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EL MUNICIPIO
2. ¿Qué es el Municipio?
Por debajo del Consejo de Indias, la monarquía creó una serie de órganos
territoriales con una estructura piramidal, en primer lugar (en la cumbre) estaban
los virreinatos que seguían el modelo de la corona de Aragón y estaban
gobernados por virreyes. Los dos grandes virreinatos eran el de la Nueva España
(1535) con capital en México que comprendía la América central y el virreinato del
Perú (1524) con capital en Lima y que se extendía por una gran parte de América
del sur; ambos virreinatos tenían un gran poder político, militar y judicial.
Los requisitos para ser regidor municipal son los mismos que para ser presidente
municipal o síndico, y que se establecen en las Constituciones locales y en las
respectivas leyes municipales, a saber: ser mexicano, mayor de veinte años, saber
leer y escribir, etcétera.
En la primera ley, integrada por quince artículos, se hace una muy completa
declaración de derechos humanos. De ellos destacan los relacionados con el
proceso judicial, debido al talento del principal autor de las leyes: Francisco
Manuel Sánchez de Tagle. Muy cercanos a los consignados en la Constitución de
Cádiz, se completan como en aquella con limitaciones concretas al Legislativo y al
Ejecutivo y reglas específicas de administración de justicia. El derecho de
ciudadanía se otorga sólo a quienes alcanzan un determinado ingreso anual.
La segunda ley, que consta de veintitrés artículos, crea la figura más controversial
y emblemática de las Siete Leyes: el Supremo Poder Conservador, inspirado en el
Senado Conservador francés de la Constitución del Año VIII. Quedó integrado por
cinco ciudadanos, quienes debieron ocupar previamente un cargo de máxima
relevancia pública. Se le atribuyeron amplias facultades que en conjunto resultaron
exorbitantes: declarar la nulidad de los actos de cualquiera de los otros tres
Poderes cuando fueran contrarios a la Constitución, suspender a los mismos si
amenazaban la paz pública y ordenar al Presidente la remoción de sus ministros.
Se le erigió como intérprete de la voluntad popular por su simple declaratoria.
Ejercía sus facultades a su criterio y sólo debía responsabilidad “a Dios y a la
opinión pública”.