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MELITÓN DE SARDES

De Melitón, obispo de Sardes, en el Asia Menor, casi no


se sabía hasta hace poco más que el testimonio que nos
había transmitido la posteridad, según el cual había
vivido santamente en virginidad y lleno del Espíritu
Santo, dejando más de una veintena de escritos llenos de
sabiduría. Tales escritos se habían dado por perdidos, y
no se conocía de ellos más que los títulos que habían
conservado los historiógrafos antiguos, y algunas breves
citas. Pero recientemente se han descubierto dos códices
papiráceos procedentes de las arenas de Egipto que
contienen un discurso sobre la Pascua que ha sido
atribuido casi con general consentimiento a Melitón. El
discurso está escrito en un estilo rico con ritmo poético y
entonación lírica, que parece confirmar el juicio de
Tertuliano cuando decía, según Jerónimo, que el estilo de
Melitón era un tanto sutil, elegans et declamatorium. Esta
peculiaridad de estilo ha hecho pensar que el discurso de
Melitón, más que una homilía pascual es una especie de
praeconium o canto lírico que formaba parte de la
celebración litúrgica de la Pascua. El interés dogmático
del discurso está, sobre todo, en la elaboración de su
doctrina cristológica y soteriológica: se subraya a la vez
la divinidad y preexistencia de Cristo y la realidad de su
encarnación, el carácter sacrificial de su muerte y el
sentido figurativo de todo el Antiguo Testamento,
particularmente del cordero pascual.

Se subraya igualmente la postración del hombre sujeto al


pecado y dominado por la muerte, y, sobre todo, la
grandeza del triunfo y de la gloria de Cristo, quien con su
resurrección y ascensión ha llevado a los hombres hasta
las alturas de los cielos. Asimismo queda bien señalado el
carácter de la Iglesia como conjunto de los que viven de
la nueva vida que Cristo ha venido a dar a los hombres.

JOSEP VIVES
*****
Obispo de Sardes, en Lidia, contemporáneo de los
emperadores Antonino Pro (138-161 ) y Marco Aurelio
(161-180), conocemos poco de su vida, que debió de ser
muy densa. Polícrates de Efeso, en una carta enviada al
Papa Victor (190), lo considera como uno de los grandes
luminares de la Iglesia en Asia Menor.

Melitón viajó a Jerusalén para informarse de la tradición


eclesiástica y escribió con profusión sobre una gran
variedad de temas. Eusebio de Cesarea enumera veinte
obras, a las que Anastasio el Sinaíta añade dos más. De
todas ellas, excepto la obra que parcialmente
transcribimos, no nos han llegado más que fragmentos.
Entre éstos se incluye una apología dirigida al emperador
Marco Aurelio, interesante por propugnar solidaridad y
buen entendimiento entre la Iglesia y el Estado.

La Homilía sobre la Pascua ha sido descubierta a


mediados del siglo xx, y se hallaba contenida en la última
parte de un papiro del siglo IV. Calificada a un tiempo
como Homilía y Pregón pascual, puede considerarse como
un modelo en su género. La innegable riqueza teológica
aparece expuesta en un lenguaje cálido y sencillo. Toda
la obra exhala un apasionado amor a Jesucristo y una fe
profunda en la divinidad del Señor. Su idea doctrinal se
centra en el programa divino de la salvación del hombre,
entendida como rescate, todo ello encerrado dentro de
un bello y armonioso estuche literario.

LOARTE

*****
MELITÓN DE SARDES, obispo de esta ciudad, en Lidia,
escribió hacia el 170 una apología destinada a Marco
Aurelio. Esta apología se ha perdido, aunque conocemos
un detalle, por un fragmento conservado: Melitón
subraya que desde la aparición del cristianismo las cosas
han ido mucho mejor para el Imperio. De las muchas
obras suyas cuyo título nos es conocido, sólo nos ha
llegado una Homilía sobre la pasión del Señor,
descubierta recientemente; en ella domina la idea de la
preexistencia de Cristo, que se encarnó en la Virgen para
rescatar al hombre del pecado, de la muerte y del
demonio.

MOLINÉ

TEXTOS

I. La novedad del Verbo hecho hombre.

Antigua era la ley, pero nuevo el Verbo;


temporal era la figura, pero eterno el don;
corruptible la oveja, pero el Señor incorruptible:
es inmolado como cordero, pero resucita como Dios.
Porque, "como una oveja fue llevado al matadero" (Is 53,
7),
pero no era una oveja;
como un cordero sin voz,
mas no era cordero.
Lo que era figura pasó, mas la realidad está presente.
En vez del cordero, se hizo presente Dios;
en vez de la oveja, un hombre,
y en este hombre, Cristo, el que contiene todas las cosas.
Así pues, el sacrificio de la oveja,
y la solemnidad de la Pascua,
y la letra de la ley,
han cedido su lugar a Cristo Jesús,
por causa del cual todo sucedía en la ley antigua,
y mucho más en la nueva disposición.
Porque la ley se ha convertido en Verbo...
el mandamiento en don,
la figura en realidad,
el cordero en Hijo,
la oveja en hombre,
y el hombre en Dios.
Pues el que había nacido como Hijo.
y había sido conducido como cordero,
y sacrificado como oveja,
y sepultado como hombre,
resucitó de entre los muertos como Dios,
pues era por naturaleza a la vez Dios y hombre.
Él es todas las cosas:
en cuanto juzga, es ley;
en cuanto enseña, Verbo;
en cuanto engendra, Padre;
en cuanto sepultado, hombre;
en cuanto resucita, Dios.
en cuanto es engendrado, Hijo;
en cuanto padece, oveja;
Éste es Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos.
Amén 1

II. La vieja y la nueva Pascua

Voy a explicar detalladamente las palabras de la Escritura


(cfr. Ex 12, 3-28): cómo Dios ordena a Moisés en Egipto,
cuando quiere, de una parte someter al faraón bajo el
látigo, y de otra librar a Israel del látigo por la mano de
Moisés.

En efecto, dice: «He aquí que tomarás un cordero sin


defecto y sin tacha y al atardecer lo inmolarás con los
hijos de Israel, y a la noche lo comerás con prisa, y no
romperéis ninguno de sus huesos. Así—dice—harás: en
una sola noche lo comeréis por familias y por tribus,
ceñidos vuestros lomos y los cayados en vuestras manos.
Porque ésta es la pascua del Señor, memorial eterno
para los hijos de Israel. Habiendo tomado la sangre de la
oveja, untad las puertas exteriores de vuestras casas
colocando sobre los montantes de la entrada la señal de
la sangre para la intimidación del ángel. Porque he aquí
que Yo heriré a Egipto y en una sola noche será privado
de hijos, desde el ganado hasta el hombre».

Entonces Moisés, habiendo degollado la oveja y habiendo


cumplido de noche el misterio con los hijos de Israel,
marcó las puertas de las casas para protección del pueblo
y para intimidación del ángel.
Cuando la oveja es degollada,
y la pascua es comida,
y el misterio es cumplido,
y el pueblo alegrado,
e Israel marcado,
entonces llega el ángel para herir a Egipto.
En una sola noche castigó a Egipto,
no iniciado en el misterio,
ni partícipe de la pascua,
ni marcado por la sangre,
ni protegido por el Espíritu,
sino enemigo, incrédulo;
y en una sola noche, después de herirlo, lo privó de sus
hijos (...).

Israel, en cambio, estaba protegido por la inmolación del


cordero,
y al mismo tiempo iluminado por la sangre vertida:
y la muerte de la oveja resultaba ser una muralla para el
pueblo.

¡Oh misterio sorprendente e inexplicable!


La inmolación del cordero resultó ser la salvación de
Israel,
la muerte de la oveja llegó a ser vida del pueblo
y la sangre intimidó al ángel.

Dime, ángel, lo que te ha intimidado:


¿la inmolación del cordero, o la vida del Señor?,
¿la muerte de la oveja o la figura del Señor?,
¿la sangre del cordero o el Espíritu del Señor?
Es claro que estás intimidado
por haber visto el misterio del Señor realizado en la
oveja,
la vida del Señor en la inmolación del cordero,
la prefiguración del Señor en la muerte de la oveja.
Por esto no castigaste a Israel, sino que privaste de sus
hijos sólo a Egipto.

¿Cuál es este misterio inesperado:


que Egipto haya sido golpeado para su perdición
e Israel, en cambio, protegido para su salvación?

Oíd la dinámica del misterio.

Lo que se ha dicho y lo que ha ocurrido no es nada,


amadísimos, si se separa de su simbolismo y de su
proyecto. Todo lo que se realice y se diga, participa del
simbolismo—la palabra, del simbolismo; el hecho, de la
prefiguración—para que, así como el hecho se manifiesta
por la prefiguración, así también la palabra se ilumine por
el simbolismo.

Una obra no se construye sin un proyecto. ¿O no se ve lo


que ha de ser a través de la imagen que la prefigura? Por
eso, el proyecto que se va a realizar se modela primero
con cera, o con arcilla, o con madera, a fin de que se
pueda ver lo que va a ser construido más alto en
grandeza, más fuerte en resistencia, y bello de forma y
rico en instalación, gracias a una pequeña maqueta,
destinada a perecer. Porque cuando se ha realizado
aquello para lo que había sido destinada la figura,
entonces, lo que hasta aquí portaba la imagen del futuro
es destruido, por haberse hecho inútil, al haber cedido su
imagen a una realidad verdadera. Pues aquello que en
otro tiempo era de valor se devalúa una vez aparecido lo
que es verdaderamente precioso.

Efectivamente, cada cosa tiene su propio tiempo: al


modelo su propio tiempo, al material su propio tiempo.
Haces el modelo de la obra real. Lo deseas porque ves en
él la imagen de lo que va a ser. Suministras el material
para el modelo. Lo deseas por lo que se va a construir
gracias a él. Ejecutas la obra, a ella sola la deseas, a ella
sola quieres, viendo en ella sola el modelo y el material y
la realidad.

III. Las figuras del Antiguo Testamento, suplantadas por la


realidad del Nuevo.

La salvación del Señor y la realidad fueron prefiguradas en


el pueblo (judío),
y las prescripciones del Evangelio fueron prenunciadas por
la ley.
De esta suerte, el pueblo era como el esbozo de un plan,
y la ley, la letra de una parábola;
pero el Evangelio es la explicación de la ley y su
cumplimiento,
y la Iglesia el lugar donde aquello se realiza.
Lo que era figura era valioso antes de que se diera la
realidad.
y la parábola era maravillosa antes de que se diera la
explicación.
Es decir, el pueblo (judío) tenía un valor antes de que se
estableciera la Iglesia,
y la ley era maravillosa antes de que resplandeciera la luz
del Evangelio.
Pero cuando surgió la Iglesia y se presentó el Evangelio,
se hizo vano lo que era figura, y su fuerza pasó a la
realidad;
la ley llegó a su cumplimiento, y traspasó su fuerza al
Evangelio.
El pueblo (de Israel) perdió su razón de ser, así que se
estableció la Iglesia,
la figura fue abolida, así que apareció el Señor.
Lo que antes era valioso, ha quedado ahora sin valor,
pues se ha manifestado lo que realmente era valioso por
naturaleza.
Valioso era antes el sacrificio de la oveja,
pero ahora es sin valor, a causa de la vida del Señor.
Valiosa era la muerte de la oveja,
pero ahora es sin valor, a causa de la salvación del Señor.
Valiosa era la sangre de la oveja,
pero ahora es sin valor, a causa del espíritu del Señor.
Valioso era el cordero sin voz,
pero ahora es sin valor, a causa del Hijo sin mancilla.
Valioso era el templo de abajo,
pero ahora es sin valor, a causa del Cristo de arriba.
Valiosa era la Jerusalén de abajo,
pero ahora es sin valor, a causa de la Jerusalén de arriba.
Valiosa era aquella angosta herencia,
pero ahora es sin valor, a causa de la amplitud del don.
Porque no es en lugar alguno determinado, ni en una
estrecha franja de tierra
donde se ha establecido la gloria de Dios,
sino que su don se ha derramado por todos los confines de
la tierra habitada,
y en ellos ha puesto el Dios omnipotente su tienda.
Por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos. Amén 2.

IV. El pecado del hombre.

Dios, habiendo creado al principio por el Verbo el cielo y la


tierra y cuanto en ellos se contiene, modeló al hombre de
la tierra y comunicó a esta figura su soplo. Y colocó al
hombre en un paraíso hacia el oriente, en Edén, para que
viviera agradablemente, y le dio como ley un mandato...
Pero el hombre que era por naturaleza capaz del bien y del
mal, como un pedazo de tierra que puede recibir buenas y
malas semillas, acogió a un consejero hostil y codicioso, y
tomando del árbol transgredió el mandamiento y
desobedeció a Dios. En consecuencia, fue echado a este
mundo, como a una prisión de condenados. Después de
muchos años y de haber dejado mucha descendencia,
volvió a la tierra, a causa de haber comido del árbol, y
dejó a sus hijos esta herencia...

No la pureza, sino la lujuria;


No la inmortalidad, sino la corrupción;
No el honor, sino la deshonra;
No la libertad, sino la esclavitud;
No la realeza, sino la tiranía;
No la vida, sino la muerte;
No la salvación, sino la perdición.

Nueva y terrible fue, en efecto, la perdición de los


hombres sobre la tierra. He aquí lo que les aconteció: eran
arrebatados por el pecado como por un tirano, y eran
llevados a los lugares de concupiscencia en los que
andaban zarandeados por placeres insaciables, por el
adulterio, la fornicación, la impudencia, los malos deseos,
la codicia, los asesinatos, el derramamiento de sangre, la
tiranía de la maldad y la tiranía de la injusticia. Porque el
padre sacaba la espada contra su hijo, y el hijo ponía sus
manos contra su padre; el impío golpeaba los pechos que
le habían amamantado; el hermano mataba a su
hermano; el huésped hacia injusticia a su huésped; el
amigo asesinaba al amigo y el hombre degollaba al
hombre con mano de tirano. Todos sobre la tierra se
convirtieron, unos en asesinos, otros en fratricidas, otros
en parricidas, otros en infanticidas... con esto exultaba el
Pecado: siendo colaborador de la muerte, la precedía en
las almas de los hombres y preparaba para ella como
alimento los cuerpos de los muertos. En toda alma
imprimía el pecado su huella, y aquellos que tenían esta
huella tenían que morir.

Toda carne, pues, cayó bajo el pecado,


y todo cuerpo bajo la muerte,
y toda alma era arrojada de su morada carnal,
y lo que había sido tomado de la tierra se disolvía en la
tierra,
y lo que había sido dado por Dios era encarcelado en el
Hades.
La bella armonía quedaba disuelta,
y el bello cuerpo, deshecho.
Porque el hombre quedaba dividido bajo el poder de la
muerte,
una extraña desgracia y cautividad le rodeaban.
Era arrastrado como prisionero por las sombras de la
muerte,
y la imagen del Padre yacía abandonada.
Esta es la razón por la que se ha cumplido el misterio de la
Pascua
en el cuerpo del Señor 3.

V. El designio salvador en Cristo.

De antemano el Señor había preordenado sus propios


padecimientos
en los patriarcas y en los profetas y en todo el pueblo,
poniendo como sello la ley y los profetas.
Porque lo que había de realizarse de manera inaudita y
grandiosa,
estaba preparado desde mucho tiempo,
para que cuando sucediera fuera creído,
habiendo sido prefigurado desde antiguo...
Antiguo y nuevo es el misterio del Señor:
antiguo en la figura, pero nuevo en el don.
Si miras a esa figura, verás la realidad a lo largo de la
realización.
Si quieres, pues, contemplar el misterio del Señor has de
mirar
a Abel que fue asesinado como él,
a Isaac que fue atado como él,
a José que fue vendido como él,
a Moisés que fue expuesto como él,
a David que fue perseguido como él,
a los profetas que padecieron por Cristo como él.

Mira también al cordero que fue degollado en la tierra de


Egipto,
al que golpeó a Egipto y salvó a Israel por la sangre...

Él es el que vino de los cielos a la tierra a causa del que


sufría,
y se revistió de éste mediante las entrañas de una virgen
presentándose como hombre.
Él tomó sobre sí los sufrimientos del que sufría al tomar un
cuerpo capaz de sufrir
y destruyó los sufrimientos de la carne,
matando, con su espíritu que no puede morir,
a la muerte homicida.

Él es el que nos arrancó de la esclavitud para la libertad


de las tinieblas para la luz,
de la muerte para la vida,
de la tiranía para el reino eterno.
ÉI hizo de nosotros un sacerdocio nuevo,
y un pueblo elegido para siempre.
Él es la Pascua de nuestra salvación

Él es el que se encarnó en una virgen,


el que fue suspendido en un madero,
el que fue enterrado en la tierra,
el que resucitó de entre los muertos,
el que fue arrebatado a las alturas de los cielos.
El es el cordero sin voz,
él es el cordero degollado,
él es el nacido de María, la oveja bella,
él es el que fue tomado del rebaño
y arrastrado al matadero,
sacrificado al atardecer
y sepultado por la noche;
sobre el madero no fue quebrantado,
en la tierra no sufrió corrupción,
sino que resucitó de los muertos,
y resucitó al hombre de lo profundo de su sepulcro.

Éste ha sido puesto a muerte.


¿Dónde? En medio de Jerusalén.
¿Por qué?
Porque curó a sus cojos,
porque limpió a sus leprosos,
porque llevó a la luz a sus ciegos,
porque resucitó a sus muertos.

Por esto padeció...

¿Por qué, Israel, has cometido esta nueva iniquidad?


Has deshonrado al que te había honrado,
has despreciado al que te había estimado,
has negado al que te había confesado,
has rechazado al que te había llamado.
has matado al que te había dado la vida.
¿Qué has hecho, Israel?...

Cuando el Señor iba a ser sacrificado, al atardecer,


tú preparaste para él los clavos agudos y los falsos
testigos,
las cuerdas, los azotes, el vinagre y la hiel,
la espada y la aflicción, como para un ladrón sanguinario.
Después de haber descargado los azotes sobre su cuerpo,
de haber puesto espinas en su cabeza,
ataste todavía sus bellas manos
que te habían modelado a partir de la tierra
y diste hiel para beber a aquella boca hermosa
que te había dado a beber la vida
y diste muerte a tu Señor en el día de la Gran Festividad.
Y tú te regalabas mientras él sufría hambre;
tú. bebías vino y comías pan,
mientras él bebía vinagre y hiel;
tú andabas con rostro radiante,
mientras él estaba demacrado;
tú exultabas, mientras él se afligía;
tú cantabas, mientras él era condenado;
tú dabas órdenes, mientras él era clavado;
tú danzabas, mientras él era sepultado;
tú te recostabas sobre muelle lecho,
y él en un féretro y en un sepulcro.

Oh Israel criminal, ¿por qué has cometido esta inaudita


injusticia,
arrojando a tu Señor a sufrimientos sin nombre,
al que es tu amo,
al que te modeló,
al que te creó,
al que te honró,
al que te llamó Israel?

Tú no te has mostrado como Israel, pues no has visto a


Dios,
no has reconocido al Señor,
no has sabido, Israel, que éste es el primogénito de Dios,
el que fue engendrado antes que la estrella de la mañana,
el que hizo surgir la luz,
el que hizo brillar el día,
el que separó a las tinieblas,
el que afirmó el primer borne,
el que suspendió la tierra,
el que secó el abismo,
el que extendió el firmamento,
el que puso orden en el mundo,
el que dispuso los astros en el cielo,
el que hizo brillar los luminares,
el que hizo los ángeles que están en el cielo,
el que fijó allí los tronos,
el que modeló al hombre sobre la tierra.

Él es el que te eligió y te condujo desde Adán hasta Noé,


desde Noé a Abraham,
desde Abraham a Isaac y a Jacob y a los patriarcas;
él te condujo a Egipto, y te protegió y allí te sustentó;
él iluminó tu camino con una columna de fuego,
y te cobijó bajo la nube,
y dividió el mar Rojo conduciéndote a través de él,
y dispersó a tu enemigo.
El es quien te dio el maná del cielo,
el que te dio a beber de la piedra,
el que te dio la ley en el Horeb,
el que te dio en herencia la tierra (prometida),
el que te envió a los profetas y suscitó tus reyes

Con él has sido impío,


con él has cometido iniquidad,
a él has dado muerte,
con él has traficado, reclamándole los didracmas como
precio de su cabeza. . .

Verdaderamente amarga es para ti esta fiesta de los


ázimos, como está escrito:
«Comeréis panes ázimos con hierbas amargas.»
Amargos son para ti los clavos que afilaste,
amarga para ti la lengua que aguzaste,
amargos para ti los falsos testigos que presentaste,
amargas para ti las cuerdas que preparaste,
amargos para ti los azotes que descargaste,
amargo para ti Judas, a quien pagaste,
amargo para ti Herodes, a quien obedeciste,
amargo para ti Caifás, a quien te confiaste,
amarga para ti la hiel que proporcionaste,
amargo para ti el vinagre que cultivaste,
amargas para ti las espinas que recogiste,
amargas para ti las manos que ensangrentaste.
Has dado muerte a tu Señor en medio de Jerusalén... 4

VI. Sentido de la pascua cristiana.

Pero él, el Señor, vestido de hombre,


habiendo sufrido por el que sufría,
atado por el que estaba detenido,
juzgado por el culpable,
sepultado por el que estaba enterrado,
resucitó de entre los muertos y clamó en voz alta:
¿Quién se levantará en juicio contra mí?
Que venga a enfrentarse conmigo.
Yo he liberado al condenado.
Yo he vivificado al que estaba muerto.
Yo he resucitado al que estaba sepultado.
¿Quién puede contradecirme?
Yo, dice, Cristo, he destruido a la muerte,
he triunfado del enemigo,
he pisoteado el Hades,
he maniatado al fuerte,
he arrebatado al hombre a las alturas de los cielos.

Yo, dice él, Cristo.


Venid, pues, todas las familias de hombres manchadas por
los pecados.
Recibid el perdón de los pecados.
Porque yo soy vuestro perdón,
yo la Pascua de la salvación,
yo el cordero degollado por vosotros,
yo vuestra redención,
yo vuestra vida,
yo vuestra resurrección,
yo vuestra luz,
yo vuestra salvación,
yo vuestro rey.
Yo os llevaré a las alturas de los cielos.
Yo os mostraré al Padre que existe desde los siglos.
Yo os resucitaré por medio de mi diestra.»

Tal es el alfa y la omega:


Él es el comienzo y el fin
—comienzo inenarrable y fin incomprensible—
él es Cristo,
él es el Rey,
él es Jesus,
él es el Estratega,
él es el Señor,
él es el que resucitó de entre los muertos.
él es el que está sentado a la diestra del Padre.
Él lleva al Padre, y es llevado por el Padre:
A él la gloria y el poder por los siglos. Amén 5.
........................
1. Números 4-10.
2. Números 11-16, 30-45.
3. Números 47-57.
4. Números 58-93.
5. Números 100-104.
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