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“PSICOTERAPIA Y FENOMENOLOGÍA” EL TRABAJO CON CONSTELACIONES FAMILIARES
1. Lo terapéutico en las constelaciones familiares Desde los años 1980, Bert Hellinger
ha venido desarrollando un método de trabajo psicoterapéutico con un variado grupo
de cuadros psicológicos: desde las profundas esquizofrenias y depresiones, pasando
por enfermos de cáncer, el tema de la adopción y sus consecuencias, las víctimas del
Holocausto en la Segunda Guerra Mundial, las cotidianas preguntas sobre el sentido,
las relaciones de pareja, los disminuidos, etc. El espectro lo abarca todo, todo lo que
constituye la vida humana, desde su tragedia y patología, hasta su grandeza y plenitud.
¿Cómo es posible que un único método sirva para situaciones tan variadas, cuando
estamos acostumbrados a la tecnificación y a la especialización en campos? La
respuesta sería ésta: el método de Bert Hellinger no quiere, fundamentalmente o
exclusivamente, curar a los depresivos o esquizofrénicos, ni tan siquiera apoyar la
quimioterapia en los enfermos de cáncer, ni volver a unir parejas en crisis, ni “dar un
sentido a la vida” –en otras palabras, no se trata de ayudar. Una constelación familiar
muestra a la persona en su más desnuda faceta. No como un ser prometéico que todo
lo que desea consigue, sino como una persona envuelta e involucrada en un sistema
que la condiciona, la libera, la esclaviza, la enferma, la cura. Por esto, en las
constelaciones familiares curar puede ser una parte muy pequeña o ni siquiera
necesaria. Lo más importante será la sintonía personal con un destino que
genéticamente, físicamente y psicológicamente recibimos, y la aceptación sencilla y
humilde de nuestra condición de seres humanos que vivimos y morimos, en un mundo
más grande que nuestro yo y nuestro sistema familiar. Bajo esta premisa, “terapia”
cambia profundamente de sentido: aquello que ayuda a esta profunda sintonía será
“lo terapéutico”, aunque su forma sea el dolor, la enfermedad o la muerte. Lo
escandaloso de esta última afirmación tiene su sentido al comprender la vida no como
el más alto valor. En definitiva, todos los valores desembocan en lo relativo. Pues
nuestros valores y sistemas morales responden a necesidades sociales de
supervivencia. Al final, nos queda sólo la realidad misma tal como es, sin
interpretaciones, sin deseos, sin juicios morales. Y esta misma realidad, y el
asentimiento a ella, son los que llevan al potencial terapéutico.
6. Todas las terapias y ninguna. No existe ningún enfoque en psicoterapia que pueda
asumir las constelaciones familiares según Bert Hellinger como propias; ni las
constelaciones familiares pueden identificarse con una única corriente
psicoterapéutica. Y con esto, no es difícil llegar a la pregunta de dónde radica la
originalidad de Bert Hellinger. El currículum de Bert Hellinger ha recorrido, con diversa
intensidad, las más importantes corrientes terapéuticas. Todas ellas han aportado un
elemento más a su trabajo. Aunque estaríamos bien lejos de entender su personalidad
si interpretáramos su método como un “cóctel” de todos ellos. El rasgo distintivo de
Bert Hellinger es su radical fidelidad al fenómeno. Y éste se manifiesta como el quiere:
el fenómeno no se ciñe a métodos. Para Bert Hellinger acoger el fenómeno significa
también abandonar su propio método, porque en lo más profundo, deja de ser un
método. Quizás por esto, en el desarrollo de las constelaciones familiares en los países
de habla alemana, ningún grupo terapéutico monopoliza este método: psicoanalistas,
sistémicos, terapeutas familiares, rogerianos, gestálticos, PNL, ... terapeutas de
diversas corrientes lo incorporan en su trabajo. Por como está concebido, no estamos
ante una nueva escuela psicoterapéutica. En el momento que lo fuera, perdería su
capacidad de acercarse al fenómeno: su normativa, su jerarquía académica y su
argumentación apologística ante las otras terapias, esconderían la manifestación
fenoménica. No hay escuela, no hay maestro, no hay tradición. En el trabajo
terapéutico, cada uno es escuela, maestro y tradición. En cada constelación se
manifiesta lo fenoménico de manera única y original. El trabajo del terapeuta o
coordinador tendrá validez en la medida en que él sepa convertirse en vehículo para
que pueda manifestarse lo que es. En última consecuencia, ya no hay ni cliente ni
terapeuta. El cliente asiente con humildad ante lo trágico y lo dichoso de su existir, y el
terapeuta, al contemplar a su cliente, no puede menos de sentir un profundo respeto
ante la soledad de esa existencia humana. Y él, el terapeuta, se retira dejando que la
realidad se realice.