Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Francisco Arriaga - CTLLL - VIIII Lela
Francisco Arriaga - CTLLL - VIIII Lela
Lela.
A Simitrio y Adriana, en espera venturosa.
Siete minutos después ella supo cómo debía nombrarla: ‘Lela’. Manuel no puso objeciones, ‘si
quieres que se llame Lela, Lela se llama’.
Con sonrisas en los labios recibieron la noticia, y la espera de ocho meses y medio tuvo
finalmente su recompensa: un cuerpecito rosado, ojos color miel, unos pulmones a prueba de
silencio. Noche tras noche al pedir el biberón su llanto estremecía desde los cimientos hasta el
techo de la casa, llenando rincones y abarcándolo todo. Poco a poco nuevos ritmos fueron
imponiéndose, el método de las comidas a tales horas, las costumbres de los relojes
despertadores con diferencias de cinco o diez minutos, las compras de un bote de leche extra ‘por
si las dudas’.
La visita a los abuelos transcurría dominicalmente como una pequeña colección de momentos
para recordar aunque con tantos era común traslapar uno sobre otro. Nacieron leyendas,
recuerdos falsos, verdades a medias. La furia del llanto agudo, del llanto flautín, fue templándose
hasta adquirir un tono más grave y sostenido, diáfano.
La abuela fue quien lo dijo primero: ‘Pobrecita, con ese nombre va a ser la burla de toda la
escuela. Es lindo, pero aquí en México…‘ Entonces meneaba la cabeza de un lado para otro,
soltando un suspiro quejumbroso instantes después. Manuel conciliaba, ‘no es para tanto mamá,
Lela se llamó desde el principio, y contra eso nada podemos hacer’.
Ni Alexandra ni él habían reaccionado de inmediato meses atrás, cuando apenas llegado el
doctor a la sala de consulta les mostró los resultados del ecosonograma y les descerrajó la noticia:
es una niña. Y viene con todo en su lugar, como debe de ser.
Quedaron en silencio algunos minutos –siete, según la cuenta de Manuel‐ hasta que ella
murmuró ‘Lela’. Desde ese momento la imaginó Manuel: sus seis años, sus quince años, el día en
que la entregaría ante el altar. ‘Ojalá entonces aún pueda uno casarse por la iglesia… o de perdido
por lo civil. Con las cosas como están, ya no se sabe…’
***
Manuel pensó que cuatro años habían pasado rápido, Alexandra fue quien lo dijo: ‘en un par
de meses habrá que llevarla al jardín de niños. Qué rápido ha crecido.’
Francisco Arriaga. © Todos los derechos reservados.
Francisco Arriaga – Cuando termine la lluvia 56
Manuel tuvo la idea.
Después de ese día ya no pudo dormir bien por las noches; cuando Alexandra lo escuchó
guardó silencio. ‘Si quieres puedo esperar para que le des la noticia a mis suegros’ respondió
Alexandra momentos después. ‘Nó. Avísale tú a tus papás, mañana por la mañana hablo con los
míos’ fue la respuesta de Manuel.
También algo cambió en Alexandra.
En sus ojos, en su voz y en su cabello Manuel parecía encontrar estrellas, tierras y jardines
bajo cielos limpísimos que nunca había visto en México. Por alguna razón afinó sus sentidos,
explosión multicolor simultánea y potente. Escuchar la voz de Alexandra era encontrar la
respuesta al llamado ciego de la tierra, emprender el vuelo se tornó imperativo.
‐¿Es sólo por su nombre, o hay algo más?
‐No lo sé, mamá. Manuel no ha dormido bien y ya sé que eso presagia problemas. …Aunque
esta vez las cosas son distintas, creo que ha encontrado algo que no sabía que buscaba.
‐Si Manuel no quiere venir a despedirse de nosotros, no le discutas, acepta su decisión sea
cual sea. Lelinha nació aquí, pero no es de aquí. Todos lo sabemos.’
Para acostumbrarse al campo, hay que vivir en el campo. Para acostumbrarse al mar, hay que
navegar. Y por las noches, mientras las horas alteraban la posición de las estrellas, Manuel sentía
el hormigueo en su cuerpo; abrazar a Alexandra era ceñir las llanuras, los ríos y el murmullo de
esas voces susurrantes, bocas de labios entreabiertos y lenguas de cristal.
Veintisiete días más tarde la franja de tierra que apareció sobre el horizonte comenzó a
crecer, adquiriendo un color oscuro. El viento cargado de sal se estrellaba en los pómulos
resecando los labios, y aunque eran las seis de la mañana, los pasajeros del barco ya estaban todos
de pie, recargándose en las barandillas, esperando el momento de atracar en el puerto. Le dieron
un nombre a la franja de tierra: Lisboa.
Antes de dar el primer paso por la escalerilla de descenso, Manuel sintió la cercanía de
Alexandra, el aroma suave de su cuerpo cálido. Poco después, Lela preguntó si ya habían llegado.
‘Sí. Por fin llegamos a casa’, dijo Manuel.
Francisco Arriaga. © Todos los derechos reservados.
Francisco Arriaga – Cuando termine la lluvia 57
Cuando termine la lluvia
Cuentario
México, Frontera Norte.
10 de Noviembre de 2009.
Todos los derechos reservados.
Francisco Arriaga.
Per aspera ad astra.
Francisco Arriaga. © Todos los derechos reservados.