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“PSICOTERAPIA Y FENOMENOLOGÍA”

EL TRABAJO CON CONSTELACIONES FAMILIARES

Traducción por Alfredo Gómez Pedra

Nacido en Alicante, España, en 1959. Cursó estudios de teología en Barcelona y,


posteriormente, de enfermería geriátrica en Viena, Austria. En España se desarrolló
profesionalmente como sacerdote, como profesor de enseñanza secundaria y en el
trabajo con colectivos marginados. Ya en Austria, a raíz de su trabajo con ancianos y en
la búsqueda de mejores métodos para la enfermería geriátrica y paliativa, se encontró
con el trabajo de Bert Hellinger. En él encontró un nuevo enfoque para el profesional
socio-sanitario, al cual le descubre una actitud fundamental de respeto ante lo que ve
en el cliente, sin la ansiedad de querer salvarlo o curarlo. Y por otro lado, la
comprensión del cliente como un ser que vive en y se debe a su sistema, en el cual
recibe un destino que debe ser respetado.
“Fue la casualidad, el Destino, Dios, o como cada uno quiera llamarlo, cuando, hace
unos años, “tropecé” -más que encontré- la obra y la persona de Bert Hellinger. En
aquel tiempo me preocupaba todo aquello que hacía referencia al trabajo con
moribundos, bien fueran ancianos o jóvenes con enfermedades incurables.
Al principio, fue la sorpresa de un nuevo método que explicaba muchas dinámicas que
veía cada día. Después, fue inquietud interior.
Constelaciones que leía y que veía, conversaciones personales con Bert Hellinger,
ponían en cuestión mi autosuficiencia de “humanista-cristianoilustrado-occidental”.

Mi propia familia y yo mismo aparecieron en constelaciones. Me descubrí como una


parte más en una saga familiar con su tragedia y con su gloria. Tras ello, no fui ni mejor
ni peor, ni más sano ni más enfermo. Quizás, sí, más “mortal”, más consciente de lo
precario, con menos “ísmos”, y con un poco más de “ser”.

De Bert Hellinger tengo el sentimiento cálido de ese tropiezo. Si ha sido maestro, lo ha


sido como los buenos, los que una vez han sido y son y después dejan de serlo. Porque
nadie, nadie puede construir el ser de otro: al final siempre estamos solos.”

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“PSICOTERAPIA Y FENOMENOLOGÍA” EL TRABAJO CON CONSTELACIONES FAMILIARES

Traducción por Alfredo Gómez Pedra

1. Lo terapéutico en las constelaciones familiares Desde los años 1980, Bert Hellinger
ha venido desarrollando un método de trabajo psicoterapéutico con un variado grupo
de cuadros psicológicos: desde las profundas esquizofrenias y depresiones, pasando
por enfermos de cáncer, el tema de la adopción y sus consecuencias, las víctimas del
Holocausto en la Segunda Guerra Mundial, las cotidianas preguntas sobre el sentido,
las relaciones de pareja, los disminuidos, etc. El espectro lo abarca todo, todo lo que
constituye la vida humana, desde su tragedia y patología, hasta su grandeza y plenitud.
¿Cómo es posible que un único método sirva para situaciones tan variadas, cuando
estamos acostumbrados a la tecnificación y a la especialización en campos? La
respuesta sería ésta: el método de Bert Hellinger no quiere, fundamentalmente o
exclusivamente, curar a los depresivos o esquizofrénicos, ni tan siquiera apoyar la
quimioterapia en los enfermos de cáncer, ni volver a unir parejas en crisis, ni “dar un
sentido a la vida” –en otras palabras, no se trata de ayudar. Una constelación familiar
muestra a la persona en su más desnuda faceta. No como un ser prometéico que todo
lo que desea consigue, sino como una persona envuelta e involucrada en un sistema
que la condiciona, la libera, la esclaviza, la enferma, la cura. Por esto, en las
constelaciones familiares curar puede ser una parte muy pequeña o ni siquiera
necesaria. Lo más importante será la sintonía personal con un destino que
genéticamente, físicamente y psicológicamente recibimos, y la aceptación sencilla y
humilde de nuestra condición de seres humanos que vivimos y morimos, en un mundo
más grande que nuestro yo y nuestro sistema familiar. Bajo esta premisa, “terapia”
cambia profundamente de sentido: aquello que ayuda a esta profunda sintonía será
“lo terapéutico”, aunque su forma sea el dolor, la enfermedad o la muerte. Lo
escandaloso de esta última afirmación tiene su sentido al comprender la vida no como
el más alto valor. En definitiva, todos los valores desembocan en lo relativo. Pues
nuestros valores y sistemas morales responden a necesidades sociales de
supervivencia. Al final, nos queda sólo la realidad misma tal como es, sin
interpretaciones, sin deseos, sin juicios morales. Y esta misma realidad, y el
asentimiento a ella, son los que llevan al potencial terapéutico.

2. ¿Cómo se hacen constelaciones familiares? La mecánica de las constelaciones


familiares es sencilla. Se necesita solamente un grupo de clientes. Un cliente intenta
previamente concentrarse en sí mismo y elige, guiándose por su intuición,
representantes para aquellas personas que integran su sistema familiar actual o de
origen, incluyendo un representante para sí mismo. Consciente e intuitivamente, el
cliente coloca a estos representando en un espacio libre y los enfoca en una dirección
determinada. Los representantes no tienen que hacer nada, ni decir nada. Es decir, no
tienen que teatralizar ninguna escena. En esta primera constelación, los
representantes vivirán los sentimientos de las personas representadas. Y éste será el
inicio del trabajo del coordinador/ terapeuta. El siguiente paso será la exteriorización
de los sentimientos de los representantes. Uno por uno, los representantes serán
preguntados: “¿Cómo se siente aquí’” (en este lugar, enfocado en esta dirección). Sus
respuestas nos hablarán de las relaciones entre los diferentes miembros del sistema. A
partir de aquí, el coordinador/terapeuta, modificará las posiciones de los
representantes hasta conseguir la sintonía en el sistema. Cada movimiento será
verificado en su validez por el feedback de los representantes. Paralelamente, el
coordinador/terapeuta ofrece al cliente unas frases curativas. Son frases que el cliente
repite para interiorizar la nueva imagen o para integrar un determinado movimiento
en su interior. La integración de un determinado movimiento o de una imagen se
realiza no sólo por la palabra, sino también por el lenguaje corporal: Inclinaciones
profundas, abrazos espontáneos, cogerse de las manos; todo un conjunto de
elementos que tiene como fin lograr un anclaje en la nueva imagen interior. El final
será cuando aparezca la imagen que, para ese momento, lleve al cliente a una máxima
sintonía con su sistema.

3. ¿Cómo funcionan las constelaciones familiares? En una constelación familiar entran


en juego diversas dicotomías: Inconsciente – consciente Silencio – palabra Grupo – yo
Emocional – racional Todas estas dicotomías son ciertas, falsas, y ciertas y falsas al
mismo tiempo. El arte en una constelación consiste en sacar a la luz aquello que en
cada constelación, hoy y ahora, es. En cada constelación familiar, el maestro es la
realidad. Y una constelación es un ámbito donde la realidad puede presentarse en toda
su plenitud relativa: aquí y ahora, porque después, será diferente. El cliente forma la
constelación, como ya se ha indicado, de acuerdo con una imagen que él tiene. La
imagen se refiere a un sistema, en nuestro caso, a un sistema familiar. Por tanto,
cuando hablamos de sistema nos vemos obligados a referirnos a la realidad, como
relación. La individualidad absoluta no existe. El lenguaje nos engaña, cuando
significante y significado aparecen y son tratados aislados de un contexto. Lo individual
se crea y se forma en lo colectivo. Interpretado así, lo individual siempre fue, porque
se preparó, y siempre será, porque sin él no sería el ahora. Esta interacción va más allá
de nuestros deseos. Y cuando más entramos en un sistema, más densa es esta
interacción y dependencia, y más descubrimos que la realidad que percibimos tiene,
en ese profundo nivel, una calidad que nos la hace comprensible e inmanipulable. El
acceso a la imagen se presenta cuando el cliente, interiormente, desea abrirse a su
propia realidad. La imagen no es elaborada al formar la constelación, sino
sencillamente intuida, como un dejarse llevar. La calidad y la actitud del
coordinador/terapeuta serán decisivas para facilitar al cliente esta capacidad de
acción. Nuestra vida, nuestros éxitos y fracasos personales, se encuentran preparados
en estas imágenes. Son creadas y transmitidas en el ambiente familiar, y no tienen por
qué ser vividas conscientemente ni por qué coincidir con nuestros sentimientos,
creencias o ideologías. Nuestras imágenes no son estáticas. Son válidas en cada
instante espacio-tiempo, y varían con los sucesos concretos que la vida de por sí trae.
Si nos paramos en una imagen en concreto, ¿qué vemos? Vemos personas de un
sistema familiar relacionadas entre sí. Estos miembros serán para la persona en
cuestión significativos, independientemente de si viven o están muertos, de si están
cerca o lejos. Esta imagen pertenece a otra categoría espacio-temporal que no es la de
la física mecánica. Manifestar estas imágenes es sólo posible en una situación donde la
racionalidad y la emocionalidad, que a veces se utilizan de escudo para el miedo y la
inseguridad, no escondan la crudeza de lo acontecido.

4. ¿Hacia dónde encauza el coordinador/terapeuta las constelaciones familiares?


Como se ha dicho, el objetivo es la sintonía de la persona con su propio destino y con
su propia responsabilidad. Cuando una imagen es expresada en una primera
constelación, el coordinador/terapeuta mira cuál es la dinámica de ese sistema, punto
de partida para conseguir la imagen – solución para el cliente. Para esto, Bert Hellinger
ha visto una serie de pautas fundamentales en toda convivencia humana, para parejas,
para padres e hijos, para miembros de una red familiar y, directa o indirectamente,
para cualquier relación: 1. LA NECESIDAD DE VINCULACIÓN. Toda persona tiene la
necesidad de pertenencia a un grupo. El primer grupo sería la familia de origen. Ella
sola es ya el primer sistema con una dinámica propia que impregna las actitudes
fundamentales de la persona. 2. EL EQUILIBRIO ENTRE DAR Y TOMAR. Como profunda
necesidad humana de equilibrio entre lo que se recibe y lo que se da, y viceversa. 3. EL
ORDEN DENTRO DEL SISTEMA. Todo sistema tiene unas normas convenidas. El aceptar
y cumplir las normas comporta seguridad y sentido al individuo. Su negación e
incumplimiento le comportan el sentimiento de culpa y el miedo de perder la
pertenencia al sistema. Estas normas de relación no son ni buenas ni malas. Al igual
que las constelaciones, el terapeuta las acepta simplemente tal como se presentan. El
enfoque metodológico de Bert Hellinger es el fenomenológico: expresar simplemente
los fenómenos que hay. No como nos gustaría que fueran, sino como son. A partir de
aquí, el coordinador/terapeuta puede mover a los representantes de una constelación,
siempre verificando que los tres elementos, vinculación, equilibrio ente dar–tomar y
orden estén realizados en sus exigencias. Es decir, el coordinador/terapeuta busca
solucionar los desequilibrios en el sistema. No se trata de buscar lo que el cliente
quiere, o lo que el terapeuta quiere. Lo que llamaríamos final feliz, es el final feliz que
la realidad -con los fenómenos que ella tiene para esa situación- puede dar. ¿Y qué da
la realidad? Desde un gratificante y emotivo final, pasando por el asentimiento sereno
ante la enfermedad y la muerte, hasta la interrupción de la constelación porque “no se
quiere ver más”. En definitiva, se trata de que el cliente tenga una nueva imagen de
armonía con él mismo y con su sistema. Esta nueva imagen, al igual que la antigua las
tuvo, tendrá consecuencias en la realidad de cada día, en una palabra, en su
realización personal. A partir de aquí, la persona buscará sus objetivos funcionales,
pero sus objetivos fundamentales ya le han sido dados. Su energía para la acción (¡la
que sea!) proviene de esa íntima percepción de pertenencia, equilibrio y orden.
5. ¿Cómo actúa el coordinador/terapeuta? Independientemente de su formación
técnica, existe una premisa fundamental para el terapeuta: su actitud. Una actitud sin
intención. Más allá de lo bueno y de lo malo, de todo juicio ético. El terapeuta mira la
realidad manifestada por el cliente, y con un profundo respeto entra en sintonía con
él; sin afán de ayudar, sino sólo con el deseo de servir de instrumento para la realidad
emergente del cliente. Esta, la realidad, es la que alberga ya todas las posibilidades de
solución. Esta actitud significa algunas veces aceptar el destino trágico como la mejor
solución para el cliente y, en consecuencia, no interferir en ello. Por parte del
terapeuta, supone un profundo trabajo personal previo con su propio origen y con sus
propias intenciones. Supone la humildad de aceptar la realidad tal como es. Supone la
distancia ante el cliente, para que éste viva su realidad mostrada. Y la conciencia de
que no es él, el coordinador/terapeuta, quien cura, sino la misma realidad. El
terapeuta no necesita una solución creativa, él no es un constructivista que crea una
nueva realidad: él deja que la realidad sea. En su aspecto técnico, el
coordinador/terapeuta tiene ciertamente una parte activa. Preparar al cliente para la
constelación sería su primera actuación: saber qué le pasa, para qué ha venido. No
estamos ante una conversación puramente racional: los gestos, el tono, el discurso, la
actitud, las emociones expresadas, la misma presencia del cliente en el grupo, hablan
ya de una realidad que va a emerger. Qué ha sucedido, es el paso inmediato. Sólo con
hechos, con fenómenos, podemos trabajar: enfermedades, muertes, nacimientos,
parejas –todo aquello que contribuye a la formación de un sistema. Quedarse en los
sentimientos nos dejaría con una personalidad confusa, la cual no podría ver sus
implicaciones en un sistema y, por otro lado, sería una violencia para los demás
participantes en el grupo y para el mismo coordinador/terapeuta, que pondría en
peligro su necesaria distancia, para perder fuerza en la compasión o en la crítica.
Naturalmente, en el desarrollo de la constelación aparecen sentimientos. Pero aquí
son los representantes quienes los sienten y expresan. Aquí ya no aparecen
racionalizados o desviados hacia otros objetos, sino en su dinámica original. Son estos
sentimientos los que hay que atender y encauzarlos de manera que el sistema gane
energía y armonía.

6. Todas las terapias y ninguna. No existe ningún enfoque en psicoterapia que pueda
asumir las constelaciones familiares según Bert Hellinger como propias; ni las
constelaciones familiares pueden identificarse con una única corriente
psicoterapéutica. Y con esto, no es difícil llegar a la pregunta de dónde radica la
originalidad de Bert Hellinger. El currículum de Bert Hellinger ha recorrido, con diversa
intensidad, las más importantes corrientes terapéuticas. Todas ellas han aportado un
elemento más a su trabajo. Aunque estaríamos bien lejos de entender su personalidad
si interpretáramos su método como un “cóctel” de todos ellos. El rasgo distintivo de
Bert Hellinger es su radical fidelidad al fenómeno. Y éste se manifiesta como el quiere:
el fenómeno no se ciñe a métodos. Para Bert Hellinger acoger el fenómeno significa
también abandonar su propio método, porque en lo más profundo, deja de ser un
método. Quizás por esto, en el desarrollo de las constelaciones familiares en los países
de habla alemana, ningún grupo terapéutico monopoliza este método: psicoanalistas,
sistémicos, terapeutas familiares, rogerianos, gestálticos, PNL, ... terapeutas de
diversas corrientes lo incorporan en su trabajo. Por como está concebido, no estamos
ante una nueva escuela psicoterapéutica. En el momento que lo fuera, perdería su
capacidad de acercarse al fenómeno: su normativa, su jerarquía académica y su
argumentación apologística ante las otras terapias, esconderían la manifestación
fenoménica. No hay escuela, no hay maestro, no hay tradición. En el trabajo
terapéutico, cada uno es escuela, maestro y tradición. En cada constelación se
manifiesta lo fenoménico de manera única y original. El trabajo del terapeuta o
coordinador tendrá validez en la medida en que él sepa convertirse en vehículo para
que pueda manifestarse lo que es. En última consecuencia, ya no hay ni cliente ni
terapeuta. El cliente asiente con humildad ante lo trágico y lo dichoso de su existir, y el
terapeuta, al contemplar a su cliente, no puede menos de sentir un profundo respeto
ante la soledad de esa existencia humana. Y él, el terapeuta, se retira dejando que la
realidad se realice.

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