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Fernando Zamora

Resumen del texto Los ideales de la modernidad. Capítulo IV del libro de moral social de
José Román Flecha.

El texto los ideales de la modernidad pone de relieve la importancia


que aún tienen en el mundo globalizado los ideales modernos de
libertad, igualdad y fraternidad. Ellos, en efecto, son producto de
la civilización cristiana surgida de la fe en el Dios hecho hombre:
Jesús. Sin embargo, apunta el texto, es necesario preguntarse qué
significa exactamente cada uno de estos conceptos. Desde el
magisterio, León XII afirma que la libertad “no es otra cosa que la
facultad de elegir entre los medios que son aptos para alcanzar un
fin determinado, en el sentido de que el que tiene facultad de
elegir una cosa entre muchas, es dueño de sus propias acciones (en
Libertas praestantissimum).
El Concilio Vaticano II retoma el ideal de libertad excluyendo
sin embargo la definición del liberalismo occidental como capacidad
de decisión. Tampoco acepta la del socialismo real que entiende la
libertad como la aceptación de un sistema de economía programada
por el estado. Al contrario, el texto alerta contra la libertad
constituida como autonomía y esta, a su vez, en dogma; un dogma
que a su vez el posmodernismo ha situado más allá de la axiología.
La libertad no es sólo un derecho. Toda libertad contiene en sí,
ontológicamente, una obligación. La Veritatis Splendor contesta la
opinión contemporánea que procura reivindicar la autonomía
axiológica como si dicha libertad (y la razón) humanas fuesen las
creadoras de valores morales (VS 40-41).
El concilio Vaticano II propone una libertad desde la
antropología, una antropología con Cristo al centro y en la que es a
la luz de la fe que se puede entender el diseño del creador. Esta
noción es acorde con la de Santo Tomás quien pensaba que el libre
albedrío es propiedad de la voluntad (y por tanto de la inteligencia)
y que sólo puede ser tal orientada al bien humano.
En otro orden filosófico, el texto habla de la igualdad desde el
punto de vista de la dignidad. Implica, sobre todo una igualdad ante
la ley que, en su momento, dio origen al nacimiento del estado
nación y de ahí hasta la concepción del estado contractual que dio
origen a la Revolución Francesa. Sin embargo, nuevamente León XIII
afirma que la igualdad sólo puede ser verdadera cuando alcance los
“horizontes de una igualdad universal.” Dicha igualdad no puede
olvidarse del ser que es fundamento de la dignidad única e
irrepetible del ser humano pues si se proclama la igualdad en un
contexto de subjetividad no se puede sustraer de las violaciones
que se desprenden de dicha visión subjetiva del ser humano.
Por último el texto habla del más eminentemente cristiano de
los tres conceptos que erróneamente se identifican con una
revolución francesa que tiene más de salvaje que de liberadora, la
fraternidad. La fraternidad es tal en la medida en que somos en el
otro, que abrimos los ojos y no negamos pan al hambriento, agua al
sediento o cultura al iletrado. La fraternidad es una vocación. Un
llamado de Dios a hacernos hermanos en el hermano mayor que es
Cristo
Como conclusión es importante decir que la libertad, la
igualdad y la fraternidad no pueden estar basadas ni en el legalismo
ni en un nuevo colonialismo. Si Jesús se negaba en las discusiones
con los fariseos a ser atrapado en legalismos absurdos, lo mismo
debe suceder cuando se habla de estas tres nociones que Jesús
mismo vino a traer al mundo, no los revolucionarios franceses; la
libertad, la igualdad y la fraternidad.

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