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1. Aproximación problemática
Otro sector, al calor de la reforma, difunde la “teoría del caso”, empero, esa
propuesta es más terminológica que conceptual. No se llega a comprender su
carácter estrictamente metodológico, y sus límites y alcances instrumentales.
Confunde el método con su objeto, la “teoría del caso” con la imputación del
hecho punible, o con los alegatos de clausura, etc. La confusión más frecuente es
considerar a la “teoría del caso” como objeto y no como método, como
imputación del hecho punible y no como método para su configuración.
Precisamente la utilización del término “teoría del caso” para connotar conceptos
diferentes, ha invisibilizado el aspecto centralmente metodológico de la teoría
del caso. Su enunciación, por mero prurito de reforma procesal, envilece su
contenido conceptual.
a) teoría jurídica,
b) fáctica y
c) conviccional o probatoria.
La configuración de la teoría del caso y de la imputación de un hecho punible
tiene esos tres componentes: jurídico, fáctico y probatorio. Esta elemental y
básica relación es decisiva en la operatividad de la “teoría del caso” y la
modelación y configuración de la imputación concreta. Esta metodología
requiere como herramienta[4] básica, la elaboración de papeles de trabajo; este
instrumento simplifica y organiza la información, en un esquema tríadico
elemental[5]. La propuesta de este instrumento que grafica la información
jurídica, fáctica y probatoria, es de central importancia para los diferentes
objetivos que corresponden a cada una de las etapas procesales.
De hecho la construcción del método como instrumento exige de conocimientos
previos, de competencia y experticia en su diseño; sólo así se puede armar un
adecuado método como teoría del caso. Sin embargo, reducir el trabajo a un
esquema de mera organización de la información, sería soslayar su esencia
estratégica y táctica, con necesidad de determinadas técnicas.
La teoría del caso como método está constituida por una serie de pasos sucesivos.
El método impone un orden a los diferentes pasos necesarios para lograr un
objetivo determinado en cada etapa procesal. Este método se va configurando
conforme a las características del problema, pues atiende, a sus propias
necesidades; será preciso emplear aquellas técnicas más adecuadas a la solución
de los problemas específicos; en efecto, la comprensión de las características
específicas del objeto de la teoría del caso, le da sentido y operatividad como
método.
La teoría del caso es un método; pero como tal requiere de técnicas; las técnicas
de investigación y las técnicas de litigación oral, sirven al método para la
configuración de la imputación en cada etapa del proceso. Se debe adaptar el
esfuerzo metodológicamente a las exigencias del objeto, con las técnicas
apropiada para la selección de los medios más adecuados para la obtención de
información relevante. La configuración de la imputación concreta es el resultado
de la aplicación disciplinada del método de la teoría del caso y de las técnicas –
de investigación y de litigación–; y se presenta como un factor de seguridad y
economía.
La teoría del caso se construye en clave estratégica, compuesta por tácticas que
corresponden a cada etapa del proceso, cuyos objetivos se plasman con técnicas
específicas que corresponden a cada etapa del proceso.
La teoría del caso, tiene por objeto cumplir con el deber de la carga del
Ministerio Público de construir la imputación concreta, con proposiciones
fácticas del hecho punible y que vinculen al imputado. Probar estas
proposiciones fácticas es carga del Ministerio Público –núcleo esencial de la
presunción de inocencia–.No debe perderse de vista que la configuración de los
contornos de la imputación concreta, determina los contornos de la presunción de
inocencia del imputado[6]; es claro, que la imputación del hecho punible,
configura el contradictorio procesal básico: la presunción de inocencia del
imputado.
La teoría del caso orienta la actividad, tanto del fiscal, como de la defensa; tiene
como centro de gravedad el deber de la carga de la prueba –núcleo duro de la
presunción de inocencia–. Este centro de gravedad tiene un poder
configurador del método de la teoría del caso, y su objeto la imputación concreta.
Así, toda estrategia que oriente la actividad fiscal, está anclado en ese deber de la
carga. La configuración de la teoría del caso, y de la imputación concreta,
determinados por el deber de la carga de la prueba –presunción de inocencia–
delimitan el contradictorio procesal. Toda la actividad que desarrolle el
Ministerio Público, en las etapas del proceso, están orientadas por ese objetivo
estratégico.
La teoría del caso como método y como herramienta debe ser de obligatoria
utilización. La construcción de la hipótesis de imputación de un hecho punible,
es el motor que orientará tácticamente los actos de investigación. El motor que
dinamiza los actos de investigación; la hipótesis de trabajo, hace vidente los actos
de investigación; en efecto, la hipótesis la que determina la necesidad de
información y, por consiguiente, la necesidad de específicos actos de
investigación para obtener la información requerida, para configurar una causa
probable.
Además, el método de la teoría del caso, superado ese primer control negativo,
permite preparar, planificar y organizar el juicio oral. La planificación, conforme
a la “teoría probatoria” de la teoría del caso, permite avizorar, el aporte
probatorio conducente, pertinente y útil que se espera de los medios probatorios,
actuados en un contexto estratégico, con adecuada técnica de litigación
demostrativa; el objetivo esperado será que las proposiciones fácticas que
estructuran la imputación sean probadas.
Con el inicio del juicio oral el Ministerio Público presenta los alegatos de
apertura que contienen una síntesis de los tres aspectos básicos de la imputación
del hecho punible, modelado y configurado por –el método– la teoría del caso.
Suele confundirse alegatos de apertura con la teoría del caso, pero
conceptualmente no son lo mismo; el alegato de apertura del Ministerio Público,
es una síntesis de la imputación concreta; la teoría del caso es un método para la
configuración de la imputación concreta. La teoría del caso, en el juicio oral,
metodológicamente, permite la producción ordenada de información para
demostrar con certeza la realización del hecho punible imputado.
La teoría del caso, con base en una tesis de imputación del hecho punible, orienta
tácticamente la actividad de demostración. La imputación del hecho punible debe
ser propuesta explícitamente por el Ministerio Público, para definir el objeto del
debate contradictorio. La teoría del caso es el plan metodológico para configurar
y probar la realización de la imputación concreta, abarca otros componentes –no
explícitos– propios del método, como las tácticas, el manejo adecuado de las
técnicas, etc.
[1] Esta es una de las consecuencias negativas del litigio de papel, que sirve de
cobertura para esconder incompetencia y falta de destreza en el diseño
estratégico de bien de una persecución punitiva, o de una defensa eficaz.
[2] Este isomorfismo, es lo que lleva a confundir la teoría del caso con su objeto:
la imputación del hecho punible.
[4] Es definida como “La teoría del caso es una herramienta de planificación y
ejecución, que se va construyendo desde la noticia criminal y se concluye con la
verificación de las hipótesis, para que sirva de fundamento en el juicio. Llevada a
cabo la investigación preparatoria, conforme al Plan de Investigación, se decidirá
si se formula acusación o se requiere el sobreseimiento de la causa”. EQUIPO
TÉCNICO MULTISECTORIAL RESPONSABLE DE LA ELABORACIÓN DE
LOS PROTOCOLOS DE ACTUACIÓN INTERINSTITUCIONAL. “Protocolo
de trabajo conjunto entre el Ministerio Público y Policía”. Lima: Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos, 2014, p. 120.
Catorce métodos de
interpretación jurídica
Apunte preliminar
Ésta es una actividad, según Díaz Revorio, que “comparte con cualquier proceso
interpretativo la finalidad de tratar de descifrar el significado de textos
lingüísticos, pero presenta como nota específica el que los textos jurídicos
contienen normas, de forma que el significado que se trata de extraer del
anunciado lingüístico de una norma jurídica, entendida ésta (…) como mandato o
prohibición dirigido a poderes públicos o a ciudadanos, y cuyo cumplimiento es
objeto de una respuesta mediante una sanción jurídica (…). En la interpretación
jurídica el significante es la disposición, y el significado es la norma”[3].
1. Gramatical
2. Restrictiva
3. Extensiva
4. Lógica
5. Sistemática
6. Estricta
7. Teleológica
“La teología se define como la teoría de las causas finales, de los fines últimos a
los cuales está destinada determinada institución”[4]. Este método de
interpretación “supone la búsqueda del sentido de la norma, que va más allá del
simple texto; exige encontrar la finalidad propuesta con su creación; hallar el
propósito perseguido por la misma”[5] (Ej.: el análisis del Código penal,
representante directo del Derecho penal, debe ser comprendido como “un sistema
construido con el objeto de neutralizar las pulsiones del estado de policía bajo la
forma de poder punitivo”[6]).
8. Histórica
Una de las fuentes esenciales del Derecho es, sin duda, la doctrina. Ésta no ha
surgido de un día a otro, sino, por el contrario, se ha ido forjando paulatinamente
con el devenir de la historia: toda situación existente en la actualidad es
producto de acontecimientos anteriores (Ej.: los fiscales, antes de sostener sus
acusaciones, no simplemente revisan su Código Laboral, sino que se remiten al
dogma que los estudios de esa especialidad jurídica han impartido para la
enseñanza de la misma: sería poco mesurado limitar el análisis a lo establecido –
quizás– en un párrafo de cuatro o cinco líneas, sin tener en cuenta lo plasmado en
la doctrina particular).
9. Antagónica
10. Adecuadora
11. Evolutiva
12. Tópica
Este método, relativamente, suele ser aplicado por los jueces, ya que ellos –
según sus actividades ejecutada por años- toman en consideración su actividad
pragmática (lo que dice su trayecto práctico) a diferencia de la sintáctica (lo
que dice una palabra de un precepto legal).
13. Institucional
Se caracteriza por poseer “razones para la acción que pueden ser identificadas sin
necesidad de evaluar moralmente su contenido”[7]. Los operadores tienen en
cuenta la situación actual, sin dejar que la moral prevalezca sobre ésta (Ej.:
un juez de familia ordena la transfusión de sangre de una menor de edad, dando
la contra a la oposición de los padres porque su religión se los prohibía).
14. Memo
1. Introducción
La estafa es una especie dentro del género defraudación, toda estafa es siempre
una defraudación, pero no toda defraudación es siempre una estafa. Para que
haya estafa debe mediar siempre la artimaña, el encubrimiento de la verdad.
La estafa puede describirse, como el hecho por medio del cual una persona toma,
a raíz de un error provocado por la acción del agente, una disposición patrimonial
perjudicial, que dicho agente pretende convertir en beneficio propio o de un
tercero.[1]
2. Descripción legal
Artículo 196.- «El que procura para sí o para otro un provecho ilícito en
perjuicio de tercero, induciendo o manteniendo en error al agraviado mediante
engaño, astucia, ardid u otra forma fraudulenta, será reprimido con pena privativa
de libertad no menor de uno ni mayor de seis años.»
3. Concepto
Se debe tener presente que, en la estafa, hay una lesión del patrimonio ajeno,
mediante engaño o artificio apto para engañar y ánimo de lucro. En la estafa el
sujeto activo, empleando maniobras fraudulentas, ardides y cambiando el modo
de pensar de una persona -le induce al error-.
En el delito de estafa se sanciona al que se vale del engaño para aprovecharse del
patrimonio de otro.
Cuadro comparativo de los delitos de estafa, hurto y robo.
5. Tipicidad objetiva
5.1 Sujeto activo
a) El engaño
b) La astucia
Soler,[5] señala que la teoría del ardid constituye el punto central de la teoría de
la estafa, y agrega: «ardid es el astuto despliegue de medios engañosos.»
5.4 Error
6. Tipicidad subjetiva
El delito de estafa es doloso, el sujeto activo tiene conocimiento y voluntad de
engañar a alguien, causando un perjuicio patrimonial al engañado u a otra
persona, se exige además el elemento subjetivo del tipo, como es el ánimo de
lucro.
7. Consumación
8. Concurso
[1] Creus, Carlos. Derecho Penal. Parte Especial. Tomo I. Sexta edición. Astrea.
Buenos Aires, 1998, p. 464.
[2] Buompadre, Jorge Eduardo. Manual de Derecho Penal. Parte Especial. Editorial
Astrea. Buenos Aires, 2012, p. 441.
[3] Buompadre, Jorge Eduardo. Manual de Derecho Penal. Parte Especial. Editorial
Astrea, Buenos Aires, 2012, p. 441.
[4] Buompadre, Jorge Eduardo. Manual de Derecho Penal. Parte Especial. Editorial
Astrea. Buenos Aires, 2012, p. 443-444.
[5] Soler, Sebastián. Derecho Penal argentino. Tomo IV. Tipografía Editora
Argentina. Buenos Aires, 1951.
[6] Torres Vásquez, Aníbal. El acto jurídico. Editorial San Marcos. Lima, 1998, p.
520.
1. Cuestiones previas
El criterio expresado por el juez supremo Dr. Salas Arenas, como fundamento
propio, en el Acuerdo Plenario 2-2016/CIJ-116, precisa que el concepto
“seguridad ciudadana” no es omnicomprensivo y no abarca todo el catálogo
típico; en ese orden, no cabe entender ninguna de la formas de delito de omisión
a la asistencia Familiar (OAF) como asuntos relativos a la seguridad ciudadana.
En efecto, los comportamientos delictivos vinculados con la seguridad ciudadana
son aquellos intrínsecamente violentos y están directamente vinculados a la
afectación con intensidad de otros bienes jurídicos como la vida, la integridad
física, la libertad, etc. Empero, el comportamiento del omiso alimentario no tiene
esa entidad pluriofensiva.
2. Política de descarga
La optimización del proceso inmediato en los delitos de OAF y en otros delitos
de bagatela, en su real alcance, corresponde a una adecuada política de descarga
procesal. Estos son los reales alcances del aceleramiento procesal que promueve
el proceso inmediato. En efecto, se ha presentado algunos nudos críticos de la
sobrecarga por delitos de menor entidad. Era un hecho notorio la excesiva carga
procesal en el trámite de estos delitos pues todos los procesos por OAF
independientemente de ser un caso fácil o difícil, eran tramitados en el trámite
del proceso común. En efecto, se recorría todas las etapas del proceso común, no
obstante que desde un inicio estaba configurada una causa probable. Frente a esa
falta de razonabilidad de un proceso lato innecesario, urgía una modificación y el
proceso inmediato aparecía como una solución.
Programáticamente se proponía que: i) a juicio oral lleguen pocos casos que por
su magnitud ameriten el despliegue pleno del plenario oral; y ii) que no
lleguen casos de mínima entidad como la omisión a la asistencia familiar,
empero, es constatable que una de las causas de la sobrecarga procesal se debía a
la gran incidencia de delitos de OAF, y otros de similar entidad. Con ello se
generó carga procesal en sede fiscal y judicial; su abrupto incremento devino en
el congestionamiento del sistema de justicia penal.
Se difundía que las salidas alternas tenía que aplicarse de manera razonable para
los delitos de entidad mínima como la OAF; sin embargo, se intensificó la
aplicación de mecanismos de simplificación irrazonables como la acusación
directa[7], que en nada contribuyó a la supresión de la etapa de juzgamiento, por
lo contrario esta etapa se vio saturada con juicios orales por OAF.
La vía procedimental para los delitos de OAF, no debe ser siempre el proceso
inmediato; una interpretación del texto del art. 446 del CPP, en ese sentido, es
errada; pues es frecuente supuestos de delitos de OAF que no configuran causa
probable.
El artículo 446.4 del CPP, establece que los delitos OAF, deben ser conocidos en
la vía del proceso inmediato. Pero este dispositivo es susceptible de dos
interpretaciones: i) una literal y compartimental, que se limita al alcance textual
de ese dispositivo y, por tanto, todos los delitos de OAF deberían tramitarse
como proceso inmediato, independientemente de que se configure una causa
probable; y ii) otra interpretación sistemática, que exige razonablemente la
concordancia del art. 446.4 y el art 446.1.c) del CPP, éste último supuesto exige
el “elementos de convicción evidentes” para incoar proceso inmediato. En ese
orden, el procesamiento de los delitos de OAF, por la vía del proceso inmediato,
exige una previa verificación de la configuración de una “causa probable”. Así, la
categoría epistémica de “causa probable” se erige en baremo central para decidir
su procesamiento por el deslizador del proceso inmediato
En general, dos son los presupuestos para incoar el proceso inmediato: i) que sea
un “caso fácil”, y ii) que esté configurada una “causa probable” con elementos de
convicción evidentes. En particular, en los procesos por OAF, también deben
configurarse ambos supuestos. Si se presenta una “caso difícil” de OAF,
bien a) porque existe una oposición a la imputación, postulado una causa de
atipicidad, justificación, exculpación; entonces, no procede la incoación del
proceso inmediato; o, b) puede presentarse un “caso fácil” pero no configurar
una “causa probable”, por tanto, tampoco procede el inicio del proceso
inmediato. En síntesis, solo procede el inicio del proceso inmediato, si concurre
un “caso fácil” configurado en “causa probable”, pero con previo interrogatorio
del imputado.
Los deberes no tienen autonomía per se, deben corresponder siempre a una
posibilidad fáctica; el deber, desarraigado de su materialidad es idealismo puro y
conduce a la falacia idealista de confundir la norma con la realidad[13]; y llega al
absurdo de hacer exigible un deber sin posibilidad fáctica de realización.
Sin embargo, es práctica fiscal imputar una parte de los fácticos exigidos que
configuran solo parte de una situación típica; en efecto, solo se postula el
elemento típico del mandato judicial, y no se propone base fáctica respecto de la
capacidad económica del imputado; y luego se describe el incumplimiento con la
obligación alimentaria. Si se omite imputar fácticos correspondientes a la
capacidad material del obligado no se configurará la situación típica y carecería
de sentido la atribución de la omisión alimentaria.
Una referencia temporal permite clarificar la diferencia entre los elementos del
tipo y los requisitos de procedibilidad. Así, la verificación de la configuración de
los elementos del tipo corresponden al juicio de tipicidad para la calificación del
hecho punible; en tanto, que la verificación de la configuración de los requisitos
de procedibilidad se realiza con posterioridad a la realización del hecho punible,
con el objeto de habilitar el ejercicio de la acción penal, es claramente un acto
posterior a la realización del evento criminal –acción u omisión-. Así, en el delito
de Libramiento Indebido de cheques cuyo art. 215 del C.P., dispone: “… se
requiere del protesto o de la constancia expresa puesta por el Banco girado en el
mismo documento, señalando el motivo de la falta de pago…”; conforme se
aprecia, el requisito de procedibilidad para habilitar el ejercicio de la acción
penal, es una exigencia posterior a la realización de evento delictivo. Esta misma
situación se presenta en los delitos ecológicos, de propiedad industrial, delitos
contra el derecho de autor. En estos, el hecho punible ya se configuró, empero,
para habilitar el ejercicio de la acción penal se requiere de la realización de un
requisito de procedibilidad, -que no configura el hecho punible-.
1. Nociones previas
Así, la defensa desempeñará un rol específico, en cada una de las etapas del
proceso por flagrancia, en función de un objetivo concreto; siempre en línea de
configurar y optimizar una defensa eficaz. Uno es el objetivo que persigue y
define su rol en la detención preliminar; otro diferente es el objetivo de defensa
en la audiencia única de incoación de proceso inmediato; y, un objetivo
distinto el que configura su rol en la audiencia única de juicio inmediato.
Es constatable que las salidas alternas son poco promovidas y no son optimizadas
en los estándares oficiales esperados. De cara a buscar la abstención del ejercicio
de la acción penal (art. 2 del CPP) pueden presentarse desacuerdos en la
calificación jurídica por la persistencia del Ministerio Público en una calificación
gravosa que impida la aplicación de un principio de oportunidad; entonces,
tempranamente se hará constar por escrito el cuestionamiento a la calificación
jurídica, marcando desde ya el derrotero de una futura defensa que cuestione la
calificación jurídica.
En efecto, la lectura atenta del numeral 1 del artículo 2 del CPP[5], exige dar
operatividad a los instrumentos conceptuales de la teoría del delito, teoría de la
individualización de la pena, y la teoría de las circunstancias. En efecto, el literal
a) del citado dispositivo precisa como supuesto de abstención del ejercicio de la
acción penal por el Ministerio Público,
En orden a limitar el ejercicio del poder punitivo, la defensa debe estar vigilante
de la acrítica incorporación del dolo cognitivo,[7] y alerta a que la Fiscalía no
considere comportamientos culposos como dolosos, con un marco punitivo más
gravoso que imposibilite la abstención del ejercicio de la acción penal.
Los hechos más recurrentes, en los apresurados procesos de flagrancia por delito
de conducción en estado de ebriedad[8] y de omisión a la asistencia familiar[9],
tienen una pena cuyo extremo mínimo no es superior a los dos años, y por tanto,
están dentro del supuesto previsto en el literal b) del dispositivo. En efecto, se
trata de delitos que no afecten gravemente el interés público, y el extremo
mínimo de la pena no es superior a los dos años de pena privativa de libertad, ni
fueron cometidos por un funcionario público en ejercicio de su cargo. El proceso
inmediato es el cauce de estos delitos que saturan la jurisdicción penal; ello no
obsta, que se presenten casos difíciles de omisión a la asistencia familiar y
conducción en estado de ebriedad que amerite su trámite como proceso común.
Sin embargo, en los delitos de conducción en estado de ebriedad, frecuente se
adelanta el juicio inmediato por flagrancia, porque el imputado materialmente no
tiene capacidad económica para pagar una extraña la “reparación civil” sin daño
cierto. La regla general debería ser que las salidas alternas se apliquen siempre a
estos delitos.
Aun con la obstinación de subsumir los hechos en el artículo 366 del CP[13], no
se configura la agravante por la calidad específica de policía, dado que la
condición de funcionario público, fue considerada como factor real para la
realización del tipo base y este mismo factor real no puede valorarse dos veces: i)
para la realización del tipo y ii) a su vez como circunstancia agravante. El marco
punitivo para este delito es de pena privativa de libertad no menor de dos ni
mayor de cuatro años; su extremo mínimo no es superior a los dos años de pena
privativa de libertad; por tanto, es procedente la aplicación del principio de
oportunidad y la consiguiente abstención del ejercicio de la acción penal.
Una interpretación sistemática por ubicación de normas -sin salir de ese contexto
normativo- en lectura atenta del artículo 447 del CPP, permite una interpretación
conforme a la Constitución, que diferencia: i) el proceso inmediato por
flagrancia del ii) proceso inmediato para los otros supuestos[17] –en general–;
en estos supuestos se encuentran los delitos de conducción en estado de ebriedad
y omisión a la asistencia familiar. La especificación de estos tipos penales
conduce necesariamente a aplicar el criterio interpretativo de la especialidad; y,
en ese orden aplicar, para el delito de conducción en estado de ebriedad, el
proceso inmediato general y no el proceso inmediato por flagrancia.
Por ello, la alegación de que “únicamente se debe probar el origen ilícito de los
bienes y no la actividad criminal previa que produjo dichos bienes” resulta
ilógica y contradice flagrantemente el principio de legalidad y las garantías de la
prueba, pues resulta materialmente imposible probar el “origen ilícito” de un
bien, sin tener la certeza de que provienen de un determinado delito previo, de un
de-li-to concreto probado como tal (caso contrario no se podría hablar de
“delito”). Si se condena a un ciudadano sin probar que los bienes provienen de un
determinado de-li-to, estaremos frente a una presunción de ilicitud y, por tanto,
expuestos ante el peligro de una condena por sospechas, que viola gravemente las
garantías más importantes de la justicia democrática, y nos vuelca a una justicia
irracional y arbitraria.