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Tema 2.organizaciones Internacionales. Doc PDF
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TEMA 2
CONSIDERACIONES GENERALES
Las Organizaciones internacionales (OI en adelante) constituyen uno de los signos de
identidad más característico de la sociedad internacional contemporánea. Nacidas de la
voluntad soberana de los Estados, que son sus principales –y generalmente exclusivos-
miembros, responden a la necesidad de hacer frente de modo permanente a los problemas
que plantea la coexistencia y, más aún, la cooperación exigida por la creciente
interdependencia. Las OI son creadas por los Estados mediante tratados, se las dota de
órganos permanentes, con voluntad propia, jurídicamente distinta de la de los Estados
miembros, en el marco de competencias atribuidas para la consecución de los objetivos
convenidos.
Las primeras Organizaciones Internacionales tienen su origen en el siglo XIX debido a la
necesidad de los Estados de cooperar en la gestión de ciertos espacios naturales y en ámbitos
científico-técnicos abiertos a la actividad humana por la segunda revolución industrial. Se
trató inicialmente de Organizaciones con una estructura orgánica modesta, caso de las
Comisiones fluviales, destinadas a regular el ejercicio de la libre navegación por los ríos
internacionales proclamada en el Congreso de Viena, y de las llamadas Uniones
Administrativas concebidas para cooperar en sectores como las comunicaciones y el
transporte, entre otros.
Al término de la Primera Guerra Mundial el fenómeno de la organización internacional
recibió un fuerte impulso con la creación de la Sociedad de Naciones (1919), la primera
Organización de vocación universal y competencias generales que pretendía “fomentar la
cooperación entre las naciones y... garantizar la paz”. El fracaso de la Sociedad, que no pudo
ser universal ni impedir el estallido de la Segunda Guerra Mundial, avivó, no obstante, la
necesidad de alumbrar una nueva Organización que, aprovechando la experiencia vivida,
salvaguardara la coexistencia y sirviera a la cooperación pacífica entre todos los Estados. El
resultado fue la creación de la ONU, cuya Carta constitutiva fue firmada en San Francisco el
26 de junio de 1945 y entró en vigor el 24 de octubre del mismo año. La ONU constituye
hoy la columna vertebral del sistema de seguridad colectiva y el centro solar del
multilateralismo cooperativo –a través de Programas y Fondos y de una amplia familia de
Organismos especializados- en muy diferentes órdenes. (OIT, OACI, UNESCO, FACO,
OMS, FMI, Banco Mundial…)
Se produjo al tiempo una espectacular creación de Organizaciones regionales, debiendo
destacarse ahora las dotadas de competencias generales, que también han gestado su propia
familia de organismos especializados a imagen de la ONU, en particular la OEA. Sea su
ámbito universal o regional y sus fines generales o específicos, lo cierto es que las
Organizaciones Internacionales cubren hoy prácticamente todo el espectro de las relaciones
humanas. Haciendo números, gracias a su rápido crecimiento en los últimos sesenta años
estas Organizaciones son hoy alrededor de cuatrocientas, algo más del doble de Estados
existentes.
Ahora bien, las Organizaciones no han transformado la estructura interestatal de la sociedad
internacional; antes al contrario, la presuponen y hasta cierto punto la salvaguardan, en la
medida que han sido concebidas por los Estados para ordenar y regular sus actividades
colectivas y no como centros de poder superiores a ellos o como un «super-Estado».
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No cabe duda, sin embargo, que las Organizaciones han venido a institucionalizar
parcialmente la sociedad internacional. Su mera existencia propicia una dinámica de
actuaciones colectivas y suscita hábitos de negociación y acuerdo que a la larga provocan
una evolución expansiva de las competencias e intereses comunes y una marginación de los
Estados que no están dispuestos a implicarse en el sistema. Por esta vía las Organizaciones
han sido el instrumento que más decididamente ha servido a la evolución y cambio del DI
contemporáneo, tanto por lo que hace a su elaboración y aplicación como a la realización y
desarrollo de sus funciones y valores.
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Sea cual sea el nomen iuris del tratado en él se encuentran las reglas básicas, esenciales, que
han de regir su funcionamiento (proclama principios y propósitos, instituye órganos,
atribuye competencias, dispone procedimientos de deliberación y toma de decisiones,
enuncia criterios y directrices de actuación); en definitiva, encarna el Derecho originario o
primario de la Organización.
El carácter constitucional del tratado constitutivo de una Organización (su condición de
Derecho originario o primario) se manifiesta en la primacía de sus estipulaciones sobre las
decisiones, resoluciones y otros actos de la misma Organización realizados en el ejercicio de
sus competencias, es decir, su Derecho secundario o derivado. La eficaz protección del
bloque de constitucionalidad representado por el tratado fundacional de una Organización
dependerá en gran medida de que se hayan dispuesto o no medios jurisdiccionales para su
control. Ese control existe, por ejemplo, en el ámbito de la Unión Europea pero no en el de
las Naciones Unidas, con las salvedades que se harán oportunamente.
2) El tratado por el que se crea una Organización Internacional conforma una unidad que
ha de ser aceptada en su integridad. Ello afecta en particular a la entrada en vigor de la
enmienda o revisión de estos tratados que, separándose de la regla general, produce efectos
para todos los Estados miembros de la Organización una vez satisfechas las condiciones
establecidas.
Esta consideración puede ser intrascendente cuando, como ocurre en la Unión Europea
(TUE, art. 48), se condiciona la entrada en vigor de la enmienda a la ratificación unánime de
los Estados miembros de conformidad con sus respectivas normas constitucionales; pero no
lo es cuando la entrada en vigor se produce por mayoría (dos tercios es habitual). Algunas
Organizaciones modulan la mayoría prescrita exigiendo que la misma cuente con
determinados Estados miembros, como hace la Carta de Naciones Unidas (arts. 108 y 109.2)
al requerir que en los dos tercios exigidos se cuenten los cinco miembros permanentes del
Consejo de Seguridad. La minoría reacia a la enmienda se ve así en la disyuntiva de
aceptarla o retirarse del tratado. Cabe, no obstante, encontrar algún caso, como el de la OEA,
que prefiere la disfuncionalidad antes que colocar a sus miembros ante semejante dilema
(Carta de la OEA, arts. 140, 142).
Sin embargo, “mientras que un Estado posee, en su totalidad, los derechos y obligaciones
internacionales reconocidos por el DI, los derechos y obligaciones de una entidad como la
Organización dependen de sus fines y funciones, enunciados o implícitos en su instrumento
constitutivo y desarrollados en la práctica”. Decimos por eso que la personalidad
internacional de las Organizaciones es de carácter funcional, porque frente a la plenitud de
competencias de los Estados soberanos, las Organizaciones se rigen por “el principio de
especialidad, es decir, están dotadas por los Estados que las crean de competencias de
atribución cuyos límites dependen de los intereses comunes cuya promoción esos Estados
les han encomendado”, según las reglas de cada Organización (CIJ, Legalidad del empleo
de armas nucleares por un Estado en un conflicto armado, 1996).
Las competencias de una Organización pueden ser expresas o implícitas. Las competencias
de las Organizaciones Internacionales son normalmente objeto de una formulación expresa
en el instrumento constitutivo. Sin embargo, las necesidades de la vida internacional pueden
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conducir a que, para la consecución de sus fines, las Organizaciones cuenten con
competencias no expresamente previstas en los instrumentos básicos que resultan de una
práctica consentida que deviene consuetudinaria y pasa a formar parte de las reglas de la
Organización.
La doctrina de las competencias implícitas, desarrollada por la jurisprudencia internacional
sobre el modelo de los Estados de estructura federal, pretende contribuir al dinamismo y
autonomía de la Organización, facilitando la realización de los objetivos convenidos en el
tratado constitutivo en función de nuevos desafíos no expresamente previstos en él, sin tener
que recurrir para ello al procedimiento de su revisión, lento y engorroso por lo general. Se
trata sin embargo de un camino no exento de dificultades y riesgos, en la medida en que es
preciso encontrar el equilibrio entre la flexibilidad que permite adaptarse a nuevas
circunstancias y el respeto de la legalidad definido en el instrumento fundacional.
Las Organizaciones Internacionales disponen de una capacidad jurídica desigual, tanto por
lo que hace al número y diversidad de derechos y obligaciones definidos en las reglas que
les son propias como por lo que se refiere a la intensidad de su ejercicio, dependiente de las
funciones y propósitos asignados, lo que requiere una consideración caso por caso. En
términos generales puede decirse que los poderes de una Organización decrecen a medida
que se hace más universal en su composición y más general en sus objetivos.
CLASES DE OI
Tributarias de su naturaleza secundaria y funcional, las Organizaciones Internacionales son
sujetos originales sobre los que es difícil —si no imposible— elaborar una teoría general.
No obstante, recurrir a algunos criterios clasificatorios es útil para la mejor comprensión y
sistematización del plural estatuto jurídico de las Organizaciones y de sus miembros. Así,
con ánimo descriptivo, podemos distinguir las Organizaciones atendiendo a su composición
(abiertas y cerradas), objetivos (generales y sectoriales), y competencias (de cooperación y
de integración).
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Las obligaciones de los miembros derivan del compromiso general de cooperar al logro de
los objetivos propuestos. En particular, deberán: a) prestar toda clase de ayuda y facilidades
a las acciones emprendidas por la Organización de conformidad con su instrumento
fundacional (v., por ejemplo, art. 2.5 de la Carta de Naciones Unidas); b) adoptar las
medidas tendentes a asegurar el cumplimiento de las decisiones de la Organización según
los efectos jurídicos dispuestos en las reglas que le son propias, desde los más limitados de
apreciar de buena fe lo recomendado a ejecutar directamente en su orden interno lo decidido
institucionalmente; y, c) contribuir a la financiación de la Organización.
a) El derecho de retirada
Se ha discutido en el pasado si la retirada de una Organización es un derecho que se infiere
de la misma condición de miembro o si, por el contrario, ese derecho sólo existe cuando ha
sido expresamente previsto en el tratado constitutivo de la Organización; o dicho en otros
términos, si es posible denunciar estos tratados sin cláusula expresa que prevea la denuncia.
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Hoy es pacífica la opinión de que los miembros de las Organizaciones Internacionales son
titulares de un derecho de retirada, haya sido o no previsto en el tratado constitutivo, como
expresión cabal del principio de soberanía y una traducción realista de la inoportunidad de
retener a un Estado en una Organización contra su voluntad. Su ejercicio implica la denuncia
del tratado.
En todo caso, la práctica revela que un número creciente de Organizaciones prevé en sus
tratados constitutivos la retirada voluntaria de sus miembros, condicionada habitualmente a
su notificación a los órganos competentes, con efectos aplazados, a fin de dar una
oportunidad a la reconsideración de la medida y permitir a la Organización adoptar las
disposiciones necesarias para su reestructuración orgánica y presupuestaria.
Aunque la Carta de Naciones Unidas omitió toda referencia al derecho de retirada, una
declaración en la Conferencia de San Francisco (1945) justificaba su ejercicio del derecho en
al menos dos situaciones extremas: la modificación de los derechos y obligaciones de los
miembros en virtud de la enmienda de la Carta adoptada sin su consentimiento y las
dificultades para lograr los propósitos de la Organización (el mantenimiento de la paz y la
justicia internacionales) por la falta de colaboración de los reluctantes a permanecer en ella.
En todo caso, Indonesia se retiró de la ONU en enero de 1965. Antes, en 1949, la Unión
Soviética y otros países socialistas se habían retirado de la OMS y de la UNESCO por
considerarlas instrumentos capitalistas, lo que condujo a la reforma de la Constitución de la
UNESCO (1954) para regular la retirada, un derecho que Estados Unidos ejerció en 1984,
seguido (1985) por Gran Bretaña y Singapur, disconformes con la política de la
Organización para promover la libertad de información. Gran Bretaña (1997), Estados
Unidos (2003) y Singapur (2007) han vuelto a la UNESCO.
b) Expulsión (y suspensión)
La violación de las obligaciones que incumben a los miembros de una Organización puede
ocasionar la pérdida de la membresía o la suspensión de sus derechos. Se trata de sanciones
que podrá imponer la Organización en función, por lo general, de la gravedad y/o del tipo de
infracción cometida.
La Carta de Naciones Unidas, por ejemplo, cuenta con dos preceptos previendo, uno (art. 6),
la expulsión del miembro que viole repetidamente los principios de la Carta, y otro (art. 5),
la suspensión del ejercicio de los derechos y privilegios inherentes a la calidad de miembro
caso de haber sido objeto de acción preventiva o coercitiva por el Consejo de Seguridad. En
ambos supuestos la decisión será tomada siguiendo el procedimiento previsto para la
admisión; sin embargo, compete sólo al Consejo restituir al Estado suspendido en el
ejercicio de sus derechos y privilegios (art. 5, in fine).
La práctica muestra, sin embargo, que las Organizaciones no suelen recurrir a la expulsión
de sus miembros, aun contando con razones estatutarias para ello. El detrimento
presupuestario que supone la cesación de la calidad de miembro –máxime si se trata de un
contribuyente principal- y, sobre todo, la pérdida de acción institucional ulterior con
respecto al expulsado son, entre otras, contraindicaciones de peso.
La suspensión del status de miembro en todos o en determinados órganos de la Organización
puede ser una medida más atractiva y un buen número de tratados no contempla otra, incluso
para supuestos de violación grave de los principios de la Organización. La defensa del orden
democrático se ha convertido hoy en una causa de suspensión del ejercicio de los derechos
de participación y voto del Estado que lo infringe. Así lo hace un número creciente de
tratados constitutivos de OI, que no obstante advierten que el miembro objeto de suspensión
ha de seguir observando el cumplimiento de sus obligaciones, incluidas las financieras.
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Obviamente manda la política. Así se explica, por ej., que la reiterada y unánime condena
de África del Sur durante cerca de dos décadas por su política de apartheid y colonización
de Namibia, en clara contravención de los principios de la Carta, sólo implicase la
suspensión de su participación en algunos órganos subsidiarios de la ONU y determinados
organismos especializados del sistema (FMI, BIRD, UPU, UIT). En América, en cambio, la
imprevisión de la Carta de la OEA no evitó la expulsión de Cuba (decidida en 1962 con las
abstenciones de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México), si bien se interpretó
que no era el Estado en su condición de miembro el expulsado, sino el gobierno castrista por
su alineamiento con el bloque comunista y siempre alegando su injerencia en los asuntos de
otros países latinoamericanos.
c) Desaparición (y sucesión)
La sucesión en calidad de miembro de una Organización no deja de constituir un supuesto
de sucesión en materia de tratados, pero los tratados constitutivos de Organizaciones
Internacionales están sometido a reglas propias, lo que de nuevo nos aboca a la casuística.
La clave parece estar en determinar la continuidad de la personalidad internacional del
Estado miembro implicado en la sucesión.
La práctica de Naciones Unidas es de particular interés al haber inspirado la de otras
Organizaciones. La Carta no dispone de reglas expresas y fue la Asamblea General la que, a
raíz del desmembramiento (1947) del Imperio Británico de la India (miembro originario de
la ONU) en dos Estados soberanos, India y Pakistán, fijó los criterios que podían servir en el
futuro para resolver esta cuestión. A tales efectos la Asamblea consideró que:
1) Por regla general, el Estado que es miembro de Naciones Unidas no deja de serlo por el
simple hecho de que su constitución o sus fronteras sufran modificaciones, y sus derechos y
obligaciones no terminan sino con su extinción como persona jurídica reconocida como tal
en el DI;
2) Cuando se crea un nuevo Estado, cualesquiera que sean su territorio y población, haya
formado parte o no anteriormente de un Estado miembro de las NU (en este caso Pakistán),
el nuevo Estado no puede reclamar el estatuto de miembro de la Organización, a no ser que
sea admitido oficialmente como tal con arreglo a las disposiciones de la Carta;
3) Por lo demás, cada caso debe ser juzgado con arreglo a sus propias circunstancias. (Un as
en la manga que ha servido a la Organización para resolver a discreción las situaciones más
problemáticas y conflictivas).
No tienen por qué serlo, sin embargo, los casos de unificación o fusión de Estados
miembros, como tampoco los de cesión territorial que supongan una mera alteración de
fronteras, conservando las partes su respectiva personalidad, pues en ellos se da el elemento
de continuidad de la personalidad internacional del Estado o de los Estados miembro(s)
implicados.
La práctica de NU confirma que, en los casos de unificación, el Estado resultante no ha
solicitado su admisión cuando los antecesores ya eran miembros. Así ocurrió con la
República Árabe Unida (RAU), constituida por breve tiempo (1958-1961) entre Egipto y
Siria; con Tanzania (Tanganica y Zanzíbar, 1961); y, más recientemente, con Alemania (R.F
de Alemania y R.D. Alemana, 1990) y Yemen (del Norte y del Sur, 1990).
Tampoco son problemáticos los casos de secesión y de disolución cuando estas
calificaciones son pacíficas, pues está claro que los nuevos Estados han de acudir a las reglas
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ESTRUCTURA ORGÁNICA
Clases de Órganos
a) Órganos principales y órganos subsidiarios
Los órganos principales son los previstos como tales, expresa o implícitamente, en el tratado
constitutivo de la Organización. Por ejemplo, el artículo 7.1 de la Carta de Naciones Unidas
cita como tales: una Asamblea General, un Consejo de Seguridad, un Consejo Económico y
Social, un Consejo de Administración Fiduciaria, una Corte Internacional Justicia y una
Secretaría.
Ahora bien, no todos los órganos mencionados en el tratado constitutivo son necesariamente
principales. Puede tratarse de órganos consultivos o de apoyo a los principales o, incluso,
con funciones específicas en áreas concretas de la Organización, a los que se quiere dotar de
mayor consistencia y visibilidad sin por ello incorporarlos al núcleo duro de la estructura
orgánica. Así en la UE, junto a los órganos principales, denominados Instituciones (en la
actualidad, el Parlamento Europeo, el Consejo Europeo, el Consejo, la Comisión, el Tribunal
de Justicia, el Banco Central Europeo y el Tribunal de Cuentas), se regulan otros que no son
tales, como el Comité Económico y Social y el Comité de las Regiones, órganos auxiliares
con funciones consultivas (art.13 TUE).
Los órganos principales están facultados para crear órganos subsidiarios, destinados a
prestarles asistencia en el desempeño de sus actividades y subordinados a su dirección y
control. Se trata de una facultad habitualmente prevista en el tratado constitutivo, sea con
carácter general (por ejemplo, arts. 7.2 de la Carta de Naciones Unidas y 53 de la Carta de la
OEA) y/o específico (por ejemplo, art. 29 de la Carta de Naciones Unidas en relación con el
Consejo de Seguridad, 69 para el Consejo Económico y Social); pero de no ser así ha de
entenderse que se trata de una competencia implícita de los órganos principales exigida para
el desempeño de sus funciones. El organigrama de las OI se complica en la medida en que
los órganos subsidiarios están, por la misma razón, implícitamente capacitados para crear
sus propios órganos subsidiarios, y así sucesivamente…
El origen y denominación de los órganos subsidiarios (se les llama también auxiliares,
secundarios, subordinados…) no debe llevar al error de menospreciar su importancia real e,
incluso, su frecuente autonomía. Sirva como ejemplo la ONU donde pululan cientos de órganos
subsidiarios. Entre los establecidos por el Consejo de Seguridad figuran los Tribunales penales
para el enjuiciamiento de los presuntos responsables de violaciones graves del DI humanitario
cometidas en la ex Yugoslavia y en Ruanda (res. 808 y 827 de 1993 y 955, de 1994)..
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b) Órganos intergubernamentales,
Los órganos, principales o subsidiarios, pueden en función de su composición ser, a su vez,
intergubernamentales, no gubernamentales y mixtos.
Los órganos intergubernamentales están compuestos por representantes de los gobiernos de
los Estados miembros, cuyas instrucciones han de seguir; de ahí su consideración de órganos
políticos. He aquí una de las manifestaciones más palpables del carácter sustancialmente
interestatal de las OI, al punto que son de composición gubernamental la mayoría de sus
órganos principales o, al menos, aquéllos a los que el tratado fundacional ha atribuido
mayores y/o decisivas competencias.
Entre los órganos intergubernamentales puede haberlos de composición plenaria y
(s)electiva. Con el fin de satisfacer el principio de igualdad soberana entre los miembros
todas las Organizaciones poseen al menos un órgano principal de composición plenaria
(Asamblea General se denomina en la ONU); pero pueden ser más, sobre todo en las
Organizaciones regionales y cerradas, si el número de sus miembros y/o sus funciones lo
permitan.
Los órganos plenarios desempeñan funciones de distinta naturaleza y alcance según la
Organización de que se trate, si bien suele ser el órgano deliberante por excelencia al que se
atribuyen competencias generales a tono con su plena representatividad. Cuestión distinta es
la de los efectos jurídicos de sus decisiones, a menudo meramente recomendatorias en el
ámbito de sus competencias materiales. Es el caso en Naciones Unidas de la Asamblea
General, a la que no obstante corresponde aprobar, con efectos obligatorios, el presupuesto
de la Organización (que normalmente prepara el Secretario o Director General), así como la
designación de los miembros que componen los órganos electivos ( arts. 17 y 18 de la Carta
de Naciones Unidas).
La generalidad de competencias desempeñadas por los órganos plenarios y el hecho de que,
al menos en las Organizaciones universales, el número de sus miembros aconseje espaciar
sus sesiones ordinarias (por ejemplo, la Asamblea General de Naciones Unidas se reúne en
sesión plenaria una vez al año, a partir del segundo martes de septiembre), propicia la
creación de comisiones o grupos de trabajo permanentes que, al modo de las comisiones de
las asambleas nacionales, desbrozan el camino de las decisiones a tomar por el pleno; así,
por ejemplo, en la Asamblea General funcionan seis comisiones (la Sexta se ocupa de las
cuestiones jurídicas y desempeña una labor no despreciable en la codificación y desarrollo
progresivo del Derecho Internacional.
Asimismo, todas las Organizaciones universales y la mayoría de las regionales cuentan entre
sus órganos principales con uno o más órganos restringidos, órganos (s)electivos, a menudo
dotados de competencias ejecutivas y de gestión. Cómo proceder a la designación de quienes
han de formar parte de ellos es una importante cuestión, con frecuencia polémica.
Los criterios que regulan la (s)elección (por el órgano plenario) de los miembros de los
órganos restringidos son, de nuevo, heterogéneos en virtud de las funciones a desempeñar.
Así, por ejemplo, en las Organizaciones de cooperación financiera (como el FMI y el Banco
Mundial) se atiende al número de acciones o participaciones suscritas, en las de cooperación
comercial (como la OMC) a la importancia del miembro en el comercio mundial, en las de
cooperación marítima (OMI) al tonelaje de la flota matriculado…; criterios que podrán
aplicarse en estado puro o combinados con la regla de la distribución geográfica equitativa,
que es la que en general rige en Naciones Unidas mediante el reparto de los Estados
miembros en cinco grupos regionales: África, Asia, Latinoamérica-Caribe, Europa
occidental (y otros) y Europa oriental.
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una mayoría de dos tercios de los miembros presentes y votantes (cuestiones entre las que se
enumeran las relativas al mantenimiento de la paz, la admisión de nuevos Estados
miembros, la elección de los representados en los órganos selectivos… art. 18.2 de la Carta)
y otras cuestiones (incluida la determinación de cuáles son importantes) que se deciden por
mayoría de miembros presentes y votantes.
El sistema de mayorías facilita la adopción de decisiones proporcionando dinamismo y
autonomía a la Organización frente a los Estados miembros. Su mayor inconveniente estriba
en que la minoría reluctante pueda impedir en la práctica la aplicación eficaz de la decisión
si entre los reticentes se encuentran quienes por su poder y recursos deberían asegurar su
cumplimiento. Es por eso que, para evitar la frustración con un rimero de victorias pírricas,
se confiere a veces distinto valor al voto de los miembros, bien acudiendo al voto ponderado
(procedimiento adoptado en la UE para la formación de la voluntad del Consejo por mayoría
cualificada), bien confiriendo a determinados miembros el derecho de veto, del que
disfrutan, por ejemplo, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, cuyo
voto afirmativo se requiere para la adopción de decisiones en asuntos que no sean de
procedimiento, si bien, según una práctica establecida que ha hecho costumbre, su
abstención no equivale a veto.
El consenso es el procedimiento de adopción de decisiones sin voto, que supone la búsqueda
de un compromiso o acuerdo general mediante una concertación de los miembros que evite
la objeción dirimente. Son excepción los tratados que lo prevén como método de adopción
de decisiones (por ejemplo, el Acuerdo OMC, 1994, art. 9). Sin embargo, su práctica se
extendió a partir de la década de los sesenta, particularmente en las Organizaciones
universales, a fin de lograr decisiones aceptadas por todos los grupos de Estados,
renunciando los países en desarrollo a prevalerse de su mayoría en los órganos plenarios
(donde un Estado es un voto), a cambio de lograr el apoyo de los más poderosos. De esta
manera se extrema la condición residual de las mayorías previstas en los instrumentos
constitutivos para la adopción de decisiones que, no obstante, podrán activarse caso de no
lograrse el ansiado consenso.
Si evitar las minorías discrepantes es la ventaja del consenso, su mayor inconveniente puede
estar en la ambigüedad e imprecisión de los compromisos asumidos. Buena prueba de ello
son los problemas de interpretación que presentan a menudo las decisiones o resoluciones
adoptadas sin votación.
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