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Escuché anoche en la TV inglesa la defensa que hacía dirigente somalí de la circuncisión femenina consistente

en la extirpación del clítoris y de los labios superiores de la vagina, lo cual estropea para siempre su vida sexual.
Explicó que una costumbre tan arraigada no debe ser juzgada en abstracto, sino dentro del contexto particular de
cada sociedad. En Somalia, una muchacha que llega a la edad púber y conserva sus órganos sexuales intactos es
considerada una prostituta y jamás encontrará marido, de modo que, lo haya sido antes o no, terminará de todas
maneras prostituyéndose. Si una gran mayoría de somalíes cree que la única manera de garantizar la virtud y la
austeridad sexual de las mujeres es circuncidando a las niñas ¿por qué tienen los países occidentales que interferir y
tratar de imponer sus propios criterios en materia de sexo y moralidad?
Es posible que la ablación del clítoris y de los labios superiores de la vagina prive para siempre a esas jóvenes de
goce sexual. Pero ¿quién dice que el goce sexual sea algo deseable y necesario para los seres humanos? Si una
civilización religiosa desprecia esa visión hedonista y sensual de la existencia ¿por qué tendrían las otras que
combatirla? ¿Simplemente porque son más poderosas? Además, ¿no es el goce sexual algo de la exclusiva
incumbencia de la interesada y su marido? Al final de su alegato, la beligerante ideóloga hizo una concesión. Dijo
que en Somalia se intenta ahora, mediante campañas publicitarias, persuadir a los padres que, en vez de recurrir a
practicantes y chamanes, lleven a sus hijas a circuncidarse a los dispensarios y hospitales públicos. Así, habrá menos
muertes por infección en el futuro.
La expositora parecía pasar por alto el testimonio de mujeres africanas y asiáticas –también mostrado en dicho
programa de TV- ilustrando la atrocidad de la circuncisión femenina que las había afectado física y
psicológicamente. En el testimonio de todas ellas -de alto o de escaso nivel cultural- había una dramática protesta
contra la injusticia que les fue infligida, cuando no podían defenderse, cuando ni siquiera imaginaban que cabía,
para las mujeres, una alternativa, una vida sin la mutilación sexual. ¿Eran menos africanas que ella estas somalíes,
sudanesas, egipcias, libias, por haberse rebelado contra una salvaje manifestación de "cultura africana" que malogró
sus vidas?
Todo es respetable en una cultura mientras no constituya una violación flagrante de los derechos humanos, es
decir de esa soberanía individual que ninguna categoría colectivista -religión, nación, tradición- puede arrollar sin
revelarse como inhumana e inaceptable. Este es exactamente el caso de esa tortura infligida a las niñas africanas que
se llama la circuncisión. Quien la defendía con tanta convicción en la pantalla pequeña no defendía la soberanía
africana; defendía la barbarie.
Tomado de un artículo de MARIO VARGAS LLOSA. EL PAÍS - 22-11-1998
1) Cómo calificarías la exposición que hace la dirigente somalí de la circuncisión femenina ¿Por qué?
2) Cómo calificarías la postura de Vargas Llosa ¿Por qué?

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