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MÁS DE 800 NIÑOS VIVEN EN SITUACIÓN DE CALLE

Cochabamba Rodríguez

Lorena Amurrio Montes


Publicado el 23/10/2016 a las 0h00

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Cuando se camina por las calles de la ciudad se puede ver a varios niños,
niñas y adolescentes que no tienen donde vivir. Según un censo realizado por
la Defensoría de la Niñez de Cercado, hay 833 menores de 18 años en
situación de calle.

El 30 por ciento nació de padres en estas circunstancias. En tanto, el otro 70


por ciento escapó de sus casas por las condiciones violentas en que vivía el
entorno familiar.

El jefe de la Defensoría de la Niñez, Juan Carlos Sánchez, señaló que muchos


de los niños y niñas que nacieron en la calle son bebés que no sobrepasan los
dos años de edad. Debido a las circunstancias en las que se encontraban
presentaban desnutrición, picaduras de pulgas, mosquitos, bichos en el
estómago, además de otras enfermedades.

“Fueron trasladados al hospital para recibir atención médica. Luego procedimos


a buscar familia ampliada para que se haga cargo. En algunos casos se
encontró a alguien, pero en otros tuvimos que proceder a institucionalizar a los
niños y niñas que ahora se encuentran en hogares de acogida”, dijo Sánchez.

Por otro lado, existe un grupo de mayor edad que está en situación de calle
debido a que escaparon de sus casas. “Estos niños, niñas y adolescentes
refieren que en sus domicilios existía mucha violencia que se ejercía entre sus
padres y en varias ocasiones también contra ellos”, agregó el jefe de la
Defensoría.

Sin embargo, los niños, niñas y adolescentes que se registraron no sólo son de
Cercado. Muchos de ellos llegan de otros municipios como Sacaba o
Quillacollo. Pero también logran arribar desde departamentos vecinos como
Oruro, Santa Cruz y Potosí, principalmente. “Dicen que aquí tienen mejores
oportunidades”, manifestó.

Señaló que se está tratando de concientizar a los niños, niñas y adolescentes


que este tipo de vida no lleva a nada bueno. Asimismo, se les ofrece ir a
centros de acogida y rehabilitación. Sin embargo, la mayoría logra escapar,
porque no existe un sistema de seguridad. La Defensoría cuenta con una
unidad de seguimiento a los niños en situación de calle que está terminando el
proceso de carnetización.

Crecen constantemente

Según datos históricos, el problema comenzó al promediar 1986 cuando las


políticas de Gobierno generaron desempleo, crisis económica y familiar. Como
consecuencia, muchas personas pasaron a vivir en las calles.

Sin embargo, 10 años después se tuvo el dato de que existían más de 400
personas, entre adultos y niños en situación de calle. Pero, la situación fue
creciendo con mayor fuerza. Según el censo del 2013 hay más de 900
personas que no tienen un hogar.

Se trata de cuatro generaciones que fueron naciendo y creciendo en las calles


cochabambinas. Se los puede ver en las esquinas de las principales avenidas
de la ciudad limpiando parabrisas. Pero, su presencia representa un temor para
la población, porque en muchos casos recurren al hurto para conseguir dinero.

Para tratar de no sentir el frío o el hambre, estas personas recurren a la clefa


(pegamento) y al alcohol. Empero, el constante consumo los convierte en
adictos e incluso sufren deformaciones físicas y biológicas. Según varios
estudios, la expectativa de vida de estas personas no supera los 40 años.
EL DRAMA DE LA CLEFA EN COCHABAMBA
08/03/2009-11:03Vida

La vida de niños, mujeres y hombres atrapados por la clefa y los muchos


planes de rehabilitación, que no tuvieron éxito hasta ahora.

Un drama que nos afecta a todos

Informe Especial del periódico Opinión

Jorge M. Delgado Saravia

En Bolivia, y particularmente en Cochabamba, tres generaciones de personas


consumidoras de clefa forman parte de la población urbana. El consumo de
inhalantes, al menos hasta donde ha sido estudiado, es un problema que
radica en las ciudades, donde diversos factores contribuyen a la
descomposición de los núcleos familiares, condenando a los menores a trajinar
las calles, sometidos a todos los peligros que el abandono y la pobreza pueden
ofrecer a niños, niñas y adolescentes que por su condición específica se
convierten en núcleos marginales o marginados.

Tres generaciones de personas atrapadas en el monstruoso y fatal poder que


la clefa ejerce sobre sus vidas. Un pegamento de tal potencia que las narices
de los inhalantes difícilmente pueden despegarse, de los pequeños
contenedores en los que el Tolueno (principal componente del pegamento) los
sumerge en un océano de desgracias en el que ellos parecen navegar
libremente, sobreviviendo a tempestades de toda índole, desarrollando
pequeñas tribus en las que consumidores y consumidoras, menores y adultos
jóvenes, frecuentemente acompañados por perros, deambulan por las calles, a
veces sembrando miedo, otras delinquiendo, otras veces mendigando y
muchas otras, despertando lástima y solidaridad.

Aunque son conocidos y reconocidos comúnmente bajo el denominativo de


“cleferos”, el vocabulario y la terminología de origen asistencialista y
humanitario sociológico, ha establecido que la palabra “clefero” es un factor
que fortalece la discriminación social a este grupo humano y que acentúa las
condiciones de marginalidad en las que su vida se desenvuelve. Algo así como
si la palabra “miseria” estaría proscrita en la Real Academia de la Lengua
Española, como una iniciativa para combatir la pobreza en el mundo de habla
hispana.
Sin embargo, esta marginalidad específica padece muchos rasgos también
específicos que no pueden ser pasados de largo. El principal componente del
problema social del consumo de clefa es la marginalidad de su población.

Los “consumidores de inhalantes”, son discriminados intensamente. Todos


marginamos a los “cleferos”. Para estos niños, niñas y adolescentes
consumidores de inhalantes, la condición de “clefero” como nombre genérico y
categoría social representa un factor de identidad gregaria en el que ellos
mismos se reconocen como tales, a tal punto que han llegado a desarrollar
cierto orgullo tribal por el hecho de ser temidos en las calles. Los denominados
“cleferos” están conscientes de ese poder y lo ejercen cotidianamente,
intimidando a quienes ven en ellos una amenaza a su seguridad.

La fama que los precede los estigmatiza como menores y jóvenes violentos,
protagonistas de actos delictivos como hurtos, robos, atracos y otros.

Empero, según testimonios de algunos de ellos, la condición de “cleferos”,


significa para ellos una situación de “status” debido a que, como menores, el
hecho de vivir en la calle, emancipados dramáticamente de sus entornos
familiares, la mayoría de las veces precarios, los identifica como poseedores de
cierto poder, pese a ser menores. Al ser temidos y marginados logran ejercer
una autonomía de vida que los convierte rápidamente en soberanos de su libre
albedrío, una situación absolutamente jerárquica en relación a otros menores
que viven en condiciones “normales” en las que son sometidos a los cánones
establecidos de autoridad y dependencia de los mayores.

Otra forma de abandono y segregación que padecen es el que proviene, como


efecto contrario o perverso, de las acciones de asistencialismo y cobertura
humanitaria provenientes de instituciones, públicas, privadas, no
gubernamentales y religiosas.

Sucede, y esto es una conclusión de uno de los tantos estudios realizados


sobre el tema, que en Cochabamba existen 76 hogares, centros y/o guarderías;
31 instituciones no gubernamentales y religiosas, además de cinco programas
pertenecientes a la red de atención a niños y adolescentes.

Nacer en la calle

Las probabilidades de que los recién nacidos lleguen al primer año de vida son
mínimas, debido a las enfermedades a las que están expuestos por la mala
alimentación, el contacto con las drogas y su permanencia en las calles.

“Los bebés sobreviven con tecito o cafecito, pero la mayoría no llega a los dos
o tres meses de vida; mueren afectados por enfermedades como la neumonía
o la diarrea, afecciones éstas que se dan en las calles”, explicó Claudia
Gonzales, directora de la Fundación de niños Alalay.

Los menores no reciben la atención médica necesaria y los padres no conocen


las vacunas que los protegerían de afecciones.

Gonzales añadió que existen niñas y adolescentes que deben cambiar de


parejas constantemente para sentirse protegidas dentro del grupo. En muchos
casos, “sus padres las envían a prostituirse para obtener dinero. Son
vulnerables a contraer enfermedades de transmisión sexual”.

Familias enteras conformadas en las calles bajo el manto de la adicción a la


clefa, el thinner y el alcohol deambulan por las venas de las ciudades de La
Paz, Cochabamba y Santa Cruz. Más que simples grupos, son comunidades
móviles que manejan códigos propios entre sus miembros.

Cleferos, en La Paz; polillas, en Cochabamba y palomillos, en Santa Cruz, “son


grupos nómadas, familias grandes que se estacionan en un lugar, pero cuando
perciben que hay peligro, van moviéndose de un lado a otro. Siempre están
juntos para protegerse: son comunidades y forman sus propias ciudadelas”.

TRIBUS URBANAS

En la ciudad de Cochabamba, existen en la calle más de 20 lugares donde


pernoctar y/o cohabitar (unos a la intemperie y los menos bajo techo). Entre
ellos, los siguientes:

* Coronilla; con 115 miembros y 12 espacios o ubicaciones (entre las más


conocidas están: la de Celestino, Piña, El siete, etc.).

* Puente Cala Cala; con unos 23 miembros.

* Puente Huayna Kapac; con unos 18 miembros.

* El mercado 25 de mayo; con unos 12 miembros.

A estas zonas se debe añadir a los jóvenes que vivían y/o deambulaban en: La
avenida Aroma, “La Coca Cola”, Cerro verde, Juan de Dios, El Cristo de la
Concordia, Las Palmeras, La Terminal (sólo por el día), la Costanera, Plaza
Bush, Plaza Principal (alrededores), Laguna Alalay, La plazuela San Sebastián,
Maryknoll (Ciclovía), “El avión”, la avenida Oquendo, la avenida América y
Quillacollo

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