamente,
el propósito es analizar de qué forma se extiende
el concepto de elección racional desde lo
individual a lo colectivo. El propósito de la teoría
es analizar las condiciones bajo las cuales se
puede encontrar algún mecanismo o regla que
permita que un grupo de individuos llegue a
decisiones que reflejen las de todos sus
miembros.55
Arrow56 relata que siendo un estudiante
en la universidad, inclusive ya en la secundaria,
la lógica matemática lo fascinó. Al principio leyó
los trabajos de Russell, y luego tuvo la suerte de
tomar un curso con A. Tarski. Arrow estaba
interesado en los conceptos vinculados con las
relaciones, especialmente la transitividad y los
ordenamientos. Pronto encontró un campo de
aplicación. En 1946, preparó una disertación -
enmarcada en sus estudios económicos- basada
en un libro de J. Hicks; Arrow se planteaba
mejorar la teoría de la firma propuesta por Hicks,
dado que no tenía en cuenta la posibilidad de
que fueran muchos los dueños. El problema
aparece cuando existen diferentes opiniones
sobre cómo alcanzar los beneficios a los que
todos esperan acceder. Una posibilidad es que se

55
K. Arrow, “Current Developments in the Theory of Social
Choice”, en Social Choice and Justice, Cambridge,
Massachusetts, The Belknap Press of Harvard University
Press, 1983, p. 162.
56
K. Arrow, “A Difficulty in the Concept of Social Welfare”,
ibid., pp. 1-29.
tome una decisión a través del voto de la
mayoría, pero inmediatamente Arrow se dio
cuenta de que esta regla no iba a llevar
necesariamente a un ordenamiento. Así, aparece
la transitividad como una cuestión significativa.
En ese mismo año, Hicks expuso en una
conferencia un enfoque ordinal de
comparaciones interpersonales que estaba
desarrollando. Este autor decía que A estaba
mejor que B si ambos preferían el beneficio de A.
Esta relación era incompleta porque ambos
podrían haber elegido sus propios beneficios; y
como dice Arrow mismo, él fue más lejos y notó
que la relación no era necesariamente transitiva.
A principios del año 1948, vuelve a pensar en el
problema de la votación -esta vez en el contexto
político-. Si los partidos se arreglaban en un
orden natural de izquierda a derecha, entonces el
voto mayoritario sí implicaba un ordenamiento de
las alternativas. Poco a poco, sin proponérselo
Arrow iba sentando las bases del teorema que lo
hizo famoso y merecedor del premio Nobel en
1972.
En el año 1948, fue invitado a la entonces
nueva RAND Corporation, donde estaban
interesados en desarrollar la teoría de los juegos
como herramienta de análisis de las relaciones
internacionales y los conflictos militares. O.
Helmer, uno de los lógicos que trabajaban allí, le
manifestó su preocupación por los fundamentos
de esta aplicación. El problema consistía en que
la teoría de los juegos se basaba en las funciones
de utilidad individual; pero cuando se aplicaba a
países, éstos no eran individuos. Entonces, ¿en
qué sentido podían los colectivos tener funciones
de utilidad? Arrow le explica que los economistas
ya habían pensado en esta cuestión, y que A.
Bergson había propuesto la noción de la función
de bienestar social. Helmer le pidió que escribiera
una exposición donde se mostrara cómo la
función de bienestar social podía servir como
función de pago para un juego internacional.
Arrow dice que pronto se dio cuenta de
que la única información de preferencia que se
podía transmitir entre individuos era un
ordenamiento. Por lo tanto, el bienestar social
sólo podía ser un agregado de ordenamientos. Él
ya sabía que la votación mayoritaria, una forma
plausible de agregar preferencias, era
insatisfactoria; pero un pequeño experimento
sugirió que ningún otro método funcionaría en el
sentido de definir un ordenamiento.
En su trabajo, Arrow propone una
votación con las opciones presentadas de a
pares, y llega a la conclusión a la que había
llegado Condorcet, casi dos siglos antes, con su
paradoja de los votantes -pero sin conocer de
antemano la biliografía pertinente-. En definitiva,
si se agregan las preferencias individuales -
excepto en el caso de que haya un ganador
Condorcet-, la preferencia social resulta ser no
transitiva; lo cual implica que tampoco es
racional. Se podría decir que al transformarse las
preferencias individuales en colectivas, no es
posible satisfacer todas las condiciones
intuitivamente aceptables -esto es básicamente
lo que Arrow probó-. En el caso del teorema de
Arrow, si se admite que la adopción de
decisiones no sea “democrática”, entonces es
posible satisfacer las demás exigencias.
Sobre este teorema se ha escrito mucho
en los últimos cincuenta años; surgieron muchas
críticas y observaciones, algunas respondidas por
el propio Arrow y otras que todavía se siguen
discutiendo. Hay muchos académicos que se
oponen a este tipo de enfoques; otros que
trabajan en este campo disienten en cuestiones
técnicas, pero nadie puede negar la importancia
de este teorema para la teoría de la democracia.
Éste ha abierto un amplio campo de estudio
basado en la manipulación de la votación por
parte del que tiene más poder o de coaliciones
de votantes —obviamente esto se ve con más
claridad en los casos de grupos pequeños—.

4. Teoría de la elección social:


antecedentes

En el tercer capítulo, se expone la


segunda parte del libro de D. Black Theory of
Committees and Elections donde aparece una
historia de la elección social. Ésta comienza con
Jean-Charles de Borda y el marqués de
Condorcet, fue entonces que surgió una
relevante discusión sobre la utilidad del uso de la
matemática en la resolución de problemas
sociales. Borda leyó su “Sur la Forme des
Élections” en 1770, la cuestión más importante
que plantea es que la pluralidad del voto entre
varios candidatos podría fácilmente llevar a una
elección escasamente razonable. El libro de
Condorcet, Essai sur l’Application de l’Analyse à
la Probabilité des Décisions Rendues à la Pluralité
des Voix apareció en 1785, y en éste, el autor
hace explícito su reconocimiento a Borda por
haber sido el primero en darse cuenta de que el
sistema de elecciones en uso era defectuoso y
por proponer un método ingenioso y muy simple.
Condorcet, por su parte, hizo dos aportes: uno es
la teoría de jurados, los votantes no expresan
sus propias preferencias sino que son jueces de
alguna verdad; y el otro es la famosa paradoja
de los votantes que ilustra el problema de la
agregación de preferencias individuales.57 La
explicación simplificada de la paradoja es la
siguiente:

Tres personas (I-II-III) usan la regla de la


mayoría simple para decidir qué hacer.
Tienen tres opciones x, y y z. La relación
entre éstas es de preferencia y la
representaremos con la letra P. Sus
ordenamientos de preferencias
individuales son

I xPyPz
II zPxPy
III yPzPx

El resultado de la elección será:

57
Cf. la Parte II del libro de D. Black, The Theory of
Committees and Elections, Cambridge, Inglaterra,
Cambridge University Press, 1958; y el capítulo VIII del
libro de K. Arrow, Social Choices and Individual Values, op.
cit.
xPy, yPz, zPx

Esta relación de preferencia no es


transitiva, ni, por lo tanto, racional.

Black58 además incluye dentro de la serie


de académicos que se ocuparon del tema al
marqués de Laplace, a E. J. Nanson y F. Galton,
y a L. Carroll (Charles Dogson), quienes
trabajaron sobre el tema entre fines del siglo XIX
y principios del XX. Ya en el siglo XX, D. Black
escribió la primera parte de su libro en el año
1947 y más tarde lo completó con una segunda
parte que incluye la historia de la teoría, y es de
donde extraemos algunos de los datos
precedentes; esta última versión del libro se
publica en 1958. Como antes hemos dicho,
Arrow publicó el libro donde expone la prueba de
su teorema por primera vez en 1951. Él comenta
que hasta entonces no se había enterado de la
existencia de la paradoja de Condorcet; dice que
cuando estudió el problema estaba seguro de
que éste no era un descubrimiento original,
aunque no tenía referencia explícita. Él cuenta
que en 1948, cuando leyó una ponencia sobre las
ideas básicas de su libro, C. P. Knight le aconsejó
leer a Nanson, que habla de la ‘paradoja’ pero
sin dar mayores referencias.59

58
D. Black, The theory of committees and elections, op.
cit.
59
K. Arrow, Social Choices..., op. cit., p. 93.
Por lo que hemos visto hasta el momento,
la teoría de la elección social puede ser usada
para explicar algunos problemas políticos. Esta
teoría se relaciona con la teoría de la democracia
a través de la votación que es una institución
muy antigua; se puede decir que es un método
de agregar preferencias individuales para llegar a
la elección de un grupo o sociedad. Según Riker,
los filósofos políticos, que han ignorado y
descuidado los métodos de votación por mucho
tiempo, pueden haber estado en lo correcto, ya
que durante mucho tiempo ha sido inexistente el
estudio de la teoría de la votación. Como se ha
dicho anteriormente, a pesar de que la teoría de
la votación es esencial para la democracia, los
filósofos políticos la ignoraron y la descuidaron
durante mucho tiempo. Los primeros trabajos
que inauguran lo que ahora llamamos la teoría
de la elección social hablan de la forma en que
se amalgaman y resumen los gustos,
preferencias o valores de personas individuales
en una elección de un grupo colectivo o
sociedad. W. Riker dice que la democracia es un
ideal de justicia y de vida política, y es un
método de realización de este ideal en la política
ordinaria. Aquí nos encontramos con una
pregunta importante y profunda, y es si los
medios democráticos son capaces de hacernos
alcanzar los fines democráticos. La teoría de la
elección social nos permite aproximarnos y quizá
parcialmente contestar esa pregunta. Por todo
esto, concluimos que existe una conexión
importante entre la teoría de la elección social y
la teoría de la democracia.
5. Teoría de la votación: su relación con la
teoría de la elección social

La votación es un antiguo procedimiento


que resulta útil para tomar decisiones grupales
cuando no existe unanimidad. Riker dice que es
un rasgo indispensable de la democracia porque
aunque sus objetivos están definidos, su método
incluye alguna participación en el gobierno.
“Aunque la participación puede tomar muchas
formas, históricamente -y es probable
lógicamente- en forma invariable incluye la
votación. Por lo tanto, la teoría de la elección
social es indispensable para la teoría de la
democracia.”60 Riker dice que cuando habla de
votación, excluye a la que tiene lugar en el
marco de organismos oligárquicos y en
plebiscitos en tiranías militares y comunistas,
porque en estos casos más que votación es
aprobación forzada.
Este mismo autor acuña el término
‘herestética’, el arte de estructurar el mundo de
tal forma de ganar uno. Según Riker, la teoría de
este arte se desarrolló antes de que se
reconociera su contribución al éxito de las
acciones de los hombres libres. Este es un
resumen del fundamento de su libro El arte de la
manipulación, donde él cuenta historias en las
cuales se recurrió a la votación para decidir algún
conflicto y se llegó a resultados inimaginables.
Este es un concepto clave de la teoría de la

60
W. Riker, Liberalism..., op. cit., p. 1.
elección social, la manipulación; ésta se produce
porque hay individuos que no son votantes
sinceros y votan estratégicamente. La
manipulación tiene éxito aunque los individuos
sepan que están siendo manipulados.
En una democracia representativa, se vota
en forma masiva, para elegir candidatos o en
referendos; o bien en órganos colegiados, como
por ejemplo la legislatura. Hay algunos
problemas que se plantean en estos grupos y son
de mucha importancia para el estudio del
funcionamiento de las instituciones. ¿Se puede
manipular el resultado de una votación eligiendo
el procedimiento apropiado (regla de la
pluralidad o regla de los pares)? ¿Puede el
presidente de una comisión legislativa manipular
el resultado alterando la agenda? Los demás
legisladores, ¿son conscientes de esta alteración?
¿También ellos manejan sus votos para que gane
una moción que ha sido negociada pero no es la
preferida?
Como ya ha sido demostrado a través de
la paradoja de Condorcet y luego por el teorema
de Arrow, existe un problema importante en la
transformación de las preferencias individuales
en sociales. Los que toman las decisiones en
beneficio de los grupos de individuos en una
democracia representativa se encuentran con
que medir la preferencia del grupo resulta
imposible; y como demuestra el teorema al que
nos referimos, la simple agregación de
preferencias individuales transitivas no garantiza
una preferencia social transitiva; y si la
preferencia no es transitiva, tampoco será
racional. Además, nos encontramos con que los
representantes no siempre buscan el bienestar
social sino que, en muchos casos, actúan en
función de sus propios intereses. No se puede
negar el hecho de que la manipulación existe.
Algunos actúan como si no fuera así; pero el
votante sofisticado tiene en cuenta los
mecanismos del sistema, al mismo tiempo que la
conducta del resto de los votantes. A este
votante también se le llama votante insincero, no
se usa este término en forma despectiva sino
que se opone al votante sincero que vota su
alternativa preferida aunque ésta pierda. Cuanto
más pequeño y antiguo un grupo, más fácil de
manipular. Pero al mismo tiempo, es más fácil
para los opositores conocer los esquemas de
acción y tomar medidas para contrarrestarlos.
Entonces, ¿es inevitable que el que establece la
agenda de una comisión establezca el resultado
de la votación? ¿Se hace evidente para un
observador ingenuo que el que establece la
agenda está manipulando la votación?
Antes de pasar a la parte más detallada
del trabajo donde se va a volver a hablar de las
estrategias para la manipulación de una elección,
damos un ejemplo que aporta Riker y que ilustra
la forma de controlar la agenda, es el caso Plott-
Levine. Éste es un caso de laboratorio porque no
sólo planearon en detalle la primera votación,
sino que tenían temor de que el resultado
obtenido se hubiera dado por casualidad, y
entonces decidieron llevar a cabo cuatro
experimentos con estudiantes. Todo comenzó
cuando M. Levine que era el presidente de su
club de vuelo y amigo de Plott, le contó a éste
que había que decidir sobre la compra de una
nueva flota, y le consultó sobre la forma más
justa de hacer esta votación. C. Plott le explicó lo
que el grupo eligiera estaría supeditado al
proceso de votación seleccionado,
fundamentando esto con su creencia de que no
existe verdadera preferencia de grupo. Haciendo
que el grupo decidiera secuencialmente entre
cinco preguntas relacionadas con las
características de los aviones y de sus equipos,
lograron que la alternativa elegida coincidiera
con la más preferida por Levine. La experiencia
no terminó ahí, porque impresionados por el
exitoso resultado pero con algunas dudas,
decidieron reproducir todo el episodio; así lo
hicieron con agendas diferentes y con
participación de cuatro grupos diferentes de
personas convocadas especialmente para los
experimentos. De los cuatro, ellos predijeron
correctamente tres de los experimentos.

6. Teorema de (im)posibilidad: su
explicación

Arrow adopta como marco conceptual una


teoría de la racionalidad basada estrictamente en
la racionalidad estratégico-económica de la teoría
de los juegos. Éste representa un famoso hito en
la aplicación de métodos matemáticos rigurosos
a las ciencias sociales; de esta manera, los
juegos de más de dos personas sirven como
método para estudiar la conducta de los
integrantes de un grupo a la hora de tener que
tomar decisiones. El objetivo de Arrow fue
analizar las posibilidades de reglas de agregación
de preferencia o funciones de bienestar social,
cuando el dominio de las opciones es finito. El
punto central del teorema es que no existe una
función tal que satisfaga todo un cierto conjunto
de condiciones razonables o deseables.61 Arrow
dice que es necesario ordenar jerárquicamente,
es decir, de manera transitiva y completa, las
preferencias de los miembros del grupo. En una
presentación informal, el teorema de Arrow dice
que, al transformarse las preferencias
individuales en colectivas, no es posible
satisfacer todas las condiciones intuitivamente
aceptables. Si se admite que la adopción de
decisiones no sea "democrática", entonces es
posible satisfacer las demás exigencias. Esto
podría hacer pensar que Arrow ha probado la
imposibilidad de la democracia. El teorema, que
en principio fue titulado de posibilidad general,
actualmente es llamado de imposibilidad general
porque se mostró que la dificultad mencionada
era meramente un caso especial de la
imposibilidad general de pasar de valores
individuales a la elección social, en la medida en
que la transición obedece ciertas reglas mínimas
y razonables. Este teorema se ocupa de lo que
pasa cuando los que votan son votantes sinceros,
es decir, votan lo que realmente quieren, sin
tener en cuenta ningún movimiento estratégico.
En una palabra al votante de Arrow no le importa

61
M. Shubik, Teoría de los juegos en las ciencias sociales.
Conceptos y soluciones, México, FCE, 1992, pp. 121-122.
perder en la elección, simplemente manifiesta
sus preferencias. Además, no expresa cuánto
prefiere una alternativa sobre otra, simplemente
presenta su lista de ordenamientos.
Aquí vamos a presentar brevemente las
cinco condiciones del teorema, que según prueba
Arrow, son lógicamente inconsistentes:

Condición 1. Racionalidad
colectiva: se exige que para cada
par admisible de ordenamientos
individuales se defina la función de
bienestar social, con el objeto de
que ésta muestre un verdadero
ordenamiento social.
Condición 2. Dominio irrestricto:
al dominio de la función de
bienestar social pertenecen todos
los ordenamientos individuales. No
se puede excluir ninguna
combinación. El ordenamiento
social responde positivamente a las
alteraciones en los valores
individuales.
Condición 3. Independencia de
alternativas irrelevantes: es la más
polémica. Asegura que sólo los
ordenamientos son importantes. No
se mide la intensidad de la
preferencia.
Condición 4. Óptimo de Pareto: si
todos los individuos prefieren x a y,
entonces la sociedad tiene la misma
preferencia.
Condición 5. No dictadura: exige
que no haya ningún individuo que
imponga su preferencia al resto de
los votantes.

Sobre este teorema se ha escrito mucho


en los últimos cincuenta años, surgieron muchas
críticas y observaciones, algunas respondidas por
el propio Arrow y otras que todavía se siguen
discutiendo. Hay muchos académicos que se
oponen a este tipo de enfoques, otros que
trabajan en este campo disienten en cuestiones
técnicas, pero nadie puede negar la importancia
de este teorema para la teoría de la democracia.
Los que rechazan la matematización de los
estudios sociales, exageran un poco cuando se
muestran tan agraviados porque “[l]as ciencias
sociales están hoy bloqueadas por una ofensiva
como no se había visto desde la década de 1890:
una tendencia deliberada a imponer el monopolio
del método económico a todos los estudios de la
sociedad.”62 En realidad, existe un temor
excesivo frente a esta clase de estudios, no
parece factible que se degenere tanto la
investigación social por el sólo hecho de que se
usen axiomas. Algunos exageran diciendo que se
trata al hombre como a un número, y esto
termina deshumanizando a las ciencias sociales.
Otros apuntan especialmente a la cuestión de la

62
A. Przeworski, “Marxismo y elección racional”, Zona
Abierta, 45, oct.-dic. 1987, pp. 97-131.
ética, y creen que cuando el individuo intenta
maximizar su utilidad a través del voto lo hace
sólo para bienestar propio. Muchos de éstos son
malentendidos en cuanto a la interpretación de
algunos conceptos. También influye en esta
férrea oposición el objeto de estudio, Tullock
plantea esta cuestión y se pregunta por qué
académicos como Borda, Condorcet, Nanson,
Dogson, etc., también podríamos incluir a Black y
a Arrow, cuando se ocuparon del tema, la
mayoría de ellos lo estudiaron desde cero. Hubo
una falta de publicidad de sus trabajos, que
seguramente, dice Tullock, se debió a que estos
investigadores vivieron en una época en que la
democracia era como una religión, y ellos habían
encontrado un problema que se hallaba en el
corazón de la teoría tradicional y que resistía a
todos los intentos de resolverlo. No en pocas
ocasiones, en política, se presenta el problema
de que algunos creen que para ser más
progresistas es preferible ignorar algunas fallas,
en lugar de tratar de subsanarlas.
Capítulo 6
Manipulación de votaciones
1. El problema de la condición de
Independencia de Alternativas Irrelevantes
en el teorema de Arrow
Al estudiar el teorema demostrado por
Arrow, es imposible dejar de recordar el famoso
descubrimiento hecho por Condorcet, en el siglo
XVIII, la paradoja de los votantes que cuestiona
la legitimidad de las decisiones tomadas en el
marco del sistema democrático. Esto ya lo hemos
visto en el capítulo anterior, resumo lo que este
autor dice para entrar en el tema que nos
interesa. Si existen tres candidatos, puede haber
tres ordenamientos diferentes de las preferencias
sobre éstos, correspondiéndole un tercio de los
votantes a cada ordenamiento; por lo tanto la
elección social sería conexa pero no transitiva.
Condorcet trabajó con la teoría de la
probabilidad, y concluye que la probabilidad de
que se produzca la paradoja se incrementa con el
aumento de los candidatos y del número de
votantes. Cuando K. Arrow demostró el “teorema
de posibilidad general”, quedo en evidencia que
la dificultad radicaba en la imposibilidad de pasar
de valores individuales a la elección social, dado
que la transición obedece ciertas reglas mínimas
y razonables. Lo que Arrow hizo fue definir
formalmente algunas condiciones que le pareció
debían satisfacer instituciones razonables.
Este trabajo expone la discusión existente,
aún hoy, sobre una de las condiciones del
teorema de Kenneth Arrow, la “independencia de
alternativas irrelevantes” a la que vamos a llamar
IAI a lo largo del texto.
2. El teorema de Arrow y la polémica sobre
la IAI
El trabajo de Arrow, Social Choices and
Individual Values se publicó en 1951; una década
después se volvió a publicar con el agregado del
capítulo VIII, donde responde a algunos de sus
críticos y modifica levemente el teorema dándole
la razón en su observación a J. H. Blau que
descubrió un error en la prueba y un
contraejemplo.
El teorema de Arrow, en la versión de
1963, se puede explicar a través de las
siguientes cinco condiciones:
• Dominio universal o irrestricto
• Racionalidad colectiva
• Independencia de las alternativas
irrelevantes
• Óptimo de Pareto
• No dictadura

Adoptamos la exposición del teorema que


hace J. Bonner porque es muy didáctica. Él dice
que las dos primeras condiciones, en realidad
sólo están separadas para enfatizar su poder
combinado. El ordenamiento social debe ser
completo y transitivo aunque puede ser fuerte o
débil. La racionalidad colectiva asegura que si el
estado social x es preferido (indiferente) a y, e y
a z, entonces x debe ser preferido (indiferente) a
z. Y, el dominio irrestricto significa que la
elección social se debe obtener a través de cada
combinación de ordenamientos individuales. No
se puede excluir ninguna combinación con el
pretexto de que es inusual, atípica, o porque
pertenece a alguien que no debería contar en
esta elección. La tercera condición es la de la
independencia de alternativas irrelevantes, y de
ella vamos a hablar más adelante. La cuarta en
la del principio de Pareto, dice que si todos los
individuos prefieren x a y, entonces la sociedad
debe preferir x a y. La quinta condición es la de
no dictadura, es decir, no hay ningún individuo
cuyos ordenamientos de preferencias
automáticamente se transformen en las de la
sociedad, sin importar lo que todos los miembros
de la sociedad quieran.63
La tercera condición es la más
controvertida. La discusión es muy amplia porque
resulta bastante difícil entender qué quiso decir
Arrow incluyendo esta condición. Algunos autores
sostienen que el ejemplo que usó no es el
adecuado, otros dicen que estaba confundido y,
en realidad, confundió dos conceptos diferentes y
de ahí viene la dificultad de entender la IAI.
Vamos a remitirnos a lo que dijo el propio Arrow
cuando introdujo esta condición:

Si consideramos C(S), la función de


elección derivada del ordenamiento social
R, que sea la elección que la sociedad
realmente haría si se confrontara con un
conjunto de alternativas S, entonces,
únicamente como para un solo individuo,
la elección hecha de un ambiente fijo S

63
Cf. J. Bonner, Introduction to the theory of social choice ,
Baltimore, Maryland, The Johns Hopkins University Press,
1986.
debería ser independiente de la mera
existencia de alternativas fuera de S.

La justificación que da el autor para incluir


la IAI, está basada en el caso de una elección de
algún candidato, todos los votantes hacen sus
listas de preferencias y el ganador saldrá de
estas listas. El problema surge cuando uno de los
candidatos muere. Según Arrow, la elección
social debería hacerse tomando todas las listas,
borrando el nombre del fallecido y considerando
los ordenamientos de los nombres restantes para
determinar el ganador. “Esto es, la elección a
hacerse entre el conjunto S de candidatos
sobrevivientes debería ser independiente de las
preferencias de los individuos por los candidatos
fuera que no están en S.”64
Antes de hablar de la polémica sobre la
IAI, vamos a transcribir el famoso ejemplo que
Arrow da del método de votación por rankings (el
método de Borda).

Con un número finito de candidatos, cada


individuo ranquea todos los candidatos,
por ejemplo, designa su primer candidato,
segundo candidato, etc. Se les da valores
preasignados a las elecciones primera,
segunda, etc., el valor más alto a la
elección más alta, y luego se elige al
candidato con la suma de valor más alta.
En particular, supongamos que hay tres
votantes y cuatro candidatos, x, y, z y w.

64
K. Arrow, Social choices..., op. cit., p. 26.
Los valores para las elecciones primera,
segunda, tercera, y cuarta, serán 4, 3, 2 y
1, respectivamente. Supongamos que los
individuos 1 y 2 ranquean los candidatos
en el orden x, y, z, y w, mientras el
individuo 3 los ranquea en el orden z, w,
x, e y. Bajo el sistema electoral dado, se
elige x. Entonces, ciertamente, si se borra
y de los rankings de los candidatos, el
sistema aplicado a los candidatos que
quedan debería producir el mismo
resultado, especialmente ya que, en este
caso, y es inferior a x de acuerdo con los
gustos de cada individuo; pero, si de
hecho se borra y, el sistema electoral
indicado produciría un empate entre x y z.

Cuando Arrow comenta el trabajo de


Borda, dice que lo más relevante de éste es que
se necesita el ordenamiento entero de los
votantes individuales entre candidatos
alternativos para la elección social. Éste da igual
peso a las diferencias entre candidatos
adyacentes como también a los diferentes
votantes. No le interesa medir la intensidad de
las preferencias de los votantes, y por supuesto,
considera que todos los votantes son iguales y
sus votos valen lo mismo.65
Arrow dice que de esta condición se
deduce que, en general, todos los métodos de
elección social son del tipo de la votación. Y
agrega que quizás esta condición sea más

65
Cf. Ibid., p. 94.
estricta que necesaria pero, después de todo
cada sistema electoral conocido satisface esta
condición; en muchas situaciones, sí tenemos
información sobre preferencias para alternativas
no factibles. Se puede argumentar que, cuando
está accesible, esta información debería usarse
en elección social, la IAI extiende un paso más
lejos el requisito de observabilidad. Se supone
que si se elige entre el conjunto de alternativas
accesibles para la sociedad, idealmente, uno
podría observar todas las preferencias entre las
alternativas accesibles; sin embargo, no habría
forma de observar preferencias entre alternativas
no factibles para la sociedad. Pero claramente,
los procesos de decisión social que son IAI tienen
una fuerte ventaja práctica. Después de todo,
todos los sistemas electorales conocidos
satisfacen esta condición.” 66
3. Críticos y defensores de la IAI

En esta parte del capítulo vamos a


transcribir las opiniones de algunos académicos
que han escrito sobre el teorema de la
imposibilidad. En realidad, lo que más nos
interesa es la discusión sobre la IAI porque al
elegir instituciones, hay que tener bien en claro
las características que éstas deben tener.
Cuando Gordon Tullock67 se refiere al
trabajo de Arrow, dice que es el único que ha
tenido un efecto significativo en la comunidad

66
Cf. Ibid, p. 110.
67
Cf. J. Buchanan y G. Tullock, El cálculo del consenso,
Barcelona, Planeta, 1993.
científica. Sin embargo, él comparte algunas de
las críticas que se le hacen, en principio se trata
de: el requisito de racionalidad a los resultados
de la votación y la independencia de las
alternativas irrelevantes. Sobre la primera, dice
que J. Buchanan particularmente hizo una severa
crítica y también D. Black opinó que la
racionalidad era una característica únicamente de
los seres humanos. Y, sobre el tema de la IAI,
explica que en Inglaterra se da a menudo el caso
de que el partido Liberal no tiene la oportunidad
de elegir a un miembro del parlamento de un
distrito de electoral dado; no obstante, la
decisión del partido Liberal de presentar o no a
un candidato puede ser decisiva para una victoria
Laborista. Por tanto, el resultado depende de la
presencia o ausencia de un candidato irrelevante
(éste no le parece un término descriptivo
demasiado bueno, pero tampoco a él se le ocurre
uno mejor -aparentemente, Arrow obtuvo el
término de E. V. Huntington-). Tullock dice que
Arrow elige criticar la coherencia lógica del
resultado del proceso de votación, quedándose
con su enfoque general. Y afirma que el
problema originado por estos procedimientos de
votación es que conducen a resultados que son
menos deseados por la mayoría que algunos
otros.
Sucede que todos los procedimientos de
votación (excepto el prescripto por las reglas del
orden) están sujetos al problema de que se
selecciona a un candidato que es considerado
menos atractivo que otros por una mayoría de
votantes. El criterio excluye todos los métodos
excepto uno. Como el único que resta está sujeto
al problema de la mayoría cíclica, está claro que
no hay ningún método disponible que funcione
sin defectos. “No obstante, si tratamos
simplemente de encontrar el método mejor, no el
perfecto, parece probable que nuestro campo
más prometedor se encuentra entre los sistemas
que no son independientes de las alternativas
irrelevantes”.68 Es muy difícil encontrar un
sistema de votación que garantice que el
resultado refleja una auténtica voluntad general.
Por eso, son muchos los que han aceptado que
la democracia tiene fallas muy importantes, y
trabajan para disminuir algunos de esos defectos
mediante el debilitamiento de algunos axiomas o
condiciones, como las llama Arrow.
Sobre la imposición del resultado en el
teorema que nos interesa, Tullock cree que
desgraciadamente la redacción que Arrow eligió
excluye todas las posibles reglas de votación
excepto la unanimidad, si hay intercambio de
votos. Si se toman las decisiones a través de una
regla de votación inferior a la unanimidad y si se
derivan del intercambio de votos, entonces
“habrá un par de alternativas, x e y, de tal modo
que la comunidad nunca pueda expresar ninguna
preferencia por y sobre x, independientemente
de lo que sean los gustos de todos los
individuos.”69 En consecuencia, por la definición
de Arrow, se impone el resultado. Alcanzar las
decisiones a través de una serie de votos no

68
Ibid, p. 382.
69
Ibid., p. 382.
unánimes interconectados por intercambio de
favores (logrolling) viola los criterios de no
imposición. Tullock dice que se debería reconocer
que una decisión impuesta puede ser el mejor
resultado disponible.
Según Tullock la prueba del teorema es
simple y la presentación que hace Arrow no lo
es. Afirma que la forma elegida -discusión de la
racionalidad de una institución que no piensa- es
desafortunada. pero todavía es verdad que
enfrentar unas alternativas con otras por pares
no es el único método de votación. Toda la
prueba de Arrow no tiene sentido si se aplica a
métodos de votación distintos de las
comparaciones por parejas. De hecho, la
insistencia sobre las IAI elimina todos los
métodos de votación excepto el utilizado en su
prueba.
Plott,70 por su parte, dice que es
necesario indicar cuáles son los principios de la
preferencia social. Como esto es muy difícil y no
quiere entrar en discusiones interminables,
adopta los principios que usa Arrow. Estos son:
I) Transitividad de la preferencia, II)
Transitividad de la indiferencia, III) Separación
de la factibilidad/valor, y IV) Dominio universal.
Explica que el principio III se viola con los
ejemplos de la “regla de la mayoría modificada” y
con el conteo de Borda.

70
C. Plott, “Axiomatic Social Choice Theory: An Overview
and Interpretation”, American Journal of Political Science,
Vol. 20, Nº 3, 1976, pp. 511-596.
Él sostiene que este principio simplemente
demanda que el concepto de preferencia social
entre alternativas tenga una existencia
independiente del concepto de factibilidad de
alternativas. “Dice que no tenemos que saber lo
que podemos hacer antes de que podamos aún
discutir lo que nos gustaría hacer”.71
Como ya se ha visto, el punto de partida
de la teoría de la elección social es que al
intentar una preferencia social, se produce una
paradoja. Plott cree que se puede solucionar este
problema analizando los procesos. Si se observan
diferentes sistemas de instituciones que siempre
proceden de la misma forma, dice que basta con
estudiar solamente uno del conjunto. La idea es
primero encontrar modelos de conducta
consistentes con nuestros principios. Luego,
habiendo identificado la conducta que queremos,
podemos intentar encontrar instituciones y reglas
que inducen esa conducta. Considera que hay
ciertas propiedades que parecen obvias. (1) La
elección resultante de cualquier sistema debe ser
una de las opciones factibles. (2) La elección
resultante de cualquier sistema depende en parte
de las actitudes, preferencias y deseos de la
gente en el sistema. Y, una tercera propiedad
(3), que parece ser común a todos los procesos,
y que merece el estatus de un principio. Las
actitudes de la gente sobre las alternativas no
factibles no afectan el resultado del proceso, la
elección social, a menos que ellas afecten su
actitud sobre lo factible. La elección, en este

71
Ibid., p. 519.
punto, no necesita tener nada que ver con una
preferencia social. Plott llama a este principio
“independencia de alternativas no factibles”.
Da una explicación muy clara del principio,
aclarando que su definición no tiene nada que
ver con la de preferencia social: si el conjunto
factible permanece fijo y si las preferencias
individuales sobre las opciones factibles
permanecen fijas, entonces la elección social
permanece fija. Luego dice que una gran parte
de la polémica que generó este principio se debe
a un error en la explicación y defensa del axioma
que el mismo Arrow hace. En un pie de página
explica que Arrow incorrectamente sostiene que
el método de Borda viola el axioma. Y sostiene
que el error se basa en una confusión de este
axioma con el principio III que es, como hemos
visto, violado por el método de Borda. De
cualquier manera, él opina que es muy fácil
pensar en procedimientos que violan el axioma.
Para la votación, Plott propone una condición que
se llama “vereda de independencia”, y dice que
cualquiera sea el orden de presentación de los
candidatos, la elección final es siempre la misma,
de igual forma en que hubiera resultado del voto
sobre todo el conjunto de candidatos.
En esta discusión tan profunda e
importante que genera la IAI, Plott está ubicado
entre los que opinan que no es tan fácil decir que
este principio debería ser descartado. Sostiene
que todo se remite a un principio de la teoría de
los juegos sobre la conducta estratégica natural
de individuos involucrados en el proceso. La
cuestión es si se reporta un ordenamiento de
preferencias distinto del verdadero para lograr un
resultado más satisfactorio. Uno reportaría lo que
ve como estratégicamente más ventajoso.
Entonces, las ventajas estratégicas no tienen
nada que ver con las preferencias para las
opciones no factibles, lo que uno reporta no tiene
nada que ver con tales preferencias.
Consecuentemente, si las preferencias para lo no
factible cambian (sin algún cambio para lo
factible) no se modificará lo que se reporta, y así
el resultado del proceso no cambiará. Esto es
exactamente lo que declara la IAI.
Plott dice que casi todos los modelos de la
teoría de los juegos satisfacen el principio que
nos interesa. En los juegos no cooperativos, cada
individuo tiene control parcial sobre la opción que
resulta del proceso. La votación es sólo uno de
los modos en que se manifiestan tales controles.
En general, cada individuo tiene su propio
conjunto de acciones factibles de las cuales él es
libre de elegir. La teoría de los juegos trata de
predecir cuál será el resultado, los modelos de
competencia usados no se apoyan en lo que
siente cada jugador al realizar una acción que en
realidad no va llegar a realizar. Es decir, la
elección es independiente de las preferencias
para las opciones no factibles. Sobre los juegos
cooperativos, define como idea clave la de
dominación. La dominación es la coincidencia del
poder y la preferencia ya que si un grupo
prefiere x a y, y ese es el resultado social,
entonces el grupo tiene el poder de implementar
x a y. Los modelos usados son “conceptos de
solución”, usan la idea de la dominación como un
parámetro básico para predecir. Todos estos
“conceptos” comparten la propiedad de que el
resultado depende solamente de la configuración
de dominación entre las opciones factibles y no
de las opciones no factibles. Entonces, se
satisface el principio de Independencia de
Alternativas No Factibles.
Georges Bordes y Nicolaus Tideman,72
después de haber sostenido que Arrow estaba
confundido, se convencen de que no existe tal
confusión y explican por qué resulta confusa la
condición IAI. Ellos piensan que su modelo era
simplemente insuficiente para que él enunciara
formalmente lo que quería decir; la función de
elección social no es un modelo suficientemente
completo, y agregan que el hecho de que esto
no fuera reconocido es el origen de la confusión
sobre la IAI. Según explican, cuando uno habla
de una regla de votación, no se tiene en mente
cualquier función de elección social porque estas
son funciones y no se definen
independientemente de su rango y dominio.
Digamos, la regla de la pluralidad dice que gana
el candidato que más votos obtiene. Con la
misma regla se procede en dos países diferentes,
en uno esta regla produce la función de elección
social F, y en el otro la función G. F y G no
pueden ser idénticos porque no tienen ni el
mismo dominio ni el mismo rango.

72
G. Bordes y N. Tideman, “Independence of Irrelevant
Alternatives in the Theory of Voting”, Theory and Decision,
30, 1991.
Hay tres conceptos que analizan estos
autores y son las condiciones de la regularidad,
de la IAI y de la consistencia (C). Vamos a dar
las definiciones de éstas tal como está expuesto
en su trabajo:
• La de regularidad dice que dada una
regla de votación, un conjunto de
candidatos reales, un conjunto de
votantes y un perfil de preferencia, si el
conjunto de candidatos potenciales pero
no reales disminuye pero las preferencias
de los votantes sobre los candidatos
potenciales que quedan (incluyendo los
reales) no cambian, entonces la elección
del conjunto de candidatos reales no
cambia.
• La IAI significa que si las preferencias de
los votantes sobre los candidatos
potenciales pero no reales cambian
mientras sus preferencias sobre los reales
siguen siendo las mismas, entonces la
elección entre los candidatos reales sigue
siendo la misma.
• La condición C corresponde al rol
desempeñado por los axiomas I y II del
teorema. El axioma I dice que para toda x
e y, o xRy o yRx; R es la relación de
preferencia o indiferencia, este axioma
habla de la conexidad. El axioma II, habla
de la transitividad, dice que para toda x, y,
y z, xRy y yRz implica xRz.

Resumiendo el pensamiento de estos


autores, se puede decir que ellos ven claramente
que Arrow estaba pensando en la condición que
ellos llaman de regularidad, que implica la IAI, ya
que la regularidad para las reglas de votación y
la IAI para las funciones de elección social
significan casi lo mismo. Pero como ya lo
expusimos antes, en el modelo de Arrow no se
hicieron ciertas distinciones necesarias. Dedican
parte del trabajo a despejar la confusión entre C
e IAI, y sostienen que ésta se produce a causa
de la exposición del mismo Arrow. Ellos
consideran que es muy difícil confundir C e IAI,
pero no es tan difícil confundir C y la regularidad;
la diferencia se establece en que mientras en la
regularidad lo que disminuye es el conjunto de
candidatos potenciales, en la C lo que disminuye
es el conjunto de candidatos reales. Sostienen
que si uno usa un modelo laxo, en el cual se
habla de “candidatos”, sin hacer distinción formal
entre candidatos reales y potenciales, entonces,
no se puede distinguir entre regularidad y C. Y el
modelo de Arrow es un modelo laxo.
Finalmente, sobre el problema del ejemplo
del método de Borda en el libro de Arrow, Bordes
y Tideman exponen una distinción entre el
método global y el local para interpretar el
ranqueo que fue presentada por primera vez por
A. Sen. El método global satisface C porque se
ordenan las preferencias correspondientes a todo
el conjunto X, y luego se usa ese ordenamiento
completo para determinar la elección sobre A
que es el subconjunto de candidatos reales. No
se satisface la IAI y la regla de votación no
satisface la regularidad. El método local no
satisface C porque se determina la elección sobre
A, como no se tiene en cuenta la información
sobre las preferencias sobre los candidatos
potenciales pero no reales, entonces satisface la
IAI y la regularidad. La conclusión es que Arrow
pensó en la primera interpretación cuando usó el
ejemplo del método de Borda, y por lo tanto,
Arrow no se equivocó.

4. La IAI y la teoría de la votación

La teoría de la elección social, como ya se


dijo, incluye estudios sobre la votación, ya que
esta teoría supone que si no hay consenso,
únicamente se puede llegar a tomar decisiones a
través de este procedimiento. La agregación de
preferencias de la que habla Arrow es la
votación; y aunque parezca que es fácil
desarrollar un proceso como éste, no es tan así,
hay que lograr que los resultados electorales
sean lo más democráticos y legítimos posibles,
que representen la preferencia de la mayoría ya
que es difícil que pueda ser la de la totalidad de
los integrantes del grupo.
El teorema de la imposibilidad ha sido
clave para el desarrollo de la teoría de la elección
social; la IAI, tan discutida, es esencial para los
trabajos dedicados a la manipulación de las
votaciones. La IAI requiere que no se altere el
ordenamiento social por la entrada o la pérdida
de alguno de los candidatos. S. Merrill73 indica el

73
S. Merrill, Making multicandidate elections more
democratic, Princeton, Princeton University Press, 1988, p.
98.
porcentaje de elecciones en las que se viola la
IAI entre los siete sistemas existentes,
transcribimos los primeros cuatro: en el sistema
por el cual cada votante vota por un solo
candidato es del 19%; en el de doble vuelta es
del 10%; en el sistema en el que cada votante le
puede dar un voto a cada uno de cualquier
cantidad de votos, el 9%; y el método Borda, el
7%. Importa solamente las variaciones en las
preferencias sobre las alternativas relevantes, no
importan los cambios de opinión sobre
candidatos no factibles. No interesa la intensidad
de las preferencias, la IAI asegura que los
ordenamientos importan. A Arrow, como a
Borda, le interesó los votantes sinceros, no tiene
en cuenta la votación estratégica. De acuerdo a
esto, lo que votan los individuos es lo que
realmente prefieren, en ningún momento
pensaron en votar a un candidato para que no
gane a otro, votaron al que más les gustaba
aunque eso hiciera ganar al que menos
preferían.
Al evaluar métodos de votación, Alvarez y
Nagler74 dicen que mantener la condición IAI es
bastante problemático. Una de las razones es la
siguiente: en una elección entre un partido liberal
y uno conservador, la entrada de un segundo
partido conservador no alterará la probabilidad
relativa de que un votante individual elija entre
los dos partidos iniciales. Sin embargo, a pesar

74
R. M. Alvarez y J. Nagler, “When Politics and Models
Collide: Estimating Models of Multiparty Elections”,
American Journal of Political Science, Vol. 42, Nº 1, Jan.
1998.
de que los dos partidos conservadores están
cerca en el espacio de cuestiones, y por eso los
votantes los ven como sustitutos, estos autores
sugieren que las probabilidades de cualquier
manera van a cambiar.
Además de votar candidatos en elecciones
generales, donde la información sobre las
preferencias individuales se obtiene por
encuestas, los individuos también votan en
grupos pequeños: clubes, legislaturas nacionales
o provinciales, consejos deliberantes, etc. En
éstos es más fácil obtener la información de las
preferencias individuales; las tradiciones
políticas, las votaciones anteriores que tuvieron
como protagonistas a los mismos actores, y el
conocimiento más profundo que se puede
establecer en un grupo pequeño y que
generalmente se conoce desde hace tiempo,
hace que se viole en alto grado la IAI. Los
ejemplos de manipulación relatados por Riker en
El arte de la manipulación política, se refieren
especialmente a casos de grupos no muy
amplios.

5. El poder de la agenda

El control del procedimiento de votación


puede ser decisivo para establecer si una moción
gana sobre otra. Suponiendo que todos los
miembros de una comisión legislativa son
votantes sinceros y sólo tienen en cuenta sus
propias preferencias, se puede ejemplificar la
forma de incidir en el resultado final.
Consideremos tres grupos políticos en el
parlamento que tienen que decidir cómo
distribuir una parte del presupuesto nacional. Se
cuenta con una suma adicional, y se debe decidir
si se va a dedicar a educación o a la mejora de
las rutas. Hay tres mociones y se resolverá
mediante la regla de la mayoría; la primera
moción, (x), propone que se dedique la suma a
educación, (y) que se mejoren las rutas, y (z),
que se distribuyan los fondos entre estas dos
partidas. El orden de preferencias de cada grupo
es:
Grupo 1: xPyPz
Grupo 2: yPzPx
Grupo 3: zPxPy
El orden de preferencia social es xPyPzPx

El presidente de la comisión propone una


votación por pares. Suponiendo que él esté
convencido de que no es necesario invertir todo
el dinero en una sola partida, o sea, que prefiere
la moción z, él va a confrontar la moción x contra
y, y el ganador contra z. En ese caso, x vence a y
porque los legisladores prefieren invertir en
educación antes que en la mejora de la red vial.
Así, siendo la ganadora x, se la enfrenta a z y el
resultado será z, ya que la preferencia social
consiste en que z vence a x, cosa que puede
ocurrir debido a que dicha preferencia es
intransitiva. Pero, si el presidente primero pone a
consideración y vs z, el resultado será x. Y otra
posibilidad sería x vs z, con y como ganadora.
Este ejemplo muestra que si se vota por
pares y los votantes son honestos, no se
mantiene la condición de racionalidad colectiva
que propone el teorema de Arrow. Este problema
no existiría si el Grupo 3 tuviera un orden de
preferencias como el siguiente zPyPx; entonces y
ganaría siempre, sin importar qué orden de
votación se elija. A esta moción la llamaremos un
ganador Condorcet: ninguna otra moción puede
vencerla en una votación mayoritaria y es inútil
alterar la agenda para que gane otra.
Estrictamente, el número de personas que
prefieren la moción y excede el número de los
que prefieren otra moción.
Se puede decir que para que una agenda
sea manipulable es condición necesaria que las
preferencias sociales sean cíclicas e intransitivas,
y McKelvey demostró que lo son en toda
situación donde no haya un ganador Condorcet.

6. Teorema de McKelvey75

En una versión simplificada y mucho


menos técnica que la original, el teorema dice en
esencia lo siguiente: en cualquier sistema donde
las decisiones se tomen aplicando la regla de la
mayoría y votando las mociones de a pares, si no
hay en el sistema un ganador Condorcet, la
manipulación de la agenda permite que gane
cualquiera de las mociones.
No parece probable que los miembros de
una comisión permitan abiertamente que el

75
Se puede encontrar una versión más completa en P.
Ordeshook, Game theory and political theory, op. cit. , pp.
77-82.
presidente establezca la agenda arbitrariamente,
a menos que pertenezcan al mismo partido
político y que se conduzcan orgánicamente.
Además, habría que tener en cuenta que no
todos se comportan como votantes sinceros. No
sólo la corrupción y la negociación de los votos
pueden llevar a que un votante elija una opción
que no está en primer término en el orden de
sus preferencias; también aparece la necesidad
de hacer uso de una estrategia para que gane la
moción más cercana a la moción ideal.
El teorema de McKelvey se ocupa de la
toma de decisiones en un contexto específico, es
decir, de la votación por regla de la mayoría y de
acuerdo con un orden del día ya establecido.
Demuestra el gran poder que tiene el que
establece la agenda y aporta una prueba más a
la sospecha de que es sumamente importante la
elección de los mecanismos para decidir políticas.
La historia que damos como ejemplo está
muy bien explicada por Riker, pero el primero
que la usó fue Farquharson.76 Plinio el Joven,
como magistrado del senado romano, y en este
caso como oficial presidente, adoptó una regla
que lo llevó al resultado más aceptable para él,
en aquella época el procedimiento era
consuetudinario, y en busca de un precedente o
de la aprobación de otro magistrado es que

76
El relato de la votación manipulada por Plinio el Joven se
encuentra en W. Riker, The art of political manipulation,
New Haven, Yale University Press, 1986, pp. 78-88. Y la
carta en la que Plinio explica su actuación está en R.
Farquharson, Theory of voting, New Haven, Yale University
Press, 1969, pp. 57-60.
fundamenta la forma en que manejó la agenda.
El caso surge cuando se encontró muerto al
cónsul Afranius Dexter. Las posibilidades eran de
que fuera suicidio o los sirvientes lo hubieran
matado; y si lo habían matado sus sirvientes,
podían haberlo hecho por su cuenta o por pedido
suyo. Se juzgó a los que eran hombres libres en
el Senado. Hubo tres mociones: (x) la
absolución, (y) el destierro, y (z) la condena a
muerte. Se formaron tres grupos: el A, quería la
absolución y su orden de preferencias era xPyPz;
el B, querían el destierro, yPxPz; y C estaba por
la condena a muerte, zPyPx. Los grupos tenían el
siguiente porcentaje: A, 45%; B, 35%; y C, 20%.
Plinio integraba el grupo A, entonces decidió usar
el procedimiento que hoy en día se usa, primero
la corte decide por inocente o culpable, y luego,
se decide la pena. A los sirvientes se los declaró
culpables, y así aparece la opción y como un
ganador Condorcet. En este ejemplo no sólo se
puede ver claramente la manipulación de Plinio
sobre la agenda sino también la votación
estratégica del resto de los senadores. Primero
se unen los grupos B y C para declarar la
culpabilidad, y en el segundo paso, se separan y
a B se le une A para que gane la opción y por un
75%. Ningún integrante del cuerpo actuó como
un votante sincero.
7. Teorema de Gibbard y Satterthwaite77

El teorema anterior se refiere a la


manipulación estratégica de las elites políticas. El

77
También se puede consultar ibid., pp. 83-89.
teorema Gibbard - Satterthwaite se ocupa de la
manipulación por parte del resto de los votantes.
El siguiente es un relato que también fue
extraído del libro de W. Riker; es un ejemplo
claro de cómo cualquier legislador puede
manipular una votación, y se refiere a un
proyecto de ley sobre ayuda financiera para la
construcción de escuelas en EE.UU. en 1956. El
gobierno era republicano, y los demócratas
decidieron promover este proyecto de ley dado
que había muchos gobiernos estatales y
comunales que necesitaban ayuda para hacer
más escuelas. La razón de la urgencia era que ya
hacía diez años del inicio del baby-boom, por lo
tanto, las escuelas pronto iban a estar
desbordadas. Se propusieron varias enmiendas,
pero la crucial fue presentada por Powell, un
representante negro de Harlem. Él propuso dar
los fondos sólo a los estados con escuelas
abiertas a todos los chicos sin importar la raza,
de acuerdo con la decisión de la Suprema Corte
de 1954. La mayoría del congreso prefería la
alternativa y, la propuesta original no
enmendada, al statu quo z. Y la enmienda
Powell, sería la alternativa x, que no pretendió
ser un cambio estratégico, se presentó de buena
fe y lamentablemente terminó contribuyendo a
que no se votara ninguna ley federal de
educación, tal como pretendían los republicanos.
Riker examinó cuidadosamente la votación y
concluyó que el ordenamiento social con
preferencias sinceras era transitivo, yPzPx, pero
97 republicanos votaron a favor de la alternativa
x cuando hubo que elegir entre ésta e y, para
provocar una paradoja Condorcet. De esta forma,
el orden de preferencias se convierte en cíclico e
intransitivo. Y por último, una vez que se aprobó
la enmienda Powell, 97 republicanos se unieron a
los demócratas del sur para rechazar la
enmienda durante la votación final.
El teorema Gibbard-Satterthwaite dice que
o las instituciones son manipulables o existe una
dictadura. Thomas Schwartz adaptó una prueba
para demostrar este resultado. Ésta establece la
manipulabilidad como corolario del teorema de
Arrow. Para mostrar que los axiomas del teorema
son inconsistentes, se establece que juntos
implican los cinco axiomas del teorema de Arrow.
Como se sabe que estos cinco son
inconsistentes, de esto se sigue que los cinco
supuestos del teorema Gibbard-Satterthwaite son
inconsistentes también. Y así se demuestra que
si se satisfacen los otros cuatro supuestos,
necesariamente se viola el de no manipulabilidad.
Alternativamente, puede suceder que se
satisfaga el de no manipulabilidad junto con los
demás excepto el de no dictadura, en cuyo caso
debe haber una dictadura. Por lo tanto, existe la
posibilidad de que alguien pueda manipular una
institución no dictatorial; ninguna institución es
inmune a las maniobras estratégicas. El teorema
de Arrow puede ser entendido como mostrando
que la dictadura es inevitable; el de Gibbard y
Satterthwaite prueba que se puede evitarla pero
a riesgo de caer en la manipulación. En
definitiva, no sólo el presidente de una comisión
puede manejar la votación para que gane la
moción que prefiere, sino que también los demás
miembros del organismo pueden influir en el
resultado mediante movidas estratégicas. Se
puede decir que cualquier método ordinal de
votación puede ser manipulado por individuos.

8. Conclusión

Se ha escrito mucho sobre la votación,


considerada como agregación de preferencias
individuales. El análisis que presentamos en esta
parte del trabajo se ocupa del aspecto
estratégico de la votación; desde este punto de
vista, no importa tanto lo que el votante sepa de
sus propias preferencias como lo que sepa del
resto de los votantes. Resulta muy útil a la teoría
política esta formalización de los viejos
problemas de la disciplina. Todavía no le ha dado
poder predictivo pero no se puede dudar de que
éste es un buen intento de explicación.
El enfoque presentado resulta útil para
evaluar qué sistema de votación es más efectivo
y democrático. Además el uso de modelos para
el estudio de los procedimentos más resistentes
a la manipulación, fuerte amenaza para la
legitimidad del resultado, parece ser muy
efectivo. Cuando se trata de seleccionar un
sistema de votación apropiado, los datos
empíricos de elecciones anteriores pueden ser
criterios demasiado limitados ante los
argumentos teóricos. Plott78 dice que pronto los
teóricos de la elección social descubrieron que

78
C. Plott, “Axiomatic Social Choice Theory: An Overview
and Interpretation”, op. cit., pp. 511-596.
era posible describir instituciones, procesos y
procedimientos en términos axiomáticos; así
podían usar el poder de los métodos axiomáticos
para examinar la conducta del proceso y
comparar procesos. De esta manera, se podría
tomar las partes (axiomáticas) deseables de
diferentes procesos, y, unirlas y formar un nuevo
proceso con características mejores que
cualquiera de los procesos de los que se
extrajeron las partes. La ciencia política que
hacen los partidarios de la teoría de la elección
social, que supone la adscripción a la teoría de la
elección racional, apunta a buscar mejores
explicaciones de los hechos mediante una
metodología relacionada con la lógica; así como
también, proponer mejores instituciones y
procedimientos que ayuden a la sociedad a
construir un sistema democrático más justo.
Capítulo 7
La Teoría Crítica
1. La Escuela de Frankfurt: su origen

La idea de la lucha contra la posibilidad de


que se repitiera el nazismo, ha estado presente
en la Escuela de Frankfurt desde el principio. Es
más, es esa experiencia de irracionalidad e
inhumanismo que los lleva a Horkheimer, Adorno
y Marcuse a iniciar la Teoría Crítica, y mediante
ésta ayudar al hombre moderno para evitar otro
Ausschwitz.79 Sin embargo, estos intelectuales
no se van a ocupar exclusivamente de la
irracionalidad de ese acontecimiento histórico
concreto, sino que se interesan por la situación
general de irracionalidad, típica de la sociedad
industrializada.
En función del presente trabajo, me
interesa especialmente la crítica de Horkheimer a
la razón instrumental; éste, con el objeto de
comprender el concepto de racionalidad o de
razón que se esconde detrás de la cultura
industrial, acude a una distinción entre razón
objetiva y subjetiva. La primera, se preocupa por
encontrar fines que el hombre ha de perseguir
para que su vida sea más humana. La segunda,

79
Ver E. Ureña, La Teoría Crítica de la sociedad de
Habermas, Madrid, Tecnos, 1978, p. 47.
es la de medios y fines que se tienen en cuenta
para resolver problemas. Es una noción cuyo
autodesarrollo va acompañado por un proceso de
deshumanización. Dice que como esta
racionalidad no se ocupa de valoraciones
morales, entonces, se hace incapaz de denunciar
la irracionalidad inhumana de nuestra sociedad.
La crítica que hacen Adorno y Horkheimer
a la sociedad burguesa en Dialéctica de la
ilustración, es esencial para el análisis que se
hace sobre la cuestión de si a la razón le
incumbe parte de responsabilidad en el
desarrollo irracional que ellos perciben. En esta
obra queda evidente, como lo trasmite McCarthy,
que:

la «crítica de la razón instrumental» se


convirtió en la tarea clave de la teoría
crítica, ya que, al crear la posibilidad
objetiva de una sociedad verdaderamente
humana, (...) transformaba
simultáneamente a los sujetos potenciales
de la emancipación. (...) Para Horkheimer
y Adorno la emancipación humana sólo
podía ser concebida, pues, como una
ruptura radical con la racionalidad
meramente «formal» y con el
pensamiento meramente
«instrumental»80.

2. Habermas y la racionalidad comunicativa

80
T. McCarthy, La teoría crítica de Jürgen Habermas ,
Madrid, Tecnos, 1987, p. 39.
El hogar natural de la racionalidad
comunicativa es el mundo de la vida de la
interacción social. Según Habermas, en el siglo
XVIII, la razón era considerada como una guía
práctica y, obviamente, la Ilustración era una
idea práctica. Mas la relación entre la razón
crítica y la práctica ilustrada sufre una
transformación en el marco de referencia
positivista. Para Habermas, sin mucho
fundamento a mi entender, la culpa de todos los
infortunios proviene del positivismo. Éste sólo es
valorativamente neutral en apariencia; en
realidad, encubre un compromiso con la
racionalidad tecnológica. Presenta diferentes
niveles de racionalización: 81

1) el más elemental es el de la
racionalidad tecnológica. Se trata
de técnicas puestas a nuestra
disposición por la ciencia para la
realización de fines específicos;
2) la teoría de la decisión. Este tipo
de racionalidad se refiere a la forma
y no al contenido de las decisiones;
3) la teoría de los juegos. La acción
estratégica queda racionalizada
mediante las decisiones que
maximizan las posibilidades de
autoafirmación;

81
Ver McCarthy, ibid., capítulo 1.
4) la teoría de sistemas. Los
sistemas de acción quedan
racionalizados cuando se cumple
con la estabilidad y la adaptabilidad
necesarios para la
autoconservación.

Habermas dice que hay que distinguir


entre las diferentes formas de razón y de
racionalización, especialmente la que caracteriza
al medio de la interacción social que debe ser
rescatada de las restricciones que el positivismo
impone al discurso con sentido. Siguiendo el
mismo camino de crítica obsesiva al positivismo,
expresa: "el negar la reflexión, eso es
positivismo"82.
3. La Teoría Crítica: diferencias

Habermas se hace eco del temor de


Weber de que la razón instrumental vaya a
invadir el mundo de la vida. Esta idea debería ser
erradicada del pensamiento de los teóricos del
consenso, de lo contrario, no habrá consenso. Es
interesante recordar la herencia marxista de la
Escuela de Frankfurt, aunque no todas las teorías
críticas -como sostiene Dryzek83-
necesariamente están comprometidas con el
socialismo. Algunos piensan que la elección
pública se caracteriza por el compromiso con la

82
McCarthy, ibid., p. 61.
83
Ver J. Dryzek, "How Far is it from Virginia and Rochester
to Frankfurt? Public Choice as Critical Theory", British
Journal of Political Science, Vol. 22, 1992, p. 403.
tradición liberal consistente en: gobierno
limitado, restricciones constitucionales y mercado
libre; ésta se opone a la teoría crítica que se
resume en una democracia discursiva,
republicana y radical. Siguiendo los comentarios
de Dryzek, nos encontramos con algunos errores
de tipo interpretativo. Por ejemplo: "La elección
pública está incómoda con la democracia, como
la teoría crítica lo está con los contreñimientos
constitucionales favorecidos por los liberales"84.
Estas opiniones me parecen un poco
apresuradas. En primer lugar, ¿cuál es la
definición de democracia usada por Dryzek? Si lo
que se quiere decir es que los teóricos de la
elección pública encuentran defectos en la
democracia, estamos de acuerdo, pero no hay
ninguna evidencia de que éstos estén en
desacuerdo con los fundamentos democráticos
que es lo que se puede interpretar mediante la
lectura de esta cita (si no hay más aclaraciones).
Lo único que se aduce para decir esto es que
algunos critican el problema de la manipulación
de las agendas o la no racionalidad de las
decisiones democráticas; sin embargo, son éstos
mismos los que sostienen que hay que estudiar
los defectos de este tipo de regímenes para
poder modificar sus condiciones, características o
axiomas (según el concepto que deseemos usar),
y así lograr que las instituciones democráticas
sean más democráticas. En este mismo artículo
que he estado analizando, bajo el subtítulo "la
crítica de la política", Dryzek dice que las dos

84
Ibid., p. 403.
teorías se unen en una crítica completa de la
política pero, en realidad, lo que expone es casi
en su totalidad una serie de críticas internas por
parte de los mismos teóricos de esta teoría. Él
mismo sostiene que el argumento de Brennan a
favor de la social democracia no es convincente
porque se establece dentro de los parámetros de
la elección pública.
Otra comparación, también realizada por
Dryzek85, es entre la Teoría Crítica y el
Racionalismo Crítico. De acuerdo a la forma en
que encara la discusión pareciera que el enemigo
de esta teoría es Popper. No voy a profundizar
en este tema en especial; sin embargo, me
interesa mostrar la importancia que le da Dryzek
al asunto. Dice

Si el racionalismo crítico tiene que ver con


una justificación vital para la práctica
liberal y si Habermas es central a la teoría
crítica, entonces este trabajo se puede
leer como una exploración de la
alternativa de la teoría crítica a la
poliarquía liberal86.

4. El marxismo analítico

Es esencial, ante todo, aclarar por qué


incluir al marxismo analítico en este capítulo.

85
J. Dryzek, "Discursive Designs: Critical Theory and
Political Institucions", American Journal of Political Science,
Vol. 31, # 3, August 1987.
86
Ibid., p. 658.
Podría ubicarse en el que se ocupa de la teoría
de los juegos, herramienta muy importante para
los marxistas convencidos de las ventajas del
análisis de la teoría de la elección racional. Sin
embargo, preferí marcar las diferencias y no las
semejanzas. Hasta antes de que surgiera esta
corriente de pensamiento era inconcebible
pensar en un método de investigación dentro del
marxismo que no estuviera atado a la estructura
determinista de la historia. Si se tiene en cuenta
que el marxismo tiene como ejes al determinismo
histórico y la lucha de clases -que incluye la
conciencia de clase que, obviamente no puede
estar presente en cada individuo de quien
depende la o las estrategias de acción que
forman las decisiones políticas-, nos encontramos
con una dificultad casi sin solución.
Pero, para contrastar el argumento
anterior está la afirmación de Elster: "la teoría de
los juegos es inestimable para cualquier análisis
del proceso histórico que se centre en la
explotación, la lucha, las alianzas y la
revolución"87.
La posición de los marxistas analíticos
difiere de la de los habermasianos en un punto
crucial: los neomarxistas o analíticos (Elster,
Przeworski, Roemer) incluyen elementos de la
metodología de la racionalidad instrumental en la
teoría marxista, y deben, para ello, debilitar
algunos principios de la teoría para poder

87
J. Elster, "Marxismo, funcionalismo y teoría de los
juegos. Alegato a favor del individualismo metodológico",
Zona abierta, 33, (octubre-diciembre de 1984), p. 21.
hacerlo. Lo que resulta debilitado es el concepto
de "lucha de clases". Elster rechaza el supuesto
de que existe una relación causal entre la
existencia de intereses grupales o necesidades
comunes y acciones colectivas. Y, sostiene que
este tipo de errores surge de inferir
ilegítimamente propiedades colectivas de las
individuales.88
Elster sostiene que el marxismo favorece
“un pensamiento abúlico y aproblemático”89,
opuesto a una teoría racional. Cree que esto es
un error de parte del marxismo contemporáneo
ya que, la teoría de los juegos como método y la
elección racional son invalorables para el “análisis
del proceso histórico que se centre en la
explotación, la lucha, las alianzas y la
revolución.”90
Przeworski91 remarca que ya no se
diferencia el marxismo y la “ciencia social
burguesa”. Sostiene que la conducta individual
era considerada por los marxistas como la
realización de unas posiciones de clase, y por los
economistas burgueses como una acción racional
egoísta. Le parece sumamente difícil “la tarea de
comprender la historia como resultado de unas
acciones individuales”, él cree que la teoría de la
acción individual debe contener más información

88
Cf. Carlos H. Acuña, El análisis de la burguesía como
actor político, tesis doctoral, University of Chicago, cap. 1,
p. 16.
89
J. Elster, "Marxismo, funcionalismo...", op. cit., p. 21.
90
Ibid., p. 21.
91
A. Przeworski, "Marxismo y elección racional", Zona
Abierta, Nº 45, diciembre de 1987, pp. 97-136.
contextual de lo que admite el actual paradigma
de elección racional si se quiere decir que hay
una teoría de la historia. Aquí está presente,
como ya antes lo he comentado, la idea del
marxismo de que todo lo que sucede en la
historia es producto de acciones colectivas
exclusivamente; entonces, el individualismo
metodológico atenta contra la teoría marxista y
contra la de la historia. El problema surge porque
no se puede pensar en las acciones individuales
suscitadas por la pertenencia a una clase. Las
explicaciones histórico-políticas son
extremadamente difíciles de enunciar. Si se es
individualista metodológico resulta difícil explicar
por qué se producen acciones colectivas, de qué
forma se comunican y solidarizan los individuos
alrededor de un tema que les interesa; si se es
clasista no es fácil explicar que algunas acciones
no responden a intereses de clase, que
probablemente son otros los incentivos que
llevan a los individuos a actuar conjuntamente,
sin pertenecer a la misma clase social.
La opinión de Olson sobre si hay acciones
con orientación clasista es que no, en tanto los
individuos que componen la clase actúan
racionalmente. Aquí voy a enumerar tres críticas
a la explicación racional presentada por Olson:92

92
Esta enumeración está basada en el texto de C. Acuña
abajo citado –eso significa que no conozco las objeciones
en forma directa-; a lo apuntado por este autor, le agrego
comentarios propios. Carlos Acuña, “¿Racionalidad política
versus racionalidad económica? Notas sobre el modelo
neoclásico de acción colectiva y su relación con la teoría y
1) la noción de racionalidad usada por
Olson deja de lado importantes aspectos
psicológicos y sociales de la interacción
humana;
2) la relación entre tamaño del grupo y
probabilidad de acción colectiva. Hardin
dice que “los grupos grandes son más
propensos a fallar que los grupos
pequeños”;
3) en algunos casos la teoría como
subproducto no tiene capacidad
explicativa.
5. Rawls y Habermas

Desde que surgió el debate entre estos


dos filósofos, nadie puede evitar la comparación.
De cualquier manera, no me voy a dedicar aquí a
explicar en qué consiste esta discusión si no que
voy a explicar algunas cuestiones que tienen que
ver con el presente trabajo. Lo que interesa en
relación con el tema que propongo es que Rawls
confía en la teoría de la decisión y, a pesar de
ser kantiano, hace uso de los instrumentos de la
racionalidad instrumental. Mientras Habermas
apunta especialmente al ágora, le interesa el
consenso racional, no busca ninguna
componenda, ni negociación entre intereses
particulares.

método del análisis político”, Revista Argentina de Ciencia


Política, nº 1, noviembre de 1997.
Rawls supone que los individuos racionales
sienten aversión al riesgo y hacen uso del criterio
maximin. Quieren una sociedad justa donde los
pobres fueran más ricos, donde los que menos
tuvieran tuvieran más93. Entre los dos hay una
diferencia en cuanto a la cantidad de información
que los ciudadanos deben manejar, Habermas
cree que en cuanto más haya, mejores serán los
argumentos a favor o en contra de alguna
decisión. En cambio, Rawls cree que la
información debe ser limitada; él crea el
concepto de "velo de la ignorancia" que significa
que los tomadores de decisiones estarán detrás
de este velo mientras dure el proceso decisorio.
Cuanto más espeso sea el velo, será mejor
garantizada la objetividad de las decisiones. "La
posición original hace operativa la imagen de una
justicia que es ciega a la diferencia".94
Siguiendo la discusión en base a las
condiciones del teorema de Arrow, se nos
presenta nuevamente el problema de la IAI, ya
analizada anteriormente, pues el conocimiento
de qué es lo que la ciudadanía realmente quiere,
no parece ser alcanzable mediante una medición
de las preferencias de tipo ordinal. No podemos
desentendernos de la intensidad de los deseos y
preferencias de los individuos. Si debilitamos los
axiomas del teorema de Arrow, dejando de lado
la ordinalidad para pasar a la cardinalidad,

93
A. Domènech, De la ética a la política, Barcelona, Crítica,
1989, p. 359.
94
O. O'Neill, "Justicia, sexo y fronteras internacionales", en
La calidad de vida, M. Nussbaum y A. Sen (comps),
México, FCE, 1996, p. 402.
entonces habrá también que trabajar sobre la
noción de información. Por supuesto, esto
también lleva a rever el axioma o condición del
Óptimo de Pareto, reconociendo que en el
debate público, los hablantes cambian de opinión
al tiempo que intercambian opiniones y hasta
cabe la posibilidad de que unos convenzan a
otros de las ventajas de una alternativa y no de
otra. Rawls usa las estrategias ya mencionadas
para evitar las dificultades del teorema de la
imposibilidad. Mas esto no es suficiente y recurre
también a una noción que él mismo acuña, el
"equilibrio reflexivo". Ésta es una justificación pro
tanto porque se restringe a los valores políticos
de una democracia constitucional en virtud de lo
que este autor concibe como la razón pública.95
¿Algunos de los dos logran la respuesta
deseada que nos lleve a conocer el tipo de
Estado que nos facilite vivir en una sociedad
donde cada uno de los ciudadanos viva una vida
feliz? La respuesta es: por el momento, sólo hay
algunos lineamientos muy interesantes, en el
caso de Rawls, y en el de Habermas, una
continua búsqueda de las condiciones que debe
cumplir la discusión pública. Ya no hay más
posibilidad de prolongar el debate debido a la
lamentable muerte de Rawls. Como él mismo
dijo, en realidad los dos hablaban de cosas
diferentes; lo que habrá que descubrir de ahora

95
F. Vallespín, "Una disputa de familia: el debate Rawls-
Habermas", en Habermas, J./J. Rawls, Debate sobre el
liberalismo político, Barcelona, Paidós, 1998, p. 19.
en más, es qué parte de sus teorías les son útiles
a los científicos sociales y por qué.
Capítulo 8
Apel y la división de la ética
1. Apel: su historia personal 96

Todos los filósofos políticos buscan sus


temas en la realidad más cercana, en este caso
voy a hablar de un filósofo moral o eticista, pero
la cuestión sigue siendo la misma porque se
refiere a cómo su trabajo trata de dar solución a
un problema grave de la que sociedad donde
vive y con las instituciones existentes. Ésta es la
historia del nazismo y lo que provocó en esa
generación de jóvenes que vivió esa catástrofe
nacional. Apel, como todos sus compañeros de
clase, fue voluntario de guerra en 1940. Cuenta
que en 1945, después de cinco años de servicio
militar, fue liberado de la prisión norteamericana
y comenzó a estudiar historia, y después de
finalizada esta carrera, estudió filosofía. Todo
esto hizo que sus experiencias personales
influyeran mayormente en su forma de filosofar.

Como repatriado de guerra, que se


disponía a estudiar Historia, tenía la
conciencia subjetiva de haber vivido una

96
Ver "¿Vuelta a la normalidad?", en K.-O. Apel, A. Cortina,
J. De Zan y D. Michelini (eds.), Ética comunicativa y
democracia, Barcelona, Crítica, 1991.
catástrofe nacional sin parangón en la
historia. Esto suena muy ingenuo, en el
sentido de que siempre se exagera sobre
la importancia de las propias vivencias.
Pero hubo desde el principio algunas
razones y criterios para mi conciencia
subjetiva que luego se podrían aumentar y
precisar. 97

Esta experiencia “de botas y pantalón de


uniforme” -como él mismo la llama- marcó en
forma determinante la vida de Apel; para explicar
por qué se convirtió en filósofo, recuerda que él
forma parte de ese grupo de personas que
experimentaron la “destrucción de la
autoconciencia moral”. En consecuencia, la parte
B de la Ética parece ser el reflejo del sentimiento
de que se hace necesario relacionar más
íntimamente las discusiones filosóficas con las
que van a producir ciertas respuestas a los
problemas inminentes de la sociedad. Si bien las
dificultades acerca de cómo llegar a la voluntad
general siguen existiendo, nos encontramos con
que igualmente hay que tomar algunas
decisiones porque no se puede hacer de cuenta
que los sucesos históricos van a congelarse hasta
que se llegue a alguna conclusión -si es que se
llega a alguna-.
La "re-educación" vino de la mano de tres
sugestivos elementos de la época: 1) el
reencuentro con la autoridad de los profesores
que emprendieron la restauración del saber

97
Ibid., p. 71.
anterior a la guerra. 2) el rastreo de los orígenes
espirituales del erróneo desarrollo alemán hasta
en Bismarck, Hegel y Lutero. 3) la filosofía de la
existencia. A esta etapa pertenecieron,
Kierkegaard, Jaspers y Heidegger. Más tarde,
Sartre, Camus y algunos dramaturgos franceses.
Dice Apel que para él, esto consistió en una
cierta indiferencia testaruda ante los contenidos
histórico-políticos del pasado inmediato. En sus
palabras,
al parecer no se trataba de para qué se
había entrado en acción sino cómo se
había hecho, si se era «auténtico» o
«inauténtico». Ésta parecía ser la doctrina
de toda la filosofía existencialista98.

Hasta ahora, hemos visto lo que Apel


llama la primera fase de su formación, que fue la
de «re-educación». La segunda la define como
de discusión filosófica con propuestas teóricas en
ética, política y filosofía de la historia. Todo esto
data más o menos de los años sesenta y
comienza con el debate sobre el joven Marx, el
neomarxismo occidental, con el movimiento
estudiantil y la "teoría crítica". Aquí Habermas
fue esencial ya que propuso una interpretación
del neomarxismo caracterizado por la sustitución
de la metafísica utópico-escatológica de la
historia por ideas regulativas y postulados de la
razón práctica en el sentido de Kant. Hubo en
aquella época una polémica controvertida sobre
la resistencia al Tercer Reich, ésta y la "teoría

98
Ibid, p. 74.
crítica" habermasiana le aportaron a Apel, según
su mismo relato, en su aspecto crítico-negativo
una clarificación de la pregunta por las
condiciones marco de una reconstrucción de la
conciencia moral y política aceptable. El mismo
Habermas, con motivo de la designación de Apel
como profesor emérito, recuerda la época en que
era alumno de un Apel muy joven que
congregaba a muchos estudiantes a su alrededor
porque "...la cosa misma de la filosofía se
encarna en su persona"99.
La tercera fase es lo que él llama el
contrapunto de la fase de «re-educación», del
equilibrio pragmático. Señala Apel las siguientes
corrientes como influencia en esta época:

• La convergencia de los movimientos


filosóficos correspondientes al giro
hermenéutico de la fenomenología y al
giro pragmático de la filosofía analítica del
lenguaje, es decir, la convergencia de la
filosofía continental y la anglosajona;
• el postmodernismo filosófico, surgido en
Francia e Italia; síntesis de Nietzche,
Heiddeger, el estructuralismo francés y la
descomposición anarquista-individualista
del marxismo.
• el giro de la "rehabilitación de la razón
práctica" en el sentido de una ponderación
neoaristotélica y neoconservadora.

99
K.-O. Apel, Semiótica filosófica, Buenos Aires,
Almagesto, 1994, nota 20, p. 36.
2. La búsqueda del consenso

La ética comunicativa o discursiva tiene


como fundamentación la semiótica filosófica
desarrollada por el mismo Apel; ésta consiste en
encontrar un principio ético o metanorma como
base para esta ética mediante la reflexión
pragmático-trascendental sobre las condiciones
de posibilidad de la argumentación. Maliandi dice
que se trata de la exigencia de que los conflictos
de intereses se resuelvan por la búsqueda de
consenso y no por la apelación a la violencia.
"Fundamentación última" de la ética y
"contradicción preformativa son dos conceptos
muy importantes en la teoría apeliana, y también
sumamente polémicos para otras corrientes de
pensamiento. Incluso con respecto al calificativo
de "última", hasta el mismo Habermas ha
expresado sus críticas. La idea es que

se llega a una fundamentación última


cuando se advierte algo que,
precisamente por estar ya presupuesto en
la argumentación, no puede cuestionarse
sin cometer una autocontradicción
perfomativa (es decir, una contradicción
entre el contenido semántico de lo que se
dice y lo que está necesariamente
afirmado en el acto de decirlo), ni puede
fundamentarse a su vez en el sentido de
una fundamentación deductiva. 100

100
R. Maliandi, "Semiótica filosófica y ética discursiva", op.
cit., p. 48.
Aquí voy a exponer brevemente la crítica
que hace Comesaña de Apel; este último
sostiene que el falibilismo no alcanza a los
"presupuestos pragmático-trascendentales del
discurso argumentativo", que éstos son
"irrebasables". Por lo tanto, según aclara
Comesaña, Apel está obligado a mostrar que
tiene creencias infalibles sobre a) el principio de
no autocontradicción preformativa, b) los
presupuestos de la argumentación y c) la
aplicación del mencionado principio, esto es, los
casos en los que alguien comete
autocontradicción preformativa. Para refutar el
falibilismo irrestricto y establecer una
fundamentación última no basta, en efecto, con
tesis u opiniones plausibles sobre los temas
mencionados se necesita que sea imposible
equivocarse con respecto a ellos. No parece que
todo esto sea posible, voy a usar el último
párrafo del artículo de Comesaña porque me
parece que resume mejor la cuestión
(...) la posición de Apel requiere que la
evidencia intuitiva sea un criterio de
verdad infalible, y todo parece indicar que
no lo es: si, por confiar en la evidencia, se
equivocaron Euclides, Cantor, Frege, ¿qué
queda para nosotros?101

3. La división de la ética discursiva

101
M. Comesaña, et. al., Estudios sobre Epistemología y
Ciencias Sociales, Mar del Plata, UNMdP-Martín, 1998, p.
43.
Ya en el capítulo 3, he dado una
explicación de lo que es la ética del discurso y de
cómo, tanto en Habermas y en Apel, la
comunidad ideal de comunicación debe respetar
ciertas reglas para que todos los hablantes estén
en las mismas condiciones en el momento del
diálogo.
Al concepto de la ética discursiva, Apel
propone una distinción que es la división de ésta
en la "parte A" y la "parte B". La primera, a su
vez, tiene dos niveles, uno es el de la
fundamentación, última pragmático-
trascendental, de las normas, abstracta, y el
segundo es el de fundamentación de normas
situacionales en los discursos prácticos referida a
la historia. La parte A es imprescindible, pero
insuficiente. Me interesa discutir especialmente la
parte B de la ética.
¿Por qué la teoría es incompleta sólo con
la parte A? Maliandi102 ofrece ejemplos muy
acertados para explicar esta cuestión. Sostiene
que si el estado de derecho aún no se ha
realizado, o funciona mal, el individuo no puede
evitar acciones cívicamente ilegales, a las que se
ve forzado para atender, por ejemplo,
responsabilidades con respecto a su propia
familia. De modo análogo, mientras se mantenga
en el plano internacional una especie de "estado
de naturaleza" un político no puede tratar de
resolver los conflictos internacionales aplicando el

102
R. Maliandi, "Semiótica filosófica y ética discursiva", op.
cit. pp. 59-62.
principio de la ética discursiva. Hay que
reconocer que en la parte B, no se niega el
principio propuesto por la parte A sino que se
constituye un "principio teleológico de
complementación". Con la inclusión de la parte B,
se trata de compatibilizar la disponibilidad para la
solución consensual-comunicativa de conflictos
con la disponibilidad para la acción estratégica, y
de colaborar en la supresión aproximativa y, a
largo plazo, de la diferencia entre la situación
histórica real y la situación ideal
contrafácticamente anticipada.
Capítulo 9
Conclusión
Finalmente, después de analizar los dos
enfoques presentados en este trabajo, debo
expresar mi opinión sobre cuál de éstas me
parece más útil para los estudios políticos.
Considero que la teoría de la elección social es la
más indicada para resolver los problemas de las
instituciones democráticas -especialmente los de
la manipulación-. Para esto voy a resumir un
ejemplo que da Riker en su libro The Art of
Political Manipulation:

En 1980, fue vencida la Enmienda de


Iguales Derechos en el Estado de Virginia
por el rechazo a votar de un solo senador.
Si él hubiera votado contra la enmienda,
como fue su intención en un primer
momento, habría ganado la Enmienda;
pero, paradójicamente, pudo vencer la
propuesta, no votando. Esta maniobra
dependió de la regla de Virginia que
requería una mayoría absoluta, no una
simple, para que pasara una resolución de
ratificar una enmienda de la Constitución.
Se sabía de antemano que había un
empate en el Senado de 20-20, y el
encargado de desempatar había
prometido hacerlo a favor de la enmienda.
El hecho de estudiar matemáticamente
este tipo de situaciones facilita enormemente la
elección de leyes que eviten este tipo de
maniobras. Al momento de reformar una
constitución, o simplemente un reglamento de un
organismo colegiado, se deben evaluar estos
datos de la realidad, que se completan con las
probabilidades que establecen los estudios
matemáticos. No hay que olvidar que ya
Condorcet había descubierto que a mayor
cantidad de personas que votaran, menor
posibilidad de que la resolución fuera racional.
Esto en su momento -para algunos sigue
siéndolo- fue muy impopular, es decir, nadie
quería enterarse de las dificultades de la
democracia. Sin embargo, es mejor tratar de
modificar sus instituciones que quedarse con una
democracia defectuosa que tantas veces nos ha
llevado a peores regímenes, en el caso de los
países latinoamericanos, hemos tenido una gran
experiencia con las dictaduras militares.
La discusión básica que tiene Habermas
con la razón instrumental, creo que es
totalmente arbitraria. Pero en Apel no se percibe
una oposición tan grande; él está más
preocupado por salvar los errores de la sociedad
que en salvar una teoría como si ésta fuera un
dogma. Una de sus preocupaciones actuales es
la globalización y sostiene que es el desafío
actual para la ética discursiva. Sostiene que las
"coerciones funcionales" restrictivas de la moral,
propias de las instituciones o de los subsistemas
funcionales de la sociedad, en el caso de la
globalización, la economía de mercado deben ser
en principio aceptadas. Sin embargo, su control
no sólo es una cuestión de los economistas sino,
como es obvio, también de la co-responsabilidad
de todos los miembros del discurso de la
humanidad. Esto significa que la exigencia de
Kant de un orden de derecho cosmopolita debe
ser complementada con un orden económico
mundial.
Por último, la preocupación por los hechos
históricos de Apel, y su reconocimiento de al
menos la teoría de la decisión y de los juegos,
pueden acercar las dos teorías estudiadas que,
hasta hoy, no mantienen ningún diálogo.
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Esta tirada de 300 ejemplares se terminó de imprimir
en los talleres gráficos de Ediciones Suárez,
calle Roca 4091,
en el mes de julio del año 2004.
Mar del Plata – Argentina

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