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Swinger, modernidad, reflexividad y otras formas de

construir pareja en la ciudad de Cali


Jorge Eduardo Moncayo Quevedo1

Introducción
Las transformaciones en el proceso de individuación de la modernidad han
implicado alteraciones notorias en las relaciones sociales a todo nivel. En lo que
concierne a esta ponencia, son las relaciones de pareja actuales y los aspectos
concomitantes a la misma los que resultan de interés, especialmente las que
practican el intercambio sexual de pareja mas conocido como swinger: parejas
heterosexuales que hacen ruptura a la tradición sexual heteronormativa, resig-
nificando la concepción de la fidelidad cuando renuncian a la exclusividad sexual
de pareja, circunscribiendo la fidelidad estrictamente al campo de lo afectivo, es
decir, se trata de un estilo de pareja en el que se permite vivir de mutuo acuerdo
experiencias sexuales con otras personas, sin que esto implique un detrimento
de su lazo afectivo, por el contrario, lo consideran fundamental para la soste-
nibilidad de sus relaciones porque según la pareja swinger, amplía el espectro
del placer, un placer cuyos linderos heteronormativos son trascendidos hacia lo
homo y lo bisexual, como experiencia circunstancial de placer y no como signo
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de estructuralismos psicológicos (Moncayo, 2011).


La creciente exposición pública y popularidad mundial del swinger a través de
artículos sexológicos en medios impresos e internet, ha hecho que en Colombia
surjan actitudes de rechazo frente a esta práctica en el común de la sociedad,
la cual ha lanzado duras consideraciones al respecto, refiriéndose a los inter-
cambistas como personas con serios trastornos mentales afectivos, incapaces
de asumir compromisos o con serios trastornos sexuales (Diaz,2003). Asimis-
mo, se les percibe como individuos inmorales, amenazantes para la familia y la
sociedad porque encumbran la promiscuidad e infidelidad sexual, contrariando
y rechazando los valores conservadores que han regulado la pareja y la familia
por años.
Por otra parte, es de importancia mencionar que se constata una ausencia sig-
nificativa de estudios sociológicos sobre el tema dentro del contexto nacional solo
obtuvimos el de Moncayo, (2011) una bibliografía internacional escasa (Bartell,
1975), (Curtis Bergstrand, 2000), (Álvarez-Gayou & Millan, 2005), (Lang, 2001)
una abundante publicación de artículos en revistas sin rigor académico y textos
propagandísticos en la internet que exaltan esta propuesta de pareja con elogios
de lo que autoreferencian como sus virtudes, que en última instancia facilitan
una mercantilización del swinger como estilo de vida.

1 Psicológo, Magister en sociología, Docente-investigador, Faculta de psicología, Universidad San Buenaventura y Universidad Anto-
nio Nariño. eduardo20019@hotmail.com
Aunque resulta sencillo identificar varias de estas virtudes en sus contenidos
publicitarios, descolla entre todas el replanteamiento de la monogamia: la re-
nuncia a los privilegios sexuales entre la pareja para poder disfrutar del inter-
cambio erótico-sexual con otras personas.
Para los practicantes del swinger es aceptable esta alteración de la exclusi-
vidad erótica de la pareja, lo que los lleva “más allá” de la media social, la cual
consideran monótona y reprimida. No obstante, siendo una transformación alta-
mente significativa, es posible afirmar que es el único aspecto en el que se pue-
de considerar que los intercambistas se diferencian de las parejas “tradiciona-
les” heteronormativas, pues en términos generales sus prácticas y preferencias
sexuales no presentan distinciones considerables.
Se trata entonces de la emergencia social de una nueva forma de pareja, es
decir, de la aceptación social del replanteamiento del principio de exclusividad
sexual, aceptando su transgresión abiertamente, sin que esto implique la ex-
tinción del proyecto social tradicional de la pareja, ni la disolución de las que
deciden optar por el swinger (Moncayo,2011). Por el contrario, éste es el espacio
de indagación en el que se decide transitar, en concordancia con las transforma-
ciones de la intimidad planteadas por Giddens (2000). Los intercambistas son
considerados como individuos que materializan en su estilo de vida la transfor-
mación de la pareja como producto histórico de la modernidad, pues en relación
a otros procesos como la emancipación femenina y el encumbramiento de la

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sexualidad como saber social, se termina por describir prácticas en las que hay
diferentes procesos de negociación entre mujeres y hombres que otrora no se
daban en la medida en que las condiciones de género disponían de otras relacio-
nes de poder, un poder heteronormativo excluyente (Moncayo,2011).
En este sentido, el ámbito del intercambio sexual de parejas se plantea como
un territorio poco explorado pero inscrito dentro de lógicas sociales que brindan
indicios descriptivos que lo configuran como hecho social sexual y por ende un
objeto de análisis desde autores como Giddens (2000), Bejin (1987), Foucault
(2005) y Rubin (1986), los cuales resultan de utilidad para explorar e interpre-
tar las implicaciones del intercambio sexual de pareja en la ciudad de Cali. Es
por esto que para la ponencia se retoma un autor como Giddens por cuanto se
considera que su teoría facilita la comprensión de las transformaciones socio-
históricas de la sexualidad y sus efectos en la pareja y la familia.
Resulta menester encontrar en su estado más puro lo descrito por Giddens
(2000) en su obra “La transformación de la intimidad”, pero es posible identificar
aspectos de innegable concordancia con sus apreciaciones, pues en las parejas
intercambistas la mujer se ubica de manera muy distinta a la mujer del amor
romántico. Ya no son mujeres que tan solo aceptan sino que negocian la equidad
en la infidelidad, la posibilidad del intercambio suyo con otros objetos de placer.
La ponencia intenta precisar los aspectos de esta transformación de la pareja,
que se pueden considerar fundamentales para la comprensión del sentido que
los swinger dan a su experiencia, a su forma de resignificar lo erótico-afectivo
en relación a la pareja, su forma de plantear las jerarquías en cuanto a los com-
promisos, los juegos de poder en los géneros y su manera de comprender la
fidelidad.
Se pudo apreciar cómo en los discursos de la afluencia del amor romántico y
el amor confluente planteados por Giddens (2000), aparecen insistentemente
la manera en que los celos y los efectos emocionales del intercambio son ma-
nejados en cada pareja, y de forma muy especial cómo el ingreso al mundo del
intercambio no es la génesis de muchas prácticas sexuales novedosas o trans-
gresoras, sino la posibilidad de exacerbación de las mismas, es decir, las biogra-
fías de los entrevistados dan cuenta de una tendencia a las prácticas sexuales no
convencionales o heteronormativas. También se constata cómo parejas con más
de 20 años de unión marital manifiestan una condición de reflexividad social en
la que se replantean los valores conservadores manteniéndose juntos por más
de 10 años en las prácticas swinger.
En términos empíricos el ejercicio aquí propuesto se apoya en las entrevistas
en profundidad a parejas blancas-mestizas de clases media y popular residentes
de la ciudad de Cali, y de los diarios de campo de las observaciones en dos
clubes swinger, recogidas en el proyecto de investigación “swinger: espacios de
transformaciones del placer, amor y sexualidad”. que fue realizada en los años
2008 y 2010 y concluida en el 2011.
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Los disrcusos (Blogs) del swinger como referente de


reflexividad.
El discurso swinging que se difunde a través de la internet por distintos au-
tores autodenominados swingers, insiste constantemente en que se trata de
una actividad de pareja, la cual debe sustentar sus niveles de compromiso en
lo afectivo y no en la exclusividad sexual o monogamia, ya que se renuncia a
esta condición de la pareja tradicional occidental con el convencimiento de que
el Swinger, antes que promover el detrimento o la ruptura de la pareja, refuerza
los lazos afectivos y eróticos de la misma.

La actividad sexual swinger debe enmarcarse dentro de una condición equita-


tiva de placer y satisfacción consensuada, la cual debe garantizar goce recíproco
tanto de lo que acontece en el propio cuerpo como en el de la pareja, se trata
de un acuerdo en el que ninguno intercambia de pareja sin el consentimiento y
presencia del otro.

Si bien el swinging incorpora un tercero, es claro que es hacia la pareja que


se dirige el acto de inclusión de ese otro, dándole esa condición de dominio a
la estructura “pareja”, y no un trío sexual espontáneo carente de un sentido de
compromiso afectivo entre dos de sus miembros.

En lo que respecta a la jerarquía de los valores de la pareja swinger, la impor-


tancia de la exclusividad sexual es reubicada con respecto a la otorgada por el
concepto de la pareja tradicional. Para los swingers, la confianza de la pareja se
construye a partir del acuerdo mutuo en el intercambio, es decir, el swinging es
una actividad reducida a la experiencia de diferentes formas de goce sexual, lo
cual la sitúa como una mera experiencia lúdica, recreativa y socializadora.

El swinging está desarticulado de cualquier posibilidad de relación afectiva,


no se trata de un acto sexual que crea compromisos afectivos que se proyectan
en el tiempo, pues de ser así, se estaría comprometiendo la unión de la pareja
por tratarse de una experiencia individual que traicionaría el pacto swinger. Para
la pareja swinger es claro que la prolongación del contacto sexual público hacia
un ámbito privado es infidelidad. Es decir, según estos discursos existiría una
supuesta monogamia swinger de naturaleza afectiva.

Los swingers abrogan la tradicional postura en la que el amor de pareja se


caracteriza por una posesión física del otro, por un dominio de lo corporal de la
pareja, pues para el swinger su propuesta es alternativa a la oculta y engañosa
infidelidad, se trata de un acto de autonomía sexual que legitima el placer y la

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fantasía de la pareja en complacencia, se trata en sus términos de una “supera-
ción”, donde se trascienden los modelos de pareja en los que el amor se afecta
por el sexo infiel.

En los discursos swingers, el valor de la posesión monogámica es subvalorado


pues sólo se fundamenta en criterios biológicos, los cuales son desestimados a
la luz de las diferencias sexuales entre hombres y mujeres, pues estas últimas
están en capacidad de sostener múltiples relaciones sexuales.

El análisis de los estudios anglosajones y websites permiten ratificar el carác-


ter seductor de esta resignificación de la fidelidad sexual, pues entre las razones
más importantes para practicar el swinging está la posibilidad de acceder a una
variedad de parejas y de experiencias sexuales además del placer y la excita-
ción.

Los discursos de las parejas prácticantes: Biografia


sexual antes de la experiencia swinger.
Considerando el efecto que el discurso sexual tiene en los procesos reflexivos
como saber que legitima y dirime una satisfacción del yo, una de las inquietu-
des que surgió en medio del estudio consistió en reflexionar si la experiencia del
swinger inaugura en las parejas lo que podría denominarse la reconfiguración de
sus prácticas sexuales y amorosas, es decir, la inclusión de nuevas prácticas a su
repertorio íntimo, o si por el contrario en su biografía podían rastrearse antece-
dentes sexuales que hubiesen confluido en la coyuntura que el swinger permite
y con ello dan cuenta de la pareja en la modernidad planteada por Giddens.
Al respecto, los datos obtenidos permitieron establecer similitudes y diferen-
cias con un profundo carácter de género, ya que se detectó una brecha sexual
entre las vivencias masculinas y femeninas las cuales fueron generalizables a lo
largo de las entrevistas. De acuerdo a la pretensión de reconocer indicadores de
cambio o transición de un modelo de pareja, amor y sexualidad.

Primeras experiencias
En este sentido los entrevistados en general dan cuenta de una sexualidad
adolescente y juvenil, caracterizada por el tabú familiar y escolar, siendo este
último un espacio de socialización sexual estrictamente restringido a los factores
de riesgo como las ITS. En consecuencia, la sexualidad se significa como una ex-
periencia intensa que se configuraba entre pares en la erotización heterosexual
y homosexual de las relaciones de amistad, escolares y familiares. Resulta lla-
mativa su manera comprender hoy su génesis sexual, pues aunque pueden ha-
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ber manifestaciones de pudor, no hay rechazo o sanción de sus conductas. Tal


como lo narra M12:

“Yo sí siento que a mí me ha interesado muchísimo la sexualidad desde muy pe-


queñita, por lo menos con mis primitos siempre éramos jugando, era erotizando
con primos (…) siempre todo era en función del erotismo y yo erotizándolos a
ellos, cualquier tipo de juego yo hacía que terminara con algún roce o con alguna
cosa que a mí me generara satisfacción, cualquier tipo de juego, generalmente
hacíamos jugando al papá y a la mamá y entonces yo les daba un abrazo y me los
rastrillaba (…)”.

M43 comenta de sus tempranas experiencias lésbicas:

“yo me di algunos besos con una compañera la cual aún recuerdo y en ocasiones
nos tocábamos ahí abajo, era algo muy rico, yo nunca le puse morbo ni pensé que
estuviera mal.”

2 Entrevistada que en la investigación se nombro como M1, ella se reconoce como mujer heterosexual, blanca-mestiza de clase me-
dia, se graduo como psicologa y esta cursando una maestría, se ocupa en el sector servicios. Lleva doce años de unión por el rito
catolico y tiene un hijo. Se logro el contacto con ella a partir de un conocido quien le cuenta sobre el estudio y le pide colaboración,
se realizaron 4 entrevistas en un tiempo de tres meses. El esposo que en un primer momento quizo colaborar luego desistio y no
concedió la entrevista
3 Entrevistada que en la investigación se nombro como M4, ella se reconoce como mujer bisexual, blanca-mestiza de clase popular,
bachiller, ayuda a su esposo en el arreglo de computaodres y es la encargada de las ocupaciones del hogar. Lleva catorce años de
unión libre y tiene dos hijo. Se logro el contacto con ella a partir de una de las entrevistadas quien le cuenta sobre la investigación
y le pide colaboración, se realizaron 4 entrevistas en un tiempo de tres meses, una entrevista fue en pareja.
Estas experiencias sexuales femeninas se transforman en su juventud, siendo
lo afectivo importante y de mayor relevancia que lo erótico. Cualquier tipo de
experiencia sexual estaba circunscrita al amor y al compromiso, lo que permite
corroborar la influencia del amor romántico en sus ideales de pareja. Giddens
(2000) considera que “el amor romántico proyecta una trayectoria vital a lar-
go plazo, orientado a un futuro anticipado aunque maleable; crea una ‘historia
compartida’ que ayuda a separar la relación marital de otros aspectos de la or-
ganización familiar y a darle una primacía especial.” (Giddens, 2000:61) En las
palabras de M1:

“yo por más activa que tenga mi sexualidad, no es querer buscar encuentros no,
no porque eso también venía muy ligado a que yo tenía que estar segura con esa
persona, no me gustaba, besarme, ni vacilarme, ni mirá te mandan saludes, ven-
ga parche y luego chao no, en eso sí he sido, si la he tenido claro, segura… Me
refiero: a la relación...”

En contraste, Giddens (2000) advierte de las nuevas condiciones que transfor-


man paulatinamente el “amor romántico” en lo que respecta a la pura relación,
cuando cada miembro de la pareja obtiene suficientes beneficios de la relación
(Kauffman, 2003), considerará que vale la pena continuarla. La ligazón entre
sexo y compromiso puede incluso sustituirse si no tiene un papel relevante para

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la perdurabilidad. Un ejemplo claro de esta transición, aún con visos de traslapo
es M4, quien revalúa las condiciones románticas en su experiencia de pareja y
localiza en la relación cualquier posibilidad de perdurar:

“Para mí el amor es al principio. Es un sentimiento idealizado que vos querás a esa


persona, necesitas a esa persona para vivir y lo mismo después de cierto tiempo
ese sentimiento se te convierte en otras cosas, en compartir cosas con esa per-
sona, tener sueños, proyectos, esa persona es tu pareja no es sólo con la que te
acostas todas las noches y tenés sexo sino que es tu amigo, tu amante, tu novio,
todo pero es más como costumbre y con la necesidad de estar juntos sin ese amor
o ese sentimiento de las maripositas en el estomago, idílico, pero ya no es lo del
principio, ya no es lo mismo, con los años se te convierte más en otras cosas, pero
son cosas más fuertes”.

Si bien las condiciones biográficas muestran cómo la sexualidad ocupa un


lugar privilegiado en la construcción de pareja como punto de anclaje de la rela-
ción, se constata cómo en las intercambistas lo erótico en sí mismo no basta, tal
como lo señala Giddens, una mala experiencia sexual, una inconformidad en las
expectativas de placer en la pareja, puede terminarla. Los procesos emancipa-
torios de la mujer y los saberes sexuales de las últimas décadas han legitimado
reflexivamente para las mujeres que el orgasmo sea un requisito fundamental
en sus exigencias de pareja.
Como lo explica Bejin (1987), el orgasmo se hace una exigencia y una escala
de medida en la contemporaneidad, por lo tanto, se considera como anormal
todo aquello que se aleje de su consecución. El orgasmo como patrón de medi-
da reposiciona la satisfacción sexual mutua como fundamento de la pareja, tal
como lo expresa M4:

“Para mí el sexo (…) es algo necesario en el cual debes quedar bien, porque si
quedas mal, eso es como los negocios, un cliente que tu satisfagas va y le dice
al siguiente allá te atienden divino, pero uno que atiendas mal le dice a 20 y aquí
pasa lo mismo, sobre todo a las mujeres, que somos las más chismosas, en cuan-
to a sexo somos unas brujas.”

Es interesante cómo se introduce el proceso reflexivo que legitima lo erótico


femenino, este es vivido por algunas mujeres como una condición de derecho
al placer sexual.

M1: “Yo noto que la sexualidad es muy fuerte en las mujeres, siempre ha sido
así, porque primero mi experiencia ha sido y es que yo siento que esa es mi parte
masculina y es que a mí me interesa, me hace falta hacer el amor, yo me mastur-
bo y es que a mí me gusta, yo tengo una vida sexual muy activa y si no la tengo
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entonces me desespero.”

Estas condiciones reflexivas permiten corroborar la tendencia hacia la au-


tonomía sexual que se había indicado en la descripción de las prácticas de las
intercambistas, a lo que ahora se suma una relación con su concepción de pareja
entre lo romántico y lo confluente.
De otra parte, en lo que respecta a los hombres intercambistas, su trayectoria
sexual también es ubicada en sus inicios entre pares, a diferencia de las muje-
res, es la competencia o la ratificación de las proezas sexuales con los otros lo
que se recuerda como primigenio. La explicitud sexual a diferencia del erotismo
de las mujeres era recurrente en el uso de pornografía y la seducción de compa-
ñeras. En contraste con las mujeres, no hay ninguna referencia al homosexua-
lismo, aunque afirmaron no tener nada en contra.

H44: “En la infancia uno como hombre tenía la meta de “anotar” como se dice co-
múnmente, pero era cómo llegar y estar con la vieja y ya, es básicamente lo que
uno pensaba de adolescente”.

4 Pareja de M4 el cual fue nombrado para esta investigación como H4, él se reconoce como hombre heterosexual, blanco-mestizo
de clase popular, bachiller, se ocupa en el arreglo, emsable e instalación de computadores y redes. Lleva catorce años de unión
libre y tiene dos hijo. Se logro el contacto con él a partir de una de las entrevistadas quien le cuenta sobre la investigación y le pide
colaboración, se le realizaron 3 entrevistas de manera individual y una en pareja en un tiempo de tres meses.
Asimismo para los hombres la separación de lo afectivo y lo sexual era una
constante; como se constató para la media del hombre colombiano, el afecto
y lo sexual están separados, lo que refleja una valoración dual de la mujer: la
respetable y apta para comprometerse y la amante sexual, como lo explica H25:

A “los diez años, el amor de mi vida, duré hasta los 17 años con ella, imagínese
cómo era la sociedad y cómo era mi madurez que yo era un loco y se lo pedí di-
gámoslo entre comillas, pero yo a ella no la llevé a prostíbulos. Le mostré todo lo
que era la vida sexual porque la mamá decía que yo lo único que buscaba era co-
mérmela, y yo nunca lo hice porque para mí ella fue el amor que vos querías tanto
que no querías dañar”. (…)

De otra parte y en oposición la mujer deseada la cual es erotizada pero difícil-


mente concebida para construir pareja, como lo explica H2:

“Realmente yo fui muy mujeriego, cuando mi esposa me conoció a mí yo tenía sie-


te mujeres que estaba buscando lo mismo (sexo), porque yo bailé mucha salsa y
era muy popular y jugué futbol, entonces yo tenía como una amalgama de lo que
era el ídolo del barrio pobre, bandido, peleón, toma trago y yo bailaba mucho, yo
fui bailarín de salsa pero en forma, con todos los juguetes”.

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Lo planteado por Bozon (2004) en su análisis transicional de la sexualidad
corrobora cómo lo identificado en los intercambistas muestra que muy a pesar
de los cambios y transformaciones de lo sexual, aún se puede identificar en los
hombres una tendencia de valorar negativamente indicios de autonomía sexual
en la mujer, es decir, la mujer deseada es rechazada en términos de vinculación
afectiva y en concordancia con lo expresado por H4 se puede deducir que la
mujer que desea es percibida en la sociedad heteronormativa como masculi-
na: activa, autónoma, erótica, etc.; a lo que los hombres responden a manera
de sanción, desde su perspectiva, con limitarlas para encuentros sexuales. Los
hombres se asumen como sujetos deseantes e independientes para quienes las
mujeres son significadas como objetos a poseer y como sujetos sometidos al
deseo masculino pues sólo así serán las “buenas” mujeres.
Para Bozon (2004) es claro, corresponde a las mujeres resolver las tensiones
de la sexualidad, pues es de ellas de quienes se espera que traten de estabilizar
y regular el deseo de los hombres conteniéndolos en una relación de pareja. Este
doble estándar erótico-sexual está estrechamente ligado al inmovilismo de la
división sexual de la vida doméstica, de la parentalidad y la distribución de roles
en la esfera pública y profesional.

5 Esposo de M2 el cual fue nombrado para esta investigación como H2, este se reconoce como hombre heterosexual, blanco-mestizo
de clase popular, su profesión es tecnica en administración de empresas, en la actualidad maneja un taxi. Lleva ventidos años de
unión por matrimonio civil, tiene dos hijos. Se logro la colaboracion de él luego de ser abordado en un club swinger donde se les
explico la intención del estudio, se le realizaron 3 entrevistas de manera individual y una en pareja en un tiempo de tres meses
El placer sexual como imperativo de la pareja.
Actualmente la mutua satisfacción sexual es concebida por los intercambistas
como el derrotero que da sentido a la construcción y sostenimiento de la pare-
ja como proyecto; las mujeres por su parte valoran toda estrategia que brinde
dinamismo erótico en cuanto consideran que así disminuirá la tendencia a la
infidelidad de sus parejas. Lo anterior resultó de interés porque se constató que
al margen de los capitales educativos y económicos de las mujeres, su condición
erótica tiende a la complacencia y satisfacción de su pareja. Para todas ellas hay
que hacerlo todo y vivirlo todo, si esto como estrategia garantiza la perdurabili-
dad de la relación de pareja.
Aparece así en la condición actual de estas parejas una paradoja, pues las
expectativas iniciales de la sexualidad masculina de una mujer respetable con la
que se puedan comprometer, en oposición a la mujer erotizada con la que se dis-
fruta, este punto se disipa frente a la disposición de sus parejas a una actividad
sexual dinámica para complacerlo y mantenerlo junto a ella. La libertad sexual
de la mujer hoy resiste a la tradición heteronormativa corporizada en sus com-
pañeros y asume su condición de deseantes. A pesar de sus serias limitaciones,
se trata de un proceso reflexivo en el que el placer ocupa un lugar central con el
fin de permanecer juntos disfrutándose mutuamente, se trata de un placer que
si bien puede considerarse inmoral no por ello es menos placentero:
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M1: “Fue una sexualidad buena que me permitió a mí conocer más cosas digamos
disfrutarla más. Llegó un punto en que yo sentía que era yo la que tenia la batuta
del asunto y que ´(su esposo) no me daba todo lo que yo quería desde el noviaz-
go, siempre había una insatisfacción porque él es una persona fría, una persona
distante emocionalmente, es una persona callada, es introvertido. Yo soy todo lo
contrario soy mucho más espontánea mucho más explosiva, él no, incluso en la
sexualidad también, yo era muy espontánea, incluso yo era de las que me vestía
como colegiala, le bailaba en una barra le decía hagamos esto, lo otro: compraba,
hacía, y él - no -. Entonces llegaba un punto en que yo decía, yo no me voy a
cansar porque finalmente hago lo que yo quiero, y eso a él lo mantenía conmigo,
eso era lo que me importaba.”

En este sentido vale la pena recordar a Bejin (1987), para quien la sexualidad
debe entonces considerarse privada y pública, la transformación de la mujer
pública es la transformación de la mujer privada, dinamizada reflexivamente, un
yo femenino que en este caso procura seguir las recomendaciones que estime
necesarias para mantener a su pareja.
Se trata de parejas constituidas para explorar juntos toda fuente de placer
para no ceder ante el letargo de la rutina, que en últimas será reflexionado por
las parejas como el gran problema a superar si no se quiere que la relación ter-
mine.
M26: “Yo siempre he pensado que si un hombre busca algo en la calle es porque en
la casa le falta, voy a hacerle el Kama Sutra y compraba juguetes o le decía que
comprara aceites, entonces yo siempre he sido, como usted quiera, donde quiera,
lo que quiera y siempre he alimentado la relación (…) por ejemplo, yo me iba para
una discoteca con él y me ponía todo el baúl, pero me iba sin tangas simplemente
era por mantener la llama, porque 22 años son 22 años y que uno diga que hoy día
que uno siga enamorado ese tipo de cosas hay que cultivarlas (…)”

Es en esta nueva estrategia femenina por mantener la unión matrimonial que


se exploran alternativas liberales con el fin de reafirmar los fines más conserva-
dores de la pareja: mantenerse juntos. Claro está, todo esto dentro de un campo
social sexual en el que los capitales intercambiados permiten el replanteamiento
de su valor en relación con los fines pretendidos:

M1 “yo ya estando con mi novio empecé a sentir que ya quería hacer un trío, eso
fue en el noviazgo, yo ya sentía que yo quería experimentar eso y me sentía pues
más segura, (…) un día yo no sabía cómo decírselo y yo le dije: - mira vamos a
hacer una cosa - y entonces me lo llevé para “La Casona” a comer empanadas, -
vamos a tomar cerveza - y le di mucha cerveza y le dije: ¿vos qué fantasías has
tenido? (…) y él me decía, no sabía cómo decírmelo, entonces yo le dije - ¿vos
querés hacer un trio? - ¡y él se quedó!… yo le dije – no, es que a mí me gusta,

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siempre he querido. ¿A vos que te parece eso?, era lo que yo te iba a decir, o sea,
siempre me tocaba a mí, pero casualmente él también deseaba eso y de novios lo
hicimos con una amiga mía.”

Es importante señalar cómo ésta intención por sobreponerse a la monotonía


conlleva a lo que la entrevistada percibe como satisfacción para la pareja, ella
siente placer al ser capaz de satisfacerlo a él y lograr que su iniciativa coincida
con la de su pareja. Este tipo de conductas permiten hablar de una pareja con
tendencia a la renegociación de los papeles sexuales en el modelo de amor con-
fluente, como lo señala el mismo Giddens. Surge una pareja que está en capa-
cidad de negociar muchos aspectos de su vida eroctica-afectiva, sin el silencio
absoluto complaciente que sólo sería otra forma de negar la condición pasiva
de la mujer, pero con el reconocimiento del otro también como agente social
deseante:

M1: “Por esa misma época ya fue él, el que me dijo: ¿sabes qué quiero yo?, algo
que a mí no me gustó mucho en un principio, pero que accedí por darle el deseo
a él, me dijo yo quiero que nosotros hagamos el trio, pero con un travesti, ¨ y
a mí no me gusta porque me parece que son cochinos, me da como fastidio y él
sí, - que son bacanas mirá - y yo como que no, pero bueno. (…) Digamos que fue
6 Entrevistada que en la investigación se nombro como M2, ella se reconoce como mujer heterosexual, blanca-mestiza de clase po-
pular, su profesión es tecnica en estetica, se ocupa de manera independiente en su negocio de salon de belleza. Lleva ventidos años
de unión por matrimonio civil, tiene dos hijos. Se logro la colaboracion de ella y el esposo luego de ser abordados en un club swinger
donde se les explico la intención del estudio, se realizaron 4 entrevistas en un tiempo de dos meses, una entrevista fue en pareja
chévere, pero no es que yo diga que a mí es lo que me encanta es eso, pero fue
más por complacerlo a él.”

En lo que respecta a los hombres entrevistados, la sexualidad también es


comprendida como algo fundamental para el mantenimiento de la pareja, se
reconocen en procura de satisfacción constante por parte de sus mujeres sin
violentarlas, como si el gesto voluntario de parte de ellas fuera mucho más
significativo, de hecho reconocen en ellas una mayor disposición. H2 y H4 son
ejemplos de ello:

H2: “Con mi mujer dormimos muchas veces juntos y nunca tuvimos relaciones
porque no éramos nada y yo a ella no la iba a obligar, ya cuando tuvimos la rela-
ción como tal, desde ese día con ella hasta el sol de hoy, pero por eso, porque con
ella siempre hubo diálogo, nunca yo puedo decir que me sentí insatisfecho y tenía
que ir a buscar una vieja en la calle. Porque yo con ella todo lo exploraba, todo lo
he vivido.”

H4: “Yo he querido satisfacerla en lo que ella quiera, pero la verdad es ella quien
siempre ha estado pendiente de mí en lo que yo le diga, pero no es porque yo la
obligue es algo que funciona como natural, ella me dice así: Usted no tiene que
irse con una perra.”
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Resultan entonces evidentes, como lo señaló Welzer-Lang (2001), algunas


diferencias en las expectativas de mujeres y hombres respecto al proyecto de
pareja intercambista, no obstante que estas no han impedido su mantenimiento.
Las mujeres, si bien es cierto, admiten una mayor autonomía sexual, la ponen al
servicio del mantenimiento de la pareja. Ellas amplían su disfrute sexual siempre
y cuando éste satisfaga a sus compañeros, pues consideran que esto garantiza
la monogamia afectiva y por ende la perdurabilidad de la unión. En complemen-
to, los hombres valoran la disposición de sus parejas a satisfacerlos sin relacio-
narlo directamente con el proyecto de pareja, como si al placer de estar juntos,
no están tan dispuestos como sus compañeras a ceder en lo que no les gusta,
tal como lo evidenció su rechazo generalizado a las prácticas homosexuales y los
tríos H-M-H (Moncayo,2011); lo que deja ver su capacidad de negociación. Pero
la disposición al intercambio muestra una aceptación mayor de la mujer como
deseante, toda vez que el objeto de este deseo no es tan solo otro u otra, sino
la pareja masculina. Es decir, hay una tendencia a fortalecer la confianza en la
consolidación de la intimidad.

Negociando la intimidad.

Las expectativas de intimidad constituyen el lazo más estrecho entre el pro-


yecto reflejo del yo y la relación pareja, que si bien no se encuentra en su estado
más puro, se anticipa su progresiva aparición en los swinger toda vez que se
identifica el proceso de construcción de confianza mutua en medio de sus trans-
gresiones a la monogamia sexual. En la relación pura, la confianza no se entien-
de como un apriorismo, pues como otros aspectos de la relación, ésta debe ser
construida. La confianza es reflexiva: es la pareja quien hace saber cuál es el
grado de reciprocidad de su parte. La interacción entre la pareja de intercambis-
tas no está apoyada en agentes externos que fijen la confianza en posiciones
establecidas como lo fuera ante el influyente campo religioso. Se requieren nue-
vas estrategias para construir confianza en el proyecto de intimidad con el otro.

M1: “Llegó un punto en que me cansé de los tríos, sino que a mí me seguía gus-
tando, pero como que… ¡qué rico hacer, ver a otras parejas! o ¡qué rico que no
sean tres sino cuatro o cinco! y uno empieza como en ese ambiente a querer eso
y disfrutarlo más. Claro que eso no se volvió nunca en una condición única para yo
sentir placer, yo me cuidaba mucho de eso y de estar muy atenta a manejar esa
situación, por ejemplo: que mis encuentros con él no fueran por lo menos siempre
un trio. De hecho yo seguía disfrutando con él y no era que lo hiciéramos cada
ocho días, al año se hacían 3 veces, una vez al mes, y así pasaba mucho tiempo
hasta que lo volvíamos a hacer, intentando que no se perdiera la otra parte de la
intimidad.”

1771
H2 explica de manera precisa cómo su proyecto de intimidad se construyó
a partir de un punto inicial que se mantiene constante en la medida que no se
presupone una ligazón estática que los afiance. Si el proceso de reflexividad es
un continuum para la identidad, la pareja intercambista será aparentemente un
continuum en construcción:

“Usted va a vivir conmigo, ni yo soy su propiedad ni usted la mía, entonces siem-


pre lo hemos vivido así: si ella me dice, -¿ve, vamos a tomar?, - y pues si yo no
quiero tomar vengo y me acuesto porque yo sé quién es ella, y yo sé que si ella
llega a tocar a otro hombre ella me lo comentaría con la misma naturaleza con la
que estamos hablando aquí. Entonces desde ese punto de vista la gente nos dice
que somos raros, porque la gran mayoría de los hombres le discuten, nosotros
estamos acostumbrados a eso.”

En las formas de negociación para hacer pareja aparece una nueva relación
de género que procura legitimar la igualdad en las vivencias que corresponden
al orden de la sexualidad, la fidelidad y la confianza tanto en el hombre como en
la mujer, pues la experiencia de algún miembro de la pareja permite el proceso
reflexivo suficiente para legitimar en el otro su derecho a experimentar el mismo
tipo de experiencia, la intimidad se consolida en relación con el placer del otro:
H4: “Luego del embarazo yo reflexioné y dije: no puede ser que yo esté utilizando
esto solo para mi beneficio, entonces llegamos a la negociación que fue el trato
como nosotros le decimos, el trato…yo le dije, bueno creo que la solución es la si-
guiente, podemos tener relación con cualquier persona siempre y cuando nos pro-
tejamos, tengamos un espacio entre 24 y 48 horas para poder pensar y organizar
las cosas bien, y que si uno consideraba que el otro era un peligro para la relación
debíamos alejarnos totalmente, dejarla, cortarla del totazo, éramos como pareja
abierta y de vez en cuando somos swinger… o es abierta cuando nos da la gana.”

Otra forma de hacer pareja.


Como se puede apreciar, optar por una relación abierta comprende la viabili-
dad de un contrato psíquico muy distinto al del matrimonio tradicional, pues se
trata de una configuración contraria al ideal del amor romántico. Un contrato es
un referente común que invoca la pareja cuando percibe en su funcionamiento
alguna irregularidad frente al mismo. No obstante en una pareja en continuo
movimiento insta a la consolidación de un contrato abierto: En consecuencia a
una condición de continuum, los proyectos de pareja en la modernidad depen-
den de la capacidad de reflexividad del yo, tal como se puede asociar con lo
expresado por M2:

“Yo me acostumbré a vivir con libertad, entonces a mí no me gusta que me coac-


1772

cionen, o que me digan cosas, o pedir permiso. No, eso no me gusta. Entonces
cuando yo me fui a organizar con él, yo le dije a él, primero yo sigo mi vida también
con mis amistades con todos los parámetros del respeto, pero no vaya a pretender
que yo le voy a pedir permiso a usted para salir porque usted es mi papacito no
mi papá, y lo mismo él de mutuo acuerdo, entonces nosotros desde un comienzo
pactamos esas diferencias.”

Al respecto H2, su compañero, complementa la idea:

“En ese sentido tenés la seguridad de saber a quién tenés a tu lado. Como la lucha
de ella indirectamente en su juventud siempre fue con la libertad, entonces ella
también aceptó eso de mí, esa apertura de vida, y comentar cosas como motivo
de vida, (…) nosotros éramos muy centrados en lo que era motivo de nuestras vi-
das, en nuestros hijos, nuestro hogar, muchas cosas, (…) poner nuestras normas,
equivocadas o no, eran entre ella y yo.”

Todo el proceso planteado hasta ahora configura lo necesario para abordar el


concepto más decisivo para comprender la profunda transformación reflexiva
que implica las prácticas swinger. Los entrevistados establecen su comprensión
de la fidelidad en relación con los cambios de la modernidad para la pareja, y
han sido claros en mostrar los efectos de la reflexividad en la construcción de
una pareja que se rige por acuerdos intersubjetivos.
Bozon (2004) considera que en la modernidad la ´infidelidad´, se ha deva-
luado a nivel de un equívoco, a un comportamiento criticable en la medida que
afecta la confianza conyugal y por ende la calidad de vida de la pareja. Si bien
se le valora negativamente, la infidelidad es tolerada y perdonada.
Sin embargo, los swinger van un paso más allá, para ellos la fidelidad sexual
no tiene un carácter normativo absoluto del que dependa su permanencia, se
puede afirmar que la fidelidad como norma no antecede el proceso reflexivo del
contrato psíquico de la pareja, de hecho evidentemente hace parte (con otros
temas) de la negociación, de la implicación de cada yo en el continuum que con-
formará el proyecto de pareja.

M4:“Yo pienso que la infidelidad (…) no está en acostarse uno con alguien, la in-
fidelidad está en ser hipócrita y decir “yo jamás te haría eso” y volteas la espalda
y le estás poniendo los cachos con tus tres mejores amigas o viceversa (...).Ya
cuando me junté con Fernando ya sabía de todo el asunto. Las parejas y los ani-
males no son fieles, no hay una estructura monogámica sino que son polígamos,
entonces si viene desde allá por qué simplemente no aceptarlo, (…) ser fieles a la
hora de decir yo estoy haciendo esto, eso lo pensé como a los 15 ó 16 años”.

M4 y H4 acordaron aceptar para cada uno relación paralela, lo cual se raciona-


lizó en una negociación con la que se buscó blindar el vínculo sentimental. Este

1773
caso en especial resitúa la fidelidad en relación al secreto, es decir, o se ignora o
se conoce, asumiendo en ambos casos que tiene un efecto sobre los individuos.

M4: “Con este muchacho habíamos tenido una relación de amigos desde que yo
tenía 15 años, él tenia 16, pero nunca había pasado nada, siempre nos habíamos
echado las pelotas pero nada, entonces ya comencé a salir con mi pareja y noso-
tros seguimos de amigos común y corriente y una vez mi pareja me dice ya dejen
la pendejada, (estábamos hablando por teléfono) hagan algo, entonces yo le dije
listo: Para tu cumpleaños lo espero en mi casa con bombas y un moñito rojo y
efectivamente, llegó y nos pusimos a conversar pero ya los dos sabíamos a lo que
íbamos. (…) Fernando es voyerista y pues si yo puedo hacer algo y de paso él pue-
de aprovechar… pues mejor.”

La infidelidad está dada en relación con el saber, pues ignorar lo que ocurre
mantiene la relación extramarital en el campo del secreto, del engaño, lo cual
en el caso de la pareja intercambista se anula con la aplicación del contrato
intercambista: saber con quién intercambiará su pareja y ver lo que hace para
disfrutar.
Los elementos biográficos de los entrevistados permiten comprender los pro-
cesos de reflexividad relacionados con la separación entre lo afectivo y lo sexual
con sus respectivos efectos en el proceso de construcción y desarrollo de la
pareja, siendo evidente cómo los y las entrevistadas han logrado resistir a las
formas tradicionales de buscar placer, privilegiando la autonomía sexual como
condición fundamental.
Finalmente, estas condiciones individuales corresponden a las disipaciones
socio-históricas que han permitido nuevas esferas de goce sexual de la mu-
jer, permitiendo una cierta “democratización” de lo íntimo: La reubicación de
la sexualidad en contraste a una pareja que tiende a ser más equitativa y de-
mandante, constriñendo cada vez más los postulados del amor romántico a tal
punto de obtener el espacio para que se traslapen otras posibilidades de pareja
organizada alrededor de un amor más confluente que poco a poco erige en los
entrevistados un vínculo más cercano a la pura relación. El intercambio sexual
de parejas termina siendo antes que una condición aislada e individual, una de-
rivación articulada a condiciones sociales que la hacen lógica7.

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