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ÉPICA

NÁHUATL

UNAM Si.
OTECA DEL ESTUDIANTE UNIVERSITARIO

51

ÉPICA NÁHUATL

Selección, introducción y notas

ÁNGEL Ma. G a R IB A Y K.

TERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

M é x ic o 1993
Primera edición: 1945
Segunda edición: 1964
Tercera edición: 1978
Cuarta edición: 1993

DR © 1993. Universidad Nacional Autónoma de México ·


Ciudad Universitaria. 04510, México, D. F.

D ir e c c ió n G e n e r a l de P u b l ic a c io n e s

I mpreso y hecho en México

ISBN 968-36-2888-5
IN T R O D U C C IÓ N

D e los veinte códices ciertamente prehispánicos que


poseemos, sea íntegros, sea en p arte,1 sólo de dos
puede afirmarse qus son de carácter kistótico. 2
Ellos no pertenecen a la cultura nahuatlaca, sino a
la mixteca, pero son una buena muestra de cómo
hayan sido los de carácter similar entre los pueblas
ds esta lengua. La forma, la técnica, la misma dis­
posición artística, con las necesarias diferencias
peculiares, vienen a ser idénticas en todos los libros
de la antigüedad que llegaron a nuestro conocí■
miento.
La concepción de la historia, sin embargo, en
los pueblos indígenas tiene que ser totalmente dis­
tinta de la occidental y, con mayor razón, de la fría,
descarnada y sistemática de tenor científico de nues­
tros tiempos. Más que historia, contienen leyenda
y mitología: los dioses y los hombres se entremez­
clan, los dioses se hacen hombres, o se revisten de

1 Un magnífico resumen del estado de la cuestión acerca


de los códices precortesianos se hallará en Arte precolombina
de México y de la América Central, de Salvador Toscano,
México, 1944, pp. 548-3S5.
2 Vid. la misma obra. pp. 362 y ss.
caracteres antropomórficos, los hombres se elevan
a la apoteosis y de todo ello resulta una síntesis
que, poco útil para la historia, es del pleno domi­
nio de la creación poética, en su estricto sentido
etimológico. Va la fantasía siempre en pos del mi­
to y la historia misma se pierde en una niebla do­
rada de bellem. Error ha sido tomar como base
perfecta de historia lo que es precioso documento
de creación de la fantasía, con bases en los hechos
ciertamente, pero que no reproduce los hechos, sino
la concepción de ellos. Entran, por lo mismo, en el
campo de la creación artística y son documentos
literarios.
D e códices como éstos sacaron los escritores de
las antiguas crónicas, tales como Tezozómoc, Ix-
tlilxóchitl, M uñoz Camargo, los informantes del
padre Sahagún, la mayor parte de sus relatos. Pero
los códices eran insuficientes: más que libros,
eran medios de excitar y fijar la memoria. N o se
leían, se relataban. Visto el libro —am atl—, o más
exactamente, la pintura —tla cu ilo lli—, el lector iba
refiriendo y relatando la leyenda escondida bajo
las imágenes y signos simbólicos del pin(icogra-
ma. Era necesaria una fijación mnemónica y el
metro y la música ayudaron a forjarla, com o en
todas las culturas literarias al comenzar. D e ahí
nació el cantar, poema, relato, o rela ción , como
se llamará, con frecuencia, la lectura comentada
de lo que el códice decía. N o en vano la palabra
náhuatl que expresa nuestra idea de leer corres­
ponde a la de contar, sea enumerando, sea narran­
d o: p oh u a . Bien pronto el cantar se libertó de la
sujeción a la pintura. Corrió por su camino, como
cosa viva, y se fue transmitiendo de boca en boca.

VI
Una de las ocupaciones de los sacerdotes era con­
servar, componer, enseñar, recoger y volver a di­
fundir aquellos cantares.3
Cuando el alfabeto salvador conquistó a los in­
dios, más que las armas derruidoras, los cantares
fueron recogidos en su lengua; algunos fueron
aprovechados para la narración del pasado. Y p in ­
turas y cantares, com o un lugar común, son siem­
pre citados en las antiguas escrituras como fuen­
tes de la narración. Si son de valor histórico o no,
no es el punto que ahora estudiamos: nadie puede
negar que sean documentos que nos guardan, ya
en la lengua original, ya en la lengua castellana,
vertidos de su primitiva redacción, los conceptos
legendarios de los hechos que la fantasía había
revestido de belleza, y, elevando en la creación es­
tética la realidad humana, había hecho entrar en
el dominio de lo que no muere la humilde vida de
los indios, hecha heroica por el canto. Tenemos
derecho a hablar, por consiguiente, de una épica
prehispánica. En este lugar sólo vamos a concretar
nuestro estudio a la que se guardó en lengua ná­
huatl, o de ella se trasvasó al castellano. Habien­
do, como hay, en otras lenguas —el maya, por
ejemplo—, materia épica, la dejamos a un lado. Y
aun así, resultará deficiente lo que este volumen
contiene en comparación de lo mucho que pudiera
abarcar. La discreción y el plan de esta Biblioteca
exige que pongamos límites estrechos. 4

3 En parte he tratado esta materia en Abside, iv (1940),


1?, 48 y ss. y m (1939), 80, 11 y ss. El primer estudio contiene
observaciones que no he podido incluir en la presente oca­
sión y que completan lo que aquí se expone.
4 En los vols. 11, 21, 31 y en el primero se halla buena
documentación general en esta Colección.

vil
2

A l azar tomaremos, para dar un ejem plo del sis­


tema de fijación de hechos mediante las figuras, la
plana 69 del Códice Nuttall. 5 En este bello ejem­
plar de los libros prehispánicos se narran y cele­
bran los hechos de un cacique de nom bre calendári-
co 8-Venado. En esta plana vem os al caudillo, tras
una larga serie de conquistas, llegar a un templo,
presentando una ofrenda. Bajo él se pone, en bello
cuadro simbólico, el doble sacrificio que hace; a
la lucha eterna y victoriosa del sol sobre las tinie­
blas y a la sombra vencida, pero compañera del
hombre más allá de la muerte. Después del día
12-Conejo, del año 8-Conejo, es decir, el 1474
a. D ., se presentan el águila y el tigre en lucha
feroz. Sigue la victima dada a la tierra y la consa­
grada al sol. La primera es una bestia, perro al
parecer, que borbota sangre; la segunda es un hom­
bre, a quien el sacrificador abre el pecho, según la
conocida usanza, aunque sin el concurso de los au­
xiliares. Entre ambas victimas un rojo personaje,
langostiforme más bien que serpentino, viene a
beber con avidez la sangre. Las figuras hoy apenas
nos dicen algo, y eso tras muchas suposiciones y
conjeturas. Podemos imaginar al cantor, que con
el códice ante los ojos decía: “ Victorioso llega el
gran caudillo 8-Venado. Siempre religioso, aman­
te de los dioses, en sus manos lleva el pedernal áel
sacrificio. Mientras persiste interminable la lucha
entre el sol, que como águila se levanta cada rna-

6 Una reproducción en negro de esta plana se halla en


Salvador Toscano, op. cit., p. 363.

vni
ñaña y cae cada tarde, y la tierra, tigre feroz que
anhela acabar con el sol, nuestro caudillo hará el
doble sacrificio: a la tierra, la sangre que un día en
la morada de la muerte nos llevará invencibles; al
sol, la sangre humana que bebe anhelante. A llí está
el mensajero del sol, la azulada serpiente que baja,
encogiendo sus miembros y volando como langos­
ta, para beber el rojo licor sagrado que da la vida
a los dioses." T ex to de encomio a la vez que de
edificación y de alta unción sagrada. Este verosí­
mil ensueño nos nace vislumbrar cuál podría ser
la amplia ocasión que '^s sacerdotes tenían para
volar en las alas de cw estro particular. M itad lec­
tura, mitad improvisación, la narración salida de
sus labios y unida al canto tuvo que parecer a los
oyentes y espectadores como una de las manifes­
taciones de aquel poder mágico que veían en sus
sabios y hombres dedicados al culto de las divini­
dades, al mismo tiempo que de los conocimientos.
A q u í más bien hemos adivinado que interpre­
tado. Pasemos al segundo orden de fuentes conser­
vadas: los manuscritos en lengua náhuatl tomados
de la lectura de los códices y de la tradición de los
cantos. Hallamos en Sahagún —mina siempre in­
exhausta— el famoso poema de Quetzalcóatl. Hay
que ver las etapas que siguió bajo su pluma. El
padre redactó en su H istoria g e n e r a l6 la “ rela­
ción de quién era Quetzalcóatl. . . dónde reinó y
de lo que hizo cuando se fu e". En el m a n u scrito de
F loren cia hallamos la base de esta relación dividi­
da de manera similar al texto castellano y acompa­
ñada de figuras, que son como la reproducción de

«Se halla en el lib. m, caps. 3 a 14, ed. de 1938, vol. i,


pp. 267-282.

IX
un códice y que quizá, en efecto, de un códice fue­
ron copiadas. 7 Si retrocedemos al m an u scrito d el
P alacio R ea l d e M a d rid , hallamos largas veintiséis
páginas del texto sin división alguna, com o de un
relato único, y sólo al margen percibimos las acota­
ciones que indican los capítulos, hechas a manos del
tembloroso fraile. 8 Bien marcadas están las etapas
en estfi terreno: el códice, el cantar acompañante
del códice, la división del cantar, de manera que dé
entrada a la que quiere ser historia, y, al fin, la
historia pasada a la lengua de los conquistadores.
En otros casos no se siguió todo el proceso, o no
nos queda testimonio. H ay la L eyen d a d e los Soles,
publicada por D el Paso y Troncoso, 8 de un ma­
nuscrito de 1558, sustancialmente idéntica al C ó ­
d ice C h im a lp op oca , o A nales d e C uau h titlan . En
este documento hallamos la letra en náhuatl y va­
gas referencias a un códice que el redactor tiene a
la vista. Como he de hacer ver abajo, tanto el poe­
ma de Quetzalcóatl, com o la mayor parte del m a­
n uscrito de la L eyen d a están en verso. En el pre­
sente caso nos ha faltado el primero y el ultimo
eslabón de la cadena: esto es, el códice en figuras
y la versión en castellano.

7 El texto original náhuatl se halla editado, con las figu­


ras, por Ed. Seler, en Einige Kapitel aus dem Geschichtswerk
des Fray Bernardino de Sahagún, Stuttgart, 1927, pp. 269-
292. Acompaña una versión alemana bastante fiel. Las figuras
parecen ya influidas por la técnica europea, a diferencia de
las de los "Primeros Memoriales", que son más indias.
8 Se halla este original en el Códice del Palacio de Ma­
drid, foja 139 r» a 151 v1?. En la edición fotográfica de Del
Paso y Troncoso, Madrid, 1906, vol. vil, pp. 215-240.
e Florencia, 1903. Fascículo de 40 pp., en las cuales son
diez de texto náhuatl. Versión fiel, pero muy forzada.
* Llegamos al tercer caso: no hay sino la traduc­
ción castellana. Pero a través de ella percibimos
un texto en lengua indigena, y en muchos casos el
autor mismo de la narración en español se encarga
de decirnos que la tomó de “pinturas y cantares”
Tal es el caso de Ixtlilxóchitl, de Tezozómoc y de
M uñoz Camargo, para citar únicamente los más
■ conocidos. A qu i hallamos la materia épica en
nuestra propia lengua, tomada como materia de
historia. Lamentable es que se haya tenido por his­
toria lo que era solamente prosificación de la le­
yenda heroica: lo que cantaban los trovadores y
cu ican im e de las cortes de Tezcoco, Tenochtitlan
v Tlaxcala o Huexotzinco, fue tomado por docu­
mento histórico. Era apenas canto épico. Caso, por
lo demás, bien comprobado en nuestra misma lite­
ratura castellana, como a la saciedad ha probado
Menéndez Pidal. 10
Puede ver el estudioso dos deducciones que bro-
:s7i de estas reflexiones: tenemos fuentes documen­
tales suficientes para conocer los cantos épicos de
'.z antigua cultura indigena en la zona nahuatlaca,
·. espera al laborioso un gustoso campo de estudio
: zsi inexplorado. M ucho puede descubrir quien se
z-.entrure por los, en apariencia, embrollados rela­
t a de Ixtlilxóchitl, por ejemplo, o quien tratare
¿e hacer la investigación de las bases de informa­
ra n de las leyendas de Tezozómoc o Durán. Este
fítudio hemos procurado hacerlo, pero no es el
C'esente el lugar de proponer las conclusiones a
;i :e hemos llegado. Algo de ello, sin embargo, va
las líneas que siguen.

--Poesía juglaresca y juglares. Vid. como más accesible


c : Col. Austral, vol. 300. Buenos Aires, 1942, passim.

XI
3

Tres fueron los centros culturales de los pueblos


de habla náhuatl: los menciono por su orden de
importancia en este aspecto: Tezcoco, Tenochti­
tlan, Tlaxcala. En la última denominación quiero
incluir a Cholula y Huexotzinco, com o quedan uni­
dos a Tenochtitlan los pueblos circunvecinos del
Valle. E l orden de valor literario no condicionó la
conservación del material. Tenem os mucho más
de Tenochtitlan que de Tezcoco y Tlaxcala. Era
natural, por lo demás, tenida cuenta de la absor­
ción gradual a que llegaba M éxico en los dias de
la Conquista y a la mayor facilidad de recolección
de materiales. Sin poder ampliar más mis reflexio­
nes, por la tiranía del espacio, voy a sintetizar lo
que me parece que puede tenerse por averiguado
y que cada persona puede comprobar por si, si
rehace el estudio. D ejo a un lado el M a n u scrito d e
la B ib lio te ca que en parte he presentado en mi li­
bro que forma el N f 11 de esta Colección, 11 así
como otros documentos menores, y paso a propo­
ner la épica de los pueblos nahuas dividida en
tres ciclos: A . Tezcocano. B . Tenochca, y C. Tlax-
calteca. Haré observaciones acerca de cada uno de
ellos.
A. Ciclo Tezcocano. La fuente fundamental de
su conocimiento es la obra abundantísima de Ix-
tlilxóchitl y en parte la de Durán. Por desgracia,

n Hay allí algunos poemas de carácter épico que ei es­


tudioso puede ver entre las pp. 30-64. En el manuscrito de
la Biblioteca hay muchos más cantos de esta naturaleza,
pero he dejado ahora de tenerlos en cuenta, para darles
importancia aparte en esta obra.

XII
sin razón suficiente ha sido subestimado el cronis­
ta descendiente de los reyes de Tezcoco. Si tiene
o no valor histórico, y o no quiero ahora decidir. 12
Ciertamente que nadie le puede negar valor lite­
rario. Y éste es el aspecto que aquí nos interesa.
Hallo en su documentación base suficiente para
la reconstrucción de varios poemas. Los enumero
en seguida: a) “ Poema de Quetzalcóatl” , con no­
tables variantes respecto de la versión conservada
por los A nales de C u a u h titla n y la documentación
de Sahagún. Se halla en las R ela cio n e s referentes
a los T o lt e c a s ,13 y él mismo confiesa que para sacar
“ esto en limpio le ha costado harto estudio y tra­
bajo” . 14 A qu í, como en otros muchos lugares de
sus escritos, nos remite a sus fuentes. D e este poe­
ma se reproducen largos fragmentos abajo, y en
la reproducción se guardan las palabras del redac­
tor, eliminando las correlaciones cronológicas, mu­
chas veces equivocadas y siempre impertinentes.
Repitamos, una vez más, que el error de Ixtlilxó-
chitl y los que le han seguido es querer hacer his­
toria lo que es poesía únicamente.

12 Es de importancia hacer una revisión crítica de la obra


de Ixtlilxóchitl, que ha sido generalmente subestimado, más
por falta de estudio acerca de sus intenciones y métodos,
que por carencia de valor histórico. Como fuente de cono­
cimiento de las ideas de los indios acerca de lo suyo es
inapreciable.
13 Me sirvo de ¡a edición de Alfredo Chavero, México,
tomo I, 1891, y también n, 1892; Obras históricas de don
Femando de Alva Ixtlilxóchitl. En el primer vol. se contie­
ne una serie de prosificaciones de poemas y comentarios de
anales, sus bases de documentación. Probablemente escrita
en náhuatl, como parece seguro, por el autor, fue puesta en
castellano la serie por un amanuense de Otumba.
i*i, 64. Léanse las p. 60 y ss, en que da razón de sus in­
dagaciones y de las fuentes en que se inspira.

X III
b ) “Poema de Ixtlilxóchitl” , en que se cantan
las desdichas de este rey, desde su nacimiento hasta
su muerte. Va en la R e la c ió n n oven a de la H istoria
C h ich im eca breve, 15 y tiene su materia correlativa,
con más o menos variantes, en la H istoria C h i­
ch im eca grande, abarcando en la segunda del ca­
pítulo 15 al 19. 18 A l terminar nos declara que “ esta
historia de Ixtlilxóchitl cuentan los viejos princi­
pales sus descendientes, no con pocas lágrimas?’ . 17
Episodios hay en tan largo relato que tienen par­
ticular encanto y n o carecen de grandeza épica, asi
como de intriga novelesca. N o es posible citar sino
unos cuantos fragmentos y he procurado incluir
aquí los más bellos a mi juicio. Combinados los da­
tos de la R e la c ió n n oven a con los de la H istoria
C h ich im eca , notamos que la tradición era múltiple
y que, como sucede en todos los poemas heroicos de
transmisión popular, hay diversas maneras de con­
tar el mismo hecho. Léase la “M uerte de Cihuacue-
cuenotzin” incluida abajo y se verá qué partido po­
dría sacar un poeta moderno, si nos poseyera aún
la emoción de lo pasado. En mi arreglo he procu­
rado tomar datos de ambas versiones y armonizar­
los en un solo conjunto.
c) “Nezahualcóyotl perseguido” , sería el nombre
que daríamos al tercer grupo de poemas que ha­
blan de las increíbles y fantásticas aventuras del
famoso monarca tezcocano. Cubren en la edición
de Chavero, de texto apretado como es, unas cin­
cuenta páginas, de las cuales sólo habrá que elimi­
nar las referencias cronológicas y poner en orden

15 Comprendida entre las pp, 145-170 del vol. I.


ie Vol. ii, pp. 81-97.
it i, p. 170.

XIV
algunas páginas tergiversadas, desde los originales
quizá, para tener una bella composición larga y
armónica. 18 A l terminar un episodio dice: "A q u í
acaba la historia original” , 19 y al cerrar la narra­
ción: “ Con esto acabó el autor o autores que esta
original y antigua historia pintaron, por no haber
sucedido más, y en lo que sigue, son otras historias
v Relaciones.” 20 Si en lo histórico era cierto lo que
Chavero ponía en su nota, lo es más, a m i juicio,
en el orden literario: “ Conclúyese de todo, que el
monumento histórico de que se trata es uno de los
más preciosos y auténticos que poseemos.” D e mil
amores incluiría y o integro este largo poem a: ten-
ZO que tomar sólo unas muestras que darán el re-
zusto de la bella composición y el deseo de leerla
■ir.tegra.
En lo restante, a partir de la R e la c ió n d u o d é ­
cim a, hallamos cambiado el estilo y entonación. Se
percibe que el autor ya no hace sino traducir y aco-
z2 T A nales, fríos, escuetos, como son los puramente
históricos.
d) “Andanzas de Ichazotlaloatzin en Chalco” es
Jiro poema que a Ramírez le parece de otra ma-
o. 21 Eslo a la verdad, pero sea quien fuere el tra­
ductor, se hallaba en lengua náhuatl, como se per-
r~.be aún por las malas versiones. N o es posible,
poner nada de este bello relato, que el curioso pue-
i f leer en el lugar citado.
Podríamos espigar aún en las demás relaciones,
r l a H istoria C h ich im eca , y hallaríamos fragmen-

171-219.
-»i. 178, y también, al fin del relato, p. 219.
— i. 219. Nota de Chavero en la misma página.
Nota de Ramírez, i, 241.

xv
tos que ciertamente pertenecieron a poemas perdi­
dos. Para los intentos de esta antología basta la
serie de muestras que se incluyen, tanto más impor­
tantes, cuanto que prácticamente se le ha dado
muerte civil en el campo de la investigación y aun
de la simple lectura al crorhsta tezcocano.
En estos fragmentos de Ixtlilxóchitl he muda­
do un poco la frase, dándole ligereza, pero conser­
vando sus palabras. Se omiten todas las referencias
y fastidiosas sincronías, casi siempre erróneas.

B. C iclo T e n o ch ca . Riquísimo en documentos, no


es posible se considere aquí en su totalidad. Voy
a dar unas cuantas notas solamente acerca de los
poemas cuyos fragmentos he incluido en la colec­
ción que constituye este libro. N o falta la materia,
falta el espacio.
a) " Poema de Quetzalcóatl.” Se lleva la prima­
cía por su suntuosidad, su largura y su armónica
composición. M erece una edición aparte y no pier­
do la esperanza de hacerla un día. Las fuentes
documentales son dos principalmente y ambas en
lengua náhuatl: el manuscrito llamado A nales de
C uau h titlan y el manuscrito en lengua azteca de la
documentación de Sahagún. Del primer documento
no tenemos en castellano todavía una traducción
digna,22 y es de lamentarse, porque es bello como

22 Este precioso documento ha tenido mala suerte. No


hay una correcta versión en castellano. Se ha anunciado la
de don Primo Feliciano Velázquez. Hay la mala versión
publicada en Anales del Museo Nacional de México, 1885,
t. ni, apéndice, y la alemana que acompaña el texto,

XVI
ninguno. Del segundo, tenemos una edición en su
original, tomado del M a n u scrito F lo re n tin o y agre­
gado de una versión en alemán. 23 Benemérita como
es esta edición, es deficiente y para nosotros prác­
ticamente inútil: tarda el día en que se lea en M é ­
xico el alemán, al menos como se iee el inglés. Por
lo demás, el texto se halla plagado de erratas y la
versión no es siempre fiel. Es m ejor el texto del
M an u scrito d e M a d rid y éste ha sido la base de los
fragmentos que doy .vertidos directamente del ná­
huatl en la presente colección. H e procurado ser
fiel, pero he tenido más atención al color y expre­
sión propiamente poéticos: la lengua náhuatl con­
tiene suma de sugerencias y la lengua castellana no
le va en zaga para dar todos los matices.
b ) “Poema de M ixcóatl." A l parecer formaba
parte del poema anterior, o es una epopeya prelimi­
nar. También tenemos en lengua náhuatl el original
y una versión que de él hizo, con otros relatos, el
benemérito D el Paso y Troncoso. 24 Desgraciada­
mente la versión es neciamente servil y el texto se
dio en una transcripción fonética que, si quizá cien­
tífica, es sumamente molesta a la lectura. D e los
fragmentos que aquí intercalo en el poema de Quet­
zalcóatl y en el poema de M ixcóatl que doy integro,
hago una nueva versión del náhuatl, del mismo
tenor que la del anterior.
c) “ Peregrinación de los Aztefas.” Intéresantísi-

dada a luz por W. Lehmann, Berlín, 1938, bajo el nombre


Die Geschichte der Konigreiche von Colhuacan und Mexico
(Publicación de Quellenwerke zur Alten Geschichte Amerikas,
del Ibero-Amerikanischen Instituí) .
23 Vid. la referencia en nota 7.
24 vid. la referencia en nota 9, Se incluyó una parte en
vol. 31 de esta Biblioteca.

XVII
m o y hermoso. Se halla en multitud de documen­
tos, tanto pictográficos como redactados en castella­
no a base de los códices y cantares. D e esta parte
propiamente nada incluyo aqui. 25
d) ''Poema de Huitzilopochtli.” Sumamente im­
portante. Conservado en náhuatl solamente en el
fragmento relativo a su nacimiento, que se traduce
abajo.26 T od o lo demás se halla en las crónicas
prosificadas y puestas en castellano, tales como las
de Tezozómoc, Durán y el Códice Ramírez. T om o
los fragmentos que doy de la forma de Tezozómoc,
la más bella y cercana a los originales por su sabor
En su lugar se hará la notación de la parte en que
se halla en el libro el fragmento que se incluye.
D e estos poemas, los que se hallan en lengua ná­
huatl — Iqs notados en a, b , c (en algunos docu­
mentos) y parte de d — se hallan en verso. Véase
abajo la discusión de este punto.

25 Hay mucha documentación, que no es de este lugar se­


ñalar. Sin embargo anotaré algunas fuentes. Todas las his­
torias antiguas que se anotan en la bibliografía puesta abajo,
incluyen más o menos la misma secuela de hechos legendarios
referentes a esta Peregrinación. Como obras básicas vid.
Sahagún, Historia general, lib. X , cap. xix (ed. 1938, III,
109-144, principalmente la parte final); texto náhuatl y ver­
sión alemana, en op. cit. de Seler, en la nota 7, pp. 387-
446. Aubin, J. M. A., Histoire de la Nation Mexicaine, París,
1893. Peñafiel, A. Códice Aubin, México, 1902. (Mala edi­
ción del texto náhuatl y peor versión castellana.) (Ambas
obras reproducen un documento con pinacogramas y ex­
plicación en náhuatl, del año 1576.) Chimalpain Cuauhtle-
huanilzin, Sixiéme et Septéme Relations, publiées et tra­
disi tes par Remi Siméon. Paris, 3889.
26 Texto náhuatl del manuscrito del Palacio de Madrid,
fs. 132-vo, 134 ν'? ed. Del Paso, vol. vn, 202-206. Seler, op.
cit., pp. 253-258, con vers. alemana. Traducción del P.
Sahagún, Historia, ed. 1938, i, 259-262. Vid. Abside, iv
(1940) , I1? pp. 62-71, texto y versión míos.

XVIII
e) “ Ciclo de Moctezuma Ilhuicamina.” Similar
al de Nezahualcóyotl, aunque de menor vida y sin
intriga prácticamente. En su campo hallamos cu­
riosos poemas referentes a la guerra de Chalco, que,
por lo visto, debió ser de consecuencias para el Va­
lle .27 Se halla en Duran, Tezozómoc, Códice Ra­
mírez, etcétera.
f) "Ciclo de Moteuczoma Xocoyotzin” , en for­
mación al llegar los españoles y que siguió creán­
dose en la postconquista. Es de los más interesantes
y sólo voy a poner abajo las partes referentes a las
angustias del monarca y a su pretendida marcha a
Cincalco. T om o todo de Tezozómoc.
En un estudio más completo cabría abarcar aún
varios poemas menores de que hallamos residuos en
las crónicas. Dada la naturaleza de la presente co­
lección, tenemos que dejarlos a un lado. 28
Cojnparados estos poemas de M éxico con los de
Tezcoco, podríamos hallar menos artificio y menos
arte. Dejamos el cotejo al lector y su estudio di­
recto le hará ver que no hay subjetivismo en lo que
afirmamos.

C. C iclo T la x ca lteca . Es del que menos documen­


tación tenemos. En realidad, sólo M u ñoz Camar-

27 Cfr. Durán, Historia de las Indias. Tezozómoc, Crónica


Mexicana. Códice Ramirez. No doy ía referencia precisa,
por ser fácil hallar la relación en ios títulos de los caps,
respectivos.
28 La cuidadosa lectura de estas viejas crónicas hará ver
ciertos episodios que pueden bien destacarse con toda uni­
dad íntima. En obra más amplia cabría dar ejemplos.

XIX
go 29 ha dejado ver algo de los cantos y relatos de
su nación. Y no es que faltara en aquellas ciudades
cultura. Tanta era la importancia de Cholula que
no falta quien, con más o menos fundamento, haga
de esta ciudad y su colegio de sacerdotes y tlacuilo-
que, nada menos que los C ód ices d e l G r u p o B o r ­
gia, los más importantes y bellos en todos senti­
dos. 30 Para no dejar sin representación este ciclo
vamos a incluir algunos fragmentos del cronista
tlaxcalteca, por fortuna de especial interés y ente­
ramente diferentes de lo que en los oíros docu­
mentos hallamos. También el mestizo escritor nos
habla de sus fuentes de información, precisamente
de tenor poético: “L o cual dejó numerado Tecua-
nitzin Chichimecatl Tecuhtli, en unos cantares o
versos que compuso de sus antepasados Teochi-
chimecas, primeros pobladores de la provincia de
Tlaxcala." 31
Fuera de estos tres ciclos propiamente heroicos,
hallamos una serie de poemas de carácter épico que
podemos llamar É pica Sacra. A qu í el material es
variado, confuso y abundante en extremo. Halla­
mos huellas de estos poemas en todos los documen­
tos de las tres regiones —Tezcoco, Tenochtitlan,
Cholula-Tlaxcala—, y si fuese cierta la conjetura
de que la ciudad de los mil templos fue metrópo-

20 Hay la Historia de Tlaxcala del cacique Juan Ventura


Zapata, en lengua náhuatl, aún inédita y tampoco traduci­
da, que yo sepa. (Copia fotostática en el Museo Nacional.)
so La cuestión del origen y significación de estos valiosos
códices no está resuelta. Vid. S. Toscano, op. cit., pp. 370 y ss.
31 M u ñ o z Camargo, Historia de Tlaxcala, México, 1892,
p. 68. Dice "numerado” por ambigua versión de pouhtehuac:
"dejó narrado, o dejó numerado.” Vid. también el fin de
la misma página.

XX
li de sabios, tendríamos aquí los restos de composi­
ción mítico literaria que nos hacen falta en el campo
propiamente heroico humano. En nota, indico las
fuentes de donde he tomado los diversos fragmen­
tos que van en esta colección agrupados bajo el
título de P oem as épico-sacros. Pondré allí mitos re­
ferentes al Sol, tales como el de Sahagún, 32 recogi­
do en Tepepulco, región tezcocana, y que doy en
una nueva versión castellana, del texto que se halla
en el manuscrito correspondiente a estos Primeros
Memoriales. A l mismo agrego algunas breves alu­
siones tomadas de otras fuentes. La famosa leyenda
sacra de la cuádruple restauración del mundo, lla­
mada vulgarmente de los “Soles Cosmogónicos’’, no
va en esta colección; primero, por ser muy conocida
y divulgada, ya que en casi todas las fuentes se con­
tiene, y después, por ser digna de un estudio apar­
te, aun del punto de vista puramente literario. T o ­
mando de aquí y de allá, con cierta arbitrariedad,
paladinamente lo confieso, he formado un diseño
de un “Poema de la Creación” , con rasgos suma­
mente bellos y aun grandiosos en parte. A l calce de
cada fragmento y en las notas que acompañan al
mismo, señalo su origen documental y el probable
territorial. En una forma análoga a la del arqueó­
logo, que desentierra y trata de restaurar una urna
rota con escasos e incompletos fragmentos, he tra­
tado de reconstruir un “Poema de Tláloc y Xochi-
quétzal” , el cual, de haber existido, como yo creo,
debió ser uno de los más antiguos. También en
cada fragmento se indica su procedencia.

32 En los llamados “ Primeros Memoriales”, manuscrito


de Madrid, Palacio, fs. 161 ν'?-165 v?, ed de Del Paso, vol.
vi-21?, pp. 180-188.

XXI
Cierro este aparte, haciendo notar al lector que
la materia sacra, como es natural en pueblos primi­
tivos y más del carácter de los nuestros, se entrela­
za constantemente a la materia humana. Casos hay
en que los mitos de los dioses se hicieron leyendas
de personajes históricos —la confusión de Xóchitl
con Xochiquétzal en la versión de Tezcoco acerca
de la leyenda épica de Quetzalcóatl—, y en otros
casos, la leyenda histórica se eleva a las alturas del
poema épico sacro — como sucede en la interven­
ción de Quetzalcóatl, personaje perfectamente his­
tórico, en la épica de la creación. H echo literario
constantemente reproducido en los orígenes de to­
das las literaturas. H om ero, lo mismo que los poe­
mas indostánicos, dan suficiente testimonio de ello.

H em os partido del supuesto de la existencia de


una poesía épica. ¿No es este supuesto hijo de la
fantasía, o delirio inspirado por la emoción? Bre­
vemente debo contestar la pregunta. Comienzo por
remitir a mi estudio citado en la nota 3 al lector,
para que busque algo más de lo mucho que en este
terreno puede decirse, y trato aquí en otra forma
el mismo tema.
N o podemos desentendemos del origen de nom­
bres y clasificaciones literarias. Y en dicho campo,
como en tantos otros, la raíz es helénica. D e los
helenos, quien más ampliamente y con más preci­
sión trató la naturaleza de la epopeya fue Aristóte­
les. 33 N o vamos a hacer aquí su comentario, por

33 Poética, m, pte. acerca de la épica.

xxu
extemporáneo, pero sí lo tendremos en cuenta para
base de la reflexión.
Dedica el Estagirita la última parte de su P o é ­
tica a la determinación de normas que rijan la epo­
peya. 34 D e ellas puede deducirse una definición, ya
común entre los tratadistas de preceptiva literaria:
“ Una acción grandiosa, de interés nacional, en la
cual se pinta objetivamente lo que fue, bajó los ve­
los de la fantasia creadora.” Vaga la definición,
apenas fija ciertos elementos de punto de partida.
El filósofo procede cotejando para elaborar su de­
finición. “La construcción de este género de histo­
rias se asimila a la de un drama —dice—, con su
principio, medio y fin, de tal manera armónica tra­
bados, que produzcan placer propio con toda la
unidad orgánica de un ser vivo.” Más abajo decla­
ra que “ el poeta, como el pintor, o el forjador de
imágenes, tiene que escoger uno de estos tres proce­
dimientos: representar los hechos com o fueron, re­
presentarlos como se dice o piensa que fueron, o
representarlos como debieron haber sido” . Propo­
ne como medios de expresión la intervención de
lo maravilloso; la complicación de situación; la in­
tercalación de episodios, si separables en si, bien
unidos en el fondo con la acción fundamental; la
forma de expresión atrevida, con metáforas abun­
dantes, con lenguaje selecto, y como elemento para
él muy importante, casi constitutivo, el uso del
verso heroico.
Para trazar este perfil ideológico de la epopeya,

34 No hago referencias minuciosas al texto, ni reproduzco


a la letra las citas de Aristóteles, por no rayar en pedante­
ría. Fácil es, por lo demás, acudir a cualquiera edición del
texto griego, o a alguna versión en lengua moderna.

XXIII
Aristóteles no tenia a los ojos sino las dos grandes
epopeyas griegas. Yerra, como sus contemporáneos
y connacionales de todo tiempo, pensando que era
la manera única de formar los poemas épicos y que
Hom ero era el tipo de “ la maravillosa superioridad
sobre todos” . Probado está, sin embargo, que los
poemas helénicos se hicieron de otros muchos; que
la forma en que los conocemos dista enormemente
de ser la primitiva; que hay más artificio y arti-,
ficiosidad en su elaboración, contra lo que afirma­
ba la vieja critica tocante a la “ naturalidad homé­
rica' 35 y en todo caso, la teoría aristotélica de la
jiot'sia épica resulta limitada y puede apenas soste­
nerse ante la forma en que conocemos los dos gran­
des poemas de la H élad e. Es una teoría literaria que
ha sido desbordada por los hechos, una vez amplia­
da la investigación a todas las literaturas.
Sin salir de los pueblos indo-europeos, tenemos
el ejemplo, abrumador y desconcertante, de los poe­
mas épicos indostánicos: el M ahabarata, el R am a-
yana, las Puranas, para citar solamente los más re­
presentativos. 30 Tenem os el no menos enorme
ejemplo de los poemas de origen iránico, que Fir-
dusi encerró en su larguísimo, pero encantador,
Sha-nam eh, entre los cuales se destaca el de R us-

35 Muy bien y ampliamente probada queda la artificio-


sidad de Jos poemas homéricos y la refinada cultura que
pintan, lo mismo que la selección y elegancia con que se
hallan escritos, en el libro de V. Berard, Introduction a
l'Odyssée, 3 vols., París, 1933, en donde hallará el interesa­
do cuanto desee, más la bibliografía casi completa del asunto.
se Como lo más cercano de consultar acerca de estos poe­
mas, recomiendo lo que dice Prampolini, Historia Universal
de la Literatura, Buenos Aires, 1940, vol. i, pp. 263-289, o
más amplio, A. Berriedale Keith, Classical Sanscrit Litera­
ture, Oxford, 1923.

xxiv
tern. 3T Hay aún la forma epopéyica de los germa­
nos, en sus diversas manifestaciones. 38 Dentro de
casa, tenemos el poco estudiado aún P o p o l V u h ,
fragmentario y en apariencia incoherente, pero ver­
daderamente maravilloso poema épico. 39 Nuestras
τ-iejas manifestaciones epopéyicas han de estudiarse
a una luz más universal que la que lanza el sol de
Estagira.
Pero aun atendiendo a esto solo, hallamos rea­
lizados en los fragmentos que van abajo, y más en
los poem.as armónicos en su conjunto, todas las ca­
racterísticas que él pedía. N o es posible descender
a pormenores, que tendrían lugar en una obra plena
sobre este género de poesía, pero sí debemos poner
el ejemplo más destacado y completo, que es el
" Poema de Quetzalcóatl” . T iene él, para nosotros,
la ventaja de ser el mejor conservado y guardarse
en la lengua de los aztecas. Un análisis minucioso
nos haría ver realizados totalmente los caracteres
aristotélicos. Tom em os la versión tenochca, que es
la contenida en el manuscrito de Sahagún.

N o contiene sino la parte que podremos llamar


central. Con fragmentos del M a n u scrito de L os
Soles y de los A nales d e C u au h titlan , podemos
reconstruir todo el organismo. La juventud del
héroe abarca de su nacimiento a su formación. Ce­
lebra las vicisitudes de la rebusca de su padre y,

37 Cfr. Prampolini, vol. H , pp. 30 y ss.


se Cfr. ib., vol. v, passim.
3» Vid. el vol. i de esta Colección.

XXV
complicándose con mitos sagrados, canta su descenso
a los infiernos en busca de material para la restaura­
ción de la humanidad. Fragmentario, inconcluso, o
mejor, no llegado a nosotros en su totalidad y en
su transmisión más elevada, da, con todo, la plena
delectación que Aristóteles pide de la narración de
los hechos, bajo la luz de la belleza imaginativa. 40
La segunda parte —Quetzalcóatl en Tula— es
de plena realización, aunque en la transmisión de
Sahagún no carezca de lagunas, imposibles de lle­
nar. Comienza el poema, tal como le tenemos hoy,
con la descripción de la ciudad y el reino —una
de las más fascinantes, dentro de la austeridad de
concepción azteca—; a poco se van enlazando los
episodios que provocan la ruina de Tula: el viejo
misterioso que viene a encantar al rey sacerdote; el
un tanto procaz episodio de la hija del rey enamora­
da del forastero; la lucha de traiciones a que el yer­
no es sometido y su triunfo. Más tarde, la serie de
sortilegios contra los toltecas, la caída moral del rey,
la lucha de males contra el reino. Y todo viene a
culminar con la huida dramática y plena de mara­
villas del desengañado personaje, su llegada a los
mares y el bellísimo final, en que, muerto en la
hoguera, se transforma en astro.
Demasiada exigencia, que ni H om ero podría re­
sistir, seria la de no querer hallar en esta trama
todo lo que la unidad de acción exige: L a O disea
misma ha sido tachada por los clásicos a la violeta
de carente de unidad. La unidad “vital y orgáni­
ca” que el filósofo pide queda en el poema de Aná-

Este poema quizá era la primera parte del largo poe­


ma de Quetzalcóatl de Tula, o un poema diferente enlaza­
do con el de Mixcóatl.

XXVI
huac subyacente, tanto que su misma aparente
ausencia contribuye a crear mayor emoción esté­
tica.
Reflexiones análogas pueden hacerse acerca de
los Poemas de Tezcoco, tales como la versión pro­
pia del de Quetzalcóatl, y los dos que cantan a
Ixtlilxóchitl Ometochtli y a su legendario, pero
histórico, hijo Nezahualcóyotl. N o puedo hacer
aquí dicho análisis.
Que en los hechos se halla radicalmente inclui­
da una realidad histórica es innegable: la misma
tendencia, ya secular, a ver historia en estos poe­
mas nos lo manifiesta. Desde el descendiente de los
reyes tezcocanos, hasta el último manualista de
historia antigua, de los muchos que sufrimos, todos
hacen esfuerzos por sacar la narración del pasado,
de aquello que fue solamente narración de como
“ dijo o pensó que había sido, o como debió haber
sido” según la fantasía del poeta. Es el procedimien­
to normal de toda épica: tomar la realidad y exal­
tarla en entusiasmo. La perspectiva, dada por la
lejanía y la exaltación, es la que hace venir a los
seres sobrehumanos —dioses o héroes— a entremez­
clarse con los hombres; ella, también, hace nacer
los acontecimientos portentosos, y adorna con mil
prestigiosas divagaciones los hechos naturales.
Para nosotros, alejados del sentimiento y la emo­
ción de quienes crearon, cantaron y oyeron estos
poemas, es natural que el interés sea mínimo. Si
lo tenemos, se debe más al artificio del esfuerzo
cultural„ que a espontánea aplicación del alma.
Nuestra lejanía no proviene tanto de los siglos que
han corrido entre ellos y nosotros, cuanto de la vida
nuestra intelectual forjada en otras normas. Más

XXVII
cercano puede resultar, para un hombre formado en
la cultura de Occidente, H om ero que estos poemas.
Siempre nos son exóticos, aunque pisemos la mis­
ma tierra de sus autores. Pero, puestos en el medio
en que fueron creados los poemas de que aqui tra­
tamos, te?idremos que convenir en que eran de alto
interés nacional para los oyentes. Otro de los carac­
teres que pedia Aristóteles para la épica. Grandiosos
en st, entran en la parte universal que sobreabun­
da en los de Grecia y que los hace ya para todos
los tiempos y para todos los hombres. Les falta, sin
embargo, más grandeza humana, más sentido re­
finado de la comprensión del hombre y se quedan
en titubeos. Nadie ha pensado en que sean otra
cosa, principalmente si atendemos a la forma frag­
mentaria en que han llegado a nosotros.

La comprensión del tipo estético de los antiguos


pueblos de Anáhuac no ha llegado a ser completa.
Cada dia se avanza más en ella, pero estorban los
prejuicios de diferentes matices. N o ha llegado
aún el tiempo de formular los cánones estéticos que
regularon, sin expresarse en, una critica del arte,
que ellos no pudieron tener, la producción artística
de nuestros viejos pueblos. M ucho se ha dicho ya
acerca de la arquitectura, de la escultura, de la ce­
rámica misma: poco de la poesía. Y es que, si aqué­
llas son palpables y están a la vista de quien las exa­
mina, ésta es difícil de captar y se halla mezclada
con los influjos, a veces inconscientes, de quienes
nos han transmitido sus testimonios, más si ha sido

XXVIII
en la lengua de los conquistadores. Afortunada­
mente, podemos acudir a los documentos en lengua
indigena, menos expuestos a la contaminación.
Pero nos han impedido hacerlo dos circunstancias:
material, la primera, que es la ignorancia de la len­
gua y la carencia de facilidad para leer con penetra­
ción estos documentos; formal, la otra, que es tratar
de implantar como canon único de belleza la que
nos da, bien la contemplación de lo helénico, bien
la de lo moderno, tan abundante cuanto vago. N o
es el presente el lugar de fijar criterios de contem­
plación estética, pero si de proponer ciertas obser­
vaciones que nos ayuden a estimar la naturaleza
de la contextura intima de esta poesía. Procuro ha­
cerlas con la mayor sobriedad. 41
a) Dos cualidades encuadran la mentalidad crea­
dora del indio: la abstracción de la realidad, por
transportación al clima religioso y fantástico. N o
ve, presiente. N o pinta y reproduce, se transfunde
él mismo. En sus creaciones no hay sino la expre­
sión de la fantasía. La realidad apenas da el pie
de donde parte en su vuelo. Esto, lo mismo al
labrar un hacha olmeca, que al trazar los linca­
mientos de un códice hierático, o al fingir una es­
cena épica. En ello hay un surrealismo todavía no
ponderado con suficiencia. A tal elevación sobre la
realidad se acompaña una materialización de por­
menores y de contactos con la materia que raya en
sensualismo. T iene el sentido del tacto, como si la
piedra que labraba, o la palabra que armonizaba,
le dieran un amarre a la tierra, impidiendo su vuelo

41 Puede verse un poco más ampliamente tratado este


punto por mí en Letras de México, año vn, vol. i, p. 1 y SS.
“Sobre lo indígena, acotación a un prólogo,”

XXIX
en lo irreal. Estas dos cualidades, en apariencia con­
tradictorias, no son sino complementarias y dan
una originalidad inconfundible a todo lo que es
producto de la creación indígena en cualquier arte.
b) Consectarios de estas cualidades son, por una
parte, la liberación del tiempo y el espacio, y por
otra, la tendencia a la minucia, cada una por sí
independiente del conjunto. Una de las repugnan­
cias del gusto moderno es la morosa detención en
un solo motivo. Y en las obras idígenas, más del
orden poético, hallamos la insistencia, la variación
del mismo motivo, la repetición de la misma idea,
con matices en apariencia inapreciables. La estilís­
tica de la lengua náhuatl, con sus redundancias de
sinónimos y con su difrasismo habitual, nos habla
de la angustia del indio por ver la idea por todos
sus ángulos, por expresar la emoción por todos los
medios de envasarla hacia afuera. Paralelo a dicho
afán es el otro de llenar los recovecos de los lienzos
arquitectónicos con un recargado acumulamiento de
pormenores. El sentido del pormenor no se halla
en otra manera de expresión artística como se ha­
lla en la prehispánica. Porque cada pequeño detalle
puede tomarse aislado y hacer de él un objeto apar­
te. Raro fenóm eno, pues supone una prenoción de
la personalidad, a cuyo concepto, según los soció­
logos y ios historiadores, no habían llegado los in­
dios anteriores a la Conquista, ni han llegado los
indios convertidos al Cristianismo. ¡Las sorpresas
que esperan al que entre al alma de los indios, de
ayer o de hoy, por el único camino que lleva a ella:
la emoción y el amor!
N o son impertinentes estas consideraciones, si
se piensa en que la épica es la más plástica de las

XXX
formas de poesía, y el indio es el más plástico de
los artistas. A priori podríamos suponer que, en el
poeta de Anáhuac, ideas y emociones, y más emo­
ciones que ideas, iban a desembocar al campo de la
epopeya. N o tuvieron tiempo de llegar a su ápice
y faltaron los muchos siglos que precedieron a la
preparación de materiales épicos que H om ero in­
crustó en unidad maravillosa. Pero esto no se de­
bió a culpa de los indios.
Elemento casi esencial para Aristóteles en la épi­
ca es el verso. Ya solamente acerca de la forma
métrica de los poemas hablaré para dar fin a esta
introducción.

Todos los antiguos cronistas, lo mismo españoles


que mestizos o indios, se hallan contestes en ha­
blar de la importancia de los cantos colectivos y
su enseñanza oficial en las casas de educación de la
juventud. Hablan, igualmente, de la audiencia de
estos cantos, en ciertas ocasiones oficial, y muchas
veces voluntaria. 42 Aunque el canto bien puede ser
de textos no sujetos a ritmo, lo común en todos
los pueblos es que, o nace la palabra ya rítmica­
mente dispuesta, para ajustarse al canto, o el canto,
más si va acompañado de la danza, como entre los
indios de Anáhuac sucedía, impone el ritmo a la
palabra. A prio7Í podríamos suponer que existía
el verso en estos cantares. Risible, y aun ridiculo,
fuera esperar que entre la vieja documentación des­
cubriéramos una métrica: criterio infantil es espe-

*2 Vid. textos en núm. 10 de esta introducción.

XXXI
rar la reflexion científica sobre los hechos en una
etapa en que sólo hay la preocupación por conservar
memoria de los hechos. Ellos hablan por si a quien
quiere hacer reflexiones culturales. Algunos escri­
tores nos han dado suficiente detalle sobre la forma
de los cantares. 43 Algunos han conservado uno que
otro verso, que bien puede servirnos como punto
de partida objetivo para la deducción del tenor de
aquella manera de medida rítmica de la palabra.
Si en tiempos de rigorismo monorrítmico pudo
reírse de hallar versos irregulares en un poema an­
tiguo, hoy, cuando predomina la irregularidad en
la poesía moderna, ni siquiera hay que insistir en la
perfecta realidad de su existencia natural, como de
nuestro poema castellano del M ió C id y otros épi­
cos de la Europa medieval está bien probado. 44
Tezozómoc, 45 en su capítulo segundo, al narrar
cómo Huitzilopochtli invita al canto a sus adora­
dores, dice que comenzó a decir un canto que dice
C u icóy a n n óh u an m itótia : “ en el lugar del canto
conmigo danzan” . M uñoz Camargo, 46 al referir
el mismo episodio, traspuesto a Camaxtli, forma
tlaxcalteca del mismo dios, pone en sus labios estos
versos: O n can tónaz, ón ca n tláthuiz, ón ca n yázque,
ayám o n ícan : “ allá saldrá el sol, allá amanecerá,
allá irán, ya no aquí” . Ixtlilxóchitl, varias veces, 47

<3 Vgr. Durán, vid. los textos que intercalo en mi intro­


ducción a Poesía indígena de la altiplanicie, vol. 11 de esta
Colección.
« Menéndez Pidal, en varias de sus obras. Cfr. vgr. la
citada en núm. 10.
45 Ed. de Leyenda, 1944, p. 13. Los acentos, inusitados
en náhuatl, se ponen para ayudar a la pronunciación nece­
saria para percibir la armonía.
Ed. 1892, p. 34. Texto enmendado.
*1 Ixtlilxóchitl, i i , 235, 255, etcétera.

xxxu
pone algunas palabras del cantar que cita Dice
abiertamente, hablando de un canto antiguo, que
" casi en todos los más de los pueblos de esta Nueva
España en donde se usa hablar la lengua mexicana,
lo cantan los naturales en sus fiestas y convites” , 48
y pone las palabras iniciales: C o n icu ílo te h u á q u e
ó n in tlaltícp ac con m á h u izotitíh u a yn átloyantépec
M e x ico n ícan A co lih u á ca n N ezah u álcoyótzin Mó-
teuczom átzin, etcétera.
Por muy poco sentido de la armonía que tenga
el oído, percibe la disposición rítmica de las pala­
bras transcritas: los acentos que he puesto, contra
el uso de la lengua, sirven para percibir este correr
de la medida.
En los versos anteriores hallo ejemplos de los
dos tipos de verso épico que existen en la documen­
tación náhuatl de que he traído los textos aquí ver­
tidos y que supongo existió en los que sólo conoce­
mos a través de las traducciones. Como la materia
seria pesada de discutir a fondo y no es éste el lu­
gar de hacerlo, me limito a hacer notar solamente
la existencia y disposición general del verso épico
en un poema. Escojo el de la C rea ción d el Sol y la
L un a, que afortunadamente tenemos en dos trans­
misiones: una, proveniente de región tezcocana, y
es la del manuscrito de Sahagún, aquí puesta en
traducción, 49 y, otra, proveniente de M éxico y con­
servada en el manuscrito que llaman, siguiendo a
Del Paso y Troncoso, L eyen d a d e los Soles. Esta
segunda transmisión del mismo poema no se ha
dado en el presente volumen. La primera se halla
en un verso de tres ritmos constantes escalonados,
48 Id. ib. i i , 155. Texto enmendado.
49 Vid. Sección i, núm. 10 y ss. infra.

XXXIII
análogos al que cita Ixtlilxóchill. M ás que descrip­
ciones y análisis, para los cuales no me queda es­
pacio, pongo ejemplos con una versión abajo que
pretende imitar la misma medida:

a) ln oc yohitayán, / in ayámo tona / in ayámo tláthui


A ún dura la noche | aún el sol no nace ¡ aún no
amanece . . .

b) Auh níman no ícuac / motldli in tlétl / in óncan


llecuílco . . .
Y al m om ento luego | el fuego se pone | en fogón
ardiente . . .

A qué versos castellanos pueda asimilarse esta


medida, resuélvalo el estudioso.
La segunda transmisión del mismo poema se
halla en otro ritmo más ligero. Para simplificar
diré, y dirán los ejemplos que van abajo, que es en
todo igual al verso épico de las epopeyas castella­
nas del siglo X II.

a) Inin ayámo tonatiuh j itóca cátca Nanáhuatl. . .


Cuando el sol aún no existe, / el que se llam a
N a n á h u a tl. . .

b) Mótenéhua téotexcálli / náhui xihuitl in tlátlac . . .


La R oca dicha divina | por cuatro años se abrasaba . . .

Una y otra medida, en las transmisiones escritas


que conservamos sufren eclipses. N o siempre po­
demos imponer este ritmo. La explicación es fácil:
primero, la transmisión, como oral, se prestaba a
alteraciones de los imperitos, y segundo, en el mis­
mo original debió haber poco empeño en una me­
dida necesariamente regular en número, a pesar de
que se consewaba en los acentos, casi en todo caso

xxxiv
iguales en número, aunque las silabas sean más o
menos numerosas.
Este último tipo de verso heroico predomina en
textos transmitidos por los tenochcas, tales como
el largo "Poema de Quetzalcóatl” , que bien podia
someterse a este ritmo con ligeras variaciones de
palabras y eliminación de glosas. Es, por lo demás,
el ritmo que podría llamarse universalmente épico.
Para no entrar en muy alejados terrenos, como
fuera una comparación con el épico del sánscrito,
me contento con un ejemplo tomado del griego y
otro del castellano del poema del M ió C id. N o
hago más que ponerlos aquí y el lector saque las
consecuencias:

Ilíad a, i, v. 280 s.:

Ei de sy karterós essi thea dé se geinato meter,


All’óge phérterás estin, epei pleónessin anássei.
(Si en verdad eres más fuerte y una diosa fue tu madre,
pero éste es más poderoso, pues sobre muchos impera.)

M ió C id : 50

M ió Cid empleó la lanza al espada metió mano,


a tantos mata de moros que non fueron contados,
por el codo ayuso la sangre destellando . ..

Este segundo tipo de verso abunda más en los


documentos que yo he examinado: todo el poema
de Mixcóatl podría, también, adaptarse a la nor­
ma ajiterior. Y basta para dar una idea de la mé­
trica épica. Necesariamente en libros como el pre­
sente tiene que ser rudimentaria. Suficiente, sin

δθ Ed. de la Col. Austral, p. 142.

XXXV
embargo, a mi juicio, para que no se niegue el
hecho y se provoque su estudio.

10

“Esforzábanse los nobles, y aun los plebeyos, si


no eran para la guerra, para valer y ser sabidos y
componer cantos en que introducían por vía de
historia, muchos sucesos prósperos y adversos, y he­
chos notables de los reyes y personas ilustres y de
valer, y el que llegaba al punto de esta habilidad
era tenido y muy estimado, porque casi eternizaba
con estos cantos la memoria y fama de las cosas
que en ellos componían, y por esto era premiado,
no sólo del rey, pero de todo el resto de los no­
bles." 61 “En ellos (los cantos) hay gran noticia de
sus antigüedades, en forma de crónica y historia,
pero para entenderlos es menester ser gran len­
gua.” 62 “(El rey) tenía tiempo de oír cantos, de que
eran muy amigos, porque en ellos, como se ha
dicho, se contenían muchas cosas de virtud, hechos
y hazañas de personas ilustres y de sus pasados,
con lo cual levantaban el ánimo a cosas grandes, y
también tenían otros de contento y pasatiempo y de
cosas de amores.” 53 . . Los cantos y bailes pú­
blicos, lo que se cantaba eran de hechos notables
que hicieron hombres pasados, o presentes, o co­
sas que los buenos eran obligados a hacer, y esto

51 Relación de Juan Bautista Pomar, descendiente de los


reyes de Tezcoco, techa en 9 de marzo de 1582, ed. Chávez
Hayhoe, México, 1942, p. 37.
62 Id. ib. p. 24.
6 3 Id. ib. p. 33.

XXXVI
se cantaba con tales palabras y compostura que
movía los ánimos de ellos a hacer lo mismo y po-
nello por obra en ofreciéndose o c a s i ó n 54
“Por la parte del norte se seguía otra sala muy
grande, que llamaban de ciencia y música . . . allí
en medio tenían un instrumento musical que lla­
man h u eh u etl, en donde de ordinario estaban y
asistían los filósofos, poetas y algunos de los más
famosos capitanes del reino, que de ordinario esta­
ban cantando los cantos de sus historias, cosas de
moralidad y sentencias. " 56 “ (Los cantos) por ir
compuestos con sentido alegórico y adornados de
metáforas y similitudes son dificilísimos de en­
tender." 56
A este brillante cuadro, quizá un tanto exage­
rado, de los bisnietos de Nezahualcóyotl, agrega­
remos las sobrias y adustas informaciones de los
indios informantes de Sahagún. Si allá se nos pin­
ta la grandeza tezcocana, acá hallamos que en T e­
nochtitlan se seguían los mismos pasos. Traduzco:
“La norma décimacuarta (en la vida del Calmé-
cac): se les enseñaba bien el canto, decían los can­
tos de los dioses, siguiendo los pasos en el libro.
Juntamente se les enseñaba la cuenta de los días,
el libro de los sueños y el libro de los años." 57
“ Casa de Mixcóatl. Allí hacían la corte toda clase
de cantores del vulgo de Tenochtitlan y de Tla-
tilolco. Allí les mandaba orden el rey acerca de

54 Id. ib. p. 40.


55 Ixtlilxóchkl; II, p. 178.
se id. ib. p. 17. Es muy instructiva toda la historia de
Acapioltzin, en ii, pp. 293 y ss.
57 Saliagiin, manuscrito de Madrid, Palacio, f. 159 r?. Ed.
Troncoso, p. 255.

XXXVII
si acaso iba a bailar, o acaso iba a elevar algún
canto, o si quería aprender algún canto nuevo.
Por esta razón estaban reunidos los cantores todos.
También cuanto era necesario para ello, tal como
el tamboril, el máznelo con que se toca, el pan­
derete, las sonajas, de diversas suertes, flautas; los
atabaleros, los tañedores de tamboril, los que dicen
cantos, los que guían a otros, y además, todo aque­
llo con que se arreaban para el baile.” 58
Institución oficial, pues, que tenia que dar
abundantes frutos. M urió todo en la tormenta de
la Conquista. D e los restos errantes de aquella
poesía recogemos aquí fragmentos, cual conchas
que quedaron abandonadas por las olas del tiem­
po en la playa de la historia.

Villa de Guadalupe, a 20 de noviembre de 1944

Á ngel M ar ía G a r ib a y K.

58 Id. manuscrito de Madrid, Academia, ed. Troncoso, p.


13. Ambos textos en versión mía. Cfr. el texto castellano en
ed. 1938, i, 298, y n, 312.
I

TEM AS SAGRADOS

Creación de las cosas *

1. L os dos grandes dioses, T e z ca tlip o ca y Quezal-


cóatl, h icie ron b ajar d el c ie lo a la Señora d e la
T ierra. Era u n m on stru o g ra n d ioso, lle n o d e o jo s
y bocas en todas sus coyunturas. E n cada articu ­
lación de sus m iem bros tenía u na b o ca y co n sus
bocas sin n ú m ero m ord ía , cual m u erd en las bes­
tias. El m u n d o está lle n o d e agua, cu y o o rig en
nadie sabe. P o r el agua iba y venía el gran M o n s­
truo d e la T ierra . C u a n d o la vieron los dioses, u n o
a o tro se d ije ro n : Es necesario dar a la T ie r ra su
form a. E ntonces se transform aron en dos e n o r­
mes serpientes. L a p rim era asió al gran M on stru o
de la T ie rra desde su m a n o derecha hasta su p ie
izq u ierd o, en tanto q u e la otra serpiente, en q u e
el o tro d ios se había m u d a d o, la trababa desde su

1
m a n o izqu ierd a hasta su p ie derech o. U n a vez qu e
la han enlazado, la aprietan, la estrechan, la o p ri­
m en, co n tal em p u je y v iolen cia , q u e al fin en
dos partes se rom p e. Suben la parte in fe rio r y de
ella h acen el C ie lo ; ba ja n la parte su p erior y de ella
form a n la T ierra . L o s demás dioses veían y se lle­
n aban de vergüenza, al pensar q u e ellos m ism os
n ada sem ejante h abían p o d id o hacer.
2. E ntonces, para resarcir a la Señora de la T i e ­
rra d el d a ñ o en orm e q u e los dioses le h abían he­
ch o, b a ja ro n tod os los dem ás a con solarla y darle
dones. E n recom p en sa le d ie ro n qu e d e sus carnes
saliera cu a n to el h o m b re necesita, para susten­
tarse y v ivir sobre el m u n d o . H ic ie r o n q u e sus ca­
b ellos se m u daran en hierbas, árboles y flores. Su
p iel q u e d ó con vertid a en la gram a d e los prados
y en las flores q u e la esmaltan. Sus o jo s se trans­
form a ron en cuevas p equ eñas, p ozos y fuentes. Su
b o ca , en cuevas enorm es, su nariz en m on tes y
valles.
Ésta es a qu ella diosa q u e llo ra algu n a vez p o r
la n och e, a n h elan do com er corazones de hom bres
y n o qu iere qu ed a r en silen cio en tanto q u e n o se
los dan , y n o q u iere p r o d u cir frutos, si n o es re­
gada con sangre hum ana.
3. D escen d ieron u n día los dioses a una caver­
na, en d o n d e el P rín cip e -N iñ o estaba y a cien d o con
la diosa F lor-Preciosa. D e su c o n n u b io n a ció un
dios llam ad o dios d el M aíz. Fue sep u ltad o en la
tierra este d ios recién n a cid o y d e su ca b e llo b ro tó
el a lg o d ó n ; de una de sus orejas, una m u y buena
sem illa qu e es la “ cabeza ca b ellu d a ” , y d e la otra,
una m u y bu en a q u e se llam a “ huevos de p ez” ; de
su nariz, fu e form a da la plan ta q u e llam an chian,

2
excelen te para tem plar los ardores d el estío. De
sus dedos, b r o tó u na plan ta q u e yace b a jo la tie­
rra y es el cam ote; de sus uñas, el m aíz largo, base
d el h u m a n o sustento, y d el resto de su cu erp o,
m il otros variados frutos, q u e los h om bres siem­
bran y cosechan. P or esto el n o m b re q u e lleva
a q u el dios es el d e N iñ o A m a d o.
4. H e c h o esto, aún d ije ro n todos los dioses: T r is ­
te vivirá el h om b re, si n o hacem os para é l a lg o
q u e le p rod u zca alegría. Es m enester crear a lg o qu e
le haga tom ar am or a la T ie rra , para q u e cantle
y b aile, para q u e nos sirva y alabe. O y ó a q u e llo el
d ios d el V ien to, y se pu so a cavilar en d ó n d e p o ­
d ría h allar lo q u e los dioses ped ían . V in o a su
m em oria el recu erd o d e u na herm osa d o n ce lla lla­
m ada M eyahuel. V o ló hasta el lu gar d o n d e aqu ella
virgen vivía, u n id a a otras m uchas q u e u na vieja,
abu ela suya, guardaba. Era ésta m u y vieja y ren­
d id a p o r los años. T e n ía p o r n om b re T zitzim itl.
Cuando el d ios d el V ie n to lleg ó todas estaban
d orm idas, p e ro él fu e a despertar a M eyah uel y
le d ijo : E n busca tuya v en g o, p o rq u e he d e lle­
varte al m u n d o. L a d o n ce lla con sin tió en ir co n
é l a la tierra. E ntonces el dios d el V ie n to la tom ó
sobre sus espaldas y b a jó co n ella a la tierra.
5. C u a n d o tocaron la tierra, in m ediatam en te se
transform aron en u n h erm oso y co rp u le n to árbol,
q u e se abría en dos grandes ramas. U n a era el
Sauce P recioso, y era la ram a d el dios d el V ie n ­
to; la otra era el Á r b o l F lo re cid o , y era la ram a de
la d on cella . L leg ó, entre tanto, la h ora en q u e la
v ieja guardiana dejara su sueño. C u a n d o n o v io
ju n to a ella a su nieta com en zó a dar grandes gri­
tos. P ero la d on cella n o apareció. E ntonces la v ieja

3
abuela, llen a d e ira, c o n v o có a todas las deidades
q u e se llam an T zitzim e, y todas ellas unidas b a ­
ja ro n a la tierra en busca de la d o n ce lla y d el
dios del V ien to, q u e había v e n id o a robarla. C u a n ­
d o la tierra tocaron todos aqu ellos dioses, el árbol
se d esgajó y una ram a cayó h acia u n la d o, separada
de la otra, qu e cayó al la d o opu esto. C u a n d o la an­
cian a v io la ram a Á rb o l F lo re cid o , re co n o ció inm e-
diatafnente a su nieta y llena de fu ro r la destrozó
y fu e d a n d o a cada d eid a d una parte de sus m ie m ­
bros. L os dioses los devoraron . L a ram a Sauce
P recioso, q u e era la d el d ios d el V ie n to , n o fu e
tocada p o r los dioses, sino q u e q u e d ó allí a b a n d o­
nada. C u a n d o los dioses m a lévolos regresaron a
sus alturas, entonces el dios del V ie n to r e co b ró
su antigua form a, y com en zó a recoger los huesos
d e la d on cella esparcidos p o r la tierra, y los fu e
en terran d o p o r los cam pos. D e ellos b ro tó una
planta, q u e abre sus aspas al v ien to, y q u e p rod u ce
el v in o b la n co q u e b eb en los hom bres. B u en o es y
deleitoso, y si em briaga, n o es p o r él m ism o, sino
p o r las raíces q u e le m ezclan y q u e le dan em bria­
gadora virtud.
6. U n día m u y d e m añana lanzó el Sol una
flecha desde el cielo. Fue a dar en la casa de los
espejos, y del h u e co q u e a b rió en la roca, n acieron
un h om b re y una m u jer. A m b o s eran in com p letos,
sólo del tórax hacia arriba, e iban y ven ían p o r los
cam pos saltando cu al los gorriones. P ero u nid os
en un beso estrecho en gendraron a un h ijo q u e fue
raíz de los hom bres.
7. En el añ o fin al en q u e la diosa d e F alda de
Jade fu e la q u e presidía, a causa d e la llu via a b u n ­
dante se d erru m baron los cielos y m uertos todos

4
los h om bres, se con v irtieron en peces. C u a n d o m i­
raron los dioses q u e los cielos se h a b ía n caíd o, re­
solvieron llegar al cen tro d e la tierra, a b rie n d o pa­
ra e llo cu atro cam inos subterráneos, y entrar p o r
estos cam inos a levantar los cielos. Para sostener
los cielos h icieron cu atro personajes cuyos n o m ­
bres son: Á gu ila qu e B aja, Serpiente d e N avajas
d e O bsid ian a, R esu rgim ien to, y el d e las Flores
Aguzadas. En seguida los dos grandes dioses, T e z-
ca tlip oca y Q uetzalcóatl, se transform aron en dos
grandes árboles: el de T e z ca tlip o ca se llam aba A r­
b o l de Espejos, y el de Q u etzalcóatl se llam aba
Á rb o l P recioso. E ntre estos dos árboles y aqu ellos
cu atro h om bres levan taron el cie lo y lo sostienen
cu al h oy se halla. C u a n d o cam in aban para u n ir­
se trazaron el ca m in o d e bla n cu ra q u e ahora ad­
m iram os en el cielo.
8. A sí q u e el d ios d el E spejo H u m ea n te h u ­
b o lla m a d o al dios d el V ie n to , v in o éste a su p re­
sencia. E l d ios d el V ie n to era negro, traspasado
p o r u na en orm e espina, de la cual goteaba sangre.
El dios d el E spejo H u m ea n te d ijo al d ios d el
V ien to: V ien to, ve a través d el m ar y llega a la
casa d el Sol. Él tiene en re d e d o r suyo m u ch os can­
tores y m úsicos, m u ch os q u e tañen la flauta, qu e
le cantan y le sirven. U n os d e éstos andan en tres
pies, o tienen enorm es orejas. C u a n d o llegues a la
orilla del m ar, llamarás a m is servidores y m inis­
tros, q u e se llam an C aña d e C on ch a , y el o tro , M u ­
je r A cu á tica, y el tercero M o n stru o F em ín eo de
las Aguas. Les m andarás q u e se en lacen u nos a
otros u n id os, hasta form a r una m anera d e pu ente,
p o r el cu al puedas tú pasar a la casa d el Sol. Y así
p uedas traer co n tig o a los m úsicos q u e vas a p e d ir

5
al Sol. V en gan ellos con sus intrum entos, para
q u e alegren al h om b re y m e sirvan y veneren. D i­
j o y desapareció de la presencia del V ien to.
9. L le g ó el dios d el V ie n to a la playa y co ­
m en zó a dar voces a los servidores d el dios del
E spejo H u m ean te. V in ie ro n ob ed ien tes y al p u n ­
to h icieron el p u en te p o r el cual p u d ie ro n pasar
el dios del V ie n to y los m úsicos. T a n p ro n to c o ­
m o el Sol v io v en ir al d ios d el V ie n to , d ijo a sus
m úsicos: ¡M irad , he a q u í al d esd ich a d o q u e vie­
ne I N ad ie le responda palabra, p o rq u e aqu el que
le respon da, tendrá q u e irse con él. Estaban los
m úsicos d el Sol vestidos d e cu atro distintos c o lo ­
res: blan co, ro jo , am arillo y verde. C u a n d o llegó
el dios d el V ien to, lu eg o com en zó a llam ar a los
m úsicos y a dar voces, tam bién ca n ta n d o él. N a ­
d ie la respon día, hasta q u e al fin u n o de los m ú ­
sicos del Sol resp on d ió a lo voz d el V ie n to y tuvo
q u e irse co n él. Éste es el q u e al llegar a la tierra
d io a los h om bres toda la m úsica co n qu e ahora se
regocija n .

Poemas solares *

10. Es d e n och e; aún n o b rilla el sol, aún n o


hay aurora. Se reu n ieron los dioses, se ju n ta ro n en
con sejo allá d o n d e es ah ora T e o tih u a ca n . U n idos,
se d ije ro n : Ea, dioses, v e n id acá, ¿qu ién tom a a
su cargo, q u ién se echa a cuestas el o fic io d e ser sol,
d e hacer aurora? E ntonces el q u e habla y se pre­
senta delante es el d ios d el C aracol. D ijo a los d io ­
ses: ¡D ioses, seré y o! U n a vez más h a b la ron los
dioses y d ije ro n : ¿Q u ién o tro más? Inm ediatam en-

6
ju n tos tod os se m iran u nos a otros, se de-
c e n e n en mirarse unos a otros, u nos a otros se d i­
cen: ;C ó m o ha de ser esto? ¿C ó m o h em os d e sex
-■osotros? N a d ie se atrevía a ofrecerse co m o o tro
m is; antes, todos tienen m ied o, retroced ían , y ni
^no solo se presentaba delante.
II. H a b ía u n o llagad o d e su cu e rp o q u e esta-
11 aten to prestan do o íd o , en tan to q u e se hacía
12 discusión. A ese m ism o al m o m e n to llam aron
los dioses: ¡Eh, P u ru len to, tú serás el o tro l Él de
buen grad o acató el m an d ato, co n toda v o lu n ta d
lo a cog ió d icie n d o : B ien está, dioses, u na gran
m erced m e habéis h ech o. E ntonces se pu sieron a
jü c e r p en iten cia: p o r cu a tro días ayu naron el P u­
rulento y el Señor d el C aracol. F ue entonces cu an ­
do se en ce n d ió el fu ego. Y a arde allá el fo g ó n , el
fo g ó n qu e llam an R o ca de los Dioses. L os instru­
m entos de p en iten cia d el S eñ or d el C aracol eran
codos de gran p re cio : en vez d e ramas d e a b e to ,
cenia plum as de quetzal; en vez d e b o la d e gram a
para clavar las espinas, tenía una b o la de o r o ; en
• c-z de espinas com u n es, tenía espinas de jad e, y la
sangre coagu lada, la sangre sucia q u e q u e d a en
¡2. herida, era coral, y el in cien so q u e ofrecía , el más
rico d e los inciensos. En ca m b io, el P u ru le n to en
vez de ramas de abeto, tenía carrizos verdes; b r o ­
ces de caña verdes, recog id os en m a n ojos, gavillas
diversas atadas, todas ellas nueve, p o r estar de tres
en tres; en lugar de bolas de gram a, tenía bolas de
cioja seca d e p in o y sus espinas de sa crificio co n
que se sacaba sangre eran verdaderas espinas de
m aguey, y lo q u e salía al sangrarse, era en realidad
su p rop ia sangre, y en lugar d e in cien so ofrecía la
raedura d e sus llagas, mismas.

7
12. A u n o y a o tr o se le h izo una m on tañ a,
en la cual estuvieron h a cie n d o su pen iten cia p o r
espacio de cu atro días c o n sus noches. C u a n d o lle­
g ó a su térm in o la cuarta n och e d e p en iten cia, fu e ­
ron a arrojar lu ego, fu e ro n a echar lejos d e sí sus
ramas de abeto y to d o a q u e llo con q u e h abían es­
ta d o h a cien d o su p en iten cia. Esto se h izo al llegar
el rem ate de su pen iten cia, cu a n d o llegada la n o ch e
tenían q u e entregarse a su o ficio , h a b ía n d e m u ­
darse en dioses. C u a n d o la n och e lleg ó, las ropas
les distribu yen, ya los atavían, ya los engalanan.
A l Señor d el C aracol le d ie ro n u n m o rr ió n d e b la n ­
cas plum as d e garza, d e form a cón ica , y su alm illa
d e rica tela; p ero al P u ru len to, solam ente le dieron
p a p el: u n a p elu ca d e p a p e l co n q u e ce ñ ir su ca­
beza, u na tiara de p a p el y u n bragu ero d e papel.
13. L legad a así la m ed ia n och e, todos los d io ­
ses se p u sieron en torn o del fo g ó n q u e llam an R o ­
ca de los Dioses, en el cual p o r cu atro días había
estado a rd ien d o el fu ego. Se pu sieron de ambas
partes, se pu sieron en dos filas, y en m e d io c o lo ­
caron , h iciero n parar a los dos, al lla m a d o Señor
d e l C aracol y al lla m a d o P u ru len to. L os pusie­
ro n con el rostro d irig id o hacia el fu ego, los pararon
c o n la cara vu elta hacia el fu e g o d e l fo g ó n . E n to n ­
ces alzan la voz los dioses y al Señor d el C aracol
d ije ro n : ¡Ea, pues, Señor del C aracol, échate,
arrójate al fu eg o! Él va in m ediatam en te a arro­
jarse d e n tro el fu e g o ; p e ro cu a n d o lle g ó ante
él el ard or era in sop orta b le, in su frib le, in tolera­
b le, c o m o q u e p o r m u ch o tiem p o el fo g ó n h abía
estado a rd ien d o, se h abía h e ch o u n fu e g o abrasa­
d or, h abía u n h acin a m ien to de ascuas. Él entonces
sin tió m ie d o , se d etu v o a m e d io ca m in o, retroce­
d ió, v o lv ió atrás. Y va otra vez a lanzarse, ha­
cien d o to d o el esfuezo para arrojarse co n ím petu,
para dar con sig o en el fu e g o ; p e ro n o p u d o atre­
verse a ello. N o bien h u b o lleg a d o a él el ardor d e
la fogata, n o p u d o m enos q u e retroceder y echar­
se a h uir: ¡n o lo p od ía soportar! C uatro veces
h izo lo m ism o y otras tantas n o p u d o sufrir el
fu ego. N o p u d o arrojarse al fu eg o, p o r fin . Y so­
lam ente cu atro veces se perm itía hacer la prueba.
14. C u a n d o tal cosa v ieron los dioses, lu e g o
gritaron al P u ru len to: A h o ra tú, ahora es tu tur­
n o, P u ru len tillo; anda pues. El P u ru len to h izo
un ím petu y d e un solo em p u je se lanzó atrevido,
h izo violen cia a su corazón y cerró los o jo s para
n o sentir el m ied o; p o r nada se am edrentó, n o se
d etu vo en la carrera, n o v o lv ió atrás, sin o q u e al
p u n to se d e jó caer, de una vez se lanzo im p e tu o ­
samente al fu ego. En un m o m e n to se abrasa en
llam as, estrepitosam ente ch isporrotea y resplandece
m ientras arde, su carne en el fu e g o cruje. C u a n d o
el Señor d el C aracol v io al o tro q u e ya estaba ar­
d ien d o, tam bién él se lanzó al m om en to y tam bién
se abrasó en llamas.
15. Y es fam a qu e entonces en tró tam bién el
Á gu ila al fu eg o, se fu e en pos de ellos, se abalan­
zó al fu ego, en el fu e g o se m etió, y se q u e m ó ente­
ram ente: p o r esto tiene el p lu m a je to d o oscu ro y
req u em ad o. Y tam bién se m etió el T ig re , p e ro n o
se q u e m ó m u ch o cu a n d o en el fu e g o ca y ó: sola­
m en te se cham uscó, se p in tó co n el fu ego, n o d el
to d o se q u em ó, a m edias sin tió los efectos d el fu e ­
g o : p o r esto solam ente tiene la p iel m anchada, c o ­
m o teñida d e tinta; m a n ch a d o en parte y salpicado
d e c o lo r n egro. Y d ice n qu e desde entonces se to­

9
m ó d e ahí la ley d e llam ar y dar n om b re a los va­
lien tes en la guerra: Á g u ila -T ig re . P rim ero se
m e n cio n a el Á gu ila , p o r q u e ella fu e la p rim era en
lanzarse al fu e g o y só lo entonces el T ig r e la si­
g u ió y p o r esto en u na v oz se llam a el gu errero
va lien te Á gu ila -T ig re.
16. C u a n d o al fu e g o se h u b ie ro n a rro ja d o
am bos, enteram ente ardieron hasta consum irse.
E ntonces los dioses todos se sentaron a esperar p or
d ó n d e h abía d e salir el P u ru len to q u e se h abía lan­
zado el p rim ero, para ser el sol, para dar ser a la
aurora. C u a n d o h u b o pasado largo tiem p o d e qu e
así estuvieron esperando, com en zó a en rojecerse el
cielo, p o r todas partes rod eaba el h orizon te la au­
rora, la clarid ad de la luz. D ice n q u e entonces los
dioses todos se a rrod illa ron para esperar p o r q u é
ru m b o había de salir el q u e se h a b ía co n v e rtid o en
sol. A todos lados m iraban, p o r todas partes fija ­
ban la vista. E staban en círcu lo d a n d o vueltas. N o
tenía co n cie rto su p alabra, n o con ven ía n en su ra­
zon am ien to, nada d e lo q u e d ecía n resultaba ver­
d adero. U n os pensaban q u e p o r el N o rte habría
d e salir y hacia allá tenían el rostro; otros pensa­
ron q u e p or el P on ien te, o p o r el Sur, y en estos
pu ntos fija ro n la vista. P or todos los pu n tos o p i­
n aron qu e saldría, c o m o q u e p o r to d o el red ed or
estaba la claridad e n v o lv ie n d o al cielo.
17. U n os h u b o q u e estu vieron m ira n d o hacia
el O rien te y d ije ro n : P or a q u í precisam ente tie­
ne q u e salir, p o r allí ha d e salir el sol. V erdadera
y m u ch o fue su palabra de quienes allá m ira ron y
allá co n el d ed o señalaron. L os q u e veían al O rien ­
te eran el dios d el V ie n to , N u estro Señor el d el
A n illo , el Señor d el E sp ejo R o jo H u m ea n te, y

10
tam bién las Serpientes de N u b e, q u e n o p u eden ni
num erarse, tántas son. C u atro m ujeres tam bién:
N uestra H erm ana la M ayor, la H erm ana qu e le
sigue, la T e rce ra y la H erm ana postrera.
18. Y al fin salió el Sol, al fin se pu so d elan ­
te, r o jo enteram ente, cual si de c o lo r h ubiera sid o
teñido. U na vez salido, se estuvo c o n to n e a n d o de
u n la d o a otro. N ad ie p o d ía verle el rostro, m o rti­
ficaba los ojos, m u ch o resplandecía y lanzaba de
sí rayos. Su irra d ia ción lle g ó a todas partes, a to­
das partes p en etró su calor. E n pos d e él sa lió el
Señor d el C aracol, y le ib a sigu ien d o en el m ism o
p u n to d el O rien te, al la d o d el q u e en sol se había
m u d a d o. T a l co m o h abían ca íd o en el fu eg o, el
u n o en pos d el otro, así d el fu e g o salieron, siguien­
d o el u n o al otro. Y según la fam a narra, la luz
de am bos era igual. C u a n d o los dioses m ira ron qu e
era igu al el resp lan d or co n q u e am bos relucían,
otra vez h icieron con sejo entre sí y d ije r o n : ¿C ó­
m o ha d e ser? ¿C óm o ha d e hacerse esto? ¿A ca­
so los dos u n id os irán sigu ien d o el cam ino?
¿A caso han d e relu cir co n igu al luz am bos? Y to­
dos los dioses d ieron la sentencia: ¡Sea, hágase
esto! E ntonces u n o de ellos salió co rrie n d o , h irió
la cara d el Señor d el C aracol, d á n d o le co n u n c o ­
n e jo, y así le estragó la cara, la h irió tal cu al h oy
se m ira.
19. C u a n d o los dos se presentaron a la vista,
ta m p oco p o d ía n m overse, n o p o d ía n seguir su ru ­
ta, sin o q u e perm an ecían en p ie fijo s, estaban pa­
rados, sin an im o de m overse. P o r esto de n u ev o los
dioses d ije ro n : ¿C ó m o vam os a vivir? N o se
m ueve el Sol, ¿hem os de vivir tal vez co n fu n d i­
dos co n los hom bres? N o , qu e ellos resuciten, aun­

11
qu e nosotros m uram os. Que m edren y suban,
a u n qu e m uram os todos. E ntonces el dios del V ie n ­
to se pu so a hacer su o fic io y d io m u erte a to ­
dos los dioses. U n dios h u b o , sin em bargo, que,
c o m o la fam a cuenta, se resistía a m orir. Era X ó -
lotl, q u e decía: ¡O h dioses, qu e y o n o m ueral
Y entre tanto lloraba, llora b a tanto q u e los ojos
se le in fla ron , se le h in ch a ron los párpados. Y
cu a n d o a él lleg ó la M uerte, él se lanzó a h u ir c o ­
rrien d o ante ella. Se escabu lló y fu e a refugiarse
entre las matas del maíz verde. A llí to m ó el aspecto
y la form a d e una caña, en caña d o b le se con v irtió,
de las qu e tienen d o b le tallo, y se llam a p o r esto
D ob le-L a b ra d or. P ero, visto entre las matas, otra
vez se ech ó a h u ir frente a su-persegu idor, y se fu e
a m eter entre los m agueyes, y tam bién se con v irtió
en m aguey de d o b le corazón, p o r lo cual se llam a
D ob le-M a g u ey P ero aun a llí fu e visto y de n u ev o
h u y ó y se fue a m eter en el agua, y se co n v irtió
en ajolote: p ero al fin allí le atraparon y le dieron
la m uerte.
20. C uenta la fam a q u e a u n q u e los dioses to­
dos h abían m uerto, ni p o r eso el Sol an d u vo, n o
p u d o seguir su ca m in o el dios Sol, y entonces el
dios del V ien to se puso a hacer su o fic io . Se ir­
g u ió e h izo grande esfuerzo, con su v ien to h iz o un
en orm e ím p etu : al fin se m o v ió el Sol y com en zó
a andar su ruta. Y en tanto q u e él seguía su ca­
m in o, la L u n a q u e d ó allá detenida. C u a n d o en tró
el Sol su entrada p o r la tarde, entonces salió la
L un a. D e esta m anera se apartaron, h icie ro n d e­
rrotero diverso cada vez q u e h an d e salir T odo
el día dura el Sol y la L u n a p o r la n och e. D e n o ­
che ejerce su o fic io , p o r la n o ch e es su tra b a jo Y

12
ella debiera haber sido el Sol, pues fu e q u ie n se
presentó p rim ero y las cosas q u e ofrecía eran todas
d e gran precio.
21. L u ch a n d o estaban en guerra los otom íes
co n los p op oloca s. Para m ostrar la grandeza de
su dios p id ieron los otom íes a los p o p o lo ca s qu e
h icieran tres señales de esa grandeza. Q u e en la
llanura apareciera u na ciu d a d y al m o m e n to des­
apareciera. A sí fue h echo. Q u e aparecieran dos ejér­
citos qu e lu ch aban , form a dos de innum erables
hom bres, y de los cuales m oría n m u ch os, y qu e, al
qu erer ellos, desaparecieran. A sí fu e h ech o. Y en
tercer lugar, q u e al m ed iar la tarde, el Sol se detu­
viera en su carrera. Para este fin en viaron los p o p o -
locas u n m a g o suyo, el cual v o la n d o p o r los aires
fu e a presentarse al Sol y éste le p regu n tó a d ó n d e
iba y qu é quería. El m ago re sp o n d ió : V e n g o a
p edirte q u e tú te detengas, pues nuestros enem igos
d eben qu ed a r ven cidos. El Sol le resp on d ió: D e
tenerm e y o n o p u e d o ; soy un gran dios, y hay m u ­
chos dioses q u e m e esperan adelante d e m i cam ino.
T e n g o q u e ir de prisa para darles alcance, para
ver q u é hacen. P ero para q u e venzáis a vuestros
enem igos, y veáis q u e y o os tengo en m u ch o , tom a
estas mis barbas, q u e son lo q u e yo más am o, y di-
a esos perversos q u e si dan batalla con tra vosotros,
los venceréis, y si ellos ven cen, y o los destruiré a
todos. R egresó el m ago co n las barbas d el Sol y c o n
sólo verlas los en em igos h u yeron espantados. Eran
largas, rojas y gruesas.
22. C uantos m orían en la guerra, o en el altar
del sacrificio, ib a n a la casa d el Sol. T o d o s anda­
ban u n id os en una inm ensa llanura. C u a n d o el Sol
va a aparecer, cu a n d o es tiem p o d e q u e salga, em ­

13
piezan ellos, entonces, a lanzar gritos d e . guerra,
hacen resonar los cascabeles q u e llevan en los to­
b illos y a golp ea r sus escudos. Si su escudo está
p e rfo ra d o p o r dos o p o r tres flechas, p o r aquellas
hendeduras p u ed en con tem p la r al Sol; p ero aque­
llos cu y o escudo n o tiene abertura alguna, n o p u e­
d en m irar al Sol, n o p u ed en fija r sus o jo s en el
rostro d el Sol. C uantos cayeron m uertos entre m a­
gueyes y cactus, entre espinosas acacias, y cuantos
han o fr e c id o sacrificios a los dioses, p u ed en co n ­
tem plar al Sol, p u ed en llegar hasta él.
23. C u a n d o han pasado cu atro años se m u dan
en bellas aves: colib ríes, pájaros m oscas, aves d o ­
radas con huecos negros a lred ed or d e los ojo s,
o en m ariposas blancas relucientes, en m ariposas
d e fin o pelam bre, en m ariposas grandes y m u ltico ­
lores, c o m o los vasos d e beb er, y andan lib a n d o
allá en el lugar de su rep oso, y suelen v en ir a la
tierra y liban en rojas flores q u e sem ejan sangre:
la poinsetia, la eritrina, la carolínea, la caliandra.
24. Y las m u jeres que m ueren en guerra, o
m ueren en el p rim er p arto, son igualadas a los
guerreros qu e cayeron en el ca m p o d e batalla. T o ­
das van a la casa d el Sol, todas m ora n en el P o ­
niente. C u a n d o el Sol p o r la m añana sale, le van
sigu ien d o y agasajan do y festeja n d o los valientes
guerreros hasta llegar al m ed iod ía . A llí salen a su
en cu en tro las m ujeres, ataviadas con sus armas y le
van a com p a ñ a n d o con gran re g o c ijo y fiesta. L e
llevan en unas andas hechas d e plum as de quetzal
y cubiertas con u n dosel de plum as: entre ricas
plum as le llevan. Y en tanto q u e los guerreros van-
a libar flores en la tierra, ellas van v o ce a n d o ale­
gres, h a cien d o alarde de guerra y festejo g ra n d ioso

14
hasta llegar al ocaso, en d o n d e d eja n al S ol y v ie­
n en los m oradores de la re g ió n d e la m u erte a re­
cib irle. Ellas se esparcen p o r las som bras d e la n o ­
che a infestar al m u n d o .

Fragmentos de poemas de Tláloc


y Xochiquétzal *

25. El dios T lá lo c residía en un gran p a la cio,


con cu atro aposentos, y en m e d io d e la casa h abía
u n p atío, co n cu atro enorm es barreños llenos d e
agua. E l p rim ero, es el d el agua q u e llu eve a su
tiem p o y fecu n d iza la tierra para q u e d é b u en os
frutos. El segundo, es el del agua q u e hace an ublar­
se las mieses y hacer perderse los frutos. El tercero,
es el d el agua qu e hace helar y secar las plantas. El
cuarto, es el d el agua q u e p ro d u ce sequía y esterili­
dad. T ie n e el d ios a su servicio m u ch os m inistros,
p equ eñ os d e cu erp o, los cuales m ora n en cada u n o
de los aposentos, cada u n o según su co lo r, pues
son azules, co m o el cielo , blan cos, am arillos o r o ­
jos. E llos co n grandes regaderas y co n p alos en las
m anos van a regar sobre la tierra, cu a n d o el su­
p rem o dios de la L lu v ia orden a. Y cu a n d o truena,
es q u e resqu ebrajan su cántara, y si algún rayo
cae, es q u e u n fragm en to de la vasija rota vien e so­
bre la tierra.
26. X och iq u étza l —F lo r P reciosa— m oraba so­
bre los aires y sobre los n u eve cielos. V iv ía en
lugar d eleitoso y d e m u ch os pasatiem pos, a com ­
pañada y guardada d e m uchas gentes y la servían
m uchas m ujeres, co m o diosas, co n grandes d e le i­
tes y regalos, d e fuentes, ríos, florestas y d e gran ­

15
des recreaciones, sin q u e la faltara alguna. E nce­
rrada y bien guardada, q u e h o m b re a lgu n o n o
p od ía siquiera verla y a su servicio tenía m u ch os
enanos y corcovados, y truhanes y chocarreros, qu e
la s o la z a b a n -co n m u ch os bailes y danzas. E llos
eran sus m ensajeros y secretarios, para ir co n em ­
bajadas a otros dioses a qu ien es ella q u ería m os­
trar estim ación. T e n ía p o r o cu p a ció n ú n ica estar
labran d o, h ila n d o y te jie n d o m uy bellas y exce­
lentes obras d e aguja. Era tan lin da y herm osa que
nada p u ed e co n ella com pararse. Su casa se llam a­
b a T a m oa n ch a n , d o n d e está el Á r b o l F lo rid o , d o n ­
d e los cielos son frescos, d elgados y suavísim os,
lugar d e las n ueve corrientes y de los n ueve cielos.
Q u ien lograba una flo r de aquel árbol, o al m enos
ser toca d o p or ella, tenía dich a en amores.
27. A q u e lla diosa cu id a b a d e los rosales de
T a m oa n ch a n , en d o n d e co n T lá lo c m ora b a . U n
día d e sh o jó las rosas y las esparció p o r el suelo. D e
este día anda llorosa y n o p u ede alzar los ojo s, y
recuerda el bien p e rd id o y llora y ayuna constante­
m en te y co m o señal de lu to lleva en los o jo s cen i­
zas. Era m u jer d e l d ios T lá lo c , p e ro la h u rtó T ez-
catlip oca, la llev ó a los n u eve cielos y la h izo su
p rop ia esposa. Fue desde entonces cu a n d o se c o n ­
v irtió en diosa d el A m or.
28. Y au h p an , el h om b re de guerra, d e jó a su
m u jer T la h u iztli, las insignias de guerra, y se fu e a
una m on tañ a a m ora r en soledad. S u b ió sobre una
alta roca en escabroso desierto y en aqu ella roca de
form a cón ica, llam ada T a m b o r d e Piedra, se puso
a hacer pen iten cia v iv ie n d o en castidad. T u v ie r o n
recelo los dioses de qu e fuera fiel a su in ten to y le
en via ron a Y aotl, el en em igo, q u e es una d e las

16
form as de T e zca tlip oca . F ue él a p o n e r pruebas a
su virtud. El en vió, una en pos de otra, varias m u ­
jeres qu e le in citaran al m al, p ero Y au h p an resistió
a todas las tentaciones. A l fin lleg ó X och iq u etza -
lli disfrazada y se a cercó a la roca y g a n ó la c o n ­
fianza d el erem ita y le ro g ó qu e le m ostrara el ca­
m in o para subir a la roca. El p en iten te ba ja y la
sube a su m orada. A llí olv id a su pen iten cia y r o m ­
pe su guarda de castidad. L a diosa se aleja en ton ­
ces. U n a vez v e n cid o el guerrero, está a m erced de
su en em igo. Éste vien e y le mata y los dioses le
m u dan en alacrán. Su m u jer, q u e había v e n id o en
su busca, tam bién es en alacrán m u dada. A m b os
refu giados b a jo la roca, prosigu en su nueva vida.
P ero en ojad os los dioses, al ten tador lo m u dan en
langosta.
II

C IC L O T E N O C H C A

Poema de Mixcóatl *

1. N o b ien la m u jer de Falda d e B lancas Piedras


Finas h u b o d a d o a luz a cu atrocien tos M im ix co a ,
cu a n d o ellos fu eron a refugiarse en las cavernas.
Después q u e aqu éllos h u yeron a las cuevas, aún
u na vez más d io a luz su m adre. C in co fu e ro n sus
^ h ijos cuyos nom bres son : Serpiente de Á gu ila , Ser­
p ien te de N u b e, M u je r L o b a , G avilán de la M o n ­
taña y D o m in a d o r d e la A ceq u ia . C u a n d o éstos
h u b ieron n a cid o, al agua entraron in m ediatam en ­
te, d e agua se rep letaron , en el agua cu atro días
p erm an ecieron . Y cu a n d o d el agua salieron, los
am am antó la Señora d e la T ie rra .
2. Fue entonces cu a n d o el Sol m anda a los cua­
trocientos M im ix co a al entregarles la fech a: A q u í
tenéis el escu do y la flecha, co n los cuales m e ha­

19
béis d e dar de beber, co n los, cuales m e habéis de
ofrecer dones. A q u e lla flecha era preciosa, form a ­
da de haces de plum as verdes de quetzal, d e p lu ­
mas blancas de garza, de plum as tornasoladas de
zacuan, de plum as rosadas de p e ch irro jo , de p lu ­
mas rojas de turpial, de plum as verdeazuladas de
p ájaro turquesa. D ijo el Sol: T a m b ié n a la R ein a
de la T ie rra le toca su o fic io . P ero aqu ellos cua­
trocientos n o cu m p lie ro n su deber. S ólo andaban
lan zan d o dardos a las aves, sólo se entregan al d e­
leite. F ue desde entonces cu a n d o to m ó u n o de ellos
el n om b re de F lech a d or d e las Aves. H a b ía oca ­
siones en qu e cazaban un tigre, p e ro n o lo ofrecían
en sacrificio al Sol, a u nqu e sí se a d orn aban de
plum as co m o gala de h a b erlo atrapado. N o tenían
m ás o fic io y ocu p a ció n qu e engalanarse de plum as
y yacer con las m ujeres. Y a más pasaban, p o rq u e
b e b ie n d o ávidos el lico r de los m agueyes, andaban
siem pre co n el ju ic io p e rd id o , andaban siem pre de
lico r saturados.
3. E ntonces el Sol m anda a su vez a los otros
cin co. Les da u n a flecha hecha de planta espinosa
y u n escu do co m o el q u e los n obles usan. A l dar­
les aquellas armas les d ice: ¿Q u é pensáis hacer
ahora, h ijos m íos? T e n é is qu e dar m uerte a los
cuatrocientos, p o rq u e ellos n o in v oca n a Nuestra
M adre, a N uestro Padre. A l p u n to se co lo ca ro n
estos cin co sobre una acacia en acech o, y cu a n d o
los cu a trocien tos los vieron , d ije r o n : ¿Q uiénes son
ésos q u e así se han co lo c a d o encubiertos? E ntonces
se in icia la lucha. El Serpiente d e Á g u ila se m ete
d en tro d el árbol, el Serpiente de la N u b e se m e­
te d en tro la tierra. G avilán de la M on ta ñ a h uyó
a esconderse en el m o n te ; sobre el agua se p aró

20
el D o m in a d o r de la A ceq u ia . L a herm ana, la M u ­
je r L o b a , fu e a pararse en el ca m p o del ju e g o de
pelota. L leg aron los cu atrocien tos y rod ea ron el
á rb ol: ya n ad ie estaba allí de los qu e se h abían ju n ­
tado en su contra. Se u n ieron todos ellos en red d e
cazadores y con su em p u je c r u jió el á rb ol y al m o ­
m en to sobre ellos se desgaja. A l abrirse el á rbol,
salió de sus entrañas Serpiente de Á gu ila, y en se­
g u id a la tierra se estrem ece y tiem bla, y de sus en­
trañas sale Serpiente de N u b e , q u e en su in terior
h abía en trado, y en seguida se derru m ba la m on ta ­
ña, estalla en ro n co son, y de ella sale G a vilá n d e la
M on tañ a , y en seguida el agua hierve y se agita, y
de ella sale el D o m in a d o r de la A ceq u ia . A sí u n i­
dos ven cen a los cu atrocien tos y los o frecen en sa­
c rificio al Sol y le dan de beber.
4. C on to d o , algu n os de los cu atrocien tos ha­
b ía n q u e d a d o con vida y v in ie ro n a rogarles, a su­
p lica r a sus ven cedores: Os hem os causado e n o jo ,
p e ro m archad ahora hacia las Siete Cavernas, q u e
ya son vuestras cavernas. E ntrad, q u e es vuestra
m orada. ¿Q ué?, ¿son éstas nuestras cavernas?, ¿es
ésa nuestra m ansión? ¿Es verd a d q u e al fin son
nuestras cavernas?, ¿es ésta nuestra m orada? Sí, q u e
las habéis ganado. E ntonces, solam ente ju n to a
nuestras cavernas nos sentarem os en paz.
5. U n día b a ja ron de la m on ta ñ a dos ciervos,
cada u n o de ellos co n dos cabezas, y tam bién b a ja ­
r o n co n ellos dos de los cu a trocien tos q u e aún ha­
b ía n q u e d a d o vivos. El p rim ero era X iu h n e l, el
segu ndo era M im ich . A m b o s fu e ro n a cazar d en ­
tro la tierra escabrosa. Ib a n sigu ien d o X iu h n e l y
M im ich a los dos ciervos bicápites, an helaban atra­
par a los ciervos. Les sigu ieron toda u na n och e, les

21
sigu ieron to d o u n día. C u a n d o acababa la tarde ya
los h ab ían re n d id o de fatiga. Y u n o a o tro se de­
cían : H az a q u í y allá casillas. C u a n d o h a b ía n h e­
c h o las chozuelas, decían : A ú n los m alvados n o
llegan. H e aq u í q u e al fin aparecen: los q u e eran
ciervos, ya n o son ciervos: se han co n v e rtid o en
m ujeres y com ienzan a gritar y d icen : X iu h n e l v
M im ich , ¿en d ó n d e estáis? V e n id , v e n id a com er,
ven id , v en id a beber. Y así q u e ellos las oyeron , u n o
a o tro se d ecían : L lam ém oslas a qu í. Las llam a
entonces X iu h n e l y les d ice: —V en acá, herm ana.
E lla llega y le d ice: [X iu h n e l, b eb el Y X iu h n e l,
tras b eb er la sangre, lu e g o c o n ella se tiende, la
op rim e, la m ord isqu ea, y al fin la desflora. Se
v u elve a M im ich y d ice : —H e c o m id o lo q u e es
m ío.
6. A llá está en p ie la otra m u jer lla m á n d ole y
le decía: V a ró n m ío , ven y dígn ate com er. P ero
M im ich n o la llam a, sino al m om en to d isp on e los
m aderos de hacer fu ego, p ren d e el fu e g o fro tá n d o ­
los. Y u na vez q u e ha e n ce n d id o el fu ego, se arroja
al m om en to en él M im ich , y la m u je r le sigue, lan­
zada a él con presteza. En el fu eg o están los dos. Ella
le sigue allí toda una n o ch e y hasta el m ed io d ía
le estuvo sigu iendo. B a jó entonces d e los cielos
u na gran olla d ivin a y la m u je r se a rro jó y fu e
a caer d en tro d e ella, cual si'cayera en u n encierro.
Y cu a n d o u n o d e aqu ellos q u e sostienen el cie lo v io
qu e caía la olla , al m o m e n to se p o n e a lanzar sus
dardos: ella al fin sale de la olla , se lanza fuera y
se aleja, va lentam ente apartándose, va trenzando
sus cabellos, va h a cie n d o el afeite de p in tu ra de su
cu erp o , va llora n d o p o rq u e lo suyo ha sid o co m id o .
7. C u a n d o lle g ó a o íd o de los dioses tal h ech o,

22
los q u e d om in a n los años, ya van a aprehender
y a llevar a la m u jer qu e es M arip osa d e O b sid ia ­
na. Ib a p o r delante M im ich y cu a n d o la h u b ie ro n
a p reh en d id o, al m o m e n to la pu sieron a quem ar.
E lla estalla co n estrépito. M u ch as veces estalla y
lanza d e sí pedernales. Estalla y b rota p rim e ro el
ped ern al azul. N ad ie le busca o le sigue. Estalla y
b rota en segu n d o lu gar el ped ern al b la n co , y al
m om en to lo recogen y lo en vuelven en u n lío . Es­
talla y brota en tercer lu gar el ped ern al am arillo,
p ero n adie lo recoge, solam ente lo m iran. Estalla
y brota en cu arto lu gar el ped ern al r o jo : ta m p o co lo
tom an y, al fin , estalla y b rota en q u in to lu gar
el ped ern al m ora d o, q u e ta m p o co n ad ie tom a. En
cu a n to al p ed ern al b la n co , lu e g o p o r su d ios lo
tom a M ix có a tl y en u n lío lo en vuelve y lo echa
a sus espaldas y ya m archa a sus conquistas.
8. Ya va en seguida M ix có a tl a con q u ista r a
H u izn á h u a c y en su ca m in o e n co n tró a u na m u je r
de n om b re C him alm an. A l m o m e n to p o n e en tie­
rra su escu do y apresta sus flechas y su lanza-dar­
dos. E lla se yergue ante él enteram ente desnuda:
sin fald ellín , sin camisa. N o b ie n la m iró M ix có a tl,
se pu so a lanzarle dardos. El p rim er d a rd o q u e le
asesta, só lo p o r sobre d e ella pasa: ella n o hace
más q u e encogerse, in clin a n d o la cabeza. El segun­
d o q u e le asesta, fu e a dar al costado d e ella y allí
q u e d ó d o b la d o . E l tercer d a rd o q u e le asesta ella
lo tom a co n la m an o. El cu arto d a rd o q u e le asesta
pasa saltando y va a caer entre los agaves. C u atro
dardos lanzó solam ente M ix c ó a tl y se a le jó en su
cam in o. T a m b ié n la m u je r huye lu e g o y a un
lugar va a esconderse q u e se llam a las Cuevas
R ojas.

23
9. Regresa otra vez M ix có a tl, se aderezó y v in o
a lanzar dardos. V in o d e n u ev o a buscarla, y la
busca y n o la ve. E ntonces com ien za a m altratar a
las m ujeres d e H uizn áh u ac. Ellas entonces d ije ro n :
—V ayam os en busca d e aqu élla a q u ie n él ha ve­
n id o a aprehender. F u eron y cu a n d o la h allaron,
le d ije ro n : T e anda bu sca n d o M ix có a tl, p or
tu causa a tus herm anas m altrata. Y la tom an y
la ob lig a n y ella vien e a H u izn áh u ac. Y otra vez la
ve M ix có a tl y otra vez se enfrenta a ella. E lla es,
es la m ism a, ahí está en p ie, desnuda, p ero ahora
tiene el cu e rp o p in ta d o de r o jo y am a rillo; allí se
yergue delante. O tra vez él p o n e el escu d o en tie­
rra, apresta sus dardos y d e n u e v o lanza sus tiros
con tra ella. U n a flech a pasa arriba, otra se clava
en su costado, otra su m a n o la cog e y otra salta a
caer en m e d io de los agaves. H e ch o esto, ya ven ­
cida, yace al fin co n ella. D e lo cual ella q u e d ó
encinta.
10. C u a n d o iba a nacer el n iñ o p o r cu atro días
se re v o lv ió en el seno d e su m adre, c o n fuerza im ­
petuosa y, al fin , v in o a nacer. Y al nacer él, la m a­
dre m u rió. Éste es el m ism o q u e se llam a 1-Caña.
L o crió Q u ilaztli M u je r Serpiente, y cu a n d o ya fu e
capaz d e guerra, lo lleva a con qu istar su padre. El
lu gar en q u e h izo sus pruebas d e guerra se llam a
L u gar de T u rqu esa s: a llí se en tregó a la caza. P ero
tam bién allí sus tíos, los cu a trocien tos M im ix co a ,
viven y desde allí vien en llenos de a b orrecim ien to
a q u ita r la vid a a su padre. T a n p ro n to co m o le
m ataron, le sepultaron entre la arena.
11. A n d a b a 1-Caña en busca d e su padx-e. P or
todas partes le busca y p regu nta: ¿D ón d e está m i
padre? C u a n d o el B uitre le o y ó , le d ijo : A tu p a ­

24
dre lo m ataron: allá te n d id o yace, d o n d e le fu e ­
ro n a enterrar. El h ijo fu e a sacarlo y lo c o lo c ó en
u n tem plo, en el te m p lo d e M ix có a tl, la M on ta ñ a
d e M ix có a tl. D e los tíos q u e le m ataron u n o se
llam a R ib e re ñ o , el o tro se llam a C o d o rn icilla , y el
o tro se llam a P in ta d illo . C u a n d o v ie ro n ellos q u e
el h ijo consagraba u n tem p lo a su padre, le d ije ­
ron : ¿P or q u é le dedicas u n tem plo, u n tem p lo a
él? V am os a en oja r con tra ti al C o n e jo , y a la Ser­
p ien te, p e ro tam bién al T ig re , al Á gu ila y al L o b o .
El h ijo respon de: B ien h e ch o está. P ero él m ism o
va alejándose y ya co n v o ca al T ig r e , al Á gu ila , al
L o b o . Y les d ice: T ío s , v en id , v e n id acá: d ic h o está
qu e co n vosotros tengo de consagrar m i tem plo.
P ero n o m oriréis vosotros, sin o q u e habréis d e co ­
m er a a q u ellos q u e h an sid o oca sión d e q u e y o
d ed iq u e este tem p lo. ¡Es en v a n o q u e se traiga la
víctim a atada con cuerdas a la espalda d e o tro ! Y
llam a en seguida a las tuzas y les d ice: T ío s , ven id ,
ven id acá, y p erfora d : p erforarem os m i tem plo. Las
tuzas en el instante se p o n e n a cavar, agujeran, per­
foran , h acen u n gran túnel p o r el cual entra 1-Caña
y va a salir arriba del tem plo. D ije r o n entonces los
tíos: V am os a sacar fu e g o c o n los m aderos allá
arriba. Y él se alegró m u ch o. C u a n d o los ven q u e
vien en com ien zan a au llar el T ig r e , el Á gu ila y el
L o b o . Y cu a n d o ellos m enos piensan, ya 1-Caña
ha sacado el fu ego. C u a n d o ven q u e sacó el fu ego,
sus tíos se llen an de e n o jo . Ya se abalanzan con tra
él. V a p rim ero el R ib e re ñ o , y en ta n to q u e anhela
subir, viene ro d a n d o h acia a b a jo. V a co rrie n d o
1-Caña, se para ju n to d e él y co n u na p ied ra le
h ace añicos la cabeza. En seguida aferra a C o d o r ­
n icilla y a P in ta d illo y con su flauta con v oca a

25
las fieras. L u e g o vien en a m atarlos. L es d an h u ­
m azos d e ch ile, les van te n d ie n d o y les tu n den
la rg o a largo, les cortan un p o c o del cu erp o, y des­
pués d e atorm entarlos, al fin d el p e c h o a b ierto les
sacan el corazón.
12. L u e g o ya va Q u etzalcóatl 1-Caña a la m a n ­
sión de los m uertos. A sí q u e h u b o lleg a d o a d o n ­
d e están el R ey y la R e in a d e los M u ertos, al m o ­
m e n to les d ice: L a razón de h a b er y o v e n id o es
para tom ar huesos preciosos q u e tú tienes en re­
serva. R esp on d e el R e y d e los M u ertos: ¿Q u é vas
a hacer co n ellos, oh Q u ezalcóatl? Y éste a su vez
rep lica: L os dioses están tristes, pues se d icen :
“ ¿Q u ién ha d e p o b la r la tierra?” El R e y de los
M u ertos d ice: B ien está, es n ecesario q u e ahora
tañas m i caracol y des cu atro vueltas en to rn o de
m i d isco de p ied ra p reciosa verde. P ero el caracol
n o tenía ag u jero de d o n d e p u d iera asirse. L lam a
Q u etzalcóatl a los gusanos y vien en y lo p erfora n :
entran en el caracol la abeja n octu rn a y el a b e jó n
y se p on en a tañerlo. E ntonces p u d o o ír lo el R ey
d e los M uertos. H a b la entonces el R ey d e los M u er­
tos y d ice: B ien está, tom a los huesos. P ero en se­
gu id a d ice a sus servidores: ¡O h , id y a n u n cia d a
ios m orad ores del re in o d e la m u erte q u e ha ve­
n id o éste a tom ar los huesos! A lo cual Q u etzalcóatl
d ice: T e n p o r seguro q u e ten go de llevárm elos en
to d o caso. Y a su a com p a ñ a n te le d ic e : A n d a y
diles q u e los ten go q u e tom ar. Y va al m o m e n to
y grita p reg on a n d o: M e los tengo q u e tom ar. E n ­
tonces llega y tom a los huesos p reciosos: parte tom a
d e varón , parte tom a d e m u je r y d e ellos se llena
el fard o. L os tom ó, h izo u n fa rd o y comenzó* a
llevarlos a cuestas.

26
13. U n a vez más d ijo el R e y de los M u ertos a
sus servidores: ¡O h dioses: verd a d es! jQ u eza lcóa tl
se lleva los huesos preciosos! ¡O h dioses, aprestaos
a p on er ante él u n foso! A l m o m e n to lo dispusie­
ron , y Q u etzalcóatl ca yó en el foso, ca yó tropezan­
d o al pasar, las C od o rn ice s le asustaron c o n su
rep en tin o v u elo, q u e d ó c o m o m u e rto ca íd o , y ro d a ­
r o n p o r el suelo los huesos preciosos, ca ld os q u e ­
d a ron allí la rgo a largo. Las C od orn ices entonces
com en zaron a m ord erlos, los roen , los aferran c o n
sus dientes. P ero re co b r ó el sen tid o Q u etzalcóatl
y se pu so a llora r y decía a su a com p añ an te: ¡O h ,
a m ig o m ío ! ¿C óm o será esto? El o tr o le r e sp o n d ió
¡C ó m o ha d e serl Pues se a rru in ó e l asunto, sea
lo q u e haya de ser. E ntonces Q u etzalcóatl se p u so
a ju n ta r los huesos, los re c o g ió parte p o r parte,
h izo con ellos u n fa rd o y los lle v ó a T a m o a n ch a n .
14. C u a n d o lle g ó a T am oan chan lu e g o entre
piedras m o lió lo s la q u e se llam a Q u ila ztli C ih ua-
cóatl —M u je r Serpiente—, después los la v ó en un
p recioso le b rillo y sobre ellos Q u etzalcóatl sangró
su m ie m b ro viril. T o d o s los dioses en seguida v i­
n ieron a sangrarse tam bién : el R ib e re ñ o , el A g i­
ta d or d e la A zada, el P ortaban dera, el A lla n a d o r
d e la T ie rra , el q u e B a ja d e Cabeza, y en ú ltim o
lugar, q u e es el sexto, el m ism o Q u etzalcóatl. P or
esta razón fu e d ich o : “ ¡D e los dioses los h om bres
n a cie ro n !” C o m o q u e p o r n osotros los dioses d e­
rram aron su sangre.
15. U n a vez más los dioses d ic e n : O h dioses,
¿qu é com erán los h om bres? Y ya p o r todas partes
van en busca del m aíz. F ue entonces cu a n d o la
H orm ig a fu e a tom ar m aíz desgranado en el M o n te
d e N u estro Sustento, y al en con trar a la H orm ig a ,

27
Q u etzalcóatl le d ijo : ¿En d ó n d e fuiste a tom arlo?
D im e. P ero ella n o q u is o d ecirle d ó n d e . P o r m u ­
c h o q u e él rogaba, n o qu ería. H asta q u e al fin ,
p o r tantos ruegos m ov id a , le fu e a m ostrar p o r
d ón d e. O íd a la razón , Q u etzalcóatl se m u d ó en
h orm iga negra, y ya va a traer el m aíz, entra
en u n ió n d e la otra H o rm ig a negra y p ren d en
am bos a la H orm ig a roja , q u e lleva a Q u etzálcoatl
hasta el lin d e ro para d isp o n e r el gran o. L u e g o q u e
ha en con tra d o el gran o, Q u etzalcóatl lo lleva a T a ­
m oan ch an , lu eg o los dioses lo c o m e n y se p o n e
esta p alabra en nuestros la b ios: “ ¡C o n él nos h i­
cim os fu ertes!"
16. Y d ecían : ¿Q u é harem os c o n el M o n te d e
N u estro Sustento? A l m o m e n to in ten ta llev a rlo a
cuestas Q u etzalcóa tl; lo ata c o n cuerdas, p e r o n o
p u d o levantarlo. Fue entonces cu a n d o O x o m o c o
ech ó suertes co n los granos en u n ió n d e C ip a ctón a l.
Y el P u ru len to g olp e a el M o n te d e N u estro Sus­
ten to. U n a vez echadas las suertes co n los granos
d e m aíz, a m on ton a ro n la tierra los dioses d e la
L lu v ia : los d e c o lo r azul, c o m o el c ie lo raso, los
blan cos, los rojos, los am arillos. F ue en ton ces cu a n ­
d o el P u ru len to se pu so a g o lp e a r la m on ta ñ a y
los dioses de la L lu v ia arrebatan el m aíz, m aíz
d e m u ch os colores: m aíz b la n co , m aíz aturquesado,
m o ra d o y am arillo, y c o n él, fr ijo l y b led os, y la
ch ía, el ch icalote: to d o lo q u e es nuestro sustento,
desde ahí se llevan con sigo.
17. Y a se p o n e Q u etzalcóatl H u ém a c a ju g a r a
la p elota c o n los dioses d e la L lu v ia . L e d ije ro n
estos dioses: ¿Q u é ganam os en el ju e g o ? A l m o ­
m en to él les resp on d e: M is piedras preciosas, mis
plu m as finas. Y ellos tam bién le d ije r o n : Eso m is­

28
m o ganarás tú: nuestras piedras finas, nuestras
plu m as preciosas. L u e g o se p o n e n a ju g a r a la p e­
lota. A l fin g a n ó el ju e g o Q u etzalcóatl. Y a huyen
los dioses d e la L lu v ia , va n a m u d a r las apuestas,
van a dar u na cosa p o r otra. E n lu gar d e piedras
finas, le dan una m azorca tierna, y en lu g a r d e
plum as de quetzal, le d an u n haz d e h oja s verdes
entre las q u e crece la m azorca q u e está ya granan­
d o . P ero Q u etzalcóa tl se irrita: ¿Es esto l o q u e y o
he gan ado? ¿N o son acaso plu m as d e quetzal y p ie ­
dras preciosas? ¡Eso lle v a d lo le jo s d e a q u íl E n ton ­
ces los dioses d e la L lu v ia d ije r o n : B ie n está, c o m o
tú quieres. D a d le sus piedras preciosas, d a d le sus
plu m ajes ricos: tom em os n osotros nuestras p rop ia s
piedras finas —los granos d el m aíz— y nuestras p re­
ciosas plu m as — nuestras h oja s verdes. Y tom aron
t o d o a q u e llo y se alejaron, d ic ie n d o : B ie n está;
ahora escon derem os nuestras piedras, nuestras p lu ­
mas y cu atro años reinará el h am bre en la tierra.

Quetzalcóatl en Tula *

18. Q u etzalcóatl rein aba en T u la ... T odo era


abu n d an cia y d ich a, n o se v en d ía n p o r p re cio los
víveres, to d o cu an to es nuestro sustento. Es fam a
q u e eran tan grandes y gruesas las calabazas y te­
n ía n tan a n ch o su c o n to r n o q u e apenas p o d ía n
ce ñ irlo los brazos d e u n h o m b re abiertos. Eran tan
gruesas y largas las m azorcas d e l m aíz, cu a l la m a n o
del m etate. P o r todas partes rod a b a n , caídas cu a !
cosa in ú til. Y las matas de los b led os, sem ejante» a
las palm as, a las cuales se p o d ía subir, b ie n se p o ­
día trepar en ellas. T a m b ié n se p ro d u cía el a lg o ­

29
d ó n de m il colores te ñ id o : r o jo , am a rillo, rosado,
m ora d o, verde, verdeazu lado, azul m a rin o, verde
claro, am a rillo rojizo , m o re n o y m atizad o d e d ife ­
rentes colores y d e c o lo r d e león . T o d o s estos c o ­
lores los tenía p o r su naturaleza, así nacían d e la
tierra, n ad ie tenía q u e pintarlos. T a m b ié n se cria­
ba n allí aves d e rico p lu m a je : c o lo r d e turquesa,
de verde relu ciente, de am a rillo, de p e ch o c o lo r d e
llam a. Y aves preciosas d e to d o lin a je, las q u e
cantan bellam en te, las q u e en las m ontañas trinan.
T a m b ié n las p ie d r a s preciosas y el o r o eran visto
co m o si n o tuviera p re cio : tan to era el qu e todos
tenían. T a m b ié n se d aba el cacao, el cacao más
ric o y fin o , y p o r todas partes se alzaban las p la n ­
tas d el cacao. T o d o s los m ora d ores d e T u la eran
ricos y felices, n u n ca sentían p ob reza o pena, nada
en sus casas faltaba, n u n ca h a b ía ham bre entre
ellos, y las m azorcas m al dadas s ó lo servían para
calentar el ba ñ o.
19. A llí e d ific ó Q u etzalcóatl un te m p lo co n c o ­
lum nas en form a de serpientes, y lo d e jó sin co n ­
clu ir para alarde de grandeza. Él n u n ca se veía en
p ú b lico , sin o qu e vivía en silen cio en las som bras
d e su tem p lo. A las puertas había pajes q u e a na­
d ie d eja ban pasar. T e n ía palacios de som bra y p e ­
n iten cia, en d o n d e se escon día ap artad o d e todos.
U n o tenía el p a vim en to h e ch o d e losas d e jad e, o tro
tenía el p a v im en to h e ch o de plum as d e quetzal,
o tro tenía el p a v im en to h e ch o d e lám inas d e o ro , y
en m e d io d e tod os ellos estaba la casa d el a y u n o
y la penitencia.
20. P ero fu eron negligentes Q u etzalcóatl y sus
vasallos. Y fu e entonces cu a n d o v in ie ro n tres m a­
gos con sus p re s tig io s . . . U n día v in o a él el m a g o

30
T e z ca tlip o ca y en vu elto en telas traía u n e sp e jo d e
d o b le faz. P o r am bos lad os tenía la fig u ra d e u n
c o n e jo . C o m o h u b o lleg a d o al p a la cio d ijo a los
pajes d e Q u etzalcóatl: Id y d e cid al señor q u e ha
v e n id o u n jo v e n para m ostrarle su im agen. V a n
ellos con el m ensaje al rey y el rey les re sp o n d ió :
¿C uál es m i im agen? ¡Q u e diga! V ie n e n c o n la
respuesta al m a go y le d icen : —D ice q u e muestres
su im agen. P ero el m a g o les resp on d e: N o v in e a
m ostrarla a todos, v in e a m ostrarla al rey. D e b o
llegar hasta él para m ostrarle su im agen. V a n una
vez más al rey llev a n d o esta respuesta. N o q u ie re
m ostrar tu im agen, dice q u e ha d e entrar él m ism o
y llen o d e reverencia te ha d e h a b la r d e lo q u e
intenta. D ijo entonces Q u etza lcóa tl: Q u e entre,
q u e llegu e hasta m í.
21. L le g ó el m a go a su presencia y después d e
saludarle d icie n d o : Señor, rey y sacerdote, v e n g o
a m ostrarte a Q u etzalcóatl 1-Caña: tu cu e rp o , tu
p ro p ia carne; resp on d ió el rey: ¿D e d ó n d e vienes?
C ansado estás y ren d id o. ¿C uál es m i im agen?
M uéstrala, d éja m e q u e y o la vea. D ijo el m a go:
V en g o de la m on tañ a d e ios extran jeros, soy y o
tu siervo y esclavo. Ésta q u e ves es tu im agen.
E ntonces le d io el espejo. D ijo : M ira b ie n tu im a ­
gen : cu al ella del esp ejo sale, así has d e salir tú
en su p ro p ia figura corp ora l. V io Q u etzalcóatl el
c o n e jo q u e en el esp ejo estaba y- lle n o d e ira arro­
j ó de sí el espejo. D io gritos lle n o d e e n o jo : ¿Es
p o sib le q u e m e vean, q u e m e m iren mis vasallos,
q u e m e vean sin alterarse, sin q u e se a lejen d e m í?
F eo es m i cu erp o: ya estoy v ie jo , ya ten g o d e arru­
gas surcado el rostro, to d o el cu e rp o a can cerado y
m i figura espantosa. A q u í m e q u ed a ré o c u lto para

31
siem pre, n o volveré a salir, para q u e n o m e vean
m is vasallos. A q u í v iv iré para siem pre.
22. U n a vez más v ien en los m agos. L leg a n al
p a la cio real, p id en ser in trod u cid os. Y p o r una y
p o r dos veces, hasta p o r tres son rechazados. A l
fin los pajes in dagan de q u é reg ión vien en . R e s p o n ­
d en q u e d el M o n te d e los Sacerdotes y del M o n te
d e los A rtífices. C u a n d o Q u etzalcóatl lo sabe, d eja
q u e lleguen a él. E ntraron, le saludaron, le o fr e ­
cie ro n la co m id a qu e le lleva b a n preparada. C u a n ­
d o el rey h u b o co m id o , le rogaban q u e bebiera. N o
q u ería beb er el rey: E n ferm o estoy, les decía, esa
b e b id a q u e traéis m e hará acaso p erd er el ju ic io , m e
hará acaso m orir. E llos insistían en q u e al m en os
co n el d e d o la p robara. P r o b ó Q u etzalcóatl co n el
d e d o y q u e d ó in cita d o a beb er. B e b ió él y m a n d o
a sus guardias q u e tam bién c o n él b eb iera n . C u a ­
tro veces le d io el m a g o y le rog a b a la q u in ta . Se le
sirvió la qu in ta en h o n o r d e su grandeza, y cu a n d o
la h u b o gustado, b e b ió en m a yor can tidad. E n ton ­
ces se desvanece y se p o n e c o m o m u erto; se ensim is­
m a y siente en su alm a los más sabrosos deleites.
L le n o d e g ozo b e b ía y qu ería q u e tod os b eb iera n .
A sí q u e tod os están ebrios, le d ije r o n : —Q uetzal-
có o a tl, canta. O iga m os cu ál es tu ca n to; alza el
can to, Q u etzalcóatl. Q u etzalcóatl entonces canta:
“ M is casas d e ricas plum as, m is casas de caracoles,
d icen q u e yo he d e d eja r.” L le n o entonces d e ale­
gría, m an da traer a la reina, a la Estera P reciosa:
Id y traed co n vosotros a la reina Q uetzalpétatl, la
q u e es deleite en m i vid a, para q u e ju n to s b e b a ­
m os, bebam os hasta em briagarnos. F u eron e n to n ­
ces los pajes hasta el p a la cio d e T la m a ch h u a ya n
y de allí a la reina trajeron: Señora reina, h ija m ía,

32
nos m a n d a el rey Q u etzalcóatl, q u e te llevem os a
él: qu iere q u e co n él te goces. Y ella les resp on d e:
Iré. C u a n d o Q uatzalpétatl llega, va a sentarse ju n to
al rey le d ie ro n d e b eb e r cu atro veces, y la q u in ­
ta en h o n o r d e su grandeza. Y cu a n d o estuvo em ­
briagada, com en zaron a cantar los m agos y se levan­
tó titu beante el m ism o rey Q u etzalcóatl y le d ijo
a la princesa en m e d io d e cantos: Esposa, gocem os
b e b ie n d o d e este licor. C o m o estaban em briagados,
nada h ablaban ya en razón. Ya n o h izo el rey p e ­
nitencia, ya n o fu e al b a ñ o ritu a l, ta m p o co fu e a
orar al tem plo. A l fin el sueño les rin d e. Y al des­
pertar o tro d ía, los dos se p u sie ro n tristes, se les
o p r im ió el corazón . D ijo en ton ces Q u etzalcóatl:
M e he em b riagado; he d e lin q u id o ; n ada p o d rá ya
qu ita r la m an ch a q u e he ech a d o en m í. E ntonces
co n sus guardianes se pu so a cantar u n can to. A la
m u ltitu d q u e esperaba fuera, se le h izo esperar
más. D e ja d q u e m e alivie un p o c o , les decía Q u et­
zalcóatl. A l fin en un a lto tro n o se fu e a sentar
el rey. M o rtifica d o y lloroso, lle n o d e p en a y
angustia al ver q u e sus m alos hechos eran c o n o ­
cid os ya, y sin q u e n ad ie le con solara, ante su dios
se pu so a llorar.
23. U n n u ev o p restigio h izo aquel m ago. D es­
pués d e ataviarse d e plu m as c o lo r de o ro , cu a l si
vin iera de con quistar, d eterm in a q u e se haga u n
can to, q u e se cante y q u e se b aile, q u e haya danza
al son d e m úsica. Y a va a a n u n cia rlo el h e ra ld o
desde el m on te d el p reg ón ; grita e in tim a a todos
cu antos en el país m ora n : p o r todas partes llega­
ban los gritos d e aq u el p regón . D e allá en la re­
g ió n d e las rocas se oía la voz. V an lle g a n d o los
vasallos, se ju n ta n en una tod os los m a n ceb os y

33
don cellas: n o era p o sib le con tarlos, eran tan n u ­
m erosos. Su n ú m ero era sin fin . Y a com ien za el
can to, tañe el m ago su atabal. L u e g o el ba ile
com ienza: ya van saltando y dan zan d o, alzan y
bajan las m anos, se hacen giros m ostra n d o u nos a
otros las espaldas; hay una inm ensa alegría. Suena
el canto, sube el can to, hace oleadas el can to, se ele­
va altern an d o el canto. Y el ca n to q u e se cantaba
el m a go lo dirigía, y si el ca n to desentonaba, él
lu eg o lo arm on izaba: d e sus la b ios tod os tom aban
el to n o d e aqu el canto. C om en zaba el ca n to ju n to
co n la danza al llegar la som bra d e la n o ch e y
sólo ven ía a tener fin cu a n d o era la h ora d e tañer
las flautas. Y cu a n d o la danza se h acía más fren é­
tica, c u a n d o m ayor a rd or h abía en el va ivén d e los
giros d e l baile, in n u m erables gentes se p recip ita ­
ban p o r los riscales al abism o y m u ch os a llí m o ría n
y q u ed a b a n en piedras con vertidos. M ás aún, en
la barranca el m a g o q u e b ró los puentes, a u n q u e
eran d e piedra los puentes: co n lo cu a l tod os al
agua cayeron a llí d o n d e el p u en te h a b ía estado,
y todos en piedras q u e d a ro n m u dados. Y to d o
esto lo hacían los m oradores d e T u la cu al si les
h ubiera in v a d id o la em briaguez. M u ch as veces
había canto, m u ch as veces h a b ía danza allá entre
los peñascales, y cuantas veces b a ila b a n al son
d el can to, otras tantas m oría n : se p recip ita b a n las
gentes p o r a qu ellos roq u edales, entre los riscos
rod aba n , atrop ellán d ose u nos a otros, y así m u ­
ch os perecían.
24. O tra vez el m a g o fu n esto se disfrazó d e ca­
p itá n gu errero. D io voces el h era ld o c o n v o ca n d o
a todos los m oradores d el país, m a n d ó ven ir a to d o
el m u n d o. Su p reg ón así decía: H om b res todos:

34
en m ov im ien to, los vasallos tenéis q u e ir a la re­
g ió n de los jardines, a hacer jardines flotantes, a
trabajar en ellos. A cu d ie ro n los vasallos y lleg a ron
a la reg ión d e los jardines. Estos eran los jardines
q u e para sí tenía Q u etzalcóatl. C u a n d o era la sali­
d a general, cu a n d o tod os se reu nían para ir ju n tos
los m oradores d e T u la , el m ago h ech o cap itán los
m ataba, los m a jaba co n la maza, co n la maza
les q u ebraba la cerviz: m u ch os, m u ch os a su m a ­
n o, in n u m erables m oría n , co n ellos acababa. Y
los q u e p o r h u ir de él se alejaban precip itad os
u nos a otros se a p rop ella b a n y tam bién m orían ,
m agu llad os, pisoteados, co n tu n d id o s u nos c o n otros.
25. Y ved aún o tro p r o d ig io q u e T la ca h u e p a n
C u e x co ch h izo: Se fu e a sentar en la m ita d d el
m erca d o y en su m a n o h acía bailar u n m a n e q u í:
en su m a n o lo paraba y en su m a n o lo h acía
bailar. C u a n d o lo v iero n los m orad ores d e T u la ,
hacia él co rrie n d o vin ie ro n , se lleg a ron a él en
trop el para verlo. Y p o r ven ir en tal co n fu sió n ,
u nos a otros se pisoteaban, se m agu llaban hasta m o ­
rir. C on este solo p orten to a todos el m a g o hace
m orir. U na voz en los aires d ice —¿Q u é sign ifica
esto, toltecas? U n m ago hace b a ila r a ese m ane­
q u í. O p rim ám osle a llí a pedradas. A l m o m e n to le
la p id a ron , al em p u je d e las piedras su cu m b ió. P ero
tan p ro n to co m o fu e m u erto, su cu e r p o com en zó
a heder. C o n h orrib le fetidez apestaba, las ca b e­
zas abru m aba co n la h ed ion d ez. Y p o r d o q u ie ra
q u e el v ien to llevaba ei h e d o r d e aqu el cadáver,
tod os con sólo el h ed o r m oría n . O tra vez, tras
h aber m u erto m u ch os, en el aire se o y ó una voz
—diz q u e el m ag o m ism o la d io : Es p reciso sacar
este m u erto, es necesario lejos llevarlo, pues causa

35
m u erte y ru in a su fetidez. Sea arrastrado. Y a los
toltecas co n cuerdas le atan, ya h acen im pulsos
p o r arrastrarle. P ero p o r m u ch os esfuerzos q u e ha­
cen, n o es p osib le: pesaba en orm em en te. M u y fá cil
les había p a re cid o arrastrar a q u el cadáver, p e ro al
ver q u e esto es im p o sib le , el p re g o n e ro voces d a :
V enga acá el m u n d o en tero, vengan to d o s a to ­
m a rlo y co n cuerdas arrastrarlo, vam os a ech a r
lejos al m u erto. Y se con grega n tod os los m o ra d o ­
res de T u la , c o n cuerdas atan a q u e l cadáver, y
entre gritos se an im an : ¡Ea, toltecas, tirad c o n
fuerza! Y n ada p u e d e n , n o le arrastran, p e r o n i
siquiera le m u even . Y algu n a vez la cu erd a se r o m ­
p e y los q u e de ella tiraban, ru ed a n a tro p e llá n d o ­
se u nos a otros y en la c o n fu s ió n m u eren . C a en
y ruedan en red ados unos a otros y tod os m u eren
en el trop el. P o r m u ch o q u e h icie ro n , n o p u d ie ro n
m overlo. Y una vez en los aires suena la v oz —
diz q u e el m ago m ism o la d io : T o lte ca s, para q u e
el m u erto sea llevad o, es p reciso cantarle su cantar.
A l m o m en to elevan el ca n to, al m o m e n to alzan la
ca n ción : ¡L levad a rastras a T la ca h u e p a n , al m a g o
T la ca h u e p a n ! Y a fuerza d e cantos, le m u ev en al
fin . Y a van ro d a n d o , ya van llev a n d o, ya van ha­
cie n d o rod a r al m u erto, ya lo llevan a a rroja r
lejos. P ero la cu erd a se ro m p e al fin , y sobre
todos cae el m ad ero, sobre tod os se p recip ita , y
m u ch os curiosos q u e lo veían , a llí apiñ ad os ante
su paso, co n su caída m u ertos qu ed a n . A l fin ,
le ja n o le llevaron, al fin regresan, c o m o em briaga­
dos, co m o sob recog id os d e ex tra ñ o m al. N a d a sa­
ben d e sí m ism os, c o m o si estuvieran enajenados.
26. A l ca b o d e cu a tro años, q u e m u ch os h an
m u erto d e ham bre, se d e ja ro n ver de los hom bres

36
los dioses de la L lu v ia. A llá en C h a p u ltep ec, allá
d o n d e el agua está. C u a n d o d el agua salieron los
dioses, con ellos d el agua b rota ron m azorcas en
ciernes, agradables d e com er. Y estaba u n v e cin o
d e T u la m ira n d o co n aten ción . C u a n d o v io salir
las m azorcas, las to m ó co n avidez y ansioso se
p u so a com erlas. P ero sale u n m in istro d el d ios
de la L lu v ia y le d ice: ¡A h , p le b e y o , a tan to te
atreves! R e s p o n d ió el tolteca: Sí, m i señor, q u e
largo tiem p o llevam os d e estar p e rd id o s y m uertos
de ham bre. R esp on d e el m in istro d el d io s d e la
L lu v ia : B ien está, espera a llí, en tan to q u e d oy
prisa a m i am o. Y se su m ergió en el agua y a
p o c o tie m p o salió, sin tardanza regresó, y en sus
brazos traía una brazada de m azorcas tiernas. D ijo :
¡O h p leb ey o, ahí tienes: llé v a lo a H u ém a c! Y lle­
varás tam bién este m ensaje: “ L o s dioses p id e n a
T o zcu e cu e ch , la h ija de los m exican os, y si los
dioses la com en a ella, aún h abrá para los m ora ­
dores d e T u la sustento. P ero esto s ó lo p o r u n
tiem p o: al fin h an d e fen ecer los toltecas y só lo
han d e p erd u rar los m ex ica n os.” Se a le jó el tolte­
ca y a n d u v o rep a rtien d o las m azorcas, p o r tod os
los lugares com arcanos, en C la lch iu h co liu h y a n y
en P antitlan, y después fu e a dar cu enta a H u é m a c
d el m ensaje y d ijo lo q u e el dios d e la L lu v ia
m an daba. C u a n d o o y ó el m ensaje H u ém a c, se
p u so triste y llo r ó : ¡C o n q u e ha d e p erecer T u la ,
c o n q u e T u la ha d e acabar! E ntonces m a n d a em ­
bajad a , despacha dos m ensajeros a X ic ó c o c para
q u e p id a n a los m exica n os a la d o n ce lla P ies d e
P lu m a F in a: aún n o es grande, aún es u n a niña.
C u a n d o llegaron los m ensajeros a X ic ó c o c , d icen
a los qu e allí v iven : A cá nos envía el rey H u é -

31
m ac, y esto d ice: "Se h a n a p a recid o los dioses
de la L lu v ia : p id en a la d o n ce lla de los m exica ­
n os.” E ntonces los d e X ic ó c o c p o r cu a tro días
hacen p en iten cia y a y u n o: ayunaban los m ex ica ­
nos. Y cu a n d o acab ó el cu a trid u o, ya llevan a la
d on cella a P an d tlan . Su padre m ism o la lleva y
allí en seguida la mata. E ntonces una vez más se
m ostraron los dioses de la L lu v ia y d ije ro n a T o z -
cu ecu ech , el padre d e la d o n ce lla : T o z cu e cu e ch ,
n o te pongas triste. A llí llevas a tu h ija d o n ce lla :
abre el calabazo en q u e guardas tu tabaco. A llí
está el corazón de tu h ija y con él tocio gén ero
d e m an ten im ien tos, Y agregaron los dioses: ¡Esto
com erán ios m exicanos, p o r q u e ha d e fen ecer T u -
lal Y lu eg o al p u n to se n u b la , ν lu eg o al p u n to
Hueve; llueve co n fuerte aguacero y llu eve p o r cu a ­
tro días; d ía a día. n o ch e a n och e, agua q u e da
sustentos. Y a b rota n las variadas legum bres y toda
clase d e hierbas, ya b ro ta tam bién la gram a, y el
m aíz crece m ed ran d o. S em braron entonces los d e
T u la : veinte o cuarenta p o r u n o de su ca m p o c o ­
sechan. B ien d a d o y m u y b ie n lo g ra d o el m aíz
fe cu n d o se d io.

Huida de Quetzalcóatl #

27. Y así H u ém a c Q u ezalcóatl lle n o estaba de


zozobra y se sentía a p esadu m brado, y lu ego p en só
en irse, en d eja r la ciu d a d aba n d on a d a , su ciu d a d
de T u la . Y así se disp u so a h acerlo. D ice n q u e en­
tonces q u e m ó todas sus casas de o r o y plata y d e
con ch as rojas y todos los p rim ores d el arte tolteca.
O bras de arte m aravillosas, obras de arte preciosas

38
y bellas, to d o lo en terró, to d o lo d e jó e sco n d id o
allá en lugares secretos, o d en tro d e las m ontañas,
o d en tro d e los barrancos. D e igu al m anera los
árboles q u e p ro d u cía n el cacao, los m u d ó en aca­
cias espinosas, y a todas las aves de ricas plum as,
las d e p e ch o c o lo r d e llam a, todas las q u e co n s ig o
h abía tra íd o p rim ero, d elan te de él se en cam in aron
y tom a ron la d ire cció n d e las costas de la m ar. Y
h e ch o esto, e m p re n d ió él su v ia je y co m e n zó su
cam in o. L le g ó lu ego a otra parte q u e llam an ju n t o
d el Á rb o l: m u y co rp u le n to es el á rb ol y tam bién
m u y alto es. J u n to d e él se p a ró y en ton ces se v io
a sí m ism o y se m iró en el esp ejo, y d ijo : Sí, v ie jo
soy. D esde entonces este sitio se llam a el Á r b o l de
la V ejez. E ntonces h iere el árb ol co n piedras, abru ­
m a con p ied ra el á rb ol y las piedras c o n q u e le
apedreaba se iban in cru stan d o en él y a éi q u e ­
daban adheridas; es el Á r b o l d e la V ejez. A u n
ah ora p u ed e verse có m o en él fijas están: co m e n ­
zaron desde el p ie y suben hasta la cop a. S ig u ió
su m archa y en tan to q u e él m archaba c o n las
flautas le iban a com p a ñ a n d o. L le g ó otra ycz a
o tro sitio y se pu so a descansar; se sentó sob re
una p ied ra y en ella a p o y ó las m anos. Se q u e d ó
m ira n d o a T u la y co n esto se e ch ó a llora r: llo ­
raba con grandes sollozos: d o b le h ilo d e gotas cual
gran izo escurrían, p o r su sem blante ru ed an las
gotas y co n sus lágrim as la roca p e rfo ró , las gotas
de su lla n to q u e caían la p ied ra m ism a taladraron.
Las m an os qu e en la roca h abía a p oy a d o, b ie n im ­
presas q u ed a ron en la roca, cu al si la roca fuera
d e lo d o y en ella im p rim iera n sus m anos. Igu al­
m en te sus posaderas: en la p ied ra en q u e estaba
sentado, b ien m arcadas e im presas q u ed a ron . A ú n

39
se m iran los h u ecos d e sus m anos a llí d o n d e se
llam a T e m a cp a lco .
28. L le g ó en su h u id a a u n sitio q u e se llam a
P u en te d e P iedra. A gu a hay en ese lugar, agua q u e
se alza b rota n d o, agua q u e se e x tie n d e y se d ifu n ­
de. Él d esg ajó u na roca e h izo un p u en te y p o r él
pasó. R e a n u d ó su ca m in o y lle g ó a u n sitio q u e se
llam a el A g u a d e Serpientes. E stando a llí, los m a­
gos se presentan y q u ieren q u e desande su ca m in o,
q u ieren h acer q u e vuelva, q u e regrese. L e d ije ro n :
¿A d ó n d e te encam inas?, ¿p o r q u é to d o lo dejas en
olv id o?, ¿qu ién dará cu lto a los dioses? Él resp on ­
d e a los m agos: D e n in g ú n m o d o m e es ahora p o ­
sib le regresar. ¡D e b o irm e! ¿D ó n d e irás, Q uetzal-
cóatl? V o y , les d ijo , a la tierra d el C o lo r R o jo ,
v o y a a d q u irir saber. E llos le d ice n : Y a llí, ¿q u é
harás? Y o v oy lla m a d o : el Sol m e llam a. D ice n
ellos al fin : M u y b ie n está: d e ja entonces toda
la cultura tolteca. (P o r esto d e jó allí todas las
artes: orfebrería, ta lla d o d e piedras, ebanistería,
la b ra d o d e la p ied ra , p in tu ra tan to d e m uros, c o m o
d e cód ices, la obra d e m o sa ico d e plum as.) De
to d o los m agos se ad u eñ a ron . Y él entonces a llí
a rro jó al agua sus collares d e gemas, q u e al m o ­
m en to en el agua se h u n d ieron . D e a q u el tie m p o
se llam a aqu el lugar A gu a d e R ico s Joyeles. A v a n ­
za un p u n to más, llega a o tr o sitio q u e se llam a
L u g a r en D o n d e D u erm en . A llí sale a su en cu en tro
el m a g o y d ice: ¿D ó n d e vas? D ijo él: V o y a la
tierra d e l C o lo r R o jo , v o y a a d q u irir saber. D ijo
el m a go: M u y b ie n : b e b e este v in o , y o he v e n id o
a traerlo para ti. D ijo el rey: N o , n o p u e d o , n i
siquiera p u e d o u n p o c o gustar. P ero el m a g o res­
p o n d ió : D e fuerza habrás d e beb er; ta m p o co y o

40
p u e d o d ejar pasar, n i p erm ito q u e siga su ca m in o
sin qu e beba. Y o ten go q u e h a cerlo b e b e r y a u n
em briagarle. ¡B ebe, pues! E ntonces Q u etzalcóatl co n
u na caña b e b ió v in o. Y una vez q u e h u b o b e b id o ,
cayó re n d id o d el ca m in o, co m en zó a ron ca r en
su sueño y su r o n q u id o se o ía resonar lejos. C u a n ­
d o al fin despertó, m iraba a un la d o y a o tro , se
m iraba a sí m ism o y se alisaba el ca b ello. D e esta
razón el n om b re de aqu el sitio: L u g a r en D o n d e
D u erm en .
29. D e n u ev o e m p re n d ió el v ia je ; lle g ó a la
cim a q u e está entre el M o n te H u m ea n te y la M u ­
je r B lanca, y allí sobre él y sobre sus a com p a ñ a n ­
tes, q u e con sig o llevaba, sus enanos, sus b u fon es,
sus tu llid os, ca yó la nieve y todos con g ela d os se
q u ed a ron allí m uertos. Él, lle n o d e pesadum bre,
ya cantaba, ya lloraba : largam ente llo r ó y d e su
p e ch o lanzaba h on d os suspiros. F ijó la vista en la
M on ta ñ a M atizada y allá se en ca m in ó. P o r todas
partes iba h a cie n d o p ro d ig io s y d e ja n d o señales
m aravillosas d e su paso.
30. A l llegar a la playa, h izo una arm azón d e
serpientes y u n a vez form a da , se sentó sobre ella
y se sirvió de ella c o m o d e u n barco. Se fu e alejan ­
d o , se deslizó en las aguas y n adie sabe c ó m o lle g ó
al lu gar d el C o lo r R o jo . C u a n d o lle g ó a la orilla
d el in m en so m ar, se v io en las aguas c o m o en u n
esp ejo. Su rostro era h erm oso otra vez. Se a tavió
co n los m ás b ellos rop a jes y h a b ie n d o e n c e n d id o
u na gran hoguera, en ella se a rro jó . M ientras ardía
se alzaban sus cenizas y las aves de ricos plu m ajes
v in ie ro n a ver c ó m o ardía: el p e ch irro jo , el ave c o ­
lo r d e turquesa, el ave tornasol, el ave r o ja y azul,
la d e am arillo d ora d o, y m il aves preciosas más.

41
C u a n d o la h oguera cesó de arder, se alzó su cora­
zón y hasta los cielos llegó. A llí se m u d ó en es­
trella, y esa estrella es el lu cero d el alba y d e l
crep ú sculo. A ntes h a b ía b a ja d o al rein o d e los
m uertos y, tras siete días d e estar a llí, su b ió m u ­
d a d o en astro.

Poema de Huitzilopochtli *

31. U n día visitaron u n lu gar d o n d e vivía una


m u jer llam ada L a d el F a ld ellín de Serpientes, m a­
dre de los cu atrocien tos Surianos y d e u na herm ana
süya llam ada L a d el R o s tr o T a tu a d o c o n C ascabe­
les. C oa tlicu e daba allí cu lto, ella tenía las escobas
co n q u e da ba cu lto en la M on ta ñ a d e la Serpiente.
Y u n a vez, cu a n d o barría C oa tlicu e, sobre ella b a jó
u n p lu m a je, co m o u na b o la d e plu m as finas; al
m o m e n to lo recog ió, lo d e p o sitó en su seno. C u a n ­
d o acabó d e barrer, q u iso tom ar de su seno lo q u e
en él había g u a rd a d o: nada v io a llí: al instante
q u e d ó encinta. C u a n d o los cu a trocien tos herm a­
nos v ieron a la m adre en cin ta se llen a ron d e gran
e n o jo : ¿Q u ién la h izo m adre, q u ié n la d e jó en cin ­
ta?, ¿q u ién la d e jó encinta? ¡N os afrenta, nos in fa ­
m a! Y la herm ana, C o y o lx a u h q u i, d ijo lu e g o :
H erm an os: nos afrenta, ¿q u ié n es a u tor d e lo q u e
en el seno lleva? C u a n d o la m adre lo su po, se es­
p an tó, u na gran p esa d u m b re sobre ella v in o . P ero
el h ijo q u e h a bía en su seno la co n fo rta b a , le
d ecía: N o temas: y o sé l o q u e he d e hacer. C u a n ­
d o C oa tlicu e o y ó la palabra d e su h ijo , m u c h o se
co n fo rtó , se ca lm ó su corazón , se sin tió llen a de
tra n q u ilid ad .

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32. P o r su parte, los cu atrocien tos Surianos se
ju n ta ro n en a cu erdo, y tom a ron la d eterm in a ción
d e qu ita rle la vid a a la m adre, p o r h aberlos in ­
fa m a d o. M u y airados estaban, m u y llen os d e en o­
jo , cu al si su corazón se les saliera d e ira. C o y o l-
x a u h q u i m u ch o an im aba y co n fo rta b a la ira de
sus herm an os para q u e la m a d re m uriera. Y a los
cu atrocien tos se aprestan, ya a la lu ch a se aderezan:
eran los cu atrocien tos c o m o capitanes d e guerra,
torcían y en redaban, retorcían sus cabellos, su ca­
bellera. Y u n o d e ellos, C u a h u itlica c, era falso en
su palabra: lo q u e los cu atrocien tos decían , ib a a
d e cirlo lu eg o a H u itzilo p o ch tli. Y éste le respon día:
T e n cu id a d o , tío m ío , p o n atenta v ig ila n cia : y o
sé b ie n lo q u e h e d e hacer.
33. A h o ra b ien , d eterm in ados y resueltos a m a­
tar, a acabar co n su m adre, ya van en m arch a: los
g u ía C o y o lx a u h q u i. B ien robu stecid os, b ie n enga­
lanados, gu arn ecid os a la guerra, se h a b ía n dis­
trib u id o los rop ajes d e p a p el c o n q u e d e b ía n ata­
viarse. Ya avanzan, m arch an en fila, va n en
o rd e n a d o escu adrón: los gu ía C o y o lx a u h q u i.
34. P ero C u a h u itlica c sube al m o m e n to a la cu m ­
b re d e la m on tañ a, h abla co n H u itz ilo p o c h tli y le
d ice: Y a vien en . H u itz ilo p o ch tli le d ijo : ¡F ija b ie n
los o jo sl ¿En d ó n d e vien en ? D ijo C u a h u itlica c:
Y a en los C olorin es. O tra vez H u itz ilo p o c h tli: ¿En
d ó n d e vien en ? Ya en la A rena d e la Serpiente.
O tra vez H u itz ilo p o ch tli: ¿D ó n d e vien en ? Ya en
las T errazas Delanteras. Otra vez H u itz ilo p o ch tli:
¿D ó n d e vien en ? Y a en la Cuesta d e la M on ta ñ a .
Y u na vez más H u itz ilo p o c h tli: M ira : ¿ D ó n d e vie­
nen? R e sp o n d e C u ah u itlica c: Y a están en la C u m ­
bre, ya llegan: los vien e g u ia n d o C o y o lx a u h q u i.

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35. En ese m o m en to n a d ó H u itz ilo p o c h tli, se
revistió sus atavíos: su escu d o d e plu m as de águila,
sus dardos, su lanza-dardos azul, q u e llam an lanza-
dardos d e turquesa, y se p in tó el rostro c o n el c o lo r
q u e llam an “ p in tu ra d e n iñ o ” , y sobre su cabeza
se c o lo c ó su p lu m ero de finas plum as, y se pu so
sus orejeras y u n o d e sus pies era e n ju to y el iz­
q u ie rd o tenía una sandalia a dorn ada d e plum as,
y tam bién p in tó d e azul sus dos m uslos y sus b ra ­
zos. Y el qu e se llam a T o c h a n c a lq u i e n ce n d ió el
lanza-dardos d e turquesa y fu e a dar órden es a
H u itz ilo p o ch tli. L u e g o c o n el d a rd o h irió H u itz i­
lo p o c h tli a C o y o lx a u h q u i, le c o rtó la cerviz y su
cabeza fu e a q u ed ar allá a b a n d on a d a en la cuesta
d e la M on ta ñ a d e la Serpiente, su cu e rp o r o d ó has­
ta la falda, se h izo trizas: p o r u na p arte y p o r otra
iban cay en d o sus m anos, sus pies, su cu erp o.
36. Ya está erg u id o H u itz ilo p o ch tli, ya va en
segu im ien to d e los herm anos, los va acosan do, los
hace ba ja r, los hace subir a los cu atrocien tos Suria­
nos hasta la cu m bre d e la M on ta ñ a d e la Serpiente,
y cu a n d o los ve ante él, cu a n d o los m ira en la falda,
al m om en to los persigue, los acosa cual co n e jo s en
to rn o d e la m on tañ a. C u a tro veces los h izo dar
vueltas, cu atro veces los hace m e d ir en su carrera
el circu ito d e la M on ta ñ a d e la S erpiente; es en
v a n o q u e in ten ten azorarle co n el estruendo d e sus
sonajas, en va n o se revu elven con tra él al son d e
los cascabeles q u e llevan en los tob illos, y g olp ea n
sus escudos. N a da p u d ie ro n hacer, n ada log ra ron
ya, con nada p u d ie ro n ya defenderse: H u itz ilo p o c h ­
tli los acosó, los ah uyen tó, los a n iq u iló , los destru­
y ó , los a n on ad ó. N o h acía más q u e perseguirlos

44
du ram en te, acosarlos c o n em p u je. Y ellos m u ch o
le rog aba n , le decían : ¡Basta ya!
37. P ero H u itz ilo p o ch tli n o se co n tu v o , sin o q u e
c o n m a yor a rd or con tra ellos se ensañaba y los
perseguía. U n os cu an tos apenas p u d ie ro n h u ir de
su presencia, d e su m a n o escapar. Se d irig ie ro n al
Sur p o r esto se llam an los d el Sur, p o r q u e allá se
e n cam in aron los cu atrocien tos. Y a éstos q u e d e su
m a n o escaparon, H u itz ilo p o c h tli, al igu al q u e a
los q u e m ató, en qu ien es sació su e n o jo , lo s des­
p o jó d e sus ropas, d e sus atavíos, d e sus armas, y
los tom ó c o m o suyos, se los a p ro p ió , los a soció a su
d estin o e h izo d e ellos sus distintivos p r o p io s ___
38. T e n ía H u itz ilo p o c h tli una herm ana d e n o m ­
b re M a lin a lx ó ch itl: era herm osa y d e g en til dis­
p o sició n y d e tanta h a b ilid a d y saber, q u e v in o a
dar en m aga y hechicera. M u c h o tie m p o la sufrie­
r o n , p ero al fin p id ie ro n los m exica n os a su d ios
les d ijera d e qu é m o d o se h a b ía n d e deshacer d e
ella. E l dios H u itz ilo p o c h tli en sueños d ijo : “ N o
es m i ca rg o y v olu n ta d q u e estos o ficio s ejerza) m i
herm ana. S en tido estoy y agraviado al ver el p o d e r
q u e tiene en encantos y hechicerías para m atar a
los q u e la en ojan . M an d a ella a la v íb o ra y al ala­
crán, al cien top iés y a la araña m ortífera , q u e los
p iq u e y así de ellos tenga venganza. Y para libertar
al p u e b lo d e su m al y d a ñ o, esta n och e, al p rim er
sueño, os iréis y la dejaréis, sin q u e n ad ie q u e d e
q u e sepa d ó n d e y d é razón a q u é parte vais. Pues
m i ven id a n o ha sid o para encantar y enhechizar
a las gentes, ni traerlas a m i serv icio p o r ca m in o
d e v iolen cia , p o rq u e m i o fic io es la guerra, traer
armas, flecha y rod ela ; y o co n m i p ech o, cabeza y
brazos h e d e ver y hacer m i o fic io en t o d o p u e b lo

45
y n a ción . T e n g o q u e estar p o r delan te, y fro n te ro
para aguardar gentes d e diversas n acion es y h e d e
sustentar, d ar d e co m e r y b eb er, y ahí les ten go
d e aguardar y ju n ta rlos d e tod a suerte d e naciones
y esto n o gravosam ente. P rim e ro h e d e con qu istar
en guerra para tener y n om b ra r m i casa d e pre­
ciada esm eralda y o ro , ad orn a da d e ped rería, ad or­
nada la casa d e p reciad a esm eralda transparente
co m o el cristal, d e diversos colores d e preciada p lu ­
m ería, a la vista m u y suave y estim ada, y asimis­
m o , tener y poseer gén ero d e preciadas m azorcas,
cacao d e m u ch os colores; asim ism o, tener toda
suerte de colores d e a lg o d ó n e h ila dos: t o d o lo ten­
g o de ver y tener, pu es este es m i m a n d a d o y o fic io
y este el fin a q u e v in e .”
39. D io a saber el sacerdote al p u e b lo el m en ­
saje d e su dios, y al a n ochecer, sin ser d e ella
sentidos, se alejaron d e já n d o la co n los suyos. C uan­
d o despertó M a lin a lx ó c h itl com en zó a llo ra r y
p la ñ ir reciam ente. D ecía a los q u e co n ella h abían
q u e d a d o : Padres m íos, ¿a d ó n d e irem os? C o n en­
g añ o m an ifiesto m i h erm a n o m e d e jó . ¿P or d ó n d e
se fu e? N o v eo rastro d e su ida, de los q u e andan
c o n él. Sepam os a d ó n d e fu eron a parar. Y cu a n d o
v ieron u na región peñascosa, allá fu e ro n a hacer
su asiento. M a lin a lx ó ch itl estaba encinta y a llí d io
a luz a C ó p il.
40. U n día h a b ló el dios en sueños a los sacer­
dotes q u e le co n d u cía n y les m a n d ó q u e atajasen
el agua de u n cau d a loso r ío q u e pasaba ju n to a la
M on ta ñ a d e la Serpiente. El d ios les h a b ló y les
d ijo : H e ch o está, y el p o z o q u e está h ech o, lle n o
d e agua está; ahora sem brad y p la n ta d árboles:
sauces y ahuehuetes, carrizos, cañaverales, tulares,

46
y flores acuáticas, flores blancas y am arillas qu e
n acen d en tro la tierra. Y en el r ío q u e allí ha­
lla ron había gran cop ia de anim ales acuáticos, aves
de agua, tord os y el ezcahuitl, q u e es la sangre d e
H u itz ilo p o ch tli. Y el co n to rn o se lle n ó d e m il aves
q u e cantaban y c o n su ca n to y c h ir r id o hacían
gran d e arm on ía, y tan alegre era el lu gar y los
m exican os tan con ten tos estaban, q u e o lv id a ro n
la ord e n de seguir adelante, y d ije r o n q u e aqu e­
llo les bastaba y n o q u ería n ir a buscar más. A llí
H u itz ilo p o ch tli les com en zó u n cantar q u e co­
m ienza: “ E n el lu gar d e l ca n to co n m ig o danzan.”
Y los cu atrocien tos Surianos d ije ro n : “ Ea, m ex ica ­
nos: a q u í es vu estro cargo y o fic io , a q u í habéis de
esperar y aguardar; y los cu a tro cuadrantes del
m u n d o, desde aqu í tenéis q u e con q u ista r, d e aqu í
los avasallaréis y som eteréis a vuestro m a n d o. T e ­
n ed cu erp o, p ech o, cabeza y brazos y fortaleza,
pues os ha d e costar su dor, tra b a jo y sangre, para
q u e alcancéis y gocéis las piedras finas, esmeraldas
d e gran valor, oro, plata, fin a plu m ería, colores de
plu m a, fin o cacao d e lejos v en id o , a lg o d ó n d e d i­
versos tintes, diversas flores olorosas, diferentes m a­
neras d e frutas suaves, y otras m uchas cosas de gran
placer. Ya habéis p la n ta d o a q u í vu estro asiento,
vuestro m a n d o y p od er, a q u í en el lu gar d e la M o n ­
taña d e la Serpiente. H a ce d vuestra paz y d u ra d .”
41. P ero airad o H u itz ilo p o ch tli, a los sacerdo­
tes d ijo : “ ¿Q u iénes son ésos q u e así traspasan m is
m an d am ientos y ponen o b je c ió n a m is deseos?
¿V alen acaso ellos más q u e yo? D e cid q u e antes
q u e llegu e la m añana, y o d e ellos h abré to m a d o
venganza. Sepan tod os q u e só lo a m í en estos in ­
tentos h an d e o b ed ece r.” Y en el silen cio d e m edia

47
n och e, m ientras el p u e b lo sosegado estaba, oyeron
gritos en el C a m p o D iv in o d e la P elota. Era q u e
en m e d io del ca m p o H u itz ilo p o c h tli m ató, d e g o lló
y sacó el corazón a C o y o lx a u h q u i. Y am anecien­
d o, m u y d e m añana, v ie ro n los cu erpos de los cua­
trocientos Surianos tod os abiertos, y de los pech os
se les h abía arran cado el corazón . Espantados los
m exicanos, oy eron la voz d e H u itz ilo p o c h tli q u e
les d ecía: “ Ya l o entendéis: n o en la M on ta ñ a d e
la Serpiente será m i asiento; n o es a q u í d o n d e M é ­
x i c o ha d e ser.” Y r o to el m u r o q u e deten ía el
agua, y r o to el fo n d o de la laguna, el agua to d a
desapareció. Era d e n u e v o el ca m p o estéril. E llos
h u y eron y en su ca m in o lleg a ron a reposar en
C h a p u ltepec.
42. C u a n d o C ó p il, el h ijo d e M a lin a lx ó ch itl,
lle g ó a la ed ad adulta, la m a d re sus agravios le
n arró: có m o h ab ía sid o a b a n d on a d a p o r lo s ser­
vid ores d e H u itz ilo p o ch tli. El h ijo , c o n m o v id o e
irritad o, m o v id o p o r las lágrim as maternas, p r o ­
m e tió ir a buscar a H u itz ilo p o c h tli y p rocu rar, co n
artes y c o n mañas, acabar co n él y co n los suyos . . .
In d a g a ron sus pasos, y su p ieron có m o m ora b a n
en C hap u ltepec. F ue C ó p il entonces d e p u e b lo en
p u e b lo a en cen d er los corazones de tod os en con tra
d e los m exican os, p u b lic a n d o q u e eran h om bres
funestos, d e m alas y perversas costum bres. Las gen ­
tes y naciones, tem erosas c o n nuevas tan enorm es,
tem ieron a d m itir a tales g e n te s . . . H e c h o su m al,
se su b ió a u na m on ta ñ a m u y p e q u e ñ a q u e em erge
en la lagu n a, d o n d e h oy b ro ta n las aguas cálidas
d e u na p equ eñ a fuente. A llí q u e d ó en espera de
q u e los p u eb los todos, co n ju ra d o s en con tra de los
m exican os, acabaran co n ellos. P ero H u itz ilo p o ch tli

48
v igila b a y m a n d ó a sus sacerdotes q u e fu eran a cer­
car aqu ella colin a , q u e a llí estaba C ó p il. Q u e le
tom aran, y u n a vez v e n cid o , el corazón le trajeran.
F u eron ellos lle v a n d o a cuestas a H u itz ilo p o ch tli.
V en cie ro n a C ó p il, lo m ataron, sacaron d e su p e­
ch o el corazón y después d e ofrecérselo a su tío ,
fu e ro n a ech a rlo en la laguna, e n m e d io d el tular,
y fu e en la fuerza d el em p u je a caer en T la lc o c o -
m o lc o : d e ese cora zón n a c ió la p la n ta d e n o p a l
salvaje, en q u e más tarde h a lla ron el águ ila q u e
m a rco el asiento en q u e se levantara la ciu d a d de
H u itz ilo p o ch tli. De su cu erp o, que allá quedó
o lv id a d o en la p eq u eñ a co lin a q u e en el b o r d e d e
la lagu n a está, n a d ó la fu en te d e aguas ardorosas,
q u e dura hasta el d ía d e h oy.
43. Ya van ju n to s A x o lo h u a y el lla m a d o
C u a u h cóh u a tl, va n los dos, andan en busca en ­
tre los cañaverales d o n d e se yu rgue el n o p a l salva­
je . E n él estaba ergu id a u n águila, q u e al p ie d el
n o p a l tiene su n id o . A b a jo el n id o tiene c o m o ta­
p iz variadas plu m as preciosas: d el ave q u e tiene
el p e c h o c o lo r d e aurora, d e la q u e tiene el p lu m a ­
je verd e azul, y to d o el n id o es d e plu m as d e q u et­
zal. Y vien e entonces el q u e se llam a C u a u h c ó ­
h u a tl: v ien e d icie n d o y d ice a su co m p a ñ e ro : El
a gu a es cual tinta azul. E ntonces A x o lo h u a se su­
m erg ió ju n ta m en te co n él. P e ro el c o m p a ñ e ro re­
gresa y va a d e cir a sus h erm an os: A llá q u e d ó
m u erto A x o lo h u a , pu es en el agua se su m ergió;
allá h em os visto en m e d io d e la caña u n n o p a l
m ontaraz sobre cu ya ram a u n águila está ergu i­
da. El fo n d o d e su n id o , q u e está b a jo la planta,
es d e variadas plum as finas y e l agua es a llí azul

49
c o m o la tinta. A llí en el agua se su m ergió A x o lo -
hua. A sí les d ijo C u a u h cóh u a tl.
44. P ero al d ía siguiente fu e sa lien d o A x o lo -
hua y d ijo a sus h erm anos así: H e h a b la d o c o n
el d ios T lá lo c , pues él m e lla m ó para com u n ica r­
m e sus in ten tos: “ Ya q u e m i S eñ or H u itz ilo p o c h ­
tli ha lleg a d o hasta acá, a q u í será su casa, a q u í será
am ado, y ju n to s vivirem os en esta tierra.” C u a n ­
d o tod os se h u b ie ro n in fo rm a d o , ya van a ver
el n o p a l salvaje. Y lu e g o q u e le m iran, lim p ia n el
ca m p o, y al p ie d e la plan ta co lo ca n u n altar, lle­
nos de g o z o van p o n ie n d o u n altar. A ca so p o r el
ru m b o en con tra ron a un g u errero d e C olh u a ca n , y
lu eg o le trajeron y, m a tá n d ole, le sacaron el cora ­
zón y fu e el corazón d e aqu el gu errero, c o m o el co­
razón d el altar.
45. M ientras p o r la lagu n a discu rrían e ib a n
entre espadañas y carrizos, al fin h a llaron u n o jo d e
agua b ellísim o. L o p rim e ro fu e u n ahuehuete b la n ­
co, m u y h erm oso, de cu y o p ie la fu en te b rota b a ;
vie ron después q u e los sauces q u e en torn o h abía
eran blan cos, sin tener h o ja verde. Y caña y espa­
dañas q u e h a bían en torn o, blancas eran tam bién.
Y m ientras ad m iraban el p r o d ig io , v ie ro n q u e de
las aguas salían ranas, peces, culebras m u y visto­
sas, to d o d e c o lo r b la n co . D e entre dos rocas el
agua iba m an an d o. L len os de g ozo fu e ro n a an u n ­
ciar el p r o d ig io al p u e b lo . P o r la n och e, en su sue­
ñ o el dios les d ijo : “ Ya estaréis satisfechos: cu anto
d ije , to d o se ha realizado. P ero aú n falta más. R e ­
cord a d q u e m a n d é m atar al h ijo de m i falsa h erm a­
n a M a lin a lx ó ch itl: a C ó p il, y os m an d é sacarle el
corazón y a rroja rlo en m e d io d e las cañas y espada­
ñas d e esta laguna. Sabed q u e el cora zón cayó en

50
u na roca, y d e este corazón b r o tó el n op a l. Es tan
g ran d e y h erm oso q u e en él m ora u n águila, y en
su cop a se m a n tien e y com e los m ejores y m ás b e ­
llos pájaros, y allí ex tien d e sus herm osas alas y
recib e el ca lor d el sol y la frescura de la m añana.
Id allá a la m añana, q u e hallaréis al águila gran­
diosa posada en el n o p a l, y a lred ed or d e la planta
veréis gran can tid ad de plum as verdes, azules, c o lo ­
radas, am arillas y blancas, d e los galanos pájaros
c o n q u e esta águila se sustenta, y a este lu gar d o n d e
hallaréis el águila le n o m b r o T e n o c h titla n .”
46. F ueron a la m añana siguiente d iv id id o s en
g ru p os y en traron p o r la laguna espesa d e cañas y
espadañas y en su busca h a llaron otra vez la fu e n ­
te q u e el día an terior h abían visto. Y v ie ro n q u e el
agua q u e el día an terior h abía b r o ta d o clara y lim ­
p ia, ahora b rota b a m u y berm eja, tan r o ja co m o
sangre y se d iv id ía después en dos arroyos, y en la
d ivisión d el segu n d o a rroyo salía el agua azul y es­
pesa, q u e era cosa de espanto. S igu ieron su busca y
al fin v ieron el n op a l d o n d e el águila estaba con las
alas exten didas hacia los rayos d el sol, to m a n d o el
ca lor d e él, y en las uñas tenía u n p á ja ro m u y ga­
la n o, de plum as m u y preciadas y resplandecientes.
C u a n d o le vieron , rin d ie ro n la cabeza, co m o ante
cosa d ivin a, y el águila tam bién se in clin a b a a ellos.
E ntonces com en zaron a llora r d e alegría, d ieron
gracias a su dios.
47. O tro día lla m ó M oteu czom a a sus pajes
y esclavos. L os e n v ió co n las ofren das d e la p ie l de
los sacrificados. Id , les d ijo , al p a la cio de C in -
ca lco y entregad a H u é m a c estos esclavos y estas
pieles. Este es el m en saje q u e le debéis decir: “ M o ­
teuczom a os envía estos presentes y os ruega q u e

51
le acojáis, al m en os c o m o cria d o q u e barra y para
servir en to d o lo q u e le m an déis.” F u eron los en­
viad os a C in ca lco y en con tra ron cu atro cam inos.
T o m a r o n tod os el más b a jo y a p o c o andar en­
co n tra ro n a T o te e el p od eroso, q u e venía con un
b o r d ó n en la m an o y les d ijo : ¿Q uiénes sois?, ¿de
dónde venís? E llos d ije r o n : V e n im o s a ver al
rey d e este p a la cio; traem os u na em bajada. D ijo el
v ie jo : ¿A qué rey buscáis? B uscam os al Señor
H u ém a c, M oteu czom a nos envía. D i jo T ó te c :
Sea en b u en a h ora; y o m ism o os guiaré. C u a n d o
llegaron ante H u ém ac, el v ie jo q u e gu ia b a h a b ló :
G ran rey y señor, son h om bres v en id os d el m u n ­
d o ; M oteu czom a los envía. T e m an da estos presen­
tes d e p ie l d e sacrificados, besa tus m an os y tus pies
y qu iere q u e a tu servicio tú le quieras acoger, a l
m en os cual b a rren d ero y cu a n to quieras m andarle.
R e s p o n d ió H u ém a c: ¿Q u é dice?, ¿qu é es l o q u e
qu iere? El señor q u e m e d io este rein o, m e lo d io
co m o gran señor: d e cid le q u e ¡p o b re d e é l!, cu á l es
la p en a q u e tiene, q u e m e la en víe a decir, q u e y o la
rem ediaré. A n d a d y d ecid este m i m ensaje al rey.
A sí q u e ya se m arch aban los lla m ó H u é m a c otra
vez y les d ijo : T o m a d y lleva d estos grandes ch i­
les, jitom ates, cem p oa lx ó ch itl, m azorcas tiernas d e
maíz.
48. C u a n d o regresaron al m u n d o , d ie ro n cu en ­
ta a M oteu czom a co n la respuesta d e H u ém ac.
M u y irrita d o el m on a rca m a n d ó llam ar lu eg o al
m a y o rd o m o m ayor y d ijo : L lev a d m e estos b e­
llacos a la cárcel de tablones, q u e h an d e m orir
apedreados. L la m ó a otros d e sus p ajes y les d ijo
nuevam ente: T e n é is q u e ir a C in ca lco a besar
las m an os al rey y le llevaréis estos presentes de

52
p iel d e sacrificados y le rogaréis q u e m e r e d b 2 cual
su cria d o y barren d ero. Y a n ad ie digáis m i m ensa­
je, q u e si tal cosa hacéis, en vivas llam as d e fu e g o
vivos os arrojaré, co n vuestras m ujeres e h ijos. F ue­
ron ellos a C in ca lco y al entrar a la cueva, a p o c o
andar en con traron a u n o de allá, q u e era ciego, c o ­
m o q u ie n n o ve: su n o m b re era Ix tep etla , y sus
ojo s tan delgad os co m o u n a p u n ta d e p aja, y la
boca sem ejante. P reg u n tó él: ¿Q u iénes sois?, ¿qu é
queréis? E llos d ije r o n : Som os m ensajeros, v e­
n im os a ver al rey. D ijo el de allá: ¿A q u é rey
buscáis? B uscam os al Señor H u ém a c, M oteu c-
zom a nos envía. D i jo Ix tep etla ; Sea en bu en a
h ora: y o m ism o os guiaré. C u a n d o llegaron ante
H u ém ac, el gu ía le d ijo al rey: G ran rey y señor,
son h om bres ven id os d el m u n d o , qu e q u ieren ver
al rey. El irey d ijo : V e n id acá, ¿q u é queréis?,
¿qu ién os envía? D ije ro n : El rey M oteu czom a
q u e besa tus m an os y pies. T e ruega q u e lo recibas
co m o tu cria d o, al m en os co m o tu barren d ero. Y
q u e la pen a q u e tiene es q u e tem e q u e el re in o ha
d e fenecer. Se l o d ijo N e za h u a lp illi y l o certifican
m il p rod ig ios. D ijo H u ém a c: ¿Q u é es lo q u e él
dice? ¿Piensa acaso qu e es c o m o allá en el m u n d o?
Y o acá n i co m o n i visto, n u n ca y n a d ie d e los q u e
co n m ig o están. ¡N i u na h ora lo sufriría, cu á n to
m en os un d ía siquiera! A llá en el m u n d o tiene ale­
gría: a qu í s ó lo torm en to hay. Q u e g o ce en la vida
q u e tiene y q u e n o inten te v e n ir acá.
49. C u a n d o regresaron al m u n d o , d ie ro n cu en ­
ta a M oteu czom a co n la respuesta d e H u ém a c. E n o­
ja d o el rey m a n d ó llam ar al m a y o rd o m o m a yor y
le d ijo : L lev a d m e estos bella cos a la cárcel d e
tablones. B u scó u n a vez más a dos d e A colh u a ca n

5S
y los en vió a H u ém a c a q u e le llevaran el m ism o
m ensaje, e x p lica n d o los a n u n cios d e N eza h u a lp illi
y la visión d e los varios presagios: T e n é is q u e ir
a C in ca lco y diréis al rey, q u e ya q u e n o m e q u ie re
llevar en su com p añ ía , al m en os m e d eclare lo q u e
estos presagios in d ica n . A n ad ie d el m u n d o digáis
m i m ensaje, y si regresáis c o n b u e n fru to, os haré
señores d e tierras y os p o n d r é a q u e juzguéis y sen­
tenciéis; p ero si trajereis malas noticias, habréis de
m o rir y vuestras casas y fam ilias acabaré, al gra d o
q u e d e la tierra salga agua. P artieron los m ensajeros
y llevaron pieles de sacrificados. C u a n d o lleg a ron a
C in ca lco y en traron en la cueva, a p o c o an d ar en­
con tra ron a u n o lla m a d o A cu a cu a u h y les pregu n ­
tó: ¿Q uiénes sois?, ¿qu é queréis? V en im os envia­
dos p o r M oteu czom a , v en im os a ver al rey. D ijo
el p a je: ¿Q u é rey buscáis? B uscam os al Señor
H u ém a c, M oteu czo m a n os envía. D i jo A cu a ­
cu au h : Sea en h ora b u en a ; y o m ism o os guiaré.
C u a n d o llegaron a la presencia del rey H u ém a c,
h u m illa d os ante él, le d ije r o n : M oteu czom a nos
envía, y este presente traem os: u na vez m ás te ru e­
ga q u e l o quieras acoger en tu servicio, p o r q u e n o
q u ie re v er l o q u e le ha d e pasar en vid a, co n
ig n om in ia y deshonra. R e s p o n d ió el rey: L e co m ­
p a d ezco, p e ro n o p u e d e ser lo q u e él p id e . £1 m is­
m o co n su orgu llosa v id a p u d o atraer sobre sí estos
m ales. H aga p en iten cia ya: d e je el señ orío y m an­
d o ; las rosas preciadas, las flores y los perfum es; de
to d o eso se desvíe, y só lo co m a p an d e p ob res y
u n p o c o d e agua hervida. Si tal hace, q u izá los
castigos em inentes n o llegarán hasta él. E llos, he­
cha reveren cia al rey H u ém a c, to m a r o n a la tierra.
50. C u a n d o regresaron al m u n d o y lleg a ron ante

54
M oteu czom a le co m u n ica ro n el m ensaje q u e de
C in ca lco traían. D ice m ás: q u e si lo cu m ples, él
te ven drá a re cib ir en m e d io d e l ca m p o d e p elota
q u e en la laguna está o cu lto , a llí te ha d e v e n ir a
en con trar y tú debes d isp on er el ca m p o para reci­
birle. C u a n d o esto o y ó M oteu czom a lu e g o se re­
g o c ijó . M a n d ó q u e sus m ensajeros se sentaran en
paz y al m a y o rd o m o m a yor o r d e n ó q u e les p r e ­
m iara con tod a clase d e bienes. Y antes les r e c o ­
m e n d ó q u e sepultaran el secreto en lo más o c u lto
d e su corazón . Y así M oteu czom a p o c o a p o c o fu e
d e ja n d o com id as y bebid as, flores y ricos perfum es,
t o d o l o fu e a b a n d o n a n d o y au n sus vestidos d e
an ta ñ o n o q u iso usar ya, n i en el so lio se sentó.
S ólo vivía en la rgo ayu n o hasta cu m p lir och enta
días.
Ill

C IC L O T E Z C O C A N O

Poema de Quetzalcóatl *

1. C ercan o a la m uerte, H u é m a c el gran d e h iz o


u n a p re d icció n . D ijo q u e pasados q u in ien tos años
h a b ía d e heredar el r e in o u n señ or c o n v o lu n ta d
d e u nos y con tra d icció n d e otros. V arias señales
tendría en el cu e rp o p o r las q u e le p u d ie ra n re­
co n o ce r: su ca b e llo sería crespo, d e m o d o q u e le
form ara u n a tiara natural. A l com en zar su reina­
d o sería ju s to y recto; p e r o a las postrim erías d e él,
n ecio y d esaven tu rado y en sus días fenecería e l rei­
n o d e T u la . C u a l presagios d e su ru in a , el m a g o
H u ém a c a n u n ció q u e el c o n e jo criaría cuernos,
co m o ciervo, y el co lib rí, espolon es; q u e las piedras
d arían fru tos y la santidad d e los santuarios q u e­
daría m an cillad a p o r la d iso lu ció n d e los sacerdo­
tes en su m al trato co n las m ujeres. H a b ría tem ­

57
pestades y huracanes y una en pos d e otra serían
las destrucciones.
2. D iez años de reinar tenía T e cp a n ca ltz in cu an ­
d o llegó a su p a la cio el n o b le Papantzin llev a n d o
a su h ija X ó c h itl para presentar al rey la m iel
d e m aguey y otros dones q u e ellos h abían d escu ­
bierto. Ellos, antes q u e nadie, estas nuevas cosas
h abían h allad o. El rey se g o z ó m u ch o en verlos y
q u e d ó en a m orad o de la d on cella . R o g ó a su padre
qu e se la enviara de n u evo, cada vez trayen do sus
dones, p ero para satisfacer sus anhelos, qu e v in ie ­
ra sola co n su nodriza. U n día lle g ó la d o n ce lla y
fu eron a avisar al rey q u e la h ija d e P apantzin
estaba a llí con sus dones. Él se lle n ó d e alegría y
la m a n d ó in trod u cir. A la criada, q u e era anciana,
le d ieron mantas y o r o y la regalaron hasta q u e
fuera el tiem p o de regresar con la. d o n cella . D e n ­
tro, re cib id o el regalo, d ecla ró el rey su a m or a
X ó c h itl. E lla resistió m u ch o tiem p o a prom esas
y amenazas, p ero al fin , ven cida, tu vo q u e sucum ­
bir. El rey ya n o q u iso enviarla a su hogar, sin o
q u e la llevó a su p a la cio d e v era n o en P alp an y
a llí encerrada la d e jó . R o d e ó el p a la cio de guar­
dianes y a n adie en él d eja b a entrar. A sus padres
m a n d ó el m ensaje de q u e la retenía para hacerla
in stru ir p o r unas damas n obles y casarla al fin
c o n un rey. Q u e ellos n in gú n tem or tuvieran, sino
q u e pensaran q u e era feliz. N a d a sus padres sos­
p ech a ron , y co n los dones reales y las esperanzas
d e la grandeza de su h ija se tenían p o r felices.
3. Ib a el rey a m e n u d o a ver a X ó c h itl, b ie n
gu a rd a d a en el castillo d e P alpan, b ie n servida y
m u y regalada. A l fin la d o n ce lla fu e m adre y d io
a luz a u n n iñ o a q u ie n el rey p u s o p o r n o m b re

58
H i jo del M aguey. Este n iñ o tenía las marcas qu e
el v ie jo H u ém a c p ron osticó. Pasaron tres años y
tristes los padres d e X ó c h itl vivían llen os d e gran­
d e d o lo r. A nsiosos d e ver a su h ija, com en zó el
padre a in dagar en d ó n d e la tenía el rey. A l ca b o
de tres años su p ieron c ó m o m ora b a en P alpan.
B ien cu stodiada estaba, p e r o su p a d re p u d o e n ­
trar. Se disfrazó d e la b rieg o y fin g ió q u e iba a
vender. N o co n o cie ro n sus argucias y los gu ardia­
nes le d eja ron co n ocer el p a la cio, gracias a ciertos
regalos q u e el padre d e X ó c h it l les d io . E n tró y
fu e d iscu rrien d o p o r los jardines y toda la casa
visitó. A l fin en un ja rd ín h a lló a su h ija c o n el
n iñ o en los brazos y al con ocerla , lu c h ó entre la
alegría y el tem or. ¿Q u ién es ese n iñ o?, le d ijo ,
¿acaso a n iñ os has v e n id o a cuidar? L a jo v e n , d o ­
lid a y afrentada, a su padre to d o narró. El p adre
se lle n ó de am argura, p e r o la su p o disim ular.
V o lv ió a su casa y al d ía siguiente fu e a ver al
rey para in cu lp arle p o r el b a ld ó n q u e en su fa ­
m ilia h abía arrojad o. El rey le co n so ló y le d ijo
q u e “ H ech os d e rey n o h acen afren ta” , y le a n u n ­
c ió q u e aqu el n iñ o sería h ered ero de su rein o,
p o rq u e él s ó lo co n X ó c h itl se casaría. D e jó q u e
él y sus parientes vin ieran a verla y a tratarla,
co n tal d e gu ardar el secreto. A sí P apantzin, re­
signado, a ver a su h ija ib a y venía, en aqu el cas­
t illo to d o gu a rd a d o y b ie n cu id a d o de centinelas.
4. C uarenta años tenía M econ etzin cu a n d o su
p ad re lo h izo reinar. Era virtu oso y era sabio.
P ero p asado breve tiem p o, com en zó a com eter de­
litos y com en zaron en el re in o a verse los presa­
gios q u e h abía a n u n cia d o el m ago H u ém ac. H a b ía
en C h o lu la u n te m p lo con sagrado al d ios d el

59
V ien to. En él había dos sacerdotes, E zco lo tli y T e x -
p olca tl, los cuales vivía n en v id a austera, guardan­
d o la castidad. P ero ib a n a llí m u jeres y ellos c o ­
m en zaron a d elin q u ir. F ue u na d e las más n ob les
d e T u la , ella tam bién de las q u e vivían en castidad.
L a v io el sacerdote T e x p o lc a tl y e n a m ora d o la
sed u jo y v iv ió co n ella en m ala am istad, reten ién ­
d ola en el santuario. B ien p r o n to d io a luz u n h ijo
q u e llam aron Izcax. T o d a s estas argucias tan n o ­
civas tu vieron p o r orig en a d os m agos, d e n om b re
E spejo H u m ean te y E spejo H u m ea n te R o jo . L a
n a ció n tod a sigu ió su e je m p lo y el rey, la corte
y los vasallos, todos en vicios se an egaron; reinaba
d oq u iera la d isolu ción .
5. U n d ía fu e el rey a su ja rd ín y v io u n c o ­
n e jo q u e andaba co n cuernos, co m o los cu ern os
d el ven ad o. V io después al c o lib r í q u e ib a y venía
c h u p a n d o flores, y q u e tenía su esp o ló n . L le n o
d e pen a lla m ó a sus n ob les y los presagios les m os­
tró, y tras m atarlos co n lanza-dardos, les h iz o leer
en el L ib r o d iv in o los a n un cios d e l v ie jo H u é ­
m ac. D ijo có m o llegaba ya la h o ra en q u e T u la
ib a a perecer, y les m a n d ó q u e grandes fiestas se
h icieran co n sacrificios a los dioses. C om en zaron
entonces las guerras, c o m o H u ém a c lo a ñ u n ció. U n
d ía el rey estaba al frente d e sus soldados en T u l-
titlan, cu a n d o llegó hasta d o n d e él estaba u n gran
v en a d o co n la co la arrastrando y d a n d o grandes
bram id os, d iscu rrió en m e d io d e las gentes y, al
fin , cual v in o se a lejó, sin q u e de él qu ed ara h u e ­
lla. E n los graneros d e T u la el m aíz to d o se c o ­
rro m p ió y en u n cerro h a llaron a u n n iñ o , b la n co
y h erm oso, m u y r u b io y b e llo , y lo tom a ron y lo lle­
varon , para m ostrarlo al rey. A sí q u e el rey lo

60
h u b o ad m irado, m a n d ó q u e l o llevaran a d o n d e le
h abían h allad o. A l n iñ o com en zó a p od rírsele la
cabeza y a su h e d o r m oría la gente. L os tol tecas
qu ería n m atarlo, p ero n adie lo p u d o lograr. C uan ­
tos a él llegaban, otros tantos ante él m orían .
Peste terrible causó en la tierra y m u ch a gente
su cu m bió.
6. A u n q u e la peste ib a am ainan do, la reb elión
se h izo más fuerte. El rey T o p ilt z in p en só entonces
co n d on es ganarse la sum isión d e los rebeldes. Les
e n v ió p rim ero un gran presente d e o r o , m antas
preciosas, joyas y piedras finas co n dos em bajadores
m u y valientes. P ero nada lo g ró. E ntonces les en vió
u n ju e g o de p elota h e ch o d e cu atro clases d e
piedras preciosas: una parte era d e esmeraldas, la
otra parte era de rubíes, la tercera d e diam antes
y la cuarta de ja cin tos. P o r p e lo ta tenía un car­
b u n c lo engastado en oro. Juntam ente con este
ca m p o de ju e g o les en v ió to d o gén ero d e dones
ricos. T o d a s ellas d e los m ism os cu a tro colores,
y la em bajada q u e les m a n d ó fue q u e d e la m is­
m a m anera qu e los colores eran cu atro, así ellos
p od ría n gob ern ar u n id os los cu atro, y q u e co m o
el ca rb u n clo era u n o, así él daría la p rim acía. Q u e
ju gara n u n p a rtid o los cu atro y q u ie n la rica p e­
lota h iciera entrar en su círcu lo, ése sería q u ie n
m andara, ob e d e cie n d o los otros- tres. El d o n fu e
recib id o, p ero la reb elió n n o cesó.

Poema de Ixtlilxóchitl *

7. Ix tlilx ó ch itl n o tu vo padres. V in o u n águila


m u y gran de y en u n á rb ol d e la plaza p u so su

61
n id o, en m e d io d e la ciu dad. A llí puso u n h u ev o
m u y gran d e y al ca b o d e tiem po, r o to el casca­
rón , salió un n iñ o. El águila m ism a lo b a jó a
tierra y los m oradores de la ciu d a d le v ieron y le
tom aron p o r su rey.
8. Ix tlilx ó ch itl lla m ó a sus d eu d os y a sus va­
sallos a con sejo y les p regu n tó q u é d e b ía hacer. Se
levan tó su h ijo A ca tlotzin y d i j o q u e él q u ería ir
a p ad ecer p o r su p a d re to d o lo q u e con tra sí p u d ie ­
ra venir. P or b ie n e m p le a d o lo tendría, y q u e
en tretan to guarneciera d e defensas la ciu dad. C on
el p rín cip e sus tres ayos se o fre cie ro n tam bién a
ir. El rey entonces co n m uchas lágrim as d ijo q u e
aceptaba la ob la ció n . E m p ren d en ya la m archa, se
aprestan al com bate. C u a n d o los enem igos v ieron
qu e llegaban, co n alaridos grandes salieron a su
en cuen tro. L lega ron , y al ver q u e n o era el rey
m ism o, sin o su h ijo el q u e llegaba c o n sus caba­
lleros, lu eg o le a com etieron y, entre m il m alos tra­
tos, le llevaron al rey usu rpador. Éste n o q u iso
oírlos, sino qu e in m ediatam en te m a n d ó q u e A ca ­
tlotzin fuera d esollad o v iv o y a sus caballeros m a­
tar a lanzadas. L a p ie l d el p rín cip e fu e en un risco
exten d id a, en tanto q u e el ejé rcito en em igo m a r­
chaba con tra T e zco c o .
9. El rey Ix tlilx ó c h itl e n v ió a su so b rin o el
p rín cip e C ih u a cu ecu en otzin hacia el ca u d illo de
O tu m ba en dem an d a d e socorro. G randes son los
trabajos q u e mis vasallos pad ecen, pues h abitan
ya en los m ontes, desam paran do sus casas. Id y
d ecid a mis padres, de la p ro v in cia d e O tum ba,
cuán grandes son las angustias q u e m is vasallos
padecen y así les p id o socorro, p o r q u e tepanecas
y m exicanos m e tienen m uy o p rim id o , q u e con

62
una entrada q u e hagan, acaban de soju zgam os, y
h acen h u ir a los m oradores d e T e z c o c o , q u e ya
m u ch os se refu gian en T la x ca la . A estas palabras
el p rín cip e C ih u acu ecu en otzin contesta: A gradez­
c o, m i señor, la m erced q u e en esto m e haces, en
q u e yo m e o cu p e en este viaje. D e b u e n g ra d o
v oy a él, p ero tendrás b ie n sa b id o q u e n o he de
regresar, q u e los d e aqu ella p ro v in cia re co n o ce n
a T e zo z ó m o c. S ólo te ru e g o q u e m ires p o r la vida
de mis h ijos T zo n te có a tl y A co m ilto n . Se co n m o ­
v ió hasta las lágrim as el rey y am bos llora ron p o r
largo tiem p o, sin q u e n in g u n o p u diera d ecir pala­
bra. A l fin , el rey le resp on d e: V e co n so la d o , te
lleve el pen sam ien to q u e y o q u e d o en el m ism o
p eligro. ¡Q u ié n sabe si en tu ausencia y o sucum->
ba al p o d e r d e mis tiranos! El p rín cip e se enca­
m in ó a la p rov in cia de O tum ba. Fue re c o n o c id o
en A h u a tep ec y lu eg o p o r los partidarios d e T e ­
zozóm oc fu e preso. L e llevaron a la plaza d e la
ciu d a d d e O tum ba. A llí en m ed io, ante la gente
q u e toda estaba reu nida, le p regu n taron la causa
e in ten to d e q u e viinera. H a b ló él y ex p u so las
razones d e Ix tlilx ó ch itl. C u a n d o le o y ó Q uetzal-
cu ixtli, d ijo a voces a quienes se h allaban presentes:
Ya oísteis lo q u e p reten de: q u e le prestem os so­
corro; p ero n o será así, sin o q u e fieles h em os d e
perm an ecer al señor T e z o z ó m o c. Y lu e g o h a b ló
Y acatzone, g ob ern a d or d e esa región , y d ijo : N o
debem os ir, q u e se d efien d a él solo. Pues m uy
grande señor es y de alto lin a je se jacta. Y ya q u e
su lu garten ien te ha v e n id o hasta nosotros, hagá­
m oslo a qu í pedazos y salga lo q u e saliere. T o d o s
al p rín cip e acom eten, com en za n d o p o r X o c h p o y o ,
q u e era n ativo de A hu atep ec, y au nqu e él q u iso

63
defenderse, lu ego le h icieron pedazos. Y tod os a
u na voz d ecían : ¡V iva el señor T e z o z ó m o c l C uan ­
d o ya C ih u a cu ecu en otzin q u e d ó m u erto, lu e g o se
a cercó Y acatzone: D a d m e sus uñas, decía, pues
éstos son caballeros, deben ser piedras preciosas
sus uñas y así las q u ie ro para jo y e l d e m i cu erp o.
Las arran có y con ellas h izo u n colla r q u e c o lg ó
a su cu ello. E ntretanto la p leb e q u e en el m erca­
d o estaba, co n los pedazos d el cu e rp o se tiraban
u n o a otro, cu al si co n ellos ju garan . C o n el p rín ­
cip e m u rieron otros cuatro, criados suyos. P ero
u n o p u d o escapar y fu e lu e g o hasta Ix tlilx ó c h itl
a con tar la triste m uerte. El rey lla m ó a la m u je r
d el p rín cip e y en con su elo estas palabras le d ijo :
M u erto es ya m i so b rin o ; c u m p lió cu al leal vasa­
llo , pues em p le ó en m i defensa su person a y su
vida. T e n ahora fortaleza en las adversidades qu e
la fortu n a nos m uestra y te con su elen tus h ijo s
qu e tienes a q u í presentes. L o q u e im p o rta es es­
caparlos de esta persecu ción . O tros m u ch os c o n ­
suelos d ijo y él, sin em bargo, llo r a n d o se retiró
a C h icu n a u h yocan y treinta días g u a rd ó lu to.
10. C u a n d o se v io desam parado el rey Ix tlil-
x ó ch itl, d e jó su casa y fa m ilia en el b osq u e d e
C h icu n au h yocan y só lo c o n dos capitanes, T o t o -
cah uan y C ozám atl, segu ido de su h ijo N ezahual-
cóyotl h u y ó a u n a barranca p ro fu n d a . A l p ie de
u n á rb ol fro n d o so pasó la n och e, d e b a jo d e sus
raíces, y al salir el sol d el d ía siguiente, v in o u n
sold a d o d e prisa q u e él había p u esto d e espía.
L e d ijo qu e ven ían m u ch os h om bres arm ados y
c o n gran prisa. E l rey lla m ó a sus capitanes y les
m a n d ó q u e ellos escaparan para salvarse la vida.
Q u e él nada p o d ía hacer sin o m o rir a las m anos

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d e aqu ellos sus enem igos. E ntonces se v o lv ió al
p rín cip e y co n ternura le d ijo : H ijo m ío m uy
am ado, brazo d e león , N eza h u a lcóyotl, ¿a d ó n d e
te he d e llevar, q u e algú n p arien te o am igo te
salga a recibir? A q u í será el día fin a l d e m is des­
dichas y ya m e es fuerza pa rtir de esta vida. L o
q u e te en cargo y te ru eg o es q u e n o desampares
a tus vasallos, n i eches en el o lv id o q u e eres n o b le
ch ich im eca y q u e recobres tu im p erio, q u e tan in ­
ju stam ente T e z o z ó m o c tiraniza, y tam bién q u e ven ­
gues la m uerte d e tu p a d re in fo rtu n a d o . E jercítate
en el arco y ejercítate en la flecha. A h o ra solam en­
te qu ed a qu e entre los árboles te ocultes. F u eron
tantas las lágrim as q u e los dos ju n tos vertían, qu e,
abrazados tiernam ente, nada más p u d ie ro n d ecir­
se. El p rín cip e se apartó de su p adre y se fu e a
u n árbol m u y c o p u d o , d en tro de cuyas ramas es­
tu vo b ie n escon d id o, y desde d o n d e m ir ó el fin
y la m uerte d e su padre. El p adre salió al en cu en ­
tro d e sus duros enem igos: eran ven id os d e O tu m ­
ba y C halco, y eran gentes a quienes él antes
h abía fa vorecid o. Se tra b ó el com b a te co n ellos y
u n gran de rato p eleó, m a ta n d o a algunos de ellos,
p ero al fin cayó ren d id o . Su cu e r p o q u e d ó tras­
p asado p o r m uchas lanzas y, c o m o oy e ro n q u e ve­
nía gente a favorecer al rey, le d e ja ro n a b a n d o n a d o
y h u yeron a O tu m ba. V in o entonces T o to h u a c a n ,
u n o d e sus capitanes; fu e el p rim e ro en levantarle
y estas palabras decía: O h O m e to ch tli Ix tlilx ó -
ch itl, lleg ó el fin d e tus desdichas, p r in c ip io d e tu
descanso; em p iece el lla n to en tu im p e rio y sienta
ya su orfa n d a d y la p riv a ció n tuya, pues se ha e x ­
tin g u id o su luz y se ha a ca b a d o su guía. ¿D ón d e
habrá id o a dar el h ijo , m i señor N ezah u alcóyotl?,

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¿d ó n d e los dem ás soldados? El p rín cip e, desde el
árb ol, to d o lo v io y oyó. T o d o esto fu e cu a n d o
el sol ya se p on ía . P ero él n o b a jó d el á rb ol, p o r
n o tener el m ism o fin . V in ie ro n los capitanes y
recog ieron el cu e rp o y antes d e apu ntar el alba,
en un rin cón del arroyo lo d e ja ro n sepu ltado. Su
h ijo desde el á rbol to d o lo v io y o y ó , y al fin ,
agra d ecid o, v in o a rendirles las gracias. P e ro ellos
le roga ron q u e se ocu ltara en las cum bres, q u e allí
viviría escon d id o más q u e en o tr o lugar algu n o.
E ntonces N eza h u alcóyotl se refu g ió en la m ontaña.

Poema de Nezahualcóyotl *

11. H u b o entonces grandes presagios, q u e sería


la rg o con tar. E n el cie lo h u b o com etas, eclipses
y otras señales. E n la tierra se v ie ro n m on stru os:
algu n os se narrarán. T la z a c u ílo tl y T la p a n h u é -
h u etl u n día ib an a cazar, cu a n d o en el ca m p o
d e C ich on ah u tla v ie ro n u n m on stru o venir. V enía
a gatas y tenía u n pie, y dos m an os co m o per­
sona, y la cara n i más n i m en os; era feísim o y
sus ca bellos el cu e rp o e n tero le cu brían , y eran tan
anchos y tan gruesos co m o es el d e d o pu lgar.
Su cu erp o era co m o dos brazas. C u a n d o l o vieron ,
espantados ellos com en zaron a gritar y a u n q u e q u e ­
rían tirarle flechas, n o lo p u d ie ro n . El m on stru o,
en tanto, se acercaba y am enazante d ijo a grandes
voces: M ira d : T la x ca la , H u e jo tz in g o y T u la c o n ­
tra vosotros vien en ; p ero el tirano M axtla, al fin ,
acabará, y el q u e tiene el derech o, el re in o ha
d e alcanzar. E ntonces el m on stru o desaparece y
ellos huyen a la ciudad.

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12. C u a n d o en la n o ch e ib a n los em bajadores
al ca m p o d e l ejército d e C h a lco, v in o a ellos h u ­
y e n d o espantado un capitán. Él les d ijo q u e fu e
secretam ente a ver el ejé rcito de C h a lco y en el
ca m p o en co n tró u n lo b o tem ible p e ro c o n patas
d e p a lo , qu e venía d a n d o grandes alaridos, q u e
p arecía q u e cerros y cañadas a su voz respon dían .
C u a n d o lo v io, n o p u d o ya adelante pasar y él
regresó espan tado y aqu el lo b o n un ca más pareció.
1S. D o rm ía u n d ía T e z o z ó m o c y d os veces a
N ezah u a lcóy otl soñ ó. S oñ ó q u e un águila real le
daba grandes rasguños en la cabeza y después
le abría el p e ch o y le sacaba las entrañas y se co ­
m ía el corazón . Y d u rm ió , y nuevam ente le soñ ó
m u d a d o en tigre, q u e se lanzaba sobre él y le des­
pedazaba los pies. L le n o d e am argura y zozobra
el rey tirano despertó y co n su ltó a sus adivin os y
ellos fallaron q u e n o h abía o tro rem ed io q u e m an ­
dar m atar a N ezah u alcóyotl. L la m ó a sus tres h i­
jo s y les d ijo q u e él a la m u erte cerca n o se veía,
q u e en sus funerales ven dría N eza h u a lcóyotl, q u e
en tal ocasión, sin escán dalo n i a lb o ro to , lo apre­
saran y dieran m uerte. P ero q u e si le d eja b a n
la vida, él llegaría a destruir a ellos y a beberles la
sangre. A sí su su eñ o les ex p u so e in terpretó.
14. Iba h u y en d o N eza h u a lcóyotl y p o r los cam ­
pos cercanos a C h a lco a u n a m u je r q u e recogía
las m ieles d e los m agueyes, acosado p o r la sed,
p id ió con q u é apagarla. E lla le r e c o n o c ió y en
vez de darle de beber, com en zó a dar gritos y d e­
n u n ciar su presencia. E ntonces N eza h u a lcóyotl
b la n d ió su m acana y la m ató, cortá n d ole la ca b e­
za. H u y ó después, o c u lto y disfrazado. P ero al fin
fue a p reh en d id o p or los chalcas. L le v a d o ante su

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rey T o te o tz in te u ctli, éste le h izo p o n e r en u na
ja u la y co m o cu stod io a su p r o p io h erm a n o Q uet-
zalm acatzin, a q u ie n m a n d ó q u e en o c h o dias en­
teros n i com id a n i b e b id a le diera. F in g ió cu m p lir
el h erm an o d el rey aqu el m an d ato, p ero en o cu lto
y con artificios, m etía c o m id a y b e b id a a N eza­
h u a lcóy otl, co m p a d e c id o d e sus in fortu n ios. C u a n ­
d o pasó el p la zo fija d o , p reg u n tó T o te o tz in te u c­
tli si h abía m u erto ya. C o m o le re sp on d ieron nega­
tivam ente, o rd e n ó q u e a o tro d ía en m e d io d e la
plaza, entre la m u ltitu d q u e acu d iría a la feria,
le qu itaran la vid a destrozán dolo. P o r la n oche,
en secreto, Q uetzalm acatzin en tró a ver a Neza­
h u a lcóy otl a su cárcel y le c o n tó la am enaza q u e
con tra él había. Q u e él le q u ería salvar. L e dilo
vestidos y le d e jó escapar para q u e huyera y se
acogiera a T la x ca la , o a otra re g ió n extraña. S ólo
le rogab a q u e, al recob ra r el rein o, le recordara
en su m u jer y en sus h ijos. El p rín cip e N ezah u al­
cóy otl agrad eció el fa v or y la n och e entera ca m in ó
a gran de prisa, hasta llegar a T la x ca la . E n su lugar
m u rió Q uetzalm acatzin.
15. E n v ia d o p o r T e z o z ó m o c ya va el traid or
T ilm a tz in a qu ita r p érfidam en te la v id a a N eza­
h u a lcóy otl. L e h a lló en T e z c o c o y co n él se pu so a
ju g a r a la p elota, en espera d e q u e los con ju ra d os
vin ieran a darle m uerte. J u g a n d o estaban los dos
cu a n d o la turba llegó. M a n d ó el rey N ezahual­
cóy otl a su cria d o C oyoh u a tzin q u e saliera a re­
cib irlos y él se a co g ió a su p a la cio, en espera d e
la m uerte. L leg a ron los enem igos, y p o r tod a la
ciu d a d se en cu b ren en em boscadas. L os tres jefes
q u e los gu iaban fu eron a C oyoh u atzin. Éste les d io
el parabién d e su ven id a y pregu nta q u é era lo

68
q u e ellos qu erían . D ije r o n q u e h a b ía n v e n id o a
ju g a r co n N eza h u a lcóy otl en el ju e g o d e pelota.
L os c o n d u jo hasta el p a la cio y salió N eza h u a lcó­
y o tl a recibirlos, y lu eg o los m a n d ó aposentar en
una sala fron tera d e aqu ella d o n d e estaba él. T il -
m atzin, b ie n en te n d id o d e lo q u e ib a a suceder,
se fu e ocu ltam en te a su casa, sin despedirse de
nadie. E l m ism o N eza h u a lcóyotl fu e a agasajar a
los huéspedes y les o fr e c ió ram illetes y cañas para
fu m ar. M ientras se preparaba la co m id a para todos,
él se retiró a su sala. L le g a ro n y se sentaron y m ie n ­
tras com ían ju n tos, el fie l C oyoh u a tzin a la pu erta
se p a ró en espera d e q u e su am o h iciera lo con v e­
n id o . H a b ía ju n to a la entrada dos grandes sahu­
m erios en los cuales el b u e n cria d o ech ó in cien so
cu a n d o tod os a la sala ib a n lle g a n d o y con el m u ­
c h o in cien so la sala se oscu reció y el fie l C o y o ­
h uatzin a la pu erta se p a ró y e x te n d ie n d o su capa,
cu al si quisiera lim p ia rla , lentam ente la m ovía,
en cu b rie n d o u n ag u jero q u e en la p a red d e atrás
o tro cria d o tenía abierto. N eza h u a lcóyotl, en m e­
d io d e la oscu rid ad d el in cien so, sin ser de n adie
ad vertid o, p o r el ag u je ro sale y afuera se u n e a
sus criados, y a llí m u d a sus vestidos, tom a sus ar­
mas y h u ye co n la m a yor p rem u ra y b ie n p ro n to
fu e a refugiarse en la casa d e u n leal p a rtid a rio
suyo. C u a n d o éste le v io llegar, para m e jo r o c u l­
tarle entre u n h acin a m ien to d e fib ra de m aguey,
q u e su m u jer c o n sus criadas estaban te jie n d o , cu i­
d adosam en te o c u ltó a N ezah u alcóyotl.
16. L os sicarios d e T e z o z ó m o c en traron a la sala
d e N ezah u alcóyotl para q u ita rle la v id a y, asom ­
brad os d e n o h allarle, cu a n d o v ie ro n el h u e co
q u e en la p a red estaba, d ie ro n voces y tod os ju n ­

69
tos van a buscar al fu g itiv o. H a lla ro n en su ca m in o
al leal C oyoh u atzin y le p regu n ta ron p o r él. N ada
sé, frente a vosotros en la sala le d ejé. B ien visto
fu e p o r todos. O tra cosa y o n o sé. E ntonces se aba­
lanzaron para m atarle tam bién : P o c o se gana o se
p ierd e en m atarm e a m í; n o se ha d e perder p o r
esta causa el rein o d e T e z c o c o tan an tigu o, n i
ta m p oco cesará la guerra: h a ced d e m í lo que
queráis. L e d eja ron y sigu ieron sus pesquisas tras
el rey. L leg a ron a la casa en q u e N eza h u a lcóyotl
estaba o cu lto . L e b u scaron afanados y n o p u d ie ro n
dar co n él. C u a n d o ellos h abían pasado, salió de
entre la fibra d e m aguey y com en zó a andar p o r
los cam pos a buscar a u n cria d o suyo.
17. Ib a h u y en d o p o r los cam pos cu a n d o v io ve­
n ir u n escu adrón d e sus enem igos. C o rrió y sólo
h a lló re fu g io en u n ca m p o en qu e dos personas, un
h om b re y su m u jer, estaban re co g ie n d o ch ía. A
tod a prisa le ocu lta ron entre m a n o jo s d e la planta.
Y al llegar los enem igos, p regu ntan a la m u je r si
ha visto a N ezah u alcóyotl. R e sp o n d e serenam ente:
P or a qu í le v i bajar, ib a p o r la lom a a b a jo , h u ­
y en d o hacia H u exotla . C o rrie ro n a tod a prisa ha­
cia aqu ella d irección . El rey salió de su escon dite
y, al caer el sol, h u y ó a refugiarse en T e z cu tz in co
en espera d e sus vasallos.
18. Y a llega ban hasta él, ya ven ían sigu ien d o
sus pasos. Y el vasallo q u e lo gu ardaba en su casa
n o h a lló ya o tro recurso. L e h izo m eterse en el
h u e co d e u n en orm e atabal y lla m ó a los d e su
p u e b lo y un b a ile d e fiesta fin g ió . T o d o s estaban
arm ados y bailaba n co n alegría. L leg a ron los te-
panecas y p regu n ta ron p o r el rey. L os d el p u e b lo
seguían b a ila n d o y cantaban sin responderles. D e

70
n u ev o p regu n taron los q u e perseguían al rey. P ero
el am o les resp on d e: L a d ron es tendréis q u e ser,
¿cóm o u n rey ha d e hallarse aquí? Él vivirá en
las ciudades. U n a vez más insisten p re g u n ta n d o y
el am o entonces d io la señal y todos sus a com p a ñ a n ­
tes h icieron ím p etu co n sus armas con tra ellos y
d eja ron m uertos a m u ch os y a los dem ás h icieron
huir.

Poema de Chalco *

19. El ca ciq u e T o c in te c u tli, para vengarse d el rey,


a los cu atro jóven es q u e h abían ca íd o cautivos
los m a n d ó lu eg o sacrificar. Les sacó los corazones
y en o ro los engarzó y en u n colla r se los pu so al
cu ello, co m o si fueran un trofeo. L os cu erpos de los
cu atro, disecados, en la sala, pu so en p ie c o n unas
anchas cazoletas en las m anos para p o n e r en ellas
resina y en la n och e hacer q u e ardiera, d a n d o ser­
v ic io ai caciqu e de C h a lco, aun después d e m u er­
tos. U n a m u jer cautiva d e T e z c o c o q u e en C h a lco
vivía, cu a n d o v io tan cruel espectácu lo, llen a de
p ied a d y e n o jo , d ep u so el tem or y el m ie d o y sin
q u e n ad ie la sintiera, u na n o ch e e n tró al p alacio,
sustrajo los cu a tro cuerpos, los lle v ó en h om b ros
y toda la n och e ca m in ó hasta llegar a T e z co co .
A llí en tró al p a la cio y entre lágrim as d ijo al rey:
¿D ón d e están tus p rín cip es y tus grandes?, ¿d ó n ­
de tus hazañas y valentías? ¿Eres tú q u ie n d om in a
en las n acion es q u e se e x tien d en d e m ar a mar?
¡N o , n o eres tú, pues a tus ojo s, los d e C h a lco y
su rey, q u e es v ie jo y ciego, p u d o a p reh en d er a .tus
dos h ijos y co n sus p rim os m uerte les d io y aun
ya m uertos, para m a yor ig n om in ia , c o m o p orta ­

71
dores d e luces teníal C u a n d o el rey y sus ca b a lle­
ros oyeron a la m u je r, cu a n d o v ie ro n los cu atro
cuerpos, entre llantos y furias, d e cid ie ro n hacer
la guerra p ara acabar co n T o c in te c u tli.
IV

C IC L O T L A X C A L T E C A

1. L os dos ejércitos, p o r agua y p o r tierra, con


esfuerzo y án im o h orrib le y c o n tal e m p u je lucha-
roh , q u e desde C oatlich a n hasta C h im alh u acán y
tod a la costa y orilla d e la laguna, llen a d e m u er­
tos y sangre q u ed ó. El agua m ism a n o p arecía ya
agua, sin o pu ra sangre y lagu n a d e sangre, toda
ella con vertid a en sangre. C o n gran esfuerzo y m a­
ña desbarataron a los en em igos c o n gran de afren­
ta. Y se v olv ieron victoriosos y llen os de g lo ria a
su asiento. E n m em oria de tal batalla com en h oy
el m arisco q u e allí se cría: tiene c o lo r d e sangre
requ em ada, cara leon ada y a m anera d e lam a c o ­
lorada. D ice n q u e de la sangre q u e a llí se derra­
m ó se con v irtió aqu ella lam a y m arisco en aquel
color.
D e allí salieron ya los v en cid os y d eterm in aron
irse lejos. E l d ios C am axtle les h a blaba y les d e ­

73
cía qu e alzaran el cam p o. Q u e allá adelante h alla­
rían el lu gar en q u e vivieran c o n descanso y lite­
ralm ente les decía: Oncan tónaz oncan tláthuiz,
oncan yazque: ayamo nican. “ A d ela n te pasaréis, n o
aqu í ha d e am anecer el sol, y resplan decer con
sus prósperos y refulgentes rayos.”
2. E spantados acu d ieron a su dios C a m a xtle y
él les resp on d ió q u e usaran d e u n encanto. Bus­
caron u na d o n cella m u y herm osa, la trajeron al
tem p lo d e C am axtle y le d ieron u n b eb ed izo. C o n
él d io d e sus pech os una sola g ota d e lech e y la
colo ca ro n en el vaso d iv in o. Este vaso era d e m a­
dera m u y rica, a m anera d e éb a n o, o tal vez de
obsid iana. T e n ía el a ltor d e u n c o d o y la form a
d e u n cáliz. C o n la g ota d e lech e co lo ca ro n las
cañas d e carrizo, las lengüetas y verdascas co n ner­
vios de v en a d o y to d o lo cu b rieron co n ram a d e
laureles y lo p u sieron en el altar d el dios. A llí
tam bién pu sieron p a p e l reco rta d o en figuras, es­
pinas y a b rojos y tabaco. Y du rante tres días, p o r
la m añana y p o r la n och e, incensaban y p erfu m a ­
ban aqu ella rara ofren d a . C uatro veces lo h acían,
al despuntar el día, a m ed iod ía , al caer el sol y
a la m ed ia n och e. N a d a había d e m u dan za en
a q u el vaso. L a g ota m ism a p arecía ya seca. P ero
al cu arto día, cu a n d o se ib a a dar u n a n ueva ba­
talla, lleg ó el gran sacerdote y m iró en la cop a.
V io q u e las cañas se h abían h e ch o flechas, q u e
estaban atadas y em plum adas, q u e la leche hervía
co m o espum a y q u e espum aba tanto q u e d el vaso
corría sobre el altar.
E ntretan to la turba d e H u e x o tz in co y sus alia­
dos estaban en el ca m p o dispuestos a la lucha.
C u b ría n cam pos y cerros y en su m archa agotaban

74
los arroyos: tan num erosos eran. Se d io el co m ­
bate y salieron victoriosos y al q u e p rim ero atra­
paron , ante C am axtle le sacaron el corazón . U n o
de los vencedores se cu b rió la p ie l d el sacrificado.
Y lleg ó ante el sacerdote. Éste to m ó el vaso y lo
d erram ó sobre aqu el q u e estaba así v estid o y to­
m a n d o una flech a de aquellas q u e p o r sí solas
en el vaso se h abían form a d o, la lanzó c o n un
arco m al h ech o en con tra d el en em igo. E ntonces
las saetas com ienzan a m overse, ellas p o r sí solas
se lanzan con tra el en em ig o y com ien za n a herirle
con gran prisa. U n a n ieb la espesa y oscura se le­
vanta q u e im p id e qu e los unos a los otros se vean.
C iegos p o r las tinieblas y la ira, co n tu rb a ción
m ortal y tem eraria se despeñaban u nos p o r grandes
voladeros, m ira n d o atrás y h u y en d o, sin saber p o r
d ón d e, despavoridos, y suceden casos desastrosos,
n un ca jam ás oídos, n i en el m u n d o acaecidos, q u e
se cu entan p o r m em orables y hazañosos. Las gran ­
des barrancas q u ed a ro n llenas d e cu erpos m uertos
y las m ujeres salían al d e s p o jo d e tan sangriento
ca m p o, y a cautivar seguras la gen te q u e qu erían .
Casi todos q u ed a ron , o m u ertos o cautivos, y los
p ocos q u e h u yeron fu eron a dar noticias y a con ta r
eternam ente su derrota.
3. H u b o un valiente tlaxcalteca q u e se llam a­
ba T la h u ico le . Era esforzado y valiente y co n sólo
o ír su n om b re, sus en em igos h uían. Era d e tan
grandes fuerzas, q u e la m acana suya un h o m b re
cu a lq u iera con esfuerzo p o d ía levantarla. N o era
alto de cu erp o, sin o b a jo y esp a ld u d o, d e terribles
y m u y grandes fuerzas y q u e h izo hazañas y h e­
ch os q u e parecen increíbles. A l ca b o de m uchas
hazañas le p ren d ieron los huexotzincas, a to lla d o

75
en u n pan tan o, y co m o u n gran de tro fe o lo lleva­
ro n a M octezu m a en cerrado en u na ja u la . A llí se
le h icieron h onores y se le d io libertad, c o m o con
n ad ie se hizo. F ue co n los m ex ica n os a la guerra
d e M ich oa cá n y p o r su person a h izo hechos gran­
des y tem erarios. A su regreso le h o n ra ro n y le
d eja ron v olv er a T la x ca la . P ero T la h u ic o le p id ió
la m uerte, q u e n o q u ería sin o v en cer o m orir.
O c h o días antes q u e m uriera le h icieron grandes
festejos y m u ch os bailes y banquetes.
L le g ó la h ora d el sa crificio y fu e a ta d o al te-
malácatl. L u ch a n d o en él v e n ció y a ca b ó co n o ch o
hom bres. D espués h ir ió a más de vein te, hasta que
p o r fin , re n d id o , fu e sacrifica d o a H u itz ilo p o ch tli.
Y este fam oso T la h u ic o le , n o era n o b le y p r in c i­
pal. E ra .s ó lo u n p o b re h id a lg o q u e p o r su esfuer­
zo y v a lor d io lustre a su persona. Si allá n o h u ­
biera ca íd o, grande fuera acá en T la x ca la .
NOTAS EXPLICATIVAS

Aunque procuro reducirlas al mínimo, estimo que son


necesarias algunas aclaraciones para la mejor inteligencia
de los textos. Daré noticia del origen de éstos y haré al­
gunas anotaciones de las cosas contenidas en ellos, sin de­
generar en comentario. Para más amplia información, me
remito a la breve bibliografía que cierra este libro.

I. P oemas Sagrados

• Creación de las cosas. Fragmentos tomados de His-


toire du Mechique, manuscrito del siglo xvi, ed. Journal de
la Sociité des Americanistes de París, t. 2, pp. 1-41. Ed.
por De J onghe. Y de Historia de los mexicanos por sus
pinturas, ed. de García I cazbalceta, reproducida por Chá-
vez Hayhoe, México, 1942. En ambos casos se guarda la
sustancia de los textos y se hacen ligeras modificaciones,
buscando la soltura de la frase.
1 TlaltecutU, "señor de la tierra”, deidad antigua de
carácter a veces masculino, a veces femenino. Prevaleció este
segundo aspecto. El "monstruo de la tierra” es el llamado
Cipactli, que entra como uno de los signos del T'onalámatl.
2 Se percibe, a través del mito, la preocupación religio­
sa de explicar el porqué del sacrificio. Esta deidad, iden­
tificada con la tierra más adelante, tendió a un sincretismo
bastante confuso con las diversas deidades femeninas, Coa·
tlicue, Cihuacóatl, Quilaztli, Tlaioltéotl.
3 En cuanto a los nombres de los dioses sigo un sistema
mixto: vierto generalmente su nombre al castellano para
hacer perceptible la belleza de la designación, dado que

77
aquí me preocupa más que cosa alguna el aspecto poético;
una vez dada la significación, prefiero las más de las veces
conservar el nombre tradicional en su lengua. Aquí son
las deidades: Xochipilli, Xochiquétzal y Cinteotl.
—Los nombres de las plantas son: Cuauhtzontli (Amara-
thus hibridus L) y Michhuauhtli (Argemone mexicana),
ambas comestibles antaño.
4 El dios del Viento es Ehécatl, identificado más tarde
con Quetzalcóatl.
—Meyáhuel, deidad agrícola también muy enlazada con
Tlazoltéotl, Xochiquétzal, Cihuacóatl.
—Tzitzimitl, quizá“ soporte, sostén", es una deida
teriosa que se creía sostenía los cielos. Tiene aspecto de
maldad y se revela en múltiples manifestaciones. Son varios
y confusos los seres asi llamados.
5 Los árboles en el original son Quetzalhuéxotl y Xochi-
cuáhuitl. Ambos tienen grande importancia en los códices
sagrados y enlos mitos.
—Este mito de lacreación del maguey tiene no sólo el
interés literario de su belleza, sino el doble aspecto de su
preocupación agrícola, tan íntima en el alma antigua, y de
su similitud con ciertos mitos del Viejo Mundo.
6 La “casa de los espejos” es Tezcalco; bien puede ser
mala lectura de Texcalco y, en tal caso, sería “casa de
rocas”. Este mito es de los más extraños, pero apenas si
deja residuo en las tradiciones.
7 La diosa Falda de Jade es Chalchiuhtlicue, comparte
femenina de Tláloc, deidad de las aguas llovedizas, como
ella lo es de las aguas terrestres.
—Los nombres de los cuatro "tzitzime" o sostenedores del
cielo son en el original, por su orden: Cuauhtémoc. Itzcóatl,
Izcalli, Tenexuche.
—Ahora hallamos otros dos árboles sagrados: Tezcacuá-
huitl y Quetzalhuéxotl. Como Jos vistos en el núm. 5, son
de suma importancia en la mitología náhuatl.
8 El dios del Espejo Humeante es Tezcatlipoca, deidad
que tendía a convertirse en la suprema de Anáhuac.
—Los nombres indígenas de los seres aquí mencionados
para ayudar a Ehécatl a traer la música, son en lengua
nativa: Acatapachtli, Acihuatl, Atlicipactli.
—El simbolismo de los colores es una de las bellas crea-

78
dones míticas de la antigüedad mexicana más digna de
estudio, oscilante entre la magia, la filosofía y la poesía,
con mucho que estudiar a través de sus complicaciones.
Hemos de hallarlo mucho en estos textos, pero no podemos
hacer aquí más que indicarlo a la atención del estudioso.
—Este mito de la creación de la música nada tiene que
envidiar a los más hermosos de la antigüedad helénica, o
de la abigarrada creación indostánica, ni en fuerza de ima­
ginación, ni en elegancia de composición.

* Poemas Solares: Tomado del texto de Sahagún, en sus


Memoriales de Tepepulco (vid. nota 32 a la introducción) .
10 Teotihuacán, “ lugar en donde se hacen los dioses”,
tiene suma importancia en la mitología, como centro de
la creación. Aquí también hallamos un mito explicativo
de la adoración solar, con novedad y belleza no común:
esta última nos interesa, por ahora.
—El dios del Caracol es Tecuciztécatl, deidad similar a
Tezcatlipoca, o más tarde sincretizada con éste. El “ Purulen­
to" es Naháhuall, o sea "roñoso, costroso, lleno de jiotes
buboso, como vierte Sahagún.
11 Todos los instrumentos de culto usuales en la época
histórica se hallan aquí mencionados.
15 Explicación religiosa de la creación de los guerreros
de los órdenes militares de Águilas y Tigres, una de las
más importantes, originales y misteriosas creaciones religio­
sas, no del todo estudiada. En el mito de origen tenochca
—no incluido en esta colección— se mencionan además el
Gavilán y el Lobo. Un intento para agregar una explica­
ción de otros grados militares.
17 Mucha importancia tiene el estudio de estas divini­
dades y su evolución posterior, pero no es del resorte lite­
rario que nos ocupa ahora. Sólo pongo sus nombres en
náhuatl: Ehécatl, Anahuatlitecu, Tlallauhqui tezcatlipoca,
Mimichcoa, y las mujeres: Tiacapan, Teycu, Tlakcoyehua,
Xoc&yotl.
19 Xólotl, deidad de los monstruos y cosas anómalas, tie-.,
ne mucha importancia en la mitología. Véase aquí una de¿
sus muchas proteicas mutaciones.
20 En este mito solar de origen tezcocano, ya que se reco­

79
gió en Tepepulco, hallamos uno de los textos más dignos
de estudio bajo todos aspectos. No era exclusivo de la re­
gión tezcocana, ya que se halla en una versión de Tenoch-
titlan, en el manuscrito que publicó D el P aso, bajo el
nombre de Leyenda de los Soles (vid. nota 9 a la introduc­
ción) , y en cronistas indígenas, como Muñoz Camarco.
Aquí no tenemos más que insistir en su belleza.
21 Este fragmento es del manuscrito publicado por De
J onche. Fragmentario y desarreglado, tiene la ventaja de
hacer ver cómo había algunas versiones errantes del gran
acervo de leyendas que pereció.
22-24 Textos tomados de Sahagún, conocidos ya por la
Historia, i, 288.
—Los nombres Nequametl tzihuáctli mízquitl son simbó­
licos de "campo de batalla”.
—Las aves preciosas aquí mencionadas no son sino bellas
por su plumaje y tienen una de las notas coloristas del
modo de imaginar indio, tan poco estudiado en este sentido.
—Las plantas cuyos nombres están en formas de tec­
nicismo botánico son las llamadas con los vulgares Flor
de Nochebuena (Poinsetia) , Colorín (Eritrina) , Jiloschil
(Carolinea) , Cabellitos de ángel (Caliandra) : todas ellas
de un bello color rojo, a veces vivo, como de sangre recien­
te: tal la Flor de Nochebuena, a veces rojo nigrescente,
como la caliandra, semejante a sangre que va coagulándose.
—La equiparación entre los guerreros y las mujeres muer­
tas en el alumbramiento es otra de las originales concep­
ciones de la mentalidad religiosa, honda y digna de estudio.

• Tláloc y Xochiquétzal. Confieso que aquí hay bastan­


te subjetivismo de mí parte. Ningún fragmento es inven­
tado, naturalmente, pero el anlace y secuela a que lo someto
es enteramente conjetural y problemático. La descripción
del Tlalocan es de muchos lugares. Este fue tomado de
la Historia de los mexicanos por sus pinturas, ed. 1942,
p. 211.
26 Tomado de Mufioz Camarco, Historia de Tlaxcala,
p. 154, texto modernizado y aligerado.
—“ Nueve cielos”, Chicunauhpaniuhcan, es un de las cu­
riosas concepciones del mundo superior, de la cual halla-

80
mos bastantes noticias en los textos. Aquí no podemos
hacer más que señalar el punto digno de estudio.
—Tamoanchan, región mítica de la cual se pensaba des­
cender los hombres y que bien pudo ser más tarde puesta
a una región terrestre. En ella se hallaba el “Arbol Flori­
do”, Xochicuahuitl, muy relacionado con los árboles míti­
cos de que hemos hallado vestigios arriba; por esto se
llamaba también la región Xóchitl icacan, como pone Mu­
ñoz Camargo. Allí hallamos asimismo las "nueve corrientes"
misteriosas de la vida superior: Chicunauhatempan. Este
“ paraíso terrenal” se halla confundido con el Tlalocan,
con Cincalco, ambos lugares de la vegetación abundante y
perenne. Un pueblo martirizado por la aridez de su región
tenía que concebir la dicha por la proyección de lo contra­
rio. Una bella reproducción mural del Tlalocan se halla
en las ruinas de Tepantitla, cerca de Teotihuacán, y ha
sido explicada magistralmente en el trabajo de Alfonso
Caso El Paraíso Terrenal en Teotihuacán, en Cuadernos
Americanos; núm. 6, México, 1942.
27 Tomado del Comentario al Cod. Vaticano A. El mito
es bello, pero no hallo material más explícito para am­
plificarlo o esclarecerlo.
28 Resumido de Boturini, Idea de una nueva historia,
pp. 63-66. Ignoro de dónde lo tomó, pero no creo que lo
haya inventado. Notable por ser indicio de la concepción
de la metamorfosis, tan válida en religiones y mitologías
como la indostánica y la greco-romana.

II. Ciclo T enochca

* Poema de Mixcóatl. El texto de este que estimo ser


uno de los más importantes y dignos de estudio se halla
impreso de un manuscrito de 1558, por Del P aso y T ron-
coso, en Florencia, 1903. La versión es mía, literal, pero
aligerada y con cuidado de la frase rítmica, sin perjudicar
a la reproducción exacta, de cuya fidelidad puede juzgarse
cotejando con la literalísima que el mismo editor da en la
obra citada. Los fragmentos aquí puestos no guardan el or­
den preciso del manuscrito sino que se han alterado en
sus disposiciones de enlace. Las razones nos llevarían más
allá de los límites de estas notas.

81
1 Iztacchalchiuhtlicue, “ la de las faldas de jade blanco”
es la misma Coatlicue, madre de Huitzilopochtli, con el que
más tarde se iba fusionando Mixcóatl. Aquí hallamos la
vida heroica confundida con la religiosa. Para nuestro fin
de especulación puramente literaria, nada interesa saber
si el héroe aquí fue un dios o un hombre. Los mismos
principios se tendrán presentes para el poema de Quetzal-
cóatl en sus dos versiones incluidas abajo. Materia digna
de estudio y aún no del todo aclarada, si estos seres baja­
ron de la mitología a la historia, o subieron de la historia
a la mitología. Pero ahora no es el lugar ni el tiempo de
tratarla. Los cuatrocientos Mitnixcoa, es decir, "Serpientes
de Nube”, hermanos de éste, quieren los comentadores de
símbolos decir que son las estrellas del norte, como los
cuatrocientos Huiznahua, que abajo hemos de hallar, son
las estrellas del sur. Aquí los consideramos como seres hu­
manados, para el efecto de la poesía.
—Los nombres indígenas de los personajes enumerados
son: Cuauhtlicohuauh, Mixcóatl, Cuitlachcihuatl, Toltepec
y Apanteculli.
2 Mito explicativo del porqué del sacrificio. La descrip­
ción de las armas dadas por el Sol es muestra del coloris­
mo indígena. Probablemente es una glosa, pues rompe la
armonía métrica del poema, bastante bien guardada. Por
lo que hace al cuadro de la vida es de grande importancia
para percibir, en el poema, la reflexión de la realidad:
en lugar de vida religiosa, vida de vicio y crápula.
3 Tzihuactli es ciertamente una planta con púas, o gran­
des espinas. Dicen unos que es el maguey; otros, que es
una especie de cactus organiforme. Dejemos la designación
baja de “ planta espinosa”, ya que no nos importa aquí
la identificación botánica.
—La frase: "decir Nuestro Padre, Nuestra Madre”, tiene
el sentido de reconocer en el Sol y la Tierra seres superio­
res, signo de culto y servicio religioso.
—La “ acacia” de mi versión es el mizquitl del original.
Este árbol (es la Prósopis juliflora Sw.) tuvo grande im­
portancia económica y mítica en los pueblos más antiguos.
De ahí su valor religioso.
—Aparece aquí el Tlachtli por primera vez. Campo de
juego de pelota que tiene importancia mítica como pocas

82
realidades. En un comentario de ideas más que de forma,
habría muchísimo que decir.
—No es posible no conceder que hay belleza épica en la
balbuciente manera en que el combate es pintado. Debió
ser en la declamación o el canto algo más emocionante y
completo, ya que apenas se guarda el esquema por un
informante de segundo o de cuarto orden, como fueron por
lo general los que a los hispanos dieron noticias y textos.
4 Las "siete cavernas”, Chicomóztoc, juegan un gran pa­
pel en la rudimentaria historia de ¡os orígenes nahuatlacos,
más bien mitología que historia.
5 El episodio de los dos ciervos, cuyo texto tiene cier­
tas escabrosidades que el lector sabrá comprender y no
echar a mala parte, es uno de los más originales de este
poema y nos pone a los ojos la forma de costumbres de
la época que se pinta.
—Xiunel y Mimich se hallan mencionados en muchos
documentos (Anales de Cuauhtitlan, Historia de Tlaxcala
de Muñoz Camarco, Himno iv de los de Sahagún, Códice
Aubin, etcétera). Significan "Turquesa Fina” y “ Pez Flecha”.
6 La “ olla divina”, teucomitl, más tarde es identificada
con una cactácea de forma esférica —alguna o varias Mami-
larias o Equinocactus—·, está enlazada con la Diosa Madre
(cfr. himno iv de Sahagún, a Teteoinan).
7 Cuadro salvajemente hermoso. Nótese el colorismo sim­
bólico.
8 y ss. Podía ya formar parte del poema de la juventud
de Quetzalcóatl, pues habla de sus orígenes. Todo el frag­
mento es pintura exacta y muy digna de estudio de las
costumbres de aquella época remota a que se refiere.
10 Cihuacóatl, “ Mujer Serpiente”, y Quilaztli, "Fecunda-
dora de las Legumbres”, ¿son dos nombres o aspectos de
la misma divinidad materna, enlazada con la tierra y la
agricultura y, también con la guerra?
—Xiuacan, lugar de turquesas, está enlazado con Quetzal­
cóatl, como veremos en su baño, en uno de los lugares de
su detención al huir, etcétera.
11 Este fragmento en que se ponen los animales en diá­
logo y cooperación con Ce-Acatl Quetzalcóatl, hijo de Mix-
cóatl, tiene particular interés para ser cotejado con frag­
mentos análogos del Popal Vuh.
—Mito que da la explicación del origen del fuego. De­
tengámonos en su belleza, dejando aparte los datos que
aporta a la etnografía, la prehistoria, las ideas religiosas y
aun filosóficas.
12 He aqui otro mito de la formación del hombre, del
cual cabe hacer la observación anterior, en cuanto a la-
intervención de los animales.
14 En éste y en el siguiente fragmento, se ve la preocu­
pación de explicar ciertas frases doctrinales más antiguas
con la narración mítica. Aquí la frase: "De los dioses los
hombres nacieron”, y abajo: “ Con él nos hicimos fuertes.”
Podría conjeturarse que estos mitos eran una exposición
popular de ciertas enseñanzas esotéricas que se formulaban
con mayor precisión científica.
15 Otra vez la creación del maíz, con un mito diferente
del que hallamos en i, 1, 3. u. v.
17 Juego de pelota de los dioses de la lluvia. Véase la
explicación alegórica de por qué la riqueza inútil vale
menos que la riqueza usual del pan cotidiano. Los jades
y las plumas, para el rico acumulador de bienes; el maíz y
las hojas verdes de la planta, para el hombre en su juicio.
Subyace toda una teoría económica.

• Quetxalcóatl en Tula. Tomados estos fragmentos del


manuscrito de Sahagún (vid. notas 6, 7, 8 a la introduc­
ción) , y de los Anales de Cuauhtitlan (vid. núm. 22 de la
misma introducción). De uno y de otro documentos damos
aquí una versión nueva, que tiene la preocupación literaria
más que científica, esforzándose en ser exacta.
18 Nótese la prodigalidad de colores en estas descrip­
ciones. La pintura de la “ edad de oro” es digna de cotejo
con la de otras mitologías.
19 En el manuscrito de Sahagún hay otra descripción de
las casas de Quetzalcóatl, un tanto diferente de ésta, que
es de los Anales de Cuauhtitlan.
21 “ Montaña de los Extranjeros” es el cerro de Nonoaleo,
nombre común referente a las colonias de población de
lengua diferente de la de los nahuatlacos, quizá de antiguas
reliquias de otras culturas.
22 Igual observación por lo que toca a los "montes de

84
los sacerdotes" y “ monte de los artífices”. En estos datos
puede hallar el investigador de la historia preciosos indicios.
Todo el relato es de los que más carácter épico tienen.
23 Debe notarse, como comprobación a lo que digo en
el núm. 10 de la introducción de qué tan atrás venía la cos­
tumbre de los bailes con canto. Podríamos rastrear el origen
en lo más remoto y ver a qué etapa de la cultura primitiva
pertenece.
24 y ss. 9 A través de esos residuos, más bien poéticos, pue­
de presagiarse la causa de la ruina de Tula: disolución
social, hambres, pestes, guerras intestinas, invasión de ele­
mentos extraños. Una vez más, la épica es indirecto docu­
mento de la realidad histórica.
26 Tomado de la Leyenda de los Soles. Explica el por­
qué de los sacrificios de niños a Tláloc y tiene una curiosa
amalgama con los mexicanos que se apropian los mitos
toltecas y los nacionalizan absorbiéndolos.

• Huida de Quetzalcóatl. Fragmentos del mismo manus­


crito de Sahacún arriba notado (vid. núm. 2 ), así como
de los Anales de Cuauhtitlan.
27 Huehuecuauhtitlan, “ junto al árbol dé la vejez” . En
éste y en los siguientes lugares probablemente se hallan
conservados dos aspectos del poema en su sentido esoté­
rico: primeramente, el recuerdo de algunas realidades his­
tóricas, y posteriormente, el símbolo de ciertas etapas de
prueba de iniciación mística, cuyo sentido es difícil ras­
trear, pero de cuya existencia hay muchos indicios que no
es del presente lugar exponer.
—Las flautas que acompañan a Quetzalcóatl en su via­
je de huida nos dan una muestra más del carácter religioso
mágico de la música entre los antiguos pueblos de Méxi­
co, entre los cuales nunca tuvo carácter de mero esparci­
miento y, menos aún, de manifestación de arte individual.
—Las lágrimas de Quetzalcóatl en su huida dan un ras­
go de la delicadeza de sentimiento de que era capaz la
concepción poética de los indios, tan calumniados de auto­
res de una “ monstruosa civilización de sangre y muerte”,
como es voz de los vulgares historiadores de su vida.

85
28 Tlapalla, "Junto al rojo (color)", es la misteriosa
región término del viaje del héroe. Discuten los autores
acerca de su sentido. Probablemente se refiere a la región
del horizonte, que se enciende de rojo a la aurora y al
crepúsculo y que para los pueblos antiguos debió ser in­
dicio de una mítica forma de transformación, como en el
caso de Quetzalcóatl es manifiesto. La forma Tlillan-Tla-
pailan, muy común también, nos da indicio de que se trata,
en ia concepción de los poetas, de la región de la sabiduría,
de la ciencia mágica, a la letra "del negro y el rojo” , es
decir, de la escritura de los códices y lugar en que se co­
noce su significado. La frase in tilli in tlapalli: “ negro
rojo’’, es la forma idiomática del náhuatl para expresar
nuestro concepto de “escritura” .
—Toltecáyotl, término juntamente abstracto y colectivo,
equivalente a la palabra “ toltequidad”; incluye todo lo re­
ferente a la manera de vida de los moradores de Tula,
pero en especial y más en tiempos posteriores, equivale a
lo que diríamos “ bellas artes, artes de desenvolvimiento
estético”, más bien que artesanías y oficios. Lo que se halla
entre paréntesis es con toda probabilidad una glosa poste­
rior que tiene la utilidad de damos los nombres técnicos
y cuasi oficiales de las bellas artes entre los antiguos. No
es alejado de nuestro propósito darlos aquí en su forma
original: teocuitlapitzcáyotl: orfebrería; tlateccáyotl: arte ge-
maria; cuauhxincáyotl: tallado de la madera; teizolzoncá-
yotl: escultura, tallado de la piedra; tlacuilocáyotl: pintura,
tanto de códices como de cuadros murales, que no eran,
en fin de cuentas, sino códices sobre las paredes; amante-
cdyotlt arte plumaria, una de las más originales de ¡a vieja
cultura.
—Hallamos una vez más el dato de que la degeneración,
simbolizada en la bebida de licores embriagantes, fue la
causa principal que dio al traste con la grandeza cultural
que Quetzalcóatl encarna y simboliza.
29 Los tres maravillosos nevados de México se enlazaron
con el mito de la cultura: las tres montañas aquí mencio­
nadas son el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl y el Pico de
Orizaba, llamado Poyauhtécatl. Traducir por “monte ma­
tizado” es dudoso; también podría ser “humeante” .
30 El final del héroe, con la dramática transformación

86
y el concurso de todo lo bello de Anáhuac, es uno de ios
aspectos más hermosos del poema. Un verdadero cuadro
que no ha sido aprovechado por los pintores mexicanis-
tas, que yo sepa. El fragmento está formado con elementos
de Sahagiún y, principalmente, de los Anales de Cuauhti-
tlan. De ambos, o de alguna fuente común, desconocida
hoy día, es de donde tomaron los ya vulgares relatos del
poema los antiguos cronistas, como T orquemadá, Mendieta,
etcétera. Todo el poema en su integridad, aunque no
conservado completo a lo que parece, es digno de un estu­
dio más diligente. Las muestras dadas nos ayudarán a
estimarlo.

* Poema de Iluitzilopochíli. El fragmento principal (nn


31-37) está tomado de su original en náhuatl que Sahagún
guardó (manuscrito de Madrid, Palacio, f. 132 v? y ss., ed.
de Del Paso, pp. 202 y ss. En castellano, ed. 1938, i, 259-262.
Texto y versión, con notas, en Ábside, iv [1940], I1?, pp. 62-
71), y los demás fragmentos se han reconstruido a base de
T ezozómoc, Crónica mexicana', Duran, Historia de las In­
dias, Códice Ramírez, todos los cuales dan prácticamente
el mismo conjunto, aunque con variantes de detalle. De
preferencia se sigue el texto de T ezozómoc, con mutacio­
nes y enmiendas -fáciles de advertir en el cotejo, para alige­
rar las frases. Las notas a la primera parte se omiten aquí
y pueden verse en Abside, u. s.
38 y ss. Rastros de una hermosa leyenda simbólica, con la
bella idea de que México se fundó y se nutre en el corazón
de sus enemigos (núm. 42).
40 Fantasía del cuadro de la blancura, en contraste con
la sangrienta perspectiva, que ayuda a comprender cómo
en una forma horripilante de religión naturalista podía ha­
llar su camino a la belleza el pueblo azteca.
43 Tomado esté fragmento del Códice Aubin. La famosa
y vulgarísima leyenda de la fundación de México.
45 y ss. Otra forma dei mito, tomada de T ezozómoc.
47-50 Se comprende aquí una parte de un poema o re­
lato folklórico en verdadera gestación, referente a las an­
gustias de Moteuczoma Xocoyotzin. Se ha tomado de T e­
zozómoc, Crónica mexicana, cc. 104-105, incluyendo sola­

87
mente el primero de estos capítulos. Digno de estudiarse por
la contextura armónica y simetría paralelística de la forma
en que se va trazando cada cuadro. Si apareciera alguna
vez el original náhuatl, cuya traducción es la Crónica de
T ezozómoc, es seguro que se hallaría en verso: con verso
o sin verso, es hermosa poesía.
—Cincalco: “En casa de Cinteotl = Deidad del Maíz”, es
uno de los nombres míticos del paraíso occidental, o región
de la morada de la fecundidad, tanto de las plantas como de
los hombres. Según algunas leyendas, allá se refugió el mí­
tico Huémac-Quetzalcóatl. Quienes buscan locaciones a todo
trance sitúan la cueva en Chapultepec. En las leyendas de
Tezcoco se hallaba el refugio de Quetzalcóatl-Topiltzin en
la gruta de Xico. Era como una zona de refugio en las
adversidades: por esto quiere el reyezuelo supersticioso y
atormentado ir a refugiarse en Cincalco. En el cap. 105,
aquí no incluido, puede ver el curioso el desenlace de esta
historia fabulosa.
Del Ciclo Tenochca pueden aún hallarse muchos frag­
mentos perdidos en las crónicas, tales como la legendaria
obra de Tlacaelel, sin mencionar a los poemas que se con­
tienen en el manuscrito de la Biblioteca Nacional, algunos
de los cuales se recogieron en mi volumen anterior en esta
Biblioteca, vol. 11, “ Poemas de carácter heroico” .

III. C ic lo T ezcocan o

* Poema de Quetzalcóatl. La versión tezcocana de este


poema ofrece notables variantes con la de la que nos con­
servó Sahacún, arriba incluida. Aquí se ponen unos cuantos
fragmentos para cotejo y para que se vea la manera de
concepción de los acolhuas, sin disputa los más cultos, pero
también los menos afortunados. No tenemos textos en ná­
huatl y se ensaya aquí la reconstrucción a base de I xtlil-
xóchitl, Relaciones toltecas, iv y v (i, 37-68). Para la re­
construcción se hacen: omisión de sincronías que el autor
intenta, casi siempre con error; supresión de algunos comen­
tarios y aligeramiento de la frase; guardando lo más que
es posible Jas palabras del cronista tezcocano. Casos hay en
que la relación, en fragmento no corto, se puede decir que

88
se halla en versos castellanos: puede ser una pura coinci­
dencia y descuido, o puede denunciar un texto métrico en
el original que impone, sin pretenderlo, su métrica a la
versión. Bien averiguado está que la obra de I xtlilxóchitl,
contenida en el primer volumen de la edición de 1891, fue
traducida del náhuatl por Francisco Rodríguez, alguacil e
intérprete de Otumba, en 1608 (Cfr. n, 4).
—La conocida leyenda de Xóchitl no es sino una tras­
posición a la epopeya del mito religioso acerca del rapto de
Xochiquétzal por Tezcatlipoca. Si esta proyección había sido
hecha ya por el pueblo, o si la hizo el autor de las Relaciones
es algo insoluble, por falta de información.
2 No hay en los textos nada del descubrimiento del pulque
propiamente dicho. Lo que Xóchitl descubrió fue la miel
de maguey, es decir, la concentración del azúcar que el licor
extraído de los agaves contiene. No hay que calumniar a
la doncella de la leyenda de haber introducido el uso de la
bebida embriagante, sino de algo útil, como es la miel.
5 Hallamos algunos rasgos comunes a la forma de la
versión de Tenochtitlan para explicar la ruina de Tula y
varios de los prestigios que acaecen cercana tal ruina.
6 La curiosa descripción del juego de pelota, fuera de
mostrar el amor al colorido, nos pone los colores sagrados
de la religión nahuatlaca, tan importante en sus relaciones
con las cuatro zonas del universo, llamadas generalmente
por los comentadores los puntos cardinales. Una de las más
bellas representaciones de tlachtli que tenemos, proceden­
tes de épocas prehispánicas, es la de la pl. 74 del Cod. Nut-
tall. Hallamos en ella los colores aquí indicados en las
piedras preciosas: parte superior derecha del observador,
amarillo, correspondiente al jade que Ixtlilxóchitl vertió
esmeralda; izquierda, blanca, que corresponde al diamante,
quizá cristal de roca en el original; .abajo, derecha, azul,
que son los jacintos de este relato; a la izquierda, el rojo, que
son los rubíes. En el mismo Cod., pl. 80, hallamos otro
tlachtli mejor pintado con colores verde, amarillo (por blan­
co) ; rojo y azul. Indicar el significado y alcance de este
simbólico juego de pelota no es del presente lugar.

* Poema de Ixtlilxóchitl. Formado por una serie de cantos


que se incluyeron en la que es Relación novena de la His·

89
torta chichimeca breve de su homónimo descendiente (i,
pp. 145-170). Sólo se ponen aquí unos breves fragmentos.
En la Historia, contenida en el vol. II, hay ampliaciones
que ayudarán a formar idea de cuál haya sido la serie de
relatos, más o menos novelescos, contenida en los muchos
cantares que celebraron la vida de este príncipe, ya en el
tiempo del triunfo de su hijo (cfr. I xtlilxóchitl, n, caps,
xv a x ix ).
10 Este lugar de Chicunauhyocan bien pudiera ser el de
Chiconauhtla de que nos habla Vaillant, y cuyas ruinas y
planta nos da (Aztecs of Mexico, pi. 1, y principalmente,
43, que hay que ver con cuidado como muestra de un pala­
cio de aquellos tiempos. Cfr. también lo que en el texto
dice acerca de é l).
—Acolmiztli es el nombre que se da en los viejos docu­
mentos a Nezahualcóyotl, llamado de este último modo
quizá como sobrenombre que sus andanzas le merecieron.
Propiamente el nombre de Acolmiztli significaría únicamente
“ Gato acolhua”, pero el descendiente le da la interpreta­
ción que quizá era tradicional.
—La razón de la enemistad de Chalco y Otumba hacia
el gobernante de Tezcoco tiene la explicación natural de
pueblos subyugados que luchan por ser libres. Ambos luga­
res fueron asiento de comunidades bastante adelantadas en
el progreso relativo de sus tiempos. Ambas pueden dar mu­
chas sorpresas a quien investigue, sea en el campo arqueo­
lógico, sea en el de la documentación, algo de su remoto
pasado.

• Poema de Nezahualcóyotl. El más abundante en episo­


dios novelescos —que vale tanto como decir que épicos, ya
que la novela no es sino la épica en overol—, se toma tam­
bién de la documentación de I xtlilxóchitl. Los fragmentos
aquí contenidos —más breves de lo que quisiéramos— son
de la Décima relación, con algunos datos de la Historia (i,
170-219, y ii , caps, xxii a xxviii) .
14 Toteocintecutli, cacique de Chalco, tiene bastantes da­
tos referentes a su historia y ruina en Cant. Méx., v. gr.
en el que comienza en f. 31 v1?.
18 Uno de los más curiosos episodios de las peregrina­

90
ciones del príncipe tezcocatío, en el cual podría hallarse un
símbolo de su legendaria vida de guenero y poeta.

* Poema de Chalco. El primer fragmento que se halla


en la edición de I xtlilxóchitl (i, 241-256), bajo el nombre
de Guerra de Chalco, se tomó de un manuscrito del Archi­
vo General de la Nación, como aparece por una nota del
editor. Forma una unidad orgánica llena de bellas suge­
rencias para reconstruir sobre ellas un poema largo, que
es el que creo haya cantado esta pane de la vida de Neza­
hualcóyotl. Sólo se pone aquí un trozo bien pequeño. Puede
leerse todo el relato con interés en el lugar citado arriba.

IV. Ciclo T laxcalteca

El más pobre en esta antología. No he querido dejar de


poner alguna representación de él. No es que no haya
mayor documentación, sino que es más difícil aprovecharla
y, para el intento actual, me pareció bastante dar aquí sólo
una muestra.
Toda la documentación reposa en la Historia de Tlaxcala,
de D iego Muñoz Camargo, cuyas páginas en la edición de
1892, indicaré aquí:
1 Se halla en p. 33. Texto corregido levemente.
2 Se halla en p. 62 y ss. Otra explicación del origen de
los sacrificios humanos, digna de ser comparada a la de los
fundadores de Tenochtitlan.
3 El curioso episodio de Tlahuicole se halla en la p. 124 y
ss. También hacen referencia a él T orquemada y otros
autores, pero parecen fundarse todos en este informe de
Muñoz Camargo.
En una obra compendiaria, como es ésta, de necesidad
se han de hallar lagunas, que pueden ser completadas en
la lectura de la bibliografía que se indica adelante. Basta
haber señalado a la atención de los estudiosos la existencia
del problema de la Épica Náhuatl y los caminos para es­
tudiarlo. La solución plena supone aún muchas investiga­
ciones, tanto en los manuscritos como en los impresos de
la antigua cultura.

91
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

No cabe en obra elemental, como es la presente, una


bibliografía integral del asunto, pero tampoco puede pasar­
se enteramente por alto la mención de obras que ayuden a
aclarar y completar los varios temas que se estudian aquí.
Pongo en seguida la referencia de las obras que más pue­
den servir para quien se interesare por la ampliación de sus
conocimientos en la particular arista de la antigua cultura
que aquí hemos tratado de perfilar.
Anales de Cuauhtitlan (Códice Chimalpopoca). Importante
escrito en lengua náhuatl, útilísimo para el estudio de la
materia épica. Manuscrito de 1570. Ed. del Museo Nacio­
nal. México, 1885. Apéndice. Mala traducción sin el tex­
to. El texto y la versión alemana, bastante bien, aunque
no hecha con fines literarios, por W alter L ehmann: Die
Geschichte der Konigreiche von Colhuacan und Mexico
(Quel. z. Alten Gesch. Amerika), Berlín, 1938.
Aubin, Códice. La parte explicativa en lengua náhuatl con­
tiene algunos relatos bastante amplios, restos de viejos
cantares, a mi juicio; es de utilidad para el estudio de la
materia. Manuscrito de 1576, dado a luz por J. M. A ubin,
suya es la traducción francesa, bastante correcta, bajo el
nombre: Histoire de la Nation Mexicaine depuis de
le depart d'Aztlan... París, 1893. También, una edición
incorrecta y una pésima versión del náhuatl editadas por
A. Peñafiel, México, 1902.
Brinton, Daniel G. Ancient Nahtutl Poetry, Filadelfia, 1890.
Contiene 27 poemas, con versión y notas. Mala transcrip­
ción, traducción fantástica.
— Rig-Veda Americanas. Filadelfia, 1890. Igual en cualida­
des a su anterior.
Caso, Alfonso. La religión de los aztecas, México, 1936.
— Trece obras de arte. México, 1938.
— “El Paraíso Terrenal en Teotihuacán” , en Cuadernos
Americanos, núm. 6. México, 1942.
Todas Utilísimas para el conocimiento del medio y de
las ideas de los autores de estos poemas.
Chilam Balam de Chumayel. Escrito en lengua maya, pro­
veniente de la cultura maya, con elementos prehispáni-
cos en su contenido, aunque mezclados con otros poste-

92
riores. Sumamente importante para el cotejo con este otro
género de poesía de la altiplanicie, ya que se halla for­
mado en parte por antiguos cantares mayas. La edición
de la Biblioteca del Estudiante Universitario, vol. 21, Mé­
xico, 1941, reproduce la excelente versión de Antonio
Médiz Bolio, dada a luz en San José de Costa Rica, 193Θ.
Chilam Balam de Maní y Tizimin. Escrito análogo al ante­
rior, comenzado en 1542, pero con elementos antiguos.
La misma utilidad para el cotejo que el anterior. Ed.
Crónicas Mayas, Mérida de Yucatán, 1940.
Chimalpáin Cuatlehuanitzin, Domingo Francisco. Anales
que abarcan de 1528 a 1612, con colorido muy suyo, por
haber sido redactados en la parte antigua a base pro­
bablemente de cantares. Publicadas solamente las Re­
laciones 6’ y 7* bajo el titulo: Anales. Sexiéme et Septiéme
relations, traducidas y editadas por Rémi Siméon, París,
1889. Buena traducción, aunque superada por la de Seler,
en la 7* en parte contenida en Einige Kapitel. . . de Sa-
hagún, 1927, pp. 447-452.
DurAn, fray Diego, O. P. Historia de las Indias de Nueva
España. 2 vols., México, 1867 y 1880. La más sabrosa
crónica de la vieja cultura, escrita a base de documentos
en náhuatl y de datos directos del autor que vio y cuenta
mucho de los residuos de la poesía de su tiempo. Escrita
entre 1579 y 81.
Garibay Κ., Angel María. "La épica azteca", en Abside, tv
(1940).
— Poesía indígena de la altiplanicie. Biblioteca del Estu­
diante Universitario, vol. 11, México, 1940.
I xtlilxóchitl, Femando de Alva. Obras históricas, 2 vols,
México, 1891 y 1892. Obra valiosa por los datos histó­
ricos, pero más por los literarios. Hecha a base de docu­
mentos de la región de Tezcoco, primariamente escrita en
náhuatl y fundada en pictogramas y cantares, lo mismo
que en información directa de antiguos indagadores indios.
Traducida al castellano por persona diferente del autor
y terminada por el 1616. Una de las más ricas fuentes para
nuestra materia.
Lehmann, W. (Vid. Anales de Cuauhtitlan) . Y además: Ein
Tolleke Klagegesang, en Festschrift Eduard Seler, Stutt-

93
gart, 1922. "Una elegia tolteca”, vers, de P. R. Henrichs,
México, 1941.
Mendoza, Vicente T. Romance y corrido. Ed. de la Uni­
versidad Nacional Autónoma, México, 1939. Muy útil para
ver el proceso de la parte musical superviviente, aunque
difícil de deslindar, de la antigua música que pudo acom­
pañar a esta manera de poesía.
Mengin, Ernest. Unos Anales históricos de la nación mexica­
na. Berlín, 1939 (Arch. Bessler). Importantísimo por su
carácter indio. Escrito en 1528, por un testigo de la con­
quista, nativo de Tlaltelolco. No se ha publicado en cas­
tellano. La edición contiene el texto náhuatl.
— con K. P reuss. Die Mexikanische Bilderhandschrift. Histo­
ria Tolteca-Chichimeca. Berlín, 2 vols., 1937, 1938. Impor­
tantísimo para los asuntos de Cholula y Tula.
Motolinía, fray Toribio, O. F. Μ. Historia de los indios de
Nueva España. Ed. Icazbalceta, México, 1858. Ed. Bar­
celona, 1914. Reimpresa la de Icazbalceta, en México, 1941
(Chávez -Hayhoe) . Importante para el conocimiento del
ambiente cultural. Escrita por 1542 y ss.
— Memoriales. París, 1903. Recopila elementos que no
aprovechó en la Historia anterior. También con datos
notables.
Muñoz Camargo, Diego. Historia de Tlaxcala, México, 1892.
Documento útilísimo para lo referente a Tlaxcala. Escri­
to en el siglo xvi.
N uttall, Zelia. The Book of Life of the Ancient Mexicans.
Berkeley, 1903.
Olmos, fray Andrés, O. F. M. Historia de los mexicanos por
sus pinturas. Ed. Icazbalceta, México, 1891. Reimpr. Méxi­
co, s. a. (1942) (Chávez Hayhoe).
— Origen de los mexicanos. Ed. Icazbalceta, México, 1891.
Reimpr. México con el anterior. Ambos fragmentos, su­
mamente importantes para la historia de cosas e ideas,
no se sabe con certeza a quién se deben. Hay buena pro­
babilidad para atribuirlos a la gran obra perdida de fray
Andrés de Olmos. Utilísimos para la reconstrucción de los
poemas; ciertamente una de las fuentes de información.
Paso y T roncoso, Francisco del. Leyenda de los Soles. Ma­
nuscrito del año 1558. Texto importante para el conoci­

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miento de estos poemas, a base de los cuales está forma­
do. Florencia, 1903.
Peñafiel, Antonio. Ed. de Cantares mexicanos, manuscrito
del siglo xvi que es copia de otros anteriores manuscri­
tos refundidos en él. Gran abundancia de poemas de ca­
rácter épico, de los cuales se dieron algunos en Poesía in­
dígena de la altiplanicie. Hay material para mayor estudio
y conocimiento más íntimo de este asunto. México, 1904.
Ed. fototípica.
P omar, Juan B. de. Relación de Tezcoco. Escrita en 1582.
Muy importante para el conocimiento de la materia. Ed.
Icazbalceta, México, 1891. Reimpr. México (s. a.) (1942)
(Chávez Hayhoe).
Popol Vuh. Importantísimo repertorio de poemas en maya,
necesario para el cotejo con esta manera de poesía. Ed.
de la Biblioteca del Estudiante Universitario, vol. 1, 1939.
Traducción de otra traducción francesa. Es indispensa­
ble que los mayistas elaboren una directa y con suficiente
conocimiento de causa. Probablemente en el orden pura­
mente literario es el documento más importante de la
América prehispánica. En sus elementos constitutivos hay
unos que pueden relacionarse directamente con algunos
nahuatlacos.
P reuss, Κ. T . Vid. Mengin, 2Í> lugar.
Ramírez (Códice) . Documento del siglo xvi atribuido al P.
Tovar. Probable versión de un antiguo manuscrito hoy
perdido, que más tarde aprovecharon varios cronistas, tales
como Durán, Tezozómoc, el P. Acosta, etcétera. La ven­
taja única de este relato en la forma en que se ha llama­
do Códice Ramírez, es que está en más buen castellano
que el de la misma materia de Durán y Tezozómoc. Ed.
México, 1878, Reimpr. México, Ed. Leyenda. 1944.
Sahagún, fray Bernardino de, O. F. M. Historia de las cosas
de la Nueva España. México, 1829, 3 vols. Reimpreso en
México, 1938, ed. Robredo. La obra más completa acerca
del pasado nahuatlaco. No editada aún críticamente. Para
mejor entender esta obra es necesario acudir a la docu­
mentación original en que se basa.
—Códices matritenses. Ed. en facsímil de los manuscritos
de la Academia de la Lengua y del Palacio de Madrid. Ed.

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por Del Paso y Troncoso, S vols., 1904 y ss. Medio único
de acudir a la fuente original en náhuatl.
— Einige Kapitel aus dem Geschichtswerk des. . . Ed. y ver­
sión alemana de Ed. Seler, Stuttgart, 1927. Muy útil en
cuanto a la reproducción del texto, que no se limita a
los manuscritos de Madrid, sino tiene en cuenta los flo­
rentinos. Buena versión, por lo general, sin que esté libre
de fallas. No contiene sino “algunos capítulos” , pero, en­
tre ellos, todo el poema de Quetzalcóatl, y el bello libro
de la Conquista de México, digno de ser conocido como
una manera de historia épica. De éste hay una versión
castellana, hecha sobre la traducción alemana de Seler,
que se halla plagada de errores, en el vol. 5? de la edi­
ción de 1938. Puede, a pesar de sus errores, dar una
idea lejana de lo que es el original, que con el manus­
crito publicado por Mengin (1er. lugar), es lo más autén­
tico que tenemos en lengua náhuatl acerca de la Con­
quista.
S o u s t e l l e , Jacques. Mexique, Terre Indienne. París, 1936.
Útil para el cotejo con el presente, tanto de los cantos
como de la rudimentaria tentativa de teatro.
— "Canciones otomíes.” En Journal de la S. des Americanis-
tes. Paris, Nouv. Ser. xxvn (1935), pp. 303-324. Aunque
no directamente relacionado con nuestro asunto, sí muy
útil para percibir la supervivencia del ritmo y corte de
los cantos populares en una lengua que no es el náhuatl,
pero se halló en contacto muy íntimo con la cultura de
los nahuatlacos.
Spencer, Lewis. The Gods of Mexico. Londres, 1923. Nece­
sario para un conocimiento general de la religión de los
antiguos pueblos de raza náhuatl, sin el cual no es po­
sible comprender bien cualquier texto antiguo. Aunque
tiene deficiencias y lagunas, no ha sido aún superado.
T e z o z ó m o c , Hernando. Crónica mexicana. Terminada en
1598, hecha a base de antiguos documentos originales, en­
tre los cuales se hallaba el llamado Códice Ramírez (vid.
sup.) Tiene su originalidad propia, pues hay datos que
no son del Códice Ramírez y mucha más información
que Durán y otros. Ed. México, 1878. Reimpr. en Méxi­
co, 1944, Ed. Leyenda.
T hevet, André. Histoire du Mechique. Manuscrito francés

96
del siglo xvi, publicado por De Johnghe, en Journal de
la S. des Americanistes, Nouv. Ser. u (1905), pp. 8-41.
Importante documento de una procedencia no averigua­
da del todo, pero a base de un texto español de algún
misionero primitivo. Muy importante para el conocimien­
to de las ideas y mitos.
T oscano, Salvador. Arte precolombino de México y de la
América Central. Ed. de la Universidad Nacional de Mé­
xico, 1944. Para la comprensión exacta del pasado de
México, sin la cual no es posible avalorar esta manera
de poesía, nada ayudará tanto como la lectura del pre­
sente libro, con tan admirable tino escrito. No se trata
de reflexiones más o menos bellas, sino de un serio,
hondo y sistemático estudio de las otras bellas artes,
hermanas de la poesía y la música: únicas ausentes en
él. Aunque la modestia de su autor le llama a veces ma­
nual —y lo es si se mira la infinita abundancia del mate­
rial—, más merece el nombre de enciclopedia del arte
prehispánico.
T orquemada, fray Juan de, O. F. M. Monarquía indiana.
3 vols., Madrid, 1723. Reimpr. facsimilar en México, 1943-4.
Aunque pesada en su redacción y de muy segunda mano
esta obra, tiene el mérito de conservar documentos que
perecieron y que sólo en ella hallamos de alguna manera
incluidos. Sobre nuestro asunto no son pocos los datos
que suministra.
Vaillant, George C. Origin, Rise and Fall of the Aztec
Nation. Garden City, 1941. Trad, castellana bajo el nom­
bre de La civilización azteca, en México, 1944. Ayuda a
formar una idea bastante exacta de la antigua cultura
azteca y demás pueblos corraciales. Deficiente en la parte
propiamente referente a nuestro asunto, el cual apenas
es tratado y muy de ligero.
Veytia, Mariano. Historia antigua de México. México, 1836,
3 vols. Reimpr. en México, 1944, 2 vols. Buen resumen
aunque muy difuso, y aun confuso, de viejos documentos
y crónicas. No deja de ser útil.
ÍN D IC E

I n t r o d u c c i ó n ............................................................. v

I. T e m a s s a g r a d o s
C reación de las c o s a s .................................. 1
P oem as s o l a r e s ................................................ 6
F ragm entos d e poem as d e T lá lo c y X o -
c h i q u é t z a l .......................................................15

II. C i c l o t e n o c h c a
P oem a d e M i x c ó a t l .................................. 19
Q u etzalcóatl en T u l a .................................. 29
H u id a d e Q u e t z a l c ó a t l ........................... 38
P oem a d e H u i t z ilo p o c h t l i ........................... 42

III. C i c l o t e z c o c a n o
P oem a d e Q u e t z a l c ó a t l ........................... 57
P oem a d e I x t l i l x ó c h i t l .................................. 61
P oem a d e N ezah u a lcóy otl . . . . 66
P oem a d e C h a l c o ......................................... 71

IV . C i c l o t l a x c a l t e c a
C iclo t l a x c a l t e c a .........................................73
N otas e x p l i c a t i v a s ......................................... 77

99
Épica náhuatl, editado por la Dirección General
de Publicaciones, se terminó de imprimir en la
Imprenta Universitaria el mes de febrero de
1994. Su composición se hizo en tipo
Baskerville de 10:12, 8:10 puntos. La edición
consta de 15 000 ejemplares en papel cultural
de 44.5 Kg.

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