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Uno de los aspectos que más me fascinan de la narrativa es que puede encontrarse en
formas casi infinitas. Como prueba de ello tenemos los primeros esbozos de narrativa
gráfica que encontramos en las pinturas rupestres. Por supuesto, la técnica de narrar gracias
de la oralidad.
Cuando hablamos de narrativa gráfica nos adentramos en un mundo que no sólo está
plagado de superhéroes. Desde finales del siglo pasado, las viñetas se han llenado de
monstruos y personajes atípicos para los principales reflectores del medio. Llegó un
momento en que la línea entre héroe y villano se volvió cada vez más difusa hasta que
V for Vendetta.
Entre esa nueva ola de narrativa gráfica hubo una serie que abordó lo fantástico y
terrorífico en una mezcla que se materializaría en lo onírico: The Sandman, del autor
británico Neil Gaiman, que cuenta las aventuras de Sueño de los Eternos, conocido también
villano, aunque es el encargado de crear pesadillas. Simplemente es. Cuando los seres en la
existencia estaban listos para soñar él nació, tal como vemos en la obra The Sandman:
Overture (2013-2015), que sirve a manera de precuela y secuela de la serie que fue
En la serie original The Sandman el apartado visual es caracterizado por ser algo
“sucio”, más cercano a los garabatos que a los trazos finos. La funcionalidad de esto va de
la mano con el sentido de la ensoñación, difusa, confusa e imperfecta. Del mismo modo, las
portadas de cada número son más un collage que mezcla ilustración y fotografía. Al abrir
grotesca. Sin embargo, hay una constante que permanece —e incluso, se trabaja más sobre
del cómic es el uso de viñetas para señalar la secuencia de eventos. Los artistas
veces desaparecen. Por su parte, Overture lleva esto a un nivel superior al presentar páginas
que obligan al lector incluso a girar el libro ciento ochenta grados para seguir la secuencia
cuando Sueño entra a la enigmática Ciudad de las Estrellas. Del mismo modo, cuando el
infante; la única guía para el lector es la posición de los bocadillos —o globos de diálogo
—.
ensoñación, de la luz, del tiempo e incluso de la noche, y cada uno de estos reinos cuenta
con una identidad propia, inherente al relato en el que Morfeo debe superar pruebas y pedir
consejo para proteger la existencia, amenazada por un error que cometió en el pasado al no
sentido de que una no podría sobrevivir sin la otra, o al menos el sentido de lo que quieren
contar se perdería: la creación y la re-creación, esta última como el renacer del mundo —de
que requiere una total atención para que el lector pueda introducirse en los mundos
fantásticos que Morfeo visita; las sensaciones propiciadas por estos lugares, ya sea el
asombro, la confusión o incluso la náusea ante las páginas que deben ser giradas, son
fundamentales para que el receptor disfrute de la experiencia estética propuesta por los
autores.
obra nos encontramos con dos historias aparentemente independientes: por un lado,
por otra parte está la aventura de Atreyu, un personaje fantástico que Bastián encuentra en
Lo primero que llama la atención del libro es que viene impreso a dos tintas: para la
historia que ocurre en el “mundo real” se utiliza tinta roja y para el relato de Atreyu, que se
sitúa en un lugar fantástico llamado Fantasia, usa tinta verde. Este detalle, que puede variar
entre una edición a otra presentando la diferencia con dos clases de tipografía, es parte
En el módulo dedicado a la novela, uno de los puntos que más capturó mi atención
fue la idea de la novela como un género en movimiento constante, que no busca —o, al
menos, no debería— repetirse a sí misma, que necesita transformarse para escapar de las
temidas fórmulas a las que se adhieren innumerables autores de best seller e incluso
aunque sea de manera más sutil. El apoyo visual proporciona mayor énfasis en la
separación de mundos y la fusión de los mismos cuando Bastián descubre que él mismo
libro titulado La historia interminable, pero no se trata del que nuestro héroe tiene en sus
manos, sino el que nosotros sostenemos, es decir, comienza desde el prólogo que cuenta
cómo Bastián consigue el libro: nos encontramos con un nuevo desdoblamiento en el que
los personajes de ficción ahora leen a quien los lee. En estas páginas los colores se
intercalan y los primeros párrafos que nosotros leemos ya no son de color rojo sino verde,
pues su lectura se realiza dentro del mundo que Bastián ve como ficción.
El párrafo final de este capítulo se divide en dos y a mitad de una de las oraciones el
desplazamiento que el joven lector sufre hacia el mundo que estaba leyendo. Es de esta
manera que finaliza la primera mitad del libro para dar paso al desarrollo total en Fantasia,
con Bastián como protagonista de aventuras que lo llevan a encontrarse con personajes que
villano, un dictador enloquecido por el poder que tenía en este nuevo mundo. El joven se
vuelve aquello que lo atormentaba en su mundo: alguien distante y amenazador que exige
respeto, pero descuida su lazo con lo mejor del ser humano como el amor y la compasión.
Esta situación hace de la segunda parte de La historia interminable un ciclo de deterioro y
nos orienta desde la portada misma del libro, que presenta un símbolo de uróboros doble. El
uróboros es una serpiente que muerde su propia cola, pero el que vemos en La historia
circuito, tal como ocurre con la interacción de los personajes que leen y de pronto son
presencia de páginas completas que sirven como “portada” a cada capítulo. Lo curioso es
que estas ilustraciones, dibujadas por la artista Roswitha Quadflieg, se funden con la letra
capital que da comienzo a todos los apartados posteriores al prólogo. Cabe decir que las
Las obras aquí referidas son experimentos narrativos que llevan al lector a conocer
lo mejor de cada lenguaje. Si alguien lee La historia interminable en una edición que no
cuenta con las “portadas” con letra capital y el texto a dos colores, el receptor puede
resultar menos inmerso al enfrentarse de un texto en formato más común, sin tanto trabajo;
del mismo modo, en The Sandman: Overture la interacción entre el lector y la obra se
vuelve fundamental pues, por ejemplo, si uno no gira el libro para seguir la lectura en las
ocurriendo.
Las obras artísticas deben ser siempre un reto para los receptores. Tal como escuché
del profesor del módulo de la novela, lo principal es contar algo que nadie más pueda
contar de una manera que ningún otro pueda contarla. Se trata de transformar, de llevar el
arte a sitios inexplorados. Con todos los avances tecnológicos y con la caída de los muros
que separaban a los tipos de discursos y lenguajes artísticos, estamos en la mejor época para
crear y para sorprender. Podemos, como Bastián, pasar de sólo leer a ser leídos.