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RENACIMIENTO

Renacimiento es el nombre dado al amplio movimiento de revitalización cultural


que se produjo en Europa Occidental en los siglos XV y XVI. Sus principales exponentes se
hallan en el campo de las artes aunque también se produjo la renovación de la literatura y
las ciencias, tanto naturales como humanas.
El Renacimiento es fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que
determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo.
El nombre Renacimiento se utilizó porque éste retomó los elementos de la cultura
clásica. Además este término simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras
siglos de estancamiento causado por la mentalidad dogmática establecida en la Europa
de la Edad Media. El Renacimiento planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser
humano, el interés por las artes, la política y las ciencias, cambiando el teocentrismo
medieval, por el antropocentrismo renacentista.
Sin embargo, Vasari, había formulado una idea determinante, el nuevo nacimiento
del arte antiguo, que proponía una marcada conciencia histórica individual, fenómeno
completamente nuevo en la actitud espiritual del artista. De hecho el Renacimiento
rompe, conscientemente, con la tradición artística de la Edad Media, a la que califica, con
pleno desprecio, como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de
gótico. Con la misma consciencia, el movimiento renacentista se opone al arte
contemporáneo del Norte de Europa.
Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento
significa una “ruptura” con la unidad estilística que hasta ese momento había sido
“supranacional”.
Sobre el significado del concepto de Renacimiento y sobre su colocación
cronológica se ha discutido muchísimo; generalmente con el término Humanismo se
indica el proceso innovador, inspirado en la antigüedad clásica y en la consolidación de la
importancia del Hombre en la organización de la realidad histórica y natural, que se aplicó
en los siglos XIV y XV.

Desarrollo
Históricamente, el Renacimiento fue contemporáneo a la Era de los
Descubrimientos y las conquistas ultramarinas. Esta “Era” marca el comienzo de la
expansión mundial de la cultura europea, con los viajes portugueses y el descubrimiento
de América por parte de los españoles, lo cual rompe la concepción medieval del mundo,
fundamentalmente teocéntrica. Además de esto según la “Enciclopedia Océano Color” el
renacimiento comienza en el siglo XIV y no antes.
El desmembramiento de la cristiandad y el desarrollo de los nacionalismos, la
introducción de la imprenta, entre 1460 y 1480, y la consiguiente difusión de la cultura
fueron de la mano, potenciándose mutuamente, con la revolución operada en el mundo de
las ideas. El determinante, sin embargo, de este cambio social y cultural fue el desarrollo
económico europeo, con los primeros atisbos del capitalismo mercantil. En este clima
cultural de renovación, que paradójicamente buscaba sus modelos en la Antigüedad
Clásica, surgió a principios del siglo XV un renacimiento artístico en Italia de empuje
extraordinario.
El artista tomó conciencia de individuo con valor y personalidad propios, se vio
atraído por el saber y comenzó a estudiar los modelos de la antigüedad clásica a la vez
que investigaba las técnicas del claroscuro, las formas de representar la perspectiva, y el
mundo natural; especialmente la anatomía humana y las técnicas de construcción
arquitectónica. El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da Vinci, personalidad
eminentemente renacentista, quien dominó distintas ramas del saber, pero del mismo
modo Miguel Ángel Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas
conmovidos por la imagen de la Antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas
escultóricas, pictóricas y arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva
sensibilidad humanística. Todo esto formó parte del renacimiento en las artes en Italia.
Mientras surgía en Florencia el arte del Quattrocento o primer Renacimiento
italiano, así llamado por desarrollarse durante los años de 1400 (siglo XV), gracias a la
búsqueda de los cánones de belleza de la Antigüedad y de las bases científicas del arte, se
produjo un fenómeno parecido y simultaneo en Flandes (especialmente en pintura),
basado principalmente en la observación de la vida y la naturaleza y muy ligado a la figura
de Tomás de Kempis y la “devotio moderna”(1), la búsqueda de la humanidad de Cristo.
Este Bajo Renacimiento, conjugado con el italiano, tuvo gran repercusión en la Europa
Oriental (la fortaleza moscovita de Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos).
La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo XVI), se caracterizó por la
hegemonía artística de Roma, cuyos Papas (Julio II, León X, Clemente VII y Pablo III)
(algunos de ellos pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron
fervorosamente el desarrollo de las artes, así como la investigación de la Antigüedad
Clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia muchos de estos artistas, o sus seguidores,
emigraron y profundizaron la propagación de los principios renacentistas por toda Europa
Occidental.
Durante la segunda mitad del siglo XVI empezó la decadencia del Renacimiento,
que cayó en un rígido formalismo, y tras el Manierismo dejó paso al Barroco.

Etapas
Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del renacimiento:
La primera tiene como espacio cronológico todo el siglo XV, es el denominado
Quattrocento, y comprende el Renacimiento temprano que se desarrolla en Italia.
La segunda, afecta al siglo XVI, se denomina Cinquecento, y su dominio artístico
queda referido al Alto Renacimiento, que se centra en el primer cuarto de siglo. Esta etapa
desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que conforma el Manierismo.
Mientras que en Italia se estaba desarrollando el Renacimiento, en el resto de
Europa se mantiene el Gótico en sus formas tardías, situación que se va a mantener,
exceptuando casos concretos, hasta comienzos del siglo XVI.
En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad clásica, considerada
como un legado nacional, proporcionó una amplia base para una evolución estilística
homogénea y de validez general. Por ello, allí, es posible su surgimiento y precede a todas
las demás naciones.
Fuera de Italia la Antigüedad Clásica supondrá un caudal académico asimilable, y el
desarrollo del Renacimiento dependerá constantemente de los impulsos marcados por
Italia. Artistas importados desde Italia o formados allí, hacen el papel de verdaderos
transmisores.
Los supuestos históricos que permitieron desarrollar el nuevo estilo se remontan al
siglo XIV cuando, con el Humanismo, progresa un ideal individualista de la cultura y un
profundo interés por la literatura clásica, que acabaría dirigiendo, forzosamente, la
atención sobre los restos monumentales clásicos.
Italia en ese momento está integrada por una serie de estados entre los que
destacan Venecia, Florencia, Milán y el Estado Pontificio.
La presión que se ejerce desde el exterior impidió que, como en otras naciones, se
desarrollara la unión de los reinos o estados; sin embargo, si se produjo el fortalecimiento
de la conciencia cultural de los italianos.

(1)
Devotio moderna. Devoción Moderna, fue un movimiento religioso de la Edad Media. Está relacionada con el
Humanismo Cristiano, una mezcla de humanismo y cristianismo. El Humanismo cristiano abogaba por el estudio de
los textos fundamentales de la Cristiandad para llegar a una relación individual e interna con Dios. Los laicos del
siglo XV eran capaces de estudiar las escrituras gracias a la invención y difusión de la imprenta. Con los ideales del
Humanismo cristiano, la devotio moderna recomendaba una actitud mucho más individual hacia las creencias y la
religión y fue especialmente prominente en las ciudades holandesas durante el siglo XIV y el XV.
Desde estos supuestos fueron las ciudades las que se convierten en centros de
renovación artística.
En Florencia el desarrollo de una rica burguesía ayuda al despliegue de las fuerzas
del Renacimiento, la ciudad se convierte en punto de partida del nuevo estilo, y surgen,
bajo la protección de los Médicis, las primeras obras que desde aquí se van a extender al
resto de Italia.

Arquitectura del Renacimiento


Arquitectura del Renacimiento o renacentista es aquella producida durante el
periodo artístico del Renacimiento europeo, que abarcó los siglos XV y XVI. Se caracteriza
por ser un momento de ruptura en la Historia de la Arquitectura, en especial con respecto
al estilo arquitectónico previo: el Gótico; mientras que, por el contrario, busca su
inspiración en una interpretación propia del Arte Clásico, en particular en su vertiente
arquitectónica, que se consideraba modelo perfecto de las Bellas Artes.
Produjo innovaciones en diferentes esferas: tanto en los medios de producción
(técnicas y materiales constructivos) como en el lenguaje arquitectónico, que se
plasmaron en una adecuada y completa teorización.
Otra de las notas que caracteriza este movimiento es la nueva actitud de los
arquitectos, que pasaron del anonimato del artesano a una nueva concepción de la
profesionalidad, marcando en cada obra su estilo personal: se consideraban a sí mismos, y
acabaron por conseguir esta consideración social, como artistas interdisciplinares y
humanistas, como correspondía a la concepción integral del humanismo renacentista.
Conocemos poco de los maestros de obras románicos y de los atrevidos arquitectos de las
grandes catedrales góticas; mientras que no sólo las grandes obras renacentistas, sino
muchos pequeños edificios o incluso meros proyectos, fueron cuidadosamente
documentados desde sus orígenes, y objeto del estudio de tratadistas contemporáneos.

Periodos
La historia de la Arquitectura del Renacimiento, como éste mismo, suele dividirse
en dos grandes periodos denominados en italiano por el numeral de los años.
 Siglo XV o Quattrocento, el Renacimiento temprano, momento en que se destacan
las figuras de Filippo Brunelleschi y León Battista Alberti. Es una arquitectura que
aspira al Clasicismo y que pone los puntales teóricos de la canonización del estilo,
que caracterizará al periodo siguiente.
 Siglo XVI o Cinquecento, a su vez dividido en dos fases:
 Fase de culminación o madurez: el Renacimiento medio, que cubre el primer
cuarto del siglo XVI (hasta el saco de Roma de 1527). Durante ese periodo,
los principales arquitectos italianos intervinieron en los distintos proyectos
del inicio de las obras de la Basílica de San Pedro (Donnato Bramante,
Antonio da Sangallo el Viejo, Rafael y Miguel Ángel).
 Fase del Manierismo: el Renacimiento tardío, desde mediados del siglo XVI
hasta el comienzo del siglo XVII (en que se inicia la arquitectura barroca). En
esta fase, siguiendo la maniera de Miguel Ángel, las individualidades de los
arquitectos comienzan a sobreponerse al proyecto teórico clásico. Destacan
maestros como Andrea Palladio y Giulio Romano.

Características generales de la Arquitectura del Renacimiento

Fundamentos generales del Renacimiento


La Arquitectura del Renacimiento estuvo bastante relacionada con una visión del
mundo durante ese periodo sostenida en dos pilares esenciales: el clasicismo y el
humanismo.
Hay que destacar que los ideales y valores renacentistas no pudieron surgir
totalmente desvinculados del acervo medieval que le precedió, sin embargo, los conceptos
que subyacen a este estilo arquitectónico se construyeron sobre la consciente y efectiva
ruptura de la producción artística de la Edad Media, en especial del estilo gótico.
Podemos analizar las siguientes características generales:
 Búsqueda del ideal clásico: A través del clasicismo, los hombres del
Renacimiento miraban hacia el mundo graco-romano como modelo para su
sociedad contemporánea, buscando aplicar en la realidad material cotidiana
aquello que consideraban que pertenecía a un mundo más idílico que real. En este
sentido, la Arquitectura, en especial, intentó concretar conceptos clásicos como la
belleza, surgiendo así la teorización y ordenación del movimiento, fundamentado
en la Arquitectura clásica griega y romana. Según los teóricos renacentistas éste
era el camino idóneo para alcanzar el mundo ideal.
 Visión profana sobre temas religiosos: Los valores clásicos, desde el punto de
vista del Cristianismo, de enorme influencia en este periodo (teniendo en cuanta
que el Renacimiento surge en Italia, donde la presencia de la Iglesia Católica fue
decisiva para el Arte), eran considerados paganos y de carácter pecaminoso. Para
superar esta censura de la Iglesia Católica, se integró la visión del mundo
cristiano con el proyecto de recuperación de los ideales clásico, a través de
escenas desacralizadas y edificios hechos a la medida del hombre. Esta fue otra de
las innovaciones del movimiento.
 Influencia de la naturaleza: La naturaleza era vista como la creación suprema
de la obra de Dios y el elemento más próximo a la perfección (otro de los ideales
que había que buscar a través de la estética clásica). Así, se pasa de la búsqueda
de la inspiración en la naturaleza, a la inspiración en las formas de la propia
naturaleza, tal como proponen los clásicos, convirtiéndose esto en un valor
autónomo.
 Antropocentrismo y humanismo: Además de la naturaleza como creación
perfecta, se vuelve la mirada al ser humano: se deja atrás el teocentrismo
medieval para entrar en el antropocentrismo. El hombre se analiza, en vez de como
ser creado a imagen y semejanza de Dios, como medida y referencia del Universo.
Así, será el objeto central de la manifestación artística, con una importancia aun
mayor que durante la Antigüedad clásica. El humanismo, como corriente filosófica,
se manifestó como un sentimiento comprometido con la representación del
hombre en el Universo, que así reafirmaba su presencia. Propugnaba la filosofía
humanista el estudio de la naturaleza como instrumento para llegar al
conocimiento, más del Universo en conjunto, que de las cosas singulares.

La importancia de la perspectiva
Un dato importante en la definición de espacialidad del Renacimiento es la
incorporación de la perspectiva como instrumento del proyecto arquitectónico y la noción
de diseño como forma de conocimiento.
La principal ruptura con el espacio medieval se produce en el momento en que los
arquitectos del Renacimiento pasan a diseñar en sus edificios un desarrollo en el que las
reglas del diseño son fácilmente asimilables por los usuarios del mismo. A partir de un
análisis objetivo del espacio, presidido por un cierto sentido empírico, llegan a
conclusiones que impondrán el propio ritmo del edificio y su entorno.
El dominio del lenguaje clásico, para hacer llegar estos efectos útiles en los
edificios, hace posible el estudio de la perspectiva. Como resultado, surge una arquitectura
insertada en un espacio perspectivo, integralmente aprehendido por el observador y
cuyas relaciones proporcionales se muestran de forma analítica y objetiva.
Estas nuevas relaciones espaciales son especialmente evidentes comparadas con
el espacio presente en las catedrales góticas. En ellas, la intención arquitectónica es que
el observador, desde el momento en que entra en el edificio, sea dominado por el espacio
e instintivamente alce su mirada hacia la cima, procurando así un movimiento ascendente
en busca de la figura de Dios. En otras palabras, toda monumentalidad de este espacio
gótico tiene una función, entre otras, que es poseer la voluntad del individuo y determinar
sus deseos, la función de su estancia y el uso del edificio. En el espacio renacentista, la
intención es justamente la contraria: el edificio no domina al individuo, sino que éste
reflexiona sobre su espacialidad y la maneja. Se traslada el concepto de una arquitectura
a la medida de Dios a la de una a la medida del hombre.

La tratadistica renacentista
Inspiración vitruviana. La recuperación del ideario de la arquitectura clásica,
introducida por la cultura del Renacimiento, debió necesariamente trascender la mera
observación de la realidad. La arquitectura producida por los artistas renacentistas,
humanistas en general, procuraban mantener una imagen erudita y literaria, más allá de
la mera reproducción de las ruinas greco-romanas. Los arquitectos creaban siempre en
busca de un modelo ideal, en detrimento de los modelos existentes (con gran número de
ruinas en especial en Italia). Estos modelos ideales o idealizados fueron sistematizados y
plasmados de forma teórica, en lo que dará origen a los tratados de Arquitectura clásica
de la época.
Sin duda, para la creación del modelo teórico, la observación de las ruinas fue la
inspiración predominante de los primeros arquitectos renacentistas italianos, pero a
medida que el Renacimiento evolucionaba, los estudiosos, pasarán, sistemáticamente, de
ofrecer o recuperar los cánones y obras técnicas del clasicismo a redactar sus propios
tratados del estilo, que aunque basados en el clasicismo, llegan a ser efectivamente anti-
clásicos.
Es destacable para la formación de la tratadistica renacentista la preservación de
los diez libros de De Architectura del arquitecto romano Marco Vitruvio, del siglo I a. C.,
básicos para la difusión de las ideas de canon y orden. Éste fue el único tratado del
periodo clásico que sobrevivió tras la caída de Roma, durante la Edad Media, habiendo
sido copiado y conservado, de forma fragmentaria en general, en las bibliotecas de los
monasterios. Por eso, a medida que los volúmenes eran copiados y traducidos, los diseños
y dibujos que componían los tratados fueron perdiéndose, por lo que el contenido del
tratado se convirtió con el paso del tiempo en confuso y en ocasiones, contradictorio. Por
este motivo, gran parte del esfuerzo de los tratadistas renacentistas sería el recuperar el
contenido perdido, llegando para su consumación a aventurar patrones que en modo
alguno existían en el texto original.
El tratado vitruviano, como único gran referente teórico de la arquitectura clásica, y
pesar de su carencia de contenido, sirvió de base para todos los principales estudios
realizados por el Renacimiento. Por ejemplo, un trabajo nítidamente derivado del
vitruviano son los diez libros de León Battista Alberti, conocidos como De re aedificatoria.
Los tratados y la posición social del arquitecto. Junto a la inspiración vitruviana,
un elemento que va a caracterizar los principales tratados renacentistas (especialmente
aquellos que fueron redactados en los primeros momentos del Renacimiento) es el hecho
de que sus autores procuraban, en ocasiones con una preocupación mayor que el afán
investigador, posicionar al arquitecto como una figura típicamente perteneciente a la élite
fundamental en cualquier estructura social. Tal determinación en cuanto a la profesión no
es, claramente un caso de mero “corporativismo” de aquellos tratadistas, sino un
fenómeno que está absolutamente ligado a la ascensión social que el artesano
convertido en artista sufre. En este sentido, los tratados sirven de modo efectivo como
medio de propaganda del nuevo profesional, en oposición a la visión tradicional (que
asociaba inexorablemente el arquitecto a las actividades manuales y por tanto, populares
y anti-intelectuales). La constatación de esta modificación en la categoría de los
arquitectos como artistas nobles e intelectuales, diferente de los “meros artesanos de
origen popular” también se evidencia cuando se verifica para quienes estaban escritos
estos tratados: en general, eran dedicados a la nobleza (o un noble en particular), poseían
un estilo refinado y abordaban cuestiones directamente de interés público de los príncipes
que componían la estructura política italiana.
A pesar de que la Arquitectura romana también se preocupó por esta cuestión (el
tratado vitruviano resalta este dato, visto que estaba concebido como una carta dirigida al
emperador), la manifestación de este deseo de afirmación social por parte de los
arquitectos renacentistas es un elemento nuevo de este periodo cuando se compara con
la forma de producción artística medieval. Ésta se caracteriza por la creación colectiva (y
anónima, por excelencia) y dominada por la cultura del saber fazer. Los tratados
formalizan el deseo del hombre renacentista de manifestarse como individuo ante el
mundo y colaborador necesario para contextualizar la Arquitectura como disciplina
académica.
Toda esta teoría se fija claramente en la ya citada obra albertiana De re
aedificatoria. En ella, Alberti expresa esta nueva visión del arquitecto cuando declara
categóricamente que “el arquitecto es el brazo del príncipe”. Retoma la interpretación
vitruviana de la arquitectura y afirma que ésta no se limita a la mera construcción, porque
la verdadera arquitectura está dotada de virtud, concepto clásico asociado al dominio de
los hombres. Si la Arquitectura es virtuosa, naturalmente sirve como pieza del juego
político, ya que tal dominio de los hombres forma parte de la formulación de la política
clásica (fundada en la idea de ciudad como lugar de convivencia y germinadora de la
política). En conclusión, el estudio riguroso que hacen de los órdenes arquitectónicos
clásicos está siempre, según su concepción, ligado a esta característica virtuosa de la
arquitectura. La estética del Renacimiento es, por lo tanto, también un reflejo de un
determinado pensamiento político.

Historia de la Arquitectura renacentista


La Arquitectura renacentista se desarrolla a partir del siglo XV principalmente en
Italia. Es común atribuir el lugar de génesis a la ciudad italiana de Florencia, ciudad donde
el gótico apenas había penetrado, en el momento de la construcción de la cúpula de la
Catedral de Santa María del Fiore proyectada por Filippo Brunelleschi. Tal episodio no sólo
es un mero cambio en el perfil estilístico que predominaba en el escenario arquitectónico
florentino, sino la demostración clara de la ruptura que vendría posteriormente en la
propia forma de producir la arquitectura, abriendo camino para, no sólo redescubrir el
clasicismo, sino también para la promoción de la tratadistica y para la teorización inédita
sobre el tema. Son muchos los estudiosos que afirman que Brunelleschi construyó, de
hecho, no sólo una cúpula, sino el concepto de un nuevo tipo de arquitecto: altera las
reglas de la construcción civil iniciando un proceso que, gradualmente, separará al
proyectista del constructor.
Un hecho a destacar en la producción de Brunelleschi es que se manifiesta más
importancia en el campo de la construcción que en el del estilo. Se asimila esto cuando se
observa la obra de su conjunto, percibiéndose que, a pesar de querer seguir la
canonización clásica, se produce un edificio que no es completamente comprometido con
dichas reglas clásicas. Esto es causado por la carencia del arquitecto de conocimiento
profundo de las normas clásicas, al que accedía más por la observación de las ruinas
romanas existentes que por el estudio de los tratados.
Asimismo, Brunelleschi inicia una tradición que separa al arquitecto de los antiguos
gremios medievales y cuya profesionalización es cada vez más patente en la época,
afirmándose como intelectuales alejados de la construcción propiamente dicha. Muchos
críticos que analizan el fenómeno desde una óptica marxista identifican aquí el momento
en el que la incipiente burguesía toma de las clases populares el dominio de los medios de
producción (dejando éstas de poder construir y pasarán a poder diseñar), posibilitando así
un proceso de explotación del proletariado por el capital, que se recrudecerá durante la
Revolución Industrial.
Momento inicial: La cúpula de Santa María del Fiore
La catedral de Santa María del Fiore fue inicialmente ejecutada en estilo tardo-
románico, pero su construcción duró varias generaciones (fue iniciada en 1296 y a la
muerte de Brunelleschi, en 1446, aun no se había concluido). No fue un edificio
proyectado: su diseño y su construcción se armaron de forma paralela. Aunque existía un
plano general para su forma y distribución interna, los detalles contractivos, según era
corriente en la práctica edificativa medieval, iban siendo resueltos a medida que avanzaba
la construcción, en la propia obra. Por tanto, a pesar de la necesidad de construir una gran
cúpula sobre un determinado punto de la iglesia preexistente, la forma de la misma no
había sido decidida de antemano. Cuando llegó el momento de erigirla, los artesanos
florentinos se encontraron con un vano de 40 metros, imposible de cubrir con las técnicas
constructivas tradicionales.
La solución encontrada en 1418, cuando la Republica de Florencia ya mostraba
claras intenciones de manifestar su poder económico en la arquitectura de la ciudad –con
lo que la catedral se convirtió, por tanto, casi en una tarjeta de visita–, fue promover una
especie de concurso de ideas para la conclusión del templo, que conllevaba, claro está, la
solución al problema de la cúpula. Filippo Brunelleschi, que era, en la época, un artesano
relativamente reconocido, aceptó el desafío. Decidió, para ello, viajar a Roma en busca de
inspiración. Roma, en ese periodo, era el lugar del mundo en el que las ruinas de la
Antigüedad clásica eran más visibles, casi integradas en el paisaje. La principal fuente de
inspiración para Brunelleschi fue el Panteón de Agripa: una estructura con un diámetro
similar al de Santa María del Fiore, rematado con una cúpula en arco pleno. Brunelleschi
no solo observó la solución constructiva utilizada en el Panteón, sino que comenzó a
estudiar las relaciones estilísticas, proporcionales y formales entre los diferentes
elementos que componían ese espacio. Y fue efectivamente esa actitud la que hizo que se
gestara el espíritu del Renacimiento: un individuo observa una determinada realidad a
través del deseo y de la intención con la que interfiere en aquella realidad antigua para
buscar soluciones útiles aplicables a la realidad moderna. Brunelleschi no tenía plena
conciencia de la teoría clásica, pero reconoció un modelo estilístico que usaría para
construir e idear su propia arquitectura.
A su vuelta a Florencia, lleno de esa experiencia con el mundo clásico, Brunelleschi
propuso una solución para la catedral florentina: una gran cúpula de 42 metros rematada
por una linterna, basándose en sus pesquisas en Roma. Pero no se limitó a reproducir el
modelo romano, sino que propuso una forma totalmente innovadora: su cúpula sería la
primera con tambor octogonal de la historia de la arquitectura. Esta cúpula posee una
función estética (bella pero austera, sin dar sensación de pesadez), pero también una
función ideológica: representa la unidad cristiana. Para su construcción, Brunelleschi
utilizó un juego de doble cúpula, una interna y otra externa, formadas por dos capas
construidas con dos roscas de ladrillo separados por una rosca de ladrillo a perpiaño, que
avanzan en forma de espiral que hace más rígido el conjunto a la vez que configura un
espacio como cámara de aire que da ligereza a la cúpula, dibujando a la vez hilos
directores y rematada con linterna.

El Quattrocento: El dominio del lenguaje clásico


Brunelleschi, por lo tanto, quedará en la Historia del Arte como el responsable de
haber trazado el camino que prácticamente todos los arquitectos del Renacimiento
seguirán para realizar sus obras. Como se ha dicho antes, sin embargo, el arquitecto
florentino no tenía pleno conocimiento de los deferentes órdenes sistematizados en el
lenguaje clásico, lo cual se pone en evidencia cuando acaba creando un lenguaje
arquitectónico propio, en el que los elementos clásicos aparecen pero no responden al
estilo antiguo.
Los arquitectos que siguieron este método trazado por Brunelleschi fueron sin
embargo responsables de la plena recuperación del lenguaje clásico. El dominio del
clasicismo se logró de hecho a lo largo del siglo XV (aunque su sistematización definitiva
no llegó hasta la publicación del tratado de Sebastiano Serlio en el siglo siguiente) y
encontró en Donato Bramante su figura más paradigmática. Para entonces
(especialmente después de que Alberti expusiera su teoría de la arquitectura en su tratado
De re aedificatoria) ya se conocían de modo más fehaciente las formas constructivas de
las arquitecturas griega y romana como posibilidades de composición, y tanto sus
soluciones concretas como la síntesis espacial propia de la arquitectura clásica eran, en
general, conocidas. Así, los arquitectos renacentistas tuvieron a su disposición todo el
potencial creativo que ofrecían el lenguaje y la técnica clásicas y el espíritu de su época. El
lenguaje arquitectónico del Renacimiento se expresó a través, no de las copias de los
clásicos, sino de su superación.
También destacaron en esta época dos arquitectos de palacios florentinos:
Michelozzo (Palacio Medici Riccardi, 1444) y Bernardo Rossellino (Palacio Rucellai, 1446-
1451 –sobre un diseño inicial de Alberti–); y otros en torno al núcleo veneciano, como
Pietro Lombardo.

Bramante y la fase madura del Renacimiento


Es justamente en la obra de Donato Bramante donde este espíritu se concreta de
una forma más íntegra, lo que hace de él la figura que representa el paso del Quattrocento
al Cinquecento, en lo que se suele denominar fase madura del Renacimiento. Bramante
logró demostrar, a través de sus proyectos en palacios o iglesias, que no sólo conocía las
posibilidades del lenguaje clásico, sino que también entendía las características y el
ambiente de su época, ya que fue capaz de aplicar el conocimiento antiguo a una forma
nueva, inédita, sobresaliente y, sobre todo, clásica. Su Tempietto o Templete de San Pietro
in Montorio, en Roma (1502-1510), es prácticamente una relectura (aunque no una copia)
de los templos de planta central, circulares, a su vez derivados del tholos griego, típicos de
un cierto periodo de la arquitectura romana (por ejemplo, el Templo de Vesta, en la misma
ciudad de Roma). El modesto tempietto es casi una maqueta base del gigantesco proyecto
(en construcción desde 1506) de la cúpula de San Pedro, con una cúpula (42,5 metros) de
dimensiones comparable a la del Panteón (43,44 metros), a la de Santa Sofía de
Constantinopla (32 metros) y a la de Brunelleschi en Florencia (41 metros). Más tarde, en
época barroca, el arquitecto inglés Christopher Wren haría a su vez una relectura de la
obra de Bramante y Miguel Ángel, y propondría una nueva forma en la catedral de San
Pablo de Londres (32 metros, 1676), y lo propio hicieron en época neoclásica Francisco
Cabezas y Francesco Sabatini en San Francisco el Grande (Madrid, 33 metros, 1760-
1784), demostrando la potencialidad del proceso de creación renacentista (que va de la
estética de los edificios al pensamiento arquitectónico), para adaptarse a nuevos estilos
en épocas posteriores.
Bramante también popularizó otra forma profundamente clásica que fue
desarrollada y explorada posteriormente. Está inspirada en los arcos de triunfo romanos y
fue brillante por sus características compositivas aplicadas a los proyectos de palacios y
villas, piezas clave del Renacimiento en la arquitectura civil.
La principal imagen de este estilo bramantino se encuentra en las triadas de
aberturas adornadas con arcos, dos de los cuales están a la misma altura y con el central
mayor, el denominado sistema de orden más arco, basado en la combinación del orden
arquitectónico clásico y el arco de medio punto. Frente al problema, entonces, de conectar
en una misma unidad dos entidades espacialmente similares pero de diferentes
dimensiones, la solución fue emplear dos sistemas de orden más arco de diferentes
dimensiones siguiendo la norma de que el extradós del arco del sistema de menor
dimensión fuese tangente a la moldura inferior del entablamento del orden mayor.
La superación de los clásicos, manteniendo siempre la búsqueda del clasicismo
típica del periodo, se dio especialmente en la medida que los arquitectos propusieron
soluciones espaciales clásicas para proyectos nuevos (como en los grandes palacios,
diferentes de las construcciones romanas, o en las nuevas catedrales o basílicas).
Elementos como las bóvedas y las cúpulas se usaron de una forma nueva, y se emplearon
los órdenes (jónico, corintio, etc.) característicos de la arquitectura de la Antigüedad.

El Cinquecento: La superación del clasicismo


A medida que el dominio del lenguaje clásico evolucionaba, fue creciendo en los
arquitectos renacentistas un cierto sentido de liberación formal de las encorsetadas reglas
del clasicismo, de forma que el eventual deseo de superación (que siempre existió en
mayor o menor medida) cambió de ser un elemento fundamental a ser fruto de la nueva
producción de estos autores. Tal fenómeno, considerado ya como un anuncio del
movimiento estético que, años más tarde, se concretaría en el Barroco, ganaría fuerza
especialmente en las primeras décadas del siglo XVI. El Cinquecento fue un momento en
que la intención de sistematizar el conocimiento de los cánones clásicos estaba
plenamente superada, a través de los tratados de Sebastiano Serlio o Jacopo Vignola. Así,
los elementos compositivos del clasicismo dejaron de usarse en edificios como
experimentación “en busca de lo clásico”, sino partiendo de su plena conciencia, en “busca
de su innovación”.
En un primer momento, se siguieron fielmente las reglas clásicas de composición,
pero ampliando enormemente su ámbito de aplicación. Las reglas clásicas se aplicaron en
especial en las grandes obras públicas, los grandes palacios y templos religiosos (los
edificios considerados “nobles”, dignos de recibir el status de arquitectura según el punto
de vista clásico). Por ello, aparecieron nuevas combinaciones de elementos. Andrea
Palladio fue el principal exponente de esta nueva forma de trabajar con el lenguaje
clásico, como se hace patente en sus proyectos de “villas” en los alrededores de las
ciudades italianas. La arquitectura de Palladio fue de tal modo peculiar y destacada con
respecto a la de sus antecesores que su método de trabajo acabó creando un nuevo estilo:
el palladianismo. Dicho estilo se caracteriza por la aplicación de la planta central en
proyectos residenciales (como en las villas) y por un cierto tipo de ornamentación de
carácter sintético (denominada arquitectura de superficie), entre otros fundamentos. El
propio Palladio fue autor de un tratado bastante completo sobre arquitectura clásica, en el
que expuso su modo de pensar y su perspectiva sobre esta cuestión.

Manierismo: Los grandes maestros y el fin del Renacimiento


El Manierismo fue el movimiento estético producido durante el Cinquecento y cuya
formación se da en las primeras décadas del siglo XVI y se extiende hasta comienzos del
siglo XVII. Evidencia la intención por parte de los arquitectos, humanistas y artistas del
periodo de un arte, que aunque en esencia siguiera al clasicismo, poseía un contenido
bastante anti-clásico. En el Manierismo por lo tanto se desarrolla la innovación
constructiva confrontándose con la arquitectura clásica, ya plenamente conocida.
Una vez gastado el impulso de la tratadistica, que dotaba de cierta homogeneidad a
la arquitectura mediante la imposición de unas determinadas reglas, surgió una nueva
generación de arquitectos, fuertemente individualistas, que supone de hecho un puente
entre el Renacimiento y el Barroco.
La actividad arquitectónica de Miguel Ángel supuso la culminación y superación del
clasicismo de la fase madura o de Bramante, y puede clasificarse de más clásica en San
Pedro o en el Palacio Farnese y más manierista, por ejemplo en la famosa escalera de la
Biblioteca Laurentina. De modo similar a lo que ocurrió en pintura o escultura (donde es
más clara la imitación de su maniera), los arquitectos italianos de mediados del siglo XVI,
algunos de ellos salidos de Roma cuando el saco y repartidos por el resto de la ciudades
italianas, procuraban desafiar los cánones clásicos. Los principales exponentes de este
nuevo estilo fueron (además del citado Andrea Palladio y el núcleo veneciano) Giulio
Romano (Palacio del Té, Mantua, 1534), Bartolomeo Ammannati (reforma del Palacio
Pitti, 1558-1570), Antonio Sangallo el joven (Villa Famese, Caprarola, 1559), Vasari
(Galería Uffizi, Florencia, 1560-1581), o Jacopo Vignola con la Iglesia del Gesú (1568), ésta
sí en Roma, sede y modelo exportado de las numerosas iglesias jesuíticas de la
crecientemente influyente Compañía de Jesús, cuya fachada se debe a Giacomo della
Porta (1578, que inspiró posteriormente a Carlo Maderno). En sus obras, son constantes
las referencias a los elementos compositivos clásicos, pero en forma “desconstruida” y
casi irónica. Convierten al interior patrones decorativos de ventanas que deberían estar
colocadas en el exterior, juegan con los efectos de la ilusión óptica proporcionados por la
perspectiva, a través de volúmenes dimensionados inusitadamente, etc. El mismo sentido,
llevado a un extremo, tuvieron los extravagantes jardines de Bomarzo.
La profundización de los caracteres propios de las construcciones manieristas
supuso el germen del nacimiento del Barroco, que si superficialmente se considera como
ruptura del ideal clásico propuesto por el Renacimiento, realmente constituyó la reacción
al agotamiento de éste, ya anunciado por el Manierismo.

Difusión de la Arquitectura del Renacimiento en Europa


El Renacimiento fue un movimiento prácticamente restringido al universo cultural
italiano durante sus dos primeros siglos de evolución (entre los siglos XIV y XV,
aproximadamente), periodo durante el cual, en el resto de Europa, sobrevivían estilos
arquitectónicos, en general ligados al gótico o al tardo-románico. Finalmente, en su
momento de mayor auge, la estética clásica renacentista comenzó a difundirse por los
diversos países europeos desde su Italia natal, debido a diferentes motivos: guerras,
anexiones de territorio italiano, viajes de los artistas italianos por Europa para ser
contratados por las diversas cortes, etc.
Independientemente de las razones, es cierto que la difusión se dio con más
empuje, paradójicamente, por la asimilación de ciertas ideas anticlásicas forjadas en el
Manierismo, estilo pujante en aquel momento (comienzos del siglo XVI). La tratadistica
clásica estaba ya plenamente desarrollada, de forma que los arquitectos de fuera de Italia,
en general, poseían un buen dominio de las reglas compositivas clásicas y de su teoría, lo
que ya les permitía tomarse ciertas licencias creativas. Es necesario destacar que existen
estudiosos que no consideran al Manierismo como un movimiento ligado al Renacimiento,
sino como un estilo nuevo y radicalmente opuesto a éste. De esta forma, la producción
manierista de los demás países europeos puede, eventualmente, no ser considerada como
una arquitectura genuinamente renacentista. En cierto sentido, es posible decir, según
este punto de vista, que en estos países se combinó una producción típicamente medieval
con una arquitectura post-renacentista (como en Francia).
Como las formas de difusión difieren de país en país y aunque la arquitectura
producida por aquellos países sea efectivamente renacentista, existe un Renacimiento
diferente para cada región de Europa, según como llegó la influencia desde Italia y el
momento histórico en que vivían. En general, parece que el Renacimiento dotó de
elementos nuevos a las arquitecturas medievales nacionales, siendo, en muchos casos,
difícil establecer diferencias entre arquitectura gótica tardía y arquitectura renacentista,
debido a que se construyó basándose en la combinación de ambas estéticas.

Arquitectura renacentista en Francia


Francia fue el primer país en acoger con entusiasmo el estilo renacentista. El
Renacimiento llegó a finales del siglo XV, cuando Carlos VIII regresó en 1496 con algunos
artistas italianos tras la conquista de Nápoles. Es destacable el uso de dicho estilo en los
castillos del Valle de Loira, cuya primera construcción fue el Castillo de Amboise (1405),
donde Leonardo da Vinci pasó sus últimos años. El estilo comenzó a ser predominante
durante el reinado de Francisco I (1515-1547). El Castillo de Chambord (1519-1536) es
una combinación de estructura gótica y ornamentación italianizante, un estilo que
desarrollaron arquitectos como Sebastiano Serlio, que también trabajó después de 1540
en el Castillo de Fontainebleau. Allí, artistas italianos como Rosso Fiorentino, Francesco
Primaticcio y Niccoló dell`Abbate formaron la primera Escuela de Fontainebleau. Otros
arquitectos, como Philibert Delorme, Jacques Androuet du Cerceau, Jacopo Vignola o
Pierre Lescot, también se inspiraron en las nuevas ideas. Otro ejemplo es la fachada
interior sudoeste del Palacio del Louvre en París, que fue diseñada por Lescot y cubierta
por relieves de Jean Goujon. La arquitectura renacentista aún siguió creciendo con fuerza
bajo los reinados de Enrique II y Enrique III.

Arquitectura renacentista en España


1º etapa: Estilo plateresco. En España, el Renacimiento comenzó a insertarse en
las formas góticas en las últimas décadas del siglo XV. El desarrollo del Renacimiento se
produjo principalmente por arquitectos locales. De esta manera, se creó una corriente
puramente española del estilo, que se vio influenciada por la arquitectura del sur de Italia
(dominios de la Corona de Aragón en esa época). Este estilo español llamado plateresco,
combinaba las nuevas ideas italianas con la tradición gótica española, así como la
idiosincrasia local. El nombre proviene de las extremadamente decoradas fachadas de
estos edificios, que se asimilaban al intrincado y detallista trabajo de los plateros.
2º etapa: Purismo. Con el paso de las décadas, la influencia del Gótico fue
desapareciendo, llegándose a alcanzar un estilo más depurado y ortodoxo, desde el punto
de vista del Renacimiento. El purismo se caracteriza por una mayor austeridad decorativa,
que se limita a algunos elementos concretos, generalmente de inspiración clásica. Hay un
cierto cansancio de la exuberancia decorativa a mitad del siglo XVI y se imponen los
edificios de aspecto más sereno, armónico y equilibrado. Algunos arquitectos consiguen
reciclar su producción tardo-gótica para iniciarse en este nuevo estilo: tal es el caso, por
ejemplo, de Alonso de Covarrubias, Rodrigo Gil de Hontañón y Pedro de Ibarra. El centro de
la producción renacentista se localizó en Andalucía con Diego de Siloé (fachada de la
Catedral de Granada y Sacra Capilla del Salvador de Úbeda); Pedro Machuca (Palacio de
Carlos V en Granada), el arquitecto más decididamente clásico; Andrés de Vandelvira
(Catedral de Jaén y de Baeza) y Diego de Riaño (Ayuntamiento de Sevilla).
3º etapa: Estilo herreriano. A mitad del siglo XVI, la iniciación del Monasterio de
San Lorenzo del Escorial como símbolo del poder de Felipe II de España por Juan Bautista
de Toledo (fallecido en 1567) y Juan de Herrera supuso la aparición de un nuevo estilo,
que se caracteriza por el predominio de los elementos constructivos, la ausencia
decorativa, las líneas rectas y los volúmenes cúbicos. Significa además la introducción de
los postulados manieristas provenientes de Italia.
Este estilo bautizado posteriormente como estilo herreriano en honor a la figura
indiscutible de Juan de Herrera, dominó la arquitectura española durante casi un siglo, y
entre sus seguidores se encuentran figuras tan relevantes como Francisco de Mora, Juan
Gómez de Mora o Juan Gómez de Trasmonte.
En todos los casos, los conceptos de la arquitectura y urbanismo de España en el
Renacimiento, fueron llevados a las colonias de América, dónde encontró campo fértil
para su difusión dada la urbanización excesiva que se dio a lo largo de tres siglos y que
recibió, también, a estilos posteriores como el Barroco y el Neoclásico.

Arquitectura renacentista en Portugal


En Portugal, el estilo manuelino aunó los elementos renacentistas a las
edificaciones góticas, y es considerado por algunos historiadores como la contribución
portuguesa al Renacimiento, aunque su estética es muy distante del clasicismo
(objetivamente debe insertarse en el tardo-gótico). Ejemplos de la arquitectura
renacentista portuguesa son la Catedral de Leiria y de Portalegre, el Colegio jesuita de
Évora y la Iglesia de San Roque de Lisboa.
Arquitectura renacentista en Europa oriental
La lejanía de esta zona con respecto de Italia diluyó la influencia del Renacimiento,
pero existen valiosos ejemplos de edificaciones que combinan elementos renacentistas
con la tradición arquitectónica local. En Hungría, ya antes de la segunda mitad del siglo XV
se construyeron casas de estilo italiano. El rey húngaro Matías Corvino contrató a
constructores y escultores italianos, uno de los cuales, Aristóteles Fioravanti, viajó de
Hungría a Moscú para levantar la Catedral de la Asunción en el Kremlin. Bajo el reinado de
Luís II de Hungría y Bohemia, se construyó la Capilla Bakócz de la Catedral de Esztergom,
ejemplo de decoración renacentista. Otras obras influidas por el Renacimiento en Europa
oriental son el Castillo de Wawel y la Capilla de Segismundo en Cracovia, la ciudad polaca
de Zamosc, el Palacio Real y las iglesias de San Miguel y San Esteban de Vilna, en
Lituania, la localidad de Telc o el Castillo de Ceskÿ Krumlov en la República Checa.

Arquitectura renacentista en Inglaterra


En Inglaterra el primer exponente de la Arquitectura renacentista fue Iñigo Jones
(1573-1652), que había estudiado en Italia, donde la influencia de Palladio estaba muy
extendida. Cuando Jones regresó a su país, comenzó con entusiasmo a construir
basándose en el nuevo movimiento y diseñó edificios como la Queen`s House de
Greenwich (1616) y la Casa del Banquete del Palacio de Whitehall (1619). Estas
construcciones de líneas sencillas y simetría fueron revolucionarias en un país donde aún
se diseñaban edificios con ventanas partidas, almohadillado y torrecillas.
Hatfield House fue mandada a construir en su totalidad por Robert Cecil, primer
conde de Salisbury, entre 1607 y 1611, y es el ejemplo perfecto de la arquitectura de
transición entre el estilo Tudor y el Renacimiento. El edificio conjuga un ala Tudor, con
ventanales con parteluz y tejado almenado y dos alas claramente influenciadas por las
fachadas de los palazzos italianos. Su fachada central, originariamente en forma de logia
abierta, había sido atribuida a Iñigo Jones, aunque el porche central de estilo jacobino,
hace probablemente falsa esta atribución. Dentro, la elaborada escalera tallada muestra
la influencia italiana en la ornamentación inglesa.
La obra de Jones fue seguida por maestros como Christopher Wren con su diseño
de la Catedral de Saint Paul de Londres y de muchos edificios públicos e iglesias
londinenses que se construyeron tras el Gran Incendio de Londres, en 1666. La
devastación de la ciudad fue una oportunidad única para una nueva generación de
arquitectos seguidores de la arquitectura clásica, que construyeron a una escala superior a
la que nunca probablemente se había construido en una ciudad. Sin embargo, a estas
alturas el estilo italianizante importado por Iñigo Jones ya estaba fusionado por el Barroco.
Posteriores arquitectos, como el veneciano Giacomo Leoni, durante el siglo
siguiente, adaptaron y modificaron el estilo para ajustarlo al paisaje y gusto inglés,
conservándose el gusto por la influencia italiana en los edificios. Lyme Hall en Cheshire es
un ejemplo soberbio de esta tendencia.
La influencia de la arquitectura renacentista italiana pervivió en especial en el
ámbito anglosajón, a consecuencia del Palladianismo, forma de interpretación peculiar de
la arquitectura de Palladio, que mantendría al clasicismo hasta la llegada de estilos más
modernos como el Neoclasicismo. Durante el siglo XIX, surge con el Historicismo, un
renacer neorrenacentista especialmente importante en el Reino Unido y Norteamérica.

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