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Desarrollo
Históricamente, el Renacimiento fue contemporáneo a la Era de los
Descubrimientos y las conquistas ultramarinas. Esta “Era” marca el comienzo de la
expansión mundial de la cultura europea, con los viajes portugueses y el descubrimiento
de América por parte de los españoles, lo cual rompe la concepción medieval del mundo,
fundamentalmente teocéntrica. Además de esto según la “Enciclopedia Océano Color” el
renacimiento comienza en el siglo XIV y no antes.
El desmembramiento de la cristiandad y el desarrollo de los nacionalismos, la
introducción de la imprenta, entre 1460 y 1480, y la consiguiente difusión de la cultura
fueron de la mano, potenciándose mutuamente, con la revolución operada en el mundo de
las ideas. El determinante, sin embargo, de este cambio social y cultural fue el desarrollo
económico europeo, con los primeros atisbos del capitalismo mercantil. En este clima
cultural de renovación, que paradójicamente buscaba sus modelos en la Antigüedad
Clásica, surgió a principios del siglo XV un renacimiento artístico en Italia de empuje
extraordinario.
El artista tomó conciencia de individuo con valor y personalidad propios, se vio
atraído por el saber y comenzó a estudiar los modelos de la antigüedad clásica a la vez
que investigaba las técnicas del claroscuro, las formas de representar la perspectiva, y el
mundo natural; especialmente la anatomía humana y las técnicas de construcción
arquitectónica. El paradigma de esta nueva actitud es Leonardo da Vinci, personalidad
eminentemente renacentista, quien dominó distintas ramas del saber, pero del mismo
modo Miguel Ángel Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas
conmovidos por la imagen de la Antigüedad y preocupados por desarrollar nuevas técnicas
escultóricas, pictóricas y arquitectónicas, así como por la música, la poesía y la nueva
sensibilidad humanística. Todo esto formó parte del renacimiento en las artes en Italia.
Mientras surgía en Florencia el arte del Quattrocento o primer Renacimiento
italiano, así llamado por desarrollarse durante los años de 1400 (siglo XV), gracias a la
búsqueda de los cánones de belleza de la Antigüedad y de las bases científicas del arte, se
produjo un fenómeno parecido y simultaneo en Flandes (especialmente en pintura),
basado principalmente en la observación de la vida y la naturaleza y muy ligado a la figura
de Tomás de Kempis y la “devotio moderna”(1), la búsqueda de la humanidad de Cristo.
Este Bajo Renacimiento, conjugado con el italiano, tuvo gran repercusión en la Europa
Oriental (la fortaleza moscovita de Kremlin, por ejemplo, fue obra de artistas italianos).
La segunda fase del Renacimiento, o Cinquecento (siglo XVI), se caracterizó por la
hegemonía artística de Roma, cuyos Papas (Julio II, León X, Clemente VII y Pablo III)
(algunos de ellos pertenecientes a la familia florentina de los Médici) apoyaron
fervorosamente el desarrollo de las artes, así como la investigación de la Antigüedad
Clásica. Sin embargo, con las guerras de Italia muchos de estos artistas, o sus seguidores,
emigraron y profundizaron la propagación de los principios renacentistas por toda Europa
Occidental.
Durante la segunda mitad del siglo XVI empezó la decadencia del Renacimiento,
que cayó en un rígido formalismo, y tras el Manierismo dejó paso al Barroco.
Etapas
Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del renacimiento:
La primera tiene como espacio cronológico todo el siglo XV, es el denominado
Quattrocento, y comprende el Renacimiento temprano que se desarrolla en Italia.
La segunda, afecta al siglo XVI, se denomina Cinquecento, y su dominio artístico
queda referido al Alto Renacimiento, que se centra en el primer cuarto de siglo. Esta etapa
desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que conforma el Manierismo.
Mientras que en Italia se estaba desarrollando el Renacimiento, en el resto de
Europa se mantiene el Gótico en sus formas tardías, situación que se va a mantener,
exceptuando casos concretos, hasta comienzos del siglo XVI.
En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad clásica, considerada
como un legado nacional, proporcionó una amplia base para una evolución estilística
homogénea y de validez general. Por ello, allí, es posible su surgimiento y precede a todas
las demás naciones.
Fuera de Italia la Antigüedad Clásica supondrá un caudal académico asimilable, y el
desarrollo del Renacimiento dependerá constantemente de los impulsos marcados por
Italia. Artistas importados desde Italia o formados allí, hacen el papel de verdaderos
transmisores.
Los supuestos históricos que permitieron desarrollar el nuevo estilo se remontan al
siglo XIV cuando, con el Humanismo, progresa un ideal individualista de la cultura y un
profundo interés por la literatura clásica, que acabaría dirigiendo, forzosamente, la
atención sobre los restos monumentales clásicos.
Italia en ese momento está integrada por una serie de estados entre los que
destacan Venecia, Florencia, Milán y el Estado Pontificio.
La presión que se ejerce desde el exterior impidió que, como en otras naciones, se
desarrollara la unión de los reinos o estados; sin embargo, si se produjo el fortalecimiento
de la conciencia cultural de los italianos.
(1)
Devotio moderna. Devoción Moderna, fue un movimiento religioso de la Edad Media. Está relacionada con el
Humanismo Cristiano, una mezcla de humanismo y cristianismo. El Humanismo cristiano abogaba por el estudio de
los textos fundamentales de la Cristiandad para llegar a una relación individual e interna con Dios. Los laicos del
siglo XV eran capaces de estudiar las escrituras gracias a la invención y difusión de la imprenta. Con los ideales del
Humanismo cristiano, la devotio moderna recomendaba una actitud mucho más individual hacia las creencias y la
religión y fue especialmente prominente en las ciudades holandesas durante el siglo XIV y el XV.
Desde estos supuestos fueron las ciudades las que se convierten en centros de
renovación artística.
En Florencia el desarrollo de una rica burguesía ayuda al despliegue de las fuerzas
del Renacimiento, la ciudad se convierte en punto de partida del nuevo estilo, y surgen,
bajo la protección de los Médicis, las primeras obras que desde aquí se van a extender al
resto de Italia.
Periodos
La historia de la Arquitectura del Renacimiento, como éste mismo, suele dividirse
en dos grandes periodos denominados en italiano por el numeral de los años.
Siglo XV o Quattrocento, el Renacimiento temprano, momento en que se destacan
las figuras de Filippo Brunelleschi y León Battista Alberti. Es una arquitectura que
aspira al Clasicismo y que pone los puntales teóricos de la canonización del estilo,
que caracterizará al periodo siguiente.
Siglo XVI o Cinquecento, a su vez dividido en dos fases:
Fase de culminación o madurez: el Renacimiento medio, que cubre el primer
cuarto del siglo XVI (hasta el saco de Roma de 1527). Durante ese periodo,
los principales arquitectos italianos intervinieron en los distintos proyectos
del inicio de las obras de la Basílica de San Pedro (Donnato Bramante,
Antonio da Sangallo el Viejo, Rafael y Miguel Ángel).
Fase del Manierismo: el Renacimiento tardío, desde mediados del siglo XVI
hasta el comienzo del siglo XVII (en que se inicia la arquitectura barroca). En
esta fase, siguiendo la maniera de Miguel Ángel, las individualidades de los
arquitectos comienzan a sobreponerse al proyecto teórico clásico. Destacan
maestros como Andrea Palladio y Giulio Romano.
La importancia de la perspectiva
Un dato importante en la definición de espacialidad del Renacimiento es la
incorporación de la perspectiva como instrumento del proyecto arquitectónico y la noción
de diseño como forma de conocimiento.
La principal ruptura con el espacio medieval se produce en el momento en que los
arquitectos del Renacimiento pasan a diseñar en sus edificios un desarrollo en el que las
reglas del diseño son fácilmente asimilables por los usuarios del mismo. A partir de un
análisis objetivo del espacio, presidido por un cierto sentido empírico, llegan a
conclusiones que impondrán el propio ritmo del edificio y su entorno.
El dominio del lenguaje clásico, para hacer llegar estos efectos útiles en los
edificios, hace posible el estudio de la perspectiva. Como resultado, surge una arquitectura
insertada en un espacio perspectivo, integralmente aprehendido por el observador y
cuyas relaciones proporcionales se muestran de forma analítica y objetiva.
Estas nuevas relaciones espaciales son especialmente evidentes comparadas con
el espacio presente en las catedrales góticas. En ellas, la intención arquitectónica es que
el observador, desde el momento en que entra en el edificio, sea dominado por el espacio
e instintivamente alce su mirada hacia la cima, procurando así un movimiento ascendente
en busca de la figura de Dios. En otras palabras, toda monumentalidad de este espacio
gótico tiene una función, entre otras, que es poseer la voluntad del individuo y determinar
sus deseos, la función de su estancia y el uso del edificio. En el espacio renacentista, la
intención es justamente la contraria: el edificio no domina al individuo, sino que éste
reflexiona sobre su espacialidad y la maneja. Se traslada el concepto de una arquitectura
a la medida de Dios a la de una a la medida del hombre.
La tratadistica renacentista
Inspiración vitruviana. La recuperación del ideario de la arquitectura clásica,
introducida por la cultura del Renacimiento, debió necesariamente trascender la mera
observación de la realidad. La arquitectura producida por los artistas renacentistas,
humanistas en general, procuraban mantener una imagen erudita y literaria, más allá de
la mera reproducción de las ruinas greco-romanas. Los arquitectos creaban siempre en
busca de un modelo ideal, en detrimento de los modelos existentes (con gran número de
ruinas en especial en Italia). Estos modelos ideales o idealizados fueron sistematizados y
plasmados de forma teórica, en lo que dará origen a los tratados de Arquitectura clásica
de la época.
Sin duda, para la creación del modelo teórico, la observación de las ruinas fue la
inspiración predominante de los primeros arquitectos renacentistas italianos, pero a
medida que el Renacimiento evolucionaba, los estudiosos, pasarán, sistemáticamente, de
ofrecer o recuperar los cánones y obras técnicas del clasicismo a redactar sus propios
tratados del estilo, que aunque basados en el clasicismo, llegan a ser efectivamente anti-
clásicos.
Es destacable para la formación de la tratadistica renacentista la preservación de
los diez libros de De Architectura del arquitecto romano Marco Vitruvio, del siglo I a. C.,
básicos para la difusión de las ideas de canon y orden. Éste fue el único tratado del
periodo clásico que sobrevivió tras la caída de Roma, durante la Edad Media, habiendo
sido copiado y conservado, de forma fragmentaria en general, en las bibliotecas de los
monasterios. Por eso, a medida que los volúmenes eran copiados y traducidos, los diseños
y dibujos que componían los tratados fueron perdiéndose, por lo que el contenido del
tratado se convirtió con el paso del tiempo en confuso y en ocasiones, contradictorio. Por
este motivo, gran parte del esfuerzo de los tratadistas renacentistas sería el recuperar el
contenido perdido, llegando para su consumación a aventurar patrones que en modo
alguno existían en el texto original.
El tratado vitruviano, como único gran referente teórico de la arquitectura clásica, y
pesar de su carencia de contenido, sirvió de base para todos los principales estudios
realizados por el Renacimiento. Por ejemplo, un trabajo nítidamente derivado del
vitruviano son los diez libros de León Battista Alberti, conocidos como De re aedificatoria.
Los tratados y la posición social del arquitecto. Junto a la inspiración vitruviana,
un elemento que va a caracterizar los principales tratados renacentistas (especialmente
aquellos que fueron redactados en los primeros momentos del Renacimiento) es el hecho
de que sus autores procuraban, en ocasiones con una preocupación mayor que el afán
investigador, posicionar al arquitecto como una figura típicamente perteneciente a la élite
fundamental en cualquier estructura social. Tal determinación en cuanto a la profesión no
es, claramente un caso de mero “corporativismo” de aquellos tratadistas, sino un
fenómeno que está absolutamente ligado a la ascensión social que el artesano
convertido en artista sufre. En este sentido, los tratados sirven de modo efectivo como
medio de propaganda del nuevo profesional, en oposición a la visión tradicional (que
asociaba inexorablemente el arquitecto a las actividades manuales y por tanto, populares
y anti-intelectuales). La constatación de esta modificación en la categoría de los
arquitectos como artistas nobles e intelectuales, diferente de los “meros artesanos de
origen popular” también se evidencia cuando se verifica para quienes estaban escritos
estos tratados: en general, eran dedicados a la nobleza (o un noble en particular), poseían
un estilo refinado y abordaban cuestiones directamente de interés público de los príncipes
que componían la estructura política italiana.
A pesar de que la Arquitectura romana también se preocupó por esta cuestión (el
tratado vitruviano resalta este dato, visto que estaba concebido como una carta dirigida al
emperador), la manifestación de este deseo de afirmación social por parte de los
arquitectos renacentistas es un elemento nuevo de este periodo cuando se compara con
la forma de producción artística medieval. Ésta se caracteriza por la creación colectiva (y
anónima, por excelencia) y dominada por la cultura del saber fazer. Los tratados
formalizan el deseo del hombre renacentista de manifestarse como individuo ante el
mundo y colaborador necesario para contextualizar la Arquitectura como disciplina
académica.
Toda esta teoría se fija claramente en la ya citada obra albertiana De re
aedificatoria. En ella, Alberti expresa esta nueva visión del arquitecto cuando declara
categóricamente que “el arquitecto es el brazo del príncipe”. Retoma la interpretación
vitruviana de la arquitectura y afirma que ésta no se limita a la mera construcción, porque
la verdadera arquitectura está dotada de virtud, concepto clásico asociado al dominio de
los hombres. Si la Arquitectura es virtuosa, naturalmente sirve como pieza del juego
político, ya que tal dominio de los hombres forma parte de la formulación de la política
clásica (fundada en la idea de ciudad como lugar de convivencia y germinadora de la
política). En conclusión, el estudio riguroso que hacen de los órdenes arquitectónicos
clásicos está siempre, según su concepción, ligado a esta característica virtuosa de la
arquitectura. La estética del Renacimiento es, por lo tanto, también un reflejo de un
determinado pensamiento político.