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En Miqueas, existe una expresión casi definitiva del problema. Los tres
elementos imprescindibles son: 1. La revelación de Dios; 2. La acción del
hombre; y 3. El reconocimiento de Dios. En resumen, el profeta se alza frente
a la religión, en nombre del Señor, siendo su revelación lo que rompe con la
religión humana y abrir para el creyente un espacio distinto. El escenario
principal parte de una iniciativa, en el que la acción del hombre sobre Dios,
tiene el fin de provocar una reacción favorable para el hombre. Sin embargo,
la acción del profeta lleva a cabo un proyecto distinto: el primero que actúa
es Dios, quien hace valer al hombre sin consideraciones o méritos. Lo que
espera Dios del hombre es que no deje de reconocer el carácter nuevo de la
relación. Este espacio no lo puede concebir la religión, por lo que se abre
espacio para una ruptura; el profeta corrige la relación, en tanto, fe. Y esto
implica actuar con justicia, ser humilde, amar. La tarea del profeta es
recordar y reconocer los actos de Dios, permitiendo un espacio diferente en
el que la justicia de Dios hace vivir al hombre: es la Vida en favor del hombre
donde la Justicia de Dios nunca deja de actuar. En síntesis, no es ante Dios
sino con Dios. Es la manera en que el hombre se redescubre a sí mismo a
través de Dios.
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Unidad 1, lectura 4 3