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HUMBERTO TOBÓN

EL POBLAMIENTO DE
LAS CIUDADES

Serie Ciudades Sostenibles


LA URBANIZACIÓN

Cuando la población empezó a concentrarse en un espacio físico, a aumentar la


densidad demográfica, a crear infraestructuras que les garantizara los servicios
públicos y sociales y a formular normas de convivencia, lo que estaba ocurriendo
era un proceso de urbanización, que se desarrolló a velocidades sorprendentes
en todo el mundo luego de la Segunda Guerra Mundial.

En los años 40 del siglo XX, la mayor parte de la población mundial se concen-
traba en las áreas rurales. Sin embargo, en menos de cuatro décadas esta situa-
ción cambio diametralmente, al punto de que en la actualidad poco más de la
mitad de los habitantes del Globo son urbanos.

En efecto, Europa tiene el 80% de sus habitantes viviendo en las ciudades. Amé-
rica Latina y Norteamérica muestran un índice de urbanismo cercano al 78%.
Asia va llegando al 43%, mientras África se está moviendo alrededor del 38%.

Se destaca, revisando las proyecciones poblacionales del Fondo de Población


de Naciones Unidas, que la urbanización de los países desarrollados se estancó
desde la década de los años ochenta, entre otras razones, porque su crecimien-
to demográfico endógeno es muy bajo. En tanto, la urbanización asiática que no
se había movido mucho en las décadas anteriores a 1980, despegó, debido a
una migración rural/urbana muy fuerte, impulsada por el mejoramiento de la cali-
dad de vida de las familias en las ciudades, la disminución de la pobreza, los
avances tecnológicos, un mayor nivel de educación, mejores opciones de salud
y más altos ingresos per cápita.

En el caso de África, la urbanización está impulsada por una migración de los


campos hacia las ciudades, debido a que las sequias han aumentado la pobreza
y el hambre, por los daños irreversibles de los suelos. Sin embargo, ese tránsito
hacia el urbanismo no es tan acelerado, dado que la mayor parte de las ciuda-
des no ofrecen un bienestar muy superior al de las áreas rurales, donde viven el
62% de los habitantes.

En Latinoamérica desde la década de los años 60 ya era evidente la tendencia


de una rápida urbanización, la que permitió que hoy existan 61 ciudades con
más de un millón de habitantes, de las cuales dos suman más de 20 millones:
Ciudad de México (23,6 millones) y Sao Pablo (21.4 millones).

En el caso particular de Colombia, hay seis ciudades con más de un millón de


habitantes, y una de ellas, Bogotá, podrá convertir-
se en una megalópolis, o sea, una ciudad con más
de 10 millones de personas, de acuerdo con la cla-
sificación que sobre el particular ha realizado Na-
ciones Unidas.

En el mundo existen1 12 ciudades con más de 20


millones de habitantes. De ellas nueve son asiáti-
cas, dos latinoamericanas y una norteamericana.
Suman en conjunto 294 millones de personas.
En los años 40, la
mayor parte de la Hay 17 ciudades con una población entre 10 y 19
población mundial millones. Ellas congregan a 241.1 millones de per-
sonas. Entre 5 y 9 millones de habitantes tienen 45
se concentraba en ciudades, en las cuales habitan 315 millones de
las áreas rurales. personas. Hay 161 ciudades que tienen una pobla-
Sin embargo, en ción entre 2 y 4 millones de habitantes, las cuales
menos de cuatro suman 487.5 millones de personas. Y existen 269
ciudades que suman entre 1 y 1.9 millones de per-
décadas esta situa- sonas, las que totalizan 371.5 millones.
ción cambio diame-
tralmente, al punto Las primeras 500 ciudades del mundo por tamaño
poblacional albergan 1.710 millones de habitantes,
que en la actuali-
o sea, 24% del total de la población mundial. Las
dad poco más de la grandes ciudades crecieron vertiginosamente, pero
mitad de los habi- las que concentran la mayor parte de la población
tantes del Globo mundial (54%) son las ciudades pequeñas que tie-
nen menos de 500.000 habitantes. Las ciudades
son urbanos. medianas, o sea, aquellas entre 500.000 y un mi-
llón de personas representan el 22%. Este tipo de
ciudades medianas o intermedias de los países en
desarrollo experimentan un crecimiento acelerado,
que se acerca al 2,2% anual.

El caso latinoamericano

América Latina y el Caribe suman 585 millones de


habitantes, de acuerdo con los cálculos realizados
por la Comisión Económica para América Latina –
Cepal. De estos 460 millones viven en las áreas
urbanas, o sea, 78,6%, mientras en las zonas rurales habitan 125 millones de
personas (21.4%). Ya en 1970, el 72% de la población de Latinoamérica, que era
de 276 millones de personas, vivía en las ciudades y se presume que en 2025
esta porción del continente americano sume 700 millones de habitantes y que el
81% de ellos sean urbanos.

El país latinoamericano más poblado es Brasil con 192 millones de personas y lo


sigue México con 133 millones. El que tiene menor población es Uruguay con 3.6
millones de habitantes. Colombia, por su lado, suma 49 millones.

Un proceso de migración. El fenómeno urbanístico de América Latina tuvo dos


características esenciales, un proceso acelerado de migración del campo a la
ciudad y una explosión demográfica sorprendente debido al crecimiento vegetati-
vo de la población en la década de los años 1960, lo que hizo que surgieran me-
galópolis y metrópolis en un escenario que no estaba preparado física ni institu-
cionalmente para ello, lo que desencadenó un desorden urbanístico evidente,
que le ha creado singulares problemas a los gobiernos territoriales.

La migración hacia las ciudades desde el campo se da entre otras razones, por
la pobreza creciente en las áreas rurales, debido a una política inadecuada de
desarrollo del agro por parte de los gobiernos; a la baja rentabilidad de la produc-
ción de la tierra; a las malas condiciones de vida de los pobladores, que presen-
tan niveles de pobreza superiores a los de las zonas urbanas; el agotamiento de
los recursos naturales; y en algunos países, especialmente Colombia, por un
desplazamiento masivo debido a la violencia.

Pero hay otra razón poderosa que ha incentivado la migración, y es que la ciudad
ofrece un sueño y la gente quiere vivirlo. Individuos o familias completas llegan
hasta las zonas urbanas, especialmente de las ciudades más grandes, en busca
de mejores oportunidades de vida y de poder escalar socialmente, aunque esta
posibilidad, en realidad, la mayoría no la logra, dado que no cuenta con los ele-
mentos básicos necesarios para competir en un mercado muy exigente, y se
quedan atrapados en la pobreza, viviendo en espacios reducidos, marginados y
carentes de los mínimos vitales.

Hay que tener en cuenta, también, que existen ciudades cuya población procede
no solo de las migraciones rurales, o del tránsito de familias de pequeñas locali-
dades hacia las grandes urbes, sino de los flujos de migrantes extranjeros. A ni-
vel mundial, por ejemplo, ciudades como Miami, Madrid y Nueva York enfrentan
esta realidad, mientras en el caso latinoamericano el hecho se vive en áreas
fronterizas internacionales, que ven aumentar la po-
blación esencialmente por la llegada a su suelo de
personas de nacionalidad vecina que ven en ese
territorio mejores opciones.

La otra forma de urbanización está dada por la tasa


de incremento natural de la población, que resulta
de la diferencia entre las tasas brutas de natalidad y
mortalidad, que tiene una fuerte dependencia de la
fecundidad de las mujeres y de la estructura de eda-
La migración hacia des de la población. En la década de los años
1960, se presentó en todo el mundo una gran explo-
las ciudades desde sión demográfica. Sin embargo, gracias a distintos
el campo se da en- programas de control natal, incentivados en parte
tre otras razones, por la Conferencia Internacional de Población y
Desarrollo en El Cairo (1994), esos promedios fue-
por la pobreza cre- ron reduciéndose. Sin embargo, en África hay 42
ciente en las áreas países donde la tasa de nacimientos oscila entre
rurales, debido a 3% y 5%.
una política inade- En el caso latinoamericano, la tarea del control natal
cuada de desarrollo se ha venido cumpliendo. Los más exitosos en lo-
del agro por parte grar una baja tasa media anual de crecimiento natu-
ral de la población son Cuba (0,6%) y Uruguay
de los gobiernos.
(0,8%). Los siguen Argentina (1,2%), Brasil (1,3%),
Chile (1,3%) y Costa Rica (1,8%). Los países con
menos avances son Bolivia (2,4%), Nicaragua
(2,7%), Honduras (2,8%) y Guatemala (3,0%). Sin
embargo, el caso más crítico es el de Haití, donde la
tasa de natalidad es muy alta, llega a casi 4,5%, y la
de mortalidad es también muy alta y supera el 1,7%.
Por su lado, Colombia tiene una tasa de crecimiento
natural de 1,9%.

Los cálculos del Fondo de Población de Naciones


Unidas revelan que los nuevos nacimientos en el
mundo se concentran en las áreas urbanas de los
países menos desarrollados, en los que el proceso
de migración del campo hacia las ciudades sigue
siendo dinámico, lo que conllevará consecuencias dramáticas en términos de
desarrollo humano, pues estas regiones no tienen la capacidad de ofrecer bie-
nestar a la nueva población, con lo que se dificultará el objetivo de erradicar la
miseria y el hambre.

Una pobreza que cede lentamente. La mayor parte de las comunidades latinoa-
mericanas que viven en la pobreza tienden a pedir ayuda y a buscar la mano pro-
tectora de los gobiernos, en vez de exigir sus derechos como ciudadanos. Una
actitud que los pone en evidente desventaja social y que con el paso del tiempo
los atrapa indefinidamente, con efectos intergeneracionales perversos, que ha-
cen que la pobreza no ceda rápidamente y se convierta en un fenómeno estruc-
tural. De acuerdo con CEPAL2, la pobreza de la región en 2015 fue 29,2% (175
millones de personas) y la miseria de 12,4% (75 millones de personas), con un
desmejoramiento apreciable con respecto a 2014, cuando los indicadores de po-
breza y miseria fueron 28,2% y 11,8%, respectivamente.

Cuando algunas comunidades logran romper su actitud de postración frente al


poder, se vuelven interlocutoras sociales del gobierno y tienen la capacidad de
negociar soluciones para sus problemas. Gracias a esto, por ejemplo, se obtie-
nen inversiones públicas para la legalización de los barrios, la escrituración de
sus predios, la construcción de infraestructuras básicas, mayor gasto social y el
reconocimiento de su ciudadanía.

Uno de los grandes retos del desarrollo urbano es abrir espacios para que los
pobres puedan ser incluidos socialmente y ejercer completamente su ciudadanía,
dado que tradicionalmente ellos son marginados por su condición económica,
por su procedencia y por los lugares donde viven. Cuando la inclusión se alcan-
za, la democracia se fortalece, hay un mayor nivel de diálogo entre los ciudada-
nos y la participación se vuelve eficaz.

Al analizar los indicadores de la pobreza urbana, bien por la vía de los ingresos,
o por las condiciones de calidad de vida, o por sus necesidades insatisfechas,
las conclusiones apuntan a que esta población tiene altas tasas de desempleo,
problemas de informalidad laboral, ocupaciones que generan poco valor agrega-
do, una mano de obra no calificada, niveles de educación insuficientes, viviendas
construidas con materiales inadecuados, demandas no atendidas de salud, des-
nutrición entre niños menores de cinco años por encima de los promedios nacio-
nales, al igual que en mortalidad infantil y materna.

Los análisis sociales a nivel urbano, también dejan ver una pronunciada inequi-
dad de género. En general, las mujeres están más
afectadas por el desempleo y la pobreza que sus
pares hombres. Ellas también son las más perjudi-
cadas por la falta de políticas públicas, entre otras
razones porque una gran porción son madres ca-
beza de familia3, y por lo tanto al depender de ellas
el sostenimiento del hogar, se crea una cadena de
pobreza crítica. A esto se agrega que las autorida-
des revelan que la mayor parte de las denuncias
por maltrato intrafamiliar y de pareja, afectan a las
mujeres. Por todo esto, es que se plantea que una
acción contundente para la erradicación de la po-
Cuando algunas co- breza debe comenzar por una atención prioritaria
en favor de las mujeres, porque muy seguramente
munidades logran cuando ellas salen de la pobreza, su familia tam-
romper su actitud bién lo hace.
de postración frente
Otro aspecto que requiere atención es la educa-
al poder, se vuelven
ción. Los latinoamericanos que son analfabetas
interlocutoras socia- son cada vez menos, hasta llegar en 2016 a 15%,
les del gobierno y gracias a programas especiales dirigidos a la po-
blación mayor de 15 años. En el marco del cumpli-
tienen la capacidad
miento de las metas de los Objetivos de Desarrollo
de negociar solucio- del Milenio4, los gobiernos de la subregión se preo-
nes para sus pro- cuparon porque las coberturas escolares en educa-
blemas. ción básica crecieran, al punto que en 2016 ascen-
dieron a 94%. Se sabe, de acuerdo con las estadís-
ticas analizadas por el Programa de Naciones Uni-
das para el Desarrollo, que le hizo un seguimiento
de los ODM, que el 88% de los niños tuvieron pri-
maria completa, pero a nivel de secundaria sólo lo
logró el 33%.

La educación es un factor para hacerle frente a la


pobreza, pero no es una condición suficiente, tal
como lo señalan estudios de la Cepal, que ha di-
cho, por ejemplo, que el 29% la población vulnera-
ble de América Latina ha tenido contacto con la
formación superior (universitaria, tecnológica o téc-
nica) y no han podido eludir caer en la calificación
de pobre por ingresos, ni han logrado escalar socialmente, ni se han inseertado
productivamente en sus países.

La informalidad y el empleo urbano. En el análisis del urbanismo, aparece el des-


empleo como un problema social que afecta a por lo menos el 8.5% de la pobla-
ción latinoamericana, golpeando con especial énfasis a los jóvenes y a las muje-
res, las que no participan mayoritariamente en el mercado laboral. Sin embargo,
“cualquier tipo de empleo remunerado no es garantía de superación de pobre-
za” (CEPAL5).

La población económicamente activa está creciendo y ejerce una mayor presión


por el trabajo remunerado, un factor que se vuelve escaso, dado que las nuevas
tecnologías y muchos de los nuevos modelos del desarrollo económico no son
intensivos en mano de obra. Además, existe un subempleo muy alto, en el que
están inmiscuidos en una misma categoría los trabajadores independientes y por
cuenta propia, algunos de los cuales realizan tareas rentables por su nivel de es-
pecialización, y otros efectúan actividades informales y trabajos que requieren
baja calificación, como vendedores ambulantes, ayudantes de construcción o
recicladores, cuyos ingresos no alcanzan para suplir sus necesidades básicas.

Muchos de los informales utilizan el espacio público urbano para poder desarro-
llar sus tareas y asegurar ingresos. La calle es un escenario para el trabajo no
formal. Durante los programas de renovación urbana los vendedores son catego-
rizados y ordenados, con lo que muchos de ellos, que tradicionalmente se ganan
la vida en estas actividades, pierden esa posibilidad o, por lo menos, quedan sin
los espacios físicos que ya habían conquistado. El espacio público es un lugar en
disputa. En muchas ciudades se registra el hecho de que ellos han sido tomados
por mafias, que ante la falta de autoridad urbanística, definen los sitios de trabajo
y especializan las labores, además de cobrar por este “permiso” y por garantizar
la seguridad, incluyendo aquella de que “las autoridades no van a molestar”.

Políticas públicas participativas. Si no hay una ciudadanía activa, las políticas


públicas urbanas no alcanzan a los pobres, excepto a través de programas asis-
tencialistas, que solucionan coyunturalmente problemas de hambre, ingreso y
acceso a servicios sociales.

Con las políticas públicas se deben encontrar caminos para construir modelos
que cambien la realidad de 175 millones de personas que están en la trampa de
la pobreza en América Latina y el Caribe (2015), de los que el 82% viven en las
áreas urbanas. Si esto es posible, las ciudades se vuelven más sostenibles y tie-
nen la posibilidad real de crecer en todos sus indicadores. Obviamente, si la ex-
clusión se mantiene y la pobreza no cede, una ciu-
dad tiene muy pocas opciones de alcanzar un desa-
rrollo armónico y equilibrado.

Las poblaciones pobres han vivido momentos amar-


gos en materia de políticas públicas, pues durante
gran parte de las décadas de 1980 y 1990, los go-
biernos acogieron como una religión la fórmula de
que la administración pública debía ser la promotora
del desarrollo en términos de planeación, pero la
ejecución debía estar en manos de los empresarios
privados, bajo el argumento de que eran mucho más
eficientes en el manejo del capital y sin la afectación
de la corrupción. Esta fórmula se cristalizó en la pri-
Muchos de los in- vatización de la prestación de los servicios públicos,
formales utilizan el con lo cual la racionalidad del mercado impidió que
las inversiones se realizaran en las comunidades
espacio público ur- más pobres, y se concentraron en aquellos escena-
bano para poder rios que garantizaban rentabilidad económica.
desarrollar sus ta-
La rentabilidad social pasó a un segundo plano. El
reas y asegurar in- fracaso en términos de indicadores de bienestar fue
gresos. La calle es de tal dimensión, que el Estado tuvo que reasumir,
un escenario para en varios países, su papel de promotor y ejecutor del
desarrollo en algunas áreas. En esas dos décadas la
el trabajo no formal.
crisis social tocó fondo, acompañada de una crisis
económica sin precedentes en Latinoamérica, lo que
hizo que la pobreza creciera a ritmos inusuales, al
tiempo que aumentaba el poblamiento urbano y cre-
cían las concentraciones ilegales dentro de las ciu-
dades.

Asentamientos inadecuados. El surgimiento de


asentamientos humanos en áreas alejadas, normal-
mente montañosas y carentes de las infraestructuras
básicas para que los pobladores tuviesen acceso a
los servicios de agua, energía, transporte, salud y
educación, es una de las consecuencias del rápido
crecimiento urbano en Latinoamérica.
“Barrios subnormales”, “Centros obreros”, “Villas miseria” y “Favelas” son algu-
nos de los nombres que se les da a estos sitios emblemáticos de la pobreza, que
marcan el paisaje urbano de las ciudades de la subregión.

Estudios de caso demuestran que los avances de infraestructura que logran los
barrios donde viven la pobrería son escasos e incluso inexistentes. La calidad de
vida de las familias retrocede y surgen unas brechas amplísimas con otros gru-
pos sociales. Las condiciones de los pobres en estos espacios urbanos van en
retroceso y las esperanzas de un mejor futuro se van diluyendo.

En esos sitios, donde se concentra la pobreza y la miseria, la presencia del Esta-


do es escasa y las respuestas que ofrece frente a la multitud de problemas son
lentas y en oportunidades inadecuadas. Ante la falta de autoridad en estos terri-
torios, surgen alternativas de poder, todas ellas ilegales, que maltratan a la co-
munidad y los ponen en situaciones de miedo constante. Las “autoridades de
hecho” generan un ambiente de zozobra permanente, que no permite que los
ciudadanos sean libres. Pero lo más grave, es que las autoridades legalmente
constituidas conocen esa realidad, pero actúan marginalmente para evitarla. Por
esto, es que se fortalecen los imaginarios de que al vivir los pobres en sitios peli-
grosos, ellos también lo son, y por lo tanto se convierten en agentes generadores
de violencia. Para cambiar esta realidad, se requiere la intervención institucional
para construir un ambiente urbano con buenos indicadores de habitabilidad, lo
que se debe hacer de manera participativa. La actitud políticamente correcta es
acercar e incluir a los pobres.

Entre las estrategias que se han adoptado por parte de algunos gobiernos, en el
propósito de incluir a los pobres, está reasentar a las familias. Algunos han desa-
rrollado esta acción de manera responsable, buscando que dicho reasentamiento
no implique mayores afectaciones a la construcción de la ciudadanía barrial.
Otros han emprendido acciones en las que se han destruido las relaciones ela-
boradas entre los habitantes y que se caracterizan por la solidaridad, el acompa-
ñamiento y la protección mutua. Cuando las familias toman caminos diferentes,
se debe reiniciar la construcción de redes sociales, una tarea que no es fácil,
pues se requiere para ello esencialmente confianza.

El daño ambiental. El urbanismo latinoamericano ha golpeado con fuerza el en-


torno ambiental. La polución de las ciudades es evidente; hay una mala gestión
de los residuos sólidos, que se siguen depositando en rellenos sanitarios o en
terrenos a cielo abierto; la congestión vehicular, la mala calidad del transporte
público y el ruido se sufren diariamente; la desaparición de humedales, la conta-
minación de los ríos, la toma de la ronda de los afluentes y la devastación de los
bosques, son muestras de los estragos urbanísti-
cos.

Por ejemplo, de acuerdo con estudios sociales de


la Comisión Económica para América Latina, el ac-
ceso a agua mejorada de las personas pobres en
Latinoamérica cubre el 81%, mientras que el sa-
neamiento básico apenas sí beneficia el 47%. El
servicio más universal es el de energía (95%).

La ausencia de una infraestructura adecuada de


servicios públicos básicos, conduce en gran medi-
da a las masas pobres a afectar el entorno natural.
Estudios de caso Ellos, ante la falta de sistemas energéticos como
demuestran que los electricidad y gas, tienen que acudir a los bosques
en busca de madera para la cocción de sus alimen-
avances de infraes- tos y para proveerse calor. Debido a que no hay
tructura que logran alcantarillado, improvisan sistemas de desfogue
los barrios donde abierto por la mitad de las calles, lo que provoca
malos olores e infecciones entre la población. La
viven la pobrería carencia de sistemas de recolección y disposición
son escasos e in- técnica de basuras, hace que sus entornos sean
cluso inexistentes. insalubres. En tanto los ríos y quebradas, cuando
están cerca, se convierten en sus propios acueduc-
tos y en el lugar donde se asean, lavan sus pren-
das de vestir y depositan las aguas servidas. Esta
es una imagen dolorosa, pero real, del entorno am-
biental de los pobres extremos, que en América
Latina suman 75 millones de personas, de acuer-
dos con los estudios de PNUD y Cepal en 2015.

Violencia en crecimiento. Otro de los grandes pro-


blemas que viven las ciudades latinoamericanas,
es la violencia, que surge como resultado de la falta
de gobernabilidad en los asentamientos humanos
más alejados y pobres; las pocas opciones de jóve-
nes y adultos de ingresar al mercado del trabajo; la
precariedad de los espacios habitacionales; las ba-
jas coberturas de los servicios para la comunidad;
los obstáculos para la movilidad social; y la discri-
minación de grupos poblacionales.
La violencia de manifiesta desde las formas más simples: robos o atracos a resi-
dencias, hasta secuestros y homicidios, haciendo que los gastos en seguridad
sean muy altos. Sistemas de vigilancia, hombres armados y cerramiento de los
conjuntos residenciales y empresariales, son los ingredientes de la cotidianidad
dentro de las ciudades latinoamericanas.

La violencia no permite la libre movilización, ya que hay zonas vedadas, espe-


cialmente en sectores marginados, donde surgen “gobiernos alternativos” ejerci-
dos por organizaciones ilegales, que son las que imponen sus condiciones a los
pobladores, con lo cual se restringen las libertades individuales y las ciudades
pierden mucho de su atractivo.

La movilidad social interna. Si bien la pobrería se va moviendo al interior de la


ciudad buscando acomodo en los espacios en los que pueda vivir con sus limita-
ciones económicas, los más ricos también impulsan las migraciones internas.
Debido a que las ciudades latinoamericanas se han vuelto tan caóticas, se está
imponiendo una tendencia de los estratos más altos de trasladarse hacia la peri-
feria, buscando terrenos más amplios, con más naturaleza, menor ruido y mejor
movilidad.

Esta clase de decisiones obligan a los gobiernos locales a adecuar su ordena-


miento territorial y a buscar financiación para construir las obras que se requieren
frente a la nueva realidad urbanística.

El fenómeno de la Gentrificación. El suelo urbano es un recurso escaso que de-


be ser gestionado adecuadamente, pues cuando se requiere incrementar este
espacio, los costos son altísimos. Por esta razón surgen teorías sobre densificar
la ciudad y construir sobre lo construido, ganando espacialmente en altura. Con
esta clase de determinaciones se corre el riesgo de aburguesar los terrenos, lo
que técnicamente se conoce como Gentrificación.

Es normal ver en las grandes ciudades que barrios tradicionalmente ocupados


por obreros, con evidentes problemas en la calidad de las viviendas, empiezan a
transformarse en sitios para clases medias y altas y su valorización crece acele-
radamente, obligando a los poseedores históricos a vender y abandonar el lugar,
ante la imposibilidad de pagar los impuestos y contribuciones locales por los ma-
yores valores que adquieren los terrenos y las construcciones.
De las casas se pasa a grandes edificaciones de apartamentos. De las tiendas
barriales se transita a grandes superficies comerciales. Para llegar a esto, hay un
proceso de especulación de la tierra, que se va extendiendo rápidamente de ba-
rrio en barrio, obligado a los tenedores tradicionales
a desplazarse a otros lugares al interior de la ciu-
dad.

La Gentrificación se fortalece consciente o incons-


cientemente con los programas de inversión a largo
plazo de los gobiernos locales, quienes aplican ta-
sas de valorización para ejecutar obras de infraes-
tructura, que resultan muy gravosas para los habi-
tantes pobres del sitio, con lo que se va preparando
el terreno para los nuevos ocupantes, de un estrato
socioeconómico más alto, que están en capacidad
La violencia no per- de cancelar las contribuciones.

mite la libre movili- Las modificaciones urbanas son tan rotundas en


zación, ya que hay algunas ciudades latinoamericanas, que abastos,
zonas vedadas, es- barrios de obreros, zonas de talleres, muelles y cen-
tros históricos, fueron transformados en ciudades
pecialmente en sec- modernas, con un cambio sustancial de ocupantes.
tores marginados,
donde surgen La estética es un elemento esencialísimo en la
transformación urbana. La limpieza, las calles am-
“gobiernos alternati-
plias, las casas bien pintadas, el ornato público, los
vos” ejercidos por parques con zonas verdes delineadas, han pasado
organizaciones ile- a ocupar un lugar privilegiado en el urbanismo.
Mientras la estética se impone, no hay el mismo in-
gales,
terés en pensar en lo verdadera importante: la cali-
dad de vida de la gente, que es donde radica en
gran medida la sostenibilidad de las ciudades.

Las redes de ciudades. Las ciudades de América


Latina han comprendido, desde su acelerado urba-
nismo, la necesidad de trascender en el contexto
internacional e introducirse de lleno en una econo-
mía global para poder seguir creciendo y desarro-
llándose y no quedar encapsuladas en el escenario
nacional, lo que no les permitiría obtener los recur-
sos necesarios para contribuir a solucionar los pro-
blemas que les genera su realidad demográfica.
En este sentido, las ciudades más importantes de Latinoamérica se vienen pre-
parando para modernizarse en la prestación de servicios financieros y de comu-
nicaciones, que obligan a desarrollos tecnológicos que implican grandes desafíos
en inversiones públicas y privadas y en la formación de un capital humano de
clase mundial. Así mismo, impulsan las infraestructuras en puertos marítimos,
aeropuertos y sistemas ferroviarios para mejorar los niveles de competitividad y
responder adecuada y oportunamente a los requerimientos del mercado. Y todo
esto con una modernización del sistema productivo y una profesionalización en
la prestación de los servicios, especialmente relacionados con el comercio inter-
nacional.

Las ciudades latinoamericanas están cada vez más interconectadas, sus opera-
ciones trascienden los límites nacionales y sus niveles de especialización son
cada vez más evidentes.

El teletrabajo. Algunas empresas líderes de los sectores público y privado de


América Latina están dando los primeros pasos para crear grupos de trabajo en
línea, lo que implica una limitada presencia física de los empleados en las ofici-
nas y el mejoramiento de los encadenamientos de los trabajadores.

Avanzar en la implementación del Teletrabajo, requiere de inversiones para au-


mentar las velocidades de conexión a Internet y facilitar el trabajo ágil y seguro a
distancia. Implica además esta innovación, un cambio en la mentalidad de los
empresarios y los trabajadores, que debe desembocar en el mejoramiento de la
productividad, sin olvidar los ajustes de carácter jurídico que se deben realizar en
ciertos casos.

Para las empresas significa, así mismo, aminorar los costos de operación interna
y tener un mayor control sobre los índices de productividad, lo cual permite traba-
jar por objetivos y no por horas. Para los trabajadores los beneficios se refieren a
espacios laborales más amigables, menores tiempos de desplazamiento y me-
nos gastos en transporte y alimentación por fuera del hogar; además de tener
mayor disponibilidad para estar cerca de la familia.

Cuando el Teletrabajo se logre consolidar como una buena práctica laboral en


los distintos países latinoamericanos, se estará asistieron a una verdadera revo-
lución en la dinámica de las ciudades y en la calidad de vida de los trabajadores.
HUMBERTRO TOBON. Economista. Comunicador Social.
Especialista en finanzas y con estudios en economía am-
biental y ciencias políticas. Ha sido consultor de organis-
mos como PNUD, OIT, OIM y Comunidad Andina de Na-
ciones. También fue asesor del DANE, Senado de la Repú-
blica y Concejo de Bogotá. Fue Secretario de Planeación
del Tolima. Autor de estudios sobre desarrollo humano,
hábitat y ordenamiento territorial.

1. Datos provenientes del estudio de Thomas Brinkhoff: The Principal Agglom-


erations of the World.http://www.citypopulation.de.

2. http://www.unmultimedia.org/radio/spanish/2016/03/el-numero-de-pobres-en-
america-latina-subio-a-175-millones-alerta-cepal/#.Wnd2167ibIU

3. Según CEPAL el porcentaje de personas que viven en hogares encabezados


por mujeres es 28% en 2012. En 1999 era del 19%

4. La estrategia ODM (vigente hasta 2015) abarcó todos los países del mundo
para vencer la pobreza, vista desde la perspectiva multidimensional, que con-
templó 8 objetivos relacionados con salud, educación, equidad de género,
medio ambiente, asentamientos humanos, acceso a la tecnología y generación
de ingresos.

5. Panorama Social de América Latina • 2012

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