Del gracioso rebaño, como un cíclope grotesco. Ocho burlas lo adornan, dividen su locura. La Bestia eructa devotamente en el aire rústico. Sus flancos henchidos y cadentes están adoloridos, quieren vaciarse de su preñez. Desde sus pezuñas hasta sus vanas defensas, ella está envuelta en fetidez.
Así, en el friso de Lascaux,
madre fantásticamente disfrazada, se me aparece la sabiduría ante los ojos llenos de lágrimas.