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Qué es una ideología

de género?
Por JULIETA LEMAITRE · 11 DE AGOSTO DE 2016

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El debate a la cartilla del Ministerio de Educación tiene por lo


menos dos dimensiones.

En una dimensión, cercana a lo que en los países anglo-parlantes


se ha llamado la política post-verdad (o las simples mentiras,
entre nosotros.) La cartilla existe pero no es la cartilla homo-
erótica anunciada, y en la medida en que esto es una falsedad, el
único interés que tiene para una persona reflexiva es meditar
sobre el potente uso de las post-verdades (o mentiras) en la
política actual, y el uso de mentiras y verdades a medias para el
linchamiento moral del oponente. Allí no puede uno menos que
maravillarse ante la ironía que genera el hecho que una posible
cartilla contra el matoneo, despierte lo que es una dinámica
reconocible de matoneo, con todo y su proclividad a la mentira,
contra un objeto corriente de matoneo (la joven lesbiana de las
gafas.)
En otra dimensión sin embargo podría uno dejar de lado el
interés moralizante en el uso de la mentira en la política, y las
verdades que oculta, y tomarse más en serio la acusación de que
la cartilla del Ministerio y Naciones Unidas (de dibujitos menos
interesantes que los de la homo-erótica publicada por los medios)
contiene una ideología de género. Y que los profesores y padres
de familia tienen derecho a resistirse a esta ideología, sea por
libertad de cátedra y enseñanza, sea por libertad religiosa y de
culto.

El término ideología de género, a pesar que aquí lo usan también


las iglesias cristianas es, hasta donde le puedo seguir la pista,
propio de la Iglesia Católica. Bajo la anterior administración de
los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, siendo Benedicto XVI
parte importante del gobierno de Juan Pablo II, se usó a menudo
a esta expresión, que ha perdido vigencia, pero no desaparecido,
bajo Francisco. Para los anteriores Papas, como para los sectores
conservadores en el catolicismo que siguen esa orientación, la
ideología de género se refiere precisamente a la idea
(reproducida en la cartilla realmente existente) que la identidad
sexual de las personas, así como los roles de género, son
socialmente construidos y no eternos, esenciales y asignados por
Dios.

En suma, para una educación católica conservadora, es


profundamente ofensivo decir que las características femeninas
son definidas por la sociedad y la historia, y no por Dios, o que
las personas pueden nacer en un sexo y decidir ser de otro.
También lo es decir que el deseo homosexual es natural, y
respetable, ya que para los católicos conservadores el deseo
homosexual, al perturbar la idea de una identidad sexual
claramente definida, es una inclinación al mal, una inclinación a
violentar la voluntad divina.

Por supuesto muchos católicos (y cristianos) pueden estar en


desacuerdo con los conservadores católicos y cristianos, y decir
en cambio que el amor de Dios y el mandato a la caridad y la
compasión precisamente exigen el tipo de comprensión y dulzura
al que llama la cartilla. Esta diferencia existe en el seno de la
Iglesia católica, como supongo al seno de algunas otras iglesias,
y no obsta para la persistencia del problema más amplio, que no
es religioso sino ciudadano.

Existe una tensión ineludible entre la enseñanza constitucional


sobre la identidad sexual (donde la identidad sexual es
socialmente construida y la libertad humana incluye el escoger
una identidad sexual) y la enseñanza religiosa (donde la
identidad sexual se ubica en los genitales que se tiene al nacer
por voluntad de Dios.) Existe una tensión ineludible entre el
rechazo religioso al deseo homosexual, y su protección por parte
del Estado constitucional.

¿Cómo resolver esta tensión? ¿A qué tienen derecho los niños y


niñas? Esta creo es una pregunta difícil, incluso si uno parte del
hecho ineludible que el Ministerio de Educación es un ministerio
técnico, cercano a la ciencia más que a la fe religiosa, y sujeto a
la ley y a la Constitución.

La primera dimensión del problema de las cartillas es fácil. El


uso de la mentira como parte de una lucha por la favorabilidad
en la opinión pública en un momento de polarización política es
inaceptable. La política educativa debe partir de los principios
compartidos por todos los sectores de ser fieles a la verdad,
exigentes con la transparencia, pero también razonables
y tolerantes en la búsqueda de la mejor educación para nuestros
hijos e hijas.

Pero superada el problema fácil del rechazo a la post-verdad, las


preguntas de difícil respuesta abundan. Por ejemplo: ¿Es la Corte
Constitucional el único intérprete autorizado de la Constitución,
o lo son también otros órganos del poder público, como la
Procuraduría o el mismo gobierno? ¿Bajo nuestro régimen
constitucional, pueden los padres de familia guiar la educación
de sus hijos en los colegios a partir de sus convicciones religiosas
incluso si estas convicciones religiosas indican la superioridad
de una orientación sexual particular? ¿Puede el gobierno indicar
que estas convicciones son erradas?

El impacto de la protesta sería más duradero si se enmarcara en


esta segunda dimensión del problema de la cartilla. Pero por las
fotos, lo que ha abundado es la ofensa personal a la Ministra
porque es lesbiana. Y con el odio, el fanatismo. Y los que quizá
tienen razones que vale la pena debatir, razones sobre su fe, lo
que han hecho es alimentar las llamas de un odio que por
conocido no deja de ser macabro. E inmanejable. Creo que los
mejores entre ellos, entre los cuales cuento buena parte de la
jerarquías católicas, se arrepentirán de haberlo hecho.

11 DE AGOSTO

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