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figuraciones
n° 10
Sobre historia y teoría de la crítica I sep.2012
semestral
Recorridos
ABSTRACT
PALABRAS CLAVE
ABSTRACT EN INGLÉS
This paper aims to present an overview of American art criticism of the period
1930-1975, especially considering the transformations suffered criticism and the
history of the visual arts from the perspective of the question of the "cultural
background". We analyzed texts recognized as representative in each cultural region,
some published after the dates we have set ourselves. This work shall not ask for
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greater differences between cultural background and ask for identity, even though
sometimes it becomes necessary to establish some differences. Both are questions
that can not be answered outside the context of the story and in fact can only obtain
a historical answer. Finally, we assume to literature and the visual arts as part of the
same sphere: art.
PALABRAS CLAVE
TEXTO INTEGRAL
1. Introducción
retomarse a partir del segundo lustro de la década de los años cuarenta, cuando
Europa, retornando de la guerra, verá reaparecer la pregunta por "el origen cultural
europeo". Como se sabe, esa pregunta tuvo uno de sus momentos iniciales en el
Romanticismo que, desde su primera formulación dieciochesca, reflexionaba en
torno a la "pureza de lo primitivo". Ese eje temático encontrará diversas vías de
desarrollo, sobre todo en las opciones expresiva y analítica de la vanguardia
heroica[2], así como en las filosofías irracionalistas de fines del siglo XIX y de los
primeros treinta años del siglo XX; también la tuvo en la pregunta por el
inconsciente colectivo que formuló en sus últimas fases el funcionalismo. Por otro
lado, la pregunta por el origen cultural, tal y como fue planteada por la crítica[3]
europea de fines del siglo XVIII, encontraba su sentido en la convicción de que,
Alemania, por ejemplo, habría tenido un origen cultural distinto a la cuna greco-
latina. De hecho, es al interior de semejante marco que la Historia del Arte, como
todos sabemos, se apropió de la iconografía como una de sus herramientas
fundamentales. Esas tradiciones, la de lo bueno y la de la novedad –en el plano de lo
espiritualmente puro del pueblo-, hallan ambas uno de sus múltiples sentidos en la
discusión en torno a la naturaleza, así como en el orden de su accionar, cuestión que
recibió el nombre de disputa civilización-barbarie, misma que, como sabemos,
había encontrado en el siglo XVI, intensificándose en el siglo XVII, su primera
formulación en el marco de la Conquista de América, y que tras los primeros
crecimientos urbanos, habría de intensificarse en los siglos posteriores; es decir, se
trata de debates que tienen todos como condición la modernidad como experiencia
urbana. En América Latina, ese debate se inicia a fines del siglo XVIII,
agudizándose a lo largo del siglo XIX, bajo distintos matices y orientaciones, para
eclosionar, por así decir, en el proceso de la Vanguardia. De hecho, al iniciarse la
década de los diez del siglo pasado, un nuevo escenario político y económico, que
no meramente espiritual, cobijará la discusión en torno a Latinoamérica. En el
marco de la creación de la Unión Panamericana[4], EE.UU. convocó a una serie de
congresos que reunían a expertos en Historia y Geografía, Economía y Comercio,
Correos, Sanidad y Medicina, que ampliaron instrumentalmente el área de interés
sobre América Latina. A partir de 1940, sin embargo, el interés estadounidense
sobre América Latina se centra también y visiblemente en el ámbito de la cultura.
Para tal efecto, empresas privadas y muesos de EE.UU. organizaron exposiciones
sobre arte latinoamericano[5] sin considerar las exposiciones itinerantes organizadas
por la OEA a partir de 1964. De hecho, a través de la flamante OEA, se formuló el
proyecto de organización de un museo[6] y, a través de algunas universidades, se
convocó a académicos latinoamericanos a dictar cátedras en torno al arte y la
arquitectura coloniales.
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10 Ahora bien, este ordenamiento cronológico nos posibilita la detección de dos ejes
analíticos para el proceso que describimos: por una parte, es posible enfrentar la
pregunta por el origen cultural a partir de los diversos matices epocales que adquiere
dicha pregunta, y en este sentido, resulta particularmente interesante el debate, más
o menos nítido, que le impuso la propia transformación del concepto de arte, a fines
del siglo XIX, en el marco de los sucesivos procesos de actualización académica.
Por otro lado, es posible también destejer la trama de sentidos que fue cobrando
dicha pregunta en una operación de contraste con las transformaciones artísticas que
le acompañaron o vehicularon, cuyo resultado conduciría a la asunción de que las
transformaciones epistemológicas de la crítica y aquellas en la poética, serían
mutuamente determinantes e incomprensibles por fuera de las condiciones extra-
artísticas. La ruta que seguiremos aquí será doble, es decir, en la medida de lo
posible, intentaremos sostener un contrapunto entre ambos ejes.
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11 La historia del arte latinoamericano ha establecido una tajante división entre el arte
colonial, el arte republicano y del siglo XX. El criterio que prima es el de división
histórica a partir de la organización política de América Latina. Ello muestra,
entonces, la dependencia que esas historias tienen de la Historia en general, en la
medida que los historiadores están, hasta bien entrado el siglo XX, examinando el
desarrollo y construcción de la nación.
14 Ahora bien, esas historias españolas contaban, por ejemplo, con una tradición que
aunque breve, se plegaba a la construcción de historias del arte en cuanto historias
de la civilización y que caracterizaron a la segunda mitad del siglo XIX9. Así
mismo, esos historiadores contaban con una tradición, también breve, de estudios
académicos de historia del arte, prácticamente inexistentes en América Latina, a
excepción de los cursos de historia del arte impartidos en las escuelas de
arquitectura y, eventualmente, en las escuelas y academias de arte, creadas en su
mayoría entre fines del siglo XVIII y el primer tercio del siglo XX. De hecho, las
primeras historias de arte latinoamericano en sentido continental sólo comienzan a
escribirse a partir de la segunda mitad de los años sesenta del siglo XX, para
alcanzar su publicación mayoritaria en la década de los setenta. A principios de los
años cincuenta, sin embargo, las historias del arte asumen un nuevo formato: el de
historias epocales, las más de las veces en sentido amplio, de modo tal que toman en
préstamo el régimen periodizador que habían puesto en boga los estudios literarios,
pero que también se observaba en la historia a secas. El ordenamiento en cuestión
organizaba y distinguía un arte colonial, uno republicano y otro contemporáneo,
mismo que establecía un estrecho vínculo con los procesos políticos nacionales y
que había sido históricamente, el objeto de estudio más relevante de la historia[13].
Pero el proceso de actualización que verifica la historia del arte en el periodo,
contribuyó a la producción de historias del arte concentradas en el examen de
períodos cronológicos relativamente circunscritos a los problemas específicos de
cuestiones que el historiador quería analizar; por esto, en ellas ya se evidenciaba la
transgresión de los límites territoriales nacionales –característico en los estudios
posteriores-, adquiriendo un cierto carácter regional en lugar de meramente
nacional[14]: esta tendencia puede empezar a percibirse ya en la década de los años
treinta y estrechamente vinculado al proceso de consolidación de cátedras
universitarias de historia del arte, en cuyo interior comenzó a aflorar el interés por el
arte y la arquitectura colonial.
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16 Hay sin embargo un segundo punto de vista, según el cual América Latina se
constituye como tal en el siglo XX, criterio que claramente se diferencia de las
reflexiones decimonónicas que pretendían distanciarse del período colonial. Según
este punto de vista, el fin del siglo XIX se visualiza como un crisol que modelará las
futuras condiciones de producción del siglo XX y, por ello, el período colonial
aparece como un mundo totalmente ajeno a las aspiraciones y procesos de los siglos
XIX y XX. En general, los programas académicos al respecto visualizan la Historia
del Arte Latinoamericano dividido en tres períodos claramente diferenciados: Arte
Colonial, Arte Republicano y Arte del Siglo XX. Por su parte, los estudios de fuerte
raigambre antropológica y sociológica, han engrosado esta discusión al incorporar la
producción popular y artesanal tanto de las urbes como del mundo rural de las
diversas regiones latinoamericanas, preguntándose sobre la superposición temporal
de las prácticas culturales e ilustrándolas con análisis que ponen el acento en los
modos de vida arcaicos que laten en dichas supervivencias.
19 La pregunta por la identidad se verá así signada y modelada por el balance negativo
que la intelectualidad latinoamericana estableció cuando comparaba la producción
cultural latinoamericana con respecto a la europea, y este balance se volvió tanto
más negativo cuanto éste se planteó con respecto al desarrollo económico de las
naciones europeas e incluso al de los mismos Estados Unidos. Así, en el contexto
del arielismo la pregunta por la identidad se formuló desde la lógica "Civilización
vs. Barbarie", en el que los contenidos raciales, tanto desde la negatividad de los
mismos, como desde el criterio ilustrado y romántico de la pureza espiritual de los
pueblos primitivos, se encontraban en pugna. En efecto, el proyecto de construcción
de las naciones había ya arrojado un primer balance negativo hacia mediados del
siglo XIX, cuando se pretendió paliar las deficiencias económico-sociales de
América Latina, mediante la importación de ciudadanos alemanes (operación que,
por lo demás, implicaba que las deficiencias económico-sociales tenían una raíz
étnico-cultural). De hecho ese mecanismo demuestra la apreciación negativa que
nuestros intelectuales tenían sobre el "espíritu de los pueblos" latinoamericanos. En
otras palabras, mientras que el siglo XIX "renegaba" parcialmente de sus orígenes
culturales, la identidad se constituyó como una auténtica invención que apeló a
ciertas cualidades morales y espirituales que se pretendían propias de la nación en el
sentido romántico del término, es decir, como un pueblo que ocupa un territorio. La
salida al problema la dio la inexorable anexión de América Latina a la economía
liberal que impulsaba la expansión imperial del capital. Y esa misma anexión hizo
relucir aún más el balance negativo, cuando se hizo evidente que América Latina no
se encontraba en condiciones de incorporarse competitivamente a la economía
liberal sino que debía hacerlo en situación de dependencia.
3. Desfase y tradición
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24 Así, los modelos periodizadores de las historias nacionales que se construyen en las
décadas del veinte al cincuenta, se están enfrentando a un triple problema: a) la
creación de una tradición artística que, en virtud del componente racial puede y debe
encontrar sus orígenes en el momento colonial; b) la construcción de una historia del
arte que acompañe y se justifique en la historia de la Nación, y c) la creación de una
tradición que necesariamente debía conducir a los vanguardismos, a pesar de que la
historia así construida denunciase el quiebre y el conflicto que las vanguardias
artísticas representaron al interior de los circuitos artísticos latinoamericanos, tanto
por su choque con los cánones del gusto imperantes como por su situación
diferenciada con respecto a la Escuela de París. En este sentido, uno de los aspectos
problemáticos de la matriz país joven era sin duda el asunto del desfase estilístico,
juicio este último en el que coincidirán prácticamente todos los historiadores de arte
hasta nuestros días.
25 Por otra parte, el tema de la juventud en el sentido negativo que la problemática del
desfase imponía, se verá acompañado, por la tesis de la originalidad formulada a
partir del asombro ante la riqueza formal tanto de los pueblos latinoamericanos,
como de sus momentos estilísticos. Este será un movimiento que irá acrecentándose
por diversas cuestiones que revisaremos posteriormente; sin embargo, podemos
señalar aquí que ese enfoque está directamente vinculado al americanismo creciente
impulsado por el arielismo.
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30 A partir de esta organización del panorama crítico, Morais intentó explicar el juicio
negativo a las vanguardias tardías -en cuanto éstas se oponían a las tradiciones
descritas por esa crítica- como también presentar una aproximación hedonista a las
artes visuales en la que se recogía la diversidad de horizontes culturales sin requerir
mayormente del examen crítico de sus fundamentos y condiciones, para desde allí,
iniciar la verdadera lucha que enarbolaba: la de liberar a las artes visuales y en
general toda producción cultural de las imposiciones de las instituciones culturales y
en particular del Estado[20]. Pero ello significa que Morais requería asirse con al
menos algunas de las tradiciones visuales y culturales descritas por la crítica que
analiza y concentrar esas tradiciones en el campo llano de un imaginario reductor y
ampliamente difundido, procedente -es necesario decirlo- de los procesos
constructivos de las nacionalidades latinoamericanas en el período que va entre 1870
y 1910. Un ejemplo de ello es el tratamiento que el autor da a los procesos
mexicanos[21].
esa crítica había arrojado sobre esas vanguardias, generando así una escisión en el
modelo de la esfera artística en cuanto sistema organizado en torno al núcleo de lo
nacional o de lo propio. En efecto, el principal problema que esa crítica estaba
discutiendo era la dependencia cultural. Para ello, recurrió tanto a las Ciencias
Sociales como a la Antropología, disciplinas que ingresarán al horizonte crítico
latinoamericano en virtud de la instalación del estructuralismo, en tanto paradigma
epistemológico, con el fin de observar con mayor atención la multiplicidad de
mediaciones con que la obra de arte constituye un hecho social.
4. El continuo transculturado
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36 En tercer lugar, Picón señala la situación política de las tierras conquistadas, esto es,
si se trata de capitanías generales o de virreinatos. La importancia de dicha
distinción reside, evidentemente, en el sistema artístico que definen, pero también en
la futura suerte de las tradiciones culturales que de ellas emanan[23].
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41 Esa ilación la ofreció la teoría del mestizaje. Y esa tesis (bosquejada ya a principios
del siglo XIX) permitió entonces articular al periodo colonial en un solo gran
desarrollo histórico que generalmente se caracteriza con frases del tipo... "del
choque de culturas a nuestros días". En efecto, una frase como ésta establece un hilo
temporal y fenoménico con respecto a América Latina, pero también declara el
carácter problemático de dicho continuo al aseverar que esa ilación se desprende de
un gran acontecimiento que habría de imponer sobre América Latina el signo de la
dominación. A la luz de la tesis del mestizaje, como aquella matriz articulada por el
formalismo, la Historia del Arte encontrará entonces un primer marco teórico para
responder a la pregunta por la identidad.
44 Como hemos visto, el principal problema con que lidiaba esa crítica era el de los
modelos periodizadores que, siguiendo la lógica del progreso, conducían más o
menos armoniosamente al objeto artístico-visual desde la Colonia hasta las
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vanguardias heroicas y tardías del siglo XX. Y ese tránsito se veía en serias
dificultades cuando se pretendía comprender el sentido del desfase estilístico que
parecía dibujar América Latina desde la tesis de la mera transposición de estilos, en
cuanto ella implicaba tanto la condición dependiente de América Latina como la
urgencia actualizadora que el ideal de modernidad le imponía. Por otra parte, desde
muy temprano se había considerado a las vanguardias como un acto atentatorio
contra los contenidos identitarios que las formas más arcaicas de la Historia del Arte
le habían asignado: formas que se vinculaban estrechamente al discurso de
apropiación de los territorios nacionales por parte de pueblos específicos, pero que
no correspondían a las soluciones dadas por el formalismo. Formas que, en todo
caso, no solo se referían al paisaje como género, sino en particular a la calidad de
sus habitantes, a sus tipos.
45 Llegados a este punto, es importante recordar que desde los postimpresionismos, las
formas y dinámicas productivas de las vanguardias heroicas europeas, ponen en
duda precisamente el concepto de estilo. En efecto, no se trata únicamente de la
cuestión del individualismo que, ya propugnen como impugnen, condiciona la
poética de las "vanguardias utópicas"[25], sino de la evidente inutilidad de ese
concepto en cuanto instrumental analítico o periodizador a la hora de abordar los
procesos de las vanguardias. Por otro lado, una buena parte de esta polémica se
desplegó en el marco no solo de la progresiva contaminación de la Historia del Arte
por parte de las Ciencias Sociales, sino en particular en el marco de la relectura de la
marcha triunfal de los estilos en función de los procesos del siglo XX, cuya
complejidad a todas luces no podía ser disuelta en tal ambición de progreso. En este
sentido, mientras la mirada sobre el Romanticismo ponía sobre el tapete una vez
más la pregunta por los orígenes culturales de Europa y por las condiciones y límites
de la subjetividad moderna en relación a la Ilustración (las coordenadas Goethe-
Humboldt o Chateaubriand-Délacroix, por ejemplo), desde mediados de la década
del cincuenta del siglo XX la problemática de la superposición estilística miraba
hacia el Barroco, lugar donde, por otra parte, no sólo había tenido lugar la compleja
dinámica de la Contrarreforma, sino también la constitución de la Academina y las
más significativa "disputa entre clásicos y modernos"[26]. Sabemos, por ejemplo,
que la respuesta dada por Argan al problema de la superposición estilística a través
del caso particular del Barroco, consistió en declarar al Barroco como un momento
singular de la constitución fragmentaria de la subjetividad occidental, a partir de su
concepción en cuanto estilo que alberga una naturaleza bipolar, desplegada en un
momento en que la burguesía, como sujeto social en expansión, comienza a articular
cada vez más decisivamente los destinos de Occidente.
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50 En ese mismo sentido, los trabajos de Edmundo Desnoes, Jorge Enrique Adoum y
Juan García Ponce, todos reunidos en el libro América Latina en sus artes antes
citado (Desnoes 1969; García Ponce 1969; Adoum 1969), pretenden comprender la
situación del arte latinoamericano en las condiciones antes aludidas. Esos enfoques
corresponden todos a la pregunta epistemológica por la disciplina, aun cuando ella
no es formulada explícitamente. Sin embargo, buscan articular la noción de
continente transculturado con los problemas específicos de valoración y
periodización de las formas artísticas que se están recibiendo en América Latina
desde la perspectiva de su inclusión superficial en los productos culturales de la
sociedad de consumo.
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51 Desde la misma perspectiva, esto es, crear una tradición cultural latinoamericana,
pero ahora abocada a dibujar la línea seguida por las artes visuales, Marta Traba, se
apoyará en la teoría de la transculturación para elaborar su teoría de la resistencia,
modelo que aspira a comprender y justificar la producción plástica latinoamericana a
partir de la primera disputa vanguardista entre antiguos y modernos, para
concentrarse específicamente en desentrañar teóricamente la naturaleza de los
fenómenos artístico-culturales en el contexto de la dependencia.
53 Fuertemente influida por Lefebvre y por Francastel Traba se esfuerza por articular la
producción artística latinoamericana en el contexto de un lenguaje en el sentido
benjaminiano. A Traba le interesan propiamente los contenidos, que estarán en
relación directa con la dependencia, en la medida en que toda obra de arte sólo
puede hablar de lo real. Ahora bien, lo real estaría compuesto básicamente por dos
tipos de problemas; por una parte, la dependencia cultural, política y económica de
América Latina; por otra, las vanguardias tardías que están ingresando en el
continente, especialmente en América del Sur. La cuestión de la dependencia es de
suma importancia porque ésta se sustenta en buena medida en el subdesarrollo. El
problema de la inclusión de América Latina en las vanguardias tardías, está siendo
criticado por Traba en la medida en que se corresponden con sociedades altamente
industrializadas. La acusación de Frederico Morais se ve así injustificada y, sobre
todo, ideológicamente sesgada, porque desconociendo este hecho fundamental
pretendía liberar de toda sospecha política a las vanguardias tardías que están
ingresando en Venezuela, Argentina y Brasil.
54 Ahora bien, las vanguardias tardías que están ingresando a América Latina son
básicamente el Pop y sus derivados, por una parte, y las investigaciones cinéticas,
por otra. Tanto las primeras como las segundas obviamente pertenecen a un contexto
altamente industrializado. América Latina, por su parte, ofrecía, a los ojos de Traba,
una larga tradición figurativa que mantenía un alto grado de arcaísmo no sólo en lo
referente a las técnicas sino también en aquello referente a los contenidos, y cuya
explicación residía precisamente en el subdesarrollo científico y tecnológico. En este
sentido, lo que otorgaba a esa tradición su peculiar acento, era la referencia a un
tiempo mítico, cíclico, el cual era tratado en el arte no sólo desde los temas sino en
particular desde la construcción espacial de las obras, como, por ejemplo, había
desarrollado la literatura en la obra de García Márquez o de Cortázar. Mucho más
tarde, Traba argumentará que mientras en Europa o los Estados Unidos las
vanguardias tardías están enseñoreándose del horizonte artístico, bajo la forma del
Minimal, del Pop, del Povera, de los Happenings y de las Performance, el arte
latinoamericano muestra una tendencia claramente homogénea hacia los
figurativismos en lo que se denominó Nueva Figuración o, sinónimamente,
Realismo Maravilloso y/o Realismo Fantástico. En esta perspectiva, todo artista que
apelara directamente a esa tradición figurativa y que conscientemente elaborara
espacialmente la conciencia de la dependencia y del subdesarrollo, era
necesariamente resistente a los embates dominadores vía vanguardias tardías. Por
ello, todo intelectual que dócilmente aceptara los nuevos instrumentales
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6. Lenguaje y sociedad
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57 Esa división será estudiada por Acha en el clásico Arte y sociedad ya referido. En él,
Acha se concentrará en el problema de la actualización de la producción visual
latinoamericana en el contexto del siglo XX. Para Acha, Latinoamérica sólo "toma
cuerpo" en el proceso de inclusión en la economía liberal en virtud de dos
fenómenos fundamentales: a) la gestación de un sistema artístico que va de la mano
con la posibilidad de construcción de un lenguaje artístico propiamente
latinoamericano, en particular en cuanto éste articula al primero, y b) la gestación de
un pensamiento visual latinoamericano que, por ende, va de la mano con la
existencia de un lenguaje, en la medida en que éste fundamenta y se articula en una
experiencia más o menos específica. A partir de allí, Acha examinará, por ejemplo,
el desarrollo de las vanguardias heroicas y tardías en América Latina en el contexto
de un sistema de consumo, producción y distribución que tiene en el horizonte tanto
la impronta de la independencia intelectual -en cuanto expresión de identidad-,
como su desarrollo en el marco de la dependencia.
59 Por otra parte, la aproximación sociológica al hecho artístico tendrá también el filtro
de la literatura, en particular a través del auge de la Sociología de la Literatura
generada por Robert Escarpit (Escarpit 1968). El enfoque de este autor, que también
se enmarca en la consideración de lo artístico en un complejo de producción-
consumo-distribución, influirá la presentación de Fermín Fevre al Congreso
convocado por la UNESCO (Fevre 1969). En efecto, tras examinar las formas que la
crítica de artes visuales históricamente ha asumido en América Latina, y en función
del proceso de repliegue de las obras en sí mismas, del proceso de
profesionalización de la crítica y del distanciamiento del público del crítico y de las
obras, propone examinar las transformaciones del circuito en base al examen del
grado de éxito en el rol del crítico de mediador entre la obra y el público. Se trata de
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60 Pero el problema que Fevre dejaba de lado es el de las relaciones entre las obras y
las formas de la crítica. Este será un problema que abordará la crítica de artes
visuales de un modo bastante velado en los simposios de Austin, concentrado en la
problemática del artista latinoamericano (Bayón 1975), y de Caracas[31], dedicado a
examinar una amplia gama de problemas históricos, pedagógicos y museales, pero
que no se concentró específicamente en el problema de la crítica.
61Elasunto del examen de los lenguajes plásticos tendrá, como ya se ha visto en Traba y
en Morais, una mayor importancia para la crítica de esta década. En efecto, el
problema de la actualización de las vanguardias interesará mayoritariamente a los
críticos - por ejemplo, Néstor García Canclini y Mario Pedrosa- a partir de la
segunda mitad de la década. El primero, en su clásico Arte Popular y sociedad en
Latinoamérica (García Canclini 1977), reflotará en 1978 las teorías de Marcuse en
cuanto a reflexionar sobre el poder liberador, ideológicamente hablando, de las artes
visuales, a partir de la idea de que las obras contienen en sí un núcleo crítico que
discute y reflexiona sobre las condiciones de producción que ella misma realiza. Por
cierto, para Canclini el arte popular difiere del folklore y se concentra más bien en
un ámbito estrictamente urbano. Pedrosa, por su parte, en su libro Mundo, homem,
arte em crise (Pedrosa 1975), siguiendo el llamado de Vicente Huidobro, pero
también la tesis del buen salvaje, adjudica al arte latinoamericano un poder liberador
por cuanto éste se "funda en la naturaleza", naturaleza que, en América Latina, se
encuentra aún libre de las relaciones de dominación largamente instaladas en
Europa. La cuestión se cifraba en la evidente transformación que exhibían los
objetos artísticos, uno de cuyos principales bastiones fue el Informalismo, que no
sólo aparecía en América Latina en el momento de la difícil introducción de la
sociedad de consumo, sino en el del paulatino y progresivo giro de la intelectualidad
latinoamericana hacia la izquierda, como bien recuerda Rama en sus trabajos sobre
el Informalismo Venezolano.[32]
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7. Epílogo
66 Para terminar, creo que un último fenómeno que ha acompañado a las cuestiones
que hemos descrito es la asunción, sin mayor discusión, de la autonomía del arte que
ha conducido a nuestros historiadores del arte a practicar una suerte de cirugía
extirpatoria de representaciones generadas en la historia a secas, a menos que
ingresen en calidad de mero contexto. Esta decisión ha dificultado la investigación
sobre los modos locales de ejercer experiencia estética, en la misma medida en que
la contaminación excesiva con las Ciencias Sociales lo ha hecho. Creo que debemos
considerar el estudio de la crítica de artes al interior de sistemas complejos y no del
modo excluyente en que lo venimos practicando. Más aún, estimo que la
investigación más urgente del momento es aquella que examina los modelos
periodizadores como estrategia de revisión de nuestro pasado, y muy especialmente
del decimonónico. Quizás de este modo encontremos alguna ruta que posibilite el
fenómeno más alarmante del presente: la ausencia de toda dimensión histórica, es
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decir, la separación tajante entre nuestro pasado y nuestro presente, que ha hecho
posible el retorno a foja cero que hemos intentado describir.
NOTAS AL PIE
[1] Como sucede con el excelente estudio sobre la crítica de artes brasileña realizado por María
de Fátima Morethy Couto (2004)
[2]Tomamos esta terminología de Combalía, V. et al (1980)
[3] A lo largo de este trabajo usaremos el término "crítica" de un modo elástico. Por una parte,
designaremos como crítica todo esfuerzo del pensamiento por interrogar a sus objetos; por
otra, consideraremos a la Historia del Arte y a la Crítica de Arte, como pertenecientes a una
misma esfera de producción. En este sentido y para efectos de claridad expositiva, haremos las
distinciones pertinentes cuando sea necesario. Sin embargo, en lo que respecta a la crítica,
consideramos que ésta se constituye como tal cuando se constituye como una actividad
asalariada, es decir, cuando se presenta como actividad profesional.
[4]En 1890, la Conferencia Panamericana generó la Oficina Comercial de las Repúblicas de la
que emanará, en 1902, la Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas. A partir de 1910
se la conoce como Unión Panamericana, que dará origen a la actual OEA, en 1948.
[5]Como por ejemplo la exposición organizada por la United States New York World’s Fair
Commission, que presentaba arte de México, Ecuador, Brasil y Venezuela en 1940 y en la que
ya se utiliza el criterio de periodizar y establecer filiaciones del arte latinoamericano a partir de
los "artistas viajeros", o la exposición itinerante de la colección de arte latinoamericano del
MOMA en 1943. Véanse Latin American Exhibition of Fine Arts: Brazil, Ecuador and Venezuela.
(1940) Riverside Museum – United States New York World’s Fair Commission, 1940; The Latin-
American Collection of the Museum of Modern Art, MOMA, New York, 1943.
[6]Que sólo se cumplió en 1976, aunque el proyecto data del periodo inicial de la Unión
Panamericana.
[7]Recordemos que Mariano Picón Salas (que se había formado como historiador en el
transcurso de su exilio en Chile) es invitado a dictar cursos de Arte Colonial Americano en
Columbia University y en el Smith College (Massachustts), entre 1942 y 1943.
[8]Periódicos y revistas especializadas, que ya están circulando al finalizar la década del
cuarenta. Contamos entre ellas, Ver y Estimar, en la Argentina; Pro-Arte, en Chile, Espiral y
Mito, en Colombia, etc.
[9]Es mi opinión que uno de los primeros catálogos en sentido moderno, casi
contemporáneo, es el que compusieron Marcel Duchamp y André Bretón para los Primeros
Papeles del Surrealismo en Nueva York. En él, la lista de artistas es auténtica e imaginaria, las
obras "retratadas" no coinciden con las que se presentaron en la exposición y los textos no
parecen tener relación ni con las unas ni con las otras. En resumen se trata de una máquina de
imaginar. Por su parte, las galerías en América Latina inician su proceso de instalación en la
década de los años cincuenta, mientras que sus catálogos incluyen un texto, generalmente
breve acerca del artista que expone (las más de las veces una "declaración de amor" por parte
del crítico o del galerista). Sólo a partir de la década de los años ochenta del siglo XX,
comenzamos a tener catálogos como los entendemos hoy: uno en que los textos superan las
reproducciones de las obras, y en el que se nos intenta introducir en el mundo o en la poética
del artista que contrata o solicita el catálogo en cuestión.
[10]Como denuncia Traba en 1978.
[11]Bayón, D. (1974). Los críticos reunidos en el libro fueron los siguientes: Antonio Romera
(Chile), Jorge Manrique (México), Adelaida de Juan (Cuba), Fermín Fevre (Argentina), Damián
Bayón (Argentina), Ángel Kalenberg (Uruguay), Jorge Romero Brest (Argentina), Filoteo
Samaniego (Ecuador), Mario Barata (Brasil), Juan García Ponce (México), Francisco Stastny
(Perú), Saúl Yurkievich (Argentina), Edmundo Desnoes (Cuba), Jorge Enrique Adoum
(Ecuador). El índice del libro, organiza los textos de la siguiente manera: 1) El arte
latinoamericano en el mundo de hoy; 2) Raíces, asimilaciones y conflictos; 3) Arte y Sociedad.
[12]Angulo Iñiguez, D., E. Marco Dorta y M. Buschiazzo (1945-1956. Guido, A. (1944). El
trabajo de Guido, en realidad, no puede llamarse propiamente "historia", pero fue por otra
parte, un esfuerzo destacable por elaborar un modelo periodizador de la producción
latinoamericana que fuera capaz de configurar un horizonte cultural que se subordinara a la
noción de Madre Patria.
[13]En este sentido, los actuales estudios poscoloniales de las historias latinoamericanas del
arte, específicamente de corte nacional -en la medida en que discuten la conformación de un
concepto de lo nacional- han puesto en duda la organización cronológica que esas
periodizaciones propusieron.
[14]Un buen ejemplo de ello es el trabajo de los historiadores bolivianos Mesa y Gisbert.
[15]Lo que Marcos García de la Huerta grafica como la confusión de modernización con
desarrollo. Martínez también hace referencia a este punto, pero se inscribe en la lectura que
Antonio Cándido hace del paso de la matriz del "país joven" a la del "país subdesarrollado".
Véanse Martínez, A. (1996) y García de la Huerta, M. (1998).
[16]Cuestión que de todas formas se encontraba asociada desde sus fundamentos
decimonónicos, con el problema de la Nación y que coincidía con las principales
preocupaciones del México revolucionario.
[17]Véase el análisis que a este respecto desarrolla Rafael Gutiérrez Girardot (1981).
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[18]Schapiro, M. (1944) "Morey, Early Christian Art" en The Review of Religion, VIII, citado por
Bialostocki, J. (1973).
[19] Ibidem, 5-17.
[20]Esta es una discusión que se popularizó en la década de los ochentas y que estaba
fuertemente vinculada tanto a la adopción de los modelos epistemológicos impulsados por los
postestructuralismos y la teorización sobre la posmodernidad, como al giro problemático a la
economía de libre mercado.
[21] "México: el cuerpo como metáfora de la historia" en Morais, F. (1990).
[22]Véase la introducción de Julio Le Reverend a Ortiz, F. (1980 [1942]).
[23]En este sentido, Picón acusa un marcado "psicologismo" que se trueca en recurso para
dibujar los diversos "horizontes" culturales de los habitantes latinoamericanos.
[24]En efecto, Picón Salas se desempeñó como profesor de Estética e Historia del Arte en la
Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile entre 1930 y 1935. Picón había iniciado su
magisterio de las ideas de Wölfflin ya en 1933, cuando dicta la conferencia "Nuevos métodos
de la Historia del Arte" en Santiago, reproducida por Juan Carlos Palenzuela (1982).
[25] En el sentido caracterizador de las vanguardias heroicas dado por la crítica
española. Véase Combalía, V. (1980)
[26]Véanse por ejemplo, Venturi, L. (1965 [1932]) donde se puede observar el sentido que tal
disputa tuvo para el campo específico de la teoría del arte; asimismo, Jauss, H.R. (1976).
[27]La tesis de la resistencia, es desarrollada por Traba en 1973. Puede verse un análisis y una
exposición suscinta de esa teoría presentada por Traba en un encuentro de literatura
latinoamericana en Bonn en Alegría, N. et al. (1974)
[28]Cuya producción excede el periodo en revisión, pero que no podemos excluir por razones
que inmediatamente se harán evidentes al lector.
[29] Acha, J. (1985 [1975]) El texto en cuestión fue publicado con anterioridad en ECO, Nº 177,
Bogotá, 1975.
[30]Me refiero a Ferreira Gullar, Marta Traba, Mário Pedrosa, Mirko Lauer y Néstor García
Canclini, entre otros. Debemos recordar la poderosa influencia que, en el sentido de la
liberación, ejerció Marcuse sobre variadas propuestas estéticas de nuestras vanguardias
tardías
[31]Primer Encuentro Iberoamericano de Críticos de Arte y Artistas Plásticos, Museo de Bellas
Artes, Caracas, julio de 1978. Ponencias inéditas.
[32]Rama, A. (1987 [¿1974 y 1966?]). Es en verdad lamentable la carencia de estudios acerca
de la inscripción latinoamericana en el Informalismo, toda vez que –en mi opinión- protagonizó
un auténtico proceso de refundación terminológica, especialmente de "terminachos de taller",
cuyo conocimiento muy posiblemente nos ofrezca luces acerca del proceso poético del
instalacionismo contemporáneo.
[33]Sin embargo, debemos hacer notar que el proceso transformatorio de la Historia del Arte en
Europa también ha contado como principal protagonista con el Barroco.
[34]Carpentier, A. (1974); Lezama Lima, J. (1957). He trabajado al respecto con anterioridad :
Álvarez de Araya, G. (2002, 2004)
[35]Me refiero al fenómeno propiamente vanguardista según el cual no había diferencias entre
un artista del Paleolítico y uno de, digamos 1935, puesto que ambos eran, en definitiva artistas.
BIBLIOGRAFÍA
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AUTOR/ES
Guadalupe Álvarez de Araya Cid es magister en Teoría e Historia del Arte, cursa
su Doctorado en Estudios Americanos. Es profesora de Arte Latinoamericano y de
Historia de la Crítica de Artes en América Latina en la Universidad de Chile. Entre
sus publicaciones se cuentan artículos en actas de congresos referidas a crítica del
arte en América Latina y sobre teoría de la imagen en América Latina.
http://www.revistafiguraciones.com.ar
Instituto Universitario Nacional de Arte - IUNA Crítica de Artes
Yatay 843 (C1184ADO) Ciudad Autónoma de Buenos Aires 54 011 4861.0324
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