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Para quienes abogan por Israel, la lógica de una guerra contra Hamás es tan clara como la de
una ecuación matemática. El apoyo a la operación terrestre de Gaza abarca todos los
espectros políticos de Israel. De acuerdo a una encuesta la semana pasada, el 91% de los
judíos de Israel apoyan la campaña militar (¡es la primera vez, si no me falla mi memoria, que
el 91% de los judíos de Israel están de acuerdo en algo!). Para nosotros en Israel, es simple y
claro. Hamás, que no sólo declara en su acta constitutiva que su objetivo es la destrucción de
Israel, sino que lo demuestra también con sus acciones, es una amenaza existencial tanto
para nuestras vidas como para las vidas de nuestros hijos.
Pero sin embargo, no importa cuán claro presenten su posición quienes abogan por Israel, de
todas formas los diplomáticos del mundo, los principales medios noticiosos, la ONU e incluso
el gobierno estadounidense, toda la gente que es supuestamente cuerda e inteligente, no
parecen entenderlo. En Israel sentimos que hemos caído en un agujero de conejo, donde todo
está patas arriba y nada parece tener sentido.
No tiene sentido que Israel sea acusado de
“genocida” por matar a mil palestinos de los cuales
la mayoría eran terroristas.
No tiene sentido que Israel sea acusado de “genocida” por matar a mil palestinos de los cuales
la mayoría eran terroristas, mientras que decenas de miles de palestinos han sido asesinados
en Yarmouk, Siria, sin que la comunidad internacional dijera nada. No tiene sentido que de
acuerdo a una encuesta del 2003, la mayoría de los europeos consideren que Israel es “la
mayor amenaza a la paz mundial”, más que Irán, Corea del Norte o Afganistán. No tiene
sentido que de todas las resoluciones del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU, el
38% hayan sido dirigidas en contra de Israel, una democracia que vela por los derechos
igualitarios de las mujeres, las minorías religiosas y gays. No tiene sentido que a lo largo de
todo Estados Unidos las universidades organicen la “Semana del Apartheid de Israel”, siendo
que los árabes gozan de ciudadanía, asisten a las universidades israelíes, reciben un
tratamiento igualitario en los hospitales, forman parte del cuerpo médico de éstos a lo largo de
todo Israel, están representados en la Knéset e incluso tienen un miembro en la Corte
Suprema israelí.
Libelos de sangre
Los clamores sobre “muertes desproporcionadas” en la guerra actual son tan irracionales
como los libelos de sangre. Los libelos de sangre, las acusaciones de que los judíos mataban
niños cristianos y usaban su sangre para hacermatzá, han existido desde la Edad Media hasta
la época de las computadoras. Cualquiera que sepa al menos un poco de judaísmo sabrá que
la sangre es tan casher como el puerco. La Torá prohíbe comer sangre, y la carne casherdebe
ser lavada y salada para remover toda la sangre. Pero a pesar de estos hechos básicos, por
cientos de años comunidades enteras han sido torturadas y asesinadas por supuestamente
haber asesinado a niños cristianos para usar su sangre para hacer matzá. Incluso durante el
Renacimiento, cuando las supersticiones medievales dieron paso al dominio de la razón,
cuando en 1588 el niño de dos años llamado Simón de Trent desapareció, 15 judíos locales
fueron sentenciados a muerte y fueron quemados por su asesinato, y el Papa Sixto V
canonizó al niño “martirizado”.
El primer pogromo del siglo XX, en Kishinev, Rusia, que dejo un saldo de 49 judíos muertos y
cientos de heridos, fue incitado por la acusación de que los judíos habían asesinado a un niño
cristiano, Mikhail Rybachenko, y que habían usado su sangre para hacer matzá. Los libelos de
sangre fueron también perpetrados en 1910 en Irán, en 1913 en Kiev y en 1928 en Nueva
York.
En 1986, Mustafa Tlass, el Ministro de Defensa de Siria en ese entonces, escribió un libro
llamado La matzá de Sión, en el cual acusaba a los judíos de realizar asesinatos rituales. En
octubre del 2002 fue impresa la octava edición del libro y fue traducido al inglés, francés e
italiano.
Una mentira de mil años de antigüedad: Todo lo que necesitas es un niño no judío muerto
para “probar” que los judíos son unas despiadadas sanguijuelas.
Las advertencias
Todo el tiempo que mires a través de los lentes de la lógica, la discriminación del Estado Judío
será incomprensible. Pero cuando estás en la oficina del optometrista intentando leer las letras
del cartel con diferentes lentes, cuando finalmente logras ver la “E” con claridad, entonces el
optometrista sabe que ha dado con la prescripción correcta. La actitud del mundo hacia Israel
sólo tiene sentido cuando la miras a través de los lentes del antisemitismo.
“Estamos presenciando el potencial inicio de otro
Holocausto”.
En una sesión de emergencia de la Knéset el 28 de julio, Vladimir Sloutzker, la cabeza del
Congreso Judeo-Israelí, declaró: “Desde el Holocausto, nunca habíamos visto una situación
como esta. Estamos presenciando el potencial inicio de otro Holocausto”. Y entonces advirtió
portentosamente: “Estos eventos sólo irán en aumento en Europa”.
Los siglos XVIII, XIX y XX fueron testigos de dos intentos masivos de combatir el
antisemitismo. El primero fue el judaísmo reformista, el cual se originó en Alemania a
mediados del siglo XVIII y estaba basado en el concepto de que el antisemitismo aparece
porque los judíos insisten en vestirse diferente, comer diferente y actuar diferente. La solución
del reformismo era eliminar estas diferencias. En los inicios del movimiento, el hebreo fue
reemplazado por alemán, Alemania fue declarada la “nueva Zión”, y Shabat comenzó a ser
celebrado los domingos con música de órgano y otros adornos que imitaban a la Iglesia
Protestante. Después de eliminar las mitzvot como comer casher, Shabat y la circuncisión, los
judíos reformistas alemanes se volvieron prácticamente indistinguibles de sus vecinos
gentiles. En 1933, la tasa de asimilación en Alemania era del 42%.
En lugar de apaciguar el antisemitismo, la
asimilación judía se volvió la excusa para la violenta
y antisemita Alemania Nazi.
Sin embargo, en lugar de apaciguar el antisemitismo, la asimilación judía se volvió la excusa
para la violenta y antisemita Alemania Nazi. Las Leyes de Nuremberg de 1935 le prohibían
explícitamente a los arios cohabitar con judíos, y vetaron a los judíos de diversas profesiones
y de enseñar en las universidades, en las cuales los judíos eran acusados de estar tomándose
el poder. La “Solución Final” alemana obviamente no hacía distinción alguna entre un jurista
judío asimilado y un judío jasídico de barba larga y peot. Laasimilación como antídoto para el
antisemitismo ardió en las llamas de los crematorios.
La segunda respuesta lógica al antisemitismo fue el sionismo. Teodoro Herzl, el fundador del
sionismo político moderno, creía que los judíos eran perseguidos porque no tenían su propio
estado, y que la única forma de extirpar el antisemitismo de Europa era remover físicamente a
los judíos y situarlos en Palestina. Hertzl, el soñador, nunca se habría imaginado que una vez
que fuera establecido el Estado Judío, el antisemitismo simplemente mutaría en antisionismo.
Los judíos, quienes siempre habían sido vilipendiados por ser errantes, ahora serían
vilipendiados por tener su hogar nacional.
El pacto
El antisemitismo, el cual desafía todas las leyes naturales, es en realidad algo sobrenatural. La
historia de los judíos es incomprensible sin Dios. Y lo que desea Dios de la nación judía está
claramente estipulado en la Torá: “Una nación que more en soledad y que no sea contada
entre las naciones”(Números 23:9).
Los judíos deben ser “una luz para las naciones” (Isaías 42:6). Una luz está separada de
aquello a lo que ilumina. La misión Divina para el pueblo judío es ser “un reino de sacerdotes y
una nación santa” (Éxodo 19:1). Esta es una misión a la cual no podemos renunciar porque
forma parte del pacto que hay entre Dios y la nación de Israel.
El pacto, el cual Dios introdujo en sus promesas a los patriarcas y el cual fue aceptado por
toda la nación judía en el Monte Sinaí (en el cual estaban presentes todas las almas judías),
estipula lo siguiente:
Que el pueblo judío heredará la Tierra de Israel (Génesis 12:7; Génesis 15:18).
Que seríamos fieles a Dios y que cumpliríamos con Su Torá (Éxodo 24:7).
A diferencia de la mayoría de los pactos, este pacto es incondicional. Incluso si Israel reniega
su obligación, Dios, en el mérito de nuestros patriarcas y matriarcas, nunca anulará Su pacto
con nosotros.
Tal como un adolescente quiere ser aceptado como parte de su grupo social, Israel quiere ser
aceptada como unas de las naciones. Este era el ideal de los primeros sionistas. Incluso
Benjamín Netanyahu llamó a su primer libro Un lugar entre las naciones. La definición de la
Torá de Israel como “una nación que mora en soledad y que no es contada entre las
naciones” difícilmente es una receta para la popularidad.
El antisemitismo es el equivalente Divino a un
padre de un niño diabético que busca la jarra de
galletas.
Dado que la asimilación es el opuesto al designio de Dios para el pueblo judío, ¿qué puede
hacer Dios para mantener Su promesa de que los judíos nunca se extinguirán? Una base del
monoteísmo judío es que todo —todo— proviene de Dios, Quien es la única fuerza operativa
del universo. Al mismo tiempo, los seres humanos tienen libre albedrío para elegir entre el
bien y el mal (no se equivoquen, los malhechores que odian y matan judíos deberán rendir
cuentas por sus acciones). ¿Pero qué pasaría si en una generación todos los judíos
decidieran asimilarse hasta desaparecer?
El antisemitismo tiene otro efecto beneficioso: nos une. Tan sólo unos meses atrás, la
sociedad israelí estaba a punto de rasgarse por sus diferencias políticas y religiosas. El brutal
secuestro de nuestros tres jóvenes por parte de los terroristas de Hamás nos unió. En los
funerales de nuestros soldados caídos, estuvimos juntos. Y en los refugios antibombas de
Beer Sheva, Ashdod y Tel Aviv, cuando la sirena comienza a sonar, somos una sola familia.
Mientras más nos ataca el mundo antisemita, más nos aferramos los unos a los otros.
Es un alto precio que no estamos dispuestos a pagar de forma voluntaria. Pero cuando nos
vemos obligados a pagarlo, nos encontramos con dos preciadas posesiones: nuestra
verdadera identidad y la reunificación de nuestra familia.