Un grupo selecto de arquitectos brasileños – creadores de una estética “tropical” refrescante
y varias nuevas técnicas – actualmente se encuentran entre los más distinguidos líderes de su profesión. El urbanista Lúcio Costa, el mago del paisaje tropical, Roberto Burle-Marx y el arquitecto Oscar Niemeyer han dejado docenas de monumentos en las grandes ciudades de Brasil. Niemeyer también cuenta, entre sus logros, las majestuosas oficinas centrales del Partido Comunista Francés en Paris, las instalaciones de la Universidad Nacional en Argelia y la fachada del edificio de las Naciones Unidas en Nueva York. La culminación del talento de estos arquitectos es indudablemente la reluciente capital Brasilia, fundada en 1960, pero los primeros cimientos de la arquitectura moderna brasileña fueron edificados en 1931, cuando el legendario arquitecto francés Le Corbusier dio una serie de conferencias en Río sobre el funcionalismo. Los temas principales de la simplicidad del diseño, economía en materiales y espacios abiertos de Le Corbusier, hicieron su primera aparición en Brasil en el edificio del Ministerio de Educación en Río de Janeiro, el Palacio Capanema, construido de 1937 a 1945 por un equipo incluyendo Costa, Niemeyer, Affonso Reidy y Roberto Burle-Marx, quienes diseñaron la amplia explanada. El ministerio incorpora a un patio hecho gracias al levantamiento de la estructura principal a 9 metros (30 pies) sobre pilares de concreto llamados pilotes. En el interior, los pisos fueron dejados completamente abiertos para mayor flexibilidad. Una sensación de espacio abierto y una magnífica vista de la Bahía de Guanabara fue lograda mediante utilizar ventanas del doble del tamaño normal. Juscelino Kubitschek, entonces alcalde de Belo Horizonte, reunió el mismo equipo nuevamente en la década de los cuarentas para crear lo que es conocido hoy en día como el parque más agradable de Brasil – Pampulha. Con su expansiva área recreativa construida alrededor de un lago artificial, Pampulha es una exclusiva combinación del arte del diseñador junto con la discreta ubicación de edificios públicos. Estos incluyen un museo de arte, un pabellón de danza y la Capela de São Francisco. Niemeyer, fascinado por la “plasticidad” del concreto, en Pampulha erigió elegantes monumentos utilizando curvas, rampas y techos ondulados. Sus construcciones subtropicales de baja altura, incluyen grandes tramos de patios de tierra y alegres explanadas. El efecto general es una arquitectura de estructuras ligeras y frescas que parecen flotar sobre los verdes pastos y las azules aguas del lago. Kubitschek estuvo fascinado y los críticos se quedaron sin aliento. Como presidente de Brasil en la década de los años cincuenta, Kubitschek reunió al equipo de Pampulha para un proyecto aún con mayor magnitud, por el cual tenía una visión personal – una nueva ciudad capital para Brasil. Se celebró una competencia internacional para seleccionar el mejor plan urbano para Brasilia. Pero, indicó Burle-Marx, “Todo mundo sabía anticipadamente quién iba a ganar”. La propuesta de Costa consistía en sólo unos cuantos bosquejos hechos en hojas de cuaderno. Sin embargo, como estaba predicho, este ordinario esfuerzo fue suficiente para que ganara el contrato. El mismo Kubitschek reclutó a Niemeyer para diseñar los principales edificios públicos. La nueva capital representó la última etapa en la marcha de Niemeyer hacia un diseño austero y una construcción sobria. Los muros de color blanco humo de los edificios predominantes de la Plaza de los Tres Poderes emulan la textura de las nubes arriba en el cielo. Grandes campos de cristal reflejan el cielo para crear un efecto similar. Ciudad y cielo parecen fundirse en uno sólo. “Busqué formas que caracterizaran distintivamente a los edificios, dándole ligereza, como si estuvieran sólo tentativamente sujetados a la tierra”, señaló años más tarde Niemeyer. “La gente nunca había visto algo similar”. Niemeyer es todavía el arquitecto de mayor renombre en Brasil, responsable del Sambódromo de Río y un nuevo Museo de Arte Contemporáneo en Niterói.