Resumen del texto Los ideales de la modernidad. Capítulo IV del libro de moral social de José Román Flecha.
El texto los ideales de la modernidad pone de relieve la importancia
que aún tienen en el mundo globalizado los ideales modernos de libertad, igualdad y fraternidad. Ellos, en efecto, son producto de la civilización cristiana surgida de la fe en el Dios hecho hombre: Jesús. Sin embargo, apunta el texto, es necesario preguntarse qué significa exactamente cada uno de estos conceptos. Desde el magisterio, León XII afirma que la libertad “no es otra cosa que la facultad de elegir entre los medios que son aptos para alcanzar un fin determinado, en el sentido de que el que tiene facultad de elegir una cosa entre muchas, es dueño de sus propias acciones (en Libertas praestantissimum). El Concilio Vaticano II retoma el ideal de libertad excluyendo sin embargo la definición del liberalismo occidental como capacidad de decisión. Tampoco acepta la del socialismo real que entiende la libertad como la aceptación de un sistema de economía programada por el estado. Al contrario, el texto alerta contra la libertad constituida como autonomía y esta, a su vez, en dogma; un dogma que a su vez el posmodernismo ha situado más allá de la axiología. La libertad no es sólo un derecho. Toda libertad contiene en sí, ontológicamente, una obligación. La Veritatis Splendor contesta la opinión contemporánea que procura reivindicar la autonomía axiológica como si dicha libertad (y la razón) humanas fuesen las creadoras de valores morales (VS 40-41). El concilio Vaticano II propone una libertad desde la antropología, una antropología con Cristo al centro y en la que es a la luz de la fe que se puede entender el diseño del creador. Esta noción es acorde con la de Santo Tomás quien pensaba que el libre albedrío es propiedad de la voluntad (y por tanto de la inteligencia) y que sólo puede ser tal orientada al bien humano. En otro orden filosófico, el texto habla de la igualdad desde el punto de vista de la dignidad. Implica, sobre todo una igualdad ante la ley que, en su momento, dio origen al nacimiento del estado nación y de ahí hasta la concepción del estado contractual que dio origen a la Revolución Francesa. Sin embargo, nuevamente León XIII afirma que la igualdad sólo puede ser verdadera cuando alcance los “horizontes de una igualdad universal.” Dicha igualdad no puede olvidarse del ser que es fundamento de la dignidad única e irrepetible del ser humano pues si se proclama la igualdad en un contexto de subjetividad no se puede sustraer de las violaciones que se desprenden de dicha visión subjetiva del ser humano. Por último el texto habla del más eminentemente cristiano de los tres conceptos que erróneamente se identifican con una revolución francesa que tiene más de salvaje que de liberadora, la fraternidad. La fraternidad es tal en la medida en que somos en el otro, que abrimos los ojos y no negamos pan al hambriento, agua al sediento o cultura al iletrado. La fraternidad es una vocación. Un llamado de Dios a hacernos hermanos en el hermano mayor que es Cristo Como conclusión es importante decir que la libertad, la igualdad y la fraternidad no pueden estar basadas ni en el legalismo ni en un nuevo colonialismo. Si Jesús se negaba en las discusiones con los fariseos a ser atrapado en legalismos absurdos, lo mismo debe suceder cuando se habla de estas tres nociones que Jesús mismo vino a traer al mundo, no los revolucionarios franceses; la libertad, la igualdad y la fraternidad.