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Historia
El primero en observar protozoos fue Leeuwenhoek, que en 1674 los descubrió al utilizar
microscopios de fabricación propia. Al mostrarlos ante la Royal Society se les
denominó animálculos. Este descubrimiento lo efectuó en un lago de su ciudad
natal Delft, donde observó especialmente ciliados como Vorticella y algas
unicelulares como Euglena y Volvox.
Nombre[editar]
El nombre Protozoa (protozoos) fue acuñado por Georg Goldfuss en 1818 para agrupar a
los que consideraba animales primigenios. En 1820 propuso la clase Protozoa2 dentro del
reino Animal, en la cual englobaba a los infusorios (Ciliophora), a
los Lithozoa corales, Phytozoa (algas unicelulares pigmentadas y fotosintetizadoras)
y Medusinae (medusas y otros relacionados). Así pues, el concepto fue diferente del de
Honigberg (1964), donde sólo los ciliados son comunes a ambas definiciones.
El nombre se compone de las raíces griegas πρώτο (proto), primero, y ζώο[ν] (zoo[n]),
animal, y revela que, en su origen, el concepto expresaba la tradición de clasificar toda
forma de vida en los reinos animal o vegetal. Así pues se llamaba protozoos a las formas
muy sencillas que se consideraba animales, lo mismo que protófitas a los microorganismos
considerados vegetales.
Unicelularidad[editar]
En 1845 Carl Theodor Ernst von Siebold utilizó el nombre para designar a un filo de
animales dividido en dos clases, Infusoria, equivalentes al actual filo Ciliophora (Ciliados),
y Rhizopoda, más o menos equivalentes a los de Honigberg. Von Siebold los describió
como «animales unicelulares». Hay que tener en cuenta que en esos años estaba
recibiendo su consagración la teoría celular. No todos, en las décadas siguientes,
estuvieron de acuerdo con la interpretación de Von Siebold, viendo muchos a estos
organismos como un caso de organización acelular. Fue necesario el desarrollo de la
microscopía electrónica, a mediados del siglo XX, para que se viera confirmada de manera
definitiva la homología entre el organismo protozoario entero y cada una de las células en
que se basa la organización microscópica de los organismos complejos.3 Fue Dujardin
quien primero, en esos años, reconoció el carácter unicelular del protoplasma de
los foraminíferos, encontrando Von Siebold así la autoridad para definir como unicelulares
a los miembros del filo.
En 1858, R. Owen eleva a Protozoa a la categoría de reino para separarlo de animales y
vegetales.4
Protoctistas y protistas[editar]
Durante el resto del siglo XIX, la manera de abordar la diversidad de las formas sencillas
siguió basándose en el deseo de encontrar raíces para los dos reinos
clásicos, animales y vegetales.3 La dificultad para lograrlo hizo que por primera vez Hogg,
en 1860, propusiera un nuevo reino, el Regnum Primigenum o Protoctista, para agrupar los
primitivos seres intermedios a plantas y animales; uno de sus ejemplos era la esponja
verde dulceacuícola Spongilla, cuya fotosíntesis, aunque real, es atribuible a algas verdes
simbióticas. Poco después Haeckel propuso el reino Protista, «los primordiales», para
todas las formas unicelulares y sencillas, destacando su carácter basal e indiferenciado,
pero independiente en su evolución de plantas y animales. Los Protozoa no existen en
esta visión de la diversidad, pero en una revisión posterior Haeckel recuperó los conceptos
de protozoa (animal unicelular) y protophyta (planta unicelular), como subreinos del reino
Protista.
Así pues, Haeckel propuso el reino Protista el cuál dividió en Protozoos, Protófitos y
protistas atípicos. Sin embargo muchos tratados posteriores a Haeckel han seguido
clasificando los seres vivos en animales y vegetales, de tal manera que Protozoa ha sido
considerado un filo dentro del reino animal constituido por organismos unicelulares.
Al cambio del siglo el concepto de Haeckel, que no pretendió nunca ser más que un
concepto pragmático, fue siendo visto como excesivamente polifilético, con autores, como
Otto Butschli, que rechazaban el tercer reino, a la vez que se recuperaba la noción
de Protozoa como conjunto de organismos de tipo animal y nucleados.
H. F. Copeland abordó en 1938 la diversidad global proponiendo cuatro reinos —
Monera, Protista, Plantae y Animalia— sacando a las bacterias y cianobacterias, como
reino Monera, de Protista, donde Haeckel las había dejado. Por esos años Chatton había
mostrado el carácter anucleado de esos organismos. En sucesivas revisiones se fue
precisando la composición del reino Protista, a la vez que rescataba el nombre de Hogg
(Protoctista), ahora con un significado muy diferente. De esa clasificación de Copeland
deriva nominalmente la de R. H.Whittaker, quien separando a los hongos (reino Fungi) de
Protoctista, estableció finalmente una clasificación en cinco reinos que ha durado mucho.
Sin embargo, la definición de los reinos de Whittaker, que era sobre todo un ecólogo, se
basó excesivamente en los tipos de metabolismo.
Clasificación clásica[editar]
Para una clasificación moderna, véase Protista y Protozoa (reino)
La clasificación tradicional más conocida, divide a Protozoa en cuatro grupos, tal
como reseñan Bütschli 1880,5 Delage & Hérouard 1896, Hartog 1906, Jahn & Jahn
1949 y Mackinnon & Hawes 1961, dominante en los textos de Zoología, trata a los
protozoos como un sólo filo dividido en cuatro clases basadas sobre todo en el modo
de locomoción. Debido a que todas estas formas se desarrollan por evolución
convergente, las clases son en realidad complejos grupos polifiléticos: